Servando Peñaloza Muñoz
Title
Servando Peñaloza Muñoz
Description
Biographical Synopsis of Interviewee: Servando Peñaloza was born in Guayameo, Guerrero, México; he worked in agriculture from the age of six; at the age of nineteen, he moved to Mexico City, México; he joined the bracero program in 1955 with his brother, and worked in Arizona and California; there he picked broccoli, celery, green beans, lemons, lettuce, strawberries, and tomatoes.
Summary of Interview: Mr. Peñaloza recalls growing up in Guayameo, Guerrero, México, and working in agriculture from an early age; he remembers moving to Mexico City, México at age nineteen, and working at the Chapultepec Castle; additionally, he relates that he had to take care of his younger brother during this time; he states that he joined the bracero program in 1955 with an older brother, and worked in Arizona and California picking broccoli, celery, green beans, lemons, lettuce, strawberries, and tomatoes; furthermore, he describes the hiring process, his time at the contracting center in Empalme, Sonora, México, and the contracts he signed; he discusses what daily life was like on the bracero camps, the work they did, and the trips they took into town; moreover, he explains his decision to move back to México after he left the program, and what he labored at.
Summary of Interview: Mr. Peñaloza recalls growing up in Guayameo, Guerrero, México, and working in agriculture from an early age; he remembers moving to Mexico City, México at age nineteen, and working at the Chapultepec Castle; additionally, he relates that he had to take care of his younger brother during this time; he states that he joined the bracero program in 1955 with an older brother, and worked in Arizona and California picking broccoli, celery, green beans, lemons, lettuce, strawberries, and tomatoes; furthermore, he describes the hiring process, his time at the contracting center in Empalme, Sonora, México, and the contracts he signed; he discusses what daily life was like on the bracero camps, the work they did, and the trips they took into town; moreover, he explains his decision to move back to México after he left the program, and what he labored at.
Creator
Domínguez, Violeta
Peñaloza Muñoz, Servando
Date
2002-05-31
Subject
Bracero
Rights
Institute of Oral History, The University of Texas at El Paso
Language
spa
title (Spanish)
Servando Peñaloza Muñoz
creator (Spanish)
Domínguez, Violeta
Rights Holder
Institute of Oral History, The University of Texas at El Paso
Online Submission
No
Original Format
Mini Disc
Duration
2:00:00
Bit Rate/Frequency
24 bit
96 k
96 k
Transcription
Nombre del entrevistado: Servando Peñaloza Muñoz
Fecha de la entrevista: 31 de mayo de 2002
Nombre del entrevistador: Violeta Domínguez
Es viernes 31 de mayo de 2002 y ésta es una entrevista con el señor Servando Peñaloza Muñoz en la Ciudad de México.
VD: Ahora sí. Señor Servando, dígame sí otra vez, ¿qué edad tiene usted?
SP: Setenta y un años cumplidos.
VD: Me dice otra vez su lugar de nacimiento, ¿en dónde nació usted?
SP: En Guayameo, Guerrero.
VD: En el estado de Guerrero.
SP: Municipio de Zirándaro, Guerrero.
VD: ¿A qué se dedicaban sus papas, señor Servando?
SP: A la agricultura.
VD: Eran campesinos.
SP: Mi padre, mi mamá al trabajo del hogar.
VD: ¿Ella criaba animales o alguna cosa así para ayudar en la casa?
SP: Pues de chiquillos no teníamos nada, porque mi papá nunca vivió con nosotros, vivimos solos. Pues yo creo que escasamente gallinas tendríamos, escasamente, ya cuando empezaron a ir al norte fue cuando empezamos a comprar una vaquita y luego dos y así, pero en un principio trabajábamos de peones.
VD: Ustedes de chiquitos, ¿su papá no vivió con ustedes?
SP: No.
VD: ¿Usted desde pequeñito trabajó en el campo?
SP: De seis años empecé yo a trabajar de comedero, ganando $2 pesos al mes.
VD: ¿De comedero?
SP: Llevando la comida de la casa al potrero, a los trabajadores, a los que andaban trabajando en el potrero, en las tierras sembrando, que escardando, cosechando. Yo tenía seis añitos y la mamá de los patrones me empezó a hacer de comer, la primer tortilla que salía me la daba a mí. Me ponía enfrente de ella y estaba ella haciendo tortillas, cuando yo acababa de comer ella acababa de hacer un ramero así de tortillas pa los peones y ya me arreglaba la comida, el morral, en las ollas. Ensillaba un burro, se ponía el deste a un burro y me agarraba de las axilas y me montaba ahí y el burro ya sabía pal potrero. Ése me llevaba lejecitos, yo creo que han de ser como unos tres o cuatro kilómetros, seis años tenía yo.
VD: Bien pequeñito.
SP Sí, de ahí para acá fue trabajar, de seis años para acá, hasta ahora que me jubilé.
VD: Bien chiquito empezó usted. ¿Sus hermanos también trabajaban?
SP: Todos.
VD: ¿Es usted de los más grandes?
SP: Soy el cuarto.
VD: ¿De cuántos?
SP: De seis que somos. Juvenal, Adolfo, Abigail y yo, Ángel y Rubén, somos seis y todos empezamos a trabajar en cuanto pudimos.
VD: De pequeñitos para ayudar a su mamá.
SP: A mi mamá sí, porque pues qué iba a hacer ella con tanto chamaco.
VD: Y después empezó a trabajar en el campo, en la tierra.
SP: Sí, de peón, de peón. Y empecé la primera vez que empecé a trabajar de peón ya en ejillo(??), tendría unos ocho o nueve años. Ya me pagaban como gente grande, $0.50 centavos al día.
VD: ¿Trabajaba en las tierras de...?
SP: Sí, ya sembrando, escardando, cortando ajonjolí, sacudiendo, cosechando la mazorca y ya cuando acababa la temporada de trabajo del campo, a trabajar con los ricos de ahí del pueblo, de mandadero, de peón, de mozos, qué sé yo. Que: “Vete a traer la vaca fulana”. Que: “Vete a llevarme el burro fulano al potrero”. Que: “Ve a hacer esto”, la cosa es que había que ganar para llevar gasto a la casa.
VD: Claro. Y obviamente me imagino que en estos años no podía ir a la escuela.
SP: Yo le decía a mi mamacita, porque ya iban chamacos ahí a la escuela, allá había escuela en el pueblo y le decía yo a mi mamá: “Oye mamá, ¿por qué yo no voy a la escuela? Fulano y zutano tienen mi misma edad y ellos ya van a la escuela y, ¿yo por qué no?”. “Hijo, si vas a la escuela, ¿qué comemos?”. Está cruel la respuesta. Pues me pagaba, ya no tenía por qué exigirle yo que quería ir a la escuela. Yo vine a estudiar aquí mi primaria, mi primer año de primaria ya aquí ya viejo, veintiuno o veintidós años tendría cuando empecé.
VD: ¿Aquí en el Distrito [Federal]?
SP: Sí, de la nocturna, sí. Y trabajando pa mantenerme y pagar renta y todo aquí.
VD: Y estudiando en la noche.
SP: Y estudiando en la nocturna. Pero había dos hermanos mayores que yo, vivíamos los tres en un cuartito de tres por tres yo creo el cuarto. Y ahí entre los tres pagábamos la renta, la luz y cada quien pagaba su comida. Y entonces mi hermano el que sigue del mayor, se fue pal pueblo y se casó y luego de allá pasó aquí y me dijo: “Me iré pa Estados Unidos”, fue como fui la primera vez.
VD: Eso fue en el año, bueno, tendremos la duda si [19]55 ó [19]56, pero entonces usted ya vivía aquí en la Ciudad de México. ¿Cuándo fue que se vino para acá de allá de Guerrero?
SP: De diecinueve años, en 1949 me vine con mis hermanos que estaban dos aquí.
VD: Ellos ya se habían venido para acá.
SP: Ellos ya estaban aquí, Juvenal trabajaba en Antropología [Instituto Nacional de Antropología e Historia].
VD: ¿Qué hacía el?, ¿qué hacía en Antropología?
SP: ¿Sí conoce el instituto?
VD: Pero, ¿qué hacía?
SP: Él era mozo, pienso yo.
VD: Y, ¿él fue el que le consiguió...?
SP: A Adolfo y a mí también. Él trabajaba ahí y luego me consiguió a mí y luego de ahí ya empecé a ir a Estados Unidos, pedí un permiso en Antropología.
VD: O sea que usted ya estaba trabajando ahí, ¿cuánto tiempo tenía trabajando ahí más o menos?
SP: Como un año.
VD: Un año. Y más o menos le alcanzaba con lo que...
SP: Ganaba $100 pesos al mes y mi hermano más chico yo me lo traje pa ponerlo a estudiar aquí. Mi hermano el mayor le consiguió un internado allá por Azcapotzalco pero yo lo mantenía y yo pagaba la inscripción, yo pagaba lo que me pedían en el internado, yo era como el padre de él. Y entonces cuando me jui pa Estados Unidos conseguí permiso para irme yo por tiempo indefinido, porque un amigo mío me dijo, porque yo pensaba pedir na[da] más tres meses o dos, no sé cuánto, dice: “Pídelo por tiempo indefinido el permiso, si te va bien, puedes estar el tiempo que quieras por allá y si te va mal, tú regresas y aquí está tu trabajo, aquí lo tienes porque no tienes tiempo límite”. Entonces yo le hablo a mi jefe inmediato, le digo: “Oye, también quisiera yo dejar a mi hermano, que yo lo estoy manteniendo, lo que yo gano aquí es para comer los dos, para mantenernos los dos y al irme yo por allá, ¿él de qué va a vivir aquí? Quisiera hablar con el Director Ignacio Martínez”, se llamaba el director de Antropología, de las oficinas generales. Le digo que se quedara mi hermano para que él se mantuviera de lo que yo gano, con eso nos mantenemos los dos, pero al irme yo qué va a comer él. Pues sí, tan buena suerte, tan buenos amigos tenía yo, que sí me le consiguieron permiso de que se quedara, ese mismo día me dijo: “Tráelo, llámalo”.
VD: Y, ¿cuántos años tenía él?
2do: Era el más chico de la familia.
SP: Tenía como dieciocho años.
2do: Y él se lo trajo para ser responsable de él.
SP: Y ya lo recibieron de dieciocho años ahí y con lo que yo ganaba para los dos ya se mantenía él solo.
VD: Y, ¿seguía estudiando mientras?
SP: Él estaba haciendo secundaria.
2do: En la nocturna también.
SP: Pero no, creo no la alcanzó a terminar, se metió por ahí con una mujerzuela que le bajó lo que tenía.
2do: Ah, pues sí lo ha de conocer.
SP: Sí, ahí anda con nosotros también Rubén Raya Muñoz, somos hermanos.
VD: ¿Vive por aquí él?
SP: Sí, ahí va a la junta.
VD: ¿Es de los que estaban con usted la vez pasada?
2do: Sí, el vive por la Emiliano Zapata
VD: Por el Estado de México.
2do: Por Ecatepec.
SP: Cerca de Paseo de San Agustín, por allá vive ahí. Yo lo convidé ahí.
2do: Es el más chico de los seis que son.
VD: Y usted se lo llevó a él, se lo trajo pues, para acá.
SP: Desde allá del pueblo me lo traje aquí y lo puse a estudiar y yo lo dejé en mi trabajo a él.
VD: Y allá mientras, ¿su mamá se quedó allá en el pueblo?
SP: Con otro hermano más chico que yo y teníamos padrastro.
VD: Se quedó allá, él ya con...
SP: Sí, aunque después tuvimos que mantenerlo a él también porque ya...
VD: Y cuando usted, cuando se vino, bueno, dice que sus hermanos ya tenían tiempo aquí, ¿verdad?
SP: Uno se vino a que lo operaran de la nariz, porque siempre ha padecido del dolor de cabeza. Lo operaron de la nariz que tenía el tabique desviado, el segundo y ya se curó aquí y se quedó a trabajar. Entonces el mayor, el Paso de la Arena, entonces vivíamos más acá del pueblo nosotros, el Paso de la Arena, Guerrero, ahí él tenía una noviecilla y ahí en un baile que lo invitaron, otro pelado que andaba también siguiendo a la novia que tenía mi hermano le dio un balazo aquí en la boca del estómago. Y allá lo operaron, le sacaron la bala, pero no quedó bien y se vino a curar aquí y mi hermano que estaba aquí le mandó dinero para que se viniera a curar y ya se quedaron aquí, fue como se quedaron ellos.
VD: Y, ¿se quedaron a trabajar?, ¿ya después ellos lo invitaron o usted se decidió venir para acá?
SP: Mi mamacita me mandó porque yo no quería al padrastro.
2do: ¿Tú no pensabas venirte entonces?
SP: No, yo no quería venirme, yo sentí imposible separarme de mi madre.
2do: Estabas chico.
SP: Sí, pero se pelearon ellos no sé por qué y una vez que regresé de la sierra de cortar madera para vender, ya no estaba él ahí y le digo: “Y, ¿Reyes?”, se llamaba Reyes. Dice: “Ya lo corrí”. “¿Por qué?”. Quién sabe qué más me contó, le dije: “Hasta que hiciste algo bueno mamacita”, Ella pensó que le iba a decir: “¿Para qué lo corriste?”. Y como ya no lo admití en la casa, por eso me mandó pa acá con mis hermanos. Uh, qué historias.
VD: Y ella fue la que le dijo que se viniera.
SP: “Tú te vas allá con tus hermanos, por cierto una madera, la última madera que traje a vender a Huetamo, Michoacán, la traía en una camionetilla de ésas de redilas, con ese dinero me vine, creo eran $50 pesos.
VD: ¿Estaba vendiendo madera justo antes?
SP: Yo fui a la sierra a cortar madera, morillos, así rollizos largos como de aquí a la pared aquella y para hacer casas.
2do: Y, ¿tú eras el único que la acompañabas?
SP: Ángel también estaba allá y Rubén, pero Rubén estaba chiquillo. Yo tenía diecinueve años, aquí vine a cumplir los diecinueve, sí, aquí. Ángel tendría dieciséis.
2do: Pero los chicos no decían nada y él sí se molestaba por el padrastro, por eso no te quiso a ti tener ahí.
SP: Sí, porque yo no lo quería, porque era muy atenido, él decía que no era tonto pa trabajar en el campo, para trabajar con patrones, que él trabajaba por él nada más.
VD: Carpintero.
SP: Hacía puertas de madera pero para los potreros y yo trabajaba en los molinos y me ganaba dos sueldos diarios. Ganábamos en aquel tiempo $5 pesos al día y yo me ganaba $10 al día porque trabajaba doble turno. Y él en la casa en dos semanas se hacía una puerta pa venderla en $15 pesos. ¿Yo cuánto me ganaba?, $60 pesos a la semana.
VD: En el mismo tiempo.
SP: Y él dos semanas para ganarse $15 pesos, $15 ó $10, creo $15 daba las puertas. Y yo quería que también se fuera a trabajar allá a los molinos como yo para que ganara no lo doble que yo, pero siquiera el sueldo normal de un peón.
2do: Él no tenía hijos para no mantener a los (ininteligible)
SP: Quería que yo lo mantuviera y ésa fue mi venida para acá, porque ya no admití yo en la casa, yo salí a las siete de la mañana y a las siete de la noche ya estaba él en la casa, ¿usted cree? Y ni modo, mi mamacita así quiso.
VD: Ya vino usted con sus hermanos entonces.
SP: Sí, fue como vine a dar aquí y luego aquí mi hermano Juvenal me consiguió el trabajo ahí mismo, en el mismo edificio donde vivíamos, ahí por Comonfort 15, enfrente de un hotel Embajadores, ahí por la Lagunilla. Ahí viví como tres años y trabajé como mozo, hacía la limpieza de ahí del edificio y poniendo tanques de gas a los inquilinos. ¿Cuánto ganaba? Creo que $45 pesos a la semana ahí, pero me alcanzaban pa mí solo, pero ya cuando vino mi hermano, pues ya no me alcanzaron. Entonces ya mi hermano me metió a Antropología Física, es Instituto Nacional de Antropología, ahí trabajé un año en el Castillo de Chapultepec.
VD: Ah, estuvo en el castillo, a usted ahí le tocó.
SP: Un año, sí. Y de ahí pedí, me dieron vacaciones, me fui a mi tierra y ya unas tierras que tenía un tío mío, ahí muy bonitas, pues yo era de campo. Viera qué bonitas tierras tiene el papá Angelito, hermano de mi mamá, le decíamos papá, sí, dice: “¿Quieres trabajarlas? Te las doy a medias”, pues no me dijo dos veces.
2do: Y ya no te fuiste.
SP: Dejé el trabajo, me perdí y conseguí molendera y peones y trabajé las tierras de mi tío.
VD: ¿Cuánto tiempo se quedó allá trabajando?
SP: Como siete meses, a los siete meses volví a regresar otra vez aquí a México y mi hermano me volvió a meter otra vez a Antropología, Juvenal.
2do: En aquel tiempo se podía estar haciéndose zonzos.
SP: Y trabajé otro año más, no me acuerdo cuándo fue ahí cuando pedí permiso para Estados Unidos y a mi hermano más chico lo dejé.
VD: En su lugar.
SP: En mi lugar, sí.
VD: Y, ¿cómo fue que se enteró usted de que estaban, de que habían contrataciones, de que se estaban yendo?
SP: Mi hermano el que sigue, el mayor, estaba en Guayameo ya casado. Ya tenía dos niñitos, a Carlos y a Lourdes. Lourdes estaba de pecho y él allá fue donde se enteró no sé cómo y vino a dar aquí a México a llegar conmigo a mi cuarto donde yo vivía, y ya me dice: “Vámonos pa Estados Unidos, están contratando gente en Empalme, Sonora, pero la lista se hacía creo por aquí”. Y él mismo me enlistó, le digo: “Vámonos, pero, ¿con qué dinero, hermano? Yo lo que gano apenas alcanza para vivir Rubén y yo”. Y él me decía: “Déjalo que trabaje, al cabo pa lo que te va a agradecer ya cuando esté grande”. Y sí, en realidad no agradece nadie. Le digo: “Pues déjenme hacer algo por él, ya que ustedes no hicieron nada por mí, déjenme hacer algo, si yo puedo ayudarlo, déjenme ayudarlo”. Y me dice, le digo: “Voy a ver si puedo conseguir permiso para dejarlo, que se quede en mi lugar y luego, ¿con qué dinero me voy?”. Él: “Pues yo vengo muy escaso, no me va a alcanzar a mí lo mío”. Y entonces yo tenía dos queridas, al cabo ya lo que pasó, pasó, a ella no le interesa eso, ¿verdad? Entonces les saqué dinero a esas dos. A una le saqué $500, $600 pesos, a otra $300 y ya me fui yo rico, llevaba como $800 ó $900 pesos en la bolsa y en Empalme se nos acabó. A mi hermano se le andaba acabando el dinero, a mí no porque íbamos a comer en las fonditas ahí a comer. Ah, pero a esas mujeres les mandé yo su dinero con sus respectivos intereses.
2do: No se los robó.
SP: No me quedé con él, no como muchos lo hacen.
VD: Ándele, sí fue un préstamo.
SP: “Préstame”, le dije, ¿no? Prestado, prestado.
VD: Ése sí fue un préstamo.
SP: Sí me lo prestaron y se lo mandé de ahí de Estados Unidos con su respectivo interés, les pagaría el 5% de interés. Ellas no me querían cobrar, pero yo de todas maneras se los pagué con interés. Y así fue como nos fuimos la primera vez.
VD: O sea que su hermano lo anotó en la lista aquí y aquí en la Ciudad de México no tuvo que hacer, no tuvo que ir a la Ciudadela o algún otro lugar, ¿se fue directo a Empalme?
SP: A Empalme.
VD: Y, ¿cuánto tiempo duró ahí en Empalme?
SP: Pues no me acuerdo, pero había veces que durábamos hasta un mes pa que recorrieran la lista.
VD: Y, ¿cómo sobrevivían en ese mes?
SP: Pues llevaba uno pues dinero pa comer ahí en las fonditas donde se iba uno a comer, fonditas enramadas, enramadas ahí a un lado de la contratación, nos costaba $1 peso la comida, $0.80 centavos pollo deshuesado o pollo con hueso, el pollo deshuesado.
2do: Sí, pero esos eran frijoles.
SP: Sí, los dos eran frijoles pero uno era guisado y el otro de la olla con arroz y frijoles y tortillas a llenar, eso era lo que comíamos con $1 peso. Pero eso era ya después que salíamos a la contratación y hacíamos una comida o dos nada más al día, porque no nos alcanzaba el dinero y dormíamos en el suelo.
VD: ¿Se quedaban en la calle?
SP: No en la calle, ahí una señora nos daba permiso en un tejado de como de lámina, quién sabe de qué sería, pero no era casa. Era atrás de su casa como en el jardín, como en el corralón, quién sabe. No tenía jardín, tiene uno que otro árbol verde ahí y el colchón eran cartones que cada quien cargaba su cartón aquí debajo del arca para acostarse uno o sentarse uno en la sombrita. Ahí tendíamos nuestro cartón y cobija no, pues no hace frío, allá hace calor, qué cobijar ni que nada. Nos acostábamos en el cartón y ahí dormíamos. De cabecera pues una piedra o un tabique que nos poníamos y en el día ya que se acababa la contratación nos íbamos al centro a unos arbolotes grandes como truenos, pero había unos montonones de sandía que llevaban para vender ahí a la braceriada, a $0.20 centavos unas sandías, $0.50 una grandota. Comíamos dos, tres con una sandía y la sandía también llena, pero como que no lo alcanza uno a digerir o comíamos mucha sandía, íbamos al baño puro rojo, rojo, rojo. Yo creo que no lo alcanzaba a digerir.
VD: De pura sandía.
SP: Pura sandía sí, sí se las agenciaba uno para no andar pidiendo limosna, muchos andaban pidiendo que pa regresarse, que pa comer. Había un cuate que le decían Caborca, le decíamos Caborca, sería de Caborca no sé, pero todo mundo le decía Caborca. Ése no traía nada de dinero y un día le daba de comer uno, otro, otro y otro, otro, así le dábamos. Y una vez se nos perdió tempranito, ah, pues se fue por ahí a hacer del baño. Se llegó la hora de la contratación y fuimos y no estaba, porque muchas veces íbamos y no había nada de contratación y ya de regreso ahí a la casa esa donde llegábamos que nos daban permiso. Porque a veces ahí le consumíamos ahí a la señora de comer, pero a veces en la calle nos salía más barato. Y ahí estábamos en la casa cuando llega el Caborca con un pescadote así, y dijeron que era cazón, tiburón, pero el cazón se puede comer, era el tiburón más grande. Ahora como quiera nos lo comemos chico o grande. Pues llegó con él ahí el cuate y le dice: “Mira nomás, ¿cómo le hiciste?”. “Que por allá por un charco por las noches sale el agua del mar, hay marea”, dice, “sale el agua de su nivel en el día, por allá hace lagunas y ya pa amanecer ya en la madrugada se va recogiendo el agua otra vez al mar y deja por ahí charcos”. Y éste se fue por la orilla del mar con un palito empujando almejas pa allá pal mar que encontraba. Y dice: “Por allá en los charquitos”, nos enseñó un lugar, “y ya veo que aleteaba algo y que me acerco ahí y veo un pescadón aquí así, lo agarré a leñazos”. (risas) Lo mató a leñazos por la cabeza y ya se lo hecha al hombro y ya se lo trae hasta la casa y la señora le dice: “Pues órale pélalo y tasajéalo, te voy a dar de comer una semana por ese pescado”. Pues ya nos alivianó a los que le estábamos. Nos turnábamos, una vez le daba uno, otro, otro y así lo ayudábamos. Esa vez la señora le dio una semana por el pescado ese que llevó y ahí todos hacíamos consumo de ese pescado y con ese cuate nos contratamos juntos pa Estados Unidos.
VD: ¿Ésa fue la vez que entró a...?
SP: A Arizona.
VD: Ah, ¿fue a Arizona?
SP: A Arizona, sí, y con ese cuate mismo anduvimos en varias partes, en Arizona, en California, en Los Ángeles y en Caléxico.
VD: ¿Fue su último contrato?
SP: De año y medio. Y ese cuate después de eso se metió en problemas con unos también compañeros, pero no sé por qué no lo querían, lo trataban mal, mal. Eso fue en Caléxico, lo trataban mal. Y era chaparrito y entonces este cuate un día sacó un cuchillo de los que nos daban para cortar la cebolla: “Vénganse tales por cuales, a ver quién se quiere morir primero”, lo sacó del campo, campo le llaman a la galera donde vivíamos. “A ver cuál de los dos se quiere morir primero”. Le zacatearon, entonces que van y que le dan la queja al encargado del campo, de los grupos de braceros y ya ése nos llamó a todos allá al comedor, a todos allá nos dijo pues que no estaba bien que anduviéramos peleando, que andábamos en la aventura buscando un centavo para traer a la familia, que nos viéramos como hermanos, aparte que éramos paisanos teníamos que vernos como hermanos. Dice: “A ver”, dice, estaba el montón de gente así, habría más de cien en la compañía, más de cien hombres. Le dice: “A ver, ¿quiénes de los que están más cerca de este señor?”. Y ya levantábamos la mano los que estábamos. Dice: “Uno de ustedes dos lo voy a poner de encargado para que los vigile”, y me dice, “tú te vas a encargar, te vas a hacer cargo de vigilarlos y al que empiece primero vienes y tú me dices, no le vayas a hacer nada, vienes y me dices para echarlos para México”. Y era una gran ofensa que lo echaran a uno pa México y sin dinero. Y fue en invierno, en diciembre, me dice: “Tú te vas a hacer, me los vas a vigilar y el que veas que le falta al otro, vienes y me dices y a ése lo vamos a regresar a México”. Pues ese mismo día llegaron a las camas, nos acostamos, el Caborca tenía su cama así pa mi derecha, porque estaban por hileras así. Había en medio un pasillo, pa allá una hilera de camas y acá otra y aquí estaba yo y luego uno de ellos aquí y el otro más para allá, los enemigos de Caborca. Pues luego que nos regresamos ahí a las camas empezaron a echarle indirectas al Caborca y me siento ahí pal lado de ellos, yo me sentaba pal lado de Caborca. Me levanto y me siento pal lado de ellos, le digo: “Yo no voy a ir de rajón allá con el campero, yo me voy a partir la madre”, perdonándome la palabra, “me voy a partir la madre con cualquiera de ustedes, pero a éste me lo van a dejar en paz y ya no le van a cargar la mano porque ya estuvo suave que le vean lo tarugo. Lo que quieran con él, conmigo se arreglan”. Se callaron la boca. Aquél era como un perrito chihuahueño, me quería hasta lamer los pies, contento porque lo había defendido, y él ya para todos lados andaba junto conmigo. Iba a la tienda, no faltaba que me trajera a regalar, me ayudaba a lavar mi ropa, agradecido porque lo defendí. Pues nos llevaron pa Salinas, California, nos regresaron de ahí y allá me traían en mira esos cuates, esos dos. Y al llegar de trabajar, luego corría uno, el que bajaba primero de los camiones a juntar las cartas, a recogerlas y empezaba: “Julano de tal, julano de tal”, a repartir las cartas y las mías y las de Caborca las escondían, no las nombraban. Y me di cuenta yo y que me llamo a uno pa allá pa afuera, pa atrás de los baños, le dije: “Oye, ¿qué te traes conmigo, la quieres de de veras, pues vamos a ponérnola”. Nos dimos una buena que me lo sangré toditito de la cara, él no me pegó y eran de por ahí de La Mesa, Durango, por ahí.
VD: Del norte.
SP: Ellos no eran bajitos, pero no sé, yo creo yo les ganaba, dos veces. La última vez lo sangré feo, me dijo: “Ahorita te voy a acusar con el Jack”, el mayordomo general, “pa que te mande pa México”. Le dije: “Acúsame con quien tú quieras, pero sabes que si me vas a acusar tú no te quedas vivo, así que haz lo que quieras”. No, no hizo nada, se las juega uno negras allá y luego había noches que no lo dejaban a uno dormir, otros borrachos peleándose que se matan, que no se matan y con esos cuates. Ah, la última vez cuando lo sangré me fueron a sacar de mi barraca, que yo estaba en mi cama: “Fulano de tal”, me llamó el campero y ya salí. Dice: “¿Usted por qué se anda valiendo de ofender a sus compañeros en las paredes del baño?”. “Sí, que este señor fueron a poner ahí que julano de tal es esto y que es el otro”. No hallaste otro más tarugo que yo. Y esa vez los bajé porque estaban en el segundo piso y me lo llevo atrás de los baños y ya la traíamos por las cartas y esos mismos de Durango. Ese mismo me lo llevé para allá atrás de los baños, fue cuando le puse en toda la de él, lo sangré feo y me dijo que me iba a acusar. “Me acusan, a mí me mandan, pero tú no te quedas vivo”. Y yo creo eso valió, porque no pasó más.
VD: ¿Ya no tuvo problemas con el mayordomo?
SP: Ya no, gracias a Dios ya no.
2do: Y el escrito lo ponían ellos.
SP: Todo mundo no los quería, decían que uno de era de abajo y otro de arriba, no sé, total que le ponían grosería y media en las paredes. Y yo soy ajeno, no soy afecto a eso de andar ofendiendo con letreros, con escritos en las paredes, yo lo que siento se los digo derecho, pero no ando ofendiendo atrás mano. Y esa vez que lo sangré, se paró el daño y ya no me dijeron nada.
VD: No volvió a tener problemas con ellos.
SP: Y eran dos, no, ya no. Y el Caborca ya se había venido pa México ya no estaba allá, ése me defendía también.
2do: ¿De donde sería?, ¿nunca supiste?
SP: Decía él que era de Caborca. Caborca es un pueblo de Sonora, por ahí delante de Hermosillo, Sonora, por ahí, porque todos le decíamos Caborca.
VD: Y, ¿él ya no estaba por allá?
2do: Caborca es un lugar en mención del Caballo Blanco de, ¿cómo se llama el Caballo Blanco, la canción del Caballo Blanco?
VD: ¿La del corrido?
SP: Sí.
2do: Menciona ese lugar de Caborca.
SP: Sí, que salió de Guadalajara con rumbo a Mexicali.
2do: No me acuerdo ni cómo va.
SP: Que salió de Sonora, no sé de dónde salió, de un corrido así de...
VD: Fíjese que yo no me lo sé.
SP: Yo tampoco, ya no me acuerdo, ya todo se me olvida, ya mucho se me olvida, muchas cosas. Pero sí hay grandes historias y esa última vez que defendí yo al Caborca fue cuando me eché los dieciocho meses por allá.
VD: Ése es un contrato más largo. Y, ¿nunca tuvo algún otro pleito en otro de los campos más que con estos?
SP: Nunca, nunca. Los veía a cada rato y había noche enteras que no me dejaban dormir, borrachos que gritaban: “Ay, me matan, mamacita me matan”.
2do: Ellos son los borrachos, entonces no iban trabajar, iban nomás a hacer broma.
SP: No, pues en la noche. Luego muchas veces era el sábado en la noche, pa amanecer el domingo se la ponían y ya borrachos se peleaban, pero no, yo gracias a Dios no.
VD: No tuvo más pleitos.
SP: A un paisano de por acá de Costa Grande, ése era borracho pero de los buenos borrachos y en su juicio era un buen amigo, pero borracho ofendía a medio mundo. Y había un compañero que le decíamos Jorge Negrete porque tenía la voz parecida como Jorge Negrete, muy cantador, buen amigo el cuate ese, no se metía con nadie. Pero con ese paisano y porque era de la Costa Grande, no sé qué bronca tuvieron, nunca supe, que un día se cansó el Jorge Negrete y ahí en la barraca se fue encima de él y aquél con un cuchillo ya le da, ya no le da, pero estaba borracho y el Jorge Negrete, el Negrete le decíamos, le agarró las dos manos y lo tiró al piso. Lo tuvo crucificado con las manos aquí así y el cuchillo acá así. Le decía aquél: “Suelta el cuchillo”, y no lo soltaba y yo estaba hasta el fondo allá en la esquina. “A ver paisano, ven, quítame el cuchillo, quítame a este jijo de tanta de encima, ven”. Y ya llegué yo y le dije: “Dale con el cuchillo”. Ya que le quité yo el cuchillo le dije a los dos: “Ahora sí, pártanse el hocico, pero con mano limpia”.
VD: Con mano limpia.
SP: Esa vez intervine yo porque él me pidió auxilio, pero el auxilio fue que le quitara el cuchillo para que no le fuera a dar al otro. “Dale paisano”. “No, pártanse el hocico ustedes a mano limpia”. Pero eso no fue bronca mía, fue de ellos, pero cada cosa que ve uno, que olvídese, se sufre pero se aprende. Lo peor de andar durmiendo en el suelo y su cama la carga uno acá en la axila, su cartoncito, pues llevábamos cartones para ahí, para ahora que estuve en el Palacio Legislativo, ¿no? (risas)
VD: Se acordó de aquellos tiempos que andaba cargando su cartón.
SP: Sí, de aquí conseguí yo un montón de cartones, por ahí nos los llevamos en el carro.
2do: Hasta un banquito compraste también.
SP: Ah sí, compré un banquito.
VD: Allá lo compró en aquella vez.
SP: Aquí en el...
VD: Los estaban vendiendo ahí en el... Sí, vi a unas señoras que andaban vendiendo sus banquitos.
SP: Sí, ahí me compré uno.
VD: Y señor Servando, aquella primera vez me estaba diciendo usted que se fue al apio, le toco ahí en Arroyo Grande y me han contado que el apio… Ándele sí, pa acomodarse.
SP: Sí, para sentarnos ahí porque nos cansábamos de andar en la baqueta o en el suelo. Sí, yo también ya traía mi cartoncito ahí. Sí, de Arroyo Grande empezamos limpiando apio chiquito, escardándolo, deshierbándolo y luego ya después de ahí a piscar ejote y se le acabó el trabajo a ese ranchero y nos pasó con otro ranchero. Ahí fuimos a piscar de todo, chile, fresa, jitomate y brócoli y, ¿qué más? Perdón, de todo ahí, de hortaliza, de todo.
VD: Allá en Arroyo Grande también.
SP: En Arroyo Grande también.
VD: Bueno y ahí con el, porque me han platicado que a veces cuando están trabajando el apio tienen que usar guantes porque se les caen las uñas, se les despegan las uñas, pero yo no sé, no recuerdo exactamente.
SP: Yo lo escardé, lo limpié y lo corté. No lo corté, creo, creo no, lo cortaban con máquina y ya había personas que iban agarrándolo y echándolos a una troca para llevarlo al empaque, a la empacadora.
VD: Pero usted nunca tuvo problemas.
SP: En las manos no, donde sí nos fregamos feo la mano era cuando íbamos a deshierbar, que ya el apio ya estaba creciendo por aquí así y le hacían mucha ortiga, una hierba que nace que van por ahí por arriba del apio a veces, pero nomás la agarra uno la hierba esa y le quema a uno las manos pero horriblemente. Había veces que nos daban guantes y hay veces que no, nos íbamos así nomás, salíamos con las manos hinchadas.
VD: ¿A veces los mandaban así sin guantes?
SP: Sí, así nos llevaban. Yo me, a mí se me hinchaban las manos muchas veces pero no era muy seguido, eso era de vez en cuando, deshierbar. Y el escrache, o sea, el escarda del apio es muerte para los primeros días, andar agachado todo el día deshierbando y con un azadoncito así el cabito así de largo, agachado todo el día, igual que en la lechuga también. Pero yo en la lechuga me acostumbré tanto, las primeras dos semanas era cuando sufría, ya la segunda o la tercer semana en adelante ya era campeón. Tanto que al empezar el surco me decía, me llegaron a decir algunos compañeros que yo era barbero porque jalaba al grupo y yo no podía ir despacio, por más despacito que fuera, los dejaba lejos a todos. Ya le había agarrado muy bien el hilo a la trabajada y en una de ésas se me pegan dos cuates, yo creo quisieron cansarme. Normalmente hacíamos una línea de ida pa comer en la punta de aquel surco, era muy largo, tenía más de milla de largo y de regreso la otra milla ya para irnos al campo en la tarde. Y esa vez que se me pegaron los cuates luego luego en el primer surco, salimos allá y nos regresamos y volvimos a agarrar otra vez ya juntos los tres y detrás de mí, yo nomás los dejaba que se me acercaran como de aquí a donde está mi esposa, o más lejos los dejaba y más los quería dejar, nomás le aflojaba tantito más la mano y se me quedaban lejos. Y yo iba tranquilo trabajando como acostumbraba yo, pero haciendo el trabajo bien. Y ya en la tarde serían como las tres, cuatro de la tarde, porque salíamos a las seis, cinco, según fuera el día de largo, se nos pega el mayordomo, el segundo del mayordomo general y eso fue en la lechuga. Andábamos desahijando, desahijar es porque las siembran en chorrito así y entonces para desahijar les va uno tirando casi el 99% dejando una matita distante de la otra así y si te quedaban dos, había que arrancar una para dejar nada más una, porque dos no crecen bien, se hacen estorbo. Entonces va uno, pero cuando ya le agarra uno bien el hilo, pues una matita que le queda, pero cuando uno es tonto, tiene que desencuartarlo con la mano izquierda. Y yo creo que yo lo iba haciendo bien, porque ya en la tarde como a las tres, cuatro de la tarde se nos pega el segundo del mayordomo general y: “Tú, fulano y zutano, si quieren cansar a mi cuñado”, porque nos tratábamos de cuñados con él, “si quieren cansar a mi cuñado, están bien tontos, porque no lo van a cansar nunca. Ustedes miren cómo vienen ya ahogándose de cansancio y de mojados de sudor vienen”. Dice: “Por lo pronto se van a regresar a sus surcos porque vienen haciendo puras porquerías y tú, cuñado, síguele, a ti no hay quién te canse, tú vas bien”. Por eso le digo que la compañía no me quería dejar venir, porque sabían que yo ya le había agarrado bien a toda clase de trabajo de lechuga, lo que me pusieran lo hacía yo bien.
VD: Y ése fue también, o sea, ¿todo esto fue en la última, en su último contrato?
SP: En el último contrato de dieciocho meses, que pos no sé cómo se llamaría la compañía.
2do: Y luego, ¿cómo te volviste a regresar?
SP: Porque alquilé las tierras de allá de la tuba y busqué molendero y peones y puse a trabajar ya por mí. No creas, se enfada uno de estar lejos.
VD: Y lo mismo todos los días.
SP: Y estar lejos de la familia de uno y no puedes salir a divertirte, porque en primer lugar te gastas el dinero poquito que vas haciendo. Uno quiere ahorrarlo porque acá te rinde el dinero y otra por allá te vas de parranda, por allá te dan un golpe, te matan o te agarra La Migra, la chota y te mete a la cárcel por andar faltándole. Así es que yo del trabajo al campo, campo de recepción, así le llamaban y del campo al trabajo y así nada más. Solamente en Caléxico sí ya me sentía yo en mi país, me salía un rato a Mexicali, pero luego temprano regresaba.
VD: ¿Lo dejaban cruzar sin problema?
SP: Traía uno su pasaporte de bracero.
VD: ¿Con esa mica o con otro aparte?
SP: Pues no me acuerdo, ha de haber sido éste, yo creo, ha de haber sido este.
VD: Éste es como su identificación de La Migración.
SP: Sí, pasábamos por la línea, la línea le llaman por donde están revisando los documentos, y ya nada más la presentaba uno y: “Pásale”. Y al regresar la presentaba y pa adentro.
VD: Señor Servando, entonces usted estuvo la primera vez en Arroyo Grande, terminó y me decía que después se fue otra vez a Empalme para volverse a contratar que fue cuando le tocó en el limón.
SP: En el limón, ahí me despedazaba las manos yo. La ropa se despedazaba las camisas, las manos salíamos sangrando pa querer hacer algo. El primer día creo hice tres cajas de limón, porque había que cortarlo con cuidado, que no sangrarle el botoncito, nomás cortar el puro tupo pero al ras. Pero olvídese, los primeros días llora uno por estar uno sangrando de las manos y ya después de los tres o cuatro días en adelante ya le dan guantes a uno. Ya después que se sangró uno bastante.
VD: Ah, ¿los primero días no les daban nada?
SP: No.
VD: ¿A propósito?
SP: Yo creo.
2do: Para que se vayan, se regresen.
SP: Pues no sé, a propósito lo hacían. Los primeros dos, tres días nada, así a mano limpia y ya después sí ya le daban a uno guantes de piel, de cuero crudillo.
2do: Gamuza.
SP: No, gamuza no, gamuza se despega en dos patadas con las espinas del limón.
VD: De cuero.
SP: Sí, de cuero, pero de cuero.
2do: Grueso.
SP: Pero no curtido, era cuero rústico. Yo creo nomás lo secaban, qué sé yo, lo medio curtían y hacían los guates y solamente así duraban, porque eran guantes duros.
VD: ¿Esa vez le tocó un contrato de cuarenta y cinco días?
SP: Creo que sí.
VD: ¿En puro limón estuvo ahí?
SP: Puro limón.
VD: Y se acuerda, bueno en Arroyo Grande y aquí en Oxnard de California, los lugares donde dormían ustedes, ¿eran galeras?
SP: Galeras, galeras largas. Le digo que en medio, por decir, ésta es una galera, pero son largas, en medio un pasillo de un metro, metro y medio cuando mucho, en este lado una hilera de camas, en el otro lado otra hilera de camas.
VD: Todos. Y ¿ahí tenía lugar para guardar sus cosas?
SP: Por ahí por un lado de la camita eran camitas angostitas, como ésas de doblar así, camitas angostitas y ahí guardaba uno al pie, en su cabecera al pie de la cama. Ahí guardábamos chivas, había muchos transas que le volaban a uno sus cosas, pero muchos nos cuidábamos. Los unos a los otros nos cuidábamos y otros, ay, de todo hay, hija.
VD: ¿Alguna vez le robaron a usted ahí en la galera?
SP: No, a mí no, nunca, gracias a Dios. Pero yo siempre buscaba un rincón. Por ejemplo, si entrábamos por esta punta, por decir así, yo buscaba un rincón allá o acá en la última cama del rincón pa allá.
2do: Y, ¿dónde metías tu dinero?, ¿allá no lo pueden guardar en bancos?
SP: Lo mandaba para acá. Luego, también lo puede uno meter al banco allá, pero uno qué sabía de bancos en ese tiempo. Lo juntaba, pues no sé cómo lo guardaba yo muy bien, que ya cuando tenía algo lo mandaba acá a mi hermana y mi hermana lo metía al banco aquí.
VD: Acá. ¿Allá el mayordomo no les decía cómo?
SP: Nada nos orientaban, para nada, no. Allá nos orientaban cómo iba a hacer el trabajo en el campo, nada más, hasta ahí.
VD: Y usted que ya había trabajado en el campo antes, ¿encontró el trabajo de allá nuevo?, ¿se le hizo difícil?
SP: Porque no conoce uno.
2do: Más pesado.
SP: Más pesado, porque acá trabaja uno parado o cuando mucho acá la jícama era poco el trabajo ese. Anda uno sentado escarbando la jícama, sembrándola o limpiándola, no sé si ha visto cómo se siembra la jícama.
VD: No.
SP: Son surcos anchos así como lometón(??), y se siembra un lometón(??), por ejemplo, este es el lometón(??), y se siembra una semilla aquí y otra en medio y otra acá en la orilla, así. Pero al sembrarla usted tiene que ir sentado, pero no horqueteado en el surco, en el camellón del surco, porque el camellón del surco puede ser así. Por acá le entra el agua y acá le entra el agua pero la tierra es suelta, bien suelta y con un dedo, con este dedo tiene que ser, ¿verdad? Metes una semilla así y otra a medio surco y otra por otro lado y tiene que ser por un lado, no horqueteado del surco, porque dicen que salen las turrungas(??) marcadas en las jícamas. Sí, dicen, el patrón no nos dejaba que fuéramos horqueteados. Acá en Guayameo, por un horqueteado aquí así.
2do: Porque allá en Estados Unidos no hay jícama.
SP: Pa sembrar le mete una aquí y otra aquí y otra aquí y el otro acá.
2do: Más bien han de hacer eso, ¿sabe para qué?, para que no anden sentados y le rindan.
SP: No, teníamos que andar sentados, teníamos que andar sentados por este lado del camellón y meterla así, con este dedo, con éste me acuerdo, una a la orilla, otra en medio y otra así, todo el día.
VD: ¿No podía estar así con el...?
SP: Horqueteado no. Y era el trabajo más pesado de acá en mi pueblo. Pero acá, pues siempre anda uno parado, sea regando, escardando, sembrando.
2do: Y si trabaja uno por su cuenta menos.
SP: Y es muy diferente el trabajo de Estados Unidos. Simplemente al empezar a escardar el apio igual que la lechuga, con ese azadoncito así cortito tiene uno que agacharse así. Nunca así porque no sale uno dos horas. Se cansa uno más pronto doblándose, tiene que andar tieso, tieso de las piernas, rígidas y con esto ir caminando así.
VD: Cruzando las piernas.
SP: Surcos de más de milla, unos, eran pa llorar.
VD: Dolor de espalda al terminar.
SP: Y de aquí, esto aquí era lo que me mataba, este dolor de aquí, de las pantorrillas. Me dolía una semana o dos cuando mucho, ya de la tercera pa arriba ya era yo campeón.
VD: ¿Así mismo con la lechuga no se podía agachar más?
SP: Para nada. Y pa cortarla todo el día andar, que la que está aguadita no la corta uno, la que está maciza, como trae el cuchillo abajo, arreglarle el tupo, ponerlo acá boca abajo.
2do: Todo el día así.
SP: Igual, todo el día, pero se acostumbra uno.
VD: Es pesado. Y, ¿a qué hora empezaba sus jornadas?
SP: Ah, según hubiera de trabajo, había veces aquí por Arizona, empezábamos en cuanto se amanecía, desde las seis de la mañana hasta las seis de la tarde, todo el día, nada más media hora para comer.
VD: ¿Les preparaban su comida, o ustedes…?
SP: Nos la llevaban, nos las llevaban en tambos grandes así ya preparada. Había cocineros especiales para esto, también mexicanos. Preparaban la comida en tambos y barras de pan y en platos, creo eran desechables, no me acuerdo, pero tenían compartimientos y le daban a uno un cuarto de leche bien fría. Y a la primer semana me tiraba yo boca abajo debajo de un camión o donde hubiera alguna sombrita, boca abajo para descansar de mis piernas. Estaba comiendo ahí tirado boca abajo como lagartija.
2do: Y, ¿por qué terminaría la contratación de braceros?, ¿en qué año terminó?
VD: En el [19]64.
2do: ¿Seis, cuatro?
VD: Sí, en 1964.
SP: Yo creo que ya cuando Estados Unidos terminó la guerra con Japón o, ¿con quién peleaba?
VD: Pues es que además ya había como muchas protestas porque había mucho abuso.
SP: El maltrato, el mal trato, exacto.
VD: Porque además, pues sí, porque era la mano de obra barata y más accesible. A veces desplazaron a los trabajadores locales, porque les convenía pagar braceros que eran más baratos.
2do: Que pagaban lo que ellos querían.
VD: Que pagaban, claro, porque aunque había ya ve que les decían en su contrato supuestamente cuánto iban a ganar y eso, pero muchas veces no se respetaban, muchas veces.
SP: Muchas veces pagaban lo que les daba la gana.
VD: Mucha gente ni sabía cuánto le tenían que pagar, nomás lo que traían así.
SP: Exacto, sí. Cuando yo empecé por acá a peso nos pagaban la hora, a peso. Nunca nos ganamos más, a peso la hora, $1.20, no me acuerdo, pero baratísima. Y pero $1 dólar decíamos cuentas, entonces aquí en México valía $12.50 el dólar.
2do: Pero ahora sí trabajan, yo ya tengo un sobrino allá, gana muy bien.
SP: Pero en fábricas.
2do: No, trabaja él de cocinero en un restaurante.
VD: Fíjese que sí, depende del trabajo siempre.
2do: Él es el encargado, él va a comprar la verdura para el restaurante donde trabaja.
SP: El mandado.
2do: Y que gana muy bien, acuérdate que estaba diciendo, pero lo de la contratación no, él se fue.
VD: No, y además se dice que pues ellos iban al campo, que es pues realmente de las actividades más mal pagadas.
SP: Exacto, sí, y nosotros íbamos contratados y él fue ilegal y ellos se acomodan donde les conviene, ellos. Y nosotros era a donde nos querían llevar, a los campos, al campo.
VD: A donde se los llevaban.
2do: Porque ahora no sufren mucho los ilegales.
SP: Algunos, otros hasta los matan.
VD: Fíjese que sí, todavía está muy duro. Lo que pasa es que sí, ciertamente pues esto que dice el señor, cuando, pues llegaban ellos a donde los asignaban y no tenían la oportunidad de escoger qué querían, ni en qué. Porque por ejemplo, no sé a usted, creo que no le tocó el algodón, ¿verdad?
SP: No, el algodón también es la muerte.
VD: Que mucha gente así decía, pues se iban y si les tocaba el algodón, pues ya casi querían terminar el contrato porque era pesadísimo.
SP: El algodón es uno de los trabajos muy mal pagados y muy pesados, porque ahí había que arrastrar una paca larga, como de aquí a la puerta aquella, amarrada en la cintura. Y la boca de la paca por aquí por las, por en medio de las piernas y echándole aquí y echándole acá y echándole acá.
VD: Hasta que juntara pa llenar el saco.
SP: Todavía era pesarla y no, era pesado. Por eso yo nunca trabajé en el algodón, nunca.
VD: Lo que veo es que siempre le tocó más bien de este lado de California, con la verdura y las frutas.
SP: Sí, exacto.
VD: Después que se le terminó ese contrato, ¿se regresó entonces a México?, ¿a la Ciudad de México se regresó?
SP: Sí, pues aquí tenía yo mi dinero en el banco y ya de aquí lo saqué y me fui para mi pueblo y allá me compré una matita de ganado, creo que como catorce reces, con los ahorros que hice aquí en dieciocho meses y luego...
2do: Todo eso hiciste allá.
SP: Sí, ese ganado lo llevé a un terreno de un tío mío, ahí me daba el permiso sin cobrarme pasto del ganado. Y luego me contraté en las tierras de la tuba alquiladas ese año, las trabajé con piones y molendera. Todavía no me casaba y al año siguiente, me fue bien esa vez, saqué bastante ajonjolí y maíz. Y al año siguiente ya compré de la tuba para abajo, treinta hectáreas de tierra y esas nada más las trabajé un año, fue el [19]61, el [19]62 trabajé, el [19]60 trabajé las tierras alquiladas de la tuba. El [19]61 de la tuba para abajo que ya compré las tierras y ya el [19]62 me casé y me vine y las tierras se las dejé a mi hermano, se las regalé a él. Sí, pues él no tenía nada y él las trabajaba y dos años o tres, me cuidó a mis animalitos que dejé y ya los animales los vendí a los dos o tres años.
2do: En el [19]62 nos casamos, en el [19]65 fue cuando compraste el terreno.
SP: En la metropolitana.
2do: En el mismo año que agarramos nos cambiamos, ¿verdad?
SP: Sí.
2do: Entonces en ese mismo año los vendiste, entonces las tierras las tuvo nada más que cuatro años, [19]62, [19]63, [19]64 y [19]65.
SP: Tres años, sí. Pero a él le dejé las tierras sin renta y sin nada y las vaquitas que yo ordeñaba mías y burros y a los tres años vendí mi ganadito y las tierras se las dejé a él. De todas maneras le fue bien, ¿verdad?
VD: Pues sí.
SP: Treinta hectáreas de tierras cercadas y alambradas. De todos mis hermanos allá en el rancho yo fui el que llegué a hacer algo, de ahí ninguno. Mi hermano el que está allá ha hecho algo, pero no pudo, él no me igualó porque yo fui muy cuidadoso con mi ganadito, con mis tierras, con mis piones y no sé, a mí me rendía mi trabajo y al que está allá no le ha rendido.
2do: Tú estabas soltero, él tiene un montón de hijos.
SP: No, pero en todo esto yo estaba casado, pero no tenía hijos.
2do: ¿Quién?
SP: Ángel.
2do: Por eso, por eso todo se le ha rompido, porque ahora sí ya son así.
SP: De nietos, pues sí.
VD: Desde entonces cuidaba usted...
2do: Oye, ¿también se fue a Estados Unidos?
SP: Sí fue, pero no me acuerdo en qué tiempo. Ha de haber ido una vez o dos. Ya la interrumpiste a ella.
VD: No, no se apure, no, nomás le iba a preguntar...
SP: ¿Desde entonces qué?
VD: Pues que desde entonces, desde que estaba usted ahí, si tenía cuidado con el dinero, pudo hacer sus ahorros.
SP: Sí, soltero sí lo cuidaba lo que Dios me daba y hasta la fecha pues mire aquí tenemos este nidito que lo mejoramos mucho del que teníamos allá en ésa. Pero de allá fue para hacer aquí, comprar y construir y lo que yo gané en mi trabajo, porque también en mi trabajo aquí en México trabajé treinta y un años y medio en la biblioteca de Antropología ganando dos turnos, dos turnos diarios trabajando. Porque uno para comer y otro para ir mejorando mi casa, pero es que también el principio fue de Estados Unidos, pero ya el complemento salió de aquí de Antropología.
VD: Del trabajo de aquí.
SP: Ey.
VD: Usted en lo que estaba allá, señor Servando, trabajaban, pues me decían que depende de cuánto trabajo había, ¿verdad? De cuántas horas y tenían de descanso un día nada más, ¿verdad?
SP: El domingo nada más.
VD: El domingo.
SP: Ése era pa lavar y planchar nuestras barritas.
VD: Era lo que yo le quería preguntar ¿Qué hacían en su domingo, en su día libre, qué era lo que hacían?
SP: Pues a veces nos íbamos al pueblo más cercano a pasear, a andar. Nos comprábamos alguna cosita, pero ya en la tarde temprano nos poníamos a lavar, a planchar, a remendar. Era bueno yo pa remendar, en la lechuga se acaba mucho la ropa de aquí a aquí, mucho. Nuevos los pantalones los ___(?) mucho de aquí, entonces yo de otro pantalón viejo le quitaba parches y los pegaba a lo largo aquí.
VD: Fíjese, y tenía otro pantalón.
SP: Ya tenía otro pantalón, y cuando me vine muchos compañeros: “Déjame tu ropa de trabajo, Servando”. Sí, les gustaba que la remendaba yo bien.
VD: Les quedó ahí de herencia.
SP: Sí.
VD: Y cuando estaba usted, cuando iban a pasear a los pueblos cercanos, ¿alguna vez tuvo algún problema con la gente de ahí del lugar?
SP: Con nadie, con nadie. Siempre salíamos en grupos de dos, tres o cuatro compañeros del trabajo y siempre andábamos juntos, pero nos cuidábamos unos a los otros y nunca tuve problemas gracias a Dios con los de allá, con nadie.
VD: Con nadie, ni que en algún lugar no los dejaban entrar, ¿a un restaurante?
SP: No.
VD: ¿Alguna cosa así?
SP: Casi siempre íbamos a las cantinas.
VD: Y, ¿en las cantinas tampoco?
SP: A echarnos una copa nada más en la cantina. Nos echábamos una copa o dos y nos salíamos, no era emborracharnos. Porque hay unos que se echan una o dos y ya la hacen de frente.
VD: Y ahí se quedan.
SP: Y yo con los cuates que me juntaba éramos poquiteros, dos, tres, cuatro cuando mucho y nos íbamos a la cantina. Comprábamos lo que necesitábamos y ya íbamos a la cantina a comprarnos una copita o dos y ya, vámonos, vámonos al campo, campo le llamábamos al lugar donde vivíamos, las barracas.
VD: En las barracas y, ¿ahí nunca tuvo en la cantina usted un pleito con algún...?
SP: Con nadie, no, nunca. Ni mis compañeros también, porque procurábamos andar tranquilos, cuidarnos los unos a los otros.
VD: Y en general, cuando salían al pueblo, ¿iban al cine, sí podían?
SP: Yo nunca. Ah, sí, una vez fui al cine. Fui a ver a Juan Mendoza, fue en Salinas, California. Fuimos al cine, no me acuerdo con cuántos, pero terminó el programa de cine y nos fuimos al campo, fue en Salinas.
VD: En California también y, ¿alguna otra cosa que hicieran mientras? ¿Usted se compró un radio cuando estuvo por allá?, ¿tenían radio en la barraca?
SP: Sí me compre.
VD: ¿Qué escuchaba, se acuerda?
SP: Un radio tocadiscos, japonés, por cierto.
2do: Esos son buenos, ¿no?
SP: Sí, estaba chiquito el radio así, el disco casi abarcaba todo el radio y ése me lo traje acá.
2do: Pa venderlo.
SP: Me lo traje para mí, no pa venderlo, pero un amigo mío al llegar allá al rancho donde yo vivía, que iba él a un asunto con mi papá Angelito.
2do: ¿Tú te quedaste sin radio?
SP: Iba bajando así de la loma de su caballo cuando yo tenía el radio a todo volumen allá en el rancho y le gustó a él y me llama: “Oye Serva, véndeme tu radio, me gustó, tiene buena voz”. “Sí”, le dije, “te lo vendo”. “Te doy una vaca vieja, parida y preñada por él”. Traía un becerro así todo peludo, feo, flaco. “Y ¿la vaca vieja? Yo digo que esta vaca te la heredó tu bisabuela”. Ya vaca muy vieja, así muy panzonzota. Para eso le digo: “Pues vamos a verla a ver si me conviene, vamos a verla a su rancho”. Como una hora de camino, nos acompañó mi tío padre, hermano de mi mamá porque yo estaba pegado allá a su rancho, arrimado. Y él vino con nosotros y ya nos ayudó el cuate ahí, el cestero ahí por el arroyo, unos pinsanes(??), unos guamúchiles y dice: “Mira, ésa es la vaca”. La levantó, de volada se levantó la canija vaca. “Y ése es su becerro”. Y era un becerrillo pinto así peludo y ya bien panzona la vaca. Le dije: “No mano, no vale mi radio esa cosa, está buena para gelatina ya, está buena para la gelatina”, le digo. Entonces mi papá Angelito y él eran muy amigos con él, se querían mucho, con ese tío Dorito, se llamaba, le dice: “No, tío Dorito, pues dale una becerrilla”. Y la vaca esa, pues ya pa emparejarlo, porque no vayas a perder, porque esa vaca está muy difícil pa que saque el parto ese que trae. Está tan vieja que a lo mejor se va a morir antes. Y mi tío tenía criado de ganado en grande.
VD: Él sabía.
SP: Él sabía bien y dice: “Bueno, te voy a dar esa otra becerrilla”, una becerrilla tenía los cuernos así de largos y siquiera estaba nueva, siquiera estaba nueva la becerra. “Bueno, está bien, está hecho el trato”. Pues ya fue él por su radio y yo me llevé mis vacas, mi vaca y su becerra y el becerrito, me llevé tres y la panza que traía fueron cuatro, porque sí la hice lograrlo.
VD: Sí nació.
SP: Otro becerro sí. Le di pasto y maíz molido y la macicé y me dio la cría y la crie la cría y ya estaba en la cría porque es un becerro, hijo de toro cebo, bonito el becerro. Vendí la vaca, todavía la vendí pa la matanza. Me quedaron tres crías, los dos becerros que ella dejó y la becerra que me dio aquél de coleada todavía.
VD: A cambio del radio, del tocadiscos.
SP: Un radio tocadiscos japonés, creo fue lo único que traje.
VD: Y, ¿no se trajo más cosas de allá?
SP: Una vez me traje una pistola.
VD: Ah, ¿sí?
SP: Una 38 súper.
VD: ¿La que te quitaron de allá?
SP: Me la quitó el Gobierno de allá de mi pueblo.
2do: Ah, ¿de allá era?
SP: No, miento, la pistola no. Me traje cargadores, la pistola la compré aquí en Brasil número 5, ahí había una armería.
2do: Puros velices fue lo que trajiste.
SP: Veliz de ropa y ya me traje dos cargadores para esa pistola. Ya la tenía yo aquí la pistola, ahí me la compré en uno de los primeros viajes que di y los cargadores me los traje en una bolsa así con nueces, con almendras. Había una huerta de almendro grande, por ahí donde andábamos trabajando que ya la habían cosechado, pero quedaba mucha almendra entre la basura. Y en mis horas libres, en las tardes iba y juntaba almendra pa comer allá y me traje una bolsa por ahí, así llena, pero en medio de la bolsa, ahí los envolví en periódico, papel no sé qué y los metí en medio de las almendras y cuando pasé aquí la Aduana: “¿Pues qué es esto?”. “Almendras”. “Ah, está bien”.
VD: Y, ¿ya no se las revisaban?
SP: El radio lo traía debajo del asiento del tren.
VD: Y no se lo vieron.
SP: No me lo vieron, el veliz sí lo traía ahí.
2do: ¿Qué?, ¿se los quitan?
SP: Sí, se lo quitan a uno.
VD: Y le cobraban, ¿no?
SP: Sí le sacaban a uno dinero y si no les quería dar uno, les quitaban su mercancía y el veliz lo traía en la guardarropa, en el equipero del tren. Y entran dos, uno por una puerta y otro por otra para que nadie se les escape y era en la noche, no sé a qué horas en la noche. “A ver todos, que párense y muestren su equipaje”, yo me hice el dormido. Cuando llegaron conmigo me mueven: “¿Su equipaje?”. Le digo: “Ahí está”, ahí tenía la bolsa. Ya tenía lecciones de cómo le hiciera. Saqué creo $20 pesos creo y le digo: “Toma”. “¿Veinte pesos?”. “Sí”, le digo, “nomás por no pararme a bajar mi veliz, pero si no los quieres, dámelos”. “Ah, está bien, (risas) está bien, sí”.
2do: Como al que le diste de la sombrilla, ¿no?
SP: Eso fue aquí por Zaragoza, llegando al metro de Puebla, porque Zaragoza sigue así para acá hasta aquí y yo venía en un micro y mi bolsa, porque diario traía mi comida en una petaquita así.
2do: Para llevársela al trabajo.
SP: Al trabajo allá a Antropología y había así de gente en el micro, venía lleno y le puse la bolsa por ahí en una orillita de la puerta, por ahí la dejé y yo vengo parado, al llegar ahí se bajó mucha gente, se vació casi el micro y yo volteo: “Y, ¿mi bolsa?”.
2do: Ya se la habían botado.
VD: ¡Ay, señor!
SP: Nada de bolsa, yo traía un paraguas en la mano y se me ocurre ver así para la calle y veo que un cuate iba atravesando la calle esa de Puebla para la estación del Metro Puebla y ahí llevaba mi bolsa y dije yo: “Se la dejo, ¿se la dejo o no se la dejo?”. Era nomás pura comida la que traía, le dije: “No, no se la dejo”. Y bájome rápido del micro y ahí voy a fuerza de carrera y ya lo encontré, lo alcancé ya por los puestos ya que ponen ahí en la calle, ya para llegar al metro. Lo alcancé, él iba recio pero yo iba más recio. Lo alcancé y lo pico por allá, lo piqué por aquí así por la costilla, yo creo que lo piqué fuerte: “Oye bribón, ¿a dónde llevas mi bolsa? Dámela”. Y ya me la da: “Ahí está tu bolsa”. Y voy y le doy otro piquete con la sombrilla. Yo creo que duró adolorido de ese golpe el cuate, ha de haber pensado que la había olvidado el dueño.
VD: Pues me la llevo.
SP: Pero no se la dejé, hasta a mí me dolió el piquete que di.
VD: No, pues sí. Y es que así le hacían en la Aduana, así la revisión esa le iban quitando a la gente, cobrándole.
SP: Sí, pidiendo dinero descaradamente.
2do: Todavía cuando venimos, que fuimos, todavía te querían quitar la tele.
SP: Eso fue aquí en el aeropuerto, ahora que fuimos de paseo, en el [19]87.
VD: Sí, siguen con esas cosas.
SP: Sí, nuestro pueblo es terrible y los que tienen un puestecito o algo regular y tienen chanza de rasguñar.
VD: Lo que se pueda.
SP: Lo que se pueda, sí.
VD: Oiga y allá por ejemplo los mayordomos que tenían, ¿eran mexicanos?
SP: Eran mexicanos, pero ya…
VD: Y, ¿cómo los trataban?
SP: Pero ya nacionalizados allá.
VD: De allá.
SP: Mal, mal, de lo peor. Le digo, aquí en Arizona me tocó un mayordomo Pedro, le decían Pete y era por ahí de Piedras Negras, de la frontera. Ése era tan bravo, tan grosero con los mexicanos, los otros no tanto, los otros nos regañaban pero no tan feo como ese cuate, con groserías. Y el primer día o segundo día yo ya andaba muerto de cansancio en la tarde, ya se me doblaban las corvas aquí porque no podía ya andar con las piernas derechas y me dijo: “No se pare así, no sea pendejo, párese así”. “No, sí, pues ahorita un ratito está bien, pero yo lo quisiera ver aquí dándole el sol todo el día a ver si...
VD: Si aguanta.
SP: A ver si me decía lo mismo, a ver si aguanta. “Sí, que quién sabe qué, que yo también trabajé así”. “De lengua me como un plato”, le dije. Y le digo a él: “Los hechos quiero verlos”. Y a cada rato así teníamos broncas. Pero yo después le agarré también la onda a todos los trabajos. Y él era jefe de empacadores, mayordomo de empacadores y había, iba saliendo mucha lechuga, pero una tras otra así hasta empalmadas sobre el camellón, ahí las íbamos poniendo. Y las empacaban con su cartilla, iban agarrando montes de aquí, de acá, llenando cajas. Y ese cuate va y me dice: “Vente acá a ayudarme a empacar, cuñado Servando”, dice, “tú eres bueno pa todos los oficios de aquí de la lechuga”. Le digo: “No Pedrito, no me voy contigo porque nos vamos a partir el hocico. Fácil nos vamos a partir el hocico, eres muy grosero tú y yo muy cascarrabias así es que no, mejor aquí déjame”. ¿Qué andaba haciendo yo?, creo de aguador.
VD: ¿Andaba regando?
SP: De aguador, de aguador trae uno atrás un tambo así agua con sus ___(?) aquí así y una manguera. La manguera hay que estar del lado derecho y una palanca que está echándole aire al depósito del agua y sale el agua a presión, roceadita. Porque las últimas lechugas las ponen con el tubo pa arriba a lavarles la leche, que queda en la lechuga una leche para que, viene el que va engrapando las cajas, que esa leche no se quede en el cartón porque echa a perder la lechuga, qué sé yo. La cosa es que ése era trabajo fácil, nomás andar con mi tambo atrás en la espalda y bombeándole, creo con ésta le bombeaba y con ésta echarle agua, no, miento, con la derecha bombeaba y con la izquierda echarle agua a los tupos de la lechuga. De ahí me llevó, me llamó él para con los empacadores, le digo: “No”, le digo, “no, no me voy a empacar lechuga porque eres muy grosero, mano y nos vamos a partir el hocico fácil”. Él estaba más macizo que yo, yo mocosón, pues ahí está en la foto, mire. Y esta foto yo creo que es más nueva que el último año que anduve por allá.
VD: Estaba jovencito, sí.
SP: Entré cuatro veces, pero lo cierto es que va y le habla al Jack, al mayordomo general y luego el Jack me mandó al John, a Juan, y me dice: “Sí cuñado, dice el Jack que te vayas con Pete”. Le digo: “Pero es muy grosero el Pete, muy ofensivo, mano. Tú lo conoces que no se puede andar con él, no se puede trabajar con él”. Y dice el Pete: “No, que sí, mira, de que no me voy a meter contigo, yo sé que tú la haces donde te pone uno, tú la haces, el caso es que aprendas, mira, te voy a poner raiteros. Cuantas veces te quedes, te pongo dos, tres raiteros adelante, y tú con calma empacas tu bonche que te dejaron y ya te pasas con tus cortadores otra vez allá adelante”. Porque él sabía que ya llegando a los cortadores no me iban a dejar lejos, yo los llevaba cortitos. Ahí voy con él, pues pa nada se metió conmigo él y yo a propósito lo hacía y me quedaba. Me llegó a poner hasta cuatro o cinco raiteros. Raiteros son los que le ayudan a uno adelante.
VD: ¿A la empacada?
SP: A empacar, sí.
2do: ¿Para qué te ponían?, ¿para que te ayudaran?
SP: Para que me ayudaran porque yo me quedaba lejos, pero ya después me llevaba de pie de los cortadores y ya no me dejaban. Pero sí, después me estimó bastante ese cuate, ese Pete.
VD: Ese mayordomo, ¿con algún otro no tuvo alguna dificultad?
SP: No, con nadie.
VD: En los otros campos, en general le iba bien y, ¿con los compañeros, con los otros compañeros?
SP: Nos llevamos bien, bien. Sólo con ese jugador que no le quise prestar dinero, una vez se me puso grosero, pero le dije: “¡Cálmala mano! ¿Para qué vamos a pelear acá donde andamos en la aventura? Allá en el pueblo nos agarramos el moco y lo que tú quieras, pero aquí no”, pero no, hasta ahí.
VD: Con él, ¿era también paisano?
SP: Era de mi pueblo, de Guayameo. Elías Bombona.
VD: Y se ofendió porque no le quiso usted prestar.
SP: Para jugar, ¿usted cree? Le ganaban su cheque el sábado en la noche para amanecer el domingo. Ya el domingo ya quería que yo le prestara el mío. “No”, le digo, “¿qué te pasa? No”.
VD: Y así les pasaba a muchos que ahí se les quedaba el sueldo en el juego.
SP: Sí muchos, muchos, pero esos cuates ni habían de ir por allá.
2do: Pues no, ¿a qué van?
SP: A trabajar, para que los más vivos se los...
2do: A jugar.
SP: Porque siquiera los que les ganan, les ganaran legalmente, les juegan chanchullo, les juegan, dicen allá camuca, allá en Estados Unidos se le llama camuca al truquero, al que juega con truco. Aquí marcan la baraja, que marcan el dominó y el que no sabe pos se lo comen facilito, fácilmente. Y yo por eso dije: “Yo $5 pesos me pongo, si los gané, bien, bueno y si los perdí, también”. Nunca ganaba, siempre los perdía, pero no les jugaba más.
VD: No, perder más que eso, claro. Y entre los compañeros, ¿recuerda usted si alguna vez hubo alguna queja pues frecuente, algo de lo que se quejaran varios en el trabajo?
SP: No.
VD: ¿Ni por la comida?
SP: Por la comida sí a veces, unas comidas tan pésimas que ni modo, el hambre es canija, teníamos que comérnosla. Y en ese campo lechuguero más, porque allá en Yuba City, allá nosotros nos hacíamos de comer y ahí comíamos lo que queríamos cada quien. Pero en ese campo lechuguero que andábamos más de cien trabajadores había cocineros mexicanos, pero diario lo mismo, lo mismo y lo mismo y mal cocinado. Y en la mañana huevos al gusto o gustos a huevo y avena, avena sí, los que quisieran avena, blanca sin ningún sabor, avena con leche, frijoles de la olla y huevos estrellados y crudos, tibios no, estrellados o crudos nada más te los daban. Es que ahí eran huevos al gusto o gustos a huevo, ahí tenía que comer a fuerza lo que le daban. Y pan Bimbo, no, no era Bimbo, era otro pan, pero barras de pan. Eso sí, a discreción el pan y la avena también, pero ya estaba uno hasta aquí hasta el gorro de siempre lo mismo y lo mismo y lo mismo. Y para medio día, ya para el campo llevaban unos tambos así llenos de comida caliente, quién sabe cómo lo conservarán. Han de haber sido termos, porque allá tenías que enfriarlo para comérnoslo, pero siempre lo mismo y lo mismo y lo mismo.
VD: ¿Qué le daban a la hora de comer?
SP: Pues a veces carne guisada. Pues sí, carne guisada o verdura guisada y comida pobre, no era comida [buena]. Cuando nosotros nos hacíamos de comer, claro, comíamos a todo dar, nos hacíamos avena con cocoa, ¿sabe cuál es la cocoa, sí? Viene siendo aquí que la Choco Milk.
VD: Sí, como el polvo ese.
SP: Sí, como el Choco Milk, avena con cocoa.
2do: Aquí hay cocoa.
SP: Comprábamos. En aquel tiempo no había aquí, comprábamos avena, cocoa y pan, carne de pollo, de puerco, de lo que quería uno, de res y uno se hacía.
VD: ¿Usted ya sabía cocinar cuando se fue para allá?
SP: No, allá aprendí.
VD: Y, ¿sí le salía bien lo que se cocinaban por allá?
SP: Pues me la comía. Yo creo estaba buena, el hambre era tanta.
VD: ¿Cocinaban para varios, entre varios o cada quien se hacía lo suyo?
SP: Cada quien para uno, para varios cocinaban cuando había cocineros que cocinaban para…
VD: ¿Pero ustedes en el grupo no se juntaban varios?
SP: Habíamos, esa vez habíamos creo nada más como cinco o seis con ese ranchero piscando en la cosecha de ciruela, durazno y nuez. Este, habíamos creo como cinco o seis nada más y había estufa para cocinar todos, cada quien su quemador.
2do: Ahorita ya no se hace ni un huevo, ya ahorita no sabes.
VD: Se le olvidó.
SP: No, pues ya no. De soltero sí me hacía yo de comer, pero ya tengo quién me haga, pues que ella lo haga, ¿verdad?
VD: ¡Qué barbaridad!
SP: Pues sí, ya le digo, una vez iba con otro compañero a la tienda, lejos una tienda, tenía que atravesar un sembradero de jitomate grande. Pues nos íbamos por unos callejones, jitomate para acá, jitomate para allá, cuando vimos que por allá andaba un perro peleando con un animal, por allá en el jitomatal y ahí vamos corriendo a ver qué era lo que tenía el perro ahí de malas. Era un gallote así chulo, silvestre, silvestre, allá animales en el campo y allá tienen mucho qué comer en el campo, jitomates, que chiles, que maíz, que todo eso.
2do: Todo eso comen ahí.
SP: Ahí comen en el campo, lo traía ahí de malas el perro y se lo quitamos al perro.
2do: Lo mataron ustedes.
SP: Lo agarramos vivo todavía el gallo, grandote así, ¿cómo le diré?, como gallo silvestre. Porque el de aquí es más chiquito, ése estaba grande, nos lo llevamos al campo y le dimos chicharrón y lo guisamos.
VD: Tuvieron un pollito gratis.
SP: Sí, gracias al perro. Se lo quitamos al perro, sí, eso fue en Yuba City, Yuba City, que es ciudad, city, o, ¿qué? City es ciudad.
VD: Sí, y Yuba es el nombre.
SP: Yuba es el nombre de la ciudad.
VD: Del lugar, sí.
SP: El pueblo no era grande y le decía Yuba City, Yuba es el nombre y City es la ciudad.
VD: Y aquellas veces que iban a comprarse su comida, ¿cómo se entendían con la gente, en español?, ¿hablaban español?
SP: Sí, había marquetas, le llaman market, tienditas que hablaban español. Eran como tiendas de autoservicio como aquí. Iba uno y agarraba carrito, agarraba uno lo que quería, ya llegaba uno a la caja y ahí ya nos hacían la cuenta y ya pagábamos. Siempre el cajero era mexicano.
VD: No tenían problemas. Y, ¿en las cantinas?
SP: En las cantinas sí, ahí teníamos, algunos teníamos que echar tatacha(??), los que algo le mascábamos al inglés, ya: “How much?”, ¿cuánto te debo? “Give me two”, quién sabe qué, dame dos copas de whisky, de coñac, según. Give me es dame, ¿no? Two, dos, three, tres copas o cuatro, según. Lo más importante, nos dábamos a entender y ellos también, había algunos que hablaban algo español.
VD: Ahí medio se entendían.
SP: Sí. Pero yo casi no fui a cantinas. En Arroyo Grande nunca fui a una cantina. Del trabajo a la casa, del trabajo a la casa, en Oxnard, tampoco. Donde fui, fue en Salinas, fue cuando duré más tiempo y en Yuba City también, fui a una cantina, creo dos veces nada más. No era muy afecto a ir a las cantinas. No me gustaba y hasta la fecha.
VD: No le quedó la gana.
SP: Por esa parte se sacó la lotería mi vieja.
VD: (risas)
SP: Porque soy muy hogareño y no soy amante de andar con los amigos por allá tomando, que jugando. Me han llamado a jugar pero…
2do: Porque juegan a dinero. Y pos eso no.
SP: Y a mí dinero no me gusta jugar.
2do: Estar perdiendo nomás por gusto.
SP: Ey.
VD: Así nomás, claro.
SP: Y luego que te meten cachirul, da más coraje.
VD: Peor.
SP: Ey. (risas)
VD: (risas)
SP: Ey.
VD: Ahí sí están peor. Y cuando iba, por ejemplo cuando compró aquellos cargadores en las tiendas también, ¿se medio entendía con la gente, con los comerciantes?
SP: ¿Dónde los compré esos cargadores? ¿Dónde, dónde, dónde? Ya no me acuerdo dónde fue donde los compré. Los cargadores sí, en las tiendas donde nos metíamos siempre había personas que hablaban español, siempre.
VD: Y ahí les ayudaban.
SP: Yo fui algunas noches, creo una vez por semana, ¿en dónde fue? En Oxnard, ya no me acuerdo dónde fue. Que fui a aprender inglés según yo.
VD: ¿Ah, sí?
SP: Una vez por semana nada más.
VD: ¿Cómo supo? ¿Eran unos cursos?
SP: Yo no supe cómo, pero me invitaron y yo fui. Pero, no, el maestro no hablaba nada de español, todo nos lo daba en inglés y apuntaba yo lo que ponía en el pizarrón, pero no le entendía ni papa.
VD: (risas)
SP: Y ya al salir de la clase, el maestro se ponía en la puerta y nos decía: “Good night. I will see you on Wednesday”.
2do: ¿Qué dijiste tú? Se está despidiendo.
SP: Pues yo no sé, yo creo le pregunté a alguien, pero dicen que, que me dijo alguien, yo creo que me interpretó. Y le digo: “¿Qué pos nos dice al salir?”. Dice: “Buenas noches. Vuelva usted el jueves”. ¿Eso era? ¿Eso era lo que quería decir?
VD: Sí pues le decía: “Good night”, dice.
SP: Good night, and I will see you.
VD: Ya, see you, lo veo.
SP: Ajá.
VD: Después o tal día.
SP: Es good night, I will see you Wednesday.
VD: Wednesday, el miércoles o…
SP: Miércoles o jueves, creo.
VD: Ándele.
SP: Creo era jueves. Wednesday, Wednesday creo, Wednesday. Bueno, no lo puedo pronunciar bien pero (risas) así más o menos.
VD: Y, ¿cómo? Y, ¿dónde le daban esas clases, dónde?
SP: En una escuela creo era.
VD: ¿Estaba cerca del campo?
SP: Cerca sí, íbamos caminando. Pero una vez a la semana y creo fui como dos, tres veces nomás. Ya después no fui.
VD: ¿Otros braceros iban con usted?
SP: Íbamos algunos, pero yo no le entendí ni papa.
VD: Ya después ni quiso ir.
SP: No, no pos, si nos escribían en inglés, yo no sé inglés, pos cómo voy a leer inglés.
VD: No, pues no entendía nada. (risas)
SP: ¿Verdá? (risas) Ey. Voy a cerrarle aquí tantito.
VD: A ver, si quiere.
SP: Aquí, ahí nomás, porque el sol que pega ahí en la lámina al carro…
VD: Ah, le está dando en la cara.
SP: Me pega en la cara, sí. Sí, ya le digo, se sufre pero se aprende.
VD: Y de los trabajos que hizo por allá, ¿qué fue lo que más le gustó?
SP: Pues al principio todos me cansaban horriblemente. Después le agarré muy bien la onda a todo y en todo anduve a gusto, en todos los trabajos anduve a gusto. Claro que el que más me gustó fue la pisca de durazno. Fue, y me ganaba durazno y de priscos, de ciruela, no, pero no podíamos comer tanto, porque andábamos por contrato.
VD: Pues sí.
SP: No andábamos por horas.
VD: Y ahí les convenía toda la canasta.
SP: Ahí según lo que, exacto, según lo que llenara uno, eso ganaba, por cajas. Tantas cajas a cómo, no me acuerdo cómo, pero por cajas. Y en el durazno o algo, con una manchita que tuviera el durazno, pal, al dompe, a tirarlo. No, esta manchita nomás se la quito con los dientes y lo demás me lo como. (risas)
VD: (risas)
SP: Así mire, así somos nosotros los mexicanos.
VD: Claro.
SP: Allá en Estados Unidos la fruta tiene que ser limpiecita. Enterita, que no tenga una mancha. Pos con una mancha que tenga, ahí lo tiran.
2do: Aquí las tiendas comerciales luego todas están podridas, ¿veá?
SP: Ey. (risas)
VD: Y así la tienen la fruta.
SP: Sí.
VD: Y, ¿lo que menos le gustó de por allá?
SP: Pos fue el, el desahije de lechuga, una semana, no me gustó porque me mataba, pero le digo en dos semanas, una, dos semanas, ya después, todo la, toda la llave apuntó.
2do: Pero para vivir no le gustó.
SP: Para vivir no.
VD: En general, sí es lo que le iba a preguntar, si después del tiempo que estuvo por allá, ¿le gustó la vida allá? Si estuvo usted…
SP: No me gustó, pa quedarme a vivir allá no, no me gustó.
VD: ¿Por qué, señor Servando?
SP: Porque, bueno como pa trabajar, a mí me gustaba trabajar. Pero yo decía: “Me caso por acá”, y yo oía decir que la mujer allá le tumbaban a uno el cheque y que ahí le andaban dando para los cigarros, o pal refresco. Que ella era la dueña del cheque. Le digo: “Entonces qué pa estar acá pa estar manteniendo una mujer que no es nada conmigo, (risas) no, no me quedo”. No le digo que ésa que se quería casar conmigo, ésa la conseguí en Salinas. En Salinas, sí fue en Salinas, ésa era gabacha, hablaba poco el español. Y sí, se entusiasmó y que quería casarse conmigo y que le digo: “No, me quiero ir a mi tierra, quiero ver a mi mamá, a mis hermanos”. “Nos vamos a la hora que tú quieras”.
VD: (risas)
SP: Le digo: “Pero pa allá, solamente una avioneta”, ahí en Toluca por allá volaban avionetas en aquel tiempo en mi pueblo, por carretera no había comunicación.
VD: Ah, ¿no había cómo llegar?
SP: Pa mi pueblo no. Decía: “Dejamos el carro ahí, en Toluca, en el campo de Toluca ahí lo dejamos y nos vamos en la avioneta, allá estamos un mes, dos, tres lo que quieras y nos regresamos, agarramos el carro, nos venimos para acá”. “No”.
2do: No la has de haber querido, por eso pusiste las trabas.
VD: (risas)
SP: A la mejor…
2do: Si no, pos sí.
SP: A la mejor no la quería.
2do: Pues si no era problema.
SP: No, pues luego me tumbaba mi cheque.
VD: (risas)
SP: (risas) Aquí me lo tumbas tú, pero me dejas algo. (risas)
2do: Aquí no te lo dan, de regreso.
VD: Y ya nunca se animó de todas formas.
SP: No me animé.
VD: Oiga y, ¿sí iban mucho las muchachas a buscarlos al campo?
SP: Sí, sí iban muchas, muchas. Y ahí en Arroyo Grande este, me juntaba yo con mexicanos, ya nacidos allá o nacionalizados. Unos iban así a trabajar al campo en vacaciones. Y me invitaron a una fiesta, del 16 de Septiembre, de Arroyo Grande a un pueblito, no me acuerdo qué pueblo fue, creo fue Oxnard. No me acuerdo cómo se llama el pueblo. Y este, y me dieron un drama, para desarrollarlo ahí en un teatro. Y sí, sí lo leí y me lo aprendí y cuando me tocó mi turno, salí allá al, ora al dar, ¿no? Salón lleno. Pues yo no sé cómo lo hice, pero lo hice bien, o mal. Total que al último me aplaudieron mucho.
VD: ¿Sobre qué era?
SP: No me [acuerdo], sobre la Independencia de México.
VD: ¿De la Independencia?
SP: Sí.
VD: Oh.
SP: Un 16 de Septiembre.
2do: ¿Alguna poesía?
SP: Por ahí así como poesía fue, exacto. Es la única vez que me acuerdo que participé yo en un drama.
VD: En una celebración allá.
SP: Sí, de las fiestas mexicanas.
VD: ¿Ésa fue la única vez que le tocó allá?
SP: La única vez, fue la primer vez que entré a Estados Unidos. Y ya las demás no iba a fiestas así, no, yo procuraba no malgastar mis centavitos. Porque yo sabía que $1 peso que me ganaba allá en una hora, aquí eran $12.50, y era el sueldo de aquí de México, del traba[jo], del empleado de aquí de México, $12.50. Y el dólar valía $12.50. Así que me ganaba, ¿qué? Veinte, treinta dólares al día, a veces, no, no siempre. Había veces que me ganaba $5, $10, $15, según el trabajo. Y yo decía: “No, pos me gasto un dólar allá, me gasto lo de un día de trabajo. Ahora me gasto $20 dólares acá, ¿cuánto no me rinden allá?”. No, pos mejor me salía. Nada más me compraba lo puro indispensable y fue como ve que hice para…
VD: Para ahorrar y comprarse.
SP: Ahorrar y comprar, primero mi mamacita me compró semillas: frijol, haba y lo que le venían a vender a la sierra. Para ya no conseguir para irme otra vez. Y ya después una vaquita parida y ya después otra. Y luego después compré catorce reses juntas y eso fue lo que me fue levantando. Al grado que yo llegué a tener treinta y seis reses mías. Y ya, yo vendía cada año lo, lo más viejito, cuando me iba para allá, cuando estaba pues en el rancho de mi tío. Y una vez iba un comprador que me dice: “Oye, ¿cuáles son las vacas?”. Y ya le llevé. “Ah, ésta, ésta y ésta”. Nos arreglamos precio pa pagármelas en quince días. Y ya nos fuimos a comer a la casa y ya él se llevó sus vacas. Dice: “Oye Servando”, dice, “tú ya andas en caballo ajeno”. “No, son míos, no son de nadie, son míos”. “No, no te quiero decir que no son tuyos, que ya, saliste de pobre, ya hasta te das el lujo de fiarme las vacas, cuando nadie me las fía (risas) y tú te das el lujo de fiármelas”. “Lo bueno es que ahorita no tengo urgencia del dinero y pa el plazo que te pones, pos ya pa entonces sí, ya lo voy a necesitar”. Y así era como yo iba haciéndome de mis cositas. Pero si me he puesto como otros cuates, a jugarlo y a tomármelo.
VD: Ahí se queda.
2do: No haces nada.
SP: No me traigo ni calzones para acá. (risas)
VD: (risas) Hasta esos se le quedan por allá.
SP: Sí, todos se quedan allá, sí.
VD: Me decía entonces señor Servando, que la primera vez tuvo que pedir prestado para irse para allá.
SP: Sí.
VD: ¿A quién le pidió prestado?
SP: A dos queridas que tenía aquí.
VD: Ah, sí, es verdad, ya me dijo.
SP: Sí. (risas)
VD: Ya ve, pero sí fue préstamo, porque sí les…
SP: Sí, fue préstamo.
VD: Sí les pagó después.
SP: Y se los pagué con interés.
VD: Y las siguientes veces ya con lo que usted tenía, ya…
SP: Ya, ya no conseguí.
VD: Con eso se fue de ahí.
SP: Exacto sí. Con una conseguí $500 pesos, con otra $300. Llevaba $800 pesos, ya me sentía rico.
VD: Pues suficiente.
SP: Ey.
VD: Suficiente con eso. Oiga, y, ¿por allá nunca tuvo algún problema de salud? De que necesitara ir al doctor o algo así.
SP: Una vez me enfermé de las muelas. Nada más. Y fue también en Salinas. Fue en Salinas, sí eso fue en Salinas. Piscando la le[chuga], tapiando la lechuga, una, dos muelas me andaban matando, dolorón de muelas. Y en el rayo del sol allá, se siente la muerte. Y no aguanté y le digo al este, al mayordomo segundo, le digo: “Oye cuñado, no hay chanza nomás me podrías sacar esta muela que me está matando, no me deja trabajar”. “Sí, cómo no”. Ya fue y habló con el Jack. Y el Jack le dijo a un, uno creo de los mismos mayordomos, que me llevara a tal parte. Me llevó con un médico japonés. Pero ahí yo tuve que pagar, no me lo pagó la comp[añía].
VD: ¿Ellos no se lo pagaron?
SP: No me lo pagó la compañía, yo pagué. Me acuerdo que el dentista, médico japonés, ya le dije cuál, cuál me dolía y me inyectó para dormirme la encía y esperar el tiempo suficiente para que se durmiera la encía y tocaba la muela. “Okay, va pa fuera. Y, ¿la otra?”. “Me duele mucho”. Y me volvía a inyectar. Y volvía a esperar un rato y volvía a tocar. “Me duele”. “Sí”. Me huele decía él, me huele. (risas) Sí, no podía decir me duele. “¿Me huele?”. “Sí, me huele”. Uh no, dos o tres veces me inyectó, más me acuerdo y ya dice: “Uh, no more”. No more, que no podía hacer más. Le dije: “Okay, sáquemelas”. “Okay. Me huele, ¿no le hace?”. “Sí, me huele, no le hace”. (risas)
VD: (risas)
SP: Y ya bajó las, el asiento tantito y me apoyó la cabeza así en su estómago, agarró así, escarbó con cuchillo o no sé qué birbiquino(??), qué sé yo, la encía y agarra la muela pero con aquella fuerza y me apretó mucho la cabeza para que aguantara yo el dolor. Me apretó así.
2do: ¿Qué no te hizo la inyección?
SP: No me hizo la anestesia.
VD: La anestesia.
2do: La anestesia.
SP: No me hizo la anestesia. Y la saca, hijo, le dio un trabajo, pero la sacó. Y tenía la infección abajo este, se le veía sangre en la muela. Y ya me lavó las encías, me puso un algodoncito y me cosió y okay. “¿Cuánto?”. No me acuerdo cuánto le pagué, pero yo pagué, ey. La compañía hubiera pagado, ¿verdá?
VD: Pues si tenían seguro supuestamente.
SP: Ya pa qué, ¿veá?
VD: Y ya no, pos le tocó a usted pagar eso.
SP: No, no, no lo pagaron.
VD: Y, ¿después de eso se recuperó rápido?
SP: Sí, me regresé a trabajar.
VD: Ah, ¿sí?
SP: Sí, me regresé al trabajo. No me llevaron al campo a reposar, no, me regresaron al trabajo. Ya seguí dándole duro.
VD: Qué cosas.
SP: Ey.
VD: Y estando por allá, ¿qué era lo que echaba de menos de México, señor?
SP: Ah pos mi familia. Mi mamacita, mis hermanos, los extrañaba mucho. Nada más, porque el lugar pos estábamos muy pobres. La casita que teníamos en el pueblo, la compramos cuando estábamos chiquillos, juntando bola cacahuananche para vender pa hacer jabón.
VD: Ah.
SP: Sí. La vendíamos a…
2do: No lo conoce.
SP: ¿No conoce?
VD: Ahora la más, los que hacen que venden y el champú que venden y el jabón, pero yo nunca he visto con qué lo hacen.
SP: Eh, la, la bola cacahuananche, es ovaladita, chiquita como una nanchi. Por ahí así. Y ésa cae del árbol y la junta uno del piso. Porque nunca la tumba del árbol uno, hasta que cae. Y la seca uno en el asoleadero y la vende uno ya bien seca. Y esa vez juntamos muy buenos botes, porque por botes trajo…
2do: Pero como que ya ahorita ya no hay, ¿veá?
SP: Por arrobas, creo ya no hay, ya no dan bola los árboles.
2do: Yo creo ya no.
SP: Son árboles grandes, esos de cacahuananche. Le llaman, ¿cómo le llaman al árbol?
2do: Árbol de champú. Porque, se llama, mondal.
SP: Cuirindal.
VD: Cuirindal.
2do: El árbol.
SP: Cuirindal.
2do: Y la vainita le llaman la semilla.
SP: No es vaina, es bola.
2do: Bola le llaman al comananche pues.
SP: Comananche. Es la bola.
2do: Bola de cuirindal.
SP: Bola de cacahuananche.
2do: Bola de cuirindal.
SP: O bola de cuirindal, sí. Y con eso juntamos, por arroba nos las compraban, ¿sabe cuánto es una arroba, seño?
VD: No sé cuánto es la medida.
SP: ¿No? Es, son once kilos y medio. Una arroba.
2do: Pero el otro champú que hay también que salió del que te digo que es del, del charapo, como le llaman aquí. Es una bolita así y ésta tiene una bolita así.
SP: También lo venden aquí en máquinas, no sé cómo se llama.
2do: Champú, para la caída del pelo.
SP: Un árbol que da una bolita así y da mucha espuma.
2do: Ajá.
SP: La, la bola.
2do: La cáscara es la que es buena para el pelo. Que te dije me dijo la señora fuéramos a comprarlo a La Merced, para la caída del pelo, que es magnífico. Sí, se lo revuelve uno al champú que uno usa. Ponga a hervir y pone a hervir las cascaritas y ya que están frías, se revuelve con champú, bien agitado, agitado, para que no se caiga el pelo.
VD: Ándele.
SP: Pues sí, ya le digo, con esas cacahuanenche, bolas de cacahuananche, compramos la primera burrita que tuvimos. Pa ya no cargar la leña en la cabeza, de por allá de los montes. Antes traía un manojo de leña en la cabeza, el hombro, pero si el hombro cansaba uno más en la cabeza, más ponía un, un huanchipo(??), le decían allá, fuera un costal o fuera una cobija, lo que sea, pa aguantar grandes distancias. Y con eso ya compramos una burrita pa tener para acarrear la leña. Y luego esa burrita nos dio más burritos. Y ya fue cuando empezamos a tener animalitos. Ey, no, está, nos criamos como dicen por allá, en la inopia, en la pobreza, en la vil pobreza. Pues es que ahora gracias a Dios pos ya vivimos más o menos bien, porque le hemos peleado a la vida.
VD: Ah, claro.
SP: Ey.
VD: Oiga y en lo que estaba usted por allá, ¿le escribía a su mamá y a sus hermanos?
SP: Sí. A mi mamá, mi hermana.
2do: Y le mandaba dinero.
SP: Iba y le mandaba dinero a mi mamá, no le digo que, con lo que le mandaba en vez de gastárselo ella, me compraba primero semillas pa que yo vendiera y ya no me regresara con, con dinero prestado. Y luego una vaquita.
2do: Todavía de casado querías irte, ¿vedá?
SP: ¿Eh?
2do: Todavía ya que regresamos, que nos casamos, nos venimos aquí a México y quería irse. Pero había un señor que te escribía, yo no sé qué tú le decías a ese señor.
SP: ¿De Estados Unidos?
2do: De Estados Unidos y le mandaba papeles al señor. Le escribía y le decía pero, quería que nomás por cierta cantidad de dinero. Pos, ¿de dónde se alimentaba? Un dólar.
SP: Para arreglarme papeles.
2do: Para arreglarte papeles.
SP: Para irme.
VD: ¿Era amigo o un pariente?
SP: No, desconocido, nomás no sé quién me lo recomendó. Y me escribí y me escribí, y que: “Mándame $60 dólares para esto y pa lo otro”. Ya fue por el [19]62, [19]63, por ahí así. Y yo dije: “No, ¿cómo le voy a mandar dinero a esta persona que ni la conozco?”.
VD: Ni sabe quién es.
SP: No le mandé nada.
VD: ¿Él decía que le iba a arreglar para irse para allá?
2do: Sí, le iba arreglar, sí.
SP: La residencia en Estados Unidos.
VD: Ah.
SP: Pero hay tanto truquero. Y sin conocerlo menos.
2do: No y había que conseguir a rédito. Pagar de interés, para mandarlo y luego qué tal si lo transeaba.
VD: De todas formas se queda con la duda.
SP: Era lo más seguro, pues no lo conocía, dónde iba a reclamarlos, ¿vedá?
VD: Claro.
SP: Sí.
VD: Oiga y cuando estuvo por allá en este último contrato largo de dieciocho meses, ¿por qué ya no se lo renovaron cuando la última vez?
SP: Porque ya no regresé yo, ya no quise.
VD: ¿Usted ya no quiso?
SP: Yo les pedí mi baja, no es que me la hayan querido…
VD: Ah, usted les pidió terminar su contrato.
SP: Sí. Yo le dije al cuñado, que nos tratábamos de cuñado Juan, John: “Oye John, ya me quiero regresar a México, dile a, ¿cómo se llama el mayordomo?, a Jack, que ya me dé mi pase pa irme de Estados Unidos”. Va y que le dice. Y ya regresa. “Dice el Jack que pa qué te vas si orita hay mucho trabajo, que aproveches ahorita que hay mucho trabajo”. Porque había veces que trabajábamos dos, tres horas y veces que trabajábamos hasta trece horas al día. Le digo: “No, ya estoy cansado, bueno, ya me quiero regresar a México”. “Ah bueno, ya decías. Ya, pa tal día te vas”. Y ya no regresé, hasta el [19]87 que regresamos de paseo.
VD: De paseo.
SP: Ey.
VD: O sea que usted decidió regresarse, ya no quería estar por allá, ya se había cansado.
SP: Ya, ya me había enfadado, sí. Y no tenía acá a quién mantener pues, nomás a mi mamá le mandaba, pero ella me lo guardaba, ey.
VD: ¿Ella qué le decía, que se regresara o no le decía nada?
SP: Mi mamacita no.
2do: No.
SP: Ella me dejaba a lo que yo quisiera hacer. Adolfo y yo éramos, fuimos los que más fuimos. El que va a cumplir ochenta y dos años.
VD: Su hermano.
2do: Rubén muy poco, ¿vedá?
SP: Ey, creo un año o dos.
2do: Rubén ya de casado.
SP: Sí, ya lo conoce, ahí anda con nosotros.
2do: Ya de casado.
VD: O sea que su hermano más grande fue el primero que se fue, luego se fue usted.
SP: El segundo, el segundo, el más grande. El mayor no, ése de que entró a Antropología ahí se plantó hasta que se jubiló.
VD: Y se quedó ahí siempre.
SP: Hasta que se jubiló, sí.
VD: Entonces fueron tres de ustedes hermanos los que se fueron.
SP: El que sigue del mayor y luego yo que sigo de la tercera, que es mujer y luego mi hermano el último, el más chico. El que está allá en el rancho, no me acuerdo si fue o no fue, no me acuerdo.
VD: Por lo menos tres estuvieron allá. Y, ¿nunca se le antojó quedarse por allá a vivir?
SP: Nunca.
VD: Aunque fuera en algún otro trabajo o alguna cosa.
SP: Nunca, nunca se me ocurrió desertarme de la compañía onde andaba. Algunos se desertaban.
VD: Y, ¿usted por qué no?
SP: Yo no. Y fíjese que si he sabido, de esa tía que vive allá en Oxnard, no es Oxnard, Brentwood, cerca de San Francisco, si he sabido de esa tía, ella tenía un hijo menor que yo, seis años. Lo tiene, todavía vive. Si la he conocido cuando anduve por allá, quién sabe si me hubiera desertado con ellos. Porque este cuate tenía su papá, de por aquí de Guadalajara creo, pero ya tenía tienda allá, tenía una tienda de abarrotes, como, como una tienda de autoservicio. Y él y su papá y una empleada atendían el negocio. Si lo he conocido…
2do: ¿En qué año se fue?
SP: Si lo he conocido a él, a Pancho.
2do: ¿En qué año se iría ella? Porque vivía en Guadalajara.
SP: Ey. Sabrá en qué año. Pos ya tienen muchísimos años, ya tienen…
2do: Por eso, pero cuando nosotros, cuando tú fuiste tal vez ella todavía no viviría allá. No sabemos.
SP: Yo creo que sí. Porque yo ya tenía veintitantos años, veinticinco, soy mayor para él seis años. Ponle tú que haya tenido veinticinco, él tenía diecinueve años, y de doce años se lo llevó el papá de Guadalajara para allá.
2do: Oh.
SP: Yo creo que ya estaban allá.
2do: Ya estaban allá.
VD: Y si usted hubiera sabido entonces, o sea, ¿no se animaba porque no conocía?
SP: A nadie, a nadie. Pero si yo conocía a ellos y ellos me hubieran convidado. “Vente pa acá, que vas a trabajar en esto, lo otro, vas a ganar más”. Quién sabe si lo hubiera hecho. Pero no, esa tía la conocí, pos ya ahora ya de casados.
VD: Hasta después de…
SP: Ya viejo, sí.
VD: Y entonces usted se regresó y regresó a, ¿se fue para allá para su pueblo?
SP: Para allá.
VD: Y, ¿se quedó ahí?
SP: Sí, este, le digo yo que compré ganadito y me lo llevé a las tierras de mi tío.
VD: Ahí fue cuando…
SP: Ahí por el lado de la casa, hice un alerito de zacate y vivimos con molendera. Y luego el que le digo de las tierras de, de la hacienda de la tuba, por lado arriba y ésas las sembré con peones y molendera y me consiguí dos yuntas de bueyes, una era mía y ya otra no la pude conseguir y tenía dos caballos, esos los hice bueyes y con ellos trabajaba. Cuando los bueyes echaban una vuelta en los surcos, los caballos echaban cinco, seis vueltas. Rapidísimo. Y yo arreaba la yunta de caballos y un peón arreaba la yunta de bueyes. Eso fue el, el [19]60, 1960. Y el [19]61 ya compré por debajo de la hacienda de la tuba, treinta hectáreas de tierra, ya la sembré, ya trabajé en tierras mías, con mi hermano que está allá.
VD: Ésas fueron las que le dejó a él después.
SP: Y el [19]62, el 30 de abril nos casamos, nos venimos para acá.
VD: Después de casarse, ¿luego luego decidió venirse acá a la ciudad?
SP: Nos venimos a casar al municipio, a Zirándaro.
2do: Ese día nos venimos para acá para México.
SP: Ey, ese mismo día. Nos casamos como hoy otro día salimos para acá.
VD: Ándele.
SP: Sí, ya nos regresamos allá, a, ella es de un rancho y yo de otro y el pueblito de nosotros más arribita, tantito, unas tres horas de camino a caballo, ey.
VD: Oiga y cuando usted regresó, la primer, bueno, los primeros días que estuvo allá, ¿no le costaba trabajo como adaptarse a la vida de ahí?
SP: ¿Acá a mi tierra? No, como pueda, dura poco. La última vez, pues duré dieciocho meses. Pero de eso me había criado allá, ¿cuál? No. Agarraba el trabajo igual.
VD: No tuvo ningún problema.
SP: No.
VD: Ni se sentía…
SP: Y le aseguro que si hubiera estado allá más de cuarenta años estando casados y regresara, volvía a agarrar el patín bien allá.
2do: Hoy ya no puedes, ahorita tú te cansas mucho.
SP: No, pero poco a poquito.
VD: Sí.
SP: Y en lo mío trabajar un rato, una hora, media hora y descansar.
2do: Yo le decía que no regalara las tierras que le dio al hermano, que qué tal cuando se jubilara.
VD: Se quiere ir para allá.
2do: Nos quisiéramos ir, pero pues si él ya la regaló.
SP: Pero no me arrepiento, aquí el Gobierno me está manteniendo ahora.
2do: Ah, de todos modos te iban a llevar allá el cheque.
SP: ¿Eh?
2do: Te venías a cobrar el cheque.
SP: Desde allá hasta acá, ¿verdá?
2do: El señor Altamirano, te lo mandaba.
SP: Sí pero, pf, le hace más falta a mi hermano que a mí ahorita. Porque allá está más cruel la vida, en la provincia.
VD: Es más duro.
SP: Ey.
VD: Sí, pues si nada más tiene eso, sí, cómo no. Y este, yo le quiero preguntar, así como ahora a la distancia después, pues de varios años que usted estuvo allá, ¿cómo se siente de haber sido bracero? Los recuerdos que le quedan, ¿son positivos o negativos?
SP: Pos los recuerdos pos a veces son gratos, a veces son amargos. Lo más amargo era cuando nos la pasábamos en Empalme, Sonora y que dormíamos en el suelo como vil animal y comiendo muy mal, nomás a llenar la tripa. Frijoles con arroz y tortilla y a veces una saltita, o chile mordiendo, lo más barato que podía. Ahí era donde sufríamos las penas negras. Ya pasando por allá, pos ya lleva uno segura la papa.
VD: Por lo menos.
SP: Y el dormitorio, ¿veá? Por lo menos. Aunque le repito pues, este, barracas donde vivíamos muchos, había cada bronca. Pero yo procuraba no meterme en las broncas, para no tener problemas, soy muy sacatón. (risas)
VD: (risas) Pero mejor por la paz, así.
SP: Exacto, sí.
VD: Y entonces ése fue el tiempo más duro el de antes de pasarse para allá.
SP: En Mexicali.
VD: Esperar su contrato para allá.
SP: Sí. Ya le digo, llegué a pedir permiso, pedir permiso en una casa ahí y consumirles ahí la comida. O este, no me acuerdo si nos cobraban por dormir ahí, pues yo creo que no, porque nos tendíamos en unos cartones y ahí dormíamos.
VD: ¿No pagaban por eso?
SP: No me acuerdo, si nos cobraba la señora o no. Sí le consumíamos comida ahí de vez en cuando. Pero lo más pobrecito se podía.
VD: Oiga y, ¿usted nunca tuvo que pagar coyote cuando se fue para allá?
SP: No.
VD: No, no tuvo que para enlistarse que…
SP: No, pos nos enlistábamos aquí en Empalme. Bueno aquí llevaban las listas de gobernación. La primera vez, ya después nos íbamos directo a Empalme o aquí, no me acuerdo. No, aquí, de aquí decían las listas.
VD: De gobernación.
SP: Um-hm.
VD: Y nunca tuvieron que pagarle a alguien en gobernación.
SP: No, yo no me acuerdo haber tenido que pagar coyote. En Empalme esperar el tiempo, había veces que se contrataba uno a los ocho, quince días, a veces tardaba un mes, o más. Y ahí sufría uno las consecuencias del, de la pobreza.
VD: Y, ¿qué fue lo que lo animó aquella vez que su hermano le dijo que se fueran a Estados Unidos?
SP: Ah pues yo ganaba aquí $100 pesos al mes, o a la quincena, creo a la quincena. Para mi hermano Rubén y para mí, no me alcanzaban, andábamos apenas y mi hermano ya se había ido al rancho. Pues no estaba casado, ya tenía su mujer con dos niñitos, un niño y una niñita de pecho. Y él vino y él fue el que me animó.
VD: ¿Él ya se había ido para allá cuando…?
SP: Creo, creo no, fue la primera vez que iba.
VD: Pero, ¿él qué le decía, que se ganaba bien por allá?
SP: Sí, pos ya habíamos visto los primos que fueron en el [19]43. Este, Ernesto, Walter, Leonel, ya murió Walter y Leonel. Y este, y veíamos cómo venían ellos, venían contándonos allá y pos claro.
VD: ¿Qué le decían?
SP: Sí, allá se gana el dólar y aquí valía $12.50 el dólar, ya con cuatro, cinco, ya ganaba uno lo de un mes y feria.
VD: Y, ¿no le decían si el trabajo era pesado?
SP: No, no, no platicaban del trabajo pesado ellos.
VD: Oh, lo que le platicaban era más bien qué se ganaba allá.
SP: Sí, pos…
2do: Y con eso ya se animaban.
SP: Ey. Sí, ya le digo este, en el [19]43, fueron ellos, no sé si una vez o dos y Adolfo y yo en el [19]55, porque ahí puse la mica, que el [19]55 ó [19]56, no sé. Lo cierto es que el trabajo fue la primera vez. Ya después fui yo seguido, seguido, pa poder hacer algo pues, para tener acá en qué moverse uno, en qué trabajar. Porque antes le repito, allá trabajábamos de peones y aquí pues de mozos. En El Castillo trabajé de vigilante de la sala de lectura, un año. Y así anduvimos sacando lo escaso para comer. Y mi hermano me convida: “Pues consigue dinero pa que vayamos”, y sí, lo bueno que me prestaron las muchachas.
VD: Y con eso se fue.
SP: Las chicas, las chicas esas. (risas)
VD: Las chicas. (risas) Oiga y, ¿usted cómo se imaginaba que iba a ser por allá?
SP: Nada.
VD: ¿No tenía?
SP: No tenía idea cómo fuera. Pero va uno decidido a lo que venga, ey, pero sí, no me imaginaba nunca cómo fuera. Y lo que se me hizo pesadísimo, eran los viajes de ahí de Hermosillo a Mexicali. Toda la noche en tren, pero unos polvaderones, en la noche, pos atravesar todo el desierto ese de Sonora, sufría uno las penas negras. Pos llegábamos allá amaneciendo, bien polveados. Y luego ya a pasar la línea y luego y nos llevaban al, al centro, centro de Caléxico, le llaman, allá llegando a bañarnos, íbamos bien polveados. Pos ya desde que salíamos de acá de, de Empalme, íbamos por cuenta de los gringos, ya.
VD: Me dice que en Empalme era donde les hacían la revisión médica. Y en el centro, ¿les hacían otro o ya no?
SP: No me acuerdo, creo no. Ahí nos contrataban.
VD: O sea, los médicos eran mexicanos y en Empalme los revisaban.
SP: Pues no, yo creo que sí han de haber sido mexicanos, serían gringos, no me acuerdo. Allá en Empalme y allá en Caléxico llegaba, llegaban muchos rancheros a contratar gente. Y nos formaban así en hilera, de frente. Y ya el ranchero iba escogiendo los que él quería.
VD: Lo que necesitaba.
SP: Ajá, sí. Pues que el señor fulano de tal necesita tantos trabajadores para, para ir a trabajar en el apio. Yo ni el apio conocía, creo. (risas)
VD: (risas)
SP: Y luego que el ranchero fulano necesita tantos para la pisca del limón, pos ahí vamos. Y así nos contrataban ahí en Empalme, este, en el centro. Eran unos barracones grandes ahí. Y ahí ya comíamos un poco mejor, ya era por cuenta de los gringos. Pero ya al salir de ahí a las barracas, que ya nos llevaba el ranchero, nos llevaban, nos daban una bolsa con lonche, para comer uno en el camino, según las horas que fuera uno a caminar. Había veces que caminábamos casi todo el día, otras veces toda la noche, según la distancia. Y pero ahí ya íbamos por cuenta de, de el centro de Caléxico, para allá creo que era por cuenta del patrón.
VD: Ya les preparaban ellos su…
SP: Ya el patrón nos llevaba al, al campo que nos tenía preparado. En la primera vez, fue una casa particular, allá donde junto del trabajo, donde estaban las tierras de cultivo. Y ahí nos… “Aquí se van a acomodar, acomódese cada quien donde quiera”. Me acuerdo que esa casa tenía creo tres recámaras y una sala. Y los que entraban por delante ganaban las recámaras y a Adolfo y a mí nos tocó en la sala. (risas)
VD: (risas)
SP: Ey.
VD: ¿Como cuántos eran esa vez?
SP: Esa vez creo éramos como veinticinco.
VD: Y, ¿todos durmieron en la misma casa?
SP: Sí, unas camitas para cada quien. Creo como veinticinco o doce, no recuerdo bien cuántos. Y ése nos desocupó luego del, del trabajo de él y nos pasó con otro a piscar de tocho morocho, jitomates, chiles, que brócoli, que apio, de todo con ese ranchero. Y esa vez me vine yo y se quedó mi hermano, Adolfo, no me acuerdo por qué. Fue cuando me recontraté otra vez y regresé a Oxnard.
VD: Y, ¿él se quedó allá?
SP: Um-hm.
VD: Le renovaron ahí.
SP: Le renuevan contrato, creo unos cuantos, nomás, no a todos, a muchos nos regresaron. Ahí también nos daban de comer, pero el cocinero, los cocineros eran dos, de los mismos del grupo.
VD: Ah, ¿de los mismos braceros?
SP: Um-hm.
VD: ¿Los escogieron?
SP: Así es que: “¿Quién sabe cocinar?”. “Pos que yo”. “Dos que vayan a la cocina”. Y mi hermano también a veces se metía ahí a ayudar a la cocina.
VD: Y, ¿usted nunca entró a la cocina?
SP: No, entraba a comer nomás, no habían comedores.
VD: (risas)
SP: Había un comedor así grande pa enfrente de la cocina. Yo no, la cocina casi no me gustaba. Lo hice allá en Yuba City, porque allá hacía nomás para mí. Y cada quien hacía lo suyo. Pero que yo dijera: “Yo voy a trabajar de cocinero”.
VD: Para cocinarle a otros.
SP: No, no me, no me gustó. Y lo que más mal me ha caído es lavar trastes.
VD: (risas)
SP: Todavía cocinar, tal vez algo.
VD: Pero eso sí de plano no.
SP: Lavar trastes no.
VD: Qué caray. No pues yo creo que yo le he preguntado lo que más me interesaba y le quiero agradecer muchísimo.
SP: Pos no hay de qué…
VD: Señor Servando.
SP: Señorita Violeta.
VD: Por su tiempo.
SP: ¿Domínguez? ¿Violeta Domínguez?
VD: Sí, Domínguez López.
SP: López. Ah, pariente de Horacio Romero.
VD: Por alguna cosa ya ve que dicen López y salen hasta las hormigas, porque somos muchísimos pero…
SP: Mismo apellido, sí, sí.
VD: Sí. Muchas gracias por su tiempo, por…
SP: Gracias a usted.
VD: Por sus recuerdos compartidos que…
SP: Gracias a usted por venir, tomarse la molestia de venir aquí a…
VD: No, al contrario ustedes por abrirme su casa aquí.
SP: Pues aquí la tiene a sus órdenes cuando quiera venirse.
VD: Muchas, muchas gracias.
SP: Cuando quiera venirse acá a platicar un rato.
VD: No me invite, porque yo estas invitaciones sí me las tomo muy en serio.
Fin de la entrevista
Fecha de la entrevista: 31 de mayo de 2002
Nombre del entrevistador: Violeta Domínguez
Es viernes 31 de mayo de 2002 y ésta es una entrevista con el señor Servando Peñaloza Muñoz en la Ciudad de México.
VD: Ahora sí. Señor Servando, dígame sí otra vez, ¿qué edad tiene usted?
SP: Setenta y un años cumplidos.
VD: Me dice otra vez su lugar de nacimiento, ¿en dónde nació usted?
SP: En Guayameo, Guerrero.
VD: En el estado de Guerrero.
SP: Municipio de Zirándaro, Guerrero.
VD: ¿A qué se dedicaban sus papas, señor Servando?
SP: A la agricultura.
VD: Eran campesinos.
SP: Mi padre, mi mamá al trabajo del hogar.
VD: ¿Ella criaba animales o alguna cosa así para ayudar en la casa?
SP: Pues de chiquillos no teníamos nada, porque mi papá nunca vivió con nosotros, vivimos solos. Pues yo creo que escasamente gallinas tendríamos, escasamente, ya cuando empezaron a ir al norte fue cuando empezamos a comprar una vaquita y luego dos y así, pero en un principio trabajábamos de peones.
VD: Ustedes de chiquitos, ¿su papá no vivió con ustedes?
SP: No.
VD: ¿Usted desde pequeñito trabajó en el campo?
SP: De seis años empecé yo a trabajar de comedero, ganando $2 pesos al mes.
VD: ¿De comedero?
SP: Llevando la comida de la casa al potrero, a los trabajadores, a los que andaban trabajando en el potrero, en las tierras sembrando, que escardando, cosechando. Yo tenía seis añitos y la mamá de los patrones me empezó a hacer de comer, la primer tortilla que salía me la daba a mí. Me ponía enfrente de ella y estaba ella haciendo tortillas, cuando yo acababa de comer ella acababa de hacer un ramero así de tortillas pa los peones y ya me arreglaba la comida, el morral, en las ollas. Ensillaba un burro, se ponía el deste a un burro y me agarraba de las axilas y me montaba ahí y el burro ya sabía pal potrero. Ése me llevaba lejecitos, yo creo que han de ser como unos tres o cuatro kilómetros, seis años tenía yo.
VD: Bien pequeñito.
SP Sí, de ahí para acá fue trabajar, de seis años para acá, hasta ahora que me jubilé.
VD: Bien chiquito empezó usted. ¿Sus hermanos también trabajaban?
SP: Todos.
VD: ¿Es usted de los más grandes?
SP: Soy el cuarto.
VD: ¿De cuántos?
SP: De seis que somos. Juvenal, Adolfo, Abigail y yo, Ángel y Rubén, somos seis y todos empezamos a trabajar en cuanto pudimos.
VD: De pequeñitos para ayudar a su mamá.
SP: A mi mamá sí, porque pues qué iba a hacer ella con tanto chamaco.
VD: Y después empezó a trabajar en el campo, en la tierra.
SP: Sí, de peón, de peón. Y empecé la primera vez que empecé a trabajar de peón ya en ejillo(??), tendría unos ocho o nueve años. Ya me pagaban como gente grande, $0.50 centavos al día.
VD: ¿Trabajaba en las tierras de...?
SP: Sí, ya sembrando, escardando, cortando ajonjolí, sacudiendo, cosechando la mazorca y ya cuando acababa la temporada de trabajo del campo, a trabajar con los ricos de ahí del pueblo, de mandadero, de peón, de mozos, qué sé yo. Que: “Vete a traer la vaca fulana”. Que: “Vete a llevarme el burro fulano al potrero”. Que: “Ve a hacer esto”, la cosa es que había que ganar para llevar gasto a la casa.
VD: Claro. Y obviamente me imagino que en estos años no podía ir a la escuela.
SP: Yo le decía a mi mamacita, porque ya iban chamacos ahí a la escuela, allá había escuela en el pueblo y le decía yo a mi mamá: “Oye mamá, ¿por qué yo no voy a la escuela? Fulano y zutano tienen mi misma edad y ellos ya van a la escuela y, ¿yo por qué no?”. “Hijo, si vas a la escuela, ¿qué comemos?”. Está cruel la respuesta. Pues me pagaba, ya no tenía por qué exigirle yo que quería ir a la escuela. Yo vine a estudiar aquí mi primaria, mi primer año de primaria ya aquí ya viejo, veintiuno o veintidós años tendría cuando empecé.
VD: ¿Aquí en el Distrito [Federal]?
SP: Sí, de la nocturna, sí. Y trabajando pa mantenerme y pagar renta y todo aquí.
VD: Y estudiando en la noche.
SP: Y estudiando en la nocturna. Pero había dos hermanos mayores que yo, vivíamos los tres en un cuartito de tres por tres yo creo el cuarto. Y ahí entre los tres pagábamos la renta, la luz y cada quien pagaba su comida. Y entonces mi hermano el que sigue del mayor, se fue pal pueblo y se casó y luego de allá pasó aquí y me dijo: “Me iré pa Estados Unidos”, fue como fui la primera vez.
VD: Eso fue en el año, bueno, tendremos la duda si [19]55 ó [19]56, pero entonces usted ya vivía aquí en la Ciudad de México. ¿Cuándo fue que se vino para acá de allá de Guerrero?
SP: De diecinueve años, en 1949 me vine con mis hermanos que estaban dos aquí.
VD: Ellos ya se habían venido para acá.
SP: Ellos ya estaban aquí, Juvenal trabajaba en Antropología [Instituto Nacional de Antropología e Historia].
VD: ¿Qué hacía el?, ¿qué hacía en Antropología?
SP: ¿Sí conoce el instituto?
VD: Pero, ¿qué hacía?
SP: Él era mozo, pienso yo.
VD: Y, ¿él fue el que le consiguió...?
SP: A Adolfo y a mí también. Él trabajaba ahí y luego me consiguió a mí y luego de ahí ya empecé a ir a Estados Unidos, pedí un permiso en Antropología.
VD: O sea que usted ya estaba trabajando ahí, ¿cuánto tiempo tenía trabajando ahí más o menos?
SP: Como un año.
VD: Un año. Y más o menos le alcanzaba con lo que...
SP: Ganaba $100 pesos al mes y mi hermano más chico yo me lo traje pa ponerlo a estudiar aquí. Mi hermano el mayor le consiguió un internado allá por Azcapotzalco pero yo lo mantenía y yo pagaba la inscripción, yo pagaba lo que me pedían en el internado, yo era como el padre de él. Y entonces cuando me jui pa Estados Unidos conseguí permiso para irme yo por tiempo indefinido, porque un amigo mío me dijo, porque yo pensaba pedir na[da] más tres meses o dos, no sé cuánto, dice: “Pídelo por tiempo indefinido el permiso, si te va bien, puedes estar el tiempo que quieras por allá y si te va mal, tú regresas y aquí está tu trabajo, aquí lo tienes porque no tienes tiempo límite”. Entonces yo le hablo a mi jefe inmediato, le digo: “Oye, también quisiera yo dejar a mi hermano, que yo lo estoy manteniendo, lo que yo gano aquí es para comer los dos, para mantenernos los dos y al irme yo por allá, ¿él de qué va a vivir aquí? Quisiera hablar con el Director Ignacio Martínez”, se llamaba el director de Antropología, de las oficinas generales. Le digo que se quedara mi hermano para que él se mantuviera de lo que yo gano, con eso nos mantenemos los dos, pero al irme yo qué va a comer él. Pues sí, tan buena suerte, tan buenos amigos tenía yo, que sí me le consiguieron permiso de que se quedara, ese mismo día me dijo: “Tráelo, llámalo”.
VD: Y, ¿cuántos años tenía él?
2do: Era el más chico de la familia.
SP: Tenía como dieciocho años.
2do: Y él se lo trajo para ser responsable de él.
SP: Y ya lo recibieron de dieciocho años ahí y con lo que yo ganaba para los dos ya se mantenía él solo.
VD: Y, ¿seguía estudiando mientras?
SP: Él estaba haciendo secundaria.
2do: En la nocturna también.
SP: Pero no, creo no la alcanzó a terminar, se metió por ahí con una mujerzuela que le bajó lo que tenía.
2do: Ah, pues sí lo ha de conocer.
SP: Sí, ahí anda con nosotros también Rubén Raya Muñoz, somos hermanos.
VD: ¿Vive por aquí él?
SP: Sí, ahí va a la junta.
VD: ¿Es de los que estaban con usted la vez pasada?
2do: Sí, el vive por la Emiliano Zapata
VD: Por el Estado de México.
2do: Por Ecatepec.
SP: Cerca de Paseo de San Agustín, por allá vive ahí. Yo lo convidé ahí.
2do: Es el más chico de los seis que son.
VD: Y usted se lo llevó a él, se lo trajo pues, para acá.
SP: Desde allá del pueblo me lo traje aquí y lo puse a estudiar y yo lo dejé en mi trabajo a él.
VD: Y allá mientras, ¿su mamá se quedó allá en el pueblo?
SP: Con otro hermano más chico que yo y teníamos padrastro.
VD: Se quedó allá, él ya con...
SP: Sí, aunque después tuvimos que mantenerlo a él también porque ya...
VD: Y cuando usted, cuando se vino, bueno, dice que sus hermanos ya tenían tiempo aquí, ¿verdad?
SP: Uno se vino a que lo operaran de la nariz, porque siempre ha padecido del dolor de cabeza. Lo operaron de la nariz que tenía el tabique desviado, el segundo y ya se curó aquí y se quedó a trabajar. Entonces el mayor, el Paso de la Arena, entonces vivíamos más acá del pueblo nosotros, el Paso de la Arena, Guerrero, ahí él tenía una noviecilla y ahí en un baile que lo invitaron, otro pelado que andaba también siguiendo a la novia que tenía mi hermano le dio un balazo aquí en la boca del estómago. Y allá lo operaron, le sacaron la bala, pero no quedó bien y se vino a curar aquí y mi hermano que estaba aquí le mandó dinero para que se viniera a curar y ya se quedaron aquí, fue como se quedaron ellos.
VD: Y, ¿se quedaron a trabajar?, ¿ya después ellos lo invitaron o usted se decidió venir para acá?
SP: Mi mamacita me mandó porque yo no quería al padrastro.
2do: ¿Tú no pensabas venirte entonces?
SP: No, yo no quería venirme, yo sentí imposible separarme de mi madre.
2do: Estabas chico.
SP: Sí, pero se pelearon ellos no sé por qué y una vez que regresé de la sierra de cortar madera para vender, ya no estaba él ahí y le digo: “Y, ¿Reyes?”, se llamaba Reyes. Dice: “Ya lo corrí”. “¿Por qué?”. Quién sabe qué más me contó, le dije: “Hasta que hiciste algo bueno mamacita”, Ella pensó que le iba a decir: “¿Para qué lo corriste?”. Y como ya no lo admití en la casa, por eso me mandó pa acá con mis hermanos. Uh, qué historias.
VD: Y ella fue la que le dijo que se viniera.
SP: “Tú te vas allá con tus hermanos, por cierto una madera, la última madera que traje a vender a Huetamo, Michoacán, la traía en una camionetilla de ésas de redilas, con ese dinero me vine, creo eran $50 pesos.
VD: ¿Estaba vendiendo madera justo antes?
SP: Yo fui a la sierra a cortar madera, morillos, así rollizos largos como de aquí a la pared aquella y para hacer casas.
2do: Y, ¿tú eras el único que la acompañabas?
SP: Ángel también estaba allá y Rubén, pero Rubén estaba chiquillo. Yo tenía diecinueve años, aquí vine a cumplir los diecinueve, sí, aquí. Ángel tendría dieciséis.
2do: Pero los chicos no decían nada y él sí se molestaba por el padrastro, por eso no te quiso a ti tener ahí.
SP: Sí, porque yo no lo quería, porque era muy atenido, él decía que no era tonto pa trabajar en el campo, para trabajar con patrones, que él trabajaba por él nada más.
VD: Carpintero.
SP: Hacía puertas de madera pero para los potreros y yo trabajaba en los molinos y me ganaba dos sueldos diarios. Ganábamos en aquel tiempo $5 pesos al día y yo me ganaba $10 al día porque trabajaba doble turno. Y él en la casa en dos semanas se hacía una puerta pa venderla en $15 pesos. ¿Yo cuánto me ganaba?, $60 pesos a la semana.
VD: En el mismo tiempo.
SP: Y él dos semanas para ganarse $15 pesos, $15 ó $10, creo $15 daba las puertas. Y yo quería que también se fuera a trabajar allá a los molinos como yo para que ganara no lo doble que yo, pero siquiera el sueldo normal de un peón.
2do: Él no tenía hijos para no mantener a los (ininteligible)
SP: Quería que yo lo mantuviera y ésa fue mi venida para acá, porque ya no admití yo en la casa, yo salí a las siete de la mañana y a las siete de la noche ya estaba él en la casa, ¿usted cree? Y ni modo, mi mamacita así quiso.
VD: Ya vino usted con sus hermanos entonces.
SP: Sí, fue como vine a dar aquí y luego aquí mi hermano Juvenal me consiguió el trabajo ahí mismo, en el mismo edificio donde vivíamos, ahí por Comonfort 15, enfrente de un hotel Embajadores, ahí por la Lagunilla. Ahí viví como tres años y trabajé como mozo, hacía la limpieza de ahí del edificio y poniendo tanques de gas a los inquilinos. ¿Cuánto ganaba? Creo que $45 pesos a la semana ahí, pero me alcanzaban pa mí solo, pero ya cuando vino mi hermano, pues ya no me alcanzaron. Entonces ya mi hermano me metió a Antropología Física, es Instituto Nacional de Antropología, ahí trabajé un año en el Castillo de Chapultepec.
VD: Ah, estuvo en el castillo, a usted ahí le tocó.
SP: Un año, sí. Y de ahí pedí, me dieron vacaciones, me fui a mi tierra y ya unas tierras que tenía un tío mío, ahí muy bonitas, pues yo era de campo. Viera qué bonitas tierras tiene el papá Angelito, hermano de mi mamá, le decíamos papá, sí, dice: “¿Quieres trabajarlas? Te las doy a medias”, pues no me dijo dos veces.
2do: Y ya no te fuiste.
SP: Dejé el trabajo, me perdí y conseguí molendera y peones y trabajé las tierras de mi tío.
VD: ¿Cuánto tiempo se quedó allá trabajando?
SP: Como siete meses, a los siete meses volví a regresar otra vez aquí a México y mi hermano me volvió a meter otra vez a Antropología, Juvenal.
2do: En aquel tiempo se podía estar haciéndose zonzos.
SP: Y trabajé otro año más, no me acuerdo cuándo fue ahí cuando pedí permiso para Estados Unidos y a mi hermano más chico lo dejé.
VD: En su lugar.
SP: En mi lugar, sí.
VD: Y, ¿cómo fue que se enteró usted de que estaban, de que habían contrataciones, de que se estaban yendo?
SP: Mi hermano el que sigue, el mayor, estaba en Guayameo ya casado. Ya tenía dos niñitos, a Carlos y a Lourdes. Lourdes estaba de pecho y él allá fue donde se enteró no sé cómo y vino a dar aquí a México a llegar conmigo a mi cuarto donde yo vivía, y ya me dice: “Vámonos pa Estados Unidos, están contratando gente en Empalme, Sonora, pero la lista se hacía creo por aquí”. Y él mismo me enlistó, le digo: “Vámonos, pero, ¿con qué dinero, hermano? Yo lo que gano apenas alcanza para vivir Rubén y yo”. Y él me decía: “Déjalo que trabaje, al cabo pa lo que te va a agradecer ya cuando esté grande”. Y sí, en realidad no agradece nadie. Le digo: “Pues déjenme hacer algo por él, ya que ustedes no hicieron nada por mí, déjenme hacer algo, si yo puedo ayudarlo, déjenme ayudarlo”. Y me dice, le digo: “Voy a ver si puedo conseguir permiso para dejarlo, que se quede en mi lugar y luego, ¿con qué dinero me voy?”. Él: “Pues yo vengo muy escaso, no me va a alcanzar a mí lo mío”. Y entonces yo tenía dos queridas, al cabo ya lo que pasó, pasó, a ella no le interesa eso, ¿verdad? Entonces les saqué dinero a esas dos. A una le saqué $500, $600 pesos, a otra $300 y ya me fui yo rico, llevaba como $800 ó $900 pesos en la bolsa y en Empalme se nos acabó. A mi hermano se le andaba acabando el dinero, a mí no porque íbamos a comer en las fonditas ahí a comer. Ah, pero a esas mujeres les mandé yo su dinero con sus respectivos intereses.
2do: No se los robó.
SP: No me quedé con él, no como muchos lo hacen.
VD: Ándele, sí fue un préstamo.
SP: “Préstame”, le dije, ¿no? Prestado, prestado.
VD: Ése sí fue un préstamo.
SP: Sí me lo prestaron y se lo mandé de ahí de Estados Unidos con su respectivo interés, les pagaría el 5% de interés. Ellas no me querían cobrar, pero yo de todas maneras se los pagué con interés. Y así fue como nos fuimos la primera vez.
VD: O sea que su hermano lo anotó en la lista aquí y aquí en la Ciudad de México no tuvo que hacer, no tuvo que ir a la Ciudadela o algún otro lugar, ¿se fue directo a Empalme?
SP: A Empalme.
VD: Y, ¿cuánto tiempo duró ahí en Empalme?
SP: Pues no me acuerdo, pero había veces que durábamos hasta un mes pa que recorrieran la lista.
VD: Y, ¿cómo sobrevivían en ese mes?
SP: Pues llevaba uno pues dinero pa comer ahí en las fonditas donde se iba uno a comer, fonditas enramadas, enramadas ahí a un lado de la contratación, nos costaba $1 peso la comida, $0.80 centavos pollo deshuesado o pollo con hueso, el pollo deshuesado.
2do: Sí, pero esos eran frijoles.
SP: Sí, los dos eran frijoles pero uno era guisado y el otro de la olla con arroz y frijoles y tortillas a llenar, eso era lo que comíamos con $1 peso. Pero eso era ya después que salíamos a la contratación y hacíamos una comida o dos nada más al día, porque no nos alcanzaba el dinero y dormíamos en el suelo.
VD: ¿Se quedaban en la calle?
SP: No en la calle, ahí una señora nos daba permiso en un tejado de como de lámina, quién sabe de qué sería, pero no era casa. Era atrás de su casa como en el jardín, como en el corralón, quién sabe. No tenía jardín, tiene uno que otro árbol verde ahí y el colchón eran cartones que cada quien cargaba su cartón aquí debajo del arca para acostarse uno o sentarse uno en la sombrita. Ahí tendíamos nuestro cartón y cobija no, pues no hace frío, allá hace calor, qué cobijar ni que nada. Nos acostábamos en el cartón y ahí dormíamos. De cabecera pues una piedra o un tabique que nos poníamos y en el día ya que se acababa la contratación nos íbamos al centro a unos arbolotes grandes como truenos, pero había unos montonones de sandía que llevaban para vender ahí a la braceriada, a $0.20 centavos unas sandías, $0.50 una grandota. Comíamos dos, tres con una sandía y la sandía también llena, pero como que no lo alcanza uno a digerir o comíamos mucha sandía, íbamos al baño puro rojo, rojo, rojo. Yo creo que no lo alcanzaba a digerir.
VD: De pura sandía.
SP: Pura sandía sí, sí se las agenciaba uno para no andar pidiendo limosna, muchos andaban pidiendo que pa regresarse, que pa comer. Había un cuate que le decían Caborca, le decíamos Caborca, sería de Caborca no sé, pero todo mundo le decía Caborca. Ése no traía nada de dinero y un día le daba de comer uno, otro, otro y otro, otro, así le dábamos. Y una vez se nos perdió tempranito, ah, pues se fue por ahí a hacer del baño. Se llegó la hora de la contratación y fuimos y no estaba, porque muchas veces íbamos y no había nada de contratación y ya de regreso ahí a la casa esa donde llegábamos que nos daban permiso. Porque a veces ahí le consumíamos ahí a la señora de comer, pero a veces en la calle nos salía más barato. Y ahí estábamos en la casa cuando llega el Caborca con un pescadote así, y dijeron que era cazón, tiburón, pero el cazón se puede comer, era el tiburón más grande. Ahora como quiera nos lo comemos chico o grande. Pues llegó con él ahí el cuate y le dice: “Mira nomás, ¿cómo le hiciste?”. “Que por allá por un charco por las noches sale el agua del mar, hay marea”, dice, “sale el agua de su nivel en el día, por allá hace lagunas y ya pa amanecer ya en la madrugada se va recogiendo el agua otra vez al mar y deja por ahí charcos”. Y éste se fue por la orilla del mar con un palito empujando almejas pa allá pal mar que encontraba. Y dice: “Por allá en los charquitos”, nos enseñó un lugar, “y ya veo que aleteaba algo y que me acerco ahí y veo un pescadón aquí así, lo agarré a leñazos”. (risas) Lo mató a leñazos por la cabeza y ya se lo hecha al hombro y ya se lo trae hasta la casa y la señora le dice: “Pues órale pélalo y tasajéalo, te voy a dar de comer una semana por ese pescado”. Pues ya nos alivianó a los que le estábamos. Nos turnábamos, una vez le daba uno, otro, otro y así lo ayudábamos. Esa vez la señora le dio una semana por el pescado ese que llevó y ahí todos hacíamos consumo de ese pescado y con ese cuate nos contratamos juntos pa Estados Unidos.
VD: ¿Ésa fue la vez que entró a...?
SP: A Arizona.
VD: Ah, ¿fue a Arizona?
SP: A Arizona, sí, y con ese cuate mismo anduvimos en varias partes, en Arizona, en California, en Los Ángeles y en Caléxico.
VD: ¿Fue su último contrato?
SP: De año y medio. Y ese cuate después de eso se metió en problemas con unos también compañeros, pero no sé por qué no lo querían, lo trataban mal, mal. Eso fue en Caléxico, lo trataban mal. Y era chaparrito y entonces este cuate un día sacó un cuchillo de los que nos daban para cortar la cebolla: “Vénganse tales por cuales, a ver quién se quiere morir primero”, lo sacó del campo, campo le llaman a la galera donde vivíamos. “A ver cuál de los dos se quiere morir primero”. Le zacatearon, entonces que van y que le dan la queja al encargado del campo, de los grupos de braceros y ya ése nos llamó a todos allá al comedor, a todos allá nos dijo pues que no estaba bien que anduviéramos peleando, que andábamos en la aventura buscando un centavo para traer a la familia, que nos viéramos como hermanos, aparte que éramos paisanos teníamos que vernos como hermanos. Dice: “A ver”, dice, estaba el montón de gente así, habría más de cien en la compañía, más de cien hombres. Le dice: “A ver, ¿quiénes de los que están más cerca de este señor?”. Y ya levantábamos la mano los que estábamos. Dice: “Uno de ustedes dos lo voy a poner de encargado para que los vigile”, y me dice, “tú te vas a encargar, te vas a hacer cargo de vigilarlos y al que empiece primero vienes y tú me dices, no le vayas a hacer nada, vienes y me dices para echarlos para México”. Y era una gran ofensa que lo echaran a uno pa México y sin dinero. Y fue en invierno, en diciembre, me dice: “Tú te vas a hacer, me los vas a vigilar y el que veas que le falta al otro, vienes y me dices y a ése lo vamos a regresar a México”. Pues ese mismo día llegaron a las camas, nos acostamos, el Caborca tenía su cama así pa mi derecha, porque estaban por hileras así. Había en medio un pasillo, pa allá una hilera de camas y acá otra y aquí estaba yo y luego uno de ellos aquí y el otro más para allá, los enemigos de Caborca. Pues luego que nos regresamos ahí a las camas empezaron a echarle indirectas al Caborca y me siento ahí pal lado de ellos, yo me sentaba pal lado de Caborca. Me levanto y me siento pal lado de ellos, le digo: “Yo no voy a ir de rajón allá con el campero, yo me voy a partir la madre”, perdonándome la palabra, “me voy a partir la madre con cualquiera de ustedes, pero a éste me lo van a dejar en paz y ya no le van a cargar la mano porque ya estuvo suave que le vean lo tarugo. Lo que quieran con él, conmigo se arreglan”. Se callaron la boca. Aquél era como un perrito chihuahueño, me quería hasta lamer los pies, contento porque lo había defendido, y él ya para todos lados andaba junto conmigo. Iba a la tienda, no faltaba que me trajera a regalar, me ayudaba a lavar mi ropa, agradecido porque lo defendí. Pues nos llevaron pa Salinas, California, nos regresaron de ahí y allá me traían en mira esos cuates, esos dos. Y al llegar de trabajar, luego corría uno, el que bajaba primero de los camiones a juntar las cartas, a recogerlas y empezaba: “Julano de tal, julano de tal”, a repartir las cartas y las mías y las de Caborca las escondían, no las nombraban. Y me di cuenta yo y que me llamo a uno pa allá pa afuera, pa atrás de los baños, le dije: “Oye, ¿qué te traes conmigo, la quieres de de veras, pues vamos a ponérnola”. Nos dimos una buena que me lo sangré toditito de la cara, él no me pegó y eran de por ahí de La Mesa, Durango, por ahí.
VD: Del norte.
SP: Ellos no eran bajitos, pero no sé, yo creo yo les ganaba, dos veces. La última vez lo sangré feo, me dijo: “Ahorita te voy a acusar con el Jack”, el mayordomo general, “pa que te mande pa México”. Le dije: “Acúsame con quien tú quieras, pero sabes que si me vas a acusar tú no te quedas vivo, así que haz lo que quieras”. No, no hizo nada, se las juega uno negras allá y luego había noches que no lo dejaban a uno dormir, otros borrachos peleándose que se matan, que no se matan y con esos cuates. Ah, la última vez cuando lo sangré me fueron a sacar de mi barraca, que yo estaba en mi cama: “Fulano de tal”, me llamó el campero y ya salí. Dice: “¿Usted por qué se anda valiendo de ofender a sus compañeros en las paredes del baño?”. “Sí, que este señor fueron a poner ahí que julano de tal es esto y que es el otro”. No hallaste otro más tarugo que yo. Y esa vez los bajé porque estaban en el segundo piso y me lo llevo atrás de los baños y ya la traíamos por las cartas y esos mismos de Durango. Ese mismo me lo llevé para allá atrás de los baños, fue cuando le puse en toda la de él, lo sangré feo y me dijo que me iba a acusar. “Me acusan, a mí me mandan, pero tú no te quedas vivo”. Y yo creo eso valió, porque no pasó más.
VD: ¿Ya no tuvo problemas con el mayordomo?
SP: Ya no, gracias a Dios ya no.
2do: Y el escrito lo ponían ellos.
SP: Todo mundo no los quería, decían que uno de era de abajo y otro de arriba, no sé, total que le ponían grosería y media en las paredes. Y yo soy ajeno, no soy afecto a eso de andar ofendiendo con letreros, con escritos en las paredes, yo lo que siento se los digo derecho, pero no ando ofendiendo atrás mano. Y esa vez que lo sangré, se paró el daño y ya no me dijeron nada.
VD: No volvió a tener problemas con ellos.
SP: Y eran dos, no, ya no. Y el Caborca ya se había venido pa México ya no estaba allá, ése me defendía también.
2do: ¿De donde sería?, ¿nunca supiste?
SP: Decía él que era de Caborca. Caborca es un pueblo de Sonora, por ahí delante de Hermosillo, Sonora, por ahí, porque todos le decíamos Caborca.
VD: Y, ¿él ya no estaba por allá?
2do: Caborca es un lugar en mención del Caballo Blanco de, ¿cómo se llama el Caballo Blanco, la canción del Caballo Blanco?
VD: ¿La del corrido?
SP: Sí.
2do: Menciona ese lugar de Caborca.
SP: Sí, que salió de Guadalajara con rumbo a Mexicali.
2do: No me acuerdo ni cómo va.
SP: Que salió de Sonora, no sé de dónde salió, de un corrido así de...
VD: Fíjese que yo no me lo sé.
SP: Yo tampoco, ya no me acuerdo, ya todo se me olvida, ya mucho se me olvida, muchas cosas. Pero sí hay grandes historias y esa última vez que defendí yo al Caborca fue cuando me eché los dieciocho meses por allá.
VD: Ése es un contrato más largo. Y, ¿nunca tuvo algún otro pleito en otro de los campos más que con estos?
SP: Nunca, nunca. Los veía a cada rato y había noche enteras que no me dejaban dormir, borrachos que gritaban: “Ay, me matan, mamacita me matan”.
2do: Ellos son los borrachos, entonces no iban trabajar, iban nomás a hacer broma.
SP: No, pues en la noche. Luego muchas veces era el sábado en la noche, pa amanecer el domingo se la ponían y ya borrachos se peleaban, pero no, yo gracias a Dios no.
VD: No tuvo más pleitos.
SP: A un paisano de por acá de Costa Grande, ése era borracho pero de los buenos borrachos y en su juicio era un buen amigo, pero borracho ofendía a medio mundo. Y había un compañero que le decíamos Jorge Negrete porque tenía la voz parecida como Jorge Negrete, muy cantador, buen amigo el cuate ese, no se metía con nadie. Pero con ese paisano y porque era de la Costa Grande, no sé qué bronca tuvieron, nunca supe, que un día se cansó el Jorge Negrete y ahí en la barraca se fue encima de él y aquél con un cuchillo ya le da, ya no le da, pero estaba borracho y el Jorge Negrete, el Negrete le decíamos, le agarró las dos manos y lo tiró al piso. Lo tuvo crucificado con las manos aquí así y el cuchillo acá así. Le decía aquél: “Suelta el cuchillo”, y no lo soltaba y yo estaba hasta el fondo allá en la esquina. “A ver paisano, ven, quítame el cuchillo, quítame a este jijo de tanta de encima, ven”. Y ya llegué yo y le dije: “Dale con el cuchillo”. Ya que le quité yo el cuchillo le dije a los dos: “Ahora sí, pártanse el hocico, pero con mano limpia”.
VD: Con mano limpia.
SP: Esa vez intervine yo porque él me pidió auxilio, pero el auxilio fue que le quitara el cuchillo para que no le fuera a dar al otro. “Dale paisano”. “No, pártanse el hocico ustedes a mano limpia”. Pero eso no fue bronca mía, fue de ellos, pero cada cosa que ve uno, que olvídese, se sufre pero se aprende. Lo peor de andar durmiendo en el suelo y su cama la carga uno acá en la axila, su cartoncito, pues llevábamos cartones para ahí, para ahora que estuve en el Palacio Legislativo, ¿no? (risas)
VD: Se acordó de aquellos tiempos que andaba cargando su cartón.
SP: Sí, de aquí conseguí yo un montón de cartones, por ahí nos los llevamos en el carro.
2do: Hasta un banquito compraste también.
SP: Ah sí, compré un banquito.
VD: Allá lo compró en aquella vez.
SP: Aquí en el...
VD: Los estaban vendiendo ahí en el... Sí, vi a unas señoras que andaban vendiendo sus banquitos.
SP: Sí, ahí me compré uno.
VD: Y señor Servando, aquella primera vez me estaba diciendo usted que se fue al apio, le toco ahí en Arroyo Grande y me han contado que el apio… Ándele sí, pa acomodarse.
SP: Sí, para sentarnos ahí porque nos cansábamos de andar en la baqueta o en el suelo. Sí, yo también ya traía mi cartoncito ahí. Sí, de Arroyo Grande empezamos limpiando apio chiquito, escardándolo, deshierbándolo y luego ya después de ahí a piscar ejote y se le acabó el trabajo a ese ranchero y nos pasó con otro ranchero. Ahí fuimos a piscar de todo, chile, fresa, jitomate y brócoli y, ¿qué más? Perdón, de todo ahí, de hortaliza, de todo.
VD: Allá en Arroyo Grande también.
SP: En Arroyo Grande también.
VD: Bueno y ahí con el, porque me han platicado que a veces cuando están trabajando el apio tienen que usar guantes porque se les caen las uñas, se les despegan las uñas, pero yo no sé, no recuerdo exactamente.
SP: Yo lo escardé, lo limpié y lo corté. No lo corté, creo, creo no, lo cortaban con máquina y ya había personas que iban agarrándolo y echándolos a una troca para llevarlo al empaque, a la empacadora.
VD: Pero usted nunca tuvo problemas.
SP: En las manos no, donde sí nos fregamos feo la mano era cuando íbamos a deshierbar, que ya el apio ya estaba creciendo por aquí así y le hacían mucha ortiga, una hierba que nace que van por ahí por arriba del apio a veces, pero nomás la agarra uno la hierba esa y le quema a uno las manos pero horriblemente. Había veces que nos daban guantes y hay veces que no, nos íbamos así nomás, salíamos con las manos hinchadas.
VD: ¿A veces los mandaban así sin guantes?
SP: Sí, así nos llevaban. Yo me, a mí se me hinchaban las manos muchas veces pero no era muy seguido, eso era de vez en cuando, deshierbar. Y el escrache, o sea, el escarda del apio es muerte para los primeros días, andar agachado todo el día deshierbando y con un azadoncito así el cabito así de largo, agachado todo el día, igual que en la lechuga también. Pero yo en la lechuga me acostumbré tanto, las primeras dos semanas era cuando sufría, ya la segunda o la tercer semana en adelante ya era campeón. Tanto que al empezar el surco me decía, me llegaron a decir algunos compañeros que yo era barbero porque jalaba al grupo y yo no podía ir despacio, por más despacito que fuera, los dejaba lejos a todos. Ya le había agarrado muy bien el hilo a la trabajada y en una de ésas se me pegan dos cuates, yo creo quisieron cansarme. Normalmente hacíamos una línea de ida pa comer en la punta de aquel surco, era muy largo, tenía más de milla de largo y de regreso la otra milla ya para irnos al campo en la tarde. Y esa vez que se me pegaron los cuates luego luego en el primer surco, salimos allá y nos regresamos y volvimos a agarrar otra vez ya juntos los tres y detrás de mí, yo nomás los dejaba que se me acercaran como de aquí a donde está mi esposa, o más lejos los dejaba y más los quería dejar, nomás le aflojaba tantito más la mano y se me quedaban lejos. Y yo iba tranquilo trabajando como acostumbraba yo, pero haciendo el trabajo bien. Y ya en la tarde serían como las tres, cuatro de la tarde, porque salíamos a las seis, cinco, según fuera el día de largo, se nos pega el mayordomo, el segundo del mayordomo general y eso fue en la lechuga. Andábamos desahijando, desahijar es porque las siembran en chorrito así y entonces para desahijar les va uno tirando casi el 99% dejando una matita distante de la otra así y si te quedaban dos, había que arrancar una para dejar nada más una, porque dos no crecen bien, se hacen estorbo. Entonces va uno, pero cuando ya le agarra uno bien el hilo, pues una matita que le queda, pero cuando uno es tonto, tiene que desencuartarlo con la mano izquierda. Y yo creo que yo lo iba haciendo bien, porque ya en la tarde como a las tres, cuatro de la tarde se nos pega el segundo del mayordomo general y: “Tú, fulano y zutano, si quieren cansar a mi cuñado”, porque nos tratábamos de cuñados con él, “si quieren cansar a mi cuñado, están bien tontos, porque no lo van a cansar nunca. Ustedes miren cómo vienen ya ahogándose de cansancio y de mojados de sudor vienen”. Dice: “Por lo pronto se van a regresar a sus surcos porque vienen haciendo puras porquerías y tú, cuñado, síguele, a ti no hay quién te canse, tú vas bien”. Por eso le digo que la compañía no me quería dejar venir, porque sabían que yo ya le había agarrado bien a toda clase de trabajo de lechuga, lo que me pusieran lo hacía yo bien.
VD: Y ése fue también, o sea, ¿todo esto fue en la última, en su último contrato?
SP: En el último contrato de dieciocho meses, que pos no sé cómo se llamaría la compañía.
2do: Y luego, ¿cómo te volviste a regresar?
SP: Porque alquilé las tierras de allá de la tuba y busqué molendero y peones y puse a trabajar ya por mí. No creas, se enfada uno de estar lejos.
VD: Y lo mismo todos los días.
SP: Y estar lejos de la familia de uno y no puedes salir a divertirte, porque en primer lugar te gastas el dinero poquito que vas haciendo. Uno quiere ahorrarlo porque acá te rinde el dinero y otra por allá te vas de parranda, por allá te dan un golpe, te matan o te agarra La Migra, la chota y te mete a la cárcel por andar faltándole. Así es que yo del trabajo al campo, campo de recepción, así le llamaban y del campo al trabajo y así nada más. Solamente en Caléxico sí ya me sentía yo en mi país, me salía un rato a Mexicali, pero luego temprano regresaba.
VD: ¿Lo dejaban cruzar sin problema?
SP: Traía uno su pasaporte de bracero.
VD: ¿Con esa mica o con otro aparte?
SP: Pues no me acuerdo, ha de haber sido éste, yo creo, ha de haber sido este.
VD: Éste es como su identificación de La Migración.
SP: Sí, pasábamos por la línea, la línea le llaman por donde están revisando los documentos, y ya nada más la presentaba uno y: “Pásale”. Y al regresar la presentaba y pa adentro.
VD: Señor Servando, entonces usted estuvo la primera vez en Arroyo Grande, terminó y me decía que después se fue otra vez a Empalme para volverse a contratar que fue cuando le tocó en el limón.
SP: En el limón, ahí me despedazaba las manos yo. La ropa se despedazaba las camisas, las manos salíamos sangrando pa querer hacer algo. El primer día creo hice tres cajas de limón, porque había que cortarlo con cuidado, que no sangrarle el botoncito, nomás cortar el puro tupo pero al ras. Pero olvídese, los primeros días llora uno por estar uno sangrando de las manos y ya después de los tres o cuatro días en adelante ya le dan guantes a uno. Ya después que se sangró uno bastante.
VD: Ah, ¿los primero días no les daban nada?
SP: No.
VD: ¿A propósito?
SP: Yo creo.
2do: Para que se vayan, se regresen.
SP: Pues no sé, a propósito lo hacían. Los primeros dos, tres días nada, así a mano limpia y ya después sí ya le daban a uno guantes de piel, de cuero crudillo.
2do: Gamuza.
SP: No, gamuza no, gamuza se despega en dos patadas con las espinas del limón.
VD: De cuero.
SP: Sí, de cuero, pero de cuero.
2do: Grueso.
SP: Pero no curtido, era cuero rústico. Yo creo nomás lo secaban, qué sé yo, lo medio curtían y hacían los guates y solamente así duraban, porque eran guantes duros.
VD: ¿Esa vez le tocó un contrato de cuarenta y cinco días?
SP: Creo que sí.
VD: ¿En puro limón estuvo ahí?
SP: Puro limón.
VD: Y se acuerda, bueno en Arroyo Grande y aquí en Oxnard de California, los lugares donde dormían ustedes, ¿eran galeras?
SP: Galeras, galeras largas. Le digo que en medio, por decir, ésta es una galera, pero son largas, en medio un pasillo de un metro, metro y medio cuando mucho, en este lado una hilera de camas, en el otro lado otra hilera de camas.
VD: Todos. Y ¿ahí tenía lugar para guardar sus cosas?
SP: Por ahí por un lado de la camita eran camitas angostitas, como ésas de doblar así, camitas angostitas y ahí guardaba uno al pie, en su cabecera al pie de la cama. Ahí guardábamos chivas, había muchos transas que le volaban a uno sus cosas, pero muchos nos cuidábamos. Los unos a los otros nos cuidábamos y otros, ay, de todo hay, hija.
VD: ¿Alguna vez le robaron a usted ahí en la galera?
SP: No, a mí no, nunca, gracias a Dios. Pero yo siempre buscaba un rincón. Por ejemplo, si entrábamos por esta punta, por decir así, yo buscaba un rincón allá o acá en la última cama del rincón pa allá.
2do: Y, ¿dónde metías tu dinero?, ¿allá no lo pueden guardar en bancos?
SP: Lo mandaba para acá. Luego, también lo puede uno meter al banco allá, pero uno qué sabía de bancos en ese tiempo. Lo juntaba, pues no sé cómo lo guardaba yo muy bien, que ya cuando tenía algo lo mandaba acá a mi hermana y mi hermana lo metía al banco aquí.
VD: Acá. ¿Allá el mayordomo no les decía cómo?
SP: Nada nos orientaban, para nada, no. Allá nos orientaban cómo iba a hacer el trabajo en el campo, nada más, hasta ahí.
VD: Y usted que ya había trabajado en el campo antes, ¿encontró el trabajo de allá nuevo?, ¿se le hizo difícil?
SP: Porque no conoce uno.
2do: Más pesado.
SP: Más pesado, porque acá trabaja uno parado o cuando mucho acá la jícama era poco el trabajo ese. Anda uno sentado escarbando la jícama, sembrándola o limpiándola, no sé si ha visto cómo se siembra la jícama.
VD: No.
SP: Son surcos anchos así como lometón(??), y se siembra un lometón(??), por ejemplo, este es el lometón(??), y se siembra una semilla aquí y otra en medio y otra acá en la orilla, así. Pero al sembrarla usted tiene que ir sentado, pero no horqueteado en el surco, en el camellón del surco, porque el camellón del surco puede ser así. Por acá le entra el agua y acá le entra el agua pero la tierra es suelta, bien suelta y con un dedo, con este dedo tiene que ser, ¿verdad? Metes una semilla así y otra a medio surco y otra por otro lado y tiene que ser por un lado, no horqueteado del surco, porque dicen que salen las turrungas(??) marcadas en las jícamas. Sí, dicen, el patrón no nos dejaba que fuéramos horqueteados. Acá en Guayameo, por un horqueteado aquí así.
2do: Porque allá en Estados Unidos no hay jícama.
SP: Pa sembrar le mete una aquí y otra aquí y otra aquí y el otro acá.
2do: Más bien han de hacer eso, ¿sabe para qué?, para que no anden sentados y le rindan.
SP: No, teníamos que andar sentados, teníamos que andar sentados por este lado del camellón y meterla así, con este dedo, con éste me acuerdo, una a la orilla, otra en medio y otra así, todo el día.
VD: ¿No podía estar así con el...?
SP: Horqueteado no. Y era el trabajo más pesado de acá en mi pueblo. Pero acá, pues siempre anda uno parado, sea regando, escardando, sembrando.
2do: Y si trabaja uno por su cuenta menos.
SP: Y es muy diferente el trabajo de Estados Unidos. Simplemente al empezar a escardar el apio igual que la lechuga, con ese azadoncito así cortito tiene uno que agacharse así. Nunca así porque no sale uno dos horas. Se cansa uno más pronto doblándose, tiene que andar tieso, tieso de las piernas, rígidas y con esto ir caminando así.
VD: Cruzando las piernas.
SP: Surcos de más de milla, unos, eran pa llorar.
VD: Dolor de espalda al terminar.
SP: Y de aquí, esto aquí era lo que me mataba, este dolor de aquí, de las pantorrillas. Me dolía una semana o dos cuando mucho, ya de la tercera pa arriba ya era yo campeón.
VD: ¿Así mismo con la lechuga no se podía agachar más?
SP: Para nada. Y pa cortarla todo el día andar, que la que está aguadita no la corta uno, la que está maciza, como trae el cuchillo abajo, arreglarle el tupo, ponerlo acá boca abajo.
2do: Todo el día así.
SP: Igual, todo el día, pero se acostumbra uno.
VD: Es pesado. Y, ¿a qué hora empezaba sus jornadas?
SP: Ah, según hubiera de trabajo, había veces aquí por Arizona, empezábamos en cuanto se amanecía, desde las seis de la mañana hasta las seis de la tarde, todo el día, nada más media hora para comer.
VD: ¿Les preparaban su comida, o ustedes…?
SP: Nos la llevaban, nos las llevaban en tambos grandes así ya preparada. Había cocineros especiales para esto, también mexicanos. Preparaban la comida en tambos y barras de pan y en platos, creo eran desechables, no me acuerdo, pero tenían compartimientos y le daban a uno un cuarto de leche bien fría. Y a la primer semana me tiraba yo boca abajo debajo de un camión o donde hubiera alguna sombrita, boca abajo para descansar de mis piernas. Estaba comiendo ahí tirado boca abajo como lagartija.
2do: Y, ¿por qué terminaría la contratación de braceros?, ¿en qué año terminó?
VD: En el [19]64.
2do: ¿Seis, cuatro?
VD: Sí, en 1964.
SP: Yo creo que ya cuando Estados Unidos terminó la guerra con Japón o, ¿con quién peleaba?
VD: Pues es que además ya había como muchas protestas porque había mucho abuso.
SP: El maltrato, el mal trato, exacto.
VD: Porque además, pues sí, porque era la mano de obra barata y más accesible. A veces desplazaron a los trabajadores locales, porque les convenía pagar braceros que eran más baratos.
2do: Que pagaban lo que ellos querían.
VD: Que pagaban, claro, porque aunque había ya ve que les decían en su contrato supuestamente cuánto iban a ganar y eso, pero muchas veces no se respetaban, muchas veces.
SP: Muchas veces pagaban lo que les daba la gana.
VD: Mucha gente ni sabía cuánto le tenían que pagar, nomás lo que traían así.
SP: Exacto, sí. Cuando yo empecé por acá a peso nos pagaban la hora, a peso. Nunca nos ganamos más, a peso la hora, $1.20, no me acuerdo, pero baratísima. Y pero $1 dólar decíamos cuentas, entonces aquí en México valía $12.50 el dólar.
2do: Pero ahora sí trabajan, yo ya tengo un sobrino allá, gana muy bien.
SP: Pero en fábricas.
2do: No, trabaja él de cocinero en un restaurante.
VD: Fíjese que sí, depende del trabajo siempre.
2do: Él es el encargado, él va a comprar la verdura para el restaurante donde trabaja.
SP: El mandado.
2do: Y que gana muy bien, acuérdate que estaba diciendo, pero lo de la contratación no, él se fue.
VD: No, y además se dice que pues ellos iban al campo, que es pues realmente de las actividades más mal pagadas.
SP: Exacto, sí, y nosotros íbamos contratados y él fue ilegal y ellos se acomodan donde les conviene, ellos. Y nosotros era a donde nos querían llevar, a los campos, al campo.
VD: A donde se los llevaban.
2do: Porque ahora no sufren mucho los ilegales.
SP: Algunos, otros hasta los matan.
VD: Fíjese que sí, todavía está muy duro. Lo que pasa es que sí, ciertamente pues esto que dice el señor, cuando, pues llegaban ellos a donde los asignaban y no tenían la oportunidad de escoger qué querían, ni en qué. Porque por ejemplo, no sé a usted, creo que no le tocó el algodón, ¿verdad?
SP: No, el algodón también es la muerte.
VD: Que mucha gente así decía, pues se iban y si les tocaba el algodón, pues ya casi querían terminar el contrato porque era pesadísimo.
SP: El algodón es uno de los trabajos muy mal pagados y muy pesados, porque ahí había que arrastrar una paca larga, como de aquí a la puerta aquella, amarrada en la cintura. Y la boca de la paca por aquí por las, por en medio de las piernas y echándole aquí y echándole acá y echándole acá.
VD: Hasta que juntara pa llenar el saco.
SP: Todavía era pesarla y no, era pesado. Por eso yo nunca trabajé en el algodón, nunca.
VD: Lo que veo es que siempre le tocó más bien de este lado de California, con la verdura y las frutas.
SP: Sí, exacto.
VD: Después que se le terminó ese contrato, ¿se regresó entonces a México?, ¿a la Ciudad de México se regresó?
SP: Sí, pues aquí tenía yo mi dinero en el banco y ya de aquí lo saqué y me fui para mi pueblo y allá me compré una matita de ganado, creo que como catorce reces, con los ahorros que hice aquí en dieciocho meses y luego...
2do: Todo eso hiciste allá.
SP: Sí, ese ganado lo llevé a un terreno de un tío mío, ahí me daba el permiso sin cobrarme pasto del ganado. Y luego me contraté en las tierras de la tuba alquiladas ese año, las trabajé con piones y molendera. Todavía no me casaba y al año siguiente, me fue bien esa vez, saqué bastante ajonjolí y maíz. Y al año siguiente ya compré de la tuba para abajo, treinta hectáreas de tierra y esas nada más las trabajé un año, fue el [19]61, el [19]62 trabajé, el [19]60 trabajé las tierras alquiladas de la tuba. El [19]61 de la tuba para abajo que ya compré las tierras y ya el [19]62 me casé y me vine y las tierras se las dejé a mi hermano, se las regalé a él. Sí, pues él no tenía nada y él las trabajaba y dos años o tres, me cuidó a mis animalitos que dejé y ya los animales los vendí a los dos o tres años.
2do: En el [19]62 nos casamos, en el [19]65 fue cuando compraste el terreno.
SP: En la metropolitana.
2do: En el mismo año que agarramos nos cambiamos, ¿verdad?
SP: Sí.
2do: Entonces en ese mismo año los vendiste, entonces las tierras las tuvo nada más que cuatro años, [19]62, [19]63, [19]64 y [19]65.
SP: Tres años, sí. Pero a él le dejé las tierras sin renta y sin nada y las vaquitas que yo ordeñaba mías y burros y a los tres años vendí mi ganadito y las tierras se las dejé a él. De todas maneras le fue bien, ¿verdad?
VD: Pues sí.
SP: Treinta hectáreas de tierras cercadas y alambradas. De todos mis hermanos allá en el rancho yo fui el que llegué a hacer algo, de ahí ninguno. Mi hermano el que está allá ha hecho algo, pero no pudo, él no me igualó porque yo fui muy cuidadoso con mi ganadito, con mis tierras, con mis piones y no sé, a mí me rendía mi trabajo y al que está allá no le ha rendido.
2do: Tú estabas soltero, él tiene un montón de hijos.
SP: No, pero en todo esto yo estaba casado, pero no tenía hijos.
2do: ¿Quién?
SP: Ángel.
2do: Por eso, por eso todo se le ha rompido, porque ahora sí ya son así.
SP: De nietos, pues sí.
VD: Desde entonces cuidaba usted...
2do: Oye, ¿también se fue a Estados Unidos?
SP: Sí fue, pero no me acuerdo en qué tiempo. Ha de haber ido una vez o dos. Ya la interrumpiste a ella.
VD: No, no se apure, no, nomás le iba a preguntar...
SP: ¿Desde entonces qué?
VD: Pues que desde entonces, desde que estaba usted ahí, si tenía cuidado con el dinero, pudo hacer sus ahorros.
SP: Sí, soltero sí lo cuidaba lo que Dios me daba y hasta la fecha pues mire aquí tenemos este nidito que lo mejoramos mucho del que teníamos allá en ésa. Pero de allá fue para hacer aquí, comprar y construir y lo que yo gané en mi trabajo, porque también en mi trabajo aquí en México trabajé treinta y un años y medio en la biblioteca de Antropología ganando dos turnos, dos turnos diarios trabajando. Porque uno para comer y otro para ir mejorando mi casa, pero es que también el principio fue de Estados Unidos, pero ya el complemento salió de aquí de Antropología.
VD: Del trabajo de aquí.
SP: Ey.
VD: Usted en lo que estaba allá, señor Servando, trabajaban, pues me decían que depende de cuánto trabajo había, ¿verdad? De cuántas horas y tenían de descanso un día nada más, ¿verdad?
SP: El domingo nada más.
VD: El domingo.
SP: Ése era pa lavar y planchar nuestras barritas.
VD: Era lo que yo le quería preguntar ¿Qué hacían en su domingo, en su día libre, qué era lo que hacían?
SP: Pues a veces nos íbamos al pueblo más cercano a pasear, a andar. Nos comprábamos alguna cosita, pero ya en la tarde temprano nos poníamos a lavar, a planchar, a remendar. Era bueno yo pa remendar, en la lechuga se acaba mucho la ropa de aquí a aquí, mucho. Nuevos los pantalones los ___(?) mucho de aquí, entonces yo de otro pantalón viejo le quitaba parches y los pegaba a lo largo aquí.
VD: Fíjese, y tenía otro pantalón.
SP: Ya tenía otro pantalón, y cuando me vine muchos compañeros: “Déjame tu ropa de trabajo, Servando”. Sí, les gustaba que la remendaba yo bien.
VD: Les quedó ahí de herencia.
SP: Sí.
VD: Y cuando estaba usted, cuando iban a pasear a los pueblos cercanos, ¿alguna vez tuvo algún problema con la gente de ahí del lugar?
SP: Con nadie, con nadie. Siempre salíamos en grupos de dos, tres o cuatro compañeros del trabajo y siempre andábamos juntos, pero nos cuidábamos unos a los otros y nunca tuve problemas gracias a Dios con los de allá, con nadie.
VD: Con nadie, ni que en algún lugar no los dejaban entrar, ¿a un restaurante?
SP: No.
VD: ¿Alguna cosa así?
SP: Casi siempre íbamos a las cantinas.
VD: Y, ¿en las cantinas tampoco?
SP: A echarnos una copa nada más en la cantina. Nos echábamos una copa o dos y nos salíamos, no era emborracharnos. Porque hay unos que se echan una o dos y ya la hacen de frente.
VD: Y ahí se quedan.
SP: Y yo con los cuates que me juntaba éramos poquiteros, dos, tres, cuatro cuando mucho y nos íbamos a la cantina. Comprábamos lo que necesitábamos y ya íbamos a la cantina a comprarnos una copita o dos y ya, vámonos, vámonos al campo, campo le llamábamos al lugar donde vivíamos, las barracas.
VD: En las barracas y, ¿ahí nunca tuvo en la cantina usted un pleito con algún...?
SP: Con nadie, no, nunca. Ni mis compañeros también, porque procurábamos andar tranquilos, cuidarnos los unos a los otros.
VD: Y en general, cuando salían al pueblo, ¿iban al cine, sí podían?
SP: Yo nunca. Ah, sí, una vez fui al cine. Fui a ver a Juan Mendoza, fue en Salinas, California. Fuimos al cine, no me acuerdo con cuántos, pero terminó el programa de cine y nos fuimos al campo, fue en Salinas.
VD: En California también y, ¿alguna otra cosa que hicieran mientras? ¿Usted se compró un radio cuando estuvo por allá?, ¿tenían radio en la barraca?
SP: Sí me compre.
VD: ¿Qué escuchaba, se acuerda?
SP: Un radio tocadiscos, japonés, por cierto.
2do: Esos son buenos, ¿no?
SP: Sí, estaba chiquito el radio así, el disco casi abarcaba todo el radio y ése me lo traje acá.
2do: Pa venderlo.
SP: Me lo traje para mí, no pa venderlo, pero un amigo mío al llegar allá al rancho donde yo vivía, que iba él a un asunto con mi papá Angelito.
2do: ¿Tú te quedaste sin radio?
SP: Iba bajando así de la loma de su caballo cuando yo tenía el radio a todo volumen allá en el rancho y le gustó a él y me llama: “Oye Serva, véndeme tu radio, me gustó, tiene buena voz”. “Sí”, le dije, “te lo vendo”. “Te doy una vaca vieja, parida y preñada por él”. Traía un becerro así todo peludo, feo, flaco. “Y ¿la vaca vieja? Yo digo que esta vaca te la heredó tu bisabuela”. Ya vaca muy vieja, así muy panzonzota. Para eso le digo: “Pues vamos a verla a ver si me conviene, vamos a verla a su rancho”. Como una hora de camino, nos acompañó mi tío padre, hermano de mi mamá porque yo estaba pegado allá a su rancho, arrimado. Y él vino con nosotros y ya nos ayudó el cuate ahí, el cestero ahí por el arroyo, unos pinsanes(??), unos guamúchiles y dice: “Mira, ésa es la vaca”. La levantó, de volada se levantó la canija vaca. “Y ése es su becerro”. Y era un becerrillo pinto así peludo y ya bien panzona la vaca. Le dije: “No mano, no vale mi radio esa cosa, está buena para gelatina ya, está buena para la gelatina”, le digo. Entonces mi papá Angelito y él eran muy amigos con él, se querían mucho, con ese tío Dorito, se llamaba, le dice: “No, tío Dorito, pues dale una becerrilla”. Y la vaca esa, pues ya pa emparejarlo, porque no vayas a perder, porque esa vaca está muy difícil pa que saque el parto ese que trae. Está tan vieja que a lo mejor se va a morir antes. Y mi tío tenía criado de ganado en grande.
VD: Él sabía.
SP: Él sabía bien y dice: “Bueno, te voy a dar esa otra becerrilla”, una becerrilla tenía los cuernos así de largos y siquiera estaba nueva, siquiera estaba nueva la becerra. “Bueno, está bien, está hecho el trato”. Pues ya fue él por su radio y yo me llevé mis vacas, mi vaca y su becerra y el becerrito, me llevé tres y la panza que traía fueron cuatro, porque sí la hice lograrlo.
VD: Sí nació.
SP: Otro becerro sí. Le di pasto y maíz molido y la macicé y me dio la cría y la crie la cría y ya estaba en la cría porque es un becerro, hijo de toro cebo, bonito el becerro. Vendí la vaca, todavía la vendí pa la matanza. Me quedaron tres crías, los dos becerros que ella dejó y la becerra que me dio aquél de coleada todavía.
VD: A cambio del radio, del tocadiscos.
SP: Un radio tocadiscos japonés, creo fue lo único que traje.
VD: Y, ¿no se trajo más cosas de allá?
SP: Una vez me traje una pistola.
VD: Ah, ¿sí?
SP: Una 38 súper.
VD: ¿La que te quitaron de allá?
SP: Me la quitó el Gobierno de allá de mi pueblo.
2do: Ah, ¿de allá era?
SP: No, miento, la pistola no. Me traje cargadores, la pistola la compré aquí en Brasil número 5, ahí había una armería.
2do: Puros velices fue lo que trajiste.
SP: Veliz de ropa y ya me traje dos cargadores para esa pistola. Ya la tenía yo aquí la pistola, ahí me la compré en uno de los primeros viajes que di y los cargadores me los traje en una bolsa así con nueces, con almendras. Había una huerta de almendro grande, por ahí donde andábamos trabajando que ya la habían cosechado, pero quedaba mucha almendra entre la basura. Y en mis horas libres, en las tardes iba y juntaba almendra pa comer allá y me traje una bolsa por ahí, así llena, pero en medio de la bolsa, ahí los envolví en periódico, papel no sé qué y los metí en medio de las almendras y cuando pasé aquí la Aduana: “¿Pues qué es esto?”. “Almendras”. “Ah, está bien”.
VD: Y, ¿ya no se las revisaban?
SP: El radio lo traía debajo del asiento del tren.
VD: Y no se lo vieron.
SP: No me lo vieron, el veliz sí lo traía ahí.
2do: ¿Qué?, ¿se los quitan?
SP: Sí, se lo quitan a uno.
VD: Y le cobraban, ¿no?
SP: Sí le sacaban a uno dinero y si no les quería dar uno, les quitaban su mercancía y el veliz lo traía en la guardarropa, en el equipero del tren. Y entran dos, uno por una puerta y otro por otra para que nadie se les escape y era en la noche, no sé a qué horas en la noche. “A ver todos, que párense y muestren su equipaje”, yo me hice el dormido. Cuando llegaron conmigo me mueven: “¿Su equipaje?”. Le digo: “Ahí está”, ahí tenía la bolsa. Ya tenía lecciones de cómo le hiciera. Saqué creo $20 pesos creo y le digo: “Toma”. “¿Veinte pesos?”. “Sí”, le digo, “nomás por no pararme a bajar mi veliz, pero si no los quieres, dámelos”. “Ah, está bien, (risas) está bien, sí”.
2do: Como al que le diste de la sombrilla, ¿no?
SP: Eso fue aquí por Zaragoza, llegando al metro de Puebla, porque Zaragoza sigue así para acá hasta aquí y yo venía en un micro y mi bolsa, porque diario traía mi comida en una petaquita así.
2do: Para llevársela al trabajo.
SP: Al trabajo allá a Antropología y había así de gente en el micro, venía lleno y le puse la bolsa por ahí en una orillita de la puerta, por ahí la dejé y yo vengo parado, al llegar ahí se bajó mucha gente, se vació casi el micro y yo volteo: “Y, ¿mi bolsa?”.
2do: Ya se la habían botado.
VD: ¡Ay, señor!
SP: Nada de bolsa, yo traía un paraguas en la mano y se me ocurre ver así para la calle y veo que un cuate iba atravesando la calle esa de Puebla para la estación del Metro Puebla y ahí llevaba mi bolsa y dije yo: “Se la dejo, ¿se la dejo o no se la dejo?”. Era nomás pura comida la que traía, le dije: “No, no se la dejo”. Y bájome rápido del micro y ahí voy a fuerza de carrera y ya lo encontré, lo alcancé ya por los puestos ya que ponen ahí en la calle, ya para llegar al metro. Lo alcancé, él iba recio pero yo iba más recio. Lo alcancé y lo pico por allá, lo piqué por aquí así por la costilla, yo creo que lo piqué fuerte: “Oye bribón, ¿a dónde llevas mi bolsa? Dámela”. Y ya me la da: “Ahí está tu bolsa”. Y voy y le doy otro piquete con la sombrilla. Yo creo que duró adolorido de ese golpe el cuate, ha de haber pensado que la había olvidado el dueño.
VD: Pues me la llevo.
SP: Pero no se la dejé, hasta a mí me dolió el piquete que di.
VD: No, pues sí. Y es que así le hacían en la Aduana, así la revisión esa le iban quitando a la gente, cobrándole.
SP: Sí, pidiendo dinero descaradamente.
2do: Todavía cuando venimos, que fuimos, todavía te querían quitar la tele.
SP: Eso fue aquí en el aeropuerto, ahora que fuimos de paseo, en el [19]87.
VD: Sí, siguen con esas cosas.
SP: Sí, nuestro pueblo es terrible y los que tienen un puestecito o algo regular y tienen chanza de rasguñar.
VD: Lo que se pueda.
SP: Lo que se pueda, sí.
VD: Oiga y allá por ejemplo los mayordomos que tenían, ¿eran mexicanos?
SP: Eran mexicanos, pero ya…
VD: Y, ¿cómo los trataban?
SP: Pero ya nacionalizados allá.
VD: De allá.
SP: Mal, mal, de lo peor. Le digo, aquí en Arizona me tocó un mayordomo Pedro, le decían Pete y era por ahí de Piedras Negras, de la frontera. Ése era tan bravo, tan grosero con los mexicanos, los otros no tanto, los otros nos regañaban pero no tan feo como ese cuate, con groserías. Y el primer día o segundo día yo ya andaba muerto de cansancio en la tarde, ya se me doblaban las corvas aquí porque no podía ya andar con las piernas derechas y me dijo: “No se pare así, no sea pendejo, párese así”. “No, sí, pues ahorita un ratito está bien, pero yo lo quisiera ver aquí dándole el sol todo el día a ver si...
VD: Si aguanta.
SP: A ver si me decía lo mismo, a ver si aguanta. “Sí, que quién sabe qué, que yo también trabajé así”. “De lengua me como un plato”, le dije. Y le digo a él: “Los hechos quiero verlos”. Y a cada rato así teníamos broncas. Pero yo después le agarré también la onda a todos los trabajos. Y él era jefe de empacadores, mayordomo de empacadores y había, iba saliendo mucha lechuga, pero una tras otra así hasta empalmadas sobre el camellón, ahí las íbamos poniendo. Y las empacaban con su cartilla, iban agarrando montes de aquí, de acá, llenando cajas. Y ese cuate va y me dice: “Vente acá a ayudarme a empacar, cuñado Servando”, dice, “tú eres bueno pa todos los oficios de aquí de la lechuga”. Le digo: “No Pedrito, no me voy contigo porque nos vamos a partir el hocico. Fácil nos vamos a partir el hocico, eres muy grosero tú y yo muy cascarrabias así es que no, mejor aquí déjame”. ¿Qué andaba haciendo yo?, creo de aguador.
VD: ¿Andaba regando?
SP: De aguador, de aguador trae uno atrás un tambo así agua con sus ___(?) aquí así y una manguera. La manguera hay que estar del lado derecho y una palanca que está echándole aire al depósito del agua y sale el agua a presión, roceadita. Porque las últimas lechugas las ponen con el tubo pa arriba a lavarles la leche, que queda en la lechuga una leche para que, viene el que va engrapando las cajas, que esa leche no se quede en el cartón porque echa a perder la lechuga, qué sé yo. La cosa es que ése era trabajo fácil, nomás andar con mi tambo atrás en la espalda y bombeándole, creo con ésta le bombeaba y con ésta echarle agua, no, miento, con la derecha bombeaba y con la izquierda echarle agua a los tupos de la lechuga. De ahí me llevó, me llamó él para con los empacadores, le digo: “No”, le digo, “no, no me voy a empacar lechuga porque eres muy grosero, mano y nos vamos a partir el hocico fácil”. Él estaba más macizo que yo, yo mocosón, pues ahí está en la foto, mire. Y esta foto yo creo que es más nueva que el último año que anduve por allá.
VD: Estaba jovencito, sí.
SP: Entré cuatro veces, pero lo cierto es que va y le habla al Jack, al mayordomo general y luego el Jack me mandó al John, a Juan, y me dice: “Sí cuñado, dice el Jack que te vayas con Pete”. Le digo: “Pero es muy grosero el Pete, muy ofensivo, mano. Tú lo conoces que no se puede andar con él, no se puede trabajar con él”. Y dice el Pete: “No, que sí, mira, de que no me voy a meter contigo, yo sé que tú la haces donde te pone uno, tú la haces, el caso es que aprendas, mira, te voy a poner raiteros. Cuantas veces te quedes, te pongo dos, tres raiteros adelante, y tú con calma empacas tu bonche que te dejaron y ya te pasas con tus cortadores otra vez allá adelante”. Porque él sabía que ya llegando a los cortadores no me iban a dejar lejos, yo los llevaba cortitos. Ahí voy con él, pues pa nada se metió conmigo él y yo a propósito lo hacía y me quedaba. Me llegó a poner hasta cuatro o cinco raiteros. Raiteros son los que le ayudan a uno adelante.
VD: ¿A la empacada?
SP: A empacar, sí.
2do: ¿Para qué te ponían?, ¿para que te ayudaran?
SP: Para que me ayudaran porque yo me quedaba lejos, pero ya después me llevaba de pie de los cortadores y ya no me dejaban. Pero sí, después me estimó bastante ese cuate, ese Pete.
VD: Ese mayordomo, ¿con algún otro no tuvo alguna dificultad?
SP: No, con nadie.
VD: En los otros campos, en general le iba bien y, ¿con los compañeros, con los otros compañeros?
SP: Nos llevamos bien, bien. Sólo con ese jugador que no le quise prestar dinero, una vez se me puso grosero, pero le dije: “¡Cálmala mano! ¿Para qué vamos a pelear acá donde andamos en la aventura? Allá en el pueblo nos agarramos el moco y lo que tú quieras, pero aquí no”, pero no, hasta ahí.
VD: Con él, ¿era también paisano?
SP: Era de mi pueblo, de Guayameo. Elías Bombona.
VD: Y se ofendió porque no le quiso usted prestar.
SP: Para jugar, ¿usted cree? Le ganaban su cheque el sábado en la noche para amanecer el domingo. Ya el domingo ya quería que yo le prestara el mío. “No”, le digo, “¿qué te pasa? No”.
VD: Y así les pasaba a muchos que ahí se les quedaba el sueldo en el juego.
SP: Sí muchos, muchos, pero esos cuates ni habían de ir por allá.
2do: Pues no, ¿a qué van?
SP: A trabajar, para que los más vivos se los...
2do: A jugar.
SP: Porque siquiera los que les ganan, les ganaran legalmente, les juegan chanchullo, les juegan, dicen allá camuca, allá en Estados Unidos se le llama camuca al truquero, al que juega con truco. Aquí marcan la baraja, que marcan el dominó y el que no sabe pos se lo comen facilito, fácilmente. Y yo por eso dije: “Yo $5 pesos me pongo, si los gané, bien, bueno y si los perdí, también”. Nunca ganaba, siempre los perdía, pero no les jugaba más.
VD: No, perder más que eso, claro. Y entre los compañeros, ¿recuerda usted si alguna vez hubo alguna queja pues frecuente, algo de lo que se quejaran varios en el trabajo?
SP: No.
VD: ¿Ni por la comida?
SP: Por la comida sí a veces, unas comidas tan pésimas que ni modo, el hambre es canija, teníamos que comérnosla. Y en ese campo lechuguero más, porque allá en Yuba City, allá nosotros nos hacíamos de comer y ahí comíamos lo que queríamos cada quien. Pero en ese campo lechuguero que andábamos más de cien trabajadores había cocineros mexicanos, pero diario lo mismo, lo mismo y lo mismo y mal cocinado. Y en la mañana huevos al gusto o gustos a huevo y avena, avena sí, los que quisieran avena, blanca sin ningún sabor, avena con leche, frijoles de la olla y huevos estrellados y crudos, tibios no, estrellados o crudos nada más te los daban. Es que ahí eran huevos al gusto o gustos a huevo, ahí tenía que comer a fuerza lo que le daban. Y pan Bimbo, no, no era Bimbo, era otro pan, pero barras de pan. Eso sí, a discreción el pan y la avena también, pero ya estaba uno hasta aquí hasta el gorro de siempre lo mismo y lo mismo y lo mismo. Y para medio día, ya para el campo llevaban unos tambos así llenos de comida caliente, quién sabe cómo lo conservarán. Han de haber sido termos, porque allá tenías que enfriarlo para comérnoslo, pero siempre lo mismo y lo mismo y lo mismo.
VD: ¿Qué le daban a la hora de comer?
SP: Pues a veces carne guisada. Pues sí, carne guisada o verdura guisada y comida pobre, no era comida [buena]. Cuando nosotros nos hacíamos de comer, claro, comíamos a todo dar, nos hacíamos avena con cocoa, ¿sabe cuál es la cocoa, sí? Viene siendo aquí que la Choco Milk.
VD: Sí, como el polvo ese.
SP: Sí, como el Choco Milk, avena con cocoa.
2do: Aquí hay cocoa.
SP: Comprábamos. En aquel tiempo no había aquí, comprábamos avena, cocoa y pan, carne de pollo, de puerco, de lo que quería uno, de res y uno se hacía.
VD: ¿Usted ya sabía cocinar cuando se fue para allá?
SP: No, allá aprendí.
VD: Y, ¿sí le salía bien lo que se cocinaban por allá?
SP: Pues me la comía. Yo creo estaba buena, el hambre era tanta.
VD: ¿Cocinaban para varios, entre varios o cada quien se hacía lo suyo?
SP: Cada quien para uno, para varios cocinaban cuando había cocineros que cocinaban para…
VD: ¿Pero ustedes en el grupo no se juntaban varios?
SP: Habíamos, esa vez habíamos creo nada más como cinco o seis con ese ranchero piscando en la cosecha de ciruela, durazno y nuez. Este, habíamos creo como cinco o seis nada más y había estufa para cocinar todos, cada quien su quemador.
2do: Ahorita ya no se hace ni un huevo, ya ahorita no sabes.
VD: Se le olvidó.
SP: No, pues ya no. De soltero sí me hacía yo de comer, pero ya tengo quién me haga, pues que ella lo haga, ¿verdad?
VD: ¡Qué barbaridad!
SP: Pues sí, ya le digo, una vez iba con otro compañero a la tienda, lejos una tienda, tenía que atravesar un sembradero de jitomate grande. Pues nos íbamos por unos callejones, jitomate para acá, jitomate para allá, cuando vimos que por allá andaba un perro peleando con un animal, por allá en el jitomatal y ahí vamos corriendo a ver qué era lo que tenía el perro ahí de malas. Era un gallote así chulo, silvestre, silvestre, allá animales en el campo y allá tienen mucho qué comer en el campo, jitomates, que chiles, que maíz, que todo eso.
2do: Todo eso comen ahí.
SP: Ahí comen en el campo, lo traía ahí de malas el perro y se lo quitamos al perro.
2do: Lo mataron ustedes.
SP: Lo agarramos vivo todavía el gallo, grandote así, ¿cómo le diré?, como gallo silvestre. Porque el de aquí es más chiquito, ése estaba grande, nos lo llevamos al campo y le dimos chicharrón y lo guisamos.
VD: Tuvieron un pollito gratis.
SP: Sí, gracias al perro. Se lo quitamos al perro, sí, eso fue en Yuba City, Yuba City, que es ciudad, city, o, ¿qué? City es ciudad.
VD: Sí, y Yuba es el nombre.
SP: Yuba es el nombre de la ciudad.
VD: Del lugar, sí.
SP: El pueblo no era grande y le decía Yuba City, Yuba es el nombre y City es la ciudad.
VD: Y aquellas veces que iban a comprarse su comida, ¿cómo se entendían con la gente, en español?, ¿hablaban español?
SP: Sí, había marquetas, le llaman market, tienditas que hablaban español. Eran como tiendas de autoservicio como aquí. Iba uno y agarraba carrito, agarraba uno lo que quería, ya llegaba uno a la caja y ahí ya nos hacían la cuenta y ya pagábamos. Siempre el cajero era mexicano.
VD: No tenían problemas. Y, ¿en las cantinas?
SP: En las cantinas sí, ahí teníamos, algunos teníamos que echar tatacha(??), los que algo le mascábamos al inglés, ya: “How much?”, ¿cuánto te debo? “Give me two”, quién sabe qué, dame dos copas de whisky, de coñac, según. Give me es dame, ¿no? Two, dos, three, tres copas o cuatro, según. Lo más importante, nos dábamos a entender y ellos también, había algunos que hablaban algo español.
VD: Ahí medio se entendían.
SP: Sí. Pero yo casi no fui a cantinas. En Arroyo Grande nunca fui a una cantina. Del trabajo a la casa, del trabajo a la casa, en Oxnard, tampoco. Donde fui, fue en Salinas, fue cuando duré más tiempo y en Yuba City también, fui a una cantina, creo dos veces nada más. No era muy afecto a ir a las cantinas. No me gustaba y hasta la fecha.
VD: No le quedó la gana.
SP: Por esa parte se sacó la lotería mi vieja.
VD: (risas)
SP: Porque soy muy hogareño y no soy amante de andar con los amigos por allá tomando, que jugando. Me han llamado a jugar pero…
2do: Porque juegan a dinero. Y pos eso no.
SP: Y a mí dinero no me gusta jugar.
2do: Estar perdiendo nomás por gusto.
SP: Ey.
VD: Así nomás, claro.
SP: Y luego que te meten cachirul, da más coraje.
VD: Peor.
SP: Ey. (risas)
VD: (risas)
SP: Ey.
VD: Ahí sí están peor. Y cuando iba, por ejemplo cuando compró aquellos cargadores en las tiendas también, ¿se medio entendía con la gente, con los comerciantes?
SP: ¿Dónde los compré esos cargadores? ¿Dónde, dónde, dónde? Ya no me acuerdo dónde fue donde los compré. Los cargadores sí, en las tiendas donde nos metíamos siempre había personas que hablaban español, siempre.
VD: Y ahí les ayudaban.
SP: Yo fui algunas noches, creo una vez por semana, ¿en dónde fue? En Oxnard, ya no me acuerdo dónde fue. Que fui a aprender inglés según yo.
VD: ¿Ah, sí?
SP: Una vez por semana nada más.
VD: ¿Cómo supo? ¿Eran unos cursos?
SP: Yo no supe cómo, pero me invitaron y yo fui. Pero, no, el maestro no hablaba nada de español, todo nos lo daba en inglés y apuntaba yo lo que ponía en el pizarrón, pero no le entendía ni papa.
VD: (risas)
SP: Y ya al salir de la clase, el maestro se ponía en la puerta y nos decía: “Good night. I will see you on Wednesday”.
2do: ¿Qué dijiste tú? Se está despidiendo.
SP: Pues yo no sé, yo creo le pregunté a alguien, pero dicen que, que me dijo alguien, yo creo que me interpretó. Y le digo: “¿Qué pos nos dice al salir?”. Dice: “Buenas noches. Vuelva usted el jueves”. ¿Eso era? ¿Eso era lo que quería decir?
VD: Sí pues le decía: “Good night”, dice.
SP: Good night, and I will see you.
VD: Ya, see you, lo veo.
SP: Ajá.
VD: Después o tal día.
SP: Es good night, I will see you Wednesday.
VD: Wednesday, el miércoles o…
SP: Miércoles o jueves, creo.
VD: Ándele.
SP: Creo era jueves. Wednesday, Wednesday creo, Wednesday. Bueno, no lo puedo pronunciar bien pero (risas) así más o menos.
VD: Y, ¿cómo? Y, ¿dónde le daban esas clases, dónde?
SP: En una escuela creo era.
VD: ¿Estaba cerca del campo?
SP: Cerca sí, íbamos caminando. Pero una vez a la semana y creo fui como dos, tres veces nomás. Ya después no fui.
VD: ¿Otros braceros iban con usted?
SP: Íbamos algunos, pero yo no le entendí ni papa.
VD: Ya después ni quiso ir.
SP: No, no pos, si nos escribían en inglés, yo no sé inglés, pos cómo voy a leer inglés.
VD: No, pues no entendía nada. (risas)
SP: ¿Verdá? (risas) Ey. Voy a cerrarle aquí tantito.
VD: A ver, si quiere.
SP: Aquí, ahí nomás, porque el sol que pega ahí en la lámina al carro…
VD: Ah, le está dando en la cara.
SP: Me pega en la cara, sí. Sí, ya le digo, se sufre pero se aprende.
VD: Y de los trabajos que hizo por allá, ¿qué fue lo que más le gustó?
SP: Pues al principio todos me cansaban horriblemente. Después le agarré muy bien la onda a todo y en todo anduve a gusto, en todos los trabajos anduve a gusto. Claro que el que más me gustó fue la pisca de durazno. Fue, y me ganaba durazno y de priscos, de ciruela, no, pero no podíamos comer tanto, porque andábamos por contrato.
VD: Pues sí.
SP: No andábamos por horas.
VD: Y ahí les convenía toda la canasta.
SP: Ahí según lo que, exacto, según lo que llenara uno, eso ganaba, por cajas. Tantas cajas a cómo, no me acuerdo cómo, pero por cajas. Y en el durazno o algo, con una manchita que tuviera el durazno, pal, al dompe, a tirarlo. No, esta manchita nomás se la quito con los dientes y lo demás me lo como. (risas)
VD: (risas)
SP: Así mire, así somos nosotros los mexicanos.
VD: Claro.
SP: Allá en Estados Unidos la fruta tiene que ser limpiecita. Enterita, que no tenga una mancha. Pos con una mancha que tenga, ahí lo tiran.
2do: Aquí las tiendas comerciales luego todas están podridas, ¿veá?
SP: Ey. (risas)
VD: Y así la tienen la fruta.
SP: Sí.
VD: Y, ¿lo que menos le gustó de por allá?
SP: Pos fue el, el desahije de lechuga, una semana, no me gustó porque me mataba, pero le digo en dos semanas, una, dos semanas, ya después, todo la, toda la llave apuntó.
2do: Pero para vivir no le gustó.
SP: Para vivir no.
VD: En general, sí es lo que le iba a preguntar, si después del tiempo que estuvo por allá, ¿le gustó la vida allá? Si estuvo usted…
SP: No me gustó, pa quedarme a vivir allá no, no me gustó.
VD: ¿Por qué, señor Servando?
SP: Porque, bueno como pa trabajar, a mí me gustaba trabajar. Pero yo decía: “Me caso por acá”, y yo oía decir que la mujer allá le tumbaban a uno el cheque y que ahí le andaban dando para los cigarros, o pal refresco. Que ella era la dueña del cheque. Le digo: “Entonces qué pa estar acá pa estar manteniendo una mujer que no es nada conmigo, (risas) no, no me quedo”. No le digo que ésa que se quería casar conmigo, ésa la conseguí en Salinas. En Salinas, sí fue en Salinas, ésa era gabacha, hablaba poco el español. Y sí, se entusiasmó y que quería casarse conmigo y que le digo: “No, me quiero ir a mi tierra, quiero ver a mi mamá, a mis hermanos”. “Nos vamos a la hora que tú quieras”.
VD: (risas)
SP: Le digo: “Pero pa allá, solamente una avioneta”, ahí en Toluca por allá volaban avionetas en aquel tiempo en mi pueblo, por carretera no había comunicación.
VD: Ah, ¿no había cómo llegar?
SP: Pa mi pueblo no. Decía: “Dejamos el carro ahí, en Toluca, en el campo de Toluca ahí lo dejamos y nos vamos en la avioneta, allá estamos un mes, dos, tres lo que quieras y nos regresamos, agarramos el carro, nos venimos para acá”. “No”.
2do: No la has de haber querido, por eso pusiste las trabas.
VD: (risas)
SP: A la mejor…
2do: Si no, pos sí.
SP: A la mejor no la quería.
2do: Pues si no era problema.
SP: No, pues luego me tumbaba mi cheque.
VD: (risas)
SP: (risas) Aquí me lo tumbas tú, pero me dejas algo. (risas)
2do: Aquí no te lo dan, de regreso.
VD: Y ya nunca se animó de todas formas.
SP: No me animé.
VD: Oiga y, ¿sí iban mucho las muchachas a buscarlos al campo?
SP: Sí, sí iban muchas, muchas. Y ahí en Arroyo Grande este, me juntaba yo con mexicanos, ya nacidos allá o nacionalizados. Unos iban así a trabajar al campo en vacaciones. Y me invitaron a una fiesta, del 16 de Septiembre, de Arroyo Grande a un pueblito, no me acuerdo qué pueblo fue, creo fue Oxnard. No me acuerdo cómo se llama el pueblo. Y este, y me dieron un drama, para desarrollarlo ahí en un teatro. Y sí, sí lo leí y me lo aprendí y cuando me tocó mi turno, salí allá al, ora al dar, ¿no? Salón lleno. Pues yo no sé cómo lo hice, pero lo hice bien, o mal. Total que al último me aplaudieron mucho.
VD: ¿Sobre qué era?
SP: No me [acuerdo], sobre la Independencia de México.
VD: ¿De la Independencia?
SP: Sí.
VD: Oh.
SP: Un 16 de Septiembre.
2do: ¿Alguna poesía?
SP: Por ahí así como poesía fue, exacto. Es la única vez que me acuerdo que participé yo en un drama.
VD: En una celebración allá.
SP: Sí, de las fiestas mexicanas.
VD: ¿Ésa fue la única vez que le tocó allá?
SP: La única vez, fue la primer vez que entré a Estados Unidos. Y ya las demás no iba a fiestas así, no, yo procuraba no malgastar mis centavitos. Porque yo sabía que $1 peso que me ganaba allá en una hora, aquí eran $12.50, y era el sueldo de aquí de México, del traba[jo], del empleado de aquí de México, $12.50. Y el dólar valía $12.50. Así que me ganaba, ¿qué? Veinte, treinta dólares al día, a veces, no, no siempre. Había veces que me ganaba $5, $10, $15, según el trabajo. Y yo decía: “No, pos me gasto un dólar allá, me gasto lo de un día de trabajo. Ahora me gasto $20 dólares acá, ¿cuánto no me rinden allá?”. No, pos mejor me salía. Nada más me compraba lo puro indispensable y fue como ve que hice para…
VD: Para ahorrar y comprarse.
SP: Ahorrar y comprar, primero mi mamacita me compró semillas: frijol, haba y lo que le venían a vender a la sierra. Para ya no conseguir para irme otra vez. Y ya después una vaquita parida y ya después otra. Y luego después compré catorce reses juntas y eso fue lo que me fue levantando. Al grado que yo llegué a tener treinta y seis reses mías. Y ya, yo vendía cada año lo, lo más viejito, cuando me iba para allá, cuando estaba pues en el rancho de mi tío. Y una vez iba un comprador que me dice: “Oye, ¿cuáles son las vacas?”. Y ya le llevé. “Ah, ésta, ésta y ésta”. Nos arreglamos precio pa pagármelas en quince días. Y ya nos fuimos a comer a la casa y ya él se llevó sus vacas. Dice: “Oye Servando”, dice, “tú ya andas en caballo ajeno”. “No, son míos, no son de nadie, son míos”. “No, no te quiero decir que no son tuyos, que ya, saliste de pobre, ya hasta te das el lujo de fiarme las vacas, cuando nadie me las fía (risas) y tú te das el lujo de fiármelas”. “Lo bueno es que ahorita no tengo urgencia del dinero y pa el plazo que te pones, pos ya pa entonces sí, ya lo voy a necesitar”. Y así era como yo iba haciéndome de mis cositas. Pero si me he puesto como otros cuates, a jugarlo y a tomármelo.
VD: Ahí se queda.
2do: No haces nada.
SP: No me traigo ni calzones para acá. (risas)
VD: (risas) Hasta esos se le quedan por allá.
SP: Sí, todos se quedan allá, sí.
VD: Me decía entonces señor Servando, que la primera vez tuvo que pedir prestado para irse para allá.
SP: Sí.
VD: ¿A quién le pidió prestado?
SP: A dos queridas que tenía aquí.
VD: Ah, sí, es verdad, ya me dijo.
SP: Sí. (risas)
VD: Ya ve, pero sí fue préstamo, porque sí les…
SP: Sí, fue préstamo.
VD: Sí les pagó después.
SP: Y se los pagué con interés.
VD: Y las siguientes veces ya con lo que usted tenía, ya…
SP: Ya, ya no conseguí.
VD: Con eso se fue de ahí.
SP: Exacto sí. Con una conseguí $500 pesos, con otra $300. Llevaba $800 pesos, ya me sentía rico.
VD: Pues suficiente.
SP: Ey.
VD: Suficiente con eso. Oiga, y, ¿por allá nunca tuvo algún problema de salud? De que necesitara ir al doctor o algo así.
SP: Una vez me enfermé de las muelas. Nada más. Y fue también en Salinas. Fue en Salinas, sí eso fue en Salinas. Piscando la le[chuga], tapiando la lechuga, una, dos muelas me andaban matando, dolorón de muelas. Y en el rayo del sol allá, se siente la muerte. Y no aguanté y le digo al este, al mayordomo segundo, le digo: “Oye cuñado, no hay chanza nomás me podrías sacar esta muela que me está matando, no me deja trabajar”. “Sí, cómo no”. Ya fue y habló con el Jack. Y el Jack le dijo a un, uno creo de los mismos mayordomos, que me llevara a tal parte. Me llevó con un médico japonés. Pero ahí yo tuve que pagar, no me lo pagó la comp[añía].
VD: ¿Ellos no se lo pagaron?
SP: No me lo pagó la compañía, yo pagué. Me acuerdo que el dentista, médico japonés, ya le dije cuál, cuál me dolía y me inyectó para dormirme la encía y esperar el tiempo suficiente para que se durmiera la encía y tocaba la muela. “Okay, va pa fuera. Y, ¿la otra?”. “Me duele mucho”. Y me volvía a inyectar. Y volvía a esperar un rato y volvía a tocar. “Me duele”. “Sí”. Me huele decía él, me huele. (risas) Sí, no podía decir me duele. “¿Me huele?”. “Sí, me huele”. Uh no, dos o tres veces me inyectó, más me acuerdo y ya dice: “Uh, no more”. No more, que no podía hacer más. Le dije: “Okay, sáquemelas”. “Okay. Me huele, ¿no le hace?”. “Sí, me huele, no le hace”. (risas)
VD: (risas)
SP: Y ya bajó las, el asiento tantito y me apoyó la cabeza así en su estómago, agarró así, escarbó con cuchillo o no sé qué birbiquino(??), qué sé yo, la encía y agarra la muela pero con aquella fuerza y me apretó mucho la cabeza para que aguantara yo el dolor. Me apretó así.
2do: ¿Qué no te hizo la inyección?
SP: No me hizo la anestesia.
VD: La anestesia.
2do: La anestesia.
SP: No me hizo la anestesia. Y la saca, hijo, le dio un trabajo, pero la sacó. Y tenía la infección abajo este, se le veía sangre en la muela. Y ya me lavó las encías, me puso un algodoncito y me cosió y okay. “¿Cuánto?”. No me acuerdo cuánto le pagué, pero yo pagué, ey. La compañía hubiera pagado, ¿verdá?
VD: Pues si tenían seguro supuestamente.
SP: Ya pa qué, ¿veá?
VD: Y ya no, pos le tocó a usted pagar eso.
SP: No, no, no lo pagaron.
VD: Y, ¿después de eso se recuperó rápido?
SP: Sí, me regresé a trabajar.
VD: Ah, ¿sí?
SP: Sí, me regresé al trabajo. No me llevaron al campo a reposar, no, me regresaron al trabajo. Ya seguí dándole duro.
VD: Qué cosas.
SP: Ey.
VD: Y estando por allá, ¿qué era lo que echaba de menos de México, señor?
SP: Ah pos mi familia. Mi mamacita, mis hermanos, los extrañaba mucho. Nada más, porque el lugar pos estábamos muy pobres. La casita que teníamos en el pueblo, la compramos cuando estábamos chiquillos, juntando bola cacahuananche para vender pa hacer jabón.
VD: Ah.
SP: Sí. La vendíamos a…
2do: No lo conoce.
SP: ¿No conoce?
VD: Ahora la más, los que hacen que venden y el champú que venden y el jabón, pero yo nunca he visto con qué lo hacen.
SP: Eh, la, la bola cacahuananche, es ovaladita, chiquita como una nanchi. Por ahí así. Y ésa cae del árbol y la junta uno del piso. Porque nunca la tumba del árbol uno, hasta que cae. Y la seca uno en el asoleadero y la vende uno ya bien seca. Y esa vez juntamos muy buenos botes, porque por botes trajo…
2do: Pero como que ya ahorita ya no hay, ¿veá?
SP: Por arrobas, creo ya no hay, ya no dan bola los árboles.
2do: Yo creo ya no.
SP: Son árboles grandes, esos de cacahuananche. Le llaman, ¿cómo le llaman al árbol?
2do: Árbol de champú. Porque, se llama, mondal.
SP: Cuirindal.
VD: Cuirindal.
2do: El árbol.
SP: Cuirindal.
2do: Y la vainita le llaman la semilla.
SP: No es vaina, es bola.
2do: Bola le llaman al comananche pues.
SP: Comananche. Es la bola.
2do: Bola de cuirindal.
SP: Bola de cacahuananche.
2do: Bola de cuirindal.
SP: O bola de cuirindal, sí. Y con eso juntamos, por arroba nos las compraban, ¿sabe cuánto es una arroba, seño?
VD: No sé cuánto es la medida.
SP: ¿No? Es, son once kilos y medio. Una arroba.
2do: Pero el otro champú que hay también que salió del que te digo que es del, del charapo, como le llaman aquí. Es una bolita así y ésta tiene una bolita así.
SP: También lo venden aquí en máquinas, no sé cómo se llama.
2do: Champú, para la caída del pelo.
SP: Un árbol que da una bolita así y da mucha espuma.
2do: Ajá.
SP: La, la bola.
2do: La cáscara es la que es buena para el pelo. Que te dije me dijo la señora fuéramos a comprarlo a La Merced, para la caída del pelo, que es magnífico. Sí, se lo revuelve uno al champú que uno usa. Ponga a hervir y pone a hervir las cascaritas y ya que están frías, se revuelve con champú, bien agitado, agitado, para que no se caiga el pelo.
VD: Ándele.
SP: Pues sí, ya le digo, con esas cacahuanenche, bolas de cacahuananche, compramos la primera burrita que tuvimos. Pa ya no cargar la leña en la cabeza, de por allá de los montes. Antes traía un manojo de leña en la cabeza, el hombro, pero si el hombro cansaba uno más en la cabeza, más ponía un, un huanchipo(??), le decían allá, fuera un costal o fuera una cobija, lo que sea, pa aguantar grandes distancias. Y con eso ya compramos una burrita pa tener para acarrear la leña. Y luego esa burrita nos dio más burritos. Y ya fue cuando empezamos a tener animalitos. Ey, no, está, nos criamos como dicen por allá, en la inopia, en la pobreza, en la vil pobreza. Pues es que ahora gracias a Dios pos ya vivimos más o menos bien, porque le hemos peleado a la vida.
VD: Ah, claro.
SP: Ey.
VD: Oiga y en lo que estaba usted por allá, ¿le escribía a su mamá y a sus hermanos?
SP: Sí. A mi mamá, mi hermana.
2do: Y le mandaba dinero.
SP: Iba y le mandaba dinero a mi mamá, no le digo que, con lo que le mandaba en vez de gastárselo ella, me compraba primero semillas pa que yo vendiera y ya no me regresara con, con dinero prestado. Y luego una vaquita.
2do: Todavía de casado querías irte, ¿vedá?
SP: ¿Eh?
2do: Todavía ya que regresamos, que nos casamos, nos venimos aquí a México y quería irse. Pero había un señor que te escribía, yo no sé qué tú le decías a ese señor.
SP: ¿De Estados Unidos?
2do: De Estados Unidos y le mandaba papeles al señor. Le escribía y le decía pero, quería que nomás por cierta cantidad de dinero. Pos, ¿de dónde se alimentaba? Un dólar.
SP: Para arreglarme papeles.
2do: Para arreglarte papeles.
SP: Para irme.
VD: ¿Era amigo o un pariente?
SP: No, desconocido, nomás no sé quién me lo recomendó. Y me escribí y me escribí, y que: “Mándame $60 dólares para esto y pa lo otro”. Ya fue por el [19]62, [19]63, por ahí así. Y yo dije: “No, ¿cómo le voy a mandar dinero a esta persona que ni la conozco?”.
VD: Ni sabe quién es.
SP: No le mandé nada.
VD: ¿Él decía que le iba a arreglar para irse para allá?
2do: Sí, le iba arreglar, sí.
SP: La residencia en Estados Unidos.
VD: Ah.
SP: Pero hay tanto truquero. Y sin conocerlo menos.
2do: No y había que conseguir a rédito. Pagar de interés, para mandarlo y luego qué tal si lo transeaba.
VD: De todas formas se queda con la duda.
SP: Era lo más seguro, pues no lo conocía, dónde iba a reclamarlos, ¿vedá?
VD: Claro.
SP: Sí.
VD: Oiga y cuando estuvo por allá en este último contrato largo de dieciocho meses, ¿por qué ya no se lo renovaron cuando la última vez?
SP: Porque ya no regresé yo, ya no quise.
VD: ¿Usted ya no quiso?
SP: Yo les pedí mi baja, no es que me la hayan querido…
VD: Ah, usted les pidió terminar su contrato.
SP: Sí. Yo le dije al cuñado, que nos tratábamos de cuñado Juan, John: “Oye John, ya me quiero regresar a México, dile a, ¿cómo se llama el mayordomo?, a Jack, que ya me dé mi pase pa irme de Estados Unidos”. Va y que le dice. Y ya regresa. “Dice el Jack que pa qué te vas si orita hay mucho trabajo, que aproveches ahorita que hay mucho trabajo”. Porque había veces que trabajábamos dos, tres horas y veces que trabajábamos hasta trece horas al día. Le digo: “No, ya estoy cansado, bueno, ya me quiero regresar a México”. “Ah bueno, ya decías. Ya, pa tal día te vas”. Y ya no regresé, hasta el [19]87 que regresamos de paseo.
VD: De paseo.
SP: Ey.
VD: O sea que usted decidió regresarse, ya no quería estar por allá, ya se había cansado.
SP: Ya, ya me había enfadado, sí. Y no tenía acá a quién mantener pues, nomás a mi mamá le mandaba, pero ella me lo guardaba, ey.
VD: ¿Ella qué le decía, que se regresara o no le decía nada?
SP: Mi mamacita no.
2do: No.
SP: Ella me dejaba a lo que yo quisiera hacer. Adolfo y yo éramos, fuimos los que más fuimos. El que va a cumplir ochenta y dos años.
VD: Su hermano.
2do: Rubén muy poco, ¿vedá?
SP: Ey, creo un año o dos.
2do: Rubén ya de casado.
SP: Sí, ya lo conoce, ahí anda con nosotros.
2do: Ya de casado.
VD: O sea que su hermano más grande fue el primero que se fue, luego se fue usted.
SP: El segundo, el segundo, el más grande. El mayor no, ése de que entró a Antropología ahí se plantó hasta que se jubiló.
VD: Y se quedó ahí siempre.
SP: Hasta que se jubiló, sí.
VD: Entonces fueron tres de ustedes hermanos los que se fueron.
SP: El que sigue del mayor y luego yo que sigo de la tercera, que es mujer y luego mi hermano el último, el más chico. El que está allá en el rancho, no me acuerdo si fue o no fue, no me acuerdo.
VD: Por lo menos tres estuvieron allá. Y, ¿nunca se le antojó quedarse por allá a vivir?
SP: Nunca.
VD: Aunque fuera en algún otro trabajo o alguna cosa.
SP: Nunca, nunca se me ocurrió desertarme de la compañía onde andaba. Algunos se desertaban.
VD: Y, ¿usted por qué no?
SP: Yo no. Y fíjese que si he sabido, de esa tía que vive allá en Oxnard, no es Oxnard, Brentwood, cerca de San Francisco, si he sabido de esa tía, ella tenía un hijo menor que yo, seis años. Lo tiene, todavía vive. Si la he conocido cuando anduve por allá, quién sabe si me hubiera desertado con ellos. Porque este cuate tenía su papá, de por aquí de Guadalajara creo, pero ya tenía tienda allá, tenía una tienda de abarrotes, como, como una tienda de autoservicio. Y él y su papá y una empleada atendían el negocio. Si lo he conocido…
2do: ¿En qué año se fue?
SP: Si lo he conocido a él, a Pancho.
2do: ¿En qué año se iría ella? Porque vivía en Guadalajara.
SP: Ey. Sabrá en qué año. Pos ya tienen muchísimos años, ya tienen…
2do: Por eso, pero cuando nosotros, cuando tú fuiste tal vez ella todavía no viviría allá. No sabemos.
SP: Yo creo que sí. Porque yo ya tenía veintitantos años, veinticinco, soy mayor para él seis años. Ponle tú que haya tenido veinticinco, él tenía diecinueve años, y de doce años se lo llevó el papá de Guadalajara para allá.
2do: Oh.
SP: Yo creo que ya estaban allá.
2do: Ya estaban allá.
VD: Y si usted hubiera sabido entonces, o sea, ¿no se animaba porque no conocía?
SP: A nadie, a nadie. Pero si yo conocía a ellos y ellos me hubieran convidado. “Vente pa acá, que vas a trabajar en esto, lo otro, vas a ganar más”. Quién sabe si lo hubiera hecho. Pero no, esa tía la conocí, pos ya ahora ya de casados.
VD: Hasta después de…
SP: Ya viejo, sí.
VD: Y entonces usted se regresó y regresó a, ¿se fue para allá para su pueblo?
SP: Para allá.
VD: Y, ¿se quedó ahí?
SP: Sí, este, le digo yo que compré ganadito y me lo llevé a las tierras de mi tío.
VD: Ahí fue cuando…
SP: Ahí por el lado de la casa, hice un alerito de zacate y vivimos con molendera. Y luego el que le digo de las tierras de, de la hacienda de la tuba, por lado arriba y ésas las sembré con peones y molendera y me consiguí dos yuntas de bueyes, una era mía y ya otra no la pude conseguir y tenía dos caballos, esos los hice bueyes y con ellos trabajaba. Cuando los bueyes echaban una vuelta en los surcos, los caballos echaban cinco, seis vueltas. Rapidísimo. Y yo arreaba la yunta de caballos y un peón arreaba la yunta de bueyes. Eso fue el, el [19]60, 1960. Y el [19]61 ya compré por debajo de la hacienda de la tuba, treinta hectáreas de tierra, ya la sembré, ya trabajé en tierras mías, con mi hermano que está allá.
VD: Ésas fueron las que le dejó a él después.
SP: Y el [19]62, el 30 de abril nos casamos, nos venimos para acá.
VD: Después de casarse, ¿luego luego decidió venirse acá a la ciudad?
SP: Nos venimos a casar al municipio, a Zirándaro.
2do: Ese día nos venimos para acá para México.
SP: Ey, ese mismo día. Nos casamos como hoy otro día salimos para acá.
VD: Ándele.
SP: Sí, ya nos regresamos allá, a, ella es de un rancho y yo de otro y el pueblito de nosotros más arribita, tantito, unas tres horas de camino a caballo, ey.
VD: Oiga y cuando usted regresó, la primer, bueno, los primeros días que estuvo allá, ¿no le costaba trabajo como adaptarse a la vida de ahí?
SP: ¿Acá a mi tierra? No, como pueda, dura poco. La última vez, pues duré dieciocho meses. Pero de eso me había criado allá, ¿cuál? No. Agarraba el trabajo igual.
VD: No tuvo ningún problema.
SP: No.
VD: Ni se sentía…
SP: Y le aseguro que si hubiera estado allá más de cuarenta años estando casados y regresara, volvía a agarrar el patín bien allá.
2do: Hoy ya no puedes, ahorita tú te cansas mucho.
SP: No, pero poco a poquito.
VD: Sí.
SP: Y en lo mío trabajar un rato, una hora, media hora y descansar.
2do: Yo le decía que no regalara las tierras que le dio al hermano, que qué tal cuando se jubilara.
VD: Se quiere ir para allá.
2do: Nos quisiéramos ir, pero pues si él ya la regaló.
SP: Pero no me arrepiento, aquí el Gobierno me está manteniendo ahora.
2do: Ah, de todos modos te iban a llevar allá el cheque.
SP: ¿Eh?
2do: Te venías a cobrar el cheque.
SP: Desde allá hasta acá, ¿verdá?
2do: El señor Altamirano, te lo mandaba.
SP: Sí pero, pf, le hace más falta a mi hermano que a mí ahorita. Porque allá está más cruel la vida, en la provincia.
VD: Es más duro.
SP: Ey.
VD: Sí, pues si nada más tiene eso, sí, cómo no. Y este, yo le quiero preguntar, así como ahora a la distancia después, pues de varios años que usted estuvo allá, ¿cómo se siente de haber sido bracero? Los recuerdos que le quedan, ¿son positivos o negativos?
SP: Pos los recuerdos pos a veces son gratos, a veces son amargos. Lo más amargo era cuando nos la pasábamos en Empalme, Sonora y que dormíamos en el suelo como vil animal y comiendo muy mal, nomás a llenar la tripa. Frijoles con arroz y tortilla y a veces una saltita, o chile mordiendo, lo más barato que podía. Ahí era donde sufríamos las penas negras. Ya pasando por allá, pos ya lleva uno segura la papa.
VD: Por lo menos.
SP: Y el dormitorio, ¿veá? Por lo menos. Aunque le repito pues, este, barracas donde vivíamos muchos, había cada bronca. Pero yo procuraba no meterme en las broncas, para no tener problemas, soy muy sacatón. (risas)
VD: (risas) Pero mejor por la paz, así.
SP: Exacto, sí.
VD: Y entonces ése fue el tiempo más duro el de antes de pasarse para allá.
SP: En Mexicali.
VD: Esperar su contrato para allá.
SP: Sí. Ya le digo, llegué a pedir permiso, pedir permiso en una casa ahí y consumirles ahí la comida. O este, no me acuerdo si nos cobraban por dormir ahí, pues yo creo que no, porque nos tendíamos en unos cartones y ahí dormíamos.
VD: ¿No pagaban por eso?
SP: No me acuerdo, si nos cobraba la señora o no. Sí le consumíamos comida ahí de vez en cuando. Pero lo más pobrecito se podía.
VD: Oiga y, ¿usted nunca tuvo que pagar coyote cuando se fue para allá?
SP: No.
VD: No, no tuvo que para enlistarse que…
SP: No, pos nos enlistábamos aquí en Empalme. Bueno aquí llevaban las listas de gobernación. La primera vez, ya después nos íbamos directo a Empalme o aquí, no me acuerdo. No, aquí, de aquí decían las listas.
VD: De gobernación.
SP: Um-hm.
VD: Y nunca tuvieron que pagarle a alguien en gobernación.
SP: No, yo no me acuerdo haber tenido que pagar coyote. En Empalme esperar el tiempo, había veces que se contrataba uno a los ocho, quince días, a veces tardaba un mes, o más. Y ahí sufría uno las consecuencias del, de la pobreza.
VD: Y, ¿qué fue lo que lo animó aquella vez que su hermano le dijo que se fueran a Estados Unidos?
SP: Ah pues yo ganaba aquí $100 pesos al mes, o a la quincena, creo a la quincena. Para mi hermano Rubén y para mí, no me alcanzaban, andábamos apenas y mi hermano ya se había ido al rancho. Pues no estaba casado, ya tenía su mujer con dos niñitos, un niño y una niñita de pecho. Y él vino y él fue el que me animó.
VD: ¿Él ya se había ido para allá cuando…?
SP: Creo, creo no, fue la primera vez que iba.
VD: Pero, ¿él qué le decía, que se ganaba bien por allá?
SP: Sí, pos ya habíamos visto los primos que fueron en el [19]43. Este, Ernesto, Walter, Leonel, ya murió Walter y Leonel. Y este, y veíamos cómo venían ellos, venían contándonos allá y pos claro.
VD: ¿Qué le decían?
SP: Sí, allá se gana el dólar y aquí valía $12.50 el dólar, ya con cuatro, cinco, ya ganaba uno lo de un mes y feria.
VD: Y, ¿no le decían si el trabajo era pesado?
SP: No, no, no platicaban del trabajo pesado ellos.
VD: Oh, lo que le platicaban era más bien qué se ganaba allá.
SP: Sí, pos…
2do: Y con eso ya se animaban.
SP: Ey. Sí, ya le digo este, en el [19]43, fueron ellos, no sé si una vez o dos y Adolfo y yo en el [19]55, porque ahí puse la mica, que el [19]55 ó [19]56, no sé. Lo cierto es que el trabajo fue la primera vez. Ya después fui yo seguido, seguido, pa poder hacer algo pues, para tener acá en qué moverse uno, en qué trabajar. Porque antes le repito, allá trabajábamos de peones y aquí pues de mozos. En El Castillo trabajé de vigilante de la sala de lectura, un año. Y así anduvimos sacando lo escaso para comer. Y mi hermano me convida: “Pues consigue dinero pa que vayamos”, y sí, lo bueno que me prestaron las muchachas.
VD: Y con eso se fue.
SP: Las chicas, las chicas esas. (risas)
VD: Las chicas. (risas) Oiga y, ¿usted cómo se imaginaba que iba a ser por allá?
SP: Nada.
VD: ¿No tenía?
SP: No tenía idea cómo fuera. Pero va uno decidido a lo que venga, ey, pero sí, no me imaginaba nunca cómo fuera. Y lo que se me hizo pesadísimo, eran los viajes de ahí de Hermosillo a Mexicali. Toda la noche en tren, pero unos polvaderones, en la noche, pos atravesar todo el desierto ese de Sonora, sufría uno las penas negras. Pos llegábamos allá amaneciendo, bien polveados. Y luego ya a pasar la línea y luego y nos llevaban al, al centro, centro de Caléxico, le llaman, allá llegando a bañarnos, íbamos bien polveados. Pos ya desde que salíamos de acá de, de Empalme, íbamos por cuenta de los gringos, ya.
VD: Me dice que en Empalme era donde les hacían la revisión médica. Y en el centro, ¿les hacían otro o ya no?
SP: No me acuerdo, creo no. Ahí nos contrataban.
VD: O sea, los médicos eran mexicanos y en Empalme los revisaban.
SP: Pues no, yo creo que sí han de haber sido mexicanos, serían gringos, no me acuerdo. Allá en Empalme y allá en Caléxico llegaba, llegaban muchos rancheros a contratar gente. Y nos formaban así en hilera, de frente. Y ya el ranchero iba escogiendo los que él quería.
VD: Lo que necesitaba.
SP: Ajá, sí. Pues que el señor fulano de tal necesita tantos trabajadores para, para ir a trabajar en el apio. Yo ni el apio conocía, creo. (risas)
VD: (risas)
SP: Y luego que el ranchero fulano necesita tantos para la pisca del limón, pos ahí vamos. Y así nos contrataban ahí en Empalme, este, en el centro. Eran unos barracones grandes ahí. Y ahí ya comíamos un poco mejor, ya era por cuenta de los gringos. Pero ya al salir de ahí a las barracas, que ya nos llevaba el ranchero, nos llevaban, nos daban una bolsa con lonche, para comer uno en el camino, según las horas que fuera uno a caminar. Había veces que caminábamos casi todo el día, otras veces toda la noche, según la distancia. Y pero ahí ya íbamos por cuenta de, de el centro de Caléxico, para allá creo que era por cuenta del patrón.
VD: Ya les preparaban ellos su…
SP: Ya el patrón nos llevaba al, al campo que nos tenía preparado. En la primera vez, fue una casa particular, allá donde junto del trabajo, donde estaban las tierras de cultivo. Y ahí nos… “Aquí se van a acomodar, acomódese cada quien donde quiera”. Me acuerdo que esa casa tenía creo tres recámaras y una sala. Y los que entraban por delante ganaban las recámaras y a Adolfo y a mí nos tocó en la sala. (risas)
VD: (risas)
SP: Ey.
VD: ¿Como cuántos eran esa vez?
SP: Esa vez creo éramos como veinticinco.
VD: Y, ¿todos durmieron en la misma casa?
SP: Sí, unas camitas para cada quien. Creo como veinticinco o doce, no recuerdo bien cuántos. Y ése nos desocupó luego del, del trabajo de él y nos pasó con otro a piscar de tocho morocho, jitomates, chiles, que brócoli, que apio, de todo con ese ranchero. Y esa vez me vine yo y se quedó mi hermano, Adolfo, no me acuerdo por qué. Fue cuando me recontraté otra vez y regresé a Oxnard.
VD: Y, ¿él se quedó allá?
SP: Um-hm.
VD: Le renovaron ahí.
SP: Le renuevan contrato, creo unos cuantos, nomás, no a todos, a muchos nos regresaron. Ahí también nos daban de comer, pero el cocinero, los cocineros eran dos, de los mismos del grupo.
VD: Ah, ¿de los mismos braceros?
SP: Um-hm.
VD: ¿Los escogieron?
SP: Así es que: “¿Quién sabe cocinar?”. “Pos que yo”. “Dos que vayan a la cocina”. Y mi hermano también a veces se metía ahí a ayudar a la cocina.
VD: Y, ¿usted nunca entró a la cocina?
SP: No, entraba a comer nomás, no habían comedores.
VD: (risas)
SP: Había un comedor así grande pa enfrente de la cocina. Yo no, la cocina casi no me gustaba. Lo hice allá en Yuba City, porque allá hacía nomás para mí. Y cada quien hacía lo suyo. Pero que yo dijera: “Yo voy a trabajar de cocinero”.
VD: Para cocinarle a otros.
SP: No, no me, no me gustó. Y lo que más mal me ha caído es lavar trastes.
VD: (risas)
SP: Todavía cocinar, tal vez algo.
VD: Pero eso sí de plano no.
SP: Lavar trastes no.
VD: Qué caray. No pues yo creo que yo le he preguntado lo que más me interesaba y le quiero agradecer muchísimo.
SP: Pos no hay de qué…
VD: Señor Servando.
SP: Señorita Violeta.
VD: Por su tiempo.
SP: ¿Domínguez? ¿Violeta Domínguez?
VD: Sí, Domínguez López.
SP: López. Ah, pariente de Horacio Romero.
VD: Por alguna cosa ya ve que dicen López y salen hasta las hormigas, porque somos muchísimos pero…
SP: Mismo apellido, sí, sí.
VD: Sí. Muchas gracias por su tiempo, por…
SP: Gracias a usted.
VD: Por sus recuerdos compartidos que…
SP: Gracias a usted por venir, tomarse la molestia de venir aquí a…
VD: No, al contrario ustedes por abrirme su casa aquí.
SP: Pues aquí la tiene a sus órdenes cuando quiera venirse.
VD: Muchas, muchas gracias.
SP: Cuando quiera venirse acá a platicar un rato.
VD: No me invite, porque yo estas invitaciones sí me las tomo muy en serio.
Fin de la entrevista
Interviewer
Domínguez, Violeta
Interviewee
Peñaloza Muñoz, Servando
Location
Mexico City, México
File Name Identifier
Peñaloza_Muñoz_MEX014
Citation
Domínguez, Violeta and Peñaloza Muñoz, Servando, “Servando Peñaloza Muñoz,” Bracero History Archive, accessed November 22, 2024, https://braceroarchive.org/items/show/135.