Manuel Guzmán Núñez
Title
Manuel Guzmán Núñez
Description
Biographical Synopsis of Interviewee: Manuel Guzmán was born in Uriangato, Guanajuato, México; from an early age, he worked sowing corn, garbanzo beans, and wheat; as a teenager, he crossed into the United States to work as an undocumented worker; he was deported from the U.S., and returned to México where he worked in farms; in 1957, he joined the bracero program; he worked in Arizona and California picking grapefruits, green beans, lemons, lettuce, oranges, plums, strawberries, and tomatoes; he did these activities until 1964.
Summary of Interview: Mr. Guzmán recalls growing up in Uriangato, Guanajuato, México, and sowing corn, garbanzo beans, and wheat at an early age; he also remembers crossing into the United States as a teenager to labor as an undocumented worker; additionally, he discusses how he joined the bracero program in 1957, and what his trip to the contracting center in Empalme, Sonora, México was like; he describes the different steps he went through to sign a contract, what it was like at the reception center in El Centro, California, the medical exams he endured, and the way clauses in his contract were explained; as a bracero, he worked in Arizona and California picking grapefruits, green beans, lemons, lettuce, oranges, plums, strawberries, and tomatoes; furthermore, he relates his daily activities on the farms, and how they were treated by foremen and ranchers; he explains that he had different contracts, and that taxes were deducted from their wages; moreover, he recounts how braceros sent money back to México, the mail they received, what they did during weekends, and the common complaints they had; he concludes by expressing the difference between working as a bracero and being an undocumented worker.
Summary of Interview: Mr. Guzmán recalls growing up in Uriangato, Guanajuato, México, and sowing corn, garbanzo beans, and wheat at an early age; he also remembers crossing into the United States as a teenager to labor as an undocumented worker; additionally, he discusses how he joined the bracero program in 1957, and what his trip to the contracting center in Empalme, Sonora, México was like; he describes the different steps he went through to sign a contract, what it was like at the reception center in El Centro, California, the medical exams he endured, and the way clauses in his contract were explained; as a bracero, he worked in Arizona and California picking grapefruits, green beans, lemons, lettuce, oranges, plums, strawberries, and tomatoes; furthermore, he relates his daily activities on the farms, and how they were treated by foremen and ranchers; he explains that he had different contracts, and that taxes were deducted from their wages; moreover, he recounts how braceros sent money back to México, the mail they received, what they did during weekends, and the common complaints they had; he concludes by expressing the difference between working as a bracero and being an undocumented worker.
Creator
Domínguez, Violeta
Guzmán Núñez, Manuel
Date
2002-04-17
Subject
Bracero
Rights
Institute of Oral History, The University of Texas at El Paso
Language
spa
title (Spanish)
Manuel Guzmán Núñez
creator (Spanish)
Domínguez, Violeta
Rights Holder
Institute of Oral History, The University of Texas at El Paso
Online Submission
No
Original Format
Mini Disc
Duration
2:20:51
Bit Rate/Frequency
24 bit
96 k
96 k
Transcription
Nombre del entrevistado: Manuel Guzmán Núñez
Fecha de la entrevista: 17 de abril de 2002
Nombre del entrevistador: Violeta Domínguez
El día de hoy es 17 de abril del año 2002, estamos aquí para hacer una entrevista con el señor Manuel Guzmán Núñez.
VD: Señor Manuel, ¿qué edad tiene usted ahorita?
MG: Ando completando sesenta y seis años, tengo sesenta y cinco cumplidos.
VD: Sesenta y cinco.
MG: Porque todavía me faltan días para cumplir los sesenta y seis.
VD: ¿A qué se dedica usted ahorita?
MG: ¿Ahorita?
VD: Ahorita ya sí, ya recordé.
MG: No, pues ahorita ya este…
VD: Está pensionado.
MG: Soy pensionado. Ahorita ya me dedico a este, a los quehaceres domésticos porque yo este, no es vergüenza decirlo. Yo hago el quehacer desde tender cama, limpiar una mesa, trapear un piso, al pasito, pero lo hago.
VD: Ándele. Cuando usted se contrató como bracero, que fue en el año de 1957, como me decía, ¿a qué se dedicaba, señor Manuel?
MG: Este, a hacer una labor campesina, era campesino, en el campo.
VD: ¿Allá en Guanajuato?
MG: Sí, en Guanajuato.
VD: ¿Tenía usted tierras?
MG: No.
VD: O, ¿las trabajaba?
MG: No, yo era este, rentábamos las tierras en donde talachábamos con puro azadón, con puro azadón. Porque yo este, me quedaba mejor sembrar guamil que agarrar una yunta a compromiso. Porque sembrando con yunta sí abarcaba más, podía uno juntar más, más alimento, más maíz, más frijol. Sembrar desde garbanzo, trigo, pero todo el año tenía que estar constante y sembrando, bueno, el guamil, no, nomás.
VD: ¿Guamil?
MG: El guamil era sembrar de a mano con azadón. Con azadón, este laborábamos con azadonzote así, mire, con un cabo, le nombrábamos así, boleadito. Estaba uno agachado, se volteaba uno y este, cuando nos cansábamos, pues había veces que no lo cargábamos para la casa y en tiempo de aguas este, nomás lo aventábamos entre, pos entre el zacate, ahí lo hallábamos otro día en la mañana. Y en tiempo que no había zacate donde se tapara el azadón, o el chondo del agua, así andábamos tapándolo con piedritas, o con zacatito, con cosas así. Pero, poco trabajo, poco ganaba uno, y ya le digo, yo teníamos responsabilidad con la yunta. Y todos los quehaceres yo, y yo sé trabajar con tronco y a caballos, con yunta de bueyes, pero yo trabajaba de pion. Les echaba la mano por allá a algunas personas, principalmente con mi señor suegro, fue con el que más trabajé yo. Y después, la recompensa fue que le robé la hija. (risas)
VD: Y, ¿estaba usted soltero todavía?
MG: Sí, todavía estaba soltero.
VD: Pero ya trabajaba en las tierras del que iba a ser su suegro.
MG: Sí, ya. Y ya le digo este, yo cuando me casé y así seguí y había, hubo en dos años que yo me, por andar echando vueltas pa Estados Unidos, pues no, no hacía ninguna labor, ni una siembra. Se llegaba el tiempo de que había cosecha, cuando llegaba yo, fíjese, ya mi señor suegro me tenía mi gasto de maíz y frijol en mi casa. Mandaba al único cuñado que tenía, su único hijo. “Llévamele estas cargas de maíz a tu hermana”. Se las llevaba a ella. Me las llevaba a mí, ¿por qué? Porque yo, mire, yo siempre, cuando yo estaba en casa, si un día yo no tenía trabajo propio y sabía que ellos andaban trabajando, yo iba, les ayudaba dos, tres días, una o dos semanas, afiladitas. ¿Yo para qué voy a ser este, embustero también? Nunca les llegué a trabajar gratis. Todo el tiempo mi señor suegro me mandaba o me andaba dando mi sueldo. “No, no si yo no fui por, porque me pagara, yo fui porque lo necesitaban, yo no tengo, no tengo trabajo y con gusto voy a echarles una mano”. Y no, decía: “No creas que te tamos pagando, el trabajo, en cambio el favor vale más que el dinero, lo que tú nos ayudaste a laborar. Vale más que el dinero, esta es una recompensa y no será el sueldo que te debemos de pagar, pero aquí tienes este dinero”. Y yo todo el tiempo le decía a mi compañera: “Tu papá me dio este dinero, por las veces que fui a ayudarle”. Y yo hasta le decía: “Pues no, pues de nada sirve irle a ayudar, me paga”. No, pero como le digo, él me decía las dos cosas, dice: “Mira”, dice, “el dinero no me iba a hacer el trabajo que tú me fuistes a hacer, y quién más que tú, sin invitarte vas y eso es de que te estoy agradeciendo más”, decía, “esté yo o no esté, tú comienzas a trabajar, si yo no estoy o está mi hijo, o no está mijo, tú llegas, subes esta yunta y a trabajar, a echar vueltas, ¿quién otro lo hiciera?”, dice, “mi hijo o yo”, dice, “en la mañana nos fuimos, aparejamos nuestro burrito, echamos los saperos(??), este, los arados, y los pone al pie de trabajo”. Ya le digo.
VD: Y, ¿eso lo hacía, señor Manuel, desde antes de irse de bracero?, ¿lo hacía desde soltero, les ayudaba desde soltero?
MG: Desde antes, fíjese, desde antes. Como si fuera así de familia, desde antes, fíjese. Y ya lo cree, si por eso le digo. Y luego en la recompensa fue que lo hice suegro. Y yo hasta ahorita, pues todavía lo estimo como antes, aunque ya tiene muchos años que murió y a mí me quisieron como a un hijo y yo los quise como unos padres.
VD: Señor Manuel, entonces usted trabajaba la tierra antes de contratarse y, ¿cómo fue usted que se enteró de que se estaban yendo?
MG: Pues ya ve esa comunión pos se hacía por medio de la gente, que unos íbamos y otros veníamos en ese entonces ya era un tráfico que… Yo me acuerdo cuando nos fuimos la primer vez y luego fue pagando, fue pagando un dinero por alistarnos y nos mandaran al centro de reconcentración en Empalme, Sonora. Yo me fijaba que llegábamos por decirlo así, mil personas en el día y en la noche. Otro día amanecía el campo llenecito, se contrataban ahí, este, tres, cuatro mil, cinco mil personas. Y otro día amanecía, haga de cuenta el campo llenito. Y todos los días en la noche nos embarcábamos, un tren llenecito a Mexicali, a pasar por Caléxico. A pasarnos de allá pal otro lado y allá en El Centro, California, ahí era donde nos hacían los exámenes. Y ahí nos repartían, unos pa un lado y otros pa otro, según. Unos al jitomate, otros al cortito que dicen, al azadón, otros a la naranja, otros al limón, la cebolla, había muchos trabajos. Puro campo, porque yo me, yo los años que fui, yo nunca oí que me fuera. Dice un compañero: “A mí me tocó a una fábrica”, no.
VD: Al campo nada más.
MG: Todo el tiempo era puro campo… Bueno, pues ese año en el [19]57 pues yo me tocó al limón, en uno al jitomate, me tocó el jitomate, a Condesa, en Joaquín.
VD: En California.
MG: En Stockton, California.
VD: En Stockton.
MG: Ese allá, me tocó un pueblito que se llama Tracy. Estaba cerquitas el pueblito del campo que nos tocó. Era un campo de puros Filipinos. Llegamos, llegamos al jitomate luego luego. Y ya cuando ya nos bajamos del camión, luego luego nos formamos. “Muchachos, quiero puro jitomate, esta clase”. Así unos jitomatotes que apenas los abarcaba uno con la mano. De cierta clase, puro verde, decía: “Es que éste es para marqueta”. Y ya comenzó y pasó una vez y se viene con otra vez, y ya me dice a mí: “Oye joven”, me dice así, “oye joven”, dice, “¿tú has cortado alguna vez jitomate verde?”. “Sí”. Y ya me dice: “Hazte para acá. Espérame, voy a buscar a otro, otros dos para que me ayuden”. Y ya seleccionó otros dos compañeros y ya nos puso, y ya nos dice: “Miren muchachos, ustedes me van a ayudar. Todo el jitomate que esté manchado de rojo, no va en la caja, no va en la caja”, dice, “tiene que estar bien verde y tiene que ser de este tamaño”. Bien y nos puso de ahí, de sus ayudantes y no habíamos piscado ni uno, ni habíamos comenzado a piscar ni un jitomate. Y yo, pos de andar cortando ratos nomás, aquí en México ahí por la sierra de Nayarit.
VD: ¿Había estado piscando allá jitomate?
MG: Jitomate.
VD: ¿Antes de irse?
MG: Sí, pero esa cantidad de grande, no. Puro jitomate de ese mero macizo, pero jitomate más o menos pequeño, como manzana, bien duro, del que se da en la sierra de Nayarit. Ese jitomate sí es muy macizo, y allá no, allá se descompone rerápido, ¿por qué? Porque ese tiene más química. Tuvo más química desde un principio de que lo elaboran y llueve y muy pronto se mancha, y ese otro no, ese jitomate, en esa sierra casi no. Aunque sea pequeño, aunque sea grande no se mancha fácil, si se mancha que llueva muncho, mucho, pero allá no es igual. Bueno, pues allá anduvimos dos semanas esa ocasión ayudándole al dicho.
VD: Usted estaba supervisando a los otros, entonces, usted no estaba piscando propiamente.
MG: No, no, estaba seleccionando, seleccionándole su trabajo. Todo jitomate y todo estaba allá medio jostito de rojo. Ese se lo poníamos en el filito de la caja, se los poníamos y iban pasando. Y yo decía allá, pero yo decía pues ni modo, pues me pusieron, a la hora del lonche, nuestro lonche aparte, no en compañía de los otros. Como, lonches aparte como ellos, como los mayordomos que, que ponían allá. Y así nos estuvimos la primer quincena, ya la segunda quincena entramos a cortar el jitomate maduro e igual, igual.
VD: De supervisor otra vez.
MG: De supervisor otra vez. Y de los tres que nos escogió para que le ayudáramos, nada más sacó a uno y nos dejó a dos para ayudarle a él. Dice: “Es que otro muchacho”, dice, “dice que él, él puede ganar más piscando que ayudándome y le voy a dar chance”. Como diciendo, a ver si es cierto, ¿verdad? “A ver si es cierto y si no, pues ya él, pues ya corre de su cuenta, porque allá va a trabajar más, va a trabajar más”, dice, “porque para hacer más centavos, ganar más cheque, necesita trabajar duro”. Y como le digo, allá íbamos a trabajar duro. Porque allá no, si tocaba el desahije, o en el azadoncito, un pequeñito, cabito, casi se engrapaba uno hasta acá, hasta acá, hasta acá se a…
VD: Se doblaba completamente.
MG: Se doblaba uno. Sí, digo yo acá, como el azadón que usaba yo aquí, aquí así.
VD: O sea, era un azadón más grande.
MG: Un cabo más grandote, de ochenta centímetros.
VD: Y allá era un pequeñito.
MG: El de allá no, allá.
VD: Nada más la hoja del azadoncito.
MG: Allá sobraban treinta centímetros del azadón.
VD: Del azadón, completamente agachado.
MG: Ah sí, y ansina pasamos toda la temporada.
VD: Usted fue supervisor toda esa primera temporada del jitomate.
MG: Toda esa. Y después ya habíamos quedado, ya nos había tocado el sorteo para quedarnos más tiempo, pero…
VD: O sea que lo hacían por sorteo los siguientes contratos.
MG: También, también nos sortearon, está bien, según, según la inteligencia de cada persona, según vieran cómo se trataba uno, porque como una persona que no, que fuera pos problemático. Hasta eso no hubo problemáticos en ningún lado ese.
VD: Lo aceptan, claro.
MG: Lo aceptan bien. Bueno, yo esta vez ya le digo, ya habíamos quedado y en ese campo habíamos quedado creo ochenta, dos cuadrillas, dos cuadrillas de cuarenta. Pero como en ese año, entrando el [19]58 iba a hacer cambio de Gobierno aquí. Y nomás creo duramos después del contrato de cuarenta y cinco días, nomás completamos veinte días más.
VD: Y, ¿se regresaron?
MG: Y nos avisaron: “Señores, hay problema porque ustedes tienen que cruzar la frontera porque tienen que ir a votar por su nuevo Gobierno, va a haber votaciones, hay exigencia que tenemos que echarlos todos fuera”. Y ya nos fuimos tres, cuatro días, ya nos avisaron: “Último día que trabajan, mañana ya se van pa México”.
VD: Y los regresaron.
MG: Y nos regresaron.
VD: ¿Hasta dónde los regresaron?
MG: Nos regresaban hasta Mexicali.
VD: En Mexicali ahí los dejaron.
MG: Ahí nos recibían y ahí nos entregaban.
VD: Ahí, ¿ya no les pagaban el pasaje más al sur?
MG: No, ya no.
VD: Y señor Manuel, yo me regreso un poquito nada más para preguntarle de cuando, de su primer contrato, este que terminó. Cuando usted supo que estaban, porque me imagino que usted se enteró porque veía a la misma gente de ahí que se iba de braceros.
MG: Iban, venían.
VD: Y a usted, ¿qué fue lo que le animó a irse para allá?
MG: No, pues lo que, como toda persona nos sucede que busca uno, pues ganar unos centavos para seguir sobreviviendo. Que eso era por la razón, sencilla razón que yo fui la primer vez y ya cuando vine, como al mes y medio me robé a la novia pa casarme, con los centavitos que me quedaron esa vez. Y me casé yo, con mis centavitos que me quedaron esa vez de esos dos meses.
VD: Del primer contrato que estuvo ahí.
MG: De esos dos meses y días que duré yo allá.
VD: Entonces, ¿usted pensaba y realmente así sucedió, que allá iba a ganar más de lo que estaba ganando como campesino?
MG: Sí.
VD: Y sí juntó un dinero.
MG: Y sí junté unos centavos, no, que no digamos miles de pesos pero pos sí unos $7, $800 pesos los tuve en mi mano, de junto, de junto, esos me sobraron, porque a $1,000 pesos no llegó los que nos sobraron. Porque yo ya le digo, pagué, pagué mi mordidón, la mordida para que me alistara el coyote este, creo de $300, $350 pesos.
VD: O sea, ¿usted pagó esa mordida? A ver, platíqueme nomás, antes de pasar al segundo contrato, la primerita vez que se contrató, de ahí de Guanajuato, ¿a dónde tuvo que ir para firmar sus papeles y para hacer todo eso?
MG: No, así de ahí me mandaron, no, me mandó el coyote a esa remesa que apuntó en esos días, dice: “Ustedes preséntense pa tal día en Empalme, Sonora, ahí les van a ir a gritar, ahí les van a nombrar y ahí se van”.
VD: O sea que usted conoció al coyote en, ahí en Guanajuato y ahí le pagó.
MG: Ahí le pagué y me mandó.
VD: Los mandó a Empalme.
MG: Me mandó a Empalme.
VD: A Empalme usted se tuvo que ir por su cuenta y usted tuvo que pagar su pasaje.
MG: De ahí de Empalme, ya una vez que me nombraron, ya ahí este, de ahí ya nos levantaba el tren.
VD: O sea que…
MG: No pagábamos ya.
VD: A partir de Empalme.
MG: Ya no pagábamos, no pagábamos ni transporte ni alimentos.
VD: Ellos se los daban, la compañía.
MG: Ellos nos los daba.
VD: Y ahí recuerda usted cuando llegó a Empalme, ¿cómo era el centro de contratación?, ¿cómo era el lugar?
MG: Pues sí, el lugar era un campo cuadrado, como ver gracia, como el Zócalo.
VD: Era una explanada así muy grande.
MG: Una explanada con sombras, ahí como a cada diez metros una sombra, cada diez metros una sombra de palma. Eran sombras de palma porque para aguantar la calor ahí con el tipo de calor, cuando se venía el agua pos como quiera, pero en las calores sí estaba duro. Y ahí no había dónde sentarse, no, eso sí, no. Pero dónde sombrear, casi a rayos del sol sí, sí había, y ya le digo, ahí cabían alrededor de unos quince, veinte mil personas, en ese campo. A un lado este, ahí, estaba todo bardeado con alambre. Las escuadras que había a los dos lados de ese lado, estaban resguardadas, había resguardo que no se metiera más gente por el otro lado, donde están los lados.
VD: ¿Había policía que estaba cuidando?
MG: Sí había, había federales. Eran federales, no eran policías. Y pa que no se metieran para interrumpir la gente que estaba entrando adentro. Ahí no se pasaba nadie que no fuera nombrado por el que estaba anunciando. Agarraba su lista de los sentenciados. “Fulano de tal y fulano de tal”. Y como decir a mí: “Manuel Guzmán Núñez, Manuel Guzmán”. Y yo tenía que responder: “Núñez”. Por su apellido materno.
VD: Ah, así era como se identificaban.
MG: Así. Y me acuerdo que a un muchacho le dijeron: “Baltazar Guzmán”. “Escalera”. Pensaron que estaba jugando lotería. (risas) Cómo cree, cómo cree, porque ve, cuando se acaba la contratación en las, durante la una o las dos de la tarde. Después ya en las tardes, sábado y domingo nos la pasábamos jugando lotería.
VD: Ah, en lo que esperaban.
MG: A divertirnos ahí para guardarnos el día lunes.
VD: ¿Cuántos días esperó usted ahí, señor?
MG: En la primer vez no duré mucho, parece que a los cuatro días de que estaba en la lista.
VD: Y, ¿dónde dormía mientras?
MG: Ahí en, pedíamos posada en una casa, nos prestaba un cartón, pagábamos $0.25 centavos. Ahí en un cuarto nos recogíamos nuestro cartoncito, nuestra mochilita, si era un costal de esos de mandado o era un cartón, lo envolvíamos y con todo y cartoncito nos poníamos en un lado y ya sabíamos que ahí en la noche ahí estaba. Nos juntábamos tres o cuatro en el mismo lugar o cinco o seis, o hasta diez, quince en el mismo lugar, nos poníamos juntitos. Y eso sí que para dormir, imposible que durmiéramos juntos, porque el que llegaba primero, era el que se…
VD: Como se acomodaban.
MG: Y cuando llovía, teníamos que dormir hasta sentados. ¿Por qué?, porque en…
VD: Se les metía el agua.
MG: No, y había veces que llegaba donde hacía, donde había casas, se metía el agua pa adentro y de todos modos taba con agua o mojado. Igual que afuera, teníamos que dormir sentados en un tabique o en una tabla, en una madera, un banquito, de aguilera.
VD: Toda la gente ahí.
MG: Toda la gente. Y ya en un, eso sí que ya pal siguiente día si no llovía, ya nos podíamos acostar donde quiera, ¿por qué? Porque se secaba, con un calor.
VD: El calor.
MG: Se secaba.
VD: Y la comida, señor Manuel, ¿dónde comían?
MG: Uy, como había muchos restaurancitos. Y que ahí, según el bolsillo suyo, así pedíamos de comer. Mire, yo me acuerdo la primer vez que fui con un concuño, le digo: “Vamos, vamos a ir a comer hoy gallina”. “Ah, carajo”, me dice, “sí le entro”. “Pero lo vamos a echar en un volado”. Habíamos pasado por onde exhibían las películas, el cine, y nos prestó unos cartelones. “Aquí vamos a venir, vamos a pagar $0.75 centavos, sí venimos. Vamos a echar el cine, y la comida ora, en un volado. Si yo pierdo, pago la comida, y si usted pierde”, le dije. Porque nos decíamos hasta tocayos, pero no éramos tocayos, nomás así comenzamos de toca, tocayo, tocayo. Él se llamaba Benjamín, y le digo: “Mira tocayo, vamos a echar la comida de gallina hoy y el cine. Si me ganas, pago yo la comida y si yo te gano, tú pagas la comida”, y así. Pues ahí va y le gané la comida, le digo: “Pues ya te gané, yo voy a pagar el cine”. Y costaba creo $1.20, $1.25 la comida corrida. Pero la gallina era frijoles con papas y un cachito ahí de papa y unos dos frijoles nadando en el caldito, y eso era la gallina con papas, era con papas. Y la gallina con plumas era con arroz, (risas) era gallina con arroz. Y luego yo luego luego le digo: “Pos a mí me da una esta, una gallina con patas, no con plumas”. Se quedó: “Con plumas”. Y se me fijaba. “¿Qué no las pelan aquí?”. (risas) “No”, le digo, “es con arroz, si quieres pedir con plumas, hay que agarrárselo con patas”. “Pero hombre con patas, como que no, es que ahí andan pisando en puro lodo, si no les lavan ni las patas”. Y que le van echando una, que le van sirviendo su platillo con unos dos cachitos de papa y este, unos dos frijoles nadando. Pues sí, el plato así, sí le subían así de caldito, poquito, pero si tortillas y así nos arrimaban unas bien. Y si queríamos más, más caldito de frijoles con papas o con plumas, podíamos pedir más. Porque era comida corrida y agua, unos jarros así de agua pura, y esa era la comida corrida.
VD: Y, ¿ahí comía?, ¿ahí comió los cuatro días que estuvo?
MG: Y ahí comíamos. Y nos fuimos al cine, salimos, nos costó salirnos porque hubo hasta pleito.
VD: ¿En el cine?
MG: Ahí en el cine hubo pleito. Y nos salimos y no vimos la película completa. Pero sí, la comida sí nos la comimos completa. Y dice: “Y nos salimos y ya no llegamos”. Y riéndonos allá donde estaban los otros compañeros y decían: “¿Por qué se ríen?”. “Pues, ¿qué creen?, que hubo pleito en el cine y nos costó. Vinimos porque ya, no quisimos devolvernos porque ya este, pues como nos habían quitado el boleto, pues ya de todos modos tenemos que alegar para, teníamos que decir en qué día se había interrumpido, en qué capítulo se había interrumpido la película y todo eso. Y ya no quisimos meternos, le dijimos que a la mejor puede haber otro pleito y salimos pior. Y ya mejor nos venimos. Bueno, pues otro día igual, le digo yo: “Como que me da espinita ése canijo dueño, sólo eso ha de tener de película, un cachito”, (risas) y le dije yo, le digo, “mira y mira toca”, y les dije a los otros compañeros, “y no, vayan ustedes y verán, a ver si, a ver si se los interrumpen”. Sí, a los dos días fueron y a normal y a mí. Pero les digo: “Miren”, desde ese día le dije yo a mí compañero, al tocayo, que yo creo que ese, ese señor.
VD: Era la maña.
MG: Es la maña que tiene. Sólo eso ha de tener de películas (risas) y con eso se la quita, con eso se la quita. Y volvimos, otra vez al siguiente año y igual. Siempre se interrumpía la película y ya nomás ya no íbamos ahí mejor. Pero sí, es cachitos, es de los cachitos que sí le, sí, ese sí. Y por cierto, me acuerdo que, que era el Cine Jalisco, decía, y bien nombre y se cansaba de hablar toda la tarde. Desde las diez, doce de la mañana estaba grite y grite.
VD: Anunciando.
MG: “Y no se la pierdan, la película fulana, aquí en el Cine Jalisco”. (risas) Pos como quiera ahí nos engañaba pero pues, era un, no, yo creo que a media hora no llegaba, yo creo, lo que nos divertía ahí.
VD: Se acababa la película.
MG: Sí, por $0.75 centavos.
VD: Entonces eso, eso era en los días que estaba esperando su contratación.
MG: Sí.
VD: Y ya el día que le llamaban, señor Manuel, el día que lo nombraban, me puede usted platicar cómo era ese proceso de que se, o sea, cuando lo llamaban entonces usted, ¿con quién pasaba y qué hacía?, ¿dónde le tomaban sus datos?, y…
MG: No me… Ahí nos, nos decían ya cuando ya íbamos pasando de vuelta, la formación ya cuando nos pasábamos. Desde, del portón, donde estaban los federales y policías, como a distancia unos cuatro o cinco metros. Y ya nos formábamos y allá en la orilla estaba, el que estaba gritando de vuelta. Y ahí nos estaban, de vuelta dando otra repasada. “Fulano de tal, de tal”. Y ya ahí ya nos, se nos iba por grupos. “Ustedes se van a presentar a las doce de la noche en la estación del tren. Ahí vamos a estar esperándolos para transportarlos a Mexicali. Y ahí en Mexicali vamos a ir a llegar en la mañana. Y ahí vamos a pasar a Caléxico, ahí se pasan ustedes a Caléxico”. Y ahí en Caléxico, en Mexicali nos esperaban ya, ya con autobuses para transportarnos a El Centro, así se nombra El Centro, California.
VD: A El Centro, California.
MG: Al centro de concentración de California. Y ahí nos, conforme íbamos llegando, nos íbamos subiendo a los camiones y los camiones ahí estaban dando el circuito. Llegaban, dejaban un viaje y se regresaban por otro. Sí estaba a distancia, sí duraba uno pues unos diez minutos, quince minutos con tráfico.
VD: ¿Su contrato dónde lo firmó?
MG: Ahí en…
VD: ¿En El Centro?
MG: En El Centro, California.
VD: Ah, o sea que en Mexicali nada más les daban la ficha para el camión. Y entonces allá en El Centro fue donde firmó usted contrato.
MG: Ahí en El Centro mire, ahí en El Centro luego luego, bajándonos, bajándonos ahí pasábamos, era un galerón. Y ahí nos desvestíamos todito y salíamos formados a pasar el examen.
VD: Del médico.
MG: Del médico que nos hacían ahí. Del de los ojos, del de las manos, ahí hacíamos sentadillas, ahí nos revisaban de todo a todo. Y ahí ya saliendo esa revisión, pasaba unos rayos X. De rayos X ya salíamos y nos vestíamos y de vuelta nos daban, nos formábamos otra vez pa firmar el contrato. Firmando el contrato ya nos salíamos y agarrábamos nuestro equipaje y ya saliendo de ahí, ya nos estaban nombrando: “Fulano de tal, súbase a camión número tanto”. Y así estaban gritando, estaban gritando. Acabalaban ése pedido de un camión o dos de diferente condado, de diferente pueblo. Ya decía, ya al último te decían: “Ustedes, todos los que nombré van al condado fulano de tal, van a hacer este trabajo y al que no le guste, pos puede devolverse”, así nos decían, “el que no se sienta contento con este trabajo, puede devolverse de donde llegó”.
VD: Pero, ¿les decían que se regresaran a México o ahí a El Centro?
MG: No, pa México.
VD: Si no les gusta se van.
MG: Sí, se regresan pa México. Ellos de todos modos se iban. Tenía yo entendido del de un siempre que nosotros íbamos como, como una mercancía, porque sabíamos que por cada bracero estaba cobrando el Gobierno Mexicano una comisión.
VD: ¿Quién les decía eso, usted se acuerda, señor Manuel?, ¿de dónde, o era que se sabía entre la gente?
MG: Que se sabía entre, entre las pláticas de la gente. Desde los primeros braceros del [19]41, [19]42, para delante, se sabía pues, que esos arreglos había habido, que tenía que pagar el Gobierno americano al Gobierno mexicano por cada hombre la cantidad de $25 ó $30 dólares por un periodo de cuarenta y cinco días.
VD: Que era, los contratos eran cuarenta y cinco días nada más.
MG: De cuarenta y cinco días.
VD: Y, ¿a usted le explicaron su contrato cuando llegó allá?
MG: Sí, sí me lo explicaron.
VD: ¿Se lo explicó un oficial mexicano?
MG: Sí, sí.
VD: ¿A un grupo de braceros?
MG: Sí, todo eso, nomás que como le digo, como yo que acudí, hombre de pocas palabras, que no tuve escuela, pues no. No lleva uno mentalidad en todo esto, ¿por qué? Porque le falta a uno experiencia en todas las pronunciaciones de las palabras, es decir de todo esto sí me acuerdo yo que, que sí nos leían un papel. Y que a cómo, a cómo íbamos a ganar la hora, a cómo íbamos a ganar por contrato, por destajo. Por decir, si nos dicen: “Claro, al que no le guste, se puede volver a su México, a ver si a la otra hallas contento”. A ver si allá halla uno trabajo a su contento, ¿por qué? Porque pues habemos de personas a personas, ¿no? Yo estoy impuesto a trabajar, ¿qué susto me da ir a trabajar a mí? Y como así fue y como le digo, yo en todos los trabajos, yo los hice, los hice, pues porque ya lo sabía. Y los hacía con gusto porque yo aspiraba ganar unos pesos, aspiraba ganar unos pesos y en ninguna parte me anduvieron regañando. Todos los contratos que yo tuve y que fui pal otro lado, todo el tiempo me trataron bien, ¿por qué? Porque yo no, todo el tiempo todo lo que me ponían a hacer, todo lo hacía bien y lo hacía con gusto. Y a pesar de que cuando estuve en Arizona y a la mejor ese contrato era el que tengo. Del algodón nos pasaron a corte de lechuga, también me dijeron: “¿Quién ha sido lechuguero?”. “Yo he trabajado en la lechuga”. “Véngase para acá, me vas a ayudar”. El que le andaba ayudando tuvo un problema de que estaban unos regadores. Me tocó a mí también, me sacaron para ir a regar huertas de toronja y ahí yo, fue donde más bien me empecé regañado. Le decía al gabacho, le digo: “Vamos”. Dice: “A ver si, a ver si no me sales como otros que me han dejado secar mi huerta”, dice, “lleva una línea de diez árboles que se me están secando por falta de habilidad del regador”. “Pos vamos, vamos a ver, vamos a echarle una vista a ver por qué motivo. A ver si es cuestión del regador o del patrón”. Yo sí le dije: “Del dueño, del patrón, es el dueño, es el que tiene que estar”, le digo, “¿por qué? Porque si se hacen las presas mal, no tiene la culpa el regador”. Ah, pero sí, la huerta estaba así, de cuesta abajo.
VD: Se iba el agua.
MG: Se iba el agua de volada, ya en las últimas líneas y árboles pasaba el agua así. Se llevaban, nomás reventaba un bordo de un árbol y se iba ahí con nosotros. Y para detener agua hasta de ciento cincuenta o doscientos bordos, estaba canijo. Porque soltaba uno el agua de todas las huertotas de un kilómetro de lejos por una huertota como decir de aquí su comedor, aquí estaban las válvulas y aquí soltaba uno la agua y ahí va y ahí va. Duraba diez días en salir la agua, diez días. Y sí, ya en los últimos árboles, en diez hileras ahí era donde comenzaba, pero más mal los últimos, los de las orillas. Ya este, árboles enteros sequecitos, y ya había arriba de cincuenta a sesenta árboles secos. Y ya duramos un rato, duramos alrededor de unas dos horas, dos horas y media revisando, andando hilera por hilera. “Muncho malo, muncho malo”, le decía yo, “muncho malo”. Dice: “Qué”, cuando ya salimos a la orilla, “¿qué solución hay?”. Le digo: “¿Quién preparara el bordo para la huerta?”. “Yo patrón”. “¿Cuántos días dura el agua en llegar aquí?”. Dice: “Pues ya a los ocho días viene llegando, a los ocho días que se abre ahí ya está abierta”, dice, “pero va mi primera hilera de árboles”. Y como era muy grande, no quería pagar tanto regador, nomás un puro regador y un puro regador. “Es lo peor”, le digo, “un solo es muncho, mucho trabajo”. Bueno pues este, le digo: “Mire, vamos a voltear el sistema del riego de todo esto que tiene mal su huerta. Vamos a voltearla, el sistema”. Dice: “Como voltear la cachucha para otro lado, carajo, usted lo hace”. Le digo: “No hay prisa y no tenemos prisa”. “No, no es de ahora para mañana, ocho días”. Dice: “Yo en dos días lo hago, en dos días lo hago con el tractor”. Pues, todo eso, cuando llegó el agua, puramente cinco bordos se reventaron fíjese, de arriba de ciento cincuenta árboles que no, que no se les quedaba el agua. Nomás cinco bordes se reventaron, pues ya fue poco trabajo para mí.
VD: Claro.
MG: Y yo para, para todo eso, le digo: “Yo necesito cincuenta costales llenos de arena, como esos de ahí de la azúcar. Diez aquí, diez allá, diez allá, diez allá, porque no sabemos dónde vaya, se vayan a necesitar, que no estén muy desapartados porque si les ponemos sólo en una parte o en dos, queda lejos, si todo cae ahí cerquitas, qué bueno”. Y no, pues no necesité ni los cincuenta.
VD: Cinco eran nada más.
MG: Sí, necesité nomás creo treinta costales. Cuando comencé a acarrear los que me quedaban retirados, por decirlo así a unos, a unas diez, quince hiladas de árboles, que va llegando en la camioneta y ya me hizo el paro con la camioneta. Los de la camioneta ya me los arrimó cerquitas donde se necesitaban. Ya fuimos dejando de a dos, de a tres en cada línea, ya me agarraron. Y yo me paré el cuello allí, yo me paré el cuello.
VD: Eso dice que fue en Arizona.
MG: Eso fue en Arizona.
VD: En una huerta de toronja.
MG: En esa toronja.
VD: En un campo de toronja.
MG: Y sí, me tocó ese riego.
VD: ¿Ese fue su segundo trabajo?
MG: No, no, en mi segundo trabajo del jitomate de Tracy, California. Mi segundo trabajo me tocó en Milpitas.
VD: ¿Dónde es Milpitas?
MG: A un lado de San José, California. Me tocó también jitomate y también ahí fui surpeador, ahí fue más poquitos días nomás del puro jitomate verde. Y enseguida ya me tocó, me cambiaron a una cuadrilla de cortar ejote, ejote y jitomate de vara, de ese que iría pa arriba, la mata de…
VD: ¿En ese mismo lugar?
MG: En ese mismo lugar. Y me fue mejor que me cambiaran a ese porque trabajamos un rato en el ejote y otro rato nos íbamos al jitomate y del de guía. Y los que trabajaban en jitomate, de ese otro de bola, pues ese se da en los surcos abajo y así. Y que llueve y todo se mancha y a mí me fue mejor, duré más días y ganaba un poquito más.
VD: ¿Le pagaban a destajo?, ¿le pagaban por caja o le pagaban por hora?
MG: Por caja.
VD: Por cajas de la mercancía.
MG: Y por canastos de ejote, también ése son canastos.
VD: Y, ¿cuántas horas trabajaba más o menos al día?, ¿se acuerda?
MG: Pues no trabajaba mucho, cinco, seis, siete horas.
VD: Se trabajaba nada más esas horas, ¿por qué, por el calor, por el clima, o porque ya no había?
MG: No, porque no había más y porque este, pues se acaba, se completaba el pedido, se completaba el pedido que había de ejotes, se completaba el pedido de jitomate. Y la misma cuadrilla este, era como, el trabajo era del mismo patrón, el ejote y el jitomate, pura cajita chiquita así, ese jitomate y las otras eran así.
VD: Grandes.
MG: Más grandes. Y yo como le digo, yo trabajaba tranquilo, a gusto porque yo no era regañado de nadie, yo era muy amistoso con todo mundo. Me veían con los patrones, más, con los mayordomos tenía que hacer mi trabajo como era debido. Y de ahí de ese trabajo, de ese ejote, sí duramos nomás cuarenta y seis días también. Y salimos de vuelta.
VD: O sea que se le acabó su contrato ahí.
MG: Sí, se me acabó y no hubo renovación. Ya tuvimos que salir de vuelta a México a buscar otro coyote pa que nos mandara de vuelta.
VD: O sea que cada vez que se fue necesitó pagar un coyote.
MG: Sí.
VD: Y esta vez que, cuando salía, ¿se tenía que regresar a Guanajuato, o ahí mismo en la frontera?
MG: No, hasta Guanajuato venía. Hasta Guanajuato venía, ya durábamos, había veces que yo duraba un mes, veinte días y de vuelta me regresaba, para…
VD: Con otro coyote.
MG: Con otro reenganche de otro coyote.
VD: Y, ¿siempre se contrataba ahí mismo en Empalme?
MG: En Empalme, sí.
VD: ¿Siempre fue ahí mismo?
MG: Yo por acá por Monterrey no me gustó. Le oía decir que no se ganaba casi dinero por acá por el lado de Texas.
VD: ¿Se acuerda qué hacían por allá, algodón?, ¿piscaban algodón de este lado de Texas?
MG: Sí, para acá casi la mayoría era, pues había diferentes trabajos pero ganaba más poquito.
VD: Era menos que del lado de California.
MG: California para allá para ese rumbo. Y ya la tercera vez me tocó la naranja y el limón. Esa vez sí duré casi un año, once meses y días.
VD: ¿Seguido?
MG: Seguido.
VD: Ahí sí renovó sus contratos.
MG: Ahí sí, ahí sí renové. En Santa Paula, California estuve donde me tocó la cuadrilla de Tijeras de Oro que le digo que anduve en el limón.
VD: Entonces esta cuadrilla fue ahí en Santa Paula.
MG: Santa Paula, California.
VD: El grupo con el que usted trabajaba, así les pusieron.
MG: Ansina les pusieron, ansina les pusieron. Pero ya cuando llegué ya tenían su apodo de Cuadrilla de Oro.
VD: Las Tijeras de Oro.
MG: Las Tijeras de Oro. Pero luego luego nos dijo, en cuanto nos agrupamos a con ese mayordomo, nos dijo en la hora de la comida el primer día, dice: “Muchachos, ¿quiénes son los nuevos?”. Y ya éramos quince. Y dice: “Les aviso que nunca, cuando vayan al pueblo, nunca vayan a decir que son cuadrilla Tijeras de Oro porque los van a ir a golpear, o si no, pregúnteles a los otros. No”, dice, “no vayan a decir porque se los madrean”.
VD: De plano.
MG: Sí, de plano. Dice: “Se los van a ir a golpear”, dice, “y no, no puede uno decir: «No, que yo soy Sansón, que yo son karateca», no, porque ahí, si nosotros somos cuarenta nomás en la cuadrilla, somos nomás cuarenta, no vamos a estar todos ahí en donde toque esa golpiza que le dan a alguno que se le salga decir. ¿Por qué? Porque de los otros puede haber, si ahí hay dos o tres Tijeras de Oro y hay veinte, treinta o cincuenta de los demás que no son Tijeras de Oro”.
VD: Pues sí.
MG: Pos, ¿cuándo se iguala uno? Y nos pusimos de acuerdo, no, sí llegamos a ver que a algunos se les chispaba, serían Tijeras de Oro o no serían, a ellos los golpeaban. Y nosotros nos quedábamos silencitos. Serían o no serían, ahí los golpeaban, se les juntaban tres o cuatro.
VD: De envidia.
MG: Sí, y les daban sus dos, tres trancazos y ahí llegaba la poli y ya se los llevaba.
VD: La policía de allá.
MG: Sí, la de allá.
VD: Y, ¿por qué los golpeaban, señor Manuel?
MG: Pues nomás, por coraje que no, que se paraba uno el cuello a decir: “Yo soy Tijera de Oro”. Es número uno de todo el condado. Allá va por condados y ahí era tres, cuatro pueblos del mismo condado y en todos los pueblos había tres o cuatro campos y en cada campo lo mínimo eran cinco cuadrillas de cuarenta hombres. Y decían: “Nomás cuarenta hombres en todo este condado son los número uno”. Por eso los golpeaban. Pero había una temporada, la temporada que servía la opulencia del mundo, ¡nombre!, el más menos hacía muchas cajas, muchas cajas a los cuantos meses. A los dos meses y medio, yo y un compañero que era de Acaponeta, Nayarit. Si viví, fue muy buen compañero conmigo, estábamos tomando, íbamos al cine y siempre nos pasábamos siquiera dos, tres cervezas, nos vamos a dormir porque mañana es lunes y hay que darle. Y así, y ya que vamos viendo que, que llega ese mayordomo que andaba con nosotros, que le digo, se llamaba éste, Tello: “Mira, quien va entrando allá”. Me decía: “El mayordomo”. Le digo: “Vamos a invitarle una cheve”. Y ya se levantó él y ya le dijo: “¿Nos acompaña, mayor?”. “Sí, cómo no”, dice. Y ya ahí a las dos cervezas le dijimos: “Pues mire, no nos agradezca la cerveza, pero queremos un consejo, ¿cómo le hacemos para no ser de los últimos de la cuadrilla Tijeras de Oro?”. “Ah”, dice, “y ¿ese es todo su problema? Miren”, dice, “ustedes de aquí en adelante, media bolsa junten de lo que está tirado y media bolsa corten del árbol”. Y nombre, de ahí pa delante, dice: “Pero nomás váyase al pasito, no vayan a luego luego mañana a aumentar quince o veinte cajas”, dice, “váyanse de a dos, de a tres. Mañana pueden aumentar unas tres cajitas, cuatro pasado mañana, y ya pueden ser seis, otras pasado mañana y a fines de semana ya pueden ser diez, doce cajitas. Así váyanse, no vayan a querer aumentar ustedes luego luego, este, munchas a igualarse a los otros, esos que ya son viejos”, dice, “aquellos ya tienen colmillo, aquellos en lo que ustedes piscan una caja desde el árbol, ellos piscan tres o cuatro, pero la mitad del suelo y la mitad de… No, pues”, dicen, “miren y yo mi recompensa va a ser una cervecita de vez en cuando a la hora de la comida, que ustedes me brinden, como me están brindando ahorita, no les va a costar, nomás, nada más”. No, pues de todos modos pos siempre nos tocaba encargar una canastita. Un día me tocaba a mí, otro día al otro, otro día al otro y otro día al otro, de a seis cervezas. Y a él le tocaba, al mismo mayordomo ir a traerlas pa la hora de la comida, pero nomás una cerveza, y ya. Y nosotros éramos cuatro ahí en el dormitorio que nos tocaba. Las barracas eran de a cuatro personas nomás en el campo. Uno así y otro así y otro así, nos quedaba el pasillito en medio.
VD: ¿Eran cuartos dentro de una barraca grande?
MG: Sí, sí. Y a media barraca era, había un corredor y a los lados las barracas de a cuatro personas cada, cada dormitorio. Y nomás con una mesita como de aquí así, para reunirse uno ahí a jugar dominó, y un buró en cada cama, un buró.
VD: ¿Junto a su cama había un buró?
MG: Sí contra de uno, contra de su cama de uno.
VD: ¿Ahí guardaba sus cosas?
MG: Sí, ahí guardaba uno sus cosas, un buró. Si quería uno cerrarle con candado, tenía su llave. Y ahí encima del buró, ahí ponía uno sus cositas de comer, sus manzanitas, sus naranjas y luego nos hallábamos unos limonzotes que no los abarcaba uno casi con la mano. Los llevábamos para exhibición ahí, tenerlo ahí. Y nomás contemplando aquellos limonzotes que así. “En la huerta fulana me hallé yo éste”. Y luego llegaban algunos a visitar, que: “Yo estoy en tal parte, en tal campo, en tal pueblo”. “Y nosotros andamos en este, andamos en el limón, mira”. Estos limones nos tocaron en éste, en una huerta que había entre los pozos petroleros que hay en los burritos esos que están, en un Oxnard, California, ahí entre los pozos petroleros, ahí anduve yo. Ahí mire, había unos limonzotes qué bonitos. Cada vez de que íbamos a esa huerta, siempre me tocaba llevar, todos los días casi un limón, todo así. Y luego este, se los llevaban los que venían de fuera, de amigos o familiares de los demás conocidos, decían: “Pues regáleme un limón o dos hombre, no sean tan… Ya que ustedes andan en eso”. “Llévenselos”. Y así, así teníamos ahí nuestros, nuestras cosas para comer. No necesitábamos ir a la marqueta a traer.
VD: ¿Tenían un comedor? ¿Les daban la comida ahí mismo?
MG: Sí. Pagábamos $1.75 de borde. Eso le nombraban ahí en todo el tiempo que yo fui de bracero. Nos, nunca me subieron la comida.
VD: Ese fue el precio.
MG: Ese fue el precio.
VD: Y, ¿cómo estaba la comida, se acuerda, señor Manuel?
MG: Pos en algunos campos estaba regular, en otros campos estaba pasadero y en otros campos sí estaba, en algunas partes estaba del cate. Que casi todo el tiempo estaban las comidas pues ya pasadas, ya pasadas.
VD: Y, ¿no se quejaban ustedes?
MG: Sí. Sí se quejaba uno, pero daban de comer un día o dos y seguían igual. Un día o dos era lo que duraba. Luego ya, por decirlo así, de cada quincena, porque cada ocho, quince días se quejaba la gente. Y hacíamos este, comisiones como quien dice, una lista, una lista para dejarla o para ir a ponerla en donde se hacen las quejas.
VD: ¿Quién se las recibía, se acuerda usted?
MG: No, no me acuerdo quién las recibía, yo nunca fui. Como le digo, siempre, por todo hace falta la lectura.
VD: Y entonces, ¿no les cambiaban el cocinero a veces?
MG: No, cocinero sí no nos cambiaban. Donde yo sí estuve a gusto fue en ese campo que estuve ahí en el limón. Yo ahí sí yo tenía, todo lo que había en el comedor lo tenía por mí, porque yo me hice amigo con los cocineros y me pasaba a ayudarles y yo tenía manos libres a lo que hubiera ahí adentro. Y en ese, en ese campo, en ese comedor, sí había comida nueva todos los días. Ahí no había comida recalentada de un día para otro. Y un día había una cosa, otro día había otra y otro día otra y en los otros campos no. Pues, así hoy, si hoy sobraba tanta comida, otro día ya nomás le revolvían otro poquito para darle a toda la gente más. Es como, yo me acuerdo de aquí que iba uno a esta, a una fonda. Y yo llegué a ver que nomás se fijaban y le echaban un jarro así a las cazuelas de agua para hacerla rendir. Y ya yo decía: “No, pues esa cazuela que ya estaba honda y ya está llena de vuelta”. Pues no, una ollota así, la volteaba, nomás la ponían ahí nomás estaba hirviendo aquí, nomás volteaba, la pone y a servir luego luego y ahí mero. Nomás le daba una vuelta así con la cuchara y a servir.
VD: Y ya estaba la sopa otra vez.
MG: Ansina le hacían esos cocineros allá.
VD: Y eso les daban a todos.
MG: Eso nos daban a todos de vuelta.
VD: O sea que en ese campo del limón fue en el que más duró, señor Manuel.
MG: Sí, en ése.
VD: Después de ese campo, ¿dónde estuvo?, o, ¿ya ese fue su último contrato?
MG: No, después de ese campo estuve en Salinas.
VD: ¿En Salinas qué hizo?
MG: California. Pura lechuga.
VD: Ahí fue lechuga otra vez.
MG: Pura lechuga ahí fue, ahí fue pura lechuga. También ahí anduve de ayudante,
fíjese. Me tocó donde quiera mire, yo de ayudante. Acá en el limón anduve hasta de cargador, de cargador. En el jitomate también anduve de cargador. Y ahí ya cuando decían: “Se acabó la, se acabaló el pedido”. Y ya me decía el mayordomo: “Dale, ponte a cargar, hay dos carros, búscate otro compañero pa que cargue”, dice, “estos camiones”, dice, “porque hay nomás, nomás dos cargadores”. Y ya pues de acuerdo con los otros cargadores, que les iba a echar una mano, les íbamos a echar una mano para que también ellos se fueran a descansar.
VD: Y, ¿eso se lo pagaban también?
MG: Sí, también.
VD: Y cuando ayudaba a los cocineros, ¿a qué horas los ayudaba, señor Manuel?, ¿ya que acababa su jornada?
MG: Sí, después que acababa mi jornada. Ahí como en la cena y ahí nomás me bañaba y yo en vez de agarrar mi plato para que me sirvieran, yo me pasaba pa dentro a ayudarles a lavar trastes.
VD: ¿Eso también se lo pagaban?, o, ¿era nada más para granjearse a…
MG: No, era, era mi granjeo que tenía. Pero no, ya me, ya me decían: “Tú sírvete de lo que quieras, de la comida que quieras y toma de lo que quieras de ahí, de frutas, si no quieres fruta o quieres dulces, del dulce que quieras toma”. Y había veces que me decían: “Toma dos, o tres, o cuatro, o cinco, ¿cuántos son en tu barraca?”. “No, somos cuatro”. “Ah, pos llévate cuatro, llévate cuatro”, me decían. Y siempre andaban a mí buscándome los domingos para llevarme a misa. Me llevaban a misa.
VD: ¿El domingo era su único día de descanso, señor Manuel?
MG: Sí.
VD: ¿Trabajaba usted de lunes a sábado?
MG: De lunes a sábado.
VD: ¿Siempre, todo el tiempo estuvo allá?
MG: Siempre, todo el tiempo.
VD: Y de qué hora a qué hora más o menos, ¿como a qué hora empezaba su jornada?
MG: Este, de ocho de la mañana a cinco o seis de la tarde. Ahí en el limón sí era todo el día, todo el santo día.
VD: ¿En las demás también era más o menos en el mismo horario?
MG: Era.
VD: ¿En el jitomate y en la lechuga?
MG: En la lechuga había veces que hasta la una o dos de la mañana, o sea que completábamos el pedido.
VD: ¿Trabajaban todo el día, desde las ocho de la mañana?
MG: Todo el, sí. Había veces que a las seis y media de la mañana empezábamos a cortar la lechuga y hasta las once, doce, una de la mañana es que llegábamos a completar el pedido.
VD: Y, ¿la gente lo hacía por voluntad o los obligaban a trabajar todo ese tiempo?
MG: No, pues era un grupo de un equipo, éramos equipo que lo ganaba uno, ganaban todos.
VD: Ah.
MG: Ahí no había que se saliera alguien. Ahí si se salía alguien, ya sabía que no volvía a la cuadrilla, no volvía a la cuadrilla, y a otro día de ahí de su campo lo ocupaba otro, de algo otro, de algo otro grupo. Y ahí sí ganábamos todos igual y todos sabíamos cortar, empacar, cargar, todos sabíamos todas la cosas.
VD: Ahí les tocaba, se repartían el trabajo entre todos.
MG: Y si quería uno un rato una cosa, otro rato otra, ahí podía uno.
VD: Y en la lechuga, ¿también vivía en barracas?
MG: También, también.
VD: ¿Igual en campos, así?
MG: Sí, pero ahí era de otro sistema, en ese campo de Salinas era otro sistema de barracas también. Había diferentes sistemas de viviendas.
VD: Y después de la lechuga, señor Manuel, ¿volvió a regresar?, ¿lo volvieron a regresar a México?
MG: Sí, de vuelta.
VD: Y, ¿se volvió a contratar?
MG: De vuelta me volví a contratar. Fue cuando me tocó Arizona.
VD: Y ahí fue ya en Arizona.
MG: A Phoenix, Arizona.
VD: Y en Arizona empezó con el algodón, me decía.
MG: Sí, pero ahí este, pos yo sí les dije a mis compañeros: “Aquí sí me voy a morir de hambre, porque yo al algodón”. Y luego era pura pluma, ya había entrado la maquinaria a cortar el, a piscar el algodón.
VD: Era lo que quedaba nada más.
MG: Era pura pluma. No, pues duramos nomás la primer semana, a la segunda semana ya me, ya nos llevaron a la lechuga.
VD: ¿Ahí mismo en Arizona?
MG: Sí, en Arizona. Los mismos patrones, ya este, como eran varios, varios grupos de cuarenta hombres, una semana nos tocaba a cada uno, nos tocaba.
VD: Y, ¿cuando no le tocaba?
MG: Para ir a piscar algodón.
VD: ¡Ah!
MG: Y otra semana la lechuga. No y yo ya no volví, nomás la primer semana me tocó. Y ahí fue donde le digo que me tocó ese, anduve regando la misma lechuga, y de regando la lechuga también me tocó ir a regar esas huertas de toronja.
VD: De toronja.
MG: Eran tres huertas las que tenía el mismo patrón. Y me acuerdo que no me dejaban en paz los aviones porque estaba como quien dice casi al otro lado de, de las bardas, un campo de reconcentramiento de aviones esos, de esos que hace un ruidazo. Ahí salían hasta diez aviones, quince juntitos. De ahí salían y ahí por un ladito yo, regando las huertotas de toronja.
VD: Y, ¿cuánto tiempo estuvo en las huertas regando?
MG: Nomás me tocó dos riegos. Pero los dos riegos no, no se le, no se desbordó ni un bordo, nomás en el primero fueron cinco. Y se me fijaba y ya en ese, en la primera, ya la que ya este, me bordeó a los tres días que llegué yo ahí, tenía yo una bicicletota ansina de alta de esos chavos, de ese patrón. Unas llantotas gruesotas, anchotas así y apenas andaba comenzándome a enseñar cuando que me doy una caída que me rompí las dos rodillas de mi pantalón, unos rasponzotes en mis rodillas y andaba yo como pato, como ganso. Y ya llegó el mayordomo y me pregunta: “Oye Meño, ¿no me has encontrado por ahí una bicicleta de mis chavos?”. “No, mayor, si la hallo por ahí, yo le aviso, yo la saco pa afuera, la saco a un camino pa que se la lleve”. No, pues yo sabía dónde estaba, pero yo me volteaba a este, dice: “Oye, te veo medio raro”. “Sí”, le digo “qué cree que me caí”. “Uy, pues, ¿qué andabas corriendo tras de una liebre o qué?”. Le digo: “Me andaba enseñándome ahí en la bicicleta y se me hizo fácil quererme enseñar y me caí de la bicicleta”. Ay, le daba una risa y todos los días se acordaba. Dice: “Si quieres te la traigo para que te sigas enseñando”. “No”, le digo, “no, no me traiga nada, no y dígale a sus chavos que no la vayan a dejar por ahí porque se las dejo ahogar de agua”.
VD: O sea que tenía usted buena relación con sus patrones ahí también.
MG: Sí, sí tenía buenas relaciones. Después de ahí, salí de vuelta y me tocó a mero San José, California, a un lado de Milpitas.
VD: ¿Ahí qué hacía?
MG: En la fresa.
VD: Ándele.
MG: En la fresa. Ahí fue donde comencé yo a sentir las reumas, las reumas. Porque allá anda uno entre la agua todo el tiempo. Hoy riegan y mañana tiene uno que entrarle a veces hasta entre el agua. Hay tramos de surco que no se les alcanza a consumir el agua en la noche. Y ahí fue donde me traje las reumas claras, claritas de allá.
VD: ¿Se empezó a sentir mal desde que empezó ahí en ese trabajo?
MG: Y ya desde antes yo de muchacho, antes de primer contrato fui dos veces de mojado.
VD: ¡Ah!, ya usted había estado por allá.
MG: Sí, ya había ido.
VD: ¿Por dónde se había pasado?
MG: Por Mexicali.
VD: También por ahí, ¿con un coyote?
MG: No.
VD: O, ¿se pasó solo?
MG: Íbamos nosotros, éramos los coyotes, nosotros éramos los coyotes.
VD: ¿Usted y quiénes más?
MG: La primer vez me fui con un cuñado y un tío. Y allá había más compañeros ahí en la frontera, en Mexicali. Y a las dos veces, la primera se vino mi tío, no aguantó más. A la segunda vez, mi cuñado dice: “Pues yo no me voy”. “Ni yo tampoco”. A la segunda vez que nos volvimos a pasar, ya íbamos llegando, caminamos ocho noches afiladitas.
VD: ¿Ocho noches?
MG: Ey.
VD: Y, ¿qué hacían en los días?
MG: En los días pues descansábamos.
VD: Se pasaron para llegar, ¿a dónde?
MG: Llegábamos, llegamos a un lado de Los Ángeles esa vez. Pero teníamos día y medio cuando nos agarró de vuelta la Migración.
VD: Y los echó para afuera.
MG: Ahí ni siquiera nos fue a pagar el patrón ese día y medio.
VD: ¿En qué estaba trabajando, señor Manuel?
MG: En el desahije.
VD: ¿De qué?
MG: En el desahije de lechuga y betabel.
VD: Estaba desahijando lechuga y betabel también.
MG: En el cortito y no nos fue a pagar ese día y medio.
VD: O sea que eso fue antes de su primer contrato en [19]57, ¿poquito antes?
MG: Sí antes.
VD: Y, ¿cómo fue que decidió mejor irse contratado en lugar de irse otra vez de mojado?
MG: No, pues ya, ya después de que ya había sufrido yo dos veces que me fui, volví hasta las ocho veces me… Sí, ya decidí no cruzar la frontera, ya me vine pa México, ya me vine pa mi pueblo. Y llegué, le ayudé a mi papá a preparar la tierra para sembrar de vuelta la milpa y comenzábamos a limpiar la milpita así. Cuando ya le dimos la primer mano de, le nombramos escardar, le digo: “Nomás otra semana le voy a ayudar, me voy a ir de vuelta de mojado”. “¿A qué?, ¿de vuelta?”. “Sí, me están invitando que nos vamos, y nos vamos si me da permiso”. “Sí hombre”, dice, “nomás me ayudas esta semana entonces”. Y le ayudé. Nombre, yo hasta mañaneaba. Y le daba dos, tres azadonazos por un lado y por otro. Todavía chirisqueado le daba ya. Y me busqué más bien un lugar que tuviera más bien arregladito como si fueran aquellos surcos, si fuera ser de ahí, por un lado me iba y por otro lado me venía. Y como dijo un primo hermano de mi esposa, dice: “Pensábamos, yo y julano fuimos a trabajar con tu papá”. Y luego que ya me vine aquí a México, dice: “Me invitó tu papá a trabajar”, dice, “y a julano, pensábamos que le íbamos a dar una buena soga, que le íbamos a ensurcar, que lo íbamos a dejar atrás. Nombre, que la vamos sacando por tierra”, dice, “no lo pudimos dejar nunca atrás”, dice, “nomás nos descuidábamos y ya cuando acordábamos, ya iba dos o tres matillas adelante. Y sí, más bien él nos dio la soga. Durante medio día que nos dijo que le fuéramos a ayudar”, dice, “nunca anduvimos adelante”, dice, “como si nos la fuera a maliciar que ya, y nos lo echamos en medio, uno por cada lado, y ansina iba, un matilla o dos adelante”, dice, “nos descuidábamos y hasta cinco matillas adelante”. “Ándele muchachos, no crea que yo quiero dejarles atrás, no crea que es, no crean que yo trabajo recio, ahí voy a mi pasito”.
VD: Eso fue cuando le ayudaba a su suegro, antes de irse o, ¿ya que había regresado?
MG: Esos muchachos fue cuando yo ya me vine aquí a México, que le digo mi papá se quedó allá solito.
VD: O sea después de que usted se fue de mojado.
MG: Sí, sí ya me vine yo aquí a México y me casé, duré como cuatro o cinco años allá, yendo y viniendo a Estados Unidos y ya después el [19]57. Por cierto fue el año que no llovió casi nada en ninguna parte de la República Mexicana. Ese año estuvo muy estéril el agua, casi no llovió. Y en fin, y ese fue el primer año que yo fui a Estados Unidos.
VD: Contratado.
MG: Contratado. Pero, al fin y al cabo nosotros, yo y mi papá, sembramos el guamil que le digo que sembrábamos de a mano con el azadón. A nosotros se nos dio bastante maíz, frijol casi no, pero bastante maíz, hasta nos sobró maíz. Y yo me casé ese año. Fui al norte y me sobraron $7, $800 pesos, con eso me casé. Y ya le digo.
VD: De ahí se siguió yendo.
MG: De ahí me seguí yendo.
VD: Y luego de Arizona, señor Manuel, ese fue ahí cuando estuvo en la toronja y en el algodón y, ¿después de Arizona?
MG: Y la lechuga.
VD: La lechuga. ¿Tuvo otro contrato?
MG: Sí.
VD: ¿En dónde fue?
MG: En San José.
VD: Digo, sí, ¡ah!, sí es cierto. Me había dicho, allá en San José que estuvo en la fresa y, ¿después de la fresa?, ¿ese fue el último?
MG: Ese fue el último.
VD: Y usted estuvo allá, ¿hasta qué año fue, me dice?
MG: Hasta…
VD: ¿Cuál fue su último año?
MG: En el [19]64.
VD: El último año que hubo contrataciones.
MG: Sí, el último año que hubo contrataciones. Ya nomás, nomás se acabaron las contrataciones, se acabalaron las contrataciones, se acabaron y yo ya me vine, me vine aquí a México.
VD: ¿Ya no buscó para irse otra vez de mojado?, ¿ya no se quiso ir para allá otra vez?
MG: No, ya no.
VD: ¿Por qué ya no se animaba?
MG: Ya no me animé por la cierta razón que yo veía muy difícil la ida de aquí porque ya mi familia no se quiso regresar allá, a provincia. Y yo ya para conseguir para mis gastos y conseguir para el gasto de la casa, ya sentía yo que ya era un esfuerzo muy grande, por la sencilla razón que aquí ya ve, es día trabajado y día comido. Aquí es día trabajado, semana trabajada y semana comida. Con un solo día que pierda uno de laborar un día, es difícil emparejar un solo día de una semana que por ciertas razones no llegue uno a su trabajo, se la haga uno tarde o tenga uno, tenga uno malito, tengo uno una curación en su casa con un familiar, no va uno a trabajar y ya ese día no lo repone muy fácil. Ya siempre dice uno, el día que me faltó, ese día es el día que me falta el gasto para la otra semana. Y ya le digo, todos esos trabajos, yo anduve en la cebolla, anduve en la lechuga, anduve en el jitomate, en el chile.
VD: ¿Eso dónde fue, el chile?
MG: En la naranja. Aquí en San José.
VD: Ah, en San José, en el último contrato.
MG: En San José, anduve este, en la ciruela ahí en San José, ratos también, ratos en la… Cuando ya me dolían mucho mis reumas, teníamos las esperanza de que a ver si nos tocaba la manzana, renovar contrato en la manzana o en la pera. Porque ahí alrededor del campo había pura huerta de pera, pero eran unas perotas también grandotas. Ahí nomás alcanzamos a, y yo, yo nomás alcancé a comer de las que nos íbamos a robar, porque ahí era un campo de los que nos daban muy mala comida.
VD: En el último en San José.
MG: En el último, muy mala comida. Y ahí casi todo el tiempo nos quedábamos con hambre, ¿por qué? Porque no…
VD: No era suficiente.
MG: La comida nos costaba tirar la comida de adentro, de los tacos.
VD: Estaba mala.
MG: Porque sí. Si era guisado o nos daban de a dos guisados, un guisado siempre estaba malo. Si nos daban sopa siempre, estaba el guisado malo o estaba la sopa mala. Y de esos tacos, pues les sacábamos la comida y ya era, disminuir este...
VD: De lo que se comían, claro.
MG: De lo que nos comíamos, teníamos que quedarnos con hambre.
VD: Señor Manuel, permítame tantito para… Usted cuando estuvo allá, porque veo que casi todo el tiempo estuvo en California.
MG: Sí.
VD: La mayoría del tiempo. Y luego en Arizona.
MG: Sí, yo no estuve en ningún lado más.
VD: Cuando estuvo por allá, señor Manuel, ¿qué hacía en su tiempo libre?, que tenía sus días de descanso o el tiempo que tenía libre.
MG: No, pues nosotros jugábamos. Teníamos en el campo allá, de concentración de nosotros había siempre, todos los campos tenían un recreo, un patio con pasto para jugar ahí. Jugábamos voleibol, ahí jugábamos, hasta lagartijas hacíamos ahí.
VD: O sea que se pasaba casi, su tiempo libre lo pasaba ahí mismo en el campo.
MG: Sí.
VD: ¿No salía usted a las ciudades de por ahí?
MG: No, casi no. No, lo más que íbamos era nomás al cine y como le digo, nos echábamos una cerveza o dos, que en ese entonces sí me tomaba yo una cerveza o dos, cada en cuando. Y porque ya de que tengo aquí en México desde 1960 casi no, casi yo cerveza, no.
VD: Ya no.
MG: Ni cuba.
VD: Y entonces, si acaso se tomaba una cerveza y se iba al cine, ¿se acuerda de cómo era el trato que les daban a los braceros allá?, es decir, la gente de allá, los mismo norteamericanos, ¿cómo los recibían, cómo los trataban cuando usted llegaba a salir?
MG: Pos no, yo para mí no, no hubo más. El primer año, los únicos que nos, que nos carrereaban luego, era una colonia de negros que había en la pasada, en la pasada de nosotros al pueblo. Porque caminábamos, pos un tramito por ahí de un, pos era como de un kilómetro, tantito menos. Y en ese trayecto había casitas de colonia de negros y ahí era donde nos carrereaban luego.
VD: ¿Qué les hacían?
MG: Porque, pos se enojaban porque los veíamos. Ellos este, siempre pos como, como es otra familia, otra raza, cierto que yo no me acuerdo haberles faltado, que nos fuéramos reído o fuéramos dicho algo de ellos. Ellos nos decían en inglés y nosotros les decíamos en español y este, sí nos la mentábamos, sólo ellos sabían. Y yo en ese entonces no sabía y fue la primera vez. Solo esa vez que fue la, sólo en esa vez de ese año, fue el año que yo sentí que nos carrerearon tres o cuatro veces.
VD: Y, ¿qué les hacían, los molestaban nada más?
MG: Sí, nos…
VD: ¿De decirles cosas?
MG: Sí, nos…
VD: ¿O los trataban de agredir?
MG: Nos trataron de seguir y seguían…
VD: Y, ¿los querían golpear o sólo los molestaban?
MG: No, nos querían golpear de seguro, porque nos carrereaban. Al ver que iban tras de nosotros a la carrera, pos más corríamos nosotros. Sí, no, no nos dejábamos alcanzar, y hubo veces que algunos llegaban hasta al mero campo a querer buscar pleito ahí con la raza. Pero ya una vez estando en campo, pos ya salía la demás raza y ya, ya menos dejaban los camperos, ya no los dejaban. Ya en inglés les decían que se retrocedieran, que ahí no había, que si no entendían que le hablaban a la policía. Y ya era de que se regresaban ellos. Y tal vez algunos tenían la culpa y algunos la pagábamos por algunos, pero yo en especial nunca me quisieron agredir más veces.
VD: ¿Fue sólo esa única vez y no tuvo algún otro problema en algún otro de los lugares donde estuvo con la gente?
MG: No.
VD: ¿Ni que no los dejaran entrar a algún lugar, a algún restaurante?
MG: No, ni a ningún restaurante, ni una cantina, ninguna parte nos quisieron dejar, nos quisieron dejar afuera, o que no entráramos o alguna cosa. Nada más me acuerdo que la última vez en San José, una vez pos nos fuimos temprano y fue en un tiempo, como que hacía mucho calor, eh. Y dijimos: “Pos pa entrar al cine, pos es muy pronto todavía, vamos a comprar por ahí alguna nieve, no cerveza, pero una nieve sí nos la podemos comer en vía pública”. Y compramos la nieve y comenzamos a caminar dos o tres cuadras y vimos un árbol que tenía una sombra, ¡pero bonita!, en una calle que no había ni tráfico, que nos sentamos ahí en la orilla en la banqueta, en la guarnición. No, no tardaron ni diez minutos cuando ya teníamos la patrulla ahí enfrente de nosotros. “Oh”, dice, “circular”, dice, “muchachos no, no sentarse, no sentarse muchachos, circular, caminar”, dice, “no sentados”. Dijimos: “Ni modo”. Y luego luego nos, ¿cómo se llama?, nos platicaron, un vecino nos ha de haber echado la poli que estábamos ahí, que quién sabe qué quedríamos, que qué estaríamos tramando, queríamos robar algo. No, al poquito nos volvimos a sentar, caminamos otra cuadra o dos pa otro lado, nos volvimos a sentar, a poquito un, volvieron a llegar, nos volvieron a parar, ahora sí ya son dos veces y los mismos policías: “Ya son dos veces”, decía, “a la otra vez ya llevarlos. Ya subirlos a acompañarnos, eh”. Ahí decimos: “Ahora sí, vámonos al cine ya. Si salimos pronto nos vamos, eh”. Allá en el cine son, son corridas las películas, que a la hora que se quiere uno salir. Allá si le gusta a uno puede durar cuatro o cinco horas en el cine. Y ya, ya llegamos al cine y nos metimos, duramos como cerca de dos horas. Nos salimos y ya dijimos: “Nos vamos a llevar una cerveza para tomárnosla en el campo”. Ahí entramos a una marqueta y ya compramos nuestras dos, tres cervecitas cada quien. Nos fuimos en paz. Ya llegamos riéndonos, nomás nos volvemos a sentar otra vez y debíamos estar en la cárcel. Y ya nomás, no, pues sí, ya, ya le platicamos a otras personas que andan más edad. Y: “No, muchachos”, dice, “aquí no se vale sentarse en donde quiera”, dice, “aquí por eso hay campos de recreos que se puede uno ir a sentarse, a acostarse uno ahí en un arbolito, en el pastito, pero aquí en la calle, en el pueblo, a pleno pueblo no, no se vale. Lo mismo, que si ustedes rentan una casa fuera del campo y ustedes queren abrirle todo el volumen al radio, no se vale. Luego luego llega la policía también, que le baje al volumen o se lo llevan, ¿por qué? Porque aquella persona puede estar desvelada, puede trabajar de noche y es la que se está reportando, aquella persona que está enfrente de su casa, están ustedes enfrente de su casa. No puede estar pensando que qué pueden estar tramando ustedes, por eso no”. Dijimos: “Tanta vez que tengo yo viniendo aquí y nunca me había pasado”. “Pues nunca lo habías hecho”, dice, (risas) “de sentarte en una banqueta a pleno, a plena calle en la aquí, en los pueblos, o en la ciudad”. “No”, le digo, “yo voy a salir”, y le digo, “a salir a unas partes de recreo, ralitas las veces, mire. Tengo dos o tres veces que salgo”, le digo, “paso los días tranquilo y nos regresamos ya en la tarde, a gusto o aburridos como sea, pero regresa uno”. Y no, nunca fui a parar a la cárcel por alguna desobediencia o por algún pleito.
VD: No tuvo problemas de ese tipo.
MG: No tuve ningún problema allá cuando pasé yo, entré a la cárcel las veces que entré de mojado, cada vez que nos agarraba la Migra, los migrantes, nomás una pura vez no entré a la cárcel, esa vez sí. Por cierto, ese mismo, también con los polis que, ahí en San José, los que nos pararon las dos veces y éramos tres, tres compañeros esa vez. Y esa, a cada vez que, tres veces nos agarró el mismo migrante, a mí y a mi cuñado. Al decir tres veces, se me dirigió a mí, yo todavía estaba jovencito, de a tiro pollito. Yo todavía no tenía los quince años. Y dice: “Oye, oye chavito”, me dice así un jovencito, me dice, “¿dónde mero eres nacido?”. Le digo: “Yo soy, mi pueblo se llama Uriangato, Guanajuato”. “Ah, carajo”, dice. Y luego me, me dice: “Somos hasta paisanos”. “Sí”, dice, “yo soy de León, Guanajuato”, dice, “ahí fui nacido. Nomás que yo me vine para acá”, dice, “y aquí pude arreglar mis papeles y ahora soy policía, soy de Migración”, dice, “oye”, dice, “qué tanto es la necesidad”. Le digo: “Pues mientras, las necesidades que tengo, no nos dejas trabajar, ¿con qué nos regresamos? El pasaje hasta allá está lejos, está pesadito. Cuesta más de $200 pesos”, le digo, “el pasaje con todo y comida”. Dice: “Mira”, dice, “si te dejara trabajar por decirlo así, quince días, una quincena”, dice, “con quince días que trabajes, yo creo que sí, juntas más de $200 dólares”. “Oh, sí”, le digo, “pero, ya ahorita ya me vas a echar de vuelta, ya me vas a echar de vuelta”. Me dice: “Sí, sí nos ponemos de acuerdo y siguen trabajando aquí, tienen tres días trabajando ahora, de modo es que, mira, pa serte claro, a los quince días, a partir de hoy, a los quince días vengo por ustedes a ésta misma hora. ¿Qué les parece? Ahí le platicas a tu compañero, a él también lo dejo y a ti también, pa que no estés aparte de él”. “No”, le digo, “Pues yo no sé ni de dónde sea ni nada, somos compañeros, pero yo no sé ni de dónde sea ni nada”. Pero era mi cuñado. ¿Cómo le iba a decir que era mi cuñado? Porque no eran los apellidos iguales. Bueno, pues dice: “Si me cumples”, dice, “bueno pues, no vamos a echarnos una…. Y dejamos al cuñado y él siguió haciendo su, estábamos en esa hora haciendo la comida, ahí estaba, dándole al bolillo en una tabla así cuadradita. Yo haciéndole, tenía como unas seis, cinco o seis pastelitos, cajitas de masa de harina, en un platillo los tenía así. Y yo estaba volteando las tortillas. “Vente”, dice, “deja, deja aquí a tu compañero”. Y ya anduvimos como dos horas. Acabó de comer y ahí nos salieron los filipinos, estábamos con unos filipinos y ya vio que salieron y ya los siguió. Dice: “Y, ¿tu compañero?”. “Se lo llevó el inmigrante”. Dice: “Pensábamos que andaba, vente vamos a trabajar, si te dejan trabajar otras dos, tres horas”. “Pos qué bueno”, dice, “te las pagamos”. No, ya volvieron y ya a fines del día, del sol, ya el sol bajito. Y ya llegaron por el otro lado, ya me abrieron las portezuelas del Jeep, y ya bajé yo y me fui a donde andaba. Dice: “Y, ¿ahora por dónde llegaste?”. “Allá me dejaron los emigrantes y ya tengo, ya tengo permiso de que nos vamos a quedar quince días”. “Ah, carajo”. Decimos: “Pues ándale”. Y ya me decía él, uno de los filipinos, eran tres. Dice: “Pues vente”. Andábamos poniendo hilo para el frijol de guía. En una caja de cartón, las pelotas de hilo, porque teníamos un alambre, una estacada por cada surco. Como en cada cinco metros de una estaca a otra, una barreta y la dejábamos caer la barreta pesada y nomás le hacíamos así y otro poniendo la estaca. Me pisó con el pie alrededor y después sobre de ésa estaca otros atrás venían poniendo…
VD: El hilo.
MG: Poniendo un alambre abajo y otro arriba, y de ese alambre poníamos el hilo cruzadito, pa que guiara el frijol de guía, de vara. Y ya me tocó. Todavía trabajé otras dos horas, hasta que no salían, ora sí. “Mañana muy temprano”. “Sí, cuñado“. Puro cuñado tratan los filipinos. Y en la mañana: “Tú cuñado”, y, “échale ganas”. No, pues ya en ese entonces ya era bueno yo para eso, ya teníamos dos, tres veces trabajando con ellos ahí. Dos o tres días pero ya lo mismo. Y ya este, en esos días, no les dimos un buen avance a esos files de frijol que tenían y este, tenía una huerta de dátil, que yo dejaba el surco del hilo y le corría hasta, puño de dátiles.
VD: Dátiles.
MG: Ya nos echaba una bolsa de dátiles, taban redulces. Nomás, ya me decía: “Ahí está el agua, ahí está la anforita”, dice, “lávalos tantito porque te hace mal el polvo”. Y sí.
VD: Del insecticida que les ponían.
MG: Y sí les lavaba y ya hasta ellos se comían uno. Y les daba risa cuando yo les corría a cortar un puño, en el sombrero que llevaba, se llevaba un sombrero de palma, ahí me tráiba mis dátiles. Y ya después le pasaba un puñito al cuñado y otros dos o tres a cada uno de los filipinos. Me decían: “Lávalos”. “Oh”, dice, “mucho buenos”. Con razón, yo tenía la tentación que eran muy sabrosos y no, un día o dos creo sí le, sí anduvimos cortando el dátil. No, pues este, llenábamos, el primer día llenamos dos camionetas de cajas de dátiles, pura cajita ansinita. Y ellos tenían su camioneta y ellos mismos iban a entregarla a las marquetas.
VD: Y estos fueron en los días que le dejó el de Migración trabajar ahí.
MG: Sí, en ésos.
VD: Y, ¿después sí regresó por usted?
MG: Sí.
VD: Y ya lo pasó de otro lado.
MG: A los meros quince días y llegó a las, pasaban dos horas del plazo que habíamos
puesto y luego ya dije: “No, ya hasta se le olvidó”. Que lo vamos mirando llegar. Ese día ya le dijimos y ya ni salimos a comer. Y ya la poquita provisión que teníamos, la preparamos y ya los taquitos hechos para salir pa México en la noche. No, esa tarde comparte de muchos hasta las doce de la noche y no nos llevaron a la cárcel.
VD: Ya nada más los echaron.
MG: Y estaba, nos trajo ese migrante en su Jeep, todo el rato. Ya no anduvo buscando mucho, sí salíamos al pueblito, entrábamos y salíamos por una calle y entrábamos por otra, salíamos tramitos, pa los ranchitos, pa las huertas.
VD: Que estaba buscando otros mojados.
MG: Andaba buscando más ahí. No, no halló más, nomás éramos nosotros, pero ya tenía cuatro o cinco en su guardado que tenía ahí. Y a la meritas doce de la noche ya llegamos y ya nos sacó creo tres, ya nos subió al Jeep y nos llevó a la estación del tren y ahí en el tren nos subió.
VD: Y se regresaron.
MG: Pa Mexicali.
VD: Otra vez para acá.
MG: Sí.
VD: O sea, señor Manuel, entonces eso fue cuando usted tenía quince años, dice.
MG: Catorce años.
VD: O sea que desde bien chiquito se fue de las primeras veces de mojado.
MG: Todavía no cumplía los catorce años cuando me fui la primer vez de mojado.
VD: Y así se fue varias veces hasta que a los veintiuno, quedamos veintiuno, se contrató.
MG: Ya fui contratado.
VD: Y ya usted que se fue casado, señor Manuel, ¿usted le mandaba dinero a su esposa de allá?
MG: Sí, sí le mandaba su…
VD: ¿Cómo se lo mandaba?
MG: Pos por giro.
VD: ¿Por un giro postal?
MG: Sí.
VD: Iba cada que iba al, ¿dónde le ponía el giro?, ¿en el telégrafo?
MG: Nosotros le dábamos el dinero al campero. Hacíamos la carta y le dejábamos la cantidad de dinero que explicaba la carta sin cerrar, la carta se quedaba sin cerrar, se quedaba el sobre adentro, quedaba el papel de los cuantos renglones que poníamos adentro del papel y la dirección aquí, a fulano de tal. Y: “Por favor me la mandas a fulano de tal, la cantidad que está aquí. Adentro del sobre están los billetes”. Y se los contaba uno. “Aquí está. ¿Cuánto cuesta la certificada?”. “Pos que tantos dólares”. “Aquí están”. “Y, ¿cuánto va a ser por eso?”. “No”. Nunca me, nunca me cobraron a mí ni un favor de esos, nunca me decían: “No, pues la ida es tanto”. No, nomás la pura, lo puro que pagábamos nosotros era la certificada pero era la persona que iba a poner la cantidad que juntaba, juntaba uno lo que le sobra.
VD: Y, ¿usted mandaba cartas para acá además del dinero?, ¿se comunicaba?
MG: Sí.
VD: ¿Le ayudaban a escribirlas o usted mismo las escribía?
MG: No, me las hacía una persona.
VD: ¿Le pagaba o de amigos se las hacían?
MG: Mire, también, nunca me recibieron, me ha recibido ni una persona de las que me han hecho el favor de hacerme un favor así de unos renglones para darle a saber a mi familia.
VD: Y entonces le mandaba usted cartas a su esposa.
MG: Sí, con pocas palabras, pero le mandaba por ahí cada veinte días, cada mes una carta. Y sin que se dieran los cuarenta días, dos cartas.
VD: Y regresaba otra vez y la veía.
MG: Porque sí, llegando allá, llegando allá. “Ya estoy en tal parte, aquí está el domicilio con esta fecha. Estoy ya trabajando, acá ya estoy contratado”. No, es que ya les doy a saber que estoy sanito. Por cierto, en la vez que estuve yo en el limón oiga, este, me dolió una muela tanto que ya me echaba a revolcar, una muela me dolió tanto y ah, canija muela me dolió dos veces afiladita. Como a los dos, tres meses que llegué, me dolió la primera, como a los otros dos o tres meses me volvió a doler, pero a revolcarme yo. Me bajaba de la escalera. En la primer vez andaba en la naranja y tenía que usar una escalerota hasta de veinticinco pies, veinticinco escalones, cada escalón es un pie. Veinticinco escalones, estaba grandísima. Y las personas que no estamos impuestos a eso, por fuerte que sea uno, nomás no puede uno levantarla. Se revuelca uno pa levantarla y hay veces que no puede uno. Necesita personas que ya están entrenadas que le digan: “No, mira, ansina, así se hace para que no sufras, hazte tus fuerzas, aunque tengas fuerzas no, no la vas a hacer”. Y no fíjese, este, yo gracias a Dios, me tocó también un señor muy buena persona. Me ayudó tres, cuatro, cinco veces, cuando más, cinco veces un día y otro día como dos veces, y nomás. Ni más me volvió a ayudar nadie y aprendí fácil. Pero sí, como cinco veces el primer día me ayudó a levantar la escalera. (perro ladrando) Ay, ay, ay estate silencito. También se sorprende de ahí, de repente ladra, ¿verdad? (risas) Mire, ahí está cabeceando, ¿verdad?
VD: Ya, ¡eh!
MG: Y ya le digo.
VD: Que le dolió su muela.
MG: Sí, me dolió esa muela, pero feo, feo. Las dos veces me tocó ir al doctor.
VD: Y, ¿usted tenía que pagar el doctor, o ya se lo pagaban?
MG: No, taba incluido en el $1.75.
VD: Que pagaba de seguro.
MG: Que pagábamos seguro y comida, seguro y comida. Nomás que pagábamos poquito, pero también no iba a decir yo de ese retroactivo que quedaba, como un retroactivo de que nos estaban quitando un diez por ciento, también desde entonces sabía yo que eso le quitaban. Porque después que ya comenzamos a saber, yo fui todavía sin venir a La Ciudadela, una vez que jui yo allá a Moroleón le comuniqué a un tío, le dije: “Tío oiga, oiga, hay un ¿usted ha escuchado una versión que andan unos grupos?”, le digo, “por aquí en el estado de Guanajuato. Y allá mismo en la Ciudad de México, anda un grupo que anda removiendo lo que nos quitaron de seguro allá en el otro lado de, allá con los gabachos, allá en el gabacho”, le digo, “que nos quitaban todas las veces que íbamos, nos quitaban un diez por ciento”. Dice: “Sí”, dice, “pero fíjate que yo ya cobré”, dice, “¿te acuerdas cuando yo estuve yendo a México dos o tres veces”, dice, “me estuvieron pagando. No me dieron de a junto, por eso fui tres veces, de la primer vuelta que di yo el [19]42. Después volví una vez o dos veces y ya no. Como que no me conviene ya”, dice, “y sí, yo fui a cobrar hasta tres veces y a la mejor ya por esas tres veces que yo cobré, yo ya no puedo tener nada, no puedo tener derecho. Las demás veces que fui”, dice, “tú sabes que de acá está lejos ya para ir y ya está uno viejo”. Ese sí ya está viejito. Ya no sabe ni pa onde camina. Ya se sale a la casa y se pierde, ahí en el rancho. Y dice: “Por eso”, dice, “y eso le nombraban ahorros que dejábamos nosotros allá cuando fuimos. Por esa razón yo ya no, yo ya no inspiro a eso”, dice, “por ahí avísales a otros que tenga”. Pero le digo: “Los demás”, le digo, “la mayoría, pues ya han muerto y los que no han muerto”, le digo, “ya son pensionados hasta de allá mismo de Estados Unidos”. Porque la mayoría ahí de mi rancho, la mayoría arreglaron sus papeles últimamente ahora que en éstos años pasados hace unos diez, doce años que arreglaron.
VD: En el [19]86 yo creo, la amnistía.
MG: La amnistía, nomás que pos principalmente a mi hijo el mayor le salió su arreglo temporal. Y ya tiene, ya va para cuatro años de mojado. Ya, ya después no le…
VD: No se le arregló.
MG: No le renovaron, no se la renovaron. Y ya él, ya existía de mojado, pero él allá está, él allá está.
VD: ¿Un solo hijo tiene allá?
MG: Sí, otros dos no, no han ido nunca.
VD: Sólo uno se fue.
MG: Sólo uno sí, sí fue. Y la primer ida le costó su matrimonio, está separado de su esposa. Con ese es, la primer nieta que tengo que le digo que tiene, ya tiene completando diecisiete años ya, porque vino a hacerle sus quince años el 2000. A salidas del 2000, vino a hacerle sus quince años, el cumpleaños de ella, el veintitantos de noviembre. De noviembre al 2001 son dieciséis y del 2001 a este noviembre cumple diecisiete ya.
VD: Diecisiete.
MG: Ya ahí y nomás lo único que tengo yo de resentimiento es que no, no le echó ganas a la escuela. Ha sido en vano su esfuerzo, que ha hecho el hijo en mandarle escuela, a eso sí se ha comprometido a ayudarla, a vestirla y a costearle toda la escuela desde secundaria para acá. Porque la primaria como que no quería que le ayudara la esposa, en la secundaria sí ya pidió ayuda. Pero en la primaria como que le parecía mal que le ofreciera uno ayudarle, o que le llevara uno algunos centavos. En la secundaria sí ya tuvo que hacer el esfuerzo en pedir ayuda y ahora de este año ya reprobó en el CONALEP (Colegio Nacional de Educación Profesional Técnica), ya reprobó todo el semestre. Y casi ya lo sacaba, reprobó todo, todo, seis materias.
VD: Ah, qué caray.
MG: Ya le entregaron hasta sus papeles. Se los entregaron desde, en principios de febrero.
VD: No, qué caray, pues qué triste.
MG: Y estaba saliendo cara, estaba saliendo cara. Estábamos pagando ya $700 pesos, pagamos el primer semestre $700 pesos. Y ahora iba a subir creo a $800 ó $900 pesos. Pero ya, ya no, ya hasta le había dicho yo al hijo, le había hablado cuando era del papeleo. Le digo: “Mira, también estoy viendo que ya lo que se le da para sus gastos de ella, se come un dulce, un refresco, se toma un refresco”, le digo, “ya no, ya $10 pesos no es nada”, le digo. Le dije yo: “Quiero ver si le aumentas cuando menos a $15 pesos”, le digo “y no es dinero todavía, todavía no es un gasto diario para sus gastos, debiendo ser cuando menos arriba de veinte”, le digo, “pero siquiera $15 pesos, ahí tú si te condueles. Ahí te pones, tú pones cuánto y cuánto le voy a dar, seguir dando”. Pero resulta que da el bajón.
VD: Mire, y ya no fue, no aprovechó.
MG: Ya no, no, ya no fue, ya después que le dijeron que tenía la oportunidad de volverse a inscribir hasta septiembre. Pero le digo, ahora en estos días pasados habló y dijo, le digo: “¿Qué has pensado sobre de lo de tu muchacha?”. Me dice: “Pues estoy entre, como si fuera de este, la mano, estoy entre que sí, como que no”, dice, “porque está fallando mucho”. Le digo: “Pues simplemente en la escuela secundaria”, le digo, “yo mi mayor trabajo que no me han dado, que no me la despidieran de la secundaria, ¿por qué? Porque tenemos problemas”. Tenía muchas faltas por una o por otra cosa. Una que era muy peleonera, otra que sonsacaba a las compañeras y compañeros. Había días que sonsacaba hasta siete, ocho.
VD: Para irse.
MG: Para irse de pinta, de su mismo grupo. Y a mí me, me hablaba por teléfono, si no el secretario, el mero jefe, el director y ya me, yo le supliqué mucho. Le digo: “Miren, yo les voy a agradecer toda mi vida que no me la despidieran, porque si me la despiden, ¿a dónde me la van a mandar?”, le digo, “ya estamos terminando el primer año, y ya va a entrar al segundo”. Y ya no, se quedaban fijando, mirándose uno al otro. Y ya salió el primer año y como a los dos meses de… Yo estaba echando las vueltas, cada quince días, cada quince días, a, pues a ver las conductas y le pregunté. Dice: “Usted no vaya a dejar de venir, para que tenga más temor su nieta”. Y como quiera que va saliendo segundo año y que ya tiene nomás dos pleitos, todavía se aventó dos pleitos buenotes, eh. Y ya les volví a suplicar y ya como quiera me volvieron a aguantar y este, pero sí decían: “Nomás usted tiene la facultad”. Porque ya a segundo año, de medio año en adelante se salió la mamá de trabajar y ya estuvo ella como la tutora. Que ella sí, ya tenía que ver por su hija. Pero, a las primeras de cambio chocaron, chocaron con los jefes ahí de la escuela y que la van mandando por un tubo, porque ella quería gritar como en su casa. Y dice, pues le van diciendo: “Pues, ¿sabe qué, señora? De aquí en adelante nada más el abuelo va a poder venir a saber lo que haiga que saber de su hija. Pero usted ya nomás se va a poder parar, o quiere de una vez se la echemos pa fuera, ahorita menos. La mandamos llamar y ahorita mismo se la lleva, pero aquí ya no hay campo para su hija”. No, pues tuvo que sobajarse ahí a que nomás yo quedara. Dice: “Tenemos su nombre, tenemos su teléfono, de su abuelo y sólo él va a poner venir”.
VD: Y usted así fue que se encargó de verla.
MG: Y por mí no. Por mí salió que bien que mal, mal o bien de su secundaria. Pero ora yo ya ni fui. Yo ya ahora en esta escuela yo ya no intervine, ya ella, ya entre mamá e hija tuvieron que hacer sus arreglos.
VD: Ellas se arreglan. Y usted es el que mantiene comunicación con su hijo.
MG: Sí.
VD: Usted le dice a él. Y, ¿él ha estado allá desde hace mucho, ya tiene mucho por allá?
MG: Sí, pues allá ya, ya él va para, pues desde antes, desde los días que comenzaron a arreglar las amnistías, desde esos años se fue.
VD: Él estuvo por allá desde el [19]86 entonces, o antes.
MG: Sí, jue, no, como el [19]87, como el [19]87 se jue él de mojado, se jue de mojado.
VD: Y allá arregló temporalmente.
MG: Sí, pero se jue con unos compañeros que ellos tenía familiar allá, tenían hermanos. Esas personas cayeron parados.
VD: Ya tenían dónde.
MG: Sí, ya eran los mismos hermanos, les consiguieron el trabajo y les…
VD: Tenían casas.
MG: Y les prestaban dinero para que giraran luego luego a sus familias. Y él tenía que ganar para comer, para pagar la renta…
VD: Sí, es más difícil.
MG: Y lo único que hizo, uno o dos de los conocidos que tenían, los compañeros que se los llevaron, le consiguieron trabajo para que les ayudara a pagar la renta. Pero en vez de conseguirle trabajo de planta, nomás le conseguían trabajo dos días por semana, nomás pa que…
VD: Para que pagara.
MG: Nomás para que pagara su comida y su renta. Que, que nos pusiéramos de acuerdo yo con los otros hijos y que le estuviéramos pasando una manutención aunque fuera pequeña para su familia. Al darle a su hija, le dábamos a la esposa también. Los hijos aportaban en ese tiempo, lo mínimo eran $20 pesos cada ocho días cada uno, y yo $20 pesos, nomás que yo le llevaba $60 pesos cada ocho días, cada ocho días. Y yo ya ese trabajo que tenía, era hacerle comida a un tío que también él, ese señor, lo pagaba a su esposa de mi hijo un promedio de $50, $60 pesos cada ocho días también.
VD: Y con eso.
MG: Y con eso sobrevivió un tiempo.
VD: Hasta que su hijo le pudo empezar a mandar.
MG: Sí, pero ya en lo que le empezó a mandar, como que no le gustó. Y ya a mí también ya me, ya me dijo: “Ya usted ya no me traiga dinero, porque ya no se lo voy a recibir, ya su hijo ahora sí ya me comenzó a mandar”. Pero a buenas horas ya, ya no me recibió a mí el dinero, pero a la próxima vez de que vino el hijo, trajo sus aparatitos de su televisión, grabadora, como tres cosas, como tres o cuatro cosas le trajo. “Por esa razón es que yo no he estado así y ahora entré sí, yo a la casa”.
VD: Y usted, señor Manuel, que anduvo por allá, que anduvo primero de mojado y que después anduvo de bracero, ¿se le parecía a usted que con el contrato era mejor?, o, ¿cree usted que era lo mismo haber estado allá de mojado que haberse ido contratado?
MG: No, pues este…
VD: ¿Qué ventajas tenía de la…
MG: La ventaja es que siquiera no se andaba, no se andaba uno escondiendo. Tenía uno la libertad de andar uno libre como… No libre libre, porque pos allá no es igual, no es feliz, no son las, la vida igual que aquí, porque aquí puede uno salir y pa todos lados y allá no. No es lo mismo allá. Pos allá la gente vaga no, o que sea faltista en el trabajo no es bueno. Y eso es lo que se necesita allá, se da, como también aquí se puede ser. También aquí puede ser, en una gente trabajadora, honrada, donde quiera, donde quiera cabe.
VD: Claro.
MG: Donde quiera cabe. Y luego yo decía, si yo fuera, yo falta que, me habían de dejar hasta pasar, nomás que pues no puede uno.
VD: Ya es más difícil.
MG: Ya es más difícil.
VD: Y, señor Manuel, para terminar nada más le quiero preguntar, del tiempo que usted estuvo por allá como bracero, los recuerdos que le quedan, es decir, ¿cómo recuerda usted esa época? Cuando se acuerda de esos años, ¿qué recuerdos le vienen?, ¿cómo se siente?
MG: Pues yo mis recuerdos son tranquilos. Que con el mismo amor y el mismo gusto que anduve allá lo recuerdo. ¿Por qué? Porque yo no, pues no pasé mala vida. ¿Por qué? Porque anduve tranquilo, a gusto. Son recuerdos que sí, de otra cosa que fuera dicho, hice dinero, pa sobrevivir un tiempo, ¿no? Pero pues sí, no me quedó ni qué preguntar. Que es más, que es más duro ahorrar unos centavos que ganarlos, aquí y onde quiera. ¿Por qué? Porque allá es, sí ganaba unos centavos pero, mire yo, todas las veces casi pagué para poderme ir.
VD: Para poder engancharse allá.
MG: Para poderme remendar para allá necesitaba pagar. Lo mínimo que pagué fueron $350 pesos.
VD: Y aún así le salía.
MG: Era, era buen dinero ya.
VD: ¿Sí?
MG: Sí y para no ser de uno, tenías que pagar réditos.
VD: ¿Usted pedía prestado allá en su pueblo y luego pagaba?
MG: Y luego pagaba.
VD: Y aún así con esa deuda que tenía, ¿sí valía la pena hacer el viaje?
MG: Sí, sí valía porque uno dejaba, tenía uno que conseguir pa la mordida, para pagar el coyote. Tenía uno que conseguir para irse.
VD: El transporte.
MG: Y tenía uno que dejar unos centavitos a la familia, que no, no era muchote, pero sí. Porque allá las esposas tenían pues, no le digo que mucho, ocho, diez, doce, quince gallinitas y ya esas son muy serviciales allá en el rancho. Tenían su costal de frijol, su apilito de maíz, o sus dos, tres costales de maíz y por eso no se apuraban. Nomás pa lo más necesario, unos centavos y no sé, no sé verán de que tienen que estar al pendiente de que unos centavos no falten, porque pues no salen tortillas y por eso no comer.
VD: Claro.
MG: Se necesitan pa otras cosas. Pero sí, en aquellos años, pues era otra la vida, era otra la vida y ahorita no. En esos años era cuando, en esos años apenas comenzaba a entrar camiones ahí a mi tierra, que cuando estaba pequeño decían: “Nombre, si ustedes llegan con una persona como las, como estamos nosotros”, me decía a mi abuelo y dos amigos que iban ahí a platicar con él, decían, “cuando ustedes sean grandes como nosotros”, me decían a mí y a otro muchacho, “toda la gente va a tener sus carros”. Y yo me reía. Decía: “¿Con qué los compran, con qué los compran?, ¿por dónde van a llegar?”, decía, “ya, como a unos, siete, ocho kilómetros, que a diez no llega, pasa la carretera, del estado de costa abajo, pasa una carretera, es pura terracería, con trabajos pasan un carrito, un carrito cada en cuando. Y son pueblos a donde van, aquí a los ranchos, ¿a qué canijos vienen?, o, ¿con qué los compran?”. Y yo es lo que me ponía a pensar, pos don julano y julano y mengano, sí pueden comprar porque ellos tienen, tienen treinta, cuarenta reses. Tienen cuatro o cinco labores de yunta, o hasta ocho, diez labores. Tienen pasteaderos, donde pastear sus yuntas de bueyes, sus vacas, sus becerros, sus becerritos, que van, tienen hasta treinta, cuarenta, cincuenta reses. Ellos sí pueden comprar sus carritos, decía yo. Pero fulano y fulano, ¿cómo?, y, ¿yo con qué? ¿Nosotros con qué los vamos a comprar? Y ahí decía yo: “Si me estiro, salen los pies pa fuera”. (risas) Porque sólo estaban los agujeros, piedras así como estaban, pero sencillas. Una piedra sobre de otra, quedaba agujeros que andaba uno haciendo, amasando, hasta cenizas.
VD: Para rellenarlos.
MG: Para rellenarlos con pedacitos de piedra así china.
VD: Así eran las casitas.
MG: Íbamos a una tierra que era más pegajosa. Íbamos en un burrito como a dos kilómetros a traer costalitos, así uno por cada lado o nomás uno, como uno, el que iba solito, no podía cargar de a dos costales. ¿Por qué? Porque el canijo burro al tiempo que se ponía uno, a medio espinazo en un costal, al tiempo de echarle el otro, nomás le hacía ansina y va pal otro lado del costal y ya se quedó uno. Y decía yo: “Uh, mejor nomás con uno pa no navegar”. Nomás que me daba trabajo echarle otro tantito más tierra, pero sí. Nomás un costal la trabas así y ya se lo amarraba y cargaba dos burritos, pues eran dos costales y si cargaba nomás un burrito, nomás uno, nomás.
VD: Con eso.
MG: Nomás con eso sí. ¿Esta es la bocina?
VD: El micrófono. Ah, qué caray, pues sí. Entonces, señor Manuel, a usted en general le quedan esos recuerdos buenos.
MG: Pero sí, sí, tranquilos ahí.
VD: De su tiempo que estuvo allá.
MG: Que no, no me adolece ver pasar, porque pues ya de antemano, como le vuelvo a repetir, yo dependí de familia pobre, muy pobre. Pero de espíritu, de espíritu hemos sido ricos, porque gracias a Dios, de mi familia naiden está en la cárcel y naiden, esperemos en Dios, que así siga. Y naiden ha matado, de lo que yo, de lo que yo tengo sabido, naiden ha estado en la cárcel, naiden ha matado, naiden ha asesinado a otra persona. Que sí, pleitos como en todas familias.
VD: Claro eso no falta.
MG: Pleitecitos pero pasajeros.
VD: Claro.
MG: Que hubo enfermedades, como ya habíamos dicho, ningún hogar estamos en sana paz, unos de uno y otros de otro y otros de otro.
VD: Así es.
MG: Por eso le digo que de todo, yo todo por todo, yo le pido a Dios, por mí y por todo el mundo en general. Por todo el mundo en general, aunque seamos uno, un universo muy grande. Que hay mucha, mucha gente y es lo que, lo que nos atrae muchas guerras. Yo cada vez que me acuerdo tanto, tanta vida que, que muere injustamente, me da mucha tristeza, muchas ganas de llorar.
VD: Pues esperemos que estas cosas algún día, algún día.
MG: Pues mire, es como ya habíamos dicho, de todo, por todo no, no va a ser fácil. Como de la delincuencia que hay aquí. Nomás en la Ciudad de México, no es fácil que se controle.
VD: Yo le quiero agradecer, señor Manuel, muchas gracias por su tiempo y por sus recuerdos que me compartió y le agradezco muchísimo y pues ahora le invito a que comamos, para que reponga las energías.
MG: Mire, yo de comida, este…
Fin de la entrevista.
Fecha de la entrevista: 17 de abril de 2002
Nombre del entrevistador: Violeta Domínguez
El día de hoy es 17 de abril del año 2002, estamos aquí para hacer una entrevista con el señor Manuel Guzmán Núñez.
VD: Señor Manuel, ¿qué edad tiene usted ahorita?
MG: Ando completando sesenta y seis años, tengo sesenta y cinco cumplidos.
VD: Sesenta y cinco.
MG: Porque todavía me faltan días para cumplir los sesenta y seis.
VD: ¿A qué se dedica usted ahorita?
MG: ¿Ahorita?
VD: Ahorita ya sí, ya recordé.
MG: No, pues ahorita ya este…
VD: Está pensionado.
MG: Soy pensionado. Ahorita ya me dedico a este, a los quehaceres domésticos porque yo este, no es vergüenza decirlo. Yo hago el quehacer desde tender cama, limpiar una mesa, trapear un piso, al pasito, pero lo hago.
VD: Ándele. Cuando usted se contrató como bracero, que fue en el año de 1957, como me decía, ¿a qué se dedicaba, señor Manuel?
MG: Este, a hacer una labor campesina, era campesino, en el campo.
VD: ¿Allá en Guanajuato?
MG: Sí, en Guanajuato.
VD: ¿Tenía usted tierras?
MG: No.
VD: O, ¿las trabajaba?
MG: No, yo era este, rentábamos las tierras en donde talachábamos con puro azadón, con puro azadón. Porque yo este, me quedaba mejor sembrar guamil que agarrar una yunta a compromiso. Porque sembrando con yunta sí abarcaba más, podía uno juntar más, más alimento, más maíz, más frijol. Sembrar desde garbanzo, trigo, pero todo el año tenía que estar constante y sembrando, bueno, el guamil, no, nomás.
VD: ¿Guamil?
MG: El guamil era sembrar de a mano con azadón. Con azadón, este laborábamos con azadonzote así, mire, con un cabo, le nombrábamos así, boleadito. Estaba uno agachado, se volteaba uno y este, cuando nos cansábamos, pues había veces que no lo cargábamos para la casa y en tiempo de aguas este, nomás lo aventábamos entre, pos entre el zacate, ahí lo hallábamos otro día en la mañana. Y en tiempo que no había zacate donde se tapara el azadón, o el chondo del agua, así andábamos tapándolo con piedritas, o con zacatito, con cosas así. Pero, poco trabajo, poco ganaba uno, y ya le digo, yo teníamos responsabilidad con la yunta. Y todos los quehaceres yo, y yo sé trabajar con tronco y a caballos, con yunta de bueyes, pero yo trabajaba de pion. Les echaba la mano por allá a algunas personas, principalmente con mi señor suegro, fue con el que más trabajé yo. Y después, la recompensa fue que le robé la hija. (risas)
VD: Y, ¿estaba usted soltero todavía?
MG: Sí, todavía estaba soltero.
VD: Pero ya trabajaba en las tierras del que iba a ser su suegro.
MG: Sí, ya. Y ya le digo este, yo cuando me casé y así seguí y había, hubo en dos años que yo me, por andar echando vueltas pa Estados Unidos, pues no, no hacía ninguna labor, ni una siembra. Se llegaba el tiempo de que había cosecha, cuando llegaba yo, fíjese, ya mi señor suegro me tenía mi gasto de maíz y frijol en mi casa. Mandaba al único cuñado que tenía, su único hijo. “Llévamele estas cargas de maíz a tu hermana”. Se las llevaba a ella. Me las llevaba a mí, ¿por qué? Porque yo, mire, yo siempre, cuando yo estaba en casa, si un día yo no tenía trabajo propio y sabía que ellos andaban trabajando, yo iba, les ayudaba dos, tres días, una o dos semanas, afiladitas. ¿Yo para qué voy a ser este, embustero también? Nunca les llegué a trabajar gratis. Todo el tiempo mi señor suegro me mandaba o me andaba dando mi sueldo. “No, no si yo no fui por, porque me pagara, yo fui porque lo necesitaban, yo no tengo, no tengo trabajo y con gusto voy a echarles una mano”. Y no, decía: “No creas que te tamos pagando, el trabajo, en cambio el favor vale más que el dinero, lo que tú nos ayudaste a laborar. Vale más que el dinero, esta es una recompensa y no será el sueldo que te debemos de pagar, pero aquí tienes este dinero”. Y yo todo el tiempo le decía a mi compañera: “Tu papá me dio este dinero, por las veces que fui a ayudarle”. Y yo hasta le decía: “Pues no, pues de nada sirve irle a ayudar, me paga”. No, pero como le digo, él me decía las dos cosas, dice: “Mira”, dice, “el dinero no me iba a hacer el trabajo que tú me fuistes a hacer, y quién más que tú, sin invitarte vas y eso es de que te estoy agradeciendo más”, decía, “esté yo o no esté, tú comienzas a trabajar, si yo no estoy o está mi hijo, o no está mijo, tú llegas, subes esta yunta y a trabajar, a echar vueltas, ¿quién otro lo hiciera?”, dice, “mi hijo o yo”, dice, “en la mañana nos fuimos, aparejamos nuestro burrito, echamos los saperos(??), este, los arados, y los pone al pie de trabajo”. Ya le digo.
VD: Y, ¿eso lo hacía, señor Manuel, desde antes de irse de bracero?, ¿lo hacía desde soltero, les ayudaba desde soltero?
MG: Desde antes, fíjese, desde antes. Como si fuera así de familia, desde antes, fíjese. Y ya lo cree, si por eso le digo. Y luego en la recompensa fue que lo hice suegro. Y yo hasta ahorita, pues todavía lo estimo como antes, aunque ya tiene muchos años que murió y a mí me quisieron como a un hijo y yo los quise como unos padres.
VD: Señor Manuel, entonces usted trabajaba la tierra antes de contratarse y, ¿cómo fue usted que se enteró de que se estaban yendo?
MG: Pues ya ve esa comunión pos se hacía por medio de la gente, que unos íbamos y otros veníamos en ese entonces ya era un tráfico que… Yo me acuerdo cuando nos fuimos la primer vez y luego fue pagando, fue pagando un dinero por alistarnos y nos mandaran al centro de reconcentración en Empalme, Sonora. Yo me fijaba que llegábamos por decirlo así, mil personas en el día y en la noche. Otro día amanecía el campo llenecito, se contrataban ahí, este, tres, cuatro mil, cinco mil personas. Y otro día amanecía, haga de cuenta el campo llenito. Y todos los días en la noche nos embarcábamos, un tren llenecito a Mexicali, a pasar por Caléxico. A pasarnos de allá pal otro lado y allá en El Centro, California, ahí era donde nos hacían los exámenes. Y ahí nos repartían, unos pa un lado y otros pa otro, según. Unos al jitomate, otros al cortito que dicen, al azadón, otros a la naranja, otros al limón, la cebolla, había muchos trabajos. Puro campo, porque yo me, yo los años que fui, yo nunca oí que me fuera. Dice un compañero: “A mí me tocó a una fábrica”, no.
VD: Al campo nada más.
MG: Todo el tiempo era puro campo… Bueno, pues ese año en el [19]57 pues yo me tocó al limón, en uno al jitomate, me tocó el jitomate, a Condesa, en Joaquín.
VD: En California.
MG: En Stockton, California.
VD: En Stockton.
MG: Ese allá, me tocó un pueblito que se llama Tracy. Estaba cerquitas el pueblito del campo que nos tocó. Era un campo de puros Filipinos. Llegamos, llegamos al jitomate luego luego. Y ya cuando ya nos bajamos del camión, luego luego nos formamos. “Muchachos, quiero puro jitomate, esta clase”. Así unos jitomatotes que apenas los abarcaba uno con la mano. De cierta clase, puro verde, decía: “Es que éste es para marqueta”. Y ya comenzó y pasó una vez y se viene con otra vez, y ya me dice a mí: “Oye joven”, me dice así, “oye joven”, dice, “¿tú has cortado alguna vez jitomate verde?”. “Sí”. Y ya me dice: “Hazte para acá. Espérame, voy a buscar a otro, otros dos para que me ayuden”. Y ya seleccionó otros dos compañeros y ya nos puso, y ya nos dice: “Miren muchachos, ustedes me van a ayudar. Todo el jitomate que esté manchado de rojo, no va en la caja, no va en la caja”, dice, “tiene que estar bien verde y tiene que ser de este tamaño”. Bien y nos puso de ahí, de sus ayudantes y no habíamos piscado ni uno, ni habíamos comenzado a piscar ni un jitomate. Y yo, pos de andar cortando ratos nomás, aquí en México ahí por la sierra de Nayarit.
VD: ¿Había estado piscando allá jitomate?
MG: Jitomate.
VD: ¿Antes de irse?
MG: Sí, pero esa cantidad de grande, no. Puro jitomate de ese mero macizo, pero jitomate más o menos pequeño, como manzana, bien duro, del que se da en la sierra de Nayarit. Ese jitomate sí es muy macizo, y allá no, allá se descompone rerápido, ¿por qué? Porque ese tiene más química. Tuvo más química desde un principio de que lo elaboran y llueve y muy pronto se mancha, y ese otro no, ese jitomate, en esa sierra casi no. Aunque sea pequeño, aunque sea grande no se mancha fácil, si se mancha que llueva muncho, mucho, pero allá no es igual. Bueno, pues allá anduvimos dos semanas esa ocasión ayudándole al dicho.
VD: Usted estaba supervisando a los otros, entonces, usted no estaba piscando propiamente.
MG: No, no, estaba seleccionando, seleccionándole su trabajo. Todo jitomate y todo estaba allá medio jostito de rojo. Ese se lo poníamos en el filito de la caja, se los poníamos y iban pasando. Y yo decía allá, pero yo decía pues ni modo, pues me pusieron, a la hora del lonche, nuestro lonche aparte, no en compañía de los otros. Como, lonches aparte como ellos, como los mayordomos que, que ponían allá. Y así nos estuvimos la primer quincena, ya la segunda quincena entramos a cortar el jitomate maduro e igual, igual.
VD: De supervisor otra vez.
MG: De supervisor otra vez. Y de los tres que nos escogió para que le ayudáramos, nada más sacó a uno y nos dejó a dos para ayudarle a él. Dice: “Es que otro muchacho”, dice, “dice que él, él puede ganar más piscando que ayudándome y le voy a dar chance”. Como diciendo, a ver si es cierto, ¿verdad? “A ver si es cierto y si no, pues ya él, pues ya corre de su cuenta, porque allá va a trabajar más, va a trabajar más”, dice, “porque para hacer más centavos, ganar más cheque, necesita trabajar duro”. Y como le digo, allá íbamos a trabajar duro. Porque allá no, si tocaba el desahije, o en el azadoncito, un pequeñito, cabito, casi se engrapaba uno hasta acá, hasta acá, hasta acá se a…
VD: Se doblaba completamente.
MG: Se doblaba uno. Sí, digo yo acá, como el azadón que usaba yo aquí, aquí así.
VD: O sea, era un azadón más grande.
MG: Un cabo más grandote, de ochenta centímetros.
VD: Y allá era un pequeñito.
MG: El de allá no, allá.
VD: Nada más la hoja del azadoncito.
MG: Allá sobraban treinta centímetros del azadón.
VD: Del azadón, completamente agachado.
MG: Ah sí, y ansina pasamos toda la temporada.
VD: Usted fue supervisor toda esa primera temporada del jitomate.
MG: Toda esa. Y después ya habíamos quedado, ya nos había tocado el sorteo para quedarnos más tiempo, pero…
VD: O sea que lo hacían por sorteo los siguientes contratos.
MG: También, también nos sortearon, está bien, según, según la inteligencia de cada persona, según vieran cómo se trataba uno, porque como una persona que no, que fuera pos problemático. Hasta eso no hubo problemáticos en ningún lado ese.
VD: Lo aceptan, claro.
MG: Lo aceptan bien. Bueno, yo esta vez ya le digo, ya habíamos quedado y en ese campo habíamos quedado creo ochenta, dos cuadrillas, dos cuadrillas de cuarenta. Pero como en ese año, entrando el [19]58 iba a hacer cambio de Gobierno aquí. Y nomás creo duramos después del contrato de cuarenta y cinco días, nomás completamos veinte días más.
VD: Y, ¿se regresaron?
MG: Y nos avisaron: “Señores, hay problema porque ustedes tienen que cruzar la frontera porque tienen que ir a votar por su nuevo Gobierno, va a haber votaciones, hay exigencia que tenemos que echarlos todos fuera”. Y ya nos fuimos tres, cuatro días, ya nos avisaron: “Último día que trabajan, mañana ya se van pa México”.
VD: Y los regresaron.
MG: Y nos regresaron.
VD: ¿Hasta dónde los regresaron?
MG: Nos regresaban hasta Mexicali.
VD: En Mexicali ahí los dejaron.
MG: Ahí nos recibían y ahí nos entregaban.
VD: Ahí, ¿ya no les pagaban el pasaje más al sur?
MG: No, ya no.
VD: Y señor Manuel, yo me regreso un poquito nada más para preguntarle de cuando, de su primer contrato, este que terminó. Cuando usted supo que estaban, porque me imagino que usted se enteró porque veía a la misma gente de ahí que se iba de braceros.
MG: Iban, venían.
VD: Y a usted, ¿qué fue lo que le animó a irse para allá?
MG: No, pues lo que, como toda persona nos sucede que busca uno, pues ganar unos centavos para seguir sobreviviendo. Que eso era por la razón, sencilla razón que yo fui la primer vez y ya cuando vine, como al mes y medio me robé a la novia pa casarme, con los centavitos que me quedaron esa vez. Y me casé yo, con mis centavitos que me quedaron esa vez de esos dos meses.
VD: Del primer contrato que estuvo ahí.
MG: De esos dos meses y días que duré yo allá.
VD: Entonces, ¿usted pensaba y realmente así sucedió, que allá iba a ganar más de lo que estaba ganando como campesino?
MG: Sí.
VD: Y sí juntó un dinero.
MG: Y sí junté unos centavos, no, que no digamos miles de pesos pero pos sí unos $7, $800 pesos los tuve en mi mano, de junto, de junto, esos me sobraron, porque a $1,000 pesos no llegó los que nos sobraron. Porque yo ya le digo, pagué, pagué mi mordidón, la mordida para que me alistara el coyote este, creo de $300, $350 pesos.
VD: O sea, ¿usted pagó esa mordida? A ver, platíqueme nomás, antes de pasar al segundo contrato, la primerita vez que se contrató, de ahí de Guanajuato, ¿a dónde tuvo que ir para firmar sus papeles y para hacer todo eso?
MG: No, así de ahí me mandaron, no, me mandó el coyote a esa remesa que apuntó en esos días, dice: “Ustedes preséntense pa tal día en Empalme, Sonora, ahí les van a ir a gritar, ahí les van a nombrar y ahí se van”.
VD: O sea que usted conoció al coyote en, ahí en Guanajuato y ahí le pagó.
MG: Ahí le pagué y me mandó.
VD: Los mandó a Empalme.
MG: Me mandó a Empalme.
VD: A Empalme usted se tuvo que ir por su cuenta y usted tuvo que pagar su pasaje.
MG: De ahí de Empalme, ya una vez que me nombraron, ya ahí este, de ahí ya nos levantaba el tren.
VD: O sea que…
MG: No pagábamos ya.
VD: A partir de Empalme.
MG: Ya no pagábamos, no pagábamos ni transporte ni alimentos.
VD: Ellos se los daban, la compañía.
MG: Ellos nos los daba.
VD: Y ahí recuerda usted cuando llegó a Empalme, ¿cómo era el centro de contratación?, ¿cómo era el lugar?
MG: Pues sí, el lugar era un campo cuadrado, como ver gracia, como el Zócalo.
VD: Era una explanada así muy grande.
MG: Una explanada con sombras, ahí como a cada diez metros una sombra, cada diez metros una sombra de palma. Eran sombras de palma porque para aguantar la calor ahí con el tipo de calor, cuando se venía el agua pos como quiera, pero en las calores sí estaba duro. Y ahí no había dónde sentarse, no, eso sí, no. Pero dónde sombrear, casi a rayos del sol sí, sí había, y ya le digo, ahí cabían alrededor de unos quince, veinte mil personas, en ese campo. A un lado este, ahí, estaba todo bardeado con alambre. Las escuadras que había a los dos lados de ese lado, estaban resguardadas, había resguardo que no se metiera más gente por el otro lado, donde están los lados.
VD: ¿Había policía que estaba cuidando?
MG: Sí había, había federales. Eran federales, no eran policías. Y pa que no se metieran para interrumpir la gente que estaba entrando adentro. Ahí no se pasaba nadie que no fuera nombrado por el que estaba anunciando. Agarraba su lista de los sentenciados. “Fulano de tal y fulano de tal”. Y como decir a mí: “Manuel Guzmán Núñez, Manuel Guzmán”. Y yo tenía que responder: “Núñez”. Por su apellido materno.
VD: Ah, así era como se identificaban.
MG: Así. Y me acuerdo que a un muchacho le dijeron: “Baltazar Guzmán”. “Escalera”. Pensaron que estaba jugando lotería. (risas) Cómo cree, cómo cree, porque ve, cuando se acaba la contratación en las, durante la una o las dos de la tarde. Después ya en las tardes, sábado y domingo nos la pasábamos jugando lotería.
VD: Ah, en lo que esperaban.
MG: A divertirnos ahí para guardarnos el día lunes.
VD: ¿Cuántos días esperó usted ahí, señor?
MG: En la primer vez no duré mucho, parece que a los cuatro días de que estaba en la lista.
VD: Y, ¿dónde dormía mientras?
MG: Ahí en, pedíamos posada en una casa, nos prestaba un cartón, pagábamos $0.25 centavos. Ahí en un cuarto nos recogíamos nuestro cartoncito, nuestra mochilita, si era un costal de esos de mandado o era un cartón, lo envolvíamos y con todo y cartoncito nos poníamos en un lado y ya sabíamos que ahí en la noche ahí estaba. Nos juntábamos tres o cuatro en el mismo lugar o cinco o seis, o hasta diez, quince en el mismo lugar, nos poníamos juntitos. Y eso sí que para dormir, imposible que durmiéramos juntos, porque el que llegaba primero, era el que se…
VD: Como se acomodaban.
MG: Y cuando llovía, teníamos que dormir hasta sentados. ¿Por qué?, porque en…
VD: Se les metía el agua.
MG: No, y había veces que llegaba donde hacía, donde había casas, se metía el agua pa adentro y de todos modos taba con agua o mojado. Igual que afuera, teníamos que dormir sentados en un tabique o en una tabla, en una madera, un banquito, de aguilera.
VD: Toda la gente ahí.
MG: Toda la gente. Y ya en un, eso sí que ya pal siguiente día si no llovía, ya nos podíamos acostar donde quiera, ¿por qué? Porque se secaba, con un calor.
VD: El calor.
MG: Se secaba.
VD: Y la comida, señor Manuel, ¿dónde comían?
MG: Uy, como había muchos restaurancitos. Y que ahí, según el bolsillo suyo, así pedíamos de comer. Mire, yo me acuerdo la primer vez que fui con un concuño, le digo: “Vamos, vamos a ir a comer hoy gallina”. “Ah, carajo”, me dice, “sí le entro”. “Pero lo vamos a echar en un volado”. Habíamos pasado por onde exhibían las películas, el cine, y nos prestó unos cartelones. “Aquí vamos a venir, vamos a pagar $0.75 centavos, sí venimos. Vamos a echar el cine, y la comida ora, en un volado. Si yo pierdo, pago la comida, y si usted pierde”, le dije. Porque nos decíamos hasta tocayos, pero no éramos tocayos, nomás así comenzamos de toca, tocayo, tocayo. Él se llamaba Benjamín, y le digo: “Mira tocayo, vamos a echar la comida de gallina hoy y el cine. Si me ganas, pago yo la comida y si yo te gano, tú pagas la comida”, y así. Pues ahí va y le gané la comida, le digo: “Pues ya te gané, yo voy a pagar el cine”. Y costaba creo $1.20, $1.25 la comida corrida. Pero la gallina era frijoles con papas y un cachito ahí de papa y unos dos frijoles nadando en el caldito, y eso era la gallina con papas, era con papas. Y la gallina con plumas era con arroz, (risas) era gallina con arroz. Y luego yo luego luego le digo: “Pos a mí me da una esta, una gallina con patas, no con plumas”. Se quedó: “Con plumas”. Y se me fijaba. “¿Qué no las pelan aquí?”. (risas) “No”, le digo, “es con arroz, si quieres pedir con plumas, hay que agarrárselo con patas”. “Pero hombre con patas, como que no, es que ahí andan pisando en puro lodo, si no les lavan ni las patas”. Y que le van echando una, que le van sirviendo su platillo con unos dos cachitos de papa y este, unos dos frijoles nadando. Pues sí, el plato así, sí le subían así de caldito, poquito, pero si tortillas y así nos arrimaban unas bien. Y si queríamos más, más caldito de frijoles con papas o con plumas, podíamos pedir más. Porque era comida corrida y agua, unos jarros así de agua pura, y esa era la comida corrida.
VD: Y, ¿ahí comía?, ¿ahí comió los cuatro días que estuvo?
MG: Y ahí comíamos. Y nos fuimos al cine, salimos, nos costó salirnos porque hubo hasta pleito.
VD: ¿En el cine?
MG: Ahí en el cine hubo pleito. Y nos salimos y no vimos la película completa. Pero sí, la comida sí nos la comimos completa. Y dice: “Y nos salimos y ya no llegamos”. Y riéndonos allá donde estaban los otros compañeros y decían: “¿Por qué se ríen?”. “Pues, ¿qué creen?, que hubo pleito en el cine y nos costó. Vinimos porque ya, no quisimos devolvernos porque ya este, pues como nos habían quitado el boleto, pues ya de todos modos tenemos que alegar para, teníamos que decir en qué día se había interrumpido, en qué capítulo se había interrumpido la película y todo eso. Y ya no quisimos meternos, le dijimos que a la mejor puede haber otro pleito y salimos pior. Y ya mejor nos venimos. Bueno, pues otro día igual, le digo yo: “Como que me da espinita ése canijo dueño, sólo eso ha de tener de película, un cachito”, (risas) y le dije yo, le digo, “mira y mira toca”, y les dije a los otros compañeros, “y no, vayan ustedes y verán, a ver si, a ver si se los interrumpen”. Sí, a los dos días fueron y a normal y a mí. Pero les digo: “Miren”, desde ese día le dije yo a mí compañero, al tocayo, que yo creo que ese, ese señor.
VD: Era la maña.
MG: Es la maña que tiene. Sólo eso ha de tener de películas (risas) y con eso se la quita, con eso se la quita. Y volvimos, otra vez al siguiente año y igual. Siempre se interrumpía la película y ya nomás ya no íbamos ahí mejor. Pero sí, es cachitos, es de los cachitos que sí le, sí, ese sí. Y por cierto, me acuerdo que, que era el Cine Jalisco, decía, y bien nombre y se cansaba de hablar toda la tarde. Desde las diez, doce de la mañana estaba grite y grite.
VD: Anunciando.
MG: “Y no se la pierdan, la película fulana, aquí en el Cine Jalisco”. (risas) Pos como quiera ahí nos engañaba pero pues, era un, no, yo creo que a media hora no llegaba, yo creo, lo que nos divertía ahí.
VD: Se acababa la película.
MG: Sí, por $0.75 centavos.
VD: Entonces eso, eso era en los días que estaba esperando su contratación.
MG: Sí.
VD: Y ya el día que le llamaban, señor Manuel, el día que lo nombraban, me puede usted platicar cómo era ese proceso de que se, o sea, cuando lo llamaban entonces usted, ¿con quién pasaba y qué hacía?, ¿dónde le tomaban sus datos?, y…
MG: No me… Ahí nos, nos decían ya cuando ya íbamos pasando de vuelta, la formación ya cuando nos pasábamos. Desde, del portón, donde estaban los federales y policías, como a distancia unos cuatro o cinco metros. Y ya nos formábamos y allá en la orilla estaba, el que estaba gritando de vuelta. Y ahí nos estaban, de vuelta dando otra repasada. “Fulano de tal, de tal”. Y ya ahí ya nos, se nos iba por grupos. “Ustedes se van a presentar a las doce de la noche en la estación del tren. Ahí vamos a estar esperándolos para transportarlos a Mexicali. Y ahí en Mexicali vamos a ir a llegar en la mañana. Y ahí vamos a pasar a Caléxico, ahí se pasan ustedes a Caléxico”. Y ahí en Caléxico, en Mexicali nos esperaban ya, ya con autobuses para transportarnos a El Centro, así se nombra El Centro, California.
VD: A El Centro, California.
MG: Al centro de concentración de California. Y ahí nos, conforme íbamos llegando, nos íbamos subiendo a los camiones y los camiones ahí estaban dando el circuito. Llegaban, dejaban un viaje y se regresaban por otro. Sí estaba a distancia, sí duraba uno pues unos diez minutos, quince minutos con tráfico.
VD: ¿Su contrato dónde lo firmó?
MG: Ahí en…
VD: ¿En El Centro?
MG: En El Centro, California.
VD: Ah, o sea que en Mexicali nada más les daban la ficha para el camión. Y entonces allá en El Centro fue donde firmó usted contrato.
MG: Ahí en El Centro mire, ahí en El Centro luego luego, bajándonos, bajándonos ahí pasábamos, era un galerón. Y ahí nos desvestíamos todito y salíamos formados a pasar el examen.
VD: Del médico.
MG: Del médico que nos hacían ahí. Del de los ojos, del de las manos, ahí hacíamos sentadillas, ahí nos revisaban de todo a todo. Y ahí ya saliendo esa revisión, pasaba unos rayos X. De rayos X ya salíamos y nos vestíamos y de vuelta nos daban, nos formábamos otra vez pa firmar el contrato. Firmando el contrato ya nos salíamos y agarrábamos nuestro equipaje y ya saliendo de ahí, ya nos estaban nombrando: “Fulano de tal, súbase a camión número tanto”. Y así estaban gritando, estaban gritando. Acabalaban ése pedido de un camión o dos de diferente condado, de diferente pueblo. Ya decía, ya al último te decían: “Ustedes, todos los que nombré van al condado fulano de tal, van a hacer este trabajo y al que no le guste, pos puede devolverse”, así nos decían, “el que no se sienta contento con este trabajo, puede devolverse de donde llegó”.
VD: Pero, ¿les decían que se regresaran a México o ahí a El Centro?
MG: No, pa México.
VD: Si no les gusta se van.
MG: Sí, se regresan pa México. Ellos de todos modos se iban. Tenía yo entendido del de un siempre que nosotros íbamos como, como una mercancía, porque sabíamos que por cada bracero estaba cobrando el Gobierno Mexicano una comisión.
VD: ¿Quién les decía eso, usted se acuerda, señor Manuel?, ¿de dónde, o era que se sabía entre la gente?
MG: Que se sabía entre, entre las pláticas de la gente. Desde los primeros braceros del [19]41, [19]42, para delante, se sabía pues, que esos arreglos había habido, que tenía que pagar el Gobierno americano al Gobierno mexicano por cada hombre la cantidad de $25 ó $30 dólares por un periodo de cuarenta y cinco días.
VD: Que era, los contratos eran cuarenta y cinco días nada más.
MG: De cuarenta y cinco días.
VD: Y, ¿a usted le explicaron su contrato cuando llegó allá?
MG: Sí, sí me lo explicaron.
VD: ¿Se lo explicó un oficial mexicano?
MG: Sí, sí.
VD: ¿A un grupo de braceros?
MG: Sí, todo eso, nomás que como le digo, como yo que acudí, hombre de pocas palabras, que no tuve escuela, pues no. No lleva uno mentalidad en todo esto, ¿por qué? Porque le falta a uno experiencia en todas las pronunciaciones de las palabras, es decir de todo esto sí me acuerdo yo que, que sí nos leían un papel. Y que a cómo, a cómo íbamos a ganar la hora, a cómo íbamos a ganar por contrato, por destajo. Por decir, si nos dicen: “Claro, al que no le guste, se puede volver a su México, a ver si a la otra hallas contento”. A ver si allá halla uno trabajo a su contento, ¿por qué? Porque pues habemos de personas a personas, ¿no? Yo estoy impuesto a trabajar, ¿qué susto me da ir a trabajar a mí? Y como así fue y como le digo, yo en todos los trabajos, yo los hice, los hice, pues porque ya lo sabía. Y los hacía con gusto porque yo aspiraba ganar unos pesos, aspiraba ganar unos pesos y en ninguna parte me anduvieron regañando. Todos los contratos que yo tuve y que fui pal otro lado, todo el tiempo me trataron bien, ¿por qué? Porque yo no, todo el tiempo todo lo que me ponían a hacer, todo lo hacía bien y lo hacía con gusto. Y a pesar de que cuando estuve en Arizona y a la mejor ese contrato era el que tengo. Del algodón nos pasaron a corte de lechuga, también me dijeron: “¿Quién ha sido lechuguero?”. “Yo he trabajado en la lechuga”. “Véngase para acá, me vas a ayudar”. El que le andaba ayudando tuvo un problema de que estaban unos regadores. Me tocó a mí también, me sacaron para ir a regar huertas de toronja y ahí yo, fue donde más bien me empecé regañado. Le decía al gabacho, le digo: “Vamos”. Dice: “A ver si, a ver si no me sales como otros que me han dejado secar mi huerta”, dice, “lleva una línea de diez árboles que se me están secando por falta de habilidad del regador”. “Pos vamos, vamos a ver, vamos a echarle una vista a ver por qué motivo. A ver si es cuestión del regador o del patrón”. Yo sí le dije: “Del dueño, del patrón, es el dueño, es el que tiene que estar”, le digo, “¿por qué? Porque si se hacen las presas mal, no tiene la culpa el regador”. Ah, pero sí, la huerta estaba así, de cuesta abajo.
VD: Se iba el agua.
MG: Se iba el agua de volada, ya en las últimas líneas y árboles pasaba el agua así. Se llevaban, nomás reventaba un bordo de un árbol y se iba ahí con nosotros. Y para detener agua hasta de ciento cincuenta o doscientos bordos, estaba canijo. Porque soltaba uno el agua de todas las huertotas de un kilómetro de lejos por una huertota como decir de aquí su comedor, aquí estaban las válvulas y aquí soltaba uno la agua y ahí va y ahí va. Duraba diez días en salir la agua, diez días. Y sí, ya en los últimos árboles, en diez hileras ahí era donde comenzaba, pero más mal los últimos, los de las orillas. Ya este, árboles enteros sequecitos, y ya había arriba de cincuenta a sesenta árboles secos. Y ya duramos un rato, duramos alrededor de unas dos horas, dos horas y media revisando, andando hilera por hilera. “Muncho malo, muncho malo”, le decía yo, “muncho malo”. Dice: “Qué”, cuando ya salimos a la orilla, “¿qué solución hay?”. Le digo: “¿Quién preparara el bordo para la huerta?”. “Yo patrón”. “¿Cuántos días dura el agua en llegar aquí?”. Dice: “Pues ya a los ocho días viene llegando, a los ocho días que se abre ahí ya está abierta”, dice, “pero va mi primera hilera de árboles”. Y como era muy grande, no quería pagar tanto regador, nomás un puro regador y un puro regador. “Es lo peor”, le digo, “un solo es muncho, mucho trabajo”. Bueno pues este, le digo: “Mire, vamos a voltear el sistema del riego de todo esto que tiene mal su huerta. Vamos a voltearla, el sistema”. Dice: “Como voltear la cachucha para otro lado, carajo, usted lo hace”. Le digo: “No hay prisa y no tenemos prisa”. “No, no es de ahora para mañana, ocho días”. Dice: “Yo en dos días lo hago, en dos días lo hago con el tractor”. Pues, todo eso, cuando llegó el agua, puramente cinco bordos se reventaron fíjese, de arriba de ciento cincuenta árboles que no, que no se les quedaba el agua. Nomás cinco bordes se reventaron, pues ya fue poco trabajo para mí.
VD: Claro.
MG: Y yo para, para todo eso, le digo: “Yo necesito cincuenta costales llenos de arena, como esos de ahí de la azúcar. Diez aquí, diez allá, diez allá, diez allá, porque no sabemos dónde vaya, se vayan a necesitar, que no estén muy desapartados porque si les ponemos sólo en una parte o en dos, queda lejos, si todo cae ahí cerquitas, qué bueno”. Y no, pues no necesité ni los cincuenta.
VD: Cinco eran nada más.
MG: Sí, necesité nomás creo treinta costales. Cuando comencé a acarrear los que me quedaban retirados, por decirlo así a unos, a unas diez, quince hiladas de árboles, que va llegando en la camioneta y ya me hizo el paro con la camioneta. Los de la camioneta ya me los arrimó cerquitas donde se necesitaban. Ya fuimos dejando de a dos, de a tres en cada línea, ya me agarraron. Y yo me paré el cuello allí, yo me paré el cuello.
VD: Eso dice que fue en Arizona.
MG: Eso fue en Arizona.
VD: En una huerta de toronja.
MG: En esa toronja.
VD: En un campo de toronja.
MG: Y sí, me tocó ese riego.
VD: ¿Ese fue su segundo trabajo?
MG: No, no, en mi segundo trabajo del jitomate de Tracy, California. Mi segundo trabajo me tocó en Milpitas.
VD: ¿Dónde es Milpitas?
MG: A un lado de San José, California. Me tocó también jitomate y también ahí fui surpeador, ahí fue más poquitos días nomás del puro jitomate verde. Y enseguida ya me tocó, me cambiaron a una cuadrilla de cortar ejote, ejote y jitomate de vara, de ese que iría pa arriba, la mata de…
VD: ¿En ese mismo lugar?
MG: En ese mismo lugar. Y me fue mejor que me cambiaran a ese porque trabajamos un rato en el ejote y otro rato nos íbamos al jitomate y del de guía. Y los que trabajaban en jitomate, de ese otro de bola, pues ese se da en los surcos abajo y así. Y que llueve y todo se mancha y a mí me fue mejor, duré más días y ganaba un poquito más.
VD: ¿Le pagaban a destajo?, ¿le pagaban por caja o le pagaban por hora?
MG: Por caja.
VD: Por cajas de la mercancía.
MG: Y por canastos de ejote, también ése son canastos.
VD: Y, ¿cuántas horas trabajaba más o menos al día?, ¿se acuerda?
MG: Pues no trabajaba mucho, cinco, seis, siete horas.
VD: Se trabajaba nada más esas horas, ¿por qué, por el calor, por el clima, o porque ya no había?
MG: No, porque no había más y porque este, pues se acaba, se completaba el pedido, se completaba el pedido que había de ejotes, se completaba el pedido de jitomate. Y la misma cuadrilla este, era como, el trabajo era del mismo patrón, el ejote y el jitomate, pura cajita chiquita así, ese jitomate y las otras eran así.
VD: Grandes.
MG: Más grandes. Y yo como le digo, yo trabajaba tranquilo, a gusto porque yo no era regañado de nadie, yo era muy amistoso con todo mundo. Me veían con los patrones, más, con los mayordomos tenía que hacer mi trabajo como era debido. Y de ahí de ese trabajo, de ese ejote, sí duramos nomás cuarenta y seis días también. Y salimos de vuelta.
VD: O sea que se le acabó su contrato ahí.
MG: Sí, se me acabó y no hubo renovación. Ya tuvimos que salir de vuelta a México a buscar otro coyote pa que nos mandara de vuelta.
VD: O sea que cada vez que se fue necesitó pagar un coyote.
MG: Sí.
VD: Y esta vez que, cuando salía, ¿se tenía que regresar a Guanajuato, o ahí mismo en la frontera?
MG: No, hasta Guanajuato venía. Hasta Guanajuato venía, ya durábamos, había veces que yo duraba un mes, veinte días y de vuelta me regresaba, para…
VD: Con otro coyote.
MG: Con otro reenganche de otro coyote.
VD: Y, ¿siempre se contrataba ahí mismo en Empalme?
MG: En Empalme, sí.
VD: ¿Siempre fue ahí mismo?
MG: Yo por acá por Monterrey no me gustó. Le oía decir que no se ganaba casi dinero por acá por el lado de Texas.
VD: ¿Se acuerda qué hacían por allá, algodón?, ¿piscaban algodón de este lado de Texas?
MG: Sí, para acá casi la mayoría era, pues había diferentes trabajos pero ganaba más poquito.
VD: Era menos que del lado de California.
MG: California para allá para ese rumbo. Y ya la tercera vez me tocó la naranja y el limón. Esa vez sí duré casi un año, once meses y días.
VD: ¿Seguido?
MG: Seguido.
VD: Ahí sí renovó sus contratos.
MG: Ahí sí, ahí sí renové. En Santa Paula, California estuve donde me tocó la cuadrilla de Tijeras de Oro que le digo que anduve en el limón.
VD: Entonces esta cuadrilla fue ahí en Santa Paula.
MG: Santa Paula, California.
VD: El grupo con el que usted trabajaba, así les pusieron.
MG: Ansina les pusieron, ansina les pusieron. Pero ya cuando llegué ya tenían su apodo de Cuadrilla de Oro.
VD: Las Tijeras de Oro.
MG: Las Tijeras de Oro. Pero luego luego nos dijo, en cuanto nos agrupamos a con ese mayordomo, nos dijo en la hora de la comida el primer día, dice: “Muchachos, ¿quiénes son los nuevos?”. Y ya éramos quince. Y dice: “Les aviso que nunca, cuando vayan al pueblo, nunca vayan a decir que son cuadrilla Tijeras de Oro porque los van a ir a golpear, o si no, pregúnteles a los otros. No”, dice, “no vayan a decir porque se los madrean”.
VD: De plano.
MG: Sí, de plano. Dice: “Se los van a ir a golpear”, dice, “y no, no puede uno decir: «No, que yo soy Sansón, que yo son karateca», no, porque ahí, si nosotros somos cuarenta nomás en la cuadrilla, somos nomás cuarenta, no vamos a estar todos ahí en donde toque esa golpiza que le dan a alguno que se le salga decir. ¿Por qué? Porque de los otros puede haber, si ahí hay dos o tres Tijeras de Oro y hay veinte, treinta o cincuenta de los demás que no son Tijeras de Oro”.
VD: Pues sí.
MG: Pos, ¿cuándo se iguala uno? Y nos pusimos de acuerdo, no, sí llegamos a ver que a algunos se les chispaba, serían Tijeras de Oro o no serían, a ellos los golpeaban. Y nosotros nos quedábamos silencitos. Serían o no serían, ahí los golpeaban, se les juntaban tres o cuatro.
VD: De envidia.
MG: Sí, y les daban sus dos, tres trancazos y ahí llegaba la poli y ya se los llevaba.
VD: La policía de allá.
MG: Sí, la de allá.
VD: Y, ¿por qué los golpeaban, señor Manuel?
MG: Pues nomás, por coraje que no, que se paraba uno el cuello a decir: “Yo soy Tijera de Oro”. Es número uno de todo el condado. Allá va por condados y ahí era tres, cuatro pueblos del mismo condado y en todos los pueblos había tres o cuatro campos y en cada campo lo mínimo eran cinco cuadrillas de cuarenta hombres. Y decían: “Nomás cuarenta hombres en todo este condado son los número uno”. Por eso los golpeaban. Pero había una temporada, la temporada que servía la opulencia del mundo, ¡nombre!, el más menos hacía muchas cajas, muchas cajas a los cuantos meses. A los dos meses y medio, yo y un compañero que era de Acaponeta, Nayarit. Si viví, fue muy buen compañero conmigo, estábamos tomando, íbamos al cine y siempre nos pasábamos siquiera dos, tres cervezas, nos vamos a dormir porque mañana es lunes y hay que darle. Y así, y ya que vamos viendo que, que llega ese mayordomo que andaba con nosotros, que le digo, se llamaba éste, Tello: “Mira, quien va entrando allá”. Me decía: “El mayordomo”. Le digo: “Vamos a invitarle una cheve”. Y ya se levantó él y ya le dijo: “¿Nos acompaña, mayor?”. “Sí, cómo no”, dice. Y ya ahí a las dos cervezas le dijimos: “Pues mire, no nos agradezca la cerveza, pero queremos un consejo, ¿cómo le hacemos para no ser de los últimos de la cuadrilla Tijeras de Oro?”. “Ah”, dice, “y ¿ese es todo su problema? Miren”, dice, “ustedes de aquí en adelante, media bolsa junten de lo que está tirado y media bolsa corten del árbol”. Y nombre, de ahí pa delante, dice: “Pero nomás váyase al pasito, no vayan a luego luego mañana a aumentar quince o veinte cajas”, dice, “váyanse de a dos, de a tres. Mañana pueden aumentar unas tres cajitas, cuatro pasado mañana, y ya pueden ser seis, otras pasado mañana y a fines de semana ya pueden ser diez, doce cajitas. Así váyanse, no vayan a querer aumentar ustedes luego luego, este, munchas a igualarse a los otros, esos que ya son viejos”, dice, “aquellos ya tienen colmillo, aquellos en lo que ustedes piscan una caja desde el árbol, ellos piscan tres o cuatro, pero la mitad del suelo y la mitad de… No, pues”, dicen, “miren y yo mi recompensa va a ser una cervecita de vez en cuando a la hora de la comida, que ustedes me brinden, como me están brindando ahorita, no les va a costar, nomás, nada más”. No, pues de todos modos pos siempre nos tocaba encargar una canastita. Un día me tocaba a mí, otro día al otro, otro día al otro y otro día al otro, de a seis cervezas. Y a él le tocaba, al mismo mayordomo ir a traerlas pa la hora de la comida, pero nomás una cerveza, y ya. Y nosotros éramos cuatro ahí en el dormitorio que nos tocaba. Las barracas eran de a cuatro personas nomás en el campo. Uno así y otro así y otro así, nos quedaba el pasillito en medio.
VD: ¿Eran cuartos dentro de una barraca grande?
MG: Sí, sí. Y a media barraca era, había un corredor y a los lados las barracas de a cuatro personas cada, cada dormitorio. Y nomás con una mesita como de aquí así, para reunirse uno ahí a jugar dominó, y un buró en cada cama, un buró.
VD: ¿Junto a su cama había un buró?
MG: Sí contra de uno, contra de su cama de uno.
VD: ¿Ahí guardaba sus cosas?
MG: Sí, ahí guardaba uno sus cosas, un buró. Si quería uno cerrarle con candado, tenía su llave. Y ahí encima del buró, ahí ponía uno sus cositas de comer, sus manzanitas, sus naranjas y luego nos hallábamos unos limonzotes que no los abarcaba uno casi con la mano. Los llevábamos para exhibición ahí, tenerlo ahí. Y nomás contemplando aquellos limonzotes que así. “En la huerta fulana me hallé yo éste”. Y luego llegaban algunos a visitar, que: “Yo estoy en tal parte, en tal campo, en tal pueblo”. “Y nosotros andamos en este, andamos en el limón, mira”. Estos limones nos tocaron en éste, en una huerta que había entre los pozos petroleros que hay en los burritos esos que están, en un Oxnard, California, ahí entre los pozos petroleros, ahí anduve yo. Ahí mire, había unos limonzotes qué bonitos. Cada vez de que íbamos a esa huerta, siempre me tocaba llevar, todos los días casi un limón, todo así. Y luego este, se los llevaban los que venían de fuera, de amigos o familiares de los demás conocidos, decían: “Pues regáleme un limón o dos hombre, no sean tan… Ya que ustedes andan en eso”. “Llévenselos”. Y así, así teníamos ahí nuestros, nuestras cosas para comer. No necesitábamos ir a la marqueta a traer.
VD: ¿Tenían un comedor? ¿Les daban la comida ahí mismo?
MG: Sí. Pagábamos $1.75 de borde. Eso le nombraban ahí en todo el tiempo que yo fui de bracero. Nos, nunca me subieron la comida.
VD: Ese fue el precio.
MG: Ese fue el precio.
VD: Y, ¿cómo estaba la comida, se acuerda, señor Manuel?
MG: Pos en algunos campos estaba regular, en otros campos estaba pasadero y en otros campos sí estaba, en algunas partes estaba del cate. Que casi todo el tiempo estaban las comidas pues ya pasadas, ya pasadas.
VD: Y, ¿no se quejaban ustedes?
MG: Sí. Sí se quejaba uno, pero daban de comer un día o dos y seguían igual. Un día o dos era lo que duraba. Luego ya, por decirlo así, de cada quincena, porque cada ocho, quince días se quejaba la gente. Y hacíamos este, comisiones como quien dice, una lista, una lista para dejarla o para ir a ponerla en donde se hacen las quejas.
VD: ¿Quién se las recibía, se acuerda usted?
MG: No, no me acuerdo quién las recibía, yo nunca fui. Como le digo, siempre, por todo hace falta la lectura.
VD: Y entonces, ¿no les cambiaban el cocinero a veces?
MG: No, cocinero sí no nos cambiaban. Donde yo sí estuve a gusto fue en ese campo que estuve ahí en el limón. Yo ahí sí yo tenía, todo lo que había en el comedor lo tenía por mí, porque yo me hice amigo con los cocineros y me pasaba a ayudarles y yo tenía manos libres a lo que hubiera ahí adentro. Y en ese, en ese campo, en ese comedor, sí había comida nueva todos los días. Ahí no había comida recalentada de un día para otro. Y un día había una cosa, otro día había otra y otro día otra y en los otros campos no. Pues, así hoy, si hoy sobraba tanta comida, otro día ya nomás le revolvían otro poquito para darle a toda la gente más. Es como, yo me acuerdo de aquí que iba uno a esta, a una fonda. Y yo llegué a ver que nomás se fijaban y le echaban un jarro así a las cazuelas de agua para hacerla rendir. Y ya yo decía: “No, pues esa cazuela que ya estaba honda y ya está llena de vuelta”. Pues no, una ollota así, la volteaba, nomás la ponían ahí nomás estaba hirviendo aquí, nomás volteaba, la pone y a servir luego luego y ahí mero. Nomás le daba una vuelta así con la cuchara y a servir.
VD: Y ya estaba la sopa otra vez.
MG: Ansina le hacían esos cocineros allá.
VD: Y eso les daban a todos.
MG: Eso nos daban a todos de vuelta.
VD: O sea que en ese campo del limón fue en el que más duró, señor Manuel.
MG: Sí, en ése.
VD: Después de ese campo, ¿dónde estuvo?, o, ¿ya ese fue su último contrato?
MG: No, después de ese campo estuve en Salinas.
VD: ¿En Salinas qué hizo?
MG: California. Pura lechuga.
VD: Ahí fue lechuga otra vez.
MG: Pura lechuga ahí fue, ahí fue pura lechuga. También ahí anduve de ayudante,
fíjese. Me tocó donde quiera mire, yo de ayudante. Acá en el limón anduve hasta de cargador, de cargador. En el jitomate también anduve de cargador. Y ahí ya cuando decían: “Se acabó la, se acabaló el pedido”. Y ya me decía el mayordomo: “Dale, ponte a cargar, hay dos carros, búscate otro compañero pa que cargue”, dice, “estos camiones”, dice, “porque hay nomás, nomás dos cargadores”. Y ya pues de acuerdo con los otros cargadores, que les iba a echar una mano, les íbamos a echar una mano para que también ellos se fueran a descansar.
VD: Y, ¿eso se lo pagaban también?
MG: Sí, también.
VD: Y cuando ayudaba a los cocineros, ¿a qué horas los ayudaba, señor Manuel?, ¿ya que acababa su jornada?
MG: Sí, después que acababa mi jornada. Ahí como en la cena y ahí nomás me bañaba y yo en vez de agarrar mi plato para que me sirvieran, yo me pasaba pa dentro a ayudarles a lavar trastes.
VD: ¿Eso también se lo pagaban?, o, ¿era nada más para granjearse a…
MG: No, era, era mi granjeo que tenía. Pero no, ya me, ya me decían: “Tú sírvete de lo que quieras, de la comida que quieras y toma de lo que quieras de ahí, de frutas, si no quieres fruta o quieres dulces, del dulce que quieras toma”. Y había veces que me decían: “Toma dos, o tres, o cuatro, o cinco, ¿cuántos son en tu barraca?”. “No, somos cuatro”. “Ah, pos llévate cuatro, llévate cuatro”, me decían. Y siempre andaban a mí buscándome los domingos para llevarme a misa. Me llevaban a misa.
VD: ¿El domingo era su único día de descanso, señor Manuel?
MG: Sí.
VD: ¿Trabajaba usted de lunes a sábado?
MG: De lunes a sábado.
VD: ¿Siempre, todo el tiempo estuvo allá?
MG: Siempre, todo el tiempo.
VD: Y de qué hora a qué hora más o menos, ¿como a qué hora empezaba su jornada?
MG: Este, de ocho de la mañana a cinco o seis de la tarde. Ahí en el limón sí era todo el día, todo el santo día.
VD: ¿En las demás también era más o menos en el mismo horario?
MG: Era.
VD: ¿En el jitomate y en la lechuga?
MG: En la lechuga había veces que hasta la una o dos de la mañana, o sea que completábamos el pedido.
VD: ¿Trabajaban todo el día, desde las ocho de la mañana?
MG: Todo el, sí. Había veces que a las seis y media de la mañana empezábamos a cortar la lechuga y hasta las once, doce, una de la mañana es que llegábamos a completar el pedido.
VD: Y, ¿la gente lo hacía por voluntad o los obligaban a trabajar todo ese tiempo?
MG: No, pues era un grupo de un equipo, éramos equipo que lo ganaba uno, ganaban todos.
VD: Ah.
MG: Ahí no había que se saliera alguien. Ahí si se salía alguien, ya sabía que no volvía a la cuadrilla, no volvía a la cuadrilla, y a otro día de ahí de su campo lo ocupaba otro, de algo otro, de algo otro grupo. Y ahí sí ganábamos todos igual y todos sabíamos cortar, empacar, cargar, todos sabíamos todas la cosas.
VD: Ahí les tocaba, se repartían el trabajo entre todos.
MG: Y si quería uno un rato una cosa, otro rato otra, ahí podía uno.
VD: Y en la lechuga, ¿también vivía en barracas?
MG: También, también.
VD: ¿Igual en campos, así?
MG: Sí, pero ahí era de otro sistema, en ese campo de Salinas era otro sistema de barracas también. Había diferentes sistemas de viviendas.
VD: Y después de la lechuga, señor Manuel, ¿volvió a regresar?, ¿lo volvieron a regresar a México?
MG: Sí, de vuelta.
VD: Y, ¿se volvió a contratar?
MG: De vuelta me volví a contratar. Fue cuando me tocó Arizona.
VD: Y ahí fue ya en Arizona.
MG: A Phoenix, Arizona.
VD: Y en Arizona empezó con el algodón, me decía.
MG: Sí, pero ahí este, pos yo sí les dije a mis compañeros: “Aquí sí me voy a morir de hambre, porque yo al algodón”. Y luego era pura pluma, ya había entrado la maquinaria a cortar el, a piscar el algodón.
VD: Era lo que quedaba nada más.
MG: Era pura pluma. No, pues duramos nomás la primer semana, a la segunda semana ya me, ya nos llevaron a la lechuga.
VD: ¿Ahí mismo en Arizona?
MG: Sí, en Arizona. Los mismos patrones, ya este, como eran varios, varios grupos de cuarenta hombres, una semana nos tocaba a cada uno, nos tocaba.
VD: Y, ¿cuando no le tocaba?
MG: Para ir a piscar algodón.
VD: ¡Ah!
MG: Y otra semana la lechuga. No y yo ya no volví, nomás la primer semana me tocó. Y ahí fue donde le digo que me tocó ese, anduve regando la misma lechuga, y de regando la lechuga también me tocó ir a regar esas huertas de toronja.
VD: De toronja.
MG: Eran tres huertas las que tenía el mismo patrón. Y me acuerdo que no me dejaban en paz los aviones porque estaba como quien dice casi al otro lado de, de las bardas, un campo de reconcentramiento de aviones esos, de esos que hace un ruidazo. Ahí salían hasta diez aviones, quince juntitos. De ahí salían y ahí por un ladito yo, regando las huertotas de toronja.
VD: Y, ¿cuánto tiempo estuvo en las huertas regando?
MG: Nomás me tocó dos riegos. Pero los dos riegos no, no se le, no se desbordó ni un bordo, nomás en el primero fueron cinco. Y se me fijaba y ya en ese, en la primera, ya la que ya este, me bordeó a los tres días que llegué yo ahí, tenía yo una bicicletota ansina de alta de esos chavos, de ese patrón. Unas llantotas gruesotas, anchotas así y apenas andaba comenzándome a enseñar cuando que me doy una caída que me rompí las dos rodillas de mi pantalón, unos rasponzotes en mis rodillas y andaba yo como pato, como ganso. Y ya llegó el mayordomo y me pregunta: “Oye Meño, ¿no me has encontrado por ahí una bicicleta de mis chavos?”. “No, mayor, si la hallo por ahí, yo le aviso, yo la saco pa afuera, la saco a un camino pa que se la lleve”. No, pues yo sabía dónde estaba, pero yo me volteaba a este, dice: “Oye, te veo medio raro”. “Sí”, le digo “qué cree que me caí”. “Uy, pues, ¿qué andabas corriendo tras de una liebre o qué?”. Le digo: “Me andaba enseñándome ahí en la bicicleta y se me hizo fácil quererme enseñar y me caí de la bicicleta”. Ay, le daba una risa y todos los días se acordaba. Dice: “Si quieres te la traigo para que te sigas enseñando”. “No”, le digo, “no, no me traiga nada, no y dígale a sus chavos que no la vayan a dejar por ahí porque se las dejo ahogar de agua”.
VD: O sea que tenía usted buena relación con sus patrones ahí también.
MG: Sí, sí tenía buenas relaciones. Después de ahí, salí de vuelta y me tocó a mero San José, California, a un lado de Milpitas.
VD: ¿Ahí qué hacía?
MG: En la fresa.
VD: Ándele.
MG: En la fresa. Ahí fue donde comencé yo a sentir las reumas, las reumas. Porque allá anda uno entre la agua todo el tiempo. Hoy riegan y mañana tiene uno que entrarle a veces hasta entre el agua. Hay tramos de surco que no se les alcanza a consumir el agua en la noche. Y ahí fue donde me traje las reumas claras, claritas de allá.
VD: ¿Se empezó a sentir mal desde que empezó ahí en ese trabajo?
MG: Y ya desde antes yo de muchacho, antes de primer contrato fui dos veces de mojado.
VD: ¡Ah!, ya usted había estado por allá.
MG: Sí, ya había ido.
VD: ¿Por dónde se había pasado?
MG: Por Mexicali.
VD: También por ahí, ¿con un coyote?
MG: No.
VD: O, ¿se pasó solo?
MG: Íbamos nosotros, éramos los coyotes, nosotros éramos los coyotes.
VD: ¿Usted y quiénes más?
MG: La primer vez me fui con un cuñado y un tío. Y allá había más compañeros ahí en la frontera, en Mexicali. Y a las dos veces, la primera se vino mi tío, no aguantó más. A la segunda vez, mi cuñado dice: “Pues yo no me voy”. “Ni yo tampoco”. A la segunda vez que nos volvimos a pasar, ya íbamos llegando, caminamos ocho noches afiladitas.
VD: ¿Ocho noches?
MG: Ey.
VD: Y, ¿qué hacían en los días?
MG: En los días pues descansábamos.
VD: Se pasaron para llegar, ¿a dónde?
MG: Llegábamos, llegamos a un lado de Los Ángeles esa vez. Pero teníamos día y medio cuando nos agarró de vuelta la Migración.
VD: Y los echó para afuera.
MG: Ahí ni siquiera nos fue a pagar el patrón ese día y medio.
VD: ¿En qué estaba trabajando, señor Manuel?
MG: En el desahije.
VD: ¿De qué?
MG: En el desahije de lechuga y betabel.
VD: Estaba desahijando lechuga y betabel también.
MG: En el cortito y no nos fue a pagar ese día y medio.
VD: O sea que eso fue antes de su primer contrato en [19]57, ¿poquito antes?
MG: Sí antes.
VD: Y, ¿cómo fue que decidió mejor irse contratado en lugar de irse otra vez de mojado?
MG: No, pues ya, ya después de que ya había sufrido yo dos veces que me fui, volví hasta las ocho veces me… Sí, ya decidí no cruzar la frontera, ya me vine pa México, ya me vine pa mi pueblo. Y llegué, le ayudé a mi papá a preparar la tierra para sembrar de vuelta la milpa y comenzábamos a limpiar la milpita así. Cuando ya le dimos la primer mano de, le nombramos escardar, le digo: “Nomás otra semana le voy a ayudar, me voy a ir de vuelta de mojado”. “¿A qué?, ¿de vuelta?”. “Sí, me están invitando que nos vamos, y nos vamos si me da permiso”. “Sí hombre”, dice, “nomás me ayudas esta semana entonces”. Y le ayudé. Nombre, yo hasta mañaneaba. Y le daba dos, tres azadonazos por un lado y por otro. Todavía chirisqueado le daba ya. Y me busqué más bien un lugar que tuviera más bien arregladito como si fueran aquellos surcos, si fuera ser de ahí, por un lado me iba y por otro lado me venía. Y como dijo un primo hermano de mi esposa, dice: “Pensábamos, yo y julano fuimos a trabajar con tu papá”. Y luego que ya me vine aquí a México, dice: “Me invitó tu papá a trabajar”, dice, “y a julano, pensábamos que le íbamos a dar una buena soga, que le íbamos a ensurcar, que lo íbamos a dejar atrás. Nombre, que la vamos sacando por tierra”, dice, “no lo pudimos dejar nunca atrás”, dice, “nomás nos descuidábamos y ya cuando acordábamos, ya iba dos o tres matillas adelante. Y sí, más bien él nos dio la soga. Durante medio día que nos dijo que le fuéramos a ayudar”, dice, “nunca anduvimos adelante”, dice, “como si nos la fuera a maliciar que ya, y nos lo echamos en medio, uno por cada lado, y ansina iba, un matilla o dos adelante”, dice, “nos descuidábamos y hasta cinco matillas adelante”. “Ándele muchachos, no crea que yo quiero dejarles atrás, no crea que es, no crean que yo trabajo recio, ahí voy a mi pasito”.
VD: Eso fue cuando le ayudaba a su suegro, antes de irse o, ¿ya que había regresado?
MG: Esos muchachos fue cuando yo ya me vine aquí a México, que le digo mi papá se quedó allá solito.
VD: O sea después de que usted se fue de mojado.
MG: Sí, sí ya me vine yo aquí a México y me casé, duré como cuatro o cinco años allá, yendo y viniendo a Estados Unidos y ya después el [19]57. Por cierto fue el año que no llovió casi nada en ninguna parte de la República Mexicana. Ese año estuvo muy estéril el agua, casi no llovió. Y en fin, y ese fue el primer año que yo fui a Estados Unidos.
VD: Contratado.
MG: Contratado. Pero, al fin y al cabo nosotros, yo y mi papá, sembramos el guamil que le digo que sembrábamos de a mano con el azadón. A nosotros se nos dio bastante maíz, frijol casi no, pero bastante maíz, hasta nos sobró maíz. Y yo me casé ese año. Fui al norte y me sobraron $7, $800 pesos, con eso me casé. Y ya le digo.
VD: De ahí se siguió yendo.
MG: De ahí me seguí yendo.
VD: Y luego de Arizona, señor Manuel, ese fue ahí cuando estuvo en la toronja y en el algodón y, ¿después de Arizona?
MG: Y la lechuga.
VD: La lechuga. ¿Tuvo otro contrato?
MG: Sí.
VD: ¿En dónde fue?
MG: En San José.
VD: Digo, sí, ¡ah!, sí es cierto. Me había dicho, allá en San José que estuvo en la fresa y, ¿después de la fresa?, ¿ese fue el último?
MG: Ese fue el último.
VD: Y usted estuvo allá, ¿hasta qué año fue, me dice?
MG: Hasta…
VD: ¿Cuál fue su último año?
MG: En el [19]64.
VD: El último año que hubo contrataciones.
MG: Sí, el último año que hubo contrataciones. Ya nomás, nomás se acabaron las contrataciones, se acabalaron las contrataciones, se acabaron y yo ya me vine, me vine aquí a México.
VD: ¿Ya no buscó para irse otra vez de mojado?, ¿ya no se quiso ir para allá otra vez?
MG: No, ya no.
VD: ¿Por qué ya no se animaba?
MG: Ya no me animé por la cierta razón que yo veía muy difícil la ida de aquí porque ya mi familia no se quiso regresar allá, a provincia. Y yo ya para conseguir para mis gastos y conseguir para el gasto de la casa, ya sentía yo que ya era un esfuerzo muy grande, por la sencilla razón que aquí ya ve, es día trabajado y día comido. Aquí es día trabajado, semana trabajada y semana comida. Con un solo día que pierda uno de laborar un día, es difícil emparejar un solo día de una semana que por ciertas razones no llegue uno a su trabajo, se la haga uno tarde o tenga uno, tenga uno malito, tengo uno una curación en su casa con un familiar, no va uno a trabajar y ya ese día no lo repone muy fácil. Ya siempre dice uno, el día que me faltó, ese día es el día que me falta el gasto para la otra semana. Y ya le digo, todos esos trabajos, yo anduve en la cebolla, anduve en la lechuga, anduve en el jitomate, en el chile.
VD: ¿Eso dónde fue, el chile?
MG: En la naranja. Aquí en San José.
VD: Ah, en San José, en el último contrato.
MG: En San José, anduve este, en la ciruela ahí en San José, ratos también, ratos en la… Cuando ya me dolían mucho mis reumas, teníamos las esperanza de que a ver si nos tocaba la manzana, renovar contrato en la manzana o en la pera. Porque ahí alrededor del campo había pura huerta de pera, pero eran unas perotas también grandotas. Ahí nomás alcanzamos a, y yo, yo nomás alcancé a comer de las que nos íbamos a robar, porque ahí era un campo de los que nos daban muy mala comida.
VD: En el último en San José.
MG: En el último, muy mala comida. Y ahí casi todo el tiempo nos quedábamos con hambre, ¿por qué? Porque no…
VD: No era suficiente.
MG: La comida nos costaba tirar la comida de adentro, de los tacos.
VD: Estaba mala.
MG: Porque sí. Si era guisado o nos daban de a dos guisados, un guisado siempre estaba malo. Si nos daban sopa siempre, estaba el guisado malo o estaba la sopa mala. Y de esos tacos, pues les sacábamos la comida y ya era, disminuir este...
VD: De lo que se comían, claro.
MG: De lo que nos comíamos, teníamos que quedarnos con hambre.
VD: Señor Manuel, permítame tantito para… Usted cuando estuvo allá, porque veo que casi todo el tiempo estuvo en California.
MG: Sí.
VD: La mayoría del tiempo. Y luego en Arizona.
MG: Sí, yo no estuve en ningún lado más.
VD: Cuando estuvo por allá, señor Manuel, ¿qué hacía en su tiempo libre?, que tenía sus días de descanso o el tiempo que tenía libre.
MG: No, pues nosotros jugábamos. Teníamos en el campo allá, de concentración de nosotros había siempre, todos los campos tenían un recreo, un patio con pasto para jugar ahí. Jugábamos voleibol, ahí jugábamos, hasta lagartijas hacíamos ahí.
VD: O sea que se pasaba casi, su tiempo libre lo pasaba ahí mismo en el campo.
MG: Sí.
VD: ¿No salía usted a las ciudades de por ahí?
MG: No, casi no. No, lo más que íbamos era nomás al cine y como le digo, nos echábamos una cerveza o dos, que en ese entonces sí me tomaba yo una cerveza o dos, cada en cuando. Y porque ya de que tengo aquí en México desde 1960 casi no, casi yo cerveza, no.
VD: Ya no.
MG: Ni cuba.
VD: Y entonces, si acaso se tomaba una cerveza y se iba al cine, ¿se acuerda de cómo era el trato que les daban a los braceros allá?, es decir, la gente de allá, los mismo norteamericanos, ¿cómo los recibían, cómo los trataban cuando usted llegaba a salir?
MG: Pos no, yo para mí no, no hubo más. El primer año, los únicos que nos, que nos carrereaban luego, era una colonia de negros que había en la pasada, en la pasada de nosotros al pueblo. Porque caminábamos, pos un tramito por ahí de un, pos era como de un kilómetro, tantito menos. Y en ese trayecto había casitas de colonia de negros y ahí era donde nos carrereaban luego.
VD: ¿Qué les hacían?
MG: Porque, pos se enojaban porque los veíamos. Ellos este, siempre pos como, como es otra familia, otra raza, cierto que yo no me acuerdo haberles faltado, que nos fuéramos reído o fuéramos dicho algo de ellos. Ellos nos decían en inglés y nosotros les decíamos en español y este, sí nos la mentábamos, sólo ellos sabían. Y yo en ese entonces no sabía y fue la primera vez. Solo esa vez que fue la, sólo en esa vez de ese año, fue el año que yo sentí que nos carrerearon tres o cuatro veces.
VD: Y, ¿qué les hacían, los molestaban nada más?
MG: Sí, nos…
VD: ¿De decirles cosas?
MG: Sí, nos…
VD: ¿O los trataban de agredir?
MG: Nos trataron de seguir y seguían…
VD: Y, ¿los querían golpear o sólo los molestaban?
MG: No, nos querían golpear de seguro, porque nos carrereaban. Al ver que iban tras de nosotros a la carrera, pos más corríamos nosotros. Sí, no, no nos dejábamos alcanzar, y hubo veces que algunos llegaban hasta al mero campo a querer buscar pleito ahí con la raza. Pero ya una vez estando en campo, pos ya salía la demás raza y ya, ya menos dejaban los camperos, ya no los dejaban. Ya en inglés les decían que se retrocedieran, que ahí no había, que si no entendían que le hablaban a la policía. Y ya era de que se regresaban ellos. Y tal vez algunos tenían la culpa y algunos la pagábamos por algunos, pero yo en especial nunca me quisieron agredir más veces.
VD: ¿Fue sólo esa única vez y no tuvo algún otro problema en algún otro de los lugares donde estuvo con la gente?
MG: No.
VD: ¿Ni que no los dejaran entrar a algún lugar, a algún restaurante?
MG: No, ni a ningún restaurante, ni una cantina, ninguna parte nos quisieron dejar, nos quisieron dejar afuera, o que no entráramos o alguna cosa. Nada más me acuerdo que la última vez en San José, una vez pos nos fuimos temprano y fue en un tiempo, como que hacía mucho calor, eh. Y dijimos: “Pos pa entrar al cine, pos es muy pronto todavía, vamos a comprar por ahí alguna nieve, no cerveza, pero una nieve sí nos la podemos comer en vía pública”. Y compramos la nieve y comenzamos a caminar dos o tres cuadras y vimos un árbol que tenía una sombra, ¡pero bonita!, en una calle que no había ni tráfico, que nos sentamos ahí en la orilla en la banqueta, en la guarnición. No, no tardaron ni diez minutos cuando ya teníamos la patrulla ahí enfrente de nosotros. “Oh”, dice, “circular”, dice, “muchachos no, no sentarse, no sentarse muchachos, circular, caminar”, dice, “no sentados”. Dijimos: “Ni modo”. Y luego luego nos, ¿cómo se llama?, nos platicaron, un vecino nos ha de haber echado la poli que estábamos ahí, que quién sabe qué quedríamos, que qué estaríamos tramando, queríamos robar algo. No, al poquito nos volvimos a sentar, caminamos otra cuadra o dos pa otro lado, nos volvimos a sentar, a poquito un, volvieron a llegar, nos volvieron a parar, ahora sí ya son dos veces y los mismos policías: “Ya son dos veces”, decía, “a la otra vez ya llevarlos. Ya subirlos a acompañarnos, eh”. Ahí decimos: “Ahora sí, vámonos al cine ya. Si salimos pronto nos vamos, eh”. Allá en el cine son, son corridas las películas, que a la hora que se quiere uno salir. Allá si le gusta a uno puede durar cuatro o cinco horas en el cine. Y ya, ya llegamos al cine y nos metimos, duramos como cerca de dos horas. Nos salimos y ya dijimos: “Nos vamos a llevar una cerveza para tomárnosla en el campo”. Ahí entramos a una marqueta y ya compramos nuestras dos, tres cervecitas cada quien. Nos fuimos en paz. Ya llegamos riéndonos, nomás nos volvemos a sentar otra vez y debíamos estar en la cárcel. Y ya nomás, no, pues sí, ya, ya le platicamos a otras personas que andan más edad. Y: “No, muchachos”, dice, “aquí no se vale sentarse en donde quiera”, dice, “aquí por eso hay campos de recreos que se puede uno ir a sentarse, a acostarse uno ahí en un arbolito, en el pastito, pero aquí en la calle, en el pueblo, a pleno pueblo no, no se vale. Lo mismo, que si ustedes rentan una casa fuera del campo y ustedes queren abrirle todo el volumen al radio, no se vale. Luego luego llega la policía también, que le baje al volumen o se lo llevan, ¿por qué? Porque aquella persona puede estar desvelada, puede trabajar de noche y es la que se está reportando, aquella persona que está enfrente de su casa, están ustedes enfrente de su casa. No puede estar pensando que qué pueden estar tramando ustedes, por eso no”. Dijimos: “Tanta vez que tengo yo viniendo aquí y nunca me había pasado”. “Pues nunca lo habías hecho”, dice, (risas) “de sentarte en una banqueta a pleno, a plena calle en la aquí, en los pueblos, o en la ciudad”. “No”, le digo, “yo voy a salir”, y le digo, “a salir a unas partes de recreo, ralitas las veces, mire. Tengo dos o tres veces que salgo”, le digo, “paso los días tranquilo y nos regresamos ya en la tarde, a gusto o aburridos como sea, pero regresa uno”. Y no, nunca fui a parar a la cárcel por alguna desobediencia o por algún pleito.
VD: No tuvo problemas de ese tipo.
MG: No tuve ningún problema allá cuando pasé yo, entré a la cárcel las veces que entré de mojado, cada vez que nos agarraba la Migra, los migrantes, nomás una pura vez no entré a la cárcel, esa vez sí. Por cierto, ese mismo, también con los polis que, ahí en San José, los que nos pararon las dos veces y éramos tres, tres compañeros esa vez. Y esa, a cada vez que, tres veces nos agarró el mismo migrante, a mí y a mi cuñado. Al decir tres veces, se me dirigió a mí, yo todavía estaba jovencito, de a tiro pollito. Yo todavía no tenía los quince años. Y dice: “Oye, oye chavito”, me dice así un jovencito, me dice, “¿dónde mero eres nacido?”. Le digo: “Yo soy, mi pueblo se llama Uriangato, Guanajuato”. “Ah, carajo”, dice. Y luego me, me dice: “Somos hasta paisanos”. “Sí”, dice, “yo soy de León, Guanajuato”, dice, “ahí fui nacido. Nomás que yo me vine para acá”, dice, “y aquí pude arreglar mis papeles y ahora soy policía, soy de Migración”, dice, “oye”, dice, “qué tanto es la necesidad”. Le digo: “Pues mientras, las necesidades que tengo, no nos dejas trabajar, ¿con qué nos regresamos? El pasaje hasta allá está lejos, está pesadito. Cuesta más de $200 pesos”, le digo, “el pasaje con todo y comida”. Dice: “Mira”, dice, “si te dejara trabajar por decirlo así, quince días, una quincena”, dice, “con quince días que trabajes, yo creo que sí, juntas más de $200 dólares”. “Oh, sí”, le digo, “pero, ya ahorita ya me vas a echar de vuelta, ya me vas a echar de vuelta”. Me dice: “Sí, sí nos ponemos de acuerdo y siguen trabajando aquí, tienen tres días trabajando ahora, de modo es que, mira, pa serte claro, a los quince días, a partir de hoy, a los quince días vengo por ustedes a ésta misma hora. ¿Qué les parece? Ahí le platicas a tu compañero, a él también lo dejo y a ti también, pa que no estés aparte de él”. “No”, le digo, “Pues yo no sé ni de dónde sea ni nada, somos compañeros, pero yo no sé ni de dónde sea ni nada”. Pero era mi cuñado. ¿Cómo le iba a decir que era mi cuñado? Porque no eran los apellidos iguales. Bueno, pues dice: “Si me cumples”, dice, “bueno pues, no vamos a echarnos una…. Y dejamos al cuñado y él siguió haciendo su, estábamos en esa hora haciendo la comida, ahí estaba, dándole al bolillo en una tabla así cuadradita. Yo haciéndole, tenía como unas seis, cinco o seis pastelitos, cajitas de masa de harina, en un platillo los tenía así. Y yo estaba volteando las tortillas. “Vente”, dice, “deja, deja aquí a tu compañero”. Y ya anduvimos como dos horas. Acabó de comer y ahí nos salieron los filipinos, estábamos con unos filipinos y ya vio que salieron y ya los siguió. Dice: “Y, ¿tu compañero?”. “Se lo llevó el inmigrante”. Dice: “Pensábamos que andaba, vente vamos a trabajar, si te dejan trabajar otras dos, tres horas”. “Pos qué bueno”, dice, “te las pagamos”. No, ya volvieron y ya a fines del día, del sol, ya el sol bajito. Y ya llegaron por el otro lado, ya me abrieron las portezuelas del Jeep, y ya bajé yo y me fui a donde andaba. Dice: “Y, ¿ahora por dónde llegaste?”. “Allá me dejaron los emigrantes y ya tengo, ya tengo permiso de que nos vamos a quedar quince días”. “Ah, carajo”. Decimos: “Pues ándale”. Y ya me decía él, uno de los filipinos, eran tres. Dice: “Pues vente”. Andábamos poniendo hilo para el frijol de guía. En una caja de cartón, las pelotas de hilo, porque teníamos un alambre, una estacada por cada surco. Como en cada cinco metros de una estaca a otra, una barreta y la dejábamos caer la barreta pesada y nomás le hacíamos así y otro poniendo la estaca. Me pisó con el pie alrededor y después sobre de ésa estaca otros atrás venían poniendo…
VD: El hilo.
MG: Poniendo un alambre abajo y otro arriba, y de ese alambre poníamos el hilo cruzadito, pa que guiara el frijol de guía, de vara. Y ya me tocó. Todavía trabajé otras dos horas, hasta que no salían, ora sí. “Mañana muy temprano”. “Sí, cuñado“. Puro cuñado tratan los filipinos. Y en la mañana: “Tú cuñado”, y, “échale ganas”. No, pues ya en ese entonces ya era bueno yo para eso, ya teníamos dos, tres veces trabajando con ellos ahí. Dos o tres días pero ya lo mismo. Y ya este, en esos días, no les dimos un buen avance a esos files de frijol que tenían y este, tenía una huerta de dátil, que yo dejaba el surco del hilo y le corría hasta, puño de dátiles.
VD: Dátiles.
MG: Ya nos echaba una bolsa de dátiles, taban redulces. Nomás, ya me decía: “Ahí está el agua, ahí está la anforita”, dice, “lávalos tantito porque te hace mal el polvo”. Y sí.
VD: Del insecticida que les ponían.
MG: Y sí les lavaba y ya hasta ellos se comían uno. Y les daba risa cuando yo les corría a cortar un puño, en el sombrero que llevaba, se llevaba un sombrero de palma, ahí me tráiba mis dátiles. Y ya después le pasaba un puñito al cuñado y otros dos o tres a cada uno de los filipinos. Me decían: “Lávalos”. “Oh”, dice, “mucho buenos”. Con razón, yo tenía la tentación que eran muy sabrosos y no, un día o dos creo sí le, sí anduvimos cortando el dátil. No, pues este, llenábamos, el primer día llenamos dos camionetas de cajas de dátiles, pura cajita ansinita. Y ellos tenían su camioneta y ellos mismos iban a entregarla a las marquetas.
VD: Y estos fueron en los días que le dejó el de Migración trabajar ahí.
MG: Sí, en ésos.
VD: Y, ¿después sí regresó por usted?
MG: Sí.
VD: Y ya lo pasó de otro lado.
MG: A los meros quince días y llegó a las, pasaban dos horas del plazo que habíamos
puesto y luego ya dije: “No, ya hasta se le olvidó”. Que lo vamos mirando llegar. Ese día ya le dijimos y ya ni salimos a comer. Y ya la poquita provisión que teníamos, la preparamos y ya los taquitos hechos para salir pa México en la noche. No, esa tarde comparte de muchos hasta las doce de la noche y no nos llevaron a la cárcel.
VD: Ya nada más los echaron.
MG: Y estaba, nos trajo ese migrante en su Jeep, todo el rato. Ya no anduvo buscando mucho, sí salíamos al pueblito, entrábamos y salíamos por una calle y entrábamos por otra, salíamos tramitos, pa los ranchitos, pa las huertas.
VD: Que estaba buscando otros mojados.
MG: Andaba buscando más ahí. No, no halló más, nomás éramos nosotros, pero ya tenía cuatro o cinco en su guardado que tenía ahí. Y a la meritas doce de la noche ya llegamos y ya nos sacó creo tres, ya nos subió al Jeep y nos llevó a la estación del tren y ahí en el tren nos subió.
VD: Y se regresaron.
MG: Pa Mexicali.
VD: Otra vez para acá.
MG: Sí.
VD: O sea, señor Manuel, entonces eso fue cuando usted tenía quince años, dice.
MG: Catorce años.
VD: O sea que desde bien chiquito se fue de las primeras veces de mojado.
MG: Todavía no cumplía los catorce años cuando me fui la primer vez de mojado.
VD: Y así se fue varias veces hasta que a los veintiuno, quedamos veintiuno, se contrató.
MG: Ya fui contratado.
VD: Y ya usted que se fue casado, señor Manuel, ¿usted le mandaba dinero a su esposa de allá?
MG: Sí, sí le mandaba su…
VD: ¿Cómo se lo mandaba?
MG: Pos por giro.
VD: ¿Por un giro postal?
MG: Sí.
VD: Iba cada que iba al, ¿dónde le ponía el giro?, ¿en el telégrafo?
MG: Nosotros le dábamos el dinero al campero. Hacíamos la carta y le dejábamos la cantidad de dinero que explicaba la carta sin cerrar, la carta se quedaba sin cerrar, se quedaba el sobre adentro, quedaba el papel de los cuantos renglones que poníamos adentro del papel y la dirección aquí, a fulano de tal. Y: “Por favor me la mandas a fulano de tal, la cantidad que está aquí. Adentro del sobre están los billetes”. Y se los contaba uno. “Aquí está. ¿Cuánto cuesta la certificada?”. “Pos que tantos dólares”. “Aquí están”. “Y, ¿cuánto va a ser por eso?”. “No”. Nunca me, nunca me cobraron a mí ni un favor de esos, nunca me decían: “No, pues la ida es tanto”. No, nomás la pura, lo puro que pagábamos nosotros era la certificada pero era la persona que iba a poner la cantidad que juntaba, juntaba uno lo que le sobra.
VD: Y, ¿usted mandaba cartas para acá además del dinero?, ¿se comunicaba?
MG: Sí.
VD: ¿Le ayudaban a escribirlas o usted mismo las escribía?
MG: No, me las hacía una persona.
VD: ¿Le pagaba o de amigos se las hacían?
MG: Mire, también, nunca me recibieron, me ha recibido ni una persona de las que me han hecho el favor de hacerme un favor así de unos renglones para darle a saber a mi familia.
VD: Y entonces le mandaba usted cartas a su esposa.
MG: Sí, con pocas palabras, pero le mandaba por ahí cada veinte días, cada mes una carta. Y sin que se dieran los cuarenta días, dos cartas.
VD: Y regresaba otra vez y la veía.
MG: Porque sí, llegando allá, llegando allá. “Ya estoy en tal parte, aquí está el domicilio con esta fecha. Estoy ya trabajando, acá ya estoy contratado”. No, es que ya les doy a saber que estoy sanito. Por cierto, en la vez que estuve yo en el limón oiga, este, me dolió una muela tanto que ya me echaba a revolcar, una muela me dolió tanto y ah, canija muela me dolió dos veces afiladita. Como a los dos, tres meses que llegué, me dolió la primera, como a los otros dos o tres meses me volvió a doler, pero a revolcarme yo. Me bajaba de la escalera. En la primer vez andaba en la naranja y tenía que usar una escalerota hasta de veinticinco pies, veinticinco escalones, cada escalón es un pie. Veinticinco escalones, estaba grandísima. Y las personas que no estamos impuestos a eso, por fuerte que sea uno, nomás no puede uno levantarla. Se revuelca uno pa levantarla y hay veces que no puede uno. Necesita personas que ya están entrenadas que le digan: “No, mira, ansina, así se hace para que no sufras, hazte tus fuerzas, aunque tengas fuerzas no, no la vas a hacer”. Y no fíjese, este, yo gracias a Dios, me tocó también un señor muy buena persona. Me ayudó tres, cuatro, cinco veces, cuando más, cinco veces un día y otro día como dos veces, y nomás. Ni más me volvió a ayudar nadie y aprendí fácil. Pero sí, como cinco veces el primer día me ayudó a levantar la escalera. (perro ladrando) Ay, ay, ay estate silencito. También se sorprende de ahí, de repente ladra, ¿verdad? (risas) Mire, ahí está cabeceando, ¿verdad?
VD: Ya, ¡eh!
MG: Y ya le digo.
VD: Que le dolió su muela.
MG: Sí, me dolió esa muela, pero feo, feo. Las dos veces me tocó ir al doctor.
VD: Y, ¿usted tenía que pagar el doctor, o ya se lo pagaban?
MG: No, taba incluido en el $1.75.
VD: Que pagaba de seguro.
MG: Que pagábamos seguro y comida, seguro y comida. Nomás que pagábamos poquito, pero también no iba a decir yo de ese retroactivo que quedaba, como un retroactivo de que nos estaban quitando un diez por ciento, también desde entonces sabía yo que eso le quitaban. Porque después que ya comenzamos a saber, yo fui todavía sin venir a La Ciudadela, una vez que jui yo allá a Moroleón le comuniqué a un tío, le dije: “Tío oiga, oiga, hay un ¿usted ha escuchado una versión que andan unos grupos?”, le digo, “por aquí en el estado de Guanajuato. Y allá mismo en la Ciudad de México, anda un grupo que anda removiendo lo que nos quitaron de seguro allá en el otro lado de, allá con los gabachos, allá en el gabacho”, le digo, “que nos quitaban todas las veces que íbamos, nos quitaban un diez por ciento”. Dice: “Sí”, dice, “pero fíjate que yo ya cobré”, dice, “¿te acuerdas cuando yo estuve yendo a México dos o tres veces”, dice, “me estuvieron pagando. No me dieron de a junto, por eso fui tres veces, de la primer vuelta que di yo el [19]42. Después volví una vez o dos veces y ya no. Como que no me conviene ya”, dice, “y sí, yo fui a cobrar hasta tres veces y a la mejor ya por esas tres veces que yo cobré, yo ya no puedo tener nada, no puedo tener derecho. Las demás veces que fui”, dice, “tú sabes que de acá está lejos ya para ir y ya está uno viejo”. Ese sí ya está viejito. Ya no sabe ni pa onde camina. Ya se sale a la casa y se pierde, ahí en el rancho. Y dice: “Por eso”, dice, “y eso le nombraban ahorros que dejábamos nosotros allá cuando fuimos. Por esa razón yo ya no, yo ya no inspiro a eso”, dice, “por ahí avísales a otros que tenga”. Pero le digo: “Los demás”, le digo, “la mayoría, pues ya han muerto y los que no han muerto”, le digo, “ya son pensionados hasta de allá mismo de Estados Unidos”. Porque la mayoría ahí de mi rancho, la mayoría arreglaron sus papeles últimamente ahora que en éstos años pasados hace unos diez, doce años que arreglaron.
VD: En el [19]86 yo creo, la amnistía.
MG: La amnistía, nomás que pos principalmente a mi hijo el mayor le salió su arreglo temporal. Y ya tiene, ya va para cuatro años de mojado. Ya, ya después no le…
VD: No se le arregló.
MG: No le renovaron, no se la renovaron. Y ya él, ya existía de mojado, pero él allá está, él allá está.
VD: ¿Un solo hijo tiene allá?
MG: Sí, otros dos no, no han ido nunca.
VD: Sólo uno se fue.
MG: Sólo uno sí, sí fue. Y la primer ida le costó su matrimonio, está separado de su esposa. Con ese es, la primer nieta que tengo que le digo que tiene, ya tiene completando diecisiete años ya, porque vino a hacerle sus quince años el 2000. A salidas del 2000, vino a hacerle sus quince años, el cumpleaños de ella, el veintitantos de noviembre. De noviembre al 2001 son dieciséis y del 2001 a este noviembre cumple diecisiete ya.
VD: Diecisiete.
MG: Ya ahí y nomás lo único que tengo yo de resentimiento es que no, no le echó ganas a la escuela. Ha sido en vano su esfuerzo, que ha hecho el hijo en mandarle escuela, a eso sí se ha comprometido a ayudarla, a vestirla y a costearle toda la escuela desde secundaria para acá. Porque la primaria como que no quería que le ayudara la esposa, en la secundaria sí ya pidió ayuda. Pero en la primaria como que le parecía mal que le ofreciera uno ayudarle, o que le llevara uno algunos centavos. En la secundaria sí ya tuvo que hacer el esfuerzo en pedir ayuda y ahora de este año ya reprobó en el CONALEP (Colegio Nacional de Educación Profesional Técnica), ya reprobó todo el semestre. Y casi ya lo sacaba, reprobó todo, todo, seis materias.
VD: Ah, qué caray.
MG: Ya le entregaron hasta sus papeles. Se los entregaron desde, en principios de febrero.
VD: No, qué caray, pues qué triste.
MG: Y estaba saliendo cara, estaba saliendo cara. Estábamos pagando ya $700 pesos, pagamos el primer semestre $700 pesos. Y ahora iba a subir creo a $800 ó $900 pesos. Pero ya, ya no, ya hasta le había dicho yo al hijo, le había hablado cuando era del papeleo. Le digo: “Mira, también estoy viendo que ya lo que se le da para sus gastos de ella, se come un dulce, un refresco, se toma un refresco”, le digo, “ya no, ya $10 pesos no es nada”, le digo. Le dije yo: “Quiero ver si le aumentas cuando menos a $15 pesos”, le digo “y no es dinero todavía, todavía no es un gasto diario para sus gastos, debiendo ser cuando menos arriba de veinte”, le digo, “pero siquiera $15 pesos, ahí tú si te condueles. Ahí te pones, tú pones cuánto y cuánto le voy a dar, seguir dando”. Pero resulta que da el bajón.
VD: Mire, y ya no fue, no aprovechó.
MG: Ya no, no, ya no fue, ya después que le dijeron que tenía la oportunidad de volverse a inscribir hasta septiembre. Pero le digo, ahora en estos días pasados habló y dijo, le digo: “¿Qué has pensado sobre de lo de tu muchacha?”. Me dice: “Pues estoy entre, como si fuera de este, la mano, estoy entre que sí, como que no”, dice, “porque está fallando mucho”. Le digo: “Pues simplemente en la escuela secundaria”, le digo, “yo mi mayor trabajo que no me han dado, que no me la despidieran de la secundaria, ¿por qué? Porque tenemos problemas”. Tenía muchas faltas por una o por otra cosa. Una que era muy peleonera, otra que sonsacaba a las compañeras y compañeros. Había días que sonsacaba hasta siete, ocho.
VD: Para irse.
MG: Para irse de pinta, de su mismo grupo. Y a mí me, me hablaba por teléfono, si no el secretario, el mero jefe, el director y ya me, yo le supliqué mucho. Le digo: “Miren, yo les voy a agradecer toda mi vida que no me la despidieran, porque si me la despiden, ¿a dónde me la van a mandar?”, le digo, “ya estamos terminando el primer año, y ya va a entrar al segundo”. Y ya no, se quedaban fijando, mirándose uno al otro. Y ya salió el primer año y como a los dos meses de… Yo estaba echando las vueltas, cada quince días, cada quince días, a, pues a ver las conductas y le pregunté. Dice: “Usted no vaya a dejar de venir, para que tenga más temor su nieta”. Y como quiera que va saliendo segundo año y que ya tiene nomás dos pleitos, todavía se aventó dos pleitos buenotes, eh. Y ya les volví a suplicar y ya como quiera me volvieron a aguantar y este, pero sí decían: “Nomás usted tiene la facultad”. Porque ya a segundo año, de medio año en adelante se salió la mamá de trabajar y ya estuvo ella como la tutora. Que ella sí, ya tenía que ver por su hija. Pero, a las primeras de cambio chocaron, chocaron con los jefes ahí de la escuela y que la van mandando por un tubo, porque ella quería gritar como en su casa. Y dice, pues le van diciendo: “Pues, ¿sabe qué, señora? De aquí en adelante nada más el abuelo va a poder venir a saber lo que haiga que saber de su hija. Pero usted ya nomás se va a poder parar, o quiere de una vez se la echemos pa fuera, ahorita menos. La mandamos llamar y ahorita mismo se la lleva, pero aquí ya no hay campo para su hija”. No, pues tuvo que sobajarse ahí a que nomás yo quedara. Dice: “Tenemos su nombre, tenemos su teléfono, de su abuelo y sólo él va a poner venir”.
VD: Y usted así fue que se encargó de verla.
MG: Y por mí no. Por mí salió que bien que mal, mal o bien de su secundaria. Pero ora yo ya ni fui. Yo ya ahora en esta escuela yo ya no intervine, ya ella, ya entre mamá e hija tuvieron que hacer sus arreglos.
VD: Ellas se arreglan. Y usted es el que mantiene comunicación con su hijo.
MG: Sí.
VD: Usted le dice a él. Y, ¿él ha estado allá desde hace mucho, ya tiene mucho por allá?
MG: Sí, pues allá ya, ya él va para, pues desde antes, desde los días que comenzaron a arreglar las amnistías, desde esos años se fue.
VD: Él estuvo por allá desde el [19]86 entonces, o antes.
MG: Sí, jue, no, como el [19]87, como el [19]87 se jue él de mojado, se jue de mojado.
VD: Y allá arregló temporalmente.
MG: Sí, pero se jue con unos compañeros que ellos tenía familiar allá, tenían hermanos. Esas personas cayeron parados.
VD: Ya tenían dónde.
MG: Sí, ya eran los mismos hermanos, les consiguieron el trabajo y les…
VD: Tenían casas.
MG: Y les prestaban dinero para que giraran luego luego a sus familias. Y él tenía que ganar para comer, para pagar la renta…
VD: Sí, es más difícil.
MG: Y lo único que hizo, uno o dos de los conocidos que tenían, los compañeros que se los llevaron, le consiguieron trabajo para que les ayudara a pagar la renta. Pero en vez de conseguirle trabajo de planta, nomás le conseguían trabajo dos días por semana, nomás pa que…
VD: Para que pagara.
MG: Nomás para que pagara su comida y su renta. Que, que nos pusiéramos de acuerdo yo con los otros hijos y que le estuviéramos pasando una manutención aunque fuera pequeña para su familia. Al darle a su hija, le dábamos a la esposa también. Los hijos aportaban en ese tiempo, lo mínimo eran $20 pesos cada ocho días cada uno, y yo $20 pesos, nomás que yo le llevaba $60 pesos cada ocho días, cada ocho días. Y yo ya ese trabajo que tenía, era hacerle comida a un tío que también él, ese señor, lo pagaba a su esposa de mi hijo un promedio de $50, $60 pesos cada ocho días también.
VD: Y con eso.
MG: Y con eso sobrevivió un tiempo.
VD: Hasta que su hijo le pudo empezar a mandar.
MG: Sí, pero ya en lo que le empezó a mandar, como que no le gustó. Y ya a mí también ya me, ya me dijo: “Ya usted ya no me traiga dinero, porque ya no se lo voy a recibir, ya su hijo ahora sí ya me comenzó a mandar”. Pero a buenas horas ya, ya no me recibió a mí el dinero, pero a la próxima vez de que vino el hijo, trajo sus aparatitos de su televisión, grabadora, como tres cosas, como tres o cuatro cosas le trajo. “Por esa razón es que yo no he estado así y ahora entré sí, yo a la casa”.
VD: Y usted, señor Manuel, que anduvo por allá, que anduvo primero de mojado y que después anduvo de bracero, ¿se le parecía a usted que con el contrato era mejor?, o, ¿cree usted que era lo mismo haber estado allá de mojado que haberse ido contratado?
MG: No, pues este…
VD: ¿Qué ventajas tenía de la…
MG: La ventaja es que siquiera no se andaba, no se andaba uno escondiendo. Tenía uno la libertad de andar uno libre como… No libre libre, porque pos allá no es igual, no es feliz, no son las, la vida igual que aquí, porque aquí puede uno salir y pa todos lados y allá no. No es lo mismo allá. Pos allá la gente vaga no, o que sea faltista en el trabajo no es bueno. Y eso es lo que se necesita allá, se da, como también aquí se puede ser. También aquí puede ser, en una gente trabajadora, honrada, donde quiera, donde quiera cabe.
VD: Claro.
MG: Donde quiera cabe. Y luego yo decía, si yo fuera, yo falta que, me habían de dejar hasta pasar, nomás que pues no puede uno.
VD: Ya es más difícil.
MG: Ya es más difícil.
VD: Y, señor Manuel, para terminar nada más le quiero preguntar, del tiempo que usted estuvo por allá como bracero, los recuerdos que le quedan, es decir, ¿cómo recuerda usted esa época? Cuando se acuerda de esos años, ¿qué recuerdos le vienen?, ¿cómo se siente?
MG: Pues yo mis recuerdos son tranquilos. Que con el mismo amor y el mismo gusto que anduve allá lo recuerdo. ¿Por qué? Porque yo no, pues no pasé mala vida. ¿Por qué? Porque anduve tranquilo, a gusto. Son recuerdos que sí, de otra cosa que fuera dicho, hice dinero, pa sobrevivir un tiempo, ¿no? Pero pues sí, no me quedó ni qué preguntar. Que es más, que es más duro ahorrar unos centavos que ganarlos, aquí y onde quiera. ¿Por qué? Porque allá es, sí ganaba unos centavos pero, mire yo, todas las veces casi pagué para poderme ir.
VD: Para poder engancharse allá.
MG: Para poderme remendar para allá necesitaba pagar. Lo mínimo que pagué fueron $350 pesos.
VD: Y aún así le salía.
MG: Era, era buen dinero ya.
VD: ¿Sí?
MG: Sí y para no ser de uno, tenías que pagar réditos.
VD: ¿Usted pedía prestado allá en su pueblo y luego pagaba?
MG: Y luego pagaba.
VD: Y aún así con esa deuda que tenía, ¿sí valía la pena hacer el viaje?
MG: Sí, sí valía porque uno dejaba, tenía uno que conseguir pa la mordida, para pagar el coyote. Tenía uno que conseguir para irse.
VD: El transporte.
MG: Y tenía uno que dejar unos centavitos a la familia, que no, no era muchote, pero sí. Porque allá las esposas tenían pues, no le digo que mucho, ocho, diez, doce, quince gallinitas y ya esas son muy serviciales allá en el rancho. Tenían su costal de frijol, su apilito de maíz, o sus dos, tres costales de maíz y por eso no se apuraban. Nomás pa lo más necesario, unos centavos y no sé, no sé verán de que tienen que estar al pendiente de que unos centavos no falten, porque pues no salen tortillas y por eso no comer.
VD: Claro.
MG: Se necesitan pa otras cosas. Pero sí, en aquellos años, pues era otra la vida, era otra la vida y ahorita no. En esos años era cuando, en esos años apenas comenzaba a entrar camiones ahí a mi tierra, que cuando estaba pequeño decían: “Nombre, si ustedes llegan con una persona como las, como estamos nosotros”, me decía a mi abuelo y dos amigos que iban ahí a platicar con él, decían, “cuando ustedes sean grandes como nosotros”, me decían a mí y a otro muchacho, “toda la gente va a tener sus carros”. Y yo me reía. Decía: “¿Con qué los compran, con qué los compran?, ¿por dónde van a llegar?”, decía, “ya, como a unos, siete, ocho kilómetros, que a diez no llega, pasa la carretera, del estado de costa abajo, pasa una carretera, es pura terracería, con trabajos pasan un carrito, un carrito cada en cuando. Y son pueblos a donde van, aquí a los ranchos, ¿a qué canijos vienen?, o, ¿con qué los compran?”. Y yo es lo que me ponía a pensar, pos don julano y julano y mengano, sí pueden comprar porque ellos tienen, tienen treinta, cuarenta reses. Tienen cuatro o cinco labores de yunta, o hasta ocho, diez labores. Tienen pasteaderos, donde pastear sus yuntas de bueyes, sus vacas, sus becerros, sus becerritos, que van, tienen hasta treinta, cuarenta, cincuenta reses. Ellos sí pueden comprar sus carritos, decía yo. Pero fulano y fulano, ¿cómo?, y, ¿yo con qué? ¿Nosotros con qué los vamos a comprar? Y ahí decía yo: “Si me estiro, salen los pies pa fuera”. (risas) Porque sólo estaban los agujeros, piedras así como estaban, pero sencillas. Una piedra sobre de otra, quedaba agujeros que andaba uno haciendo, amasando, hasta cenizas.
VD: Para rellenarlos.
MG: Para rellenarlos con pedacitos de piedra así china.
VD: Así eran las casitas.
MG: Íbamos a una tierra que era más pegajosa. Íbamos en un burrito como a dos kilómetros a traer costalitos, así uno por cada lado o nomás uno, como uno, el que iba solito, no podía cargar de a dos costales. ¿Por qué? Porque el canijo burro al tiempo que se ponía uno, a medio espinazo en un costal, al tiempo de echarle el otro, nomás le hacía ansina y va pal otro lado del costal y ya se quedó uno. Y decía yo: “Uh, mejor nomás con uno pa no navegar”. Nomás que me daba trabajo echarle otro tantito más tierra, pero sí. Nomás un costal la trabas así y ya se lo amarraba y cargaba dos burritos, pues eran dos costales y si cargaba nomás un burrito, nomás uno, nomás.
VD: Con eso.
MG: Nomás con eso sí. ¿Esta es la bocina?
VD: El micrófono. Ah, qué caray, pues sí. Entonces, señor Manuel, a usted en general le quedan esos recuerdos buenos.
MG: Pero sí, sí, tranquilos ahí.
VD: De su tiempo que estuvo allá.
MG: Que no, no me adolece ver pasar, porque pues ya de antemano, como le vuelvo a repetir, yo dependí de familia pobre, muy pobre. Pero de espíritu, de espíritu hemos sido ricos, porque gracias a Dios, de mi familia naiden está en la cárcel y naiden, esperemos en Dios, que así siga. Y naiden ha matado, de lo que yo, de lo que yo tengo sabido, naiden ha estado en la cárcel, naiden ha matado, naiden ha asesinado a otra persona. Que sí, pleitos como en todas familias.
VD: Claro eso no falta.
MG: Pleitecitos pero pasajeros.
VD: Claro.
MG: Que hubo enfermedades, como ya habíamos dicho, ningún hogar estamos en sana paz, unos de uno y otros de otro y otros de otro.
VD: Así es.
MG: Por eso le digo que de todo, yo todo por todo, yo le pido a Dios, por mí y por todo el mundo en general. Por todo el mundo en general, aunque seamos uno, un universo muy grande. Que hay mucha, mucha gente y es lo que, lo que nos atrae muchas guerras. Yo cada vez que me acuerdo tanto, tanta vida que, que muere injustamente, me da mucha tristeza, muchas ganas de llorar.
VD: Pues esperemos que estas cosas algún día, algún día.
MG: Pues mire, es como ya habíamos dicho, de todo, por todo no, no va a ser fácil. Como de la delincuencia que hay aquí. Nomás en la Ciudad de México, no es fácil que se controle.
VD: Yo le quiero agradecer, señor Manuel, muchas gracias por su tiempo y por sus recuerdos que me compartió y le agradezco muchísimo y pues ahora le invito a que comamos, para que reponga las energías.
MG: Mire, yo de comida, este…
Fin de la entrevista.
Interviewer
Domínguez, Violeta
Interviewee
Guzmán Núñez, Manuel
Location
Mexico City, México
File Name Identifier
Guzman_Nuñez_MEX011
Citation
Domínguez, Violeta and Guzmán Núñez, Manuel, “Manuel Guzmán Núñez,” Bracero History Archive, accessed November 22, 2024, https://braceroarchive.org/items/show/129.