Sebastián Jaimes Gutiérrez

Title

Sebastián Jaimes Gutiérrez

Description

Biographical Synopsis of Interviewee: Sebastián Jaimes was born in 1914, in Coyota (later San José del Río), Michoacán, México; as a young boy, he worked in the fields with his family; two of his siblings died when he was a child; in 1952, he was hired as a bracero; he worked in Arizona and California; later, he attempted to secure another bracero contract, but was refused after an inspection of his teeth; he returned to México and now lives in Cuernavaca, Morelos, México.


Summary of Interview: Mr. Jaimes recalls his childhood and his early work in the fields; he explains how he attended school with a private teacher, and when two of his siblings died; additionally, he details his experiences before becoming a bracero, and how he once refused to marry a rich girl because he was poor; he discusses how he sold candies to survive in Empalme, Sonora, México while waiting to receive his first bracero contract; in 1952, he was hired as a bracero; he worked in Arizona and California; he states that, when his first contract was up, he returned to México and attempted to rejoin the Bracero Program; he expresses how he was able to apply, but was refused enterance into the program after officials at a contracting center checked his teeth; he relates how later he was returned to the border; there, he had to ask customs officials for help in securing transportation home; after this experience, he decided to stay in México, and now lives in Cuernavaca, Morelos, México.

Creator

Domínguez, Violeta
Jaimes Gutiérrez, Sebastián

Date

2003-07-08

Subject

Bracero

Rights

Institute of Oral History, The University of Texas at El Paso

Language

spa

title (Spanish)

Sebastián Jaimes Gutiérrez

creator (Spanish)

Domínguez, Violeta

Rights Holder

Institute of Oral History, The University of Texas at El Paso

Online Submission

No

Original Format

Mini Disc

Duration

2:13:59

Bit Rate/Frequency

24 bit
96 k

Transcription

Nombre del entrevistado: Sebastián Jaimes Gutiérrez
Fecha de la entrevista: 8 de julio de 2003
Nombre del entrevistador: Violeta Domínguez

VD: El día de hoy es 8 de julio del 2003 y ésta es una entrevista con el señor Sebastián…

SJ: Jaimes Gutiérrez.

VD: Don Sebastián déjeme empezar por preguntarle algunas cosas sobre su familia y usted, ¿dónde nació usted, don Sebastián?

SJ: Yo nací en una ranchería, en la ranchería primero, en un lugar que le nombraban [La] Coyota, a hoy es San José del Río, es pueblito. Primero estaban unas casas regadas todas y ahora ya, ya forma pueblito y ahí nací yo.

VD: ¿San José del Río?

SJ: San José.

VD: Bueno, Coyota.

SJ: Coyota, antes.

VD: Y, ¿dónde está, aquí en Morelos?

SJ: No, en Michoacán.

VD: Ah, mire usted es de Michoacán.

SJ: Yo soy de Michoacán, en Michoacán.

VD: ¿Cerca de qué queda?

SJ: Cerca de, de Zitácuaro, de Zitácuaro. Entonces, cuando yo me jui ya de bracero, vivía yo en, onde nació mi hija, ésa es mi esposa. El pueblito que se llama Enandio, Enandio, Michoacán, entonces, ya me jui para allá. Y de ahí jue cuando me jui a la bracereada, de ahí. El primer año me tocó en este, Guadalajara, San Pedro Tlaquepaque, ahí estaban las, las contrataciones, en San Pedro Tlaquepaque. De ahí se cambiaron estas contrataciones a Empalme, Sonora y allá me contraté por segunda vez. Entonces ahí en, cuando me contraté la primer vez, me tocó en la pisca del durazno y del chabacano. Donde me, me vine, cuando me echaron fuera, andaba de regador con un señor que se llamaba Luis. Tenía la papa así de grande, la mata y andaba de regador con él.

VD: Oiga, don Sebastián, antes de que pasemos a su tiempo de bracero, déjeme regresarme un poquito. Allá en Coyota en Michoacán, donde usted nació, ¿a qué se dedicaban sus papás?

SJ: En jornear, en jornada, en el trabajo de campo, el trabajo de campo y ahí yo jue donde ahí crecí también y jui jornalero, campesino.

VD: ¿Su papá cómo se llamaba?

SJ: Gonzalo Jaimes.

VD: Y, ¿su mamá?

SJ: Jobita Gutiérrez.

VD: Y, ¿su papá tenía tierras propias allá?

SJ: No.

VD: O, ¿trabajaba?

SJ: Trabaja a medias o a renta, como fuera.

VD: Y, ¿qué sembraban allá?

SJ: Maíz, maíz, todo el tiempo maíz, para sostén.

VD: ¿Para consumo de ustedes?

SJ: Sí.

VD: De la familia.

SJ: Sí, para sacar para el gasto.

VD: ¿Vendían también?

SJ: Sí, para vender.

VD: ¡Ah!

SJ: Sí, para vestirnos o algo.

VD: Su mamá, don Sebastián, ¿estaba en la casa o también…?

SJ: No.

VD: ¿Trabajó?

SJ: Ella en, en la casa, en el hogar de la casa. Ella en el hogar de la casa, ella no, no trabajaba en el campo, nomás nosotros. Iba a dejarnos el almuerzo, o la comida, pero se regresaba a su trabajo de la casa.

VD: Y, ¿ella cuántos hijos tuvo, cuántos fueron ustedes?

SJ: Fueron, ya cuando se casó con mi papá según ya era viuda. Era viuda, ya llevaba un hijo, se llamaba Rosario. Entonces, ya con mi papá, una niña, me parece, o no me acuerdo bien si la niña ella era de mi papá también, pero llevaba un niño, se llamaba Rosario. Entonces, con mi papá hubo cuatro de familia, hubo una mujercita y tres hombres. Murieron dos, la mujercita y el hombre, y quedamos dos.

VD: ¿A qué edad fallecieron, don Sebastián?

SJ: Pos la verdad no, no me acuerdo, francamente, pero…

VD: Pero, ¿recién nacidos o ya grandecitos?

SJ: La niña ya estaba por aquí así de grande y el niño también. El niño estaba más chiquito, pero ya, ya murieron chicos.

VD: Y, ¿se acuerda usted de qué morirían?

SJ: Pos no, la verdad no me acuerdo, de qué murieron. Porque en ese tiempo no había doctores, no había doctores.

VD: Y, ¿cómo se curaban, don Sebastián?

SJ: A base de, a base de hierbas y todo eso. Yo tuve una, una enfermedad que también me iba a morir y con pura, pura agua tomada, de fresno. Y baños con agua de fresco, de fresno, con eso.

VD: ¿Cuándo fue eso que le dio esa enfermedad?

SJ: No, yo estaba, yo estaba como de diez años, o de menos, menos.

VD: Y, ¿se acuerda qué era la enfermedad o cómo se sintió?

SJ: No, no, no me acuerdo, pero dicen que era gripa, no, quién sabe. Porque ese peste vino cuando después de la Revolución, sí.

VD: ¿En qué año nació usted, don Sebastián?

SJ: Mil novecientos catorce. Ahí tengo los, esos, las credenciales, el de la votación y el otro. Porque tengo credencial de senectud y ésa me ayuda para viajar lejos.

VD: Le hacen descuento.

SJ: Voy por mitad.

VD: Ándele. Y usted era, de sus hermanos, ¿era de los más grandecitos?

SJ: Es el más grande, es el más grande. Todavía vive, todavía vive.

VD: Ah, ¿su hermano Rosario?

SJ: No, mi hermano, mi hermano que vive se llama Vicente.

VD: Ah. Y, ¿cuántos años tiene su hermano Vicente?

SJ: Mi hermano tiene como noventa y cuatro, por ahí así. Porque yo ando en, en ochenta y nueve.

VD: Y entonces, ¿usted fue a la escuela allá, don Sebastián?

SJ: Jui a la escuela primero con un maestro que se llamaba, ¿cómo se llamaba este señor?, no me acuerdo cómo se llamaba, Adelfo, Adelfo. Y entonces, se murió. Con ese maestro, iba yo muy bien, iba muy bien con mi estudio. Ya en tres meses yo ya sumaba y restaba y multiplicaba, en tres meses.

VD: ¿Qué edad tenía usted cuando eso fue?

SJ: La verdad no me acuerdo cuántos años tenía.

VD: ¿Pero era usted chiquito?

SJ: Sí, estaba chico, como de unos diez años. Entonces, como unos nueve, por ahí así, poco más o menos, entonces murió el maestro y pusieron otro. Y eran de paga, los maestros.

VD: ¿Quién les pagaba, don Sebastián?

SJ: Nuestros padres.

VD: ¡Ah!

SJ: Entonces, ahí había éste que me enseñó, tenía una hija. Y él vivía como de aquí a donde estoy yo, viviendo conmigo. Y dejaba una chamaca por aquí así a cuidarnos, ¿cuál respeto íbamos a tener con aquella chamaca, aquella criatura?

VD: ¿Como de la misma edad que usted?

SJ: Por ahí así. Entonces un día, me acuerdo yo, que yo llevaba voluntad de estudiar y todo eso y estaba yo con mi geografía, mi geografía aquí así, este, leyéndolo, y risa y risa y los demás, todos. Entonces volteo yo así y veo al que estaba junto a mí, que estaba todo, con unos bigototes aquí con lápiz tinta y todo pintado y de él se se estaban riendo y yo seguí leyendo. Y vi salir una sombra así y jue la chamaca, la que jue a avisarle al papá. Y luego al rato vi pasar la sombra así, y cuando sentí, a mí jue al primero que me pegó, a mí jue el primero. Y me va a dispensar usted lo corajudo que era, he sido y soy, que me dio mucho coraje. Me reventaron los, los cuerazos, me reventaron, y me acabó la geografía. Porque yo le metía la geografía así para defenderme, entonces, de allí me agarré odio, me agarré rencor, al maestro. Yo casi no la, cuando llevaba yo ganas de estudiar no le hacía la clase a él, ni le entregaba nada. A los más, más adelantados que yo, eran los que yo les entregaba la clase, pero a él nada. Y me sacaba al pizarrón a, a lectar en alguna lectura o en algo. No, iba tieso con el pizarrón y nomás viendo, así con el lápiz ese, ese gis, aquí así y viéndolo, pero estaba yo con harto coraje. Y de ahí ya le dije a mi papá: “Sácame de la escuela papá, porque no voy a aprender ni a trabajar, ni a estudiar”. Y me sacó de la escuela, pos para él era mejor, porque le ayudaba. Y me sacó de la escuela.

VD: ¿Como cuánto tiempo estuvo ahí con ese maestro, don Sebastián?

SJ: Con ése, como, pos un año.

VD: Un año.

SJ: Como un año.

VD: Y, ¿había muchos niños en su clase?

SJ: Había hartos, había hartos. Y, pero a mí fue, y yo me dio coraje, porque me reventaron, ¿no? Y me salí y me jui. Y me jueron a alcanzar a los chamacos y todos. Ya me regresaron pero ya, ya no estudié nada, nada, se me calentó la cabeza. Ya después ya no, no tenía sentido. Ya le dije a mi papá que me sacara de la escuela para que me enseñara a trabajar y me sacó. Y jue de la manera que yo aprendí a trabajar.

VD: Entonces empezó a irse usted con él al campo.

SJ: Sí, me jui al campo con él a sembrar y todo eso, me enseñó. Y gracias a mi Dios y a él, que me enseñó a trabajar. Nada más que pos ahora me da tristeza, busco el trabajo, todavía. Busco trabajo porque estoy impuesto al trabajo, pero pos no puedo por la fractura, estoy fracturado.

VD: ¿De dónde se lastimó?

SJ: De aquí de, a este lado.

VD: ¡Ah!

SJ: Aquí tengo un, tengo una placa aquí así.

VD: En la pelvis, aquí se lastimó.

SJ: Tengo una, tengo una placa, bien atornillada. Y ya, ya cerró, pero no puedo ni agacharme.

VD: De donde se lastimó.

SJ: Y por eso no puedo trabajar.

VD: Pero mire, desde…

SJ: Y ahí busco el trabajo.

VD: Desde muy niño empezó usted, entonces.

SJ: Sí.

VD: Muy chiquillo.

SJ: Sí, primero jue pa, jui pastor de chivas. Conseguí unas chivas, trabajé con ellas un tiempo. Ya luego crecí más y ya las vendió, se las entregó y las que nos quedaron a nosotros, las vendimos. Me compré una, una ternerita.

VD: Y, ¿usted la cuidó?

SJ: Y otra, y otra. Compré dos y de ésas les jui dando, le jui dando crías, una cría a cada quien, a mi hermano y a, a mí, sí, a mi papá. Y ya me quedé yo con las otras, así. Pero luego se acabaron, las vendió mi papá y ya se acabó. Ahí quedamos en la misma miseria y ahí vivimos. Y después cuando ya me casé yo con mi esposa, jue cuando me jui de bracero.

VD: O sea, y mientras usted iba creciendo, don Sebastián, ¿vivió todo el tiempo allá en Coyota?

SJ: Sí, todo el tiempo. Eh, hubo una temporada que me jui con unos parientes a un lugar que se llama Cóporo, a esto de un año. Y eso, juimos donde riego. Y donde había trabajo que se ganaba algo, me iba a trabajar. Estuve trabajando aquí, en Matamoros, Puebla adelante, en la carretera que va para Oaxaca.

VD: ¿Antes de irse de bracero?

SJ: Antes.

VD: O, ¿después?

SJ: Antes

VD: ¿Antes?

SJ: Antes, todavía de joven. Tenía yo veintidós, veintidós años cuando estuve, trabajando acá. Jui barretero, jui poblador de barrenos y los disparé. Anduve con un poblador de barrenos, me enseñé y aprendí a poblar los barrenos y a disparar. Porque se enfermó el, el este, poblador. Y él me dijo el cabo, dice: “Ahí te vas a, a barrenar todo eso”, dice. “Porque ya me dieron, me dieron este tramo nuevo y ya nos falta un poco para terminar el tramo”. Y, y nos iban dando tramos, le iban dando tramos a la gente y nos cambiaron al tramo nuevo. Y ése jue el que la, la empecé yo a, a taladrear con el, la barrenación. Y sí, en la primer disparada quedé bien y ya le seguí. Ya vino, después se alivió el poblador y ya no me quitó de ahí, ya me dejó ahí con el poblador que le ayudara. Y eso me sirvió mucho porque aprendí más, ya digo. He tenido muchas aventuras. (risas)

VD: Oiga, don Sebastián, y, ¿cómo llegó usted allá a ese trabajo, de Coyota, cómo fue que llegó hasta allá?

SJ: Es que nos, nos trajeron en un enganche. Pasamos por Puebla, bajamos a Matamoros y de Matamoros nos llevaron allá al trabajo.

VD: Pero, y, ¿cómo fue que usted llegó al enganche?, platíqueme.

SJ: Porque, nos juntamos algunos de ahí de, del pueblo, es decir del rancho, nos juntamos y nos juimos en el enganche a trabajar allá.

VD: ¿Iba un señor a buscarlos al pueblo?

SJ: Sí.

VD: Y, ¿qué les decía?

SJ: Era, era conocido de nosotros, se llamaba Silvestre. Y fue por gente allá y, sí nos venimos algunos en el enganche, y nos íbamos a quedar en Cholula, Puebla. Pero luego, ya oscureando [oscureciendo], empezaron a rodear el carro. Y ya nos, se jue el chofer, encendió el carro y nos juimos.

VD: ¿Quién lo estaba rodeando?

SJ: Eh, la gente de ahí de Cholula.

VD: ¿Porque no querían que se quedara?

SJ: No quería, yo creo que, no sé qué pensarían. Eh, nos querían fregar yo creo, no sé. Y nos juimos a quedar en, en este, ¿cómo le nombran?, adelantito, delante de, de Cholula, nos juimos a quedar. Otro día llegamos a Matamoros. Ya luego de ahí ya nos dieron la dirección para irnos al campo.

VD: Y llegó para allá.

SJ: Sí, y ya nos, nos pasamos a una hacienda que se llamaba Raboso. Y ahí pasaba el agua arriba así, ahí hacían azúcar. Y pasamos de ahí…

VD: ¿No era un ingenio, ahí refinaban?

SJ: Ahí refinaban la azúcar. Entonces de ahí nos juimos para delante, a un lugar que, estaba el campamento en un lugar que le decían Las Cruces. Y había, había muchas cruces, de los que mataban, robaban y los mataban y había muchas cruces. Y ya se acabó eso cuando nosotros estuvimos ahí, ya no, no hubo eso. Porque pos ya había mucha gente trabajando ahí, ya no, ya no había lugar, pero sí había muchas cruces, ahí donde estaba el campamento. Y yo llegué a un lugar donde, bien llegué, que ya me regresé, ya me fastidié de estar allá. Llegué a un lugar que le decían El Pitallo, jue onde me regresé yo. Y adelante estaba un río que se llama el Río Mártires(??), ya para, son límites de Oaxaca. Hasta ahí llegué yo, a Pitallo, a Pitallo.

VD: En la…

SJ: En trabajo de la carretera.

VD: De la carretera, ándele.

SJ: Sí, y ya de ahí me vine yo. Y toca que cuando llegué yo allá a Michoacán, ahí en Zitácuaro estaba mi abuelita. Y me dijeron que ahí estaba enferma. Y luego que me vio, empezó a llorar mi abuelita, porque me quería mucho. Y le dije: “No te apures abuelita, ya estoy aquí”, porque se soltó el chisme allá de que nos, que me habían matado. Otros que me habían tapado un barrén(??) y así, bueno, muchos, muchas mentiras. Y no, pos gracias a Dios, pos él me alarga la vida. (risas)

VD: ¿Como cuánto tiempo estuvo fuera esa vez que su abuelita se preocupó?

SJ: Seis meses.

VD: Seis meses.

SJ: Seis meses. Siempre buscaba yo dónde, dónde ganar más, donde ganara más. Porque allá ganábamos $0.50 centavos, diarios.

VD: Oiga, don Sebastián y estoy pensando que usted cuando creció, cuando estaba chiquito, pues todavía le tocaron los últimos años de la Revolución.

SJ: Sí.

VD: ¿Qué se acuerda usted de esos años?

SJ: Me acuerdo de, de esos años que pasaba el Gobierno, o los rebeldes a hacer pedidos ahí a la hacienda. Y se llevaron las partidas de ganado. Un tío mío tenía una vaca prieta y grande y estaba recién parida, tenía un becerrito chiquito. Y se la llevaron con ese ganado que se llevaron la última, última vez.

VD: ¿Quién fue, el Gobierno?

SJ: Eh, los rebeldes. Estaban en acampados en un lugar que le dicen la mesa del campo, de copo arriba, una mesa grande, ahí estaban acampados. Era el, ese general que estaba ahí, pos se llamaba Posadas, Posadas, le decían Posadas. Y de allí se calmó la Revolución. Y si eran los rebeldes, robaban, si era el Gobierno, robaba. Se traían las gallinas en, manojeadas así colgadas en los asientos de las sillas. Y lo que vino calmando la Revolución fue la gripa, una peste que vino. Que casa que caía como aquí, parejito, parejito, se sepultaba sobre de cuatro, cinco en una misma fosa.

VD: ¿De su familia a alguien le tocó, don Sebastián?

SJ: No, a mí me tocó enfermarme de eso también, pero no.

VD: Pero no.

SJ: Gracias a Dios no.

VD: Resistió.

SJ: Sí, y todos se, todos de mi familia se salvaron, todos.

VD: Y, ¿usted veía cuando llegaban ahí a robarse y a llevarse los animales?

SJ: Sí, no, pos andaba yo bueno todavía, andaba bueno. Y veía yo cómo se llevaron los animales.

VD: Y, ¿qué decía su familia?

SJ: ¿Pos qué quería? Abusaban de la, de mi mamá o no sé, dicen. Y a mí, a mi mamá y mi papá, pues nos íbamos, me llevaban, nos llevaban de la mano a escondernos, afuera en el monte y ellos…

VD: ¿Para qué?, ¿por qué se escondían, don Sebastián?

SJ: Porque ellos abusaban de las mujeres.

VD: Ah.

SJ: Los rebeldes, y por eso.

VD: ¿Su mamá se los llevaba a ustedes a esconderse?

SJ: Mi mamá y mi papá, nos íbamos a esconder. Había una cueva que es de una mina, por allá nos íbamos a refugiar, sí. Y todavía está esa cueva, hay una mina. Y no, mi vida es una historia. (risas) Cuando ya me casé, pues vendí un, unos animalitos que tenía. Y me casé porque mi papá estaba en ese lugar de Cóporo con Vicente, mi hermano el mayor, que todavía vive.

VD: ¿Ese lugar está cerca, Cóporo, de donde usted estaba en Coyota?

SJ: Está como a tres horas de camino.

VD: Y, ¿qué hacía su papá por allá, don Sebastian?

SJ: Estaba con mi hermano. Él jue el que se casó primero, con la señora, era de allá, se llamaba Cristina.

VD: Ah, y se fueron a vivir allá.

SJ: Se jueron a vivir allá y yo me quedé ahí en mis tierras en Coyota. Y ahí me casé yo con mi esposa, ella era de Enandio. De ahí me jui a, a Enandio.

VD: ¿De ahí mismo la conoció?

SJ: Iba yo a, a traer, trabajaba yo con un señor que, que fue mi compadre después. Era, estaba acomodado, era el hijo del hacendado y tenía un atajo de mulas y yo ya después era arriero, trabajé con las mulas. Me iba, me rentaba allá, las alquilaba allá para la caña. Y ya de ahí las, las iba a traer yo ya el sábado para traer maíz, maíz a Zitácuaro, o frijol, lo que juera, o trigo y así.

VD: Y, ¿lo vendía?

SJ: Y lo vendía. Entonces, ella, sí, el hacendado. Entonces, yo ahí trabajaba con él y como un hijo, estaba ahí con él y que sí. Y estaba yo yendo pa allá y allá en las haciendas esas, después ya se acabó eso del trabajo de las mulas. Me jui allá al pueblo de onde era mi esposa, a trabajar, días trabajaba allá y días acá y así.

VD: Y, ¿qué hacía allá, en el campo o qué fue?

SJ: En el campo, en las cañas, en las cañas era. Se plantaba mucha caña en ese tiempo. Y me hice de relaciones con mi esposa.

VD: ¿Ahí la conoció usted en el campo?

SJ: Ahí, allá en el, en el rancho, en el pueblo donde vivía, ahí la conocí. Y ahí jue donde me enamoré de ella. (risas)

VD: Y platíqueme cómo, porque antes era diferente, ¿no?, don Sebastián de como es ahora, como se conocían los muchachos antes. ¿Usted podía salir con ella a pasear?

SJ: No, no, era, era duro, era duro. Nos andábamos escondiendo, nos andábamos escondiendo. Era, es más desorden ahora. Se lo voy a decir francamente, porque no, no se había, no, no se veía ése y ése es como una mofa, una burla, casi lo que hace uno, sí, lo que hacen los jóvenes ahora. Porque pos en eso hay, hay hasta abuso de la novia con el novio, ¿cierto o no cierto?

VD: Pos sí.

SJ: Y nomás, antes no. Porque había mucha precaución, no nos dejaban abrazar ni nada, besar.

VD: ¿Cómo hacían nada más?

SJ: Nos tocábamos así retirado, pos así como estamos, (risas) muy suavemente. Una, yo tuve varias novias, ya después de que ya me, ya crecí más, ya tuve varias novias. Tuve una de un, de un rico ganadero y la dejé. Se enfermó de sentimiento, se enfermó.

VD: ¿Por qué la dejó, don Sebastián?

SJ: Porque, por esto, porque ella tenía, sí, él, su papá tenía animales, era rico y yo pobre. Y la dejé porque le dije: “Mira, no quiero que mañana o pasado tu papá te dé algo y diga que yo, que por mí, sí, que por ti tengo. Y yo no, yo no quiero eso, yo quiero formarme yo solo, yo solo”. Y por eso la dejé y se enfermó, y vino, vino a Cóporo, la novia era de El Carrizal, un lugar que le dicen El Carrizal. Y vino a buscarme y me llevó y con su pistolón.

VD: ¿Quién, ella?

SJ: Él.

VD: ¿Quién lo vino a buscar, su papá?

SJ: El papá de, de ella, me llevó a su casa. Y ya le, le dije yo que no me, que no me podía casar con ella porque, por eso, le dije todo.

VD: (teléfono) Permítame, don Sebastián, un momentito.

(entrevista interrumpida)

SJ: Eso jue en un, en un lugar que le dicen El Carrizal, y en donde me vino a llevar el papá de ella, jue en un lugar que le dicen Cóporo.

VD: Cóporo.

SJ: Cóporo. Ahí jue donde me vino a llevar. Ya le dije que yo no, no me quería casar con ella porque era pobre y si hacía algo que ella le, le diera él a ella herencia, si hacía algo, después me lo iba a estar cantando. Y por eso no, no quise.

VD: Y, ¿qué le dijo el papá?

SJ: Dice: “No me hubiera dicho”. Le digo: “Bueno, no, pos usted se pone muy, muy enérgico”, le digo, “por eso, no le tengo miedo, no le tengo miedo”. Nada más que pos, como le digo a usted yo no, no, no me quise casar con ella. Le dije que no, no me casaría con ella porque usted era rico y yo soy pobre. Y yo (ininteligible) también de mi madre. Le digo: “Yo no me casaría con ella”. Ella se enfermó porque me quería, pos eso es muy distinto.

VD: Y, ¿qué le pasó, don Sebastián, de qué se enfermó?

SJ: De ausencia, de ausencia. Y luego se compuso, siempre.

VD: Y, ¿cómo se enfermaba la gente de ausencia?

SJ: Pos no sé cómo le pasaría a ella, pos yo tantas que tuve, (risas) no sé cómo se enfermaría ella, por qué.

VD: Pero, como cuando la gente decía.

SJ: Ella decía que porque me, me llamaba, por eso ha de haber hecho eso el papá, porque ella me, me llamaba a mí.

VD: ¿Ella lo llamaba a usted?

SJ: Ella, ey, por eso.

VD: Y cuando estaba enferma lo llamaba. Ándele, o sea que le daba como temperatura.

SJ: Y se compuso, se compuso, ya después quedó conforme. Y yo por allá nunca, nunca me, de las que tuve, no tuve yo una relación segura para casarme.

VD: ¿Tuvo varias novias?

SJ: Varias. Y tenía suerte, tenía suerte, a pesar de lo feo que estoy, (risas) que estaba, tenía suerte. Y luego ya después me vine pa, para mi tierra, ya me dediqué a trabajar. Y cuando me casé, después de tener casa con mi esposa fue cuando me fui pa, cuando me jui de bracero. Me llevé los papeles, la mostración tal, ya después de mucho tiempo. Sí, ya le digo, después que ya me casé, jue cuando, dije ya, ya tenía, ya tres hijas, me parece, jue cuando me jui pal norte. La primera vez jue en el [19]53 me parece, [19]52, fue que me contraté en Guadalajara.

VD: En el [19]52.

SJ: En el [19]52. Me contraté en Guadalajara, luego, de ahí me volví a ir y me jui a contratar a Empalme, Sonora. Y de ahí me volví a ir y andaba allá sin papeles, los papeles no, no llegaban. Miento, me lo rompieron ahí en la contratación, que iban chuecos, sabe qué. Y en eso llegó, llegó un, un bonche de aquí de, de Guerrero, que llevaban de a dos certificados y ahí me vine yo. Ya hacían dulces allá, aprendí a hacer dulces.

VD: ¿En dónde allá, don Sebastián?

SJ: En, ahí en Empalme.

VD: A ver, platíqueme de eso que aprendió a hacer dulces.

SJ: Aprendí a hacer dulces, que un señor estuvo sosteniendo, era de Durango, me parece. Estuvo sosteniendo a como, como el nueve o diez, con puros dulces que hacía. Hacía hartos y lo iban, los iban a vender. Y luego se, se jue a traer unos papeles, se jueron a traer unos papeles los amigos de él y los trajeron. Y jue cuando se contrataron y yo aprendí a hacer los dulces.

VD: Y, ¿qué dulces eran esos, don Sebastián?

SJ: Dulces de calabaza, de chilacayote y de biznaga. Y luego con él, de ahí se me arrimaron otros dos, que no tenían dinero, y ya se me arrimaron. Y luego con los dulces, los mandaba vender y yo haciendo los dulces. Con eso nos estuvimos manteniendo, sí, manteniendo. Entonces, en una ocasión, les digo: “Miren muchachos, váyanse a vender, váyanse a vender los dulces, yo ahora no voy a hacer dulces. Me voy a la contratación, a ver”, me jui. Yo creo me hubiera yo tentado el corazón no sé, jui. Y había muchos de Guerrero y ya me junté con ellos, me dijeron: “No, si nosotros traemos de dos certificados”. Y le dije: “Pos páseme uno”. “Pues mira, si, si nos pasan con éste, te vas allá a la salida. Allá me esperas, ahí te los doy. Nomás, nomás estudia mi nombre”, se llamaba Crecencio, Crecencio Morales. Y lo estuve estudiando, lo estuve estudiando. Y viera que eso me sirvió, entré de contrabando. Y luego allá me enderecé con mi nombre y el domicilio y todo, ya me enderecé allá en las mesillas [La Mesilla, Nuevo México].

VD: ¿Ahí dio su nombre de verdadero?

SJ: Sí, y el domicilio de la, de mi casa. Entonces ya jue cuando me tocó para, para, ¿cómo se llama?

VD: ¿Texas?

SJ: No, sí de, de Texas, este, ¿cómo se llama?

VD: Aquí me había dicho, espéreme.

SJ: Phoenix.

VD: ¡Ah! En Arizona.

SJ: Arizona.

VD: Phoenix, Arizona.

SJ: Phoenix, Arizona. Y adelante de Phoenix, Arizona, estaba el campamento, allá le nombran campamento. Estaban en, ahí en, fuimos a trabajar, de ahí nos llevaban al trabajo. Como de aquí a, más lejos que de aquí al centro, nos llevaban a trabajar a la pisca del algodón.

VD: ¿En qué se los llevaban, don Sebastián?

SJ: En una camioneta, una camioneta.

VD: ¿A cuántos?

SJ: Pos los que cabíamos ahí. Nos llevaban, apretados pero nos llevaban. Y luego se acabó la pisca, ya nos echaron fuera. Y sabe que esa vez, que jue cuando pasé de trampa con el papel ese que me dio el dicho Crecencio. Y con ése, pasando Crecencio y que le corro. (risas) Y, y la suerte mía, con eso pasé y ya, sí, adentro ya me enderecé, ya di mi nombre y todo y mi esposa y todo.

VD: ¿Eso fue en Arizona?

SJ: En Arizona.

VD: Y ya, entonces, ya esa vez ya se fue usted.


SJ: Cuando me tocó Arizona.

VD: ¿Se fue usted casado?

SJ: Sí, ya, ya.

VD: Oiga, don Sebastián, y, ¿usted dónde conoció a su esposa?

SJ: En un pueblo chico que se llama Enandio.

VD: Enandio. Ahí en Michoacán.

SJ: Allá en Michoacán. Entonces yo fui arriero, arriaba un atajo de mulas. Y trabajaba con un señor hacendado, él era el dueño del atajo y lo alquiló a Enandio. Y yo iba cada ocho días por él, por el atajo. Entonces jue cuando me hice de relaciones con, con mi esposa.

VD: ¿Dónde la conoció?

SJ: Allá en los bailes. (risas) Entonces, tardé, tardé un año y no, y no.

VD: ¿Qué le decía, don Sebastián?

SJ: Pos yo le trataba de, de cariño, de amor, que la quería para matrimonio y no, y no. Y una ocasión unas primas, que ya, ya se murieron también. Ahora que estuve en Michoacán, no me acuerdo en qué mes estuve allá, se murió una, la última, era prima de ella. Y ella la, la mamá de ellas era la que la llevaba a mi, a mi esposa con las primas.

VD: ¿Al baile?

SJ: Al baile. Y entonces esa vez, esa ocasión, le digo yo, ella le dijo a su tía, le dijo su tía: “Ámonos hija ya, ya está noche, ya vámonos”. Ya oí yo cuando le dijo. Yo andaba bailando. Dice: “Nomás voy a terminar ésta”. Ya le digo: “Señorita”, le digo, “usted ya se va y no me da ni un consuelo de nada, ni una esperanza de nada”. Dice: “Ni ahora, ni nunca”. Ya entonces le digo yo: “Miente, mi mamá ni siquiera así, ya sé”. Dice: “No”, dice, “ni a lo que conoces”, bueno, pasó. Otro día pues ahí estaba yo trabajando en esos días y me jui a trabajar en las cañas. Y en la tarde tenía una amiga ella y era amiga mía, se llamaba, no me acuerdo cómo se llamaba, Rosa, se llamaba Rosa. Y ya me jui a la tarde a platicar con ella allá. Dice: “Ni sabes qué te cuento”. “No sé pero a ver”. Dice: “Pos ya atínale”, dice, “te conviene, se trata de aquéllas”, dice, “¿con quién bailas?”. Le dije: “¿A poco?”. Dice: “Tienes un papel aquí, el que mandó”. Y sí, me lo leyó ella, porque yo no sé leer. Y lo leyó, y ya me decía que sí me daba su palabra pero nomás por quitarme de encima. Y le dije: “No, ya caíste”.

VD: ¿Nomás por qué?

SJ: Por quitarme de encima.

VD: Ah. (risas)

SJ: Pa que no la siguiera molestando. Le dije: ”Pos ya caíste”, y fue mi esposa.

VD: Y después de esa vez que le mandó el papelito, ¿ya salieron juntos?

SJ: Sí, no, iba allá a platicar con ella y ya.

VD: ¿A su casa?

SJ: A su, ajuera. Porque allá había mucha delicadeza, nos escondíamos para platicar. No, no como ahora, (ininteligible) que hizo mi nieta, va y platica con el novio y ahí están, ah, eso no, eso no me gusta a mí.

VD: ¿Así no era antes?

SJ: No, allá no, se anda uno con las patadas, y, y sí. Y le dije yo mira, ya cuando jue mi esposa, porque me la robé.

VD: ¿Se la robó?, platíqueme. ¿Cómo fue eso que se la robó?

SJ: Le dije, le dije, mi papá vivía lejos con mi, con mi hermano en, en Cóporo y estaba lejos. Y ya le dije: “Mira, yo no tengo mi papá aquí cerca que me arregle el asunto. ¿Quieres acompañarme?, vámonos, yo te llevo”.

VD: Ah, o sea que, ¿no tenía su papá para que la fuera a pedir?

SJ: Sí. Entonces ya le dije, ey, pusimos un plazo, le dije: “Mira, el domingo nos vamos”. Y sí, jui yo allá a mi tierra, vendí un novillo y vendí una vaca. Y le dije a mi tío, un tío que tenía que me quería como hijo, le dije: “Tío, ya vendí el novillo primero”. Vendí el primero, el primero novillo y con eso me la llevé. Llegué allá ya, ya pardeando, ya llegué y le dije a mi tía: “Ya estamos aquí, tía”. Ya, ya oscuro no, no pardeándose, ya oscuro, ya nos íbamos a acostar. Ya me dijo, dice, me dijo: “Mijo, tú te acuestas con Atenójenes y ella, y ella que se acueste con las muchachas”.

VD: ¿Con sus primos?

SJ: Con mis primas, se acostaba con las muchachas y yo con mi primo. Otro día nos fuimos a Zitácuaro, a presentar y a casarnos por civil. Y un día llegamos a Zitácuaro ya ahí estaba un tío de ella, pero ya retirado, estaba como fiera, pero ya no me hacía nada ahí.

VD: ¿Qué le dijo?

SJ: No, no me dijo nada, nomás unos ojotes que me echaba. Y ya le dije: “Pos ya bendíceme si quieres”. (risas)

VD: Oiga, don Sebastián, y, ¿cómo fue cuando se fueron, cuando usted fue por ella?, ¿se salió a escondidas ella en la noche?

SJ: Sí, sí, ya, ya pardeando, casi con el día, todavía.

VD: Y, ¿se llevaba sus cosas o no llevaba nada?

SJ: Sí, llevaba dos vestidos, nomás, así. Y allá en el río, me la cargué. Le digo: “Ahora sí se me hace cargarte”. (risas) Y la cargué, la pasé del río, ya nos fuimos platicando. Llegamos a, a la casa de mi tío, ya le hablé: “Ya estamos aquí, tío”. No, mi tío como si la hubiera conocido ya de tiempo, la abrazó, dice: “Mija”, y, dice, “acuéstate tú con las muchachas”, dice. Y luego dice: “Tú te acuestas con Atenójenes”, ya me acosté. Ya al otro día temprano nos juimos a Zitácuaro a casarnos, a presentarnos y a casarnos. Y ya en una semana, se hizo todo el casamiento de la iglesia también, porque viene una, un día de fiesta y nos presentamos el domingo. Y el día de fiesta, fue, se pasaron las primeras y en las segundas el domingo y en la semana aquí siguiente nos casamos con mi esposa. Y ya nos juimos.

VD: Y, ¿para dónde se fue de ahí?

SJ: Para, para Coyota, el lugar donde yo nací. Y entonces de ahí, ya me había quedado con un señor de, de sembrar a medias una rosa allá pa lado de Enandio.

VD: ¿Una rosa?

SJ: Una rosa de siembra.

VD: ¡Ah!

SJ: Me caló, cupieron nueve cuartillas de siembra. Y me jui para allá a un lugar que le dicen Los Reyes, ahí estaban unas casitas y eran unos amigos míos. Pedí permiso de que me dieran permiso de, de estar ahí unos días en lo que escardaba. Y mi mamá, mi suegra, yo le decía mamá porque la quería mucho, después ya nos, ya nos juimos a la presentación, a todo.

VD: ¿Cuando usted se casó le avisaron a la familia de ella?

SJ: Después, hasta después, fue mi tío al oficio.

VD: De que ya se habían casado. ¿Así se acostumbraba?

SJ: Se acostumbraba. Entonces, yo me jui allá a Los Reyes a vivir. Y como ella era panadera, entonces de ahí, y ahí iba yo a visitarla. Y le llevaba un techo de leña cada ocho días, cada ocho días y me daba unas tres, cuatro piezas de pan, y ya nos veníamos. Y un día estaba mi suegro abuelo y dice: “Ya no te vas”, dice, “que vaya Chucho contigo a traer las cosas”. Pos que uno de pobre qué quería en el rancho, una, un petate y la cobija y las almohadas y total, ya nos juimos para el pueblo. Pero a él le gustaba la, la bebida.

VD: ¿A su suegro?

SJ: Sí a, al suegro abuelo le gustaba. Y cuando pidieron a, a mi cuñada, iba y ahí está con la cantaleta, dice: “No, ahora sí estoy contento, no que tú, que te robates a mi hija”, y sabe qué tanto y ya cuchillito en la espalda. Y yo pos, ¿qué decía?, lo debía. Y cuando se casó mi cuñada, al mes de que se casó, le llegaron, ahí estábamos viviendo juntos. Entonces por lo mía, entonces jue a hablar conmigo. Y le digo yo: “Ahí está, ¿de qué te sirvió la atención, para que la esté golpeando?”.

VD: Ah, ¿le pegaba?

SJ: Le pegaba. Al mes, le digo que al mes la, la empezó a pegar, y jue una vida atroz. Y ahora ya mi cuñada ya está chaparrita, media jorobada, tanto fregadazo. Entonces, ahí jue la mía, ya le volvió, que el barco a él. Dije: “Ahí está, ahí está la atención, a ver, yo me la robé, me atreví al acomedimiento de robármela, pero estoy viviendo feliz. A ver, dime, ¿cuántas veces me has visto que le pegue a mi esposa?, ándale dímelo. Donde ahí está mi cuñada que hasta peleando se vino”. Y sí, todavía vive mi cuñada, pero ya está bien chaparrita de tanto fregadazo. Ya ahora ya no le pega, pero pa qué.

VD: Después de tantos años.

SJ: Después de tantos años. Y yo nunca me quise meter porque soy muy liviano, de plano, yo sí le doy unos fregadazos y me lo ajusticio. No me quise meter, por eso, pero de ahí, sí me daba coraje.

VD: Claro.

SJ: Me daba coraje, de ver cómo golpeaba a mi cuñada, pobrecita. Y ya luego, pos después murió mi esposa.

VD: ¿De qué falleció, don Sebastián?

SJ: De dolor bilioso, de los sustos. Pos ahí, le voy a decir el, el por qué, mire, yo jui de un partido que está allá, está adherido al PAN [Partido Acción Nacional], ese partido se llamaba Sinarquismo. Entonces, ese partido nació en Guanajuato, nació en Guanajuato. Entonces, yo me adherí al partido ese.

VD: ¿Cuándo fue eso, don Sebastián?

SJ: Uh, ya tiene harto. Entonces, seguido, entonces había muchas defensas, los ejidatarios les dieron armas. Y seguido cuando nos hallaban en una reunión, en una plática, nos traían como criminales a Zitácuaro, presos.

VD: ¿Por qué, don Sebastián?

SJ: Pos porque ahí nos hallaban en el, en el partido, y no querían.

VD: Y, ¿qué decía el partido de los sinarquistas?

SJ: Pues que iba a, que íbamos a cambiar, y cambiar. Y nunca me, me azorrillé, yo nunca me humillé.

VD: ¿Usted por qué se animó a participar en el partido?

SJ: Porque, yo no quería andar en el, en el PRI [Partido Revolucionario Institucional]. Yo no quise y no me, no me ha gustado.

VD: ¿Por qué, don Sebastián?

SJ: Mire, ha habido muchas porquerías, ha habido muchas porquerías. Simplemente aquí, aquí, desde muy allá vienen las porquerías, pero aquí desde que entró Echeverría, fue un atroz, una atrocidad. Entró Echeverría a manotear, a manotear. Aquí para al lado de, para el lado de Zapata, se agarró unos terrenos grandes y por donde quiera tenía propiedades y a agarrar, agarrar.

VD: Y, ¿de antes?

SJ: Entró, luego entró, este López Portillo y también a nadar. Entró el De la Madrid y nos dio en la madre también, a también a nadar. Entró el pelón, ése no, no anadó sino que ése le hizo así: “Todo esto es mío”. ¿Por qué no está aquí?, ¿por qué no está aquí?, por lo que robó. El PRI ha sido sucio, desde muy atrás, sí, desde muy atrás.

VD: Y en aquellos años, ¿cómo se daba usted cuenta, don Sebastián, cómo supo usted de los sinarquistas?

SJ: Porque nos solicitaron. Ahí se nombró un, un comité y se los, se solicitó un presidente para las, para las pláticas. Pero ya digo, nos perseguían como perros rabiosos. Y mi esposa tanto susto, pues se espantó. Y de ahí me vine.

VD: De cuando usted estaba en el partido.

SJ: Y de ahí le vino. Ella estuvo de presa también en Laureles.

VD: ¿Se la llevaron a ella?

SJ: También se llevaron a mujeres, ¡ey!

VD: Y, ¿eso cuándo fue, don Sebastián?

SJ: Uh, ya tiene mucho, ya tiene mucho.

VD: Y, ¿por qué se la llevaron a ella?

SJ: Pos, por seguirme a mí. Llevaba una criaturita alzando y la metieron a la cárcel, entonces de allí siguió la riña y siguió la riña con nosotros. Ahí en el pueblo mataron a uno de los sinarquistas. Y el que, el primero que le tiró jue el difunto Manuel y era tío de mi esposa. Yo andaba por ahí en el campo viendo los animales. Cuando regresé pal pueblo pa la casa, oí los balazos, todavía distantes, y le corrí. En lugar de esconderme, le corrí. Yo dije: “Ya están fregando a mis compañeros, yo voy allá a ver en qué los ayudo”. Y ya habían matado a uno que se llamaba Constantino, de mucho valor. Nada más que el que le tiró primero jue el jefe de la defensa. Le tiró por detrás, así cuando empezó a caminar, le tiró, no le tiró a pegar pero de todos modos le tiró así. Y le pega, le entra el balazo aquí, y sale aquí, le entra aquí y le sale abajo.

VD: En la pierna.

SJ: En la pierna y ya rengueando se fue. Y uno de los otros le salió a la otra calle, y pues como ahí así en la esquina del mueble, ahí le dio un balazote con un Mauser. Aquí le llegó, órale, le hizo un agujerote aquí.

VD: En la espalda.

SJ: Ey, y como a estas horas veníamos en el camino con él cargando, hicimos una parihuela. Y ahí pos me pasé, estaban represados ahí, alineados en la, en la banqueta, en la escuela. Y sí les dije todavía ahí, digo: “A ése se lo tragaron, hijos de la chingada”. (risas) Ey, yo soy de los de su ingenio, y no, no me hicieron nada. Y ya les ayudé a hacer la parihuela y nos lo trajimos a Zitácuaro. Llegamos como a las tres de la mañana.

VD: Caminando.

SJ: Caminando, me parece que hasta más tarde.

VD: ¿Al hospital?

SJ: No, a la, allá al este, ¿cómo le dicen?, a la primera autoridad.

VD: Al, pos no sé, en el municipio o…

SJ: De Zitácuaro, el municipio de Zitácuaro, el juez como…

VD: ¿Con el presidente municipal?

SJ: El juez, no, el juez.

VD: El juez de ahí del municipio.

SJ: Y ya, de allí empezaron las averiguaciones cómo y de qué manera. Y yo me basé a lo que me dijeron, yo no vi.

VD: Ah, usted dio su testimonio como si hubiera visto.

SJ: Sí, como si yo hubiera visto. Y dije: “Mire, el que le tiró, jue este señor, el primer balazo. Bien, pero no le tiró a matarlo, sino que le pegó aquí en la pierna, es el que tiene una pierna”. Y él decía que no, que él lo había matado. Le digo: “No, el que lo mató jue Julio”, uno que se llamaba Julio. Y luego a tiempo, luego a poquito los desarmaron. Y antes de que los desarmaron, hice que los desarmaran, les quitaron las armas. Y encontré a uno de los, de los felices y eran parientes de mi esposa, ya retirados, pero eran parientes. Y vine yo a la tienda, entonces fumaba, vine a la tienda a comprar cigarros y ahí estaban todos los ejidatarios tomando. Vi a uno que se llamaba Jesús, estaba parado así en el mostrador. Yo llegué y pedí unos cigarros a mi compadre y me los dio. Y volteó y me vio y dice: “Qué ganas tengo de matar a un sinarquista”. Le digo: “Pos aquí estoy, mátame”, y me aventó una cachetada. Se pararon los demás, y dicen: “Déjalo”, dicen, “no te dice nada”, y ya me, me jui. Saqué un machete y yo dije: “Le voy a llamar”. Me paré así enfrente de la calle, a media calle con mi machete, pero no volteaba. Y a los tres días lo encontré en el campo, solito, a caballo y con el Mauser aquí y yo traía una escopeta de chispa, con posta y bala. Y ya me empezó a gritar de lejos: “Ale, ale”, ése era su modo, “no ha visto mi buey”. Yo ni caso le hacía, sino que derecho a él. Ya luego que, ya cerca como a nomás, como de aquí a la cocina: “Ya vez que no soy vaquero de ningún hijo de quién sabe qué”. “Ah”, le digo, “y, ¿por qué me dice eso?”. “Ah, ¿no te acuerdas, no te acuerdas lo que me dijistes en el pueblo?, porque estabas allá a valor de todos. Aquí estamos los dos solos, ándale alza tu porquería, ahí la traes, yo ya la tengo en la mano, ándale. El que la meta primero, ándale álzala”. “No te, no te quiero tirar”. “Agárrala y ándale”. “No”, dice, “somos de la familia”. Le digo yo: “Familia de ésa, ningún hijo de quién sabe qué”, le dije. No, lo humillé feo, le dije: “Mira, otro día que me vuelvas a humillar en esa forma delante de ellos te mató, oye muy bien. Yo tengo valor delante de ellos, me van a matar, pero te echo por delante”. De ahí para acá jue el remedio, me lo encontraba en la calle bien borracho, nomás me volteaba así, silencito, jamás. Y el que mató al difunto, también lo encontré por ahí solito en el río. Le di el pase, en una veredita angosta ahí parejito, ahí le di el pase y traía el Mauser. Pasó, le dije: “Oye Julio, sabes que quiero hablar tantito contigo”. “Sí”. Aceptó y le digo: “Mira, ¿por qué son tan aprovechados ustedes?, ¿por qué?”, le digo, “aquí estamos los dos solitos, aquí el que la meta primero, tú traes tu arma, yo traigo mi machete. Aquí vamos a hacernos bola”. Y eran hermanos. Y dice: “No”, dice, “somos de la familia”. Le digo yo a él: “De su familia de ustedes, ni pido, ni tampoco quiero”, y no quiso. Y después les quitaron las armas, mira, como inditos, ey. Y eso sí, tenía yo que, tengo mi valor, ey, no me ando espantando. Ya ahora ya estoy viejo, ya sirvo pa, nomás pa que hagan picadillo conmigo. (risa)

VD: Ay, no diga eso don Sebastián.

SJ: No, sí, (risas) pues sí.

VD: Y, ¿todo esto fue en sus años allá en Michoacán?

SJ: En Michoacán.

VD: ¿Antes de que se fuera de bracero?

SJ: Antes.

VD: Y, a ver, déjeme preguntarle entonces, la primera vez que se fue, fue en el [19]52, dijimos, ¿verdad?

SJ: Sí.

VD: Porque habíamos dicho antes que [19]42, pero el [19]52.

SJ: En el [19]52.

VD: Y pues ya tenían un tiempo que estaban contratando braceros.

SJ: En el [19]56 jue cuando me contraté la primer vez en, en Empalme, Sonora.

VD: Ah, y, ¿pero en el [19]52?

SJ: En el [19]56. En el [19]52 me contraté en Guadalajara.

VD: En Guadalajara.

SJ: En San Pedro de Tlaquepaque.

VD: Y don Sebastián, en aquella primera vez que se fue usted, ¿cómo se enteró usted de que estaban contratando braceros?

SJ: Porque nos dimos cuenta, se, se extendió la voz y nos dimos cuenta. Nos, nos juimos, nos juimos de allí de Puebla algunos.

VD: ¿Tenía usted algún pariente o amigo que se hubiera ido antes?

SJ: No, no.

VD: Y, ¿cómo fue que se animó?

SJ: Nos lanzamos, a, a valor mexicano, sí. Y iba un compadre que le gustaba juntar gente, así. Y él, él, con él nos juimos a Guadalajara.

VD: ¿Él ya se había ido antes?

SJ: Ya.

VD: ¿Su compadre?

SJ: Creo ya había ido.

VD: Y, ¿qué le contaban?

SJ: Y ya, ya luego de allí, que pagaban muy bien, quién sabe qué tanto, pero no, era mentira. Sabe cuánto me, ¿sabe cuánto nos pagaban en California?, la pura verdad, nos pagaban a $0.30 centavos la hora. Y la segunda vez que juimos, nos la pagaban a $0.35 centavos, y a $0.95 cuando nos tocó para San José, California. Nos tocó, sí, a $0.95 centavos la hora, nos la pagaban barato. Entonces cuando cumplimos el contrato ahí, andábamos en la pisca del, del ejote, en el, en el ejote. Se pisca aquí así, pa arriba, pa arriba, porque se le jala un tumo a la enramada, y se pisca aquí así, así. Y por unas dos vainitas, nos gritaban, nos regresaban de aquí a donde están las flores con el, el canasto a quitar dos vainitas. Mi mayordomo nos decía: “Oye tú, ven acá”, y así nos aburrían. De ahí, ahí cumplimos el contrato. Entonces llega, ya nos llevaron a la ésta, ¿cómo le dicen?

VD: A la Asociación.

SJ: Nos llevaron. Y entonces llega un, un señor altote, colorado. Dice, que a llevar gente para Pescadero, California. Y ya, yo luego luego alinié en la fila y otros igual. Pero ya luego empezaron a decirnos que la, la temperatura era, era muy mala allá, que brisaba mucho todo el día y que se picaba uno del pulmón y quién sabe qué tanto. Y muchos se sa…

VD: ¿Quién le decía eso, don Sebastián?

SJ: Unos que oyeron las pláticas. Y muchos se empezaron a salir de la fila y nos arrimábamos otros, y así. Y yo dije: “Bueno, pues si ya me toca morirme por acá, ni modo”, y no, gracias a Dios. Sí, todo el día, todo el día estaba el faro, porque estaba brisando y pa que no se arrimaran los barcos. Entonces, en la noche igual, estábamos cerca del mar, como lo que es la callecita esta a la esquina.

VD: Como a unos qué, ¿cincuenta metros?

SJ: Como, no, más.

VD: ¿Cien metros?

SJ: Como unos cien metros.

VD: Voy a prender la luz.

SJ: Sí. Entonces, ya nos, nos juimos nosotros, nos juimos nosotros. Y no, pos sí era, sí era duro porque brisaba mucho, pero andábamos bien abrigados, yo traía mi chamarra. Y después de la chamarra traía un, un capote de hule y unas botas de hule, bien, tranquilos. Lo único que nos quedábamos atrás, pos no sabíamos y se nos resbalaban mucho el ese esprago [espárrago], es una bolita así que parece col, el esprago.

VD: El espárrago.

SJ: El esprago, le dicen allá. Entonces, llegaba el dueño. Sí era el, el sobrino del patrón. Y ya dice: “Oh”, dice, “no, bueno pero poco a tiempo, poco tiempo mucho bueno”. Y ya no se, se pegaban pa dejarnos. Y los filipinos, como ya, ya tenían tiempo allá, había filipinos también, tenían una cuadrilla de, de filipinos, iban adelante, adelante. Pero ya luego le hallamos nosotros y que no los dejamos. Yo era, en eso se enfermó uno de los compañeros de nosotros y ya tenía tres días que no iba a trabajar. Y dice: “Oye tú, y, ¿fulano de tal?”. Le digo: “Oh”, le digo, “¿sabes?”. “Sí, sí sé”. “Está malo, enfermo”. Dice: “Ah, y, ¿el mayor?”. Y sí, al cocinero le digo: “Mira, ¿sabes?”. Dice: “Sí sé”. Le digo: “Mira, nosotros venimos a responsabilidad tuya. Venimos a responsabilidad tuya, si se muere, contra ti. El cocinero si no nos da buenos alimentos, entonces te los acusamos”.

VD: ¿Por eso se enfermó, don Sebastián?

SJ: ¿Mande?

VD: Por eso se…

SJ: No, no.

VD: O, ¿por qué?

SJ: Eso jue, cuando me enfermé, jue cuando me tocó en Arizona.

VD: No, pero el otro que dice que se enfermó.

SJ: Ah, pos no sé, de, de como de gripa.

VD: Ah, ¿no era de la comida?

SJ: No, no, era como de gripa. Y ya luego que le advertí todo lo que decía en el contrato.

VD: ¿Usted había leído su contrato?

SJ: No, yo no.

VD: ¿Cómo sabía?

SJ: Se me grabó. (risas)

VD: ¿Cómo sabía?, ¿cuándo se lo leyeron?

SJ: Porque me lo, me lo leyeron allá.

VD: ¿Sus compañeros?

SJ: Ey, ellos: “¿Sabes?”. “Sí sé”. “Mira, nosotros veníamos a responsabilidad de ustedes, de tu tío y tuyo, y si se muere, ustedes tienen que pagar”.
“Oh, abogado”, (risas) me dijo. Y, y así se me quedó, El Abogado. (risas) Y todos los días, todos los días en la tarde iba allá, al campo, porque quería aprender a hablar español. Y luego luego preguntaba por mí. “Abogado”, (risas) y ya entraba. “Y, ¿qué dice el Luis?, pásale”. Ya le, le decía yo de tú, dice: “No me digas don Luis, dime tú”. Y ya le dije, fue, lo trataba de tú, ya le decía yo. Ya me, me dice: “Oyes, ¿cómo le dicen al papel?”. “Papel”. Sí y le digo: “Y, ¿ustedes?”. “Paper”. Le digo: “No”, le digo, “el papel nosotros le dicimos papel”. Y así, todas las cosas.

VD: Y, ¿aprendió usted un poquito de inglés con él?

SJ: Poco, poco. Entonces, onde aprendí yo algo del inglés, jue en, en este, Hemet, California, la primer vez, ahí jue onde aprendí yo algo de inglés. Pero yo debía de haber completado mi contrato ahí, pero el, el, sí, el patrón después andábamos. Primero andábamos en la fruta, de ahí, nos despachaban a onde había trabajo, a la sandía o onde juera. Y a mí me despacharon de regador, a regar la papa. Estaba así de grande, ira, la mata. Y el señor se llamaba Luis, Luis Peches. Entonces, llegaba y le daba gusto andar buscándole a la papa, unas papotas, le daba gusto. Entonces, cayó una lluvia, tardó dos días la lluvia. Y nos prestó a la, sí al campo, allá le nombran campo, usted sabe, le nombran campo. Nos prestó allá. Y el mayordomo que se llamaba José. Se llamaba José el mayordomo de, el mayor que le dicían, se llamaba José, era de aquí de San Luis. Y porque no quise ir a piscar a la aceituna, porque toda la aceituna estaba por lado del, del cuadro del terreno, por la carretera y tenía dos días que se había matado uno.

VD: ¿Por qué, don Sebastián?

SJ: Porque se cayó con todo y escalera.

VD: ¿Del árbol de aceitunas?

SJ: Del árbol de aceitunas. Sí, se cayó y se mató. Se cayó en lo duro en la carretera y se mató, no sé si lo pagarían o quién sabe. Y yo no quise ir, porque yo dije: “No, pos yo me voy a caer con la escalera”. Y le dije que no iba y por eso me echó juera. Y entonces, cuando mandaron ya los regadores, mandaron otro en mi lugar, y a mí me echaron pa juera.

VD: Y, ¿cómo lo sacaron?, ¿qué le dijeron?

SJ: No, pos me reportó él luego, que me juera pa juera, y otro, otro día salí para acá.

VD: Y usted que ya conocía el contrato, ¿no le pudo decir nada?

SJ: No, no le podía decir nada.

VD: Y, ¿sabía usted que se podía quejar con alguien allá?

SJ: No, no sabía.

VD: Don Sebastián.

SJ: Yo no sabía. Y por eso…

VD: ¿Alguna vez vieron al cónsul o a alguien?

SJ: Entonces, no. Entonces el, cuando llegaron allá, que llegó el patrón, que ya andaban allá regando, dice, yo era el más chaparro, dice: “Y, ¿el chiquillo?”. Dice: “Oh”, dice, “para México”. Y dije: “¿Cómo para México?”. Dice: “Sí, lo echó el mayor”. Y sí, hecho un disparate. Dice: “Ahí tiene de huevones, ahí nomás porque son de su tierra y gente que trabaja la manda pa México, pellejo”. Y dicen, sí, me platicó el que nos llevaba, que se enojó. Dice: “Muy inteligente el muchacho chaparro”, dice, “el chiquillo, muy inteligente, fíjese, bien trabajador”, dice, “no sé, qué desgraciado”, dice, “por qué lo mandó pa juera”. Quién sabe si le iría reclamado, quién sabe, pero me echaron al otro día para juera.

VD: Y, ¿cómo fue que se regresó?

SJ: No, para acá pa, pos me mandaron a la Aduana, sí a la, a la…

VD: ¿A la frontera?

SJ: A la frontera, ya con mi papel.

VD: Y, ¿le pagaron lo que le tenían que pagar, señor?

SJ: Me pagaron lo que me debían, los días que trabajé, me pagaron. Y después, cuando, cuando me tocó, la segunda vez que me tocó en San José, jue cuando me tocó un pescadero que híjole. Y de allí, cuando me jui contratado, sí, me contraté de nuevo en, en Empalme, jue cuando me tocó en Arizona. Y de allí, me volví a ir de bracero, no, no me acordaba yo de la ida esa. Ahora nos juimos, esa vez ya habían cambiado las, las contrataciones a la frontera, a Mexicali, nos juimos hasta allá, allá nos contratamos. Pero el día que entramos a este, ¿a cómo le nombran ahí, ahí donde recibían la gente?

VD: ¿El centro de contratación?

SJ: No, no me acuerdo cómo le dicen. Nomás llegamos ahí pa juera. ¿Sabe por qué nos echaron a cuatro afuera?, por las muelas, había el requisito de las muelas.

VD: ¡Ah! Y platíqueme, ¿le revisaron?

SJ: Sí, nos revisaron, nos revisaron, y nos echaron juera, seis pa juera. Y nos rechazaron.

VD: Y, ¿le dijeron por qué?

SJ: Con, por eso, y nos contrataron, jue cuando nos contratábamos allá en Monterrey. Y ya ahí anduvimos buscando la salida de venirnos porque no teníamos ni dinero.

VD: Y, ¿cómo le hizo?

SJ: Entonces, ora verá, el difunto Cantinflas ayudó mucho, ayudó mucho el difunto Cantinflas. Él jue el que arregló los pases para todos los braceros fracasados.

VD: ¿Cómo?, platíqueme esa historia.

SJ: Ahora verá, anduvimos buscando a ver dónde nos daban la…

VD: ¿En Monterrey?

SJ: En Monterrey anduvimos buscando. Juimos hasta, lo militar, y no. Y entonces ahí en el puente onde cruzamos así que pasaba el tren arriba, ahí estaba uno, que ese día murió. Nomás se me hacía y…

VD: ¿Que iba de bracero?

SJ: Yo creo, yo creo que iba de bracero y fracasó el pobre, y ahí murió. Le brincaba aquí asoleado. Y le dije, y aquéllos los que a ahí andaban conmigo, andábamos buscando cómo salirnos, cómo regresarnos. Y ya nos dijo un, un individuo, dice: “Váyanse a la ahí, a la esta Aduana, váyanse ahí, ahí les dan el pase”. Sí, y llegamos allí y ya andaban desesperados los demás.

VD: ¿De dónde eran?, ¿se acuerda?

SJ: De, de ahí de Enandio.

VD: Ah, de ahí mismo de su tierra.

SJ: De, de ahí de Enandio y otros de, unos de La Mora, también de un lugar separado. Entonces, ya juimos a la Aduana, y le dijimos al, al mero aduanista, le dijimos que éramos braceros fracasados, que nos hiciera favor de ayudarnos. Dice: “Sí”, dice, “les vamos a dar un pase”, y ya nos dio el pase de dos en dos. Y ya nos vinimos entre, ya nos vinimos cuatro del lugar, juntos y los otros se quedaron pa otro día. Ahora verá, nosotros salimos a las cinco de la tarde de allí de Monterrey, sí, de, de Monterrey, de allá de, de Mexicali.

VD: Ah, eso era en Mexicali.

SJ: Salimos a las cinco de la tarde. Y llegamos a este, no me acuerdo cómo le nombran, un río que está ancho.

VD: ¿El Río Grande, el Río Bravo?

SJ: Antes de llegar a San Luis.

VD: ¿A San Luis?, ¿Río Colorado?

SJ: Río, ey, antes, es un, un río seco. Me toca que ese día llevaba agua, había llovido por allá, y ahí, y ahí pasamos el día, ahí pasamos el día. Entonces, ya que bajó el agua nos dormimos en el carro, en el río.

VD: ¿En cuál carro iba?

SJ: En uno de los que, nos traía una, una flecha. Se metió, y quedó a medio río, (risas) aquí así y un coche aquí, otro carro acá. Nos quedamos a medio río, ya no pudieron. Y ya, pos ahí nos dormimos. Y, y ya como a, como a estas horas, más temprano, no, como a estas horas salían, ponían las cajas los que venían de braceros de allá, venían con cajas. Y nosotros ahí como huérfanos. Pues, ¿de dónde agarrábamos dinero? Y ya llegó uno que venía directamente a México a ver a sus papás, dice: “¿Qué ustedes no traen dinero?”. Le digo: “No señor, no traemos”. Y empezamos a correr la voz en los… Ya de ahí para adelante, cuando llegamos, otro día sacaron con una máquina grande, sacaron los carros del río.

VD: Que se quedaron atorados.

SJ: Y llegamos a San Luis y todos se bajaron a, a almorzar, los que traían dinero. Los, nosotros que no traíamos ahí, ¡tan tan! Ya salió uno y entonces yo fumaba mucho también, dice: “¿Qué?, ¿qué no traen dinero?”. “No”. Ya me dio para que compráramos cigarros y unos cerillos pa cada quien. Fui y compré los cigarros y puro humo. Y empezó a extenderse la voz que veníamos sin comer. Y ya cuando llegamos a Santa Rosa, Santa no sé, no me acuerdo, llegamos ahí, y ya sabían en ___(?), quién nos invitaba a almorzar o a comer y así, ya de ahí para acá no nos faltó alimento, ya no. Y llegando a, a Guadalajara, ahí pos nos llevaron lejos, lejos nos llevó un policía. Le dije, le dije yo al policía ahí donde estábamos cenando, porque nos dieron centavos los que venían de México, pero venían tecatrudos(??) y nosotros sin nada, le digo: “Mire, vamos a tantearle, vamos a, a ver”. Y ya vi yo un policía, el dije: “Oye amigo, dispense la pregunta, ¿no hay un cuartito por ahí barato pa dormirnos?”. Dice: “Yo los llevo”. Y nos llevó por allá lejos. Ya nos tocó un cuartito arriba. Y que vamos entrando, no, ya estaban las manos pintadas, (risas) sí, de sangre. Y le digo yo, (risas) le digo: “Miren dónde vinimos a dar, al matadero”, no, ahora dizque no. En la, en la noche se oyó que tocaron la puerta dos veces. No, entonces le digo yo al difunto César, le digo: “Mira, ¿sabes qué?”. Prendimos la luz y estaba una escoba, la partimos a la mitad el palo. “Ten, vamos a, uno que abra la puerta y nosotros aquí en cada lado”, nada. Y ya nos dormimos un rato siempre. Me dormí, otro día llegó el policía: “Ándeles, ya es hora”, ya nos llevó a la terminal.

VD: Y, ¿qué cuarto era ése, don Sebastián?

SJ: Pos sabe, alguien, se nota que mataron uno, porque ahí estaban las manos pintados así mire, con sangre, y espantaba. (risas) A uno de los compañeros se le subió el muerto.

VD: ¿Cómo?, platíqueme cómo se le subió el muerto.

SJ: Pos que sintió el peso, que oía la voz, pero no lo dejó hablar, no, lo enfureció. (risas) Y ya llegamos a la, la terminal, y ya nos dijo el ése que vendía los tacos, me dice: “Aquí están dando los pases pa Zitácuaro también”. Porque traíamos el pase nada más para Guadalajara. Y dije yo: “Y, ¿ahora qué hacemos?”. Y ya nos dijo, ya nos juimos los cuatro. Y yo siempre he entrado por delante, a pesar de que no sabía leer, yo era el primero que entraba por delante. Y ya, sí, me dijeron que en tránsito. “Y, ¿ónde queda?”. “En tal parte”. “Pos vamos”. Y ya nos juimos, y sí nos dieron el pase pa Zitácuaro, pero de dos en dos, de dos en dos. Entonces, a nosotros nos tocó primero el difunto César y yo, y los otros dos se quedaron. El cuento es que en el camino, ya juera, ya casi juera de, de Guadalajara, nos, nos bajó el cobrador, me enseñó.

VD: ¿Del camión?

SJ: Ey, y le enseñamos el pase. Dice: “No, éste no es válido”. “¿Cómo no es válido, si venimos desde la frontera?”.

VD: ¿Es éste?

SJ: Ése.

VD: ¿Este papel?

SJ: Ese papel.

VD: Este papel dice: “En cooperación con el Gobierno del estado, he de merecerles se expida pasaje de ida de esta ciudad”, o sea de Guadalajara, “a Zitácuaro (risas) a los ex-braceros Sebastián Jaimes Gutiérrez y César Martínez Estrada”. (risas)

SJ: Sí, y, y, después César me tenía fe. (risas) Dice: “Mira esto”, dice, “tú tienes unas agallas, pero sí”. Le dije: “No hay que espantarse uno”. Sí, ya le digo, de ese modo llegamos a Zitácuaro. Y ya los que ya eran, nosotros, ¿qué pasó, qué pasó aquí?, no me acuerdo qué pasó. ¡Ah!, (truena los dedos) en la salida de allá de Guadalajara, nos regresó el, el chofer, el, ese cobrador. Y dice: “No”, dice, “esto no vale”. “¿Cómo no vale?”. Dice: “Bájense aquí o los bajamos en cualquier pueblo”. “No, bájanos aquí, bájanos aquí”. Y ahí, de ahí nos regresamos. Ya cuando llegamos nosotros a la terminal, ya los otros ya se habían venido en el siguiente carro. Entonces llegamos allá, y dice: “Y, ¿ustedes por qué?”. Ya le dijimos, le dije yo al despachador, le dije: “Mire, el cobrador nos bajó en tal parte, ahí en, de ahí nos regresamos”. Y entonces ahí al pasar la calle en el crucero le pregunté a, a un policía de tránsito que si no eran válidos. Dice: “Sí, cómo no”, y ya él apuntó al carro y todo. Y acá el despachador igual, dice: “Este desgraciado cuando venga, lo vamos a echar juera”. Y sí, en el siguiente carro nos venimos nosotros, pero ya que ellos ya se habían venido por delante. Y jueron los primeros que llegaron a, a Guadalajara. Y ya, ahí en Guadalajara jue donde me informé yo. Y ahí vamos (risas) cuatro. Y sí, nos tocó suerte que nos dieron el pase de ahí a Zitácuaro.

VD: Y, ¿cómo fue cuando llegó a Zitácuaro, don Sebastián?

SJ: ¿Mande?

VD: ¿Cómo fue cuando llegó allá a Zitácuaro?

SJ: Ah, pos…

VD: ¿De ahí se fue para su…?

SJ: De ahí ya nos fuimos, cada quien para su, su rancho, y todos.

VD: Y, ¿cómo lo recibieron a usted?

SJ: Bien, bien, pos cómo, mi esposa pos me recibió bien.

VD: ¿Qué le decía?

SJ: Me decía: “Les tocó mala suerte”, y sí. Y ya después, cuando le digo que nos contratamos allá en este, Mexicali, jue cuando nos, nos tocó ese fracaso. Nos echaron fuera por la…

VD: Por las muelas.

SJ: Las muelas. Y a cuatro, a cuatro nos echaron fuera, de los compañeros. Y allá andaba y me sentía en el circo, (risas) como si juera luz el cielo, se daba risa que a onde yo iba, iban. Y tuve suerte, me arreglaron.

VD: ¿Sí pasó esa vez?

SJ: Esa vez no, que no, para que nos dieran los pases. Ahora…

(entrevista interrumpida)

SJ: Les digo: “No se espanten muchachos, no se espanten, hay que tener valor, y miren, éste no tarda en morirse, no tarda en morirse”, así.

VD: ¿Es el del puente que estaba allá?

SJ: Estaba sentado ahí. Y entonces, veníamos ya desde, en el, desde el cuartel, un cuartel federal. Entonces al llegar ahí en el crucero para la frontera, les digo: “Muchachos, qué se me hace que…

VD: Muchísimas gracias.

SJ: “Qué se me hace que la papa está ahí en la Aduana. Amos a la Aduana”.
“¡Qué!”. “Amos, qué, ya estamos cerca”. Y sí, nos fuimos a la Aduana. Y ya había llegado el jefe, era un general, dice: “¿Qué se les ofrece?”. Le digo: “Señor”, le digo, “sabe qué, que nosotros somos braceros fracasados. Nos echaron juera por las muelas”. Dice: “¿Pos de dónde son?”. Le digo: “Somos de, de abajo de Zitácuaro”. Dice: “De la zona cañera”. Le digo: “Sí”. Dice: “Pos por eso están jodidos”, dice, “por las cañas, (risas) y el piloncillo”, dice, “no se apure, yo conozco ahí pa allá, pos allá estuve en, en Zitácuaro un año, un año o dos años”, dice, “y me vine a Morelia, yo soy de Morelia”. Y nos hizo la palada, sí, la palada de, nos hizo los pases, a César y a mí juntos, y a los otros dos juntos también. Y así, ahí nos venimos, hasta Guadalajara. Y ahí en Guadalajara, nos dieron el norte de, que ahí daban el pase de nuevo.

VD: ¿Los de tránsito?

SJ: Ey.

VD: Así fue como se regresó hasta acá. (risas)

SJ: Luego nos juimos a tránsito, y ya le dije, le dije al jefe de tránsito, le dije: “Mire, venimos a molestarlo en esta forma porque francamente venimos fracasados, no traemos dinero. Y veníamos a molestarlo que si nos da unos pases”. Dice: “Sí”, dice. Ya nos apuntó igual, de dos en dos. Y yo era, a mí me apuntaba por delante y al otro por detrás y así los demás, pero de dos en dos. Y sí, nos dio los pases. Y ya digo, llegamos a la terminal y le dimos los pases. Dice: “Ustedes en ese camión se van”, pa que nos regresara el…

VD: El chofer.

SJ: El otro cobrador.

VD: Y, ¿al final ya llegó, sí llegó bien y todo?

SJ: Ey.

VD: A Zitácuaro.

SJ: Sí, entonces…

VD: Y, ¿ésa?

SJ: Entonces ya nos regresamos, nos regresamos y aquéllos salieron después, pero llegaron primero a Zitácuaro. Y nosotros llegamos hasta después, por la regresada.

VD: Con que no los dejaban irse.

SJ: Sí.

VD: Oiga, don Sebastián, Y, ¿ésa fue la última vez?

SJ: La última vez que nos contratamos allá. En la última, en la última jue cuando me contraté que arreglé los papeles aquí que me contraté, nos contratamos en Monterrey.

VD: ¿Ésa fue su última vez?

SJ: Fue la última vez.

VD: Y dice que esa vez ya estaba viviendo acá en Cuernavaca.

SJ: Sí, exactamente.

VD: Y, ¿se vino aquí después de que su esposa falleció?

SJ: Después, me vine yo para acá y aquí, aquí jue donde arreglé yo los papeles.

VD: ¿Se vino aquí con todos sus hijos?

SJ: Y, ¿sabe qué?, sí, no, me los llevé para allá a dejarlos allá con la familia, con las tías. Entonces, ¿sabe qué?, que aquí jue donde nos fregaron feo también. ¿Sabe por qué?, porque la primer pisca nos la dieron, ya la habían hecho, la primer pisca de el algodón, nos la dieron por, la segunda nos la dieron por primera. Y la tercera nos la dieron que ya era el mapeo, nos la dieron por segunda, y ya se acabó. Y ya nomás veintidós días trabajamos, y nos echaron juera. Y ahí jue en, en la salida jue donde nos quitaron la mica, nos quitaron, a unos. Había tres mesillas, aquí entregaron la mica y acá la recogían, acá entregaban la mica y luego en la siguiente, acá daban la mica, me la quitaron a mí y así, cuatrapiado. No sé por qué requisito, al mismo tiempo trabajamos, no sé cuál sería el motivo.

VD: Ya no. Oiga y esa vez, don Sebastián, ¿se quejaron ustedes por lo del algodón?

SJ: No, no, pos no nos quejamos, no sabíamos ni quién era el mayordomo, ni quién nada.

VD: Y, ¿cómo se vivía allá en Estados Unidos, don Sebastián, cuando estaba usted de bracero?

SJ: Sabe que allá en la huerta, cuando estuvimos, en el primer año que nos juimos, nos tocó en, en esto Hemet, California. Era huerta de duraznos y chabacano. Y entre la huerta había barracas chicas y había literas, dos allá y sí, una en la allá y otra acá y de cuatro, cuatro en cuatro, en cada barraca, y casi, sí cabes, y nos dormíamos. Y el patio donde estaba el jefe que le decían, se llamaba José, y el que nos llevaba a la, a la pisca se llamaba Luis. Entonces, a él le gané $5 dólares, a don Luis, porque nos daban una argolla.

VD: Para medir.

SJ: Para medir. Entonces, yo nomás un día usé la argolla, y ya después al puro tanteo, al puro tanteo. Y llegué y saqué nomás como unos cuatro, y ya se paró el jefe, o sea el mayor. “A ver”, dice, “aquí tienes mucho de segunda”. Le digo: “No, todo es de primera”. Dice: “No”, dice, “de segunda”. Le digo: “No, bueno”, dije, “vamos a hacer una apuesta,”. “Si quiere”, dice, “pa no te quiero amolar tanto”, dice, “porque vienes de por allá y yo también soy de allá”, dice, “pero no te quiero amolar tanto, vamos a apostar $5 dólares, ¿zas?”. “Y póngalos aquí”. No sé, ahí seguimos pues. Y luego que agarra la argolla, ni uno. Dice: “Ah, ni uno”. “Ninguno me ha salido”. (risas) Lo mismo que cuando nos tocó en Pescadero, California. También me fregué al filipino, era mayor. Y le dije: “Mayor, ya es hora”. Dice: “No”, dice, “falta”. Le digo: “No”, le digo, “ya pasan cuando menos tres, tres minutos”. Y dice: “No”, dice, y dice, “no te quiero fregar”, dice, “vamos a apostarle, te apuesto $5 dólares”. “Zas”. “Y ya pasan tres minutos ya, ya pasan tres minutos”. Y ya se fijó el reloj, dice: “Sí”, dice, “ni modo”, dice, “ten”, y se va. (risas)

VD: Le ganó.

SJ: También le gané. ¿Más agua?

(entrevista interrumpida)

SJ: Él venía a abusar. (risas)

VD: Se las arregló muy bien, don Sebastián.

SJ: Ey.

VD: ¿Le ganó a ese otro mayordomo también?

SJ: A él le gané.

VD: Al de Pescadero.

SJ: Al filipino.

VD: ¿Hablaba español ese mayordomo?

SJ: Hablaba algo. “Algo es mucho”, dice. (risas)

VD: ¿El mismo mayordomo le dijo?

SJ: Ey. Dice: “No cabe duda que tú sabes mucho”, dice. (risas)

VD: Oiga, don Sebastián, y, ¿cómo vivían ustedes los braceros? Los lugares donde se hospedaban, ¿cómo eran?

SJ: Allá en el, donde nos hospedábamos era una galera grande, cuando nos tocó en, en este, ahí en donde fuimos a piscar los espragos.

VD: ¿En California?

SJ: San José, California, adelante cuando lo llevaron allá a donde le digo que juimos a piscar el, ese esprago. Entonces ahí eran una, como una casa, como una casa y allí había departamentos. Ahí nos dormíamos en, unos en camas como ésta, otros en literas.

VD: Y, ¿la comida?

SJ: Nos la hacía un cocinero, había cocinero.

VD: ¿Había cocinero allá?

SJ: Ey.

VD: Y, ¿cómo era la comida, don Sebastián?

SJ: Pues igual casi que la mexicana, ey, casi igual a la mexicana.

VD: Oiga, don Sebastián, y, ¿se acuerda usted si entre los braceros había alguna queja frecuente?

SJ: No, el único que ya digo que nos iba a visitar mucho jue el que nos tocó en Pescadero, California. A mí me decían El Abogado. “¿Dónde está El Abogado?”. Dice: “Ahí está”. Y luego me decía: “Abogado”. Y ya nomás de abogado y de abogado, porque le expliqué del contrato. Y yo sin saber leer nomás que ya lo habían oído yo en otros y por eso me puso El Abogado. Y quería saber de cada cosa que, ¿cómo se llamaba?, y así en español.

VD: En español.

SJ: Sí. Y sí, cuando cumplimos el contrato allí, hasta que se terminó nos dieron carta de recomendación a todos, a todos. Y me dijo que juera con él a trabajar de nuevo. Y dice: “Lástima que no sabe de mecánica”, dice, “si no te quedabas aquí conmigo”, dice, “pero no sabes”. Le digo: “No, no sé”.

VD: Y, ¿usted alguna vez quiso quedarse por allá, don Sebastián?

SJ: No, pos ya tenía mi esposa. Yo siempre buscaba mi esposa, mis hijas. Después que ya me jui, me jui solo con mis hijas, ya ellas aquí, me las llevé allá con mis cuñadas y yo no, yo ya, después ya no, menos, menos.

VD: ¿No se le ocurrió alguna vez llevarse a su familia para allá?

SJ: No.

VD: ¿Por qué, don Sebastián?

SJ: No, porque como íbamos contratados se acaba el contrato y pa juera.

VD: Porque mucha gente como usted que se fue de bracero en algún momento, decidieron quedarse por allá.

SJ: Algunos se, se quedaron, pero…

VD: Y, ¿usted por qué decidió no quedarse?

SJ: Por mi esposa, yo la quería mucho.

VD: Y, ¿cuando ya no estaba su esposa?

SJ: Y luego, pos de todos modos por mis hijas.

VD: ¿No le hubiera gustado que crecieran allá?

SJ: No, está, hasta que quedó, me quedó porque sí, tan bonita, la otra más grande y la otra, la mayor la saqué de la escuela pa que las atendiera. Y al joven, ya era joven, a ése me lo llevaba ahí por allá. Y por allá vive, no sé ni dónde vive, ha sido un ingrato conmigo, no me visita. Estuvo, supo que estaba, estuve hospitalado [hospitalizado], no, no francamente no. No tiene humor conmigo, no sé.

VD: Y por sus niñas más chicas que estaban.

SJ: Va, va a pagarlo porque tiene tres hombres, tiene tres hombres. Alguno le va a salir malo, con el tiempo. Y Dios no lo quiere, yo no lo pido, Dios no lo quiera, pero lo va a pagar. Yo no le echo maldición, no, no, es su voluntad, no, ni le exijo tampoco.

VD: ¿Sus hijas con quién se criaron, con usted nada más?

SJ: Sí, ya luego que ya me vine para acá, pronto, por eso no busqué mujer. Pa ellas, busco mujer, busco mujer, era un martirio para ellas. El hombre me lo llevo, por ahí anda jugando o lo que sea, pero me lo llevo y se anda divirtiendo y la mujer no, la mujer se queda en la casa y por eso no quise. Dije: “No, que sufran conmigo que con otra gente no”. No sé si lo, lo haría bien o lo haría mal, pero yo no les busqué martirio.

VD: Entonces mientras se fue de bracero las dejó con su familia allá.

SJ: Sí.

VD: Y, ¿cómo mandaba usted el dinero, don Sebastián?

SJ: Por correo, por correo.

VD: ¿Le ayudaban algunos de sus…?

SJ: Sí, algunos me hacían la carta y mandaba por correo. Y llegaba, llegaba, bendito sea Dios.

VD: Oiga, don Sebastián, y después de aquella vez que ya no pasó, ¿por qué ya no quiso intentarlo otra vez?, ¿por qué ya no se fue de bracero?

SJ: Ya no, ya no quise ir porque pos, por lo que nos pasó en Monterrey, por eso, por la mica y todo eso. Yo dije: “¿Para qué?”, ya no, ya no le hice la lucha.

VD: Quedó ya no. Y déjeme preguntarle…

SJ: Y tengo, tengo familiares allá, que se jueron después de que ya pasó todo eso, se jueron allá. Allá tengo un sobrino que posiblemente mañana venga, según, ¿a cómo estamos hoy?

VD: A diez.

SJ: A diez, ¡hoy!, que hoy iba a venirse. Hoy iba a venirse. Éste estuvo…

VD: ¿De sus hijas ninguna está allá?

SJ: Éste estuvo aquí conmigo un tiempo. Y por cierto, tengo $2 dólares que me dio, pero me regaló una vez que vino. Me, me llevó $2 dólares, porque yo aquí lo tuve un tiempo y de agradecimiento me dio $2 dólares cuando vino. No sé si me venga a visitar ahora de nuevo.

VD: Oiga, don Sebastián…

SJ: A la mejor sí, sí viene porque como su papá sabe que yo estoy fracturado, a la mejor la…

VD: ¿Su papá es hermano de usted?

SJ: No, es concuño.

VD: Ah, es concuño.

SJ: Es concuño, está casado con una cuñada mía. Porque eran, ¿qué?, mi esposa una, Leonor dos, esta Ofelia tres, Rosa cuatro, Elit, cinco mujeres, cinco mujeres y tres hombres, sí. Y cuando quedó viuda mi esposa, sí, mi, mi suegra se hacía pan pa mantenerlos, para vender y darles sostenimiento, después yo me casé. Y mi primer año sufrimos mucho. El siguiente año ya levanté yo harto maíz y tenía un trojadito a un lado de la cocina así ajuera y ella comprando el maíz. Yo casi no estaba, yo llegué cansado del trabajo. Porque yo llegaba ya pardeando a la casa. Cansado del trabajo me acosté, a descansar y me cogió el sueño. Cuando desperté, estaba tronándose los dedos, que no podía conseguir maíz. “Y, ¿qué buscas?”. Porque le dijo a una de mis cuñadas, ya murió, pobrecita, dice: “Anda, dile a mi tío, a mi tío inocente que me venda unos tres cuartillos siquiera”. Y ya voy yo buscando maíz. “¿Qué busca?”. “Maíz que no encuentro”. “Vaya, chula la gracia. ¿Qué dirá la gente?, que el yerno con la troja de maíz ahí y tú comprándola”. Le digo: “No me vas a comprar ni un grano, ahí agarra”. “No, que tú tienes tu familia”. Le digo: “No somos tanto, somos dos nada más. Todavía no viene familia. La que viene está en camino apenas. No, hasta donde se termine, hasta ahí comemos todos, pero ya no vas a comprar”. Y sí, ya después le estuve vendiendo maíz. Y ya después creció uno de mis cuñados, ya me lo llevé a trabajar, ya me daba su parte de maíz también. Y ya se acabó el sufrimiento del, del maíz, gracias a Dios. Porque yo la reconocía y la quería como madre y le decía mamá, le decía mamá, y me quería mucho mi suegra, que en paz descanse. Cuando me mandaron decir que estaba muy grave, me jui. Y que llega a las ocho, a las ocho o a las siete, a las siete salí de aquí. Llegué a las dos de la mañana allá, a Michoacán y estaba mala, ya llegué y ya la saludé. Todavía estaba algo consciente. Le digo: “Ya vine”, le digo, “ya llegó tu yerno más malo”. Y dice: “No”. Y en verdad nunca le traté, nunca la traté mal, nunca. Le guardé su lugar y pos sí, los primeros días sí sufrió y sufrí yo, porque pos levantaba poco maíz y todo. Pero ya después que levantaba harto maíz, le digo: “No, tú ya no vas a comprar ni un grano, ahí hay”. Es que apenas venía en camino una. Y por cierto, muy bonita mi niña, se me murió.

VD: ¿De qué falleció?

SJ: Pos de una enfermedad que le decían la, la escarlatina.

VD: ¿A qué edad?

SJ: Pos, por aquí así, no me acuerdo de qué edad.

VD: ¿Como unos cinco años?

SJ: Por ahí así, unos tres, cuatro años, güera, güera, los ojos zarzos, se ponía las manitas así para ver. Y el calejo del cabello se le hacía chino, chino. Y se parecía a una tía mía, hermana de mi papá. Sí, nosotros dependemos [descendemos] de raza española, porque mi abuelita era española y mi abuelo igual. Ahí viene el ___(?), (risas) sí, ya dependemos [descendemos] de raza española.

VD: Ah, mire.

SJ: Le digo, ésta es la más trigueñita, la otra es güera y la otra igual. Ésta es la más morenita y el hombre también es moreno. El hombre que me recogieron cuando mi, mi esposa murió, quedó de seis meses y se crio, vive en Toluca.

VD: ¿Con quién se crio, don Sebastián?

SJ: Con su madrina. Su padrino también lo recogió pero a él lo mataron y después mi comadre jue la que salió al frente. Y a ella ya le dio su estudio, su carrera, es odontólogo. Y ya yo me quedé con éstas, con las mujeres. Aquí crecieron, aquí se casaron. Me quedé, (risas) pero le doy gracias a Dios, le doy gracias a Dios que cuando menos no les, no les busqué martirio, no les busqué mala vida. Eso es cuando menos que no, no.

VD: Y ya después, cuando ellos crecieron, ¿Ya nunca hizo usted por irse para allá a Estados Unidos?

SJ: No, ya no.

VD: ¿Le gustó su trabajo como bracero, don Sebastián?

SJ: Sí, sí me gustó.

VD: ¿Qué fue lo que más le gustó?

SJ: Lo que me gustó, pos todos los trabajos.

VD: ¿Pero qué parte de vivir por allá?

SJ: Lo que, lo que no me quiso gustar muy bien, bien, fue la pisca del algodón. Es duro, porque había uno bien tramposo de Durango, había muchos de Durango y ése le echaba tierra.

VD: Para que pesara más.

SJ: Sí, y llevaba el saco, sí, la saca como si hubiera sido un palo, derechita, yo igual, porque piscábamos recio los dos. Me junté con él y todos los demás atrás y no, los dos juntos, íbamos a bracear juntos y siempre pesaba más el de él. Pos sí, hasta que me fijé, (risas) yo dije: “Uh, con razón”. (risas) Ya le empecé yo también a hacer tranza después. (risas) Pero le digo, la de él de ciento y tantas libras y la mía nomás de cien.

VD: Ahí estaba el secreto.

SJ: Pos sí.

VD: Oiga, don Sebastián…

SJ: Él, él le, le revolvía casquillos y se veía el algodón limpio, pero adentro iba el mal.

VD: ¡Ah!

SJ: Y yo siempre limpio, limpio, limpio. A veces dice el dicho: “El que limpio trabaja, limpio se queda”, (risas) sí, por eso. Y yo me decía yo: “Bueno, pos salgo junto con él, nos vamos a bracear juntos, ¿por qué?”.

VD: Hasta después que vio.

SJ: Pos hasta que después que vi. Y me dijo uno de ellos, me dijo: “No, mano, esto”. Y empezó a piscar así, nada de nada. Dice: “No, pos por eso te friega aquel”, dice, “salen iguales”, dice, “hazle así mira”. No, ya me dieron la maña, de aquí (risas) me le emparejé. Y un día me los fregué a todos, porque me hallé unas, me hallé una sandía pero buena y ya. (risas)

VD: Ay, señor Sebastián.

SJ: La pesé tres veces, (risas) la sandía. Yo ya sabía donde iba y la iba jalando y la envolvía bien con la saca, y pélale. Y me los fregué a todos. (risas) Y luego fui a, llegamos del campamento y comimos. Ya le digo yo: “Muchachos”, porque la llevábamos bien todos, “muchachos, ¿no quieren algodón?”. (risas) Voy sacándola, dicen: “Canijo, con razón nos fregates a todos”. (risas) Pos sí, pos me dieron el nortazo. (risas)

VD: Y, ¿de dónde sacó esa sandía, don Sebastián?

SJ: Me la encontré, (risas) me la encontré en el field. Y salió pero bien dulce, nada más que era amarilla. Pero estaba bien dulce, ya le digo que la traía yo escondida en la saca. Y llegamos al campo y la puse ahí escondida. Y ya luego que ya comimos, ya les digo: “Muchachos, ¿no quieren algodón?”. Ya se arrimaron. Me dice: “Canijo”, dice, “con razón nos fregates ahora”. (risas) “Sí, con la sandía”.

VD: Ay, don Sebastián.

SJ: Sí, pos me enseñaron la treta. (risas)

VD: Ay.

SJ: Y ahí en el, en todas las piscas salí bueno y no se diga en el durazno y el chabacano. Ya después no, no ocupaba la argolla, la traía nomás de, como reliquia. Y esa vez le gané $5 dólares al mayor.

VD: Al mayordomo.

SJ: Sí. “No”, dice, “no”, dice, “van muchos de segunda”. Le digo: “No”, le digo, “bueno”.

VD: Y le demostró, sí.

SJ: Le digo: “Bueno, si me halla uno, no, no pierdo. Y si halla uno y dos o tres, pierdo, pero si me halla uno no”. Porque se me puede colar. Y que empieza, mire, mire y: “No, me fregates”, dice, “carajo”, dice, “ninguno me ha salido como tú”. (risas) Ya traía la argolla nomás de reliquia, sí, ya le digo, así.

VD: Oiga, don Sebastián y, ¿qué hacía en sus ratos libres?

SJ: Ahí a descansar o echando de, este, dados, nomás divirtiéndonos.

VD: ¿Al cine no iba?

SJ: No, no íbamos.

VD: Y, ¿a los pueblos?

SJ: Lo que, lo que no, nomás a Pescadero, que era el pueblito que onde íbamos a la, a, sí, a comprar víveres. Porque están cercas de, de este, ¿cómo se llama?, del puerto ese.

VD: ¿De San Diego o de dónde?

SJ: No, donde está el puente.

VD: En San Francisco.

SJ: San Francisco. No haber ido, treinta millas de cerca.

VD: Y, ¿no fue?

SJ: No juimos por andar de no, de paseándonos en, en el pueblito o allá en el mar, bañándonos, total, por eso. Y después me daban las malarias de no haber ido, (risas) sí.

VD: Oiga, don Sebastián y cuando ustedes salían a los pueblitos, los braceros, o cuando iban a las tiendas, ¿cómo los trataba la gente de allá?

SJ: Bien, bien porque yo quebrantado, quebrantado, aprendí una que otra palabra en inglés. Y uno que se daba el paquete que sabía el inglés muy bien y sabe qué tanto. A ver, le voy a hacer una pregunta, este, ¿pa pedir huevos?

VD: ¿Cómo se dice?

SJ: ¿Cómo se dice?

VD: ¿Huevos?

SJ: Sí.

VD: Eggs.

SJ: Ey. Y pa pedir, pa las piernas.

VD: Legs. (risas)

SJ: Y uno la, la presumía de mucho, era de Guerrero. Y que va pidiendo, iba a pedir blanquillos. (risas) No, ya lo cacheteaba la, la ella ya lo cacheteaba, entonces ya.

VD: Y, ¿qué le dijeron?, ¿qué le dijo la señora? (risas)

SJ: No, lo, ya lo agarraba a cachetadas. Ya le dije yo es que, le digo, ya le pedí dispensas y es que no saber, es que no saber, y no saber. Ya le dije, le dije: “Oh”, le dije, “está bien, agradécelo, si no te daba tus cachetadas”, le dijo en inglés. Pero se puso roja de coraje. (risas) Le dije: “Pos, ¿qué pediste?”. “Pos un blanquillo”. “No, por algo se enojó, ¿cómo le dijistes?”. Y ya me dijo y dije: “No, ¿no que sabes inglés?”, le digo, “yo no sé”, le digo, “pero no se dice así”, le digo, “ya, se dice así de este modo”. Y ya hasta se me olvidó a mí también. Jue lo, lo más interesante, la leche y los blanquillos y no me acuerdo qué otras cosas. Y lo demás lo agarraba, ya lo ponía allí lo que no sabía. Pero lo más interesante que quería yo saber pa no, digo plantear la cosa era eso. Pero ese amigo le pidió las piernas. (risas) Nombre, me lo quería cachetear, le digo: “No, no seas tarugo”, le digo, “no se te complica pa eso”, le digo, “pos tú tuvistes la culpa, ¿pos qué cosa pediste?”. “Pues blanquillos”. Pues pelé. Le digo: “No”, le digo, “pedites las piernas”. Sí, después se ponía chapeado, chapeado él. Le dije: “No, amigo, ¿pos no dices que sabes inglés?”. “Pos no”. Le digo: “No hay que presumirla, yo no sé, yo nomás, lo más interesante lo que aprendí pero lo demás no”. (risas) Me daba risa el condenado.

VD: Ay, don Sebastián.

SJ: ¿Qué?

VD: Oiga y, ¿a las cantinas no iban?

SJ: Sí íbamos a veces, pero yo nomás pa acompañarlos así, porque se ponían medios, y por defenderlos ya los sacaba.

VD: ¿Había pleitos?

SJ: Ahí se armaba. Sí, querían echar pleito y ya caía la ley y ya le pedía disculpas, ya les decía que me los iba a llevar, ya me los llevaba, me echaba unas dos, tres cervezas y total, pero ya, ahí nomás.

VD: ¿Nomás?

SJ: Sí. Y en una ocasión me cacheteó uno de ellos, y estaba yo en la litera arriba. Y él no sé por qué se enojó, que me agarra a cachetadas. Le digo: “Mira, no seas pendejo, mañana nos vamos a ver las caras”. Al otro día lo agarré en su juicio, y le digo: “Mira, te voy a enseñar cómo se pega”. Y dice el engaño que le iba a aventar abajo, moles y otra y le digo: “Así se pega, no que tú me agarrates ahí”. Y ya se calmó. Pero yo siempre agarraba lo último de arriba, porque de ése, al de arriba se basqueaba ahí, al de abajo. Yo por eso siempre agarraba de arriba, (risas) sí.

VD: ¿Usted vio que eso pasara, don Sebastián?

SJ: Sí, llegó a pasar con algunos que se pasaban de…

VD: De alcohol.

SJ: Sí. Y yo, yo por eso siempre me agarraba la primera de arriba. (risas)

VD: Oiga, y, ¿con algún otro no tuvo…?

SJ: Porque me llegó a tocar, me tocó una ocasión abajo. Y uno llegó bien borracho y me, me, hasta me hice pa un lado pa que cayera abajo y por eso no. Y ya no me, no me aspiró a irme de nuevo por mis hijas, por mis hijas ya no. Dije: “No, ya no voy”. Mayormente con lo que nos pasó en Monterrey, menos, menos. Y esos nos quedaron a deber lo, lo que, no, los días que nos faltaron pa cumplir el contrato. Llegamos como quien dice de aventón, para acá, sí, por eso no, ya no me dieron ganas. El lugar más malo es Texas.

VD: ¿Por qué, don Sebastián?

SJ: Pagaban más barato, a $0.25 centavos la hora.

VD: ¿En qué, en el algodón?

SJ: El algodón.

VD: Y, ¿cómo lo trataban ahí las personas en Texas?

SJ: Pues los negros eran los que nos querían fregar a veces, pero no, ya después se, se…

VD: Y, ¿por qué, don Sebastián?

SJ: No, porque, por algunos que querían burlarse de ellos.

VD: ¿Los braceros se burlaban?

SJ: Y no lo, les…

VD: ¿Qué les decían?

SJ: No, les decía yo, les dije: “No, cálmese, déjenlos”. No, ya después se hicieron cuates.

VD: ¿Qué cosa les decían cuando se burlaban?

SJ: No, pues empezaban a, a mentarles la madre a los camioneros, los negros.

VD: Pero los mexicanos, ¿cómo se burlaban los braceros?

SJ: Pos se notaban ellos que se burlaban de ellos, por eso. Y dije: “No”, le digo, “dense su lugar”. Y ya después se hicieron cuates y ya nos hicimos cuates también con ellos.

VD: Y, ¿cómo se entendían con ellos?

SJ: Ahí, nomás nos saludábamos así, total, pero no. Más, más cuando estuvimos en, Hemet, California, allá había mucho negro y no sé si habrá todavía, no sé. Había mucho negro ahí.

VD: Y, ¿usted se acuerda, en aquellos años, don Sebastián, que a las personas, a los negros, por ejemplo, no los dejaban entrar a algunos lugares?

SJ: Sí, no, no los dejaban, los despreciaban, los despreciaban.

VD: ¿Usted qué pensaba de eso?

SJ: Pos era una humillación para ellos. Era humillarlos, para mí eso era lo que hacían, humillarlos. Y no es bueno humillar a nadie, para nada, todos somos cristianos. Y por el color, eso no tiene que ver, ellos son negros. Hay unas, unas negras cuartereoneadas [cuarteronas] pero bonitas, bonitas, y les decía: “No, váyanse fijando que cometen un error ustedes”. Ya les llamaba la atención a los negros también. Ya nos hacíamos cuates, nos hicimos cuates, nunca llegamos a tener disgustos, no.

VD: A los braceros, ¿usted vio que alguna vez no los dejaran entrar así como no dejaban entrar a los negros a algunos lugares?

SJ: Solamente cuando, cuando me quisieron llevar, que me quiso llevar la ley.

VD: ¿Cuándo se lo quiso llevar (risas) la ley?

SJ: Fue en, en Hemet, California, que ese día no me llevé la ésa, la mica y ya les dije que no, que yo era bracero. Y ya hablaron.

VD: ¿No le creían?

SJ: No me creían, y ya hablaron al campo y ya dijeron que sí. Y: “Hablen allá al campo”.

VD: O sea que siempre tenía que cargar con su mica.

SJ: Sí, todos teníamos que cargar la mica, ésa era la aportación de nosotros.

VD: Y, ¿ya después que llamaron?

SJ: Ya me dejaron.

VD: ¿Cómo lo trataron los policías?

SJ: Querían llevarme a fuerzas. Le digo: “No”, le digo, “yo soy bracero, la mica se me quedó allá”, le digo, “allá está, allá la tengo, pregunten”. Y ya preguntaron, sí, y ya. “No se te pase otra vez, carga la mica”, y ya.

VD: Fue la única vez.

SJ: La única vez, sí. No, esa vez que entramos acá a Texas jue onde quedé arrepentido.

VD: ¿Por qué, don Sebastián?

SJ: Porque pos le digo que no nos costeó.

VD: El pago.

SJ: El, el pago. Y después del pago, el, la pisca. Le digo que ya la primer pisca ya la habían hecho.

VD: Ya estaba hecha.

SJ: Y nos dieron la, la segunda por primera. Ya luego nos dejaron el mapeo también por, por segunda, no fue justo y ya por eso ya quedé convidado, ey, al norte. Y yo dije: “A Texas, ni porque vaya a contar dinero”, sí. No, pa California sí, porque ya allá en, en Pescadero le dije a Luis, le dije: “Mira Luis, nos rebajan $15 pesos, ¿por qué?”. Me dice: “Oh”, dice, “¿ya sabes?”. “Sí,” le digo, “nosotros venimos ganando tanto y, ¿por qué nos quitan $15 pesos?”. Dice: “No, ya mandamos una carta a Washington”, dice, “y dentro de poco”, y sí nos dieron un cheque de $50 dólares.

VD: Y, ¿por qué le estaban quitando ese dinero?

SJ: Pos no sé.

VD: ¿Cómo se dio cuenta, don Sebastián?

SJ: Nos dábamos cuenta por el cheque que venía mal. Y todos: “Nos quitan tanto”.

VD: ¿Ahí decía en su cheque lo que le quitaban?

SJ: Sí, no, pos íbamos por $95 la hora y nos pagaban a $80.

VD: ¿Usted hacía cuentas de lo qué le estaban pagando?

SJ: Sí.

VD: Y, ¿después ya les recuperaron ese dinero?

SJ: Sí, nos recuperaron ese dinero, nos dieron un cheque de $50 dólares por lo que nos iban quitando. Sí, y se lo advertí yo a Luis, se llamaba Luis y era italiano.

VD: Que se dio cuenta del dinero que les estaban robando.

SJ: Sí, le dije: “No”, le digo, “¿por qué nos lo quitan?”. Dice: “Oh”, dice, “ya sabemos”, dice, “al poco tiempo, poco tiempo ya mandamos una carta a Washington”. Y sí, nos mandaron un cheque de $50 dólares.

VD: Qué bueno, qué bueno, don Sebastián.

SJ: Sí.

VD: Oiga, don Sebastián y usted que estuvo allá y que, bueno, ya ha vivido aquí toda su vida, cuando usted estaba allá, ¿qué era lo que más extrañaba de México?

SJ: Lo que más extrañaba era mi familia, era mi familia. Era, pos cuando estuve en Arizona, no sé si sería el clima, o no sé, me enfermé. Me llevaron a la enfermería, y me vio el doctor y nomás sacudió la cabeza así. Llevaba mucha temperatura, y ya me dio un, le dio un frasco al mayor y le dijo que si sudaba, buena seña, y si no, no había remedio. Y me vine unas horitas y me llevó al campo, me acosté y el calenturón duro. Cuando llegaron los muchachos del trabajo, le dije a un amigo que me diera una friega con ése, el frasquito, olía pero feo y me dio la friega. No, al ratito, es que me metieron al agua sude y sude, y sude. Y pos yo no sabía, no guardé la, los tres días, sino a los dos días ahí voy a trabajar, y no me pagaron, los dos días que falté, no.

VD: ¿Tenían que ser tres días?

SJ: Sí, tenían que ser, no, tenían que ser más.

VD: Ah.

SJ: Pero yo por el ansia de trabajar. Y me fregaron con tres días.

VD: Que ya no le pagaron nada.

SJ: No, no me pagaron nada, pero yo tuve la culpa por irme. Pero yo no sabía, no sabía.

VD: Y, ¿cómo le parecía?

SJ: Bueno, y yo le voy a hacer una pregunta.

VD: A ver, dígame, don Sebastián.

SJ: ¿Usted cree que con ese monigote, que tengo ese papel, puedo ganar algo?

VD: A ver, yo ahorita si quiere le explico bien esto. Nada más déjeme, déjeme pues terminar con esto, por lo menos por hoy. Porque se me hace que con usted podría platicar como muchas más horas. (risas) Y le agradezco muchísimo, don Sebastián. Permítame y ahorita le explico este asunto.




Fin de la entrevista

Interviewer

Domínguez, VIoleta

Interviewee

Jaimes Gutiérrez, Sebastián

Location

Cuernavaca, Morelos, México

File Name Identifier

Jaimes_Gutierrez_MOR005

Citation

Domínguez, Violeta and Jaimes Gutiérrez, Sebastián, “Sebastián Jaimes Gutiérrez,” Bracero History Archive, accessed November 25, 2024, https://braceroarchive.org/items/show/112.