Irene Solís
Title
Irene Solís
Description
Biographical Synopsis of Interviewee: Irene Solís was born on May 4, 1941, in Carrillo Puerto, Durango, México; by the time she was sixteen, she was already married and pregnant with her first child; in 1957, her husband, Fernando Barrios Domínguez, enlisted in the bracero program; in addition, her father-in-law and several other men in town were also braceros.
Summary of Interview: Ms. Solís recalls that there was no rain during the 1957 sowing season, which left them with no food or money; her husband, Fernando Barrios Domínguez, and other men from town tried to enlist in the bracero program, but they did not make it; later that same year they were able to travel to Monterrey, Nuevo León, México, and obtain a contract; although he never spoke much about his experiences, Irene recalls hearing her father-in-law assert that the men only left home out of necessity; moreover, he repeated that they were treated worse than animals while having to endure being stripped and fumigated; other men reiterated those sentiments; one man even said that he had been violated (violaron) while going through a border contracting center in Mexicali, Baja California, México; many men, including her husband, took such secrets to the grave; while Fernando was gone, Irene took on the responsibilities of a father in addition to those of a mother, which was especially difficult, because no one was there for moral support; when her children were sick, her mother-in-law helped her; in his letters home he told her how much he missed her, but he had no other choice; she goes on to describe in detail, the tragic events surrounding her husband’s death in 1970; consequently, she and her seven children had to move to Tijuana, Baja California, México, with her father; she later came to the United States with her children; time and again she thinks of what other possible things her husband and others had to endure out of simple necessity, which is in part why she continually volunteers to help feed day laborers in her area.
Summary of Interview: Ms. Solís recalls that there was no rain during the 1957 sowing season, which left them with no food or money; her husband, Fernando Barrios Domínguez, and other men from town tried to enlist in the bracero program, but they did not make it; later that same year they were able to travel to Monterrey, Nuevo León, México, and obtain a contract; although he never spoke much about his experiences, Irene recalls hearing her father-in-law assert that the men only left home out of necessity; moreover, he repeated that they were treated worse than animals while having to endure being stripped and fumigated; other men reiterated those sentiments; one man even said that he had been violated (violaron) while going through a border contracting center in Mexicali, Baja California, México; many men, including her husband, took such secrets to the grave; while Fernando was gone, Irene took on the responsibilities of a father in addition to those of a mother, which was especially difficult, because no one was there for moral support; when her children were sick, her mother-in-law helped her; in his letters home he told her how much he missed her, but he had no other choice; she goes on to describe in detail, the tragic events surrounding her husband’s death in 1970; consequently, she and her seven children had to move to Tijuana, Baja California, México, with her father; she later came to the United States with her children; time and again she thinks of what other possible things her husband and others had to endure out of simple necessity, which is in part why she continually volunteers to help feed day laborers in her area.
Creator
Esparza, Araceli
Solís, Irene
Date
0200-05-12
Subject
Wife of a bracero
Rights
Institute of Oral History, The University of Texas at El Paso
Language
spa
title (Spanish)
Irene Solís
creator (Spanish)
Esparza, Araceli
Rights Holder
Institute of Oral History, The University of Texas at El Paso
Online Submission
No
Original Format
Mini disc
Duration
37:00
Bit Rate/Frequency
24 bit
96 k
96 k
Transcription
Nombre del entrevistado: Irene Solís
Fecha de la entrevista: 12 de mayo de 2006
Nombre del entrevistador: Araceli Esparza
This interview with Irene Solís is done on May 12th, 2006, in Los Angeles, California. My name is Araceli Esparza. This interview is part of the Bracero Oral History Project.
AE: Bueno, doña Solís, ahorita lo que quiero hacer es preguntarle unas preguntas sobre su experiencia como esposa de un bracero durante estos años. Algunas cosas que, algunas preguntas que queremos contestar con estas entrevistas es su experiencia, ¿cómo cambió su experiencia de familiar?
IS: ¿Después de que quedé viuda?
AE: Sí, cuando se fue su esposo de bracero.
IS: ¿Me está preguntando cuándo murió o cuándo?
AE: En 1957 su esposo se fue.
IS: En el [19]57 salió a las contrataciones, ¿verdad?, de bracero. Entonces lo que no recuerdo es si era noviembre o en diciembre, pero ya era para casi salir el año y en febrero del [19]58 él andaba todavía en la braceriada. Nació mi hijo el 12, el 10 de febrero y él todavía no regresaba. Él no lo vio nacer, hasta después.
AE: ¿Cuándo regresó su esposo?
IS: Ay, no recuerdo bien. No recuerdo bien este, en qué mes regresó.
AE: ¿Pero regresó en el [19]58?
IS: Sí, regresó en el [19]58, pero no recuerdo en qué mes.
AE: Y cuando él regresó, ¿ustedes vinieron a los Estados Unidos o se quedaron en México?
IS: No, nos quedamos en México. Yo regresé aquí a Estados Unidos en el [19]70, cuando él murió. En el [19]70 cuando él murió yo regresé. Yo me vine para acá porque mis padres estaban en Tijuana y mi padre dijo: “Pues no me dejes a mi hija allá”, dice, “tráetela con todo y los niños, ¿qué va a hacer allá sin su marido?”. Y pos no había ni a quién trabajarle para el sustento, para la comida, ¿verdad? Así es de que yo me vine.
AE: Y cuando su esposo se vino en el [19]58, ¿usted se quedó en casa y él mandaba dinero o cómo?
IS: Sí, yo me quedé en casa y él mandaba, mandaba cada, cada dos semanas me mandaba dinero.
AE: Y entonces usted sintió que usted tuvo que tomar un papel más grande. O sea fuera de la casa o que su papel como esposa y mujer y mamá.
IS: Sí, pos sí, sí este, sentí que, pos tenía que ser padre y madre a la vez, porque estaba sola con mis hijos aunque estaban chicos, ¿verdad? Pero bueno, el primero pos estaba chiquito, ¿verdad? Pero este, sí, pos siempre.
AE: Y, ¿cuántos hijos tuvo usted?
IS: Tuve siete, tuve siete hijos.
AE: Y, ¿nada más uno nació ya que se había ido su esposo?
IS: Este, ¿dos? Dos, nacieron dos y él estaba aquí. No estaba presente, porque andaba, sí, aquí en Estados Unidos.
AE: ¿Me puede contar más, cuando usted dice que tuvo que ser mamá y papá para sus hijos, me puede contar un poco más de lo que eso significa para usted?
IS: Sí, pues este, siempre, pos no deja uno de navegar, ya ve, porque pos es duro que no esté la otra persona para que apoye a uno, ¿verdad? Que se me enfermó la criatura y pos mi suegra era la que andaba conmigo, ey. Ella era la que me acompañaba siempre con las, con el niño que se me enfermaba y pos ahí voy al doctor y ella iba conmigo.
AE: Y para su esposo, no sé si él le contó, ¿cómo cambió su manera de estar en casa cuando estaba en los Estados Unidos sin usted?
IS: Pos él nada más me decía en las cartas que me extrañaba, que me extrañaba mucho, pero que pos ni modo, pos había la necesidad de, pos de separarnos, ¿verdad? Por un tiempito, porque pues es duro. Ese año no se levantó nada de cosecha y, ¿qué íbamos a comer? Sí, es que allá pos siembran las tierras y todo eso. Se da el maíz, el frijol, pues ya tiene uno, ¿verdad?, qué comer. Ese año no llovió nada, en el [19]57 y fue cuando las contrataciones. La primera vez no le tocó a él salir, no le tocó a Carrillo Puerto y ya la segunda vez sí le tocó a Carrillo Puerto y jue cuando él, él salió y todos los demás, los compañeros.
AE: Y, ¿entonces qué son sus recuerdos de cómo los contrataron a los braceros, cómo?
IS: Tenían que ir a Monterrey, tenían que ir a Monterrey y allá eran las contrataciones, allá en Monterrey. Se iba la gente de los pueblitos, de los ranchos, se iban hasta Monterrey y pues con la esperanza, ¿verdad? De que a ver si les tocaba, porque rifaban, dicen que rifaban en los pueblos. No sé cuántos rifarían, de a cómo rifarían, de a cuatro, cinco pueblitos, al que le tocara, o yo no sé, pero dicen que los rifaban los pueblos. Como Carrillo Puerto, Antonio Amaro Rodríguez, José Ignacio este, Allende, José Ignacio Ramírez, todos esos.
AE: Entonces, ¿usted diría que rifaban pueblos enteros o ciertos trabajadores?
IS: Yo digo, yo pienso que rifaban pueblo entero, ¿verdad? De toda la gente que quisiera ir, ¿verdad? Yo digo así. Porque sí decían: “Ahora le tocó a Carrillo Puerto, nos vamos tal día”. Y pues no recuerdo si se iban a Monterrey, sí, pos parece que ahí se juntaba toda la gente, en Monterrey, de ahí los echaban en el avión.
AE: Y, ¿su esposo le contó algo sobre su experiencia como bracero o en el centro de contratación?
IS: Nunca dijo nada.
AE: ¿No?
IS: Nunca, él se llevó el secreto a la tumba.
AE: ¿Entonces nunca? Aparte de que la extrañaba a usted y a su familia, ¿no le dijo esta experiencia fue muy dura?
IS: ¿Sabe a quién escuché yo que dijo eso? A mi suegro.
AE: Oh, ¿su suegro también fue?
IS: Mi suegro también fue. Estábamos mi cuñada Cruz y mi suegra y yo y dijo, dijo él, muy serio él, dijo, casi no hablaba él: “No”, dijo, dice, “anda uno por la fregada necesidad”. Dijo: “Por la pura fregada necesidad anda uno afuera de su tierra”, dice, “porque no tiene uno ni qué, ni qué tragar”. Dijo: “Lo tratan a uno como, peor que animales”. Así dijo: “Peor que animales”, y fue lo único que dijo. Yo dije: “¿Qué les harán?”, pensé yo. Dice: “Ahí lo encueran a uno, lo fumigan y como si trajera uno no sé qué”, dijo, así dijo.
AE: ¿Su suegro así le contaba?
IS: Mi suegro, sí a su esposa y a su hija y a mí, que era la nuera, así estábamos nomás las tres y así dijo.
AE: Y, ¿en ese tiempo?
IS: Él se llamaba don Ramiro, Ramiro Barrios y dijo: “No”, dice, “yo nomás por la fregada necesidad”, dijo, “que no tiene uno ni qué tragar”, dijo, “ahí lo tratan a uno como, ahí los güeros lo tratan a uno como si fuera, peor que animal”, así dijo. Ay, me quedé yo pensando, dije: “¿Qué les harán?”. Hasta que un señor que vino aquí de los que vienen a las juntas los domingos, [es]taba sentado en un lado de mí. “Sí”, dijo, “sí es cierto”, dijo, “a mí me violaron”, dijo el señor. Y Ventura nos ha dicho, dice: “Si quieren vamos a Mexicali, ahí está el corralón”, dice, “donde metían a la gente y ahí la violaban”, dice.
AE: A los hombres.
IS: No, imagínese, a los hombres, sí, a los hombres. ¿Cómo ve? Digo yo, pos yo creo la mayoría de los, de los cristianos este, se llevaron el, ¿cómo qu[i]ero decirle? El secreto a la tumba, se lo llevaron. Porque mi esposo eso hizo, se lo llevó a la tumba porque a mí nunca me dijo nada, nada.
AE: Y, ¿su esposo de qué murió?
IS: A él lo mataron.
AE: ¿Allá en México?
IS: Sí, allá en México, sí, sí lo mataron. Pos puras envidias, ya ve la gente es muy envidiosa y luego este, pos él trabajaba cargando maíz y frijol en una tienda y pues tenía que andar por las tiendas recogiendo el maíz y el frijol, ¿verdad?, que vendían los de las tienditas, ¿verdad? Y había una mujer que era muy coqueta, ya estaba vieja, más vieja que yo. Entonces que le decía, yo me daba cuenta que le decía a mi esposo: “Ay Fernando”, porque se llamaba Fernando, “tú entre más viejo”, dice, “más cuero, más guapo”, que le decía la mujer. Se llama Concha Ibanos. “Más guapo”. Pos al querido de la mujer ésa le daban celos, ¿verdad? Por eso y este, una vez le salió con la pistola el fulano, que lo quería matar. Nomás que él traía pistola que el patrón le dio pa que se defendiera, porque a veces el patrón se iba a Durango, a mero Durango y lo dejaba a él ahí y decía: “Pues si algo pasa, se defiendes”. Sí, él traía pistola. Pos el fulano que le tenía celos sacó la pistola y él también la sacó. “Ándale, a ver de a cómo nos toca, ¿verdad?”, dijo. “No, no, no”, dijo, “guarda tu arma”. Ya guardó él la arma y él también. “No, no, no”. Pero ese fulano no se quedó tranquilo, le pagó a un marihuano para que lo matara. Y sí, le dieron nueve balazos, a mí no me dejaban ver, pero mire, un balazo lo tenía aquí en la frente, el otro aquí y los demás aquí en el pecho.
AE: Entonces muy feo.
IS: Muy feo eso, ey. Yo me quedé con mis siete hijos a la edad de, ¿qué tenía yo?, veintinueve años. Yo me casé muy joven. A los dieciséis años nació mijo el más, el más grande, ya le digo. Y pues, pos fue de sufrir desde que él murió. Y, ¿para qué? Para que agarren el dinero y se lo gasten muy, digo yo: “Ay Dios mío, qué Gobierno tan ratero tenemos”. Donde quiera aquí bajita la mano, el americano también, pero el de allá es más descarado, más, ¿verdad?
AE: ¿Me puede clarificar un poco qué quiere decir con eso? ¿Qué está robando el Gobierno?
IS: Mire, el Gobierno este, de México, se robó el dinero que, de los braceros. Porque ellos cuando venían les quitaban un porcentaje. Entonces en esos años del [19]57, [19]58 o por ahí, ¿verdad? Entonces el Gobierno de aquí le entregó el dinero a México para que se lo repartiera a los, a la gente, a los braceros que habían venido a tales años, ¿verdad? Éste lo que hizo fue que se gastó todo su dinero, el Gobierno. Luego dicen que el Echeverría estaba en ese tiempo cuando entregaron el dinero, taba el Echeverría y luego después entró el Salinas de Gortari y bueno, nosotros sabemos por Ventura, dice: “Ese ladrón”, dice, “fue el que se quedó con todo ese dinero”, el Salinas de Gortari. Y le echa, este señor que nos está ayudando, nos está defendiendo. Sí, dice que nos tocaba como $30,000 dólares, imagínese, porque ese dinero se quedó ahí.
AE: A cada familia.
IS: Y lo trabajaron, a cada familia. Lo bueno, lo trabajaron, ¿verdad? Así es de que subió y subió, ¿verdad? Que nos, le tocaba a cada bracero $30,000.
AE: Entonces…
IS: Dólares.
AE: ¿Por qué decidió regresar su esposo a México?
IS: Porque allá tenía su familia, sí. Y él se venía, en el [19]68, él trabajaba ahí en San Diego y vine yo en el [19]68 a verlo allá a Tijuana y ya él no estaba trabajando porque decía que La Migra andaba muy… Sí, mucho allá. Como ellos limpiaban hoteles y todo eso, él y un primo y no, ya no fueron por unos días hasta que se calmara La Migra. Sí, pos él decidió irse para allá porque él, sí, pos allá estaba su familia, allá estábamos nosotros, sí. Yo con sus siete hijos, (risas) ya le digo.
AE: Entonces el [19]58, ya estaba La Migra más atentiva y tratando de sacar a los mexicanos.
IS: Ah, sí.
AE: ¿Ésa fue la experiencia de su esposo?
IS: Sí, ésa fue la experiencia en el [19]68, que ya no, no fueron a San Diego a hacer trabajo por eso, porque andaba dura La Migra.
AE: Y el dinero que el Gobierno mexicano le tiene que repartir a las familias de los braceros, ¿su esposo sabía de ese dinero y estaba esperando que usted recibiera?
IS: No, no sabía, yo creo no sabía nada, porque nunca me dijo nada. No, sino que aquí jue onde yo me di cuenta por un paisano, un compañero que trabajamos por muchos años juntos, ¿verdad? Él me llamó por teléfono, por cierto yo andaba en México y me llamó por teléfono. Entonces cuando yo llegué, yo le llamé a Manuel, yo tenía… No, no tenía el número, sino que le hablé a una de las cuñadas y ella me lo dio, el número de Manuel Alba. Entonces ya él me dijo que estaban, iban a dar el dinero de los braceros, ¿verdad? Que si no quería reclamar lo de mi esposo. Ay sí, pos cómo no. Entonces yo vine, ¿verdad? Y ya me dijo el señor qué es lo que tenía que traer, ¿verdad? Y una carta notarizada, porque yo no tenía nada, ni la miquita de mi esposo ni nada. Pero dijo: “Con una carta notarizada que traiga dos testigos que lo conocieron o que jueron a la braceriada junto con él, vinieron”, dice, “con eso”. Y sí, Manuel Alba, él salió junto con mi esposo, sí. Y Juan Antonio también, el hermano de él y ellos fueron los que firmaron para que a mí me den ese dinero. No me lo quieren dar, a las viudas no les quieren dar, ni a las, a los hijos de los, de los braceros, pues que están reclamando, ¿verdad? No quieren y por eso yo creo es que van a agarrar un abogado, nos pidieron dinero, $50 dólares para agarrar un abogado porque nos quieren dar poquito y este señor, Ventura, está peleando por $100,000 pesos. ¿Pos qué?, ¿qué es tanto?, ¿que viene siendo aquí como $10,000 dólares, verdad? Así es de que es muy poquito, no es ni los intereses siquiera. Y este, ahí en México ya les dieron a las viudas, las conformaron con $38,000 pesos, ey. Y yo sé porque allá tengo un hijo en México y él me ha platicado que allá en Carrillo Puerto nomás le dieron a dos personas y que ya se acabó el dinero. Le dieron a dos personas, pos que eso les dieron, ¿qué?, ¿cuánto? $38, $38,000.
AE: Entonces le dieron a dos personas, pero, ¿cuántas personas del pueblo diría usted que salieron?
IS: Pos no sé decirle, porque muchos ya se murieron. Como mi tío, un hermano de mi madre, él estaba con la esperanza que su dinero, pues el año pasado se murió mi viejito, mi tío, yo lo quería mucho a mi tío. Allá estaba yo cuando él falleció y ya se jue y su dinero nunca se lo dieron.
AE: Entonces de su familia o de la familia de su esposo, ¿cuántas personas, su tío? Ya me dijo su tío.
IS: Mi tío y este, hay varios, Juan Antonio Alba, Manuel Alba, Ramón Amaya, ¿quién más? Javier Barrios, pos nomás de ellos me acuerdo yo. Porque varios ya murieron, como don Aurelio Vialmas ya murió, mi esposo y bueno, varios que han muerto y pos no me acuerdo de los demás.
AE: Entonces de su familia, ya que las mujeres que quedaron en México, ¿cuántas eran que tenían maridos braceros? En su familia nada más, no…
IS: En mi familia, ¿verdad?
AE: En el pueblo.
IS: Pos nomás, como Cruz mi cuñada, pos ella está reclamando lo de su papá. No sé si se lo irán a dar o no, ¿verdad? Y mi cuñado Javier, pos él vive todavía, él está reclamando, pero dice que perdió la miquita, que a la mejor no le dan nada, nomás, nomás ellos. Mi tío, pos él ya murió y ya es todo. No sé de los de allá de Antonio Amaro, sí, tengo dos primos, pero no, bueno, uno nada más y el otro también ya se murió. No sé si ellos irían a la braceriada o no irían, no sé, sí.
AE: Y la razón principal que salieron de su pueblo para ser braceros, ¿fue por necesidad de trabajo?
IS: Por necesidad, sí. Para, pos no había a quién trabajarle ahí. Se perdió toda la, todas las tierras, no se levantó nada, por eso era que la gente pos quería salir y muchos que no les tocó salir de braceros, se iban para, se venían para Ciudad Juárez, para la capital de México, para Monterrey, para Torreón, pos un lugar que pos sí, que estuviera mejor para trabajarle a la gente, para poder comer, ¿verdad?, sí.
AE: Entonces no todos los hombres salieron como braceros, algunos salieron a trabajar en México.
IS: Sí, ahí era, en mi pueblo, pues.
AE: Sí.
IS: Sí salieron, no sé cuántos salieron, pero yo creo como unos, sí, como unos veinticinco creo de ahí de mi tierra salieron, pero yo no recuerdo. Pero sí, está dura la situación, sí. Sí me puse a pensar cuando dijo este señor, dijo: “Sí nos violaron”. Ahí fue cuando me acordé de mi suegro, lo que él dijo.
AE: ¿Cómo los trataban?
IS: ¿Cómo los trataban? “Peor que animales”, dijo así: “Ya nomás la fregada necesidad”, dice, “que no tiene uno ni qué tragar”, dijo, así dijo. Y dije yo: “Ay, ¿pos qué les harán también?, ¿qué más les harán a parte de que los encueran y los fumigan y los hacen que se bañen y todo eso?”. Pos no, ¿qué dice? Yo: “Ay no, algo más les han de hacer”, dije yo, por…
AE: ¿Usted ha oído a gente hablar de otros tipos de maltratos, como falta de comida o de casa o de, así de todos los días, pues cosas que la gente necesita para vivir?
IS: Sí, hay mucha gente que necesita… Por cierto, yo este, ahora en la mañana, los viernes, hago seis burritos para las personas que están ahí, los jornaleros que están ahí parados a ver si les dan trabajo, ya ve cómo sufre esa gente. Pues nos juntamos, como yo soy de un grupo de oración, ¿verdad? Yo soy católica, católica, yo creo en Dios, en la Virgen y en, ¿verdad?, en todos los santos. Entonces dijo la señora, la que nos enseña y nos hace ver las cosas, ¿vedá? Pos que a ella le da lástima con esa gente, que si no nos podíamos juntar entre todos, aunque sea llevarles burritos de frijolitos con huevito o lo que puédamos, ¿verdad? Chilito. Sí, pos yo este, hago eso. A veces les hago huevo con chorizo o les pico cebollita, tomatito, chilito pa que estén más o menos y los frijolitos bien guisaditos y les doy seis burritos y la señora pasa a recogerlos cada ocho días, los viernes.
AE: Y durante este tiempo que su familia o sus conocidos, su esposo, se vinieron a los Estados Unidos como braceros, usted, ¿no le contaron algo o tal vez algunas de las personas que usted ha conocido en el grupo de braceros, ha conocido a gente que habla sobre la vida diaria de un bracero durante este tiempo, durante el programa?
IS: No, pos nadie dice nada. Yo nomás oía a él, a don Ramiro, a mi suegro que dijo eso y, ¿a quién más? No me acuerdo a quién más, dice: “Nombre”, dice… Oh, pues a Manuel Alba también. “No”, dice, “en la braceriada tanto que sufre uno”, dice, que ahí había unos patrones bien exigentes que les exigían demás, que hicieran más trabajo y pues sí, que los trataron mal.
AE: Y, ¿cómo? ¿Entonces cómo sacaban más trabajo de los trabajadores, de los braceros? Aparte de exigirles.
IS: Bueno, pos los que eran este, livianitos de manos, pues sí, sí sacaban y los que no, pues sacaban menos y a esos que sacaban menos, eran a los que les exigían más, más trabajo. Porque mire, le voy a platicar una cosa, ahí en mi casa dos cuñados, uno se llama Alfonso, el otro Javier y mi esposo y mi suegro. Ellos iban a trabajar y decía mi esposo que decían, dice: “Ah”, dice, “ay hijo, si no fuera por ti, yo no sé qué hiciera”, dice, “porque ya ves Javier, cómo trabaja”. Que no servía para trabajar, trabajaba muy despacio, pues. Y Fernando y don Ramiro, pos trabajaban, iban, salían igual, se llevaban tres surcos y salían juntos y Javier se quedaba allá. Por eso le digo, hay muchos que sí saben trabajar y hay muchos que no, no saben.
AE: Entonces cuando se vinieron sus familiares a los Estados Unidos, ¿ellos trabajaban juntos aquí?
IS: No.
AE: O, ¿usted?
IS: Ellos trabajaban allá en, allá en el pueblo, en Carrillo Puerto.
AE: Oh, ¿allá trabajaban juntos?
IS: A Ciudad Juárez, en el corte de frijol, en la rozadera, a rozar el maíz.
AE: Y, ¿aquí en los Estados Unidos no les tocó ir?
IS: No, no les tocó juntos.
AE: Al mismo lugar.
IS: No.
AE: ¿Vinieron durante los mismos años?
IS: No.
AE: ¿En años?
IS: No este, bueno, un año le tocó nomás a mi esposo y al otro no le tocó, Javier no le tocó. Entonces este, en la siguiente contratación ya le tocó a él, ¿verdad? Porque sí, sí contrataban seguido, ¿verdad? Según yo creo como iban necesitando la gente la pedían, ¿vedá? Y ya, pero no, no les tocó juntos en la braceriada, no, no. A mi esposo le tocó junto con Manuel Alba, por eso él fue el que me firmó, de allá. “No”, dice, “[es]tá duro”, dice, “tratan a uno bien mal”. Así también dijo él. Pero lo que más me puso a pensar fue lo que mi suegro dijo, ey y yo dije: “Aparte de eso, ¿qué más les harán?”, ¿verdad? Pues que los violaban, pues. Ventura nos dijo, el que nos está ayudando: “Cuando quieran ir, vamos, pa que vean el corralón donde violaban a los braceros”.
AE: Y, ¿dónde está ese corralón?
IS: El corralón en Mexicali, sí, tá en Mexicali.
AE: ¿Qué iba a decir de los CDs?
IS: Oh, aquí nos vendieron unos CDs de los braceros.
AE: Sí.
IS: Están desnudos. Ellos se tapan como con un cartoncito o así con las manos y pos sí, estaría bueno que a alguien más le pidieran información, a la mejor este, alguien sí le confesó a su esposa, ¿vedá? Pero sí, sí, de que los trataban mal, sí los trataban mal.
AE: Y, ¿usted se vino a Estados Unidos en el [19]70, dijo?
IS: En el [19]70.
AE: Y, ¿qué?, ¿eso fue su decisión para venirse a los Estados Unidos, fue influido por la experiencia de su esposo o usted misma?
IS: No, yo me vine porque mi padre, en paz descanse, él ya murió en el [19]90 y él fue el que le dijo a mi madre, porque ellas estaban en Tijuana. Y mi mamá fue, cuando pasó lo de mi esposo, que se murió, que lo mataron, pues. Entonces ella llegó, ella llegó y este, pues ya la saludé y todo y ya me dijo: “Hija, dijo tu papá que no te dejara aquí. Que te lleve con todo y las criaturas porque, ¿qué vas a hacer?”. Dice: “Pos nomás tienes la casa, ponle que le haiga dejado un poco de dinero en el banco, pero no creo que sea mucho, ¿verdad?”. Entonces, pues ya lo que hice, fue, saqué mi dinerito del banco para los pasajes de mis hijos y del mío, ¿vedá? Y hasta el de mi mamá también. Entonces ya nos venimos ahí a Tijuana y yo traía a mi niño al más chiquito, de once meses y ya este, dijo mi padre, dice: “Hija”, dice, “sí, ¿qué piensas hacer hija?”. Le digo: “Pos no sé papá”, le digo, “pos yo creo ponerme a trabajar para mantener a mis hijos, no me queda de otra”. “Hija”, dice, “pero si te pones a trabajar aquí hija, aquí pagan muy barato, no la vas a hacer hija, no la vas a hacer con tus hijos”. Y entonces este, dijo: “¿Por qué no hablas con los familiares de tu esposo, hija? Pos parece que Juanito pasa gente o la señora, no sé, uno de los dos”, dice, “he sabido yo”. “Tá bien papá”, le dije, “voy a ir a hablar con Cata y con Juanito”, le dije, “a ver si me ayudan”. Pos para esto fui y me consiguieron un pasaporte con una señora que se parecía mucho a mí y éramos del mismo año las dos. Ella tenía su pasaporte para cruzar ahí a San Ysidro, ¿verdad? Entonces me lo vendió la señora, me lo vendió en $30 dólares. Pero le dije yo que pos nomás traía $10, que si no me fiaba lo demás mientras empezaba a trabajar, yo le mandaba su dinero. Dijo que sí y me lo dio, ¿vedá? No, pos como a los dos, tres días, salimos nosotros y cuando cruzamos la línea, el emigrante me agarró el pasaporte y lo vio y me vio a mí, dijo [que] okay, que pasara. Pos nos parecíamos como dos gotas de agua. (risas) El pelo corto igual que yo y así poquito blanca, pos como yo, ¿verdad? Y ándele, con ese pasaporte qué, como unas dos veces la hice pasar para Tijuana. Cuando nos echaron La Migra ahí en mi trabajo, fue en el [19]76, pos yo me pasé con un amigo de un amigo mío. Él este, tenía papeles y él me pasó como su novia de él.
AE: Y, ¿sí la dejaron pasar?
IS: Sí, sí me dejaron pasar, pero que íbamos ahí a comprar mandado, ahí a San Ysidro y sí. No, nos venimos hasta Los Ángeles y no, pos sí, ya le digo. Pos Dios me ayudó y me puse a trabajar y pos mi madre se quedó cuidando a mis hijos y yo le mandaba y le mandaba decir: “Amá, ocupe una señora para que le ayude a lavar la ropa, mamá y a planchar, para que usted no se mortifique tanto”, le decía yo. Sí, le mandaba.
AE: Y, ¿en qué trabajaba usted?
IS: Yo trabajaba en una fábrica que hacían sillas de playa y hacían como paraguas para el patio, para los patios, sombrillas grandes, con sus mesas de vidrio, bonitas mesas, redondas. Eso lo hacían abajo y arriba trabajaba yo poniéndole a las tiras de las sillas este, el ojillo. Y había una línea como, como de la ventana hasta acá hasta la puerta y ahí trabajaba la gente, corría la línea con las sillas y ahí trabajaban poniéndole el tornillo y ponchándoles.
AE: Y, ¿sus hijos se quedaron en México?
IS: Sí, se quedaron por tres años y luego yo me los traje para acá. Sí, sí porque dos de mis niños no iban a la escuela porque ya no alcanzaban y luego mi madre tenía que irse en el bus a llevarlos y no y no, dije: “Yo me traigo a mis hijos, si no se me van a quedar burritos”. (risas) Y aquí los metí, aprendieron bien el inglés y se graduaron, tienen buenos trabajos.
AE: Muy bien.
IS: Dos, los más chicos casi, dos de los más chicos, porque los grandes no. El mayor lo mandé a la escuela y lo golpearon porque no quiso fumar marihuana, como tenía ya catorce años él, lo mandé a la escuela y sí, sí fue, pero ya después no quiso porque lo golpearon, porque no quiso fumar marihuana, fíjese, ay no. Muchas cosas en la escuela que ni, uno ni cuenta se da.
AE: Sí, sí es cierto, solamente que los niños le digan.
IS: Ya le digo.
AE: Bueno pues, muchas gracias por su tiempo, señora Solís.
IS: Ándele pues.
AE: Péreme, péreme. (risas) Ya se va corriendo. (risas)
IS: Ya me voy.
AE: Ya que vamos, ya para acabar, le quiero preguntar si usted quiere contribuir algo más sobre lo que yo no le he preguntado, un reflejo sobre las experiencias de este tiempo con su esposo, así cualquier cosa. Si no, está bien, no hay presión.
IS: (risas) Pues sí, pues, que no dejamos de, no dejamos de sufrir porque pues, la distancia es como que lo va a uno separando, ¿vedá? Y pues como le digo, por la necesidad salieron ellos a las contrataciones y mire, para que les hicieran este, semejantes cosas y pues Diosito los perdone, qué más, ¿verdad?
AE: Péreme, le tengo que pedir que me firme algo.
IS: Ah, ándele pues.
End of interview with Irene Solís, on May 11th, 2006, in Los Angeles, California. The interviewer is Araceli Esparza. This interview is part of the Bracero Oral History Project.
Fin de la entrevista
Fecha de la entrevista: 12 de mayo de 2006
Nombre del entrevistador: Araceli Esparza
This interview with Irene Solís is done on May 12th, 2006, in Los Angeles, California. My name is Araceli Esparza. This interview is part of the Bracero Oral History Project.
AE: Bueno, doña Solís, ahorita lo que quiero hacer es preguntarle unas preguntas sobre su experiencia como esposa de un bracero durante estos años. Algunas cosas que, algunas preguntas que queremos contestar con estas entrevistas es su experiencia, ¿cómo cambió su experiencia de familiar?
IS: ¿Después de que quedé viuda?
AE: Sí, cuando se fue su esposo de bracero.
IS: ¿Me está preguntando cuándo murió o cuándo?
AE: En 1957 su esposo se fue.
IS: En el [19]57 salió a las contrataciones, ¿verdad?, de bracero. Entonces lo que no recuerdo es si era noviembre o en diciembre, pero ya era para casi salir el año y en febrero del [19]58 él andaba todavía en la braceriada. Nació mi hijo el 12, el 10 de febrero y él todavía no regresaba. Él no lo vio nacer, hasta después.
AE: ¿Cuándo regresó su esposo?
IS: Ay, no recuerdo bien. No recuerdo bien este, en qué mes regresó.
AE: ¿Pero regresó en el [19]58?
IS: Sí, regresó en el [19]58, pero no recuerdo en qué mes.
AE: Y cuando él regresó, ¿ustedes vinieron a los Estados Unidos o se quedaron en México?
IS: No, nos quedamos en México. Yo regresé aquí a Estados Unidos en el [19]70, cuando él murió. En el [19]70 cuando él murió yo regresé. Yo me vine para acá porque mis padres estaban en Tijuana y mi padre dijo: “Pues no me dejes a mi hija allá”, dice, “tráetela con todo y los niños, ¿qué va a hacer allá sin su marido?”. Y pos no había ni a quién trabajarle para el sustento, para la comida, ¿verdad? Así es de que yo me vine.
AE: Y cuando su esposo se vino en el [19]58, ¿usted se quedó en casa y él mandaba dinero o cómo?
IS: Sí, yo me quedé en casa y él mandaba, mandaba cada, cada dos semanas me mandaba dinero.
AE: Y entonces usted sintió que usted tuvo que tomar un papel más grande. O sea fuera de la casa o que su papel como esposa y mujer y mamá.
IS: Sí, pos sí, sí este, sentí que, pos tenía que ser padre y madre a la vez, porque estaba sola con mis hijos aunque estaban chicos, ¿verdad? Pero bueno, el primero pos estaba chiquito, ¿verdad? Pero este, sí, pos siempre.
AE: Y, ¿cuántos hijos tuvo usted?
IS: Tuve siete, tuve siete hijos.
AE: Y, ¿nada más uno nació ya que se había ido su esposo?
IS: Este, ¿dos? Dos, nacieron dos y él estaba aquí. No estaba presente, porque andaba, sí, aquí en Estados Unidos.
AE: ¿Me puede contar más, cuando usted dice que tuvo que ser mamá y papá para sus hijos, me puede contar un poco más de lo que eso significa para usted?
IS: Sí, pues este, siempre, pos no deja uno de navegar, ya ve, porque pos es duro que no esté la otra persona para que apoye a uno, ¿verdad? Que se me enfermó la criatura y pos mi suegra era la que andaba conmigo, ey. Ella era la que me acompañaba siempre con las, con el niño que se me enfermaba y pos ahí voy al doctor y ella iba conmigo.
AE: Y para su esposo, no sé si él le contó, ¿cómo cambió su manera de estar en casa cuando estaba en los Estados Unidos sin usted?
IS: Pos él nada más me decía en las cartas que me extrañaba, que me extrañaba mucho, pero que pos ni modo, pos había la necesidad de, pos de separarnos, ¿verdad? Por un tiempito, porque pues es duro. Ese año no se levantó nada de cosecha y, ¿qué íbamos a comer? Sí, es que allá pos siembran las tierras y todo eso. Se da el maíz, el frijol, pues ya tiene uno, ¿verdad?, qué comer. Ese año no llovió nada, en el [19]57 y fue cuando las contrataciones. La primera vez no le tocó a él salir, no le tocó a Carrillo Puerto y ya la segunda vez sí le tocó a Carrillo Puerto y jue cuando él, él salió y todos los demás, los compañeros.
AE: Y, ¿entonces qué son sus recuerdos de cómo los contrataron a los braceros, cómo?
IS: Tenían que ir a Monterrey, tenían que ir a Monterrey y allá eran las contrataciones, allá en Monterrey. Se iba la gente de los pueblitos, de los ranchos, se iban hasta Monterrey y pues con la esperanza, ¿verdad? De que a ver si les tocaba, porque rifaban, dicen que rifaban en los pueblos. No sé cuántos rifarían, de a cómo rifarían, de a cuatro, cinco pueblitos, al que le tocara, o yo no sé, pero dicen que los rifaban los pueblos. Como Carrillo Puerto, Antonio Amaro Rodríguez, José Ignacio este, Allende, José Ignacio Ramírez, todos esos.
AE: Entonces, ¿usted diría que rifaban pueblos enteros o ciertos trabajadores?
IS: Yo digo, yo pienso que rifaban pueblo entero, ¿verdad? De toda la gente que quisiera ir, ¿verdad? Yo digo así. Porque sí decían: “Ahora le tocó a Carrillo Puerto, nos vamos tal día”. Y pues no recuerdo si se iban a Monterrey, sí, pos parece que ahí se juntaba toda la gente, en Monterrey, de ahí los echaban en el avión.
AE: Y, ¿su esposo le contó algo sobre su experiencia como bracero o en el centro de contratación?
IS: Nunca dijo nada.
AE: ¿No?
IS: Nunca, él se llevó el secreto a la tumba.
AE: ¿Entonces nunca? Aparte de que la extrañaba a usted y a su familia, ¿no le dijo esta experiencia fue muy dura?
IS: ¿Sabe a quién escuché yo que dijo eso? A mi suegro.
AE: Oh, ¿su suegro también fue?
IS: Mi suegro también fue. Estábamos mi cuñada Cruz y mi suegra y yo y dijo, dijo él, muy serio él, dijo, casi no hablaba él: “No”, dijo, dice, “anda uno por la fregada necesidad”. Dijo: “Por la pura fregada necesidad anda uno afuera de su tierra”, dice, “porque no tiene uno ni qué, ni qué tragar”. Dijo: “Lo tratan a uno como, peor que animales”. Así dijo: “Peor que animales”, y fue lo único que dijo. Yo dije: “¿Qué les harán?”, pensé yo. Dice: “Ahí lo encueran a uno, lo fumigan y como si trajera uno no sé qué”, dijo, así dijo.
AE: ¿Su suegro así le contaba?
IS: Mi suegro, sí a su esposa y a su hija y a mí, que era la nuera, así estábamos nomás las tres y así dijo.
AE: Y, ¿en ese tiempo?
IS: Él se llamaba don Ramiro, Ramiro Barrios y dijo: “No”, dice, “yo nomás por la fregada necesidad”, dijo, “que no tiene uno ni qué tragar”, dijo, “ahí lo tratan a uno como, ahí los güeros lo tratan a uno como si fuera, peor que animal”, así dijo. Ay, me quedé yo pensando, dije: “¿Qué les harán?”. Hasta que un señor que vino aquí de los que vienen a las juntas los domingos, [es]taba sentado en un lado de mí. “Sí”, dijo, “sí es cierto”, dijo, “a mí me violaron”, dijo el señor. Y Ventura nos ha dicho, dice: “Si quieren vamos a Mexicali, ahí está el corralón”, dice, “donde metían a la gente y ahí la violaban”, dice.
AE: A los hombres.
IS: No, imagínese, a los hombres, sí, a los hombres. ¿Cómo ve? Digo yo, pos yo creo la mayoría de los, de los cristianos este, se llevaron el, ¿cómo qu[i]ero decirle? El secreto a la tumba, se lo llevaron. Porque mi esposo eso hizo, se lo llevó a la tumba porque a mí nunca me dijo nada, nada.
AE: Y, ¿su esposo de qué murió?
IS: A él lo mataron.
AE: ¿Allá en México?
IS: Sí, allá en México, sí, sí lo mataron. Pos puras envidias, ya ve la gente es muy envidiosa y luego este, pos él trabajaba cargando maíz y frijol en una tienda y pues tenía que andar por las tiendas recogiendo el maíz y el frijol, ¿verdad?, que vendían los de las tienditas, ¿verdad? Y había una mujer que era muy coqueta, ya estaba vieja, más vieja que yo. Entonces que le decía, yo me daba cuenta que le decía a mi esposo: “Ay Fernando”, porque se llamaba Fernando, “tú entre más viejo”, dice, “más cuero, más guapo”, que le decía la mujer. Se llama Concha Ibanos. “Más guapo”. Pos al querido de la mujer ésa le daban celos, ¿verdad? Por eso y este, una vez le salió con la pistola el fulano, que lo quería matar. Nomás que él traía pistola que el patrón le dio pa que se defendiera, porque a veces el patrón se iba a Durango, a mero Durango y lo dejaba a él ahí y decía: “Pues si algo pasa, se defiendes”. Sí, él traía pistola. Pos el fulano que le tenía celos sacó la pistola y él también la sacó. “Ándale, a ver de a cómo nos toca, ¿verdad?”, dijo. “No, no, no”, dijo, “guarda tu arma”. Ya guardó él la arma y él también. “No, no, no”. Pero ese fulano no se quedó tranquilo, le pagó a un marihuano para que lo matara. Y sí, le dieron nueve balazos, a mí no me dejaban ver, pero mire, un balazo lo tenía aquí en la frente, el otro aquí y los demás aquí en el pecho.
AE: Entonces muy feo.
IS: Muy feo eso, ey. Yo me quedé con mis siete hijos a la edad de, ¿qué tenía yo?, veintinueve años. Yo me casé muy joven. A los dieciséis años nació mijo el más, el más grande, ya le digo. Y pues, pos fue de sufrir desde que él murió. Y, ¿para qué? Para que agarren el dinero y se lo gasten muy, digo yo: “Ay Dios mío, qué Gobierno tan ratero tenemos”. Donde quiera aquí bajita la mano, el americano también, pero el de allá es más descarado, más, ¿verdad?
AE: ¿Me puede clarificar un poco qué quiere decir con eso? ¿Qué está robando el Gobierno?
IS: Mire, el Gobierno este, de México, se robó el dinero que, de los braceros. Porque ellos cuando venían les quitaban un porcentaje. Entonces en esos años del [19]57, [19]58 o por ahí, ¿verdad? Entonces el Gobierno de aquí le entregó el dinero a México para que se lo repartiera a los, a la gente, a los braceros que habían venido a tales años, ¿verdad? Éste lo que hizo fue que se gastó todo su dinero, el Gobierno. Luego dicen que el Echeverría estaba en ese tiempo cuando entregaron el dinero, taba el Echeverría y luego después entró el Salinas de Gortari y bueno, nosotros sabemos por Ventura, dice: “Ese ladrón”, dice, “fue el que se quedó con todo ese dinero”, el Salinas de Gortari. Y le echa, este señor que nos está ayudando, nos está defendiendo. Sí, dice que nos tocaba como $30,000 dólares, imagínese, porque ese dinero se quedó ahí.
AE: A cada familia.
IS: Y lo trabajaron, a cada familia. Lo bueno, lo trabajaron, ¿verdad? Así es de que subió y subió, ¿verdad? Que nos, le tocaba a cada bracero $30,000.
AE: Entonces…
IS: Dólares.
AE: ¿Por qué decidió regresar su esposo a México?
IS: Porque allá tenía su familia, sí. Y él se venía, en el [19]68, él trabajaba ahí en San Diego y vine yo en el [19]68 a verlo allá a Tijuana y ya él no estaba trabajando porque decía que La Migra andaba muy… Sí, mucho allá. Como ellos limpiaban hoteles y todo eso, él y un primo y no, ya no fueron por unos días hasta que se calmara La Migra. Sí, pos él decidió irse para allá porque él, sí, pos allá estaba su familia, allá estábamos nosotros, sí. Yo con sus siete hijos, (risas) ya le digo.
AE: Entonces el [19]58, ya estaba La Migra más atentiva y tratando de sacar a los mexicanos.
IS: Ah, sí.
AE: ¿Ésa fue la experiencia de su esposo?
IS: Sí, ésa fue la experiencia en el [19]68, que ya no, no fueron a San Diego a hacer trabajo por eso, porque andaba dura La Migra.
AE: Y el dinero que el Gobierno mexicano le tiene que repartir a las familias de los braceros, ¿su esposo sabía de ese dinero y estaba esperando que usted recibiera?
IS: No, no sabía, yo creo no sabía nada, porque nunca me dijo nada. No, sino que aquí jue onde yo me di cuenta por un paisano, un compañero que trabajamos por muchos años juntos, ¿verdad? Él me llamó por teléfono, por cierto yo andaba en México y me llamó por teléfono. Entonces cuando yo llegué, yo le llamé a Manuel, yo tenía… No, no tenía el número, sino que le hablé a una de las cuñadas y ella me lo dio, el número de Manuel Alba. Entonces ya él me dijo que estaban, iban a dar el dinero de los braceros, ¿verdad? Que si no quería reclamar lo de mi esposo. Ay sí, pos cómo no. Entonces yo vine, ¿verdad? Y ya me dijo el señor qué es lo que tenía que traer, ¿verdad? Y una carta notarizada, porque yo no tenía nada, ni la miquita de mi esposo ni nada. Pero dijo: “Con una carta notarizada que traiga dos testigos que lo conocieron o que jueron a la braceriada junto con él, vinieron”, dice, “con eso”. Y sí, Manuel Alba, él salió junto con mi esposo, sí. Y Juan Antonio también, el hermano de él y ellos fueron los que firmaron para que a mí me den ese dinero. No me lo quieren dar, a las viudas no les quieren dar, ni a las, a los hijos de los, de los braceros, pues que están reclamando, ¿verdad? No quieren y por eso yo creo es que van a agarrar un abogado, nos pidieron dinero, $50 dólares para agarrar un abogado porque nos quieren dar poquito y este señor, Ventura, está peleando por $100,000 pesos. ¿Pos qué?, ¿qué es tanto?, ¿que viene siendo aquí como $10,000 dólares, verdad? Así es de que es muy poquito, no es ni los intereses siquiera. Y este, ahí en México ya les dieron a las viudas, las conformaron con $38,000 pesos, ey. Y yo sé porque allá tengo un hijo en México y él me ha platicado que allá en Carrillo Puerto nomás le dieron a dos personas y que ya se acabó el dinero. Le dieron a dos personas, pos que eso les dieron, ¿qué?, ¿cuánto? $38, $38,000.
AE: Entonces le dieron a dos personas, pero, ¿cuántas personas del pueblo diría usted que salieron?
IS: Pos no sé decirle, porque muchos ya se murieron. Como mi tío, un hermano de mi madre, él estaba con la esperanza que su dinero, pues el año pasado se murió mi viejito, mi tío, yo lo quería mucho a mi tío. Allá estaba yo cuando él falleció y ya se jue y su dinero nunca se lo dieron.
AE: Entonces de su familia o de la familia de su esposo, ¿cuántas personas, su tío? Ya me dijo su tío.
IS: Mi tío y este, hay varios, Juan Antonio Alba, Manuel Alba, Ramón Amaya, ¿quién más? Javier Barrios, pos nomás de ellos me acuerdo yo. Porque varios ya murieron, como don Aurelio Vialmas ya murió, mi esposo y bueno, varios que han muerto y pos no me acuerdo de los demás.
AE: Entonces de su familia, ya que las mujeres que quedaron en México, ¿cuántas eran que tenían maridos braceros? En su familia nada más, no…
IS: En mi familia, ¿verdad?
AE: En el pueblo.
IS: Pos nomás, como Cruz mi cuñada, pos ella está reclamando lo de su papá. No sé si se lo irán a dar o no, ¿verdad? Y mi cuñado Javier, pos él vive todavía, él está reclamando, pero dice que perdió la miquita, que a la mejor no le dan nada, nomás, nomás ellos. Mi tío, pos él ya murió y ya es todo. No sé de los de allá de Antonio Amaro, sí, tengo dos primos, pero no, bueno, uno nada más y el otro también ya se murió. No sé si ellos irían a la braceriada o no irían, no sé, sí.
AE: Y la razón principal que salieron de su pueblo para ser braceros, ¿fue por necesidad de trabajo?
IS: Por necesidad, sí. Para, pos no había a quién trabajarle ahí. Se perdió toda la, todas las tierras, no se levantó nada, por eso era que la gente pos quería salir y muchos que no les tocó salir de braceros, se iban para, se venían para Ciudad Juárez, para la capital de México, para Monterrey, para Torreón, pos un lugar que pos sí, que estuviera mejor para trabajarle a la gente, para poder comer, ¿verdad?, sí.
AE: Entonces no todos los hombres salieron como braceros, algunos salieron a trabajar en México.
IS: Sí, ahí era, en mi pueblo, pues.
AE: Sí.
IS: Sí salieron, no sé cuántos salieron, pero yo creo como unos, sí, como unos veinticinco creo de ahí de mi tierra salieron, pero yo no recuerdo. Pero sí, está dura la situación, sí. Sí me puse a pensar cuando dijo este señor, dijo: “Sí nos violaron”. Ahí fue cuando me acordé de mi suegro, lo que él dijo.
AE: ¿Cómo los trataban?
IS: ¿Cómo los trataban? “Peor que animales”, dijo así: “Ya nomás la fregada necesidad”, dice, “que no tiene uno ni qué tragar”, dijo, así dijo. Y dije yo: “Ay, ¿pos qué les harán también?, ¿qué más les harán a parte de que los encueran y los fumigan y los hacen que se bañen y todo eso?”. Pos no, ¿qué dice? Yo: “Ay no, algo más les han de hacer”, dije yo, por…
AE: ¿Usted ha oído a gente hablar de otros tipos de maltratos, como falta de comida o de casa o de, así de todos los días, pues cosas que la gente necesita para vivir?
IS: Sí, hay mucha gente que necesita… Por cierto, yo este, ahora en la mañana, los viernes, hago seis burritos para las personas que están ahí, los jornaleros que están ahí parados a ver si les dan trabajo, ya ve cómo sufre esa gente. Pues nos juntamos, como yo soy de un grupo de oración, ¿verdad? Yo soy católica, católica, yo creo en Dios, en la Virgen y en, ¿verdad?, en todos los santos. Entonces dijo la señora, la que nos enseña y nos hace ver las cosas, ¿vedá? Pos que a ella le da lástima con esa gente, que si no nos podíamos juntar entre todos, aunque sea llevarles burritos de frijolitos con huevito o lo que puédamos, ¿verdad? Chilito. Sí, pos yo este, hago eso. A veces les hago huevo con chorizo o les pico cebollita, tomatito, chilito pa que estén más o menos y los frijolitos bien guisaditos y les doy seis burritos y la señora pasa a recogerlos cada ocho días, los viernes.
AE: Y durante este tiempo que su familia o sus conocidos, su esposo, se vinieron a los Estados Unidos como braceros, usted, ¿no le contaron algo o tal vez algunas de las personas que usted ha conocido en el grupo de braceros, ha conocido a gente que habla sobre la vida diaria de un bracero durante este tiempo, durante el programa?
IS: No, pos nadie dice nada. Yo nomás oía a él, a don Ramiro, a mi suegro que dijo eso y, ¿a quién más? No me acuerdo a quién más, dice: “Nombre”, dice… Oh, pues a Manuel Alba también. “No”, dice, “en la braceriada tanto que sufre uno”, dice, que ahí había unos patrones bien exigentes que les exigían demás, que hicieran más trabajo y pues sí, que los trataron mal.
AE: Y, ¿cómo? ¿Entonces cómo sacaban más trabajo de los trabajadores, de los braceros? Aparte de exigirles.
IS: Bueno, pos los que eran este, livianitos de manos, pues sí, sí sacaban y los que no, pues sacaban menos y a esos que sacaban menos, eran a los que les exigían más, más trabajo. Porque mire, le voy a platicar una cosa, ahí en mi casa dos cuñados, uno se llama Alfonso, el otro Javier y mi esposo y mi suegro. Ellos iban a trabajar y decía mi esposo que decían, dice: “Ah”, dice, “ay hijo, si no fuera por ti, yo no sé qué hiciera”, dice, “porque ya ves Javier, cómo trabaja”. Que no servía para trabajar, trabajaba muy despacio, pues. Y Fernando y don Ramiro, pos trabajaban, iban, salían igual, se llevaban tres surcos y salían juntos y Javier se quedaba allá. Por eso le digo, hay muchos que sí saben trabajar y hay muchos que no, no saben.
AE: Entonces cuando se vinieron sus familiares a los Estados Unidos, ¿ellos trabajaban juntos aquí?
IS: No.
AE: O, ¿usted?
IS: Ellos trabajaban allá en, allá en el pueblo, en Carrillo Puerto.
AE: Oh, ¿allá trabajaban juntos?
IS: A Ciudad Juárez, en el corte de frijol, en la rozadera, a rozar el maíz.
AE: Y, ¿aquí en los Estados Unidos no les tocó ir?
IS: No, no les tocó juntos.
AE: Al mismo lugar.
IS: No.
AE: ¿Vinieron durante los mismos años?
IS: No.
AE: ¿En años?
IS: No este, bueno, un año le tocó nomás a mi esposo y al otro no le tocó, Javier no le tocó. Entonces este, en la siguiente contratación ya le tocó a él, ¿verdad? Porque sí, sí contrataban seguido, ¿verdad? Según yo creo como iban necesitando la gente la pedían, ¿vedá? Y ya, pero no, no les tocó juntos en la braceriada, no, no. A mi esposo le tocó junto con Manuel Alba, por eso él fue el que me firmó, de allá. “No”, dice, “[es]tá duro”, dice, “tratan a uno bien mal”. Así también dijo él. Pero lo que más me puso a pensar fue lo que mi suegro dijo, ey y yo dije: “Aparte de eso, ¿qué más les harán?”, ¿verdad? Pues que los violaban, pues. Ventura nos dijo, el que nos está ayudando: “Cuando quieran ir, vamos, pa que vean el corralón donde violaban a los braceros”.
AE: Y, ¿dónde está ese corralón?
IS: El corralón en Mexicali, sí, tá en Mexicali.
AE: ¿Qué iba a decir de los CDs?
IS: Oh, aquí nos vendieron unos CDs de los braceros.
AE: Sí.
IS: Están desnudos. Ellos se tapan como con un cartoncito o así con las manos y pos sí, estaría bueno que a alguien más le pidieran información, a la mejor este, alguien sí le confesó a su esposa, ¿vedá? Pero sí, sí, de que los trataban mal, sí los trataban mal.
AE: Y, ¿usted se vino a Estados Unidos en el [19]70, dijo?
IS: En el [19]70.
AE: Y, ¿qué?, ¿eso fue su decisión para venirse a los Estados Unidos, fue influido por la experiencia de su esposo o usted misma?
IS: No, yo me vine porque mi padre, en paz descanse, él ya murió en el [19]90 y él fue el que le dijo a mi madre, porque ellas estaban en Tijuana. Y mi mamá fue, cuando pasó lo de mi esposo, que se murió, que lo mataron, pues. Entonces ella llegó, ella llegó y este, pues ya la saludé y todo y ya me dijo: “Hija, dijo tu papá que no te dejara aquí. Que te lleve con todo y las criaturas porque, ¿qué vas a hacer?”. Dice: “Pos nomás tienes la casa, ponle que le haiga dejado un poco de dinero en el banco, pero no creo que sea mucho, ¿verdad?”. Entonces, pues ya lo que hice, fue, saqué mi dinerito del banco para los pasajes de mis hijos y del mío, ¿vedá? Y hasta el de mi mamá también. Entonces ya nos venimos ahí a Tijuana y yo traía a mi niño al más chiquito, de once meses y ya este, dijo mi padre, dice: “Hija”, dice, “sí, ¿qué piensas hacer hija?”. Le digo: “Pos no sé papá”, le digo, “pos yo creo ponerme a trabajar para mantener a mis hijos, no me queda de otra”. “Hija”, dice, “pero si te pones a trabajar aquí hija, aquí pagan muy barato, no la vas a hacer hija, no la vas a hacer con tus hijos”. Y entonces este, dijo: “¿Por qué no hablas con los familiares de tu esposo, hija? Pos parece que Juanito pasa gente o la señora, no sé, uno de los dos”, dice, “he sabido yo”. “Tá bien papá”, le dije, “voy a ir a hablar con Cata y con Juanito”, le dije, “a ver si me ayudan”. Pos para esto fui y me consiguieron un pasaporte con una señora que se parecía mucho a mí y éramos del mismo año las dos. Ella tenía su pasaporte para cruzar ahí a San Ysidro, ¿verdad? Entonces me lo vendió la señora, me lo vendió en $30 dólares. Pero le dije yo que pos nomás traía $10, que si no me fiaba lo demás mientras empezaba a trabajar, yo le mandaba su dinero. Dijo que sí y me lo dio, ¿vedá? No, pos como a los dos, tres días, salimos nosotros y cuando cruzamos la línea, el emigrante me agarró el pasaporte y lo vio y me vio a mí, dijo [que] okay, que pasara. Pos nos parecíamos como dos gotas de agua. (risas) El pelo corto igual que yo y así poquito blanca, pos como yo, ¿verdad? Y ándele, con ese pasaporte qué, como unas dos veces la hice pasar para Tijuana. Cuando nos echaron La Migra ahí en mi trabajo, fue en el [19]76, pos yo me pasé con un amigo de un amigo mío. Él este, tenía papeles y él me pasó como su novia de él.
AE: Y, ¿sí la dejaron pasar?
IS: Sí, sí me dejaron pasar, pero que íbamos ahí a comprar mandado, ahí a San Ysidro y sí. No, nos venimos hasta Los Ángeles y no, pos sí, ya le digo. Pos Dios me ayudó y me puse a trabajar y pos mi madre se quedó cuidando a mis hijos y yo le mandaba y le mandaba decir: “Amá, ocupe una señora para que le ayude a lavar la ropa, mamá y a planchar, para que usted no se mortifique tanto”, le decía yo. Sí, le mandaba.
AE: Y, ¿en qué trabajaba usted?
IS: Yo trabajaba en una fábrica que hacían sillas de playa y hacían como paraguas para el patio, para los patios, sombrillas grandes, con sus mesas de vidrio, bonitas mesas, redondas. Eso lo hacían abajo y arriba trabajaba yo poniéndole a las tiras de las sillas este, el ojillo. Y había una línea como, como de la ventana hasta acá hasta la puerta y ahí trabajaba la gente, corría la línea con las sillas y ahí trabajaban poniéndole el tornillo y ponchándoles.
AE: Y, ¿sus hijos se quedaron en México?
IS: Sí, se quedaron por tres años y luego yo me los traje para acá. Sí, sí porque dos de mis niños no iban a la escuela porque ya no alcanzaban y luego mi madre tenía que irse en el bus a llevarlos y no y no, dije: “Yo me traigo a mis hijos, si no se me van a quedar burritos”. (risas) Y aquí los metí, aprendieron bien el inglés y se graduaron, tienen buenos trabajos.
AE: Muy bien.
IS: Dos, los más chicos casi, dos de los más chicos, porque los grandes no. El mayor lo mandé a la escuela y lo golpearon porque no quiso fumar marihuana, como tenía ya catorce años él, lo mandé a la escuela y sí, sí fue, pero ya después no quiso porque lo golpearon, porque no quiso fumar marihuana, fíjese, ay no. Muchas cosas en la escuela que ni, uno ni cuenta se da.
AE: Sí, sí es cierto, solamente que los niños le digan.
IS: Ya le digo.
AE: Bueno pues, muchas gracias por su tiempo, señora Solís.
IS: Ándele pues.
AE: Péreme, péreme. (risas) Ya se va corriendo. (risas)
IS: Ya me voy.
AE: Ya que vamos, ya para acabar, le quiero preguntar si usted quiere contribuir algo más sobre lo que yo no le he preguntado, un reflejo sobre las experiencias de este tiempo con su esposo, así cualquier cosa. Si no, está bien, no hay presión.
IS: (risas) Pues sí, pues, que no dejamos de, no dejamos de sufrir porque pues, la distancia es como que lo va a uno separando, ¿vedá? Y pues como le digo, por la necesidad salieron ellos a las contrataciones y mire, para que les hicieran este, semejantes cosas y pues Diosito los perdone, qué más, ¿verdad?
AE: Péreme, le tengo que pedir que me firme algo.
IS: Ah, ándele pues.
End of interview with Irene Solís, on May 11th, 2006, in Los Angeles, California. The interviewer is Araceli Esparza. This interview is part of the Bracero Oral History Project.
Fin de la entrevista
Interviewer
Esparza, Araceli
Interviewee
Solís, Irene
Location
Los Angeles, California
File Name Identifier
Solis_LAS024
Citation
Esparza, Araceli and Solís, Irene, “Irene Solís,” Bracero History Archive, accessed November 7, 2024, https://braceroarchive.org/es/items/show/280.