Roberto Heynes García
Title
Roberto Heynes García
Description
Biographical Synopsis of Interviewee: Roberto Heynes was born on May 1, 1917, in Tepehuanes, Durango, México; he was the youngest of four siblings; their parents died when he was only a year old, and they were raised by their maternal relatives; during his teenage years, he worked in the mines; in spite of the fear instilled by rumors that Mexican workers could also be sent to fight in World War II, he enrolled in the bracero program in 1944; as a bracero, he worked in California and Illinois as a railroad line worker until 1956.
Summary of Interview: Mr. Heynes recalls his childhood and adolescence; sometime later, he had heard of the bracero program and the rumors that Mexican workers could also be sent to fight in World War II; in spite of this, he and a friend enrolled in the program in 1944; they signed their contracts in Querétaro, Querétaro, México; from there, they were transported by train to the border; as a bracero, he worked in California and Illinois as a railroad line worker, shoveling gravel on roadbeds and repairing the rails; he goes on to explain, what his first activities for the railroad company were, the training he underwent, his work hours, wages, methods of payment, contract amendments and extensions, the housing in hotel rooms, and the food; in addition, he comments that he was treated well by his American employers and the people in general; he concludes with fond memories of his experiences as a bracero and with the thought that the program should be reinstated.
Summary of Interview: Mr. Heynes recalls his childhood and adolescence; sometime later, he had heard of the bracero program and the rumors that Mexican workers could also be sent to fight in World War II; in spite of this, he and a friend enrolled in the program in 1944; they signed their contracts in Querétaro, Querétaro, México; from there, they were transported by train to the border; as a bracero, he worked in California and Illinois as a railroad line worker, shoveling gravel on roadbeds and repairing the rails; he goes on to explain, what his first activities for the railroad company were, the training he underwent, his work hours, wages, methods of payment, contract amendments and extensions, the housing in hotel rooms, and the food; in addition, he comments that he was treated well by his American employers and the people in general; he concludes with fond memories of his experiences as a bracero and with the thought that the program should be reinstated.
Creator
Martínez, Laureano
Heynes García, Roberto
Date
2003-05-31
Subject
Bracero
Rights
Institute of Oral History, The University of Texas at El Paso
Language
spa
title (Spanish)
Roberto Heynes García
creator (Spanish)
Martínez, Laureano
Rights Holder
Institute of Oral History, The University of Texas at El Paso
Online Submission
No
Original Format
Mini Disc
Duration
1:18:05
Bit Rate/Frequency
24 bit
96 k
96 k
Transcription
Nombre del entrevistado: Roberto Heynes García
Fecha de la entrevista: 31 de mayo de 2003
Nombre del entrevistador: Laureano Martínez
Esta es una entrevista con el señor Roberto Heynes García, en la ciudad de Durango, Durango. El día 31 de mayo de 2003, conducida por Laureano Martínez para el Proyecto Bracero del Instituto de Historia Oral, de la Universidad de Texas en El Paso.
LM: Buenas tardes don Roberto.
RH: Buenas tardes.
LM: Don Roberto, me gustaría empezar esta entrevista preguntándole, ¿dónde y cuándo nació usted?
RH: Yo nací en 1917, el primero de mayo.
LM: ¿En dónde?
RH: En El Mineral de Sauces, Municipio de Tepehuanes, Durango.
LM: ¿Cómo se llamó su papá?
RH: Alfredo Heynes.
LM: Y, ¿su mamá?
RH: Secundina García.
LM: ¿Cuántos fueron ustedes de familia, don Roberto?
RH: Fuimos cuatro.
LM: De esos cuatro, ¿usted es el mayor o el menor?
RH: Soy el menor, los otros…
LM: ¿Cuántos hombres y cuántas mujeres?
RH: Dos hombres y dos mujeres.
LM: Cuéntenos un poquito, ¿cómo es ese lugar de El Mineral de Sauces?
RH: ¿En cuestión de explanadas?
LM: El lugar en sí, el pueblo.
RH: No, es en medio de un arroyo y cerros al los dos lados.
LM: En la sierra.
RH: Poca explanada, muy poca explanada, casi puro terreno quebrado.
LM: ¿Había más familias por ahí?
RH: Sí, sí había mucho, pos [es]taban trabajando el mineral. Y los trabajadores, había el molino de moler el metal.
LM: Moler el metal.
RH: Viciar el metal.
LM: Ahí la gente se dedicaba a la minería.
RH: A la minería y algo a la agricultura porque había explanaditas, que algo a la agricultura. Al criadero de ani[males], de ganado, animales.
LM: ¿A qué se dedicaba su papá, don Roberto?
RH: Era ingeniero minero, era el que se entendía ahí con las minas y el molino.
LM: ¿Él era el encargado de…?
RH: Sí, era el encargado del mineral. No sé si una compañía de, lo tenía ahí una compañía de Nebraska. Pos de allá lo mandaron allá a trabajar y trabajaba.
LM: ¿De dónde era originario su papá?
RH: Oiga, no me di cuenta porque como… No, él murió el [19]18, él y mi madre, murieron en el [19]18. Quedamos muy chicos, nos ignoramos de muchas cosas, ignoramos. Ni de dónde vino, porque él era de familias alemanas. Sus estudios fueron en México.
LM: Él había estudiado en México.
RH: En la ciudad de México. Según, eso me platicaron. No, no lo vi yo porque, pos no me tocó.
LM: Estaba muy chico.
RH: Ey.
LM: Y, ¿qué hicieron?, ¿dónde?, ¿con quién crecieron?
RH: Oiga, unos familias, porque él no tenía familias aquí. Unas familias de parte de mi madre nos acogieron a nosotros. Que fue una abuela, y un hermano de mi madre. Y la familia de mi abuela, ahí entre ellos crecimos.
LM: ¿Su mamá era de ahí de la zona?
RH: Era de San José de la Boca.
LM: Ándele.
RH: Durango. También Municipio de Tepehuanes, San José de la Boca.
LM: Y, ¿ahí crecieron?
RH: Sí, crecimos. Ellos siguieron en El Mineral.
LM: ¿A qué se dedicaba su mamá?
RH: Mi mamá, al hogar.
LM: Al hogar.
RH: Al hogar, a la casa.
LM: Y, ¿usted y sus hermanos?
RH: Pos, ahí crecimos y en la agricultura.
LM: ¿A qué edad empezó usted a trabajar en la agricultura?
RH: Oiga, nosotros empezamos desde muy chicos, porque quedamos muy pobres. Al lado de mi tío que estaba pobre y pos antes atendía a mantenernos.
LM: ¿Recuerda más o menos a qué edad empezó usted a trabajar ahí?
RH: Pos, oiga, yo empecé, que me acuerdo, como a los seis años. A cuidar cochinos.
LM: ¿Eran de su tío los cochinos?
RH: Sí, ahí criamos, no, él compraba animalitos y fuimos creciendo. Y fuimos haciendo, hicimos buen capital.
LM: Qué bueno.
RH: Lo que sea.
LM: ¿Sembraban?
RH: Se hizo buen capital sembrando, de ahí compró unas vaquitas, dos, tres vaquitas, y, o becerritas eran y fuimos aumentando. Él no era viciante [vicioso], mi tío. Y ahí nos enseñó a crecer, a vivir, a trabajar y a tenerle amor al trabajo.
LM: Claro, qué bueno.
RH: Y es lo que seguimos, hasta la fecha, ya nos estamos acabando, pero ya mis hermanos murieron. Quedé nomás yo.
LM: ¿Cómo se llamaban sus hermanos?
RH: Uno, el hombre se llamaba Arturo.
LM: ¿Él era el mayor?
RH: Era el segundo. La primera era mujercita, mujercita.
LM: ¿Cómo se llamaba ella?
RH: Eloísa.
LM: Y luego, Arturo.
RH: Y luego Arturo y luego Enriqueta y luego yo. Cuatro éramos.
LM: Don Roberto, ¿fue usted a la escuela?
RH: Oiga, pos sí me metieron, como, serían dos meses.
LM: Dos meses.
RH: Porque me sacaron para ir a cuidar a los animalitos. Una escuela que pagábamos, nos daban un peso cada mes para que le pagáramos al maestro. Era escuela particular, no, no del gobierno.
LM: ¿Usted le pagaba al maestro, le daban el dinero?
RH: Sí, me daban un peso y a mi hermano otro, porque pagábamos a un maestro un peso cada mes, fíjese, nos cobraba.
LM: ¿En dónde fue eso?
RH: Fue en un ranchito, pusieron esa escuela en un ranchito cercano, ahí a donde estábamos, a Los Sauces, que le dicen, le decían, Piedralumbre.
LM: Piedralumbre.
RH: Así le decía al ranchito. Había unos cuatro, cinco vecinos allí. Que se dedicaban a lo mismo, a criar animales y la agricultura.
LM: ¿Cómo era la vida en esos años?
RH: Oiga, pos, era dura, era dura.
LM: Era dura.
RH: Sí señor, era pesada. No crea que era como ahora.
LM: Se sufría bastante.
RH: Se sufría, a nosotros nos tocó, tiempo duro. No nos tocó carro, no nos tocó camioneta, no nos tocó nada. Nos tocó los burros, las mulas, los caballos. Fuimos creciendo enseñándonos a educarlos a que nos ayudaran.
LM: Claro.
RH: Así fue.
LM: ¿Trabajó usted en el mineral?
RH: No. Se paró porque, que la Revolución y quién sabe qué. Se fue la compañía. Pero mi padre quedó allí, pero no trabajaba. Él siempre trabajaba solo. Ocupaba un hombre, o dos. Sacaba sus espejos de plata, iba y los vendía a Culiacán. Porque pa acá había mucha revuelta, pa Durango.
LM: Para Durango había…
RH: Y, iba y los vendía por ahí en Culiacán. Y de allá es de donde nos traía el sustento mi padre, según esto.
LM: De plata, era el mineral.
RH: De plata.
LM: Y, ¿cómo fue que murieron sus padres?
RH: Hubo una enfermedad, que decían que se había envenenado el aire, eso me han dicho. Que hubo mucho en todos los pueblos esos, no se daban abasto a enterrar los que se iban muriendo, los que estaban vivos. ¿Cómo le decían? No me acuerdo cómo le decían a esa enfermedad. Gripa y tifo y viruela y quién sabe qué tanto. El caso es que se acabó mucha gente.
LM: Y, ¿de qué sería eso?
RH: Pos decían que era, que había habido la guerra.
LM: La Primera Guerra [Mundial].
RH: Y que habían quedado los aires envenenados.
LM: Probablemente la Primera Guerra Mundial.
RH: Esa fue, la Primera Guerra Mundial. Lo que yo no sé cuándo sería la Guerra Mundial, en qué fecha.
LM: De la Revolución, ya se había terminado, ya no le tocó a usted ver.
RH: Pues no, no me acuerdo, pero, pos ya se había terminado, porque según esto había nomás maleantes. Quedaba maleado, robando y mortificando y todo, pa, por un lado. Y maleantes, que llegaban, que sabía yo que llegaban con mi padre y hasta los golpeaban por sacarle centavos.
LM: Y era muy duro.
RH: Era muy duro. Y como ese camino de ese mineral, está pasando de aquí a Durango a Culiacán. Ahí pasaban las tropas por ahí, las tropas.
LM: Así es.
RH: Y si tenía un cochino se lo robaban, se lo quitaban, o se los comían. Si tenía una vaca, se la mataban y se la comían. Pos llegaban cuarenta o cincuenta o cien hombres y al pueblito y así iban por todos los pueblitos. Haciendo eso, no nomás con nosotros.
LM: Claro, muy bien.
RH: Así es.
LM: Su primer trabajo, don Roberto, de paga, que le hayan pagado, ¿cuál fue?
RH: Allí con mi tío.
LM: Con su tío.
RH: Porque tenía yo una tía, que era la que se había responsabilizado más de mí. Y me llega un día y ya le dije yo a mi tío: “Oiga tío”, ya habíamos hecho algo, “yo quiero tener responsabilidad de mi tía”. Y él me contestó: “¿Qué quieres?”. “Yo voy a buscar trabajo donde pueda, pa ayudar a mi tía”, porque yo la quería como mi madre. Aquí murió conmigo. Bueno, entonces, él me contesta: “Hijo, ¿qué quieres?”. Ella ya había venido de trabajar y me había dejado ya, y había ido al Mineral de Promotorio. Y yo no estaba a gusto porque ella había venido a trabajar. Y dice: “Si quiere”. “No, yo quiero ir a trabajar pa que no trabaje mi tía, yo ya puedo tío”. “No, bueno, pos haz lo que te dé gana, yo no puedo más, ella se quiso ir”. “Pos sí, pero va a trabajar y yo no quiero que vaya a trabajar, mientras que estuvo aquí, estoy yo con usted”. “Pos quieres”. Me dijo bien, no era malo. “Si quieres mándale dinero, dile”. Le dije: “No, yo quiero que de mi sudor salga eso”. Y me vine a Promontorio, se sintió y vine a trabajar en Promotorio. Allí hay un señor que tenía burros, yo era arriero. Sabía manejar burros, acarreando tierra pa las construcciones que les hacían a los mineros, a los trabajadores. Y reparaciones y todo, yo le acarreaba la piedra, porque es puras piedras, ahí en el mineral. Pero había un lugar que había tierra, y en los burros, les acarreaba yo la tierra pa que se batieran el lodo, y arreglaran las casas. Ahí fue la primera.
LM: ¿Cuánto le pagaban?
RH: Entonces me pagan $0.50 centavos. Las ocho horas, pero ya me daban ocho horas. Allá con mi tío trabajaba las doce horas o más.
LM: Y sin paga.
RH: Sí, porque era agricultura. Los desgranes del maíz y todo. Y así me fui. De ahí se descubrió un mineral que le dicen el huíjalo, que íbamos a sacar huíjalo.
LM: ¿Qué es el huíjalo?
RH: Ya dejé la raya y me jui al huíjalo.
LM: ¿Cuántos años tenía cuando se fue a trabajar allá al mineral?
RH: ¿Al huíjalo, a sacar?
LM: Al otro, al primero.
RH: Al primero, tenía diecisiete años.
LM: Diecisiete, ya estaba muchacho.
RH: Sí, ya me conocía yo poder.
LM: Y en el huíjalo, ¿cuántos tenía?
RH: Pues, no, luego me fui, pos todavía, dieciocho, pos. Como dieciocho años, un año más. Y allí sacaba metalito, lo vendía, porque habíamos muchos trabajadores ahí. Unos campos muy grandes en la sierra.
LM: ¿Cuánta gente habría ahí?
RH: Estaba así, pero, pa qué le voy a decir, muchos cientos, todos los árboles, porque hay puro árbol. No había casas, cuando fui yo. Y en cada árbol, pos había una familia, pos una ciudad que, (risas) y todos queriendo sacar. Escarbando en los montes, en los arroyos pa lavarle la tierra y sacarle el metal.
LM: Y sacaba.
RH: Sí sacaba.
LM: ¿Plata u oro?
RH: No sé. Nosotros nos pagaban por kilo ahí mismo. Los compradores ahí andaban con la balanza. Allí nos pagaban los centavitos.
LM: ¿A cómo le pagaban el kilo?
RH: Nos pagaban a $1.20 el kilo de metal. Y a mi tía, la había dejado yo en el mineral de Promontorio, en la casa de la hermana mayor que tenía yo. Ahí la había dejado. Ya, me cansé de trabajar allá, trabajé como unos ocho o diez meses en el huíjalo. Sí juntaba centavitos, ya traía yo mis centavitos. Porque ahí en el mismo mineral del Promontorio me adaptó la compañía, me ayudó, a darnos una casita cuando empecé a acarrear tierra en los burros. Nos dio una casita de tableta, un cuartito y, y ahí, ahí me vine. Entonces mi tío, comprendió, como andaba yo. Empezó a llamarnos, que se fuera mi tía pa que me fuera yo.
LM: Pos sí, pa que le fuera a ayudar.
RH: Por ayudar, bueno fui. Entonces él me dijo: “Vente hijo, no andes batallando, que se venga mi hermana”. Era hermana de él. “Te voy a pagar un peso diario, pa que me ayudes, pa que, tú ves qué haces con el peso”. “Pos encantado yo de la vida”, le dije. Me prestó unos cuartitos pa vivir, y, mi tío. Y ya me asenté ahí a trabajar con él.
LM: Otra vez a la agricultura.
RH: Otra vez ahí con él. Ya le hice compañía, porque él y yo fuimos muy amigos. Él me crió y no me dio un pellizco. Él me crió, no me regañó. Él me crió, me enseñó y todo y llegué a donde llegué. Bueno, de allí, ya junté, ya llegué a los veintitrés años, me casé.
LM: ¿Allá se casó?
RH: Allá en Los Sauces.
LM: ¿Cómo se llama su esposa?
RH: María Saucedo.
LM: María Saucedo de Favela. No, es María Favela de Saucedo. Y siguimos [seguimos] trabajando allí, haciendo siembras y todo, y yo ayudándole a él. Y cuando no tenía trabajo, ponía yo a la agricultura, a dedicar algo a criar al marranito, a algo ya, pero ya aparte de mi tío, ya yo trabajando pa mi tía y pa mí.
LM: Oiga, don Roberto, y, ¿en qué año se entera usted de que se puede ir a trabajar a Estados Unidos como bracero?
RH: Oiga, me fui en el [19]44.
LM: ¿Cuántos años tenía?
RH: Pos ahí sáquele la cuenta.
LM: Diez y tres, veinte. Tenía, ¿veintitrés años?
RH: Veinticuatro.
LM: Veintisiete años, ¿no?
RH: ¿Eh?
LM: ¿Veintisiete?
RH: Veintisiete, sí, porque ya tenía yo, uno, dos niñitos. Ya dos hijos.
LM: Ya tenía dos de familia. ¿Cómo fue que se enteró?, ¿qué decía la gente?
RH: No, no mire, el principio fue así, que sabíamos que había, porque antes de todo eso, de las guerras y todo, había habido gente que había ido a Estados Unidos. Y le había ido muy bien, veíamos, antes.
LM: Antes de eso.
RH: Antes de la guerra, que todo eso que había braceros. Se iba gente y, y víamos [veíamos] que les iba bien.
LM: ¿Cómo es que se iban?
RH: ¿Eh?
LM: ¿Cómo es que se iban?
RH: Pos de contrabando. Puro contrabando, no había modo de arreglar pasaporte.
LM: ¿Qué decía la gente?, ¿qué allá ocupaban?, o, ¿que habían…?
RH: No, pos víamos. Decían que, pos había, víamos como venían, con buenos centavos, buenas chachaguas. A parte nosotros acá los víamos, ¿verdá? En ese entonces yo estaba medianito. Y teníamos deseo de que los que iban pa allá, les iba bien. Y cuando empezó a hacer el, a decirse de los braceros, empezamos a que estaba bueno. Porque en Estados Unidos hubo en ese tiempo que se iban, unas leyes allá, me platicaron los que estaban, venían, que, no les, hubo una infracción que no le daban trabajo al mexicano.
LM: ¿No le daban?
RH: No, pa que se saliera, y se salieron solos. Como ahora que dicen que no los pueden echar. Nomás que digan que no les den trabajo, y se salen todos los mexicanos de allá. (risas) Así le hicieron los gringos, a los mexicanos. Al no darles trabajo a nadie, uno que otro, un amigo mío que vivía allá, en Chicago, después de que fui yo, [ah]ora después. Me platicaba, dice: “Yo no pude irme, aquí la hice”. Tenía su familia, dice: “Puse un, hice un carretoncito y yo lo jalaba, y mis niñas, por toda la calle. Y mis muchachitas me juntaban los papeles, puro juntando papeles por las calles para ir a venderlos, pa sacar, pa medio comer. Así le hice”, dice. Ay, le sufrimos, onde quiera, otros iban a la vía a ver si tiraban los carros, las góndolas mazorcas, pa venir a hacer el esquite.
LM: Mucha pobreza.
RH: Sí, pero de esa mucha de la gente, no la echan porque no quieren, les conviene. Nomás dijeron, el gobierno que iba a multar al fabricante o al que tuviera un trabajador mexicano, lo multaba duramente. Pos, siendo mexicano no lo dejaban entrar ni a los hoteles, ni a los cuartos, ni a nada. Ni a las tiendas casi.
LM: Ni nada.
RH: Pos, ¿qué hacía la gente? Tuvieron que venirse toditos. Había muchos familiares míos en ese entonces allá, parientes, todos se vinieron. Bueno, nosotros teníamos acá en ese tiempo, maíz, cosechas de maíz. Le alcanzaba uno muy bueno, estaba muy bien. Pues bien nuestros familiares, pos ahí peleaban un costal de maíz. Este de otro, otro de frijol, pos si venían limpios.
LM: No traían nada.
RH: Ya nadie se jue. Pero hubo las contrataciones y ta [todavía] teníamos miedo. No, el que jue el [19]42 me parece, cuando empezaron.
LM: El [19]42 empezaron.
RH: Bueno, pos iban unos, pero otros no nos arrojábamos. Cuando ya vimos que venían, y nos platicaban cómo estaba allá. Entonces sí, yo por eso el [19]44 fui a dar una paseadita.
LM: Y, ¿cuál era el miedo que tenían?
RH: El miedo era de que nos fueran a llevar a la guerra.
LM: Estaba la Segunda Guerra Mundial.
RH: Taba la Segunda Guerra Mundial, muy macizo.
LM: ¿Qué oían ustedes de la guerra?, ¿qué sabían de la guerra?
RH: ¿Qué, qué?
LM: ¿Qué sabían de la guerra?
RH: No, pos que andaban allá los alemanes matando toda la gente, era lo que sabíamos. Que había acabado con sabe qué tantas naciones ya, se las había traga[d]o, los dominaba allá. Y luego que, que no va la gente. Y luego después empezaba a salir en las películas como los arrimaban en camiones a toda la gente que juntaban y la embocaban pa la lumbre. Pos teníamos miedo.
LM: Y, ¿qué decían: “No, no vamos”?
RH: No, no vamos, pa, no, quién sabe. No, cuando ya se vio que, que venían bien vestidos, y ya nos sabe que no, que a su trabajo, vamos. Por eso yo fui hasta el [19]44, y no.
LM: ¿Cómo fue que se enlistó y que se fue a trabajar?
RH: No, pos mire, yo tenía amistades en Tepehuanes. Unos amiguitos, unos amigos, de los que valían ahí algo, ¿verdad?, en cuestión de la política. Y vine yo a verlos sobre un negocio de una mina, pa denunciarla entre él y yo. Y ya quería yo entrarle como mi padre a la minita. Y ya me dijo don Abel Zaragoza, se llamaba, dice: “Oye Roberto, ¿no tienes ganas de irte de bracero?”. Yo creo que él era el que tenía allá el negocio de buscar gente. Y, dice: “Uno de mis hijos quiere ir, no por necesidad”. Ellos no tenían necesidad. “Sino por conocer y yo quisiera, si te vas, si te animaras tú y te jueras junto con él”. Le dije: “Y, ¿cómo está eso?, pos, ¿qué se necesita?”. “No”, dice, “mira, yo de aquí te voy a dar una carta, van a llevar una carta de aquí, a Querétaro. Allá está la contratación ahorita”.
LM: Y estaba en Querétaro.
RH: Entonces, llegamos a Querétaro. Ya fui presenté, ya me dijo a qué licenciado y qué dirección llevaba y todo. Se lo entregué a uno de los licenciados la carta. La leyó, y entonces me dijo: “[Es]tan a las ocho en tal parte, los dos”. Bueno pos que ya se había acabalado el grupo.
LM: ¿De cuántos era el grupo o qué?
RH: No supe yo. Eran unos trenes llenos. Y en las contrataciones se juntaba mucha gente. Ya empezaba a juntarse ya, no cupo, ya iba lleno. (risas) Bueno, entonces dijo: “Ya se cerraron. Pero no, dejen hablar”. Habló por teléfono. Y ya, ya nos llevó él mismo allá a [d]on[de] taba la contratación, lo que era, a los dos. Pero pos siempre, yo no sé por qué hizo esa movida él, que dirían, por su hijo. Y entonces llegamos y ya salió uno y dijo ahí entre la gente: “Pos, aquí sobran dos”. Pos sacó dos pa meternos a nosotros. (risas) Después entendí yo las cosas, primero no las entendí.
LM: Claro.
RH: Pero después las entendí.
LM: ¿Qué dijo, ahora ya no sobra nadie?
RH: Y así vine yo a dar a las contrataciones.
LM: ¿Cómo era ese centro de contratación ahí en Querétaro?
RH: Oiga, pos había un salón grande. Y pos ahí nos juntaban haciendo cola y empezaban a examinarnos. Y pos, yo ya no, no alcancé, ni a examinarme.
LM: No lo examinaron.
RH: No, oiga, no, yo no.
LM: ¿Porque llevaban…?
RH: Pos la carta, digo yo, bueno, ¿cómo?
LM: Pero, ¿qué se dio cuenta usted que les hacían ahí a los demás?
RH: No, pos lo que vi yo que me platicaron ellos, que les habían hecho. Porque ahí estaba un pariente mío, que estaba ahí adentro. Dice: “¿Cómo le fue en la examinada, salió bien?”. “No nos examinaron a nosotros, no me doy cuenta”. Dice: “A nosotros hasta nos echaron polvo aquí en la cintura”. Un polvo blanco, desinfectándolo, ¿me entiende? Y yo, pos yo no, nosotros no.
LM: Ah pos, qué bueno.
RH: Así pasó. Entonces hasta ahí llegamos juntos, el hijo de él y yo. Porque ya nos, ya de allí nos separaron, él a un grupo y yo en otro. Y agarrar el tren para…
LM: Para la frontera.
RH: Creo que entramos por Nogales esa vez, yo.
LM: Por Nogales.
RH: Por Nogales, pasé por Nogales, nos metieron.
LM: No salía ahí en…
RH: A California. Sí, iban varios carros. Pero, es una cosa bonita. Porque ahí nos llevaban nuestra cajita con los alimentos a cada hora que se necesitaba.
LM: Le llevaban de comer.
RH: De comer. Una cajita, con lonches y una manzana, una naranja, algo así.
LM: ¿Comían bien?
RH: Bien, yo no me quejo.
LM: Y, ¿qué platicaban ahí entre los braceros?
RH: No, pos nomás pelábamos los ojos. (risas) Nomás pelábamos los ojos.
LM: Pos no sabían a lo que iban.
RH: No, no, pos a ver a ónde. A mí me tocó ir a California, pero a la sierra de Sacramento.
LM: ¿Dónde firmó el contrato?
RH: Pos aquí.
LM: ¿Ahí en Querétaro?
RH: En Querétaro.
LM: ¿De cuánto tiempo le dieron su contrato?
RH: De seis meses.
LM: Y los mandaron ahí a California, ¿verdad?
RH: A California.
LM: ¿En qué trabajó ahí en California?
RH: En una casa redonda del ferrocarril.
LM: Desde que firmó el contrato, ¿sabía que iba a ir al ferrocarril?
RH: No, yo no sabía a dónde iba. Si me iban a poner a, en qué.
LM: ¿Les dijeron cuánto les iban a pagar, o cómo?
RH: No, no, no, hasta que, allá fue donde supimos, onde nos pagaron.
LM: Y, ¿qué ilusiones llevaba usted?
RH: De conocer, pa trabajar y a ver si, iba con una chamarra como, los que… (risas) Bueno, pos así estábamos. Eran tiempos muy ciegos que teníamos.
LM: Un cambiecito nomás llevaban, o, ¿qué?
RH: Pos nomás, nomás eso, un cambiecito. Allá nos dieron, antes de llegar a onde íbamos, nos llevaron ropa. Hasta capote pal agua porque allá llueve mucho en la sierra. Es mucho frío allá cerca de Nevada. Y botas y camisa, pantalones.
LM: ¿Cuántos empezaron a trabajar ahí en ese?
RH: Ahí nos cortaron a nosotros diez. Caímos diez.
LM: Y, ¿cómo era el trabajo, don Roberto?
RH: El trabajo que tenía yo era prender las máquinas del ferrocarril, porque entonces eran de chapopote. Tenerles el vapor a las que llamaban. Ponían un, un, llegaba el tren, iban a sacar una máquina al camino. Y yo vía aquella tabla, a qué hora iba a salir para tenerla en el vapor alto. Unas en doscientos, grandes, otras en doscientos cincuenta libras. Según lo grande de la máquina, ahí lo decía. Ahí lo marcaba.
LM: Cuando llegaron, ¿alguien le enseñó a usar la máquina de ferrocarril?
RH: Sí, allí, allí un hombre anduvo conmigo dos días, un americano. Vi, nomás viendo qué hacía. Yo nomás viendo a ver qué hacía.
LM: ¿Hablaba español el americano?
RH: Un poquito. Pero yo nomás viendo qué hacía, qué buscaba, nomás dos días, nomás viendo. Atrás de él, atrás de él, iba y prendía una máquina y prendía otra, y apagaba. Y llegaba una máquina del camino, y llegaba una máquina del camino y a la redonda y luego a ver. A ponerle lumbre, a ver cómo venía de agua, a ver cómo. Otros se encargaban de ayudarle a uno, al maquinista, a sacar, pero ese sabía en inglés, era de aquí de Vicente Guerrero. A sacar las máquinas, a echarles agua y arena.
LM: Agua y arena.
RH: Yo nomás el vapor.
LM: ¿Para qué les echaban agua y arena?
RH: No, pal camino les echan, en un, traen un boiler, traían eso, un boiler. Y lo llenaban de arena para, finita, para en las cuestas, trae la máquina un, la rueda, y una manguerita que le echa arena, le cae al riel.
LM: Al riel.
RH: Y anduve viendo tu sabes pa qué. Y entonces la rueda de la máquina se agarra. Se agarraba con la arena. (risas)
LM: Mire.
RH: Eso era.
LM: ¿A qué horas empezaba a trabajar?
RH: ¿Yo? Todo el tiempo. Me parece a las ocho, oiga.
LM: Y, ¿cuántas horas trabajaba?
RH: Ocho. Porque allá no, no lo dejan a uno trabajar un minuto más.
LM: ¿Cuánto le pagaban, se acuerda?
RH: Me acuerdo que a $0.63 centavos la hora. Así me pagaban.
LM: Y trabajaban qué, ¿de lunes a…?
RH: De lunes a, en toda la semana. Y de que, yo me tocaba hasta meter mucho hora extra. Esa la pagaban, hora y media.
LM: ¿Cada hora?
RH: Cada hora.
LM: ¿Le pagaban hora y media?
RH: Sí.
LM: ¿Trabajaban también los domingos?
RH: No.
LM: Nomás hasta el sábado.
RH: Iba otro señor y reemplazaba el domingo, un tejano. Iba ahí y trabaja él.
LM: ¿Aprendió un poquito de inglés?
RH: No, oiga, casi nada.
LM: Casi nada. Pero, ¿había mayordomos ahí?
RH: ¿Eh? Sí había, sí había. Y los otros diez que fueron, uno cargando la arena, el agua y allí meneando la mesa redonda onde volteaban las máquinas. Ese le ayudaba a otro. Ese ahí lo pusieron en buen trabajo porque él sabía inglés, había nacido allá. Y había estado allá cuando lo salieron solo. (risas) Era de Vicente Guerrero, el muchacho ese. Y por eso le tocó mejor. Pos es igual y los otros limpiando los aceites, en la casa redonda, los fierros, los aceites. Porque las máquinas derramaban aceite, en veces.
LM: ¿Qué es lo de la casa redonda?
RH: Mire, es, está en la vía, aquí está un hoyo grande y llega una vía aquí del ferrocarril, llega otra aquí del ferrocarril, llega otra aquí. Y esta mesa, esta redonda, tiene una vía en medio. Y esta vía se encausa, cuando viene la máquina por esta vía, le dan vuelta a la mesa y luego se encausa hasta, hasta… Los rieles aquellos se pegan a estos y ya entra aquí la máquina y aquí le dan vuelta a la máquina, en esa rueda, hasta que la ponen en su lugar. Y la meten a la casa redonda.
LM: Y sale, ¿ahí le daban dirección a las máquinas?
RH: Sí, ahí les daba la dirección a las máquinas.
LM: ¿Cuántos hombres trabajaban ahí? Me dice que diez, ¿verdad?, llegaron…
RH: Eh, de nosotros llegamos diez ahí. No sé los otros pa dónde se los llevarían, porque iban muchos.
LM: Y, ¿cómo era el clima del lugar ahí?
RH: Muy duro, unos nortes muy duros. Unos nortes muy duro, digo no, ya que vi botas y capote. Y nos ayudaron, pero no lo sentíamos. Porque, pa qué voy a decir, ahí nos dieron muy bien. En la estación estaba un hotel, grande arriba y con muchos cuartos y luego abajo un restaurant muy bonito. Y ya nos dieron nuestro cuarto a cada uno, en, arriba.
LM: ¿Les dieron un cuarto en el hotel?
RH: Bien alfombrado, con su baño, bien. De allí bajábamos y comíamos en el restaurante.
LM: ¿Les daban los alimentos?
RH: Nos daba la compañía acá, un librito, pa que pagáramos. Los primeros días, mientras que agarrábamos dinero. Muy bonito.
LM: Vivían a gusto.
RH: Yo, pa mí fue un paseo.
LM: Vivían a gusto.
RH: No, yo muy a gusto.
LM: El trato que recibían de los americanos, ¿cómo era?
RH: Oiga, para mí ha sido muy bueno. No nomás esa vez he ido.
LM: Siempre se han portado bien.
RH: Y para mí, ha sido un trato muy bueno. Lo cual es que, yo no tengo más de que agradecerles. Me decían que discriminaban, que esto que el otro. No, yo no. A mí, me tocó que me respetaron de orilla a orilla. Ahí tengo las cartas todavía de ahí.
LM: A ver si me las…
RH: ¿Quiere verlas?
LM: Sí, ahorita que acabemos, ahorita que acabemos.
RH: Ah bueno.
LM: Y cuénteme, ¿ese cuarto, vivía usted solo ahí, o lo compartía?
RH: Solo. Cada quien su cuarto. Y el que limpiaba, nos lo limpiaba todos los días. ¿Qué más quiere?
LM: No, pos taba como rey.
RH: ¿Qué voy a hablar yo de esa gente?
LM: Me imagino.
RH: Yo no puedo hablar de esa gente.
LM: Pues lo que es.
RH: Y, ¿cada cuándo les pagaban, don Roberto?
RH: Era cada quincena.
LM: Cada quincena.
RH: Por quincena las…
LM: ¿En cheque o en efectivo?
RH: En cheque.
LM: Y, ¿dónde cambiaban el cheque?
RH: Pos yo en las marquetas.
LM: ¿Iban a comprar algo?
RH: Algo, compraba algo. Y de todos modos había una marqueta, sería por orden de la compañía, que juera uno y compraba, le cambiaba. Si no le compraba le cambiaba, aquellos cheques de la compañía aquella.
LM: ¿Se acuerda cómo se llamaba la compañía?
RH: Sí, Oster Wester.
LM: ¿Mandaba dinero usted, don Roberto?
RH: Pos cómo no. Y toavía tengo ahí los rollos de los talones que me daban allá. Todos los conservo. Y, de, que me daban allá, para mandarle a mi familia.
LM: ¿A quién le mandaba usted, a su tía?
RH: ¿Eh?
LM: ¿Le mandaba a su tía?
RH: No, ya estaba casa[d]o.
LM: Ah, ya estaba casado. ¿Cómo lo mandaban?
RH: Eh?
LM: ¿Cómo mandaban el dinero?
RH: Por correo. Iba y registraba la carta. Y, nomás que tenía que registrar la carta con el cheque adentro. Que viera la del correo para registrarla que ahí llevaba dinero.
LM: ¿Siempre llegó el cheque?
RH: Todo el tiempo. Nunca me falló.
LM: ¿Alguna vez le quedaron a deber algo?
RH: ¿Quién?
LM: La compañía.
RH: No, a mí nunca me quedó a deber nada, todo me pagó. Y me despidieron muy lindamente, que estoy muy agradecido.
LM: Oiga, don Roberto, y, ¿qué hacían los fines de semana, el día que no trabajaban?
RH: Pos no, yo todo el tiempo he sido muy aparta[d]o. Ahí me encerraba en mi cuarto a leer algo que llevaba yo mismo de por acá. Había yo echado unos libritos y me devertía [divertía]. Y luego había ahí unas gentes de Sacramento, me llevaban libros en español.
LM: ¿Tenía radio?
RH: Los otros salían y se vagueaban y se llegaban todos borrachos, cantando y ahora, última hora los cambiaron de allí, yo me quedé allí. Por esa movida creí yo que, van a un cajón de un tejabán. (risas) Porque, porque llegaban borrachos, cantando, peleándose, oiga, en el hotel. Unas gentes de Guerrero, de, unas gentes hasta de ahí de la Colonia Hidalgo eran.
LM: Ándele.
RH: Pos ahí llegaban igual de borrachos, todos se salían y se cambiaban y buscaban. Los primeros meses no. Fueron agarrando orilla. (risas)
LM: ¿Agarraron confianza?
RH: Sí.
LM: Se echaron a perder.
RH: Y yo, no fue nomás seis meses. De ahí, me pidieron que les renovara.
LM: ¿Le renovaron su contrato?
RH: Y, y me renovaron por seis, pero, por otros seis meses.
LM: ¿Qué le dijeron?
RH: Que les ayudara. Trajeron un, que un tejano y que les ayudara un poquito más. Dije que sí, que a ver qué podía. Que les iba a ayudar, les dije, hasta que se acabe la guerra. Sean seis meses, o diez, si es que quieran que les siga mi trabajo hasta entonces. Se corta la guerra, les dije: “Ya me voy”. A los ocho meses les dije. (risas)
LM: ¿A los ocho meses?
RH: A los ocho meses les dije. No acabé el otro contrato, porque yo, el compromiso que les dije: “Yo les voy a ayudar hasta que se acabe la guerra”. Que fue el [19]45. Ya les proteste yo que, pos ya, ya me quería venir, porque ya parecía que ya había pasa[d]o la tempestad. (risas)
LM: ¿Extrañaba por acá?
RH: Cómo no, pos siempre uno su tierra, es madre.
LM: Claro.
RH: Es su tierra.
LM: Y, ¿qué es lo que más…?
RH: Y por eso no estoy allá. Arreglé pasaporte de residencia allá.
LM: ¿Qué es lo que más extrañaba, don Roberto?
RH: Eh, mi gente. Mi gente, ya ve que allá estaba solo. Y que, y yo lo pensaba. Y bueno: “Y, ¿qué me obliga?, yo pos estoy bien”. Pero siempre extrañaba mucho no ver mi gente.
LM: ¿Se escribía con su familia?
RH: Ah, cómo no. Pos es lo que lo hace a uno arrastrarse pa donde quiera.
LM: ¿Se acuerda qué le platicaban en las cartas, qué les platicaba usted en las cartas?
RH: ¿A dónde, a la gente?
LM: A la familia.
RH: No, no, pos que estaba bien. Porque ellos también acá estaban con pendiente. En mandarles centavo, y pos que se ayudaran, comieran y que yo estaba bien, trabajando. Y que ya pronto venía. Aunque les decía: “Ya pronto voy”. Porque estaban mis muchachitos, medianitos.
LM: ¿Cuántos hijos tuvo?
RH: ¿Eh?
LM: ¿Cuánto hijos tuvo?
RH: ¿Yo? Seis.
LM: Y, ¿en aquel entonces tenía dos?
RH: Dos.
LM: ¿Conoció algún pueblo ahí cerca?
RH: Pos casi no, oiga, yo no, pos yo no salía. Los otros compañeros se iban hasta Reno, y andaba. Y como daban, querían ir a alguna parte, daban el boleto libre a los que trabajaban en la vía.
LM: El Pasaje del tren.
RH: Pa que fueran a pasearse y vinieran.
LM: ¿Usted no?
RH: No, yo no lo ocupé nunca la vía. Yo allá en mi cuarto.
LM: Tranquilo.
RH: La hacía bien y limpiando ahí mí cuarto, bajando a comer. Hasta tenían unas meseras ahí que sabían español, pa que atendieran a los mexicanos. No, yo trabajé con esa compañía muy bien. Trabajé en Chicago, en Aurora, Illinois, con otra. Igualmente me pasó, muy bien.
LM: Y se regresó. ¿Cuántas veces se contrató, don Roberto?
RH: Yo nomás una, esa nomás, contratado nomás esa. Después fui de moja[d]o.
LM: Cuando se regresó a México, ¿cómo se regresó, qué le dieron al terminar su contrato?
RH: No, no me dieron, mi pago, mi pago y mi boleto.
LM: ¿Hasta dónde le dieron el boleto?
RH: Hasta la frontera.
LM: ¿Ahí en El Paso?
RH: No, si me parece creo que hasta aquí, no me acuerdo bien, oiga, ya tanto año, sesenta años de eso, no, ya casi ni me acuerdo. (risas)
LM: ¿Dónde cruzó la frontera?, ¿se acuerda?
RH: Ya para acá, ¿por dónde nos salimos?, de eso no me acuerdo, oiga, ¿cree? ¿Por dónde salimos esa vez? No me acuerdo.
LM: Y, ¿se vino en el tren, o en qué se vino de allá para acá?
RH: El caso es que, cuando me vine de allá, llegué a Guadalajara, tuvimos que pasar por Guadalajara.
LM: Por Guadalajara.
RH: Sería por Mexicali, yo no me acuerdo bien, o por Tijuana. Nos echaron porque entonces no había comunicaciones como ahora. Para venir de allá a acá a Durango, rodeaba uno por acá de donde había comunicación. Llegamos a Guadalajara y de Guadalajara a Durango, así le hacían todos. Y ahora no, ahora por donde quiera hay carreteras que atraviesan, no necesita uno hacer rodeos.
LM: Claro, pero antes…
RH: Pero antes sí.
LM: Cuénteme, don Roberto, qué comían allá.
RH: ¿Allá? Pos había mucha comida, huevos, lechi, jaquequis [hot cakes], carne lo que…
LM: ¿No extrañaba la comida de aquí de México?
RH: No.
LM: Se acostumbró bien al…
RH: Sí, sí, la comida de allá me cayó bien, pues es la ca… Me fijo que pues es la misma. Únicamente acá era más corta, porque había, estaba las situaciones más tristes, no había suficiente dinero. Pero en, pero yo para mí la leche es la misma, el huevo es igual, la carne de la misma.
LM: Claro.
RH: Yo no extrañé nada. Los jaquequis. [hot cakes]. Yo el chile nunca me ha gustado. Los jaquequis [hot cakes] pues aquí los hacían en mi casa.
LM: También. Así que en ese sentido era la misma.
RH: Yo para mí, no hubo extrañeces en la comida.
LM: ¿Hizo alguna amistad buena en ese tiempo?
RH: ¿Amistades? En ese tiempo no hice ahí amistades. Porque poco salía, y para eso necesita uno salir a comunicarse con la gente.
LM: ¿Había americanos y gente de color negro ahí trabajando en la misma?
RH: Sí había.
LM: Y, ¿cómo se llevaban con ustedes?
RH: Bien, muy bien. Yo conmigo, yo no tengo que decir ni que un americano me haiga hecho una mala cara o algo, pos que voy a decir.
LM: Eran amables.
RH: Amables son los americanos, y entienden las cosas. Le harán mal al que los provoca.
LM: Claro.
RH: Eso es lo que pienso yo, porque muchos se quejan, pero es que provocan la cosa.
LM: ¿Recuerda alguna queja que haya habido ahí en el trabajo de los compañeros?
RH: No, pues andábamos ahí enterrados como (ininteligible) de lo que le decía, lo que tenía que hacer.
LM: ¿En alguna ocasión se enfermó usted por allá?
RH: No, nunca sufrí enfermedades yo por allá.
LM: Nunca.
RH: No.
LM: ¿Qué hacían los mismos compañeros después de que se acababa el trabajo?
RH: ¿En la tarde?
LM: En la tarde.
RH: Pos ellos eran curiosos, no le digo, si yo, al principio estaban ahí como asustados, ¿verdad?, (risas) como asustados. Pero empezaron a agarrar la corriente y ya después no paraban ahí, de buscar la cervecita, de buscar la cosita esa, que… Porque a unos les gustaba mucho y con centavitos.
LM: ¿Echaban novio por allá?
RH: No, que, de eso no pos, luego se acordaba uno de eso. [Es]taba uno con la preocupación que, yo me figuraba que nada se puede hacer porque estaba uno siempre en casa ajena.
LM: Claro, había que comportarse.
RH: Un poco, no, no. Pero ya le digo así pasamos, no sé. Muchos se quedaron allá todavía porque pos renovamos por los ocho meses, por los doce meses, otros seis meses. Pero yo con ellos claramente les dije: “Yo voy a ayudarles hasta que se acabe la guerra”. “Ya se va a acabar”. “Bueno pues”.
LM: ¿Se acuerda de las noticias cuando se acabó la guerra?
RH: Sí, empezaba el movimiento, veía yo y ya los que sabían un poquito, porque ahí en Sacramento en California había gente que sabía un poquito español, ¿verdad? Ya me empezaron a platicar unos tejanos que ya se había acabado la guerra y a rabiar y bueno.
LM: ¿Hicieron algún desfile, o algo?
RH: No, oiga, yo no vi que hicieran ahí. Nomás muy contenta la gente, en los restauranes, estaban abrazándose y eso, felicitándose unos a los otros y yo nomás viéndolos. Pues yo no sabía qué, (risas) pues era que se había acabado la guerra.
LM: ¿Usted no los felicitó?
RH: No, no pues no, no sabía yo qué, pues.
LM: Cuénteme, ¿qué hizo cuando se regresó a México? ¿A qué se dedicó?
RH: No pues vine y compré unos bueyecitos para la agricultura, compraba mueblecitos, hay aunque sea camas para mi familia, era lo que hacía uno.
LM: ¿Qué trajo de allá, don Roberto?
RH: ¿De allá? Pues nada.
LM: Ropita.
RH: Ropita pa mí, y ropa que usaba allá, pero no hice por traer cosas, no, todo eso no.
LM: ¿Cómo lo recibieron por acá la familia?
RH: No, pos cómo no, mi pobre familia, cómo no, ya se le hacía que ya no volvía, que ya no volvía. Eso es, porque así era entonces. Teníamos esa ignorancia y ahora no, no es igual ahora. Entonces eso, en esos tiempos, uh cómo se sufría, salirse uno de su lugarcito y dejar su gente. Si se casaba quería estar ahí en un ladito. Igualmente a los padres de uno, querían que estuviera uno ahí también, no que vaya a trabajar allá que no, ahí cerquitas, sabiendo uno del otro, ese era el, las costumbres de entonces.
LM: Claro, así se vivía. Muy bien.
RH: Así se vivía.
LM: Entonces trabajó en la agricultura, o, ¿en qué trabajó?
RH: Aquí en México. Entré a la agricultura y entonces compré… Había muerto un herrero que trabajaba el fierro y lo había matado un caballo de una patada, y la señora tenía la herramientita pues en su casa. Yo traje centavitos y le compré la herramientita y me empecé a hacer zapatos pa los caballos, pa los burros. En la arrierada compraban mucho eso y rejas de los arados de madera, pa labrar la tierra, todo eso hacía, chapas de puerta. Bueno, empecé a desatarme ahí con los fierros.
LM: ¿De herrero?
RH: De herrero, así les decían, herreros.
LM: Y, ¿sí le salía?
RH: Y todavía están ahí por ahí los fierros, todavía, desde entonces.
LM: Todo guardó.
RH: Eso que compré todavía existe ahí, los fierros más grandes.
LM: Y, ¿ganaba bien?
RH: Sí, sí sacaba mis centavitos, sí, no le echaba mucho menos a Estados Unidos, si yo sacaba de ahí, la gente me buscaba y…
LM: ¿No le dieron ganas de regresar?
RH: Pues sí, sí quedé con la espina de regresar. Y cuando me cambié para aquí a Durango, me vi un poco, porque trabajaba en la agricultura, no llovió y todo lo que había invertido, se nos acabó. Entonces me fui.
LM: ¿En qué año se vino a Durango?
RH: Era el [19]52.
LM: El [19]52.
RH: Fue el [19]52. Y entonces me fui a trabajar a Estados Unidos de moja[d]o.
LM: De mojado. ¿Por qué ya no se fue de bracero, si todavía había contrataciones?
RH: No, pues ya no había, si hubiera braceriada, no me acuerdo ya ni cómo bracereaba.
LM: Ya no. Y se fue de mojado.
RH: Yo me fui, me fui hasta Chicago.
LM: ¿Por dónde cruzó
RH: Por El Paso.
LM: Por El Paso.
RH: Texas.
LM: ¿Por el río?
RH: Por el río.
LM: ¿Estaba fácil?
RH: Sí, estaba fácil, estaba fácil. Sí se sumía uno pero, era poco.
LM: Y de ahí ya estando de aquel lado, ¿no le preguntaron nada?
RH: No, había arreglado yo ahí en Ciudad Juárez, una señora, de por ahí de Texas que tenía carro, que viniera como coyota, en tal parte me iba a esperar de aquel lado en El Paso, a tales horas. Y ya nomás pasé y me fui y la señora me llevó, ¿cómo se llama?, Amarillo, Texas.
LM: Allá a Amarillo. ¿Le cobró la señora?
RH: Sí.
LM: ¿Cuánto le cobró?
RH: No me acuerdo, creo que $300 pesos, por ahí.
LM: Mire.
RH: Y de allí, de Amarillo, ella misma me orientó al dejarme, ónde iba a agarrar el tren, para que agarrara el tren hasta Chicago. Que buscara ahí a ver quién me ayudaba a sacar el boleto, para que no entrara yo y me fuera a agarrar La Migración, a la oficina.
LM: ¿Había Migración?
RH: Pos sí hallé un señor, que fue y me sacó el boleto. Decía que pa cuando pasara el tren. (risas)
LM: Vámonos. Y se fue en el tren.
RH: Y luego me fui hasta Chicago, y allá no hallaba yo una persona que supiera español.
LM: No había.
RH: ¡Un problemón! Y yo iba buscando unos parientes que vivían en Aurora, Illinois, yo tenía la dirección. Pa agarrar el tren de Chicago a Aurora, había uno pero corría por arriba del edificio. Pa llegar allá, pa subir, pos a ver por dónde, pos hubo que, un policía, era texano que parecía de ahí, ya le hablé.
LM: Hablaba español.
RH: Sí, hablaba español, era de Texas, y ya le pregunté. Dice: “Vente”. Él me llevó donde subí, dice: “Allá arriba llega el tren y ahí lo agarras pa Aurora”. Pos así le hice.
LM: Y, ¿llegó?
RH: Y llegué a Aurora. Ya allá a un taxi le di la dirección, donde estaban los parientes, conocidos. Y un taxi me llevó.
LM: Y, ¿qué pensaba en el camino, no le daba miedo que lo fueran a…?
RH: No, no, no, yo ya sabía que los americanos no le hacen mal a nadie, ya sabía. Le tenía miedo nomás a los negros, de color.
LM: ¿Por qué?
RH: Decía: “Los americanos, ¿qué me hacen?, nada, no me hacen nada. Ellos no me van a robar, no me van a matar, yo sé que no”.
LM: Y al negro, ¿por qué le tenía miedo?
RH: Porque decían que eran malos.
LM: Pues sí.
RH: Sería o no, yo, nunca me hicieron daño a mí, pero eso decían, se oía, las versiones que daban.
LM: Y, ¿de qué trabajó ahí en Chicago?
RH: Entonces, en la Aurora.
LM: En la Aurora, perdón.
RH: Fui a una papelera y ahí agarré el trabajo. Una fábrica de hacer cartones, hacían ahí, papelera, le decían. Y ahí ya no me gustó el trabajo porque era muy caluroso donde me tocó. Trabajé unas cuantas semanas y luego fui a buscar el traque, en la compañía de la Burlington.
LM: Donde había trabajado.
RH: No, no es la misma, pero es traque. La que había trabajado pues acá está por Nevada.
LM: Claro.
RH: Y allí trabajé hasta que ya tenía yo como unos ocho meses. Pero hallé un texano que se llamaba José Gallegos, que me platic[aba], me buscaba. Y me decía, cuando yo quería, quise venirme: “No te vayas, Roberto”. Él tenía su esposa nomás porque había tenido un hijo y se había muerto en la guerra que había habido, en la Segunda Guerra. ¿Por qué? Dice: “Mira, si trabajas aquí, te va mejor. Trabajas cinco años y te dan seguro”. Y como acá en la compañía que trabajé en California, me dieron mi seguro.
LM: ¿Le daban su seguro?
RH: Que es el que tengo. Bueno, entonces me decía ese texano eso. Dice: “Mira, ya tienes tiempo trabajando, estás desde hace ocho meses, aquí ya tienes otros ocho, aviéntate”, me decía, “no te vayas. Sacas tu seguro y pa tu mujer también, te dan tu seguro”. Ya había seguro. Y por siempre me vine.
LM: No lo convenció.
RH: Dije: “Voy a venir”. Pos sí, a los dos años fui otra vez, entonces entré acá por Ciudad Acuña.
LM: Ciudad Acuña, Tamaulipas.
RH: Por Tamaulipas. Un coyote le pagué porque me orientara en el río, íbamos yo y otros dos de Guanajuato.
LM: ¿Dónde se habían conocido con los de…?
RH: ¿De Guanajuato? Allá buscando la orilla del río, (risas) allá en la misma tarea, allá nos conocimos. Y pagamos un coyote y el coyote le tuvimos que dar luego $15 dólares.
LM: ¿Estaba fácil la pasada ahí también?
RH: Se prestaba un poco. [Es]taba la pasada por Piedras Negras, allá íbamos. Pero en Piedras Negras llegamos a un hotel y había otros señores que iban de aquí y que usted los conocía, iba conmigo don Pablo Chaidez. ¿Los conoces?
LM: De, son de por allá de…
RH: De Carreras. Bueno, y que estaban unos de Herrera, uno se espera, eran de la Judicial que le decían Herrera, bueno, listo. Pero ellos les tocó primero ir a pasar por Piedras Negras y nosotros yendo a ver, pos que van llegando. Estábamos en el mismo hotel. Llegando al hotel casi desnudos, porque los agarraron por ahí en el jarillar del río y les quitaron hasta los pantalones.
LM: Válgame. Y, ¿se vinieron con ellos?
RH: Entonces ya no quisimos don Pablo y yo entrar por ahí. Entonces dijo él: “No pues aquí no se puede, yo estoy impuesto por Tijuana. ¡Vámonos pa allá!”. Le dije: “No, yo ya estoy aquí, aquí le voy a atorar, a ver por dónde sale”. Él se fue, se vino y ya me quedé yo allá, y ya fue cuando hallé a los de Guanajuato.
LM: Y, ¿ahí cruzó?
RH: Y luego con los $15 dólares, el coyote en San Juan del Río, ¿cómo le dicen? San Juan del Río, no, no, no. Del Río, Texas, la ciudad que está al otro lado.
LM: Del Río, Texas, se llama.
RH: Iba a comprar un carro en $15 dólares pa llevarnos a Chicago, a Aurora, Illinois, a donde había trabajado yo. Pos lo compró.
LM: Con los $15 dólares.
RH: Con los $15 dólares, el carrito.
LM: Muy barato.
RH: Era muy barato, pos ir a quedarnos en el camino, pos cómo estaría ese carro. Bueno, pos va a creer que nollegó hasta allá día y noche, zumbe y zumbe. Acá nos dejaba, cuando iba a echar gasolina, él sabía el camino, nos dejaba acá escondidos en la orilla de la ciudad que iba a pasar, a echar gasolina. Para ir a echar gasolina y ya venía a levantarnos.
LM: ¿Qué carrito era?, ¿se acuerda?
RH: No me acuerdo, creo que era chevroletito, no me acuerdo bien. Entonces, llegamos a donde yo había trabajado, que es un pueblito de ahí de Aurora, cerquita, que se llama Montgomery. Entonces dijo el coyote: “Aquí es donde quedé de traerlos”. Le pagamos.
LM: ¿Cuánto les cobró?
RH: Me parece $300 pesos, no dólares, pesos.
LM: Trescientos pesos.
RH: A cada uno. Y iban dos de Guanajuato, el papá y el hijo y casi nos morimos del hambre, pues si no queríamos ni comer, no queríamos correr pa llegar pronto. Llegamos y dije: “Oye, sí, aquí es la estación donde trabajaba yo”. “Bueno”. Entonces los de Guanajuato, se fueron con él, no se fueron con él. Dijo: “Nosotros también nos quedamos aquí”. Ellos iban directo a Chicago. “Al cabo ya conocemos aquí, de aquí vamos a agarrar la ruta del autobús que pasa por el otro lado de la vía y nos vamos a Chicago”. Entonces él, se bajó, hizo el carrito a un lado de la carretera, ¿sabe lo qué hizo?, ahí lo parquió [estacionó] y él se fue a agarrar el autobús, para venirse pa Texas.
LM: ¿Ahí dejó el carro?
RH: Ahí dejó el carro, ahí estuvo, nomás dejó (ininteligible).
LM: Y volvió a trabajar ahí en el traque.
RH: Allí llegué, no, pos ahí luego luego me agarró.
LM: Era fácil, ya lo conocían.
RH: Ey, pues era donde había trabajado yo ocho meses, luego luego.
LM: Y, ¿cuánto tiempo trabajó esa vez?
RH: Esa vez trabajé como diez meses. Cuando me vine.
LM: Y se regresó.
RH: Bueno ya, ya le iba juntando algo al seguro. Estando aquí había oportunidad, con familiares, amistades, de poder arreglar pasaporte.
LM: Y, ¿así fue que arregló residencia?
RH: Arreglé la residencia. A ir a acabalar nomás los cinco años. Fui y trabajé, hasta acabalar los cinco años. Dije: “Ya me voy”.
LM: Y ya a los cinco años, y, ¿cada vez que entraba, trabajaba con ese mismo número?
RH: Con ese mismo número del seguro. Y ya cuando estaba aquí que acabalé los, eran sesenta y dos años entonces, cuando lo jubilaban a uno. Ya escribí yo al Consulado en Monterrey y vinieron dos del Consulado de Monterrey a verme donde estaba.
LM: Vinieron a verlo.
RH: A ver si era verdad que vivíamos, yo creo. Ya llegaron, ya me estuvieron haciendo preguntitas de esas, de cuándo había ido, cuánto había estado, y que les enseñara mi seguro, llevaban el número de mi seguro. Cuando ya me empezaron a pagar mi jubilación. Tengo más de veinte años que me estaban pagando ahí. Me llegó mi ayudadita.
LM: Y, ¿ha ido otra vez a Estados Unidos?
RH: No, ya no he ido.
LM: Ya después que recibió su residencia, ¿ya no?
RH: No, si no me gustó mucho, ¿verdad?, como para asentar mi familia allá. Porque yo veía, sabía y oía, Estados Unidos siempre todo el tiempo está peleando y yo tenía cuatro varoncitos.
LM: Sabía que siempre estaban…
RH: De pleito, con una nación, con otra, pos queriendo poner el orden, porque yo sé que andan poniendo el orden donde andan. Alineando a la gente a su derecho, no chueco, yo eso lo veo bien. Y han andado sacando a muchas pueblos de la humildad y de muchas, de muchas discriminaciones, como andan ahora con Irak. Porque esa gente muriéndose de hambre y ellos hasta con los pisos de oro, pues qué es eso. Todo eso ellos andan corrigiendo. Sí, está bueno, pero yo, mis varones no quería que fueran.
LM: Dijo: “No”.
RH: Dije: “No, pues aquí toda la vida están en guerra, están con ese pleito y cuándo van a acabar los pobres”.
LM: Y decidió quedarse en…
RH: Sí, dije: “No. Todavía cuando vinieron a arreglarme el seguro, a verme, me preguntaron, que si quería ir a vivir a Estados Unidos o quería seguir yo aquí. Que allá me podían dar más, el seguro, allá. Dije: “No, aunque sea poquito, por favor aquí”. Y así fue.
LM: Qué bueno, qué bueno.
RH: Porque la tierra es madre y luego uno lo que hay, se fija. Poquito de no tener tanto tormento.
LM: ¿Qué es lo que más le gustó de Estados Unidos, don Roberto?
RH: Los modos de la gente, los modos de la gente. Eso me gustó mucho.
LM: Y, ¿algo que no le haya gustado?
RH: El modo de vivir, el modo de, hasta de caminar me gustó, hasta ir en un autobús, no es igual donde quiera.
LM: El orden.
RH: El orden que se ve. Que quisiera yo que nosotros tan cerquita no copiamos eso, pa que nuestros hijos tuvieran otra vida, eso quisiera yo. Pero no se puede, no se ha podido, quizá más después.
LM: Pues ojalá.
RH: Yo preguntaba y lo que me decía la gente allá. Decía: “No, es que México va cincuenta años atrás”. Bueno y por qué no se pone también delante, por qué no adelanta, de que le quite tanta pobrería. Porque se queda todos pidiendo limosna, que pa la escuela, que pa esto y pal otro. Una ciudad de que me da lastima. Yo estuve allá en Yucatán, veo que en cada tienda está una alcancía. Ayuda pa esto, ayuda pal otro, [se] sube uno al autobús, suben con un botecito también, que pa los viejitos, que pa los… Eso no se ve bien.
LM: Está mal eso.
RH: Es triste, pa qué piden, si hay, yo sé que sí hay.
LM: Que trabajen.
RH: Da vergüenza que vienen de esos países acá, como dicen allá en Mérida, una vez salió en las noticias, que por los turistas no los dejaban andar los limosneros, pidiendo que no dejan ni caminar, oiga.
LM: Así es.
RH: ¿Cree que no es triste eso?
LM: Sí.
RH: Y vergonzoso, yo no sé nuestras autoridades cuándo quiten eso.
LM: Qué piensan, ¿verdad?
RH: ¿Qué piensan? Si hay mucho petróleo, hay minería, hay agricultura, mucho modo de que pudiera remediarse todo eso. Así es y así estamos, y no crea que estoy contando mentiras.
LM: No, no, yo sé que no, don Roberto. Don Roberto, para finalizar, me gustaría preguntarle, a usted, ¿qué sentimiento le causa el escuchar el término bracero?
RH: Oiga, pos el escuchar el término, muy bien. Porque fui a ayudar un poco a que estos hombres pongan las cosas en su lugar un poquito. Porque desde que empezamos a haber braceros, empezamos a tener zapatos, eso es lo que digo yo.
LM: Fue de ayuda, de beneficio para el pueblo.
RH: Cómo no, pos y si no. (ininteligible) Oiga, pues cómo va a hablar uno del que le está dando la comida. (risas) ¿No cree?
LM: Claro. ¿Cómo se siente usted de que lo llamen bracero, de que lo identifiquen como bracero?
RH: Se siente muy bien.
LM: ¿Se siente orgulloso?
RH: Seguro, de que la ayude usted, con que andan buscando la paz donde quiera. Y quisiera que vinieran a ponernos aquí en nuestro lugar.
LM: ¿Le gustaría que viniera?
RH: Ah, cómo no.
LM: Para vivir mejor.
RH: Pos si los texanos viven reagusto. ¿Por qué?, porque están allá al lado de ellos.
LM: Claro.
RH: Como dicen ellos mismos, me lo decían: “No”. Pero digo: “Son mexicanos, vámonos pa allá”. “No”, dice, “aquí comemos y allá no comemos”. ¿Sabe qué me decía uno? Dice: “Mire Roberto, no te vayas. Mira, aquí comemos comida de primera. Lo que se cosecha, lo que se junta en México, cosecha de primera de una papa que se levanta allá, la de primera se viene pa acá, aquí nos la comemos. Y ustedes se comen la segunda y la tercera”. Y sí veo que sí es bien. “Aquí cómo nos vamos a ir a meternos, que aquí está bonito”. “No, no, vivir a gusto es sentir uno alivio en su persona”, me decía. Sí, tiene razón. Les decía: “Pues yo no puedo, hombre”. Ni modo de quedarme aquí. (risas)
LM: Sus recuerdos de haber trabajado allá y vivido allá, ¿son positivos?
RH: Sí, me gusta mucho acordarme que estuve allá trabajando, aprendiendo, viendo, deseando lo que está allá. Porque yo deseo allá, porque aquí anda un hombre sin trabajo, pidiendo y allá no. “Oye, ¿dónde trabajas?”, le dices, por decir. “Enséñame un talón”. Bueno. “No, no trabajo”. “Ah, bueno, repórtate y te dan tu cheque, mientras de que no hallas trabajo. Aquí vaya repórtese usted a ver qué le dan”. Oiga, una hermosura, pues quién tiene hambre así. Muchos no hallaban trabajo de adrede. Y si hallaban trabajo pronto lo dejaban para ir a pedir compensación. Iban y se enlistaban. “No hallo trabajo”. Llevaban el reporte de la fábrica donde iban, pues iban donde no podían.
LM: Claro.
RH: No los ocupaban. Ya venían ahí, reportaban, el reporte de la compañía aquella que no hallaron trabajadores, su cheque en la semana, pa que no robe. Les dije: “Y bueno, ¿pa qué hacen eso?”. “No”, dice, “pues porque una gente que no come, roba”.
LM: Muy cierto.
RH: Y así no roba.
LM: Muy cierto.
RH: A ver, esas hermosuras vi yo allá.
LM: El haber sido bracero, ¿cambió su vida de alguna manera, don Roberto?
RH: ¿Cambió qué?
LM: ¿Cambió su vida?
RH: Sí cambió, porque ya compré en que dormir. (risas) Bueno, pues es la verdad. Cambié de tablitas a spring, pos cómo no me voy a acordar.
LM: Muy bien.
RH: Y no nomás yo.
LM: Muchos.
(entrevista interrumpida)
LM: Continuamos la entrevista con el señor Roberto Heynes García. Don Roberto, le decía que, pues, quiero agradecerle mucho que nos haya compartido…
RH: No hay por qué.
LM: Su vida.
RH: [Es]tamos a sus órdenes.
LM: Sus experiencias.
RH: Y pa decirle la verdad, yo se la digo a cualquiera. Porque en estas edades, estas personas de que están en edad, no usábamos la mentira, ahora se está entrando macizo. Pero, en esos años, lo que se decía era documento. Así nos impusieron los que nos llegaron a hombres.
LM: Era más honesta la gente.
RH: Yo no sé por qué, lo que decía uno aunque fuera en contra de uno y que ya lo decía, tenía que cumplirse, porque era la palabra que había dado.
LM: Oiga, don Roberto, le gustaría ya, una pregunta más, ¿le gustaría que el Programa Bracero volviera a implementarse?
RH: Pos sí, porque, se ayu[darían], no por mí, se ayudarían mis hijos, se ayudaría mucha humanidad. Cantidad de humanidad se beneficiaría.
LM: ¿Cree usted que sería…?
RH: Tanta gente pobre que vemos, muchos alcanzamos a librar un poco mejor, pero hay que fijarse en que otro no alcanza. Y a ver si así alcanzarían porque es donde agarramos toda la región de sus papás. Es donde agarramos principios para ir aquí a comprar una vaca, un catre, hacer una casita, algo. De ahí, de ahí lo agarramos, ni pa qué negarlo.
LM: Mucha de la gente de su pueblo, ¿vive allá?
RH: Sí, ya la gente pos no ya no puede sacar, pero es muy fácil. Nomás no les dan trabajo y se vienen, pos, ¿qué hacen?
LM: Don Roberto, pues muchas gracias, y con esto vamos a dar…
RH: Me va a dispensar.
LM: Por terminada la entrevista.
RH: En lo que podamos ayudarles aquí estamos a las órdenes.
LM: No, muchas gracias.
RH: Su papá me conoce, y nos conocemos y ya sabemos, él todavía alcanzó la verdad. Porqué también él ya está en la edad de que supo de la verdad.
LM: Claro.
RH: Todo el tiempo.
LM: No, al contrario.
RH: Y luchar, para poder vivir. Auxiliar a su familia.
LM: No, al contrario, es un gusto y un honor, a nombre de la Universidad de Texas, del Instituto de Historia Oral, y mío en lo personal.
RH: Muchas gracias.
LM: Le agradezco mucho que nos haya brindado este espacio.
RH: Qué bueno y lo que gusten que este de mi parte.
LM: Muy bien.
RH: Que su papá lo sabe. Y todo, yo fui amigo de todos los de esa región de Carreras, muchos me estimaron y yo los estimaba. Ahora vengo, que don Agustín ya se jue, ya se acabó, y que válgame y bueno. Así pasa, y ya nos están esperando pa ver si nos volvemos a ver.
LM: Esperemos que sí.
RH: Ojalá.
LM: Gracias.
Fin de la entrevista
Fecha de la entrevista: 31 de mayo de 2003
Nombre del entrevistador: Laureano Martínez
Esta es una entrevista con el señor Roberto Heynes García, en la ciudad de Durango, Durango. El día 31 de mayo de 2003, conducida por Laureano Martínez para el Proyecto Bracero del Instituto de Historia Oral, de la Universidad de Texas en El Paso.
LM: Buenas tardes don Roberto.
RH: Buenas tardes.
LM: Don Roberto, me gustaría empezar esta entrevista preguntándole, ¿dónde y cuándo nació usted?
RH: Yo nací en 1917, el primero de mayo.
LM: ¿En dónde?
RH: En El Mineral de Sauces, Municipio de Tepehuanes, Durango.
LM: ¿Cómo se llamó su papá?
RH: Alfredo Heynes.
LM: Y, ¿su mamá?
RH: Secundina García.
LM: ¿Cuántos fueron ustedes de familia, don Roberto?
RH: Fuimos cuatro.
LM: De esos cuatro, ¿usted es el mayor o el menor?
RH: Soy el menor, los otros…
LM: ¿Cuántos hombres y cuántas mujeres?
RH: Dos hombres y dos mujeres.
LM: Cuéntenos un poquito, ¿cómo es ese lugar de El Mineral de Sauces?
RH: ¿En cuestión de explanadas?
LM: El lugar en sí, el pueblo.
RH: No, es en medio de un arroyo y cerros al los dos lados.
LM: En la sierra.
RH: Poca explanada, muy poca explanada, casi puro terreno quebrado.
LM: ¿Había más familias por ahí?
RH: Sí, sí había mucho, pos [es]taban trabajando el mineral. Y los trabajadores, había el molino de moler el metal.
LM: Moler el metal.
RH: Viciar el metal.
LM: Ahí la gente se dedicaba a la minería.
RH: A la minería y algo a la agricultura porque había explanaditas, que algo a la agricultura. Al criadero de ani[males], de ganado, animales.
LM: ¿A qué se dedicaba su papá, don Roberto?
RH: Era ingeniero minero, era el que se entendía ahí con las minas y el molino.
LM: ¿Él era el encargado de…?
RH: Sí, era el encargado del mineral. No sé si una compañía de, lo tenía ahí una compañía de Nebraska. Pos de allá lo mandaron allá a trabajar y trabajaba.
LM: ¿De dónde era originario su papá?
RH: Oiga, no me di cuenta porque como… No, él murió el [19]18, él y mi madre, murieron en el [19]18. Quedamos muy chicos, nos ignoramos de muchas cosas, ignoramos. Ni de dónde vino, porque él era de familias alemanas. Sus estudios fueron en México.
LM: Él había estudiado en México.
RH: En la ciudad de México. Según, eso me platicaron. No, no lo vi yo porque, pos no me tocó.
LM: Estaba muy chico.
RH: Ey.
LM: Y, ¿qué hicieron?, ¿dónde?, ¿con quién crecieron?
RH: Oiga, unos familias, porque él no tenía familias aquí. Unas familias de parte de mi madre nos acogieron a nosotros. Que fue una abuela, y un hermano de mi madre. Y la familia de mi abuela, ahí entre ellos crecimos.
LM: ¿Su mamá era de ahí de la zona?
RH: Era de San José de la Boca.
LM: Ándele.
RH: Durango. También Municipio de Tepehuanes, San José de la Boca.
LM: Y, ¿ahí crecieron?
RH: Sí, crecimos. Ellos siguieron en El Mineral.
LM: ¿A qué se dedicaba su mamá?
RH: Mi mamá, al hogar.
LM: Al hogar.
RH: Al hogar, a la casa.
LM: Y, ¿usted y sus hermanos?
RH: Pos, ahí crecimos y en la agricultura.
LM: ¿A qué edad empezó usted a trabajar en la agricultura?
RH: Oiga, nosotros empezamos desde muy chicos, porque quedamos muy pobres. Al lado de mi tío que estaba pobre y pos antes atendía a mantenernos.
LM: ¿Recuerda más o menos a qué edad empezó usted a trabajar ahí?
RH: Pos, oiga, yo empecé, que me acuerdo, como a los seis años. A cuidar cochinos.
LM: ¿Eran de su tío los cochinos?
RH: Sí, ahí criamos, no, él compraba animalitos y fuimos creciendo. Y fuimos haciendo, hicimos buen capital.
LM: Qué bueno.
RH: Lo que sea.
LM: ¿Sembraban?
RH: Se hizo buen capital sembrando, de ahí compró unas vaquitas, dos, tres vaquitas, y, o becerritas eran y fuimos aumentando. Él no era viciante [vicioso], mi tío. Y ahí nos enseñó a crecer, a vivir, a trabajar y a tenerle amor al trabajo.
LM: Claro, qué bueno.
RH: Y es lo que seguimos, hasta la fecha, ya nos estamos acabando, pero ya mis hermanos murieron. Quedé nomás yo.
LM: ¿Cómo se llamaban sus hermanos?
RH: Uno, el hombre se llamaba Arturo.
LM: ¿Él era el mayor?
RH: Era el segundo. La primera era mujercita, mujercita.
LM: ¿Cómo se llamaba ella?
RH: Eloísa.
LM: Y luego, Arturo.
RH: Y luego Arturo y luego Enriqueta y luego yo. Cuatro éramos.
LM: Don Roberto, ¿fue usted a la escuela?
RH: Oiga, pos sí me metieron, como, serían dos meses.
LM: Dos meses.
RH: Porque me sacaron para ir a cuidar a los animalitos. Una escuela que pagábamos, nos daban un peso cada mes para que le pagáramos al maestro. Era escuela particular, no, no del gobierno.
LM: ¿Usted le pagaba al maestro, le daban el dinero?
RH: Sí, me daban un peso y a mi hermano otro, porque pagábamos a un maestro un peso cada mes, fíjese, nos cobraba.
LM: ¿En dónde fue eso?
RH: Fue en un ranchito, pusieron esa escuela en un ranchito cercano, ahí a donde estábamos, a Los Sauces, que le dicen, le decían, Piedralumbre.
LM: Piedralumbre.
RH: Así le decía al ranchito. Había unos cuatro, cinco vecinos allí. Que se dedicaban a lo mismo, a criar animales y la agricultura.
LM: ¿Cómo era la vida en esos años?
RH: Oiga, pos, era dura, era dura.
LM: Era dura.
RH: Sí señor, era pesada. No crea que era como ahora.
LM: Se sufría bastante.
RH: Se sufría, a nosotros nos tocó, tiempo duro. No nos tocó carro, no nos tocó camioneta, no nos tocó nada. Nos tocó los burros, las mulas, los caballos. Fuimos creciendo enseñándonos a educarlos a que nos ayudaran.
LM: Claro.
RH: Así fue.
LM: ¿Trabajó usted en el mineral?
RH: No. Se paró porque, que la Revolución y quién sabe qué. Se fue la compañía. Pero mi padre quedó allí, pero no trabajaba. Él siempre trabajaba solo. Ocupaba un hombre, o dos. Sacaba sus espejos de plata, iba y los vendía a Culiacán. Porque pa acá había mucha revuelta, pa Durango.
LM: Para Durango había…
RH: Y, iba y los vendía por ahí en Culiacán. Y de allá es de donde nos traía el sustento mi padre, según esto.
LM: De plata, era el mineral.
RH: De plata.
LM: Y, ¿cómo fue que murieron sus padres?
RH: Hubo una enfermedad, que decían que se había envenenado el aire, eso me han dicho. Que hubo mucho en todos los pueblos esos, no se daban abasto a enterrar los que se iban muriendo, los que estaban vivos. ¿Cómo le decían? No me acuerdo cómo le decían a esa enfermedad. Gripa y tifo y viruela y quién sabe qué tanto. El caso es que se acabó mucha gente.
LM: Y, ¿de qué sería eso?
RH: Pos decían que era, que había habido la guerra.
LM: La Primera Guerra [Mundial].
RH: Y que habían quedado los aires envenenados.
LM: Probablemente la Primera Guerra Mundial.
RH: Esa fue, la Primera Guerra Mundial. Lo que yo no sé cuándo sería la Guerra Mundial, en qué fecha.
LM: De la Revolución, ya se había terminado, ya no le tocó a usted ver.
RH: Pues no, no me acuerdo, pero, pos ya se había terminado, porque según esto había nomás maleantes. Quedaba maleado, robando y mortificando y todo, pa, por un lado. Y maleantes, que llegaban, que sabía yo que llegaban con mi padre y hasta los golpeaban por sacarle centavos.
LM: Y era muy duro.
RH: Era muy duro. Y como ese camino de ese mineral, está pasando de aquí a Durango a Culiacán. Ahí pasaban las tropas por ahí, las tropas.
LM: Así es.
RH: Y si tenía un cochino se lo robaban, se lo quitaban, o se los comían. Si tenía una vaca, se la mataban y se la comían. Pos llegaban cuarenta o cincuenta o cien hombres y al pueblito y así iban por todos los pueblitos. Haciendo eso, no nomás con nosotros.
LM: Claro, muy bien.
RH: Así es.
LM: Su primer trabajo, don Roberto, de paga, que le hayan pagado, ¿cuál fue?
RH: Allí con mi tío.
LM: Con su tío.
RH: Porque tenía yo una tía, que era la que se había responsabilizado más de mí. Y me llega un día y ya le dije yo a mi tío: “Oiga tío”, ya habíamos hecho algo, “yo quiero tener responsabilidad de mi tía”. Y él me contestó: “¿Qué quieres?”. “Yo voy a buscar trabajo donde pueda, pa ayudar a mi tía”, porque yo la quería como mi madre. Aquí murió conmigo. Bueno, entonces, él me contesta: “Hijo, ¿qué quieres?”. Ella ya había venido de trabajar y me había dejado ya, y había ido al Mineral de Promotorio. Y yo no estaba a gusto porque ella había venido a trabajar. Y dice: “Si quiere”. “No, yo quiero ir a trabajar pa que no trabaje mi tía, yo ya puedo tío”. “No, bueno, pos haz lo que te dé gana, yo no puedo más, ella se quiso ir”. “Pos sí, pero va a trabajar y yo no quiero que vaya a trabajar, mientras que estuvo aquí, estoy yo con usted”. “Pos quieres”. Me dijo bien, no era malo. “Si quieres mándale dinero, dile”. Le dije: “No, yo quiero que de mi sudor salga eso”. Y me vine a Promontorio, se sintió y vine a trabajar en Promotorio. Allí hay un señor que tenía burros, yo era arriero. Sabía manejar burros, acarreando tierra pa las construcciones que les hacían a los mineros, a los trabajadores. Y reparaciones y todo, yo le acarreaba la piedra, porque es puras piedras, ahí en el mineral. Pero había un lugar que había tierra, y en los burros, les acarreaba yo la tierra pa que se batieran el lodo, y arreglaran las casas. Ahí fue la primera.
LM: ¿Cuánto le pagaban?
RH: Entonces me pagan $0.50 centavos. Las ocho horas, pero ya me daban ocho horas. Allá con mi tío trabajaba las doce horas o más.
LM: Y sin paga.
RH: Sí, porque era agricultura. Los desgranes del maíz y todo. Y así me fui. De ahí se descubrió un mineral que le dicen el huíjalo, que íbamos a sacar huíjalo.
LM: ¿Qué es el huíjalo?
RH: Ya dejé la raya y me jui al huíjalo.
LM: ¿Cuántos años tenía cuando se fue a trabajar allá al mineral?
RH: ¿Al huíjalo, a sacar?
LM: Al otro, al primero.
RH: Al primero, tenía diecisiete años.
LM: Diecisiete, ya estaba muchacho.
RH: Sí, ya me conocía yo poder.
LM: Y en el huíjalo, ¿cuántos tenía?
RH: Pues, no, luego me fui, pos todavía, dieciocho, pos. Como dieciocho años, un año más. Y allí sacaba metalito, lo vendía, porque habíamos muchos trabajadores ahí. Unos campos muy grandes en la sierra.
LM: ¿Cuánta gente habría ahí?
RH: Estaba así, pero, pa qué le voy a decir, muchos cientos, todos los árboles, porque hay puro árbol. No había casas, cuando fui yo. Y en cada árbol, pos había una familia, pos una ciudad que, (risas) y todos queriendo sacar. Escarbando en los montes, en los arroyos pa lavarle la tierra y sacarle el metal.
LM: Y sacaba.
RH: Sí sacaba.
LM: ¿Plata u oro?
RH: No sé. Nosotros nos pagaban por kilo ahí mismo. Los compradores ahí andaban con la balanza. Allí nos pagaban los centavitos.
LM: ¿A cómo le pagaban el kilo?
RH: Nos pagaban a $1.20 el kilo de metal. Y a mi tía, la había dejado yo en el mineral de Promontorio, en la casa de la hermana mayor que tenía yo. Ahí la había dejado. Ya, me cansé de trabajar allá, trabajé como unos ocho o diez meses en el huíjalo. Sí juntaba centavitos, ya traía yo mis centavitos. Porque ahí en el mismo mineral del Promontorio me adaptó la compañía, me ayudó, a darnos una casita cuando empecé a acarrear tierra en los burros. Nos dio una casita de tableta, un cuartito y, y ahí, ahí me vine. Entonces mi tío, comprendió, como andaba yo. Empezó a llamarnos, que se fuera mi tía pa que me fuera yo.
LM: Pos sí, pa que le fuera a ayudar.
RH: Por ayudar, bueno fui. Entonces él me dijo: “Vente hijo, no andes batallando, que se venga mi hermana”. Era hermana de él. “Te voy a pagar un peso diario, pa que me ayudes, pa que, tú ves qué haces con el peso”. “Pos encantado yo de la vida”, le dije. Me prestó unos cuartitos pa vivir, y, mi tío. Y ya me asenté ahí a trabajar con él.
LM: Otra vez a la agricultura.
RH: Otra vez ahí con él. Ya le hice compañía, porque él y yo fuimos muy amigos. Él me crió y no me dio un pellizco. Él me crió, no me regañó. Él me crió, me enseñó y todo y llegué a donde llegué. Bueno, de allí, ya junté, ya llegué a los veintitrés años, me casé.
LM: ¿Allá se casó?
RH: Allá en Los Sauces.
LM: ¿Cómo se llama su esposa?
RH: María Saucedo.
LM: María Saucedo de Favela. No, es María Favela de Saucedo. Y siguimos [seguimos] trabajando allí, haciendo siembras y todo, y yo ayudándole a él. Y cuando no tenía trabajo, ponía yo a la agricultura, a dedicar algo a criar al marranito, a algo ya, pero ya aparte de mi tío, ya yo trabajando pa mi tía y pa mí.
LM: Oiga, don Roberto, y, ¿en qué año se entera usted de que se puede ir a trabajar a Estados Unidos como bracero?
RH: Oiga, me fui en el [19]44.
LM: ¿Cuántos años tenía?
RH: Pos ahí sáquele la cuenta.
LM: Diez y tres, veinte. Tenía, ¿veintitrés años?
RH: Veinticuatro.
LM: Veintisiete años, ¿no?
RH: ¿Eh?
LM: ¿Veintisiete?
RH: Veintisiete, sí, porque ya tenía yo, uno, dos niñitos. Ya dos hijos.
LM: Ya tenía dos de familia. ¿Cómo fue que se enteró?, ¿qué decía la gente?
RH: No, no mire, el principio fue así, que sabíamos que había, porque antes de todo eso, de las guerras y todo, había habido gente que había ido a Estados Unidos. Y le había ido muy bien, veíamos, antes.
LM: Antes de eso.
RH: Antes de la guerra, que todo eso que había braceros. Se iba gente y, y víamos [veíamos] que les iba bien.
LM: ¿Cómo es que se iban?
RH: ¿Eh?
LM: ¿Cómo es que se iban?
RH: Pos de contrabando. Puro contrabando, no había modo de arreglar pasaporte.
LM: ¿Qué decía la gente?, ¿qué allá ocupaban?, o, ¿que habían…?
RH: No, pos víamos. Decían que, pos había, víamos como venían, con buenos centavos, buenas chachaguas. A parte nosotros acá los víamos, ¿verdá? En ese entonces yo estaba medianito. Y teníamos deseo de que los que iban pa allá, les iba bien. Y cuando empezó a hacer el, a decirse de los braceros, empezamos a que estaba bueno. Porque en Estados Unidos hubo en ese tiempo que se iban, unas leyes allá, me platicaron los que estaban, venían, que, no les, hubo una infracción que no le daban trabajo al mexicano.
LM: ¿No le daban?
RH: No, pa que se saliera, y se salieron solos. Como ahora que dicen que no los pueden echar. Nomás que digan que no les den trabajo, y se salen todos los mexicanos de allá. (risas) Así le hicieron los gringos, a los mexicanos. Al no darles trabajo a nadie, uno que otro, un amigo mío que vivía allá, en Chicago, después de que fui yo, [ah]ora después. Me platicaba, dice: “Yo no pude irme, aquí la hice”. Tenía su familia, dice: “Puse un, hice un carretoncito y yo lo jalaba, y mis niñas, por toda la calle. Y mis muchachitas me juntaban los papeles, puro juntando papeles por las calles para ir a venderlos, pa sacar, pa medio comer. Así le hice”, dice. Ay, le sufrimos, onde quiera, otros iban a la vía a ver si tiraban los carros, las góndolas mazorcas, pa venir a hacer el esquite.
LM: Mucha pobreza.
RH: Sí, pero de esa mucha de la gente, no la echan porque no quieren, les conviene. Nomás dijeron, el gobierno que iba a multar al fabricante o al que tuviera un trabajador mexicano, lo multaba duramente. Pos, siendo mexicano no lo dejaban entrar ni a los hoteles, ni a los cuartos, ni a nada. Ni a las tiendas casi.
LM: Ni nada.
RH: Pos, ¿qué hacía la gente? Tuvieron que venirse toditos. Había muchos familiares míos en ese entonces allá, parientes, todos se vinieron. Bueno, nosotros teníamos acá en ese tiempo, maíz, cosechas de maíz. Le alcanzaba uno muy bueno, estaba muy bien. Pues bien nuestros familiares, pos ahí peleaban un costal de maíz. Este de otro, otro de frijol, pos si venían limpios.
LM: No traían nada.
RH: Ya nadie se jue. Pero hubo las contrataciones y ta [todavía] teníamos miedo. No, el que jue el [19]42 me parece, cuando empezaron.
LM: El [19]42 empezaron.
RH: Bueno, pos iban unos, pero otros no nos arrojábamos. Cuando ya vimos que venían, y nos platicaban cómo estaba allá. Entonces sí, yo por eso el [19]44 fui a dar una paseadita.
LM: Y, ¿cuál era el miedo que tenían?
RH: El miedo era de que nos fueran a llevar a la guerra.
LM: Estaba la Segunda Guerra Mundial.
RH: Taba la Segunda Guerra Mundial, muy macizo.
LM: ¿Qué oían ustedes de la guerra?, ¿qué sabían de la guerra?
RH: ¿Qué, qué?
LM: ¿Qué sabían de la guerra?
RH: No, pos que andaban allá los alemanes matando toda la gente, era lo que sabíamos. Que había acabado con sabe qué tantas naciones ya, se las había traga[d]o, los dominaba allá. Y luego que, que no va la gente. Y luego después empezaba a salir en las películas como los arrimaban en camiones a toda la gente que juntaban y la embocaban pa la lumbre. Pos teníamos miedo.
LM: Y, ¿qué decían: “No, no vamos”?
RH: No, no vamos, pa, no, quién sabe. No, cuando ya se vio que, que venían bien vestidos, y ya nos sabe que no, que a su trabajo, vamos. Por eso yo fui hasta el [19]44, y no.
LM: ¿Cómo fue que se enlistó y que se fue a trabajar?
RH: No, pos mire, yo tenía amistades en Tepehuanes. Unos amiguitos, unos amigos, de los que valían ahí algo, ¿verdad?, en cuestión de la política. Y vine yo a verlos sobre un negocio de una mina, pa denunciarla entre él y yo. Y ya quería yo entrarle como mi padre a la minita. Y ya me dijo don Abel Zaragoza, se llamaba, dice: “Oye Roberto, ¿no tienes ganas de irte de bracero?”. Yo creo que él era el que tenía allá el negocio de buscar gente. Y, dice: “Uno de mis hijos quiere ir, no por necesidad”. Ellos no tenían necesidad. “Sino por conocer y yo quisiera, si te vas, si te animaras tú y te jueras junto con él”. Le dije: “Y, ¿cómo está eso?, pos, ¿qué se necesita?”. “No”, dice, “mira, yo de aquí te voy a dar una carta, van a llevar una carta de aquí, a Querétaro. Allá está la contratación ahorita”.
LM: Y estaba en Querétaro.
RH: Entonces, llegamos a Querétaro. Ya fui presenté, ya me dijo a qué licenciado y qué dirección llevaba y todo. Se lo entregué a uno de los licenciados la carta. La leyó, y entonces me dijo: “[Es]tan a las ocho en tal parte, los dos”. Bueno pos que ya se había acabalado el grupo.
LM: ¿De cuántos era el grupo o qué?
RH: No supe yo. Eran unos trenes llenos. Y en las contrataciones se juntaba mucha gente. Ya empezaba a juntarse ya, no cupo, ya iba lleno. (risas) Bueno, entonces dijo: “Ya se cerraron. Pero no, dejen hablar”. Habló por teléfono. Y ya, ya nos llevó él mismo allá a [d]on[de] taba la contratación, lo que era, a los dos. Pero pos siempre, yo no sé por qué hizo esa movida él, que dirían, por su hijo. Y entonces llegamos y ya salió uno y dijo ahí entre la gente: “Pos, aquí sobran dos”. Pos sacó dos pa meternos a nosotros. (risas) Después entendí yo las cosas, primero no las entendí.
LM: Claro.
RH: Pero después las entendí.
LM: ¿Qué dijo, ahora ya no sobra nadie?
RH: Y así vine yo a dar a las contrataciones.
LM: ¿Cómo era ese centro de contratación ahí en Querétaro?
RH: Oiga, pos había un salón grande. Y pos ahí nos juntaban haciendo cola y empezaban a examinarnos. Y pos, yo ya no, no alcancé, ni a examinarme.
LM: No lo examinaron.
RH: No, oiga, no, yo no.
LM: ¿Porque llevaban…?
RH: Pos la carta, digo yo, bueno, ¿cómo?
LM: Pero, ¿qué se dio cuenta usted que les hacían ahí a los demás?
RH: No, pos lo que vi yo que me platicaron ellos, que les habían hecho. Porque ahí estaba un pariente mío, que estaba ahí adentro. Dice: “¿Cómo le fue en la examinada, salió bien?”. “No nos examinaron a nosotros, no me doy cuenta”. Dice: “A nosotros hasta nos echaron polvo aquí en la cintura”. Un polvo blanco, desinfectándolo, ¿me entiende? Y yo, pos yo no, nosotros no.
LM: Ah pos, qué bueno.
RH: Así pasó. Entonces hasta ahí llegamos juntos, el hijo de él y yo. Porque ya nos, ya de allí nos separaron, él a un grupo y yo en otro. Y agarrar el tren para…
LM: Para la frontera.
RH: Creo que entramos por Nogales esa vez, yo.
LM: Por Nogales.
RH: Por Nogales, pasé por Nogales, nos metieron.
LM: No salía ahí en…
RH: A California. Sí, iban varios carros. Pero, es una cosa bonita. Porque ahí nos llevaban nuestra cajita con los alimentos a cada hora que se necesitaba.
LM: Le llevaban de comer.
RH: De comer. Una cajita, con lonches y una manzana, una naranja, algo así.
LM: ¿Comían bien?
RH: Bien, yo no me quejo.
LM: Y, ¿qué platicaban ahí entre los braceros?
RH: No, pos nomás pelábamos los ojos. (risas) Nomás pelábamos los ojos.
LM: Pos no sabían a lo que iban.
RH: No, no, pos a ver a ónde. A mí me tocó ir a California, pero a la sierra de Sacramento.
LM: ¿Dónde firmó el contrato?
RH: Pos aquí.
LM: ¿Ahí en Querétaro?
RH: En Querétaro.
LM: ¿De cuánto tiempo le dieron su contrato?
RH: De seis meses.
LM: Y los mandaron ahí a California, ¿verdad?
RH: A California.
LM: ¿En qué trabajó ahí en California?
RH: En una casa redonda del ferrocarril.
LM: Desde que firmó el contrato, ¿sabía que iba a ir al ferrocarril?
RH: No, yo no sabía a dónde iba. Si me iban a poner a, en qué.
LM: ¿Les dijeron cuánto les iban a pagar, o cómo?
RH: No, no, no, hasta que, allá fue donde supimos, onde nos pagaron.
LM: Y, ¿qué ilusiones llevaba usted?
RH: De conocer, pa trabajar y a ver si, iba con una chamarra como, los que… (risas) Bueno, pos así estábamos. Eran tiempos muy ciegos que teníamos.
LM: Un cambiecito nomás llevaban, o, ¿qué?
RH: Pos nomás, nomás eso, un cambiecito. Allá nos dieron, antes de llegar a onde íbamos, nos llevaron ropa. Hasta capote pal agua porque allá llueve mucho en la sierra. Es mucho frío allá cerca de Nevada. Y botas y camisa, pantalones.
LM: ¿Cuántos empezaron a trabajar ahí en ese?
RH: Ahí nos cortaron a nosotros diez. Caímos diez.
LM: Y, ¿cómo era el trabajo, don Roberto?
RH: El trabajo que tenía yo era prender las máquinas del ferrocarril, porque entonces eran de chapopote. Tenerles el vapor a las que llamaban. Ponían un, un, llegaba el tren, iban a sacar una máquina al camino. Y yo vía aquella tabla, a qué hora iba a salir para tenerla en el vapor alto. Unas en doscientos, grandes, otras en doscientos cincuenta libras. Según lo grande de la máquina, ahí lo decía. Ahí lo marcaba.
LM: Cuando llegaron, ¿alguien le enseñó a usar la máquina de ferrocarril?
RH: Sí, allí, allí un hombre anduvo conmigo dos días, un americano. Vi, nomás viendo qué hacía. Yo nomás viendo a ver qué hacía.
LM: ¿Hablaba español el americano?
RH: Un poquito. Pero yo nomás viendo qué hacía, qué buscaba, nomás dos días, nomás viendo. Atrás de él, atrás de él, iba y prendía una máquina y prendía otra, y apagaba. Y llegaba una máquina del camino, y llegaba una máquina del camino y a la redonda y luego a ver. A ponerle lumbre, a ver cómo venía de agua, a ver cómo. Otros se encargaban de ayudarle a uno, al maquinista, a sacar, pero ese sabía en inglés, era de aquí de Vicente Guerrero. A sacar las máquinas, a echarles agua y arena.
LM: Agua y arena.
RH: Yo nomás el vapor.
LM: ¿Para qué les echaban agua y arena?
RH: No, pal camino les echan, en un, traen un boiler, traían eso, un boiler. Y lo llenaban de arena para, finita, para en las cuestas, trae la máquina un, la rueda, y una manguerita que le echa arena, le cae al riel.
LM: Al riel.
RH: Y anduve viendo tu sabes pa qué. Y entonces la rueda de la máquina se agarra. Se agarraba con la arena. (risas)
LM: Mire.
RH: Eso era.
LM: ¿A qué horas empezaba a trabajar?
RH: ¿Yo? Todo el tiempo. Me parece a las ocho, oiga.
LM: Y, ¿cuántas horas trabajaba?
RH: Ocho. Porque allá no, no lo dejan a uno trabajar un minuto más.
LM: ¿Cuánto le pagaban, se acuerda?
RH: Me acuerdo que a $0.63 centavos la hora. Así me pagaban.
LM: Y trabajaban qué, ¿de lunes a…?
RH: De lunes a, en toda la semana. Y de que, yo me tocaba hasta meter mucho hora extra. Esa la pagaban, hora y media.
LM: ¿Cada hora?
RH: Cada hora.
LM: ¿Le pagaban hora y media?
RH: Sí.
LM: ¿Trabajaban también los domingos?
RH: No.
LM: Nomás hasta el sábado.
RH: Iba otro señor y reemplazaba el domingo, un tejano. Iba ahí y trabaja él.
LM: ¿Aprendió un poquito de inglés?
RH: No, oiga, casi nada.
LM: Casi nada. Pero, ¿había mayordomos ahí?
RH: ¿Eh? Sí había, sí había. Y los otros diez que fueron, uno cargando la arena, el agua y allí meneando la mesa redonda onde volteaban las máquinas. Ese le ayudaba a otro. Ese ahí lo pusieron en buen trabajo porque él sabía inglés, había nacido allá. Y había estado allá cuando lo salieron solo. (risas) Era de Vicente Guerrero, el muchacho ese. Y por eso le tocó mejor. Pos es igual y los otros limpiando los aceites, en la casa redonda, los fierros, los aceites. Porque las máquinas derramaban aceite, en veces.
LM: ¿Qué es lo de la casa redonda?
RH: Mire, es, está en la vía, aquí está un hoyo grande y llega una vía aquí del ferrocarril, llega otra aquí del ferrocarril, llega otra aquí. Y esta mesa, esta redonda, tiene una vía en medio. Y esta vía se encausa, cuando viene la máquina por esta vía, le dan vuelta a la mesa y luego se encausa hasta, hasta… Los rieles aquellos se pegan a estos y ya entra aquí la máquina y aquí le dan vuelta a la máquina, en esa rueda, hasta que la ponen en su lugar. Y la meten a la casa redonda.
LM: Y sale, ¿ahí le daban dirección a las máquinas?
RH: Sí, ahí les daba la dirección a las máquinas.
LM: ¿Cuántos hombres trabajaban ahí? Me dice que diez, ¿verdad?, llegaron…
RH: Eh, de nosotros llegamos diez ahí. No sé los otros pa dónde se los llevarían, porque iban muchos.
LM: Y, ¿cómo era el clima del lugar ahí?
RH: Muy duro, unos nortes muy duros. Unos nortes muy duro, digo no, ya que vi botas y capote. Y nos ayudaron, pero no lo sentíamos. Porque, pa qué voy a decir, ahí nos dieron muy bien. En la estación estaba un hotel, grande arriba y con muchos cuartos y luego abajo un restaurant muy bonito. Y ya nos dieron nuestro cuarto a cada uno, en, arriba.
LM: ¿Les dieron un cuarto en el hotel?
RH: Bien alfombrado, con su baño, bien. De allí bajábamos y comíamos en el restaurante.
LM: ¿Les daban los alimentos?
RH: Nos daba la compañía acá, un librito, pa que pagáramos. Los primeros días, mientras que agarrábamos dinero. Muy bonito.
LM: Vivían a gusto.
RH: Yo, pa mí fue un paseo.
LM: Vivían a gusto.
RH: No, yo muy a gusto.
LM: El trato que recibían de los americanos, ¿cómo era?
RH: Oiga, para mí ha sido muy bueno. No nomás esa vez he ido.
LM: Siempre se han portado bien.
RH: Y para mí, ha sido un trato muy bueno. Lo cual es que, yo no tengo más de que agradecerles. Me decían que discriminaban, que esto que el otro. No, yo no. A mí, me tocó que me respetaron de orilla a orilla. Ahí tengo las cartas todavía de ahí.
LM: A ver si me las…
RH: ¿Quiere verlas?
LM: Sí, ahorita que acabemos, ahorita que acabemos.
RH: Ah bueno.
LM: Y cuénteme, ¿ese cuarto, vivía usted solo ahí, o lo compartía?
RH: Solo. Cada quien su cuarto. Y el que limpiaba, nos lo limpiaba todos los días. ¿Qué más quiere?
LM: No, pos taba como rey.
RH: ¿Qué voy a hablar yo de esa gente?
LM: Me imagino.
RH: Yo no puedo hablar de esa gente.
LM: Pues lo que es.
RH: Y, ¿cada cuándo les pagaban, don Roberto?
RH: Era cada quincena.
LM: Cada quincena.
RH: Por quincena las…
LM: ¿En cheque o en efectivo?
RH: En cheque.
LM: Y, ¿dónde cambiaban el cheque?
RH: Pos yo en las marquetas.
LM: ¿Iban a comprar algo?
RH: Algo, compraba algo. Y de todos modos había una marqueta, sería por orden de la compañía, que juera uno y compraba, le cambiaba. Si no le compraba le cambiaba, aquellos cheques de la compañía aquella.
LM: ¿Se acuerda cómo se llamaba la compañía?
RH: Sí, Oster Wester.
LM: ¿Mandaba dinero usted, don Roberto?
RH: Pos cómo no. Y toavía tengo ahí los rollos de los talones que me daban allá. Todos los conservo. Y, de, que me daban allá, para mandarle a mi familia.
LM: ¿A quién le mandaba usted, a su tía?
RH: ¿Eh?
LM: ¿Le mandaba a su tía?
RH: No, ya estaba casa[d]o.
LM: Ah, ya estaba casado. ¿Cómo lo mandaban?
RH: Eh?
LM: ¿Cómo mandaban el dinero?
RH: Por correo. Iba y registraba la carta. Y, nomás que tenía que registrar la carta con el cheque adentro. Que viera la del correo para registrarla que ahí llevaba dinero.
LM: ¿Siempre llegó el cheque?
RH: Todo el tiempo. Nunca me falló.
LM: ¿Alguna vez le quedaron a deber algo?
RH: ¿Quién?
LM: La compañía.
RH: No, a mí nunca me quedó a deber nada, todo me pagó. Y me despidieron muy lindamente, que estoy muy agradecido.
LM: Oiga, don Roberto, y, ¿qué hacían los fines de semana, el día que no trabajaban?
RH: Pos no, yo todo el tiempo he sido muy aparta[d]o. Ahí me encerraba en mi cuarto a leer algo que llevaba yo mismo de por acá. Había yo echado unos libritos y me devertía [divertía]. Y luego había ahí unas gentes de Sacramento, me llevaban libros en español.
LM: ¿Tenía radio?
RH: Los otros salían y se vagueaban y se llegaban todos borrachos, cantando y ahora, última hora los cambiaron de allí, yo me quedé allí. Por esa movida creí yo que, van a un cajón de un tejabán. (risas) Porque, porque llegaban borrachos, cantando, peleándose, oiga, en el hotel. Unas gentes de Guerrero, de, unas gentes hasta de ahí de la Colonia Hidalgo eran.
LM: Ándele.
RH: Pos ahí llegaban igual de borrachos, todos se salían y se cambiaban y buscaban. Los primeros meses no. Fueron agarrando orilla. (risas)
LM: ¿Agarraron confianza?
RH: Sí.
LM: Se echaron a perder.
RH: Y yo, no fue nomás seis meses. De ahí, me pidieron que les renovara.
LM: ¿Le renovaron su contrato?
RH: Y, y me renovaron por seis, pero, por otros seis meses.
LM: ¿Qué le dijeron?
RH: Que les ayudara. Trajeron un, que un tejano y que les ayudara un poquito más. Dije que sí, que a ver qué podía. Que les iba a ayudar, les dije, hasta que se acabe la guerra. Sean seis meses, o diez, si es que quieran que les siga mi trabajo hasta entonces. Se corta la guerra, les dije: “Ya me voy”. A los ocho meses les dije. (risas)
LM: ¿A los ocho meses?
RH: A los ocho meses les dije. No acabé el otro contrato, porque yo, el compromiso que les dije: “Yo les voy a ayudar hasta que se acabe la guerra”. Que fue el [19]45. Ya les proteste yo que, pos ya, ya me quería venir, porque ya parecía que ya había pasa[d]o la tempestad. (risas)
LM: ¿Extrañaba por acá?
RH: Cómo no, pos siempre uno su tierra, es madre.
LM: Claro.
RH: Es su tierra.
LM: Y, ¿qué es lo que más…?
RH: Y por eso no estoy allá. Arreglé pasaporte de residencia allá.
LM: ¿Qué es lo que más extrañaba, don Roberto?
RH: Eh, mi gente. Mi gente, ya ve que allá estaba solo. Y que, y yo lo pensaba. Y bueno: “Y, ¿qué me obliga?, yo pos estoy bien”. Pero siempre extrañaba mucho no ver mi gente.
LM: ¿Se escribía con su familia?
RH: Ah, cómo no. Pos es lo que lo hace a uno arrastrarse pa donde quiera.
LM: ¿Se acuerda qué le platicaban en las cartas, qué les platicaba usted en las cartas?
RH: ¿A dónde, a la gente?
LM: A la familia.
RH: No, no, pos que estaba bien. Porque ellos también acá estaban con pendiente. En mandarles centavo, y pos que se ayudaran, comieran y que yo estaba bien, trabajando. Y que ya pronto venía. Aunque les decía: “Ya pronto voy”. Porque estaban mis muchachitos, medianitos.
LM: ¿Cuántos hijos tuvo?
RH: ¿Eh?
LM: ¿Cuánto hijos tuvo?
RH: ¿Yo? Seis.
LM: Y, ¿en aquel entonces tenía dos?
RH: Dos.
LM: ¿Conoció algún pueblo ahí cerca?
RH: Pos casi no, oiga, yo no, pos yo no salía. Los otros compañeros se iban hasta Reno, y andaba. Y como daban, querían ir a alguna parte, daban el boleto libre a los que trabajaban en la vía.
LM: El Pasaje del tren.
RH: Pa que fueran a pasearse y vinieran.
LM: ¿Usted no?
RH: No, yo no lo ocupé nunca la vía. Yo allá en mi cuarto.
LM: Tranquilo.
RH: La hacía bien y limpiando ahí mí cuarto, bajando a comer. Hasta tenían unas meseras ahí que sabían español, pa que atendieran a los mexicanos. No, yo trabajé con esa compañía muy bien. Trabajé en Chicago, en Aurora, Illinois, con otra. Igualmente me pasó, muy bien.
LM: Y se regresó. ¿Cuántas veces se contrató, don Roberto?
RH: Yo nomás una, esa nomás, contratado nomás esa. Después fui de moja[d]o.
LM: Cuando se regresó a México, ¿cómo se regresó, qué le dieron al terminar su contrato?
RH: No, no me dieron, mi pago, mi pago y mi boleto.
LM: ¿Hasta dónde le dieron el boleto?
RH: Hasta la frontera.
LM: ¿Ahí en El Paso?
RH: No, si me parece creo que hasta aquí, no me acuerdo bien, oiga, ya tanto año, sesenta años de eso, no, ya casi ni me acuerdo. (risas)
LM: ¿Dónde cruzó la frontera?, ¿se acuerda?
RH: Ya para acá, ¿por dónde nos salimos?, de eso no me acuerdo, oiga, ¿cree? ¿Por dónde salimos esa vez? No me acuerdo.
LM: Y, ¿se vino en el tren, o en qué se vino de allá para acá?
RH: El caso es que, cuando me vine de allá, llegué a Guadalajara, tuvimos que pasar por Guadalajara.
LM: Por Guadalajara.
RH: Sería por Mexicali, yo no me acuerdo bien, o por Tijuana. Nos echaron porque entonces no había comunicaciones como ahora. Para venir de allá a acá a Durango, rodeaba uno por acá de donde había comunicación. Llegamos a Guadalajara y de Guadalajara a Durango, así le hacían todos. Y ahora no, ahora por donde quiera hay carreteras que atraviesan, no necesita uno hacer rodeos.
LM: Claro, pero antes…
RH: Pero antes sí.
LM: Cuénteme, don Roberto, qué comían allá.
RH: ¿Allá? Pos había mucha comida, huevos, lechi, jaquequis [hot cakes], carne lo que…
LM: ¿No extrañaba la comida de aquí de México?
RH: No.
LM: Se acostumbró bien al…
RH: Sí, sí, la comida de allá me cayó bien, pues es la ca… Me fijo que pues es la misma. Únicamente acá era más corta, porque había, estaba las situaciones más tristes, no había suficiente dinero. Pero en, pero yo para mí la leche es la misma, el huevo es igual, la carne de la misma.
LM: Claro.
RH: Yo no extrañé nada. Los jaquequis. [hot cakes]. Yo el chile nunca me ha gustado. Los jaquequis [hot cakes] pues aquí los hacían en mi casa.
LM: También. Así que en ese sentido era la misma.
RH: Yo para mí, no hubo extrañeces en la comida.
LM: ¿Hizo alguna amistad buena en ese tiempo?
RH: ¿Amistades? En ese tiempo no hice ahí amistades. Porque poco salía, y para eso necesita uno salir a comunicarse con la gente.
LM: ¿Había americanos y gente de color negro ahí trabajando en la misma?
RH: Sí había.
LM: Y, ¿cómo se llevaban con ustedes?
RH: Bien, muy bien. Yo conmigo, yo no tengo que decir ni que un americano me haiga hecho una mala cara o algo, pos que voy a decir.
LM: Eran amables.
RH: Amables son los americanos, y entienden las cosas. Le harán mal al que los provoca.
LM: Claro.
RH: Eso es lo que pienso yo, porque muchos se quejan, pero es que provocan la cosa.
LM: ¿Recuerda alguna queja que haya habido ahí en el trabajo de los compañeros?
RH: No, pues andábamos ahí enterrados como (ininteligible) de lo que le decía, lo que tenía que hacer.
LM: ¿En alguna ocasión se enfermó usted por allá?
RH: No, nunca sufrí enfermedades yo por allá.
LM: Nunca.
RH: No.
LM: ¿Qué hacían los mismos compañeros después de que se acababa el trabajo?
RH: ¿En la tarde?
LM: En la tarde.
RH: Pos ellos eran curiosos, no le digo, si yo, al principio estaban ahí como asustados, ¿verdad?, (risas) como asustados. Pero empezaron a agarrar la corriente y ya después no paraban ahí, de buscar la cervecita, de buscar la cosita esa, que… Porque a unos les gustaba mucho y con centavitos.
LM: ¿Echaban novio por allá?
RH: No, que, de eso no pos, luego se acordaba uno de eso. [Es]taba uno con la preocupación que, yo me figuraba que nada se puede hacer porque estaba uno siempre en casa ajena.
LM: Claro, había que comportarse.
RH: Un poco, no, no. Pero ya le digo así pasamos, no sé. Muchos se quedaron allá todavía porque pos renovamos por los ocho meses, por los doce meses, otros seis meses. Pero yo con ellos claramente les dije: “Yo voy a ayudarles hasta que se acabe la guerra”. “Ya se va a acabar”. “Bueno pues”.
LM: ¿Se acuerda de las noticias cuando se acabó la guerra?
RH: Sí, empezaba el movimiento, veía yo y ya los que sabían un poquito, porque ahí en Sacramento en California había gente que sabía un poquito español, ¿verdad? Ya me empezaron a platicar unos tejanos que ya se había acabado la guerra y a rabiar y bueno.
LM: ¿Hicieron algún desfile, o algo?
RH: No, oiga, yo no vi que hicieran ahí. Nomás muy contenta la gente, en los restauranes, estaban abrazándose y eso, felicitándose unos a los otros y yo nomás viéndolos. Pues yo no sabía qué, (risas) pues era que se había acabado la guerra.
LM: ¿Usted no los felicitó?
RH: No, no pues no, no sabía yo qué, pues.
LM: Cuénteme, ¿qué hizo cuando se regresó a México? ¿A qué se dedicó?
RH: No pues vine y compré unos bueyecitos para la agricultura, compraba mueblecitos, hay aunque sea camas para mi familia, era lo que hacía uno.
LM: ¿Qué trajo de allá, don Roberto?
RH: ¿De allá? Pues nada.
LM: Ropita.
RH: Ropita pa mí, y ropa que usaba allá, pero no hice por traer cosas, no, todo eso no.
LM: ¿Cómo lo recibieron por acá la familia?
RH: No, pos cómo no, mi pobre familia, cómo no, ya se le hacía que ya no volvía, que ya no volvía. Eso es, porque así era entonces. Teníamos esa ignorancia y ahora no, no es igual ahora. Entonces eso, en esos tiempos, uh cómo se sufría, salirse uno de su lugarcito y dejar su gente. Si se casaba quería estar ahí en un ladito. Igualmente a los padres de uno, querían que estuviera uno ahí también, no que vaya a trabajar allá que no, ahí cerquitas, sabiendo uno del otro, ese era el, las costumbres de entonces.
LM: Claro, así se vivía. Muy bien.
RH: Así se vivía.
LM: Entonces trabajó en la agricultura, o, ¿en qué trabajó?
RH: Aquí en México. Entré a la agricultura y entonces compré… Había muerto un herrero que trabajaba el fierro y lo había matado un caballo de una patada, y la señora tenía la herramientita pues en su casa. Yo traje centavitos y le compré la herramientita y me empecé a hacer zapatos pa los caballos, pa los burros. En la arrierada compraban mucho eso y rejas de los arados de madera, pa labrar la tierra, todo eso hacía, chapas de puerta. Bueno, empecé a desatarme ahí con los fierros.
LM: ¿De herrero?
RH: De herrero, así les decían, herreros.
LM: Y, ¿sí le salía?
RH: Y todavía están ahí por ahí los fierros, todavía, desde entonces.
LM: Todo guardó.
RH: Eso que compré todavía existe ahí, los fierros más grandes.
LM: Y, ¿ganaba bien?
RH: Sí, sí sacaba mis centavitos, sí, no le echaba mucho menos a Estados Unidos, si yo sacaba de ahí, la gente me buscaba y…
LM: ¿No le dieron ganas de regresar?
RH: Pues sí, sí quedé con la espina de regresar. Y cuando me cambié para aquí a Durango, me vi un poco, porque trabajaba en la agricultura, no llovió y todo lo que había invertido, se nos acabó. Entonces me fui.
LM: ¿En qué año se vino a Durango?
RH: Era el [19]52.
LM: El [19]52.
RH: Fue el [19]52. Y entonces me fui a trabajar a Estados Unidos de moja[d]o.
LM: De mojado. ¿Por qué ya no se fue de bracero, si todavía había contrataciones?
RH: No, pues ya no había, si hubiera braceriada, no me acuerdo ya ni cómo bracereaba.
LM: Ya no. Y se fue de mojado.
RH: Yo me fui, me fui hasta Chicago.
LM: ¿Por dónde cruzó
RH: Por El Paso.
LM: Por El Paso.
RH: Texas.
LM: ¿Por el río?
RH: Por el río.
LM: ¿Estaba fácil?
RH: Sí, estaba fácil, estaba fácil. Sí se sumía uno pero, era poco.
LM: Y de ahí ya estando de aquel lado, ¿no le preguntaron nada?
RH: No, había arreglado yo ahí en Ciudad Juárez, una señora, de por ahí de Texas que tenía carro, que viniera como coyota, en tal parte me iba a esperar de aquel lado en El Paso, a tales horas. Y ya nomás pasé y me fui y la señora me llevó, ¿cómo se llama?, Amarillo, Texas.
LM: Allá a Amarillo. ¿Le cobró la señora?
RH: Sí.
LM: ¿Cuánto le cobró?
RH: No me acuerdo, creo que $300 pesos, por ahí.
LM: Mire.
RH: Y de allí, de Amarillo, ella misma me orientó al dejarme, ónde iba a agarrar el tren, para que agarrara el tren hasta Chicago. Que buscara ahí a ver quién me ayudaba a sacar el boleto, para que no entrara yo y me fuera a agarrar La Migración, a la oficina.
LM: ¿Había Migración?
RH: Pos sí hallé un señor, que fue y me sacó el boleto. Decía que pa cuando pasara el tren. (risas)
LM: Vámonos. Y se fue en el tren.
RH: Y luego me fui hasta Chicago, y allá no hallaba yo una persona que supiera español.
LM: No había.
RH: ¡Un problemón! Y yo iba buscando unos parientes que vivían en Aurora, Illinois, yo tenía la dirección. Pa agarrar el tren de Chicago a Aurora, había uno pero corría por arriba del edificio. Pa llegar allá, pa subir, pos a ver por dónde, pos hubo que, un policía, era texano que parecía de ahí, ya le hablé.
LM: Hablaba español.
RH: Sí, hablaba español, era de Texas, y ya le pregunté. Dice: “Vente”. Él me llevó donde subí, dice: “Allá arriba llega el tren y ahí lo agarras pa Aurora”. Pos así le hice.
LM: Y, ¿llegó?
RH: Y llegué a Aurora. Ya allá a un taxi le di la dirección, donde estaban los parientes, conocidos. Y un taxi me llevó.
LM: Y, ¿qué pensaba en el camino, no le daba miedo que lo fueran a…?
RH: No, no, no, yo ya sabía que los americanos no le hacen mal a nadie, ya sabía. Le tenía miedo nomás a los negros, de color.
LM: ¿Por qué?
RH: Decía: “Los americanos, ¿qué me hacen?, nada, no me hacen nada. Ellos no me van a robar, no me van a matar, yo sé que no”.
LM: Y al negro, ¿por qué le tenía miedo?
RH: Porque decían que eran malos.
LM: Pues sí.
RH: Sería o no, yo, nunca me hicieron daño a mí, pero eso decían, se oía, las versiones que daban.
LM: Y, ¿de qué trabajó ahí en Chicago?
RH: Entonces, en la Aurora.
LM: En la Aurora, perdón.
RH: Fui a una papelera y ahí agarré el trabajo. Una fábrica de hacer cartones, hacían ahí, papelera, le decían. Y ahí ya no me gustó el trabajo porque era muy caluroso donde me tocó. Trabajé unas cuantas semanas y luego fui a buscar el traque, en la compañía de la Burlington.
LM: Donde había trabajado.
RH: No, no es la misma, pero es traque. La que había trabajado pues acá está por Nevada.
LM: Claro.
RH: Y allí trabajé hasta que ya tenía yo como unos ocho meses. Pero hallé un texano que se llamaba José Gallegos, que me platic[aba], me buscaba. Y me decía, cuando yo quería, quise venirme: “No te vayas, Roberto”. Él tenía su esposa nomás porque había tenido un hijo y se había muerto en la guerra que había habido, en la Segunda Guerra. ¿Por qué? Dice: “Mira, si trabajas aquí, te va mejor. Trabajas cinco años y te dan seguro”. Y como acá en la compañía que trabajé en California, me dieron mi seguro.
LM: ¿Le daban su seguro?
RH: Que es el que tengo. Bueno, entonces me decía ese texano eso. Dice: “Mira, ya tienes tiempo trabajando, estás desde hace ocho meses, aquí ya tienes otros ocho, aviéntate”, me decía, “no te vayas. Sacas tu seguro y pa tu mujer también, te dan tu seguro”. Ya había seguro. Y por siempre me vine.
LM: No lo convenció.
RH: Dije: “Voy a venir”. Pos sí, a los dos años fui otra vez, entonces entré acá por Ciudad Acuña.
LM: Ciudad Acuña, Tamaulipas.
RH: Por Tamaulipas. Un coyote le pagué porque me orientara en el río, íbamos yo y otros dos de Guanajuato.
LM: ¿Dónde se habían conocido con los de…?
RH: ¿De Guanajuato? Allá buscando la orilla del río, (risas) allá en la misma tarea, allá nos conocimos. Y pagamos un coyote y el coyote le tuvimos que dar luego $15 dólares.
LM: ¿Estaba fácil la pasada ahí también?
RH: Se prestaba un poco. [Es]taba la pasada por Piedras Negras, allá íbamos. Pero en Piedras Negras llegamos a un hotel y había otros señores que iban de aquí y que usted los conocía, iba conmigo don Pablo Chaidez. ¿Los conoces?
LM: De, son de por allá de…
RH: De Carreras. Bueno, y que estaban unos de Herrera, uno se espera, eran de la Judicial que le decían Herrera, bueno, listo. Pero ellos les tocó primero ir a pasar por Piedras Negras y nosotros yendo a ver, pos que van llegando. Estábamos en el mismo hotel. Llegando al hotel casi desnudos, porque los agarraron por ahí en el jarillar del río y les quitaron hasta los pantalones.
LM: Válgame. Y, ¿se vinieron con ellos?
RH: Entonces ya no quisimos don Pablo y yo entrar por ahí. Entonces dijo él: “No pues aquí no se puede, yo estoy impuesto por Tijuana. ¡Vámonos pa allá!”. Le dije: “No, yo ya estoy aquí, aquí le voy a atorar, a ver por dónde sale”. Él se fue, se vino y ya me quedé yo allá, y ya fue cuando hallé a los de Guanajuato.
LM: Y, ¿ahí cruzó?
RH: Y luego con los $15 dólares, el coyote en San Juan del Río, ¿cómo le dicen? San Juan del Río, no, no, no. Del Río, Texas, la ciudad que está al otro lado.
LM: Del Río, Texas, se llama.
RH: Iba a comprar un carro en $15 dólares pa llevarnos a Chicago, a Aurora, Illinois, a donde había trabajado yo. Pos lo compró.
LM: Con los $15 dólares.
RH: Con los $15 dólares, el carrito.
LM: Muy barato.
RH: Era muy barato, pos ir a quedarnos en el camino, pos cómo estaría ese carro. Bueno, pos va a creer que nollegó hasta allá día y noche, zumbe y zumbe. Acá nos dejaba, cuando iba a echar gasolina, él sabía el camino, nos dejaba acá escondidos en la orilla de la ciudad que iba a pasar, a echar gasolina. Para ir a echar gasolina y ya venía a levantarnos.
LM: ¿Qué carrito era?, ¿se acuerda?
RH: No me acuerdo, creo que era chevroletito, no me acuerdo bien. Entonces, llegamos a donde yo había trabajado, que es un pueblito de ahí de Aurora, cerquita, que se llama Montgomery. Entonces dijo el coyote: “Aquí es donde quedé de traerlos”. Le pagamos.
LM: ¿Cuánto les cobró?
RH: Me parece $300 pesos, no dólares, pesos.
LM: Trescientos pesos.
RH: A cada uno. Y iban dos de Guanajuato, el papá y el hijo y casi nos morimos del hambre, pues si no queríamos ni comer, no queríamos correr pa llegar pronto. Llegamos y dije: “Oye, sí, aquí es la estación donde trabajaba yo”. “Bueno”. Entonces los de Guanajuato, se fueron con él, no se fueron con él. Dijo: “Nosotros también nos quedamos aquí”. Ellos iban directo a Chicago. “Al cabo ya conocemos aquí, de aquí vamos a agarrar la ruta del autobús que pasa por el otro lado de la vía y nos vamos a Chicago”. Entonces él, se bajó, hizo el carrito a un lado de la carretera, ¿sabe lo qué hizo?, ahí lo parquió [estacionó] y él se fue a agarrar el autobús, para venirse pa Texas.
LM: ¿Ahí dejó el carro?
RH: Ahí dejó el carro, ahí estuvo, nomás dejó (ininteligible).
LM: Y volvió a trabajar ahí en el traque.
RH: Allí llegué, no, pos ahí luego luego me agarró.
LM: Era fácil, ya lo conocían.
RH: Ey, pues era donde había trabajado yo ocho meses, luego luego.
LM: Y, ¿cuánto tiempo trabajó esa vez?
RH: Esa vez trabajé como diez meses. Cuando me vine.
LM: Y se regresó.
RH: Bueno ya, ya le iba juntando algo al seguro. Estando aquí había oportunidad, con familiares, amistades, de poder arreglar pasaporte.
LM: Y, ¿así fue que arregló residencia?
RH: Arreglé la residencia. A ir a acabalar nomás los cinco años. Fui y trabajé, hasta acabalar los cinco años. Dije: “Ya me voy”.
LM: Y ya a los cinco años, y, ¿cada vez que entraba, trabajaba con ese mismo número?
RH: Con ese mismo número del seguro. Y ya cuando estaba aquí que acabalé los, eran sesenta y dos años entonces, cuando lo jubilaban a uno. Ya escribí yo al Consulado en Monterrey y vinieron dos del Consulado de Monterrey a verme donde estaba.
LM: Vinieron a verlo.
RH: A ver si era verdad que vivíamos, yo creo. Ya llegaron, ya me estuvieron haciendo preguntitas de esas, de cuándo había ido, cuánto había estado, y que les enseñara mi seguro, llevaban el número de mi seguro. Cuando ya me empezaron a pagar mi jubilación. Tengo más de veinte años que me estaban pagando ahí. Me llegó mi ayudadita.
LM: Y, ¿ha ido otra vez a Estados Unidos?
RH: No, ya no he ido.
LM: Ya después que recibió su residencia, ¿ya no?
RH: No, si no me gustó mucho, ¿verdad?, como para asentar mi familia allá. Porque yo veía, sabía y oía, Estados Unidos siempre todo el tiempo está peleando y yo tenía cuatro varoncitos.
LM: Sabía que siempre estaban…
RH: De pleito, con una nación, con otra, pos queriendo poner el orden, porque yo sé que andan poniendo el orden donde andan. Alineando a la gente a su derecho, no chueco, yo eso lo veo bien. Y han andado sacando a muchas pueblos de la humildad y de muchas, de muchas discriminaciones, como andan ahora con Irak. Porque esa gente muriéndose de hambre y ellos hasta con los pisos de oro, pues qué es eso. Todo eso ellos andan corrigiendo. Sí, está bueno, pero yo, mis varones no quería que fueran.
LM: Dijo: “No”.
RH: Dije: “No, pues aquí toda la vida están en guerra, están con ese pleito y cuándo van a acabar los pobres”.
LM: Y decidió quedarse en…
RH: Sí, dije: “No. Todavía cuando vinieron a arreglarme el seguro, a verme, me preguntaron, que si quería ir a vivir a Estados Unidos o quería seguir yo aquí. Que allá me podían dar más, el seguro, allá. Dije: “No, aunque sea poquito, por favor aquí”. Y así fue.
LM: Qué bueno, qué bueno.
RH: Porque la tierra es madre y luego uno lo que hay, se fija. Poquito de no tener tanto tormento.
LM: ¿Qué es lo que más le gustó de Estados Unidos, don Roberto?
RH: Los modos de la gente, los modos de la gente. Eso me gustó mucho.
LM: Y, ¿algo que no le haya gustado?
RH: El modo de vivir, el modo de, hasta de caminar me gustó, hasta ir en un autobús, no es igual donde quiera.
LM: El orden.
RH: El orden que se ve. Que quisiera yo que nosotros tan cerquita no copiamos eso, pa que nuestros hijos tuvieran otra vida, eso quisiera yo. Pero no se puede, no se ha podido, quizá más después.
LM: Pues ojalá.
RH: Yo preguntaba y lo que me decía la gente allá. Decía: “No, es que México va cincuenta años atrás”. Bueno y por qué no se pone también delante, por qué no adelanta, de que le quite tanta pobrería. Porque se queda todos pidiendo limosna, que pa la escuela, que pa esto y pal otro. Una ciudad de que me da lastima. Yo estuve allá en Yucatán, veo que en cada tienda está una alcancía. Ayuda pa esto, ayuda pal otro, [se] sube uno al autobús, suben con un botecito también, que pa los viejitos, que pa los… Eso no se ve bien.
LM: Está mal eso.
RH: Es triste, pa qué piden, si hay, yo sé que sí hay.
LM: Que trabajen.
RH: Da vergüenza que vienen de esos países acá, como dicen allá en Mérida, una vez salió en las noticias, que por los turistas no los dejaban andar los limosneros, pidiendo que no dejan ni caminar, oiga.
LM: Así es.
RH: ¿Cree que no es triste eso?
LM: Sí.
RH: Y vergonzoso, yo no sé nuestras autoridades cuándo quiten eso.
LM: Qué piensan, ¿verdad?
RH: ¿Qué piensan? Si hay mucho petróleo, hay minería, hay agricultura, mucho modo de que pudiera remediarse todo eso. Así es y así estamos, y no crea que estoy contando mentiras.
LM: No, no, yo sé que no, don Roberto. Don Roberto, para finalizar, me gustaría preguntarle, a usted, ¿qué sentimiento le causa el escuchar el término bracero?
RH: Oiga, pos el escuchar el término, muy bien. Porque fui a ayudar un poco a que estos hombres pongan las cosas en su lugar un poquito. Porque desde que empezamos a haber braceros, empezamos a tener zapatos, eso es lo que digo yo.
LM: Fue de ayuda, de beneficio para el pueblo.
RH: Cómo no, pos y si no. (ininteligible) Oiga, pues cómo va a hablar uno del que le está dando la comida. (risas) ¿No cree?
LM: Claro. ¿Cómo se siente usted de que lo llamen bracero, de que lo identifiquen como bracero?
RH: Se siente muy bien.
LM: ¿Se siente orgulloso?
RH: Seguro, de que la ayude usted, con que andan buscando la paz donde quiera. Y quisiera que vinieran a ponernos aquí en nuestro lugar.
LM: ¿Le gustaría que viniera?
RH: Ah, cómo no.
LM: Para vivir mejor.
RH: Pos si los texanos viven reagusto. ¿Por qué?, porque están allá al lado de ellos.
LM: Claro.
RH: Como dicen ellos mismos, me lo decían: “No”. Pero digo: “Son mexicanos, vámonos pa allá”. “No”, dice, “aquí comemos y allá no comemos”. ¿Sabe qué me decía uno? Dice: “Mire Roberto, no te vayas. Mira, aquí comemos comida de primera. Lo que se cosecha, lo que se junta en México, cosecha de primera de una papa que se levanta allá, la de primera se viene pa acá, aquí nos la comemos. Y ustedes se comen la segunda y la tercera”. Y sí veo que sí es bien. “Aquí cómo nos vamos a ir a meternos, que aquí está bonito”. “No, no, vivir a gusto es sentir uno alivio en su persona”, me decía. Sí, tiene razón. Les decía: “Pues yo no puedo, hombre”. Ni modo de quedarme aquí. (risas)
LM: Sus recuerdos de haber trabajado allá y vivido allá, ¿son positivos?
RH: Sí, me gusta mucho acordarme que estuve allá trabajando, aprendiendo, viendo, deseando lo que está allá. Porque yo deseo allá, porque aquí anda un hombre sin trabajo, pidiendo y allá no. “Oye, ¿dónde trabajas?”, le dices, por decir. “Enséñame un talón”. Bueno. “No, no trabajo”. “Ah, bueno, repórtate y te dan tu cheque, mientras de que no hallas trabajo. Aquí vaya repórtese usted a ver qué le dan”. Oiga, una hermosura, pues quién tiene hambre así. Muchos no hallaban trabajo de adrede. Y si hallaban trabajo pronto lo dejaban para ir a pedir compensación. Iban y se enlistaban. “No hallo trabajo”. Llevaban el reporte de la fábrica donde iban, pues iban donde no podían.
LM: Claro.
RH: No los ocupaban. Ya venían ahí, reportaban, el reporte de la compañía aquella que no hallaron trabajadores, su cheque en la semana, pa que no robe. Les dije: “Y bueno, ¿pa qué hacen eso?”. “No”, dice, “pues porque una gente que no come, roba”.
LM: Muy cierto.
RH: Y así no roba.
LM: Muy cierto.
RH: A ver, esas hermosuras vi yo allá.
LM: El haber sido bracero, ¿cambió su vida de alguna manera, don Roberto?
RH: ¿Cambió qué?
LM: ¿Cambió su vida?
RH: Sí cambió, porque ya compré en que dormir. (risas) Bueno, pues es la verdad. Cambié de tablitas a spring, pos cómo no me voy a acordar.
LM: Muy bien.
RH: Y no nomás yo.
LM: Muchos.
(entrevista interrumpida)
LM: Continuamos la entrevista con el señor Roberto Heynes García. Don Roberto, le decía que, pues, quiero agradecerle mucho que nos haya compartido…
RH: No hay por qué.
LM: Su vida.
RH: [Es]tamos a sus órdenes.
LM: Sus experiencias.
RH: Y pa decirle la verdad, yo se la digo a cualquiera. Porque en estas edades, estas personas de que están en edad, no usábamos la mentira, ahora se está entrando macizo. Pero, en esos años, lo que se decía era documento. Así nos impusieron los que nos llegaron a hombres.
LM: Era más honesta la gente.
RH: Yo no sé por qué, lo que decía uno aunque fuera en contra de uno y que ya lo decía, tenía que cumplirse, porque era la palabra que había dado.
LM: Oiga, don Roberto, le gustaría ya, una pregunta más, ¿le gustaría que el Programa Bracero volviera a implementarse?
RH: Pos sí, porque, se ayu[darían], no por mí, se ayudarían mis hijos, se ayudaría mucha humanidad. Cantidad de humanidad se beneficiaría.
LM: ¿Cree usted que sería…?
RH: Tanta gente pobre que vemos, muchos alcanzamos a librar un poco mejor, pero hay que fijarse en que otro no alcanza. Y a ver si así alcanzarían porque es donde agarramos toda la región de sus papás. Es donde agarramos principios para ir aquí a comprar una vaca, un catre, hacer una casita, algo. De ahí, de ahí lo agarramos, ni pa qué negarlo.
LM: Mucha de la gente de su pueblo, ¿vive allá?
RH: Sí, ya la gente pos no ya no puede sacar, pero es muy fácil. Nomás no les dan trabajo y se vienen, pos, ¿qué hacen?
LM: Don Roberto, pues muchas gracias, y con esto vamos a dar…
RH: Me va a dispensar.
LM: Por terminada la entrevista.
RH: En lo que podamos ayudarles aquí estamos a las órdenes.
LM: No, muchas gracias.
RH: Su papá me conoce, y nos conocemos y ya sabemos, él todavía alcanzó la verdad. Porqué también él ya está en la edad de que supo de la verdad.
LM: Claro.
RH: Todo el tiempo.
LM: No, al contrario.
RH: Y luchar, para poder vivir. Auxiliar a su familia.
LM: No, al contrario, es un gusto y un honor, a nombre de la Universidad de Texas, del Instituto de Historia Oral, y mío en lo personal.
RH: Muchas gracias.
LM: Le agradezco mucho que nos haya brindado este espacio.
RH: Qué bueno y lo que gusten que este de mi parte.
LM: Muy bien.
RH: Que su papá lo sabe. Y todo, yo fui amigo de todos los de esa región de Carreras, muchos me estimaron y yo los estimaba. Ahora vengo, que don Agustín ya se jue, ya se acabó, y que válgame y bueno. Así pasa, y ya nos están esperando pa ver si nos volvemos a ver.
LM: Esperemos que sí.
RH: Ojalá.
LM: Gracias.
Fin de la entrevista
Interviewer
Martínez, Laureano
Interviewee
Heynes García, Roberto
Location
Durango, Durango, México
File Name Identifier
Heynes_Garcia_DGO016
Citation
Martínez, Laureano and Heynes García, Roberto, “Roberto Heynes García,” Bracero History Archive, accessed November 5, 2024, https://braceroarchive.org/items/show/216.