Eleuterio Flores González
Title
Eleuterio Flores González
Description
Biographical Synopsis of Interviewee: Eleuterio Flores was born on February 20, 1935, in Miacatlán, Morelos, México; he grew up in a family of farm workers, and labored in sugar cane plantations near his hometown; due to a lack of formal schooling, he learned basic reading and writing from his father; he worked as a bracero from 1956 to 1963 in California and Texas.
Summary of Interview: Mr. Flores describes his childhood in Miacatlán, Morelos, México, and his lack of formal schooling; he relates that his father taught him to read and write; he also recalls his time in the Ingenio Azucarero, a sugar cane plantation; additionally, he discusses how his experience with the plantation helped him secure work as a bracero; furthermore, he remembers that, in 1956, he got permission from his work to join the bracero program; he details the work he did in California and Texas, and states that he picked cotton and gathered several other crops.
Summary of Interview: Mr. Flores describes his childhood in Miacatlán, Morelos, México, and his lack of formal schooling; he relates that his father taught him to read and write; he also recalls his time in the Ingenio Azucarero, a sugar cane plantation; additionally, he discusses how his experience with the plantation helped him secure work as a bracero; furthermore, he remembers that, in 1956, he got permission from his work to join the bracero program; he details the work he did in California and Texas, and states that he picked cotton and gathered several other crops.
Creator
Domínguez, Violeta
Flores González, Eleuterio
Date
2003-07-31
Subject
bracero
Rights
Institute of Oral History, The University of Texas at El Paso
Language
spa
title (Spanish)
Eleuterio Flores González
creator (Spanish)
Domínguez, Violeta
contributor (Spanish)
Cristóbal A. Borges
Rights Holder
Institute of Oral History, The University of Texas at El Paso
Online Submission
No
Original Format
Mini Disc
Duration
1:57:37
Bit Rate/Frequency
24 bit
96 k
96 k
Transcription
Nombre del entrevistado: Eleuterio Flores González
Fecha de la entrevista: 31 de julio de 2003
Nombre del entrevistador: Violeta Domínguez
VD: Hoy es 31 de julio.
EF: Último.
VD: Último del mes de julio del 2003. Y quiero comenzar por preguntarle otra vez, su nombre completo, señor Eleuterio.
EF: Eleuterio Flores González.
VD: ¿Qué edad tiene usted?
EF: Sesenta y ocho cumplidos y llegando a los sesenta y nueve.
VD: ¿Cuándo es su cumpleaños?
EF: El 20 de febrero del [19]35.
VD: Fue que nació, ándele. ¿Dónde nació usted?
EF: Aquí en Miacatlán.
VD: ¿Nació en Miacatlán?
EF: En Miacatlán.
VD: ¿Sus papás eran de aquí también?
EF: También.
VD: Y, ¿a qué se dedicaban ellos?
EF: Mi padre jue campesino, jue cantor de la iglesia. Trabajó en el ingenio de este de, de jefe de campo pues, jefe de campo. Nomás que ya, ya cuando estábamos grandecitos ya le ayudábamos, porque clases, este, estudio no hubo para nosotros, jue puro este, trabajo, trabajo. Éramos muy pobres, todavía, eh, todavía somos, pero antes más.
VD: ¿Antes más?
EF: Sí.
VD: Oiga, y, ¿su mamá?
EF: Ella fue hija de un panadero que era mi abuelo. Y fue su, su vida fue más tranquila, más alegre, tuvo más modo. Y ya cuando se casó con mi padre pues, sufrió igual con nosotros, sufrió. Pero nunca se arrepintió de haberse casado con mi padre. Siempre nos platicó que le enseñaron pues lo católico, y lo católico no permiten a uno este, aborrecer las cosas, no andamos por el interés del dinero, hay que sufrirle a la vida como Dios nos la da.
VD: Y ella cuando vivía con su papá, cuando usted era niño, ¿hacía alguna cosa fuera de la casa, para ayudarse o trabajaba en la casa nomás?
EF: ¿Yo?
VD: Ella.
EF: Ella no, ella, ella sabía hacer muchas este, reposterías, dulce y de vez en cuando hacía dulce y lo vendía, pero nada más en la casa. No salía a venderlo a ningún lado. Allí llegaban como, como mi señora orita que se hace unos bolis y al rato ya vienen chamaquitos y se los vende así. Pero sí trataba de ayudarle, porque mi abuelo, el papá de ella, sí trató de ayudar a mi padre. Pero a mi padre no le gustó eso, no le gustó.
VD: ¿Por qué, qué decía?
EF: Decía que, que la ayuda del suegro no, pues no, no quería. Todo yo, eso es lo que oigo, ahora que ya estoy grande o cuando antes que nos vivía la jefa, pero ahora que ya, ya no la tenemos ni él ni ninguno, ya estamos, ya todos somos grandes. La más chiquita que, que la considerábamos la consentida de la familia, ya también se enviudó. Ya todos somos grandes, sí.
VD: ¿Cuántos hermanos fueron, don Eleuterio?
EF: Son nueve, juimos nueve hermanos, tres hombres y nueve, y seis mujeres.
VD: ¿Cómo se llamaba su mamá?
EF: Celerina González.
VD: Y, ¿su papá?
EF: Tejeda. Este, Ángel Flores, Ángel Flores.
2do: Cardeño.
EF: Cardeño.
VD: Y me decía que su papá trabajó también en el ingenio.
EF: Sí, sí trabajó pero en, en la cosa de campo, él no jue obrero. No, él se dedicó a, al reporte, a este, a, ¿cómo le dicen?, a enseñarles a las personas a trabajar las tie[rras], las cañas, para tener producto. Y, y los reportes, los sábados ir, iba a hacer las boletas y les daba, les prestaba dinero el patrón para que tuvieran para comer y para trabajar sus tierras. Así se trabajaba antes el ingenio este, y ahora este otro que tenemos ahora, no, ya no nos quieren prestar nada. Ya nomás de la bolsa sale.
VD: Nomás compran ellos.
EF: Sí, ellos a veces te ayudan con abono, a veces, no siempre. Te ayudan con este, la semilla cuando la siembras. Y a partir de la siembra este, ya se encarga uno de cultivar un año, otro año, dos, tres, cuatro años. Y la planta te dura, según la cultives y ya ésa ya es ganancia. Ya no es cosa de plantilla, que es primer año de plantilla, la plantilla este, da muy poco rendimiento para uno. Para el ingenio pos sí, sí da, porque de allí te descuentan todo lo que, lo que, sí, lo, tanto lo que prestas como lo que gastas, sí. Si consigues dinero, pues en cuanto te llega tu dinerito, lo pagas. Sea que te lo presten allá, sea que lo consigas por otro lado.
VD: Oiga, y el viejo ingenio, ¿estaba aquí cerca de su casa, me dice?
EF: Sí, estaba bien cerquita aquí.
VD: Aquí en la esquina.
EF: Sí, a, ¿qué serán?, a doscientos metros, ahí está.
VD: Y, ¿se acuerda quiénes eran los dueños de ese ingenio?
EF: Cómo no, sí conocí a un Enrique Olea, que era el mero dueño. Conocí a su hermano, que era don Goyo Olea y Pepe, Pepe Olea, que era su otro hermano. Y este, y a las, la señora sí no me acuerdo de ella, pero de sus hijas, una era María y la otra me parece que era Graciela. Pero la, una no era casada, María sí, se casó con Rafael Monterde.
VD: Y, ¿eran de aquí todos, vivían aquí?
EF: Eran españoles.
VD: Oh.
EF: Pero sí vivían aquí, vivían aquí en México. Tanto que Monterde este, heredó el ingenio que estaba en Cuautla, Santa Inés. Ese ingenio le perteneció a don Enrique también, pero como era de la esposa, su hija, pos él heredó también eso. Y ahora, después, tuvo un hijo, que también se llamó Rafael Monterde, ese jue el que se fue a vivir allá a Cuautla al de Santa Inés y lo vendió. Vendió aquí, lo rentó a un tal, un hacendado de, el hijo se llamaba Leandro pero el don, ¿qué?, no me acuerdo ya cómo se llamaba el papá. Pero sí este, ellos eran los que compraron, rentaron por, como por tres, cuatro años. Pero no les fue bien, no les fue bien, no supieron administrarlo y perdieron. Tanto que un socio se mató, se quitó la vida un socio. Un socio de esa, de esos señores se quitó la vida, porque iba pa abajo en vez de subir, iba pa abajo. Y ya este, vendieron a Zacatepec el fierraje, o sea todo lo que era el, el molino. Y se lo llevó, se lo trasladaron, el mismo Zacatepec se lo trasladó a este, a Nayarit.
VD: Al norte.
EF: Sí.
VD: Pero eso ya fue más reciente, ¿verdad?
EF: Sí, ya, pero ni tanto, pues eso fue el [19]61 me parece, [19]62.
VD: No, ya tiene sus años.
EF: Sí.
VD: Y cuando usted iba creciendo, me decía que le ayudaba a su papá también.
EF: Ah, sí, pero, pero este, tenía yo un hermano muy aprovechado, me pegaba pior que mi padre. Bueno, mi padre nunca me pegó, eh, nunca, pero él nomás no lo obedecía, luego luego me pateaba, me pegaba y yo ya estaba en edad de no dejarme. Él era mayor pero de todos modos yo le dije: “Yo te voy a pegar”, le digo, “yo no te voy a estar maltratando nomás y aguantándote”. Y que, más se enojaba, ¡no!, después era pior que le dijiera yo eso. Hasta que le di una vez un, primero le pegué un machetazo, le pegué con un machete mocho que estaba tirado, se lo aventé y se lo pegué así.
VD: ¿En la pierna?
EF: Sí, le descubrí el hueso aquí, le corté todo esto y se enfermó. Y luego lo curaron y ya no iba a trabajar, entonces me mandó mi apá a trabajar a mí solito. En ese tiempo, en ese tiempo no trabajaba en el ingenio, él trabajaba en Cuernavaca en esos días. Pero estuvo como un año o dos años cuando más, con un señor que era talabartero. Y ese producto lo iba a vender él a Cuernavaca. Allá tenía su lugar donde llegaba y ahí dormía él y se quedaba toda la semana. Se venía el sábado y se iba el lunes a seguir vendiendo, en esos dos años, cuando más fueron. Cuando llegaba él aquí, pos se daba cuenta de lo que hacíamos nosotros y a mí me maltrataba tanto que, que en una ocasión, en ese tiempo, en esos días que yo le, le pegué el machetazo, dejó de trabajar, le prohibieron salir al campo. Entonces mi padre me dijo, dice: “Ahora tú te vas a hacer responsable de esa parcela”. Y estábamos limpiando frijol, un frijolar y tenía caña la parcela y, y este, y me iba yo más contento, solito. Y, y antes no había niños como ahora veo, antes los niños era raro y que vayan con el papá o la mamá que lleve comida y lleve una criatura. Pero antes no se hacía eso y sin embargo yo me iba solito, ya sabía yo la parcela, me ponía a trabajar, me venía a las dos de la tarde a comer. Eso sí me lo prohibía mi jefe que llegara tarde a comer, tenía que ser a mi hora. “A la hora señalada, a la hora que escojas, esa va a ser”, dice, “pero nunca, nunca te dejes sobrepasar”.
VD: ¿Qué edad tenía, don Eleuterio?
EF: Ah, tenía yo, ¿qué sería?, ocho años, nueve cuando más, sí, sí, desde chiquito.
VD: ¿Su hermano?
EF: Mis hermanos…
VD: Su hermano al que le dio el machetazo.
EF: Ése, ése tenía, tenía, me ganaba con cinco años o me gana, vive. Así es de que él tenía trece años de edad, ya estaba grandecito. Él ya podía trabajar con una persona grande y se emparejaba y yo no, yo todavía no. Y en una ocasión este, me dijo mi apá, dice: “¿Qué tanto te falta hijo para acabar allá el frijolar?”. Le digo: “Ya, yo creo mañana sábado termino toda la parcela”. “¿De veras?”, dice, “¿qué, qué estás este, no está ella, no estás este, muy seguro, estás muy seguro de que vas a acabar?”. Le digo: “Sí”. Y este, que les digo: “Sí voy a apurarle y me le apuro y acabo”. “Pos ándele pues”. Cuando veo, llega mi hermano güileando, eh, no estaba en condiciones todavía. Llegó mi hermano y jue hasta allá a verme a ver si estaba yo trabajando y se arrimó y que me dice: “Ya me voy”, dice, “nomás te vine a ver”. Le dije: “Sí”. Lo dejé que se viniera, pues me estuvo espiando, me estuvo espiando que no me juera yo ahí, que estuviera yo trabajando. Y ya sabía que tenía prohibido este, ir al campo. Y este y, me dice, me dice, este: “¿Terminas, te espero?”. Le digo: “Espérame”, le digo, “ya mero termino, ya nada más faltan como cuatro surcos”. Dice: “No, no, no terminas, ahí te dejo, mejor me voy”. Y yo: “Ándale pues”, y yo le digo, “espérame mejor”, le digo, “ya me falta poquito, siquiera ahora de ida que me vaya acompañado”.
2do: ¡Eleuterio!
EF: Híjole, anda ve dile que no puedo, que no puedo, este, no.
(entrevista interrumpida)
VD: Ya, no, me estaba platicando de su hermano que le decía usted que lo esperara.
EF: Y este, y se vino, ya no, ya no me esperó, y yo le apuré a trabajar, pero por ahí en el camino, este, ya no pudo caminar, se le inflamó el pie. Ya lo habían curado pero no quedaba bien, y este, y se le inflamó la parte golpeada. Y, y pasó un señor y lo subió a su caballo y se lo trajo y este, llegando a la casa, lo llevó hasta la casa. Ya cuando yo llegué este, dice: “¿Qué pasó?”. Le digo: “No sé, ¿qué pasó?”. Dice: “Pues ya vino tu hermano, viene bien, bien malo”. Le digo: “¿De qué o por qué?”. Y dice: “Del golpe que le diste la otra vez”. Porque mi madre lo quería mucho, ¡eh!, a él, a mí no. Bueno, yo notaba, yo eso notaba y se siente, se ve, se nota luego luego cuando una persona te estima más que otra. Y este, le digo: “No, no jue eso ma”, le digo, “es que se inflamó porque estuvo allá en el sol, pero yo ya terminé, le dije que me esperara. No me quiso esperar porque se sentía mal. Por ahí lo levantaron y lo vieron malo y llegó fácil. Y ya este, después me vine yo”. El sábado siguiente llega mi padre, y me dice: “Y, ¿terminastes?”. Le digo que sí. Dice este, dice: “Mejor dedícate a trabajar solito”, dice, “porque ya vi que con tu hermano no, no salen bien”, y mi padre sí me quería harto, harto. Y éramos dos señalados, éramos dos, nomás una mujer y un hombre y era yo el hombre y mi hermana ya murió, en paz descanse, era la otra. Pero se notaba luego luego, sí. Y este, y ya me empezó a dar trabajo porque después se vino de allá, entró a trabajar en el ingenio, de inspector. Y ya a mí me daba las cañas, las parcelas que tenía el ingenio, tenía muchas, muchas tierras. Tenía, tiene una extensión aquí abajo luego luego, abajo del ingenio, lo que ahora le llaman El Rancho Agrícola, los pequeños hermanos. Este, entonces le dicíamos La Zona, así se llamaba.
VD: Y, ¿La Zona era qué?
EF: Era un campo de, de cultivo.
VD: De caña, ah.
EF: De caña sí. Cuando sembrábamos cacahuate, cuando el, la rotación de caña este, era año de descanso. Le echábamos cacahuate una parte, maíz, según, arroz, a veces hasta arroz, pero no eran egoístas los hombres, porque tan le prestaban a la persona que le iba a pedir favores, sí se los hacían. El viejito, el hermano del dueño, este, era más carrascalazo, pero sí era consciente y te ayudaba. Le pedían: “Don Goyo, este, necesitamos un préstamo”. “¿Qué tienes, caña o qué, qué tienes?, ¿con qué me vas a pagar?”. “Pos no tenemos nada orita, oiga, préstenos siquiera $100 pesos”. “¡Jijo!, no hay dinero, no hay dinero”. Y al ratito ya decía: “Te voy a dar $50, la mitad, pero no me los vas a pagar”. Pos ya él sabía que no se los iba a pagar pues, si eran los obreros igual, ya lo conocían. Tenían que pedirle $100 para dar $50, si quería $100, hay que pedir $200. Sí, pero sí les prestaba, era bueno el señor. Y, y yo este, después me metí a trabajar ahí a La Zona, a la dichosa Zona. Ahí empecé a ganar ya de por día. Ahí empecé a ganar $2 pesos.
VD: ¿Desde qué edad empezó ahí?
EF: Pos de los nueve años, por ahí, sí, diez, por ahí. Y $2 pesitos, después nos subieron a $3 y así nos vinimos. Y me dediqué a este, a regar una parte que le llama, que le llamábamos las este, ¿cómo se llamaban?, las, las tierras de la ladera, las de Virginia, ¿no?
2do: ¿Las de Virginia?
EF: Así se llamaban. Eran, eran tres parcelas grandes y una chiquita, y este, y ésas yo me dediqué allí a regar y a rozar los carriles. Terminaba de regar una parcela y me rozaba yo los carriles.
VD: ¿Cómo se rozan los carriles?
EF: Con machete, tumbar toda la hierba que estorba, limpiar y luego metía el agua y regaba esa otra parcela. Y así me dediqué, ahí acababa un riego, volvía con otro y así.
VD: ¿Regaba cómo, oiga?
EF: Cañas.
VD: Pero, ¿cómo?
EF: Con agua.
VD: Pero, ¿cómo se regaban?
EF: Por tendidas, sí se riegan las cañas por tendidas. Se hacen tendidas de ocho surcos y este, y luego otra tendida de otros ocho surcos. Y así te vienes por toda la orilla.
2do: ¿Qué?
VD: Pero usted le pone el agua, o sea, ¿ya había mangueras?
EF: No, no, es agua corrediza, la de la laguna esa, era ahí.
VD: Usted le hacía surcos para que entrara el agua.
EF: Los surcos los hace la yunta, ¿no? Siembro la caña y ya nomás le redondea uno, le llama uno redondeo, limpiar la raya y las tendidas. Pone los ocho surcos, los arreglas, le tanteas exactamente a los ocho surcos la misma cantidad de agua y van parejitos, parejitos, parejitos. Por eso un regador que conoce de riego, tiene que llevar su, su agua bien parejita, entonces yo me enseñé desde chico a hacer eso. Por eso ahora mi padre me dejó una parcela que tenía, tenía dos, una se la dejó a mi otro hermano y al otro, al más grande, le dejó la casa. No tuvo, no tuvo más que dar, vaya, pues era lo único que poseía y a mí me dejó la más grandecita. Y, y pues yo me dediqué a regar, a regar a todo lo que se, se entiende de siembras de caña. Yo, para mí, yo, yo desde que llegué a Nayarit vi las siembras cómo las hacían y dije: “Esto es un fracaso, aquí el ingenio este va a ser un fracaso”, “¿cómo se atreven a este, a sembrar la caña de ese modo?”, le digo, “siendo que es un, hay otro modo mejor”, le digo, “poco más costoso pero es más efectivo”. Y no, o sea, allá en Nayarit no, no jueron gentes útiles, de veras.
VD: ¿No hicieron bien el trabajo?
EF: No.
VD: Y eso, todo usted lo aprendió desde chiquito que estaba aquí en el ingenio.
EF: Sí, sí.
VD: ¿Cuántos años estuvo trabajando aquí en el ingenio?
EF: Pues dilaté, dilaté ya, ya me había yo casado. Me casé allí, ora sí que, ahí empezamos a vivir ya, de ahí, ¿verdad?
2do: Como doce años.
EF: Doce años dilaté ahí, ¿vedá?
VD: ¿En La Zona?
EF: En La Zona de, de por día. Nomás que continuamente me iban subiendo, casi cada año me subían aunque sea $1 peso, $1 peso. Sí, ya éramos, éramos ocho trabajadores y un, un representante. Y ese representante me acuerdo que me procuraba más, era muy amigo de mi padre y a mí me procuraba mucho, mucho. Le pedía un permiso, me lo daba, si le, le decía yo que me prestara un tlacololito, porque ya tenía yo a mi pareja, ya tenía yo que buscar la forma de trabajar un poco más o ganar un poco más. Entonces le pedía yo un tlacolol.
VD: ¿Qué es eso?
EF: Unos bordos de donde no puede la máquina sembrar caña y [es]tán amplios. Y ahí los limpiábamos y sembrábamos maíz.
VD: Muy bien.
EF: Son los tlacocoles que le decimos.
VD: ¿Tlacocol?
EF: Tlacocol. Y nos prestaban, el mismo Monterde, no decía nada, dice: “Siembren, siembren”. Una vez nos prestó una parcelita, ¿vedá?, pa sembrar frijol y nunca nos cobró un centavo. También nos la dejó y cosechábamos buenos frijoles, hartos pues. Y este, iba yo rebien en ese momento, ya se me pasó y este, que cuando este, estábamos sembrando ya el maíz, en una ocasión este, ya cuando estaba más grande, claro, se golpeó mi jefe. Se cayó en un charco por ahí en una apantle, y se le destrabó un hueso de aquí de la pierna.
VD: ¿De la cadera?
EF: Sí, de esta parte de aquí de los tejolotes que tenemos. Y lo llevamos a, lo llevaron a Zacatepec, de momento y este, y yo ya estaba reconocido en el Sindicato Nacional. O sea que teníamos derecho a la Clínica Azucarera. Entonces…
VD: ¿Dónde estaba la clínica?
EF: Está todavía en Ejército Nacional 516, según, ¿vedá?
2do: Sí.
EF: Y este, y las oficinas estaban, las oficinas de los sindicatos estaban en Balderas 44, en México y tuvimos que haber ido a Balderas. Luego nos mandaron pa los, pa los oficinas del Sindicato Nacional, luego nos mandaron a la clínica. Pero yo no, yo no pude llevar a mi jefe para allá, yo tenía derecho, pero me lo cambiaron, o sea, lo metieron aquí a Zacatepec. Y cuando yo jui a sacarlo ahí, de allí, ya lo habían llevado al Centro Médico y ya no me lo dejaron, ya no quisieron dármelo. Dijeron que si de ahí salía por su propio pie, nunca me dijieron que saliera, saliera difunto pues. Y este, ya les dije a mis hermanos, pues todos estaban atenidos a mí y le digo: “Pos no, no, no me lo quisieron dar”, le digo, “yo no, yo llevaba la intención de llevarlo a la Clínica Azucarera”. Le teníamos más fe allá a la Clínica Azucarera y muy buenos doctores, eh. Y este, ya no, ya no lo cambiamos de allí. Entonces como siguía, seguía malo, me dediqué yo a hacer los reportes, los de él, lo que él hacía en el campo. Como él ya me lo había enseñado, tanto a cubicar este, terrenos, él, mi jefe sí sabía, eh, fue maestro, nomás que no jue maestro de, de paga, jue, ora sí que jue particular. Pero era maestro él y sabía mucho, mucho, que aquí nadie le podía ganar. Había unos hombres, según ellos muy buenos, en la presidencia y nunca le pudieron ganar a nada. Hasta hubo, había competencias con él en las cuentas y no sirvieron. Bueno, llegó el día en que, yo tenía que ir a verlo cada ocho días, para que me firmara los documentos, tanto la lista de paga, del ingenio. Porque entonces ya era en Zacatepec donde se cambió él, porque (cantan pájaros) de cuando se jue el ingenio este, él entró a Zacatepec, como de Zacatepec, pero era el mismo campo. Todo lo que movía aquí este, Monterde, lo movía después Zacatepec. Y él se quedó al frente de eso. Y como se ponía de acuerdo con don Benigno que era el encargado de La Zona, pues me daba el permiso, don Nino, para que juera yo a hacer el recorrido a los campos, ver a los ejidatarios y reportarles lo que mi padre este, me enseñó a hacer y lo que se necesitaba. Entonces, llegaba el martes y me iba hasta México, a que me autorizara la lista de, de trabajos y me la autorizaba. Ahí llevaba yo las de la parroquia porque los de la parroquia, él era el que llevaba la contabilidad y todo lo que se necesitaba en una parroquia. Y me lo mandaba el padre para que yo se los llevara a México para autorizar también, así es de que yo tenía que estar vuelta y vuelta. Y cuando se me pegaba una de mis hermanas: “Yo quiero ir a ver a mi apá”. Le digo: “Pos vamos pero yo a pie, a mí no me gusta agarrar carro porque no me gusta que me falten al respeto”, le digo, “y si me van a cobrar lo que no cobran, yo voy a salir de pleito”, le digo, “y va a ser por culpa de ustedes. Así me voy andando y aunque llegue en dos horas, pero yo llego”, le digo.
VD: ¿Hasta dónde se iba caminando?
EF: Pues hasta Ejército Nacional.
VD: ¿Desde acá?
EF: No, cuando estaba mi padre no, este, no, de aquí de la terminal. Me bajaba yo en Michoacán, no, en, ¿cómo se llama?, este, en la terminal del metro, ¿cómo se llama?
VD: ¿Tasqueña o cuál?
EF: No, más pa acá de San Antonio…
VD: ¿Chola?
EF: Dos, atrás.
VD: ¿Chola o Viaducto o Chabacano?
EF: Chabacano ese, ese. Ése era mi parada, Chabacano. Y llegaba, y ahí nos bajábamos y agarrábamos pa el Centro Médico. Pero cuando me mandaban a la, al Sindicato Nacional o a la Clínica Azucarera, pos me tenía que ir de, de allí para allá y andando. Yo nomás preguntaba, no, no agarraba carro. Y ellas un día se me pegaron, dos de ellas, las mayores y las llevé andando. Y este, y no les gustó, pero en menos de media de hora ya habíamos llegado, andando.
VD: ¿Llegaron bien?
EF: Sí, de allí.
VD: ¿Como en qué tiempo fue eso, señor Eleuterio?
EF: Pues, ¿qué tiempo serían?
VD: ¿Fue antes o después de que se fuera usted de bracero?
EF: Fue en el, el [19]65 más o menos, ¿vedá?
2do: Más o menos.
EF: Sí, porque él murió en el [19]66, y sí.
2do: Tiene como treinta y nueve, treinta y ocho años.
EF: Ya, ya había, ya había ido unos años de bracero.
VD: O sea que, sí trabajó usted un montón de tiempo en el ingenio.
EF: Sí, y ya entraba yo.
VD: Tiene mucha experiencia ahí.
EF: En un tiempo, trabajé en el ingenio, en La Zona.
VD: En La Zona.
EF: Pero cuando ya había molienda, me daban en la molienda.
VD: Y, ¿también le tocaba de obrero?
EF: Sí, también de obrero. Así que en esos días, los obreros los mandaban a [La] Ciudadela, todas las listas de obreros y yo me apuntaba en las de obreros. Y ahí fue donde me empecé a ir a Estados Unidos.
VD: ¡Ah! A ver y espéreme, y antes de que lleguemos, le quiero preguntar, me decía usted que tuvo estudio, ¿no fue a la escuela?
EF: No.
VD: Señor Eleuterio.
EF: A la escuela jui dos meses a la Real, dos meses.
2do: ¿Cuál era la Real?
EF: Pues la principal, la única, y única que, que nada más había parvulitos, primer año, segundo año, tercer año, cuarto año, quinto año, sesto año. Para eso la, una maestra, Bertha, que yo me acuerdo de ella, era la maestra Bertha, enseñaba parvulitos y enseñaba primero y segundo. Había poquitos niños, poquitos, los de tres años, se puede decir. Una maestra, la segunda jue la Maestra Elvia, ella enseñaba de tercero y cuarto. Y el maestro, ése enseñaba quinto y sesto. Los únicos tres para todo el pueblo. Y este, y ahí jue donde, pos no me gustó porque la maestra Bertha me decía que yo era de, de segundo, o de tercero y me mandaba con la maestra Elvia o me llevaba. Tenía los salones, estaba en los salones una, ella, Elvia tenía su clase en un salón de cine, no teníamos este, salones apropiados.
VD: ¿No había escuela?
EF: No, no había escuela. Era en el piso de, de abajo de la presidencia.
VD: ¡Ah!
EF: Y teníamos donde está ahora el este, el, onde pagan, ¿cómo se llama?, donde pagan ahí en la, la orilla de las oficinas de allá, ahí, ahí les daba a parvulitos la maestra Bertha. Y ya de allí me llevaba al, al salón de cine y pues aquélla me dejaba ahí unos dos, tres días y no me hacía caso. Pues ella tenía jovencitos ya y, y yo pues no. No sabía ni qué, ni qué hacían ellos. Pues aunque quisiera yo, ¿cuándo les llegaba yo a su categoría? Ahí estaba una de mis hermanas y ella me dicía, dice: “Ira, ponte abusado”. “Pero qué cosa voy a aprender, si ustedes ya saben más que yo, yo no sé nada”. Yo entré como de parvulitos, me pasaron a primero. Pero allí los tenía, ahí revueltos, nomás ella de nombre, nos decía, pues después me decían: “No, pues tú ya puedes estar en segundo y ya sabes algo”. Pues estaba yo en segundo y luego me dicían: “No, vete a tercero”. Y me llevaba con la maestra Elvia y la maestra Elvia ya a los, ahí a los ocho días ahí me trae otra vez pa atrás y así me tenían. En dos meses que estuve yendo, le dije a mi padre que ya no quería ir, le digo: “Pues no me enseña ni una ni otra”.
VD: ¿Qué edad tenía cuando fue esa vez a la escuela?
EF: Ah, eso ya, ya era más, era, era muy chico. Entonces era yo muy chico todavía, tenía, ¿qué?, no te podría decir, unos nueve años.
VD: ¿Quién lo llevó a la escuela, su mamá o su papá?
EF: Mi papá. Pero ahí no llevaba la gente a sus hijos, ahí nomás los mandaban y solitos se iban. No había nada de maldad por aquí, no, éramos tan correctos que si un mandado no lo hacías cuando te lo pedían, ¡zas!, te pegaban. Y la gente que no te, no, no le hacías el mandado, no los padres, también los padres a veces te regañaban. Y tenía uno que andar bien derechito, derechito, nosotros no tuvimos este, bonita infancia. Pero sí me gustó, porque entonces, había total oscuridad, total oscuridad que yo me divertía más en lo oscuro que, que con las luces. Sí, yo jui feliz en mi época, aunque sea, ora sí como de indios pues, que se entiende, pero a mí me dejaban ir al campo a la hora que yo quería. Porque yo sí conocía de campo y me iba al campo y por allá ni una criatura, puros hombres ya grandes y con sus yuntas, sus caballos. Y a mí me consiguieron unos chivitos, dos, un chivo y una chiva. Nos las regaló un señor de Cualtelco(??), y ese señor este, sí, mi padre me decía: “Anda, cuida a los chivos aunque sea un rato”, antes de que me juera a la, a la escuela, si es que estaba de tiempo de clases. Y los llevaba y ya nomás por aquí en la bajada, por ahí las amarraba yo y con un lazo grande pa que comieran. Pero no veía yo pasar amigos, no había conocidos, ni un, ni un chamaco libre. Si pasaba alguno, iba anancado con su papá, acompañado, onde yo no tenía infancia allí en el campo.
VD: ¿No tenía amigos?
EF: No, amigos no, nada, ni un compañerito que llegara por ahí a cuidar otro animal, tampoco nada, nada, de eso no había nada. Entonces no nos dejaban ir al campo, no sé si había peligro o, o este, nomás no nos querían enseñar el campo. Pero yo sí tuve la dicha de, de enseñarme desde chico y así jue como empecé a abrir los ojos, a enseñarme al campo. Porque yo sí jui, jui campesino, desde, ora sí que desde que empecé a ver la vida, sí.
VD: Y cuando fue a la escuela que le dijo a su papá que ya no quería.
EF: No, ya no, ya no.
VD: ¿Qué le dijo él?
EF: Él me dijo: “Si no estás contento, te voy a llevar este, con una señora que tiene particular”, que era la este Genoveva, no, la, la de doña Pepita, este, Genoveva. Y este, me llevó, pero allá yo vi muchos jóvenes grandes, ya grandes. Y que tenían una imaginación muy diferente a la de los niños y este, y no había dónde sentarte y ponerte aquí algo para escribir así aunque sea una tablita, nada, nada, nada. No había nada, todo era para los mayores. Y tenía, tenía regular de gente, de chamacos, chicos también tenía, pero cada quien tenía su sillita y su forma de, de trabajar. Cuando yo entré, ya todo estaba trabajando en tranquilidad. Cuando yo llegué, quería que me trajera mi silla y una mesita para hacer mis tareas, pues un tiempo me, me tuvo de barrida así en el pasillo, en el piso. Y éramos dos, porque no era yo solito, iba otro chamaco también igual a mí. Y también ahí, los dos nos tenía tendidos y allí escribíamos lo poquito que veíamos, ¡eh!, porque no podíamos, eran puras cosas más, más adelantadas.
VD: ¿En qué escribía, señor Eleuterio?
EF: Primero, nos enseñaron el silabario. Entonces se llamó el silabario, un librito de unas seis hojitas. Y ahí tenía las primeras letras, el abecedario, primeros números, primeras palabras, de muy sencillito, pero de allí empieza uno. Entonces, no había nada de qué escribir. Después nos consiguieron un pizarroncito chiquito, sí y con ése ya empezamos a tener un trapo, aunque sea pa borrarlo y los garabatos que hacía uno. Pues uno empieza, uno desde abajo pues. Y este, ella, ella ni tantito nos echaba los ojos encima siquiera para que supiéramos que estábamos al amparo de ella, no, no, a nosotros no, solamente a los mayores, sí. Y le dije a mi jefe que no, no estaba contento y otra vez que me manda con Paulita Gómez.
VD: ¿Otra maestra?
EF: Otra maestra particular. Y también, ésa sí tenía harto niño chiquito. Pero este, no me gustaba porque ésa sí a cada rato…
VD: ¿Le jalaba la oreja?
EF: A onde quiera, (risas) a todos, no nomás a mí, a todos. Ésa sí era más enojona. Y ya me sacaron de allí, y entonces, me dijo mi jefe, dice, dice: “Consíguete unos amiguitos”, dice, “y yo pues les voy a enseñar”, dice, “aunque sea en la noche, (tos) en el día te vas a trabajar”.
2do: Deja te traiga algo para la tos.
VD: No, no se apure doña, es que tengo aquí.
2do: Pero también esto.
VD: Como un polvito en la garganta.
2do: También esto.
VD: Oiga, y, ¿su papá sabía leer y escribir bien?
EF: Sí.
VD: Así que él les iba a enseñar.
EF: Ahí hay un animal, ¿no?
VD: Era una mosca, ya se salió.
EF: ¡Ah! Él sí. Él era muy bueno para todo. Te digo, le digo, que me enseñó, cuando él empezó a darnos clases, pues no nomás éramos unos, todos sus hijos ahí nos tenía. Y aparte los vecinos que querían, les estaba enseñando.
VD: Y él les enseñaba.
EF: Sí, nos enseñó.
VD: ¿Con él se enseñó usted a leer y escribir?
EF: Fíjese que de leer no, de leer no, de escribir sí, números, cuentas. Las cuentas cómo me gustaron. Y este, y él me las corregía seguido, pero había un modo de hacerlas de él, de multiplicar, que no le entendía yo. Era tan rápido que no, no, yo no podía entenderle de ese modo. Pero a mi modo yo empecé a hacerlas y se las hacía yo bien. Y él me entendía, pero él, él las hacía tan rápido que, que no le agarramos ni la onda, vaya, cómo lo hacía. Después me enseñó a cubicar, me enseñó a medir terrenos y ya después la gente me empezó a invitar a, a cubicar, a medir tareas, terrenos que se iban a sembrar. Tenían que presentar este, las tareas que iban a cultivar, entonces hay que medirlas para que…
VD: Usted ya sabía cómo.
EF: Sí, ya me daban yo una idea y ya me mandaban traer y así le hacíamos. Y ya este, empecé a leer. Pero este, pues ora sí que al amparo de mi jefe, empecé a leer y de ahí me empezaron a gustar las revistas. No soy rápido, ¡eh!, rápido no soy, pero sí, ya me tocó estar en la, en unas votaciones y del secretario y tuve que jalar. Nomás que a una muchacha yo le dije, le digo: “Mira, yo sé leer”, le digo, “voy a hacerlo hasta donde más pueda”, le digo, “pero después me ayudas, porque se va a formar una cola y me van a estar gritando y me voy a poner más nervioso”. (risas) Dice: “Sí, sí, yo le ayudo”, la que me tocó con ella. Y, y sí, ella se llevó después un rato yo y después ella. Y yo le hacía los casos, las cosas que le tocaban a ella yo las hacía. Y este, pero pues yo sé que el Gobierno no sabe que, que uno no tuvo clases que no, no tuvo ni primer año, yo, ahora sí que no estudié. Yo luego me preguntan: “¿Hasta qué año estudiaste?”. “Yo no, hasta segundo”, pues nomás, nomás por decir. Pero que diga yo, un maestro me dijo: “Tú estás clasificado como de primero o de parvulitos de perdida”. Pero no, nadie, nadie me dijo: “Tú llegaste hasta quinto, sesto”, nadie, nadie porque todos fueron particulares.
VD: Así con, y con su papá después.
EF: Y con mi papá sí aprendí un poco. Pero, pero este, me metí a la ACJM [Asociación Católica de la Juventud Mexicana], es una acción en la iglesia. Y ahí consiguieron un maestro y también nos dio clase.
VD: ¿Eso cuándo fue?
EF: ¡Uf!
VD: ¿Ya más grande o estaba chiquito?
EF: Sí ya, ya más grande. Ya tenía, ya tenía yo como dieciséis años, ¿vedá?, diecisiete, por ahí. Y ya nos enseñaba box, nos enseñaba pelota, nos enseñaba, bueno, teníamos un programa de, de comedia para el pueblo, un programa grande y era gentío, ¿verdad?, que nos seguía. Teníamos este, entre la ACJM, los acejotemeros, había este, cómicos. Habían este, entre el grupo de las mujeres, había mujeres que, que les gustaba el sainete y la comedia. Y nosotros pues aunque sea cantar con guitarra, sí, sí al, era la hora del pueblo, le llamaban así, la hora del pueblo. Y sabían que llegándose el día, era la hora del pueblo pa todo el pueblo y teníamos un salón grandote allá, en la plaza, se llenaba de gente. Y pues, pues sí salía contenta la gente, más por los, por los payasos, por los cómicos, teníamos dos cómicos.
VD: ¿Qué quería decir ACJM?, ¿se acuerda?
EF: Acción Católica Mexicana según, según eso entendía yo, ¿vedá? Acción Católica Mexicana.
VD: Y, ¿había mucha gente del pueblo que se había metido?
EF: Puro joven, puro joven, no había ni un casado, chiquillos algo, jóvenes pequeños uno que otro, pero más chicos no, no, y responsables todavía no, irresponsables sí. Lo mismo en las mujeres, tenían su grupo, pero ellas en el día, nosotros en la noche, ellas también, pura señorita, nada de, niñas tal vez una que otra, pero niñas ya más o menos de buen cuerpo y señoras ni una. Eran puras, puras juventudes entonces, sí y la cosa de este, de aprender ahí pues pierde uno el miedo nomás de salir al frente de la gente, es lo que da más miedo, el micrófono. Que tantos, quién lo ve tan insignificante, pues no cualquiera lo puede agarrar, no, ni nadie lo puede, no cualquiera lo, lo puede platicarle, es, es muy pesado, sí. Y, y ahora que, ahora que he estado ya ahí en la pensión, los pensionados, este, luego me hacen agarrarlo y aunque sea algo le hablo, algo digo, pero no, no es igual, todavía no.
VD: Y ahí en esas juventudes, ¿cuánto tiempo estuvo, señor Eleuterio?
EF: Pues hasta que se casa uno, si quieres pues, si no corres del grupo, hasta que llega el día en que te casas, entonces sí ya, ya no puedes estar ahí.
VD: ¿Usted qué edad tenía cuando se casó?
EF: Veintiocho.
2do: Veintidós, veintidós.
EF: Eh, yo veintidós, pero jue en el [19]58, ¿vedá? Ah, sí, por eso confundía el ocho. Jue en el [19]58, pero estaba muy, yo estaba de veintidós años, no, mi, mi época de marchada jue lo que más me gustó.
VD: ¿Dónde le tocó el servicio?
EF: Aquí.
VD: ¿Aquí mismo?
EF: Aquí estuvimos, sí. Aquí estuvimos y me tocó ser sargento, y todo, todo lo que me enseñaban el sábado yo lo tenía que trasmitir, transmitir a todos mis compañeros, todos, nomás mi grupo, ¿vedá? Porque éramos treinta y tres personas. Y había más sargentos que tenían otro grupo de treinta y tres y así, batallones como le decían. Y este, y eso sí me gustó, porque estaban, yo tenía unos chicualtelcos(??) muy inditos, bien cerrados, pero yo les abrí los ojos, los oídos y para mí fueron mis mejores amigos. Y los enseñé a leer, les enseñé a escribir y, y hasta firmar. Los hacía yo que firmaran, que se enseñaran a firmar, agarrar una firma pa que, no, luego por un crédito que, que van a sacar a Zacatepec o que van a firmar su trabajo no les quieren pagar porque…
VD: No tienen firma.
EF: No tienen firma, sólo la huella. Lo, lo que no me gusta es que, ahora si no es la huella, también no te dan nada. No sé cómo, primero no querían ver ni las huellas, ahora ya son necesarias, de veras. Digo, no, no lo entiendo, las costumbres de la gente. Primero querían que todos supiéramos escribir y firmar, poner su, su nombre, ahora ya quieren que la huella por delante y después, este el…
VD: El nombre y la firma.
EF: La firma.
VD: Oiga, señor Eleuterio, y entonces usted cuando se fue de bracero, pero se fue sin casar, ¿verdad?
EF: Este, el primer año solamente, dos, ¿verdad? Dos años sin casarme.
VD: Dos años se fue. Y a ver, entonces me decía que fue, ¿usted sabía que estaban contratando braceros?
EF: Sí.
VD: ¿Cómo fue que se enteró?
EF: Por parte del de aquí del sindicato del ingenio.
VD: Entonces, ¿el del sindicato vino y les dijo que estaban haciendo listas?
EF: Sí, el secretario del trabajo de aquí. Él nos decía hay un, hay un este, un grupo de, de personas en el Gobierno de este, de [La] Ciudadela. Que allí están, tienen las listas de todos los ingenios, éramos muchos ingenios entonces. Y todos agarraban las listas de, sea del Sindicato Nacional o de aquí las mandaron las listas, porque tenían que ser con la autorización de cada persona, un trabajador. Te invitan: “¿Te quieres ir al norte?”. “Pues que sí, apúntenme”, te apuntaban. Veían a todos los que querían ir, a veces iban, éramos sesenta, setenta, ochenta, esa vez, la primera vez, éramos ochenta los que nos juimos. Y este, pero el primer año ni siquiera, ni siquiera la señora de Mazatepec le dije cómo estuvo, que nos jue mal, caímos en el Valle Imperial.
VD: ¿Qué año fue ése?, ¿se acuerda?
EF: En el [19]60, en el [19]56, jue cuando nos venimos, no, no trabajamos, trabajamos, no nos dejaban trabajar yo, yo, yo me sentía fuerte y tanteaba que la calor no me iba a tumbar a mí y muchos se caían, se caían. Y nomás trabajábamos de las siete de la mañana a las diez de la mañana, igualmente. Y vámonos pal campo, para el campamento y pues no, no sacábamos ni para comer y nos daban, nos daban, teníamos que pagar $1.10, $1.10 parece, centavos, $1 dólar, $0.10 centavos diarios por la comida, por el bordo y así con tres horas, a veces ni eso sacábamos. Entonces yo le dije a unos muchachos, le digo: “Si quieren, vámonos porque aquí no hacen mecha, no, nomás nos van a tener aquí este, ahora sí que…
2do: De por sí estuvieron en Empalme un mes, creo.
EF: No, ésa jue en, en el [19]57.
VD: O sea que entonces, a ver, deje me regreso un poquito, cuando a usted le dijeron que si se quería ir, ¿por qué fue que usted se animó, señor Tello, a irse a Estados Unidos?
EF: Pues veía yo tanta gente que iba, que me animé.
VD: ¿De aquí mismo del pueblo?
EF: Sí, de aquí del, del sindicato, del pueblo.
VD: Y, ¿qué contaban los que se iban y venían?
EF: Pues algunos les iba bien, algunos les iba mal. Por ejemplo yo tuve un cuñado, un vecino, de esta casa, no, todavía no vivíamos aquí, pero un vecino que vivió aquí, se llamaba Tacho, le decíamos Tacho, Ignacio Seguro se llamaba. Ése se fue y no volvió y en el [19]56, cuando yo jui el primer año, allá lo encontré en Empalme, Sonora y este, hasta me disparó una comida el día que lo vi, porque ya nos conocíamos. Aquí en su casa, hicimos las juntas del sindicato, aquí en su casa, por eso él se acordaba de mí. Y yo lo conocí y le dije: “Tacho”, y le digo, “vienes, ¿de dónde?”. Dice: “Ya vengo de allá, de adentro de Estados Unidos”, dice, “pero no voy a Miacatlán, sí, voy y me este, me inscribó otra vez y vuelta pa atrás”.
VD: Para volverse a meter.
EF: Pa meterse otra vez, iba a pagar mordida, para que lo nombraran y entrara otra vez derecho. Así me platicó sus movidas.
VD: Esa vez usted iba con la lista del ingenio.
EF: Sí, iba yo en la lista del ingenio. Y llegamos a [La] Ciudadela, cuando nos mandaron traer a todos. Pero era un gentío, nos mandaron traer, pos a muchos pueblos, muchos ingenios. Éramos miles ahí, amontonados.
VD: Y, ¿usted ya había ido a México?
EF: No, antes…
VD: ¿Ésa era la primera vez?
EF: Antes, sí jui cuando, cuando mi padre se enfermó, sí.
VD: Ah, lo de su papá fue antes.
EF: Sí, no, este, jue de mi mamá, jue de mi mamá. La operaron de un, de un lunar que tenía por aquí. Y este, se lo operaron y la tuvimos en la clínica. Pero allá jue en la Azucarera, por eso conocía yo esa clínica, desde muy joven la conocí. Y luego mi, mi cuñado el que trabajaba, eran dos cuñados, uno era del comité y el otro no, pero el que se nos pegaba harto era el otro. Ése sí iba pal norte, le tocaba en Santa Ana, todo me platicaba, se llevaba bien conmigo, hasta la fecha de que se murió, era muy amigo conmigo y con mis hermanos no. Y conmigo sí se llevó bien, ése jue el que me, me dijo: “Vamos”, dice, “si quieres, quién quita, quién quita y le atines. No todos llegamos con la buena suerte”, dice, “pero yo ya llego”. Él estuvo allá el primer año, entró tres años y no se vino. Mi padre, mi padre estaba recibiendo el dinero de él, él le mandaba a mi papá para que se lo cuidara y le diera una cierta cantidad a su señora, que era mi hermana, eh. Y él, pues tuvo que hacer lo que él decía, eh, y este, hasta que llegó el día en que, hasta que llegó el día en que me animé. Entré y fue ese día con nosotros mi cuñado, fue otro señor, que vive por aquí que está apuntado en la lista que juimos a sacar ese día que nos conocimos. Y este, se llama Rodolfo Cruz, y me dijo, dice: “Préstame centavos, yo me quiero ir pa Miacatlán”. Digo: “Pues yo también yo voy a ir”. “Pos órale”, le presté. Yo llevaba buenos centavos y, y no se gastaba mucho. Por ahí tengo un boleto, que cuando, cuando me fui, no, ése no, no es ese boleto, ya me acordé que no. Cuando me fui de México a este, a Empalme, Sonora, me cobraron $82 pesos de viaje.
VD: ¿Usted pagaba su pasaje desde aquí?
EF: Sí, sí desde, desde…
VD: Desde México.
EF: Desde México. Agarrábamos un autobús directo, nomás pasábamos a Guadalajara, unos minutos, a descansar tantito y el mismo camión te volvía a llevar hasta Empalme, Sonora. Y ya de allá, ya de allá sí nos llevaban a este, a Benjamín Hill cuando ya ibas contratado. Te llevaban con unos carritos algo viejones pero eran autobuses. Llevaban llenos, de Empalme te llevaban a este, a Benjamín Hill. Ya de Benjamín Hill, ya, ya había tren y ahí ya nos íbamos en tren.
VD: ¿Cruzaba la frontera en el tren?
EF: No, no, en la frontera nos dejaban en Mexicali. Allí ya entramos andando, pero ya nos íbamos, ya nos, ya nos desnudaban para podernos fumigar, hasta eso nos fumigaban. Y luego ya que ibas fumigado ya, ya te contrataban, ya presentaban ahí los patrones, que cuántos hombres querían. Y luego te llamaban cuando veían que uno estaba joven, decían: :Pues éste no me falla”.
VD: Lo escogían.
EF: “Éste aguanta, sí aguanta los carambazos”. (risas) Y algunos hasta escogían, algunos y algunos no, el mismo representante decía: “No, llévense hasta aquí, esta lista. Esta cola es, son, va a llevarse veinte, pues llévese hasta aquí”. Estos pal siguiente patrón y si no había patrón, ahí dormías en la noche, ahí te quedabas, hasta el otro día llegaban los patrones otra vez más.
VD: Ahí le daban permiso.
EF: Y otra vez otro grupo, ámonos.
VD: Oiga, señor Tello, y platíqueme cuando usted llegó allá a la frontera. ¿Usted sabía, por ejemplo, que los fumigaban?, ¿ya le habían contado eso?
EF: No, no, pues ahí me di cuenta.
VD: Y, ¿cómo se sintió?, platíqueme esa vez cuando le dijeron que se tenían que desnudar y los iban a fumigar.
EF: Pues, pues no se siente mal. Porque todos, no, no había una distinción éramos todos allí, si veinte entrábamos, veinte tenían que ir encuerados ya. Cada quien su montoncito de ropa por ahí en una orilla y: “Fórmate”. Y luego luego, pasaban de cuatro en cuatro, de cinco en cinco y por donde quiera, hasta los piojos, decían ellos los gringos, hasta los piojos también te echaban así en el pelo y este, y todo el cuerpo. No sé, ellos dudaban de que iba uno piojoso o este…
VD: Y usted sí iba, y, ¿a usted sí se le habían pegado unos piojos?
EF: No, nosotros sí, pos, sí antes, antes sí. Mi jefa tenía la precaución de buscarnos casi del diario en las tardes. Como a estas horas, se sentaba en el patio y: “A ver, ven tú”, y sí nos expurgaba y sí hallaba, ella nos decía liendres, huevitos, los hueveras. Dice: “Tienes liendres, o, has de tener algún huevo, un este, algún piojo por ahí”. Pero antes sí había piojosos, o habíamos pues, y este, y tenía la precaución esa de expurgarnos, sí.
VD: Y allá entonces a todos los fumigaban parejo.
EF: Sí, parejo, ahí no había distinción.
VD: Y, ¿qué decía la gente?, ¿se acuerda?, ¿se enojaban?
EF: Pues sí, pero, ¿qué hacía uno? Si el, el anhelo era de brincar, irse a trabajar y que no te pusieran pretextos, ahí que pues hagan lo que se les antoje. Yo me acuerdo, yo me acuerdo que en ese año entramos y hubo un muchacho que iba junto de, de mí en la cola formados. Y le dicen, le dicen este, entró por delante y yo iba ya para entrar, o sea era el último de los tres primeros que entraron, entraron y le dicen: “¿Usted sabe desahijar el este, maíz?”. Y que dice: “Sí”. Dice: “¿Dónde, de dónde es usted, dónde lo desahijan?”. Dice: “Yo soy de tal parte”. Dice: “¡Ah!”. Nomás le hizo la seña a un hombre que estaba allí y me lo sacan pa juera luego luego. Y él tuvo el error de no darse cuenta de que el maíz no se desahija. Y él cometió ese error, dijo que sí sabía desahijar el maíz, y cómo, si, si nunca se hace. Bueno, pero de todos modos lo echaron juera, por ese detalle no entró.
VD: No pasó.
EF: No, y yo de chiripeada entré y este, y al ver que lo sacaron, dije yo: “Hay que contestar lo contrario”. Pues sí, porque si voy a decir lo mismo, me echan pa juera, también. Y no, yo sí les dije: “No, pos si el frijol no”, digo, “el maíz no se desahija”, le digo, “se desahija el tomate, el este, otras cosas, pero esto no, la lechuga por ejemplo”. “Pásale”, y pasé, y pasé. Y así, pero eso jue el primer año. Al muchacho ese lo echaron juera por, por no saber contestar, pero eran unos negrotes, los que estaban ahí de mandones, ¡hijo! Y hasta la voz sentías miedo.
VD: ¿Les hablaban en español?
EF: Sí, sí, mocho pero sí, sí, sí les entendía uno. Sí y algunos este, llegaban a darles órdenes a ellos mismos, pero en inglés, no sabíamos ni lo que decían entre ellos. Pero sí eran todos americanos, porque aunque sean negros o eran de otra nación, ellos entendían bien el inglés y nosotros no, nada, nada, ora sí que en esa vez no íbamos a conocer nada de lo que dijeran. Pero sí entrábamos, nos mandaron hasta, hasta Mexicali, pasamos y llegamos a ese dichoso Valle Imperial que, que no le aguantamos a la calor, no le aguantamos. Y yo le pregunté un día a uno de los encargados, le digo: “Oye, ¿cuándo, en qué, en qué tiempo se compone aquí el clima?”. “No tarda”, dice, “no tarda”, dice, “unos quince días cuando más”, dice, “y se compone, ya es tiempo de que se empiece a componer”. Le digo: “Pues nosotros nos queremos ir, porque ya la cosa ya no, ya no se soporta”, le digo. Y dice: “Pidan su cambio, si no quieren no, pues no los podemos obligar. Pues el Gobierno es lo primero que no, no nos quiere que los obliguemos a nada, que sea todo por su voluntad”. Y, y este, nos dejaron venir y resulta que se vino Rodolfo con nosotros. Se vino mi cuñado, porque él tenía que volver a contratarse para irse con su patrón que había tenido. Y tuvo que ver y quedarse en Empalme y allí se pagó mordida para, para que lo nombraran otra vez.
VD: Salir en la lista.
EF: Y entregar su, su carta de recomendación que llevaba, de su patrón en Santa Ana, California. Ahí, ahí jue donde trabajó los tres años y se volvió a meter para allá y sí lo mandaron para allá y él se vino, digo, él se quedó y nosotros nos venimos. Yo con el anhelo de ir a la pelota y que ya venía septiembre, que son los partidos más duros que nos acostumbrábamos jugar. Yo llegué contento aquí, yo no, no, mi apá, mi jefe nunca me contrarió, te digo, que él me quería harto. “No, hijo, aquí te mantienes fácil, ya no vayas por allá”. No, digo apenas se había acabado el año, y ya quiero irme otra vez. Y a ver si a la de ésta y sí volví.
VD: ¿Por qué se animó si le había ido tan mal la otra vez?
EF: Tan mal, tan mal que nos jue, pero era el, no sé el, la sangre de la juventud. Yo creo eso jue lo que me impulsó a volver y intentarlo y ya jue en el, en el [19]57 cuando, me gustó. Digo, aunque no, aunque no me jue bien, bien, bien, pero cuando menos me gustó el clima, trabajamos a nuestra ancha.
VD: ¿Dónde le tocó esa vez?
EF: En Salinas, California.
VD: ¿Que no fue a la lechuga?
EF: No, bueno nos tocó lechuga, nos tocó este, fresa. ¿Qué era?, ah, frijol, desahije de frijol, también ahí sí los desahijan, pero los americanos, nosotros aquí no lo desahijamos. Porque aquí los sembramos a, a estaca, a una distancia, son dos o tres matitas las que echas, pero ésas están bien escogiditas. Y allá no, lo siembran con máquina, pues tantito viene bien tupido, tantito ralo y eso hay que desahijarlos, para que estén, estén descampaditas las matas. Pero, pero este, la lechuga es la que más me gustó, pesado el trabajo, pesado, sí, pero me gustó porque me daban hartas horas. Veían que yo aguantaba, pues me procuraban, nos agarrábamos un surco, no, un surco, lo que nosotros le decíamos un surco, no, era un tlacololito, un pedacito, pero allá son unos surcazos. Allá yo los veía chiquitos a mis compañeros de aquel lado y regados, eh, unos iban recio, otros iban despacio, otros veníamos hasta la cola y así, de toda clase de gente hay ahí. Unos por flojos, otros por colmilludos, como les dice uno, y otros porque de por sí son barberos, son, van, van corriendo hasta delante. No, yo agarré mi paso y el mayordomo ahí cerca de mí, pues yo dije: “Donde vaya él, ahí me voy”. Y, y agarré el corte del, del desahije, le gustó tanto que a mí no me fallaba la chamba, no. Si iba a la fresa, vamos a la fresa, yo era, pues casi de los mejorcitos para piscar la fresa, yo me hacía diez cajas, ellos se hacían dos, tres. Digo: “Pues, qué chiste, ¿qué cosa van a ganar?”. Hasta que trató el cónsul de que ganaran algo, hicieron un convenio con los mismos contratistas de allí, la compañía, que, que el que hiciera menos de diez ganaba $5 dólares. Y el que este, piscara más de diez ganaba lo que, lo que se pasara de diez. O sea eran a $0.50 centavos la caja, entonces serían $5 dólares, más lo que te pasaras, o sea dos más, tres más, sería $1.50 más. Y ya serían $6.50, pero…
VD: O sea que tenían un mínimo, por lo menos.
EF: Y era algo, ya era un, una ayuda. Pero había muchos pobres que se, se hacían dos, tres cajas. ¿Cuándo le iban a llegar a ganarse siquiera $5.50? Ya nomás por el convenio que hubo, los $5 dólares, pagábamos, pagábamos $1 dólar, $0.40 centavos, ahí donde…
VD: ¿Del borde de la comida?
EF: Del borde.
VD: ¿El cónsul fue al campo donde estaban ustedes?
EF: Este, yo lo conocí, yo no lo conocí en el campo. Yo mejor los conocí ahora que estuve en, después estuve en Canadá, mejor allá, llegaron hasta donde yo estuve.
VD: Pero en Estados Unidos no los iban a ver.
EF: En Estados Unidos no, no los conocía.
VD: Y si se tenían que quejar de algo, ¿cómo le hacían, señor Tello?
EF: Pues quién quieres, al campamento, al campero, ahí ponías tus reportes y eso.
VD: Y, ¿les hacían caso?
EF: No, qué caso te van a hacer, si no llegaban, él, él ponía la queja de uno, o sea lo, lo que querías, lo que pedías. Y, ¿qué te iban a hacer?, nada. No te dejaban salir ni, ni al pueblo si no te llevaba el campero o el mayordomo con la troca de, de trabajo. Ese te llevaba, llevaba su grupo claro, no, no este, llevaba nomás señaladitos, llevaba lo de su grupo. Si querían todos, todos, si querían cinco, diez, los llevaba. Pero allá los dejaba: “A tales horas vengo por ustedes”, y ya a esa hora, ya iba por nosotros. No estaba lejos el pueblo, o sea Salinas, es, nosotros colindábamos los campos de trabajo con Salinas. A donde nos llevaba al cine, queríamos ir al cine, sí nos llevaba, nomás que nada más íbamos poquitos.
VD: Y, ¿qué veían en el cine allá?
EF: Puras películas mexicanas, pura mexicana había, para los indios de México, mexicanos. Así que allí casi no entraban gringos, puros mexicanos nos amontonábamos, donde era un gritadero ahí.
VD: ¿Por qué?, ¿qué gritaban?
EF: Pues era, era el momento de la felicidad pues puras, puras cosas mexicanas veíamos. Y: “Yo”, decía uno, “yo conozco este lugar”, dice. Cuando me acuerdo que estaban exhibiendo El Jinete allá. Y, y este, dice: “Yo conozco este lugar”. Le digo: “No, tú no lo conoces, tú no eres de Morelos, tú eres de este, de aquí de Guanajuato”. Dice, decía: “Y, ¿qué no este lugar es éste?”. Le digo: “No, yo por allá no conozco”, le digo, “pero este lugar es el rodeo, esa laguna que está ahí”.
VD: Ah, ¿ahí hicieron la película?
EF: Ahí hicieron la de El Jinete, parte, eh, sólo parte. Y allí en Santa Cruz eran las viviendas de los patrones. Y sí arreglaban bonito el ingenio, ¿vedá?, ¿te acuerdas? Gente, mucha gente iba a ver. No, no se dificultaba para estar mirando ahí las… Nomás que no estorbaras y te dejaban ver. Y por eso yo lo corregía a el muchacho ese. Le digo: “No, éste es en Morelos”, le digo, “esto es mi tierra”, le digo.
VD: Ahí cerquitas.
EF: Sí, pues eso pertenece a nosotros, porque todo ese territorio era de nosotros. Nomás que llegaron un grupo a este, a irrigación y los empezamos a dejar que se colocaran a trabajar ahí. Pero trabajaban pa no, para el pueblo, porque se hizo el recurso. Se hizo la presa, que ya se había hecho, más bien, la laguna ya la dividieron con una barda que está y que existe y todo eso, Miacatlán fue el que hizo eso, con la gente que llegó. Y esa gente fue de Michoacán, puros michoacanos estaban llegando.
VD: Así que usted reconoció en la película que estaba ahí su tierra.
EF: Ésa era, ésa era. Por eso me gusto ir a ver a ese dichoso jinete.
VD: Y, ¿qué más hacía en sus ratos libres, señor Tello? Cuando los llevaban en su día de descanso, ¿iban a las cantinas?
EF: No, ónde cree, si yo, yo nunca supe lo que es la bebida. No, bebida no, ni cigarro, ni baile, ni baile supe.
VD: ¿No le gustaba ir al baile?
EF: Nunca, nunca, nunca en sí aprendí a bailar. Con eso…
2do: Nunca dijo un disparate, nunca dice un disparate.
EF: No, de esas cosas no. Esos, esos mi padre me los prohibía, un disparate enojado no. Dice: “En plática sí puedes decirlo”, dice, “pero enojado no”.
VD: ¿Por qué enojado no?
EF: Porque ya lleva maldición a la persona que se la diriges, sí. Y según el disparate que le digas, también. Y ya vez que los disparates son palabras vulgares, ¿no? Y ésas hay que medirlas, sí, si no les das la medida, pues ya va mal. Ya va, ya te vas echando de ribete a la persona que se lo dices. Porque ya te está, ya lo estás ofendiendo. Y si a la mejor no lo ofendes, será porque está acostumbrado a oírlas, pero, pero hay que fijarse y cuidar ese detalle.
VD: Oiga, y, ¿allá no se decían muchos disparates, ahí entre los braceros?
EF: Cómo no, ni chances pero sí, porque pleitos no.
VD: ¿No había?
EF: Pleitos casi no, mejor yo que no soy pleitista. Llegó un borracho allá, de aquí de Mazatepec, se llamaba Tito Toledo, llegó un borracho y me dice: “Bueno, vente a tomar una cerveza, traje hartas cervezas”. Llevó cerveza y éramos siete en la misma barra, en el mismo cuarto, era un cuarto con tres divisiones, había una salita de, se puede decir una sala de espera, ¿no? Y había un cuarto para allá y otro cuarto para atrás, era una división, había dos divisiones. Pues yo me agarré en una, y otro muchacho de Jojutla, de Jojutla, Morelos, se jue ahí a agarrarse una cama también. Eran, eran cuatro camas por cada cuarto. Y allá en el otro cuarto este, estaba ese borrachín, otro compañero de él y dos de aquí, que era Benjamín y otro Francisco, y ya los dos ya murieron. Y en medio estaba uno que le decíamos El Carpe, El Carpanta, Témpora, ¿no?, la Témpora, el que nos vendió la cama, ése estaba en la de abajo, ahí estaba también en el mismo, nomás en el cuarto de en medio en la de espera, ahí estaba en una orillita. Llegó acá el borrachito y luego luego nos llamó a todos a tomar, y sí le agarraron una cerveza, pues como quiera, y a mí me llamó y este, no quise, no quise cerveza. “Déjenme dormir siquiera, cuando menos”. Estaba yo en el cuarto de allá, pues casi no los oía, casi no me estorbaban, pero él estaba, insiste y insiste que juera yo a tomarme una. Y pues él me insultó, el borrachín, me insultó. Y me dice: “Mañana sí, no”, dice, “para el domingo próximo”, dice, “voy y me traigo a unas muchachas”, dice, “y tú no vas a ir”, dice, “no, no te voy a invitar”, así me dijo. “No te fijes”, le digo, “yo ya tengo, ya tengo este, a mi mayordomo, que ése ya me ofreció que cuando quiera yo este, estar un rato libre, dice que él me lleva a donde se pueda estar”, le digo, “pero no te fijes, por mí no te apures”. Y este, se enojó, se enojó y me insultó de plano, me insultó y feo. Que le digo: “Bueno ya, esto ya es cosa sería”, le digo, “te voy a dar unos guamazos”. “Pues eso quiero”. Y se para, le pongo una trom…
(entrevista interrumpida)
VD: Ya ahora sí. Y me decía que el otro sastre estaba en la otra barraca.
EF: Y me cambié con él, me llamó y me cambié para allá. Y al día siguiente que amaneció Dios, este, juimos a desayunar como nos daban la borde, el borde. Jui, llegando el mayordomo y que le digo, le platiqué, ¿no?, el problema que había. Y que dice: “No te fijes”, dice, “dale sus patadas”, dice, “pa fin, él anda con, con otro mayordomo”. Andaba con otro. Dice: “Dale sus patadas”, dice, “si quieres te presto mi pistola”, dice.
VD: ¡Ah!
EF: Dice: “Si te quiere hacer algo”, dice, “dale uno en las patas, aunque sea”. Y le dije: “No, este, no me la prestes”, le digo, “no vaya a ser que se me vaya meter el diablo y le tire yo a dar”, le digo, “no, mejor no, así, así a trompazos nos vamos”. No, ya nunca me dirigió la palabra.
VD: ¿Ni lo volvió a molestar?
EF: Ya no, para nada. Y me regresé, me regresé a dormir allí otra vez a mi mismo lugar y ahí me quedé, pos todos eran mis amigos. Nomás él se hizo chocante ese día por las copas que llevaba.
VD: Y ya no.
EF: Ya no me volvió a molestar. Y luego los, el Témpora era de Tetecala, ése era muy amigo de él, dice: “Bueno, si no te vas a controlar, nos vamos a ir todos de aquí y ahí te dejamos solo”. “No, no, no frieguen”, dice, “yo también quiero, no quiero estar solo”, le dice. “Pues pórtate bien, pues que es fuerza que las cervezas te tomen a ti”. “Sí puedo, ¿vedá?”. “Ah, pues no te controlas, todos los días quieres estar tomando”. Y se le quitó la maña.
VD: Y, ¿con algún otro nunca llegó a tener alguna dificultad, señor Tello?
EF: No, sólo…
VD: O, ¿con los mayordomos?
EF: No, con los mayordomos, pues para mí que no. Solamente con uno de aquí, pero en el [19]61, me parece, en el [19]61.
VD: O sea que el [19]56 fue la primera vez y luego en el [19]57.
EF: [Mil novecientos] cincuenta y siete.
VD: Y, ¿luego?
EF: Pues siguieron, año con año me empecé a, a enseñar a irme.
VD: ¿Hasta qué año sería?
EF: En el [19]57 este, llegando aquí, luego luego al, al fútbol. Porque es lo que, mi mero mole era y pues me querían harto, pues, porque no era yo cualquier tarugo, era yo muy listo para la cosa del fútbol. Y nos llevaron a probar a, a la tercera división, no, no, jugamos con, con la segunda en Zacatepec que, que ya había, sí había primera y había segunda. Nos calaron allí y les gustó mucho como jugamos ahí, porque le ganamos a la segunda, fíjate. Ya eran este, reservas, ya eran reservas la segunda de la primera división. Y el médico del, de las reservas y de la primera división fue el que me curó a mí un pie que tenía yo golpeado, éste, el izquierdo, lo tenía yo, bueno ya me lo habían enderezado, pero me dolía mucho y se me inflaba. Entonces él, él me puso unos aparatos ahí eléctricos de, por recomendación del entrenador que teníamos nosotros, que se llamaba Antonio Flores, le decíamos El Mago. Y ése jue el que recomendó al, al médico que me diera una chocadita, porque si no, no iba yo a poder jugar y andaba yo algo, tenía frío allá en el pie, y no taba muy bien, pero sí me compuso. Me puso unos aparatos, me untó quién sabe qué tanto, aquí negro me puso y este, y con dos aparatos eléctricos aquí afocándome hasta lo que aguantara yo de caliente. Y él, él me dejó el control ahí para que como yo me sintiera lo pusiera yo. Y lo aguanté, y le aguanté hasta que regresó, ya me quitó todo. Dice: “Ahora sí ponte los zapatos y métete a jugar, ya estás listo”. Y les ganamos. Me tocó meter un gol de medio campo, me hice ahí esa vez, de medio campo de veras. ¡Caray!, una distancia muy grande, muy lejos, y pues de ahí y con ese pie malo, con ese pie malo, con la zurda. Onde a mí me hicieron fiesta, me dieron tantas cosas que me ofrecieron, pues de gratificación o no sé, de haber metido ese gol. Luego mi compañero este, metió otro y nomás que de cerquita, pero de todos modos este, les ganamos dos a cero, a esos, a ese equipo que ya era…
VD: Que ya eran buenos.
EF: Ya eran buenos, sí.
VD: Y eso fue cuando usted se regresó de allá.
EF: Sí, eso jue en el [19]57.
VD: En el [19]57, o sea que se regresaba. ¿Cuánto tiempo eran sus contratos por allá, señor Tello?
EF: Pues ese año íbamos por cinco meses, pero la fresa no aguantó. Hubo una tempestad allá en Estados Unidos que quemó toda la fruta, toda, hasta, hasta la mata la quebró, la quemó. Y este, y luego andaban unos piones antes de que llegáramos nosotros, juntando la podrida, los racimos, por racimos tenía la, la fresa. Y así la, la juntaban, llenaban una caja y nomás la reportaban y la iban a tirar al camino, a los highways. Y este y, y se sacaban hasta treinta, cuarenta cajas, pero puras, puro desperdicio. No había nada de, de negociar ellos.
VD: De fruta buena.
EF: De exportar nada, entonces ellos nada más cobraban, lo que querían era limpiar la huerta. Y cuando nosotros llegamos, ya estaba verde la mata y ya empezaba a haber otra vez fruta nueva, ya no las atacó el agua. Y, pero muchos de ellos ya no sintieron sabroso, porque llegó tanta gente y ya no había buen trabajo, se empezaron a venir pa su país. Y nos quedamos los, los que apenas habíamos llegado, pero pues éramos ahí como unos cuatrocientos, los que estábamos en ese campo.
VD: En la fresa.
EF: En la fresa. En la fresa nada más eran tres cuadrillas, como de ciento y tantos, tres, cuatro cuadrillas. Y, y en la del apio, tenían apio y tenían lechuga, había otro grupo y otro grupo en la lechuga. Y este, y ahí a nosotros nos llevaban a, a desahijar el frijol o, este, nos llevaban a este, a la, a la lechuga también a desahijar, pero la que sembraba ese grupo, las de otras partes no, ésas eran otras personas. Había un grupo que tenían apio, pero ahí iban a dormir también, a ese campo, ahí comían también. Pero esos ganaban mejor.
VD: Y usted me dice que también le tocó el apio.
EF: Sí, pero en Canadá a mí.
VD: ¡Ah!, acá no le tocó esa vez.
EF: No, esa vez no.
VD: Hasta después.
EF: No, hasta en Canadá, hasta cuando fui a Canadá. Ahí sí me tocó apio, piscarlo y desahijarlo, también. Me tocó sandía, melón, este, la este, ¿cómo le llaman?, la flor, la coliflor.
VD: Allá en Canadá. Y acá, por ejemplo, entonces me decía que se iba cinco meses, luego se regresaba aquí todo el resto del año y se volvía a contratar.
EF: Pues pasando, pasando mientras.
VD: Apriétele como pincita, aquí mire.
EF: Aquí, ¿vedá?
VD: Ese merito.
EF: Sí y veníamos según el contrato. Si era, si era grande, pues era de cinco meses, era mucho. Pero ese año, ese año como no estuvo en condiciones la planta, yo les dije, yo les pedí permiso: “Denme mi pase, yo me quiero ir”, le digo, “ya no hay trabajo”. Dice: “Espérate”, dice, “ahorita voy a hablar con los meros jefes”, porque era compañía. Y se metió el mayordomo a hablar y dijo que, entonces me dijo otro muchacho, dice: “Si te vas, yo también me voy”, me dijo. Y que le dice, dice: “Yo también quiero mi pase”, éramos dos, “si nos dan el pase nos vamos y ya que se queden los demás”. Pero resulta de que se pusieron de acuerdo y, y salió el mayordomo y que dice: “Ponme, pónganme atención”, dice, “lo que les voy a decir”, ése era sábado, ese día nos pagaron. Dice: “Y mañana, mañana domingo, los quiero que se bañen todos, que junten su ropita, sus cositas”, dice, “porque el lunes se van a las ocho de la mañana para México, todos, no voy a querer ninguno aquí”. Entonces digo: “Oye, ¿para qué pedimos permiso?”, ya ni dijo que el permiso era para dos nomás, ya era para todos y era para de fuerza, ya de fuerzas, no nada de que te vas a quedar tú o quiero quedarme yo, no. Y si alguno quiere este, renovar el contrato va a ser hasta, no me acuerdo qué, qué condado nombró, que había otra, otro lugar donde había, para volver a renovar contratos. Pero él dijo que, que si alguno se quedaba ahí, iría a hacer nomás unos tres, cuatro, cuando más, dice: “Porque no hay dónde colocarlos a la gente, ya es tiempo de salir”. Y ya nos mandaron, jueron.
VD: Los regresaron.
EF: Sí, a todos, no cumplimos. No cumplimos ese año los cinco meses que íbamos. Jueron como tres y medio, por ahí. Y así pasa.
VD: Que no, no había trabajo.
EF: No, no había trabajo, se acaba el trabajo o hay veces que te dan quince días más del contrato. Porque, porque todavía les urge un trabajo, te dan otros quince días, pero más no les permiten. El mismo Gobierno de México, les dan esos quince días. “Sí, si hay trabajo dales quince días más, pero nada más, a los quince días vámonos fuera”.
VD: Y, ¿no le tocó alguna vez, siempre le tocó en California?
EF: No, California nada más jue ese año, esos dos, más bien. Este, en el siguiente año me tocó en Washington, no, en este, Dodge City, donde decían que el matón ese de las películas, este, Matt Dillon, que de allí era. Nos metían chismes, no, claro, sabe Dios, pero la ciudad sí, sí era Dodge City. Porque ahí nos presentaron un avión que estaba allí en un parquecito que en la, en la guerra.
VD: ¿En qué estado está esa ciudad?
EF: Pos está ahí en, en Texas.
VD: ¿En Texas?
EF: En Texas.
VD: Y, ¿ahí qué le tocó, algodón?
EF: Algodón. Y ya de ahí para allá puros algodones, ya no me gustó. Ya no sacábamos nada, de veras bien amolados. Y todos, no nomás yo, alguno por más bueno que era, nada, nos ganábamos $3 pesos, $3, $4 pesos al día y bien trabajados. No, pues eso ya no era.
VD: ¿Que les pagaban muy poco el algodón?
EF: Sí, nos pagaban este, parece, me parece, eh, no es seguro, como a $0.83 centavos
el ciento de libra. Claro que te daban una saca, le llaman allá a unas mangotas largas de lona, que vas arrastrando por aquí por debajo. Y nomás vas juntando el algodón y lo vas metiendo allí, hasta que se llena, hasta allá, ya lo sacas y lo pesas. Pues, cuando más, son ciento veinte libras, te da ese peso, o, ciento cuarenta, por ahí, si las retacas y le metes terrones, como unos hacen. Sí, sí son bien tramposos algunos, piedras, si es posible y pesan más y ya van y los pesan. Y ya les dan su ticket, les dan las libras que pesaron. Y como es cada cien libras, este, una cantidad de dinero, parece que pasaba de, de $1 dólar, no, no recuerdo. Por eso era bonito tener los contratos allí, porque ahí vienen las horas, si es por horas, tanto por hora, si es por, por, este, por destajo, tanto por, por las tantas libras.
VD: ¿Usted leía sus contratos?
EF: Sí, pero mocho, mocho, lo más esencial, sí, sí los entendía algo. No, yo empecé a, a entender bien el inglés hasta que llegué a Canadá. Ahí sí ya, ya no me engañaban.
VD: ¿En Estados Unidos no aprendió?
EF: Nada, nada pero nada, nada. Es que no estás con los gringos, estás con un mayordomo. Ese mayordomo te habla en español, porque está entendiéndose con todos y todos somos de habla hispana, tonces no puedes aprender nada. Si, si te vas a, a la calle, vaya, por ejemplo a, a Salinas, California, ahí ya encuentras una pareja que viene hablando inglés o que están en una tienda tratando un artículo en inglés, pues si no lo entiendes, cuando menos lo oyes. Y así es como va uno agarrando algo y así difícilmente. Y así muchos se han enseñado a hablar el inglés, nomás del puro…
VD: De oír.
EF: Del puro oído.
VD: Y por ejemplo esas veces que salían a las tiendas o que iban al pueblo, ¿cómo los trataba la gente de allá?
EF: Bien.
VD: Los norteamericanos.
EF: Uh, los americanos solamente una vez nos encontramos con unos, les llaman allá cholos, que andan de pachucos ahí. Pero que te encuentran solo, ¡útale!, le, te ofenden, te dicen lo que, lo que se les antoja. Pues tú de momento no les haces caso y sí, pero si ya para mañana o pasado vuelves y te vuelven a hacer lo mismo, pues ya este, ya toma uno medidas. Ya lleva uno, cuando menos una navajita escondida, sí, ya con ese fin, de que si te dicen algo pues. A mí me tocó en, en Uvalde, Texas, que jue el [19]63, jue el último año que nos dijeron que iba a haber contrataciones. Pero que después hubo otro, el [19]64 y ése ya no jui, ése sí ya lo perdí. Pero en el [19]63, sí fui en Uvalde, nos tocó plantar, sembrar este frijol ejotero y andábamos en una máquina de tejer hilo. Éramos dos y el chofer tres, era una máquina y en la otra máquina, iba delante de nosotros, pero se iba extendiendo, este, encajando poste, puntales con la misma presión de la máquina y, pero nomás un, un trabajador era. Y en la que yo iba, éramos dos de aquí, y el, y el de adelante iba solito, pero era de aquí también. Éramos tres de aquí, los tres caímos en esa compañía en, parece que es Del Monte, algo así, esa compañía. Pues sembraba mucho frijol ejotero, mucho, que, que con todas las máquinas que andábamos, andaba una tras de otra, una tras de otra, pero en la misma, en la misma dirección.
VD: Todos juntos.
EF: Todos juntos. Pero no podías ni darte la vuelta, ni salirte, hasta que no salía el primero, salía el segundo y luego el tercero. Porque iban mordiendo una llanta, lo de una llanta, agarraba una llanta así, así como están de ésas así, una agarraba aquí, la otra agarraba aquí y así. Y no podías cruzar ni para acá, ni adelantarte y meterte delante, no, tenía que ser por orden, y nosotros éramos de una maquinita chiquita, le decían la, La Pulga. Pero la hacíamos trabajar, como, como éramos trabajadores del ingenio, éramos medios mecánicos, pero rascuachos, pero conocíamos la mecánica, tanto mi compañero como yo. La arreglábamos cuando se nos descomponía, pero así rápido, a la máquina o a la cosa del hilo, luego luego, nosotros no teníamos problemas, éramos todo inteligencia en ese tiempo. Y la hacíamos ver su suerte a la, al mismo chofer, ya en parte, ya nos decía que dejáramos que llegaran lo mecánicos, dice: “Ya los mecánicos ya no hacen nada”, dice, “ya nomás ustedes”. Pero es que no queríamos ser los últimos, queríamos ser los primeros y siempre íbamos adelante, siempre íbamos adelante. Terminamos de sembrar, nos llevaron a otro condado, prestados, pero la misma maquinaria y los mismos choferes, nos llevaron y trabajamos allá, parece que cuatro días. Y nos volvían a traer para acá, pero nos mandaban de comer, de ahí de donde estábamos, nos mandaba la comida la señora, la que nos daba de comer. Y este, un día se equivocó, el primer día y nos mandó un, un desayuno menos y una comida menos, y fui yo el, como no era yo envidioso ni correlón, ora sí que me gustaba mucho la liviandad. Pero no era envidioso, quería yo que comieran mis compañeros y yo no me percaté que no había comida para una persona. Entonces yo me quedé sin nada, pero no faltó quien me ofreció.
VD: ¿De comida?
EF: De comida. Comí, me llené y si no me llené, poco me faltó pa llenarme, comí. Y, y cuando llegué al campo, este, la reporté, a la señora, la reporté con el campero. Y dijo él: “Pues ahí lleva la queja luego luego con la compañía”, y pusieron la queja. Y al otro día, la señora este, me pagó $25 dólares por, por ese alimento. La castigaron pues, o la obligaron a que me pagara esa cantidad.
VD: Que le pagara.
EF: Sí, entonces a mí me llegó ese dinero, y le digo: “Pues ora es de todos”, le digo, “pues ustedes me dieron de comer”.
VD: Sí.
EF: Yo la reporté para que se fije cuántos trabajadores.
VD: Que no se los vuelva a hacer.
EF: Sí, y cuántos trabajadores somos, y, y sí y ya después ya no falló, trabajamos esos cuatro días. Cuando regresamos para el campamento ahí donde teníamos la casa, la vivienda, este, ya nos empezaron a decir los patrones que, que este, nos preparábamos nuestros papeles, porque el que quisiera renovar, iba a haber renovado. Pues le digo a mis compañeros, éramos tres de aquí, le digo: “Pues vamos a aguantarle otro contratito”, le digo, “van cuarenta y cinco días apenas, ya pasaron de cuarenta y cinco, ya iban como cincuenta”, le digo, “quién quita que nos den siquiera otros cuarenta días, es algo”, le digo, “pa fin no nos ha ido mal”, nos iba bien, nos estaba yendo bien porque trabajábamos de, de doce a catorce horas diarias y nos pagaban, parece que $0.85 centavos la hora. Estaba, estaba bien, estábamos ganando regular. Y ya me dijo el campero, dice: “Este, ¿te piensas quedar?”. Le digo: “Si hay modo sí me quedo otro contrato”. “Sí, sí va a haber, junten sus papeles y vénganse mañana en la tarde aquí, aquí mismo vamos, va a venir el jefe”. Y regresó el señor y ya nos agarró los papeles y nos volvió a renovar.
VD: ¿Otros cuarenta y cinco?
EF: Otros cuarenta y cinco días. Y, y este, y nos juimos a la, al dichoso ejote por, por baldes, por chiquihuites, como le decimos nosotros. ¡Útale!, pues yo era el segundo de los mejores, me tocó ser el segundo de los mejores. Era uno de, de este, de Coahuila el que me ganaba, pero con segundos, nomás. Cuando lo veía yo salir a él yo ya venía pa juera también, con mi balde lleno. Y, y así nos jue, nos jue tan bien, tan bien que ese año le echó mi señora arriba otro pisito, eh.
VD: El segundo piso de la casa.
EF: El segundo de éste.
VD: O sea que con lo que usted le mandaba empezaron a…
EF: Sí.
VD: Me platicaba ella que compró el terreno este primero.
EF: No, ése yo, yo lo traté. Éste lo compré con un vecino, el mismo que, que vive aquí, este, con un producto que dejé. Le dejé cargas de maíz y frijol que ella lo vendió cuando yo me fui. Ella lo, lo vendió y con eso…
VD: Y con eso se compró aquí.
EF: Se compró.
VD: Así que iba haciendo y con eso le hizo el segundo piso a su casa.
EF: Sí, hicimos ésta.
VD: Con lo que iba ganando de allá.
EF: Hicimos esta casita. Primero teníamos éste, con los nuevos, ésta, la ventana nada más era un cuadrito ahí arriba, después la modificamos. Esto no tenía el arco, nomás tenía una puerta y ahí teníamos la cocina, de ahí para allá y este, poco a poquito nos juimos, alargando para allá. Ora ya está lejos, va, todas esas casas.
VD: Todo, todo hasta atrás.
EF: Sí ahora que, de aquel lado por donde entramos, le dije a mi hijo, le digo: “Si no tienes dónde, mijo, ahí hazte una casita mientras”, está de aquel lado. Cuando viene, cuando venga, aquí va, va a llegar.
VD: Ah, qué lindo.
EF: No va a tener dónde. Tiene un terreno grande allá en, en el rincón. Le dio su suegro a su, a su hija, pues, desde luego, es de la hija, ¿no? No, no, no le digo que es de él, es de ella, pero si él se, se porta bien, yo creo que no va a haber problemas. Ella le dice: “Esto es de nosotros y aquí quiero que me hagas una casita”. Y ahí van a llegar después, van a tener dónde, pero es un terreno grande, yo ya conozco sus tierras de, de mi compadre. He ido por allá, he ido a su pueblo, a su casa, conozco bien allá, y este, y él, él pues ahorita, orita pues mientras llegue aquí, pues aquí tiene dónde.
VD: Aquí tiene.
EF: Y si quiere llevársela a ella para allá, pues allá tiene dónde.
VD: Tiene la hacienda.
EF: Sí, no, tiene su papá allá casa y viven aquí. Y la casa, el rancho lo tienen allá.
VD: O sea que ahí tiene espacio.
EF: Sí, tienen harto espacio. Tienen fábrica de mezcal.
VD: ¡Ah!
EF: Clandestino, porque no tienen permiso, pero de todos modos ellos trabajan allá.
VD: Y ya con eso ahí van sacando.
EF: Sí, de ahí.
VD: Y, entonces ese contratado del [19]63 con el que pudo hacer su piso de arriba.
EF: Sí.
VD: ¿Ése fue su último?
EF: Ése jue el último, ya no hubo contrataciones.
VD: Ya ésa fue la última vez que fue ahí.
EF: Y yo dije que de mojado no.
VD: Y, ¿por qué nunca se quiso animar a irse para allá sin papeles, señor?
EF: De, de mojado no, ni Dios lo quiera. Yo veo las ingratitudes que hay y robos. Si cuando estábamos en Empalme, cuando el [19]57, aventaban piedras para donde estaba el gentío, era un gentío. No, yo creo que veinte mil hombres eran pocos, sí, sí, le tocó a Díaz Ordaz, mandó un tren para que toda la gente que no tuviera documentación, se viniera pa sus casas. Mandó al tren de allá para acá lleno de gente, se llenó de gente, se vino hasta Guadalajara todas las rutas que, donde se pudieron bajar o tuvieron que bajarse para agarrar otro camión.
VD: Para sus casas.
EF: No sé, pa sus casas. Se llenó de gente y se vino el tren, como a los dos días, otro tren, porque la gente era todavía mucha, mucha.
VD: Todos los que no podían pasar.
EF: Y luego lo que más, más, menos me gustó, que cuando se vinieron los otros dos trenes o el otro tren, ya eran dos, ya no venía lleno, pero la gente no quería venirse, era mucha.
VD: ¿Querían pasarse para allá?
EF: Se querían pasar, y nosotros teníamos documentación. Yo llegué el, el dos, el, ¿qué?, no me acuerdo cómo estuvo. Íbamos para el, para el 27, parece que pa el 27 de mayo y llegamos el 22 allá para estar unos dos días más descansados. Se llegó el dichoso mayo, o sea el 27 de mayo para cuando iban a dar lectura a nuestras listas, que ésas eran con las que nos íbamos a pasar. Pues no hubo tal, se pasó todo el resto de, de mayo.
VD: Y no los llamaron.
EF: No, no nos llamaron. Empezó junio.
VD: No.
EF: Y no hubo nada. Más pleitos, muertos, por ahí los robaban, los mataban, uno que otro. No, no, muchos, eh, pero sí ya empezaban.
VD: De los mismos braceros.
EF: De los mismos braceros, sí. Algunos que les gustaba tomar y aunque no tuvieran dinero pues por ahí quedaban tirados, con lo poquito que podían tomarse y no se alimentaban, no se alimentaban. Yo me encontré con una señora que, que tenía una fondita, fue nueva, la fondita era nueva, la habían este, puesto apenas. Y nos daba, nos daba de comer por $1.50, pobremente, no, no le voy a decir que bien. Y este, nos cobraba $1 peso por la bañada y otro peso por dormir, pero todo tenía ahí. Teníamos agua, teníamos baño, teníamos un petate aunque sea, porque eso es lo que nos arrimó, petates. Y así alrededor de la sala grande, ahí nos dormíamos, pos puros de aquí, ya habíamos muchos de aquí, ya habíamos como unos doce, quince, sí. Y alguno que otro que andaba volantón por ahí, que no se daban cuenta que estábamos allí, pues agarraban lugar por otro lado. Y pero sí nos daba de comer a todos, ahí comíamos. Y este, llegó el dichoso junio, se acabó junio y nada de lectura. Y ya pobres muchachos, compañeros, ya no tenían dinero, ya no.
VD: Con qué comer ni nada.
EF. Ya no, de veras, ya no tenían ni qué comer. Me daba tristeza, porque mire, un vecino que vive por aquí, no muy lejos, que ya murió, ¿no?, tendrá un año que murió. Ese muchacho me daba lástima de veras, que ya no tenía ni para, ni qué comer. Ya no tenía dinero, ni pa bañarse, vaya. Bueno, ni para que diga la señora: “Vente a dormir”. Porque ya no tenía…
VD: Con qué.
EF: Con qué pagarle, ni $1 peso. Entonces, este, se había comprado unos chales, chales de, bueno, le decíamos que son de este, de marrano, ¿no?, los chales se, se dice que son…
VD: El gordito nada más.
EF: Lo gordito, lo dorado aquello. Y, y posiblemente eran de burros, porque allá mataban muchos burros pa meterlos por engaño de carro, por carne, sí, de comer. Y, y nosotros encontramos este, un rastro de matazón de burros.
VD: De burros.
EF: Nomás las patas y las cabezas allá, ¿no? Todo lo demás giraban como, como reces. Y yo le decía, le digo, ya me chanceaba con él, pero pa no tenerlo triste, le decía: “Ahí va, estás comiendo burro, no estás comiendo res o marrano”. (risas) Dice: “Vale, lo que sea, ora lo que sea”, dice, “me sabe igual”.
VD: Claro, con hambre.
EF: Dice: “Y ya no tengo dinero”. Y este, se compraba tortillas, se acaba, se compraba $1, $1 peso o unos $0.20 centavos, según lo que tanteara. Y agarraba sus chalitos que, que esos hasta da tristeza decirlo, pero así jue y los hacía así, con su tortilla.
VD: Los embarraba.
EF: Los, los apretaba pa sacarles el jugo y los volvía a guardar y se comía la tortilla con el jugo.
VD: Ay no.
EF: Con puro sabor, le digo: “Cómo, pues vente con nosotros”, le digo, “ahí la señora, si ya no tenemos dinero, vamos a comprarnos una cazuelota grande. Vamos a comprar verduras, este, sardinas, si es posible”, le digo, “y tortillas y de ahí comemos todos juntos y nos va a costar menos”. Y este, y se juntó, se juntó con nosotros, pero él dijo que ya no tenía dinero para, pa cooperar. Y este, por un ladito seguía con sus chales, ya que días tenían los chales, de veras, ya tenía días y seguía con sus chales. Le digo: “Hombre, ya deja eso, ya tíralos, te va a hacer mal”. “No, nombre, mientras me aguanten”, dice, “me los he estado comiendo”. Y, pero sí lo invitamos allí a comer, pero como le daba pena que no podía cooperar, le hacía la lucha a los chales.
VD: ¡Ay!
EF: Sí, a mí me dio mucha tristeza, de ese hombre. Y, y a mí, llegaron unos compañeros de aquí de otro pedido que habían mandado, o sea de otro grupo que mandaron, llegaron otros y entre ellos iba un cuñado mío. Y me dice, delante de mí, yo estaba sentado aquí y dice: “¿No han visto a mi cuñado Tello?”. Y que dice: “No, no lo hemos visto”. Pero todos se empezaron a reír, porque estaba junto de mí y no me conocía. Y dice, dice: “Es que quiero verlo, ¿ónde estará él hospedado?, ¿ya pasó?”. Dice: “No, por aquí anda”. Pero ya de chanza, ya entre amigos, de chance yo ya me ganaba la risa también. Dije: “Bueno, ¿por qué? ¿No me conoce o qué?, no me ve”. No y que dice: “Es que, es que mi suegro le manda unos centavitos”, o sea mi jefe me mandaba unos centavitos. No me mandó más que un billete de a $50 y como $10 pesos creo o más cambio. Poquito, jue poquito, pero era un dineral para estar en esa…
VD: Para sobrevivir.
EF: Para en esas necesidades era un dineral, le digo que hasta este, de allá para acá, hasta le pagué a un muchacho que vivía aquí arriba, que se llamaba Benjamín. Era hermano de mi cuñado, de uno de mis cuñados. Este, él me dijo, dice: “Mira, pa que no, pa que no pásemos al banco, ya de salida, de venida”, digo, “yo traigo dinero ameri[cano], sí, mexicano. No gastes”, le digo, “mejor allá en Guadalajara pues ahí cambiamos algo pa que nos ajuste pa llegar. Yo llevo pal pasaje”, le digo, “yo te disparo el pasaje. Y si me pagas allá, allá me pagarás. Pa que no enseñes los dólares porque aquí es bien peligroso”. Allá en Mexicali al salir es…
VD: Luego luego los quieren robar.
EF: Bien peligroso, luego luego te caen. Y los, y dije yo: “No enseñes ni $1 peso. Y si ya los traes en la mano pues escóndelos y saca nomás uno de a $10, con uno de a $10 que cambies, con ese ya llegamos. Yo llevo”, le digo, “mexicano”. Dice: “Bueno si me prestas, este, nomás voy a cambiar unos $10 dólares”. Y eso cambió, $10 dólares y ya con lo que le presté ya llegamos bien hasta acá.
VD: Con eso les alcanzó.
EF: Pero llegamos aquí sin, sin dinero mexicano.
VD: Y aquí cambiaba. ¿Dónde cambiaba, en el banco?
EF: Hasta Cuernavaca.
VD: Allá era el banco.
EF: Sí, aquí no, no teníamos banco todavía. No había casa de cambio.
VD: Y oiga, señor Tello, y, ¿por qué fue que usted nunca pensó en quedarse por allá a vivir?
EF: No, ¿cuándo? Yo sí. Dice mi mamá, dice: “Tu ombligo aquí está, si lo puedes aguantarlo por allá”, dice, “aguántale”, dice, “pero tu ombligo aquí está hijo”. ¿Qué sería?, quién sabe qué sería. Para mí significaba mucho ese dichoso ombligo. Que donde naces ahí te lo entierra, te lo cortan y te lo entierran. Porque no lo quemaban como hagan ahora o como hacen ahora o que lo…
VD: Que lo enterraban.
EF: O lo echan a la basura, a la mejor algunas. Antes lo enterraban, mi, mi jefa así acostumbraba, la gente de antes acostumbraba. Y me dice: “Tu ombligo está en tal, en tal casa”, o sea en la que, onde nací.
VD: En donde nació, para que no y que no…
EF: Sí.
VD: Y, ¿no le dio por quedarse por allá?
EF: No, nunca, nunca. Veo a mis hijos que se animaron a ir y ni siquiera se me alborota de volver a ir.
VD: ¿Ni así?
EF: No, ya no. Si en Canadá que de veras me gustó. Canadá sí es, no, es mucho, mucha pieza para, para los gringos, eh. No, no le digo que son más ricos porque tal vez no lo sean, pero llevan un control más bonito, Canadá, de veras que sí.
VD: Y, ¿allá tampoco le gustó para quedarse?
EF: Sí me invitaron, eh, pero no me quedé, sí me invitaron.
VD: Porque acá dejó el ombligo.
EF: A la mejor, yo a eso le echo la culpa. Posiblemente eso sea.
VD: Y ahora después de tantos de estos años que han pasado, cuando se acuerda de sus años de braceros, ¿cómo se siente, señor Tello?, ¿qué recuerdos le quedan?
EF: Tristes, tristes, un hueco que se siente, o que siento más bien yo. Porque muchos veo que vienen y van, vienen y van. Y yo ya no, ya no, ya como que ya me llené de, de libertinaje. Ya me siento, no, no por energía, eh, yo sé que por la energía no. Porque yo si ahorita me, me vinieran y me dijeran: “Ándale va a haber un partido, vamos a jugar”, yo voy.
VD: Fútbol sí se va.
EF: Y rápido, tengo mis cosas, todo tengo yo, sí.
VD: Pero para allá ya no.
EF: Para allá ya no quiero ir, ya no quiero ir. Es más, a los Estados Unidos les tengo coraje desde que, desde que México no, (risas) no han podido ganarles. Y a ver qué…
VD: ¿El fútbol?
EF: ¿Qué culpa tienen ellos? Y además que, por una persona que, que yo piense así, se van a estar fijando. Hasta, hasta estos, hasta el partido último que tuvo el domingo que, que se cree, que puede superar a Estados Unidos o que le puede ganar.
VD: Y, ¿por el fútbol le quedó ese coraje?
EF: Con ellos sí.
VD: Ándele.
EF: Sí, por el fútbol sí. Mas no por sus modos, eh, mas no por sus modos. Porque yo tuve todas las, bastantes, bastantes facilidades, desde antes, desde cuando, desde cuando este, saqué a una chamaca, una jovencita de aquí de un bañario que teníamos por aquí cerca. Se echó un clavado y cayó con el cerebro, no con la cabeza, sino cayó con esto. Y no podía, no podía…
VD: Salir.
EF: Salir, se atarantó, se atarugó, pues. Y yo ya estaba cuidando, desde que se subió yo la estaba yo cuidando. Dije yo: “Ésta se subió hasta arriba y se subió en lo alto”, y dije yo, “no, se va a aventar desde arriba, será muy lista”. Se aventó y al caer vi cómo cayó. Dije: “No, ésta no cayó bien”. Y le di chance en qué sé yo, diez, quince segundos. Y me remordió la conciencia luego luego, y que me aviento. Yo estaba sentado en la orilla de la piscina, me voy, derechito jui a dar a ella, derechito. Ella estaba haciendo movimientos, pero no controló. Ya la agarro de los cabellos y luego luego se abraza de aquí de mi mano y todo luego luego. Pero no la quise dejar que me abrazara a mí, sino nomás de la mano. Y salgo y trato de que agarre aire luego luego. Y salgo y la saco y la ponemos ahí. Luego luego llegó el, los, los esos que están resguardando que no se fijaron cómo cayó ni, ni les llamó la atención ir a sacarla. Entonces, les avisaron que iba a la enfermería una, una, era americana. Era una americana y ahí estaba su papá y su mamá. Y estaban este, echando unos jaiboles en frente de la piscina así, está ahí la cantina y ahí estaban, ahí estaban. Pero yo qué iba a saber que eran los padres de ella. Allí estaban entretenidos, pero rápido cuando vieron que ella era la que llevaban en la…
VD: En la camilla.
EF: En la camilla, para, para la enfermería. Pero no, no jue necesario tanto, va. Empezó luego luego a reaccionar, le empezaron a dar aire artificial y este, empezó a reaccionar bien. Pero que si no la saco a tiempo, posiblemente hubiera tomado agua.
VD: Sí.
EF: O tomó algo, tal vez, no sé. Este, y luego preguntó por mí, por el que la salvó, no, no, no dijo por mí, por el que la salvó. Dice: “¿Quién me salvó?, ¿quién me sacó?”. Pos ya, yo ya estaba sentado otra vez en mi lugar, ya me había ido pa la piscina otra vez. Y jueron hasta allá, jueron hasta allá con ella y él le dijo: “Este señor jue el que te salvó”. No era, no era yo señor todavía, pero se acostumbra a decirle señor a un joven ya grande, ¿no? Y este, dice: “Este señor jue el que te salvó, te sacó del… Y ya me preguntó ella como pudo, o hizo que me tradujeran, me tradujeran las palabras. Y ya me hizo pregunta, que cómo, cómo jue, que le llamó la atención que yo estaba en condiciones de salir o no. “Yo vi cómo caíste”, le dije yo a la persona aquella, le digo, “yo vi cómo cayó, no cayó natural, su clavado no jue bueno y eso me llamó la atención y por eso me metí”.
VD: La salvó.
EF: El salvavidas que están aquí, había uno por allá y otro más allá y ni cuenta se dieron. Dije yo: “De aquí a que vienen se va, se va, va a tomar agua y eso le va hacer mal”. Y traté de sacarla rápido. Y este, y ya entonces el señor, me dijo: “Ah, por eso fue”, y este, me ofreció un beso, ella. Pos no me negué, pos yo qué, qué le quitaba yo, ¿no? Ella de gratificación, de gratitud no por, no por obligación. Y este, no me besó en la boca, no, fue en el cachete. Pero fue bastante lo que hizo por mí. Y ya llegó el señor después y me invitó a irse pal norte.
EF: Entonces me ofreció trabajo, me ofreció casa, todo lo que yo…
VD: Y no se animó ni siquiera así.
EF: No me animé ni así, ni así me animé, fíjate.
VD: Entonces sí fue cierto que se le quedó aquí el ombligo, ya ve, porque aquí está hoy, después de esas oportunidades.
EF: Pues ya nomás falta que vaya yo y le diga a mi hermano: “Ya salte, vale, yo estoy, yo aquí está mi ombligo y yo aquí me vengo”.
VD: Aquí se queda. Ay, señor Tello, pues muchísimas gracias.
EF: No, ¿de qué?
VD: Yo le agradezco tantos recuerdos y su tiempo. Déjeme voy a apagar.
Fin de la entrevista
Fecha de la entrevista: 31 de julio de 2003
Nombre del entrevistador: Violeta Domínguez
VD: Hoy es 31 de julio.
EF: Último.
VD: Último del mes de julio del 2003. Y quiero comenzar por preguntarle otra vez, su nombre completo, señor Eleuterio.
EF: Eleuterio Flores González.
VD: ¿Qué edad tiene usted?
EF: Sesenta y ocho cumplidos y llegando a los sesenta y nueve.
VD: ¿Cuándo es su cumpleaños?
EF: El 20 de febrero del [19]35.
VD: Fue que nació, ándele. ¿Dónde nació usted?
EF: Aquí en Miacatlán.
VD: ¿Nació en Miacatlán?
EF: En Miacatlán.
VD: ¿Sus papás eran de aquí también?
EF: También.
VD: Y, ¿a qué se dedicaban ellos?
EF: Mi padre jue campesino, jue cantor de la iglesia. Trabajó en el ingenio de este de, de jefe de campo pues, jefe de campo. Nomás que ya, ya cuando estábamos grandecitos ya le ayudábamos, porque clases, este, estudio no hubo para nosotros, jue puro este, trabajo, trabajo. Éramos muy pobres, todavía, eh, todavía somos, pero antes más.
VD: ¿Antes más?
EF: Sí.
VD: Oiga, y, ¿su mamá?
EF: Ella fue hija de un panadero que era mi abuelo. Y fue su, su vida fue más tranquila, más alegre, tuvo más modo. Y ya cuando se casó con mi padre pues, sufrió igual con nosotros, sufrió. Pero nunca se arrepintió de haberse casado con mi padre. Siempre nos platicó que le enseñaron pues lo católico, y lo católico no permiten a uno este, aborrecer las cosas, no andamos por el interés del dinero, hay que sufrirle a la vida como Dios nos la da.
VD: Y ella cuando vivía con su papá, cuando usted era niño, ¿hacía alguna cosa fuera de la casa, para ayudarse o trabajaba en la casa nomás?
EF: ¿Yo?
VD: Ella.
EF: Ella no, ella, ella sabía hacer muchas este, reposterías, dulce y de vez en cuando hacía dulce y lo vendía, pero nada más en la casa. No salía a venderlo a ningún lado. Allí llegaban como, como mi señora orita que se hace unos bolis y al rato ya vienen chamaquitos y se los vende así. Pero sí trataba de ayudarle, porque mi abuelo, el papá de ella, sí trató de ayudar a mi padre. Pero a mi padre no le gustó eso, no le gustó.
VD: ¿Por qué, qué decía?
EF: Decía que, que la ayuda del suegro no, pues no, no quería. Todo yo, eso es lo que oigo, ahora que ya estoy grande o cuando antes que nos vivía la jefa, pero ahora que ya, ya no la tenemos ni él ni ninguno, ya estamos, ya todos somos grandes. La más chiquita que, que la considerábamos la consentida de la familia, ya también se enviudó. Ya todos somos grandes, sí.
VD: ¿Cuántos hermanos fueron, don Eleuterio?
EF: Son nueve, juimos nueve hermanos, tres hombres y nueve, y seis mujeres.
VD: ¿Cómo se llamaba su mamá?
EF: Celerina González.
VD: Y, ¿su papá?
EF: Tejeda. Este, Ángel Flores, Ángel Flores.
2do: Cardeño.
EF: Cardeño.
VD: Y me decía que su papá trabajó también en el ingenio.
EF: Sí, sí trabajó pero en, en la cosa de campo, él no jue obrero. No, él se dedicó a, al reporte, a este, a, ¿cómo le dicen?, a enseñarles a las personas a trabajar las tie[rras], las cañas, para tener producto. Y, y los reportes, los sábados ir, iba a hacer las boletas y les daba, les prestaba dinero el patrón para que tuvieran para comer y para trabajar sus tierras. Así se trabajaba antes el ingenio este, y ahora este otro que tenemos ahora, no, ya no nos quieren prestar nada. Ya nomás de la bolsa sale.
VD: Nomás compran ellos.
EF: Sí, ellos a veces te ayudan con abono, a veces, no siempre. Te ayudan con este, la semilla cuando la siembras. Y a partir de la siembra este, ya se encarga uno de cultivar un año, otro año, dos, tres, cuatro años. Y la planta te dura, según la cultives y ya ésa ya es ganancia. Ya no es cosa de plantilla, que es primer año de plantilla, la plantilla este, da muy poco rendimiento para uno. Para el ingenio pos sí, sí da, porque de allí te descuentan todo lo que, lo que, sí, lo, tanto lo que prestas como lo que gastas, sí. Si consigues dinero, pues en cuanto te llega tu dinerito, lo pagas. Sea que te lo presten allá, sea que lo consigas por otro lado.
VD: Oiga, y el viejo ingenio, ¿estaba aquí cerca de su casa, me dice?
EF: Sí, estaba bien cerquita aquí.
VD: Aquí en la esquina.
EF: Sí, a, ¿qué serán?, a doscientos metros, ahí está.
VD: Y, ¿se acuerda quiénes eran los dueños de ese ingenio?
EF: Cómo no, sí conocí a un Enrique Olea, que era el mero dueño. Conocí a su hermano, que era don Goyo Olea y Pepe, Pepe Olea, que era su otro hermano. Y este, y a las, la señora sí no me acuerdo de ella, pero de sus hijas, una era María y la otra me parece que era Graciela. Pero la, una no era casada, María sí, se casó con Rafael Monterde.
VD: Y, ¿eran de aquí todos, vivían aquí?
EF: Eran españoles.
VD: Oh.
EF: Pero sí vivían aquí, vivían aquí en México. Tanto que Monterde este, heredó el ingenio que estaba en Cuautla, Santa Inés. Ese ingenio le perteneció a don Enrique también, pero como era de la esposa, su hija, pos él heredó también eso. Y ahora, después, tuvo un hijo, que también se llamó Rafael Monterde, ese jue el que se fue a vivir allá a Cuautla al de Santa Inés y lo vendió. Vendió aquí, lo rentó a un tal, un hacendado de, el hijo se llamaba Leandro pero el don, ¿qué?, no me acuerdo ya cómo se llamaba el papá. Pero sí este, ellos eran los que compraron, rentaron por, como por tres, cuatro años. Pero no les fue bien, no les fue bien, no supieron administrarlo y perdieron. Tanto que un socio se mató, se quitó la vida un socio. Un socio de esa, de esos señores se quitó la vida, porque iba pa abajo en vez de subir, iba pa abajo. Y ya este, vendieron a Zacatepec el fierraje, o sea todo lo que era el, el molino. Y se lo llevó, se lo trasladaron, el mismo Zacatepec se lo trasladó a este, a Nayarit.
VD: Al norte.
EF: Sí.
VD: Pero eso ya fue más reciente, ¿verdad?
EF: Sí, ya, pero ni tanto, pues eso fue el [19]61 me parece, [19]62.
VD: No, ya tiene sus años.
EF: Sí.
VD: Y cuando usted iba creciendo, me decía que le ayudaba a su papá también.
EF: Ah, sí, pero, pero este, tenía yo un hermano muy aprovechado, me pegaba pior que mi padre. Bueno, mi padre nunca me pegó, eh, nunca, pero él nomás no lo obedecía, luego luego me pateaba, me pegaba y yo ya estaba en edad de no dejarme. Él era mayor pero de todos modos yo le dije: “Yo te voy a pegar”, le digo, “yo no te voy a estar maltratando nomás y aguantándote”. Y que, más se enojaba, ¡no!, después era pior que le dijiera yo eso. Hasta que le di una vez un, primero le pegué un machetazo, le pegué con un machete mocho que estaba tirado, se lo aventé y se lo pegué así.
VD: ¿En la pierna?
EF: Sí, le descubrí el hueso aquí, le corté todo esto y se enfermó. Y luego lo curaron y ya no iba a trabajar, entonces me mandó mi apá a trabajar a mí solito. En ese tiempo, en ese tiempo no trabajaba en el ingenio, él trabajaba en Cuernavaca en esos días. Pero estuvo como un año o dos años cuando más, con un señor que era talabartero. Y ese producto lo iba a vender él a Cuernavaca. Allá tenía su lugar donde llegaba y ahí dormía él y se quedaba toda la semana. Se venía el sábado y se iba el lunes a seguir vendiendo, en esos dos años, cuando más fueron. Cuando llegaba él aquí, pos se daba cuenta de lo que hacíamos nosotros y a mí me maltrataba tanto que, que en una ocasión, en ese tiempo, en esos días que yo le, le pegué el machetazo, dejó de trabajar, le prohibieron salir al campo. Entonces mi padre me dijo, dice: “Ahora tú te vas a hacer responsable de esa parcela”. Y estábamos limpiando frijol, un frijolar y tenía caña la parcela y, y este, y me iba yo más contento, solito. Y, y antes no había niños como ahora veo, antes los niños era raro y que vayan con el papá o la mamá que lleve comida y lleve una criatura. Pero antes no se hacía eso y sin embargo yo me iba solito, ya sabía yo la parcela, me ponía a trabajar, me venía a las dos de la tarde a comer. Eso sí me lo prohibía mi jefe que llegara tarde a comer, tenía que ser a mi hora. “A la hora señalada, a la hora que escojas, esa va a ser”, dice, “pero nunca, nunca te dejes sobrepasar”.
VD: ¿Qué edad tenía, don Eleuterio?
EF: Ah, tenía yo, ¿qué sería?, ocho años, nueve cuando más, sí, sí, desde chiquito.
VD: ¿Su hermano?
EF: Mis hermanos…
VD: Su hermano al que le dio el machetazo.
EF: Ése, ése tenía, tenía, me ganaba con cinco años o me gana, vive. Así es de que él tenía trece años de edad, ya estaba grandecito. Él ya podía trabajar con una persona grande y se emparejaba y yo no, yo todavía no. Y en una ocasión este, me dijo mi apá, dice: “¿Qué tanto te falta hijo para acabar allá el frijolar?”. Le digo: “Ya, yo creo mañana sábado termino toda la parcela”. “¿De veras?”, dice, “¿qué, qué estás este, no está ella, no estás este, muy seguro, estás muy seguro de que vas a acabar?”. Le digo: “Sí”. Y este, que les digo: “Sí voy a apurarle y me le apuro y acabo”. “Pos ándele pues”. Cuando veo, llega mi hermano güileando, eh, no estaba en condiciones todavía. Llegó mi hermano y jue hasta allá a verme a ver si estaba yo trabajando y se arrimó y que me dice: “Ya me voy”, dice, “nomás te vine a ver”. Le dije: “Sí”. Lo dejé que se viniera, pues me estuvo espiando, me estuvo espiando que no me juera yo ahí, que estuviera yo trabajando. Y ya sabía que tenía prohibido este, ir al campo. Y este y, me dice, me dice, este: “¿Terminas, te espero?”. Le digo: “Espérame”, le digo, “ya mero termino, ya nada más faltan como cuatro surcos”. Dice: “No, no, no terminas, ahí te dejo, mejor me voy”. Y yo: “Ándale pues”, y yo le digo, “espérame mejor”, le digo, “ya me falta poquito, siquiera ahora de ida que me vaya acompañado”.
2do: ¡Eleuterio!
EF: Híjole, anda ve dile que no puedo, que no puedo, este, no.
(entrevista interrumpida)
VD: Ya, no, me estaba platicando de su hermano que le decía usted que lo esperara.
EF: Y este, y se vino, ya no, ya no me esperó, y yo le apuré a trabajar, pero por ahí en el camino, este, ya no pudo caminar, se le inflamó el pie. Ya lo habían curado pero no quedaba bien, y este, y se le inflamó la parte golpeada. Y, y pasó un señor y lo subió a su caballo y se lo trajo y este, llegando a la casa, lo llevó hasta la casa. Ya cuando yo llegué este, dice: “¿Qué pasó?”. Le digo: “No sé, ¿qué pasó?”. Dice: “Pues ya vino tu hermano, viene bien, bien malo”. Le digo: “¿De qué o por qué?”. Y dice: “Del golpe que le diste la otra vez”. Porque mi madre lo quería mucho, ¡eh!, a él, a mí no. Bueno, yo notaba, yo eso notaba y se siente, se ve, se nota luego luego cuando una persona te estima más que otra. Y este, le digo: “No, no jue eso ma”, le digo, “es que se inflamó porque estuvo allá en el sol, pero yo ya terminé, le dije que me esperara. No me quiso esperar porque se sentía mal. Por ahí lo levantaron y lo vieron malo y llegó fácil. Y ya este, después me vine yo”. El sábado siguiente llega mi padre, y me dice: “Y, ¿terminastes?”. Le digo que sí. Dice este, dice: “Mejor dedícate a trabajar solito”, dice, “porque ya vi que con tu hermano no, no salen bien”, y mi padre sí me quería harto, harto. Y éramos dos señalados, éramos dos, nomás una mujer y un hombre y era yo el hombre y mi hermana ya murió, en paz descanse, era la otra. Pero se notaba luego luego, sí. Y este, y ya me empezó a dar trabajo porque después se vino de allá, entró a trabajar en el ingenio, de inspector. Y ya a mí me daba las cañas, las parcelas que tenía el ingenio, tenía muchas, muchas tierras. Tenía, tiene una extensión aquí abajo luego luego, abajo del ingenio, lo que ahora le llaman El Rancho Agrícola, los pequeños hermanos. Este, entonces le dicíamos La Zona, así se llamaba.
VD: Y, ¿La Zona era qué?
EF: Era un campo de, de cultivo.
VD: De caña, ah.
EF: De caña sí. Cuando sembrábamos cacahuate, cuando el, la rotación de caña este, era año de descanso. Le echábamos cacahuate una parte, maíz, según, arroz, a veces hasta arroz, pero no eran egoístas los hombres, porque tan le prestaban a la persona que le iba a pedir favores, sí se los hacían. El viejito, el hermano del dueño, este, era más carrascalazo, pero sí era consciente y te ayudaba. Le pedían: “Don Goyo, este, necesitamos un préstamo”. “¿Qué tienes, caña o qué, qué tienes?, ¿con qué me vas a pagar?”. “Pos no tenemos nada orita, oiga, préstenos siquiera $100 pesos”. “¡Jijo!, no hay dinero, no hay dinero”. Y al ratito ya decía: “Te voy a dar $50, la mitad, pero no me los vas a pagar”. Pos ya él sabía que no se los iba a pagar pues, si eran los obreros igual, ya lo conocían. Tenían que pedirle $100 para dar $50, si quería $100, hay que pedir $200. Sí, pero sí les prestaba, era bueno el señor. Y, y yo este, después me metí a trabajar ahí a La Zona, a la dichosa Zona. Ahí empecé a ganar ya de por día. Ahí empecé a ganar $2 pesos.
VD: ¿Desde qué edad empezó ahí?
EF: Pos de los nueve años, por ahí, sí, diez, por ahí. Y $2 pesitos, después nos subieron a $3 y así nos vinimos. Y me dediqué a este, a regar una parte que le llama, que le llamábamos las este, ¿cómo se llamaban?, las, las tierras de la ladera, las de Virginia, ¿no?
2do: ¿Las de Virginia?
EF: Así se llamaban. Eran, eran tres parcelas grandes y una chiquita, y este, y ésas yo me dediqué allí a regar y a rozar los carriles. Terminaba de regar una parcela y me rozaba yo los carriles.
VD: ¿Cómo se rozan los carriles?
EF: Con machete, tumbar toda la hierba que estorba, limpiar y luego metía el agua y regaba esa otra parcela. Y así me dediqué, ahí acababa un riego, volvía con otro y así.
VD: ¿Regaba cómo, oiga?
EF: Cañas.
VD: Pero, ¿cómo?
EF: Con agua.
VD: Pero, ¿cómo se regaban?
EF: Por tendidas, sí se riegan las cañas por tendidas. Se hacen tendidas de ocho surcos y este, y luego otra tendida de otros ocho surcos. Y así te vienes por toda la orilla.
2do: ¿Qué?
VD: Pero usted le pone el agua, o sea, ¿ya había mangueras?
EF: No, no, es agua corrediza, la de la laguna esa, era ahí.
VD: Usted le hacía surcos para que entrara el agua.
EF: Los surcos los hace la yunta, ¿no? Siembro la caña y ya nomás le redondea uno, le llama uno redondeo, limpiar la raya y las tendidas. Pone los ocho surcos, los arreglas, le tanteas exactamente a los ocho surcos la misma cantidad de agua y van parejitos, parejitos, parejitos. Por eso un regador que conoce de riego, tiene que llevar su, su agua bien parejita, entonces yo me enseñé desde chico a hacer eso. Por eso ahora mi padre me dejó una parcela que tenía, tenía dos, una se la dejó a mi otro hermano y al otro, al más grande, le dejó la casa. No tuvo, no tuvo más que dar, vaya, pues era lo único que poseía y a mí me dejó la más grandecita. Y, y pues yo me dediqué a regar, a regar a todo lo que se, se entiende de siembras de caña. Yo, para mí, yo, yo desde que llegué a Nayarit vi las siembras cómo las hacían y dije: “Esto es un fracaso, aquí el ingenio este va a ser un fracaso”, “¿cómo se atreven a este, a sembrar la caña de ese modo?”, le digo, “siendo que es un, hay otro modo mejor”, le digo, “poco más costoso pero es más efectivo”. Y no, o sea, allá en Nayarit no, no jueron gentes útiles, de veras.
VD: ¿No hicieron bien el trabajo?
EF: No.
VD: Y eso, todo usted lo aprendió desde chiquito que estaba aquí en el ingenio.
EF: Sí, sí.
VD: ¿Cuántos años estuvo trabajando aquí en el ingenio?
EF: Pues dilaté, dilaté ya, ya me había yo casado. Me casé allí, ora sí que, ahí empezamos a vivir ya, de ahí, ¿verdad?
2do: Como doce años.
EF: Doce años dilaté ahí, ¿vedá?
VD: ¿En La Zona?
EF: En La Zona de, de por día. Nomás que continuamente me iban subiendo, casi cada año me subían aunque sea $1 peso, $1 peso. Sí, ya éramos, éramos ocho trabajadores y un, un representante. Y ese representante me acuerdo que me procuraba más, era muy amigo de mi padre y a mí me procuraba mucho, mucho. Le pedía un permiso, me lo daba, si le, le decía yo que me prestara un tlacololito, porque ya tenía yo a mi pareja, ya tenía yo que buscar la forma de trabajar un poco más o ganar un poco más. Entonces le pedía yo un tlacolol.
VD: ¿Qué es eso?
EF: Unos bordos de donde no puede la máquina sembrar caña y [es]tán amplios. Y ahí los limpiábamos y sembrábamos maíz.
VD: Muy bien.
EF: Son los tlacocoles que le decimos.
VD: ¿Tlacocol?
EF: Tlacocol. Y nos prestaban, el mismo Monterde, no decía nada, dice: “Siembren, siembren”. Una vez nos prestó una parcelita, ¿vedá?, pa sembrar frijol y nunca nos cobró un centavo. También nos la dejó y cosechábamos buenos frijoles, hartos pues. Y este, iba yo rebien en ese momento, ya se me pasó y este, que cuando este, estábamos sembrando ya el maíz, en una ocasión este, ya cuando estaba más grande, claro, se golpeó mi jefe. Se cayó en un charco por ahí en una apantle, y se le destrabó un hueso de aquí de la pierna.
VD: ¿De la cadera?
EF: Sí, de esta parte de aquí de los tejolotes que tenemos. Y lo llevamos a, lo llevaron a Zacatepec, de momento y este, y yo ya estaba reconocido en el Sindicato Nacional. O sea que teníamos derecho a la Clínica Azucarera. Entonces…
VD: ¿Dónde estaba la clínica?
EF: Está todavía en Ejército Nacional 516, según, ¿vedá?
2do: Sí.
EF: Y este, y las oficinas estaban, las oficinas de los sindicatos estaban en Balderas 44, en México y tuvimos que haber ido a Balderas. Luego nos mandaron pa los, pa los oficinas del Sindicato Nacional, luego nos mandaron a la clínica. Pero yo no, yo no pude llevar a mi jefe para allá, yo tenía derecho, pero me lo cambiaron, o sea, lo metieron aquí a Zacatepec. Y cuando yo jui a sacarlo ahí, de allí, ya lo habían llevado al Centro Médico y ya no me lo dejaron, ya no quisieron dármelo. Dijeron que si de ahí salía por su propio pie, nunca me dijieron que saliera, saliera difunto pues. Y este, ya les dije a mis hermanos, pues todos estaban atenidos a mí y le digo: “Pos no, no, no me lo quisieron dar”, le digo, “yo no, yo llevaba la intención de llevarlo a la Clínica Azucarera”. Le teníamos más fe allá a la Clínica Azucarera y muy buenos doctores, eh. Y este, ya no, ya no lo cambiamos de allí. Entonces como siguía, seguía malo, me dediqué yo a hacer los reportes, los de él, lo que él hacía en el campo. Como él ya me lo había enseñado, tanto a cubicar este, terrenos, él, mi jefe sí sabía, eh, fue maestro, nomás que no jue maestro de, de paga, jue, ora sí que jue particular. Pero era maestro él y sabía mucho, mucho, que aquí nadie le podía ganar. Había unos hombres, según ellos muy buenos, en la presidencia y nunca le pudieron ganar a nada. Hasta hubo, había competencias con él en las cuentas y no sirvieron. Bueno, llegó el día en que, yo tenía que ir a verlo cada ocho días, para que me firmara los documentos, tanto la lista de paga, del ingenio. Porque entonces ya era en Zacatepec donde se cambió él, porque (cantan pájaros) de cuando se jue el ingenio este, él entró a Zacatepec, como de Zacatepec, pero era el mismo campo. Todo lo que movía aquí este, Monterde, lo movía después Zacatepec. Y él se quedó al frente de eso. Y como se ponía de acuerdo con don Benigno que era el encargado de La Zona, pues me daba el permiso, don Nino, para que juera yo a hacer el recorrido a los campos, ver a los ejidatarios y reportarles lo que mi padre este, me enseñó a hacer y lo que se necesitaba. Entonces, llegaba el martes y me iba hasta México, a que me autorizara la lista de, de trabajos y me la autorizaba. Ahí llevaba yo las de la parroquia porque los de la parroquia, él era el que llevaba la contabilidad y todo lo que se necesitaba en una parroquia. Y me lo mandaba el padre para que yo se los llevara a México para autorizar también, así es de que yo tenía que estar vuelta y vuelta. Y cuando se me pegaba una de mis hermanas: “Yo quiero ir a ver a mi apá”. Le digo: “Pos vamos pero yo a pie, a mí no me gusta agarrar carro porque no me gusta que me falten al respeto”, le digo, “y si me van a cobrar lo que no cobran, yo voy a salir de pleito”, le digo, “y va a ser por culpa de ustedes. Así me voy andando y aunque llegue en dos horas, pero yo llego”, le digo.
VD: ¿Hasta dónde se iba caminando?
EF: Pues hasta Ejército Nacional.
VD: ¿Desde acá?
EF: No, cuando estaba mi padre no, este, no, de aquí de la terminal. Me bajaba yo en Michoacán, no, en, ¿cómo se llama?, este, en la terminal del metro, ¿cómo se llama?
VD: ¿Tasqueña o cuál?
EF: No, más pa acá de San Antonio…
VD: ¿Chola?
EF: Dos, atrás.
VD: ¿Chola o Viaducto o Chabacano?
EF: Chabacano ese, ese. Ése era mi parada, Chabacano. Y llegaba, y ahí nos bajábamos y agarrábamos pa el Centro Médico. Pero cuando me mandaban a la, al Sindicato Nacional o a la Clínica Azucarera, pos me tenía que ir de, de allí para allá y andando. Yo nomás preguntaba, no, no agarraba carro. Y ellas un día se me pegaron, dos de ellas, las mayores y las llevé andando. Y este, y no les gustó, pero en menos de media de hora ya habíamos llegado, andando.
VD: ¿Llegaron bien?
EF: Sí, de allí.
VD: ¿Como en qué tiempo fue eso, señor Eleuterio?
EF: Pues, ¿qué tiempo serían?
VD: ¿Fue antes o después de que se fuera usted de bracero?
EF: Fue en el, el [19]65 más o menos, ¿vedá?
2do: Más o menos.
EF: Sí, porque él murió en el [19]66, y sí.
2do: Tiene como treinta y nueve, treinta y ocho años.
EF: Ya, ya había, ya había ido unos años de bracero.
VD: O sea que, sí trabajó usted un montón de tiempo en el ingenio.
EF: Sí, y ya entraba yo.
VD: Tiene mucha experiencia ahí.
EF: En un tiempo, trabajé en el ingenio, en La Zona.
VD: En La Zona.
EF: Pero cuando ya había molienda, me daban en la molienda.
VD: Y, ¿también le tocaba de obrero?
EF: Sí, también de obrero. Así que en esos días, los obreros los mandaban a [La] Ciudadela, todas las listas de obreros y yo me apuntaba en las de obreros. Y ahí fue donde me empecé a ir a Estados Unidos.
VD: ¡Ah! A ver y espéreme, y antes de que lleguemos, le quiero preguntar, me decía usted que tuvo estudio, ¿no fue a la escuela?
EF: No.
VD: Señor Eleuterio.
EF: A la escuela jui dos meses a la Real, dos meses.
2do: ¿Cuál era la Real?
EF: Pues la principal, la única, y única que, que nada más había parvulitos, primer año, segundo año, tercer año, cuarto año, quinto año, sesto año. Para eso la, una maestra, Bertha, que yo me acuerdo de ella, era la maestra Bertha, enseñaba parvulitos y enseñaba primero y segundo. Había poquitos niños, poquitos, los de tres años, se puede decir. Una maestra, la segunda jue la Maestra Elvia, ella enseñaba de tercero y cuarto. Y el maestro, ése enseñaba quinto y sesto. Los únicos tres para todo el pueblo. Y este, y ahí jue donde, pos no me gustó porque la maestra Bertha me decía que yo era de, de segundo, o de tercero y me mandaba con la maestra Elvia o me llevaba. Tenía los salones, estaba en los salones una, ella, Elvia tenía su clase en un salón de cine, no teníamos este, salones apropiados.
VD: ¿No había escuela?
EF: No, no había escuela. Era en el piso de, de abajo de la presidencia.
VD: ¡Ah!
EF: Y teníamos donde está ahora el este, el, onde pagan, ¿cómo se llama?, donde pagan ahí en la, la orilla de las oficinas de allá, ahí, ahí les daba a parvulitos la maestra Bertha. Y ya de allí me llevaba al, al salón de cine y pues aquélla me dejaba ahí unos dos, tres días y no me hacía caso. Pues ella tenía jovencitos ya y, y yo pues no. No sabía ni qué, ni qué hacían ellos. Pues aunque quisiera yo, ¿cuándo les llegaba yo a su categoría? Ahí estaba una de mis hermanas y ella me dicía, dice: “Ira, ponte abusado”. “Pero qué cosa voy a aprender, si ustedes ya saben más que yo, yo no sé nada”. Yo entré como de parvulitos, me pasaron a primero. Pero allí los tenía, ahí revueltos, nomás ella de nombre, nos decía, pues después me decían: “No, pues tú ya puedes estar en segundo y ya sabes algo”. Pues estaba yo en segundo y luego me dicían: “No, vete a tercero”. Y me llevaba con la maestra Elvia y la maestra Elvia ya a los, ahí a los ocho días ahí me trae otra vez pa atrás y así me tenían. En dos meses que estuve yendo, le dije a mi padre que ya no quería ir, le digo: “Pues no me enseña ni una ni otra”.
VD: ¿Qué edad tenía cuando fue esa vez a la escuela?
EF: Ah, eso ya, ya era más, era, era muy chico. Entonces era yo muy chico todavía, tenía, ¿qué?, no te podría decir, unos nueve años.
VD: ¿Quién lo llevó a la escuela, su mamá o su papá?
EF: Mi papá. Pero ahí no llevaba la gente a sus hijos, ahí nomás los mandaban y solitos se iban. No había nada de maldad por aquí, no, éramos tan correctos que si un mandado no lo hacías cuando te lo pedían, ¡zas!, te pegaban. Y la gente que no te, no, no le hacías el mandado, no los padres, también los padres a veces te regañaban. Y tenía uno que andar bien derechito, derechito, nosotros no tuvimos este, bonita infancia. Pero sí me gustó, porque entonces, había total oscuridad, total oscuridad que yo me divertía más en lo oscuro que, que con las luces. Sí, yo jui feliz en mi época, aunque sea, ora sí como de indios pues, que se entiende, pero a mí me dejaban ir al campo a la hora que yo quería. Porque yo sí conocía de campo y me iba al campo y por allá ni una criatura, puros hombres ya grandes y con sus yuntas, sus caballos. Y a mí me consiguieron unos chivitos, dos, un chivo y una chiva. Nos las regaló un señor de Cualtelco(??), y ese señor este, sí, mi padre me decía: “Anda, cuida a los chivos aunque sea un rato”, antes de que me juera a la, a la escuela, si es que estaba de tiempo de clases. Y los llevaba y ya nomás por aquí en la bajada, por ahí las amarraba yo y con un lazo grande pa que comieran. Pero no veía yo pasar amigos, no había conocidos, ni un, ni un chamaco libre. Si pasaba alguno, iba anancado con su papá, acompañado, onde yo no tenía infancia allí en el campo.
VD: ¿No tenía amigos?
EF: No, amigos no, nada, ni un compañerito que llegara por ahí a cuidar otro animal, tampoco nada, nada, de eso no había nada. Entonces no nos dejaban ir al campo, no sé si había peligro o, o este, nomás no nos querían enseñar el campo. Pero yo sí tuve la dicha de, de enseñarme desde chico y así jue como empecé a abrir los ojos, a enseñarme al campo. Porque yo sí jui, jui campesino, desde, ora sí que desde que empecé a ver la vida, sí.
VD: Y cuando fue a la escuela que le dijo a su papá que ya no quería.
EF: No, ya no, ya no.
VD: ¿Qué le dijo él?
EF: Él me dijo: “Si no estás contento, te voy a llevar este, con una señora que tiene particular”, que era la este Genoveva, no, la, la de doña Pepita, este, Genoveva. Y este, me llevó, pero allá yo vi muchos jóvenes grandes, ya grandes. Y que tenían una imaginación muy diferente a la de los niños y este, y no había dónde sentarte y ponerte aquí algo para escribir así aunque sea una tablita, nada, nada, nada. No había nada, todo era para los mayores. Y tenía, tenía regular de gente, de chamacos, chicos también tenía, pero cada quien tenía su sillita y su forma de, de trabajar. Cuando yo entré, ya todo estaba trabajando en tranquilidad. Cuando yo llegué, quería que me trajera mi silla y una mesita para hacer mis tareas, pues un tiempo me, me tuvo de barrida así en el pasillo, en el piso. Y éramos dos, porque no era yo solito, iba otro chamaco también igual a mí. Y también ahí, los dos nos tenía tendidos y allí escribíamos lo poquito que veíamos, ¡eh!, porque no podíamos, eran puras cosas más, más adelantadas.
VD: ¿En qué escribía, señor Eleuterio?
EF: Primero, nos enseñaron el silabario. Entonces se llamó el silabario, un librito de unas seis hojitas. Y ahí tenía las primeras letras, el abecedario, primeros números, primeras palabras, de muy sencillito, pero de allí empieza uno. Entonces, no había nada de qué escribir. Después nos consiguieron un pizarroncito chiquito, sí y con ése ya empezamos a tener un trapo, aunque sea pa borrarlo y los garabatos que hacía uno. Pues uno empieza, uno desde abajo pues. Y este, ella, ella ni tantito nos echaba los ojos encima siquiera para que supiéramos que estábamos al amparo de ella, no, no, a nosotros no, solamente a los mayores, sí. Y le dije a mi jefe que no, no estaba contento y otra vez que me manda con Paulita Gómez.
VD: ¿Otra maestra?
EF: Otra maestra particular. Y también, ésa sí tenía harto niño chiquito. Pero este, no me gustaba porque ésa sí a cada rato…
VD: ¿Le jalaba la oreja?
EF: A onde quiera, (risas) a todos, no nomás a mí, a todos. Ésa sí era más enojona. Y ya me sacaron de allí, y entonces, me dijo mi jefe, dice, dice: “Consíguete unos amiguitos”, dice, “y yo pues les voy a enseñar”, dice, “aunque sea en la noche, (tos) en el día te vas a trabajar”.
2do: Deja te traiga algo para la tos.
VD: No, no se apure doña, es que tengo aquí.
2do: Pero también esto.
VD: Como un polvito en la garganta.
2do: También esto.
VD: Oiga, y, ¿su papá sabía leer y escribir bien?
EF: Sí.
VD: Así que él les iba a enseñar.
EF: Ahí hay un animal, ¿no?
VD: Era una mosca, ya se salió.
EF: ¡Ah! Él sí. Él era muy bueno para todo. Te digo, le digo, que me enseñó, cuando él empezó a darnos clases, pues no nomás éramos unos, todos sus hijos ahí nos tenía. Y aparte los vecinos que querían, les estaba enseñando.
VD: Y él les enseñaba.
EF: Sí, nos enseñó.
VD: ¿Con él se enseñó usted a leer y escribir?
EF: Fíjese que de leer no, de leer no, de escribir sí, números, cuentas. Las cuentas cómo me gustaron. Y este, y él me las corregía seguido, pero había un modo de hacerlas de él, de multiplicar, que no le entendía yo. Era tan rápido que no, no, yo no podía entenderle de ese modo. Pero a mi modo yo empecé a hacerlas y se las hacía yo bien. Y él me entendía, pero él, él las hacía tan rápido que, que no le agarramos ni la onda, vaya, cómo lo hacía. Después me enseñó a cubicar, me enseñó a medir terrenos y ya después la gente me empezó a invitar a, a cubicar, a medir tareas, terrenos que se iban a sembrar. Tenían que presentar este, las tareas que iban a cultivar, entonces hay que medirlas para que…
VD: Usted ya sabía cómo.
EF: Sí, ya me daban yo una idea y ya me mandaban traer y así le hacíamos. Y ya este, empecé a leer. Pero este, pues ora sí que al amparo de mi jefe, empecé a leer y de ahí me empezaron a gustar las revistas. No soy rápido, ¡eh!, rápido no soy, pero sí, ya me tocó estar en la, en unas votaciones y del secretario y tuve que jalar. Nomás que a una muchacha yo le dije, le digo: “Mira, yo sé leer”, le digo, “voy a hacerlo hasta donde más pueda”, le digo, “pero después me ayudas, porque se va a formar una cola y me van a estar gritando y me voy a poner más nervioso”. (risas) Dice: “Sí, sí, yo le ayudo”, la que me tocó con ella. Y, y sí, ella se llevó después un rato yo y después ella. Y yo le hacía los casos, las cosas que le tocaban a ella yo las hacía. Y este, pero pues yo sé que el Gobierno no sabe que, que uno no tuvo clases que no, no tuvo ni primer año, yo, ahora sí que no estudié. Yo luego me preguntan: “¿Hasta qué año estudiaste?”. “Yo no, hasta segundo”, pues nomás, nomás por decir. Pero que diga yo, un maestro me dijo: “Tú estás clasificado como de primero o de parvulitos de perdida”. Pero no, nadie, nadie me dijo: “Tú llegaste hasta quinto, sesto”, nadie, nadie porque todos fueron particulares.
VD: Así con, y con su papá después.
EF: Y con mi papá sí aprendí un poco. Pero, pero este, me metí a la ACJM [Asociación Católica de la Juventud Mexicana], es una acción en la iglesia. Y ahí consiguieron un maestro y también nos dio clase.
VD: ¿Eso cuándo fue?
EF: ¡Uf!
VD: ¿Ya más grande o estaba chiquito?
EF: Sí ya, ya más grande. Ya tenía, ya tenía yo como dieciséis años, ¿vedá?, diecisiete, por ahí. Y ya nos enseñaba box, nos enseñaba pelota, nos enseñaba, bueno, teníamos un programa de, de comedia para el pueblo, un programa grande y era gentío, ¿verdad?, que nos seguía. Teníamos este, entre la ACJM, los acejotemeros, había este, cómicos. Habían este, entre el grupo de las mujeres, había mujeres que, que les gustaba el sainete y la comedia. Y nosotros pues aunque sea cantar con guitarra, sí, sí al, era la hora del pueblo, le llamaban así, la hora del pueblo. Y sabían que llegándose el día, era la hora del pueblo pa todo el pueblo y teníamos un salón grandote allá, en la plaza, se llenaba de gente. Y pues, pues sí salía contenta la gente, más por los, por los payasos, por los cómicos, teníamos dos cómicos.
VD: ¿Qué quería decir ACJM?, ¿se acuerda?
EF: Acción Católica Mexicana según, según eso entendía yo, ¿vedá? Acción Católica Mexicana.
VD: Y, ¿había mucha gente del pueblo que se había metido?
EF: Puro joven, puro joven, no había ni un casado, chiquillos algo, jóvenes pequeños uno que otro, pero más chicos no, no, y responsables todavía no, irresponsables sí. Lo mismo en las mujeres, tenían su grupo, pero ellas en el día, nosotros en la noche, ellas también, pura señorita, nada de, niñas tal vez una que otra, pero niñas ya más o menos de buen cuerpo y señoras ni una. Eran puras, puras juventudes entonces, sí y la cosa de este, de aprender ahí pues pierde uno el miedo nomás de salir al frente de la gente, es lo que da más miedo, el micrófono. Que tantos, quién lo ve tan insignificante, pues no cualquiera lo puede agarrar, no, ni nadie lo puede, no cualquiera lo, lo puede platicarle, es, es muy pesado, sí. Y, y ahora que, ahora que he estado ya ahí en la pensión, los pensionados, este, luego me hacen agarrarlo y aunque sea algo le hablo, algo digo, pero no, no es igual, todavía no.
VD: Y ahí en esas juventudes, ¿cuánto tiempo estuvo, señor Eleuterio?
EF: Pues hasta que se casa uno, si quieres pues, si no corres del grupo, hasta que llega el día en que te casas, entonces sí ya, ya no puedes estar ahí.
VD: ¿Usted qué edad tenía cuando se casó?
EF: Veintiocho.
2do: Veintidós, veintidós.
EF: Eh, yo veintidós, pero jue en el [19]58, ¿vedá? Ah, sí, por eso confundía el ocho. Jue en el [19]58, pero estaba muy, yo estaba de veintidós años, no, mi, mi época de marchada jue lo que más me gustó.
VD: ¿Dónde le tocó el servicio?
EF: Aquí.
VD: ¿Aquí mismo?
EF: Aquí estuvimos, sí. Aquí estuvimos y me tocó ser sargento, y todo, todo lo que me enseñaban el sábado yo lo tenía que trasmitir, transmitir a todos mis compañeros, todos, nomás mi grupo, ¿vedá? Porque éramos treinta y tres personas. Y había más sargentos que tenían otro grupo de treinta y tres y así, batallones como le decían. Y este, y eso sí me gustó, porque estaban, yo tenía unos chicualtelcos(??) muy inditos, bien cerrados, pero yo les abrí los ojos, los oídos y para mí fueron mis mejores amigos. Y los enseñé a leer, les enseñé a escribir y, y hasta firmar. Los hacía yo que firmaran, que se enseñaran a firmar, agarrar una firma pa que, no, luego por un crédito que, que van a sacar a Zacatepec o que van a firmar su trabajo no les quieren pagar porque…
VD: No tienen firma.
EF: No tienen firma, sólo la huella. Lo, lo que no me gusta es que, ahora si no es la huella, también no te dan nada. No sé cómo, primero no querían ver ni las huellas, ahora ya son necesarias, de veras. Digo, no, no lo entiendo, las costumbres de la gente. Primero querían que todos supiéramos escribir y firmar, poner su, su nombre, ahora ya quieren que la huella por delante y después, este el…
VD: El nombre y la firma.
EF: La firma.
VD: Oiga, señor Eleuterio, y entonces usted cuando se fue de bracero, pero se fue sin casar, ¿verdad?
EF: Este, el primer año solamente, dos, ¿verdad? Dos años sin casarme.
VD: Dos años se fue. Y a ver, entonces me decía que fue, ¿usted sabía que estaban contratando braceros?
EF: Sí.
VD: ¿Cómo fue que se enteró?
EF: Por parte del de aquí del sindicato del ingenio.
VD: Entonces, ¿el del sindicato vino y les dijo que estaban haciendo listas?
EF: Sí, el secretario del trabajo de aquí. Él nos decía hay un, hay un este, un grupo de, de personas en el Gobierno de este, de [La] Ciudadela. Que allí están, tienen las listas de todos los ingenios, éramos muchos ingenios entonces. Y todos agarraban las listas de, sea del Sindicato Nacional o de aquí las mandaron las listas, porque tenían que ser con la autorización de cada persona, un trabajador. Te invitan: “¿Te quieres ir al norte?”. “Pues que sí, apúntenme”, te apuntaban. Veían a todos los que querían ir, a veces iban, éramos sesenta, setenta, ochenta, esa vez, la primera vez, éramos ochenta los que nos juimos. Y este, pero el primer año ni siquiera, ni siquiera la señora de Mazatepec le dije cómo estuvo, que nos jue mal, caímos en el Valle Imperial.
VD: ¿Qué año fue ése?, ¿se acuerda?
EF: En el [19]60, en el [19]56, jue cuando nos venimos, no, no trabajamos, trabajamos, no nos dejaban trabajar yo, yo, yo me sentía fuerte y tanteaba que la calor no me iba a tumbar a mí y muchos se caían, se caían. Y nomás trabajábamos de las siete de la mañana a las diez de la mañana, igualmente. Y vámonos pal campo, para el campamento y pues no, no sacábamos ni para comer y nos daban, nos daban, teníamos que pagar $1.10, $1.10 parece, centavos, $1 dólar, $0.10 centavos diarios por la comida, por el bordo y así con tres horas, a veces ni eso sacábamos. Entonces yo le dije a unos muchachos, le digo: “Si quieren, vámonos porque aquí no hacen mecha, no, nomás nos van a tener aquí este, ahora sí que…
2do: De por sí estuvieron en Empalme un mes, creo.
EF: No, ésa jue en, en el [19]57.
VD: O sea que entonces, a ver, deje me regreso un poquito, cuando a usted le dijeron que si se quería ir, ¿por qué fue que usted se animó, señor Tello, a irse a Estados Unidos?
EF: Pues veía yo tanta gente que iba, que me animé.
VD: ¿De aquí mismo del pueblo?
EF: Sí, de aquí del, del sindicato, del pueblo.
VD: Y, ¿qué contaban los que se iban y venían?
EF: Pues algunos les iba bien, algunos les iba mal. Por ejemplo yo tuve un cuñado, un vecino, de esta casa, no, todavía no vivíamos aquí, pero un vecino que vivió aquí, se llamaba Tacho, le decíamos Tacho, Ignacio Seguro se llamaba. Ése se fue y no volvió y en el [19]56, cuando yo jui el primer año, allá lo encontré en Empalme, Sonora y este, hasta me disparó una comida el día que lo vi, porque ya nos conocíamos. Aquí en su casa, hicimos las juntas del sindicato, aquí en su casa, por eso él se acordaba de mí. Y yo lo conocí y le dije: “Tacho”, y le digo, “vienes, ¿de dónde?”. Dice: “Ya vengo de allá, de adentro de Estados Unidos”, dice, “pero no voy a Miacatlán, sí, voy y me este, me inscribó otra vez y vuelta pa atrás”.
VD: Para volverse a meter.
EF: Pa meterse otra vez, iba a pagar mordida, para que lo nombraran y entrara otra vez derecho. Así me platicó sus movidas.
VD: Esa vez usted iba con la lista del ingenio.
EF: Sí, iba yo en la lista del ingenio. Y llegamos a [La] Ciudadela, cuando nos mandaron traer a todos. Pero era un gentío, nos mandaron traer, pos a muchos pueblos, muchos ingenios. Éramos miles ahí, amontonados.
VD: Y, ¿usted ya había ido a México?
EF: No, antes…
VD: ¿Ésa era la primera vez?
EF: Antes, sí jui cuando, cuando mi padre se enfermó, sí.
VD: Ah, lo de su papá fue antes.
EF: Sí, no, este, jue de mi mamá, jue de mi mamá. La operaron de un, de un lunar que tenía por aquí. Y este, se lo operaron y la tuvimos en la clínica. Pero allá jue en la Azucarera, por eso conocía yo esa clínica, desde muy joven la conocí. Y luego mi, mi cuñado el que trabajaba, eran dos cuñados, uno era del comité y el otro no, pero el que se nos pegaba harto era el otro. Ése sí iba pal norte, le tocaba en Santa Ana, todo me platicaba, se llevaba bien conmigo, hasta la fecha de que se murió, era muy amigo conmigo y con mis hermanos no. Y conmigo sí se llevó bien, ése jue el que me, me dijo: “Vamos”, dice, “si quieres, quién quita, quién quita y le atines. No todos llegamos con la buena suerte”, dice, “pero yo ya llego”. Él estuvo allá el primer año, entró tres años y no se vino. Mi padre, mi padre estaba recibiendo el dinero de él, él le mandaba a mi papá para que se lo cuidara y le diera una cierta cantidad a su señora, que era mi hermana, eh. Y él, pues tuvo que hacer lo que él decía, eh, y este, hasta que llegó el día en que, hasta que llegó el día en que me animé. Entré y fue ese día con nosotros mi cuñado, fue otro señor, que vive por aquí que está apuntado en la lista que juimos a sacar ese día que nos conocimos. Y este, se llama Rodolfo Cruz, y me dijo, dice: “Préstame centavos, yo me quiero ir pa Miacatlán”. Digo: “Pues yo también yo voy a ir”. “Pos órale”, le presté. Yo llevaba buenos centavos y, y no se gastaba mucho. Por ahí tengo un boleto, que cuando, cuando me fui, no, ése no, no es ese boleto, ya me acordé que no. Cuando me fui de México a este, a Empalme, Sonora, me cobraron $82 pesos de viaje.
VD: ¿Usted pagaba su pasaje desde aquí?
EF: Sí, sí desde, desde…
VD: Desde México.
EF: Desde México. Agarrábamos un autobús directo, nomás pasábamos a Guadalajara, unos minutos, a descansar tantito y el mismo camión te volvía a llevar hasta Empalme, Sonora. Y ya de allá, ya de allá sí nos llevaban a este, a Benjamín Hill cuando ya ibas contratado. Te llevaban con unos carritos algo viejones pero eran autobuses. Llevaban llenos, de Empalme te llevaban a este, a Benjamín Hill. Ya de Benjamín Hill, ya, ya había tren y ahí ya nos íbamos en tren.
VD: ¿Cruzaba la frontera en el tren?
EF: No, no, en la frontera nos dejaban en Mexicali. Allí ya entramos andando, pero ya nos íbamos, ya nos, ya nos desnudaban para podernos fumigar, hasta eso nos fumigaban. Y luego ya que ibas fumigado ya, ya te contrataban, ya presentaban ahí los patrones, que cuántos hombres querían. Y luego te llamaban cuando veían que uno estaba joven, decían: :Pues éste no me falla”.
VD: Lo escogían.
EF: “Éste aguanta, sí aguanta los carambazos”. (risas) Y algunos hasta escogían, algunos y algunos no, el mismo representante decía: “No, llévense hasta aquí, esta lista. Esta cola es, son, va a llevarse veinte, pues llévese hasta aquí”. Estos pal siguiente patrón y si no había patrón, ahí dormías en la noche, ahí te quedabas, hasta el otro día llegaban los patrones otra vez más.
VD: Ahí le daban permiso.
EF: Y otra vez otro grupo, ámonos.
VD: Oiga, señor Tello, y platíqueme cuando usted llegó allá a la frontera. ¿Usted sabía, por ejemplo, que los fumigaban?, ¿ya le habían contado eso?
EF: No, no, pues ahí me di cuenta.
VD: Y, ¿cómo se sintió?, platíqueme esa vez cuando le dijeron que se tenían que desnudar y los iban a fumigar.
EF: Pues, pues no se siente mal. Porque todos, no, no había una distinción éramos todos allí, si veinte entrábamos, veinte tenían que ir encuerados ya. Cada quien su montoncito de ropa por ahí en una orilla y: “Fórmate”. Y luego luego, pasaban de cuatro en cuatro, de cinco en cinco y por donde quiera, hasta los piojos, decían ellos los gringos, hasta los piojos también te echaban así en el pelo y este, y todo el cuerpo. No sé, ellos dudaban de que iba uno piojoso o este…
VD: Y usted sí iba, y, ¿a usted sí se le habían pegado unos piojos?
EF: No, nosotros sí, pos, sí antes, antes sí. Mi jefa tenía la precaución de buscarnos casi del diario en las tardes. Como a estas horas, se sentaba en el patio y: “A ver, ven tú”, y sí nos expurgaba y sí hallaba, ella nos decía liendres, huevitos, los hueveras. Dice: “Tienes liendres, o, has de tener algún huevo, un este, algún piojo por ahí”. Pero antes sí había piojosos, o habíamos pues, y este, y tenía la precaución esa de expurgarnos, sí.
VD: Y allá entonces a todos los fumigaban parejo.
EF: Sí, parejo, ahí no había distinción.
VD: Y, ¿qué decía la gente?, ¿se acuerda?, ¿se enojaban?
EF: Pues sí, pero, ¿qué hacía uno? Si el, el anhelo era de brincar, irse a trabajar y que no te pusieran pretextos, ahí que pues hagan lo que se les antoje. Yo me acuerdo, yo me acuerdo que en ese año entramos y hubo un muchacho que iba junto de, de mí en la cola formados. Y le dicen, le dicen este, entró por delante y yo iba ya para entrar, o sea era el último de los tres primeros que entraron, entraron y le dicen: “¿Usted sabe desahijar el este, maíz?”. Y que dice: “Sí”. Dice: “¿Dónde, de dónde es usted, dónde lo desahijan?”. Dice: “Yo soy de tal parte”. Dice: “¡Ah!”. Nomás le hizo la seña a un hombre que estaba allí y me lo sacan pa juera luego luego. Y él tuvo el error de no darse cuenta de que el maíz no se desahija. Y él cometió ese error, dijo que sí sabía desahijar el maíz, y cómo, si, si nunca se hace. Bueno, pero de todos modos lo echaron juera, por ese detalle no entró.
VD: No pasó.
EF: No, y yo de chiripeada entré y este, y al ver que lo sacaron, dije yo: “Hay que contestar lo contrario”. Pues sí, porque si voy a decir lo mismo, me echan pa juera, también. Y no, yo sí les dije: “No, pos si el frijol no”, digo, “el maíz no se desahija”, le digo, “se desahija el tomate, el este, otras cosas, pero esto no, la lechuga por ejemplo”. “Pásale”, y pasé, y pasé. Y así, pero eso jue el primer año. Al muchacho ese lo echaron juera por, por no saber contestar, pero eran unos negrotes, los que estaban ahí de mandones, ¡hijo! Y hasta la voz sentías miedo.
VD: ¿Les hablaban en español?
EF: Sí, sí, mocho pero sí, sí, sí les entendía uno. Sí y algunos este, llegaban a darles órdenes a ellos mismos, pero en inglés, no sabíamos ni lo que decían entre ellos. Pero sí eran todos americanos, porque aunque sean negros o eran de otra nación, ellos entendían bien el inglés y nosotros no, nada, nada, ora sí que en esa vez no íbamos a conocer nada de lo que dijeran. Pero sí entrábamos, nos mandaron hasta, hasta Mexicali, pasamos y llegamos a ese dichoso Valle Imperial que, que no le aguantamos a la calor, no le aguantamos. Y yo le pregunté un día a uno de los encargados, le digo: “Oye, ¿cuándo, en qué, en qué tiempo se compone aquí el clima?”. “No tarda”, dice, “no tarda”, dice, “unos quince días cuando más”, dice, “y se compone, ya es tiempo de que se empiece a componer”. Le digo: “Pues nosotros nos queremos ir, porque ya la cosa ya no, ya no se soporta”, le digo. Y dice: “Pidan su cambio, si no quieren no, pues no los podemos obligar. Pues el Gobierno es lo primero que no, no nos quiere que los obliguemos a nada, que sea todo por su voluntad”. Y, y este, nos dejaron venir y resulta que se vino Rodolfo con nosotros. Se vino mi cuñado, porque él tenía que volver a contratarse para irse con su patrón que había tenido. Y tuvo que ver y quedarse en Empalme y allí se pagó mordida para, para que lo nombraran otra vez.
VD: Salir en la lista.
EF: Y entregar su, su carta de recomendación que llevaba, de su patrón en Santa Ana, California. Ahí, ahí jue donde trabajó los tres años y se volvió a meter para allá y sí lo mandaron para allá y él se vino, digo, él se quedó y nosotros nos venimos. Yo con el anhelo de ir a la pelota y que ya venía septiembre, que son los partidos más duros que nos acostumbrábamos jugar. Yo llegué contento aquí, yo no, no, mi apá, mi jefe nunca me contrarió, te digo, que él me quería harto. “No, hijo, aquí te mantienes fácil, ya no vayas por allá”. No, digo apenas se había acabado el año, y ya quiero irme otra vez. Y a ver si a la de ésta y sí volví.
VD: ¿Por qué se animó si le había ido tan mal la otra vez?
EF: Tan mal, tan mal que nos jue, pero era el, no sé el, la sangre de la juventud. Yo creo eso jue lo que me impulsó a volver y intentarlo y ya jue en el, en el [19]57 cuando, me gustó. Digo, aunque no, aunque no me jue bien, bien, bien, pero cuando menos me gustó el clima, trabajamos a nuestra ancha.
VD: ¿Dónde le tocó esa vez?
EF: En Salinas, California.
VD: ¿Que no fue a la lechuga?
EF: No, bueno nos tocó lechuga, nos tocó este, fresa. ¿Qué era?, ah, frijol, desahije de frijol, también ahí sí los desahijan, pero los americanos, nosotros aquí no lo desahijamos. Porque aquí los sembramos a, a estaca, a una distancia, son dos o tres matitas las que echas, pero ésas están bien escogiditas. Y allá no, lo siembran con máquina, pues tantito viene bien tupido, tantito ralo y eso hay que desahijarlos, para que estén, estén descampaditas las matas. Pero, pero este, la lechuga es la que más me gustó, pesado el trabajo, pesado, sí, pero me gustó porque me daban hartas horas. Veían que yo aguantaba, pues me procuraban, nos agarrábamos un surco, no, un surco, lo que nosotros le decíamos un surco, no, era un tlacololito, un pedacito, pero allá son unos surcazos. Allá yo los veía chiquitos a mis compañeros de aquel lado y regados, eh, unos iban recio, otros iban despacio, otros veníamos hasta la cola y así, de toda clase de gente hay ahí. Unos por flojos, otros por colmilludos, como les dice uno, y otros porque de por sí son barberos, son, van, van corriendo hasta delante. No, yo agarré mi paso y el mayordomo ahí cerca de mí, pues yo dije: “Donde vaya él, ahí me voy”. Y, y agarré el corte del, del desahije, le gustó tanto que a mí no me fallaba la chamba, no. Si iba a la fresa, vamos a la fresa, yo era, pues casi de los mejorcitos para piscar la fresa, yo me hacía diez cajas, ellos se hacían dos, tres. Digo: “Pues, qué chiste, ¿qué cosa van a ganar?”. Hasta que trató el cónsul de que ganaran algo, hicieron un convenio con los mismos contratistas de allí, la compañía, que, que el que hiciera menos de diez ganaba $5 dólares. Y el que este, piscara más de diez ganaba lo que, lo que se pasara de diez. O sea eran a $0.50 centavos la caja, entonces serían $5 dólares, más lo que te pasaras, o sea dos más, tres más, sería $1.50 más. Y ya serían $6.50, pero…
VD: O sea que tenían un mínimo, por lo menos.
EF: Y era algo, ya era un, una ayuda. Pero había muchos pobres que se, se hacían dos, tres cajas. ¿Cuándo le iban a llegar a ganarse siquiera $5.50? Ya nomás por el convenio que hubo, los $5 dólares, pagábamos, pagábamos $1 dólar, $0.40 centavos, ahí donde…
VD: ¿Del borde de la comida?
EF: Del borde.
VD: ¿El cónsul fue al campo donde estaban ustedes?
EF: Este, yo lo conocí, yo no lo conocí en el campo. Yo mejor los conocí ahora que estuve en, después estuve en Canadá, mejor allá, llegaron hasta donde yo estuve.
VD: Pero en Estados Unidos no los iban a ver.
EF: En Estados Unidos no, no los conocía.
VD: Y si se tenían que quejar de algo, ¿cómo le hacían, señor Tello?
EF: Pues quién quieres, al campamento, al campero, ahí ponías tus reportes y eso.
VD: Y, ¿les hacían caso?
EF: No, qué caso te van a hacer, si no llegaban, él, él ponía la queja de uno, o sea lo, lo que querías, lo que pedías. Y, ¿qué te iban a hacer?, nada. No te dejaban salir ni, ni al pueblo si no te llevaba el campero o el mayordomo con la troca de, de trabajo. Ese te llevaba, llevaba su grupo claro, no, no este, llevaba nomás señaladitos, llevaba lo de su grupo. Si querían todos, todos, si querían cinco, diez, los llevaba. Pero allá los dejaba: “A tales horas vengo por ustedes”, y ya a esa hora, ya iba por nosotros. No estaba lejos el pueblo, o sea Salinas, es, nosotros colindábamos los campos de trabajo con Salinas. A donde nos llevaba al cine, queríamos ir al cine, sí nos llevaba, nomás que nada más íbamos poquitos.
VD: Y, ¿qué veían en el cine allá?
EF: Puras películas mexicanas, pura mexicana había, para los indios de México, mexicanos. Así que allí casi no entraban gringos, puros mexicanos nos amontonábamos, donde era un gritadero ahí.
VD: ¿Por qué?, ¿qué gritaban?
EF: Pues era, era el momento de la felicidad pues puras, puras cosas mexicanas veíamos. Y: “Yo”, decía uno, “yo conozco este lugar”, dice. Cuando me acuerdo que estaban exhibiendo El Jinete allá. Y, y este, dice: “Yo conozco este lugar”. Le digo: “No, tú no lo conoces, tú no eres de Morelos, tú eres de este, de aquí de Guanajuato”. Dice, decía: “Y, ¿qué no este lugar es éste?”. Le digo: “No, yo por allá no conozco”, le digo, “pero este lugar es el rodeo, esa laguna que está ahí”.
VD: Ah, ¿ahí hicieron la película?
EF: Ahí hicieron la de El Jinete, parte, eh, sólo parte. Y allí en Santa Cruz eran las viviendas de los patrones. Y sí arreglaban bonito el ingenio, ¿vedá?, ¿te acuerdas? Gente, mucha gente iba a ver. No, no se dificultaba para estar mirando ahí las… Nomás que no estorbaras y te dejaban ver. Y por eso yo lo corregía a el muchacho ese. Le digo: “No, éste es en Morelos”, le digo, “esto es mi tierra”, le digo.
VD: Ahí cerquitas.
EF: Sí, pues eso pertenece a nosotros, porque todo ese territorio era de nosotros. Nomás que llegaron un grupo a este, a irrigación y los empezamos a dejar que se colocaran a trabajar ahí. Pero trabajaban pa no, para el pueblo, porque se hizo el recurso. Se hizo la presa, que ya se había hecho, más bien, la laguna ya la dividieron con una barda que está y que existe y todo eso, Miacatlán fue el que hizo eso, con la gente que llegó. Y esa gente fue de Michoacán, puros michoacanos estaban llegando.
VD: Así que usted reconoció en la película que estaba ahí su tierra.
EF: Ésa era, ésa era. Por eso me gusto ir a ver a ese dichoso jinete.
VD: Y, ¿qué más hacía en sus ratos libres, señor Tello? Cuando los llevaban en su día de descanso, ¿iban a las cantinas?
EF: No, ónde cree, si yo, yo nunca supe lo que es la bebida. No, bebida no, ni cigarro, ni baile, ni baile supe.
VD: ¿No le gustaba ir al baile?
EF: Nunca, nunca, nunca en sí aprendí a bailar. Con eso…
2do: Nunca dijo un disparate, nunca dice un disparate.
EF: No, de esas cosas no. Esos, esos mi padre me los prohibía, un disparate enojado no. Dice: “En plática sí puedes decirlo”, dice, “pero enojado no”.
VD: ¿Por qué enojado no?
EF: Porque ya lleva maldición a la persona que se la diriges, sí. Y según el disparate que le digas, también. Y ya vez que los disparates son palabras vulgares, ¿no? Y ésas hay que medirlas, sí, si no les das la medida, pues ya va mal. Ya va, ya te vas echando de ribete a la persona que se lo dices. Porque ya te está, ya lo estás ofendiendo. Y si a la mejor no lo ofendes, será porque está acostumbrado a oírlas, pero, pero hay que fijarse y cuidar ese detalle.
VD: Oiga, y, ¿allá no se decían muchos disparates, ahí entre los braceros?
EF: Cómo no, ni chances pero sí, porque pleitos no.
VD: ¿No había?
EF: Pleitos casi no, mejor yo que no soy pleitista. Llegó un borracho allá, de aquí de Mazatepec, se llamaba Tito Toledo, llegó un borracho y me dice: “Bueno, vente a tomar una cerveza, traje hartas cervezas”. Llevó cerveza y éramos siete en la misma barra, en el mismo cuarto, era un cuarto con tres divisiones, había una salita de, se puede decir una sala de espera, ¿no? Y había un cuarto para allá y otro cuarto para atrás, era una división, había dos divisiones. Pues yo me agarré en una, y otro muchacho de Jojutla, de Jojutla, Morelos, se jue ahí a agarrarse una cama también. Eran, eran cuatro camas por cada cuarto. Y allá en el otro cuarto este, estaba ese borrachín, otro compañero de él y dos de aquí, que era Benjamín y otro Francisco, y ya los dos ya murieron. Y en medio estaba uno que le decíamos El Carpe, El Carpanta, Témpora, ¿no?, la Témpora, el que nos vendió la cama, ése estaba en la de abajo, ahí estaba también en el mismo, nomás en el cuarto de en medio en la de espera, ahí estaba en una orillita. Llegó acá el borrachito y luego luego nos llamó a todos a tomar, y sí le agarraron una cerveza, pues como quiera, y a mí me llamó y este, no quise, no quise cerveza. “Déjenme dormir siquiera, cuando menos”. Estaba yo en el cuarto de allá, pues casi no los oía, casi no me estorbaban, pero él estaba, insiste y insiste que juera yo a tomarme una. Y pues él me insultó, el borrachín, me insultó. Y me dice: “Mañana sí, no”, dice, “para el domingo próximo”, dice, “voy y me traigo a unas muchachas”, dice, “y tú no vas a ir”, dice, “no, no te voy a invitar”, así me dijo. “No te fijes”, le digo, “yo ya tengo, ya tengo este, a mi mayordomo, que ése ya me ofreció que cuando quiera yo este, estar un rato libre, dice que él me lleva a donde se pueda estar”, le digo, “pero no te fijes, por mí no te apures”. Y este, se enojó, se enojó y me insultó de plano, me insultó y feo. Que le digo: “Bueno ya, esto ya es cosa sería”, le digo, “te voy a dar unos guamazos”. “Pues eso quiero”. Y se para, le pongo una trom…
(entrevista interrumpida)
VD: Ya ahora sí. Y me decía que el otro sastre estaba en la otra barraca.
EF: Y me cambié con él, me llamó y me cambié para allá. Y al día siguiente que amaneció Dios, este, juimos a desayunar como nos daban la borde, el borde. Jui, llegando el mayordomo y que le digo, le platiqué, ¿no?, el problema que había. Y que dice: “No te fijes”, dice, “dale sus patadas”, dice, “pa fin, él anda con, con otro mayordomo”. Andaba con otro. Dice: “Dale sus patadas”, dice, “si quieres te presto mi pistola”, dice.
VD: ¡Ah!
EF: Dice: “Si te quiere hacer algo”, dice, “dale uno en las patas, aunque sea”. Y le dije: “No, este, no me la prestes”, le digo, “no vaya a ser que se me vaya meter el diablo y le tire yo a dar”, le digo, “no, mejor no, así, así a trompazos nos vamos”. No, ya nunca me dirigió la palabra.
VD: ¿Ni lo volvió a molestar?
EF: Ya no, para nada. Y me regresé, me regresé a dormir allí otra vez a mi mismo lugar y ahí me quedé, pos todos eran mis amigos. Nomás él se hizo chocante ese día por las copas que llevaba.
VD: Y ya no.
EF: Ya no me volvió a molestar. Y luego los, el Témpora era de Tetecala, ése era muy amigo de él, dice: “Bueno, si no te vas a controlar, nos vamos a ir todos de aquí y ahí te dejamos solo”. “No, no, no frieguen”, dice, “yo también quiero, no quiero estar solo”, le dice. “Pues pórtate bien, pues que es fuerza que las cervezas te tomen a ti”. “Sí puedo, ¿vedá?”. “Ah, pues no te controlas, todos los días quieres estar tomando”. Y se le quitó la maña.
VD: Y, ¿con algún otro nunca llegó a tener alguna dificultad, señor Tello?
EF: No, sólo…
VD: O, ¿con los mayordomos?
EF: No, con los mayordomos, pues para mí que no. Solamente con uno de aquí, pero en el [19]61, me parece, en el [19]61.
VD: O sea que el [19]56 fue la primera vez y luego en el [19]57.
EF: [Mil novecientos] cincuenta y siete.
VD: Y, ¿luego?
EF: Pues siguieron, año con año me empecé a, a enseñar a irme.
VD: ¿Hasta qué año sería?
EF: En el [19]57 este, llegando aquí, luego luego al, al fútbol. Porque es lo que, mi mero mole era y pues me querían harto, pues, porque no era yo cualquier tarugo, era yo muy listo para la cosa del fútbol. Y nos llevaron a probar a, a la tercera división, no, no, jugamos con, con la segunda en Zacatepec que, que ya había, sí había primera y había segunda. Nos calaron allí y les gustó mucho como jugamos ahí, porque le ganamos a la segunda, fíjate. Ya eran este, reservas, ya eran reservas la segunda de la primera división. Y el médico del, de las reservas y de la primera división fue el que me curó a mí un pie que tenía yo golpeado, éste, el izquierdo, lo tenía yo, bueno ya me lo habían enderezado, pero me dolía mucho y se me inflaba. Entonces él, él me puso unos aparatos ahí eléctricos de, por recomendación del entrenador que teníamos nosotros, que se llamaba Antonio Flores, le decíamos El Mago. Y ése jue el que recomendó al, al médico que me diera una chocadita, porque si no, no iba yo a poder jugar y andaba yo algo, tenía frío allá en el pie, y no taba muy bien, pero sí me compuso. Me puso unos aparatos, me untó quién sabe qué tanto, aquí negro me puso y este, y con dos aparatos eléctricos aquí afocándome hasta lo que aguantara yo de caliente. Y él, él me dejó el control ahí para que como yo me sintiera lo pusiera yo. Y lo aguanté, y le aguanté hasta que regresó, ya me quitó todo. Dice: “Ahora sí ponte los zapatos y métete a jugar, ya estás listo”. Y les ganamos. Me tocó meter un gol de medio campo, me hice ahí esa vez, de medio campo de veras. ¡Caray!, una distancia muy grande, muy lejos, y pues de ahí y con ese pie malo, con ese pie malo, con la zurda. Onde a mí me hicieron fiesta, me dieron tantas cosas que me ofrecieron, pues de gratificación o no sé, de haber metido ese gol. Luego mi compañero este, metió otro y nomás que de cerquita, pero de todos modos este, les ganamos dos a cero, a esos, a ese equipo que ya era…
VD: Que ya eran buenos.
EF: Ya eran buenos, sí.
VD: Y eso fue cuando usted se regresó de allá.
EF: Sí, eso jue en el [19]57.
VD: En el [19]57, o sea que se regresaba. ¿Cuánto tiempo eran sus contratos por allá, señor Tello?
EF: Pues ese año íbamos por cinco meses, pero la fresa no aguantó. Hubo una tempestad allá en Estados Unidos que quemó toda la fruta, toda, hasta, hasta la mata la quebró, la quemó. Y este, y luego andaban unos piones antes de que llegáramos nosotros, juntando la podrida, los racimos, por racimos tenía la, la fresa. Y así la, la juntaban, llenaban una caja y nomás la reportaban y la iban a tirar al camino, a los highways. Y este y, y se sacaban hasta treinta, cuarenta cajas, pero puras, puro desperdicio. No había nada de, de negociar ellos.
VD: De fruta buena.
EF: De exportar nada, entonces ellos nada más cobraban, lo que querían era limpiar la huerta. Y cuando nosotros llegamos, ya estaba verde la mata y ya empezaba a haber otra vez fruta nueva, ya no las atacó el agua. Y, pero muchos de ellos ya no sintieron sabroso, porque llegó tanta gente y ya no había buen trabajo, se empezaron a venir pa su país. Y nos quedamos los, los que apenas habíamos llegado, pero pues éramos ahí como unos cuatrocientos, los que estábamos en ese campo.
VD: En la fresa.
EF: En la fresa. En la fresa nada más eran tres cuadrillas, como de ciento y tantos, tres, cuatro cuadrillas. Y, y en la del apio, tenían apio y tenían lechuga, había otro grupo y otro grupo en la lechuga. Y este, y ahí a nosotros nos llevaban a, a desahijar el frijol o, este, nos llevaban a este, a la, a la lechuga también a desahijar, pero la que sembraba ese grupo, las de otras partes no, ésas eran otras personas. Había un grupo que tenían apio, pero ahí iban a dormir también, a ese campo, ahí comían también. Pero esos ganaban mejor.
VD: Y usted me dice que también le tocó el apio.
EF: Sí, pero en Canadá a mí.
VD: ¡Ah!, acá no le tocó esa vez.
EF: No, esa vez no.
VD: Hasta después.
EF: No, hasta en Canadá, hasta cuando fui a Canadá. Ahí sí me tocó apio, piscarlo y desahijarlo, también. Me tocó sandía, melón, este, la este, ¿cómo le llaman?, la flor, la coliflor.
VD: Allá en Canadá. Y acá, por ejemplo, entonces me decía que se iba cinco meses, luego se regresaba aquí todo el resto del año y se volvía a contratar.
EF: Pues pasando, pasando mientras.
VD: Apriétele como pincita, aquí mire.
EF: Aquí, ¿vedá?
VD: Ese merito.
EF: Sí y veníamos según el contrato. Si era, si era grande, pues era de cinco meses, era mucho. Pero ese año, ese año como no estuvo en condiciones la planta, yo les dije, yo les pedí permiso: “Denme mi pase, yo me quiero ir”, le digo, “ya no hay trabajo”. Dice: “Espérate”, dice, “ahorita voy a hablar con los meros jefes”, porque era compañía. Y se metió el mayordomo a hablar y dijo que, entonces me dijo otro muchacho, dice: “Si te vas, yo también me voy”, me dijo. Y que le dice, dice: “Yo también quiero mi pase”, éramos dos, “si nos dan el pase nos vamos y ya que se queden los demás”. Pero resulta de que se pusieron de acuerdo y, y salió el mayordomo y que dice: “Ponme, pónganme atención”, dice, “lo que les voy a decir”, ése era sábado, ese día nos pagaron. Dice: “Y mañana, mañana domingo, los quiero que se bañen todos, que junten su ropita, sus cositas”, dice, “porque el lunes se van a las ocho de la mañana para México, todos, no voy a querer ninguno aquí”. Entonces digo: “Oye, ¿para qué pedimos permiso?”, ya ni dijo que el permiso era para dos nomás, ya era para todos y era para de fuerza, ya de fuerzas, no nada de que te vas a quedar tú o quiero quedarme yo, no. Y si alguno quiere este, renovar el contrato va a ser hasta, no me acuerdo qué, qué condado nombró, que había otra, otro lugar donde había, para volver a renovar contratos. Pero él dijo que, que si alguno se quedaba ahí, iría a hacer nomás unos tres, cuatro, cuando más, dice: “Porque no hay dónde colocarlos a la gente, ya es tiempo de salir”. Y ya nos mandaron, jueron.
VD: Los regresaron.
EF: Sí, a todos, no cumplimos. No cumplimos ese año los cinco meses que íbamos. Jueron como tres y medio, por ahí. Y así pasa.
VD: Que no, no había trabajo.
EF: No, no había trabajo, se acaba el trabajo o hay veces que te dan quince días más del contrato. Porque, porque todavía les urge un trabajo, te dan otros quince días, pero más no les permiten. El mismo Gobierno de México, les dan esos quince días. “Sí, si hay trabajo dales quince días más, pero nada más, a los quince días vámonos fuera”.
VD: Y, ¿no le tocó alguna vez, siempre le tocó en California?
EF: No, California nada más jue ese año, esos dos, más bien. Este, en el siguiente año me tocó en Washington, no, en este, Dodge City, donde decían que el matón ese de las películas, este, Matt Dillon, que de allí era. Nos metían chismes, no, claro, sabe Dios, pero la ciudad sí, sí era Dodge City. Porque ahí nos presentaron un avión que estaba allí en un parquecito que en la, en la guerra.
VD: ¿En qué estado está esa ciudad?
EF: Pos está ahí en, en Texas.
VD: ¿En Texas?
EF: En Texas.
VD: Y, ¿ahí qué le tocó, algodón?
EF: Algodón. Y ya de ahí para allá puros algodones, ya no me gustó. Ya no sacábamos nada, de veras bien amolados. Y todos, no nomás yo, alguno por más bueno que era, nada, nos ganábamos $3 pesos, $3, $4 pesos al día y bien trabajados. No, pues eso ya no era.
VD: ¿Que les pagaban muy poco el algodón?
EF: Sí, nos pagaban este, parece, me parece, eh, no es seguro, como a $0.83 centavos
el ciento de libra. Claro que te daban una saca, le llaman allá a unas mangotas largas de lona, que vas arrastrando por aquí por debajo. Y nomás vas juntando el algodón y lo vas metiendo allí, hasta que se llena, hasta allá, ya lo sacas y lo pesas. Pues, cuando más, son ciento veinte libras, te da ese peso, o, ciento cuarenta, por ahí, si las retacas y le metes terrones, como unos hacen. Sí, sí son bien tramposos algunos, piedras, si es posible y pesan más y ya van y los pesan. Y ya les dan su ticket, les dan las libras que pesaron. Y como es cada cien libras, este, una cantidad de dinero, parece que pasaba de, de $1 dólar, no, no recuerdo. Por eso era bonito tener los contratos allí, porque ahí vienen las horas, si es por horas, tanto por hora, si es por, por, este, por destajo, tanto por, por las tantas libras.
VD: ¿Usted leía sus contratos?
EF: Sí, pero mocho, mocho, lo más esencial, sí, sí los entendía algo. No, yo empecé a, a entender bien el inglés hasta que llegué a Canadá. Ahí sí ya, ya no me engañaban.
VD: ¿En Estados Unidos no aprendió?
EF: Nada, nada pero nada, nada. Es que no estás con los gringos, estás con un mayordomo. Ese mayordomo te habla en español, porque está entendiéndose con todos y todos somos de habla hispana, tonces no puedes aprender nada. Si, si te vas a, a la calle, vaya, por ejemplo a, a Salinas, California, ahí ya encuentras una pareja que viene hablando inglés o que están en una tienda tratando un artículo en inglés, pues si no lo entiendes, cuando menos lo oyes. Y así es como va uno agarrando algo y así difícilmente. Y así muchos se han enseñado a hablar el inglés, nomás del puro…
VD: De oír.
EF: Del puro oído.
VD: Y por ejemplo esas veces que salían a las tiendas o que iban al pueblo, ¿cómo los trataba la gente de allá?
EF: Bien.
VD: Los norteamericanos.
EF: Uh, los americanos solamente una vez nos encontramos con unos, les llaman allá cholos, que andan de pachucos ahí. Pero que te encuentran solo, ¡útale!, le, te ofenden, te dicen lo que, lo que se les antoja. Pues tú de momento no les haces caso y sí, pero si ya para mañana o pasado vuelves y te vuelven a hacer lo mismo, pues ya este, ya toma uno medidas. Ya lleva uno, cuando menos una navajita escondida, sí, ya con ese fin, de que si te dicen algo pues. A mí me tocó en, en Uvalde, Texas, que jue el [19]63, jue el último año que nos dijeron que iba a haber contrataciones. Pero que después hubo otro, el [19]64 y ése ya no jui, ése sí ya lo perdí. Pero en el [19]63, sí fui en Uvalde, nos tocó plantar, sembrar este frijol ejotero y andábamos en una máquina de tejer hilo. Éramos dos y el chofer tres, era una máquina y en la otra máquina, iba delante de nosotros, pero se iba extendiendo, este, encajando poste, puntales con la misma presión de la máquina y, pero nomás un, un trabajador era. Y en la que yo iba, éramos dos de aquí, y el, y el de adelante iba solito, pero era de aquí también. Éramos tres de aquí, los tres caímos en esa compañía en, parece que es Del Monte, algo así, esa compañía. Pues sembraba mucho frijol ejotero, mucho, que, que con todas las máquinas que andábamos, andaba una tras de otra, una tras de otra, pero en la misma, en la misma dirección.
VD: Todos juntos.
EF: Todos juntos. Pero no podías ni darte la vuelta, ni salirte, hasta que no salía el primero, salía el segundo y luego el tercero. Porque iban mordiendo una llanta, lo de una llanta, agarraba una llanta así, así como están de ésas así, una agarraba aquí, la otra agarraba aquí y así. Y no podías cruzar ni para acá, ni adelantarte y meterte delante, no, tenía que ser por orden, y nosotros éramos de una maquinita chiquita, le decían la, La Pulga. Pero la hacíamos trabajar, como, como éramos trabajadores del ingenio, éramos medios mecánicos, pero rascuachos, pero conocíamos la mecánica, tanto mi compañero como yo. La arreglábamos cuando se nos descomponía, pero así rápido, a la máquina o a la cosa del hilo, luego luego, nosotros no teníamos problemas, éramos todo inteligencia en ese tiempo. Y la hacíamos ver su suerte a la, al mismo chofer, ya en parte, ya nos decía que dejáramos que llegaran lo mecánicos, dice: “Ya los mecánicos ya no hacen nada”, dice, “ya nomás ustedes”. Pero es que no queríamos ser los últimos, queríamos ser los primeros y siempre íbamos adelante, siempre íbamos adelante. Terminamos de sembrar, nos llevaron a otro condado, prestados, pero la misma maquinaria y los mismos choferes, nos llevaron y trabajamos allá, parece que cuatro días. Y nos volvían a traer para acá, pero nos mandaban de comer, de ahí de donde estábamos, nos mandaba la comida la señora, la que nos daba de comer. Y este, un día se equivocó, el primer día y nos mandó un, un desayuno menos y una comida menos, y fui yo el, como no era yo envidioso ni correlón, ora sí que me gustaba mucho la liviandad. Pero no era envidioso, quería yo que comieran mis compañeros y yo no me percaté que no había comida para una persona. Entonces yo me quedé sin nada, pero no faltó quien me ofreció.
VD: ¿De comida?
EF: De comida. Comí, me llené y si no me llené, poco me faltó pa llenarme, comí. Y, y cuando llegué al campo, este, la reporté, a la señora, la reporté con el campero. Y dijo él: “Pues ahí lleva la queja luego luego con la compañía”, y pusieron la queja. Y al otro día, la señora este, me pagó $25 dólares por, por ese alimento. La castigaron pues, o la obligaron a que me pagara esa cantidad.
VD: Que le pagara.
EF: Sí, entonces a mí me llegó ese dinero, y le digo: “Pues ora es de todos”, le digo, “pues ustedes me dieron de comer”.
VD: Sí.
EF: Yo la reporté para que se fije cuántos trabajadores.
VD: Que no se los vuelva a hacer.
EF: Sí, y cuántos trabajadores somos, y, y sí y ya después ya no falló, trabajamos esos cuatro días. Cuando regresamos para el campamento ahí donde teníamos la casa, la vivienda, este, ya nos empezaron a decir los patrones que, que este, nos preparábamos nuestros papeles, porque el que quisiera renovar, iba a haber renovado. Pues le digo a mis compañeros, éramos tres de aquí, le digo: “Pues vamos a aguantarle otro contratito”, le digo, “van cuarenta y cinco días apenas, ya pasaron de cuarenta y cinco, ya iban como cincuenta”, le digo, “quién quita que nos den siquiera otros cuarenta días, es algo”, le digo, “pa fin no nos ha ido mal”, nos iba bien, nos estaba yendo bien porque trabajábamos de, de doce a catorce horas diarias y nos pagaban, parece que $0.85 centavos la hora. Estaba, estaba bien, estábamos ganando regular. Y ya me dijo el campero, dice: “Este, ¿te piensas quedar?”. Le digo: “Si hay modo sí me quedo otro contrato”. “Sí, sí va a haber, junten sus papeles y vénganse mañana en la tarde aquí, aquí mismo vamos, va a venir el jefe”. Y regresó el señor y ya nos agarró los papeles y nos volvió a renovar.
VD: ¿Otros cuarenta y cinco?
EF: Otros cuarenta y cinco días. Y, y este, y nos juimos a la, al dichoso ejote por, por baldes, por chiquihuites, como le decimos nosotros. ¡Útale!, pues yo era el segundo de los mejores, me tocó ser el segundo de los mejores. Era uno de, de este, de Coahuila el que me ganaba, pero con segundos, nomás. Cuando lo veía yo salir a él yo ya venía pa juera también, con mi balde lleno. Y, y así nos jue, nos jue tan bien, tan bien que ese año le echó mi señora arriba otro pisito, eh.
VD: El segundo piso de la casa.
EF: El segundo de éste.
VD: O sea que con lo que usted le mandaba empezaron a…
EF: Sí.
VD: Me platicaba ella que compró el terreno este primero.
EF: No, ése yo, yo lo traté. Éste lo compré con un vecino, el mismo que, que vive aquí, este, con un producto que dejé. Le dejé cargas de maíz y frijol que ella lo vendió cuando yo me fui. Ella lo, lo vendió y con eso…
VD: Y con eso se compró aquí.
EF: Se compró.
VD: Así que iba haciendo y con eso le hizo el segundo piso a su casa.
EF: Sí, hicimos ésta.
VD: Con lo que iba ganando de allá.
EF: Hicimos esta casita. Primero teníamos éste, con los nuevos, ésta, la ventana nada más era un cuadrito ahí arriba, después la modificamos. Esto no tenía el arco, nomás tenía una puerta y ahí teníamos la cocina, de ahí para allá y este, poco a poquito nos juimos, alargando para allá. Ora ya está lejos, va, todas esas casas.
VD: Todo, todo hasta atrás.
EF: Sí ahora que, de aquel lado por donde entramos, le dije a mi hijo, le digo: “Si no tienes dónde, mijo, ahí hazte una casita mientras”, está de aquel lado. Cuando viene, cuando venga, aquí va, va a llegar.
VD: Ah, qué lindo.
EF: No va a tener dónde. Tiene un terreno grande allá en, en el rincón. Le dio su suegro a su, a su hija, pues, desde luego, es de la hija, ¿no? No, no, no le digo que es de él, es de ella, pero si él se, se porta bien, yo creo que no va a haber problemas. Ella le dice: “Esto es de nosotros y aquí quiero que me hagas una casita”. Y ahí van a llegar después, van a tener dónde, pero es un terreno grande, yo ya conozco sus tierras de, de mi compadre. He ido por allá, he ido a su pueblo, a su casa, conozco bien allá, y este, y él, él pues ahorita, orita pues mientras llegue aquí, pues aquí tiene dónde.
VD: Aquí tiene.
EF: Y si quiere llevársela a ella para allá, pues allá tiene dónde.
VD: Tiene la hacienda.
EF: Sí, no, tiene su papá allá casa y viven aquí. Y la casa, el rancho lo tienen allá.
VD: O sea que ahí tiene espacio.
EF: Sí, tienen harto espacio. Tienen fábrica de mezcal.
VD: ¡Ah!
EF: Clandestino, porque no tienen permiso, pero de todos modos ellos trabajan allá.
VD: Y ya con eso ahí van sacando.
EF: Sí, de ahí.
VD: Y, entonces ese contratado del [19]63 con el que pudo hacer su piso de arriba.
EF: Sí.
VD: ¿Ése fue su último?
EF: Ése jue el último, ya no hubo contrataciones.
VD: Ya ésa fue la última vez que fue ahí.
EF: Y yo dije que de mojado no.
VD: Y, ¿por qué nunca se quiso animar a irse para allá sin papeles, señor?
EF: De, de mojado no, ni Dios lo quiera. Yo veo las ingratitudes que hay y robos. Si cuando estábamos en Empalme, cuando el [19]57, aventaban piedras para donde estaba el gentío, era un gentío. No, yo creo que veinte mil hombres eran pocos, sí, sí, le tocó a Díaz Ordaz, mandó un tren para que toda la gente que no tuviera documentación, se viniera pa sus casas. Mandó al tren de allá para acá lleno de gente, se llenó de gente, se vino hasta Guadalajara todas las rutas que, donde se pudieron bajar o tuvieron que bajarse para agarrar otro camión.
VD: Para sus casas.
EF: No sé, pa sus casas. Se llenó de gente y se vino el tren, como a los dos días, otro tren, porque la gente era todavía mucha, mucha.
VD: Todos los que no podían pasar.
EF: Y luego lo que más, más, menos me gustó, que cuando se vinieron los otros dos trenes o el otro tren, ya eran dos, ya no venía lleno, pero la gente no quería venirse, era mucha.
VD: ¿Querían pasarse para allá?
EF: Se querían pasar, y nosotros teníamos documentación. Yo llegué el, el dos, el, ¿qué?, no me acuerdo cómo estuvo. Íbamos para el, para el 27, parece que pa el 27 de mayo y llegamos el 22 allá para estar unos dos días más descansados. Se llegó el dichoso mayo, o sea el 27 de mayo para cuando iban a dar lectura a nuestras listas, que ésas eran con las que nos íbamos a pasar. Pues no hubo tal, se pasó todo el resto de, de mayo.
VD: Y no los llamaron.
EF: No, no nos llamaron. Empezó junio.
VD: No.
EF: Y no hubo nada. Más pleitos, muertos, por ahí los robaban, los mataban, uno que otro. No, no, muchos, eh, pero sí ya empezaban.
VD: De los mismos braceros.
EF: De los mismos braceros, sí. Algunos que les gustaba tomar y aunque no tuvieran dinero pues por ahí quedaban tirados, con lo poquito que podían tomarse y no se alimentaban, no se alimentaban. Yo me encontré con una señora que, que tenía una fondita, fue nueva, la fondita era nueva, la habían este, puesto apenas. Y nos daba, nos daba de comer por $1.50, pobremente, no, no le voy a decir que bien. Y este, nos cobraba $1 peso por la bañada y otro peso por dormir, pero todo tenía ahí. Teníamos agua, teníamos baño, teníamos un petate aunque sea, porque eso es lo que nos arrimó, petates. Y así alrededor de la sala grande, ahí nos dormíamos, pos puros de aquí, ya habíamos muchos de aquí, ya habíamos como unos doce, quince, sí. Y alguno que otro que andaba volantón por ahí, que no se daban cuenta que estábamos allí, pues agarraban lugar por otro lado. Y pero sí nos daba de comer a todos, ahí comíamos. Y este, llegó el dichoso junio, se acabó junio y nada de lectura. Y ya pobres muchachos, compañeros, ya no tenían dinero, ya no.
VD: Con qué comer ni nada.
EF. Ya no, de veras, ya no tenían ni qué comer. Me daba tristeza, porque mire, un vecino que vive por aquí, no muy lejos, que ya murió, ¿no?, tendrá un año que murió. Ese muchacho me daba lástima de veras, que ya no tenía ni para, ni qué comer. Ya no tenía dinero, ni pa bañarse, vaya. Bueno, ni para que diga la señora: “Vente a dormir”. Porque ya no tenía…
VD: Con qué.
EF: Con qué pagarle, ni $1 peso. Entonces, este, se había comprado unos chales, chales de, bueno, le decíamos que son de este, de marrano, ¿no?, los chales se, se dice que son…
VD: El gordito nada más.
EF: Lo gordito, lo dorado aquello. Y, y posiblemente eran de burros, porque allá mataban muchos burros pa meterlos por engaño de carro, por carne, sí, de comer. Y, y nosotros encontramos este, un rastro de matazón de burros.
VD: De burros.
EF: Nomás las patas y las cabezas allá, ¿no? Todo lo demás giraban como, como reces. Y yo le decía, le digo, ya me chanceaba con él, pero pa no tenerlo triste, le decía: “Ahí va, estás comiendo burro, no estás comiendo res o marrano”. (risas) Dice: “Vale, lo que sea, ora lo que sea”, dice, “me sabe igual”.
VD: Claro, con hambre.
EF: Dice: “Y ya no tengo dinero”. Y este, se compraba tortillas, se acaba, se compraba $1, $1 peso o unos $0.20 centavos, según lo que tanteara. Y agarraba sus chalitos que, que esos hasta da tristeza decirlo, pero así jue y los hacía así, con su tortilla.
VD: Los embarraba.
EF: Los, los apretaba pa sacarles el jugo y los volvía a guardar y se comía la tortilla con el jugo.
VD: Ay no.
EF: Con puro sabor, le digo: “Cómo, pues vente con nosotros”, le digo, “ahí la señora, si ya no tenemos dinero, vamos a comprarnos una cazuelota grande. Vamos a comprar verduras, este, sardinas, si es posible”, le digo, “y tortillas y de ahí comemos todos juntos y nos va a costar menos”. Y este, y se juntó, se juntó con nosotros, pero él dijo que ya no tenía dinero para, pa cooperar. Y este, por un ladito seguía con sus chales, ya que días tenían los chales, de veras, ya tenía días y seguía con sus chales. Le digo: “Hombre, ya deja eso, ya tíralos, te va a hacer mal”. “No, nombre, mientras me aguanten”, dice, “me los he estado comiendo”. Y, pero sí lo invitamos allí a comer, pero como le daba pena que no podía cooperar, le hacía la lucha a los chales.
VD: ¡Ay!
EF: Sí, a mí me dio mucha tristeza, de ese hombre. Y, y a mí, llegaron unos compañeros de aquí de otro pedido que habían mandado, o sea de otro grupo que mandaron, llegaron otros y entre ellos iba un cuñado mío. Y me dice, delante de mí, yo estaba sentado aquí y dice: “¿No han visto a mi cuñado Tello?”. Y que dice: “No, no lo hemos visto”. Pero todos se empezaron a reír, porque estaba junto de mí y no me conocía. Y dice, dice: “Es que quiero verlo, ¿ónde estará él hospedado?, ¿ya pasó?”. Dice: “No, por aquí anda”. Pero ya de chanza, ya entre amigos, de chance yo ya me ganaba la risa también. Dije: “Bueno, ¿por qué? ¿No me conoce o qué?, no me ve”. No y que dice: “Es que, es que mi suegro le manda unos centavitos”, o sea mi jefe me mandaba unos centavitos. No me mandó más que un billete de a $50 y como $10 pesos creo o más cambio. Poquito, jue poquito, pero era un dineral para estar en esa…
VD: Para sobrevivir.
EF: Para en esas necesidades era un dineral, le digo que hasta este, de allá para acá, hasta le pagué a un muchacho que vivía aquí arriba, que se llamaba Benjamín. Era hermano de mi cuñado, de uno de mis cuñados. Este, él me dijo, dice: “Mira, pa que no, pa que no pásemos al banco, ya de salida, de venida”, digo, “yo traigo dinero ameri[cano], sí, mexicano. No gastes”, le digo, “mejor allá en Guadalajara pues ahí cambiamos algo pa que nos ajuste pa llegar. Yo llevo pal pasaje”, le digo, “yo te disparo el pasaje. Y si me pagas allá, allá me pagarás. Pa que no enseñes los dólares porque aquí es bien peligroso”. Allá en Mexicali al salir es…
VD: Luego luego los quieren robar.
EF: Bien peligroso, luego luego te caen. Y los, y dije yo: “No enseñes ni $1 peso. Y si ya los traes en la mano pues escóndelos y saca nomás uno de a $10, con uno de a $10 que cambies, con ese ya llegamos. Yo llevo”, le digo, “mexicano”. Dice: “Bueno si me prestas, este, nomás voy a cambiar unos $10 dólares”. Y eso cambió, $10 dólares y ya con lo que le presté ya llegamos bien hasta acá.
VD: Con eso les alcanzó.
EF: Pero llegamos aquí sin, sin dinero mexicano.
VD: Y aquí cambiaba. ¿Dónde cambiaba, en el banco?
EF: Hasta Cuernavaca.
VD: Allá era el banco.
EF: Sí, aquí no, no teníamos banco todavía. No había casa de cambio.
VD: Y oiga, señor Tello, y, ¿por qué fue que usted nunca pensó en quedarse por allá a vivir?
EF: No, ¿cuándo? Yo sí. Dice mi mamá, dice: “Tu ombligo aquí está, si lo puedes aguantarlo por allá”, dice, “aguántale”, dice, “pero tu ombligo aquí está hijo”. ¿Qué sería?, quién sabe qué sería. Para mí significaba mucho ese dichoso ombligo. Que donde naces ahí te lo entierra, te lo cortan y te lo entierran. Porque no lo quemaban como hagan ahora o como hacen ahora o que lo…
VD: Que lo enterraban.
EF: O lo echan a la basura, a la mejor algunas. Antes lo enterraban, mi, mi jefa así acostumbraba, la gente de antes acostumbraba. Y me dice: “Tu ombligo está en tal, en tal casa”, o sea en la que, onde nací.
VD: En donde nació, para que no y que no…
EF: Sí.
VD: Y, ¿no le dio por quedarse por allá?
EF: No, nunca, nunca. Veo a mis hijos que se animaron a ir y ni siquiera se me alborota de volver a ir.
VD: ¿Ni así?
EF: No, ya no. Si en Canadá que de veras me gustó. Canadá sí es, no, es mucho, mucha pieza para, para los gringos, eh. No, no le digo que son más ricos porque tal vez no lo sean, pero llevan un control más bonito, Canadá, de veras que sí.
VD: Y, ¿allá tampoco le gustó para quedarse?
EF: Sí me invitaron, eh, pero no me quedé, sí me invitaron.
VD: Porque acá dejó el ombligo.
EF: A la mejor, yo a eso le echo la culpa. Posiblemente eso sea.
VD: Y ahora después de tantos de estos años que han pasado, cuando se acuerda de sus años de braceros, ¿cómo se siente, señor Tello?, ¿qué recuerdos le quedan?
EF: Tristes, tristes, un hueco que se siente, o que siento más bien yo. Porque muchos veo que vienen y van, vienen y van. Y yo ya no, ya no, ya como que ya me llené de, de libertinaje. Ya me siento, no, no por energía, eh, yo sé que por la energía no. Porque yo si ahorita me, me vinieran y me dijeran: “Ándale va a haber un partido, vamos a jugar”, yo voy.
VD: Fútbol sí se va.
EF: Y rápido, tengo mis cosas, todo tengo yo, sí.
VD: Pero para allá ya no.
EF: Para allá ya no quiero ir, ya no quiero ir. Es más, a los Estados Unidos les tengo coraje desde que, desde que México no, (risas) no han podido ganarles. Y a ver qué…
VD: ¿El fútbol?
EF: ¿Qué culpa tienen ellos? Y además que, por una persona que, que yo piense así, se van a estar fijando. Hasta, hasta estos, hasta el partido último que tuvo el domingo que, que se cree, que puede superar a Estados Unidos o que le puede ganar.
VD: Y, ¿por el fútbol le quedó ese coraje?
EF: Con ellos sí.
VD: Ándele.
EF: Sí, por el fútbol sí. Mas no por sus modos, eh, mas no por sus modos. Porque yo tuve todas las, bastantes, bastantes facilidades, desde antes, desde cuando, desde cuando este, saqué a una chamaca, una jovencita de aquí de un bañario que teníamos por aquí cerca. Se echó un clavado y cayó con el cerebro, no con la cabeza, sino cayó con esto. Y no podía, no podía…
VD: Salir.
EF: Salir, se atarantó, se atarugó, pues. Y yo ya estaba cuidando, desde que se subió yo la estaba yo cuidando. Dije yo: “Ésta se subió hasta arriba y se subió en lo alto”, y dije yo, “no, se va a aventar desde arriba, será muy lista”. Se aventó y al caer vi cómo cayó. Dije: “No, ésta no cayó bien”. Y le di chance en qué sé yo, diez, quince segundos. Y me remordió la conciencia luego luego, y que me aviento. Yo estaba sentado en la orilla de la piscina, me voy, derechito jui a dar a ella, derechito. Ella estaba haciendo movimientos, pero no controló. Ya la agarro de los cabellos y luego luego se abraza de aquí de mi mano y todo luego luego. Pero no la quise dejar que me abrazara a mí, sino nomás de la mano. Y salgo y trato de que agarre aire luego luego. Y salgo y la saco y la ponemos ahí. Luego luego llegó el, los, los esos que están resguardando que no se fijaron cómo cayó ni, ni les llamó la atención ir a sacarla. Entonces, les avisaron que iba a la enfermería una, una, era americana. Era una americana y ahí estaba su papá y su mamá. Y estaban este, echando unos jaiboles en frente de la piscina así, está ahí la cantina y ahí estaban, ahí estaban. Pero yo qué iba a saber que eran los padres de ella. Allí estaban entretenidos, pero rápido cuando vieron que ella era la que llevaban en la…
VD: En la camilla.
EF: En la camilla, para, para la enfermería. Pero no, no jue necesario tanto, va. Empezó luego luego a reaccionar, le empezaron a dar aire artificial y este, empezó a reaccionar bien. Pero que si no la saco a tiempo, posiblemente hubiera tomado agua.
VD: Sí.
EF: O tomó algo, tal vez, no sé. Este, y luego preguntó por mí, por el que la salvó, no, no, no dijo por mí, por el que la salvó. Dice: “¿Quién me salvó?, ¿quién me sacó?”. Pos ya, yo ya estaba sentado otra vez en mi lugar, ya me había ido pa la piscina otra vez. Y jueron hasta allá, jueron hasta allá con ella y él le dijo: “Este señor jue el que te salvó”. No era, no era yo señor todavía, pero se acostumbra a decirle señor a un joven ya grande, ¿no? Y este, dice: “Este señor jue el que te salvó, te sacó del… Y ya me preguntó ella como pudo, o hizo que me tradujeran, me tradujeran las palabras. Y ya me hizo pregunta, que cómo, cómo jue, que le llamó la atención que yo estaba en condiciones de salir o no. “Yo vi cómo caíste”, le dije yo a la persona aquella, le digo, “yo vi cómo cayó, no cayó natural, su clavado no jue bueno y eso me llamó la atención y por eso me metí”.
VD: La salvó.
EF: El salvavidas que están aquí, había uno por allá y otro más allá y ni cuenta se dieron. Dije yo: “De aquí a que vienen se va, se va, va a tomar agua y eso le va hacer mal”. Y traté de sacarla rápido. Y este, y ya entonces el señor, me dijo: “Ah, por eso fue”, y este, me ofreció un beso, ella. Pos no me negué, pos yo qué, qué le quitaba yo, ¿no? Ella de gratificación, de gratitud no por, no por obligación. Y este, no me besó en la boca, no, fue en el cachete. Pero fue bastante lo que hizo por mí. Y ya llegó el señor después y me invitó a irse pal norte.
EF: Entonces me ofreció trabajo, me ofreció casa, todo lo que yo…
VD: Y no se animó ni siquiera así.
EF: No me animé ni así, ni así me animé, fíjate.
VD: Entonces sí fue cierto que se le quedó aquí el ombligo, ya ve, porque aquí está hoy, después de esas oportunidades.
EF: Pues ya nomás falta que vaya yo y le diga a mi hermano: “Ya salte, vale, yo estoy, yo aquí está mi ombligo y yo aquí me vengo”.
VD: Aquí se queda. Ay, señor Tello, pues muchísimas gracias.
EF: No, ¿de qué?
VD: Yo le agradezco tantos recuerdos y su tiempo. Déjeme voy a apagar.
Fin de la entrevista
Interviewer
Domínguez, Violeta
Interviewee
Flores González, Eleuterio
Location
Miacatlán, Morelos, México
File Name Identifier
Flores_Gonzalez_MOR003
Citation
Domínguez, Violeta and Flores González, Eleuterio, “Eleuterio Flores González,” Bracero History Archive, accessed November 25, 2024, https://braceroarchive.org/items/show/104.