Víctor Martínez Aleman
Title
Víctor Martínez Aleman
Description
Biographical Synopsis of Interviewee: Víctor Martínez was born on July 28, 1934, in Tlaquiltenango, Morelos, México; as a child, he worked with his family harvesting corn, peanuts, and rice; he stopped attending school at an early age due to the ill treatment he received from his teacher; as an adult, he learned to read and write; in 1956, he left home to join the bracero program; he worked in California picking apricots, lettuce, and peas.
Summary of Interview: Mr. Martínez recalls growing up in Miacatlán, Morelos, México; he remembers that, as a child, he helped his family with farming chores; they harvested corn, peanuts, and rice for self consumption and profit; he states that he stopped attending school at an early age due to the ill treatment he received from his teacher, and that he learned to read and write as an adult; additionally he discusses how his father opposed him going to the United States for work; due to this, he hired a coyote to take him to Empalme, Sonora, México so he could enlist in the bracero program; he details how he became a bracero in 1956; additionally, he describes the hiring process in Empalme, his train trip in cargo carts to the border and his experience at the processing centers; he also expresses how the fumigation process was carried out, and how ashamed he felt when they were walked in front of female secretaries while being nude; furthermore, he recounts his time in California picking apricots, lettuce, and peas; he presents how life was for him in the U.S., and the work he did; moreover, he talks about how he returned to the U.S as an undocumented worker after the program was terminated, and how he preferred working as a contracted bracero.
Summary of Interview: Mr. Martínez recalls growing up in Miacatlán, Morelos, México; he remembers that, as a child, he helped his family with farming chores; they harvested corn, peanuts, and rice for self consumption and profit; he states that he stopped attending school at an early age due to the ill treatment he received from his teacher, and that he learned to read and write as an adult; additionally he discusses how his father opposed him going to the United States for work; due to this, he hired a coyote to take him to Empalme, Sonora, México so he could enlist in the bracero program; he details how he became a bracero in 1956; additionally, he describes the hiring process in Empalme, his train trip in cargo carts to the border and his experience at the processing centers; he also expresses how the fumigation process was carried out, and how ashamed he felt when they were walked in front of female secretaries while being nude; furthermore, he recounts his time in California picking apricots, lettuce, and peas; he presents how life was for him in the U.S., and the work he did; moreover, he talks about how he returned to the U.S as an undocumented worker after the program was terminated, and how he preferred working as a contracted bracero.
Creator
Domínguez, Violeta
Martínez Aleman, Víctor
Date
2003-06-28
Subject
Bracero
Rights
Institute of Oral History, The University of Texas at El Paso
Language
spa
title (Spanish)
Víctor Martínez Aleman
creator (Spanish)
Domínguez, Violeta
Rights Holder
Institute of Oral History, The University of Texas at El Paso
Online Submission
No
Original Format
Mini Disc
Duration
1:29:37
Bit Rate/Frequency
24 bit
96 k
96 k
Transcription
Nombre del entrevistado: Víctor Martínez Alemán
Fecha de la entrevista: 28 de junio de 2003
Nombre del entrevistador: Violeta Domínguez
El día de hoy es 28 de junio del 2003.
VD: Y ésta es una entrevista en casa del señor, don, ¿Víctor o Beto?
VM: Víctor.
VD: Víctor Martínez.
VM: Víctor Martínez Alemán.
VD: Alemán.
VM: Beto me dicen por mi abuelito.
VD: ¿Así se llamaba su abuelito?
VM: Mi abuelito y ahí se quedó. Mi mamá, mi mamá y mi papá todo el tiempo me decían Beto y les digo: “Bueno, ¿para qué me ponen así?, ¿pa qué me hicieron eso? Si yo mi nombre es Víctor”.
VD: Y, ¿usted de chiquito no sabía que era Víctor?
VM: ¡Qué va! No sabía yo, hasta que este, ya de joven este, jui a… Algunos papeles, que había requisitos y entonces ahí me di cuenta que yo me llamaba Víctor Martínez Alemán. Pero primero me decían Filiberto y ahí después Beto, Beto. Ahí se quedó Beto y así se jue, ¿veá? Y ya de grande para tener este, mis este, papeles, tienen que ser legalizados en cualquier cosa. Por ejemplo, cuando yo me pensioné, tonces, este, yo este, pos se me puso bien canijo, porque allí, porque voy a pedirle a mi mamá la acta de nacimiento y allí estaba Filiberto, era lo malo. Tonces este, pos yo me este, me pedían y el papel de veras de la iglesia era Víctor Martínez Alemán, tonces pos voy y que le digo yo al presidente: “Pues me pasa esto, me voy a pensionar y si causa de eso, pos yo creo que no me va a pensionar, porque estoy chueco, estoy chueco”. Me dijo: “A ver cómo le hacemos”, y eso. Pos sí me hizo, me aventó unos papeles a Cuernavaca y sí me arregló por $500.
VD: Y, ¿cómo le quedó al final, Víctor?
VM: Víctor. Tonces, ya ahora sí estoy derecho. Víctor Martínez Alemán.
VD: Y, ¿cómo le dice su familia, Víctor o Beto?
VM: Aquí me dicen Beto.
VD: Pos yo le voy a decir Beto también. (risas) O, ¿Víctor, qué prefiere?
VM: No, Víctor, Víctor porque se trata de, ¿cómo quisiera decir? Este, de que al rato, allá o eso, van a decir, ¿pero cuál Beto es? (risas) Sí, tiene que ser Víctor.
VD: Entonces Víctor pues para que sea el nombre que le quedó. Porque ese nombre está en su mica, ¿verdad, Víctor?
VM: Sí, Víctor.
VD: Don Víctor, ¿usted dónde nació?
VM: En este, en Tlaquiltenango, Morelos y bueno, no sé cómo mi mamá se fue por allá, porque es aquí.
VD: Ah, ¿su mamá era de aquí?
VM: De aquí. Mi papá era de otro, del Estado de México. Todavía no sé cómo le hicieron, se fueron pa allá y allá nací, en Tlaquiltenango.
VD: ¿Cuándo nació usted?
VM: Yo nací el 28 de julio de 1934.
VD: ¿Allá en Tlaquiltenango, entonces?
VM: Tlaquiltenango.
VD: Y, ¿sus papás a qué se dedicaban, don Víctor?
VM: Mi mamá nomás vive, mi papá ya murió.
VD: ¿Su mamá todavía vive?
VM: Todavía vive.
VD: ¿Cuántos años tiene ya?
VM: Ciento dos.
VD: ¡Madre mía, ah!
VM: En Torosa(??), allí la tengo por acá.
VD: ¿Aquí vive cerquitas?
VM: Sí, todo esto es de, de mis sobrinos y mi papá nos dio a cada quien su pedacito para que este, viviéramos. Éramos cuatro hombres y no, tres hombres y uno ya falleció, nomás quedamos dos. Se llamaba Miguel Martínez Alemán.
VD: ¿Su papá?
VM: No.
VD: Ah, su hermano.
VM: Mi hermano el que murió. Mi papá se llamaba este, Agustín Martínez Montoya.
2do: Con razón a mí me pusieron Agustín.
VD: Y, ¿cuándo falleció su papá?
VM: En 1994.
VD: Ah, o sea que no tiene tanto.
VM: Como once, ¿cuántas por ahí?
VD: Ya tiene nueve años, sí.
VM: ¿Eh?
VD: Nueve años. O sea que el año que entra hace diez, va a ser diez años. Y, ¿a qué se dedicaban?
VM: Campo, campesinos.
VD: ¿Tenía tierras propias, don Víctor?
VM: Bueno este, mi papá tenía, no tenía, sino que cuando llegó aquí este, hubo un este, comisariado que le regaló pues unos, un pedazo por allá en campo terrero y este, y de ahí comenzó a vivir y de ahí se comenzó a hacer fortuna y sí, pos se, luego... No este, no tenía ni dónde vivir y aquí compraron mi mamá y mi papá, pero como estaban rentando, ya después se hicieron de aquí.
VD: O sea que se vinieron para acá para Miacatlán, ¿cuando usted qué edad tenía?
VM: Cuando, yo ahí sí no me di cuenta porque taba yo chiquito. No sé si de tres años o de dos años o de un año, ahí no me di cuenta cuando se vinieron para acá, pero le cuento que yo allá nací en Tlaquiltenango.
VD: ¿Pero se crio acá?
VM: Me crie aquí, soy crecidito. Bueno, se puede decir que allá nací, pero de aquí me crie.
VD: Y, ¿qué sembraban sus papás?, su papá, pues.
VM: Maíz, cacahuate. Le ayudábamos nosotros, mis dos hermanos, les dábamos ayudada.
VD: ¿El cacahuate era para consumo de ustedes o lo vendían?
VM: Bueno este, claro que lo vendíamos para poder este, que nos mantenía pues mi papá, para sustento de la casa, para mi mamá y eso.
VD: Y, ¿vendía algún otro cultivo?
VM: Bueno, a veces este, le hacía la lucha de plantar arroz, porque antes aquí plantaban arroz y sí plantaba. Nomás como unos dos años sembró, sí plantó, se puede decir. Y ya después como pos, desgraciadamente aquí vivimos con aguas broncas, no tenemos este, la laguna, te tienes que juntar, por ejemplo, si crece el río. Y eso tamos con la idea, de todos los ejidatarios ver al Gobierno del Estado para este, a ver si Dios quisiera que nos ayudara para hacer una detención o una presa para que este, no careciéramos de agua. Porque a veces de que no llueve, carecemos y a veces no sembramos de riego. Como ahorita, gracias a Dios ta lloviendo, tamos sembrando. Ahorita, como ahorita yo ya sembré sorgo. Ya vamos pues adelantados.
VD: Y desde antes, ¿siempre ha sido así, los cultivos han sido los mismos?
VM: Bueno.
VD: ¿Desde que usted se acuerda?
VM: Ya de cuando yo me hice grande, me hice joven este, todo el tiempo echábamos maíz, cacahuate. Después este, ya comenzamos a trabajar por ahí de pión [peón], sembrando caña. Pos tábamos bien pobres nosotros, bueno no, bueno, todavía estamos, ¿no? Pero ya no es igual como antes. Antes sufríamos mucho, a veces no teníamos ni pa comer o eso. Y sí, hay que jalarle de pión, por ahí ayudarles a algunos, nos pagaban en ese tiempo $12 pesos.
VD: ¿A la jornada?
VM: A la jornada, $12 pesos diarios. Sí este, salía uno a trabajar pues para poder mantener a mi madre y eso, cuando yo me puse joven.
VD: Y, ¿su papá de todas formas seguía trabajando en sus tierras?
VM: Él trabajaba sus tierras. Él y nosotros ayudábanos. Cuando nosotros terminábamos de las siembras, se venían las secas, entonces ya trabajábamos aparte.
VD: ¿En tierras de otros?
VM: De otros, porque éramos piones. Ganando pues para poder comer, ¿va? Se venían temporadas de nuevo, de nuevo vamos a ayudarle a mi padre y así. Venían las secas, vámonos por ahí a trabajar para comer. Y ya lo único que nos quedaba de temporal, de lo que sembrábamos, ya lo guardábamos para… Ya después se compró una vaquita y ya después ya tenía dos y ahí nos íbamos, ahí. Llegó a tener unas cuantas después.
VD: Y, ¿también las vendían, don Víctor?
VM: Sí, cuando había necesidad, que se enfermaba mi madre, que siempre padeció de una úlcera.
VD: ¿En dónde?
VM: En su pierna. Siempre, dilató veinticinco años y este, y teníamos que... Sí tuvo, tenía que vender pues, mi padre este, algunas vaquitas o eso para gastos pues. Para que se la curaba, la mandaba. Entonces este, llegó tiempo que aquí había un ingenio, aquí ése que está ahí, donde se ve el chacuacote era ingenio.
VD: Aquí luego luego en Miacatlán.
VM: Sí. Entonces había este, facilidades de internarse. Se jue a la clínica y como pos era trabajador, no le costaba, era como seguro que tenía.
VD: ¿Él era trabajador del ingenio?
VM: Trabajador, después sí ya se acomodó. Y ya mi madre este, se iba, se la veía muy mala y este, la mandaban a la Clínica Azucarera y allí se componía y varias veces. Y después se iba, le abría la de nuevo y después iba y bueno, hasta que ya después que ya según se le agotó mucho la sangre, pos paró la llaga. Porque era rolliza pues, mi madre. Yo creo se le acabó pues este, la sangre y ya se alivió. Ya nomás este, le dijeron que se enredara este, una venda y hasta la fecha, tiene hartos años que ya, ya no.
VD: Ya no le sale.
VM: Ya no le volvió.
VD: Y esa Clínica Azucarera, ¿dónde estaba?
VM: México.
VD: ¿En el D.F. [Distrito Federal]? Y, ¿cómo se iban para allá, don Víctor?
VM: Pos se la llevaban en una flecha, pos entonces eran flechas de ésas, todavía existen las ésas de, no las de Zacatepec, la otra, Flecha Roja.
VD: Flecha Roja. Y, ¿usted se acuerda de haberla acompañado?
VM: Yo la iba a ver allá. Yo allá iba yo a verla, la iba yo a este, mi padre me mandaba. “Mira, no puedo ir ahora yo, ahora anda tú”. Ya estaba yo grande, ya tenía yo veintidós años, veintitrés, veinticuatro, ya no me acuerdo. Pero sí este, iba yo a verla para ver cómo estaba.
VD: O sea que se quedaba internada por allá.
VM: Se quedaba internada hasta dos o tres meses.
VD: Ándele.
VM: Ay no. Mi madre sufrió mucho, mucho, ¿no? Y todavía nos vive, ya tiene ciento dos.
VD: O sea que, entonces dice que nada más fueron usted y su hermano.
VM: Nomás. Ya nomás quedamos dos, el otro se murió.
VD: ¿Chico?
VM: No, de cuarenta y seis años murió. Dejó a sus hijos. Ya tenía este, su mujer y ahí están, ahí viven en ese lado con sus...
VD: Y, ¿no tuvo hermanas mujeres?
VM: ¿Quién, yo? Sí, pos éramos tres y tres.
VD: Ah, sí me dijo que eran tres y tres, es verdad.
VM: Tres, tres.
VD: ¿Usted es de los más grandes, don Víctor?
VM: Yo soy el más viejo y más feo.
VD: El más grande, le tocó. Oiga, y, ¿usted fue a la escuela?
VM: Mire, hasta da vergüenza decirlo, pero por ayudarle a mi padre nomás fui el primer año y yo lo vi que se andaba muy apurado, ya no hallaba ni qué. Y me tocó un profesor bien malo, bien malo porque no podía ver que jugáramos. Perro, ándele. Nos castigaba, nos hincaba y nos ponía allí este, en un hormiguero.
VD: ¿En un hormiguero?
VM: En hormiguero de esas chiquitas.
VD: ¿Los hincaba en el hormiguero?
VM: Sí, (ininteligible) donde las traiban en las piedras, teníamos que estar así. Entonces, hormiguero de esas chiquitas, de esas que pican. Y yo pos le dije a mi papá: “Yo ya no vuelvo, yo ya no vuelvo. Si así me van a traer, ya no”, le digo. Y luego lo veía yo bien apurado, dije: “No, mejor no”. Ya y ya no fui, yo quedé burro, pero cuando me enseñé ahora de grande a escribir, a hacer una cuenta o eso, pero ya de grande.
VD: Y esa escuela o ese profesor, ¿dónde les daba la clase, don Víctor?
VM: Aquí en este, se llama Vicente Guerrero donde está la escuela. Pero no aquí, sino allá en la presidencia era la escuela, ahora ya es juzgado.
VD: O sea que sí era una escuela con muchos salones.
VM: Ahora ya ta todo cambiado. Sí, pues antes taba feo. Yo me acuerdo cuando este, todo esto era pura huisachera. Aquí venían hasta los este, coyotes, a cargarnos las gallinas. La carretera era una calle que pasaban los carros y entonces se usaba el ese cran para arrancarlo, pues.
VD: ¿De los coches?
VM: De los coches.
VD: Que le daba como con una cuerda.
VM: Eso, yo me acuerdo de todo eso.
VD: Entonces usted se fue nada más ese año a la escuela y luego siguió ayudándole a su papá.
VM: Ya salí a ayudarle en el campo, por eso ya no. Ya después me enseñé algo en este, ¿cómo se dice? En la este, que estudian todos los grandes, ¿cómo se llama?
VD: ¿En la escuela nocturna?
VM: Nocturna, nocturna, exacto, ésa. Ahí es donde aprendí algo.
VD: Un poquito ahí.
VM: Iba yo a la tarde, a las seis de la tarde, eso en la nochecita. O sea, ahí nos ponían los cuadernos y órale.
VD: ¿Cuándo fue eso?
VM: Eso ya tiene muchos años, ya eso jue como, pos ya como el [19]43, por ahí.
VD: O sea que y, ¿a qué edad se fue usted como bracero por primera vez?
VM: Por primera vez me jui este, a Salinas, California.
VD: Y, ¿qué edad tenía usted?
VM: Tenía yo veintidós años.
VD: Y déjeme preguntarle, ¿cómo fue que usted se enteró de que por aquí andaban contratando braceros?
VM: Porque este, ese Presidente Díaz Ordaz era el que tenía yo creo esa facultad de este, de mandar a Estados Unidos. Y entonces este, para acá al ingenio le mandó, mandó decirles a algunos que había braceriada. Entonces yo me enteré de eso y yo le dije a mi papá: “Yo tengo ganas de ir a Estados Unidos”. “No, no hijo, ta muy lejos y eso”. Le digo: “Pos qué, de todas maneras yo estoy joven. No tengas miedo, a la mejor me va algo bien, hasta te mando dinero”. Pos sí, llegó el día que teníamos ahí unos animalitos. Que vende un buey grandote, que nos pagan y que me voy. Este, pero me jui con un coyote al Empalme, porque nos sacó $250 pesos en aquel tiempo. Tonces nos fuimos como unos treinta.
VD: ¿De aquí de Miacatlán?
VM: De aquí de Miacatlán nos fuimos para Empalme. Tonces llegamos y allí espera y espera y nunca, no podíamos pasar, ya teníamos un mes. Para esto, de sufrimientos, no teníamos ya ni pa comer. Entonces yo este, a donde quiera está Dios, que llega uno allí, dice: “Mira”, dice, “quiero que este, va a venir uno de Durango y rómpanse la camisa y pónganse un pañuelo rojo. Va a venir por el que esté de a tiro muy amolado”. Y así le hice yo y unos cuatro, porque nadie tenía pañuelo rojo, yo tenía, yo. Tonces nadie tenía este, pañuelo rojo y me lo pongo. Pero yo me rompí la camisa porque así me dijo el este, el amigo ese. Tonces sí llegó el de Durango, el licenciado y veía a todos, los que estaban más o menos no los pasaba. Me va viendo a mí y a un compañero: “Ven para acá”. Era huacherío(??) pero de esos verdes, pero huacherío(??), y sí: “A ver, ábranse”. Ahí vamos con él, ya que nos lleva ahí a Migración: “Me arreglan a estos hombres”. Fue bueno ese hombre, bueno, porque cuando le habló a La Migración, le dijo: “Quiero que me pase a estos hombres porque están bien desgraciados, por favor”. “Cómo no”. Ya nos hacen un montón, el certificado y ya que nos dan el pasaporte para Salinas. Teníamos que salir a las tres de la tarde para Salinas en el bus. Ya de ahí nos dieron una naranjita, un jugo y con eso teníamos que llegar hasta allá. Nos hicimos toda la santa noche, todo el día hasta las seis de la tarde, llegábamos a Salinas, California. Y allí ya llegábamos con el patrón. Ya nos dio, un mayordomo nos entregó con el patrón, nos llevó a donde, al ojo, a donde íbamos a dormir. Nos dieron buenos sarapes, pa qué, buenos. Tonces nos dieron nuestra cama, nos dieron a donde, techo y que esté bueno, ¿no? Allí yo la pasé feliz. Nos dieron trabajo, pero este, yo estuve muy contento porque nos dieron trabajo hasta que... Nomás que eran de cuarenta y cinco días, tonces yo creo que nos vieron que trabajábamos bien, nos renovaron otros cuarenta y cinco días. Porque nos quería el patrón porque éramos bien chambeadores. Allí había un patrón que jue a ver a toda, porque eran sesenta hombres allí con ese patrón. Entonces este, llegó ese americano: “Quiero siete individuos para cortar, corte de chabacano”. Y nadien quería porque ya lo habían trabajado y dicen que no se ganaba. Allí nos ganábamos, andábamos con el azadón en el betabel. Entonces que nos, en la cena que dice, ganábamos $85 pesos por quincena. Ahí pagaban por quincena en ese tiempo. Entonces este, que nos dice el patrón en la cena: “Quiero siete hombres para que vayan a trabajar con un patrón al chabacano”. Y nadien quería, que le digo: “Yo sí”. Que me dice a mí: “Tú, Víctor”, y uno que se, un compañero de aquí, dos compañeros. “Tú Chucho y tú Manuel”. “Nosotros vamos”, dice, le digo. Y ya entonces dice: “Ya se fregaron, si aquí se ganan $85, allá se van a ganar $40”. Le digo: “Bueno, pues ya ahora ya hablamos”. Pos uno, dos de Durango y creo que tres o dos de Guanajuato se jueron con nosotros. Ahí nos fuimos tempranito, como a las cinco de la mañana, cinco y media ya estaba allí el patrón pa llevarnos a la chamba. Porque nosotros sufríamos mucho con la cosa de que temprano teníamos que pararnos a hacernos de comer, o el día antes hacernos un blanquillo allí. Bueno, comíamos mal, mal, mucho mal porque este, nos exigían que nos paráramos temprano. Sí, trabajábamos allí, pero los árboles estaban pero preciosos, llenos de fruta, hijo, que le pegamos ahí escaleriado. Pagaban el balde a $0.11 centavos y las señoritas, cuando bajábamos con nuestros baldes, ellas checaban, todos los checaban. Bueno, pa no hacerla larga, que se llegan los quince días y esperábamos, ¿no?, a ver cuánto sacamos. Allí con el patrón ese sacábamos $85 pesos diarios, sí, de quincenales. Tonces este, allí que nos vamos sacando $200, $203 pesos. Y después aquellos ya les andaba por ver: “A ver qué es”. Y era: “Hijos, me hubiera ido yo”, dicen, “sí”, dice. Bueno, se arrepentían. “Me hubiera ido yo”, dicen, ¿veá? Pos le rogaba al patrón, no quiso, ya ves que nosotros nos fuimos a juerza. Ya después estaban bien rajados allá.
VD: ¿Sólo fue una quincena que se los llevaron?
VM: Cuarenta y cinco días.
VD: O sea que usted terminó su contrato en el chabacano.
VM: Sí, no, en el azadón, en el chícharo. Nos llevaban a los de azadón, nos llevaban a la lechuga con el azadoncito y ya cuando taba acercándose los cuarenta y cinco días, llegó el patrón ese, entonces nos llevó al chabacano. Y ahí dilatamos un mes tres días, pero sí nos fue bien allí.
VD: Oiga don Víctor y déjeme regresar un poquito a cuando usted se fue, dice que se fue de aquí a Empalme.
VM: A Empalme.
VD: Y, ¿usted había salido antes de aquí de Miacatlán?
VM: ¿Más antes?
VD: Antes de irse a Empalme, ¿alguna vez había salido de aquí de Miacatlán?
VM: Nunca.
VD: Y, ¿cómo le pareció ese viaje al norte?
VM: Pos bien porque este, a mi ma, yo no tenía mujer, no tenía nada. Le puse su casa a mi madre, porque era de chinamel(??) y ahí está. Y le arreglé el piso, tonces, más o menos, le puse los dientes a las muchachas, los que necesitaban tlancuinas(??). Ay, ay, bueno, bueno, sí Dios me socorrió algo, ¿pa qué me voy a quejar?
VD: Pero, aquella vez que usted se fue la primera vez, don Víctor, ¿se fue en autobús de aquí a Mexicali?
VM: Este, de México me fui en el tren.
VD: Se fue a Buena Vista.
VM: Hasta, ¿cómo se llama?, hasta el Empalme, no, Sonorita, no sé cómo de allí de Sonorita. De allí agarramos un autobús al Empalme, ya me acordé.
VD: Y, ¿cómo se acuerda que fue ese viaje en tren para allá?, ¿cómo lo recuerda usted? Pues si era la primera vez que salía de aquí de Miacatlán.
VM: Me acuerdo que pos taba bien. Bueno como pos yo nunca había visto ciudades, yo iba yo a este, ya desvelado, dado a la trampa de besos, ya ni me fijaba, pero eran unos pueblos raros, así como diferentes a lo que yo veía.
VD: Y la Ciudad de México, ¿cómo le pareció cuando llegó allá?
VM: No, taba bonito. Entonces como dice el dicho, ¿no?, como México no hay dos. No, cuando nos vinimos de allá este, ya nos andaba por venir a ver para acá, pos a la familia y también nos venimos en tren hasta, pero de allí hasta Benjamín Hill y de ahí agarramos un autobús hasta México. Todo ande que tanto, que ya nos iban a cerrar el vagón. Y que: “Bueno, aquí no nos cierras, no”. Tonces nos poníamos bravos allí, porque si nos cierran nos matan, nos morimos. ¿No ve que apenas, cerrar un vagón, apenas ahí se murieron hartos?
VD: Ah, o sea los querían llevar encerrados en el vagón del tren.
VM: Del tren.
VD: O sea que era tren de carga.
VM: Veníamos de trampa, nosotros veníamos de trampa, no veníamos de paga. Eso es lo que a nosotros nos amolaba. Lo que no queríamos era gastar. Este, y por traer más centavitos y ya de ahí ya agarrábamos un autobús de este, del Empalme, sí, de Benjamín Gil, para acá a México.
VD: Y, ¿hasta acá ya?, ¿después de ahí en autobús también para acá?
VM: Ya también de allí para acá en autobús.
VD: Oiga don Víctor y me estaba contando de ahí de Empalme, cuando se quedó casi un mes, ¿dónde dormía usted cuando estaba allá en Empalme?
VM: Allí había este, galeras pa todos los que llegaban. Dormíamos en el suelote así sin, bueno, como unos así sin nada, no llevaban ni sarapes, nada, como nosotros. Así como, palabra pues mala, como perro. Esperando que mañana, a ver si mañana y mañana y pasamos más de un mes.
VD: Y, ¿qué comía mientras estaba por allá?
VM: Allá, arroz con leche, a veces taquitos dorados y este, y a veces nos íbamos a comer una mojarrita hasta que una, hasta que se nos acabó la lana. Tonces este, por ahí llegó uno, creo que nos vio pues la cara de hambre, no sé, de pronto: “Ven, ven”, dice, “vamos a echarnos unos taquitos, ¿no quieren unos taquitos?”. “¡Cómo no, carambas!”, ¿verdá? Sí, comimos ahí. Ya él nos alivianó allí, y ya le mandé decir a mi papá que nos mandara pues este, algo de dinero. Y mandó, mandó y ya con eso ya nos alivianamos otro poquito y a los, parece que luego luego, a los tres, cuatro días, que llega el licenciado ése y nos pasó.
VD: ¿Fue cuando pasó?
VM: Es cuando pasé. Hasta nos llevamos la lana de...
VD: ¿Lo que le había mandado su papá?
VM: Mandado mi papá y aquél también. O sea nosotros dos, también le mandaron su, nos mandaron a los tres juntos. Sus papás también de ellos.
VD: Oiga don Víctor, ¿se imaginaba usted que así iba a ser pasarse de bracero, usted se imaginaba?
VM: Sí.
VD: ¿Sabía esa parte?
VM: Ora aparte, le voy a decir, cuando pasamos para allá, ya le dije que pues nos fregó el licenciado, ¿no? Tonces no se vaya a molestar lo que voy a decir. Me pasaron, sí, este, encuerados, delante de todas las muchachas. Ya nomás nos tapábamos acá, pero encuerados, para pasar a donde nos iban a fumigar, bien fumigados allí todo. Tonces este, nosotros nos daba vergüenza porque teníamos que pasar como con veinte mujeres.
VD: Y, ¿quiénes eran las muchachas, don Víctor?, ¿secretarias?
VM: ¿Eh?
VD: ¿Eran secretarias de ahí?
VM: Secretarias, todas secretarias. Y este, y con las manos atrás, nada de taparse nada. Queríamos, pero no, nos querían hasta pegar.
VD: ¿Quién, don Víctor?
VM: Pos allí los esos que mandaban, porque unos querían taparse y: “No, no, no. Acá las manos atrás”. Y nomás llegaba uno allá y a fumigar. Ahí sí nos maltrataron pues algo.
VD: ¿Cómo le pareció a usted esa parte? ¿Cómo se sentía estando ahí?
VM: Pos triste, porque nunca había yo pasado esas penas. Pero como este, yo lo que quería era llegarle a Estados Unidos para hacer algo.
VD: Y, ¿cómo se imaginaba que iba a ser Estados Unidos, don Víctor? ¿Por qué fue que usted se animó a irse de bracero?
VM: Porque ya habían ido muchos y me contaban que estaba bien bueno, bien bonito y eso.
VD: ¿Qué más le contaban de Estados Unidos?
VM: Pos que, pos lo mismo que este, yo veía yo allá. Sí, lo que habían hecho, me decían: “Esto es, esto no es”. Y bueno, donde yo pos, dije yo: “Yo voy, voy a ver, me voy a desengañar”. Y por eso así fui y después sí, ya seguido iba, pero ya después me iba yo a Texas, ya entraba yo por Ciudad Juárez. Pasaba yo por Hidalgo, por ahí por Monterrey para ir allá a Seminole y eso y ya a Ciudad Juárez también para ir a Montana. Tons ya después ya tenía yo abiertote los ojos, ya no me hacían guaje.
VD: ¿Se iba solo? ¿Las siguientes veces se fue solo, don Víctor?
VM: No, es que yo al tiempo trabajé aquí el ingenio, estuve trabajando con el tiempo, al tiempo. Tonces mandaban una, mandaban una lista del Sindicato Nacional para acá, para que sesenta hombres tendrán que salir para Estados Unidos.
VD: ¿De aquí del ingenio?
VM: Pero eso ya era contratado ya bien, ya no íbamos peligrando, ya no íbamos este, ya no íbamos peligrando, sino que ya íbamos derechos y eso es lo que nosotros le agradecíamos pues al Gobierno, pues, ¿no? Porque entonces esa cosa era de Díaz Ordaz, nomás dijo Díaz Ordaz: “Hasta aquí, se acabaron las contrataciones”. Y se acabaron.
VD: Y, ¿cómo los seleccionaban aquí en el ingenio?, ¿cómo los escogían?
VM: Bueno, aquí era ingenio de azúcar de caña.
VD: Pero, ¿cómo sabían cuáles eran los sesenta que se iban a ir?
VM: Uh, éramos como más de sesenta trabajadores y lo bueno que había mucho joven. Ya de veintidós, de treinta o eso. No, pos este, mandaban treinta, sesenta, pero aquí se iban treinta y de Zacatepec se iban otros treinta.
VD: ¿Del otro ingenio? Pero aquí, ¿cómo?, ¿se peleaban los lugares?
VM: No, es que mandaban de allá la lista.
VD: Ah, o sea, ya mandaban su nombre.
VM: Mandaban la lista, mandaban la lista y este, entonces, le decíamos: “No”, le digo, este, ya derechito a uno del sindicato, de los secretarios de este, del sindicato. Como por ejemplo, secretarios les llegaba la este, la lista. Este, y ahí es cuando nos avisaban: “Se van a, ¿quién quiere ir a Estados Unidos?”, tonces.
VD: Ah, ¿entonces usted decía: “Yo quiero ir”?
VM: Ya entonces yo paraba de... todos: “No, vamos”. Sí, pos era de gratis.
VD: Y, ¿les daban permiso aquí en el ingenio?
VM: Ya, absolutamente sí, porque se acababa la zafra. Y después hasta el otro año seguía la otra. Así pos cada año, cada año.
VD: Y así del ingenio, ¿cuántas veces se fue de parte del ingenio?
VM: Como cinco veces.
VD: O sea que cuando usted venía para acá.
VM: No, de aquí fui como seis. Y de alambre fui como tres, cuatro.
VD: Y, ¿cómo se iba cuando se pasaba sin papel, sin contrato, don Víctor? Platíqueme cómo se iba.
VM: Bueno pos este, unos amigos me alborotaban y decían: “Vámonos”. “Vámonos, nomás que sí hay que llevar para ver al coyote allá”. Entonces este, veíamos allá, así allí en Tijuana había una señora que se llamaba doña Herlinda, así le decían. Llegábamos allí, llegábamos porque nos dieron la dirección.
VD: ¿Quién se la dio, se acuerda?
VM: Me la dio uno, uno de aquí, una mujer de aquí. Como ya había ido su hijo, por eso me la dio. Tonces ya le dije: “Mira, ya tengo la dirección, vámonos”. “Órale”. Ya nos fuimos, nos fuimos los tres. Sí, nos íbamos hasta allá hasta Tijuana en autobús. Ya llegábamos a Tijuana y este, ya le decíamos al Cotis: “Llévanos a esta dirección”. “Ah, aquí ta cerca, al cabo, ¿no?”. Ya nos llevaba, ya están, ahí están las barrancotas pa cuando brincábamos. Allá, como uno que quiere empezar al norte, ¿eh? “Nomás que les va a costar $250”. En ese tiempo. “Bueno, órale”. Voy a ver al coyote. Ya llegaba, era... “Estos se quieren pasar pa allá”. “Nomás que ustedes tres, ¿no traen más?”. “No”. “Tonces, esperen mañana, porque va, seguido están llegando, a ver si me llevo siquiera a diez pa que me convenga la pasada”. Sí, pero... Y como había unos dos que esos ya eran colmilludos: “Pero puro hombre, no queremos viejas, porque con las viejas se sufre”, dice, “porque tenemos que cargarlas en las barrancas y nos vamos dilatando y por eso a veces nos agarra La Migra”. Y yo, me pareció bien eso. Porque nosotros como hombres nos colábamos como sea y cómo íbamos a dejar una chamaca, o una mujer, ¿vedá? Por eso a veces nos, bueno, a mí nunca me agarraron. De tres o cuatro veces que, no me agarraron. Y este, y me platicaban así muchos que iban: “No”, dice, “cuando pases, no vayas a meter mujeres”, dice. “Bueno”. “Porque con causa de eso, agarran a uno y lo sacan a uno pa fuera”, dice, “y por eso después, hasta sufre uno después hasta pasar de nuevo”, dice. “Pos órale”. Ya nos íbamos, ya se acaba a las once de la noche o las diez. “Órale, pero véngase y pues ya persígnense”. Porque es triste, eso es muy triste.
VD: Claro.
VM: Sí, ya nos encomendábamos a Dios y nos pasaban. Eran unas barrancotas y en el plan hay barrancotas. “Ya los vi cabrones”, oíamos, “ya los vi”. Y nosotros así nos hacíamos en el plancito que íbamos. Ya después nos metíamos a las barrancas y ahí nos perdían porque había alto cedro. De esos cedritos, nos metíamos debajo y hasta que llegábamos al alambrado de este, de San Diego, ahí nos aparrábamos mientras el coyote ya tenía otro, otro que llegaba ahí a alzarnos, a alzarnos, ya llegábamos. “Se callan, pero bien calladitos y acuéstense que no vaya a venir La Migra y digan que no soy coyote, porque pos sí, a mí sí me dan en toda la torre”, dice, “porque por ser coyote”. Entonces este, sí, como pos nunca nos agarraron a nosotros, tonces este, ya llegó la ésa y que nos montamos rápido y vámonos pa dentro. Llegábamos a las doce a Los Ángeles.
VD: ¿A las doce de la noche?
VM: No, que diga…
VD: ¿Al medio día?
VM: A las dos de la mañana, que diga, a Los Ángeles. Porque entrábamos, a veces salíamos a las once de la noche pa allá, a las dos de la mañana ya estábamos en Los Ángeles.
VD: En tres horas.
VM: Sí.
VD: Y, ¿dónde llegaban?
VM: Pos ya estando en Los Ángeles, así ya ora sí ya pueden irse pa acá y pa allá. Ya había harto mexicano. Ya mexicanas y todo, ya no, allí ya pasaba La Migra y ya no te decía nada.
VD: Y, ¿ahí dónde llegaba en Los Ángeles, don Víctor?
VM: Bueno, llegábamos ahí a este, con algún patrón y ya ellos mismos este, veían a uno y decían: “¿Qué, quieres trabajar?”. “Pos a eso vengo, a eso vengo”. “¿Traen seguro?”. “No, no traemos seguro, ese segurito”. “Bueno, yo les voy a dar un seguro pero chueco, se van a llamar de este modo, de este modo”. Entonces así es como trabajábamos. Tonces trabajé en el juco de uva y heno y más, de ahí después este, a podar y así, así nos la llevamos. Pero sí, así le hacíamos y ya de allí, de allí de Madera, porque yo caí en Madera, de Madera nos regresamos a Mambrú(??), a un lado de Palmdale y allí nos fuimos a cortar este, durazno. No cortar, a podar, ta chiquito pa variarlo, a que creciera. Y de ahí ya venía el temporal y ya me hablaba. Sí, ya me hablaba mi padre ya que para sembrar y me venía yo.
VD: O sea que se quedaba usted allá hasta que venía el tiempo aquí de siembra.
VM: Del temporal.
VD: Y usted que estuvo allá varias veces, don Víctor, que estuvo con contrato y sin contrato, ¿cómo le parecía que era mejor, cómo le gustaba a usted más irse?
VM: Bueno, porque, bueno, me parecía bueno, ya había yo agarrado maña, se puede decir. Porque me gustaba el ambiente allá, porque mi mera, pos todo lo que quería de comer allá, había mucho, aquí también, ¿no? Pero ya no, no es igual a tener dinero allá, porque tenía uno dinero cada rato y acá a veces no teníamos ni pa comer así cosas o eso. Por eso yo pos me aventaba yo para traer pa que hubiera pa mi mamá, mi papá y yo.
VD: Pero, ¿cómo se le hacía a usted que era mejor, prefería usted? Porque usted estuvo allá sin contrato y con contrato, ¿cuál era la diferencia?
VM: Ah, pos claro que con contrato, pos era mejor, porque pos allí nos trataban mejor. Sí, pos nos daban sarapes, casa, estufa, todo. Nos llevaban a traer la provisión y nos decían: “¿A qué horas querían ir al cine? Yo los voy a encontrar ya a las doce de la noche”. “Pues sí, ahí nos vienes a traer”. Y sí nos daban preferencia, sí nos daban los güeros buena preferencia, ¿para qué digo que no? Sí.
VD: Y, ¿sin contrato cómo era?
VM: Contrato, pos a todo el tiempo escondernos, porque dabas un paso a la calle, pasaba La Migra a veces en este, ya en el campo nos alzaban. Solamente en ciudad nos andábamos a la uno.
VD: ¿Llegaba La Migra al campo de donde estaban ustedes?
VM: A veces sí llegaba. No, pero nosotros, cuando llegaba nos echábamos a correr a las barrancas o nos echábamos al apancle y al apancle que como está ancho, no se metían. Así nos escapábamos, fue triste. Todo eso era triste, claro que es diferencia, pues con contrato, porque pos, ¿allí qué? No nos molestaba nadien y por así por irnos así este, de trampa, pos sufríamos más.
VD: Y, ¿el trabajo cómo era? ¿Era igual en los dos, con contrato y sin contrato?
VM: El trabajo era igual, aunque todo allá es este, trabajar. Como ora pos en betabel, lechuga, el algodón, cuando me iba yo Seminole al algodón, trabajaba yo un algodón este, a veces, había veces que no había corte de algodón, nos metían al gin, a donde hacen, sí, a donde fabrican el algodón.
VD: Y, ¿qué hacía ahí?
VM: Pues este, aventar a palada el algodón a una máquina pa que lo hiciera limpio. No sé, pero eso ya era de ellos. Nosotros con anteojos y tapar la boca.
VD: ¿Para qué?, para que no le cayera el...
VM: Ajá y bien calientísimo que estaba, ¿veá? Pero nosotros por ganar, pos aquí te mueres, no me rajo, ¿pos a qué vine?, (risas) ¿veá?
VD: Oiga don Víctor y de los trabajos que hizo, que a usted le tocaron varios, ¿cuál fue el que se le hizo más pesado?
VM: Se me hizo más pesado el azadón.
VD: ¿El desahije?
VM: Andar, desahije. Que ése era agachado, agachado, agachado. Había un hombre que le decían El Güito porque nos decía: “No se agüite, párese”. Y ya le pusimos a él El Güito, ¿vedá? Porque, vaya, ¿veá? “No se agüite”. No nos podía ver un minuto parados, ¿veá?, cuando salíamos.
VD: ¿Era el mayordomo?
VM: El mayordomo. Cuando nosotros ya nos íbamos a pa la casa, queríamos ir al baño, no podíamos porque la cintura ya, ¡ay!, ya. Hasta que ya teníamos ahí unos cuatro, cinco días ya entonces ya se imponía el cuerpo.
VD: De la posición.
VM: De tanto trabajar, de tanto. Sí, pues este, como llega uno de nuevo. Ése era la más, ése les llaman el, allá le llamaban el desmadre. (risas) “¿A donde te tocó?”. “En tu desmadre”. El azadón, ajá, con perdón, pues.
VD: Ya sabían que eso era, pero era bien pesado.
VM: Bien pesado.
VD: Y, ¿qué fue lo que le gustó más?
VM: Pos este, el corte de algodón porque ése, no, era por contrato, lo que hiciera yo, eso ganaba. Bolsas que hiciera yo, los que, las libras, allá se llaman libras, las libras que yo hiciera, eso ganaba, nadien me mandaba. Y eso es lo que me gustó más de todo. También a la lechuga, al corte de lechuga este, me dio licencia aprender tan pronto, que hasta el mayordomo me vio que era yo inteligente, me dijo, dice: “Tú ya no cortes, tú vete de aquel lado, yo acá pa irlos cuidando”. Ya entonces ya me decían barbero, pero va a ver, ¿veá? Porque (risas) ya casi no trabajaba. Pero yo tenía mis algodoncitos, el que veía yo que iba atrás, les daba yo una manita. Y me decía: “Déjalos”. Y más se enojaban ellos, vaya.
VD: ¿Lo puso como su asistente?
VM: Y le daba eso, porque le daba yo un refresco cuando llegaba, porque ahí llegaban los refrescos, a este, la coca [Coca-Cola], que diga, la pecsi [Pepsi]. Llegaba una señora con una carroza de... Era diario, diario allí y él me daba una, al otro día yo y así, de pos, y como aquellos no le daban ni un, ni un refresco, no los quería nada y yo, decía: “Ándele, tómese uno”. Como que me agarró como amigo, pues. Y ya después él buscaba el modo de este, que no me fregara pues tanto.
VD: De ayudarlo.
VM: Bueno, le gustó el modo de ser o no sé, le caí como para amigo, ajá. Ésa fue la única vez de todos los demás, no digo nada de los demás porque nunca me sistaron(??), nunca ni nada. Porque nunca los barbeaba, nunca me barbeaban, nunca, ellos serios. Pero sí, nunca, pero sí me hablaban bonito y todo y yo también, eran muy buenas gentes.
VD: Y, ¿con ningún mayordomo tuvo usted alguna dificultad, algún problema?
VM: Allí en Stockton, en Stockton, no, Montana, sí este, ¿cómo se llama? Santa Ana. ¿Santa Ana? Sí, creo que sí. Había una huerta de jitomate, me mandaron allí y le decían tomate, allá les dicen tomate. Sí, nos fuimos y había un japonés malo, malísimo, este, comencé a cortar y este, tonces ya tenía yo como, como un mes trabajando, ya me faltaban quince días y este, y como ese tomate tiene que pasar en un aro. El que, el que se pasaba no servía y el que no pasara, servía. Y yo, pos se me pasaron como cuatro, cinco y me regañó bien feo, le digo: “No, no”, le digo, “no me regañes”, le digo, “a cualquiera le puede pasar”. Eso fue todo nomás, o sea.
VD: ¿Le hablaba en español?
VM: No, sí hablaba, pero poquito, poquito. Sí hablaba, era un japonés, sí hablaba español, poco.
VD: Y, ¿en español lo regañó?
VM: Sí, sí me regañó, dice: “¿Qué no tás? Siempre estás cortando y ta saliendo bien y ahora se te pasaron cuatro”. Le digo: “Y, ¿por cuatro se enoja?”, le digo. “Ahora cómetelos”, le digo, me dijo, dijo: “Ah, pos crees hombre, caray, ya que se va”. Pero nomás hasta ahí, ya no dijo nada. Ya al otro día me fui, no me dijo nada y así ya. Pero ése es el único que medio me quería pues este, o más bien, me regañó esa vez.
VD: Y con sus compañeros, don Víctor, ¿cómo se llevaba? Ay, perdón.
VM: No, no, no hay cuidado. Muy bien, a veces algunos se peleaban, pero entre de los de aquí mismo, entre ellos mismos allá, yo no, nunca le falté a nadien. O no, bueno, es que mire, ya sabe que al que se lleva, es que es lo malo, que se llevan y yo con nadie me llevé nunca, con ningún, así con ningún amigo y por eso me daban mi lugar y yo se los daba. A mí no, yo no, pero yo veía que hasta se daban de trompadas, se sacaban sangre a veces y yo los desapartaba, también a veces algunos hombres, estamos aquí en el norte, al rato va a venir, te van a echar afuera y eso, mayordomo ya, pero ya después a los dos o tres días ya, pero porque salían y se echaban cerveza y eso era malo.
VD: Y, ¿dónde tomaban, don Víctor?
VM: Se iba a la, acabando la quincena, pagando, se iba a este, a donde le digo que veíamos al cine y allí había placita y eso y allí este, había eso. Había un bar, se llama bares. Y allí es a donde se tomaban unas cuantas cervezas, porque no se te debe, no podíamos tomar nada porque allí no se toma, porque el patrón se enojaba porque teníamos que trabajar. Allí no tomábamos nada. A veces nos caiba con dos o tres cervezas: “Mucho cuidado, nomás esas tres”. “Sí, sí, ya sabemos”. Pero allí no dejan tomar a uno, no.
VD: ¿Quién le decía que nomás las tres, el patrón o el cantinero?
VM: No, el mayordomo, el patrón no. El patrón nunca.
VD: Ah, ¿el mayordomo también iba ahí?
VM: El patrón casi nunca lo veíamos, el mayordomo era el encargado de nosotros y el mayordomo nos decía: “No, cuidado, porque si no, te mandan pa México. Nomás dos o tres y ya”. Y al cine. Pos órale, sí, hasta nos echábamos a veces dos, tres, pero no, de ir borrachos a la chamba, no. Allá eso es lo más delicado, eso es lo más delicado que puede haber.
VD: ¿Usted vio que alguna vez regresaran a alguien por pleitos o por el alcohol?
VM: Sí, uno de Guerrero se agarró con uno y este, y en ese momento llegó el patrón, que: “Manda traer la chota”, me dice. “Me lo mandan pa México”. Lo mandaron pa México.
VD: Y sí se lo regresaron.
VM: Sí.
VD: Oiga don Víctor y, ¿regresaban a la gente por alguna otra razón?
VM: No, que haiga visto, no. Solamente que alguna, hazañas de pleito o eso, pero no, no. Había algunos que pues no sabían trabajar, había uno que nos consideraban hasta que no aprendían. Pero sí, eran algunos, patrones a donde yo caí, eran gentes, para qué. Porque había individuos que no sabían azadón, ¿veá?, no eran de campo e iban al norte. Hasta que no les enseñaba uno, ¿veá? Nos ponían a uno, pues a nosotros a enseñarles. “Enséñate, ponte abusado, si no te mandan pa México”. Y como yo pos aquí el azadón con mi padre ya eso yo ya lo sabía, caí allá, pos era yo as. Onde pos a mí me traiban acá, allá, ¿veá? Ya no nomás a mí, todos mis compañeros aquí nos criamos con la azadón, con trabajo pues y este, todas esas hazañas, a todas las pasé.
VD: Y, ¿se acuerda usted? ¿A usted le preguntaron cuando lo contrataron, le preguntaban?
VM: ¿De qué?
VD: ¿Le hacían preguntas para ver si era de campo?
VM: No, lo que, allí lo que eran bien abusados, agarrarte tus, las manos y apretaban. “Sí, éste sí es de campo, ya pásale”.
VD: Si tenía callos.
VM: Eso. Allí nada de preguntar, allí luego luego lo veían a uno, a todos y al que no tenía callos, lo regresaban.
VD: ¿No lo dejaban entrar?
VM: No lo dejaban entrar. Y al que va malo, como purgación de mujeres, también pa juera. Que veían alguna rosada o alguna cosa, no, también pa juera, no lo dejaban entrar. Tenía que pasar limpio. Nada de también que llevara semilla, alguna semilla acá que llevara yo este, por ejemplo de alguna planta de así, también agarraban, las echaban pa...
VD: Y, ¿de qué se llevaba semillas la gente?
VM: Algunos se llevaban, por ejemplo que el, la hierbabuena o el... porque iban malos y allá se echaban su hierbabuena para aliviarse del estómago y unos el epazote para también y veía a las personas que llevaba semillas, se las quitaban y ámonos. Pero se llevaban, algunos iban preparados según ellos, ¿no? Pero que allí no pasa, no, te esculcan hasta las uñas. Si llevabas tierra te la quitaban, yo creo. (risas)
VD: Nada los dejaban pasar.
VM: Nada, nada, nada.
VD: ¿Que le revisaban su ropa y todo?
VM: Todo, todo. De allá para acá era lo más canijo también, desde La Migración, al decir los esos rateros que pasa uno por la Aduana, nos quitaban a veces hasta... Por ejemplo, si yo traiba una televisión, mejor azotarla, porque nos cobraban más de lo que no. Entonces ya se pone. “Sí”, le digo, “ahora, pos nombre, me jue remal, ten $2 dólares o eso”. “Ándale pues, llévatela”. Pero cuanto más una arma, a uno lo metían creo que hasta el bote. Y hartos pasaban.
VD: ¿Se compraban allá sus pistolas? Y, ¿dónde las compraban?
VM: Este, allá en los este, los pueblos pues a donde iban a placear. Yo me traje una retrocarga.
VD: ¿Sí se la dejaron pasar?
VM: Pos la metí entre la ropa, la, la hice cachos, la metí entre la ropa. Bueno, eso me la pasó un señor de aquí. Se llamaba este, don Chucho Valle y era mañoso, dice: “Ira, ya entre la ropa y le haces cinco nudos, si quieren desatarlo, que se fastidien, y tú les dices: <<Bueno, pa qué, esta vez no traigo nada, tengan ay, que les doy $2 pesos y ya estuvo>>”. Dije, ya que le sé, ya no tenían que pasar por, si pasaba otra aduana, se fijaban que ya está sellado, ya no, y así es como la pasé.
VD: ¿Esa aduana dónde fue, allá en mero la frontera?
VM: A la salida, en la salida en Tijuana y acá en México también, también en México. Aquí son los más perros que allá, allá te dejan pasar tu ropa y aquí te la quieren quitar, aquí los de México. Esos son los más bandidos que puede haber, yo he visto que son los más bandidos, México. Son muy, muy este, perros.
VD: ¿Le llegaron a quitar a usted sus cosas?
VM: Yo vi a algunos, varios que se los quitaron y delante de ellos se quebraban la tele o es, dice: “Para que no me lleves y se te quede”, dice, zas, quebraba. Decían: “Que no llegue nada a mi casa”. Sí, yo veía yo eso, ¿vedá? Pos por eso yo odiaba, yo allá. No, aquellos no, esos te decían: “Pasen, pasen ustedes”. No te cobraban ni un quinto y acá: “¿Quieres esto? Llévate esto, pero vas a dar tanto”. Unos les daban hasta $30 dólares, $40 y en ese tiempo era mucho dinero, mucho dinero.
VD: Nada más para pasar sus cosas.
VM: Para pasar nomás sus cosas. Yo como diez de acá. Allá no, allá no son tan de a tiro. Me decían que eran, [pero] no, son a todo dar allá, allá no te quitan nada, no.
VD: Acá fue donde le tocó.
VM: No, allá son bien... Si yo nomás cuando me quedaron a deber este, ya no me acuerdo si en el, [19]57 ó [19]58 me quedaron a deber como cuatro cajas y todavía tuvieron la calma, que a los quince días ya estaba aquí los centavos.
VD: Le mandaron su cheque.
VM: Allá no se agarran nada. No se agarran nada, nada, nada. Por eso yo les digo yo a los muchachos, les digo: “Miren, yo no sé por qué está esta cosa”, le digo, “si los güeros tienen las mejores computadoras, tienen lo mejor, desde allá si tú quieres nos están viendo, quién tiene, el que no tiene”. Le digo: “Si ellos quisieran, si el dinero que dicen que nos van a dar, lo mandaron pa México, olvídense”, le digo, “que a la mejor no nos mandan nada”, le digo, “¿por qué? Porque son bien ratas, México es el primer número”, le digo. “Entonces ellos, allá con Víctor Martínez Alemán, le vamos a dar, le vamos a mandar su cheque directamente a domicilio porque trabajó en tal, Salinas y desto y todo y me mandaron mi cheque”. Le digo: “Por eso yo les voy a hacer el tercio, pero yo eso siento que no va a ser cierto”, le digo. En eso estoy, en eso también les digo yo a muchos y hartos dicen: “No, pos”. Bueno, como dice el dicho: “Con el que esperanzas vive, alegre muere”. Pero bueno.
VD: Pos sí, fíjese. Péreme don Víctor, déjeme. Don Víctor, yo le quería preguntar si alguien, si ahí en el trabajo había alguna queja frecuente entre los braceros.
VM: Queja, ¿por ejemplo?
VD: Como de trabajo, de comida.
VM: Ya entendí. Bueno, a mí me pasó, allí en Seminole había un este, un patrón que al momento, cuando estaba yo trabajando este, él pa allá y pa acá. Porque yo, me tocó de regador, de regador de sorgo. Tonces a todos le estaban pagando $0.50 centavos la hora y a mí me la pagaban a peso porque era regador. Tonces este, pasó, pasaron tres, dos quincenas y no me pagaba y eso ya me estaba oliendo mal, tonces yo este... Después él cuando le cobraba, como que se ponía sus moños, ya así enojado y todo. Y dije: “No, mejor me le voy a pelar a este hombre y me voy a La Asociación a quejarme. Me le voy a pelar, porque éste me va a matar y me va a enterrar por ahí”, como se usa por allá. En una de tantas este, que yo pidiéndole, tenemos una Virgencita acá y le pedí mucho ayuda a mi Madre Mía, salir de aquí, aunque no me paguen, pero quiero salir. Pos yo ya sentía cerquitas algo.
VD: ¿Le había amenazado, don Víctor?
VM: Sí se me, sí, sí ya me había este, que no estuviera yo fregando, así me dijo y hablaba hasta en español. Entonces este, dije: “No, a ver cómo le hago, pero yo me voy”. En una tarde, pero me cuidaban después, me cuidaban, me cuidaban. En una noche que dejé hasta la ropa, dejé todo, nomás me puse los zapatos y mi chamarra y me voy en la noche. Y había una lucecita que pasaban los carros lejos, me voy y bien lejos taba. Ya que llego a la carretera, ahí iba a pasar un mexicano por, yo creo la Virgen se acordó de mí, ¿no? “¿Qué te pasa?”, me dijo, ay ya me dijo. Le digo: “Me vengo pelando de un hombre que no me paga, ya tiene quince”. “Yo te llevo a La Asociación”, dice, “yo te llevo”. “Sí, yo quiero ir a La Asociación allá”, le digo, “quiero quejarme”. “Pos órale”. Ya me llevó, ya llegué allí y este: “Ira, tú te pones abusado acá”. Este, ya ahí estaban unos que dormían en las galeras en La Asociación de los que mandaban con los patrones. Tonces: “¿Qué te pasa?”. “Ya me vine”. “No, pero vienes muy temprano”. “Me pelé porque me querían, yo creo cinchar”, le digo. “Nombre”. “Sí, no me paga y yo creo que eso me quería”. Tonces este, ya amaneció bien y como a las nueve de la mañana que me voy a ver al mero, ¿no? Y yo taba yo hablando con él, cuando llega el patrón con su señora, bien enojado, bien enojado. Pero yo ya había hablado con el mero mero.
VD: ¿Hablaba español aquel hombre?
VM: El hombre que yo trabajaba sí.
VD: Y, ¿este hombre con el que usted habló?
VM: El que taba hablando también, porque pos era de La Asociación. Y que se agarran en inglés, porque yo le dije: “Ya tengo un mes y no me paga y vengo por cuarenta y cinco días. Mi gente quiere dinero, quiere”. “¿Cómo? Vas a ver”. Como este, de casualidad llega, pero bien bravo y esto y la señora, y ya que me llama y eso, entonces, y que me dice: “Tú estate aquí”, dijo el mero. Y que se ponen a hablar en inglés. Cero, no sé qué cosas se decían, dice: “Tocante al dinero, aquí me va a pagar a éste el doble, pa que se le quite”, dice. Tonces este, eso me dijo después él, porque yo no entendía yo nada, nada. Y este: “Ándale”, que dice, “no te menees ahorita, por verte de sacrificado y por haberte venido pa acá, te voy a mandar con otro patrón”, dice. “Ójalá”, le digo, “sí”. Ya después cuando se salieron echando rayos, yo creo y centellas y yo me quedé allí y ya que me, que me extiende el cheque, dice: “Te veo”. Tenía que darme lo de una quincena, no, casi lo del mes, lo del mes. No, qué una quincena, por eso me salí. Tonces este, dije: “Ah, chin”. De ésas que me dice: “Ahí le dije que te pusiera el doble pa que se le quitara”, dice, “porque si no lo iba yo a castigar a él, ya no le voy a mandar gente”. Si no le ponía el doble, que ya no le mandaba gente allá. Bueno, dije: “Bendito sea Dios”. Tonces este, al rato había hartas, hartos que querían ir a trabajar. Al rato que oigo, Víctor Martínez Alemán, como a las dos de, como a las dos de la tarde que me presento y ya: “Bueno, tú ya te vas a trabajar y nosotros ya tenemos aquí un mes o dos meses y no podemos ir a trabajar, no hallamos patrón”. Pero porque yo fui a quejarme pues, y que me mandan con uno bien a todo dar, bien buena gente. Estuve de regador allí y este, hasta me lleva, me decía él: “Mira”, dice, “poniendo tu línea, prendiendo la bomba, tú te puedes ir a almorzar, puedes ir a comer”, dice, “y ahí lo dejas hasta las cinco horas”. Onde pos en la torre, pos nomás me fregaba yo tantito a poner la tubería, me llevaba cuentos de esos de leer, esos de español. Ahí este, bien a todo dar, yo taba yo como de aquí a donde vive mi cuñada. Yo aquí, yo creo que cuando hacía yo el bistec o algo le salía bien chulo y se venían, se venían a verme y chiles en vinagre y bueno, cosas así y ya me traiban hasta un jugo.
VD: ¿Quién se lo traía, don Víctor?
VM: Los patrón, el patrón.
VD: ¿El patrón?
VM: El patrón allí, patrón y la señora, muy buena gente, muy buena gente. Pos ahí estaba yo solitito, estaba, no había ningún mexicano. Entonces este, que se para el señor y que: “Desvárale un taco”, trabajos que lo probaron, después se, cada ocho días estaban. (risas)
VD: ¿De lo que usted se cocinaba?
VM: Les gustó reteharto.
VD: ¿Para su almuerzo?
VM: Sí, para su almuerzo, sí. Ya llegaba yo a medio día porque ellos salían, creo que se iban a otro pueblo y dilataban hasta ocho días. Y cuando llegaban, me llevaban jugos, ya sabían que tenían que ir a comer allá.
VD: ¿Le hablaban en español, don Víctor?
VM: ¿Quién? Hablaba el patrón, pero la señora nada, nada, nada. Él sí, sí muy bien, hablaba bien, hablaba bien. Dice: “Yo me enseñé, no sé”, dice, “me platicaba hartas así”. Dice: “Me jui a la escuela”, dice, “a enseñar”, dice, “ muy bonito”, dice, “esto”. Pero ya medio mochón, mochón. Pero entendía yo rebien. “Ya nomás destapas allá y ya no te estés amolando”, dice, “destapas pa que mañana llegues y poner la otra tubería y descansas otras cinco horas, ya después la apagas y así”, dice, “pues ya llevas el pedazo, el acre”. Así le llaman, acre, o pedazo. Ah, me la pasé relindo allí, ¿veá? Y ése sí luego luego me pagaba.
VD: En ése, dice que no había más mexicanos, ¿no había más trabajadores, o no había mexicanos?
VM: Allí no. Allí con el patrón nomás, hasta yo decía: “Yo me voy a hacer mudo”, porque no, con nadien platicaba, con nadien, ¿veá? Si no eran la de eso que me llevaba, ahí estaba yo divirtiéndome con las letritas allí, con ésas de libritos que tienen, que pistoleros y esos.
VD: Y, ¿dónde conseguía sus libritos esos?
VM: Pos esos no sé, pero me llevaba. Yo creo pos en el pueblo, pos todos llevan allá de aquí. Yo le decía que los aguacates no llevaban de aquí, tantos que hay allá, me compraba yo aguacatotes, me decían: “Pos los mandan de México”, exportación.
VD: Y, ¿se compraba esos cuentitos?
VM: Los cuentitos, ¿veá? Ahí hasta yo decía: “Me voy a hacer mudo aquí, porque con nadie platico”, ¿veá?
VD: Y, ¿cuánto tiempo estuvo con ese patrón?
VM: Cuarenta y cinco días.
VD: Hasta que acabó ése se regresó.
VM: Sí, sí cada vez ya este, ya iban a cortarlo. Ya entonces ya me dijo, dice: “Cuando llegues aquí, me hablas pa que este, me gustó tu modo de ser, cuando llegues aquí”. Y al otro año me tocó, caí de nuevo con él porque jui dos veces a Seminole, allá estuve con él de nuevo.
VD: Y, ¿lo mandaron otra vez?
VM: Me mandó traer después de La Asociación, le dije yo al de La Asociación, ya hasta me conocía: “Me quiero ir con”, se llamaba este Chávez, “nomás a Chávez”, le decía yo, “Chávez”. “Ah, sí”, dice, “tú eres Víctor, ¿verdad?”. “Sí”. “Ah, pos ahorita te mando con él”. Y que le telefonea. “No”, dice, “échamelo ya”. (risas) Ya me jui pa allá con él, ¿veá? Y ya estuve otros cuarenta y cinco días, pero él jue en otro año, en otra ida.
VD: ¿Ahí mismo con él?
VM: Ajá, por eso ahí en el cuadernito que doña Cotis, o como se llame, ahí le puse dos veces.
VD: Que estuvo ahí, sí. Dos contratos ahí.
VM: Dos contratos allí, pero primero un año y después otro, cuando se acababa la molienda.
VD: Oiga don Víctor y en los lugares donde le tocó quedarse, ¿en alguno le tocó que había comedor?
VM: Bueno, ¿a donde trabajábamos?
VD: Donde se quedaba allá, donde vivían.
VM: No, allí teníamos, como a mí me llegaba yo solo, me ponían mi camota, este, colchonazo y una buena y bien cerrado, porque no vaya a llegar, me decían: “No vaya a llegar un negro, toque, no abras”.
VD: ¿Le dijo el patrón?
VM: El patrón. Tú toques, no abras, ajá. Claro taba yo bien asegurado, taba bien, ¿para qué? Yo no voy a hablar mal de ellos.
VD: Y, ¿en sus otros contratos no le tocó dormir en barracas?
VM: No.
VD: ¿Nunca le tocó?
VM: No, en barrancas no. Se le atravesaba cuando me iba yo de alambre. De, sí, de alambre. Pero las atravesaba yo porque tenía yo que, iba yo chueco, va, no era contrato.
VD: Y le tocó. Entonces allá usted se aprendió a hacerse su comida.
VM: Sí, hacía yo caldo de pollo, hacía yo bisteces allí, frijoles fritos y bueno, vaya. El de allá domingo es sábado, porque esos días salías temprano y al otro día no trabajábamos y en la semana, a veces nomás la torta con huevo y ámonos porque ya, y un jugo y vámonos, aunque nos traigan a la carrera, ¿veá? Ahí por esa parte así sucede, pero allí con este señor ese que le digo, iba yo a almorzar a la casa.
VD: ¿Ahí se podía hacer usted? Oiga, le iba a preguntar de la comida, pos ya me dijo que no le tocó en comedor, ¿verdá?
VM: No, solamente cuando llegábamos de Ciudad Juárez, cuando llegábamos a llegar y nos atendían a todos, pero mataban, creo que me decían que mataban una mula y con eso nos daban de comer, carne de mula.
VD: Y, ¿alguna vez le hizo daño?
VM: No, yo nunca padecí de eso.
VD: ¿Del estómago estuvo bien?
VM: Allá no. Mejor ahora ya de viejo, en veces por ahí me como una papaya y ya me anda por irme por ahí al baño. (risas)
VD: Oiga don y, ¿en sus días libres qué hacía, en sus ratos libres qué hacía por allá?
VM: ¿Pos qué? Allí nomás este, prendía yo el radio y a echar canciones de aquí y ya. Me sentaba yo, pos ahí taba yo solito, pos ya le digo que ya no, ya no podía creo que ya ni hablar, por eso taba siendo mudo.
VD: Y cuando le tocó en los otros campos donde había más gente, se iba al cine, me decía.
VM: Sí, iba al cine. Nos íbamos todos al cine, pero en otros campos. Y las dos veces que jui a Seminole me tocó solitito. Y los demás, sí ya me tocó con raza y todo. Eso sí, con la raza allí en una galerota, como de aquí a al amate y allí dormíamos, pero sí nos daban buenos colchones y buen sarapes, porque a veces dilatábamos hasta octubre, a veces y un friazo pero duro.
VD: ¿Tenía estufa para calentarse?
VM: Teníamos calentadores. Esos son aparte de estufa, calentadores.
VD: Oiga, don Víctor y, ¿alguna vez le tocó allá celebrar el 15 de septiembre?
VM: Sí, como dos veces.
VD: Y, ¿qué hacían?, ¿se acuerda?
VM: Pues este, pos allí la plebe este, nos daba, sí, el mayordomo nos daba rienda libre ese día. Y ya algunos tomaban, algunos este, cantaban y bueno. Y no sé qué, de a dónde sacaron unos cuetes que también hasta cuetes se echaron, hasta me admiré, ajá, nomás eso.
VD: Y, ¿cómo se sentía usted en esos días, don Víctor, extrañaba?
VM: Pos extrañaba yo pa acá, porque pos decía yo: “¿Cómo estará allá mi México?”. Allá todos decíamos: “¿Cómo estarán allá? Y nosotros aquí tristes”.
VD: Y, ¿qué era lo que echaba más de menos, don Víctor? Cuando estaba allá, ¿qué era lo que más extrañaba de por acá?
VM: Pues este, traía, bueno, yo extrañaba pues, pos mi familia, cómo estaba o cómo pasaba, o eso, ¿no? Porque yo creo que eso es de ley y que no estuvieran enfermos o eso. Se ponía uno pues a deletrear, ¿no? Pos a pensar pues esas cosas. “Ay, yo aquí pos estoy rebien y a la mejor allá están mal”, o eso. Esos pensamientos, pues inútiles, porque pos bendito sea Dios no, nunca, cuando jui nunca se me enfermaron.
VD: Y, ¿cómo mandaba usted su dinero de allá, don Víctor?
VM: Este, en giro.
VD: Y, ¿se acuerda aquí dónde se cobraba, dónde lo cobraba? ¿Se lo mandaba a su esposa?
VM: A mi esposa, después, ey.
VD: ¿En qué año se casó?
VM: En, en el año 1957.
VD: O sea que primero se iba soltero y ya luego se casó.
VM: Y después, ya después me casé con mi esposa.
VD: Y, ¿qué decía ella, don Víctor, cuando usted se iba?
VM: Pos nada, pos le dices: “Aguántate, yo tengo que ir a ganar para poner nuestra casita”. No teníamos nada, nomás teníamos ahí un cuartito. Ah, pos ahí, ahí señala, de ahí para allá, nomás ése. Vaya y, le digo: “No, mejor voy pa que lo hágamos más grande”. Ya con el tiempo, trabajando y eso, pos ya ire, ya te...con mis hijos, hasta animalitos y eso, tierras. No teníamos ni una tierra y ahora ya todos mis hijos ya tienen su pedazo de tierra, de caña. Bueno, yo eso les di, mi mujer. Ya nosotros, yo ya estoy pensionado, ya nomás con algo que me socorra Dios de lo que siembro, ya la pasamos yo y ella. Y yo ya les di para que algún día se pensionen, tengan seguros de vida, tengan todo.
VD: O sea que usted con el dinero que juntó de ir de bracero, ¿fue que pudo hacer su casa, don Víctor?
VM: Pude, ah, bueno no. No, yo esto lo hice este, trabajando y luego pues este, trabajando pues este, sembrando sorgo, sembrando maíz, sembrando todo. Lo que me quedaba, un puñito acá, acá. Bueno, mi señora que era muy inteligente pues este, yo decía: “Vamos a hacer esto”. “Vamos a hacerlo, órale”. Y ahora, pues ya bendito sea Dios, ya nos enderezamos, ya tenemos cañas, ya tenemos no todo, pero ya estamos mejor, gracias a Dios.
VD: Y, ¿qué cree usted que fue lo que pudo, o sea, ¿usted le quedaba su dinero de ahorrado cuando se venía para acá de bracero?
VM: Bueno, cuando yo venía este, yo se lo mandaba yo a mi señora y ella lo ahorraba.
VD: O sea que sí podían ahorrar.
VM: Sí.
VD: No nada más era para el gasto diario.
VM: No, no, no. Sí, ella ahorraba. Ella cuando venía yo ya decía: “Vamos a hacer esto”. “Órale”.
2do: Sí, pero este, limitándome para la... pos no teníamos casa.
VM: Le digo que ahí ta la prueba, de ahí pa allá.
VD: El que el cuartito que era chiquito.
2do: Sí, ya tenía yo este...
VM: Ya nos había dado mi padre aquí. Este cacho me lo dio mi padre.
2do: Todavía vivía con mi suegra. Y ella quería tener y por eso ahorraba lo que me mandaba, ¿qué me mandaba? $50 pesos, dólar.
VM: Luego me fui a Nayarit a trabajar, también de aquí que se quebró.
VD: ¿El ingenio?
VM: El ingenio. Me mandaron pa Nayarit, allá jui a trabajar. Se me, lo este, bueno, se pasó en quiebra, que nos dieron nuestra indemnización, me dieron $26,000 pesos en ese tiempo y ya compré un sitio por allá. Y de allí compré una tierra y así nos fuimos, ajá. Y de ésas ya se creció para otra y así nos fuimos, hasta logramos hacer cuarenta tareas de riego.
VD: Con los ahorros, de poquito en poquito.
2do: Sí, pero de allá en el norte, nos hicimos este cuartito y el de acá, con $2,000 pesos que le junté. Pos de aquí echaron bóveda, acá ta una lana este, vino.
VM: La tumbaron.
2do: De México que no tenía trabajo y nosotros no teníamos casa y nos ayudó. Hasta se cayó él, ahí se subió la, el tabique que pusieron con yeso, porque no tenía ni madera el señor para poner el yeso.
VM: No, ésta formada de puro tabique, de block de ése no me gusta, de ése que está allí.
VD: Aquel tabique del rojo.
VM: Ése.
2do: Es que yo ya tenía este, dos chamacos y ya venía otra niña en camino y vivíamos dos este, en una sola casa y con mi suegra. Y yo ya quería tener este, por eso hasta me decía que era yo bien tacaña, y yo lo que quería, siquiera un cuartito para este, venirnos.
VD: Y, ¿pudo al final? ¿Sí pudo poner su cuartito?
2do: Dos.
VD: Dos, mire.
2do: Sí.
VM: Fue dos.
2do: Ya después un corredor con lámina de cartón y que cae granizo un día y que queda como coladera.
VM: Sí, se sufre pa hacer algo. Vaya y ahora bendito sea Dios, ya hasta la pintamos.
VD: Y le quedó bien bonito aquí, mire.
VM: Ya nomás vamos a ir con el piso, a ver si me da licencia todavía vivir.
2do: Es que estaba lloviznando.
VM: Pos ya de todos modos este piso a ver si lo quebramos, se pone otro con el tiempo.
2do: Pero esos no eran, mijo. (risas)
VM: Bueno, si todavía puedo, y no me voy a buscar petróleo.
2do: A él lo operaron de una rodilla.
VD: Ah, que se lastimó su rodilla, se lastimó, sí es cierto.
2do: Ya no puede trabajar.
VM: Ya no puedo trabajar. Aquí me pusieron un...
VD: Ahí tiene, sí, mire.
VM: Un hueso aquí.
VD: ¡Eh!
VM: Después, sí me...
VD: La placa.
2do: La placa.
VM: La placa, ajá. Y desde aquí hasta acá arriba, oiga.
VD: Toda la, de la espinilla hasta la rodilla.
VM: Hasta la rodilla.
VD: Le pusieron una placa.
VM: Ajá, me pusieron una placa.
2do: Le dijeron que ya no iba a poder trabajar, trabajitos sencillos.
VM: No, todavía trabajo sencillo. Así, voy a las calles voy a rozar, así sencillo. Ya no trabajo.
VD: Ya pesado ya no.
VM: Ya no.
2do: Ya que trabaje para que gane dinero.
VM: Ya no puedo cargar ni un bulto de estos, yo nada.
2do: No, ya pos ya no.
VD: ¿Cuántos años tiene don?
VM: Voy a, voy a, tengo este, sesenta y nueve este, para julio que viene ya los setenta.
VD: Ya el mes que entra cumple setenta.
2do: Setenta años.
VD: Ándele, ándele. Y luego, después de todos estos años que han pasado, cuando usted se acuerda de sus años de bracero, ¿cómo se siente? ¿Qué recuerdo le quedó de aquellos años?
VM: Pos taba yo contento, taba yo con espíritu en la mano y ahora me siento ya como, ya agüitado, pos a la edad, ¿vedá? Ya no tengo el mismo, el mismo gusto, ya no tengo el mismo gusto.
VD: Pero no es lo mismo a los veintitantos.
VM: No, nomás de cincuenta pa acá ya se agüita la gente, tanto la mujer como el hombre, ¿veá? Y de, ya de cuarenta para atrás, se siente uno rey.
2do: Ya este, hicimos algo ya cuando los hijos crecieron, que le ayudaron a sembrar.
VM: Sí, ya me…
2do: Porque siempre fue de siembra. Del norte lo único, dos cuartitos que nos hicimos.
VD: ¿Estos dos de aquí?
2do: Sí, éste, y...
VM: Ya me ayudaron y eso, pos ya.
2do: Cuando ya crecieron mis hijos, ajá.
VD: Y ya se podían ir al campo.
2do: Y ya este, así han salido bien trabajadores.
VM: Salieron trabajadores.
VD: Como los papás.
VM: Salieron trabajadores, pero trabajadores.
2do: Yo siempre estuve en el campo, yo nací de por sí en el campo.
VM: Ése es de rancho.
2do: Era de, vivía en el rancho. Y este, donde a Beto ni lo querían.
VD: ¿No era buen candidato?
VM: No, digo, nomás dejaba yo dos días de ir, me mandaba a traer.
2do: Y él sabe, hasta los seis años me arrancó de mi casa, porque me persiguió, no me dejó tener novio.
VM: No me, no, no, no quería dejarse.
2do: Dos, tres meses no nos veíamos, pos me iba pal rancho.
VM: No, tres años, no seis.
2do: Seis años. No, pos la verdad, la verdad.
VM: Bueno, pero, estuvo mejor, ¿vedá? Porque veo que este, una mujer recia tiene hasta sus hijos bien toros y una mujer que la agarran tiernita y eso, los hijos están bien descriados. Yo he visto eso y eso me dijo un señor, un grande: “Cásate de treinta o de veinticinco años”. Bueno, pos así.
VD: Y, ¿cuántos tenía cuando se casó?
VM: Veintitrés años.
VD: Y usted doña, ¿cuántos tenía?
VM: Veintidós.
2do: Yo tenía veintidós.
VD: Veintidós.
2do: Me gana por un año.
VD: Veintidós.
VM: ¿No ves cómo ya estamos de cáscaras?
VD: Oiga no, pos muchísimas gracias por...
VM: ¿Te llevo el casete yo?
VD: Sí, péreme, déjeme…
Fin de la entrevista
Fecha de la entrevista: 28 de junio de 2003
Nombre del entrevistador: Violeta Domínguez
El día de hoy es 28 de junio del 2003.
VD: Y ésta es una entrevista en casa del señor, don, ¿Víctor o Beto?
VM: Víctor.
VD: Víctor Martínez.
VM: Víctor Martínez Alemán.
VD: Alemán.
VM: Beto me dicen por mi abuelito.
VD: ¿Así se llamaba su abuelito?
VM: Mi abuelito y ahí se quedó. Mi mamá, mi mamá y mi papá todo el tiempo me decían Beto y les digo: “Bueno, ¿para qué me ponen así?, ¿pa qué me hicieron eso? Si yo mi nombre es Víctor”.
VD: Y, ¿usted de chiquito no sabía que era Víctor?
VM: ¡Qué va! No sabía yo, hasta que este, ya de joven este, jui a… Algunos papeles, que había requisitos y entonces ahí me di cuenta que yo me llamaba Víctor Martínez Alemán. Pero primero me decían Filiberto y ahí después Beto, Beto. Ahí se quedó Beto y así se jue, ¿veá? Y ya de grande para tener este, mis este, papeles, tienen que ser legalizados en cualquier cosa. Por ejemplo, cuando yo me pensioné, tonces, este, yo este, pos se me puso bien canijo, porque allí, porque voy a pedirle a mi mamá la acta de nacimiento y allí estaba Filiberto, era lo malo. Tonces este, pos yo me este, me pedían y el papel de veras de la iglesia era Víctor Martínez Alemán, tonces pos voy y que le digo yo al presidente: “Pues me pasa esto, me voy a pensionar y si causa de eso, pos yo creo que no me va a pensionar, porque estoy chueco, estoy chueco”. Me dijo: “A ver cómo le hacemos”, y eso. Pos sí me hizo, me aventó unos papeles a Cuernavaca y sí me arregló por $500.
VD: Y, ¿cómo le quedó al final, Víctor?
VM: Víctor. Tonces, ya ahora sí estoy derecho. Víctor Martínez Alemán.
VD: Y, ¿cómo le dice su familia, Víctor o Beto?
VM: Aquí me dicen Beto.
VD: Pos yo le voy a decir Beto también. (risas) O, ¿Víctor, qué prefiere?
VM: No, Víctor, Víctor porque se trata de, ¿cómo quisiera decir? Este, de que al rato, allá o eso, van a decir, ¿pero cuál Beto es? (risas) Sí, tiene que ser Víctor.
VD: Entonces Víctor pues para que sea el nombre que le quedó. Porque ese nombre está en su mica, ¿verdad, Víctor?
VM: Sí, Víctor.
VD: Don Víctor, ¿usted dónde nació?
VM: En este, en Tlaquiltenango, Morelos y bueno, no sé cómo mi mamá se fue por allá, porque es aquí.
VD: Ah, ¿su mamá era de aquí?
VM: De aquí. Mi papá era de otro, del Estado de México. Todavía no sé cómo le hicieron, se fueron pa allá y allá nací, en Tlaquiltenango.
VD: ¿Cuándo nació usted?
VM: Yo nací el 28 de julio de 1934.
VD: ¿Allá en Tlaquiltenango, entonces?
VM: Tlaquiltenango.
VD: Y, ¿sus papás a qué se dedicaban, don Víctor?
VM: Mi mamá nomás vive, mi papá ya murió.
VD: ¿Su mamá todavía vive?
VM: Todavía vive.
VD: ¿Cuántos años tiene ya?
VM: Ciento dos.
VD: ¡Madre mía, ah!
VM: En Torosa(??), allí la tengo por acá.
VD: ¿Aquí vive cerquitas?
VM: Sí, todo esto es de, de mis sobrinos y mi papá nos dio a cada quien su pedacito para que este, viviéramos. Éramos cuatro hombres y no, tres hombres y uno ya falleció, nomás quedamos dos. Se llamaba Miguel Martínez Alemán.
VD: ¿Su papá?
VM: No.
VD: Ah, su hermano.
VM: Mi hermano el que murió. Mi papá se llamaba este, Agustín Martínez Montoya.
2do: Con razón a mí me pusieron Agustín.
VD: Y, ¿cuándo falleció su papá?
VM: En 1994.
VD: Ah, o sea que no tiene tanto.
VM: Como once, ¿cuántas por ahí?
VD: Ya tiene nueve años, sí.
VM: ¿Eh?
VD: Nueve años. O sea que el año que entra hace diez, va a ser diez años. Y, ¿a qué se dedicaban?
VM: Campo, campesinos.
VD: ¿Tenía tierras propias, don Víctor?
VM: Bueno este, mi papá tenía, no tenía, sino que cuando llegó aquí este, hubo un este, comisariado que le regaló pues unos, un pedazo por allá en campo terrero y este, y de ahí comenzó a vivir y de ahí se comenzó a hacer fortuna y sí, pos se, luego... No este, no tenía ni dónde vivir y aquí compraron mi mamá y mi papá, pero como estaban rentando, ya después se hicieron de aquí.
VD: O sea que se vinieron para acá para Miacatlán, ¿cuando usted qué edad tenía?
VM: Cuando, yo ahí sí no me di cuenta porque taba yo chiquito. No sé si de tres años o de dos años o de un año, ahí no me di cuenta cuando se vinieron para acá, pero le cuento que yo allá nací en Tlaquiltenango.
VD: ¿Pero se crio acá?
VM: Me crie aquí, soy crecidito. Bueno, se puede decir que allá nací, pero de aquí me crie.
VD: Y, ¿qué sembraban sus papás?, su papá, pues.
VM: Maíz, cacahuate. Le ayudábamos nosotros, mis dos hermanos, les dábamos ayudada.
VD: ¿El cacahuate era para consumo de ustedes o lo vendían?
VM: Bueno este, claro que lo vendíamos para poder este, que nos mantenía pues mi papá, para sustento de la casa, para mi mamá y eso.
VD: Y, ¿vendía algún otro cultivo?
VM: Bueno, a veces este, le hacía la lucha de plantar arroz, porque antes aquí plantaban arroz y sí plantaba. Nomás como unos dos años sembró, sí plantó, se puede decir. Y ya después como pos, desgraciadamente aquí vivimos con aguas broncas, no tenemos este, la laguna, te tienes que juntar, por ejemplo, si crece el río. Y eso tamos con la idea, de todos los ejidatarios ver al Gobierno del Estado para este, a ver si Dios quisiera que nos ayudara para hacer una detención o una presa para que este, no careciéramos de agua. Porque a veces de que no llueve, carecemos y a veces no sembramos de riego. Como ahorita, gracias a Dios ta lloviendo, tamos sembrando. Ahorita, como ahorita yo ya sembré sorgo. Ya vamos pues adelantados.
VD: Y desde antes, ¿siempre ha sido así, los cultivos han sido los mismos?
VM: Bueno.
VD: ¿Desde que usted se acuerda?
VM: Ya de cuando yo me hice grande, me hice joven este, todo el tiempo echábamos maíz, cacahuate. Después este, ya comenzamos a trabajar por ahí de pión [peón], sembrando caña. Pos tábamos bien pobres nosotros, bueno no, bueno, todavía estamos, ¿no? Pero ya no es igual como antes. Antes sufríamos mucho, a veces no teníamos ni pa comer o eso. Y sí, hay que jalarle de pión, por ahí ayudarles a algunos, nos pagaban en ese tiempo $12 pesos.
VD: ¿A la jornada?
VM: A la jornada, $12 pesos diarios. Sí este, salía uno a trabajar pues para poder mantener a mi madre y eso, cuando yo me puse joven.
VD: Y, ¿su papá de todas formas seguía trabajando en sus tierras?
VM: Él trabajaba sus tierras. Él y nosotros ayudábanos. Cuando nosotros terminábamos de las siembras, se venían las secas, entonces ya trabajábamos aparte.
VD: ¿En tierras de otros?
VM: De otros, porque éramos piones. Ganando pues para poder comer, ¿va? Se venían temporadas de nuevo, de nuevo vamos a ayudarle a mi padre y así. Venían las secas, vámonos por ahí a trabajar para comer. Y ya lo único que nos quedaba de temporal, de lo que sembrábamos, ya lo guardábamos para… Ya después se compró una vaquita y ya después ya tenía dos y ahí nos íbamos, ahí. Llegó a tener unas cuantas después.
VD: Y, ¿también las vendían, don Víctor?
VM: Sí, cuando había necesidad, que se enfermaba mi madre, que siempre padeció de una úlcera.
VD: ¿En dónde?
VM: En su pierna. Siempre, dilató veinticinco años y este, y teníamos que... Sí tuvo, tenía que vender pues, mi padre este, algunas vaquitas o eso para gastos pues. Para que se la curaba, la mandaba. Entonces este, llegó tiempo que aquí había un ingenio, aquí ése que está ahí, donde se ve el chacuacote era ingenio.
VD: Aquí luego luego en Miacatlán.
VM: Sí. Entonces había este, facilidades de internarse. Se jue a la clínica y como pos era trabajador, no le costaba, era como seguro que tenía.
VD: ¿Él era trabajador del ingenio?
VM: Trabajador, después sí ya se acomodó. Y ya mi madre este, se iba, se la veía muy mala y este, la mandaban a la Clínica Azucarera y allí se componía y varias veces. Y después se iba, le abría la de nuevo y después iba y bueno, hasta que ya después que ya según se le agotó mucho la sangre, pos paró la llaga. Porque era rolliza pues, mi madre. Yo creo se le acabó pues este, la sangre y ya se alivió. Ya nomás este, le dijeron que se enredara este, una venda y hasta la fecha, tiene hartos años que ya, ya no.
VD: Ya no le sale.
VM: Ya no le volvió.
VD: Y esa Clínica Azucarera, ¿dónde estaba?
VM: México.
VD: ¿En el D.F. [Distrito Federal]? Y, ¿cómo se iban para allá, don Víctor?
VM: Pos se la llevaban en una flecha, pos entonces eran flechas de ésas, todavía existen las ésas de, no las de Zacatepec, la otra, Flecha Roja.
VD: Flecha Roja. Y, ¿usted se acuerda de haberla acompañado?
VM: Yo la iba a ver allá. Yo allá iba yo a verla, la iba yo a este, mi padre me mandaba. “Mira, no puedo ir ahora yo, ahora anda tú”. Ya estaba yo grande, ya tenía yo veintidós años, veintitrés, veinticuatro, ya no me acuerdo. Pero sí este, iba yo a verla para ver cómo estaba.
VD: O sea que se quedaba internada por allá.
VM: Se quedaba internada hasta dos o tres meses.
VD: Ándele.
VM: Ay no. Mi madre sufrió mucho, mucho, ¿no? Y todavía nos vive, ya tiene ciento dos.
VD: O sea que, entonces dice que nada más fueron usted y su hermano.
VM: Nomás. Ya nomás quedamos dos, el otro se murió.
VD: ¿Chico?
VM: No, de cuarenta y seis años murió. Dejó a sus hijos. Ya tenía este, su mujer y ahí están, ahí viven en ese lado con sus...
VD: Y, ¿no tuvo hermanas mujeres?
VM: ¿Quién, yo? Sí, pos éramos tres y tres.
VD: Ah, sí me dijo que eran tres y tres, es verdad.
VM: Tres, tres.
VD: ¿Usted es de los más grandes, don Víctor?
VM: Yo soy el más viejo y más feo.
VD: El más grande, le tocó. Oiga, y, ¿usted fue a la escuela?
VM: Mire, hasta da vergüenza decirlo, pero por ayudarle a mi padre nomás fui el primer año y yo lo vi que se andaba muy apurado, ya no hallaba ni qué. Y me tocó un profesor bien malo, bien malo porque no podía ver que jugáramos. Perro, ándele. Nos castigaba, nos hincaba y nos ponía allí este, en un hormiguero.
VD: ¿En un hormiguero?
VM: En hormiguero de esas chiquitas.
VD: ¿Los hincaba en el hormiguero?
VM: Sí, (ininteligible) donde las traiban en las piedras, teníamos que estar así. Entonces, hormiguero de esas chiquitas, de esas que pican. Y yo pos le dije a mi papá: “Yo ya no vuelvo, yo ya no vuelvo. Si así me van a traer, ya no”, le digo. Y luego lo veía yo bien apurado, dije: “No, mejor no”. Ya y ya no fui, yo quedé burro, pero cuando me enseñé ahora de grande a escribir, a hacer una cuenta o eso, pero ya de grande.
VD: Y esa escuela o ese profesor, ¿dónde les daba la clase, don Víctor?
VM: Aquí en este, se llama Vicente Guerrero donde está la escuela. Pero no aquí, sino allá en la presidencia era la escuela, ahora ya es juzgado.
VD: O sea que sí era una escuela con muchos salones.
VM: Ahora ya ta todo cambiado. Sí, pues antes taba feo. Yo me acuerdo cuando este, todo esto era pura huisachera. Aquí venían hasta los este, coyotes, a cargarnos las gallinas. La carretera era una calle que pasaban los carros y entonces se usaba el ese cran para arrancarlo, pues.
VD: ¿De los coches?
VM: De los coches.
VD: Que le daba como con una cuerda.
VM: Eso, yo me acuerdo de todo eso.
VD: Entonces usted se fue nada más ese año a la escuela y luego siguió ayudándole a su papá.
VM: Ya salí a ayudarle en el campo, por eso ya no. Ya después me enseñé algo en este, ¿cómo se dice? En la este, que estudian todos los grandes, ¿cómo se llama?
VD: ¿En la escuela nocturna?
VM: Nocturna, nocturna, exacto, ésa. Ahí es donde aprendí algo.
VD: Un poquito ahí.
VM: Iba yo a la tarde, a las seis de la tarde, eso en la nochecita. O sea, ahí nos ponían los cuadernos y órale.
VD: ¿Cuándo fue eso?
VM: Eso ya tiene muchos años, ya eso jue como, pos ya como el [19]43, por ahí.
VD: O sea que y, ¿a qué edad se fue usted como bracero por primera vez?
VM: Por primera vez me jui este, a Salinas, California.
VD: Y, ¿qué edad tenía usted?
VM: Tenía yo veintidós años.
VD: Y déjeme preguntarle, ¿cómo fue que usted se enteró de que por aquí andaban contratando braceros?
VM: Porque este, ese Presidente Díaz Ordaz era el que tenía yo creo esa facultad de este, de mandar a Estados Unidos. Y entonces este, para acá al ingenio le mandó, mandó decirles a algunos que había braceriada. Entonces yo me enteré de eso y yo le dije a mi papá: “Yo tengo ganas de ir a Estados Unidos”. “No, no hijo, ta muy lejos y eso”. Le digo: “Pos qué, de todas maneras yo estoy joven. No tengas miedo, a la mejor me va algo bien, hasta te mando dinero”. Pos sí, llegó el día que teníamos ahí unos animalitos. Que vende un buey grandote, que nos pagan y que me voy. Este, pero me jui con un coyote al Empalme, porque nos sacó $250 pesos en aquel tiempo. Tonces nos fuimos como unos treinta.
VD: ¿De aquí de Miacatlán?
VM: De aquí de Miacatlán nos fuimos para Empalme. Tonces llegamos y allí espera y espera y nunca, no podíamos pasar, ya teníamos un mes. Para esto, de sufrimientos, no teníamos ya ni pa comer. Entonces yo este, a donde quiera está Dios, que llega uno allí, dice: “Mira”, dice, “quiero que este, va a venir uno de Durango y rómpanse la camisa y pónganse un pañuelo rojo. Va a venir por el que esté de a tiro muy amolado”. Y así le hice yo y unos cuatro, porque nadie tenía pañuelo rojo, yo tenía, yo. Tonces nadie tenía este, pañuelo rojo y me lo pongo. Pero yo me rompí la camisa porque así me dijo el este, el amigo ese. Tonces sí llegó el de Durango, el licenciado y veía a todos, los que estaban más o menos no los pasaba. Me va viendo a mí y a un compañero: “Ven para acá”. Era huacherío(??) pero de esos verdes, pero huacherío(??), y sí: “A ver, ábranse”. Ahí vamos con él, ya que nos lleva ahí a Migración: “Me arreglan a estos hombres”. Fue bueno ese hombre, bueno, porque cuando le habló a La Migración, le dijo: “Quiero que me pase a estos hombres porque están bien desgraciados, por favor”. “Cómo no”. Ya nos hacen un montón, el certificado y ya que nos dan el pasaporte para Salinas. Teníamos que salir a las tres de la tarde para Salinas en el bus. Ya de ahí nos dieron una naranjita, un jugo y con eso teníamos que llegar hasta allá. Nos hicimos toda la santa noche, todo el día hasta las seis de la tarde, llegábamos a Salinas, California. Y allí ya llegábamos con el patrón. Ya nos dio, un mayordomo nos entregó con el patrón, nos llevó a donde, al ojo, a donde íbamos a dormir. Nos dieron buenos sarapes, pa qué, buenos. Tonces nos dieron nuestra cama, nos dieron a donde, techo y que esté bueno, ¿no? Allí yo la pasé feliz. Nos dieron trabajo, pero este, yo estuve muy contento porque nos dieron trabajo hasta que... Nomás que eran de cuarenta y cinco días, tonces yo creo que nos vieron que trabajábamos bien, nos renovaron otros cuarenta y cinco días. Porque nos quería el patrón porque éramos bien chambeadores. Allí había un patrón que jue a ver a toda, porque eran sesenta hombres allí con ese patrón. Entonces este, llegó ese americano: “Quiero siete individuos para cortar, corte de chabacano”. Y nadien quería porque ya lo habían trabajado y dicen que no se ganaba. Allí nos ganábamos, andábamos con el azadón en el betabel. Entonces que nos, en la cena que dice, ganábamos $85 pesos por quincena. Ahí pagaban por quincena en ese tiempo. Entonces este, que nos dice el patrón en la cena: “Quiero siete hombres para que vayan a trabajar con un patrón al chabacano”. Y nadien quería, que le digo: “Yo sí”. Que me dice a mí: “Tú, Víctor”, y uno que se, un compañero de aquí, dos compañeros. “Tú Chucho y tú Manuel”. “Nosotros vamos”, dice, le digo. Y ya entonces dice: “Ya se fregaron, si aquí se ganan $85, allá se van a ganar $40”. Le digo: “Bueno, pues ya ahora ya hablamos”. Pos uno, dos de Durango y creo que tres o dos de Guanajuato se jueron con nosotros. Ahí nos fuimos tempranito, como a las cinco de la mañana, cinco y media ya estaba allí el patrón pa llevarnos a la chamba. Porque nosotros sufríamos mucho con la cosa de que temprano teníamos que pararnos a hacernos de comer, o el día antes hacernos un blanquillo allí. Bueno, comíamos mal, mal, mucho mal porque este, nos exigían que nos paráramos temprano. Sí, trabajábamos allí, pero los árboles estaban pero preciosos, llenos de fruta, hijo, que le pegamos ahí escaleriado. Pagaban el balde a $0.11 centavos y las señoritas, cuando bajábamos con nuestros baldes, ellas checaban, todos los checaban. Bueno, pa no hacerla larga, que se llegan los quince días y esperábamos, ¿no?, a ver cuánto sacamos. Allí con el patrón ese sacábamos $85 pesos diarios, sí, de quincenales. Tonces este, allí que nos vamos sacando $200, $203 pesos. Y después aquellos ya les andaba por ver: “A ver qué es”. Y era: “Hijos, me hubiera ido yo”, dicen, “sí”, dice. Bueno, se arrepentían. “Me hubiera ido yo”, dicen, ¿veá? Pos le rogaba al patrón, no quiso, ya ves que nosotros nos fuimos a juerza. Ya después estaban bien rajados allá.
VD: ¿Sólo fue una quincena que se los llevaron?
VM: Cuarenta y cinco días.
VD: O sea que usted terminó su contrato en el chabacano.
VM: Sí, no, en el azadón, en el chícharo. Nos llevaban a los de azadón, nos llevaban a la lechuga con el azadoncito y ya cuando taba acercándose los cuarenta y cinco días, llegó el patrón ese, entonces nos llevó al chabacano. Y ahí dilatamos un mes tres días, pero sí nos fue bien allí.
VD: Oiga don Víctor y déjeme regresar un poquito a cuando usted se fue, dice que se fue de aquí a Empalme.
VM: A Empalme.
VD: Y, ¿usted había salido antes de aquí de Miacatlán?
VM: ¿Más antes?
VD: Antes de irse a Empalme, ¿alguna vez había salido de aquí de Miacatlán?
VM: Nunca.
VD: Y, ¿cómo le pareció ese viaje al norte?
VM: Pos bien porque este, a mi ma, yo no tenía mujer, no tenía nada. Le puse su casa a mi madre, porque era de chinamel(??) y ahí está. Y le arreglé el piso, tonces, más o menos, le puse los dientes a las muchachas, los que necesitaban tlancuinas(??). Ay, ay, bueno, bueno, sí Dios me socorrió algo, ¿pa qué me voy a quejar?
VD: Pero, aquella vez que usted se fue la primera vez, don Víctor, ¿se fue en autobús de aquí a Mexicali?
VM: Este, de México me fui en el tren.
VD: Se fue a Buena Vista.
VM: Hasta, ¿cómo se llama?, hasta el Empalme, no, Sonorita, no sé cómo de allí de Sonorita. De allí agarramos un autobús al Empalme, ya me acordé.
VD: Y, ¿cómo se acuerda que fue ese viaje en tren para allá?, ¿cómo lo recuerda usted? Pues si era la primera vez que salía de aquí de Miacatlán.
VM: Me acuerdo que pos taba bien. Bueno como pos yo nunca había visto ciudades, yo iba yo a este, ya desvelado, dado a la trampa de besos, ya ni me fijaba, pero eran unos pueblos raros, así como diferentes a lo que yo veía.
VD: Y la Ciudad de México, ¿cómo le pareció cuando llegó allá?
VM: No, taba bonito. Entonces como dice el dicho, ¿no?, como México no hay dos. No, cuando nos vinimos de allá este, ya nos andaba por venir a ver para acá, pos a la familia y también nos venimos en tren hasta, pero de allí hasta Benjamín Hill y de ahí agarramos un autobús hasta México. Todo ande que tanto, que ya nos iban a cerrar el vagón. Y que: “Bueno, aquí no nos cierras, no”. Tonces nos poníamos bravos allí, porque si nos cierran nos matan, nos morimos. ¿No ve que apenas, cerrar un vagón, apenas ahí se murieron hartos?
VD: Ah, o sea los querían llevar encerrados en el vagón del tren.
VM: Del tren.
VD: O sea que era tren de carga.
VM: Veníamos de trampa, nosotros veníamos de trampa, no veníamos de paga. Eso es lo que a nosotros nos amolaba. Lo que no queríamos era gastar. Este, y por traer más centavitos y ya de ahí ya agarrábamos un autobús de este, del Empalme, sí, de Benjamín Gil, para acá a México.
VD: Y, ¿hasta acá ya?, ¿después de ahí en autobús también para acá?
VM: Ya también de allí para acá en autobús.
VD: Oiga don Víctor y me estaba contando de ahí de Empalme, cuando se quedó casi un mes, ¿dónde dormía usted cuando estaba allá en Empalme?
VM: Allí había este, galeras pa todos los que llegaban. Dormíamos en el suelote así sin, bueno, como unos así sin nada, no llevaban ni sarapes, nada, como nosotros. Así como, palabra pues mala, como perro. Esperando que mañana, a ver si mañana y mañana y pasamos más de un mes.
VD: Y, ¿qué comía mientras estaba por allá?
VM: Allá, arroz con leche, a veces taquitos dorados y este, y a veces nos íbamos a comer una mojarrita hasta que una, hasta que se nos acabó la lana. Tonces este, por ahí llegó uno, creo que nos vio pues la cara de hambre, no sé, de pronto: “Ven, ven”, dice, “vamos a echarnos unos taquitos, ¿no quieren unos taquitos?”. “¡Cómo no, carambas!”, ¿verdá? Sí, comimos ahí. Ya él nos alivianó allí, y ya le mandé decir a mi papá que nos mandara pues este, algo de dinero. Y mandó, mandó y ya con eso ya nos alivianamos otro poquito y a los, parece que luego luego, a los tres, cuatro días, que llega el licenciado ése y nos pasó.
VD: ¿Fue cuando pasó?
VM: Es cuando pasé. Hasta nos llevamos la lana de...
VD: ¿Lo que le había mandado su papá?
VM: Mandado mi papá y aquél también. O sea nosotros dos, también le mandaron su, nos mandaron a los tres juntos. Sus papás también de ellos.
VD: Oiga don Víctor, ¿se imaginaba usted que así iba a ser pasarse de bracero, usted se imaginaba?
VM: Sí.
VD: ¿Sabía esa parte?
VM: Ora aparte, le voy a decir, cuando pasamos para allá, ya le dije que pues nos fregó el licenciado, ¿no? Tonces no se vaya a molestar lo que voy a decir. Me pasaron, sí, este, encuerados, delante de todas las muchachas. Ya nomás nos tapábamos acá, pero encuerados, para pasar a donde nos iban a fumigar, bien fumigados allí todo. Tonces este, nosotros nos daba vergüenza porque teníamos que pasar como con veinte mujeres.
VD: Y, ¿quiénes eran las muchachas, don Víctor?, ¿secretarias?
VM: ¿Eh?
VD: ¿Eran secretarias de ahí?
VM: Secretarias, todas secretarias. Y este, y con las manos atrás, nada de taparse nada. Queríamos, pero no, nos querían hasta pegar.
VD: ¿Quién, don Víctor?
VM: Pos allí los esos que mandaban, porque unos querían taparse y: “No, no, no. Acá las manos atrás”. Y nomás llegaba uno allá y a fumigar. Ahí sí nos maltrataron pues algo.
VD: ¿Cómo le pareció a usted esa parte? ¿Cómo se sentía estando ahí?
VM: Pos triste, porque nunca había yo pasado esas penas. Pero como este, yo lo que quería era llegarle a Estados Unidos para hacer algo.
VD: Y, ¿cómo se imaginaba que iba a ser Estados Unidos, don Víctor? ¿Por qué fue que usted se animó a irse de bracero?
VM: Porque ya habían ido muchos y me contaban que estaba bien bueno, bien bonito y eso.
VD: ¿Qué más le contaban de Estados Unidos?
VM: Pos que, pos lo mismo que este, yo veía yo allá. Sí, lo que habían hecho, me decían: “Esto es, esto no es”. Y bueno, donde yo pos, dije yo: “Yo voy, voy a ver, me voy a desengañar”. Y por eso así fui y después sí, ya seguido iba, pero ya después me iba yo a Texas, ya entraba yo por Ciudad Juárez. Pasaba yo por Hidalgo, por ahí por Monterrey para ir allá a Seminole y eso y ya a Ciudad Juárez también para ir a Montana. Tons ya después ya tenía yo abiertote los ojos, ya no me hacían guaje.
VD: ¿Se iba solo? ¿Las siguientes veces se fue solo, don Víctor?
VM: No, es que yo al tiempo trabajé aquí el ingenio, estuve trabajando con el tiempo, al tiempo. Tonces mandaban una, mandaban una lista del Sindicato Nacional para acá, para que sesenta hombres tendrán que salir para Estados Unidos.
VD: ¿De aquí del ingenio?
VM: Pero eso ya era contratado ya bien, ya no íbamos peligrando, ya no íbamos este, ya no íbamos peligrando, sino que ya íbamos derechos y eso es lo que nosotros le agradecíamos pues al Gobierno, pues, ¿no? Porque entonces esa cosa era de Díaz Ordaz, nomás dijo Díaz Ordaz: “Hasta aquí, se acabaron las contrataciones”. Y se acabaron.
VD: Y, ¿cómo los seleccionaban aquí en el ingenio?, ¿cómo los escogían?
VM: Bueno, aquí era ingenio de azúcar de caña.
VD: Pero, ¿cómo sabían cuáles eran los sesenta que se iban a ir?
VM: Uh, éramos como más de sesenta trabajadores y lo bueno que había mucho joven. Ya de veintidós, de treinta o eso. No, pos este, mandaban treinta, sesenta, pero aquí se iban treinta y de Zacatepec se iban otros treinta.
VD: ¿Del otro ingenio? Pero aquí, ¿cómo?, ¿se peleaban los lugares?
VM: No, es que mandaban de allá la lista.
VD: Ah, o sea, ya mandaban su nombre.
VM: Mandaban la lista, mandaban la lista y este, entonces, le decíamos: “No”, le digo, este, ya derechito a uno del sindicato, de los secretarios de este, del sindicato. Como por ejemplo, secretarios les llegaba la este, la lista. Este, y ahí es cuando nos avisaban: “Se van a, ¿quién quiere ir a Estados Unidos?”, tonces.
VD: Ah, ¿entonces usted decía: “Yo quiero ir”?
VM: Ya entonces yo paraba de... todos: “No, vamos”. Sí, pos era de gratis.
VD: Y, ¿les daban permiso aquí en el ingenio?
VM: Ya, absolutamente sí, porque se acababa la zafra. Y después hasta el otro año seguía la otra. Así pos cada año, cada año.
VD: Y así del ingenio, ¿cuántas veces se fue de parte del ingenio?
VM: Como cinco veces.
VD: O sea que cuando usted venía para acá.
VM: No, de aquí fui como seis. Y de alambre fui como tres, cuatro.
VD: Y, ¿cómo se iba cuando se pasaba sin papel, sin contrato, don Víctor? Platíqueme cómo se iba.
VM: Bueno pos este, unos amigos me alborotaban y decían: “Vámonos”. “Vámonos, nomás que sí hay que llevar para ver al coyote allá”. Entonces este, veíamos allá, así allí en Tijuana había una señora que se llamaba doña Herlinda, así le decían. Llegábamos allí, llegábamos porque nos dieron la dirección.
VD: ¿Quién se la dio, se acuerda?
VM: Me la dio uno, uno de aquí, una mujer de aquí. Como ya había ido su hijo, por eso me la dio. Tonces ya le dije: “Mira, ya tengo la dirección, vámonos”. “Órale”. Ya nos fuimos, nos fuimos los tres. Sí, nos íbamos hasta allá hasta Tijuana en autobús. Ya llegábamos a Tijuana y este, ya le decíamos al Cotis: “Llévanos a esta dirección”. “Ah, aquí ta cerca, al cabo, ¿no?”. Ya nos llevaba, ya están, ahí están las barrancotas pa cuando brincábamos. Allá, como uno que quiere empezar al norte, ¿eh? “Nomás que les va a costar $250”. En ese tiempo. “Bueno, órale”. Voy a ver al coyote. Ya llegaba, era... “Estos se quieren pasar pa allá”. “Nomás que ustedes tres, ¿no traen más?”. “No”. “Tonces, esperen mañana, porque va, seguido están llegando, a ver si me llevo siquiera a diez pa que me convenga la pasada”. Sí, pero... Y como había unos dos que esos ya eran colmilludos: “Pero puro hombre, no queremos viejas, porque con las viejas se sufre”, dice, “porque tenemos que cargarlas en las barrancas y nos vamos dilatando y por eso a veces nos agarra La Migra”. Y yo, me pareció bien eso. Porque nosotros como hombres nos colábamos como sea y cómo íbamos a dejar una chamaca, o una mujer, ¿vedá? Por eso a veces nos, bueno, a mí nunca me agarraron. De tres o cuatro veces que, no me agarraron. Y este, y me platicaban así muchos que iban: “No”, dice, “cuando pases, no vayas a meter mujeres”, dice. “Bueno”. “Porque con causa de eso, agarran a uno y lo sacan a uno pa fuera”, dice, “y por eso después, hasta sufre uno después hasta pasar de nuevo”, dice. “Pos órale”. Ya nos íbamos, ya se acaba a las once de la noche o las diez. “Órale, pero véngase y pues ya persígnense”. Porque es triste, eso es muy triste.
VD: Claro.
VM: Sí, ya nos encomendábamos a Dios y nos pasaban. Eran unas barrancotas y en el plan hay barrancotas. “Ya los vi cabrones”, oíamos, “ya los vi”. Y nosotros así nos hacíamos en el plancito que íbamos. Ya después nos metíamos a las barrancas y ahí nos perdían porque había alto cedro. De esos cedritos, nos metíamos debajo y hasta que llegábamos al alambrado de este, de San Diego, ahí nos aparrábamos mientras el coyote ya tenía otro, otro que llegaba ahí a alzarnos, a alzarnos, ya llegábamos. “Se callan, pero bien calladitos y acuéstense que no vaya a venir La Migra y digan que no soy coyote, porque pos sí, a mí sí me dan en toda la torre”, dice, “porque por ser coyote”. Entonces este, sí, como pos nunca nos agarraron a nosotros, tonces este, ya llegó la ésa y que nos montamos rápido y vámonos pa dentro. Llegábamos a las doce a Los Ángeles.
VD: ¿A las doce de la noche?
VM: No, que diga…
VD: ¿Al medio día?
VM: A las dos de la mañana, que diga, a Los Ángeles. Porque entrábamos, a veces salíamos a las once de la noche pa allá, a las dos de la mañana ya estábamos en Los Ángeles.
VD: En tres horas.
VM: Sí.
VD: Y, ¿dónde llegaban?
VM: Pos ya estando en Los Ángeles, así ya ora sí ya pueden irse pa acá y pa allá. Ya había harto mexicano. Ya mexicanas y todo, ya no, allí ya pasaba La Migra y ya no te decía nada.
VD: Y, ¿ahí dónde llegaba en Los Ángeles, don Víctor?
VM: Bueno, llegábamos ahí a este, con algún patrón y ya ellos mismos este, veían a uno y decían: “¿Qué, quieres trabajar?”. “Pos a eso vengo, a eso vengo”. “¿Traen seguro?”. “No, no traemos seguro, ese segurito”. “Bueno, yo les voy a dar un seguro pero chueco, se van a llamar de este modo, de este modo”. Entonces así es como trabajábamos. Tonces trabajé en el juco de uva y heno y más, de ahí después este, a podar y así, así nos la llevamos. Pero sí, así le hacíamos y ya de allí, de allí de Madera, porque yo caí en Madera, de Madera nos regresamos a Mambrú(??), a un lado de Palmdale y allí nos fuimos a cortar este, durazno. No cortar, a podar, ta chiquito pa variarlo, a que creciera. Y de ahí ya venía el temporal y ya me hablaba. Sí, ya me hablaba mi padre ya que para sembrar y me venía yo.
VD: O sea que se quedaba usted allá hasta que venía el tiempo aquí de siembra.
VM: Del temporal.
VD: Y usted que estuvo allá varias veces, don Víctor, que estuvo con contrato y sin contrato, ¿cómo le parecía que era mejor, cómo le gustaba a usted más irse?
VM: Bueno, porque, bueno, me parecía bueno, ya había yo agarrado maña, se puede decir. Porque me gustaba el ambiente allá, porque mi mera, pos todo lo que quería de comer allá, había mucho, aquí también, ¿no? Pero ya no, no es igual a tener dinero allá, porque tenía uno dinero cada rato y acá a veces no teníamos ni pa comer así cosas o eso. Por eso yo pos me aventaba yo para traer pa que hubiera pa mi mamá, mi papá y yo.
VD: Pero, ¿cómo se le hacía a usted que era mejor, prefería usted? Porque usted estuvo allá sin contrato y con contrato, ¿cuál era la diferencia?
VM: Ah, pos claro que con contrato, pos era mejor, porque pos allí nos trataban mejor. Sí, pos nos daban sarapes, casa, estufa, todo. Nos llevaban a traer la provisión y nos decían: “¿A qué horas querían ir al cine? Yo los voy a encontrar ya a las doce de la noche”. “Pues sí, ahí nos vienes a traer”. Y sí nos daban preferencia, sí nos daban los güeros buena preferencia, ¿para qué digo que no? Sí.
VD: Y, ¿sin contrato cómo era?
VM: Contrato, pos a todo el tiempo escondernos, porque dabas un paso a la calle, pasaba La Migra a veces en este, ya en el campo nos alzaban. Solamente en ciudad nos andábamos a la uno.
VD: ¿Llegaba La Migra al campo de donde estaban ustedes?
VM: A veces sí llegaba. No, pero nosotros, cuando llegaba nos echábamos a correr a las barrancas o nos echábamos al apancle y al apancle que como está ancho, no se metían. Así nos escapábamos, fue triste. Todo eso era triste, claro que es diferencia, pues con contrato, porque pos, ¿allí qué? No nos molestaba nadien y por así por irnos así este, de trampa, pos sufríamos más.
VD: Y, ¿el trabajo cómo era? ¿Era igual en los dos, con contrato y sin contrato?
VM: El trabajo era igual, aunque todo allá es este, trabajar. Como ora pos en betabel, lechuga, el algodón, cuando me iba yo Seminole al algodón, trabajaba yo un algodón este, a veces, había veces que no había corte de algodón, nos metían al gin, a donde hacen, sí, a donde fabrican el algodón.
VD: Y, ¿qué hacía ahí?
VM: Pues este, aventar a palada el algodón a una máquina pa que lo hiciera limpio. No sé, pero eso ya era de ellos. Nosotros con anteojos y tapar la boca.
VD: ¿Para qué?, para que no le cayera el...
VM: Ajá y bien calientísimo que estaba, ¿veá? Pero nosotros por ganar, pos aquí te mueres, no me rajo, ¿pos a qué vine?, (risas) ¿veá?
VD: Oiga don Víctor y de los trabajos que hizo, que a usted le tocaron varios, ¿cuál fue el que se le hizo más pesado?
VM: Se me hizo más pesado el azadón.
VD: ¿El desahije?
VM: Andar, desahije. Que ése era agachado, agachado, agachado. Había un hombre que le decían El Güito porque nos decía: “No se agüite, párese”. Y ya le pusimos a él El Güito, ¿vedá? Porque, vaya, ¿veá? “No se agüite”. No nos podía ver un minuto parados, ¿veá?, cuando salíamos.
VD: ¿Era el mayordomo?
VM: El mayordomo. Cuando nosotros ya nos íbamos a pa la casa, queríamos ir al baño, no podíamos porque la cintura ya, ¡ay!, ya. Hasta que ya teníamos ahí unos cuatro, cinco días ya entonces ya se imponía el cuerpo.
VD: De la posición.
VM: De tanto trabajar, de tanto. Sí, pues este, como llega uno de nuevo. Ése era la más, ése les llaman el, allá le llamaban el desmadre. (risas) “¿A donde te tocó?”. “En tu desmadre”. El azadón, ajá, con perdón, pues.
VD: Ya sabían que eso era, pero era bien pesado.
VM: Bien pesado.
VD: Y, ¿qué fue lo que le gustó más?
VM: Pos este, el corte de algodón porque ése, no, era por contrato, lo que hiciera yo, eso ganaba. Bolsas que hiciera yo, los que, las libras, allá se llaman libras, las libras que yo hiciera, eso ganaba, nadien me mandaba. Y eso es lo que me gustó más de todo. También a la lechuga, al corte de lechuga este, me dio licencia aprender tan pronto, que hasta el mayordomo me vio que era yo inteligente, me dijo, dice: “Tú ya no cortes, tú vete de aquel lado, yo acá pa irlos cuidando”. Ya entonces ya me decían barbero, pero va a ver, ¿veá? Porque (risas) ya casi no trabajaba. Pero yo tenía mis algodoncitos, el que veía yo que iba atrás, les daba yo una manita. Y me decía: “Déjalos”. Y más se enojaban ellos, vaya.
VD: ¿Lo puso como su asistente?
VM: Y le daba eso, porque le daba yo un refresco cuando llegaba, porque ahí llegaban los refrescos, a este, la coca [Coca-Cola], que diga, la pecsi [Pepsi]. Llegaba una señora con una carroza de... Era diario, diario allí y él me daba una, al otro día yo y así, de pos, y como aquellos no le daban ni un, ni un refresco, no los quería nada y yo, decía: “Ándele, tómese uno”. Como que me agarró como amigo, pues. Y ya después él buscaba el modo de este, que no me fregara pues tanto.
VD: De ayudarlo.
VM: Bueno, le gustó el modo de ser o no sé, le caí como para amigo, ajá. Ésa fue la única vez de todos los demás, no digo nada de los demás porque nunca me sistaron(??), nunca ni nada. Porque nunca los barbeaba, nunca me barbeaban, nunca, ellos serios. Pero sí, nunca, pero sí me hablaban bonito y todo y yo también, eran muy buenas gentes.
VD: Y, ¿con ningún mayordomo tuvo usted alguna dificultad, algún problema?
VM: Allí en Stockton, en Stockton, no, Montana, sí este, ¿cómo se llama? Santa Ana. ¿Santa Ana? Sí, creo que sí. Había una huerta de jitomate, me mandaron allí y le decían tomate, allá les dicen tomate. Sí, nos fuimos y había un japonés malo, malísimo, este, comencé a cortar y este, tonces ya tenía yo como, como un mes trabajando, ya me faltaban quince días y este, y como ese tomate tiene que pasar en un aro. El que, el que se pasaba no servía y el que no pasara, servía. Y yo, pos se me pasaron como cuatro, cinco y me regañó bien feo, le digo: “No, no”, le digo, “no me regañes”, le digo, “a cualquiera le puede pasar”. Eso fue todo nomás, o sea.
VD: ¿Le hablaba en español?
VM: No, sí hablaba, pero poquito, poquito. Sí hablaba, era un japonés, sí hablaba español, poco.
VD: Y, ¿en español lo regañó?
VM: Sí, sí me regañó, dice: “¿Qué no tás? Siempre estás cortando y ta saliendo bien y ahora se te pasaron cuatro”. Le digo: “Y, ¿por cuatro se enoja?”, le digo. “Ahora cómetelos”, le digo, me dijo, dijo: “Ah, pos crees hombre, caray, ya que se va”. Pero nomás hasta ahí, ya no dijo nada. Ya al otro día me fui, no me dijo nada y así ya. Pero ése es el único que medio me quería pues este, o más bien, me regañó esa vez.
VD: Y con sus compañeros, don Víctor, ¿cómo se llevaba? Ay, perdón.
VM: No, no, no hay cuidado. Muy bien, a veces algunos se peleaban, pero entre de los de aquí mismo, entre ellos mismos allá, yo no, nunca le falté a nadien. O no, bueno, es que mire, ya sabe que al que se lleva, es que es lo malo, que se llevan y yo con nadie me llevé nunca, con ningún, así con ningún amigo y por eso me daban mi lugar y yo se los daba. A mí no, yo no, pero yo veía que hasta se daban de trompadas, se sacaban sangre a veces y yo los desapartaba, también a veces algunos hombres, estamos aquí en el norte, al rato va a venir, te van a echar afuera y eso, mayordomo ya, pero ya después a los dos o tres días ya, pero porque salían y se echaban cerveza y eso era malo.
VD: Y, ¿dónde tomaban, don Víctor?
VM: Se iba a la, acabando la quincena, pagando, se iba a este, a donde le digo que veíamos al cine y allí había placita y eso y allí este, había eso. Había un bar, se llama bares. Y allí es a donde se tomaban unas cuantas cervezas, porque no se te debe, no podíamos tomar nada porque allí no se toma, porque el patrón se enojaba porque teníamos que trabajar. Allí no tomábamos nada. A veces nos caiba con dos o tres cervezas: “Mucho cuidado, nomás esas tres”. “Sí, sí, ya sabemos”. Pero allí no dejan tomar a uno, no.
VD: ¿Quién le decía que nomás las tres, el patrón o el cantinero?
VM: No, el mayordomo, el patrón no. El patrón nunca.
VD: Ah, ¿el mayordomo también iba ahí?
VM: El patrón casi nunca lo veíamos, el mayordomo era el encargado de nosotros y el mayordomo nos decía: “No, cuidado, porque si no, te mandan pa México. Nomás dos o tres y ya”. Y al cine. Pos órale, sí, hasta nos echábamos a veces dos, tres, pero no, de ir borrachos a la chamba, no. Allá eso es lo más delicado, eso es lo más delicado que puede haber.
VD: ¿Usted vio que alguna vez regresaran a alguien por pleitos o por el alcohol?
VM: Sí, uno de Guerrero se agarró con uno y este, y en ese momento llegó el patrón, que: “Manda traer la chota”, me dice. “Me lo mandan pa México”. Lo mandaron pa México.
VD: Y sí se lo regresaron.
VM: Sí.
VD: Oiga don Víctor y, ¿regresaban a la gente por alguna otra razón?
VM: No, que haiga visto, no. Solamente que alguna, hazañas de pleito o eso, pero no, no. Había algunos que pues no sabían trabajar, había uno que nos consideraban hasta que no aprendían. Pero sí, eran algunos, patrones a donde yo caí, eran gentes, para qué. Porque había individuos que no sabían azadón, ¿veá?, no eran de campo e iban al norte. Hasta que no les enseñaba uno, ¿veá? Nos ponían a uno, pues a nosotros a enseñarles. “Enséñate, ponte abusado, si no te mandan pa México”. Y como yo pos aquí el azadón con mi padre ya eso yo ya lo sabía, caí allá, pos era yo as. Onde pos a mí me traiban acá, allá, ¿veá? Ya no nomás a mí, todos mis compañeros aquí nos criamos con la azadón, con trabajo pues y este, todas esas hazañas, a todas las pasé.
VD: Y, ¿se acuerda usted? ¿A usted le preguntaron cuando lo contrataron, le preguntaban?
VM: ¿De qué?
VD: ¿Le hacían preguntas para ver si era de campo?
VM: No, lo que, allí lo que eran bien abusados, agarrarte tus, las manos y apretaban. “Sí, éste sí es de campo, ya pásale”.
VD: Si tenía callos.
VM: Eso. Allí nada de preguntar, allí luego luego lo veían a uno, a todos y al que no tenía callos, lo regresaban.
VD: ¿No lo dejaban entrar?
VM: No lo dejaban entrar. Y al que va malo, como purgación de mujeres, también pa juera. Que veían alguna rosada o alguna cosa, no, también pa juera, no lo dejaban entrar. Tenía que pasar limpio. Nada de también que llevara semilla, alguna semilla acá que llevara yo este, por ejemplo de alguna planta de así, también agarraban, las echaban pa...
VD: Y, ¿de qué se llevaba semillas la gente?
VM: Algunos se llevaban, por ejemplo que el, la hierbabuena o el... porque iban malos y allá se echaban su hierbabuena para aliviarse del estómago y unos el epazote para también y veía a las personas que llevaba semillas, se las quitaban y ámonos. Pero se llevaban, algunos iban preparados según ellos, ¿no? Pero que allí no pasa, no, te esculcan hasta las uñas. Si llevabas tierra te la quitaban, yo creo. (risas)
VD: Nada los dejaban pasar.
VM: Nada, nada, nada.
VD: ¿Que le revisaban su ropa y todo?
VM: Todo, todo. De allá para acá era lo más canijo también, desde La Migración, al decir los esos rateros que pasa uno por la Aduana, nos quitaban a veces hasta... Por ejemplo, si yo traiba una televisión, mejor azotarla, porque nos cobraban más de lo que no. Entonces ya se pone. “Sí”, le digo, “ahora, pos nombre, me jue remal, ten $2 dólares o eso”. “Ándale pues, llévatela”. Pero cuanto más una arma, a uno lo metían creo que hasta el bote. Y hartos pasaban.
VD: ¿Se compraban allá sus pistolas? Y, ¿dónde las compraban?
VM: Este, allá en los este, los pueblos pues a donde iban a placear. Yo me traje una retrocarga.
VD: ¿Sí se la dejaron pasar?
VM: Pos la metí entre la ropa, la, la hice cachos, la metí entre la ropa. Bueno, eso me la pasó un señor de aquí. Se llamaba este, don Chucho Valle y era mañoso, dice: “Ira, ya entre la ropa y le haces cinco nudos, si quieren desatarlo, que se fastidien, y tú les dices: <<Bueno, pa qué, esta vez no traigo nada, tengan ay, que les doy $2 pesos y ya estuvo>>”. Dije, ya que le sé, ya no tenían que pasar por, si pasaba otra aduana, se fijaban que ya está sellado, ya no, y así es como la pasé.
VD: ¿Esa aduana dónde fue, allá en mero la frontera?
VM: A la salida, en la salida en Tijuana y acá en México también, también en México. Aquí son los más perros que allá, allá te dejan pasar tu ropa y aquí te la quieren quitar, aquí los de México. Esos son los más bandidos que puede haber, yo he visto que son los más bandidos, México. Son muy, muy este, perros.
VD: ¿Le llegaron a quitar a usted sus cosas?
VM: Yo vi a algunos, varios que se los quitaron y delante de ellos se quebraban la tele o es, dice: “Para que no me lleves y se te quede”, dice, zas, quebraba. Decían: “Que no llegue nada a mi casa”. Sí, yo veía yo eso, ¿vedá? Pos por eso yo odiaba, yo allá. No, aquellos no, esos te decían: “Pasen, pasen ustedes”. No te cobraban ni un quinto y acá: “¿Quieres esto? Llévate esto, pero vas a dar tanto”. Unos les daban hasta $30 dólares, $40 y en ese tiempo era mucho dinero, mucho dinero.
VD: Nada más para pasar sus cosas.
VM: Para pasar nomás sus cosas. Yo como diez de acá. Allá no, allá no son tan de a tiro. Me decían que eran, [pero] no, son a todo dar allá, allá no te quitan nada, no.
VD: Acá fue donde le tocó.
VM: No, allá son bien... Si yo nomás cuando me quedaron a deber este, ya no me acuerdo si en el, [19]57 ó [19]58 me quedaron a deber como cuatro cajas y todavía tuvieron la calma, que a los quince días ya estaba aquí los centavos.
VD: Le mandaron su cheque.
VM: Allá no se agarran nada. No se agarran nada, nada, nada. Por eso yo les digo yo a los muchachos, les digo: “Miren, yo no sé por qué está esta cosa”, le digo, “si los güeros tienen las mejores computadoras, tienen lo mejor, desde allá si tú quieres nos están viendo, quién tiene, el que no tiene”. Le digo: “Si ellos quisieran, si el dinero que dicen que nos van a dar, lo mandaron pa México, olvídense”, le digo, “que a la mejor no nos mandan nada”, le digo, “¿por qué? Porque son bien ratas, México es el primer número”, le digo. “Entonces ellos, allá con Víctor Martínez Alemán, le vamos a dar, le vamos a mandar su cheque directamente a domicilio porque trabajó en tal, Salinas y desto y todo y me mandaron mi cheque”. Le digo: “Por eso yo les voy a hacer el tercio, pero yo eso siento que no va a ser cierto”, le digo. En eso estoy, en eso también les digo yo a muchos y hartos dicen: “No, pos”. Bueno, como dice el dicho: “Con el que esperanzas vive, alegre muere”. Pero bueno.
VD: Pos sí, fíjese. Péreme don Víctor, déjeme. Don Víctor, yo le quería preguntar si alguien, si ahí en el trabajo había alguna queja frecuente entre los braceros.
VM: Queja, ¿por ejemplo?
VD: Como de trabajo, de comida.
VM: Ya entendí. Bueno, a mí me pasó, allí en Seminole había un este, un patrón que al momento, cuando estaba yo trabajando este, él pa allá y pa acá. Porque yo, me tocó de regador, de regador de sorgo. Tonces a todos le estaban pagando $0.50 centavos la hora y a mí me la pagaban a peso porque era regador. Tonces este, pasó, pasaron tres, dos quincenas y no me pagaba y eso ya me estaba oliendo mal, tonces yo este... Después él cuando le cobraba, como que se ponía sus moños, ya así enojado y todo. Y dije: “No, mejor me le voy a pelar a este hombre y me voy a La Asociación a quejarme. Me le voy a pelar, porque éste me va a matar y me va a enterrar por ahí”, como se usa por allá. En una de tantas este, que yo pidiéndole, tenemos una Virgencita acá y le pedí mucho ayuda a mi Madre Mía, salir de aquí, aunque no me paguen, pero quiero salir. Pos yo ya sentía cerquitas algo.
VD: ¿Le había amenazado, don Víctor?
VM: Sí se me, sí, sí ya me había este, que no estuviera yo fregando, así me dijo y hablaba hasta en español. Entonces este, dije: “No, a ver cómo le hago, pero yo me voy”. En una tarde, pero me cuidaban después, me cuidaban, me cuidaban. En una noche que dejé hasta la ropa, dejé todo, nomás me puse los zapatos y mi chamarra y me voy en la noche. Y había una lucecita que pasaban los carros lejos, me voy y bien lejos taba. Ya que llego a la carretera, ahí iba a pasar un mexicano por, yo creo la Virgen se acordó de mí, ¿no? “¿Qué te pasa?”, me dijo, ay ya me dijo. Le digo: “Me vengo pelando de un hombre que no me paga, ya tiene quince”. “Yo te llevo a La Asociación”, dice, “yo te llevo”. “Sí, yo quiero ir a La Asociación allá”, le digo, “quiero quejarme”. “Pos órale”. Ya me llevó, ya llegué allí y este: “Ira, tú te pones abusado acá”. Este, ya ahí estaban unos que dormían en las galeras en La Asociación de los que mandaban con los patrones. Tonces: “¿Qué te pasa?”. “Ya me vine”. “No, pero vienes muy temprano”. “Me pelé porque me querían, yo creo cinchar”, le digo. “Nombre”. “Sí, no me paga y yo creo que eso me quería”. Tonces este, ya amaneció bien y como a las nueve de la mañana que me voy a ver al mero, ¿no? Y yo taba yo hablando con él, cuando llega el patrón con su señora, bien enojado, bien enojado. Pero yo ya había hablado con el mero mero.
VD: ¿Hablaba español aquel hombre?
VM: El hombre que yo trabajaba sí.
VD: Y, ¿este hombre con el que usted habló?
VM: El que taba hablando también, porque pos era de La Asociación. Y que se agarran en inglés, porque yo le dije: “Ya tengo un mes y no me paga y vengo por cuarenta y cinco días. Mi gente quiere dinero, quiere”. “¿Cómo? Vas a ver”. Como este, de casualidad llega, pero bien bravo y esto y la señora, y ya que me llama y eso, entonces, y que me dice: “Tú estate aquí”, dijo el mero. Y que se ponen a hablar en inglés. Cero, no sé qué cosas se decían, dice: “Tocante al dinero, aquí me va a pagar a éste el doble, pa que se le quite”, dice. Tonces este, eso me dijo después él, porque yo no entendía yo nada, nada. Y este: “Ándale”, que dice, “no te menees ahorita, por verte de sacrificado y por haberte venido pa acá, te voy a mandar con otro patrón”, dice. “Ójalá”, le digo, “sí”. Ya después cuando se salieron echando rayos, yo creo y centellas y yo me quedé allí y ya que me, que me extiende el cheque, dice: “Te veo”. Tenía que darme lo de una quincena, no, casi lo del mes, lo del mes. No, qué una quincena, por eso me salí. Tonces este, dije: “Ah, chin”. De ésas que me dice: “Ahí le dije que te pusiera el doble pa que se le quitara”, dice, “porque si no lo iba yo a castigar a él, ya no le voy a mandar gente”. Si no le ponía el doble, que ya no le mandaba gente allá. Bueno, dije: “Bendito sea Dios”. Tonces este, al rato había hartas, hartos que querían ir a trabajar. Al rato que oigo, Víctor Martínez Alemán, como a las dos de, como a las dos de la tarde que me presento y ya: “Bueno, tú ya te vas a trabajar y nosotros ya tenemos aquí un mes o dos meses y no podemos ir a trabajar, no hallamos patrón”. Pero porque yo fui a quejarme pues, y que me mandan con uno bien a todo dar, bien buena gente. Estuve de regador allí y este, hasta me lleva, me decía él: “Mira”, dice, “poniendo tu línea, prendiendo la bomba, tú te puedes ir a almorzar, puedes ir a comer”, dice, “y ahí lo dejas hasta las cinco horas”. Onde pos en la torre, pos nomás me fregaba yo tantito a poner la tubería, me llevaba cuentos de esos de leer, esos de español. Ahí este, bien a todo dar, yo taba yo como de aquí a donde vive mi cuñada. Yo aquí, yo creo que cuando hacía yo el bistec o algo le salía bien chulo y se venían, se venían a verme y chiles en vinagre y bueno, cosas así y ya me traiban hasta un jugo.
VD: ¿Quién se lo traía, don Víctor?
VM: Los patrón, el patrón.
VD: ¿El patrón?
VM: El patrón allí, patrón y la señora, muy buena gente, muy buena gente. Pos ahí estaba yo solitito, estaba, no había ningún mexicano. Entonces este, que se para el señor y que: “Desvárale un taco”, trabajos que lo probaron, después se, cada ocho días estaban. (risas)
VD: ¿De lo que usted se cocinaba?
VM: Les gustó reteharto.
VD: ¿Para su almuerzo?
VM: Sí, para su almuerzo, sí. Ya llegaba yo a medio día porque ellos salían, creo que se iban a otro pueblo y dilataban hasta ocho días. Y cuando llegaban, me llevaban jugos, ya sabían que tenían que ir a comer allá.
VD: ¿Le hablaban en español, don Víctor?
VM: ¿Quién? Hablaba el patrón, pero la señora nada, nada, nada. Él sí, sí muy bien, hablaba bien, hablaba bien. Dice: “Yo me enseñé, no sé”, dice, “me platicaba hartas así”. Dice: “Me jui a la escuela”, dice, “a enseñar”, dice, “ muy bonito”, dice, “esto”. Pero ya medio mochón, mochón. Pero entendía yo rebien. “Ya nomás destapas allá y ya no te estés amolando”, dice, “destapas pa que mañana llegues y poner la otra tubería y descansas otras cinco horas, ya después la apagas y así”, dice, “pues ya llevas el pedazo, el acre”. Así le llaman, acre, o pedazo. Ah, me la pasé relindo allí, ¿veá? Y ése sí luego luego me pagaba.
VD: En ése, dice que no había más mexicanos, ¿no había más trabajadores, o no había mexicanos?
VM: Allí no. Allí con el patrón nomás, hasta yo decía: “Yo me voy a hacer mudo”, porque no, con nadien platicaba, con nadien, ¿veá? Si no eran la de eso que me llevaba, ahí estaba yo divirtiéndome con las letritas allí, con ésas de libritos que tienen, que pistoleros y esos.
VD: Y, ¿dónde conseguía sus libritos esos?
VM: Pos esos no sé, pero me llevaba. Yo creo pos en el pueblo, pos todos llevan allá de aquí. Yo le decía que los aguacates no llevaban de aquí, tantos que hay allá, me compraba yo aguacatotes, me decían: “Pos los mandan de México”, exportación.
VD: Y, ¿se compraba esos cuentitos?
VM: Los cuentitos, ¿veá? Ahí hasta yo decía: “Me voy a hacer mudo aquí, porque con nadie platico”, ¿veá?
VD: Y, ¿cuánto tiempo estuvo con ese patrón?
VM: Cuarenta y cinco días.
VD: Hasta que acabó ése se regresó.
VM: Sí, sí cada vez ya este, ya iban a cortarlo. Ya entonces ya me dijo, dice: “Cuando llegues aquí, me hablas pa que este, me gustó tu modo de ser, cuando llegues aquí”. Y al otro año me tocó, caí de nuevo con él porque jui dos veces a Seminole, allá estuve con él de nuevo.
VD: Y, ¿lo mandaron otra vez?
VM: Me mandó traer después de La Asociación, le dije yo al de La Asociación, ya hasta me conocía: “Me quiero ir con”, se llamaba este Chávez, “nomás a Chávez”, le decía yo, “Chávez”. “Ah, sí”, dice, “tú eres Víctor, ¿verdad?”. “Sí”. “Ah, pos ahorita te mando con él”. Y que le telefonea. “No”, dice, “échamelo ya”. (risas) Ya me jui pa allá con él, ¿veá? Y ya estuve otros cuarenta y cinco días, pero él jue en otro año, en otra ida.
VD: ¿Ahí mismo con él?
VM: Ajá, por eso ahí en el cuadernito que doña Cotis, o como se llame, ahí le puse dos veces.
VD: Que estuvo ahí, sí. Dos contratos ahí.
VM: Dos contratos allí, pero primero un año y después otro, cuando se acababa la molienda.
VD: Oiga don Víctor y en los lugares donde le tocó quedarse, ¿en alguno le tocó que había comedor?
VM: Bueno, ¿a donde trabajábamos?
VD: Donde se quedaba allá, donde vivían.
VM: No, allí teníamos, como a mí me llegaba yo solo, me ponían mi camota, este, colchonazo y una buena y bien cerrado, porque no vaya a llegar, me decían: “No vaya a llegar un negro, toque, no abras”.
VD: ¿Le dijo el patrón?
VM: El patrón. Tú toques, no abras, ajá. Claro taba yo bien asegurado, taba bien, ¿para qué? Yo no voy a hablar mal de ellos.
VD: Y, ¿en sus otros contratos no le tocó dormir en barracas?
VM: No.
VD: ¿Nunca le tocó?
VM: No, en barrancas no. Se le atravesaba cuando me iba yo de alambre. De, sí, de alambre. Pero las atravesaba yo porque tenía yo que, iba yo chueco, va, no era contrato.
VD: Y le tocó. Entonces allá usted se aprendió a hacerse su comida.
VM: Sí, hacía yo caldo de pollo, hacía yo bisteces allí, frijoles fritos y bueno, vaya. El de allá domingo es sábado, porque esos días salías temprano y al otro día no trabajábamos y en la semana, a veces nomás la torta con huevo y ámonos porque ya, y un jugo y vámonos, aunque nos traigan a la carrera, ¿veá? Ahí por esa parte así sucede, pero allí con este señor ese que le digo, iba yo a almorzar a la casa.
VD: ¿Ahí se podía hacer usted? Oiga, le iba a preguntar de la comida, pos ya me dijo que no le tocó en comedor, ¿verdá?
VM: No, solamente cuando llegábamos de Ciudad Juárez, cuando llegábamos a llegar y nos atendían a todos, pero mataban, creo que me decían que mataban una mula y con eso nos daban de comer, carne de mula.
VD: Y, ¿alguna vez le hizo daño?
VM: No, yo nunca padecí de eso.
VD: ¿Del estómago estuvo bien?
VM: Allá no. Mejor ahora ya de viejo, en veces por ahí me como una papaya y ya me anda por irme por ahí al baño. (risas)
VD: Oiga don y, ¿en sus días libres qué hacía, en sus ratos libres qué hacía por allá?
VM: ¿Pos qué? Allí nomás este, prendía yo el radio y a echar canciones de aquí y ya. Me sentaba yo, pos ahí taba yo solito, pos ya le digo que ya no, ya no podía creo que ya ni hablar, por eso taba siendo mudo.
VD: Y cuando le tocó en los otros campos donde había más gente, se iba al cine, me decía.
VM: Sí, iba al cine. Nos íbamos todos al cine, pero en otros campos. Y las dos veces que jui a Seminole me tocó solitito. Y los demás, sí ya me tocó con raza y todo. Eso sí, con la raza allí en una galerota, como de aquí a al amate y allí dormíamos, pero sí nos daban buenos colchones y buen sarapes, porque a veces dilatábamos hasta octubre, a veces y un friazo pero duro.
VD: ¿Tenía estufa para calentarse?
VM: Teníamos calentadores. Esos son aparte de estufa, calentadores.
VD: Oiga, don Víctor y, ¿alguna vez le tocó allá celebrar el 15 de septiembre?
VM: Sí, como dos veces.
VD: Y, ¿qué hacían?, ¿se acuerda?
VM: Pues este, pos allí la plebe este, nos daba, sí, el mayordomo nos daba rienda libre ese día. Y ya algunos tomaban, algunos este, cantaban y bueno. Y no sé qué, de a dónde sacaron unos cuetes que también hasta cuetes se echaron, hasta me admiré, ajá, nomás eso.
VD: Y, ¿cómo se sentía usted en esos días, don Víctor, extrañaba?
VM: Pos extrañaba yo pa acá, porque pos decía yo: “¿Cómo estará allá mi México?”. Allá todos decíamos: “¿Cómo estarán allá? Y nosotros aquí tristes”.
VD: Y, ¿qué era lo que echaba más de menos, don Víctor? Cuando estaba allá, ¿qué era lo que más extrañaba de por acá?
VM: Pues este, traía, bueno, yo extrañaba pues, pos mi familia, cómo estaba o cómo pasaba, o eso, ¿no? Porque yo creo que eso es de ley y que no estuvieran enfermos o eso. Se ponía uno pues a deletrear, ¿no? Pos a pensar pues esas cosas. “Ay, yo aquí pos estoy rebien y a la mejor allá están mal”, o eso. Esos pensamientos, pues inútiles, porque pos bendito sea Dios no, nunca, cuando jui nunca se me enfermaron.
VD: Y, ¿cómo mandaba usted su dinero de allá, don Víctor?
VM: Este, en giro.
VD: Y, ¿se acuerda aquí dónde se cobraba, dónde lo cobraba? ¿Se lo mandaba a su esposa?
VM: A mi esposa, después, ey.
VD: ¿En qué año se casó?
VM: En, en el año 1957.
VD: O sea que primero se iba soltero y ya luego se casó.
VM: Y después, ya después me casé con mi esposa.
VD: Y, ¿qué decía ella, don Víctor, cuando usted se iba?
VM: Pos nada, pos le dices: “Aguántate, yo tengo que ir a ganar para poner nuestra casita”. No teníamos nada, nomás teníamos ahí un cuartito. Ah, pos ahí, ahí señala, de ahí para allá, nomás ése. Vaya y, le digo: “No, mejor voy pa que lo hágamos más grande”. Ya con el tiempo, trabajando y eso, pos ya ire, ya te...con mis hijos, hasta animalitos y eso, tierras. No teníamos ni una tierra y ahora ya todos mis hijos ya tienen su pedazo de tierra, de caña. Bueno, yo eso les di, mi mujer. Ya nosotros, yo ya estoy pensionado, ya nomás con algo que me socorra Dios de lo que siembro, ya la pasamos yo y ella. Y yo ya les di para que algún día se pensionen, tengan seguros de vida, tengan todo.
VD: O sea que usted con el dinero que juntó de ir de bracero, ¿fue que pudo hacer su casa, don Víctor?
VM: Pude, ah, bueno no. No, yo esto lo hice este, trabajando y luego pues este, trabajando pues este, sembrando sorgo, sembrando maíz, sembrando todo. Lo que me quedaba, un puñito acá, acá. Bueno, mi señora que era muy inteligente pues este, yo decía: “Vamos a hacer esto”. “Vamos a hacerlo, órale”. Y ahora, pues ya bendito sea Dios, ya nos enderezamos, ya tenemos cañas, ya tenemos no todo, pero ya estamos mejor, gracias a Dios.
VD: Y, ¿qué cree usted que fue lo que pudo, o sea, ¿usted le quedaba su dinero de ahorrado cuando se venía para acá de bracero?
VM: Bueno, cuando yo venía este, yo se lo mandaba yo a mi señora y ella lo ahorraba.
VD: O sea que sí podían ahorrar.
VM: Sí.
VD: No nada más era para el gasto diario.
VM: No, no, no. Sí, ella ahorraba. Ella cuando venía yo ya decía: “Vamos a hacer esto”. “Órale”.
2do: Sí, pero este, limitándome para la... pos no teníamos casa.
VM: Le digo que ahí ta la prueba, de ahí pa allá.
VD: El que el cuartito que era chiquito.
2do: Sí, ya tenía yo este...
VM: Ya nos había dado mi padre aquí. Este cacho me lo dio mi padre.
2do: Todavía vivía con mi suegra. Y ella quería tener y por eso ahorraba lo que me mandaba, ¿qué me mandaba? $50 pesos, dólar.
VM: Luego me fui a Nayarit a trabajar, también de aquí que se quebró.
VD: ¿El ingenio?
VM: El ingenio. Me mandaron pa Nayarit, allá jui a trabajar. Se me, lo este, bueno, se pasó en quiebra, que nos dieron nuestra indemnización, me dieron $26,000 pesos en ese tiempo y ya compré un sitio por allá. Y de allí compré una tierra y así nos fuimos, ajá. Y de ésas ya se creció para otra y así nos fuimos, hasta logramos hacer cuarenta tareas de riego.
VD: Con los ahorros, de poquito en poquito.
2do: Sí, pero de allá en el norte, nos hicimos este cuartito y el de acá, con $2,000 pesos que le junté. Pos de aquí echaron bóveda, acá ta una lana este, vino.
VM: La tumbaron.
2do: De México que no tenía trabajo y nosotros no teníamos casa y nos ayudó. Hasta se cayó él, ahí se subió la, el tabique que pusieron con yeso, porque no tenía ni madera el señor para poner el yeso.
VM: No, ésta formada de puro tabique, de block de ése no me gusta, de ése que está allí.
VD: Aquel tabique del rojo.
VM: Ése.
2do: Es que yo ya tenía este, dos chamacos y ya venía otra niña en camino y vivíamos dos este, en una sola casa y con mi suegra. Y yo ya quería tener este, por eso hasta me decía que era yo bien tacaña, y yo lo que quería, siquiera un cuartito para este, venirnos.
VD: Y, ¿pudo al final? ¿Sí pudo poner su cuartito?
2do: Dos.
VD: Dos, mire.
2do: Sí.
VM: Fue dos.
2do: Ya después un corredor con lámina de cartón y que cae granizo un día y que queda como coladera.
VM: Sí, se sufre pa hacer algo. Vaya y ahora bendito sea Dios, ya hasta la pintamos.
VD: Y le quedó bien bonito aquí, mire.
VM: Ya nomás vamos a ir con el piso, a ver si me da licencia todavía vivir.
2do: Es que estaba lloviznando.
VM: Pos ya de todos modos este piso a ver si lo quebramos, se pone otro con el tiempo.
2do: Pero esos no eran, mijo. (risas)
VM: Bueno, si todavía puedo, y no me voy a buscar petróleo.
2do: A él lo operaron de una rodilla.
VD: Ah, que se lastimó su rodilla, se lastimó, sí es cierto.
2do: Ya no puede trabajar.
VM: Ya no puedo trabajar. Aquí me pusieron un...
VD: Ahí tiene, sí, mire.
VM: Un hueso aquí.
VD: ¡Eh!
VM: Después, sí me...
VD: La placa.
2do: La placa.
VM: La placa, ajá. Y desde aquí hasta acá arriba, oiga.
VD: Toda la, de la espinilla hasta la rodilla.
VM: Hasta la rodilla.
VD: Le pusieron una placa.
VM: Ajá, me pusieron una placa.
2do: Le dijeron que ya no iba a poder trabajar, trabajitos sencillos.
VM: No, todavía trabajo sencillo. Así, voy a las calles voy a rozar, así sencillo. Ya no trabajo.
VD: Ya pesado ya no.
VM: Ya no.
2do: Ya que trabaje para que gane dinero.
VM: Ya no puedo cargar ni un bulto de estos, yo nada.
2do: No, ya pos ya no.
VD: ¿Cuántos años tiene don?
VM: Voy a, voy a, tengo este, sesenta y nueve este, para julio que viene ya los setenta.
VD: Ya el mes que entra cumple setenta.
2do: Setenta años.
VD: Ándele, ándele. Y luego, después de todos estos años que han pasado, cuando usted se acuerda de sus años de bracero, ¿cómo se siente? ¿Qué recuerdo le quedó de aquellos años?
VM: Pos taba yo contento, taba yo con espíritu en la mano y ahora me siento ya como, ya agüitado, pos a la edad, ¿vedá? Ya no tengo el mismo, el mismo gusto, ya no tengo el mismo gusto.
VD: Pero no es lo mismo a los veintitantos.
VM: No, nomás de cincuenta pa acá ya se agüita la gente, tanto la mujer como el hombre, ¿veá? Y de, ya de cuarenta para atrás, se siente uno rey.
2do: Ya este, hicimos algo ya cuando los hijos crecieron, que le ayudaron a sembrar.
VM: Sí, ya me…
2do: Porque siempre fue de siembra. Del norte lo único, dos cuartitos que nos hicimos.
VD: ¿Estos dos de aquí?
2do: Sí, éste, y...
VM: Ya me ayudaron y eso, pos ya.
2do: Cuando ya crecieron mis hijos, ajá.
VD: Y ya se podían ir al campo.
2do: Y ya este, así han salido bien trabajadores.
VM: Salieron trabajadores.
VD: Como los papás.
VM: Salieron trabajadores, pero trabajadores.
2do: Yo siempre estuve en el campo, yo nací de por sí en el campo.
VM: Ése es de rancho.
2do: Era de, vivía en el rancho. Y este, donde a Beto ni lo querían.
VD: ¿No era buen candidato?
VM: No, digo, nomás dejaba yo dos días de ir, me mandaba a traer.
2do: Y él sabe, hasta los seis años me arrancó de mi casa, porque me persiguió, no me dejó tener novio.
VM: No me, no, no, no quería dejarse.
2do: Dos, tres meses no nos veíamos, pos me iba pal rancho.
VM: No, tres años, no seis.
2do: Seis años. No, pos la verdad, la verdad.
VM: Bueno, pero, estuvo mejor, ¿vedá? Porque veo que este, una mujer recia tiene hasta sus hijos bien toros y una mujer que la agarran tiernita y eso, los hijos están bien descriados. Yo he visto eso y eso me dijo un señor, un grande: “Cásate de treinta o de veinticinco años”. Bueno, pos así.
VD: Y, ¿cuántos tenía cuando se casó?
VM: Veintitrés años.
VD: Y usted doña, ¿cuántos tenía?
VM: Veintidós.
2do: Yo tenía veintidós.
VD: Veintidós.
2do: Me gana por un año.
VD: Veintidós.
VM: ¿No ves cómo ya estamos de cáscaras?
VD: Oiga no, pos muchísimas gracias por...
VM: ¿Te llevo el casete yo?
VD: Sí, péreme, déjeme…
Fin de la entrevista
Interviewer
Domínguez, Violeta
Interviewee
Martínez Aleman, Víctor
Location
Miacatlán, Morelos, México
File Name Identifier
Martinez_Aleman_MOR006
Citation
Domínguez, Violeta and Martínez Aleman, Víctor, “Víctor Martínez Aleman,” Bracero History Archive, accessed November 25, 2024, https://braceroarchive.org/es/items/show/114.