José Santos Guevara-Rodríguez

Title

José Santos Guevara-Rodríguez

Description

Biographical Synopsis of Interviewee: José Guevara-Rodríguez was born in Cerro Colorado, Guanajuato, México; at an early age, he worked sowing beans and corn to help his family; at the age of eighteen, he traveled to Ciudad Juárez, Chihuahua, México, and crossed into the United States to labor as an undocumented worker; he became a bracero in 1949, and worked in California, Missouri, Montana, and Texas picking and harvesting asparagus, corn, cotton, lettuce, strawberries, and sugar beets; he did these activities until 1964.


Summary of Interview: Mr. Guevara-Rodríguez recalls growing up in Valle de Santiago, Guanajuato, México, and sowing beans and corn from the age of eight; he relates how, when he was eighteen, he traveled to Ciudad Juárez, Chihuahua, México, and later crossed into the United States to work as an undocumented laborer; additionally, he recounts being hired by a rancher in Texas, and taken to the border to become a bracero; he describes the hiring process in Chihuahua, Chihuahua, México and Empalme, Sonora, México, how braceros slept in the streets before being hired, the medical test they got, and the disinfection process they endured; furthermore, he discusses daily life on the farms, the wages they received, and the treatment from foremen; he also states what complaints braceros had, and how representatives from the Mexican consulate visited them to hear their complaints and help resolve them; moreover, he explains what braceros did on weekends, the visits they took into town, and the card games they played; he concludes by expressing his feelings about the program, how he remembers it with much sadness and sorrow, and why he decided to stay in México.

Creator

Domínguez, Violeta
Guevara-Rodríguez, José Santos

Date

2002-05-12

Subject

Bracero

Rights

Institute of Oral History, The University of Texas at El Paso

Language

spa

title (Spanish)

José Santos Guevara-Rodríguez

creator (Spanish)

Domínguez, Violeta

Rights Holder

Institute of Oral History, The University of Texas at El Paso

Online Submission

No

Original Format

Mini Disc

Duration

2:34:40

Bit Rate/Frequency

24 bit
96 k

Transcription

Nombre del entrevistado: José Santos Guevara Rodríguez
Fecha de la entrevista: 12 de mayo de 2002
Nombre del entrevistador: Violeta Domínguez


Hoy es 12 de mayo de 2002 y estamos en casa del señor José Santos para hacer esta entrevista.


VD: Señor Santos, este nada más dígame usted algunos datos generales que le quiero preguntar, ¿qué edad tiene ahorita?

JG: Setenta y… ¿Qué?, setenta y dos años, ¿ya?

2do: Dile de qué año eres.

JG: Ya, ya tiene apuntado, ya más o menos, como setenta y dos años, ¿no, señorita?

VD: Déjeme ver la hojita donde acabo de anotar aquí. Sí, del [19]29. Setenta y dos. ¿Dónde nació usted?

JG: En, se llama Mogotes, en Cerro Colorado es el rancho, el municipio de Valle de Santiago.

VD: Rancho Cerro Colorado.

JG: Sí, pos igual como canos(??)

VD: En Valle de Santiago, Guanajuato.

JG: De Santiago, Guanajuato.

VD: ¿A qué se dedicaban sus papás?

JG: A la agricultura, de campesinos.

VD: ¿Eran campesinos?

JG: Sí campesinos, a la agricultura, sembrar maíz, frijol, trigo.

2do: De temporal, pues.

JG: Sí, o sea temporal no había riego, pero entonces llovía bastante.

VD: ¿Tenían tierras ellos?

JG: Sí, ellos sí tenían.

VD: Cuando usted se contrató como bracero, ¿a qué se dedicaba antes de irse, pues?

JG: Pos al, campesino, a la agricultura.

VD: ¿También en el campo trabajaba?

JG: En el rancho sí, en el campo. Sí, pues me jui todavía de muchacho, pues trabajaba yo con él.

VD: Me decía que acababa de terminar su servicio militar, ¿verdad?

JG: Sí

VD: Después de…

JG: Sí, en ese tiempo lo terminé y ya me le fui como a escondidas más o menos, porque no quería que me fuera.

VD: ¿Su papá no quería?

JG: No quería. Sí, pues es que le hacía falta pa cuidar cuando menos los animales, como tenía animalitos pos tenía que, me traiba, ¿cómo se dice? En el rancho de güeyero, pues cuidando los animales, así se nombraba en el rancho en ese tiempo.

VD: Y, ¿usted había ido a la escuela, señor Santos?

JG: Pos nomás hasta, pos nomás termine sería segundo o tercero de primaria nada más. Una, que no lo obligaban a ir uno a ir; otra, que pos burrito que era uno y por andar jugando, ¿pos qué hacía? En el rancho se cría uno con, solo.

VD: Pero, ¿allá aprendió a leer y a escribir un poco?

JG: Pos poquito sí, poquito sí.

VD: Y las cuentas y esas cosas.

JG: Pos poco también, aunque sea sumar, sí, pero cuando menos algo.

VD: Y, entonces fue usted, ¿eran qué?, a los dieciocho años, ¿verdad? que…

JG: Sí.

VD: Terminando el…

JG: El servicio.

VD: El servicio.

JG: Lo di y ya nos animamos dos que íbamos, que dimos el servicio con ese señor que nos llevaba, se llamaba Agustín Aguilar. Ése nos llevó a dos de la misma edad, yo y el otro y dos ya casados, ya mayores. En total nos fuimos cinco, éramos cinco los que fuimos.

VD: ¿Eran de ahí del rancho?

JG: Del rancho, todos éramos de ahí y fue cuando le digo que caímos ahí por Ojinaga.

VD: O sea que usted la primera vez decidió irse sin contrato.

JG: No, pos sí.

VD: Que fue en el [19]49.

JG: [Mil novecientos] Cuarenta y nueve y nos fuimos pues de mojados que nombramos. Y fue cuando nos sacó el doctor ese a contratar en septiembre, de la misma, del mismo año fue. Nos fuimos en, más o menos era como en junio.

VD: ¿Se fueron en tren hasta la frontera?

JG: Sí, hasta Chihuahua.

VD: A Chihuahua.

JG: Y de Chihuahua corta otro tren que va rumbo a Coahuila, más o menos. Y salimos de Chihuahua pa la frontera esa de Ojinaga que es la única que tenía Chihuahua en ese tiempo. Llegamos como a las ocho de la noche, ya dormimos por ahí en un hotelito y al otro día hicimos por brincar el río. Fue cuando se iba siguiendo, que le digo yo, que nos iban siguiendo, ranchos y borregueros nos hizo el favor que no nos agarraran. Sí, pues al pasar, pues ya deja uno la huella del pie, y ya pasó La Migración en jeepecitos, nos fueron, dijeron: “Estos tienen que ir al rancho fulano”. Ya rodearon, ya nos esperaron allá, pero tocó que no nos agarraron. Otro día nos cayeron en otro rancho también, pero allá nos salvaron también los que estaban en el rancho.

VD: Y, ¿quiénes los iban guiando esa vez de los que iban?

JG: Uno era el, se daba idea, no pa ir derecho, derecho, pero una idea se daba nomás. Ya llegamos a un pueblo que se llama Marfa, así se llama el pueblo, y otro se llama Alpine.

VD: ¿Eso es en Texas?


JG: Es en Texas, y pa llegar a Pecos, están esos dos pueblos entre la sierra, son pueblos de industria nada más, pura industria tienen ahí. Ahí se hacía pantalón de Levi’s, pero la marca en el botón tenía 101, no Levi’s como debe decir, nomás tenía la marca, 101. Ése se hacía en esos pueblos, creo que en Alpine o Marfa se hacían cualquiera de esos pantalón. Y fue cuando caímos en ese rancho, que eran puros emigrantes, puro, sí, de La Migración, fue cuando nos prestaron con ese doctor y de ahí ese doctor caímos con él y en septiembre nos sacó a contratar a El Paso.

VD: Y, con el doctor, ¿qué hacían, qué le trabajaban?

JG: Era algodón también, nomás que fuimos regadores. Anduvimos regando, éramos dos, éramos seis en la mañana y seis en la noche, en total éramos doce, más uno que ya andaba nomás con azadoncito por ahí. Pero ya estaba macizo el señor ese, ése, con ese éramos trece y cuando nos sacó a El Paso, Texas a contratar, fue en septiembre por ahí como el quince de esos días…

VD: Días de fiesta.

JG: De fiesta.

VD: Del año [19]49.

JG: Sí, de ese mismo año, el [19]49, y ya nos regresamos ya contratados. Fue cuando abrieron, que le digo que abrieron los puentes pa que entrara la gente libre, a contratarse pero, abrieron los puentes.

VD: Y, ¿dónde se contrató usted esa vez?

JG: Ahí está, al otro lado se llama, era campo militar.

VD: ¿En El Paso, Texas?

JG: Adentro de El Paso, Texas, adentro de Texas, adentro de Estados Unidos, pues era eso, ese no jue en Ciudad Juárez, ciudad en México, pero es en El Paso, adentro.

VD: ¿Ahí firmó usted su contrato?

JG: Ahí firmamos el primer contrato, ahí lo firmamos toda la gente y cabíamos, era cantidad de gente y nosotros nos venimos. Nos tocó a toda la gente a contratar y de allí nos dio el contrato hasta fin de año, que se le acabó el algodón.

VD: ¿Ese con el mismo doctor con el que estuvo?

JG: Con el doctor, con ese doctor. Y el siguiente año le queríamos hablar para ver si nos íbamos con él otra vuelta porque pues sí, sí nos gustó con ese señor, sí nos gustaba. Pero caí a otro ranchito ya jue el [19]50, caímos a otro ranchito, pero ya nos contratamos en Chihuahua.

VD: O sea que usted se regresó a México.

JG: Nos venimos pero, como, eso fue en diciembre, como en junio o septiembre otra vuelta nos fuimos por, menos Ciudad Juárez, pues la contratación ya estaba aquí en México.

VD: ¿O sea que los mismos que se habían ido primero se volvieron a ir ustedes?

JG: Yo me fui solo, yo me fui ya después solo con Hilario, este hermano de Guadalupe, también él se fue, pero ya nos contratamos en México.

VD: ¿Aquí en la Ciudad de México?

JG: No, en Ciudad Juárez.

VD: Ah, ya de este lado.

JG: Ya fue de este lado en México, ya ahí. Pero ya nos tocó en un rancho cerquita y nos fue mal, no estaba muy bueno el rancho para ganar centavitos, pues no, no estuvo muy bueno.

VD: ¿De qué era el rancho?, ¿qué hacían también algodón?

JG: Sí, piscaba yo algodón y me ponían a cargar así, pacas de alfalfa, decían: “Tú estás más grande y tú te vas a cargar al camión pacas de alfalfa y llevarlas arriba de los tejabanes”, donde tienen sus bodegas de la alfalfa. Ya en lo que se acababa me pagaban mi día pero pues yo era, pues estaba contratado para piscar algodón. Pero pos tal vez el ranchero ese me ponía a cargar las pacas porque, pos era, había otro más chico pero no, y otros dos ya más macizos y a mí era el que me ponía a cargar a las pacas.

VD: Señor Santos, y regresándome un poquito, la primera vez que usted se fue, que entró sin papeles por aquí por Ojinaga, ¿qué le animó a irse para allá, qué le animó a irse a Estados Unidos?

JG: Mira, pos la forma de irse uno es porque ya venía al bote, ya traiba ropita, ya traiba centavitos y la ambición pos es bonita, ¿verdad? Y luego en el rancho pos estaba uno, ¿cómo te dijera?, no te faltaría la comida, pero más bien estabas amoladito porque no podías cargar dinero, no podías vender un animal pa cargarte unos $6, $7 pesos que pedía el animal, o $10 ó $50 pesos, lo que haya sido. No te iban a dejar vender un animal pa cargar centavos en la bolsa, no como ahora. En esos tiempos se cría uno pues más amolado, aunque había más, más que comer, la vida más barata pero, pues no te daban facilidad de agarrar dinero nomás así.

VD: Y, ¿de ahí del rancho donde estaba, se había ido mucha, se había ido mucha gente para allá?

JG: Sí, ya había ido gente. Yo tenía un hermano que ya había ido y pos ya nos trajo ropita y chamarritas.

VD: ¿Se fue contratado?

JG: Él se fue contratado, ése se fue contratado, ése vino a recoger sus ahorros aquí en la Alameda Central, que les daban los ahorros ahí.

VD: Y, ¿qué le contaba su hermano de cómo era por ahí el trabajo, la vida?

JG: Pues sí, pues daba, en veces le oía platicar con otros y pues sí, triste pues, pero pues se anima uno de todos modos. Y yo dije: “Bueno, pues aquél ya se fue, ¿yo por qué no voy a ir? Y el otro se fue bien, pues vámonos”. Ya compró cuando menos un animal o viene bien vestido o lo que sea, pues vámonos también nosotros. De ese modo se ha ido toda la muchachada, ahorita mismo hasta la actualidad, viene uno de allá pa acá, el chamaco ya, todavía no tiene los catorce, los quince y ya también se va porque a aquél le fue bien y no sabe uno al sufrimiento que va a pasar uno.

VD: Y, ¿su hermano le había dicho algo así?

JG: Sí, pues sí platicaba pero cuando yo iba, lo oía que platicaba con otros: “No, pos fíjate que esto y que lo otro y que pues que está bueno que nos fue bien y ganamos dinero”, y pues ya oía uno. Y luego le digo a mi padre: “Déjame ir pa, con Agustín Aguilar, se va a ir pa Texas”. “No, ¿qué vas a hacer”, dice, “no, no, no”. Pos como quiera me le fui, con poquitos centavos y…

VD: ¿Su mamá sabía que se iba a ir?

JG: Sí, pues ya hasta él sabía. Pero pues la esperanza de uno que a ver quién quitara y te va mejor. Y llegas esa vez y dices: “Voy otra vez a ver si me va mejor pa la otra vez”, y así está la cosa que a veces te va mejor y te va mejor y en veces te va peor. Pero como dice la gente en el rancho: “Bueno el que no segunda no es labrador”. “Pues vamos otra vuelta a ver qué”. A sufrir porque ya sabes a lo que vas, desde el primer, la primer vez que te vas, ya sabes a lo que vas a ir la siguiente vez, vas a sufrir porque de llegar a la casa como decir aquí en su casa de uno, no, no hay de esas esperanzas, ya no hay allá. Allá hay que, si trabajas, pos vas a comer, y si no trabajas pos no vas a comer, porque pos quién te va a estar dando dioquis…

VD: Claro.

JG: Y luego todos trabajando, dice uno: “Pos, ¿cómo me voy a mantener nomás porque estoy aquí sentado?”. No, ya pos, ya se juntaba uno allá con dos o tres compañeros que se daba uno pues la, que dijeras: “Le tengo confianza a éste y a éste otro”. Aunque no sean de tu misma tierra porque ya se van cuatro, cinco juntos pero al llegar allá ya te juntas con otras gentes que no son ni tus familiares. Pero se congenia uno bien pa en ese tiempo hacer la comida, uno hacía una comida, uno hacía otra y comía uno a gusto. En veces pues se juntaba uno mejor, o se congeniaba uno mejor con gente de distintos lugares.

VD: No de su rancho.

JG: Y luego familiares menos. Familiares no se junta uno allá porque no sales de acuerdo y si va un hermano mayor, no lo puedes tú mandar. Y así se juntaba uno con gente de distintas partes. Yo me llegué a juntar con gentes de Tlaxcala, de Sinaloa, de Guerrero y así buscaba yo. Siempre me separaba de gentes distintas casi muy poco me juntaba con gente del mismo rancho.

VD: De ahí mismo.

JG Sí, porque no, pos no sales de acuerdo. Si te duermes mucho, porque eres muy flojo; si te levantas temprano, qué bien friegas porque bien temprano los levantabas, así es que no salía uno de acuerdo, o no te gustó una cosa de comer, no te gusta otra y muchos que no les gustaba ni la leche, otros que no les gustaba el panecito del día que iba a traer uno la comisión los sábados. Tenías ganas y ya ganabas centavitos. “Ándale, nos vamos a aventar aunque sea unos panecitos, un litro o dos de leche si quiera”. “No, pues a mí no. No, pos que no me gusta la leche”. “Entonces vamos a tomar ni refresco, pos agua o café”, era lo que buscaba uno la forma.

VD: Y ya esos cuatro que se fueron con usted, cuando todos los cuatro, ¿arreglaron cuando abrieron el puente en Ciudad Juárez?

JG: No mira, cuando nos fuimos cinco, se quedaron dos en el rancho donde llegamos y ya todos estábamos en el otro rancho. Pero le dijeron los patrones al doctor que cuando se llegara la pisca de algodón nos iban a recoger, pero ya no nos recogieron. Como eran muy amigos estas tres, ya tres manos como quiera. Y supimos ya después de que ya estábamos contratados, supimos que aquellos se salieron del rancho, no salieron de acuerdo creo con el patrón en los que eran inmigrantes. En total cual supimos ya estaban acá en el terreno de nosotros y nosotros nos quedamos allá, pero ya contratados. Ellos se vinieron, los dos, eran dos cuñados entre ellos y a los que nos llevaron ya se vinieron, y no. Ya supimos cuando ya llegamos otra [vez] al rancho, en diciembre, que supimos ya. No, jamás volvimos a saber si estarían en el rancho, ya no estaban, tuvieron algún problema y se salieron, los agarró La Migración y los echó pa fuera.

VD: ¿No tenían contrato?

JG: No tenían contrato, ya no alcanzaron a contratarse y los que estábamos nosotros los tres, sí nos quedamos.

VD: ¿De cuánto tiempo era su contrato, de seis meses?

JG: Haz cuentas, septiembre a diciembre, pos como tres meses.

VD: Tres meses.

JG: Tres meses más o menos, era lo que contrataban la gente. Acabándose el algodón, ¿pos ya pa qué te querían a ti? Ya lo que ocupaban era maquinaria.

VD: Y, ¿terminándose el contrato lo regresaron a México?

JG: Ya nos venimos pa acá para México. Ya nos vinimos porque ya el contrato se había acabado, ya no había en qué te ocuparan, ya el algodón ya estaba seco, ¿ya para qué? Hasta el siguiente año que ya se llega el riego volvían a ocupar, pero ya les tocó a otros, ya a nosotros ya no.

VD: Y cuando se regresó, ¿se regresó a Guanajuato otra vez?

JG: Sí, me regresé de, sí pos nos venimos.

VD: ¿Otra vez a trabajar al campo?

JG: Sí, al campo otra vuelta. Y ya se llegó el tiempo del, no me acuerdo si fue como en septiembre otra vuelta o nos fuimos del rancho varios. Entonces nos fuimos muchos a Ciudad Juárez, estaba la contratación ahí y ahí duramos como unos dos meses casi, en Ciudad Juárez.

VD: ¿Antes de contratarse?

JG: Pa podernos contratar.

VD: Y, ¿qué hacían ahí?, ¿dónde dormían?, ¿qué comían?

JG: Pos ahí duerme uno donde se podía dormir y pos…

VD: En la calle…

JG: En la calle, pos sí, pos toda la gente se quedaba en la calle, en el campo donde estaba la contratación, era un corralón grande, ahí se quedaba la gente. Unos, pues sentados, otros acostados en la tierra, como quiera se anda uno ahí. Unos medio loquitos, otros no tan locos, pero como quiera andábamos, unos desvarían en la… No, se veían unas cosas feas, algunos desvarían en que no comen, unos comían cáscaras de plátano y esos más o menos andan desvariando en el día, en la noche.

VD: ¿Usted cómo los veía, qué decían?

JG: No, pos da tristeza. Pos es claro, imagínate si eres familiar de aquél, dices: “Híjole pos aquél anda medio mal”. ¿Pero qué haces? O sales a pedir en la calle. Pedía uno en la calle, nos juntábamos como unos tres nosotros, y nos íbamos a pedir ahí pa adentro al pueblo.

VD: ¿A la gente de ahí?

JG: A la gente de ahí, sí pues buscaba uno, decían: “Mira, en esa casa hay un carrito afuera, a lo mejor aquí sí nos dan”. Caímos con uno que ya después ya éramos clientes diario. Ya oímos que le dijo a la señora: “Cuando veas a esos muchachos dales lechita, dales ahí panecito, dales comida”. No, pos ya nos empicamos diario, diario nos íbamos ya en la tardecita, más tarde que a estas horas. “Vámonos ya, ya hay que ir a… Ya llegábamos, le sonábamos, sí salía la muchacha luego luego: “¿Ya vinieron?”. “Sí”. Ya nos daba un litro de leche para cada quién y pan y frijolitos y pan, pues a comer.

VD: ¿Los dos meses estuvo ahí o cuánto tiempo?

JG: No, si con ella no; no, pues la habíamos enfadado. Íbamos, le salteábamos para un lado, pero entre tanta o en la calle ibas tú caminando, que te daban un tostón, dólar del otro lado o $5 ó $10 pesos mexicanos te daban. La gente ayudó mucho en Ciudad Juárez a la gente, mucho. Y luego los rancheros del otro lado, mandaban lonches, sándwiches, mandaban a la gente.

VD: ¿Antes de contratarlos?

JG: Antes de contratarlos, ayudaron mucho a la gente, allá los obligaban a cada ranchero a que diera diario tantos lonches pa ayudar a la gente.

VD: ¿A los que estaban ahí esperando?

JG: O si no mandaban cazos grandes de carne de res o sebitos que les nombran aquí y pos manojos de tortillas te daban. Ahí la que más ayudó a la gente fue los evangelistas.

VD: Ah, ¿sí?

JG: Esos eran los que estaban dándole a la gente en la mano. Total que llegaban los camiones y ya te rodeabas tú del camión y te daban total unas seis tortillas con un puño de chicharroncitos de res, ya te retirabas. Y la gente de los vecinos del pueblo, como las casas estaba cercadas de alambre de ese que tiene hoyitos grandes, ponían botes de Tecate y las tinas de agua ahí pa que uno se, agarrabas tu botecito y tomabas agua de las tinas…

VD: ¿De los vecinos de allí mismo?

JG: De los del pueblo, pero había mucha gente que hasta los botes se robaban para vender café. Y ya llegaba uno: “Pues ya no hay botes”. Ya nomás dejaban el agua, hasta que salía la dueña y ponía otros botecitos, pero ahí los ponía para que tomara la gente y la gente se los robaba.

VD: ¿Así sobrevivió los dos meses que estuvo ahí?

JG: Pues todos los que anduvimos ahí así le hicimos, porque la contratación se alargó pues, hasta que, pos nos tocó suerte que nos contratamos.

VD: Y, ¿cómo era?, o sea usted llebaba, iba anotado en una lista o, ¿se fue a ver cómo salía?

JG: No, esa vez nos fuimos a la aventura y metimos listas allá a Gobernación que le nombraban ellos allá, al de la contratación.

VD: ¿Le tuvieron que pagar a alguien por allá?

JG: No, pos sí nos cobraron creo $50 pesos, yo me los prestó un muchacho porque yo no traiba [traía] y me los prestó un muchacho y después se los pagué. Caímos de el rancho cerca y sí se los pagué yo al muchacho ese, fuimos a pagárselos. El mismo ranchero me llevó con el otro rancho a pagarle. Es que nos cobraban $50 pesos. Pero como era $50 pesos pero era un mundo de gente, andaríamos más de unos cuatrocientos mil andábamos yo creo ahí en ese campo, hasta, por ejemplo, si lo dabas, pues te tocaba al mes o a los cuantos días, pos no a diario te iban a estar pasando las listas corridas. Metían de una gente y de otra y de otra, pos tenía que pa no, no iba a meter pura gente de $50 pesos, tenía que meter según iban las listas. Como la lista dice: “Va de aquí de Gobernación”. Esos eran alistados que iban pa allá. Aquél pos recibe unas listas de, nombraban que Cañeros, era de dinero, que son Cañeros de Veracruz, que son Cañeros quién sabe qué parte y era mentiras, nomás que ese nombre le ponían, que eran Cañeros. Pero pos ya después, ésa fue la última contratación más, que nos fuimos a la aventura nada más.

VD: ¿Eso fue en el [19]50?

JG: [Mil novecientos] Cincuenta.

VD: En 1950.

JG: En Ciudad Juárez.

VD: Y, ¿ya después de los dos meses consiguió su contrato?

JG: Conseguimos el contrato.

VD: ¿Ahí lo firmó, señor Santos, en Ciudad Juárez lo firmó?

JG: No, en El Paso.

VD: Y, ¿en Ciudad Juárez qué era lo que hacía?

JG: Era la contratación.

VD: ¿Nada más los seleccionaban?

JG: Ahí era la contratación y allá del otro lado era donde firmaba uno el contrato.

VD: ¿Al otro lado era donde lo fumigaban?

JG: Ahí era el fumigado. No, pues aquí en México no te fumigaban, te fumigan al otro lado, pos pa que no pasaras animalitos pa allá, nada. Y le metían la pistola, nombre, parejo le dejaban uno hasta las venas disparadas y se limpiaba en los puros ojos, le aventaban kilos de polvo a la gente, era como…

VD: ¿Los bajaban del tren o cómo los fumigaban?

JG: No, no, no, mira entraba uno, por ejemplo, al entrar luego luego entrabas con La Migración, a llenar papeles. Y luego, o pasabas primero a los rayos X, todo mundo pasaba por los rayos X, a las manos del doctor y luego a la fumigación. Ya cuando entrabas a firmar contrato, como andabas de mano en mano en las oficinas, son larguísimas, ya cuando entras allá adentro a firmar el contrato ya está, ya están los Inmigrantes y ahí te ponen las huellas y ahí te retratan para cualquier cosa que hagas mal, pos con eso, vas así como vas te sacan las huellas, igual te tienen marcadito y todo.

VD: Y ahí ya cuando firmaron su contrato, ¿ya iban fumigados?

JG: Ya cuando ya todo ya había final, ya decías tú: “¿Para dónde me tocó? Uy, me tocó tal parte”.

VD: Ah, en ese momento era cuando veía.

JG: Y ya decías: “Híjoles, me tocó remala suerte”. “¿A dónde?”. “A tal parte”. Ya decíamos: “Ya nomás porque estoy aquí”. Pero cuando ya sabe uno que te iba a tocar mal, pues sí ya querías romper el contrato, ¿pero cómo volvías a entrar de nuevo? Esa era la vaina, y ya de ahí pa allá pos ya, ya estaban los ranchos, ya estaban los pedidos.

VD: Y, ¿ahí se llevaban a la gente en camión?

JG: Sí, en autobuses, o si estaba cerca un ranchero, pos quería unos dos o tres, se iba en su carro, y ya se los entregaban ahí. Pero cuando está lejos, pos llena un autobús.

VD: Y, ¿qué le tocó esa vez, otra vez algodón ahí en Texas?

JG: Sí, casi en Texas me tocó puro algodón. Desde el [19]50 todos los años que fui, fue algodón. Aquí tuvimos con Guadalupe, en San Benito aquí al otro lado de Matamoros, ¿no te dijo que ahí estuvimos?

VD: Y, ¿luego luego en la frontera?

JG: En la frontera se oían casi rebuznar los animalitos de este lado, gallos acá en México. Enseguida luego luego está el Puerto Isabel, que es el primer puerto que corresponde a Texas, en Matamoros, es el Puerto Isabel, ahí estábamos debajo de un puente y luego ahí nos quedábamos y unos calorones con Waldo, en agosto. No hicimos casi ya mero el pasaje pa venirnos, unos calorones que hacía ahí en agosto, pero fuertes los calorones y no, no estaba. Ahí estuvimos con Waldo y un hermano de él, éramos como seis del rancho, con Guadalupe, y era yo, era, le decía yo al Waldo como dicen por ahí: “Sólo San Benito es prieto”, pertenecíamos al pueblo de San Benito, al otro lado de Matamoros.

VD: Y, ¿cuánto tiempo era?, ¿esos eran contratos de tres meses o de cuarenta y cinco?

JG: De cuarenta a cuarenta y cinco días, pos era lo que ocupaban. No había más porque en esos días era su algodón, se les levantaba sus cosechas de algodón, eso era todo y ya, ¿pa qué te querían a ti?

VD: ¿Entonces terminando los cuarenta y cinco días lo regresaban?

JG: Sí, sí lo regresaban a uno, pues se regresaba uno, pues ya salías. Ya se te venció el contrato, ya te brincabas por la frontera, lo sacaban a uno, vámonos, así como te llevaban te sacaban de la frontera y ya.

VD: ¿Lo dejaban del lado mexicano?

JG: Sí, pues ya bajando al este lado, ya pasando, pasabas el puente, ¿pos ya qué? Hasta el siguiente año, pos te tocara por Texas o te tocara por Ciudad Juárez o por Mexicali o por Nogales, todas esas fronteras era donde iban los pedidos de la gente.

VD: O sea que usted se regresó, después de los cuarenta y cinco días, ¿se volvió a regresar a Guanajuato?

JG: Sí, a Guanajuato, pos ya llegué ahí.

VD: Y, ¿ahí se quedó?

JG: Hasta el siguiente año.

VD: Otra vez volvió.

JG: Otra vuelta ahí mismo. No, pero fui año por año. El contrato más grande éste fue, éste fue el más grande, ahí tiene todas las fechas de los, de los contratos grandes. Los demás eran de cuarenta y cinco días. O sea son seis contratos tengo grandes, pero de esos seis nomás éste conservé. Tengo contratos grandes de seis, de siete meses, de ocho meses, de año.

VD: Que los iba renovando. O sea que cuando se acababa con los cuarenta y cinco días, otra vez lo renovaba.

JG: Entonces, lo renuevan a uno. Por ejemplo, cuando este contrato, el fieldman que
le nombran al supervisor o al inspector de la compañía, ya llegaba y dice: “¿Quieres recontratarte?”. “Pos sí”. “Bueno, te vas a recontratar de nuevo”.

VD: Y le ponían ahí su sello.

JG: El sello, nada más.

VD: Ándele.

JG: Pero entonces le pagan más al Gobierno ellos, al Gobierno de México. Todos esos contratos renovados le paga, el gringo paga más que la primer vez, porque estos les cobran a ellos más, a las compañías les cobran más por sello.

VD: Por renovar el contrato, ¿pagaban al Gobierno?

JG: Aquel Gobierno le paga a México más que la primer vez, porque si ta la contratación en Irapuato, desde ahí son los gastos ya de los americanos. ¿Me entiendes?

VD: Y si allá lo están renovando ya no hacen gastos.

JG: Allá cobran, ellos pagan, este Gobierno le cobra más a aquél. Por ejemplo, si ya le ha de pagar $50 dólares, le cobran $100 por cada renovada de contrato, nomás por ponerle el sello. Este Gobierno cobra más. O sea lo rentaba más caro, lo rentaba más caro.

VD: Y, ¿qué se le hacía a ese dinero?, ¿qué decían los braceros que se le hacía a ese dinero?

JG: Pos ese dinero se venía pa acá, pos la Secretaría de Trabajo, no sé quién se quedó con ese dinero o al banco se habrá ido, es a donde venía. Pero a la compañía le convenía porque ya la gente la tenía ya contratada, ya sabía la gente que le servía. Porque también cuando tú ya no le sirves muy bien al mayordomo o al patrón, también te van haciendo a un lado. Es una experiencia que no sé, no pagan.

VD: Y, ¿los sacaban? Pues no le dan ni renovación.

JG: No pagan ni los gastos, pos ya nomás le cancelan la renovación. Sólo que llegues al centro de contratación como el que estaba en Caléxico y si había recontratación y querías tú, pues te ibas a regresar pero ibas con otro contrato y pa otro lugar. Ya con la misma compañía ya no ibas.

VD: Y, entonces usted mientras se regresaba a Guanajuato volvió a trabajar en el campo,

JG: Otra vuelta en el campo, otra vuelta, sí, pues esperando nomás. Había veces que al año me regresaba dos veces.

VD: Y entonces, por ejemplo, cuando, ¿cómo sabía usted que ya se tenía que ir?, ¿quién le decía?

JG: Es que mira, después nosotros aquí en la Ciudad de México, estaba por ahí por Vulturine(??), estaba un muchacho que arreglaba de acuerdo con los jefes de contratación, se llamaba Pedro Serón, que su abuelo te lo platicaría.

VD: ¿Pedro Serón?

JG: Pedro Serón, aquí estaba en Vulturine(??)

VD: Que era el que les hacía, que le pagaban a él.

JG: A ése le pagábamos un tanto por ciento, creo que $0.50 centavos (pesos) por semana o por año, no me acuerdo, no le pagaba mucho. Ese Pedro Serón y después que estábamos en una alianza que le nombraban estos. Ése te arreglaba, por ejemplo, le arreglaba a gente de Oaxaca, del Distrito Federal, iba a Guanajuato, iba a Jalisco, y ya avisaban, ya íbamos todos, él ya tenía las listas. Como iba la lista, iba sacando la gente y le pagaban hasta poco, pagaba uno por irse.

VD: ¿Usted le pagaba al que estaba allá en el rancho, un contacto suyo?

JG: Él iba, él iba pa allá. Por ejemplo, si yo, y yo, estos contratos ya me hacía la cuenta: “Hoy te juites”, y sí me fui yo con, no, no, me jui con Gobernación de Guanajuato, este contrato lo sacamos de Gobernación de Guanajuato, allí nos lo dieron pa irnos pa allá y entramos con ese de Gobernación, pero ése por ejemplo, dijera aquí: “Tú durates dieciocho meses, me vas a dar $0.50 centavos (dólar) por semana”, supongamos.

VD: ¿Cincuenta centavos de dólar?

JG: Ey. O aquí era dinero mexicano, pero ya se va al contrato, te hacían la cuenta por dólar. “Tantos meses son, tantas semanas son, me tienes que dar tanto”.

VD: O sea que…

JG: Pues era su dinero de él…

VD: ¿Le cobraba ya que terminaba su contrato?

JG: Hasta que ya venías de allá pa acá.

VD: ¿No antes?

JG: No antes, hasta las… por ejemplo, este año venía yo y ya duraba un año allá y venía aquí, me cobraba lo del año pasado. Y me volvía a contratar de nuevo y al siguiente año me lo cobraba, él no cobraba antes.

VD: Ah, o sea que lo anotaba pero le cobraba hasta que regresaba.

JG: Hasta que ya regresaba uno.

VD: Ah, y, ¿los que no regresaban, oiga?

JG: No, pos todos regresábamos, pos sólo que se muriera aquella gente allá.

VD: ¿No se quedaba gente de aquel lado?

JG: No.

VD: Que se escaparan.

JG: Casi todos nos veníamos. Es que mira, si tú te zafas de allá, ya La Migración te nombra como desertor de todos modos y te saca de donde estés también, porque es un convenio de los dos Gobiernos, a eso se basan ellos. No puedes salirte del lugar donde te tocó. Por ejemplo dice: “Me toca después”. Por ejemplo, el condado de Ventura, ya pa otro condado más delante, ya no me respetaban mis papeles.

VD: ¿Sí estaba empleado en un lugar donde no era?

JG: Sí, pues sí, pues ya tu lugar era aquél.

VD: ¡Ah!

JG: Podías pasearte, pero ya pa trabajar…

VD: Trabajar no.

JG: Pa trabajar ya no, ya a tu lugar nada más.

VD: Y, ¿lo sacaban entonces?

JG: No, pos te regresaban, o no te daban trabajo: “No, pues regrésate a donde estás, porque el contrato lo dice muy claro”. Ahí tiene un, tu condado de Ventura, el condado de Ventura pos es nomás de Los Ángeles para arriba.

VD: Y, ¿ya no se puede salir de ahí?

JG: De ahí de ese lugar ya no. Sí puedes ir a pasearte, como te digo, sábado o domingo puedes pasearte hasta donde quieras, pero el lugar de trabajo tienes que caer a donde está el contrato, pos muy clarito dice Ventura, o lo que sea.

VD: Sí, ahí tiene anotado el contrato. Y esto que me estaba contando, señor Santos, cuando estaba regando el algodón con este patrón que tenía que era bastante malo, ¿esto fue en Texas?

JG: En Texas también, pero ése ya venía yo recontratado de, ya venía yo del estado de Kansas City, ahí estuvimos al norte de Texas.

VD: O sea originalmente lo contrataron allá.

JG: Ahí hubo recontratación, en El Paso.

VD: Y, ¿lo mandaron a Kansas?

JG: Y allí me tocó. No, venía yo de Kansas City. Porque Kansas está para un lado y Kansas City está al norte de Texas. Ese estado se siembra mucho betabel, allí hay más trigo y betabel.

VD: Y, ¿estuvo en el desahije?

JG: En el desahije de betabel. Y ya cuando caímos a El Paso hubo recontratación de nuevo.
VD: ¿Ahí mismo en El Paso?

JG: Ahí en el mismo Paso, sin salir pa México.

VD: ¿En el lugar éste, en el campo militar?

JG: No, ése era otro campo, centro de contratación. Que ése militar, nomás un año, después lo cambiaron de ahí a otro lado por tanto problema que ocupa uno también, no creas. Y ahí ya llegamos, dice el muchacho: “El que quiera regresarse va a ver recontratación de nuevo de aquí sin salir pa México”. Ya nomás firmabas contrato nuevo y ya, y ya te regresabas, ya te mandaban al lugar donde era, donde te iban a recibir.

VD: Y, ¿ellos estaban trabajando?

JG: Nos regresamos muchos y ahí me tocó con un ranchero, pero ese ranchero, tenía, nomás era yo contratado; los demás eran que se habían pasado el río de mojados y nomás era yo de contratado con ese patrón.

VD: ¿Era el algodonero?

JG: De algodón, era algodonero. Allí es donde te digo que me quería pagar nomás $40 dólares por semana, porque eso les pagaba a los que tenía allí.

VD: Que no tenían papeles.

JG: No tenían papeles, estaban de mojados.

VD: Y su contrato me decía que…

JG: Y el contrato decía a $0.90 [centavos], porque aquí trae las horas, aquí trae lo que debe, a como pagan la hora.

VD: Sí, sí, sí.

JG: Entonces estaba el contrato muy clarito y decía $0.90 centavos (dólar) la hora. Entonces dije: “Carajo, si estoy trabajando trece horas y media, porque… ¿A la semana cuántas horas voy a darle por $40 dólares? Pues no me sale como a $0.50 centavos o $2 pesos el día”. Dije: “No, pues no me conviene”. Fue cuando le reclamé, no, le dije: “Mira, aquí está el contrato, aquí dice $0.90 centavos la hora”. Y en esa semana le saqué como $70 y tantos dólares, pa $40 que me pagaba.

VD: ¿Pero desde que usted le dijo…?

JG: Sí, pero yo… Sí porque los que tenía él eran mojaditos y yo era el único que contrataba ahí contratado. Dije: “No, pues a mí me vas a pagar lo que dice aquí en el contrato, yo no vengo de mojado”.

VD: Y, ¿qué le decía él?

JG: No, pues se jaló los pelos, pero sí me pagó. Pues sí, porque el contrato lo decía
muy claro.

VD: ¿Cuánto tiempo estuvo ahí con él?

JG: Duré hasta poco tiempo, no duré ni mucho, porque era muy difícil el señor éste. Era muy raro, muy difícil de, no le hallaba uno el…

VD: ¿Qué era él?, ¿mexicano o era americano?

JG: No, pos gabacho, era gabacho pero de esos malos, chaparro, gordito. Pero de esos que yo creo que malísimo era el viejo ése y no le duraban. Porque cuando me mandaron con él, me dijo: “A ver si tú le duras”, pero yo no le tomé…

VD: ¿No le duraban los trabajadores?

JG: No, y si, no le tomé yo mucha atención, hasta que ya llegué y ya en modo de mandar, dije: “Carajo, este viejo es malo”. Era malo ése, fue de las veces que anduve, fue el más malo que me tocó de ranchero. Porque cuando caes [en] una compañía pues no conoces ni al de la Asociación. Conoces nomás al mayordomo, pero como es compañía, no conoces los patrones.

VD: A los patrones.

JG: Pero cuando caes en un rancho, entonces sí.

VD: Él es el dueño.

JG: Él es el dueño.

VD: Y, ¿él era el que se encargaba de los trabajadores?

JG: Él es el que paga. Sí, pues él mismo andaba, él era el que se encargaba de ver los riegos, andar en su camioneta. Pues él se dedica nomás a vigilar y que esté de lo mejor, pero al tiempo de pagar, pues no quería pagar, como te digo, porque había mojados.

VD: ¿Quería pagarle lo mismo que a los otros?

JG: Lo que le pagaba a los mojados.

VD: Que les pagaban muy mal.

JG: Muy mal, $40 dólares por semana, e igual las horas y dije: “No a mí no me vas a pagar $40 (dólares)”.

VD: Por una jornada de hasta como trece horas me decía.

JG: Sí, pues trece horas. Fíjate, de seis a seis media hora nomás de las doce, ¿cómo va
a estar bien? Y luego la de la noche. “En la noche”, dije, “yo te voy a cobrar tres horas por una. Porque mira, no duermo, llego todo mojado”. Porque ya estaba el algodón bien grande, pues andas entre el riego y me daba una lámpara de carburo, porque esos rehiletes tienen que estar dando vueltas.

VD: ¿Los del agua?

JG: Los del agua. Y si se le pa[sa], se le atraviesa una basurita a aquél rehilete ya no da vuelta. Entonces aquella parte, nomás queda el chorro derecho pa acá y pa acá no.

VD: Ya no está regando.

JG: Y tiene que estar dando vueltas porque son seis horas que tienen todos que estar de acuerdo y mojan al mismo tiempo. Pero el que está parado no moja porque nomás [es]ta el chorro para un lado y pa[ra] el otro lado no. Entonces queda ese lugar como diecisiete metros quedan secos. Por esto daba la lámpara, desde lejos andar revisando cada uno, hasta me limpiaba, decía: “Esta cosa está dando vueltas”. “Sí, está dando vueltas”. Ya lo revisaba, todos eran como treinta y, como treinta y tres rehiletes pa acá y treinta y tres estaban preparados para las otras seis horas. Y luego ya movía estos pa adelante y ya cambiaba el agua pa acá y ésta la aventaba pa adelante, así va un, de la línea pa acá, unos atrás, otros adelante y pos tienes que revisarlos todos los rehiletes porque como te digo, si quedaba uno mal, entonces no… Si quedaba uno mal entonces, ese rehilete se quedaba seco y eran como diecisiete, dieciocho metros que iba a quedar seco.

VD: Y tenía que estar viendo uno por uno.

JG: Tenía que estar mojado, por eso daba la lámpara y era del modo que se duraba el señor ése, abría las ventanas y prendía a una hora la luz. A las meras doce la prendía y sonaba el demonio reloj que tenía yo en la cabecera que me ponía él, pos a fuerzas me levantaba. A la hora que llega la hora apagaba la luz, decía: “Ya es la hora”. ¿Pa qué pos quería yo reloj? Pos el reloj lo tenía él. Y había, y luego que a la una de la mañana me fui todo mojado, en lo que te calentabas, te quitabas la ropa para ponerla en un lado donde se secara la ropa, se te iba el sueño, ya eran las seis y luego sin comer, no daba tiempo. Decía yo: “Bueno, ¿entonces no me vas a dejar de comer?”. “No”, dice, “pos tienes que trabajar”. Hijo de la madre, pues ni modo vamos pa atrás. ¿Ya qué comía la gente? Y todo el día camine y camine, con razón andas durmiéndote y en veces das azadonazos al tanteo y en la casa estaba en alto y el plano donde andaba yo, los surcos larguísimos. Andaba apenas uno ya, camine y camine. Y esperando las seis y córrele a cambiar el agua y a mover la otra y espérate a la de las doce de la noche, esa era la más difícil.

VD: Y de ahí, ¿cómo salió señor Santos?, ¿cómo terminó ahí su contrato con este…

JG: Me fui a La Asociación, porque La Asociación que hay es un, unos peritos que tiene los, de aquí de México, que tienen ahí a los…

VD: Como inspectores, como…

JG: Sí, algo así. El cónsul tiene sus guías afuera. El cónsul ése estaba en Houston, y donde estaba Houston a donde estaba yo, lejísimos.

VD: Y, ¿cómo sabía usted que le podía hablar al cónsul?

JG: Ya uno ya se daba cuenta de tanto tiempo. Dice: “Ni modo de avisarle al cónsul”, pero también se hacen mañosos. Es que ahí llevan su mochada también.

VD: Los cónsules.

JG: Pues esos, ¿cómo tú crees que no?, ¿no crees que no les dan también lambidita? Su sueldo que les den de aquí, no falta. Los rancheros le saben el lado flaco al mexicano. El único consulado que yo conocí en esos años que te digo, cuando estuve en Pecos, que tuve ése, estuve en Lovington, Nuevo Mexico también, estuve en ese rancho. Había un consulado, lo que no me acuerdo cómo se llamaba, era de Celaya, un grandote bigotón y el viscónsul era su sobrino, era de Salvatierra. Ese consulado sí fue uno de los consulados que sí ayudaba a la gente. Te voy a decir por qué ayudaba a la gente. Mira, cuando veníamos de Lovington, Nuevo México, que ahí dure también como ocho meses, en Lovington, cuando se cumplió el contrato nos trajeron pa afuera, a un campo militar.

VD: En México, de este lado…

JG: No, en Texas. Era un campo militar y tenía bastantes barracas. Y ya ahí tenía las camas ya preparadas pa la gente. Llegamos de Lovington en la noche, ya en la noche, pues llega uno: “Pues ya vamos pa allá a descansar”, y corrimos cada quien a agarrar su cama. Pero entre esa gente hubo unos que fueron a ver un salón donde estaba el baile de puros del Gobierno, puros militares, pos de La Migración y se empezaron a asomar por las ventanas, el serpentín, viendo a los gringos bailando pues, con sus familias, sus esposas, ¿no? Y empezó la gente a gritar. Y se enojan los gringos y el jefe de La Migración da orden que a las doce de la noche, que eran las doce de la noche, a esas horas nos iban a sacar pa México. Nos aventaron para México, ahí a ver qué pasaba. “Abran el puente y échenlos pa fuera”, como animales raros por allá pa México. Entonces el Consulado, ese de Celaya, llegó como cerca de la una de la mañana y con el viscónsul que era su sobrino, y a echar pleito con La Migración. Dijo: “Mira, estos hombres no los recibo ahorita yo en México, yo soy el consulado y no los recibo en México”. Ése estaba como unos cincuenta metros atrás del puente, estaba su residencia del consulado, la casa del consulado que tienen en El Paso, Texas. Una residencia enorme en el mero centro del pueblo, esa es de México. Dijo: “No te recibo ni uno”, dijo, “si me los echas pa fuera, pa México, sobre ti va lo que les pase a ellos. Pueden matar a un mexicano, algún un bracero, pueden matarlo, robarlo y sobre ti va todas las cosas”. Como quera, cómo le hizo el consulado y se peleó y ya dijo: “Todos a sus camas otra vuelta”. Y nos regresó. Ése fue el único que nos apoyó. Nos regresamos todos a sus barracas ya estábamos con las mochilas ya pa subirnos al camión.

VD: Y, ¿lo regresó?

JG: Él fue el que nos regresó. Se fue y se metió a donde andaba toda La Migración, sabía bien el inglés y no, y era de ánimo yo creo el viejo, porque no lo dejó. Y nos regresó a dormir otra vuelta. Dijo: “Los recibo hasta las ocho de la mañana, mañana, es la hora que los voy a recibir”, porque ése lo recibía en la puerta a uno. Tenía que pasar el puente y estaba el consulado ahí. “¿No tiene novedad muchachos?”. “No, pues no”. “Vamos pa juera”. Y cuando llegábamos temprano, yo llegué una vez a su casa temprano a la residencia esa, dijo: “Pueden acostarse aquí un rato a descansar aquí en éste parque, todo este prado que está aquí es de ustedes aunque sea terreno de Estados Unidos, pero es la casa del consulado, que soy yo y yo estoy representando a México y este terreno es pa que se acuesten o se revuelquen, ahí ustedes lo que quieran ahí, en el pasto”. Estaba el jardín bien bonito, la residencia era con una aguilota arriba, chula residencia que tenía el viejo ése. “Éste es de México, es de ustedes y pueden acostarse aquí”. Y en eso, cuando veníamos a eso, precisamente veníamos de Pecos, que te digo que estuvimos ahí, todos los que veníamos ese día, tráibamos velicitos, yo traía un velís grandecito con mi ropita y todo eso. Y pasó uno y no nos fijamos, le arrebata un velís a un muchacho y se lo lleva, y el puente estaba cerquita. Cuando empezó, dijo: “Mi velís, y, ¿mi velís?”. Y ya empezó a gritar: “¡Mi velís!”. Y luego luego hablaron al puente: “Cierren el puente, que no pase nadie pa México”. Pero casi La Migración les escupieron, La Migración de Texas, pero casi los escupieron. Mira, se vino un de estos del Gobierno a revisar carro por carro, carro por carro y el muchacho que traía el velís que se lo había robado ya iba saliendo el puente y que lo regresan con todo y velís pa fuera. “A ver, vente”. Pero antes de entregarle el velís al dueño le dijeron: “¿Quién es el dueño?”. Dice el muchacho, uno dice: “Es mío”. “¿Qué traes arriba?, luego luego de ropa, ¿qué es lo que traes encima?”. “No”, dijo, “traigo tres jabones”. “¿De cuáles?”. “Camay”, dice, “traigo tres jabones, son los primeritos que andan encima”. Y ya dio las señas de la ropa que traía encima. “¿La llave?”. “Aquí está”, y ya lo abrieron y sí estaba, estaba lo que él había dicho, estaban en la mera orilla del velís.

VD: Y, ¿era el suyo, sí?

JG: Y era el del muchacho ese. Y los papeles del muchacho se los quitó La Migración y los rompió.

VD: ¿Los del que había robado?

JG: Del que había robado y dijo: “Tú no vuelves a entrar más aquí a Estados Unidos”. Y se los rompieron, lo retrataron, le tomaron huellas, dice: “No vuelves a pasarte tú aquí. Fíjate con tan poquito, que estás robando a estos hombres que vienen de trabajar allá, ¿se los vas a robar tú? Eso ya no es justo”. Y ahí le rompieron los papeles y él jue al consulado ése.

VD: ¿Este mismo que los había defendido?

JG: Ése que nos había defendido, ése jue.

VD: Que era como el representante de ahí en donde estaban ustedes.

JG: No, era el consulado de todo, de todo Texas.

VD: ¿Ahí en El Paso?

JG: Ahí en El Paso, es el que manda todo Texas y ése era de Celaya, grandote moreno, bigotón, y el viscónsul, o sea su segundo que se llamaba nomás viscónsul, ése era de Salvatierra, de la misma familia de él. Y cuando yo la última vez, esa mica que me entregan, me dice el cónsul, dice: “Mira paisano”, dice, “si no hicites dinero, no arreglates papeles, no arreglates nada, vete a la Ciudad de México, vete a Monterrey, vete a Guadalajara y búscate un trabajo porque es el último año que, ya no va a haber contratación”.

VD: ¿Él le avisó?

JG: Él me dijo, y dice: “Y no va a haber, así es que búscale, paisano”, dice. Como Salvatierra y el Valle están cerquita, se le conocía hasta el Valle bien el viejo, ese señor. Dice: “Mira paisano, búscale, pero vete a la Ciudad de México, no busques otra más que allá, porque ya contratación no va a volver a haber. Ni arreglaste papeles, no tienes dinero, así es que búscale a ver dónde te vas a vivir. Nomás que vete a la Ciudad de México”, él me dijo, me acuerdo que me dijo él. Y luego el consulado dice: “Sí, paisano”, dice, “porque ya no va a haber, es el último año que ya, [19]64 no vuelve ya a haber contratación, como ha habido, no”. Y ya.

VD: Se acabaron ése año.

JG: Se acabaron, esa fue la última contratación que hubo.

VD: Y que además, bueno, es que estuvo en muchos lugares, después de estar aquí en Texas en el algodón, ¿a dónde le tocó?

JG: Mira, después de Texas, me tocó una vez a California.

VD: ¿Qué hacía por allá?

JG: A Santa María a piscar fresa, hasta ahí. Después me vine, me tocó a Billings, Montana. El siguiente año, con lo que yo gané, en Montana te daban a ti un papel de lo que habías ganado en la temporada y pues, mi papel como de buena conducta.

VD: ¿Como una carta que les entregaban?

JG: Ándele. Y el siguiente año volvimos a irnos pa Chihuahua. Fue cuando se fue mi compadre Jesús y Ángel Solís, y los de San Antonio. Cuando, me dice el representante de La Migración de ahí de Chihuahua, dice: “¿Quién trae papeles de buena conducta que haya ido a Montana el año pasado?”. Entonces saco yo mi papel, la llevaba yo. Dije: “No, pues yo estuve allá. Pero como ya ganaba, yo ya había ganado yo bastante dinero yo, y un dicho José Chávez de San Diego”. Dice: “¿Cuántos traes más así como tú pa trabajar, cuántos vienen?”. “Pues veníamos varios”, le dije, “unos diez, doce”. “A ver, llámalos a todos y ponlos aquí”. Le llamé a mi compadre, a Ángel Solís, a Nicolás el de Eva y a los Sierrillas y me junté un buen bonchecito, dice: “Órale, todos pa adentro”.

VD: Y, ¿se los llevan otra vez a Montana?

JG: No, ya fuimos al estado de Kansas City, al norte de Texas, al betabel también al desahije.

VD: ¿Qué había hecho en Montana?

JG: El desahije de betabel, también.

VD: Desahije también.

JG: Y también en Billings, Montana. En Kansas City también fue desahije de betabel. Entonces ya me jalé toda esa gente con ese papel que yo tráiba, porque había ganado más de la cuenta. Si yo hubiera ganado $300 dólares ó $400 dólares no me la hacían buena, porque cuando tú venías de allá que traías $300 dólares: “¡No, mano!, carajo, no desquitas ni el traslado del sueldo que pagaban los gringos por llevarte allá. No, mejor tú pa allá no vayas, ¿a qué vas? Vas a dormirte, no le conviene al patrón”. Son, ¿cuántos estados?, son como dos mil y tantas millas. “¿A qué vas?”, dice, “mejor quédate en tu casa, vete aquí a Texas”. Y con ese papel me jalé a toda esa gente yo.

VD: Casi se fue ahí otra vez al desahije.

JG: Y nos fuimos al mismo desahije. Ya no nos tocó en Montana porque ya se había terminado la gente de Montana, ya no había ahí, si no, nos vamos pa allá. Pero ahí pues nos fue igual también, también pagaban bien.

VD: ¿Le fue bien en el betabel en Texas?

JG: También ese betabel, también nos fue bien ahí.

VD: Y, ¿fue otra vez?

JG: Y fue cuando me contraté, me recontraté pa Texas con el viejo ese malo, ya no salí pa México, dije: “No, pues aquí hay chance, vámonos pa acá con éste”.

VD: Y le tocó algodón con ése señor.

JG: Y me tocó con el viejo ese malo, ése. Y a mi compadre Jesús y a Ángel Solís les tocó en otro rancho y a mí me tocó solo con ese viejo.

VD: Y, ¿terminando con él?

JG: No, pos ya me le vine porque ya no le aguanté, porque pos no quería pues. Diario era pelearnos por el sueldo, quería darme los $40 dólares por semana, que eso era lo que ellos pagaban. Le dije: “No, pues a mí no me conviene. A mí me pagas lo que dice el contrato, por eso es un contrato que vine. Y aquí dice muy clarito, $0.90 centavos (dólares) la hora”. En California se pagaba a $0.95 la hora después la subieron a dólar y acá de todos modos quedó en $0.90 centavos en Texas.

VD: Y, ¿le pagaba eso?

JG: No, pues quería darme $40 dólares. Pónle trece horas diarias en diez días, ¿cuántas horas eran? Era un resto. Y luego las de la noche. Le cobraba yo tres, se paga triple, porque allá en California las compañías grandes cuando, por ejemplo, van a ser las seis de la tarde y llega algún pedido, entonces le dicen: “Si andan tres cuadrillas con tres o bastantes, cada una busque mayordomos”, dicen, “bueno la compañía fulana, háblenle al mayordomo fulano por radio, que se quede dos o tres horas más porque se necesita el trabajo”. Entonces le hablan, ya dice aquél: “Muchachos, nos quedamos tres horas más, después de las seis, nos quedamos tres horas más, ¿cómo ven? Ya saben que es triple”. “¡Ah, pues cómo no!”. “Pos vamos a quedarnos mayor”. Entonces como esa cuadrilla no se raja pa horas extras, siempre la buscan. Y la cuadrilla que empieza a pujar, aquel mayordomo que no quiere, que empieza a pujar, no, pues esa ya no la ocupan. Y ahí hay recontratación a aquella cuadrilla que siempre saca el trabajo, esos son los que se quedan. Ése es el costo que tiene uno allá, si tú eres un mal trabajador y eres flojito y empiezas a estirarte y todo eso, nomás te están mirando. “Éste no desquita”. Y llevan a uno pa amolarlo en el trabajo, aunque te paguen poco, pero de eso tienes que hacer lo que la compañía o el empaque digan. Que son empaques, por ejemplo, que en veces les llega, como aquí, veces algunos negocios venden mucho y veces que llegan malo. Así ese día llegaba un pedido grande de, digamos, de lechuga y no completaban con la que había, exigen a la gente que se quede pa completar una cierta cantidad más de cajas que faltan de lechuga. Por eso dice la gente: “Quédense a cumplir el pedido que hay en el empaque”. Son pedidos de empaque que son. Por ejemplo, dice uno: “Pos me faltan”, supongamos quinientas cajas, “para surtir todo”. Aquella gente la dejan pa que se quede, pero al momento te llevan tu lonche para que cenes y seguir trabajando. Y a la hora de llegar al campo, ya tienes comida especial. Hablan luego luego al comedor: “A la cuadrilla fulana, son tantos, háganle comida especial”. “¿Qué quieren de comer muchachos?”. “Esto y esto otro”. “¿Qué quieren de tomar?”. “Pues leche”, es lo que más pedía uno. Ya te tienen mitad de pollo rostizado a cada plato y unas jarrotas de leche.

VD: Y, ¿eso dónde fue, señor?

JG: Esto en California.

VD: En California.

JG: En California.

VD: ¿Estaba piscando lechuga?

JG: Andábamos en el valle de Stockton, el campo se llamaba Bernalis. Ahí piscábamos lechuga, ahí estaba Cano, pero Cano estaba en otro campo, en Tracy estaba él ahí. Entonces él andaba con un ranchero, estaba con un ranchero, hizo tratos con una compañía.

VD: ¿Una Asociación grande?

JG: Su compañía agarraba desde Matamoros, todo el valle de Texas, todo Arizona, Nuevo México, entraba para California, agarraba por Salinas y daba la vuelta. Todo el año ese era su trabajo, sembrar la lechuga, desahijarla y cosecharla. Y se va a otro campo y siembra y cosecha, las siembras van adelante y ellos van desahijándola hasta que la terminan y conforme va acabándose la lechuga, ellos van caminando todo el año. Y dan vuelta, de Salinas se regresan a Stockton, ahí se termina. Ahí se termina toda la lechuga y vuelven a entrar al terreno de Matamoros.

VD: Todo el campo…

JG: Todo el recorrido que se hace todos los años esa compañía, pero trae mucha gente. Y trae todo, la compañía trae todo, todo. En la noche traen camiones con cantidad de focos y vas piscando en la noche, porque ya pa allá para Arizona se pisca en la madrugada, de las diez de la noche a las cuatro de la mañana. De las cuatro en delante es cuando cae el hielo y en la noche están los focos, el gentío les traen estéreo, les traen tocadiscos, canciones…

VD: Ah, ¿sí? Y, ¿ponían música además?

JG: Sí, le ponen música a la gente. Haz de cuenta que estás en el día.

VD: ¿Eso fue en Arizona?

JG: Esa compañía eso es lo que trae.

VD: ¿Usted trabajó en esa misma en Arizona?

JG: Estábamos en esa compañía en Stockton. En esa compañía caímos nosotros allá. Ya fue al final, ahí terminaba la corrida, le nombran ellos la corrida. Ahí se empieza la corrida, le llaman ellos corrida, aquí empieza en Matamoros y se van.

VD: ¿Los siguen?

JG: Los que ya trae esa compañía contratada con ellos, esos todo el año hacen su trabajo, todo el año. Entonces ya caímos allá, pero caímos a esa compañía.

VD: Esto en California, ¿fue después de estar en Texas?

JG: Sí, ya fue después de Texas. Porque en veces íbamos a Texas, en veces. Pues sí, toda la gente le buscábamos pa California mejor.

VD: ¿Allá era donde mejor se pagaba?

JG: Sí, en California, otros estados, pero menos Texas. Ya llegaba, por ejemplo, llegaba una carta al rancho y ya decía la gente, ya nos conocíamos: “¿On ta fulano?”. “Pos a ver, vele en el sobre la dirección. Uh, está aquí en Texas”. Nadie quería ir a Texas, más sin embargo dicen que está mejor que California, ganan mejores sueldos.

VD: ¿Ahora? Pues quién sabe, fíjese.

JG: Pos los que trabajan en las obras.

VD: Ah, ya no en el campo.

JG: No, en el campo ya no, en la obra.

VD: Que en esos años, todos los que se iban a Texas casi al algodón, ¿verdad?

JG: Puro algodón, puro algodón.

VD: Y no salían muy bien los contratos.

JG: No, pos luego te agarrabas el tiempo porque es temporal. Cuando es riego, es bueno, pero cuando es temporal, si llueve, se da y si no. Caminas un resto de, los surcos casi tiene, ya medio, un kilómetro y vas saliendo con treinta, cuarenta libras. Y si es de riego, pos no caminas mucho cuando llevas cien libras y ya te alcanzas a hacer tal vez quinientas, seiscientas libras de algodón. Pero en el de temporal, los capullitos pachichis ahí que no alcanzan a reventar el capullo. Y cuando es de riego, que el algodón es chiquito así, los capullitos de cuatro gajos y la semilla grande, pues todo se pesa. No, pues no caminas mucho cuando ya tienes… Había gentes de La Laguna y de Torreón que un día pa estas horas ya tenían seiscientas, setecientas libras. Esas son máquinas, no son personas. Cuando uno piscaba, yo llegué a piscar como quinientas cuarenta y tantas [libras], fue lo más que llegué a piscar y ya era de los, también de los buenos, porque ya pa que pisques quinientas libras ya está…

VD: ¿En un día?

JG: En un día, tá difícil. Pero hay que moverle las manos y que no te duela la cintura para ir a la chamba. Jalando la gente saca de cien, de ochenta a cien libras, pos ya va uno camine y camine ya en las tardes de donde saca a comer, aquí donde está la mesita aquí de doce, catorce pies y así de grandote. Las palmas se quedan como un poste pa arriba derecho.

VD: Y, ¿de tratos, señor Santos, dónde era mejor el trato que recibían de la gente afuera pues…

JG: Del pueblo.

VD: De otros americanos y de los mayordomos.

JG: Mira, el mayordomo, todos casi son buenos.

VD: ¿No tuvo malas experiencias?

JG: Malas, no. No, todos casi son buenos, porque la ley allá es diferente a nosotros. Si tú vez un mayordomo diferente a, que sea malo contigo, lo reportas y la compañía inmediatamente lo cambia.

VD: Y, ¿cómo los reportaban ustedes?, ¿con quién los reportaban?

JG: Con el, con cualquier patrón, porque la compañía… Tú tienes, vamos, cien acres de lechuga, yo tengo otros cien de elote, que le nombran, es verdura, pero si te hace mal a ti el elote, le reportas con el otro y aquél lo reporta y ahí dice: “Ese mayordomo no nos conviene”. Te voy a decir por qué mira, una vez estando yo en Stockton, que estábanos con calma, andábanos tumbando el elote, lo desahijamos la milpa chiquita, después ya más grande, y luego ya estaba en elote, cuando estaba el elote te dan unas brochitas con que se enjabonaba uno pa hacerse la rasura y un bote de polvo. Ese bote, esa brochita la metes al bote y se lo vas echando al elote en los cabellitos que salen del elote pa que no le entren gusanos y se quede el grano. Andábamos nosotros ahí, en eso andábamos muchos del rancho y andábamos con ése, con ese ranchero, pero cuando empezamos a cortar el elote, iba un español en el tractor; un tractorcito chiquito que va jalando las trailitas. Echan cuatro destes de surco pa allá y cuatro pa allá y en cada elote le vas aventando la trailita. Entonces, ese español era un chaparrón, ha de haber sido corajudo el viejo. Nos iba pegando, íbamos nosotros en el surco donde van las redilas del tractor, entonces la ruedita iba rodando y nos iba pegando en las corvas aquí, y nos iba dejando rojo. Pero de tanto y tanto me dio a mí coraje con este viejo, ni nos deja cortar el elote bien, porque lo llevaba el tractor muy recio. Pero al pasar la ruedita la caña, la ropa y no te daba tiempo, porque hay que cortarle dos elotes nada más a la mata, porque las matas dan cuatro, las hacen pa hacer cuatro elotes. Pero si tiene cuatro y dos grandes, cortas dos grandes y échalos a la trailita. Ese elote lo quieren pues para, pos pa desgranarlo en grano el elote, sí, nomás. Y todo el que se va quedando ese lo piscan pa el ganado. Meten unas máquinas al ras de la tierra y van haciendo el polvo, lo van picando y eso es lo que tienen unos hoyos grandísimos de, en la tierra donde van echando toda la pastura verdecita, recién picadita y la van tapando con tierra, no sé que curación le echan y esa nunca se echa a perder. Se la dan a los establos y haz de cuenta que la acaba de cortar. Y llega este fulano y ya, ya me iba cayendo mal el viejo y le digo al otro: “¿Sabes qué?, ahorita le voy a meter un elotazo a este viejo en la cabeza. Toque lo que toque”, dije, “ya me trae”. Ya mi pantalón lo lleva de las rueditas de esas que estaban rueditas chiquitas del tractor cuando iba a pagar. Nomás me fijé dónde estaba y que corto un elote y pego el elotazo en la mera cara. No, pos el viejo se enojó y se bajó y llegó el japonés y…

VD: ¿Era el dueño el japonés?

JG: El dueño del terreno. Y ya llegó el japonés y fue y lo trajo el español y ya vino el viejo y a medio mocho me hablaba, dice: “¿Por qué le pegó a este señor?”. Le digo yo: “Mira, es que mira los pies cómo los traigo de rojos”, le dije, “es que va muy recio”. Y nomás lo vio a él y ya le digo: “Mira, fíjate pa atrás en los surcos cómo hay de elote”. Ahí fue donde me lo jodí al español yo. “Y fíjate pa atrás cómo hay de elote. ¿Tú quieres el elote? Míralo pa atrás”. Y se fue al viejo el español se va para atrás el japonés. Pos a una caña le quitaba elote y la otra no le alcanzaba a cortar porque no te daba tiempo y así. Y que va encontrando en los dos surcos, un resto de cañas de elote que no le habíamos cortado ni una, eso fue lo que le falló al español y dijo: “No, pos me estás haciendo perder mucho dinero”. Dice: “Mira cuánto elote hay pa atrás”. Y ya vino y le hizo el cheque, tenía como tres, cuatro horas trabajando, le pagó y se fue.

VD: ¿Lo despidió?

JG: Él lo despidió luego luego y fue y trajeron otro. Y ya le dijo el japonés: “Te vas al pasito porque el otro que corrí”, no, pos le echó, lo maltrató feo. “Fíjate pa atrás cuántas matas me dejó. Ahora cuántos surcos ha venido cortando este hombre, si este hombre no le pega el elotazo, ni cuenta me doy se queda todo el elote”. Yo ya enfadado. Por eso me decían unos de San Antonio, me decían: “Cuando le pegates al caballero”. Pos ese era el caballero, es que me decían unos allá Juan, el Lolo, Lolo Álvarez, me decían: “Oye, ¿cuándo le pegaste al caballero?”. Pues ellos andaban ahí con nosotros y se dieron cuanta que le pegué el elotazo en la cara, que ya no aguantaba. Pos nos iba aventando. Ahora que si nos, hubiera estado mejor que nos hubiera quebrado un pie, te hubiera yo pagado por vida; era fácil que se quebrara un pie.

VD: Y, ¿qué tal que no le pagan?

JG: No, sí pagaban, la compañía sí pagaba, ey.

VD: ¿Les pagaban los accidentes de trabajo?

JG: Un dedo que te cortaras, te pagaban un resto de dinero. Sí, es más, tú trabajando, llega la rueda pues te tumba, lo primero que te tiene que quebrar un pie.

VD: Pies, claro.

JG: Sí, y ahí te hubiera por vida, pagado ahí, le ha ido mejor Yo fui el que le pegué el elotazo, y ya después me agarraron todos, como andábamos como unos catorce de conocidos, no de mi rancho, conocidos de ahí. Pinche españolito, qué buen elotazo le pasó. Oye, pues ya me tenía enfadado. Pos ya me tenía, andaban que Ramírez, todos esos Ramírez andábamos juntos, los Cabreras. No, ya me tenía enfadado el diablo de viejo, dije: “Oye, pos carajo, ya a cada rato nos iba aventando y el coraje que le dio al patrón era que le cortabas, como están las cañas juntitas y grandotas, había cañas que tenían tres, cuatro elotes y encontraba la caña con todos los elotes sin cortar ni uno, eso fue, por eso me la creyó más el viejo a mí. No porque me había cortado la pata, sino por el elote que iba dejando tirado. Ése era su coraje de él, porque había una naranja, un aguacate, un elote y para ellos es dinero, porque…

VD: Se les queda ahí.

JG: Se les queda tirado y ellos trabajan pa tener producción y luego que dejes… Si vas habías de juntar unas veinte toneladas y dejas dos tiradas, pues no es negocio para ellos. Ellos esa es su cosecha es, una naranja que les cortes de los árboles te la quieren cobrar a como vale en Nueva York, no como vale en California. Lo que vale allá porque las transportan pa Nueva York todas.

VD: ¿Se las llevan, sí?

JG: Sí, toda la naranja, el aguacate. Ese es su coraje, que les robes una fruta, porque ellos pierden. Así el ranchero ese, ¿cuánto elote se le iba quedando?

VD: Claro.

JG: Nomás que me animé y le tocó el elotazo y bueno, pues ni modo, ahí me salvé yo, y salvé al viejo porque, ¿cuánto elote se le iba a quedar? Y de otro modo no le quedó mucho elote, porque pos ya después metió al otro al pasito, a veces que iba dormido. “Levanten ese, que se levante y ya no esté dormido”. Pero es que es lo bueno de ir al pasito. Y el español iba recio, ese no le interesaba el elote.

VD: Quería terminar nomás.

JG: Quería rápido que se acabara, pero se quedaba mucho y sí le metí su buen elotazo en la cara al viejo español ese.

VD: Señor Santos y, ¿de la gente?; de lo que le preguntaba yo del trato que recibían de la gente, de los norteamericanos cuando ustedes iban a los pueblos en su día de descanso.

JG: Pues mira, en los pueblos, lo que es gringo, gringo casi no se metían con uno. Ibas por ejemplo tú así, no te decían nada. Entrabas a un restaurán aunque juera americano, yendo tú limpiecito, no te decían nada. Ibas de un pueblo a otro en un autobús o en el bus que le llaman ellos allá, tampoco, no te decían nada. Que ibas tú, pagando tu boleto, ya ves que no hay primera, no hay segunda, todo es igual. Compras un boleto ahorita, al año todavía vale ese boleto del autobús. Lo que hay más difícil es con la misma sangre de uno. El negro siempre se probó que es el negro, es mañoso, te roba, no falta el que golpea. Pero todo eso del mal trato, con la misma raza de allá, casi te voy a decir que es la gente. Casi todos esos problemas salen en las cantinas. Ahí es donde casi sale por lo regular todos esos males que tienen contra uno, que siempre el mexicano, el pocho que es de allá, siempre te ha de hacer mal a ti de bracero, siempre te ha de hacer un mal, pero es la misma sangre de uno. Si tienes, por ejemplo, un primo hermano que esté allá y vas tú a visitar a la casa donde ellos vivan, siempre te ha de hacer el mal porque tú eres ilegal para ellos, tú eres la gente de la tercera edad, ya como quiera que dicen. No quieren, no quieren aunque sean primos hermanos, no nos quieren.

VD: Y, ¿qué les hacían?

JG: Pos mira, en primer lugar ahí vas tú a visitar una casa de ellos y ya no te habla más, si el tío te habla por necesidad o la tía, pero los hijos de aquel señor que había allá te ven a ti como animal. Entre más chiquito se ve, más orejoncito uno, siempre lo hacen menos. A muchos los hacían quitarse los zapatos porque van a manchar la alfombra adentro, pero es de la misma familia. Entonces, siempre nuestra raza, donde quiera te ha de hacer menos. No había de día la gente que ya estaba ahí, no hay estima tan mala que la de el propio padre. Pos sí, porque ya se sienten superiores el que vive allá. Tienes algún familiar allá y vas tú de visita y: “Pos, él viene de México”. Ya se creen ellos americanos. Aunque no sepan, porque hay cantidad de gentes allá que no saben ni el inglés tampoco, cantidad de gente. Hay unos que viven aquí y saben mejor el inglés que los que viven allá. Hay gentes que no saben ni hablar el inglés siquiera; familias enteras que no saben, aunque sean nacidos allá, ya son nacidos allá, ya tienen escuela. Pero el que va de sopetón de aquí nomás y pues duran cuatro, cinco, seis años, no saben ni el inglés, ni defenderse saben también, de los mismos patrones. Eso siempre va a ser igual. La gente de allá, la que es mexicana, la que vive allá la mera verdad, hay unos que tampoco yo creo que no tienen ni pa comer también en veces.

VD: Y, ¿aún así los trataban mal?

JG: Sí.

VD: Y, ¿en las cantinas, qué pasaba allí en las cantinas?

JG: Pos sí, en las cantinas se pelea la gente con, ya sabes, pues el vicio. Se pelea la gente con los pochos que le nombran allá. Porque son los pochos los que ya viven allá, ya se creen de allá. Y dice no, pos pochos y braceros no se pueden ver; mexicanos y negros tampoco no se pueden ver, pero la misma Migración no deja que entre el mexicano a una cantina de negros.

VD: Ah, ¿no los dejaban entrar?

JG: No, no los dejan entrar porque las dos razas son violentas igual y en una cantina de americanos no dejan entrar muy fácil a uno, pero te voy a decir por qué.
Estábamos nosotros en Oxnard(??) cuando empezó este contrato, fuimos al pueblo en Oxnard(??), había una calle que le nombraban La Seis, ahí iba la gente a tomar. Y me junté yo con un muchacho, digo oyes: “¿Qué diablos vamos a hacer?”. “Vamos a meternos a esta cantina”. Nos tomamos dos cervezas nada más, pero pa platicar se toma, me metí una adentro, porque en el campo no estabas a gusto y en la cantina era puro pleito; pues mejor nos sentábamos, yo y ése: “Vamos acá”. Con dos cervecitas no pasamos por lo menos unas tres o cuatro horas ahí platicando, porque a ellos no les gusta que tomes mucho. Y ya llegamos y llegó un borrachillo atrás de nosotros y no dejaban entrar a la raza, no dejaban entrar a uno. Y nosotros nos metimos, no nos hicieron nada, pedimos una cerveza, duramos platicando ahí un resto, porque el americano tiene costumbre, que va, puede ir él, su señora o una hija. Porque no porque sea cantina, la cantina te venden leche, te venden pastel, te venden no sólo tomar, es familiar, vamos. Y llegábamos nosotros y pedimos una cerveza, yo y el otro, yo la pagué o él la pagó. En siguiente nos estábamos soltando, duramos como cuatro horas ahí adentro, no nos dijeron nadie nada, pero en eso llegó un muchacho atrás de nosotros y pidió una cerveza y se la aventó toda al hilo. Y luego sonó en la mesa, lo que les cae mal a ellos, sonó en la mesa que le trajeran otra. Entonces ya la que se tomó le costó $0.25 centavos, esa así valía, la que vino ya con la otra ya se la dieron a $0.50 centavos, ya le doblaron. De rato, pidió otra, se la dieron a $0.75 centavos y luego otra, y ya se la dieron a dólar, y ya se enojó el chaparro. “No, ¡Hijos que de esto y que el otro!”, dice, “allá en la cantina en La Seis, me tomo cuatro cervezas con un dólar y aquí me la están dando a dólar”. Solito se salió y ya salió el mesero y dice: “¿Saben por qué le dimos las cervezas así? Pa que se salga, porque este hombre así como está tomando al rato se va a volver loco aquí”.

VD: Y a ocasionar problema ahí.

JD: Y es lo que no le gusta a la gente, por eso se las dan más caras”, dice. Y solito se salió, no necesitó correrlo. “¿Pa qué lo corrimos?”, dice, “él solo se salió”. Y así, y de ese modo viví yo ahí. Pero jue tocante en el vicio, por eso lo trataron mal a él; a nosotros no, pero a él sí lo trataron mal. Quien sabe que se iría diciendo de la cantina, pero no jue culpa del cantinero, sino algunas cosas que iba a provocar ahí, por eso lo hicieron así.

VD: Y, ¿en restaurantes o en los cines eso que no los dejaran a ustedes entrar en algún lugar?

JG: No, en los cines aunque sean americanos, tú pagando sí entras. Hasta se podía, se dormía uno. Entraba uno con bolsas de palomita, si no tenías otra cosa a qué salir, ahí le dabas dos vueltas a la película, nadie te corría pa fuera. Ahí sigue, ahí puedes ir a dormirte un rato o toda la tarde si quieres. Tú pagando, te metes pa dentro. Ahí no hay de que: “Ya se acabó la película, vámonos”. Y no, sigue y sigue y sigue. Puedes doblar dos veces o tres veces la película y ahí estás tú sentado. Si no tienes a qué salir, si está fresquecito ahí o está haciendo frío y ahí está calientito, pos tás a gusto, ahí no hay necesidad. El autobús también, te subes tu vestidito y limpiecito, camisa limpio y vestidito, al restaurán también igual. Yo llegué a entrar a restaurán. Luego te atienden a uno y atienden más a la gente que es de campo. Por ejemplo, si va alguna persona que va de viaje, de traje y todo eso, que va de viaje y en su carro; y llego yo, que saben que yo me voy a trabajar, me atienden más rápido a mí que al que va de paseo, porque este hombre va a trabajar. Y hay lugares que aquí en Texas, me decía un vaquero que tuve, conocía yo a un vaquero y decía: “Hombre de sombrero mucho bueno donde quiera, hombre de esos nomás así peinados”, dice, “esos no son buenos ni aunque sean americanos”, dice. “Porque están sentados en las oficinas nomás a ver cómo te roban a ti dinero. Y el de sombrero”, dice. Sí anda trabajando, ése no tiene pleito con nadie más que su trabajo y hombre sin sombrero”, dice, “no, no sirve”. Porque tenía, un tío de él tenía un hijo, dos hijas, estaba casada con un ganadero que era el de sombrero y la otra estaba casada con uno que trabajaba en el Gobierno en Houston. Dice: “Ése de Houston”, dice, “ése anda así peinadito, tá en la oficina poco gordito, nomás está ahí viendo”, dice, “a ver cómo te roba y Juan”, se llamaba Juan el otro yerno de él, “Juan es ranchero, es de sombrero, ése sí es bueno porque él trabaja con su caballo, anda viendo sus ranchos, su ganado y aquél nomás está pensando a ver cómo va a robar”, dice, “a la gente”. Y no lo querían, ni el primo lo quería, decía: “No, aquél no. Este de sombrero es bueno, este sí es bueno. Y el que no usa sombrero, ése malo”, dice, “nomás está pensando a ver cómo te va a robar”.

VD: Con qué les quitaba. Oiga señor Santos, y que usted recuerde, en los campos de trabajo, ¿cuáles eran las quejas más frecuentes que tenían los braceros?

JG: Pos me imagino yo que en veces la comida.

VD: La comida.

JG: En veces la comida. Porque el trabajo puede ser igual todo. Claro, si hay un mayordomo que trae tres cuadrillas, pos hoy te toca a ti un trabajo malo, mañana te cambian a otro trabajo y así, porque las compañías, aún para mayordomo las mandan: “Vete tú pa tal parte”. Y el otro: “Ahora vete tú pa allá”. El otro: “Vete pa allá”. Allá es un albur. Si te tocó con aquél mayordomo buen trabajo, pos ya. Y si con aquél otro te tocó un trabajo más peligroso, más difícil o de desahije o lo que sea, pos ahí ya en un campo de esos es como, pos un albur que te echas, así. Y principalmente el borde, porque mira, hay bordes…

VD: El borde de la comida, ¿verdad?

JG: Sí, el borde de la comida. Por ejemplo, en Santa María usaban mucho purgarte. Y el japonés, su coraje que le diera era de que el japonés es el que se carga con toda la fresa. Hay de Santa María a San, todos eso, San Luis Obispo, todos esos, hasta Salinas, ¿no?, es pura fresa. Porque ya conocí por ahí también. Entonces allí hay los japoneses en el campo te daban purgas y andando tú trabajando, nomás que el japonés tiene un baño allá en aquella orilla y otro baño de acá en esta otra orilla. Pos corrías a la carrera, sí, pos ni modo de hacer en el pantalón, con la purga que te daban. Y ése era su coraje de ellos, que le dieran purga a la gente porque pierdes tiempo, en lo que vas al baño, pierdes de piscar fresa. Y es su coraje, porque ellos te pagan, son legales, pues te pagan… el japonés es mucho muy legal. Trabaja mucho, pero es muy legal pa pagar. Y todos se quejaban de borde, porque en la noche se brisaba mucho, está pegando al mar, pura brisa y pues está el baño retirado. Los baños de todos, pa toda la gente, tan las barracas retiradas y en el centro ponen los baños pa que te bañes y para hacer del baño. Y como hay mucha neblina del mar, apenas se ve el foquito y espantaba en ese campo. Se habían peleado un alemán y un japonés, algo así, y seguido te espantaban, hasta en la cama pasaban y sentías tú que se pasaban, se sentaban. Todas las barracas, esos hombres toda la santa noche espantaban, a mí me cayeron como dos veces y daba miedo salir al baño en la noche. Pero el dolor, pues ni modo de hacer allí. Pos tenías que, yo ya ni le invitaba a aquellos porque nadie se iba a levantar a acompañarme al baño. Yo solito, taba en la mera orilla de la barraca, en la mera puerta y pasaba un tren así sobre la costa. Yo me agarro esta barraca ahí pa ver el tren pasar. Pos yo cuando me pegaba el dolor de estómago en la noche, que oscuro y sin pena iba corriendo uno al baño. Y había otros que, había unos dos hermanos, esos sí se hablaban al otro: “Oye acompáñame, voy al baño”. Pero el miedo de los dejados de junto, de esos que espantaba un alemán y ese japonés, el miedo de eso. Igual estaba en otro campo con un hermano también de esos que te estoy diciendo, es Felipe y Guadalupe y estaba con Lencho Rafael en otro campo, pero lejos de ahí. Tenía buen trabajo él allá en el Santa María, por la misma brisa, a estas horas estaba tapado de brisa, en la noche igual. Bueno, todo el día había brisa y andábamos piscando fresas y ahí se quejaba toda la gente del borde.

VD: ¿De la comida?

JG: De la comida.

VD: Y, ¿quién les daba la purga?

JG: Los mismos cocineros, me imagino yo que le dejaban jabón a los platos o no sé qué.

VD: O era que estaba mala la comida.

JG: La comida mala y todo mundo nos quejábamos del borde, pero los mismos japoneses se quejaban, pero nunca mejoró el borde.

VD: Y, ¿nunca se quejaron los braceros?

JG: Se quejaba la gente, pero pos decían que estaba bueno y que estaba bueno y que eso era pa que, para que se le limpiara a uno el estómago las purgas, pero amolaban a uno. En veces andaba uno con los ojos hondos, hondos, dos, tres veces en la noche y pos oye, pos andaba ido en el día.

VD: Y no, ¿pero nunca se juntaron para ir a decirle al cocinero o algo?

JG: Pues no, pues se le decía al cocinero pero ya, y esos eran del mismo estado de Guanajuato los cocineros.

VD: ¿Eran también mexicanos?

JG: Sí, mexicanos ya tenían legales, papeles allá, estaba uno; eran de un pueblo que se llama del Valle delante, se llama Moroleón, de ahí eran esos de Moroleón. Había pura gente de Moroleón en ese campo, ¿cómo los metían? Quién sabe cómo, pero ahí caímos nosotros, y Guadalupe estaba en otro campo, en Santa María. Y después caímos a otro campo en Tracy, y Guadalupe cayó en otro campo. Ahí el cocinero era un pariente mío, pero pues yo no lo conocía, lejano, pero él me conoció en el pasaporte, cuando yo le di el pasaporte, porque había que dar el pasaporte pa que te den el lonche, te den la comida.

VD: ¿Tenía que enseñar su identificación?

JG: Sí, te lo recogen luego luego, pa saber la gente que hay y pa cuántos gentes va a ser la comida, cuántas personas, te quitan a uno el pasaporte. Y ahí me lo quitó el cocinero ese y me lo quitó en la mañana y en la tarde me llamó. Era de un pueblo que se llama Pueblo Nuevo, cerca de Irapuato. Me dice: “Oye, ven”. Ya fui, y: “¿Qué?”. Y ya era conocido de Guadalupe, éste el cocinero, porque ahí había estado, dice: “¿De qué parte eres tú?”. Le dije: “Soy del Valle de Santiago”. Dice: “¿Eres Guevara?”. “Ah, pos sí”. “¿De dónde era tu padre?”. Le dije: “No, pos era acá de Pueblo Nuevo”. “¡Ah! De allí de Pueblo Nuevo, ya nombró los ranchos que hay ahí, pues, cerquita”. Dice: “Yo soy Guevara Hernández”. Le dije: “No, pues mi padre es Guevara Hernández”. “¡Qué bueno pariente!”. No, pos todo eso en la mañana tenía ya mi lonche ya preparado aparte. Ya llegaba yo, ya me tenía mi lonchecito, me echaba chilitos jalapeños, dos, tres manzanitas y ya me empezaron los compañeros a decirme: “Oye, no jodas, recomiéndame con el cocinero, pues no la friegues”. “Pos fórmense todos, juntitos ya. Mira pariente, todos esos son de allá de rancho, todos estos son. Esos son de San Diego, esos son de San Antonio, esos son de Magotes”. Dice: “Pues los conozco ahí, yo iba ahí a ese rancho”. Dice: “Iba a su rancho yo pa el Valle y pasaba por esos ranchos, pos fórmense todos”. Ya después que los conoció, a cada quien le iba, ya no hubo necesidad de formarnos. Pero por los apellidos, éramos cerquita de la casa. Nosotros con ese fulano. Jue lo único que encontré y uno que encontré allá en Billings, Montana, me encontré otro también del mismo rancho familiar, pero hasta allá. Pero aquél ya tenía años viviendo allá en Montana.

VD: Ya se había ido.

JG: Ése ya tenía papeles, pero ése trabajaba en el track, él solo, tenía su casita de pura madera a un lado de la vía del tren y ése era su trabajo. Pero cuando una vez que fuimos al banco, a poner dinero pa acá, ahí lo conocí yo a él, de ahí me dijo: “¿De ónde ustedes son?, ¿son braceritos?”. “Pos sí”. “¿De dónde vienen?”. “Pos de tal parte”. Dijo: “¡Ah!, pos yo también conozco ahí”. Pero este sí era cocinero ahí en un campo que se llama Vernalis, igual estuvo ahí Guadalupe y estaba cerquita de ese, ahí nos conocimos. Bueno, nos fuimos juntos ahí y anduvimos. Ese cocinero, pos no, también nadie se quejaba de la comida del borde.

VD: ¿Con ellos no?

JG: Con ellos no, sino el que se quejara, ése de Santa María, ése sí. Todo mundo operado por las purgas que le da a uno. Sean mañosos o nomás por amolar la gente, o sabrá Dios. Pero los bordes, hay campos que le pedían a uno: “Oyes, ¿qué les gusta de comer ora?”.

VD: Y, ¿les hacían lo que ustedes querían?

JG: Lo pedía la gente, la mayoría de la gente: “Danos otra cosa”. Pero carne de puerco nadie le pedía, puro de res o caldo de pollo, o pollo o pescado o tiburón sí daban de todos modos, pero en muchos campos le pedían a uno qué quieren de comer.

VD: Y, eso les hacían.

JG: Y eso le hacían a uno. ¿Queren tomar agua, Kool-Aid, o queren leche o qué?”. “Pos lechita”. “Bueno, pos les damos”. Le arrimaban las jarras de leche, pero…

VD: ¿Sólo ahí fue?

JG: Varias, varias veces, pero del campo más malo que te digo que nos daban purgas fue ese de Santa María. Nomás duré nomás cuarenta y cinco días ahí.

VD: Y, ¿allá después se fue?

JG: Y fue cuando nos salieron debiendo una caja de ejote, que te digo lo mandaron hasta el rancho, en ese campo. Pero ya sí fue el representante del Gobierno, o de los de allá de los empaques, toda esa fruta va a empaques.

VD: Que le mandaron el cheque de lo que le debían.

JG: Ese el de $0.50 centavos me lo mandaron pa acá de ahí de ese pueblo Santa María. Pero el borde, ése sí estuvo pésimo y ahí sí taba el borde que no, cada rato andaba nomás con el pantalón casi en la mano pa correr a los baños porque pos dos, tres veces al día.

VD: Qué horror.

JG: Pos sí, y era por la comida.

VD: Y sobre el trabajo, ¿había así alguna queja?

JG: No, pos antes, en ése Santa María casi…

VD: De los salarios.

JG: Pos el salario ya sabíamos que era $0.95 la hora de todos modos.

VD: Y, ¿sí les pagaban lo que era?

JG: Más las horas extras que trabajabas tú, te las pagaban también, ahí anotaban luego luego. Ese japonés nos decía: “Miren muchachos, hoy son diez minutos pa mí, mañana les pago los diez minutos”. O te decía: “Mire, venga, ahí está. Ayer diez minutos pa mí, ahora pa ti”. Y cuando eran quince minutos, ya te pagaba media hora, decía: “Quince minutos pa mí, media hora pa ti en dinero”. Y ya nos pagaba ya. Y los viernes nos llevaba a su casa y ya ves que el japonés es curiosito, pa tener un monito aquí, taban por acá las, como iglesias y quitan aquél y queda otro más chico, quitan aquél y queda otro más chico y queda, quite y quite hasta que quedaban, es decir, o sea su imagen que ellos veneran o no sé qué, al último era un monito pues así chiquito y una torrezota grande y le iba quitando y ya le iba metiéndole una y otra y otra hasta que terminaba otra vuelta y nos la enseñaba y ahí nos decía: “¿Quieren coca con papas o quieren un dólar?”. Eso era los viernes, y el sábado es domingo para ellos y el domingo es lunes. Tenía que trabajar uno los domingos. Por eso el sábado, el viernes nos llevaban a la mitad del día, que era sábado, ya nos llevaba a su casa.

VD: Y el sábado descansaban.

JG: Nos llevaba a su casa y nos daban, nos enseñaba cosas de Japón y si tú querías un dólar, pues te daba el dólar, pero no te daba Coca ni papitas, querías el dólar. Pero nos llevaba hasta su casa, eran dos japoneses solos.

VD: Y, ¿a cuánta gente se llevaba a su casa?

JG: Los que andábanos con él, como unos ocho, porque traiba mujeres trabajando y traiba trabajando nosotros los ocho y así cada ranchero tenía ocho y de a diez y estaban japonesas trabajando entre ellos. Con dos andaban tres, cuatro mujeres y entonces ocho y ellos dos también trabajaban. Y el coraje que le daba a esos japoneses era que hagas el nombre fieldman, el supervisor, llegaba y dice: “Muchachos, ¿ quieren descansar?”. “Sí”. “Pos órale, ahorita los pongo”. Tonces la fresa la echábamos con todo y patita a las canastitas que les caben como dieciocho fresas a cada canastita, pa las marquetas. Ya llegaba, ya le decía a los dos japoneses: “¿Saben qué?, hay que piscar pura canería”. Y se jalaban los pelos los japoneses, porque era el menor sueldo, pero era regresar pa atrás a quitarles todas las patitas a las fresas para echarlas ya sin patita a las canastitas. Esas son las que van pa la dicha mermelada y todo eso, y si ya tenías, por ejemplo, unas cuatro o cinco cajas tú.

VD: Otra vez las revisas.

JG: Regresarte y vaciarlas y estarle quitando toda de una por una la patita y ese era el coraje que a ellos les daba. Y el mexicano era supervisor, dice: “¿Quieren descansar?, ¿andan cansados?”. “Pos sí”. “Ahorita van a ver”, y eran mentiras, no era el período del empaque, sino que él era el que hacía eso pa que descansara uno. Pero el mexicano ése era, bueno, nos ayudaba sin condición. “¿No quieren descansar?”. “No, mejor mañana”. Entonces le caiba al supervisor, andaba campo por campo. “¿Sabes qué?, ahora quiero la fresa pa canería, a quitarle las patas”. “Si durabas dos horas en piscarlas, y luego regresabas, durabas más de dos horas en quitarle la pata y era el coraje que les daba a los japoneses. Y a nosotros nos convenía porque pos descansabas y tenías chanza de ir al baño, era donde estaban las purgas.

VD: Y, ¿ahí descansaba un poquito?

JG: Y descansaba la gente. Pero aunque no anduvieras cansado, es que el supervisor del fieldman que le nombran ellos allá, ese era el que le dicen que era maldito, el fíeldman es el que era maldito, era mexicano. Y ese Valle de Santa María están parejito, grandísimo está y ya ve la fresa pos crece hasta aquí así. Nomás se miran los puros baños en cada cabecera de cada japonés, tiene sus baños para las mentadas purgas que le daban a uno. Como no hay dónde te sientes, al monte y como quiera, pero allí en esos parejitos…

VD: Plano, plano, no había nada.

JG: No había nada, entonces por eso ponían esos baños ahí. No, si son, como si de esas cosas de plática, ¡nombre!, hay veces que me pongo yo en la noche a pensar.

VD: Todo lo que le queda.

JG: Tanto lo que anduve pa allá y pa acá. Y dicen que cuando se muere uno va a juntar los pasos, ¿cuándo voy a terminar yo de juntar tanto paso? Ya ni de plano no me dan ganas ni de acordarme, pero ni modo, es esa de Arizona.

VD: ¿Como en qué año estaría por allá en Arizona?

JG: No me acuerdo el año en que estuve en Arizona, hombre.

VD: ¿Por dónde entró esa vez?

JG: Por mero Mexicali.

VD: ¿Por Mexicali? Contrató en…

JG: En Mexicali nos contratamos, en Mexicali. Mira, pa empezar, no teníamos pa cuándo entrar nosotros, yo y un cuñado mío.

VD: ¿Cuándo?, o sea, ¿llegaron ahí a Mexicali?

JG: A Mexicali. Y no veníamos, pienso… Bueno, íbamos a entrar, pero no sabíamos ni cuándo ni dónde. Pero en la estación del tren, de ferrocarril en Mexicali había un señor del rancho de nosotros, se llamaba José Guerrero, taba mochito de una mano. Y ya sabíamos que en la estación del tren diario vendía dulcecitos, cigarros, melones, sandías, vendía él, frutas. Como le faltaba un brazo, era el único que dejaban vender en la estación de tren, no dejaban a nadie más que sólo él porque le faltaba la mano. Pero en eso llegaba un viejito, lo vimos muchas veces y entonces sin darnos cuenta, llegaba el viejito, llegaba un carro y lo dejaba ahí en la estación del tren y platicaba mucho con ese José Guerrero del rancho de nosotros, era mochito mucho platicaba con él, pero no sé, un día le dijo un cuñado mío que se llamaba Concepción Cano, dice: “Oye Guerrero, ¿quién es éste?”. Se apellidaba Guerrero. “¿Quién es este señor?”. “Pos es el papá del gobernador”. Y el gobernador se llamaba Braulio Maldonado, dice: “Es el papá del gobernador”. “¡Oh!, Guerrero”, le dijimos, “¿cómo diablos no habías dicho? No la friegues, dile que nos haga la balona, a ver quién quita y nos ayude el viejito ese”. Y toca que en eso llega el coche a dejarlo y luego venía a recogerlo. Diario lo llevaba a la estación de tren a platicar con ese mochito porque estaba más fresco ahí y ésa era su vida del viejito. El gobernador lo mandaba, tenía su chofer que lo llevaba y luego lo iba a recoger. Pues ya dijo: “Mañana le voy a decir a… Ni me acuerdo cómo se llamaba el viejito ese. “Mañana le voy a decir”, dice, “de que a ver si los ayuda pa que entren pa dentro”. No la friegues ahí ta nomás. Llegó el viejito y ya empezaron a platicar bien, le digo: “Oiga señor”. Como que, lo nombraron, no me acuerdo cómo se llamaba el viejito, ya tanto año. “No la muele”, dice, “¿Por qué no ayuda a estos dos paisanos míos”, dice, “a que entren a la contratación, no sea malo, usted puede, dígale a su hijo”. Dice: “Mañana les aviso muchachos”. Otra llegó muy temprano en la tarde y dice: “Mire, ya está arreglado, ya hablé con mi hijo, ya le ordenó al jefe de la contratación”. Se llamaba Juan, quién sabe qué Juan se llamaba. “Es el jefe de la contratación”, dice, “mañana me dijo mijo que mañana yo mismo los lleve a hablar con el jefe de la contratación y que los meta rápido”. Sí, otro día a las nueve de la mañana, dijo: “Los espero en la mera puerta de la aduana, a un lado de la aduana de Mexicali. A un lado onde taba la contratación”. Estaba afuera, pero estaba rumbo a Tecate, la contratación. Pero la oficina donde estaba ya entrando con los papeles era del lado, pero en México, enfrente de la aduana. Ya llegó el viejito y le dice al de la contratación, al jefe de la contratación: “Buenos días señor”. Le dice: “Buenos días”. “¿Sabe quién soy yo?”. “Pos no señor”. “Soy el papá del gobernador y traigo este papel pa que me pase a estos dos muchachos, mire”. “¡Cómo no señor!, ¡pásenle muchachos luego luego!”. Con el viejito…. Pero el pedido estaba para California y los más nuevos para Arizona por el calor. Y toca que a mí me toca para Arizona, pos ya ni modo. Y mi cuñado estaba más macizo que yo, a ése le tocó donde hacía menos calor y a mí me aventaron al infierno, por más nuevo. Ya te digo, entré en junio y salí en febrero del año entrante de Arizona.

VD: Y fue, en junio entró a Arizona a…

JG: Es cuando está el mero calorón, a el riego de algodón.

VD: Algodón también.

JG: A regar algodón y cebada. Anduve regando algodón y cebada ahí. Y unos calorones que te ibas al canal principal de… Salías con la ropa mojada y ni así andabas a gusto y de rato con todo y zapato ibas uno a los canales, pos el calor es grande. Ahí te comías un taco, necesitabas dos refrescos, vendía, el mismo viejo mayordomo vendía refrescos. Te tomabas un refresco y la mitad de un taco, pa comerte un taco entero de a dos tortillas necesitabas dos refrescos, si no, no pasaba. Y el calorón ahí, era cuando, a veces que subía como a cuarenta, cuarenta y tantos depende de temperatura. Pero aquél es más fuerte que el de aquí, aquí es menos. En los termómetros que hay allá en el campo, allá es otra clase de numeración pa la temperatura, aquella temperatura, aquí aumenta más poco porque allá es más fuerte el calor y aquí el termómetro es diferente. Hasta me traje yo uno allá de California de una huerta, ahí tienen en las huertas donde quiera para saber la temperatura y ya te digo, de ese modo caí ahí a regar algodón y sembrar, regar maíz. El maíz estaba chiquito cuando yo caí ahí, es donde te digo que había ganado silvestre, ahí donde nos tocó, ese puerto se llamaba Agua Caliente, échale nomás.

VD: Agua Caliente ahí.

JG: El punto de Agua Caliente, estaba un cerro así y otro así y otro así, en medio del valle.

VD: Ahí estaban ustedes.

JG: Ahí estábamos nosotros.

VD: Y, ¿por qué dice que ahí fue la peor, por el calor que hacía cuando trabajaba?

JG: Por el calor, pos sí, por el calorón y mucha víbora que había ahí, coyotes. Y luego nos pusieron el pie de un papalote, que te digo que es el molino de aire, es pa el ganado, pa sacar agua y el agua estaba salada y de ésa tomábamos nosotros. Y en el monte nos abandonaron, nos echaron pa el monte y ahí como a las siete, ocho de la noche empezaban los diablos de coyotes a aullar, de puro monte de aquí pa allá de puro monte.

VD: Y, ¿por qué los habían echado ahí al monte?

JG: Pos ahí nos habíamos, echaron hasta allá por la agua del papalote, que estaba… como era agua de canal, dijeron: “Mejor que tomen agua salada y no agua de canal”. Y mejor estábamos ahí donde nos pusieron unas barracas de madera con telita, de esta tela, aquí abajo.

VD: De mosquitero.

JG: De esa tela de abajo. Y una noche estando ahí acostados empezaron los coyotes a aullar y el calorón. Y era de lona arriba fíjate, y de madera, y luego la puerta, la telita de esa. Y no teníamos pa hacer las estufitas ahí en el mismo cuartito del calorón. Y una noche estábamos acostados y uno de Sinaloa que andaba ahí con nosotros sacó su camita, de esas camitas de campaña, la sacó pa fuera enfrente de la puerta, por el calorón. Pero como aquello de la una, dos de la mañana empezó a hablarnos al pasito, dice: “Prendan la luz porque aquí abajo de onde estoy anda una víbora”.

VD: Ay, ay, ay.

JG: Y ya empezamos, dice: “Y tráiganse unos palos y prendan las lámparas”. Ya salimos todos con lámparas, lámparas de petróleo, pues de gas, de bombilla, vamos; y ya la sacaron y fuimos a agarrar unos palos y ahí estaba la víbora debajo donde él estaba acostado. Pero grande estaba, nomás que no se había subido. Pero que se sube, no, pos lo agarra acostado ahí. Y ya nos le juimos con la lámpara y otros con garrotes a matar la víbora. Estaba grande la víbora, es donde te digo que había las de cuernito, pero este animal algo sintió y empezó a… Nomás que lo que tiene es que avisa con el cascabel. Empieza a sonar el cascabel y ya, ya no puedes tú moverte porque ni modo de buscar a ver dónde está el animal pa brincar pa allá o pa acá. Pero no te muevas porque te agarra y pos es cuestión de que… Luego ahí no teníamos, si quiera aquí en Nuevo México a mí me dieron un pomo de navajas como sierrita de esas que corta uno a la inyecciones, a las botellitas de la medicina, con sierritas con dientitos te dan esas sierritas; si te pica una víbora con esa sierrita como anda en alcohol te cortas donde sientes que te pica el animal, te cortas una y la tiras, sacas otra y le cortas en cruz y te chupas la sangre si puedes, o te apachurras pa que salga el veneno. Y ahí no nos daban nada de eso, en Yuma no nos daban nada de eso, ni pastillas pa la calor.

VD: ¿No les daban esas pastillas de sal?

JG: De sal, de esas, le dan a uno unos pomos de unas cincuenta o cien pastillas. Se te corta el sudor, te tomas una pastilla y te vuelve el sudor de nuevo. Y allí nomás en ese rancho no nos daban nada, estábamos abandonados. El viejo venía cada ocho, cada quince días el viejo nomás a… Le daba el hijo, el dinero al viejo nomás pa que nos pagara.

VD: Y, ¿cómo les traían provisiones o cómo les daban de comer ahí?

JG: No, nosotros comprábamos. Ellos tienen sus tiendas, es negocio del mayordomo. El viejo cafre, era riquísimo el viejo, tenía un ranchazo grande. Él no vivía ahí, pero el de la tienda era el mayordomo, el encargado del rancho. Él nos vendía alimento, todo lo vendía ahí y refrescos, todo vendía el viejo ese. No necesitaba de ir al pueblo, hasta donde llegaba, hasta Yuma, estaba lejísimos. Y había otros ranchos que cada rancho tenía su tienda, ese es ya negocio de los mayordomos. Y era gringo el mayordomo ése, pero pos ponle, $0.01 centavito, $0.02 centavitos en el refresco, $0.02 centavos en otro. De todos modos pa él era negocio porque teníamos que comprarle a él, de ley a él teníamos que comprarle…

VD: Toda la provisión.

JG: Toda la provisión. Hasta ropa vendía, vendía zapatos, vendía camisas, pantalón, todo vendía.

VD: ¿Iba y le compraba?

JG: Pues tenía que comprar la gente. Porque, ¿quién te llevaba? Él era el único que podía llevarte, en lugar de llevarte, decía: “Aquí te vendo yo”. Esos son pueblos aislados, ranchos aislados que allí todo el negocio es del mayordomo.

VD: Del mismo que está ahí.

JG: Del mismo. Y el patrón, pos ése llegaba en avioneta, pero cuándo venía. Y el mayordomo estaba de pie con nosotros, ése ahí vivía, ése tenía su casa y todo. Pero allí pos o se la dejaba uno de regador; me acuerdo que en ese rancho, en estos meses de las aguas, es el mismo tiempo aquí y allá, nos agarró a mí y a otro regador, como es pura arena, en veces, un tornado, que le nombran. De cerro a cerro iba la tierra, la arena a vuelta y vuelta y vuelta y vuelta. Ésa la lleva el aire, entonces nos acostamos en los bordos del canal y casi ya tapándote la arena te levantabas y te cambiabas de lugar. Ése va adelante. Iba, parece que dijeron que iba como en ese tiempo, como a ciento diez millas por hora la arena, adelante; y atrás viene el agua. Después del tornado del que lleva la arena, todo el aire que va adelante, atrás viene el agua. Y ya el agua, y ya vine con fuerza, pero la fuerza la lleva adelante y la tierra la llevaba así, pero oscuro, oscuro que se puso y se miraba la tierra como esos terrenos de pura arena. Allí entra, lo que es Arizona y Sonora son puros terrenos arenosos que un carro se atasca en la, se sale pa fuera de la carretera y se atasca en la arena. Ahí tenían puros carros del Ejército, de esos comandos que le nombran, porque un carro, coche, no entraba, pa adentro de donde estábamos nosotros, no entraba.

VD: Se atasca.

JG: Empieza a patinar, se van hundiendo solo pa abajo. Y ahí traen puros carros del Ejército, carros viejos que ya no quiere el Ejército, esos son lo que traiban ahí pa ese rancho porque no tenía carreteras, no tenía carreteras. Ese rancho no tenía, nomás la pura brecha y el canal, es todo lo que tenía ese, pero estaba…

VD: Ahí con el calor. Oiga señor, entonces en estos años que usted se estuvo yendo de bracero, la primera vez se fue soltero.

JG: Soltero.

VD: Y luego…

JG: Después también soltero, como a las tres o cuatro veces ya estaba yo casado.

VD: Se casó, o sea, ¿en qué año se casó usted?

JG: El [19]52 creo, en agosto.

VD: ¿En el [19]52?

JG: [Mil novecientos] Cincuenta y dos, creo.

VD: Y, ¿entonces ya?

JG: Ya había venido tres veces, cuatro veces pa allá. La primer vez estuve en Pecos, luego otra vuelta, luego en Lovington, Nuevo México, creo tres veces, como tres veces tenía yo. Como tres o cuatro veces vine yo solo. Después ya me casé y ahí pa acá, pos a navegar. Yo tenía unos animalitos en la casa y…

VD: ¿Allá en Guanajuato?

JG: Sí, en Guanajuato. Y ya la dejaba yo a ella ahí, con la ayuda de sus padres y todo, pues ahí nos la llevábamos pa allá y pa acá. Pero, pos yo lo que me interesaba era, ya al último ya casi ya no me gustaba trabajar en el rancho, ya me gustaba más allá porque ganaba más. Yo cuando me fui, en el rancho pagaban como $5 pesos al día, de las siete a las dos de la tarde y ya se le hacía a uno muy poco.

VD: Después de haber trabajado allá.

JG: Porque yo yendo allá, ganaba, hacías más centavitos. Y llegabas aquí al rancho, no, pos pa una semana trabajar, $5 pesos al día, en toda la semana $30 pesos. Dices: “Híjole, con $3 dólares que gane allá pues ya me la hago, ya saco lo del día aquí. Y si gano $8 allá, o gano $10, pues gano más que aquí”. Y por eso la gente, toda la más de la camada mía, toda la gente nos íbamos mejor.

VD: Se iban para allá las temporadas que pudieron.

JG: Sí, aunque hubiera trabajo en el rancho no lo hacías. De ajeno a ajeno a medio trabajárselo, peor pero el ajeno nadie quería trabajar por lo poco que se pagaba.

VD: Mejor se querían ir a…

JG: Mejor nos íbamos todos pa allá. Había veces que se si te ibas por ejemplo en este mes y cumplías el contrato y dabas vuelta de nuevo y así. Y si había un contrato de estos, ¿pues a qué venías? Un contrato de dieciocho meses, ahí te quedabas hasta cumplirlo. Por eso yo tengo como seis contratos grandes y los otros de Texas, yo digo, esos de Texas casi se los regalo. Ya con que me paguen el de Montana, el de Michigan y el de Kansas City, Nuevo México también. También ése de Pecos me fue bien, pero era algodón de riego. Los demás de temporal tuve en un pueblo que se llama Lamesa, Texas, o La Mesa, le nombran ellos allá. Yo conocía ese campo y nos metían en un gin, que es donde sacan las pacas de algodón, el gin es el que desbarata, corta la semilla pa un lado del algodón y el algodón pa el otro y la cáscara pa el otro, le nombran gin, o despepitador, le nombran también allá, cualquiera. De esos tienes allá en Mexicali muchos, donde sacan la manteca esa, vegetal y no sé qué aceite, uno que sacan, el qué sacan del algodón sacan muchas cosas. Pero cuando es algodón, que vas a piscar algodón de temporal, es muy difícil que saques algo de provecho pa ti. Y en donde de riego, sí; de riego sí ganas porque ta bien preparado, ta bien regadito y no hay falla y pesa más. Y el temporal si llueve nomás en los puros, están lomas y subes y bajas en los surcos, los puros bajitos de algodoncito, pues en lo altito no sacas mayor cosa, ahí no sale nada.

VD: Y, ¿entonces cada cuándo le daban su raya?

JG: Ahí, pos cada ocho días.

VD: ¿Cada ocho días?, y, ¿usted mandaba el dinero para acá?

JG: Pos sí, lo que iba juntando lo mandaba pues, ¿pos qué hacía?

VD: ¿Cada cuándo mandaba?

JG: Pos a según el tiempo, a según ganabas y a según tenías modo de mandar. Por ejemplo, en este contrato, pos cada quince días podías mandar, cada mes.

VD: ¿Cómo mandaba su dinero para acá?

JG: Mira, se mandaba por medio de carta registrada el cheque y la carta la certifican. Yo mandé una pura vez por un tipo de correo que se llamaba money order. Ese se va a Nueva York. Dicen que ese es muy seguro, mandabas y pones tu giro, se va a Nueva York, lo checan y luego regresa pa acá, eso es todo muy seguro. Pero pues, siempre lo mandaba yo las cartas certificadas.

VD: ¿Era más fácil?

JG: Bueno, pos era más fácil porque ibas al banco, comprabas el cheque del banco, te lo certificaban en el correo, te daban tu talón de que estaba certificada y la carta tráiba sus sellos, eso era pues, mejor. Un money order pues es difícil dar, porque hay que llenar un papel como el telégrafo. Haces el cheque, el money order es un papel como este, pero tienes que llenarlo tú. Y el otro, pos le ponen la dirección, pones el, compras el cheque y lo metes y ya. Porque el difícil es mandar dinero en cheque, el dinero efectivo. Un dólar te lo bajaban en la frontera. En la frontera ahí no es Mexicali o por la frontera que salía, y pasa por un aparato y ahí anota si trae un peso o trae dos. “Pues déjelos acá pa no batallar”, a mí no me interesa, yo saco el peso o los $2 dólares, el correo se los friega.

VD: Y, ¿de cosas que comprara por allá para traerse?

JG: Pos ropita, eso sí me gustaba, traer mi ropa nueva. Yo no traiba ropa de segunda, nada nunca a mí la ropa de segunda. A todos mis hijos les traje de allá, hasta carritos de allá del otro lado. A mi señora le tráiba desde pantaletas, brasieres, medias, y yo compraba de allá pa acá cosas de la casa, hasta ollas de aluminio me traje de allá.

VD: ¿En cada viaje se traía cositas?

JG: Sí, yo de muchacho traje mucha ropa, más de unos treinta y tantos pantalones de mezclilla, de esos Levi’s, tenía yo. Estaba de muchacho, me traje como treinta y tantos. Después salieron, tuve de este condado, me traje como treinta y seis kilos de ropa a todos mis hijos.

VD: Y, ¿sí se la dejaron pasar en la aduana?

JG: Sí, pagas impuestos en el ferrocarril. Nomás que lo sellan otra vez pa que abran y le pongan cinchos, hasta Guadalajara por exprés, pues la pongo por exprés. Y ahí pagas los cinchos, a $5 pesos los cobraban los cinchos y la checada de cómo revisan, pos pagabas tú. Ya nomás ponías tú más o menos el avalúo de lo que tráibas .

VD: Lo que estaba adentro.

JG: Por ejemplo, si tráibas adentro $1,000 ó $2,000 pesos, eso decías: “Vale mi equipaje, vale $2,000 pesos”. De ahí te hacen descuento, lo que vas, tienes que pagar por la cantidad de eso. Te dan tu papel, cuánto la valuaste y cuánto pagaste. Hasta Guadalajara, llegaba y ahí la bajabas tú, de ahí pa acá te la tráibas.

VD: Y señor, cuando estaba por allá, ¿qué era lo que más echaba de menos?

JG: Pos mira, pos de todos modos, la familia, los sufrimientos, ¿cómo estarán sufriendo allá las gentes? No creas que, también aunque esté muy lejos estás pensando también en acá. Cuando vas de soltero, pos es nomás la tierra pos el padre y la madre pos sí te acuerdas, pero pos puro carajo por allá, pero te impones rápido a la vida allá también aunque te amueles. Ya cuando regresas tú de un año o año y medio pa tu tierra, ya ves diferente el rancho, ya no.

VD: ¿Cómo lo veía?

JG: Pos ya, pos a como estaba de feo, dice: “Esto está feo”. Pos allá también. Y allá pos ya ves que los pueblos son diferentes y ya andas en otra forma. Y pos aunque te andes amolando a trabajar, pero es distinto al rancho. Donde es temporada seca, dices: “Ah, carajo, las barras de piedra nomás”, dice. Y honradamente, viniendo la gente de allá pa acá que dures tiempo ya cuando llegas acá ves a uno, al que está en el rancho todo greñudo, todo barbón, todo mugroso, anda mandado a la fregada. Híjole, y principalmente el día que llegas la comida no te cae. La comida de aquí no le cae a uno. Ya durando ya una temporada de unos seis, siete meses pa arriba, ya cuando llegas aquí ya ni la comida no te quiere caer porque allá comías con poco y estás bien, andas bien, no muy bien nutrido, pero es diferente la harina de que comes tú allá. Y luego fíjate, allá pos abordabas tú solo, pos ya entre cuatro o cinco: “Pos vamos a llevar esta cosa, vamos a llevar otra cosa”, lo que no hacía uno en el rancho. Pos acá en el rancho estaba uno, pos amoladito. Pos se venía a veces comías una cosa, a veces comías otra pos de lo que no tenías pa comprar cosas buenas, pos comías de los frijolitos y hierbitas, chilito, nopalitos, atolito y todo eso. Y allá pos fíjate, ya estás tú abordado tú solo, hacías tu avenita, tu, había en polvo, como el chocolate que le decían la cocoa, pos carajo, ya con un bote de leche y tu cocoa y un panecito dulce, ya dormías a gusto. Aunque pensando que otro día te ibas a amolar a la friega, porque pos eso era de seguro. Y pos no, siempre se le van muchas cosas en el pensamiento a uno estando allá. Si aquí va uno pal rancho, ya ve diferente acá en el rancho. Aunque aquí estamos amolados pues pero me imagino que está más uno en el rancho, si no tienes, mayormente si no tienes parcelas, si no tienes peón, pos de peón allá, pos yo mil veces mejor aquí de peón y no en el rancho. Aunque usted si, allá haigas nacido y todo eso, como que ves diferente también la cosa.

VD: O sea, entonces, ¿le costaba trabajo adaptarse cuando regresaba de allá?

JG: Pos cuando menos unos ocho días o quince días sí notaba uno la diferencia de todos modos. Mayormente si venías cansado, por ejemplo, un año que tuvimos en Billings, Montana, que veníamos de unas friegas. Había veces que a estas horas andabas hincado y pa adelante y pa adelante. Pos yo cuando vine al rancho y recansado duré como tres meses que no me podía nivelar bien de las friegas de allá.

VD: El cansancio que se le acumuló.

JG: Andábamos ahí cansados. Sí allá sabes que es duro y luego empinado allá te llegan los azadoncitos así a las piernas por aquí así, y como te digo, a las cinco ya tenía que andar uno en friega. Y las ocho de la noche todavía, en estos días ahorita, todavía allá se mete el sol a las ocho de la noche como se mete aquí, son los meses que tienen más horas y pos ni modo.

VD: ¿Todo el día trabajan?

JG: Y luego llegábamos a la casa y a las ocho en lo que amasábamos la harinita y uno cocía los frijolitos, otro cocía otro, eran las diez de la noche y uno todavía cabeceando ya cuando menos se acordaba ya eran las cinco de la mañana del otro día y amanecías con todo y zapatos.

VD: Y otra vez. Y, ¿alguna vez le llegó a pasar a usted que se fue tanto tiempo una y otra vez, le llegó a pasar que extrañara, estando aquí, que extrañara estar allá?

JG: Pos ya estando aquí, se extrañaba cuando te iba bien y tenías que estar extrañar como estuviera allá. Ganaba uno bien y todo eso. Y cuando te iba mal, ni te acordabas. Sí, ¿pa qué te acordabas de allá? Pero cuando eran contratos buenos que estabas a gusto, pos decías: “Mejor estuviera yo allá todavía”. Y cuando uno estaba mal, el contrato que era malo, decía: “No, qué bueno que me salí yo de ahí”. Y con la esperanza de que voy a regresar a ver si me va mejor. Y si te iba, a ver si a la otra, y a ver si a la otra y esa era la lucha de todos, todos los que íbamos. Que a ver si en esto y que a ver si en lo otro, que a veces lo otro, a ver en la que sigue.

VD: Y alguna vez, bueno, de las veces que se fue, ¿logró juntar algún ahorro para aquí hacer algo?

JG: Pos casi, casi que no.

VD: Era casi para sobrevivir nada más.

JG: Apenas sobrevivir y luego con todos los chamaquillos. Sí, pos no se logra. Algunos decíamos, teníamos la creencia, muchos, muchos decían: “Este dinero que está salado”.

VD: ¿De verdad?

JG: Pos si ahorita los que andan allá, muchos de los que andan allá con papeles van y vienen y, igual, igual, igual la misma situación de nosotros, igual. Y hay muchos, muchos que se van y duran años, dos, tres años y no tienen pa venirse a pasear aquí a México. Y no vienen porque no tienen. Bueno, entonces, ¿qué es lo que pasa con ese dinero? Que nomás te quedan los recuerdos pero de la friega que llevaste en el trabajo, es todo lo que queda, nomás eso. Y uno se queda como dices tú, pensando: “Ah carajo. En tal parte que me fue bien, ¿pero qué hice? En otra parte, me fue mal ahí, ¿que hacía?”. Y es la… Bueno, esa palabra la usábamos en el rancho porque éramos muchos los que íbamos, año por año íbamos. Y de esos, de todos modos estábamos igual. Bueno, si vas allá, o qué, ¿por qué se gasta el dinero?, ¿en qué?, o, ¿qué tiene ese dinero que no te rinde?

VD: No le rendía.

JG: No rendía, no rendía.

VD: Y, ¿entonces así es que usted fue hasta el último año que estuvieron contratando que fue hasta el [19]64?

JG: Sí, que fue hasta el [19]64.

VD: ¿Nunca ya después se lo ocurrió, nunca le dio gana de irse ya sin papeles?

JG: Pues lo que me pasó la primer vez que fui a Texas, ahí que anduve y que duramos tanto día, ya no te quedaban ganas de ir.

VD: Sin papeles ya no.

JG: Ya ni sin papeles ni contratado, “yo creo que ya no”, decía uno.

VD: ¿Ya al final ya ni con contrato?

JG: Ya ni con contrato. No, pos ya, es que, ¿pa qué vas allá? Debe tener una edad más o menos resistente, porque no sabes dónde te vaya a tocar. Ya cuando estás pasado de edad como yo, ¿ya a qué vas?, ya ni ilusiones, ¿pa qué?, ya no. Ya la vida de uno ya la dejó allá y ya tú crees cuánto tiempo. Y todos los años, contratos grandes, contratos de estos, que no venías y pos ya un contratito de año pa arriba ya cuenta todo el año. De cuarenta y cinco vas dos años, dos contratos de cuarenta y cinco días, ¿qué tal si en uno agarras de tres meses y uno de cuarenta y cinco?, ya se fue el año de todos modos. Por eso yo del [19]64, digo, del [19]49 al [19]64, lo cuento porque todos los años iba hasta dos veces, iba. Si de una parte no entrabas, entrabas por otra pero de todos modos te ibas y te contratabas. Al polvo, como ya decía uno: “De segurito al polvo”, porque en todas las fronteras era la misma pistola de polvo que aventaba un chorro así de polvo. La cabeza le levantaban a uno aquí las garras y: “Órale, ahí va el chorrazo de polvo”. ¡Nombre! El polvo sí nunca lo quitaron.

VD: ¿Cada vez los fumigaban, cada entrada?

JG: Cada entrada que ibas te revisaban y te metían a los rayos X y al retrato y nombre, no. Lo examinaban a uno de todo a todo. Porque ibas, si estabas propenso a hernia ya no te recibían, ese va pa atrás.

VD: Los que no estaban sanos los regresaban.

JG: Ese no va, todo el que no estaba va pa atrás y pa atrás y pos yo un año caímos a Empalme, Sonora y me tocó, llegué de aquí y ya ves que el calor empieza de Nayarit pa allá muy fuerte todo Sinaloa, llegamos y llegué y me comí una nieve allí en Empalme, Sonora. Como a la hora, tenía como cuarenta y tantos de calentura. Y me llevó un muchacho que era evangelista, pero era de otro rancho, pero nos conocíamos así de cara y ahí andaba un primo mío ahí y ya le dijo ese evangelista: “Oyes, este muchacho está malo, vamos a llevarlo al doctor”. “Pos vamos”. Y me levantaron y me llevaron con un doctor. Llevaba yo dinero, entonces caímos con la doctora. Tenía, no te miento, pero tenía como unas treinta jeringas, las llenaba todas y hacía el acostadero de gente. Y ésa estaba de contrabando, pero daba muy buena medicina. La reportaron [deportaron] de Guaymas, desde Empalme a Guaymas, porque era doctora de contrabando, pero era muy buena. Ésa salvó a mucha gente, tonces llenaba las jeringas y los inyectaba y luego otra vuelta y así estaba y el acamadero de una enfermedad, en una plaga de enfermos ahí en Empalme, Sonora y cuando yo llegué, me dice, le dice: “Éste señor viene muy malo, ése va a ser el primero”. Me inyectó y luego me dio la receta: “Váyase a la farmacia fulana, cómprese esta medicina y esta otra”. Llegué yo a la casa a un cuarto donde dormíamos varios y tenía piso de cemento y nos daban un petate. Yo llevaba una chamarra del Army, que es la única que compré de segunda, la llevaba, llevaba camisa y camiseta. Pues me acosté en el petate, marqué el suelo, mi cuerpo parejito de humedad, pasé el petate y pasé la chamarra, la camiseta, y quedó mi cuerpo pintado. Y otro día corrí a ver la dotora y me dice: “Ya estás bueno”. Y cuando estaba entrando uno a la contratación a Empalme, taban nombrando por lista, llegando yo a la puerta y salí yo y corrí pa dentro. Pero en veces se decide uno a lo que venga. Ahí tenía que encuerarse la gente y el mar en la orilla las olas y yo sudando, la camiseta la podía exprimir de toda la noche y bueno: “Dios mío, pos, si me das licencia de vivir, y si no, toy en tus manos. Ahí tú haz de mí lo que quieras”. Yo tenía que entrar pa el otro lado.

VD: Y allá, ahí en el centro, ¿los desnudaban para la revisión?

JG: Sí, estaba un galerón de lámina sin pared, sin nada, nomás estaba el galerón como una sombra y el mar en la orillita y las olas bien frías, y yo con las garras, pos ahí encuerado de a tiro. Dije: “Toy en tus manos, ahí Tú decide lo que…

VD: Oiga, y, ¿a todos parejos?

JG: Parejos.

VD: O, ¿los separaban y así…

JG: Todos, el acostadero de, todos. Y el dotor revisándole a uno durante, nos veíamos todo ahí. Bueno, dije: “Ni modo”. Pos ya pasé, todo pasé ya a… Le dan a uno una ficha y a tales horas tenía que estar uno, taba la estación del ferrocarril y allí llenaban los furgones de gente hasta Mexicali, que te dan una ficha, una muestra y ya. Ya si ya lleva, ya lleva una ficha, ya llegas al tren y ya te subete y subete pero con la ficha que te dan pa llegar a la contratación allá en Mexicali, en Caléxico. Ya llegamos a Mexicali, pos yo me comí en toda la noche, creo que un jugo de pera, de manzana, algo así; fue lo que me tomé porque comida no quise. Cuando ya llegamos a Caléxico, a todo el mundo le ponían el termómetro en la boca. Un gentío, unas diez mil. A todos en la boca. Y luego pos ya cuando salía, venía el cuadro por aquí empezaba y ya cuando salía ya daban vuelta a recoger los… A ver cuántos enfermos se iban de la gripa que hubo, la peste que hubo ahí en Empalme, Sonora. Y yo cuando me lo puse, me lo moví pa abajo y con la pura lengua moví el termómetro, me lo saqué de la lengua. Se lo meten a uno abajo y yo me lo saqué solo y me lo puse, como pude lo saqué y me lo puse arriba. Pasó y nomás lo arrebató y: “Pásale”, y, “pásale”. Pero no me lo dejé yo donde me lo puso él, sino que arriba de la lengua me lo puse.

VD: Y, ¿a los que estaban enfermos ahí los dejaban?

JG: Los enfermos los detienen, los detienen para curarlos. O el que está muy mal, pos va pa juera. Y dije yo: “Nombre, que ya me pasé allá la calentura esa fea y luego aquí vaya a salir mal”.

VD: Y ya lo dejaron pasar.

JG: No, pues salí bien, pero pos yo me saqué el termómetro pa arriba, no me lo dejé, abajo de la lengua es donde marca, no arriba de la lengua ya no marca, y pos ya. Y los que iban buenos ahí salieron malos, porque ya iban engripados y yo ya la gripa ya la había dejado con la medecina.

VD: Ya había pasado.

JG: Ya me la había pasado yo con medecina, y me pasé. Y llegando allá unas inyeccionzotas así. Cuando llegamos al campo, si en éste mismo campo de Oxnard, ahí llegamos al campo y ahí estaba el doctor.

VD: Y, ¿ahí los atendió?

JG: Luego luego llegando, el doctor bajándose del autobús en lugar de entrar al comedor a tomarte un café o lo que fuera: “Arrímate pa acá”. A un año, durante un año no te pegaba ni una gripa, nada, nada aunque te mojaras, o pasaba, con un año no te pasaba nada. Y yo, yo me pusieron dos, porque fue dos años, se me cumplió y todavía al año de la primera, todavía me dolía el piquete. Y luego luego se cumplió el año y luego llegó el mismo el doctor: “Órale, otra vuelta”. Esos lo hacen de darte una medicina buena pa que no dejes de trabajar y no pierdas tiempo, porque para eso pagan.

VD: Si no, pierden ellos,

JG: Para explotar, ellos son los que pierden, no tú.

VD: Oiga y de atención médicas, ¿alguna vez tuvo algún problema?

JG: Esa fue la única.

VD: ¿Ni un accidente?

JG: Nada, nada, nada, ese fue lo único. Después me dolía una muela, eso fue en otro campo cerca de Ventura, Santa Pabla. Llegué y me dolía una muela y le digo: “Cuate oyes, sácame una cita pa el dentista o préstame unas pinzas pa sacarme la muela”, le digo yo a él. Ya no aguantaba mi dolor de muela. Le dije: “¿Me prestas unas pinzas, o me sacan una consulta con el dentista?”. “Sí”, dice, “mejor te la saco”. Ya pos se saca por teléfono. Dice: “A las nueve tienes que estar en, fuera del domicilio”. Ya sabía yo en el pueblo más o menos dónde estaba. “Ahí vas y allí luego te la sacan”. Ya, pos pasa el dotor, ya me dio la, me sacó la consulta, ya fui ahí, ya llegué, ya el gringo me dijo, no hablaba español el dotorcillo ese, pero de todos modos ya dije: “¿Pues sabe qué? Sácamela”. Y me la sacó, me la echó la muela en una bolsita de maíz, ya me dio medicinas. Al otro día me fui a trabajar, fue lo único que fui al doctor.

VD: Y, ¿usted lo pagó?

JG: No, lo pagó el seguro. Sí, pos era campo grande, era campo grande, habíamos como unos ochocientos allí en ese campo.

VD: ¿Ahí sí le cubría el seguro?

JG: No, pos todo. El seguro a todos desde un principio: ¿Tabas enfermo?, te tenían que atender, el seguro te tenía… Sí, claro que si no te quejabas, no sabían. Pero cualquier cosa el seguro luego luego iba, para eso pagaba uno seguro. Los patrones, ése de Montana dice: “Yo pago el seguro de ustedes”, y todavía nos regaló dinero cuando vinimos pa acá. Pero éste de California, te digo en ese campo sí me saqué la muela y por eso hacían de inyectarte, en las lecciones grandes.

VD: Para que no se enfermaran y tuvieran que pagar.

JG: Pa que en todo el año no te enfermaras. Oh, pos ansina no. Y son abusados y a ti te convenía, porque eso de que cada rato andes malo y cada rato andes malo, así con esas inyecciones, llegabas y una agujota que hasta te dejaba la marca, parecía que iban a vacunar una res, pero muy buena medicina, yo creo que aquí el único que tiene esa medicina es el Ejército. Aquí el Ejército tiene esa clase de medicina.

VD: Para que no se enfermaran.

JG: Pa que no se enfermen. Pero el Ejército, pero un doctor de estos, ese te da puro calmante y aquellos para ese lado te atienden lo que es de maravilla, los idiotas. Pero es pa no tener lata de andarte cada rato llevando.

VD: Claro, perder. Claro, también es por interés.

JG: Por eso, interés propio.

VD: Claro. Y señor Santos, ya cuando usted anduvo por allá, yo le quiero preguntar: ¿Nunca se le ocurrió llevarse a su familia para allá?

JG: No, porque mira, en ese tiempo yo sí pensaba, en este contrato, pero ya lo pensé tarde, sí se podía, Violeta sí se podía. Si tú metías, por ejemplo, en ese tiempo, con $700 dólares que metieras tú al banco, en ese tiempo, el banco te arreglaba a ti y a tu familia.

VD: Ah, ¿sí?

JG: Porque no sacaras tú el dinero del banco, mejor te ayudaba pa que arreglaras papeles, pero el dinero estuviera trabajando en el banco. Si tú querías meterlo a ahorrar y llega el día que ibas a sacarlo, pero decías: “¿Sabe qué? O me ayudas para arreglar papeles pa mí y mi familia”. Sí te ayudaban, pero con $700 dólares en ese tiempo que metías tú al banco. No era que ibas a pagar, sino el banco por medio de aquel dinero ya te daba cabida a ti de que arreglaras papeles, pero el banco.

VD: ¿Ellos le ayudaban?

JG: Ey. Y algún patrón que quisiera ayudarte, sí te ayudaba. Yo tuve un patrón o dos que me ayudaban, nomás que la cosa jue que no, no, de muchacho no se te hacía. Yo tuve ese, en un rancho solo de muchacho y ya te enfadas. Me subía arriba de unos papalotes unos depósitos de agua pa ver pa los lados, tuve bien lejos del pueblo. Yo solo duré, también duré como más de un año, solo, de los ranchos por allá entre la sierra, te enfadas, ¡qué vida!

VD: Y, ¿no pensaba que allá le podía ir mejor a su familia?

JG: No, taba de muchacho, taba de muchacho todavía entonces.

VD: Y, ¿ya que se casó, ya que tenía sus hijos?

JG: Sí pensaba, pero no lo hacía. Si yo lo hubiera pensado en Stockton, ahí tenía la facilidad de arreglar papeles. El mismo viejo me decía, no el patrón. Pero estaba muy difícil de que a lo que él quería en menos de quince días me llegaran papeles y todo, no llegaban en quince días. Y ya después de ahí, me cambié, ese señor, del modo que me había podido ayudar, estábamos en una compañía y el mayordomo que me tocó nos llevó a ese rancho. Pero íbamos como unos cuarenta, todos esos que le nombré a usted hace rato. Fue el año ése que le digo que le di el elotazo al viejo ese. Íbamos trabajando y me siguió como unos veinte metros o más detrás de mí, andaba todos los surcos, éramos cuarenta señores trabajando, andábamos desahijando espárrago y me fue siguiendo un pedazo grande. Medía como dos metros, diez centímetros, el muchacho estaba joven todavía, va y se me acerca a mí, dije yo: “A este ya le caí mal, yo creo me va a correr”. Pensé luego luego, fue lo que se me vino al pensamiento. Dice: “Vete al pick-up”. Ya me iba caminando, cuando: “José”, dice, “ven otra vuelta, llévate otro”. Entonces me llevé a otro muchacho. Dije: “Vente Chava”. Se llamaba Salvador, era de Michoacán. “Vente Chava, vamos a ver qué quiere este viejo”. Ya nos juimos, y jue y nos llevó a la orilla de su casa a quitar unas hierbas que había allí, estaba una mata de pera grande, le digo al otro muchacho: “No voltees pa arriba porque ahí está la señora. Ni vayas a cortar una pera porque nos está viendo por la ventana”. Le limpiamos todo allá, luego llegó y: “¿Ya acabaste?”. “Sí, ya quitamos el montón de hierba”. Fue y nos llevó a un field de jitomate. Taba el jitomate enorme, estaba chulísimo su rancho. Pasaba un tren que le llamaban el Steel Lion(??), plateado que pasa como rayo. Iba como a doscientas cuarenta millas y ya nos llevaba. Tenía tres bombas, nos llevaba a probar agua de una y nos llevaba a probar agua de otra y de otra. Él se dedicaba… La planta ni tenía hierba, pero el chiste era andar. Nos traiba pues, eran por hora y nos traiba viendo todo el terreno. Ahí andábanos, ese jue el que ofrecía ayudar, pero como te digo, ya después nos cambiamos, Guadalupe estaba en un campo y yo estaba en otro. Ya después nos cambiaron al campo de nosotros y se olvidó el ranchero ese y ya no lo volví a ver.

VD: Ya no, ya no hizo nada por arreglar.

JG: Ya no, ya cómo lo miraba. Pero es que es desidia de uno. Muchos sí arreglaban, muchos se desertaban, pero, ¿cómo te dijera? Los que se desertan, ya saben el compromiso que se van a llevar o tienen familiares que los ayuden o se asientan solos, así varios se desertaban. Se van, pierden pasaporte, pierden todo, se arriesgan, pues. Pero como te digo ya tienen conocimiento de algunos lugares donde van a ir a trabajar y pa que tú te desertes nomás a la aventura, a ver dónde voy acá yo, pos siempre necesitas tú un piecito, quién te dé una apoyadita de tal manera que le diga al patrón: “Mira, este muchacho es buen trabajador y pos vienen de alambre o de mojado”. Como quieras, en el lugar que anden, pero ya tienes un apoyo que te ayude.

VD: Y, ¿usted nunca tuvo a alguien que le echara la mano?

JG: Y eso pues no, pues nunca. Los que íbanos, íbanos y veníanos, no había quién te dijera: “Oye, pues pélate de aquí”, podía decir a la gente, “pues záfate de aquí y vete pa tal lugar”. Pero muchos de allá de Montana, algunos se fueron rumbo a Chicago pero inmediatamente los radian luego luego. De todos modos no se van muy lejos porque el compromiso es del Gobierno mexicano te entrega y el Gobierno de acá tiene que entregarte de regreso. Por eso vigilan a la gente, es más penoso que te desertes, que te vayas así a la suerte. Porque tú ya firmaste un contrato y ese contrato tiene que regresar pa acá. Tanto el que se va como el que viene, por eso tas firmando de acuerdo con los dos Gobiernos y es más peligroso.

VD: ¿Los buscaban los de Migración y los regresaban?

JG: Sí los regresaban. Y así suelto, que tú entres por, digamos por Texas o por Arizona o por California, pos la suerte te va ayudando. Si pasastes, ya, pero no tienes compromisos ni con este Gobierno ni con el otro, porque vas suelto, por eso aquel Gobierno te paga lo que quiere. Y ya con un contrato, ya llevas tú el precio a como vas a ganar a según el lugar, o sea por hora, esto es por hora. Ya por contrato es diferente, a según te muevas tú las manos, eso vas a ganar.

VD: Ahí le van pagando.

JG: Así le van pagando.

VD: Y, cuando andaba por allá, en sus ratos libres, ¿qué hacían ustedes?

JG: Pos mira…

VD: En sus días de descanso.

JG: Pos unos nos poníamos a lavar la ropita, eso era lo primero.

VD: Que aquí nunca hacía.

JG: Lavar la ropa, hacer de comer, lavar la ropa. Ahora, si había gente así de unos diez, doce, pos unos: “Pos vamos a jugar baraja”. De a mentiras, porque no se jugaba de dinero. Ya en los campos donde hay mucha gente y es vicio de jugar, ya apuestan dinero. Así nos juntábamos, yo y otro, un dicho Ángel Solís, nos juntábamos ahí a jugar así de pellizco, como decía la gente, pos, ¿en qué más pasabas el rato?, no hay más en qué. Si, tas en un rancho, pos a un rancho, si no te sacan, no puedes tú salir. Un rancho, cuando estás en un pueblo como quiera, pero cuando estás en un rancho a unas veinte o treinta millas del pueblo; si no te llevan el sábado, el compromiso del patrón es llevarte el sábado nomás para traer la ropa, la comida y ya. Va y surte tu comida y viene y te deja y se va. Ahí haces de comer o ponte a lavar, pos es lo que hacía la gente, otros a cortarse el pelo uno con otro.

VD: ¿Entre ustedes se cortaban el cabello?

JG: Pos uno con otro porque pos ahí mochito como quedaba. Pos cuando estabas en el pueblo, pos ya te cortaban el pelo un peluquero y cuando no, pos ahí nomás hay que comprar unas tijeras y ahí cortarle la greña más noche, como sea cuando estás en un rancho separado del pueblo. Y si estás tú solo, ¿a quién le hablas?, a quién, ¿con quién platicas?

VD: Y, ¿si están en el pueblo?

JG: Pos sí se va uno al cine los sábados cuando estás en el pueblo, pos ya se sale aquél pa un lado y el otro sale para otro. Pos va llegando la gente, al último te obligan a salir. Porque mira, el que toma y juega baraja no te deja dormir toda la noche. Otros con los radios tocando y mitad de otros gritando y te sales pa juera de las barracas a dormirte un rato. Nosotros ahí en Santa Bárbara nos salíamos pa juera a dormir con estos mismos de que andaban unos primos de ella, porque adentro no dejaban dormir. Ibas al baño, jugadero de dados y tomando cerveza y las barracas eran de madera, se oía el pisoteadero pa allá y otros… Y luego son barracas largas, donde habíamos casi como cien, o más de cien. Entras por aquí y sale la puerta pa allá, entras de allá pa acá y sales por la puerta pa acá en medio de las camas de dos pisos, de las camas, dos camas atravesadas, unos jugando baraja en las camas, otros con el radio en la cabecera, ¿qué vas a dormir?

VD: ¿No los acostaban a una hora, que les apagaran la luz?

JG: No, qué se iban ahí, ahí síguele como quieras, pos hasta qué horas. Nomás era a las seis la cena y hasta otro día en la mañanala otra a las seis de la mañana el almuerzo, los campos quedaban solos. Nomás el campero quedaba cambiando fundas y todo eso. El campero va y se encierra y si no se larga también queda el campo solo. No, si nomás los comerciantes que entran ahí a vender ropa, lo que llevaban los judíos. Era todo a lo que iban los judíos, a vender ropa. Pero los campos donde hay bastante gente, todo pasa, ni duermes. Y si tú no tomas es pior la desvelada a fuerza que…

VD: De los que sí toman.

JG: De los que están tomando. Y esa era la… Y ahora pa que tomes, si ganas poco sueldo, te pones a tomar, ¿qué ahorras?, ¿con qué te vienes el día que te vas a venir pa acá?, ¿con qué?, ya repartes todo allá.

VD: Se les va todo el salario.

JG: Todo el salario se queda allá.

VD: Y pues ya por último señor Santos, como a la distancia después de tantos años que usted estuvo por allá, ¿cómo recuerda usted esta época de bracero?, ¿cómo se siente de haber estado por allá?

JG: Pos vieras, que le da a uno lástima uno solo y piensa uno los sufrimientos que te hacen a ti este… Posiblemente hay veces que hasta puedes llorar tú solo de los sufrimientos que llevaste, de las andadas que llevaste, porque no todo lo que brilla es oro. Son partes difíciles también que, no, pos hay veces que te estas acordando: “Allá en tal parte”. Bueno, en una hora caminas no sé cuántos lugares que anduviste allá y te acuerdas de todo. Oye, por ejemplo, esas canciones que compuso esta muchacha, hay unas que te pegan en el corazón difícil, que te hacen llorar. Yo todas las noches lo pongo, lo pongo ahora por un lado y a la misma hora. Lo pongo por la mañana, lo pongo por lo otro, los que tengo ya no los uso, estoy usando mejor el que nos dieron. Ahí hay canciones que sí te hacen recordar y como dicen, los hombres también lloramos también aunque no llores a gritos, lo que sufrites es lo que te hace todo eso reflexionar. En tal parte, este para esto, tal cansancio. Bueno, te digo, en una hora recorres todo lo que conociste de allá, las carreteras y todos los caminos donde vas caminando. Por ejemplo, aquí pa Montana caminas un… Texas, Nuevo México.

VD: Todo lo que atraviesa.

JG: Colorado, Wyoming, Nebraska y luego sigues a Billings, Montana, son seis estados de El Paso, Texas, al norte, pa Michigan son seis estados. Llega uno a Colorado, si sales por ejemplo, a estas horas pa allá, llegas mañana, descansas y a la hora que llegates o te sales pa allá, de allá pa acá tan iguales. Denver, Colorado es la mitad del camino, o más pa acá o más pa allá. Nombre, llegas tú cansadísimo, ahora lo que sufres de aquí pa hacerte llegar a Mexicali.

VD: Nada más a la frontera, claro.

JG: Nomás de aquí a la frontera y luego de ahí pa arriba.

VD: Sí fueron experiencias fuertes.

JG: Aquí en Monterrey, ahí sufríamos también mucho. Cuando nos contratamos en Monterrey, en mero Monterrey, taba, en un lado estaba la cervecería esa la Carta Blanca y luego seguía un campo de béisbol y luego una plaza de toros. Pero dos veces me contraté ahí, a la tercer vez, nos sacaron de Monterrey que había que agarrar un camión hasta un pueblo que se llamaba Vasolito. Hay un cerro altisísimo, altisísimo que fue donde se volteó, donde se quemó el avión ese que explotó, el que llevaba un bicho, un madrazo, no sé qué diablos llevaba. Total que en ese avionazo se mataron más de ochenta o noventa personas, que el Gobierno obligó a matarlos. Taba el cerro angostito, altisísimo tá el cerro, altísimo y abajo de ese cerro estaba la contratación. Decía: “Vasolito”. En la noche que llegamos nosotros nos tocaron las barracas pegadas al cerro y taba la tela de alambre ésa de borreguero. Pos no en la noche, eran las camas, eran de loza, taban colgadas de esta altura y luego la otra arriba, eran tres, le decían el camarote. Eran planchas de concreto, ahí no había petate, ahí no había nada, nomás las puras planchas como aquí tirarte en el piso. Ahí no había nada de eso, pero era aquí en Monterrey. Pos no en a la noche se bajaban las llamas del cerro pa dentro del campo, ahí en la entrada. Se bajaban los animales de arriba del cerro, taba pegadita al cerro. De ahí pa arriba del cerro la loma, en ese Vasolito. Pero es un lado de Monterrey. Así es que de allí llevabas ya el sufrimiento pa dormirte.

VD: Desde empezando.

JG: De allí empezando, apenas ibas a contratarte y ya había sufrimiento. Pos qué, ¿en qué te dormías en la noche? A raiz, y uno flaco de los buenos, puros huesos ahí en el cemento y caliente el cemento, ¿qué? Pos nomás tu bolsita de ropita que llevabas te la ponías de almohada. Se volteaba uno pa allá y se volteaba uno pa acá, pos la vil piedra. No había colchones, en los demás campos si quiera hay algo, porque ibas a dormir en una casa, y ya pagabas un peso, en ese tiempo ya te quedabas en la tierra. Hubiera un petate, te daban petates pero ahí a raiz en la piedra y el calorón. Y ahí en el centro de contratación andábamos más de unos tres, cuatro mil.

VD: Y, ¿cuánto se esperaban ahí para que los contrataran?

JG: Pos unos ocho o tres, o a la suerte, según .Hay unos que duraban hasta el mes, otros más. El que iba, como te digo, que íbamos nosotros con ese Pedro Serón, ése los días que durabas te daba la comida, él hacía los gastos de la comida. Aunque en un tambo te cocían frijoles y tortillas compraban por ahí, pero te daban un plato de frijoles en una lata de salmón grande. Ahí te echaban tu cucharada de frijoles y tu manojo de tortillas, pero no sufrías. Él ponía todo eso, de lo que cooperaba de ahí gastaba. Él iba a propósito hasta los centros de contratación.

VD: ¿Aunque él estaba aquí?

JG: Él iba, se iba en avión para Guaymas se iba en avión él.

VD: En donde estaba la gente.

JG: Él mandaba, por ejemplo, si íbamos unos cien, él buscaba el más alto, le compraba una gorrita roja como ésta es roja, decía: “Donde está el de la gorrita roja, ahí voy a estar yo”. Ésa era la seña que él daba. Él se iba a Guaymas al hotel, pero él venía al centro de contratación y ya buscaba al de la gorra roja, buscaba el más alto y decía: “¿Pos ontá la gorra roja?”. Estaba uno, el más alto. “Allá está”. “Pos vamos a ver si ahí está”. Cuando ya se acababa la contratación, que si alguno o dos le rechazaban a él, él le daba el pasaje para que se regresara pa el rancho y ya en la siguiente vez los volvía a meter a que entrara de todos modos. Y con el mismo sueldo.

VD: ¿Con él se arreglaba siempre?

JG: Y con ese arreglamos varios, varias veces, dos, tres veces no, pero las demás sí, porque él andaba en el rancho por ahí ofreciendo: “¿Quién quiere ir?”. Ya la gente sabía. “Vamos con éste, al cabo le pagamos a la vuelta”. Si durabas cuarenta y cinco días, ¿cuántas semanas eran?, de $0.50 centavos te tocaba la siguiente vez. Nomás le dabas lo que ganabas, te ganaste allá, $0.50 centavos tipo dólar, de a $6 pesos. En cuarenta y cinco días, ¿cuántas semanas ganabas?, ya le dabas. Hasta que volvieras otra vuelta, le pagabas. Ese estaba un poco más derecho, no cobraba antes. Recibía dinero pero de los que ya habíamos ido y todo eso.

VD: Sí se las hacía efectiva.

JG: Y unas tijeras de a podar, me llevó un mayordomo de ahí. “¿Dónde vas? ¿Dónde va mayor?”, le digo. Dice: “Voy a mi casa”. Vivía en Saticoy(??) él. “Déme un ride de aquí a Saticoy(??)”. “Órale pues”. “¿A qué va?”. Le dije: “Voy a traer unas pinzas”. Entonces me dijo: “Ahí en un lado está la tienda donde compras serruchos y pinzas, ahí hay tijeras, lo que quieras ahí de herramienta, ahí está bueno y muy bueno”, dice. “La marca de la corona”, me dijo. Ya me metí y dije: “¿Ahora cómo le hago? Pos ahora agarro toda la carretera, me voy a ver a qué horas llego aunque dure una hora o más de una hora de camino, ahí me voy caminando con mis tijeras y mi serrucho. Pero poquito, hay un puente en Saticoy(??), un puente que es un río, pasa un río. Saliendo del puente venía un gabacho y ya ve de que, iba yo caminando pa allá así y él venía pa acá, cuando menos que da vuelta y se me arrima por un lado, dice: “¿Para dónde vas?”. “Voy pa el campo del norte”. “Súbete”. “¡Ah chingado! ¿Pos súbete?”. No vaya a ser este otro, que no sé qué me quiera hacer, pero entonces era distinto; ya hace cuántos años, ya dice: “Ahí está el campo del norte, sí, éste es”. Pos no me bajó hasta que no habló con el del campo, me encerró en el carro y ya anduvo buscando.

VD: Que le dijeran que sí iban a ir.

JG: Ya vino, dice: “Y, ¿éste hombre?”. “No, pues es de aquí”. Lo abrió, agarró su carro, dio la vuelta y siguió su camino pa atrás. Pero se regresó a dejarme, pues era yo. Nomás di gracias y se fue. Pero no me bajó del carro hasta que no preguntó al campero si era de allí yo o no era. “No, pos soy de aquí”. “No, pos es de aquí, ta bien”. Agarró su carro y luego se salió pa fuera. Pero fue, se regresó y me dejó en el campo, dice: “Es que así no está bien”.

VD: Que anden a pie.

JG: Ey, dice: “Así no, no está bueno”. Dicen: “Esto sí, pero ansina no”. “Pues tú tienes y yo no tengo, caminando así. Ya tengo que caminar yo así”, le dije. Le hacía las señas: “Tengo que caminar yo así”.

VD: Yo no tengo coche.

JG: Yo no tengo carro. Y ya te digo. Y se regresó a dejarme, pero como te digo, eran otros tiempos. Ahora ya la maldad allá y aquí, nosotros los mexicanos hacemos la misma cosa.

VD: Pues ya no hay confianza, claro.

JG: Por eso ya no hay confianza como anteriormente, anteriormente había mucha confianza. Ahora ya no, ya te digo, así lo hacen. Y así lo hizo ese gringo, se me hizo raro, este hombre si ya va allá llegando, o, ¿pa dónde irá, se regresa y me trae? Lo que me da miedo es que no me dejó el carro abierto.

VD: Lo dejó allá adentro.

JG: Encerrado, me dejó encerrado hasta que trajo al campero.

VD: Y le dijo que sí.

JG: Y ya le dijo: “Sí es de aquí, sí”.

VD: Sí, no, si andan sospechosos y andan caminando.

JG: Sí, pero caminaba yo con mis tijeritas y mis serrucho envueltos. Pero dijo: “Ansina no, no sirve”. “Pos tú tienes”, le digo yo, “pero yo no”.

VD: Pues señor Santos, pues muchísimas gracias, muchas, muchas gracias, por su tiempo, por sus recuerdos que me compartió, que son muchos y bien interesantes además.

JG: Aquí hay pa hacer casi un libro.

VD: No, pero pues, ¿uno?, unos muchos y pues muchas gracias, muchas, muchas gracias por abrirme aquí las puertas de su hogar.

JG: A la hora que se te ofrezca, ya sabes.

2do: A la hora que se le ofrezca, que ande por aquí.

VD: Muchas gracias.





Fin de la entrevista

Interviewer

Domínguez, Violeta

Interviewee

Guevara-Rodríguez, José Santos

Location

Mexico City, México

File Name Identifier

Guevara_Rodriguez_MEX010

Citation

Domínguez, Violeta and Guevara-Rodríguez, José Santos, “José Santos Guevara-Rodríguez,” Bracero History Archive, accessed November 25, 2024, https://braceroarchive.org/es/items/show/127.