Cirino Flores Pérez
Title
Cirino Flores Pérez
Description
Biographical Synopsis of Interviewee: Cirino Flores was born in Tizayuca, Hidalgo, México; he is the youngest of three brothers; his mother died when he was four years old, and he grew up with his paternal grandparents; he worked in agriculture from an early age; at the age of nineteen, he moved to Mexico City, México, and joined the bracero program in 1951; he worked in California and Texas picking carrots, green peppers, lemons, oranges, and tomatoes.
Summary of Interview: Mr. Flores recalls growing up in Tizayuca, Hidalgo, México, and that his mother died when he was four years old; he states that he labored in agriculture throughout his youth, and that he moved to Mexico City, México when he was nineteen; additionally, he remembers joining the bracero program in 1951 due to economic hardship; he describes the hiring process at contracting centers in Guadalajara, Jalisco, México and Empalme, Sonora, México, his train trip to the United States-México border, and the hardships braceros experienced at reception centers; furthermore, he details what daily life was like at the farms, the housing they had, and how work was carried out; he explains the kinds of contracts they had and their extensions; moreover, he relates the internal competitions between braceros, what they did on weekends, and how braceros stuck together during difficult situations; he also explains that he received bad treatment from Mexican-American foremen, the humiliation he felt, and the complaints braceros had over issues like food; to conclude, he recounts what the benefits were of having been a bracero, and how that experience help him and his family.
Summary of Interview: Mr. Flores recalls growing up in Tizayuca, Hidalgo, México, and that his mother died when he was four years old; he states that he labored in agriculture throughout his youth, and that he moved to Mexico City, México when he was nineteen; additionally, he remembers joining the bracero program in 1951 due to economic hardship; he describes the hiring process at contracting centers in Guadalajara, Jalisco, México and Empalme, Sonora, México, his train trip to the United States-México border, and the hardships braceros experienced at reception centers; furthermore, he details what daily life was like at the farms, the housing they had, and how work was carried out; he explains the kinds of contracts they had and their extensions; moreover, he relates the internal competitions between braceros, what they did on weekends, and how braceros stuck together during difficult situations; he also explains that he received bad treatment from Mexican-American foremen, the humiliation he felt, and the complaints braceros had over issues like food; to conclude, he recounts what the benefits were of having been a bracero, and how that experience help him and his family.
Creator
Domínguez, Violeta
Flores Pérez, Cirino
Date
2002-07-07
Subject
Bracero
Rights
Institute of Oral History, The University of Texas at El Paso
Language
spa
title (Spanish)
Cirino Flores Pérez
creator (Spanish)
Domínguez, Violeta
Rights Holder
Institute of Oral History, The University of Texas at El Paso
Online Submission
No
Original Format
Mini Disc
Duration
2:21:36
Bit Rate/Frequency
24 bit
96 k
96 k
Transcription
Nombre del entrevistado: Cirino Flores Pérez
Fecha de la entrevista: 7 de julio de 2002
Nombre del entrevistador: Violeta Domínguez
El día de hoy es 7 de julio de 2002 y estamos en casa de la hija del señor Cirino Flores, Irene Flores, para hacer esta entrevista.
VD: Señor Cirino, ¿qué edad tiene usted?
CF: Ochenta
VD: Ochenta años. Me dice que nació en Tizayuca, en el estado de Hidalgo. ¿A qué se dedicaban sus papas allá en Tizayuca?
CF: Pos a la agricultura, pura agricultura.
VD: ¿Eran campesinos?
CF: Sí, campesinos.
VD: ¿También originarios de allá?
CF: También todos originarios de allá.
VD: ¿De Tizayuca?
CF: De Tizayuca, sí.
VD: ¿Su papá tenía tierras propias o rentaba?
CF: Son ejidos, ejidos. Todo es ejido, todo el pueblo ahí tiene ejido y ahora ya, pos posiblemente ya ha habido el decreto que ya se pueden vender las tierras, sí.
VD: Pero ahí ustedes trabajaban su parte, ¿no?
CF: Sí, todo el tiempo desde que crecí ya al campo y al campo y al campo.
VD: ¿Cuántos hermanos tuvo usted?
CF: Pues nomás fuimos tres.
VD: Tres, ¿usted es el más grande?
CF: No, el más grande es un hermano y luego sigue una hermana y yo soy el último.
VD: Ah, pues el más chico
CF: El más chico.
VD: El último.
CF: Que hubo de por medio algunos, pero yo no recuerdo cuáles fueron, pero fueron pocos, fueron pocos. Entonces este, pos ahí no… Más bien yo me crié por decirlo este, con mis abuelos, porque mi papá me deja de un año de nacido, mi mamá me deja como de tres, cuatro años; así que ya me crié con mis abuelos.
VD: ¿Se quedó con sus abuelos maternos?
CF: Paternos, sí, paternos.
VD: Ellos ahí lo criaron, ahí lo…
CF: Sí, ahí me hicieron ya los… Ahí echaron la bendición, que esos son los que me pusieron a la escuela, me mandaron a la escuela. Nomás que pos la mala cabeza, pos yo me iba de pinta. Ya me decían: “Vamos a pintar venado”. “¿Qué es eso?”. Dice: “Ven”, me decían, “nosotros te enseñamos”. Y ya una vez de que me enseñaron, pos ya como que me gustaba y ya no entraba a la escuela. Mi hermana que es la mayor me llevaba, porque había unos salones para un lado y otros para otro donde estaban las mujeres y los hombres aparte. Y ella me entregaba con mi maestro ahí en la puerta de la escuela, pero no sé en qué artes yo me salía, ¿no? Al rato ya no estaba. Y luego ya nomás esperaba que salieran los de la escuela para ir en el mismo camino. Ya venía, pos sí, pos si ahí vienen todos, (risas) así es la cosa. Pero de esas cosas que pos son, que piensan de lo bueno, ¿no? Y ya este, antes había escuela en la mañana y escuela en la tarde. Que nomás regresaría uno a las doce, sí, a las doce salía uno y ya llegaba uno a la casa, pos ya le daban a uno lo que hubiera de comer y ya a las dos de la tarde tenía uno que entrar de vuelta.
VD: ¿Iba también los dos turnos?
CF: Los dos turnos, todo mundo. Todo mundo hacía esos estudios en la mañana y en la tarde. Salía uno a las seis de la tarde, así es de que no se desperdiciaba nada. Antes no, que, pos que mi cuaderno, que pos mi pluma, mi lápiz. No, había unas, les nombraban unas pizarras, unos cuadritos así con gis. Ya eso nos, tareas y uno también hacía sus tareas y ya cumpliendo con esa tarea ya le ponían a uno que borraba uno eso y seguíamos la misma…
VD: Ahí mismo en su pizarra, practicando.
CF: Ahí en la misma, sí. Había unos pizarrines así chiquillos pa que no nos perdiera. Les hacía un cinturel(??), se amarraba con un hilito. Le hacía un hoyito, aquí esto a la camisa me lo metía, pa que no se me perdiera. Pero pos eran otras costumbres ya en ese tiempo.
VD: ¿Como cuánto tiempo estaría usted en la escuela esos primeros años?, ¿unos tres años me decía?
CF: Pos sí, más o menos, como dos o tres años, y ya últimamente que ya entré a la nocturna, que me invitaron, ya duré dos años.
VD: Lo habría hecho.
CF: Pero pos como que antes era otro tipo de estudios o como que… Pos sí eran más rígidos, ¿no?, porque pues este, cuando no se portaba uno mal y pues lo castigaban a uno y no salía uno y bueno, es una cosa… Y estos señores pos ni modo, tenían que obedecer de tal manera que pos nosotros, pos teníamos que estar cumplidos. Ya cuando llegó, le digo: “Pos vamos a estudiar”. Y sí, sí se me pegó un poco. Porque ya digo, de segundo año, pues ya dividía uno, ya multiplicaba y ya hacía uno como si, ahora que lo hace uno de tercero o cuarto o quinto. No, allá en un día enseñaban todo desde un principio y se me pegó mucho.
VD: Eso fue cuando, me dice que tenía como, ¿qué edad? Cuando fue a la nocturna, más o menos…
CF: Pos como unos diez, once años por ahí así. Sí, fue cuando ya me salía con los amigos, y ya me decían: “Vamos a la escuela”. Y aquellos pos ya sabían, ¿no? Pero dicen: “No es por demás, te acompañamos”. “Pos por demás”, dice, “nosotros estudiamos más”, dice. Y sí, fuimos dos años, y luego salíamos en el 16 de Septiembre al desfile y pos así formando nuestras pirámides que según los mayas…
(entrevista interrumpida)
CF: Y andábamos así, pero ya éramos grandes ya, unos más grandes y así.
VD: Y en esos años usted, ¿estaba ya ayudándole a sus abuelos en el campo?
CF: Pues yo en ese tiempo todavía cuidaba los animales, todavía los cuidaba porque tenían animales ahí, vacas, borregos o pos animal de campo, y es lo que hacía yo. Una vez ya de grande, pues ya entonces ya este, me metieron a trabajar en la misma labor, en la misma casa, porque no la trabajaba nadie, nomás lo propio. Entonces ahí de cuando ya dejé el, como dice el dicho, los animales y ya este, nos dedicamos a trabajar, eso fue en Lotlan(??)
VD: ¿En las tierras del ejido?
CF: Sí, tierra del ejido, porque propiedad no había.
VD: Y esas tierras que ustedes trabajaban, ¿lo que sacaban era para consumo o también vendían algo?
CF: Este, para las dos cosas.
VD: ¿Sí le alcanzaba para las dos?
CF: Sí, para las dos cosas. Había veces que pues este, lo que le sobraba lo vendían o aunque le hiciera falta, si tenía necesidad pos lo vendían. Y pos así pasaba, ¿no? Había veces que se ordeñaban a una o dos vaquitas, pues este, sacábamos un litrito de leche. Pero de esas cosas que pos, en ese tiempo había mucha necesidad, mucha pobreza y toda la cosa. Hay veces que sacaba un, dos, tres litros y necesitaban para ir al mercado, esto, comprar lo necesario de la cocina, pues. Pues había veces que la vendíanos para ir a comprar lo que… A traer algo. Y hay veces que pos nosotros sí, pos tomábamos café solo, aunque había leche ahí, pero la necesidad era tan grande que no se podía más. Y así era todo el tiempo y siempre nosotros, pos en el campo sufrimiento de toda forma. Ya mejor, no hay de otra, pues ahí nos hicimos, como dice el dicho, nos hicimos ya grandes, ya últimamente pos ya nos casamos, pos ya otro ambiente.
VD: ¿Ahí siguió usted trabajando y viviendo con… ¿sus hermanos vivían con sus abuelos también?
CF: Sí, sí también vivían con ellos.
VD: ¿Hasta qué edad vivió usted con ellos?
CF: Hasta que me casé, que fue cuando más o menos, como en el [19]41, hasta entonces. Y ya ve que pos muchas veces este, dentro de la familia y ya habiendo, digamos, dos hermanos o dos esposas ahí como que ya no congenia uno bien y ya empiezan los problemitas y pues, desde esa fecha ya me separé de ahí.
VD: Pero siguió viviendo en Tizayuca.
CF: Sí, seguí viviendo ahí todo el tiempo que fue. Y ya me fui con un cuñado de mi única hermana y vivía cerca mi cuñado y me dice: “No tengas cuidado,” dice, “vente para acá. Ahí están los animales, siembra tu parcela y si quieres, pos consigue más. A ver qué puedes hacer, demuéstrale a tu hermano que pos, pos que tú también puedes trabajar y esto y el otro”. Y luego pos así pasó. Pero pos de ahí para acá y luego compré una tierrita y luego me dice: “Pos síguele trabajando”, me dice. Y ya eso fue donde compré otro lotecito y así. Pero desgraciadamente hay veces que llega la necesidad y pos me deshice de ellos, ¿ya qué querían que hiciera?, ni modo. Pero ya fue cuando por aquí vivía una cuñada mía en este pueblito que entonces todo esto eran puros hornos de tabique. No, taba el pueblo ni siquiera, puros llanos, puros, no, puras siembras, todo eso. Cuando apenas le dijo, dice: “No, váyanse para allá, pueden tener otra vida mejor”. Fue mi venida para acá.
VD: Así se decidió venir aquí a la ciudad.
CF: Sí, sí.
VD: Y, ¿compró por aquí un terreno?
CF: Pues no, porque ya le digo que yo anduve casi todo como ando aquí, rentando aquí, rentando allá, entonces nos pagaba yo creo $10, $12 pesos de renta. No, pero hay veces que los $12 pesos no los tenía y ya empezaba uno con problemas: “No, pos vámonos a otro lado”. Anteriormente, que luego a veces le decía uno o preguntaban: “¿Pos cuántos son de familia?”. “Pos tantos”. No, no decían nada. Ahora ya renta uno y dice: “¿Cuántos niños traen?”. “No, traigo uno o dos”. “No, entonces no”. (risas) Sí, ya hay problemitas, pero entonces sí, andaba para allá y para acá y ya siempre que venía: “Ahora sí voy a comprar aquí. Y ahora sí voy a comprar”. Pero con esto que me decían, que esto y que el otro, que porque no estaba regularizado aquí porque aquél que fraccionó, por decirlo, estaba fraccionando clandestinamente, porque ni el mismo departamento sabía que ya estaba fraccionándose, nomás este señor sabría.
VD: Pos era un fraude…
CF: Sí, quien quería un terreno, pos órale. Ahí estaba pagando sus abonos y nomás no le cumplían con el abono y se lo quitaba y se lo vendía a otro y así hacía este señor. Y ya digo, ya andábamos con eso y no, aquella ocasión traía los centavos en la mano y no, no se podía. Hay veces que, pos por decirlo, mejor me gastaba los centavos y ya ni dinero, ni terreno, ni nada. Así es de que todo fue una historia para mí. Pero sí, ya le digo, aquí todo Ticomalmen nos conocen, ¿no? Que ésta fue la primera, está y eh… Tres, me traje tres hijos nativos de allá y ésta es la mayor que se da cuenta de cómo andábamos aquí, ella es la que empezó a trabajar, pero pos, ¿qué le pagaban? Los $2, $3 pesos a la semana, qué sencillo. Pero pos así ha sido nuestra vida.
VD: Y, ¿a qué se dedicaba entonces, señor Cirino, cuando se vino usted para acá?, ¿en dónde trabajó?
CF: Cuando me vine, sí, me consiguieron trabajo en un, está en esta calle a la otra para allá en un taller este…
2do: De fundición
CF: De fundición a donde se fabricaba en ese tiempo la plancha esa de fierro que se usaba…
2do: De carbón.
CF: De carbón, sí. Y se fabricaba la, todo tipo de llaves, de todo tipos de llaves, sí. Y ya las llaves de agua también se fabricaban, todo ese trabajo se hacía. Y era muy buen señor, siempre nos daba mucho trabajo, pero pos no pasaba de lo mismo y de lo mismo y ya pues ya cambié, digamos, me llevaron a otro trabajo, por lo mismo, ya me ganaba otro poquito más, pero pues andaba yo así y así, tantito para allá y tantito para acá porque ya últimamente llegó el caso que metía machetero donde este, acarreabas materiales, de todo tipo de material pa construcción. Nos íbamos a las minas.
VD: ¿Por aquí también?
CF: Sí, por aquí. Sí, a las minas las íbamos a traer y ya dependen de si eran los pedidos, pos ahí entregaba. Todo eso anduve y ya últimamente pos ya este, no sé qué, a qué andaba yo por el centro, andaba por el Zócalo, pero no me acuerdo a qué, ya fue últimamente cuando conocí a un señor, no lo conocí, sino que él me habló y me dice: “Oiga”, dice, “¿usted trabaja?”. Le digo: “Sí, nomás que ahorita no tengo”. “Ah qué caray”, dice, “y quería trabajar, ¿quiere trabajar?”. “Sí”, le digo, “cómo no”. Dice: “Bueno”, dice, “entonces péreme tantito”. Entonces este señor se dedicaba a todo eso del centro, primer cuadro, se dedicaba a arreglar lo que querían, quitar los puestos, y uno que había aquí y otro por allá y así regaditos, no como ora, que querían quitarlos todos esos y ya él les andaba, pos ayudando pa que siguieran trabajando ahí. “Espéreme tantito”. “Sí”. Andaba arreglando sus cositas ahí y ya este, dice: “Súbase”, ya que terminó, “súbase”. Dice: “¿Quiere trabajar?”. Le digo: “Pos sí”, le digo. Y ya él me llevó. Pues este señor ya no me llevó a que me dieran trabajo, de que me iba en autobús al trabajo, no. Nos fuimos allá para rumbo al Ajusco, por ahí en San Andrés por ahí que lo habían invitado a una comida y todos los días lo invitaban, como era el que partía el queso por ahí, era el, era este… ¿Cómo se llama? El que sigue de un diputado, suplente.
VD: El suplente de un diputado
CF: Suplente del diputado y pues todos lo querían, ¿no?, porque les andaba haciendo los bienes. Y ya que fuimos allá, no, pos que un casamiento y que esto que el otro pos ya se hizo la fiesta y ya ahí ya en la tarde ya venía uno completos, más yo porque él no tomaba. Y copita que le servían a él, me la pasaba a mí. No, me trajo pero bien contento. Bueno, pero ya de esas cosas que hasta eso que me metieron al baño pa que se me bajara. Me metí a unos baños y medio me eché un baño y ya se me calmó. Dice: “Ahorita vengo”. Se salió y ahí me dejó. Al rato regresó, dice: “¿Cómo se siente?”. Le digo: “Pos bien”. Dice: “¿Ya puede irse?”. “Sí”, le digo, “ya”. Dice: “Bueno, nos vemos mañana. Le espero ahí en el departamento”. “Ándele pues”. Y así me anduvo trayendo en todo varios días, ¿no?, varios días. Al final de cuentas yo oí que tenía otras pláticas con otros amigos: “No”, dice, “ahorita voy a ir a Gobernación, voy a ir a Relaciones a arreglar estos papeles y esto”. Como que oí que le decían: “No”, dice, “tal día sale la gente”. Ah caray, le digo: “¿A qué se dedicará?”, yo dije. Y un día que le pregunto: “Oiga a ver, ¿pos cuál es su misión o qué es lo que anda arreglando?”. “Es que voy a mandar cuarenta y cinco fulanos”, dice, “para Estados Unidos como braceros”. “Ah caray”, le digo, “y, ¿qué se necesita?”. “¿A poco usted quiere irse?”. Le dije: “Pos sí”. Dice: “Podías ir”, dice, “¿de veras?”. Le digo: “Sí”.
VD: ¿Usted no tenía trabajo en ese momento?
CF: No, no tenía trabajo en ese momento. Bueno, pos ya le digo. Pues entonces ya me anotó, dice: “Entonces, ¿de veras quiere ir?”. “Sí”. Fue cuando me pidió el mentado este, registros de nacimiento. Dice: “Me lo trae”, dice, “lo manda a hacer o va por él”. “Ta bien”. Y entonces este, fue cuando Casas Alemán era el Regente de la ciudad y él fue a comer a su casa y yo nomás por ahí, como dice el dicho, mirando. De ahí, entonces todos estaban creo, este, pagando precisamente a los que iba llevar, lo de su pasaje, porque no les cobraron nada, nomás que cumplieran con su pasaje. Bueno, está bien y dice: “A usted no le voy a cobrar”, dice, “a usted le voy a dar el boleto”, dice. “Está bien”, pos me ayudó en esa forma. Entonces dice: “Para tal día salen”, dice, “usted sabe”, dice, “pero, ¿sí va a ir?”. “Sí”, le digo, “sí”. Me animé entonces. Fue cuando nos contrataron aquí en Irapuato.
VD: O sea que usted salió de aquí del D.F. [Distrito Federal] con los otros cuarenta y tantos, todos se fueron a Irapuato.
CF: En un autobús, sí, a dar a Irapuato, ahí era la contratación.
VD: Ese fue en el año de mil novecientos…
CF: [Mil novecientos] Cincuenta y uno, creo. Entonces ya él fue ahí y nos anduvo este, pos viendo ahí todos los pedidos de este, ¿cómo se llama?, de los que traían los americanos para acá. Porque había unos pizarrones y todo, tantos para un lado y tantos para otro y así. Y ya se metían, dice: “Hay tantos para tal parte, ¿cómo ven?”. Los que ya habían ido, pos: “No”, dice, “por allá es mal tiempo”. Mal este…
VD: No sale bien el trabajo.
CF: Pos no, como que no sale uno bien, que trabaja uno mucho y no sale con un dinero bueno. Entonces ya veía otros y dice: “Hay tantos para tal parte”, dice: “Ahí está bueno”, dice, “vámonos”. Bueno ya entraba y dice: “Traigo tantos”, ya los anotaban, bueno, pos ahí anduvo. Y desde ahí, ya al ser contratados ya nos daban este, pasaporte y a la vez este, ya nos daban otro lonchecito desde ahí ya para…
VD: ¿Desde ahí para allá ya los iban…?
CF: Sí, iban costeando los gastos los americanos.
VD: ¿En qué se fue para allá, señor Cirino en el tren?
CF: Este, de aquí, de ahí de Irapuato nos fuimos en autobús a Guadalajara y de ahí agarrábamos el tren hasta Mexicali. Era un tren, un servicio que olvídese. No, y luego a veces que no podía el tren, llevaba carga o esto y el otro. Había veces que nos dejaba a medio desierto tres, cuatro horas. “Y, ¿ahora qué?”. Ya se les enganchó la máquina. Se fue, iba a traer otra máquina para que le ayudara porque no podía, pos esa máquinas ya de esas, ahí ya de Benjamín Hill ahí en Sonora, de ahí es onde era el mal para acá. Porque para allá ya funcionaban los trenes americanos, porque era una compañía americana de ahí para allá. Pero para acá era un servicio pésimo, pero era… Le digo que una vez un concuño que fue también, este, por decirlo, se le pidió un… Más bien ya como llevan desde el pasaporte, nos subimos arriba del tren y ahí acostados que nos diera el aire. Y ya desde, ya en una de esas que viene un airecito y que le vuela el pasaporte y en el desierto. Híjole, pos ahí como quiera: “Pos bájate, está en el poste número fulano”, porque van numerados los postes, “por ahí cayó”. Pos ya tuvo que bajarse, se bajó y ahí ni modo de decirle: “Pos agarro el camión”. Pero, ¿qué camión?, puro tren. Y en las orillas iban pura terracería donde pasaba de vez en cuando un remolque, un camión de carga y pos sí. Y bueno, nos alcanzó en… Ya ni me acuerdo, mono… Esa ya ni me acuerdo cómo se llama esa ahí. Nos alcanzó en un pueblito y ya digo, el tren, no, corriendo lo alcanzaba uno, sí, sí.
VD: ¿Sí recuperó su pasaporte?
CF: Sí lo recuperó. Llegaba hasta blanco, blanco el señor solito y luego en el desierto. Afortunadamente llegó un, iba una camioneta y le dio el aventón y alcanzó el tren. Si no, pos quién sabe qué habría sido. (risas)
VD: En el desierto ahí…
CF: Sí, en el desierto, ya le digo. Y ni modo, sufría uno. Y ya de ahí ya nos fuimos. Ya llegando allá también, allá estaba Mexicali, estaba el señor este y dice: “Yo voy a pasar”. Y ya pasaban a otro lado, que es este, Caléxico. Y ya de ahí, este, se informaba cuantos había pa tal parte, según. Dijo: “Hay tantos para tal parte, ¿cómo ves?”. Dice: “Ta bien”, dice. Y ya ahí estábamos, pues ya cuando había el pedido, dice: “Órale”, dice, “vámonos para adentro”. Ahí andaba con nosotros.
VD: ¿Eso ya era de aquel lado, en Caléxico?
CF: En Caléxico, allá en…
VD: ¿Se tuvo que esperar mucho allá, señor Cirino, a que les dieran su contrato?
CF: ¿A dónde?
VD: En Caléxico.
CF: No, si nomás era el puro paso.
VD: Ya nada más para instruirlos y…
CF: Sí ya era para pasar, ya nomás… Que ahí de, por cierto, nos quedamos nomás una noche y en el transcurso de la noche pos ahí cuál hotel o casa de hospedaje, no, no que… Cualquier casa, ahora sí como dice el dicho, todo el piso era cama. Porque ya juntamos por ahí unos cartoncitos, se tendía y ahí a la intemperie, pos ahí es muy caliente. Bueno, pues ya nos levantamos a las seis de la mañana y cada quien levantaba sus cartoncitos, pero, ¿cómo te explico? Este, pensaba uno que aquí dicen que los alacranes son muy peligrosos, que pican y quién sabe qué. No, levantaba uno sus cartoncitos y un corredero de animales por aquí y por todos lados. Pero no nos asustaban, no, pero ya digo, así nos quedábamos una noche y ya la otra, pos ya la pasábamos por allá ya. Ya era más tranquilo, porque de ahí nos llevaron al trabajo, que el primer año nos quedó en…, ¿cómo se llama? Garden Grove.
VD: ¿En California?
CF: Sí.
VD: ¿Cómo dice que se llamaba?
CF: Garden Grove, es por, cerca de Santa Ana, que es un, que le decían Orange, es el…
VD: El condado.
CF: El condado, el condado. Y este, ahí estuvimos seis meses en la pisca de la naranja.
VD: ¿Los seis meses le tocó naranja?
CF: Sí, seis meses pura naranja, pura naranja. Claro que eran, pos uno como no sabía, pues la cortaba uno mal, porque hay que saberla cortar. Entonces si la arranca uno, este, no sirve. Porque como la empacan y ora si le queda un piquito así a la naranja, también no sirve porque ese piquito agujera las demás.
VD: Las otras.
CF: Sí, y tampoco no sirven. Entonces tiene uno que trabajar perfectamente bien. Bien, se rompían ajustaditas… Todavía fíjese que tengo unas tijeritas por aquí así, onde me traje…
VD: ¿Con las que cortaba por allá?
CF: Ese tiempo y todavía las conservo ahí. (risas)
VD: ¿De veras?
CF: Sí, (risas) unas tijeritas así con que agarrábamos naranjas. Pero, ya digo, ahí estuvimos en los seis meses, ya a los seis meses, hijo, me sentía pero… bueno, ya como a los dos meses, tres, como que pensaba yo en mi tierra. Digo: “Yo creo que me voy a ir”, pero no se dio con quien o por donde venirme. Porque yo decía que el sol salía por otro lado. Sí, taba desorientado completamente, ya decía: “Bueno, pos me aguanto otros días”. Y ya le decía a un compañero: “Yo, me dan ganas de irme”. Es que sentía todo muy difícil, todo raro como que ya no iba a regresar a mi tierra, bueno, una cosa… Pero ni modo, con trabajos, y ya al cabo de tres, cuatro meses ya sentía yo hasta el peso de la bolsa, tanto como está ahí y este, porque era una bolsa de esas completitas, hacía una caja de a donde llegaba uno y la vacía, hacía una caja. Y las cajas ya no me acuerdo cómo nos las pagaban, creo a $0.17 ó $0.20 centavos la caja. Y parece que pues no, en ese año no salí bueno, salí malo, ¿no? Porque todo, pos así anduve y nos venimos.
VD: Esa vez que usted se quería regresar, señor Cirino, ¿era como por cansancio físico o también por…?
CF: Las dos cosas, por las dos cosas, por las dos cosas.
VD: Ah, le daba la nostalgia.
CF: Sí, sí, de todo, de todo. Y había un fulano que, no cabe duda que luego eran los mismos mexicanos que están allá, tratan muy mal a la gente que va de aquí, y siendo como dice el dicho, sus paisanos. ¡Carambas! No, no, como raros, así, había unos que: “No”, dice, “lárguense, lárguense, al fin”, dice, “aquí me sobran”. Como decía su dicho: “Aquí me sobran… ¿Ése como va? Me sobra el que se va y sobra el que se queda”. Por ahí va la cosa, pero así andaba.
VD: ¿Era un mayordomo él?
CF: Sí, es mayordomos, los mayordomos lo trataban a uno pero bien mal y no, pos uno pos tenía que soportar tantas cosas, ¿qué se le va a hacer? Ya uno tenía que pos aguantarse, ni modo.
VD: Permítame.
(entrevista interrumpida)
CF: Ya ni me acuerdo en qué íbamos.
VD: Me decía de los mayordomos, ¿se acuerda?
CF: Ah, sí, que se comportan pero bien mal, completamente. Y me tocó en una ocasión, no ahí, en otro año, al siguiente me tocó uno americano, hijo, qué decencia tenía él para mandar, para decir las cosas, qué barbaridad.
VD: Y el paisano…
CF: No, olvídese. Y todos, todos casi casi cortado por la misma tijera. Y ya ni modo, pos uno tenía que soportar tantas cosas y ya me vine el primer año, ya digo, ya como quiera ya anduve.
VD: ¿Después de seis meses se regresó?
CF: Después de seis meses estaba aquí en diciembre, en enero, en febrero, marzo y ya le iba a decir a mi compadre, porque ese fue compadre mío, este señor, le digo: “Ya me quiero ir”. Dice: “Ya le gustó, ¿verdad?”. Le dije: “Pos creo que por allá se vive mejor”. No, y de veras que pues yo no es que los admire, pero pos como que se vive como en otro ambiente o no, no tengo yo idea. Pero tratando con gente extranjera, porque si es el vil mexicano, olvídese, esos eran los más peor. Bueno, y ya me dice: “Bueno, pos tal fecha”. Dice: “¿Tienes papeles?”. Y se va. Entonces ya me tocó en acá, en Hermosillo.
VD: ¿Entró por ahí?, ¿ahí firmó su contrato?
CF: Sí, ahí también, ahí él fue también, ahí en Hermosillo. Ahí este, ahí nos contratamos y él también fue. Él estuvo ahí y luego llevé a un fulano porque ahí le veían a uno las manos, si las tenía con callos o que no. Y un fulano que iba conmigo entró y le vieron las manos, porque era ebanista, era carpintero, dice: “No, me echaron pa fuera”.
VD: Porque no le veían mano de…
CF: Porque no le veían las manos de trabajo.
VD: Ah, y no lo aceptaron.
CF: Sí, no lo aceptaron y dice: “Bueno”, ya mi compadre me dice, “bueno”, dice, “a ver si mañana”. Al otro día volví a entrar. No, pues luego luego a examinarme. No, ahí no, dice: “Usted no pasa, usted no pasa”. Ahí jue donde nos tocó a todos, ¿no? Que ahí lo desnudaban a uno, de todo a todo.
VD: ¿Allá en Hermosillo?
CF: En Hermosillo, de todo a todo, le examinaban a uno de todo a todo, ¡qué barbaridad! Y ya pasando para el otro lado tenía uno que pasar uno por uno pisando no sé, como este, desinfectante para que no llevara uno microbios o vaya a saber, pero… Bueno, una cosa misteriosa, ¿no? Como ellos cuando vienen para acá. (risas) Bueno, fue en ese tiempo, quién sabe. Pero pues ya, llegamos. En Hermosillo también ahí nos dieron nuestro lonche y ya los estaban los autobuses, entonces ya eran americanos los autobuses. De ahí para allá ya corría de su cuenta todo.
VD: ¿Por dónde cruzó esa vez la frontera?
CF: La primer vez la cruzamos por este, Nogales, la primer vez. Y la segunda ya jue por Mexicali, todas las veces fue por Mexicali.
VD: Mexicali.
CF: Sí, todas las veces. Y ya llegando ahí, pues ya, ya hasta el trabajo. No hay que dicen que pues hay que descansar. No, si ahorita llegaba uno: “Alístense, porque ya vamos a trabajar”. Ahí no hay de que fiestas y que toda la cosa, ahí nada, pos ahí me aguanté.
VD: ¿Qué le tocó esa vez?
CF: En el segundo año me tocó también la naranja y el limón, ahí me tocaron las dos cosas.
VD: ¿En California también?
CF: También fue en Santa Paula, ahí iba donde está, creo está esto. Entonces este, ahí también duramos un contrato de cuarenta y cinco días, a los cuarenta y cinco días ya sabían o seleccionaban la gente, ¿no? El que trabajaba, el que estaba capacitado, el que no, pos ya cumplían los cuarenta y cinco días ya lo echaban para acá.
VD: ¿No le renovaban?
CF: No, no le renovaban porque pos por decirlo, era mal elemento. Inclusive a mi concuño que le dije que había perdido el pasaporte, duró nomás cuarenta y cinco días. Pero es que él tenía esa costumbre, de que era un poco flojo para el trabajo. Y luego, como le acabo de decir que cada bolsa de esas, llega uno a donde están todas las cajas, las vacía uno y hay veces que quedan, este, no al ras en las cajas que no llegan, este, un poco colmaditas. Entonces este señor, por no jalar, por no trabajar, pos ya se dedicaba a toda la línea a aquél que le sobraba tantito pa arriba, ya le quitaba dos, tres y así se iba todo el día y llenaba sus cajas. Entonces no falta que… Porque había inspectores ahí donde vigilaban el trabajo y ya lo vieron cómo trabajaba y nomás cumplió sus cuarenta y cinco días y se vino. Y hasta eso, había mandado, por decirlo, sus centavos en esa misma semana y en esa misma semana pos se iba como, pos se cumplió el contrato y a renovar. Pero a él no, no le renovaron, sino dos, él y otro los echaron para acá y sin [un] quinto. Dice: “Y, ¿ahora con qué me voy?”. Pero afortunadamente lleva parte de lo que yo mandaba para acá yo me guardaba unos $10, $20 dólares para lo que se ofreciera y ya, dice: “Bueno, pos si quieres llévate algo, yo tengo”. Pos ya fue como se vino pero, pos así pasó el tiempo y ya nosotros renovamos otro de seis meses.
VD: ¿Después de ese de cuarenta y cinco días?
CF: Sí, de esos cuarenta y cinco días, estaba seis meses y así.
VD: Ahí mismo, ¿también igual?
CF: Ahí mismo, ahí mismo, en la misma compañía. Hasta eso que después de que llegamos al limón nos metieron en la naranja y fue… Ahí sí salí bueno pa que vea. Ya agarré experiencia y ahí salí bueno porque había veces que, había unos nacionales ahí que eran dos cuadrillas; una de nosotros y otra de los de allá, radicados allá, ¿no?
VD: Ah, o sea, ¿ustedes sí tenían compañeros que eran de allá?, ¿otros trabajadores?
CF: Sí, pero era, esos son de los que viven allá, sí.
VD: Mexicanos, pero de allá.
CF: Sí, ya como nacionalizados de allá y los de nosotros no. Y luego se juntaban las dos cuadrillas y ahí andaban, veinticinco, como cincuenta fulanos ahí trabajando. Y ahí pa que vea sí salí bueno porque… El americano ese era muy buena gente y ya me decía que no trabajara tanto, le dije: “¿Por qué?”. “No”, dice, “mandar muchos dólares, muchos dólares”. Y dice… Dándome entender que si yo me moría, dice: “Allá otro goza”. (risas) Era célebre el señor ese. Y ese era el que me decía, luego decíamos cualquier cosita así que no la entendía él y ya iba, nos decía: “¿Qué querer decir esto?”.
VD: ¿Hablaba un poquito de español?
CF: Sí, un poquito español. “¿Qué querer decir esto?”. “Ah, pos es esto y lo otro”. “Ah”. Lo anotaba en su libreta. (risas) Pero sí nos trataba muy bien, nos trataba muy bien. Y ya le digo, ahí salí bueno porque de los cincuenta que éramos trabajadores yo era el que hacía más cajas. Eso sí, pos salía uno pero bien rendido, pero, y bien trabajado, ¿no? Y sí salíamos con buenos centavos. Yo una vez nos agarramos entre uno de allá y yo. Ya llegando las doce se pierde el trabajo, pero hay que ir a comer, dando las doce silbaba el pito y ya a comer todo mundo.
VD: ¿Les llevaban al campo su comida?
CF: No, ahí, sí, al campo llevamos nuestros taquitos. Desde esa época le digo que fueron cuatro, cinco años que estuve comiendo puros taquitos pero de carne de caballo.
VD: ¿Carne de caballo les daban?
CF: Sí, eso es lo que nos daban a nosotros. Y pos ya nosotros estábamos acostumbrados. Ya muchos que no les gustaba: “A ver tráelos”, uno se lo comía. Pero sí, sí es sabrosa la carne; bueno, nosotros nos acostumbramos. Y ya este, pues en todo eso ya después pues nos hacían la cuenta ya en la tarde. “No, pos, ¿quién sacó más cajas?”. “Pos fulano”. Bueno, me saqué el primer número yo ahí y ya digo, nos dimos un agarrón entre aquél y yo que si lo armo. “Ora, todo mundo a comer”. Nosotros no hicimos caso. Él arriba del árbol y yo también. Así es de que yo agarré de vez en cuando más… Le metía la tijera a la naranja y me la chupaba y vamos, y así estuvimos. Al día siguiente este, pues ya que el otro no fue. ¡Ah caray! Pero todavía le gané como con cuatro o cinco cajas de más. Bueno, ya este, no fue. Y ya me sale por ahí el mayordomo y dice: “¿Tú no vas a la clínica?”. “No”, le digo, “¿para qué?”. Dice: “Para que te dé unas vitaminas o esto o el otro”. “No”, le digo, “si no me duele nada”. Dice: “Pos aquél allá está”. “¿Cómo que allá está?”. “Sí”, dice, “allá se fue a la clínica”. “Bueno, vamos”. Allá nos encontramos, no nos hablábamos, ¿no?, pero ya nos conocíamos de vista. Y ya este, pues fíjese que se enfermó de…
VD: Por estar echando competencias con usted.
CF: Sí, se enfermó de los pulmones, eso me dijo el mayordomo, dice: “Ay”, dice, “pues cuídate”, dice, “porque no te vaya a pasar como aquél”. Y ya no fue a trabajar, quién sabe qué sería de él. Pero ya nosotros cumplimos, nos venimos y ya fue el segundo año y ya en el tercero ya este, fuimos a dar cerquita de onde estuvimos el primer año, en el mismo condado.
VD: ¿También allá en California?
CF: Sí, en California y ahí era Anaheim se llamaba el pueblito, ahí radicábamos seiscientos fulanos.
VD: ¿Todos braceros mexicanos?
CF: Todos los braceros, todos braceros. Y ahí estuvimos este, en lo mismo, el mismo trabajo. Pero ya el mayordomo era de por aquí, de Durango y me quería mucho y ya cuando supo que había gente que había llegado ahí; porque él iba también por gente, y ya preguntó por mí, ya le dieron razón que sí yo andaba ahí. Trabajé nomás una semana con mayordomo en otro lado.
VD: Y, ¿se lo jaló después?
CF: Y que me entrevistó, dice: “Te ando buscando”, dice: “¿Para qué me quiere?”. “No”, dice, “ya te vi, ahora te vas conmigo”. Le digo: “Y, ¿cómo me voy a ir si ya me tienen acá?”. “No”, dice, “yo voy a arreglar”, dice. Y ya a la siguiente semana ya me llevó allá con él. Muy buena gente también, porque, luego había veces que: “Ven”. Le gustaba mucho la tomada, ¿no? Llevaba su, que anteriormente le decían el wine, allá el vino más corriente. Bueno, lo llevé y pues ya este, pues yo le agarré la onda y le compraba una botellita y un cuarto que valía $0.30 centavos. “Órale mayordomo”. “Ay”, dice, “ya me trajiste mi trago”. Con el fin de que me pasara todo lo que yo hacía, ¿no? Dice: “Ándale”, dice, “está bien”, dice. Y el día sábado, no, el día sábado nos pasaba al pueblo ahí a ese mentado Orange, ahí tenía una cantina un cuñado de él, ahí nos decía: “¿Quieren echarse un refresco?”, dice, “nomás un refresco y nos vamos porque yo tengo que rendir cuenta con ustedes”. “Sí”, pero había unos que… Tenía un compañero que era, porque ya murió, y ése era todo el tiempo flojo y era muy tomador y ya este, les daba media hora: “Ora sí, vámonos todos para el billar”. Le decía: “Mayor”, dice, “déme chance”, dice, “estar otro rato”. “No”, dice, “yo tengo que entregarte allá”, empezaba con eso. Dice: “Al fin, su cuñado”, dice, “me conoce”. “Sí, pero yo tengo el compromiso”. Ya le decía a su cuñado, dice: “Oyes”, dice, “ahí te encargo a éste”. Dice: “Cuando ya ves ese de impertinente”, dice, “mándamelo a ver cómo le hace”. “Sí”. Ya se encontraba completo. “Ahora sí te voy a mandar allá para ontas en campo fulano”. Ya a las doce, dos, tres de la mañana y al otro día se levantaba a las seis, siete, levantándonos: “Maestro, maestro”. “¿Qué te pasa?”. “Présteme un peso”. Y había, ese día que nos llevaba, rayábamos todos cada quien nuestro cheque. Dice: “Ahí les cambia mi cuñado el cheque”, dice. Pos ya del cheque ya no llevaba ni un quinto.
VD: Se lo tomó todo.
CF: Y era de quincenalmente. Cada que nos pagaban, nos daban el cheque…
VD: Se tomaba su cheque…
CF: Sí, se lo terminaba. Ay te digo, qué barbaridad. Y sí, ya le digo, un día…
VD: Usted señor Cirino, ¿no quiere?
CF: No, no, ahorita no, gracias. Ya le decía: “Oye, no la mueles. Manda centavos pa tu casa”. Le digo, nomás era su esposa. “¿Qué es eso que nomás agarres el vino y no traes ni siquiera ni un quinto?”. Dice: “Qué se fija maestro”, dice, “ahí viene el otro cheque que ni mano le he puesto”. ¡Todavía no lo trabajaba! (risas) Dice: “Ahí viene el otro cheque que ni mano le he puesto”, dice. (risas) ¡Hijo! Y así era siempre, así era siempre. Pos ya ni modo, ya era cosa de… Pos ya digo, ahí estuvimos ese año, al tercer año, al cuarto ya nos fuimos a…
VD: ¿Cuánto tiempo estuvo esa vez, señor Cirino?
CF: También seis meses
VD: Seis meses también.
CF: También seis meses, puros seis meses.
VD: Entonces, ¿eran contratos largos?
CF: Sí, largos. Y ya a donde me hicieron contrato de cuarenta y cinco días, fue en Gurland [Woodland] allá rumbo adelante a Sacramento. Allá puro tomate íbamos con un [con]trato de cuarenta y cinco días.
VD: ¿Burland[Groverland]?
CF: Gurland [Woodland]. Es creo, condado de Orolnito, por ahí va el nombre.
VD: Por Sacramento, dice…
CF: Sí, adelante de Sacramento todavía. Allá puro tomate, jitomate que le nombramos aquí, ¿no? Pero no, allá duramos cuarenta y cinco días, pero a los cuarenta y cinco días, qué barbaridad. Toda la gente no le quedaba ganas de refrendar porque era un trabajo pero de volada, más bien se juntaba pero demasiado, la gente ya no le quedaban ganas de trabajar en cuarenta y cinco días.
VD: Se les acababa la fuerza.
CF: Sí, sí una cosa, pero a mí no me tocó piscar este, el tomate. A mí me tocó estivar los trailers que hay veces que nos levantábamos a las cuatro de la mañana a ir a repartir cajas en todas las brechas pa que la gente ya llegara ya a trabajar, ya tenía las cajas regadas. A las cuatro ya había que cargar los trailers a… Pos el más chico era de ochocientas cajas. Había veces que era ahí, iban trailers de, cargaban mil, mil quinientas. No, era una soba que se lleva uno y venía uno a este, a descansar o a llegar al campo donde estábamos hasta las nueve de la noche.
VD: ¿Desde las cuatro de la mañana?
CF: Desde las cuatro. No, y era todos los días, era todos los días. No, ya pos ya todos los días acostumbrábamos bañarnos en las mañanas o en las tardes, siempre que llegábamos, pos ni ganas nos daban de bañarnos, ya nomás lo que tratábamos medio comer algo que había y a dormir. Y a otro día a la misma hora, ¡hijo!, era de todos los días, cuarenta y cinco días. No, y luego iba y luego decían, uno con otro: “Oyes, pos creo te veo que estás fumando”. “¿Cómo?, si no traigo cigarro”, pero es que ya estaba uno con urgencia(??)… (risas) Ya bien agotado completamente. Pero pos así duramos cuarenta y cinco días y nadie nos refrendaba, nadien. Decía yo… Y les ofrecían, les ofrecían a todos. Pero no, ya era uno satisfecho con esos cuarenta y cinco días. No, era una cosa pero…
VD: Y el pago, ¿qué tal le salía ahí en el tomate?
CF: Sí, sí salía porque nosotros éramos los que ganábamos más a veces que sacábamos tanto, hasta $30 dólares diarios, pero eran las sobas que llevábamos, hijo de la fregada. Pero nosotros sacábamos más sueldo y ya digo, ahí cuarenta y cinco días y nos venimos. Ya nos venimos y ya este, hasta el otro año. Ya como el último, ya me tocó que duré once meses. Pero ahí nos trataban de lo peor, hijos de la… Entonces nos tocó en el Condado de Soledad, ahí era un pueblito que se llama King City, ahí puro trabajo de la zanahoria. No, es un trabajo pero…
VD: ¿Todos los once meses fue zanahoria?
CF: Sí, nada más que estuvimos seis meses allá y como tres meses, cuando ya se terminó allá y hay poco trabajo allá más al norte, nos trajeron acá en el Valle Imperial, ahí por donde vive este, Ventura.
VD: Por Coachella.
CF: Ándele, por ahí andábamos. Y también al mismo trabajo, pura zanahoria. Hijo de la… Era un trabajo y ya le digo que ahí nos trataban de lo peor, de lo peor. Había un mayordomo que nos trataba, ¡híjole!, medio como animales, hijo de la fregada. Yo sí les aguantaba un mes a lo más, o al primer cheque que recibía. Digo, yo sí les echo la bronca, le digo, si me dicen: “¿Te mando para México?”. “Me mandan para mi tierra”, le digo. Porque luego a veces me amenazaban: “Te vamos a mandar pa México”. Le digo: “Qué bueno”, le digo, “si me mandaran a Corea, a lo mejor sí protestaba”, le digo. Entonces cuando estaba la guerra allá. “No”, le digo, “me mandan pa mi tierra” le digo, “¿pos qué tiene?”. Y yo sí me les oponía a los mayordomos y a los que checaban el trabajo. Hay veces que nos robaban la, porque se trabaja por docenas de zanahoria, nos robaban las docenas, no nos las robaban, sino que nos las quitaban en la cuenta que nosotros teníamos.
VD: No le anotaban.
CF: Y esas cuatro o cinco docenas que nos quitaban se las agregaban a, pos serían sus esposas, no sé, porque ahí andaban también mujeres trabajando y se las agregaban a ellas. Entonces no, y el que le caía mal, este, andaban entrando y unas tijeras así y las tenía uno que envolver con puro alambrito de ese forrado pa que no se molestaran, bueno. Y nomás no le caía bien y tenía su pila ya para recibir otro tramo más adelante. No, pos ahí empezaban a revisar, porque había por docenas y de un solo tamaño, de un mismo grueso y todo, todo bien seleccionado. Y una que encontraran de esta forma, esta otra, no. Él luego luego no se fijaba en eso, se fijaba en todo, el que abre la tijera y todo y todo ¡hijo! Y de vuelta a volverlo a trabajar.
VD: Volver a hacer sus paquetitos…
CF: De vuelta. Hijo de su… Pero sí, nos trataban a uno pero bien mal y un fulano que, pos puras majaderías: “Ora tú esto, tú el otro”.
VD: ¿También mexicano?
CF: También mexicano, ya ni me acuerdo cómo se llamaba ese fulano, no. Ahí me accidenté por el, ya ve que uno se avoraza a veces por, ve uno un tramito que se ve que está bueno el trabajo ahí y se quiere uno aplastar y no. Maquinita va señalando: “Tú, tú y tú”, ya ni modo. Entonces uno por agenciar el trabajo, uno me avienta y me avienta contra los arados y me fracturé una costilla, ahí estuve como dos veces incapacitado.
VD: Oh.
CF: Me pagaba el seguro pero muy poco.
VD: ¿Lo atendieron allá?
CF: Sí, allá y pos allá no es como aquí que dicen que vaya con un curandero y que esto y que el otro. No, a base de inyecciones me aliviaron y jamás me volvió a doler. Muy bien, este…
VD: ¿Como cuánto tiempo estuvo de incapacidad?
CF: Dos meses.
VD: Dos meses.
CF: Dos meses. Pero ya a los dos meses pos ya este, al mes, ya más o menos andaba bien. Nomás que como que ya me había gustado, ¿no? Porque yo me iba al pueblo el día de pago. Todos los que me conocían: “No ser malo, gira mi dinero”. “Sí”. Ya me daban sus cheques de pago, yo iba al banco y ya la señorita me conocía. Yo iba al banco, cambiaba el cheque de pago y me hacía uno de banco y ya se los giraba y me daba, cada quien me daba sus centavillos y luego me iba a las huertas de nuez. Ahí nomás amarran los cables de las ramas y los sacuden. Tienen unas lonas, ¿no?, pero ahí nomás juntan lo que está en la lona, ya lo que estaba de fuera de las lonas por allá pegado allá. Yo llevaba mis costalitos y me los llenaban de pura nuez y ya en la tarde llegaba toda la gente: “¿No quiere nueces?”. “Y ora tú, ¿de dónde tienes?”. “No, digo que si quieres”. “Sí”, dice. Yo se las vendía. (risas)
Sí, yo se las vendía y así andaba. Una vez llegó un fulano… Había, entonces había de esos, ¿cómo les nombraban?, judíos, que tenían tiendas de ropa en los pueblitos. Aparte tenían su troca a donde vendían ropa a toda la gente, iban a los campos a ofrecer la ropa y no, muchos compraban. Y un día me dice: “Pos, ¿qué tienes?”. Le digo: “Pos esto y el otro”. “Y, ¿cómo te sientes”. “Pos ya bien”. Dice: “Pos no es nada aquí diferente, vente vamos con él a vender ropa”. “Pos ándele”. Y ya me iba con él, ya dice: “Ponte abusado porque tus paisanos”, dice, “toy viendo aquí una cosa y ya me transaron otra”, dice. (risas)
VD: Se ponía ahí ayudarle.
CF: Pos sí, dice: “Cuídale”. Ya ahí estaba yo. Y luego a veces que no quería que fuera o no, no había mucho trabajo ahí con él. Dice: “Ahora te vas a la casa”, dice, “vas a arreglar mi jardín”. Sí, ahí andaba yo arreglando unas plantas, cortando el pasto con las maquinitas. Ahí andaba yo y me pagaba, cosa de que la compañía no sabía que yo andaba por acá.
VD: Y, ¿sí lo dejaban salir?, ¿usted se iba solo?
CF: Sí, yo me salía. No, entonces yo me salía. No había quién me dijera nada. Entonces ya cuando no, dice, tenía una tienda muy grande de ropa, dice: “Te vas a la tienda”, dice, “ahí sacudes toda la ropa y la que no te, ya este, conviene, ¿sabes?, me la apartas pa la venta”. “Sí”. Ahí llegaba, dice: “¿Cómo estamos?”. “Bien, ahí estamos”. “Toda esa ropa”, digo, “ya como que se la comió el sol”, dice, “ya no sirve. Llévatelas, llévatelas, ya la… Y me pagaba también unos centavos y uno, pos uno, es un poco miedoso, ¿no? Dice: “Mira”, dice, “si quieres, desértate”, dice, “yo te llevo allá pa Chicago”, dice, “allá te consigo trabajo y puedes estar mejor”, dice, “desiértate”. Como uno tiene miedo, dice: “No, me va a agarrar por ahí La Migra”. “Ya para allá no hay ni quien le ande haciendo caso a uno”. Dice: “Lo malo es aquí en las fronteras, ya para allá no”.
VD: Y, ¿no se animó?
CF: Y no me animé. Nombre, me animo y quizás a la mera hora hasta me hubiera casado por allá. (risas) Hijo de la… Pero ya le digo, de ahí [es]tuvimos seis meses ahí en King City. Bueno, a los seis meses dice: “Van a, ¿quién es el que quiere renovar o quiere seguirle trabajando”. Pos ya todos, fue cuando me trajeron aquí a Coachella, a Valle Imperial.
VD: ¿Ahí qué le tocó en el Valle Imperial?
CF: También.
VD: ¿Zanahoria también?
CF: Sí, también la zanahoria. También la zanahoria y este, ahí estuve también y era cuando la misma compañía, porque cuando se les acaba el trabajo allá, tienen acá y depende de, también la temperatura, el clima, ¿no? Porque este, hay un clima que se puede trabajar cuando no llueve por allá y puede trabajar, ya está todo las labores hechas, ya todo. Es cuando quieren la gente, cuando ya se acaba el trabajo, ya barbechan las tierras, ya marcharon la gente para las fronteras y ahí vienen con todo y patrones y todo, toda una mudanza. Y ahí estuvimos, el ranchito, el lugar donde nos fuimos se llamaba El Álamo, ahí estuvimos. Nombre, pos ahí era igual, era igual y ahí el que checaba el trabajo y casi casi que, pos sí, maldecía mucho a la gente un día sí me le puse. Estaba en la ventanilla porque usaban su oficina del campo, en unos como remolques. No, sí me dio bastante coraje y: “No”, le digo, “a la gente no la traten así”. Entonces aquí mi compadre ya me decía: “Cualquier anomalía que haiga”, dice, “écheme un telefonazo, mándeme un telegrama”, dice, “y yo voy a Gobernación”.
VD: Ah, ¿sí?, ¿él les decía que cualquier problema lo podían ver con él?
CF: Sí, que habláramos con él y ya este, le digo: “Pos yo voy a hablar, a reportar a este fulano”. Pos sí, lo reporté porque había, tanto en el trabajo como aquí, había cocineros que se venían pues no sé qué días, pero más se, los domingos venían a Mexicali allá a disfrutar el ambiente y ya regresaban a las dos, tres de la mañana y nosotros llegábamos, porque aquí se trabajaba por noche, nada más. Entrábamos a las cuatro de la tarde y salíamos hasta el otro día a las seis de la mañana todos los días, todos los días. Había gentes que se quedaban a dormir así en el surco, ahí en el surco se quedaban dormidas sentada. No, y venía uno todo desvelado, cansado y toda la cosa. Y luego los cocineros que no abrían el comedor porque nosotros llegábamos derechito al comedor para irse a medio dormir y no. Y no abrían, y luego no abrían y yo sí me portaba mal y hay veces que, con perdón suyo, andaba hasta pateando la puerta.
VD: Para que les abrieran.
CF: Pos sí, y no hacían caso y ya me reportaban ellos mismos. Pos cómo, a ver, considere que usté esté trabajando y me habla, directamente a comer y que los cocineros se están levantando o están desvelados, eso no te interesa. “No, que te vamos a mandar, te vamos a cambiar de aquí”. “Ta bien”, le digo. Pero ya había como unos diez allá afuera de las oficinas esperándome, ya salía, dice: “¿Qué pasó?”. “Ya me van a cambiar”. “¿Cómo que te van cambiar?”. “Sí”, le digo, “ya entregué yo mis cosas, colchón y cama y todo la cosa”. “No”, dice, “ahorita entramos”. Se metían todos. “Y ustedes muchachos, ¿qué?”. Dice: “Usted va a cambiar al número fulano”. “Sí”, dice, “porque se está portando mal”. Dice: “Pos nosotros también queremos otro cambio”. “Pero, ¿ustedes por qué? Muchachos que esto”. “No, nosotros también queremos”. “Bueno ya cálmense, ya no se vale, ya”. Siendo buen amigo y al rato otra vez y al rato otra vez.
VD: ¿Lo amenazaban que lo iban a mandar a otro lado?
CF: Sí, no, no. No le hace, ya estaba yo harto. Ya tenía los once meses, le digo: “Ya tengo ganas de irme pa mi tierra”. Ya al final de cuentas llegaba otra vez: “¿Qué pasó?”, dice. Ahí me mandaron llamar de vuelta. “No”, le digo, “pos esto y esto y esto otro” le digo, “¿pos cómo es posible? No”, dije, “no estoy de acuerdo”. “Pos ora sí te vas”. “Ni modo”, le digo, “¿qué tiene?”. Ya al último de las cosas, ya este, ya luego empezaron con que… Salí y ya estaban ahí los otros: “¿Que pasó?, ¿ora qué pasó?”. “Pos lo mismo mano, ahora ya me… Ya de plano ya estoy harto con esta gente, ya le dije que nos vamos pa México”. Dice: “También nosotros, ahorita entramos”. “Señor fulano de tal, ¿se va?”. “Sí”, dice, “ya se va”. También nosotros”. “Pero ustedes muchachos, ¿qué?, ¿por qué?”. “No, usted nomás fírmele y ya nos vamos también”. Todos se vinieron conmigo.
VD: Y, ¿eran paisanos suyos o eran de varias…?
CF: No, de varias partes, de varias partes. Nada más que allá, pos ya hacía sus amistades y como se lleva ya con uno y ya con otro y ya se conocen, bueno, varios, ¿no? Entonces ya se ve uno al otro, ¿no? Pero pos era de varias partes, de aquí de Michoacán, de Guadalajara, de allá de Hermosillo. De aquí nos juntábamos aquí como un, como había unos diez, quince de aquí de Irapuato muy buenas gentes también. “No”, dice, “lo que te pasa a ti”, dice, “nosotros también”. Me apoyaban hasta eso. Y luego como coincidencia, había una ola de… Pos éramos seiscientos que estábamos esperando para entrar al comedor, ¿no? Pero en esas cosas que no abre y ya me decían: “A ver Flores, háblales ahí”. O a veces que me decían: “Tú eres el primer lugar”. Porque estaba la cola, había que formarse. “No”, dice, “vente pa acá pa que entres nuevo y si no”, dice, “échales ganas”. Y ya llegaba y pateaba la puerta. (risas) Veía que eran. “No, pero que… “No, pero pos, ¿qué culpa tenemos nosotros? Nosotros venimos a trabajar. No venimos de estar por allá como ustedes”. Así pasaba, pero ya de ahí para acá, el último que ése no lo conté, creo fue en el mismo año, firmé un contrato de cuarenta y cinco días.
VD: ¿Antes de este de los once o después?
CF: ¿Cómo de los once?
VD: ¿Antes de los once meses?
CF: Después, ya al último, ya al último.
VD: Después. ¿Ése fue su último?
CF: Sí, ya al último de cuarenta y cinco días. Entonces ahí mismo en el Valle Imperial me tocó la pisca del chile de, no sé cómo le nombran. Es un chile así como el grandote ese que será aquí para relleno, no sé para qué lo ocupen.
VD: ¿Como poblano?
CF: Sí, pero aquél es dulce, aquél es dulce y no, pues, era con unos chinos y hasta eso nos iba bien, nos iba bien. Nada más que nos, este, nos acoplamos uno de aquí de Durango y yo. Porque ahí nos teníamos que hacer nosotros alimentos nosotros solos. Entonces él se levantaba a las cinco de la mañana, preparaba el desayuno, preparaba los tacos para uno para el otro y ya que iban a ser las seis, ya iba y me decía: “Ya va a ser hora”, dice, “levántate para que te laves y ya vamos a desayunar”. “Sí”. Eso un día, al otro día me tocaba a mí. Y sí nos turnábamos así y ya este, nos, pos nos vimos uno al otro, nos ayudábamos los dos. Un día acaba uno, otro día el otro y otro día otro y así. Y era como en agosto cuando me dice: “Fíjese que ya me mandaron una carta, pos que ya llovió”, dice, “y pos ya me voy a ir”. “¿Cómo que te vas a ir?”. “Sí”, dice, “me voy a ir a sembrar”. Hijo, como que se me cayeron las alas. Dijo: “Y, ¿ora?”. Pos ya por lo menos me aguanté ese día y al otro día llegó y le digo: “¿Qué?, ¿siempre te vas?”. “Sí”, dice, “voy a ir”. Ya como que me agarró la nostalgia y le dije: “Yo también me voy”. Ya me vine con él.
VD: ¿Se regresaron juntos?
CF: Sí, juntos.
VD: O sea, ¿ese fue su contrato que no acabó, el último?
CF: No, no lo terminé. Yo duré como quince días.
VD: Ah, pos nomás unas dos semanas y se regresó.
CF: Sí, el primer cheque que según habíamos recibido, ese día dice aquél: “¿Nos vamos?”. “Vámonos” le dije. Hasta, y ese como dice ese rato no le hice cuenta. Y no, ya… Pero sí nos iba bien ese día, en ese tiempecito de cuarenta y cinco días pa pagar de que se acababa ese trabajo lo mandan a uno a otro lado y así, ¿no? Pero ya como que no, me decepcioné ya, dije: “Ya vámonos”. Jamás volví, hasta ahí la cosa. No volví a ver más, pero esa fue mi historia de la cosa, de la ida, pero sí. Hay veces que como le digo, los mismos mexicanos tratan tan mal completamente a su propio paisano que no, olvídese. Eso es de lo peor y cuando me tocó unos cuantos días en el desahije.
VD: ¿De qué?
CF: De la lechuga, pero, ¡nombre!, es un trabajo pesadísimo. Duré una semana yo no me acuerdo, una semana, pero sí, ahí es duro. Ahí todo el día y agachado, agachado y llega uno a una orilla y ya está el mayordomo: “Órale, éntrale”. No, ni tantito agachar, enderezarse lo dejaban a uno, ¡hijo de la verde! Y nomás se quedaba uno tantito, dice: “Ándale”, dice, “ya te ganó aquél”. Y: “Ándale, que mira, vas atrás”. Hijo de tu… Pero sí de esos son pero… Ésos yo no sé porqué los ponen ahí, pero es gente que de veras no tiene conciencia. Y pues uno, como dice el dicho, atenido al trabajo, tener que soportar tantas humillaciones de todo tipo. Y pues ahora pues no sé cómo traten la gente, pero se me hace que ahora es peor. Vaya usted a saber, pero hay de todo, no crea, allá y sí, como le vuelvo a repetir, allá es bonito, digamos porque todo mundo trabaja y todo mundo tiene centavos en el banco. Pos el más pobre dice, pos nomás se, como dice el dicho, se visten los domingos, no, no les pareció de agrado ahí. Pero no, no, sí me gusta su modo de tratarles, pero con los, o sea con los, porque ni los nativos este, americanos, pos esos están como aquí en México. El extranjero que es el dueño de los capitales y el mexicano pos ahí tendrá un puesto de chile verde.
VD: A trabajar otras, nomás como empleado.
CF: Sí, empleado únicamente. Y así pasa allá, porque todos los extranjeros son de distintas naciones. Inclusive en este, en esta parte donde estuvimos eran los dueños, eran alemanes. Sí, creo eran alemanes y tenían esos ranchos, todos esos ranchos que venían a, pos a hacer cuentas o a visitar sus ranchos creo cada dos años.
VD: No los veían nunca.
CF: Claro, tenían aquí sus gentes que vigilaran todos sus intereses, pero nos decían y no, este: “Los verdaderos dueños son fulanos de, ahí vienen a dos años”. Y así, como le digo, son puros extranjeros, chinos, japoneses, italianos, franceses, de todo hay ahí.
VD: Y, ¿ustedes siempre trataban con el mayordomo?
CF: Sí, nada más con el mayordomo y uno que otro, ése donde le digo que anduvimos ahí y era el único que era americano. Y ése nos trataba pero pos no digo bien, pero tampoco mal, se comportaba.
VD: ¿Menos peor que los otros?
CF: No, olvídese. Los otros son pero… todos, todos. Pero el mexicano es el peor de la vida.
VD: ¿Nunca tuvo un pleito con ellos, señor Cirino, con los mayordomos?
CF: No, no. Le digo que por eso aquí en Coachella es, cuando se estaba en sus, este, en su oficina reportando todo lo que uno había hecho de trabajo y uno alegaba sus trabajos lo que habían… “No, yo tengo tantas docenas y esto, ¿no?”. “No”, dice, “aquí aparece nomás fulano”. Y sí me dio coraje. Me acerqué y lo agarré de la cabeza y lo voltié pa abajo, lo… Hasta la policía llegó. Pero a mí, a nosotros no nos podían hacer nada.
VD: No, ¿ni se los llevaron?
CF: No, no hay más de reportarlo y lo único que podían hacer, mandarlo para México, hasta ahí. Y ellos sí, porque si se oponen con uno, les quitan hasta el trabajo y uno no, dice: “Bueno, pos no hay más de que me eche para México y ya”. Pero de ahí no pasaba y sí, siempre, como digo, sí me les oponía porque no. Llevábamos como le vuelvo a decir y el primer cheque que yo recibía: “Ora sí”, ya como dice el dicho, puedo aliar. Ya aquí me dicen: “No, no aquí es tanto”. Y ya este, digo: “Si me corren ya llevo con qué pagar, con qué irme”, le digo. Y ya hacía como, a veces le mandaba decir a mi compadre: “Compadre, a ver, ¿ahí en ése qué incide?”. Nos daban tan mal de comer que yo cuando estuve enfermo ahí, yo veía, yo me levantaba a las, pos ya a las ocho de la mañana porque toda la gente se levantaba a las seis y se iba a trabajar. Yo me quedaba, a las ocho me bañaba, me iba a la cocina, yo mismo me servía y había los cacerones así de puras comidas, bueno, de pollo, de carne, de toda la cosa, pero eso no le daban a la gente.
VD: Ah, ¿no?
CF: Pura verdura, pura lechuga y zanahoria y no, otras cositas. Pero ya decía: “No, ¿pos cómo? Ya le decía a los… “Bueno, y por qué, ¿para qué quieren esa comida?”. “No”, dice, “es para nosotros”. “¿Pero tanta comida?”. Pues así se la llevaban y ya este, pos sí me daba coraje. Le digo: “Fíjese que en tal parte”, onde estábamos, le digo. “Total, no hay manera de comer”, le digo, “porque esto y el otro”. No, sí, él mismo ya recibía el reporte y se iba a Gobernación, al otro le lleva hasta el reporte allá.
VD: Y, ¿les ayudaba en algo, señor Cirino, mejoraban las condiciones?
CF: Sí, porque ya llegaba y gritando allá el mayordomo: “¿Quién es ese fulano que reportó y que esto y que el otro?”. Quién sabe quién sería, pero pos este, sí. Y ya el otro día, no pos ya todos ahí con su taco de pollo, de caldo, de carnes y toda la cosa. Sí nos valía este señor, pero como le digo, no en todas partes porque nosotros pos porque, gracias a este señor, pero comprendo que es… No toda la gente y eran miles de gentes en ese tiempo.
VD: Claro.
CF: Eran miles y unos de un lado y otros de otro, no…
VD: Muchos campos.
CF: Sí, muchos campos a donde perecían de todas maneras. Tanto de trabajo, porque hay veces que nada más le sacaban a uno a trabajar, casi casi que nomás para abonar la comida.
VD: Y no les quedaba nada.
CF: Y ya no nos quedaba nada. Entonces protestaba la gente y pos, ¿qué hacía?, nada. Iban al cónsul, pero el cónsul pos como por decir el cónsul, pos…
VD: Nunca les hizo caso.
CF: Era la misma, porque él estaba… Si usted quiere, comía uno de ellos. Así es de que, no, pos no. Y nosotros lo que nos valía este señor.
VD: Con él.
CF: Sí, ése nos ayudó de mucho, en mucho y me daba cierta cantidad cuando se iban, después yo era el que dirigía a los cincuenta que íbamos pa allá. “Y se va, se lleva tantos fulanos”. Ya me daba la lista. “Sí”, dice, “y al que le falte dinero, le da a uno cierta cantidad. Al que le falte dinero”, dice, “déle dinero pa que llegue”. Hasta eso que se portó bien este señor.
VD: ¿Ustedes le tenían que pagar a él?
CF: No, era para sus pasajes. Él reunía el dinero para arreglar con lo del autobús y él pagaba el autobús y ya era para el, puros gastos.
VD: ¿A ustedes no les pedían nada?
CF: No, a nosotros no nos pedían ni quinto y a mí como le digo, a mí me ayudaba de cierta forma que me decía: “No, no me de para el boleto”. Y últimamente este, pues nos hicimos de compadres y cada año, no, lleva a todos mis hijos en la Navidad y en la Noche Buena, nombre un, bastos para todo.
VD: ¿Todavía vive él?
CF: No, ya no. Vive su hermano que también anduvo allá conmigo, pero ya está grande, ya tiene noventa y tantos años. Y este, me invitaba, dice: “Se vienen pa la Noche Buena”. “Sí”, pero era tan abasto que tenía tupida así de puros costales de esos grandotes, así de pura surto, de una cosa y ahí de otra, y ya me decía: “Usted”, dice. Ya ponía cada costal un fulano, para que pase la gente. “¡Agárrala mano, órale!”. Se trae unos costales, no, sí era bastante. Y ya de su hermano me decía, dice: “¿Alcanzó merienda?”. “No, pos ya mi familia me vio, lleva lo suyo”. “Véngase”. Nombre, me traía un costal de esos que ahora se usan lleno de pura fruta, le digo que se pudría a veces. Pero sí, sí, y hacía sus grandes fiestas ahí…
VD: Y los invitaba…
CF: Sí, sus nacimientos. Ponía sus animalitos, ponía borregos, un becerrito, pero vivo, por decirlo, sincero, ¿no? Lo hacía muy bien ahí y cada año, cada año, dice: “No me vaya a quedar mal”. “No”, le digo. Y siempre que me… Ahora ya después ya no, ya ni me invitaba al trabajo, sino que me decía, ya me decía: “Cuándo, ¿cuándo viene?”. “A ver, el día que me diga”. “Pos tal día”. Pero ya nomás por ir a, porque tenía muchas amistades para irse allá a las fiestas o a donde lo invitaban porque ya era una cosa, pero olvídese, no…
VD: O sea que él a ustedes les ayudó mucho allá entonces.
CF: Sí, allá y aquí.
VD: Bueno y después aquí, oiga señor Cirino, y usted se acuerda allá, pues en los diferentes campos que estuvo, ¿cuáles eran las quejas más frecuentes que había?, ¿de qué se quejaba la gente?
CF: Pos como le digo de que había muy mala atención. Por decirlo, este, en el primero en el trabajo que no les daban el trabajo suficiente para ganarse un centavo, ¿no? Porque había veces que nomás sacaba la gente una hora, dos horas. Nomás para que le abonaran la comida y ya eso era todo. Hasta mañana, si hay trabajo y si no, pos hay que aguantarse. Había lugares a donde llegaba uno a las seis de la mañana y a las ocho y media: “Vámonos”, porque ya no había trabajo. En primera, por el clima, porque hacía bastante calor y en seguida porque no había trabajo ya que a veces ni el, ni los alimentos abonábamos.
VD: No le salía nada.
CF: No le salía nada, nada, nada. Ni con qué, ni con cómo moverse. Había ya, al último de los meses que era como por diciembre, ya había bastante trabajo pero ya estaba toda la gente agotada, ya no podía trabajar. Por todas formas y pos como le digo, en la que le daban que querían dar vida, le daba, el que no… No, no, era una cosa pero espantosa porque trataban mal a la gente y dice: “Al fin”, dice, “tantos que se van y tantos que vienen, ni hacen falta”, dice.
VD: ¿Sentían que tenían gente de sobra?
CF: Sí, de sobra. Y pues uno, pos qué quería que dijera. Nada, nada, porque nomás respondía uno tantito y dice: “A ver, ven para acá”. Y ya arreglaban de la patada.
VD: Y los corrían.
CF: Sí, era cosas, pero olvídese. Había veces que de veras que sí daban, no sé, uno mismo sentía lastimado, o lástima, o no sé, pero desgraciadamente pos uno va todo a todo, hasta morirse ahí. Ya si le toca, pos ya qué remedio.
VD: Y la comida, también me decía que…
CF: Sí también la comida y ahí la comida, bueno, aquí en los primeros… Ahí sí atendían más o menos un poco regular, pero pues también les fallaba, ¿no? Porque ahí no, no digamos este, que dieran bastante comida. Ahí nomás arreglando lo que… Ahí la comida de por sí, la comida es muy ligera allá, este, al ratito ya tiene uno hambre de vuelta.
VD: ¿No les era suficiente?
CF: No. Y así aunque quiera, nomás. Pos ya no hay, ya no puede uno repentirse. Ahí en esa cocina entraba uno al comedor y veía uno que: “No gritar”, porque toda la gente callada. Ahí si le hace falta este, pos café o leche o agua, tiene uno que levantar el envase o el paquete de pan. Nomás lo levantaba uno y ya los cocineros ya sabían qué es lo que iba a necesitar. Entonces pos ya, pos por esa parte pos sí, pero había gente que la iban a sacar a uno y ya había gente que se emborrachaban los sábados o los domingos… Como acostumbra aquí la gente que al día luego no quiere ir a trabajar o no va. No, y ahí no, ahí todo mundo a trabajar. Que amaneció enfermo, que esto que el otro. La misma Policía lo iba a sacar.
VD: Otra vez.
CF: Sí, lo iba sacar. “Tú, ¿dónde trabajas?”. “Pos tal parte”. “Ándale, súbete”. Ya lo llevaba al plan de trabajo. “¿Por qué no viniste?”. “No, pos tábamos esperando”. “Órale, a trabajar”. Pero no, ahí no, que en la calle que lo vean en la semana la patrulla que: “Tú, ¿dónde trabajas?”. “No, que no fui porque… “Súbete”, y: “Órale”.
VD: Ah, ¿se los llevaban?
CF: Sí, se los llevaban pero a trabajar a donde pertenecían.
VD: ¿No podían entonces, si se sentían mal, quedarse un día?
CF: No, no podían o no tenían que salir de su casa, en una palabra. Pero si salía tantito a la calle, no, olvídese. La misma patrulla: “Súbete y ándale”, lo llevaban al trabajo. Pero pos había veces que, pos digamos era el bien para uno, ¿no? Pero pos muchas veces hasta eso que la patrulla no se comportaba mal con nosotros.
VD: Nada más se los llevaba…
CF: Sí, nada más los iba a entregar a su compañía del trabajo, y ahí les diera el trabajo. Pero no se portaba mal, al contrario, lo cuidaban a uno a veces. Sí hay veces que por decir en las pulquerías o en las cantinas, ya ve que una cantina mexicana, un gritadero de gente adentro y el aparato que retumbaba y no, y la policía nomás andaba pa allá y pa acá a la puerta y pa allá y pa acá. Porque ahí sí, porque como dicen, el mexicano broncudo ya empieza y es pleitos y ya pos ya este, se apaciguaba. Lo que no tienen los americanos, porque los americanos entran en una cantina todos pacíficos, platicando así en la mesa. Tienen unos aparatitos así como, como tocadiscos, si quiere oír alguna melodía, le echa su veinte, su diez, que ya ni me acuerdo. Si está tocando música usted la estaba oyendo, usted también tiene el suyo. Y platicando, echándose una copa si quiere, pero nada de que grite pa allá y grite pa allá y que… No, muy tranquilos esos, todos son así. Pero nomás va con el mexicano (risas) olvídese de las cosas, es muy terrible. Y ya digo, pos hay partes que nos tocaba partes buenas y partes malas. De todo había, el que más o menos, nosotros nos controlábamos por este señor. Pero pos vaya usted a saber de la mayor parte de gente, sufrían tanto que nosotros nos, no se imagina…
VD: Y los lugares donde vivían, señor Cirino, las barracas o los lugares donde dormían, ¿cómo estaban?
CF: Pues eran unas casas de campaña de lona, así nomás con su puertita también en la misma lona y eran para cuatro personas, ahí vivían cuatro. Y enseguida otros cuatro y así, se llevan a un campo grande a donde se acoplaban seiscientos fulanos ahí.
VD: Y, ¿eran lugares cómodos?
CF: Pos sí, más o menos, porque no tenía uno, por ejemplo, pos otra cosa qué hacer más estar un ratito adentro y luego en el tiempo de calor pos salía uno ahí porque calienta mucho todo eso. Ya se salía uno debajo del árbol o salía uno a cualquier pueblito que había cerca. “Vamos a darnos un… “Pos vamos”. Pero ya los días domingos, no, los días domingos la gente, nomás como dice el dicho, viéndose uno al otro.
VD: ¿El domingo era el único día que descansaban?
CF: El domingo.
VD: Y, ¿qué hacía usted?, ¿qué acostumbraba hacer?
CF: No, pos nada, nos íbamos como ahorita salieron estos, nos íbamos a dar la vuelta, que vamos al cine, eso es todo.
VD: ¿A ver películas mexicanas?
CF: Sí, mexicanas, puras mexicanas. Allá donde, me acuerdo de Miguel Aceves Mejía, que entonces lo vimos en persona. No me acuerdo con quién otro y: “Pos que va a venir fulano”. “Pos vamos, nos vamos”. Y ahí estamos los domingos únicamente para eso dejábamos el lugar. Ya llegamos, pos eran domingos porque daban de comer en los comedores, le descontaban a uno $0.75 centavos. Bueno: “Que ora no vamos a comer en el comedor”. “Bueno”. Se reportaba uno el día sábado: “No voy a comer mañana”. Ya uno iba a la marqueta, que se nombran allá, que son tiendas aquí. Ya compraba uno lo que uno quería, carne o enlatada, casi más carne. Y ya compraba uno una cazuela y ya se iban por allá bajo de los árboles, nos juntábamos tres, cuatro. “Ahora vamos a comer a nuestro modo”. Ya nos íbamos por allá, nos llevábamos ahí unas dos, tres cervezas cada uno. Y ya ahí estábamos pasando el rato, todo el medio día. Había veces que nos juntábamos con unos, que les decían alambres.
VD: ¿De los que se habían ido sin papeles?
CF: Sin papeles. Pero esos tenían su alojamiento en otros lados, ¿no? Nomás que de la misma corporación se juntaba uno y ya este, ya nos hacíamos amigos y ya nos decían: “Los espero tal día”. Nos invitaba a su casita y ya este, estábamos ahí un rato con él y ya mandaban traer unas cervezas, nos las tomábamos, pasábamos un rato jugando ahí, estábamos ahí, ya en la tarde nos veníamos y fue cuando decidí (estornudo) ¡salud!
VD: Gracias.
CF: Cuando salió, que decía el mayordomo. Andaba la, este, la Policía así sobre de ellos, La Migración. Andaba y decían y se pasa como el dicho que dice que una vez llega La Inmigración y le dice al fulano: “Oh, papers, papers”, le decía que le diera los papeles. Y ya los otros se habían ido a esconder por ahí a los árboles, dice: “Papers”. “Te hablan Pepe”, dice, “ya te vieron”, dice. (risas) “Ya te vieron, vente, vente”. (risas) ¡Hijo!, pos lo entregó.
VD: Y, ¿se lo llevaron?
CF: Sí, se lo llevaron. Dice: “Ah, otro más”. “Pepe, pos ya te vieron”, él decía que le pedían los papeles, dice: “Pepe, Pepe ya te vieron”, dice, “vente más”. Ya el otro pos tenía que venirse, ¿no?, ya lo agarraron. Y ya empieza, el inmigrante le dice dándole entender que le decía: “Oh, ¿no más?”, que si ya no había más y ya el otro le dice: “Tomás, ya te vieron”, le dice, “vente”.
VD: ¡NO! (risas)
CF: Y ese es el relajo que… Y así pasaba con ellos, pero no por eso los agarraban. Por ejemplo, un día cualquiera de la semana, a la siguiente semana ya estaban allá de vuelta.
VD: ¿Se volvían a meter?
CF: Se volvían a meter. No, ya tanta delicadeza tocante a la mentira, ya sabían el camino, pos ya. No, tenían ahí sus ahorros allá, tenían su casita donde se quedaban, sus cosas. No, a los ocho días ya estaban ahí, ya andaban ahí. “Ya regresastes”. “Sí”, dice. No, Sí, había veces que sí legalmente unos ahorraban mucho. Porque yo conocí a un fulano que le decía: “Hombre, ve a la marqueta y cómprate algo de comida”. “No”, dice, “si hago un paquetito de pan Bimbo”. Y le da una mordida de pan y una naranja da otra mordida y esos son sus alimentos, eso comían nada más.
VD: Ah caray.
CF: Sí, pero como dice el dicho, pero para hacer centavos. Pero, sí a veces nos juntábamos unos con los otros, dice: “Y, ¿el mayordomo?”. Y a nosotros también que nos, no nos quitaban, con que anduvieran trabajando ahí. Pero había veces que luego decían: “No”, dice, “que te pueden reportar para que venga La Migra por ti”. Pos sí lo hacían, pero pos a gente inhumana, pos, ¿qué le quitaba con que anduviera ahí trabajando? Pero sí había, hay de todo, ¿no? Entre uno mismo hay de todo. Unos no pueden ver, otros no pueden ver y así es la cosa. Pero, ¿ya qué se le va a hacer a la vida? Ni modo, se sufre en todos sus casos.
VD: Oiga señor Cirino y en las ocasiones que ustedes salían hacia los pueblos que estaban cerca o que tenían contacto con otros trabajadores de allá, con gente de allá, ¿cómo los trataban?, ¿cómo trataban a los braceros allá?, las tiendas, los restaurantes…
CF: Pues no, no, los que nos trataban, que eran malos, eran los únicos,mayordomos, pero…
VD: ¿La gente de allá?
CF: Pero los de allá, uno que otro decían que, pues con palabras, ¿no? Qué es lo hacíamos allá, que nomás les íbamos a quitar el trabajo.
VD: Ah, ¿sí le llegaron a decir a usted?
CF: Sí, sí, llegaron a decirle. Pero pos uno como iba uno reglamentado, autorizado, que digan lo que digan. Pero sí, sí protestaron esas gentes porque decían que el trabajo era de ellos, no de nosotros.
VD: Y, ¿se lo decían?, como diríamos los mexicanos nacidos allá o norteamericanos.
CF: Sí, no.
VD: ¿Mexicanos de allá?
CF: Los mexicanos.
VD: ¿Con ellos nunca tuvo alguna dificultad, en una…?
CF: No, hasta eso que ninguno, con ninguno de ellos no tuve ningún problema. Nomás como le digo, nos trataban mal y no, era una cosa que nos íbamos a veces que como digo, los domingos nos íbamos a donde estábamos en Los Ángeles o ahí en estas partes que le acabo de nombrar, este, ahí cerca de Santa Ana o nos íbamos, nos íbamos, íbamos a este, a Los Ángeles. “Pos vamos”. Ahí queda cerquita la playa esta, ¿cómo se llama? Long Beach y nos íbamos allá, pagábamos $2 pesos porque en la tarde nos salvara porque daba uno la vuelta por allá de a tiro vaya uno a saber dónde llueva. Pero durábamos creo una hora para regresar. Ya nos bajábamos, pasábamos ahí, ya vamos a comer y comíamos por ahí mismo y ya nos regresábamos en la tarde. Es que cuando estuvimos aquí la primer vez compramos una, entre cuatro, cinco compramos una carcachita que nos costó $30 dólares.
VD: Ah, ¿sí?
CF: Sí.
VD: Y, ¿la tenían ahí en el rancho?
CF: Sí, ahí estaba ahí con nosotros y era para los sábados y los domingos. Pero parecía matraca, traía trac trac. Y ahí andaba, ahí andaba. “Vámonos ahora”. “¿A dónde vamos?” “No, pos a tal parte”. “Sí, vamos”. Y ahí nos íbamos.
VD: ¿Qué le hicieron al final a ese coche?
CF: No, olvídese. Cuando llegan los dueños. “Ya nos vamos a ir”. “Sí, ya”. “Y, ¿ahora la…?”. “No, pos ya, a ver qué le vamos a hacer”. No, un día antes, como allá, quién sabe ora. Anteriormente pos no, no llegaban, no llevaban al… Pos un coche o lo que fuera, a un taller pa que lo arreglaran, lo modificaran, no. Ahí lo que hacían era pues ir a algún, a alguna parte ya fuera del pueblito, ahí unos barrancos, ahí nomás lo echaron pa abajo.
VD: ¡Ay! (risas)
CF: Sí, ahí, así lo hicimos nosotros, llegamos ahí con él, lo paramos ahí en la orilla y nomás lo aventamos. Y ahí se quedó los $30 pesos. Sí, pos hasta eso que ahí no acostumbraba que: “Vamos a llevarlo al taller. Lo voy a vender”. ¿Quién te compra eso?
VD: Nada, ya lo fueron desechar.
CF: Sí, ahí es costumbre, quién sabe ora si ya este, ya junten todo eso. Pero anteriormente no, por donde quiera había tiradero, deshuesadero de eso, pero nadien los toca. Y esas cosas que pasa unos ratos así de, bueno. En las fronteras, y cuidado porque en las fronteras ya le veían para acá, es un delito. Qué barbaridad, más rateros que, olvídese.
VD: Para cuando regresaban con sus cosas.
CF: Sí, y deje de las cosas, lo que se interesa es los dólares. No, yo compraba un cheque de banco y este, me lo guardaba muy bien y el que quería traer dinero, pos ya era cosa de él. Una vez venía con nosotros un señor de Xochimilco, porque ahí me conocen muchos y venía ese señor y ya este, se echó la cartera en la bolsa y luego encima el pañuelo. Y en eso de que viene el tren y amontonadero de gente, tanto como va, como viene. Aventadero de velices y todo y ya este… Pos aquel señor nomás aventó el veliz, se subió y queriendo acomodar sus cosas, busca la cartera y ya no la tenía.
VD: Se la quitaron.
CF: Se la quitaron creo con $500 pesos y quién sabe cuántos dólares traía.
VD: Lo que traía de regreso.
CF: Y venía el señor, pero, bueno no quería ni comer. “Ándele véngase a comer”. Bueno, lo que había en el camino. “Ándele”. No traía ganas de comer. “Le vendo esto, le vendo el otro”, lo que le había quedado. “No”, le digo, “no”. Hasta le presté para que llevara algo para su casa. “Y después les voy pagando, ¿no?”. Pero es una cosa tan triste, hijo de la fregada, pero horrible, horrible.
VD: Tanto trabajo.
CF: Y uno pagaba sus impuestos en la aduana cuando traía uno su equipaje, sus velices y todo. Llegaba uno a la aduana y pagaba los intereses. Checaban la cosa esa, ¿verdad?, de venida. Llegando a Puerto Peñasco, ahí había un retén que había puros soldados y ahí este: “A ver”, veían los velices. “Ábranle”. “No, pos mire, yo ya pagué mis derechos”. “Usted ábrale”. “Pero mire, yo pagué mis derechos, está checado ya”. “Le estoy diciendo que abra”. Y a fuerza lo hacían que abriera, rompiera el sello. Y lo que les gustaba, se quedaban con ellos. Y uno, ¿qué hacía?
VD: Puros abusos.
CF: Pero así son todavía, creo hasta la fecha. Una vez traía un radiecito bonito, por aquí así con reloj y creo, este, no sé que combinación tenía, bonito. Se lo compré al ése que le acabo de decir, del que… Era de contrabando, que se iba de alambre. Y vio el radiecito, dice: “¿Trae la factura?”. Pos allá cuál factura, nomás un recibito y eso pues si lo compré en la casa, sino me lo vendió aquél. “No, no traigo”. “No, no pasa”, dice, “no pasa de aquí de Puerto Peñasco”. “Pero ándale”, le digo, “pos es una cosa de uso”, le digo, “¿pos cómo?”. Y: “Pos ya le digo que no pasa”. Me cobraban más de lo que me había costado. Híjole, me dio tanto berrinche. Estábamos así, nos bajamos, estábamos junto a la vía y dice: “Pos no, no pasa”. “Bueno, ni modo”, le digo. “¿Qué quiere que haga?”. Agarro los radiecitos y me arrimo al río y lo azoto en el río y le digo: “Ahí se lo dejo”. “Pero, ¿por qué?”. “Porque es mío”.
VD: Ándele.
CF: Dio la media vuelta y se fue. (risas) Híjole, pero no, ahí son terribles. Entonces era nomás unas cuantas casitas ahí en Puerto Peñasco quién sabe ahora. Creo ya creció, pero era… No, ahí había puros soldados ahí. “Pero ya viene laqueado, ya viene cerrado. Pagué mis impuestos, aquí están, mire”. “No, no estoy preguntando, te estoy diciendo que me abra eso”. Hijo de… Pero serios esos fulanos y todavía en Guadalajara todavía había, pero ya uno que otro. Pero ahí es lo más duro en Puerto Peñasco. Ay, hijo de… Es un desierto ahí que nomás hay unas cuantas casetas pero había puros soldados ahí y pos ya ni modo, ¿qué hacía uno? Y todo lo que nos gustaba: “Esto no pasa”. Pero no era tanto eso porque les gustaba. Y llega uno que decía: “Nada, nada, nada”. Es una cosa que…
VD: No qué, pues sí, los abusos de regreso de allá.
CF: No, es lo peor del…
VD: Oiga señor Cirino, yo le quería preguntar, si bueno, de la primera vez que usted se fue para allá, este, ¿qué fue lo que le animó?, ¿que no tenía usted trabajo?, o, ¿qué fue lo que le animó a irse para allá?
CF: Pues legalmente, primera no tenía trabajo yo aquí y no sé en qué condiciones estaba yo, porque como de buenas, como de buena suerte, pos me encontré este señor, ¿no? Que si no, pos me hubiera seguido mendigando, como por decirlo, ¿no? Pero pos me lo encontré, claro que pos yo tuve que estar sufriendo todavía otros cuantos días mientras me enrolaba con eso, pero al final de cuentas yo sí este, pues ya me fui como un poco desesperado porque digo, aquí no podía solventar mi problema y digo, pues a ver si por allá, o allá. Pos uno va a todo, ¿no?, porque tan puede uno ir y regresar, como no puede regresar porque hay mucha gente que se fue y no regresó. Todavía hay amigos que en esa época se fueron y ya no regresaron, ya no regresaron. Uno que otro por ahí vino, uno de por ahí de Xochimilco. Y este, nomás encontraron la señora, porque la señora tenía su negocito en el mercado y ya le pregunté: “Oiga”, le digo, “y, ¿José?”. Dice: “No, pues ya se fue pal otro lado, ya se jue definitivamente para allá”. “Y, ¿qué?, ¿qué pasó o qué?, ¿aquí ya la dejó?”. “Sí. Vino un día”, dice, “y me dijo que si me quería ir a vivir para allá y yo definitivamente le dije que no. Se despidió y ahí nos vemos”. Jamás lo volvió a ver y como esos hay muchos. Yo conozco muchos de Michoacán, sé hasta su dirección pero pos de esas cosas que pos vaya a saber, vivan o están por allá. Casi la mayor parte regresó y ya se estableció allá, en una palabra. Porque hay mucha gente, miles y miles que pos en esa época, pos tan allá todavía.
VD: ¿Lo animaba a usted más la necesidad de trabajo?
CF: Sí, del trabajo únicamente. Yo ya lo que ve, me venga en la vida, ¿no?
VD: ¿Sabía usted algo de los braceros que ya se habían ido?, ¿nada?, ¿ni tenía amigos, parientes?
CF: No, nada, nada. Nadie, nadie de mi familia había ido. Nadie, ni conocidos ni nada, no, nadie.
VD: Y su esposa, ¿qué le decía, señor Cirino?
CF: Pos nada, nada. Si ella estaba decidida a lo que yo dijera. Ya le platicaba y pos ya qué hacía y aquí con todos los chamacos. Es lo que más me preocupó, ¿ve?, porque yo cuando estuve allá, como le vuelvo a decir, hay mucha gente que se quedó allá; se casó y allá se quedó. Yo no pensé en eso, pensé únicamente por mi esposa y mis hijos. Eran ya como cinco, seis de familia y claro que ella sufría aquí, ¿no? Y cuando ya pude trabajar, pues ya no le digo que no sufría, pero ya no como anteriormente. Pero pues no, no intenté nada o me fui, digamos con esa intención de querer y bueno, ya que aquí este, no puede sobresalir un poquito adelante, pos a ver si por allá. Pero pues no digo me fue mal, digo, porque pos nos mejoramos en, pos en ciertas formas, ¿no? Ya de esas cosas que muchas veces uno reflexiona ya últimamente cuando ya el tiempo pasó. Pero pos esas cosas que uno que va a decir: “Esto va a ser todo el tiempo, esto no me va a faltar”. Y no, no, no, de eso no piensa cuando está en esos momentos, pero de todo se va en la vida, ¿no? Que quisiera uno que dijera uno: “Bueno, pos ya ahorita la hice, ya con esto”. Pero no, pos es difícil, difícil la vida. Y yo pues qué hacía en este sentido, ya. No me fui desesperado, pero sí me fui con muchas ganas de salir del ambiente, es lo único que yo decía. De lo demás, pos digo, pos si, si hubiera pensado como muchas veces tanta gente que le vuelvo a decir, pos ahí quedó ya, jamás volvieron.
VD: Claro, dejó aquí. Y de alguna forma lo que usted ganaba allá y le mandaba a su esposa, ¿les alcanzaba bien?
CF: Sí, gracias a Dios que yo calculaba, digo, más o menos este, con cuánto la hacía aquí. Y ya digo lo mío, pos allá digamos, lo guardaba y lo tenía cuando yo venía. Digo, ya, como le vuelvo a decir, yo compraba un cheque de banco en caso dado y ya venía más seguro, ¿no? Y ya este, pos ahí traía mis centavillos. Hay veces que, uno muchas veces uno es caritativo, muchas veces pues este, no piensa en lo malo. Hay veces que luego dice el dicho que nomás le ven a uno algo y ya dicen: “Pos, ¿cómo te va?, o, ¿qué estas haciendo?”. O ya le agarra uno el lado más débil para decir: “A ver qué le puedo sacar”. Y así pasaba, porque anteriormente ya cuando me visitaba una gente, me visitaba otra. Cuando vino un familiar y bueno, de todo hay. Sí, no tanto por saber, no es. Hasta por prestar lo mío yo entré a la cárcel, fíjese. Por cobrar lo mío, ¿me entiende? Entonces decía que, pos que les prestara uno, como pos dadivoso, pos uno como ha sufrido allá dice: “Pos bueno”. Pues sí, yo entré a la cárcel por cobrar.
VD: ¿Del mismo dinero que se había traído de allá? O sea que se hacía unos ahorritos y aquí se los traía.
CF: Sí.
VD: ¿Alguna vez logró comprar algo con eso, señor Cirino?
CF: Pues no, nada más por ejemplo…
VD: O que le durara un tiempo.
CF: Pos sí, cositas de, digamos para la casa, pero de ahí no. Había veces que ya este, trataba de comprar aquí, comprar allá y luego ya empezaban con que no, que iban a quitar. No, que aquí van a abrir una calle, no, había que o últimamente, el que fraccionaba aquí, el dueño del terreno me decía: “Le vendo eso”. Porque vivía en esa casa, dice: “Voy a vender”. Le digo: “¿Cuánto quiere por él?”. Entonces quería creo $6,000 pesos de aquel, en aquel tiempo. Pero: “Bueno, los voy a juntar”. Dice: “Sí”. Y ya que fuimos a ver ese señor que fraccionaba, nomás que se nos hiciera el traslado porque ya lo del terreno no se debía nada. Ya era nomás para que hiciera el traslado a mi favor y ya. “No”, dice, “que este terreno ya no vale más, ya no vale menos, ya tiene otro precio”. El departamento me asignó que ya no debe de estar ese precio. El departamento todavía no sabía si estaba fraccionado o no. Pero es lo que es, como le vuelvo a decir, lo que trataba de estafar a la gente. No, pues ya no lleva otro quinto más y en ese tiempo ni quién le dijera o pedirle: “Préstame $100 pesos”, o lo que fuera a ser. Clarito me decían: “Tú, ¿con qué me pagas?”.
VD: Y ya no lo pudo comprar.
CF: Y ya no se pudo. Ya no se pudo hacer la esa cosa. Si aquí, de aquí en adelante recién de que me vine, un compañero de trabajo me dijo: “Te vendo la mitad del terreno”. “¿Cuánto quieres por él?”. “Aquí el terreno es de quinientos y fracción de metros, te vendo la mitad”. “Sí, ¿cuánto quieres por él?”. “Dame $500 pesos”. Pero $500 pesos, ¿cuándo los iba a juntar? No había, no había. Aquí adelantito a dos calles también había vendido mi terreno a $12 pesos el metro. Y: “¿Cuánto me va a costar?”. “Pos tanto”. Eran como $12,000 pesos. “Bueno, pos de acuerdo”. Pero andaban con el, la cosa esta que iban a pasar uno acá y ahí le digo: “No, pos al rato me la van a quitar”. Y ya como digo, se pasaba el tiempo, gastaba el dinero y ni terreno ni dinero.
VD: Pues ya no pudo nada.
CF: Y así me pasaba desgraciadamente. Y así me pasé toda la vida hasta que últimamente pues ya no fue de allá, fue directamente de aquí de lo que trabajaba, pues ya ahorraba unos centavos y ya donde vivo yo ahorita, este, pagaba renta. Somos siete personas ahí, entonces de esas siete este, el dueño, más bien el heredero, o el albacea o no sé, porque la verdad, ora ya murió y quedaba su apoderado. Entonces él se intentó vender y ya les manda avisar a todos que iba a vender: “Bueno, ¿cuánto va a querer?”. “Pos tanto”. “Bueno”. Ya consultaron con el dueño y ya dijeron: “Bueno”. Pos este, ya nos entrevistamos con él y que nos lo vendiera, pero pos… Ya nos valimos de un licenciado que nos recomendaron, sí muy buena gente el señor. Y este, se empeñó en arreglar la cosa. Pedimos un crédito al Banco Rural, no, al CONAPO y ya nos hizo su préstamo el banco y le pagamos al dueño y ya quedaron las escrituras hipotecadas con el banco, pero era para veinte años. Pero ya hubo juntas entre nosotros: “No”, este, “vamos a hacer una cosa. Vamos a ahorrar todos lo más que se pueda y entre menos tiempo duremos pagando eso, es mucho mejor y sirve de que pues no nos cobran interés y todo eso”. “Bueno, pos adelante”. Creo en un par de años terminamos de pagar eso. Sí, hasta eso que pronto, entonces ya de ahí para acá pues ya ora en lo que andamos llevando, pos tratando de investigar nomás que pues desgraciadamente hay veces que las cosas le salen a uno mal. Me valí de un fulano que me iba a arreglar los papeles para una escritura individual y pues me dijo que sí, me dijo que esto, que del otro, que él arreglaba a poco, en poco tiempo y que con poco dinero y bueno. Pos le di una cierta cantidad al fulano ese. Ahorita ando con una demanda con él.
VD: Ah, qué caray.
CF: Sí, y pues así es el problema de la vida, ¿no? Pero ya gracias a Dios que…
VD: Como sea se hizo ahí de su casita.
CF: Sí, hombre, ya gracias a Dios que hoy, aunque sea chiquita pero ahí.
VD: Ahí está.
CF: Ahí está todavía. Y pues, a ver qué resulta con ese señor. Pero ya digo, yo duré como, ahí onde vivo duré como unos veinticinco, treinta años pagando renta.
VD: No, mucho tiempo.
CF: Sí.
VD: Mucho tiempo.
CF: Si ya salió esa oportunidad, bueno, pos adelante. Y hasta la fecha, ya le digo, andamos arreglando eso pero con eso de que no, no se puede, y me he presentado en las campañas de aquí de la delegación, pero pues creo cada año las hay, no me acuerdo. Pero pues, este, unos tienen más propiedad y otros tienen menos y pues que necesitaban, este, pos una cierta cantidad de metros para poder escriturar individualmente. Pero menos, no, ahorita ando tramando, porque hay un módulo donde solucionan eso, a ver si es posible, si no, pos qué vamos a hacer.
VD: Ya no…
CF: Ya no se puede más, sí, esa es la cosa.
VD: Oiga, señor Cirino y usted me decía que ya nunca, pos nunca le dio ganas de volver a ir para allá después de su último contrato. ¿Por qué ya no regresó para allá, si de todas formas había contrataciones?
CF: Sí, me dijeron como que ya no hay, como que ya me olvidé de eso, como que ya no le tomé interés. Me decían…
VD: ¿Se encontró otro trabajo aquí y ya no…?
CF: Pos fíjese que últimamente ya me dediqué a la construcción y yo hacía trabajos por mi cuenta a veces. No, a veces ya últimamente ya hacía trabajos por mi cuenta. Entonces yo teniendo, digamos ya esos trabajos por mi cuenta, pos ya más o menos me la llevaba bien y ya me olvidé de eso, me olvidé de todo eso.
VD: Ya no, no le dieron ganas de regresar, ¿no?
CF: Ya ni, como que ni pensaba yo para allá. Y no había, sino hay unos de aquí de Xochimilco que todavía siguieron yendo después, hasta el [19]60, no sé hasta cuándo fueron ellos y todavía siguieron yendo, pero…
VD: Y usted ya no siguió.
CF: En primera, enseguida, ellos, hubo muy poca comunicación con ellos. Yo no supe si ellos iban yendo todavía o no. Ya lo supe últimamente ahora que nos entrevistamos por estas juntas que ha habido. Pero pos como que no les interesa porque pues ya hay veces que les aviso. Como el día del plantón ahí en San Lázaro, les avisé y fue la única vez que fueron porque ya jamás… Y tan esperanzados yo les aviso, le digo: “Bueno, pos si no te interesa…
VD: Claro.
CF: Es cosa de ellos.
VD: Y tampoco, pues estando allá ya me decía que también en su último contrato se quiso regresar y ya no…
CF: Sí, ya voluntariamente, ya.
VD: Y después sin papeles, ¿nunca pensó en irse para allá?
CF: No, no, nunca, nunca intenté. Casi no hubo, según supe los sufrimientos que tenía uno que vive de, por decirlo, de mojado, de alambre que le nombraban.
VD: Sí.
CF: No, le digo por esto… Entonces este, fui una vez y me llevó un señor que vive por allá por Cuautepec y ya este dice: “Vamos”, dice, “yo lo llevo”. Y ahí vamos y sí pasé, pero ahí como pasa uno en vez, y luego otra y luego otra. Y luego le preguntaron unos, llené una forma y ya le preguntaron que cuántas veces había ido ahí a la embajada. “Pos no, no había venido”. “Ah bueno”. Porque hay muchos requisitos de que dicen que hasta porque no tiene uno cuenta en el banco, propiedades o esto o el otro, cuánto dinero tiene, bueno. No los, no los allenaba esos requisitos, ya dice: “Pos no”.
VD: No se la dieron.
CF: No, este, no me dieron nada. Dice: “Ahora vamos a ir, vamos a dejar a pasar unos dos, tres meses y vamos de vuelta”. Y ahí vamos de vuelta. Sí, saqué de vuelta el pasaporte y ahí vamos y ya este, pos ya lo mismo, me hicieron las preguntas, pero ya llevaba la escritura de mi casa como referencia. Bueno, pues ya preguntaron: “¿Cuántas veces ha venido?”. “No, no he venido”. Yo ya había ido una vez, ¿no? Pero yo digo, por eso le digo que allá son muy legales, no como aquí que hace una mentira y se la valen a uno y ya allá no. Entonces allá este, ahí pusieron la forma que no había ido. “Bueno, está bien”. Entonces ya pasé, me revisó mis papeles el de la ventanilla, el americano. “Ah”, dice, “estos papeles sí, muy bien”. No me dijo nada, ya me dieron mi salida y salí para donde estaba toda la gente. Yo ya estaba en los grupos a donde iban a recibir su visa. Ya estaba muy tranquilo, digo: “Ay, hasta que se me hizo ya”, y ahí estoy. Cuando sale el policía y ya pos oye, son muy altos y abusados. “¿Usted es fulano de tal?”. “Sí”. Dice: “Le hablan allá dentro”. Y ya estuvo la cosa, quién sabe qué será. Y ahí voy, ya me dice el americano: “Oh, no venir usted aquí, ¿cuántas veces?”. Pero como ya había puesto yo ahí que no, digo este: “No, no, yo no”. “Ah, ¿no ha venido alguna otra vez?”. “No, no he venido”. Yo ya había dicho que no, porque estaba ahí en el papel. Movió la cabeza y saca, da el jalón y saca el pasaporte que se le había quedado la primer vez, porque ahí los detienen, ahí están, lo saca, dice: “Y, ¿éste quién es?”. Pos, ¿ya qué le decía? “Pos sí”, le digo. Dice: “Mire”, dice, “por haber mentido”, dice, “no va”. Así de claro me dijo. “Por haber mentido”, dice, “no va”.
VD: No se la dieron entonces.
CF: Hijo, estaba yo que me lleva… Por eso creo y sí entiendo que son muy legales, que son muy legales. Si a mí de esas idas para acá me llegó un, creo un cheque de $0.20 centavos dólar. Porque allá no quedan a deber ni un quinto. No, son muy legales, por eso digo que tienen muy buenas leyes esos fulanos. Si un día cuando digo que ese mayordomo me quería mucho, que le gustaba el wine, que le nombran. En el tren bien briago, nosotros veníamos atrás, pero allá vuelan los trenes, ¿no? Pos nomás se ven que van así, no conoce ni a quién. Pero se pasó el alto el deste, el mayordomo y al ratito a media cuadra y ya está, lo llamó en la moto. Ya le empieza a decir, como siempre el mexicano siempre sale a condu… Y uno mismo tiene la culpa de que los influyentes se vuelvan corruptos. Porque uno luego luego dice: “Bueno, pos ahí te doy pal refresco”, y ya sale la cosa y así pasa con uno. Él como era mexicano y era el… “Ahí le paso pal refresco”. “Con eso que me acabas de haber dicho, te la voy a levantar”. Así dice, así derecho lo oímos, pos si estaba oyendo. Dice: “Porque a mí me paga el Gobierno pa que trabaje y por haberme dicho, ofrecerme esto… ¡pácatelas!
VD: La multa.
CF: La multa. Sí, por eso yo digo que son de veras legales esos fulanos. Y tantas cosas que hijo de la fregada, lo que no hay aquí en México, aquí lo que vale es el dinero.
VD: ¿Ese tipo de cosas le gustó de allá, le pareció…?
CF: Sí, me gustó mucho.
VD: Y, ¿qué más le gustó de por allá, señor, de la vida de allá?
CF: Pos todo. Todo muy ordenado, todo muy este… Si hasta una colilla de cigarro las andan juntando, nombre, qué barbaridad yo creo, ves tú las calles así barridas, pero ni modo, nací en México. Pero allá son mucho muy, tienen otro tratamiento, como que llevan otra vida, como que… No, no, no, es una cosa tan bonita que todo hay mucho respeto y ahí no es que uno que vaya caminando y que a media calle, no llega a la esquina cuando ya se atravesó. No, ahí tiene que llegar a la esquina para que atraviese, que haiga semáforo o no haiga, pero ahí tiene que atravesar en la esquina. Otra, por ejemplo, había carreteras que en los campos, la agricultura está todo sin árboles, sin nada, pero hay semáforos para darle un crucero, hay semáforos, que no hay ni quien, ni casa, ni nada, pero si hay semáforos el conductor tiene que pararse, aunque no venga nadie, pero si hay alto, tiene que pararse. Aunque ve pa todos lados, no hay nadie ni quien, pues tiene que pararse. Por eso digo yo que hay un respeto mucho mayor. Aquí, está con el alto y se pasa. Y sí me gustan muchas, muchas formas de, fórmulas de su vida, de cómo se tratan y son muy tratables estos, todos, pero…
VD: Y, ¿no se le antojó nunca irse para allá con su familia a radicar allá?
CF: Nunca intenté.
VD: ¿No?
CF: Nunca.
VD: ¿A pesar de que sí le había gustado?
CF: Sí, pero no, nunca intenté.
VD: Y, ¿qué fue lo que no le gustó de allá?
CF: Pos todo me gustó. Todo me gustó. Lo que no me gustó el trato que le hacen a uno, eso es lo malo, que no me gustó. En realidad tuve muchos problemas con esos señores, los mismos mexicanos se sienten pues muy grandes allá, ¿no? Quieren quedar bien con sus patrones y con uno, pues siendo de sus paisanos por decirlo, pos quedan mal con uno. Pues uno va a sufrir de todo a todo, de todo a todo y ya qué va uno a hacer. Ya, pues llega uno, con el tiempo de que… Pero no, nunca intenté, nunca como usted me dice, nunca intenté a irme para allá. Ya últimamente intenté cuando ya digo, ya se me fue el tiempo.
VD: ¿Qué tenía intención de irse a trabajar un tiempo por allá y ya no se pudo?
CF: No, ya no pude, ya no se pudo, ya no se pudo. Y ahora tengo dos nietos aquí, son hijos de ésta.
VD: ¿Están allá?
CF: Están allá. Y yo, creo una o dos ocasiones le dije a Baldomero, le dije, se localizaban por allá pero pos ellas como que tienen miedo de presentarse, que en Los Ángeles que dicen que se reúne toda la gente que es para agarrarla y echarla para acá, pero no es cierto, ¿o sí? Yo creo que no.
VD: Pues a veces hacen así esas redadas. Lo que pasa es que pues a veces las hacen en lugares así de diversiones o lugares donde se juntan muchos mexicanos. A veces hacen redadas los de La Migración.
CF: Sí, pero este, a donde hace sus juntas él, pues es muy independiente, ¿no? Yo me doy idea, no tengo idea, pero pues no, no ha habido ninguna solución de todo eso. Quién sabe qué vengan a parar los muchachos. Y este, ya está en trámite de unos papeles de una de ellas, pero pos ya tiene dos años y…
VD: Es que se lleva, mucho, mucho tiempo esos trámites.
CF: Mucho tiempo, quién sabe. Pero así es la cosa, no crea. Sí, en todo me gusta mucho, sí, por decirlo así. Nada más que ahí sí hay que trabajar, ahí no hay que decir que hasta, por ejemplo, el día de la Independencia también lo trabajan.
VD: ¿Ustedes trabajaban también?
CF: Sí, ahí no se piensa que fiestas y que santos y que la madre y que el padre. No, no, ahí todo mundo trabaja. Ahí no hay de cosas que descanso, que Semana Santa, se trabaja. No, ahí, y todo mundo trabaja, pero todo mundo está bien. Cualquiera, el más humilde tiene sus centavitos en el banco porque lo obligan también, porque es una obligación de tener sus ahorros en el banco. Claro que pos ahí nadien sufre y no es como pos aquí, usted ve una huerta de fruta y se le antoja. “Voy a comerme una, voy a cortar”, allá no. En las huertas que no están ni bardeadas ni nada y pasa uno del camino, ve los árboles cayéndose de frutas y pos no le dicen a uno nada, pero luego luego lo cataloga la gente. Pero ahí nadie le toma nada y enseguida terminan la huerta, por tal está la tienda donde compran todo su equipo. Naranja o este, manzana, todo eso, viendo que nomás salgo de la tienda y ahí está la huerta, pero no, eso no se vale. Siempre hay mucho respeto y entonces pos no. Si anteriormente le daba eso, entraba uno a las casas de ropa o a donde uno entrara, se medía uno una camisa, un pantalón o cualquier ropa, salía la gente. Pero ya últimamente ya seleccionaban, había vigilancia porque estaba acostumbrada la gente. Nomás se vestía y salía vestido. No, eso se ve muy mal y por eso libran a la gente, para que ahí le escojan y se miren. Nomás sale a la puerta y ya ahí paga y ya sale, pero no, mucha gente nomás se vestía y salía, ahí nos vemos. Y ya uno le toman a mal todo eso y esa gente no. Mucho respeto, mucha educación de todo. Pos hay de todo y no deja de no ver.
VD: Y usted señor Cirino, ya como pues, una última reflexión. Después de muchos años que estuvo por allá, en general los recuerdos que le quedan, ¿son positivos?, ¿cómo se siente de haber estado allá?
CF: Pos ilegalmente sí me sentí bien. Hasta la fecha me sentí, bueno, pos conocí algunas partes de allá y digo, pos no, no estoy arrepentido. Al contrario, me dio mucho gusto estar por allá. Pero nunca pensé, como lo dije, en radicarme allá, nunca lo pensé. Casi si legalmente lo hubiera pensado sí me hubiera ido, pero pos ya no se pudo, ya no se pudo ya.
VD: Se quedó por acá.
CF: Sí, ya pos ora menos.
VD: Y, ¿en qué trabajó cuando regresó, señor Cirino?
CF: Le digo que ya después me metí a la construcción.
VD: Ah, sí. Empezó a hacer sus trabajos por su cuenta.
CF: Primero anduve en las compañías y luego ya salí de las compañías, ya agarré trabajos por mi cuenta, ya trabajé por mi cuenta. Ya hacía cualquier contrato o verbalmente, este, pos ya ahí me la llevaba, terminaba el trabajo y pues quedaba bien. Ya dice: “Vas a hacer un trabajo con un amigo, de una amistad, de un hijo”, de lo que fuera. Ya este, pos así me iba abriendo el paso, ¿no?
VD: Se fue consiguiendo sus trabajos.
CF: Sí, así me fue, me fui, y a veces que agarraba trabajitos grandecillos.
VD: Y hasta hoy ya que se hizo de su casa y de…
CF: Pos gracias a Dios que pos ahí ya, aunque sea ahí chiquita, pero pos ya digo, ya no paso yo de ahí.
VD: Tiene su lugar.
CF: Sí, pos gracias a Dios que ya estamos bien, más tranquilos, pues digo, ya. En primera, ya nomás mi esposa y yo. Ya todos están casados, ya no, ya no tengo grande problema de que diga: “Tengo que trabajar”. No, ya no. Ya como les he dicho a mis hijos: “El día que no tenga para algo o que necesite, no es una obligación”, le digo, pero es un deber que: «¡Échenle!».” Sí, eso es lo que les he dicho. No, está bien y siempre como le digo, llegan los hijos a las hijas ya con un, llevan una cosa y llevan otra y luego pos ya dice: “Tenga, aunque sea para el pasaje si quieres irte a algún lado”. Y así me la voy llevando ahorita.
VD: Tranquilamente.
CF: Y así, gracias a Dios. Ya este, ya no nos queda otra. A ver qué, qué Dios dice.
VD: Pues señor Cirino, pues tantos recuerdos…
CF: Sí, sí.
VD: De aquellos años, pues yo le agradezco muchísimo que los haya compartido conmigo.
CF: Sí, hasta eso que…
VD: Su tiempo además, le agradezco mucho.
CF: No, al contrario, al contrario.
VD: Muchas gracias que me recibió aquí en su casa, con todos sus recuerdos de aquellos años y demás.
CF: No, pos hubo muchos, muchas cosas que, buenas y malas, como le digo, pasa sus ratos que dice uno: “Pos mejor no hubiera venido”, y pos, “¿cómo me tratas en esta forma?, y en esta otra”. Y pues no sufrimos por tocante, no sufrimos mucho por tocante a este señor, porque a mí me recomendaba, dice: “Cualquier anomalía que haiga aquí tocante a la compañía, hábleme luego luego”, dice, “y yo voy a Gobernación”, dice, “y para el día siguiente ya tiene la respuesta”.
VD: Y, ¿así fue señor?
CF: Y así era, porque ya en el campo ya con toda la gente. “Yo lo que quisiera saber quién es aquél que reportó tal parte y a tal parte”. Quién sabe quién sería. (risas) Pero sí pasaban las cosas, ¿no?, pos ya ni modo. Y pues le doy gracias a este señor que pos sí abogó mucho por nosotros y juntó mucha gente, mucha gente y venía de Morelos, de todo el estado de México, todo eso aquí.
VD: Y se los llevaba para allá.
CF: Sí, del Distrito [Federal]. No, del Distrito conozco a mucha gente, nada más que pues ya la excusa del tiempo, ya no sé ni dónde está, ni donde, si vive o no vive. Ahí en Milpalta conozco varios también, son como unos cinco, seis, o sea…
VD: ¿Con los que se hizo amistad por allá?
CF: San Gregorio, San Mateo, Milpalta este, Topilejo, no, no, todo eso. Yo conozco muchas cosas, ahora, vemos para otros lados, Toluca. Nada menos el, tiene como quince días, fui a visitar un señor aquí de Santiago Tequesquitengo. Tenía desde el, desde el [19]52 que no lo veía. (risas)
VD: Mire nada más.
CF: Sí.
VD: ¿Se reconocieron?
CF: Sí, pues ya no muy bien, pero ya ve con el simple: “¿Tú eres fulano?”. “Pos sí, y, ¿tú?”. “También”. Sí, así pasa. Y ya digo, hace tiempo del [19]52, cincuenta, cincuenta años, hijo… Parece que fueron ayer.
VD: Cualquier cantidad de años.
CF: Parece que fueron ayer, pero híjole, ¿cómo es posible? Y así pasó. Sí tengo un paisano, sí es paisano mío que desde que me vine para acá, antes, ya él se vino para México; él se había venido para acá y yo después me vine, [19]48. Pues desde entonces tenía sesenta y cuatro años que no lo veía. Y iba yo para allá pa mi tierra y preguntaba por: “Oyes, fulano de tal”. “No, no sé”. Hasta que di con el hermano y ya le digo: “Oyes, ¿tu hermano?”. “Está en México”. “Hijo, dame la dirección”. “No”, dice, “no la sé”, dice, “solamente yendo”. Dice: “Ya no me acuerdo”. “Bueno, pos consíguemela otra vez”. Y ya: “¿Qué pasó con la dirección?”. Dice: “No, no la tengo”, dice, “pero tengo el número de teléfono”. “Ah, pos échamelo”. Y ya me lo dio y fue cuando llegué y le hablé y pos ya me dice: “Pos, ¿quién habla?”. “Fulano de tal”. Hijo de la fregada y ya nos dijimos unas pocas palabras. Dice: “¿Cuándo vienes?”. Le digo: “Voy pa tal día”. Pos así, abrió la puerta y no lo conocía yo, él tampoco.
VD: Pues desde tantos años.
CF: Nomás por el simple hecho que le había dicho que iba a ir. Pero no, no nos conocíamos, qué barbaridad. Nos conocimos chavos, así, ya le digo. Él andaba de novio con una hermana de mi esposa. Pero ya hasta la señora, la que iba a ser su esposa ya murió. Y este, y hasta la fecha dice: “Si viviera tu cuñada”, dice, “yo sí la iba a visitar”, dice, “porque, no por ningún interés ya”, dice, “pero porque me cayó muy bien”, dice. No, pos desgraciadamente ya murió. Pero ya le digo, desde ese tiempo, [19]64, hijo, le digo. Qué tiempos que parece que…
VD: Y cómo pasa el tiempo.
CF: Qué barbaridad. ¿Cómo es posible?, todo ese tiempo haya tenido de no vernos y todavía, por decir, que estamos como dice el dicho, vivitos. (risas)
VD: Y pueden compartir. Pues mire, así como ahorita tantos años y todos los recuerdos que me compartió. Señor Cirino, pues muchísimas gracias.
CF: No, no, al contrario, al contrario.
Fin de la entrevista.
Fecha de la entrevista: 7 de julio de 2002
Nombre del entrevistador: Violeta Domínguez
El día de hoy es 7 de julio de 2002 y estamos en casa de la hija del señor Cirino Flores, Irene Flores, para hacer esta entrevista.
VD: Señor Cirino, ¿qué edad tiene usted?
CF: Ochenta
VD: Ochenta años. Me dice que nació en Tizayuca, en el estado de Hidalgo. ¿A qué se dedicaban sus papas allá en Tizayuca?
CF: Pos a la agricultura, pura agricultura.
VD: ¿Eran campesinos?
CF: Sí, campesinos.
VD: ¿También originarios de allá?
CF: También todos originarios de allá.
VD: ¿De Tizayuca?
CF: De Tizayuca, sí.
VD: ¿Su papá tenía tierras propias o rentaba?
CF: Son ejidos, ejidos. Todo es ejido, todo el pueblo ahí tiene ejido y ahora ya, pos posiblemente ya ha habido el decreto que ya se pueden vender las tierras, sí.
VD: Pero ahí ustedes trabajaban su parte, ¿no?
CF: Sí, todo el tiempo desde que crecí ya al campo y al campo y al campo.
VD: ¿Cuántos hermanos tuvo usted?
CF: Pues nomás fuimos tres.
VD: Tres, ¿usted es el más grande?
CF: No, el más grande es un hermano y luego sigue una hermana y yo soy el último.
VD: Ah, pues el más chico
CF: El más chico.
VD: El último.
CF: Que hubo de por medio algunos, pero yo no recuerdo cuáles fueron, pero fueron pocos, fueron pocos. Entonces este, pos ahí no… Más bien yo me crié por decirlo este, con mis abuelos, porque mi papá me deja de un año de nacido, mi mamá me deja como de tres, cuatro años; así que ya me crié con mis abuelos.
VD: ¿Se quedó con sus abuelos maternos?
CF: Paternos, sí, paternos.
VD: Ellos ahí lo criaron, ahí lo…
CF: Sí, ahí me hicieron ya los… Ahí echaron la bendición, que esos son los que me pusieron a la escuela, me mandaron a la escuela. Nomás que pos la mala cabeza, pos yo me iba de pinta. Ya me decían: “Vamos a pintar venado”. “¿Qué es eso?”. Dice: “Ven”, me decían, “nosotros te enseñamos”. Y ya una vez de que me enseñaron, pos ya como que me gustaba y ya no entraba a la escuela. Mi hermana que es la mayor me llevaba, porque había unos salones para un lado y otros para otro donde estaban las mujeres y los hombres aparte. Y ella me entregaba con mi maestro ahí en la puerta de la escuela, pero no sé en qué artes yo me salía, ¿no? Al rato ya no estaba. Y luego ya nomás esperaba que salieran los de la escuela para ir en el mismo camino. Ya venía, pos sí, pos si ahí vienen todos, (risas) así es la cosa. Pero de esas cosas que pos son, que piensan de lo bueno, ¿no? Y ya este, antes había escuela en la mañana y escuela en la tarde. Que nomás regresaría uno a las doce, sí, a las doce salía uno y ya llegaba uno a la casa, pos ya le daban a uno lo que hubiera de comer y ya a las dos de la tarde tenía uno que entrar de vuelta.
VD: ¿Iba también los dos turnos?
CF: Los dos turnos, todo mundo. Todo mundo hacía esos estudios en la mañana y en la tarde. Salía uno a las seis de la tarde, así es de que no se desperdiciaba nada. Antes no, que, pos que mi cuaderno, que pos mi pluma, mi lápiz. No, había unas, les nombraban unas pizarras, unos cuadritos así con gis. Ya eso nos, tareas y uno también hacía sus tareas y ya cumpliendo con esa tarea ya le ponían a uno que borraba uno eso y seguíamos la misma…
VD: Ahí mismo en su pizarra, practicando.
CF: Ahí en la misma, sí. Había unos pizarrines así chiquillos pa que no nos perdiera. Les hacía un cinturel(??), se amarraba con un hilito. Le hacía un hoyito, aquí esto a la camisa me lo metía, pa que no se me perdiera. Pero pos eran otras costumbres ya en ese tiempo.
VD: ¿Como cuánto tiempo estaría usted en la escuela esos primeros años?, ¿unos tres años me decía?
CF: Pos sí, más o menos, como dos o tres años, y ya últimamente que ya entré a la nocturna, que me invitaron, ya duré dos años.
VD: Lo habría hecho.
CF: Pero pos como que antes era otro tipo de estudios o como que… Pos sí eran más rígidos, ¿no?, porque pues este, cuando no se portaba uno mal y pues lo castigaban a uno y no salía uno y bueno, es una cosa… Y estos señores pos ni modo, tenían que obedecer de tal manera que pos nosotros, pos teníamos que estar cumplidos. Ya cuando llegó, le digo: “Pos vamos a estudiar”. Y sí, sí se me pegó un poco. Porque ya digo, de segundo año, pues ya dividía uno, ya multiplicaba y ya hacía uno como si, ahora que lo hace uno de tercero o cuarto o quinto. No, allá en un día enseñaban todo desde un principio y se me pegó mucho.
VD: Eso fue cuando, me dice que tenía como, ¿qué edad? Cuando fue a la nocturna, más o menos…
CF: Pos como unos diez, once años por ahí así. Sí, fue cuando ya me salía con los amigos, y ya me decían: “Vamos a la escuela”. Y aquellos pos ya sabían, ¿no? Pero dicen: “No es por demás, te acompañamos”. “Pos por demás”, dice, “nosotros estudiamos más”, dice. Y sí, fuimos dos años, y luego salíamos en el 16 de Septiembre al desfile y pos así formando nuestras pirámides que según los mayas…
(entrevista interrumpida)
CF: Y andábamos así, pero ya éramos grandes ya, unos más grandes y así.
VD: Y en esos años usted, ¿estaba ya ayudándole a sus abuelos en el campo?
CF: Pues yo en ese tiempo todavía cuidaba los animales, todavía los cuidaba porque tenían animales ahí, vacas, borregos o pos animal de campo, y es lo que hacía yo. Una vez ya de grande, pues ya entonces ya este, me metieron a trabajar en la misma labor, en la misma casa, porque no la trabajaba nadie, nomás lo propio. Entonces ahí de cuando ya dejé el, como dice el dicho, los animales y ya este, nos dedicamos a trabajar, eso fue en Lotlan(??)
VD: ¿En las tierras del ejido?
CF: Sí, tierra del ejido, porque propiedad no había.
VD: Y esas tierras que ustedes trabajaban, ¿lo que sacaban era para consumo o también vendían algo?
CF: Este, para las dos cosas.
VD: ¿Sí le alcanzaba para las dos?
CF: Sí, para las dos cosas. Había veces que pues este, lo que le sobraba lo vendían o aunque le hiciera falta, si tenía necesidad pos lo vendían. Y pos así pasaba, ¿no? Había veces que se ordeñaban a una o dos vaquitas, pues este, sacábamos un litrito de leche. Pero de esas cosas que pos, en ese tiempo había mucha necesidad, mucha pobreza y toda la cosa. Hay veces que sacaba un, dos, tres litros y necesitaban para ir al mercado, esto, comprar lo necesario de la cocina, pues. Pues había veces que la vendíanos para ir a comprar lo que… A traer algo. Y hay veces que pos nosotros sí, pos tomábamos café solo, aunque había leche ahí, pero la necesidad era tan grande que no se podía más. Y así era todo el tiempo y siempre nosotros, pos en el campo sufrimiento de toda forma. Ya mejor, no hay de otra, pues ahí nos hicimos, como dice el dicho, nos hicimos ya grandes, ya últimamente pos ya nos casamos, pos ya otro ambiente.
VD: ¿Ahí siguió usted trabajando y viviendo con… ¿sus hermanos vivían con sus abuelos también?
CF: Sí, sí también vivían con ellos.
VD: ¿Hasta qué edad vivió usted con ellos?
CF: Hasta que me casé, que fue cuando más o menos, como en el [19]41, hasta entonces. Y ya ve que pos muchas veces este, dentro de la familia y ya habiendo, digamos, dos hermanos o dos esposas ahí como que ya no congenia uno bien y ya empiezan los problemitas y pues, desde esa fecha ya me separé de ahí.
VD: Pero siguió viviendo en Tizayuca.
CF: Sí, seguí viviendo ahí todo el tiempo que fue. Y ya me fui con un cuñado de mi única hermana y vivía cerca mi cuñado y me dice: “No tengas cuidado,” dice, “vente para acá. Ahí están los animales, siembra tu parcela y si quieres, pos consigue más. A ver qué puedes hacer, demuéstrale a tu hermano que pos, pos que tú también puedes trabajar y esto y el otro”. Y luego pos así pasó. Pero pos de ahí para acá y luego compré una tierrita y luego me dice: “Pos síguele trabajando”, me dice. Y ya eso fue donde compré otro lotecito y así. Pero desgraciadamente hay veces que llega la necesidad y pos me deshice de ellos, ¿ya qué querían que hiciera?, ni modo. Pero ya fue cuando por aquí vivía una cuñada mía en este pueblito que entonces todo esto eran puros hornos de tabique. No, taba el pueblo ni siquiera, puros llanos, puros, no, puras siembras, todo eso. Cuando apenas le dijo, dice: “No, váyanse para allá, pueden tener otra vida mejor”. Fue mi venida para acá.
VD: Así se decidió venir aquí a la ciudad.
CF: Sí, sí.
VD: Y, ¿compró por aquí un terreno?
CF: Pues no, porque ya le digo que yo anduve casi todo como ando aquí, rentando aquí, rentando allá, entonces nos pagaba yo creo $10, $12 pesos de renta. No, pero hay veces que los $12 pesos no los tenía y ya empezaba uno con problemas: “No, pos vámonos a otro lado”. Anteriormente, que luego a veces le decía uno o preguntaban: “¿Pos cuántos son de familia?”. “Pos tantos”. No, no decían nada. Ahora ya renta uno y dice: “¿Cuántos niños traen?”. “No, traigo uno o dos”. “No, entonces no”. (risas) Sí, ya hay problemitas, pero entonces sí, andaba para allá y para acá y ya siempre que venía: “Ahora sí voy a comprar aquí. Y ahora sí voy a comprar”. Pero con esto que me decían, que esto y que el otro, que porque no estaba regularizado aquí porque aquél que fraccionó, por decirlo, estaba fraccionando clandestinamente, porque ni el mismo departamento sabía que ya estaba fraccionándose, nomás este señor sabría.
VD: Pos era un fraude…
CF: Sí, quien quería un terreno, pos órale. Ahí estaba pagando sus abonos y nomás no le cumplían con el abono y se lo quitaba y se lo vendía a otro y así hacía este señor. Y ya digo, ya andábamos con eso y no, aquella ocasión traía los centavos en la mano y no, no se podía. Hay veces que, pos por decirlo, mejor me gastaba los centavos y ya ni dinero, ni terreno, ni nada. Así es de que todo fue una historia para mí. Pero sí, ya le digo, aquí todo Ticomalmen nos conocen, ¿no? Que ésta fue la primera, está y eh… Tres, me traje tres hijos nativos de allá y ésta es la mayor que se da cuenta de cómo andábamos aquí, ella es la que empezó a trabajar, pero pos, ¿qué le pagaban? Los $2, $3 pesos a la semana, qué sencillo. Pero pos así ha sido nuestra vida.
VD: Y, ¿a qué se dedicaba entonces, señor Cirino, cuando se vino usted para acá?, ¿en dónde trabajó?
CF: Cuando me vine, sí, me consiguieron trabajo en un, está en esta calle a la otra para allá en un taller este…
2do: De fundición
CF: De fundición a donde se fabricaba en ese tiempo la plancha esa de fierro que se usaba…
2do: De carbón.
CF: De carbón, sí. Y se fabricaba la, todo tipo de llaves, de todo tipos de llaves, sí. Y ya las llaves de agua también se fabricaban, todo ese trabajo se hacía. Y era muy buen señor, siempre nos daba mucho trabajo, pero pos no pasaba de lo mismo y de lo mismo y ya pues ya cambié, digamos, me llevaron a otro trabajo, por lo mismo, ya me ganaba otro poquito más, pero pues andaba yo así y así, tantito para allá y tantito para acá porque ya últimamente llegó el caso que metía machetero donde este, acarreabas materiales, de todo tipo de material pa construcción. Nos íbamos a las minas.
VD: ¿Por aquí también?
CF: Sí, por aquí. Sí, a las minas las íbamos a traer y ya dependen de si eran los pedidos, pos ahí entregaba. Todo eso anduve y ya últimamente pos ya este, no sé qué, a qué andaba yo por el centro, andaba por el Zócalo, pero no me acuerdo a qué, ya fue últimamente cuando conocí a un señor, no lo conocí, sino que él me habló y me dice: “Oiga”, dice, “¿usted trabaja?”. Le digo: “Sí, nomás que ahorita no tengo”. “Ah qué caray”, dice, “y quería trabajar, ¿quiere trabajar?”. “Sí”, le digo, “cómo no”. Dice: “Bueno”, dice, “entonces péreme tantito”. Entonces este señor se dedicaba a todo eso del centro, primer cuadro, se dedicaba a arreglar lo que querían, quitar los puestos, y uno que había aquí y otro por allá y así regaditos, no como ora, que querían quitarlos todos esos y ya él les andaba, pos ayudando pa que siguieran trabajando ahí. “Espéreme tantito”. “Sí”. Andaba arreglando sus cositas ahí y ya este, dice: “Súbase”, ya que terminó, “súbase”. Dice: “¿Quiere trabajar?”. Le digo: “Pos sí”, le digo. Y ya él me llevó. Pues este señor ya no me llevó a que me dieran trabajo, de que me iba en autobús al trabajo, no. Nos fuimos allá para rumbo al Ajusco, por ahí en San Andrés por ahí que lo habían invitado a una comida y todos los días lo invitaban, como era el que partía el queso por ahí, era el, era este… ¿Cómo se llama? El que sigue de un diputado, suplente.
VD: El suplente de un diputado
CF: Suplente del diputado y pues todos lo querían, ¿no?, porque les andaba haciendo los bienes. Y ya que fuimos allá, no, pos que un casamiento y que esto que el otro pos ya se hizo la fiesta y ya ahí ya en la tarde ya venía uno completos, más yo porque él no tomaba. Y copita que le servían a él, me la pasaba a mí. No, me trajo pero bien contento. Bueno, pero ya de esas cosas que hasta eso que me metieron al baño pa que se me bajara. Me metí a unos baños y medio me eché un baño y ya se me calmó. Dice: “Ahorita vengo”. Se salió y ahí me dejó. Al rato regresó, dice: “¿Cómo se siente?”. Le digo: “Pos bien”. Dice: “¿Ya puede irse?”. “Sí”, le digo, “ya”. Dice: “Bueno, nos vemos mañana. Le espero ahí en el departamento”. “Ándele pues”. Y así me anduvo trayendo en todo varios días, ¿no?, varios días. Al final de cuentas yo oí que tenía otras pláticas con otros amigos: “No”, dice, “ahorita voy a ir a Gobernación, voy a ir a Relaciones a arreglar estos papeles y esto”. Como que oí que le decían: “No”, dice, “tal día sale la gente”. Ah caray, le digo: “¿A qué se dedicará?”, yo dije. Y un día que le pregunto: “Oiga a ver, ¿pos cuál es su misión o qué es lo que anda arreglando?”. “Es que voy a mandar cuarenta y cinco fulanos”, dice, “para Estados Unidos como braceros”. “Ah caray”, le digo, “y, ¿qué se necesita?”. “¿A poco usted quiere irse?”. Le dije: “Pos sí”. Dice: “Podías ir”, dice, “¿de veras?”. Le digo: “Sí”.
VD: ¿Usted no tenía trabajo en ese momento?
CF: No, no tenía trabajo en ese momento. Bueno, pos ya le digo. Pues entonces ya me anotó, dice: “Entonces, ¿de veras quiere ir?”. “Sí”. Fue cuando me pidió el mentado este, registros de nacimiento. Dice: “Me lo trae”, dice, “lo manda a hacer o va por él”. “Ta bien”. Y entonces este, fue cuando Casas Alemán era el Regente de la ciudad y él fue a comer a su casa y yo nomás por ahí, como dice el dicho, mirando. De ahí, entonces todos estaban creo, este, pagando precisamente a los que iba llevar, lo de su pasaje, porque no les cobraron nada, nomás que cumplieran con su pasaje. Bueno, está bien y dice: “A usted no le voy a cobrar”, dice, “a usted le voy a dar el boleto”, dice. “Está bien”, pos me ayudó en esa forma. Entonces dice: “Para tal día salen”, dice, “usted sabe”, dice, “pero, ¿sí va a ir?”. “Sí”, le digo, “sí”. Me animé entonces. Fue cuando nos contrataron aquí en Irapuato.
VD: O sea que usted salió de aquí del D.F. [Distrito Federal] con los otros cuarenta y tantos, todos se fueron a Irapuato.
CF: En un autobús, sí, a dar a Irapuato, ahí era la contratación.
VD: Ese fue en el año de mil novecientos…
CF: [Mil novecientos] Cincuenta y uno, creo. Entonces ya él fue ahí y nos anduvo este, pos viendo ahí todos los pedidos de este, ¿cómo se llama?, de los que traían los americanos para acá. Porque había unos pizarrones y todo, tantos para un lado y tantos para otro y así. Y ya se metían, dice: “Hay tantos para tal parte, ¿cómo ven?”. Los que ya habían ido, pos: “No”, dice, “por allá es mal tiempo”. Mal este…
VD: No sale bien el trabajo.
CF: Pos no, como que no sale uno bien, que trabaja uno mucho y no sale con un dinero bueno. Entonces ya veía otros y dice: “Hay tantos para tal parte”, dice: “Ahí está bueno”, dice, “vámonos”. Bueno ya entraba y dice: “Traigo tantos”, ya los anotaban, bueno, pos ahí anduvo. Y desde ahí, ya al ser contratados ya nos daban este, pasaporte y a la vez este, ya nos daban otro lonchecito desde ahí ya para…
VD: ¿Desde ahí para allá ya los iban…?
CF: Sí, iban costeando los gastos los americanos.
VD: ¿En qué se fue para allá, señor Cirino en el tren?
CF: Este, de aquí, de ahí de Irapuato nos fuimos en autobús a Guadalajara y de ahí agarrábamos el tren hasta Mexicali. Era un tren, un servicio que olvídese. No, y luego a veces que no podía el tren, llevaba carga o esto y el otro. Había veces que nos dejaba a medio desierto tres, cuatro horas. “Y, ¿ahora qué?”. Ya se les enganchó la máquina. Se fue, iba a traer otra máquina para que le ayudara porque no podía, pos esa máquinas ya de esas, ahí ya de Benjamín Hill ahí en Sonora, de ahí es onde era el mal para acá. Porque para allá ya funcionaban los trenes americanos, porque era una compañía americana de ahí para allá. Pero para acá era un servicio pésimo, pero era… Le digo que una vez un concuño que fue también, este, por decirlo, se le pidió un… Más bien ya como llevan desde el pasaporte, nos subimos arriba del tren y ahí acostados que nos diera el aire. Y ya desde, ya en una de esas que viene un airecito y que le vuela el pasaporte y en el desierto. Híjole, pos ahí como quiera: “Pos bájate, está en el poste número fulano”, porque van numerados los postes, “por ahí cayó”. Pos ya tuvo que bajarse, se bajó y ahí ni modo de decirle: “Pos agarro el camión”. Pero, ¿qué camión?, puro tren. Y en las orillas iban pura terracería donde pasaba de vez en cuando un remolque, un camión de carga y pos sí. Y bueno, nos alcanzó en… Ya ni me acuerdo, mono… Esa ya ni me acuerdo cómo se llama esa ahí. Nos alcanzó en un pueblito y ya digo, el tren, no, corriendo lo alcanzaba uno, sí, sí.
VD: ¿Sí recuperó su pasaporte?
CF: Sí lo recuperó. Llegaba hasta blanco, blanco el señor solito y luego en el desierto. Afortunadamente llegó un, iba una camioneta y le dio el aventón y alcanzó el tren. Si no, pos quién sabe qué habría sido. (risas)
VD: En el desierto ahí…
CF: Sí, en el desierto, ya le digo. Y ni modo, sufría uno. Y ya de ahí ya nos fuimos. Ya llegando allá también, allá estaba Mexicali, estaba el señor este y dice: “Yo voy a pasar”. Y ya pasaban a otro lado, que es este, Caléxico. Y ya de ahí, este, se informaba cuantos había pa tal parte, según. Dijo: “Hay tantos para tal parte, ¿cómo ves?”. Dice: “Ta bien”, dice. Y ya ahí estábamos, pues ya cuando había el pedido, dice: “Órale”, dice, “vámonos para adentro”. Ahí andaba con nosotros.
VD: ¿Eso ya era de aquel lado, en Caléxico?
CF: En Caléxico, allá en…
VD: ¿Se tuvo que esperar mucho allá, señor Cirino, a que les dieran su contrato?
CF: ¿A dónde?
VD: En Caléxico.
CF: No, si nomás era el puro paso.
VD: Ya nada más para instruirlos y…
CF: Sí ya era para pasar, ya nomás… Que ahí de, por cierto, nos quedamos nomás una noche y en el transcurso de la noche pos ahí cuál hotel o casa de hospedaje, no, no que… Cualquier casa, ahora sí como dice el dicho, todo el piso era cama. Porque ya juntamos por ahí unos cartoncitos, se tendía y ahí a la intemperie, pos ahí es muy caliente. Bueno, pues ya nos levantamos a las seis de la mañana y cada quien levantaba sus cartoncitos, pero, ¿cómo te explico? Este, pensaba uno que aquí dicen que los alacranes son muy peligrosos, que pican y quién sabe qué. No, levantaba uno sus cartoncitos y un corredero de animales por aquí y por todos lados. Pero no nos asustaban, no, pero ya digo, así nos quedábamos una noche y ya la otra, pos ya la pasábamos por allá ya. Ya era más tranquilo, porque de ahí nos llevaron al trabajo, que el primer año nos quedó en…, ¿cómo se llama? Garden Grove.
VD: ¿En California?
CF: Sí.
VD: ¿Cómo dice que se llamaba?
CF: Garden Grove, es por, cerca de Santa Ana, que es un, que le decían Orange, es el…
VD: El condado.
CF: El condado, el condado. Y este, ahí estuvimos seis meses en la pisca de la naranja.
VD: ¿Los seis meses le tocó naranja?
CF: Sí, seis meses pura naranja, pura naranja. Claro que eran, pos uno como no sabía, pues la cortaba uno mal, porque hay que saberla cortar. Entonces si la arranca uno, este, no sirve. Porque como la empacan y ora si le queda un piquito así a la naranja, también no sirve porque ese piquito agujera las demás.
VD: Las otras.
CF: Sí, y tampoco no sirven. Entonces tiene uno que trabajar perfectamente bien. Bien, se rompían ajustaditas… Todavía fíjese que tengo unas tijeritas por aquí así, onde me traje…
VD: ¿Con las que cortaba por allá?
CF: Ese tiempo y todavía las conservo ahí. (risas)
VD: ¿De veras?
CF: Sí, (risas) unas tijeritas así con que agarrábamos naranjas. Pero, ya digo, ahí estuvimos en los seis meses, ya a los seis meses, hijo, me sentía pero… bueno, ya como a los dos meses, tres, como que pensaba yo en mi tierra. Digo: “Yo creo que me voy a ir”, pero no se dio con quien o por donde venirme. Porque yo decía que el sol salía por otro lado. Sí, taba desorientado completamente, ya decía: “Bueno, pos me aguanto otros días”. Y ya le decía a un compañero: “Yo, me dan ganas de irme”. Es que sentía todo muy difícil, todo raro como que ya no iba a regresar a mi tierra, bueno, una cosa… Pero ni modo, con trabajos, y ya al cabo de tres, cuatro meses ya sentía yo hasta el peso de la bolsa, tanto como está ahí y este, porque era una bolsa de esas completitas, hacía una caja de a donde llegaba uno y la vacía, hacía una caja. Y las cajas ya no me acuerdo cómo nos las pagaban, creo a $0.17 ó $0.20 centavos la caja. Y parece que pues no, en ese año no salí bueno, salí malo, ¿no? Porque todo, pos así anduve y nos venimos.
VD: Esa vez que usted se quería regresar, señor Cirino, ¿era como por cansancio físico o también por…?
CF: Las dos cosas, por las dos cosas, por las dos cosas.
VD: Ah, le daba la nostalgia.
CF: Sí, sí, de todo, de todo. Y había un fulano que, no cabe duda que luego eran los mismos mexicanos que están allá, tratan muy mal a la gente que va de aquí, y siendo como dice el dicho, sus paisanos. ¡Carambas! No, no, como raros, así, había unos que: “No”, dice, “lárguense, lárguense, al fin”, dice, “aquí me sobran”. Como decía su dicho: “Aquí me sobran… ¿Ése como va? Me sobra el que se va y sobra el que se queda”. Por ahí va la cosa, pero así andaba.
VD: ¿Era un mayordomo él?
CF: Sí, es mayordomos, los mayordomos lo trataban a uno pero bien mal y no, pos uno pos tenía que soportar tantas cosas, ¿qué se le va a hacer? Ya uno tenía que pos aguantarse, ni modo.
VD: Permítame.
(entrevista interrumpida)
CF: Ya ni me acuerdo en qué íbamos.
VD: Me decía de los mayordomos, ¿se acuerda?
CF: Ah, sí, que se comportan pero bien mal, completamente. Y me tocó en una ocasión, no ahí, en otro año, al siguiente me tocó uno americano, hijo, qué decencia tenía él para mandar, para decir las cosas, qué barbaridad.
VD: Y el paisano…
CF: No, olvídese. Y todos, todos casi casi cortado por la misma tijera. Y ya ni modo, pos uno tenía que soportar tantas cosas y ya me vine el primer año, ya digo, ya como quiera ya anduve.
VD: ¿Después de seis meses se regresó?
CF: Después de seis meses estaba aquí en diciembre, en enero, en febrero, marzo y ya le iba a decir a mi compadre, porque ese fue compadre mío, este señor, le digo: “Ya me quiero ir”. Dice: “Ya le gustó, ¿verdad?”. Le dije: “Pos creo que por allá se vive mejor”. No, y de veras que pues yo no es que los admire, pero pos como que se vive como en otro ambiente o no, no tengo yo idea. Pero tratando con gente extranjera, porque si es el vil mexicano, olvídese, esos eran los más peor. Bueno, y ya me dice: “Bueno, pos tal fecha”. Dice: “¿Tienes papeles?”. Y se va. Entonces ya me tocó en acá, en Hermosillo.
VD: ¿Entró por ahí?, ¿ahí firmó su contrato?
CF: Sí, ahí también, ahí él fue también, ahí en Hermosillo. Ahí este, ahí nos contratamos y él también fue. Él estuvo ahí y luego llevé a un fulano porque ahí le veían a uno las manos, si las tenía con callos o que no. Y un fulano que iba conmigo entró y le vieron las manos, porque era ebanista, era carpintero, dice: “No, me echaron pa fuera”.
VD: Porque no le veían mano de…
CF: Porque no le veían las manos de trabajo.
VD: Ah, y no lo aceptaron.
CF: Sí, no lo aceptaron y dice: “Bueno”, ya mi compadre me dice, “bueno”, dice, “a ver si mañana”. Al otro día volví a entrar. No, pues luego luego a examinarme. No, ahí no, dice: “Usted no pasa, usted no pasa”. Ahí jue donde nos tocó a todos, ¿no? Que ahí lo desnudaban a uno, de todo a todo.
VD: ¿Allá en Hermosillo?
CF: En Hermosillo, de todo a todo, le examinaban a uno de todo a todo, ¡qué barbaridad! Y ya pasando para el otro lado tenía uno que pasar uno por uno pisando no sé, como este, desinfectante para que no llevara uno microbios o vaya a saber, pero… Bueno, una cosa misteriosa, ¿no? Como ellos cuando vienen para acá. (risas) Bueno, fue en ese tiempo, quién sabe. Pero pues ya, llegamos. En Hermosillo también ahí nos dieron nuestro lonche y ya los estaban los autobuses, entonces ya eran americanos los autobuses. De ahí para allá ya corría de su cuenta todo.
VD: ¿Por dónde cruzó esa vez la frontera?
CF: La primer vez la cruzamos por este, Nogales, la primer vez. Y la segunda ya jue por Mexicali, todas las veces fue por Mexicali.
VD: Mexicali.
CF: Sí, todas las veces. Y ya llegando ahí, pues ya, ya hasta el trabajo. No hay que dicen que pues hay que descansar. No, si ahorita llegaba uno: “Alístense, porque ya vamos a trabajar”. Ahí no hay de que fiestas y que toda la cosa, ahí nada, pos ahí me aguanté.
VD: ¿Qué le tocó esa vez?
CF: En el segundo año me tocó también la naranja y el limón, ahí me tocaron las dos cosas.
VD: ¿En California también?
CF: También fue en Santa Paula, ahí iba donde está, creo está esto. Entonces este, ahí también duramos un contrato de cuarenta y cinco días, a los cuarenta y cinco días ya sabían o seleccionaban la gente, ¿no? El que trabajaba, el que estaba capacitado, el que no, pos ya cumplían los cuarenta y cinco días ya lo echaban para acá.
VD: ¿No le renovaban?
CF: No, no le renovaban porque pos por decirlo, era mal elemento. Inclusive a mi concuño que le dije que había perdido el pasaporte, duró nomás cuarenta y cinco días. Pero es que él tenía esa costumbre, de que era un poco flojo para el trabajo. Y luego, como le acabo de decir que cada bolsa de esas, llega uno a donde están todas las cajas, las vacía uno y hay veces que quedan, este, no al ras en las cajas que no llegan, este, un poco colmaditas. Entonces este señor, por no jalar, por no trabajar, pos ya se dedicaba a toda la línea a aquél que le sobraba tantito pa arriba, ya le quitaba dos, tres y así se iba todo el día y llenaba sus cajas. Entonces no falta que… Porque había inspectores ahí donde vigilaban el trabajo y ya lo vieron cómo trabajaba y nomás cumplió sus cuarenta y cinco días y se vino. Y hasta eso, había mandado, por decirlo, sus centavos en esa misma semana y en esa misma semana pos se iba como, pos se cumplió el contrato y a renovar. Pero a él no, no le renovaron, sino dos, él y otro los echaron para acá y sin [un] quinto. Dice: “Y, ¿ahora con qué me voy?”. Pero afortunadamente lleva parte de lo que yo mandaba para acá yo me guardaba unos $10, $20 dólares para lo que se ofreciera y ya, dice: “Bueno, pos si quieres llévate algo, yo tengo”. Pos ya fue como se vino pero, pos así pasó el tiempo y ya nosotros renovamos otro de seis meses.
VD: ¿Después de ese de cuarenta y cinco días?
CF: Sí, de esos cuarenta y cinco días, estaba seis meses y así.
VD: Ahí mismo, ¿también igual?
CF: Ahí mismo, ahí mismo, en la misma compañía. Hasta eso que después de que llegamos al limón nos metieron en la naranja y fue… Ahí sí salí bueno pa que vea. Ya agarré experiencia y ahí salí bueno porque había veces que, había unos nacionales ahí que eran dos cuadrillas; una de nosotros y otra de los de allá, radicados allá, ¿no?
VD: Ah, o sea, ¿ustedes sí tenían compañeros que eran de allá?, ¿otros trabajadores?
CF: Sí, pero era, esos son de los que viven allá, sí.
VD: Mexicanos, pero de allá.
CF: Sí, ya como nacionalizados de allá y los de nosotros no. Y luego se juntaban las dos cuadrillas y ahí andaban, veinticinco, como cincuenta fulanos ahí trabajando. Y ahí pa que vea sí salí bueno porque… El americano ese era muy buena gente y ya me decía que no trabajara tanto, le dije: “¿Por qué?”. “No”, dice, “mandar muchos dólares, muchos dólares”. Y dice… Dándome entender que si yo me moría, dice: “Allá otro goza”. (risas) Era célebre el señor ese. Y ese era el que me decía, luego decíamos cualquier cosita así que no la entendía él y ya iba, nos decía: “¿Qué querer decir esto?”.
VD: ¿Hablaba un poquito de español?
CF: Sí, un poquito español. “¿Qué querer decir esto?”. “Ah, pos es esto y lo otro”. “Ah”. Lo anotaba en su libreta. (risas) Pero sí nos trataba muy bien, nos trataba muy bien. Y ya le digo, ahí salí bueno porque de los cincuenta que éramos trabajadores yo era el que hacía más cajas. Eso sí, pos salía uno pero bien rendido, pero, y bien trabajado, ¿no? Y sí salíamos con buenos centavos. Yo una vez nos agarramos entre uno de allá y yo. Ya llegando las doce se pierde el trabajo, pero hay que ir a comer, dando las doce silbaba el pito y ya a comer todo mundo.
VD: ¿Les llevaban al campo su comida?
CF: No, ahí, sí, al campo llevamos nuestros taquitos. Desde esa época le digo que fueron cuatro, cinco años que estuve comiendo puros taquitos pero de carne de caballo.
VD: ¿Carne de caballo les daban?
CF: Sí, eso es lo que nos daban a nosotros. Y pos ya nosotros estábamos acostumbrados. Ya muchos que no les gustaba: “A ver tráelos”, uno se lo comía. Pero sí, sí es sabrosa la carne; bueno, nosotros nos acostumbramos. Y ya este, pues en todo eso ya después pues nos hacían la cuenta ya en la tarde. “No, pos, ¿quién sacó más cajas?”. “Pos fulano”. Bueno, me saqué el primer número yo ahí y ya digo, nos dimos un agarrón entre aquél y yo que si lo armo. “Ora, todo mundo a comer”. Nosotros no hicimos caso. Él arriba del árbol y yo también. Así es de que yo agarré de vez en cuando más… Le metía la tijera a la naranja y me la chupaba y vamos, y así estuvimos. Al día siguiente este, pues ya que el otro no fue. ¡Ah caray! Pero todavía le gané como con cuatro o cinco cajas de más. Bueno, ya este, no fue. Y ya me sale por ahí el mayordomo y dice: “¿Tú no vas a la clínica?”. “No”, le digo, “¿para qué?”. Dice: “Para que te dé unas vitaminas o esto o el otro”. “No”, le digo, “si no me duele nada”. Dice: “Pos aquél allá está”. “¿Cómo que allá está?”. “Sí”, dice, “allá se fue a la clínica”. “Bueno, vamos”. Allá nos encontramos, no nos hablábamos, ¿no?, pero ya nos conocíamos de vista. Y ya este, pues fíjese que se enfermó de…
VD: Por estar echando competencias con usted.
CF: Sí, se enfermó de los pulmones, eso me dijo el mayordomo, dice: “Ay”, dice, “pues cuídate”, dice, “porque no te vaya a pasar como aquél”. Y ya no fue a trabajar, quién sabe qué sería de él. Pero ya nosotros cumplimos, nos venimos y ya fue el segundo año y ya en el tercero ya este, fuimos a dar cerquita de onde estuvimos el primer año, en el mismo condado.
VD: ¿También allá en California?
CF: Sí, en California y ahí era Anaheim se llamaba el pueblito, ahí radicábamos seiscientos fulanos.
VD: ¿Todos braceros mexicanos?
CF: Todos los braceros, todos braceros. Y ahí estuvimos este, en lo mismo, el mismo trabajo. Pero ya el mayordomo era de por aquí, de Durango y me quería mucho y ya cuando supo que había gente que había llegado ahí; porque él iba también por gente, y ya preguntó por mí, ya le dieron razón que sí yo andaba ahí. Trabajé nomás una semana con mayordomo en otro lado.
VD: Y, ¿se lo jaló después?
CF: Y que me entrevistó, dice: “Te ando buscando”, dice: “¿Para qué me quiere?”. “No”, dice, “ya te vi, ahora te vas conmigo”. Le digo: “Y, ¿cómo me voy a ir si ya me tienen acá?”. “No”, dice, “yo voy a arreglar”, dice. Y ya a la siguiente semana ya me llevó allá con él. Muy buena gente también, porque, luego había veces que: “Ven”. Le gustaba mucho la tomada, ¿no? Llevaba su, que anteriormente le decían el wine, allá el vino más corriente. Bueno, lo llevé y pues ya este, pues yo le agarré la onda y le compraba una botellita y un cuarto que valía $0.30 centavos. “Órale mayordomo”. “Ay”, dice, “ya me trajiste mi trago”. Con el fin de que me pasara todo lo que yo hacía, ¿no? Dice: “Ándale”, dice, “está bien”, dice. Y el día sábado, no, el día sábado nos pasaba al pueblo ahí a ese mentado Orange, ahí tenía una cantina un cuñado de él, ahí nos decía: “¿Quieren echarse un refresco?”, dice, “nomás un refresco y nos vamos porque yo tengo que rendir cuenta con ustedes”. “Sí”, pero había unos que… Tenía un compañero que era, porque ya murió, y ése era todo el tiempo flojo y era muy tomador y ya este, les daba media hora: “Ora sí, vámonos todos para el billar”. Le decía: “Mayor”, dice, “déme chance”, dice, “estar otro rato”. “No”, dice, “yo tengo que entregarte allá”, empezaba con eso. Dice: “Al fin, su cuñado”, dice, “me conoce”. “Sí, pero yo tengo el compromiso”. Ya le decía a su cuñado, dice: “Oyes”, dice, “ahí te encargo a éste”. Dice: “Cuando ya ves ese de impertinente”, dice, “mándamelo a ver cómo le hace”. “Sí”. Ya se encontraba completo. “Ahora sí te voy a mandar allá para ontas en campo fulano”. Ya a las doce, dos, tres de la mañana y al otro día se levantaba a las seis, siete, levantándonos: “Maestro, maestro”. “¿Qué te pasa?”. “Présteme un peso”. Y había, ese día que nos llevaba, rayábamos todos cada quien nuestro cheque. Dice: “Ahí les cambia mi cuñado el cheque”, dice. Pos ya del cheque ya no llevaba ni un quinto.
VD: Se lo tomó todo.
CF: Y era de quincenalmente. Cada que nos pagaban, nos daban el cheque…
VD: Se tomaba su cheque…
CF: Sí, se lo terminaba. Ay te digo, qué barbaridad. Y sí, ya le digo, un día…
VD: Usted señor Cirino, ¿no quiere?
CF: No, no, ahorita no, gracias. Ya le decía: “Oye, no la mueles. Manda centavos pa tu casa”. Le digo, nomás era su esposa. “¿Qué es eso que nomás agarres el vino y no traes ni siquiera ni un quinto?”. Dice: “Qué se fija maestro”, dice, “ahí viene el otro cheque que ni mano le he puesto”. ¡Todavía no lo trabajaba! (risas) Dice: “Ahí viene el otro cheque que ni mano le he puesto”, dice. (risas) ¡Hijo! Y así era siempre, así era siempre. Pos ya ni modo, ya era cosa de… Pos ya digo, ahí estuvimos ese año, al tercer año, al cuarto ya nos fuimos a…
VD: ¿Cuánto tiempo estuvo esa vez, señor Cirino?
CF: También seis meses
VD: Seis meses también.
CF: También seis meses, puros seis meses.
VD: Entonces, ¿eran contratos largos?
CF: Sí, largos. Y ya a donde me hicieron contrato de cuarenta y cinco días, fue en Gurland [Woodland] allá rumbo adelante a Sacramento. Allá puro tomate íbamos con un [con]trato de cuarenta y cinco días.
VD: ¿Burland[Groverland]?
CF: Gurland [Woodland]. Es creo, condado de Orolnito, por ahí va el nombre.
VD: Por Sacramento, dice…
CF: Sí, adelante de Sacramento todavía. Allá puro tomate, jitomate que le nombramos aquí, ¿no? Pero no, allá duramos cuarenta y cinco días, pero a los cuarenta y cinco días, qué barbaridad. Toda la gente no le quedaba ganas de refrendar porque era un trabajo pero de volada, más bien se juntaba pero demasiado, la gente ya no le quedaban ganas de trabajar en cuarenta y cinco días.
VD: Se les acababa la fuerza.
CF: Sí, sí una cosa, pero a mí no me tocó piscar este, el tomate. A mí me tocó estivar los trailers que hay veces que nos levantábamos a las cuatro de la mañana a ir a repartir cajas en todas las brechas pa que la gente ya llegara ya a trabajar, ya tenía las cajas regadas. A las cuatro ya había que cargar los trailers a… Pos el más chico era de ochocientas cajas. Había veces que era ahí, iban trailers de, cargaban mil, mil quinientas. No, era una soba que se lleva uno y venía uno a este, a descansar o a llegar al campo donde estábamos hasta las nueve de la noche.
VD: ¿Desde las cuatro de la mañana?
CF: Desde las cuatro. No, y era todos los días, era todos los días. No, ya pos ya todos los días acostumbrábamos bañarnos en las mañanas o en las tardes, siempre que llegábamos, pos ni ganas nos daban de bañarnos, ya nomás lo que tratábamos medio comer algo que había y a dormir. Y a otro día a la misma hora, ¡hijo!, era de todos los días, cuarenta y cinco días. No, y luego iba y luego decían, uno con otro: “Oyes, pos creo te veo que estás fumando”. “¿Cómo?, si no traigo cigarro”, pero es que ya estaba uno con urgencia(??)… (risas) Ya bien agotado completamente. Pero pos así duramos cuarenta y cinco días y nadie nos refrendaba, nadien. Decía yo… Y les ofrecían, les ofrecían a todos. Pero no, ya era uno satisfecho con esos cuarenta y cinco días. No, era una cosa pero…
VD: Y el pago, ¿qué tal le salía ahí en el tomate?
CF: Sí, sí salía porque nosotros éramos los que ganábamos más a veces que sacábamos tanto, hasta $30 dólares diarios, pero eran las sobas que llevábamos, hijo de la fregada. Pero nosotros sacábamos más sueldo y ya digo, ahí cuarenta y cinco días y nos venimos. Ya nos venimos y ya este, hasta el otro año. Ya como el último, ya me tocó que duré once meses. Pero ahí nos trataban de lo peor, hijos de la… Entonces nos tocó en el Condado de Soledad, ahí era un pueblito que se llama King City, ahí puro trabajo de la zanahoria. No, es un trabajo pero…
VD: ¿Todos los once meses fue zanahoria?
CF: Sí, nada más que estuvimos seis meses allá y como tres meses, cuando ya se terminó allá y hay poco trabajo allá más al norte, nos trajeron acá en el Valle Imperial, ahí por donde vive este, Ventura.
VD: Por Coachella.
CF: Ándele, por ahí andábamos. Y también al mismo trabajo, pura zanahoria. Hijo de la… Era un trabajo y ya le digo que ahí nos trataban de lo peor, de lo peor. Había un mayordomo que nos trataba, ¡híjole!, medio como animales, hijo de la fregada. Yo sí les aguantaba un mes a lo más, o al primer cheque que recibía. Digo, yo sí les echo la bronca, le digo, si me dicen: “¿Te mando para México?”. “Me mandan para mi tierra”, le digo. Porque luego a veces me amenazaban: “Te vamos a mandar pa México”. Le digo: “Qué bueno”, le digo, “si me mandaran a Corea, a lo mejor sí protestaba”, le digo. Entonces cuando estaba la guerra allá. “No”, le digo, “me mandan pa mi tierra” le digo, “¿pos qué tiene?”. Y yo sí me les oponía a los mayordomos y a los que checaban el trabajo. Hay veces que nos robaban la, porque se trabaja por docenas de zanahoria, nos robaban las docenas, no nos las robaban, sino que nos las quitaban en la cuenta que nosotros teníamos.
VD: No le anotaban.
CF: Y esas cuatro o cinco docenas que nos quitaban se las agregaban a, pos serían sus esposas, no sé, porque ahí andaban también mujeres trabajando y se las agregaban a ellas. Entonces no, y el que le caía mal, este, andaban entrando y unas tijeras así y las tenía uno que envolver con puro alambrito de ese forrado pa que no se molestaran, bueno. Y nomás no le caía bien y tenía su pila ya para recibir otro tramo más adelante. No, pos ahí empezaban a revisar, porque había por docenas y de un solo tamaño, de un mismo grueso y todo, todo bien seleccionado. Y una que encontraran de esta forma, esta otra, no. Él luego luego no se fijaba en eso, se fijaba en todo, el que abre la tijera y todo y todo ¡hijo! Y de vuelta a volverlo a trabajar.
VD: Volver a hacer sus paquetitos…
CF: De vuelta. Hijo de su… Pero sí, nos trataban a uno pero bien mal y un fulano que, pos puras majaderías: “Ora tú esto, tú el otro”.
VD: ¿También mexicano?
CF: También mexicano, ya ni me acuerdo cómo se llamaba ese fulano, no. Ahí me accidenté por el, ya ve que uno se avoraza a veces por, ve uno un tramito que se ve que está bueno el trabajo ahí y se quiere uno aplastar y no. Maquinita va señalando: “Tú, tú y tú”, ya ni modo. Entonces uno por agenciar el trabajo, uno me avienta y me avienta contra los arados y me fracturé una costilla, ahí estuve como dos veces incapacitado.
VD: Oh.
CF: Me pagaba el seguro pero muy poco.
VD: ¿Lo atendieron allá?
CF: Sí, allá y pos allá no es como aquí que dicen que vaya con un curandero y que esto y que el otro. No, a base de inyecciones me aliviaron y jamás me volvió a doler. Muy bien, este…
VD: ¿Como cuánto tiempo estuvo de incapacidad?
CF: Dos meses.
VD: Dos meses.
CF: Dos meses. Pero ya a los dos meses pos ya este, al mes, ya más o menos andaba bien. Nomás que como que ya me había gustado, ¿no? Porque yo me iba al pueblo el día de pago. Todos los que me conocían: “No ser malo, gira mi dinero”. “Sí”. Ya me daban sus cheques de pago, yo iba al banco y ya la señorita me conocía. Yo iba al banco, cambiaba el cheque de pago y me hacía uno de banco y ya se los giraba y me daba, cada quien me daba sus centavillos y luego me iba a las huertas de nuez. Ahí nomás amarran los cables de las ramas y los sacuden. Tienen unas lonas, ¿no?, pero ahí nomás juntan lo que está en la lona, ya lo que estaba de fuera de las lonas por allá pegado allá. Yo llevaba mis costalitos y me los llenaban de pura nuez y ya en la tarde llegaba toda la gente: “¿No quiere nueces?”. “Y ora tú, ¿de dónde tienes?”. “No, digo que si quieres”. “Sí”, dice. Yo se las vendía. (risas)
Sí, yo se las vendía y así andaba. Una vez llegó un fulano… Había, entonces había de esos, ¿cómo les nombraban?, judíos, que tenían tiendas de ropa en los pueblitos. Aparte tenían su troca a donde vendían ropa a toda la gente, iban a los campos a ofrecer la ropa y no, muchos compraban. Y un día me dice: “Pos, ¿qué tienes?”. Le digo: “Pos esto y el otro”. “Y, ¿cómo te sientes”. “Pos ya bien”. Dice: “Pos no es nada aquí diferente, vente vamos con él a vender ropa”. “Pos ándele”. Y ya me iba con él, ya dice: “Ponte abusado porque tus paisanos”, dice, “toy viendo aquí una cosa y ya me transaron otra”, dice. (risas)
VD: Se ponía ahí ayudarle.
CF: Pos sí, dice: “Cuídale”. Ya ahí estaba yo. Y luego a veces que no quería que fuera o no, no había mucho trabajo ahí con él. Dice: “Ahora te vas a la casa”, dice, “vas a arreglar mi jardín”. Sí, ahí andaba yo arreglando unas plantas, cortando el pasto con las maquinitas. Ahí andaba yo y me pagaba, cosa de que la compañía no sabía que yo andaba por acá.
VD: Y, ¿sí lo dejaban salir?, ¿usted se iba solo?
CF: Sí, yo me salía. No, entonces yo me salía. No había quién me dijera nada. Entonces ya cuando no, dice, tenía una tienda muy grande de ropa, dice: “Te vas a la tienda”, dice, “ahí sacudes toda la ropa y la que no te, ya este, conviene, ¿sabes?, me la apartas pa la venta”. “Sí”. Ahí llegaba, dice: “¿Cómo estamos?”. “Bien, ahí estamos”. “Toda esa ropa”, digo, “ya como que se la comió el sol”, dice, “ya no sirve. Llévatelas, llévatelas, ya la… Y me pagaba también unos centavos y uno, pos uno, es un poco miedoso, ¿no? Dice: “Mira”, dice, “si quieres, desértate”, dice, “yo te llevo allá pa Chicago”, dice, “allá te consigo trabajo y puedes estar mejor”, dice, “desiértate”. Como uno tiene miedo, dice: “No, me va a agarrar por ahí La Migra”. “Ya para allá no hay ni quien le ande haciendo caso a uno”. Dice: “Lo malo es aquí en las fronteras, ya para allá no”.
VD: Y, ¿no se animó?
CF: Y no me animé. Nombre, me animo y quizás a la mera hora hasta me hubiera casado por allá. (risas) Hijo de la… Pero ya le digo, de ahí [es]tuvimos seis meses ahí en King City. Bueno, a los seis meses dice: “Van a, ¿quién es el que quiere renovar o quiere seguirle trabajando”. Pos ya todos, fue cuando me trajeron aquí a Coachella, a Valle Imperial.
VD: ¿Ahí qué le tocó en el Valle Imperial?
CF: También.
VD: ¿Zanahoria también?
CF: Sí, también la zanahoria. También la zanahoria y este, ahí estuve también y era cuando la misma compañía, porque cuando se les acaba el trabajo allá, tienen acá y depende de, también la temperatura, el clima, ¿no? Porque este, hay un clima que se puede trabajar cuando no llueve por allá y puede trabajar, ya está todo las labores hechas, ya todo. Es cuando quieren la gente, cuando ya se acaba el trabajo, ya barbechan las tierras, ya marcharon la gente para las fronteras y ahí vienen con todo y patrones y todo, toda una mudanza. Y ahí estuvimos, el ranchito, el lugar donde nos fuimos se llamaba El Álamo, ahí estuvimos. Nombre, pos ahí era igual, era igual y ahí el que checaba el trabajo y casi casi que, pos sí, maldecía mucho a la gente un día sí me le puse. Estaba en la ventanilla porque usaban su oficina del campo, en unos como remolques. No, sí me dio bastante coraje y: “No”, le digo, “a la gente no la traten así”. Entonces aquí mi compadre ya me decía: “Cualquier anomalía que haiga”, dice, “écheme un telefonazo, mándeme un telegrama”, dice, “y yo voy a Gobernación”.
VD: Ah, ¿sí?, ¿él les decía que cualquier problema lo podían ver con él?
CF: Sí, que habláramos con él y ya este, le digo: “Pos yo voy a hablar, a reportar a este fulano”. Pos sí, lo reporté porque había, tanto en el trabajo como aquí, había cocineros que se venían pues no sé qué días, pero más se, los domingos venían a Mexicali allá a disfrutar el ambiente y ya regresaban a las dos, tres de la mañana y nosotros llegábamos, porque aquí se trabajaba por noche, nada más. Entrábamos a las cuatro de la tarde y salíamos hasta el otro día a las seis de la mañana todos los días, todos los días. Había gentes que se quedaban a dormir así en el surco, ahí en el surco se quedaban dormidas sentada. No, y venía uno todo desvelado, cansado y toda la cosa. Y luego los cocineros que no abrían el comedor porque nosotros llegábamos derechito al comedor para irse a medio dormir y no. Y no abrían, y luego no abrían y yo sí me portaba mal y hay veces que, con perdón suyo, andaba hasta pateando la puerta.
VD: Para que les abrieran.
CF: Pos sí, y no hacían caso y ya me reportaban ellos mismos. Pos cómo, a ver, considere que usté esté trabajando y me habla, directamente a comer y que los cocineros se están levantando o están desvelados, eso no te interesa. “No, que te vamos a mandar, te vamos a cambiar de aquí”. “Ta bien”, le digo. Pero ya había como unos diez allá afuera de las oficinas esperándome, ya salía, dice: “¿Qué pasó?”. “Ya me van a cambiar”. “¿Cómo que te van cambiar?”. “Sí”, le digo, “ya entregué yo mis cosas, colchón y cama y todo la cosa”. “No”, dice, “ahorita entramos”. Se metían todos. “Y ustedes muchachos, ¿qué?”. Dice: “Usted va a cambiar al número fulano”. “Sí”, dice, “porque se está portando mal”. Dice: “Pos nosotros también queremos otro cambio”. “Pero, ¿ustedes por qué? Muchachos que esto”. “No, nosotros también queremos”. “Bueno ya cálmense, ya no se vale, ya”. Siendo buen amigo y al rato otra vez y al rato otra vez.
VD: ¿Lo amenazaban que lo iban a mandar a otro lado?
CF: Sí, no, no. No le hace, ya estaba yo harto. Ya tenía los once meses, le digo: “Ya tengo ganas de irme pa mi tierra”. Ya al final de cuentas llegaba otra vez: “¿Qué pasó?”, dice. Ahí me mandaron llamar de vuelta. “No”, le digo, “pos esto y esto y esto otro” le digo, “¿pos cómo es posible? No”, dije, “no estoy de acuerdo”. “Pos ora sí te vas”. “Ni modo”, le digo, “¿qué tiene?”. Ya al último de las cosas, ya este, ya luego empezaron con que… Salí y ya estaban ahí los otros: “¿Que pasó?, ¿ora qué pasó?”. “Pos lo mismo mano, ahora ya me… Ya de plano ya estoy harto con esta gente, ya le dije que nos vamos pa México”. Dice: “También nosotros, ahorita entramos”. “Señor fulano de tal, ¿se va?”. “Sí”, dice, “ya se va”. También nosotros”. “Pero ustedes muchachos, ¿qué?, ¿por qué?”. “No, usted nomás fírmele y ya nos vamos también”. Todos se vinieron conmigo.
VD: Y, ¿eran paisanos suyos o eran de varias…?
CF: No, de varias partes, de varias partes. Nada más que allá, pos ya hacía sus amistades y como se lleva ya con uno y ya con otro y ya se conocen, bueno, varios, ¿no? Entonces ya se ve uno al otro, ¿no? Pero pos era de varias partes, de aquí de Michoacán, de Guadalajara, de allá de Hermosillo. De aquí nos juntábamos aquí como un, como había unos diez, quince de aquí de Irapuato muy buenas gentes también. “No”, dice, “lo que te pasa a ti”, dice, “nosotros también”. Me apoyaban hasta eso. Y luego como coincidencia, había una ola de… Pos éramos seiscientos que estábamos esperando para entrar al comedor, ¿no? Pero en esas cosas que no abre y ya me decían: “A ver Flores, háblales ahí”. O a veces que me decían: “Tú eres el primer lugar”. Porque estaba la cola, había que formarse. “No”, dice, “vente pa acá pa que entres nuevo y si no”, dice, “échales ganas”. Y ya llegaba y pateaba la puerta. (risas) Veía que eran. “No, pero que… “No, pero pos, ¿qué culpa tenemos nosotros? Nosotros venimos a trabajar. No venimos de estar por allá como ustedes”. Así pasaba, pero ya de ahí para acá, el último que ése no lo conté, creo fue en el mismo año, firmé un contrato de cuarenta y cinco días.
VD: ¿Antes de este de los once o después?
CF: ¿Cómo de los once?
VD: ¿Antes de los once meses?
CF: Después, ya al último, ya al último.
VD: Después. ¿Ése fue su último?
CF: Sí, ya al último de cuarenta y cinco días. Entonces ahí mismo en el Valle Imperial me tocó la pisca del chile de, no sé cómo le nombran. Es un chile así como el grandote ese que será aquí para relleno, no sé para qué lo ocupen.
VD: ¿Como poblano?
CF: Sí, pero aquél es dulce, aquél es dulce y no, pues, era con unos chinos y hasta eso nos iba bien, nos iba bien. Nada más que nos, este, nos acoplamos uno de aquí de Durango y yo. Porque ahí nos teníamos que hacer nosotros alimentos nosotros solos. Entonces él se levantaba a las cinco de la mañana, preparaba el desayuno, preparaba los tacos para uno para el otro y ya que iban a ser las seis, ya iba y me decía: “Ya va a ser hora”, dice, “levántate para que te laves y ya vamos a desayunar”. “Sí”. Eso un día, al otro día me tocaba a mí. Y sí nos turnábamos así y ya este, nos, pos nos vimos uno al otro, nos ayudábamos los dos. Un día acaba uno, otro día el otro y otro día otro y así. Y era como en agosto cuando me dice: “Fíjese que ya me mandaron una carta, pos que ya llovió”, dice, “y pos ya me voy a ir”. “¿Cómo que te vas a ir?”. “Sí”, dice, “me voy a ir a sembrar”. Hijo, como que se me cayeron las alas. Dijo: “Y, ¿ora?”. Pos ya por lo menos me aguanté ese día y al otro día llegó y le digo: “¿Qué?, ¿siempre te vas?”. “Sí”, dice, “voy a ir”. Ya como que me agarró la nostalgia y le dije: “Yo también me voy”. Ya me vine con él.
VD: ¿Se regresaron juntos?
CF: Sí, juntos.
VD: O sea, ¿ese fue su contrato que no acabó, el último?
CF: No, no lo terminé. Yo duré como quince días.
VD: Ah, pos nomás unas dos semanas y se regresó.
CF: Sí, el primer cheque que según habíamos recibido, ese día dice aquél: “¿Nos vamos?”. “Vámonos” le dije. Hasta, y ese como dice ese rato no le hice cuenta. Y no, ya… Pero sí nos iba bien ese día, en ese tiempecito de cuarenta y cinco días pa pagar de que se acababa ese trabajo lo mandan a uno a otro lado y así, ¿no? Pero ya como que no, me decepcioné ya, dije: “Ya vámonos”. Jamás volví, hasta ahí la cosa. No volví a ver más, pero esa fue mi historia de la cosa, de la ida, pero sí. Hay veces que como le digo, los mismos mexicanos tratan tan mal completamente a su propio paisano que no, olvídese. Eso es de lo peor y cuando me tocó unos cuantos días en el desahije.
VD: ¿De qué?
CF: De la lechuga, pero, ¡nombre!, es un trabajo pesadísimo. Duré una semana yo no me acuerdo, una semana, pero sí, ahí es duro. Ahí todo el día y agachado, agachado y llega uno a una orilla y ya está el mayordomo: “Órale, éntrale”. No, ni tantito agachar, enderezarse lo dejaban a uno, ¡hijo de la verde! Y nomás se quedaba uno tantito, dice: “Ándale”, dice, “ya te ganó aquél”. Y: “Ándale, que mira, vas atrás”. Hijo de tu… Pero sí de esos son pero… Ésos yo no sé porqué los ponen ahí, pero es gente que de veras no tiene conciencia. Y pues uno, como dice el dicho, atenido al trabajo, tener que soportar tantas humillaciones de todo tipo. Y pues ahora pues no sé cómo traten la gente, pero se me hace que ahora es peor. Vaya usted a saber, pero hay de todo, no crea, allá y sí, como le vuelvo a repetir, allá es bonito, digamos porque todo mundo trabaja y todo mundo tiene centavos en el banco. Pos el más pobre dice, pos nomás se, como dice el dicho, se visten los domingos, no, no les pareció de agrado ahí. Pero no, no, sí me gusta su modo de tratarles, pero con los, o sea con los, porque ni los nativos este, americanos, pos esos están como aquí en México. El extranjero que es el dueño de los capitales y el mexicano pos ahí tendrá un puesto de chile verde.
VD: A trabajar otras, nomás como empleado.
CF: Sí, empleado únicamente. Y así pasa allá, porque todos los extranjeros son de distintas naciones. Inclusive en este, en esta parte donde estuvimos eran los dueños, eran alemanes. Sí, creo eran alemanes y tenían esos ranchos, todos esos ranchos que venían a, pos a hacer cuentas o a visitar sus ranchos creo cada dos años.
VD: No los veían nunca.
CF: Claro, tenían aquí sus gentes que vigilaran todos sus intereses, pero nos decían y no, este: “Los verdaderos dueños son fulanos de, ahí vienen a dos años”. Y así, como le digo, son puros extranjeros, chinos, japoneses, italianos, franceses, de todo hay ahí.
VD: Y, ¿ustedes siempre trataban con el mayordomo?
CF: Sí, nada más con el mayordomo y uno que otro, ése donde le digo que anduvimos ahí y era el único que era americano. Y ése nos trataba pero pos no digo bien, pero tampoco mal, se comportaba.
VD: ¿Menos peor que los otros?
CF: No, olvídese. Los otros son pero… todos, todos. Pero el mexicano es el peor de la vida.
VD: ¿Nunca tuvo un pleito con ellos, señor Cirino, con los mayordomos?
CF: No, no. Le digo que por eso aquí en Coachella es, cuando se estaba en sus, este, en su oficina reportando todo lo que uno había hecho de trabajo y uno alegaba sus trabajos lo que habían… “No, yo tengo tantas docenas y esto, ¿no?”. “No”, dice, “aquí aparece nomás fulano”. Y sí me dio coraje. Me acerqué y lo agarré de la cabeza y lo voltié pa abajo, lo… Hasta la policía llegó. Pero a mí, a nosotros no nos podían hacer nada.
VD: No, ¿ni se los llevaron?
CF: No, no hay más de reportarlo y lo único que podían hacer, mandarlo para México, hasta ahí. Y ellos sí, porque si se oponen con uno, les quitan hasta el trabajo y uno no, dice: “Bueno, pos no hay más de que me eche para México y ya”. Pero de ahí no pasaba y sí, siempre, como digo, sí me les oponía porque no. Llevábamos como le vuelvo a decir y el primer cheque que yo recibía: “Ora sí”, ya como dice el dicho, puedo aliar. Ya aquí me dicen: “No, no aquí es tanto”. Y ya este, digo: “Si me corren ya llevo con qué pagar, con qué irme”, le digo. Y ya hacía como, a veces le mandaba decir a mi compadre: “Compadre, a ver, ¿ahí en ése qué incide?”. Nos daban tan mal de comer que yo cuando estuve enfermo ahí, yo veía, yo me levantaba a las, pos ya a las ocho de la mañana porque toda la gente se levantaba a las seis y se iba a trabajar. Yo me quedaba, a las ocho me bañaba, me iba a la cocina, yo mismo me servía y había los cacerones así de puras comidas, bueno, de pollo, de carne, de toda la cosa, pero eso no le daban a la gente.
VD: Ah, ¿no?
CF: Pura verdura, pura lechuga y zanahoria y no, otras cositas. Pero ya decía: “No, ¿pos cómo? Ya le decía a los… “Bueno, y por qué, ¿para qué quieren esa comida?”. “No”, dice, “es para nosotros”. “¿Pero tanta comida?”. Pues así se la llevaban y ya este, pos sí me daba coraje. Le digo: “Fíjese que en tal parte”, onde estábamos, le digo. “Total, no hay manera de comer”, le digo, “porque esto y el otro”. No, sí, él mismo ya recibía el reporte y se iba a Gobernación, al otro le lleva hasta el reporte allá.
VD: Y, ¿les ayudaba en algo, señor Cirino, mejoraban las condiciones?
CF: Sí, porque ya llegaba y gritando allá el mayordomo: “¿Quién es ese fulano que reportó y que esto y que el otro?”. Quién sabe quién sería, pero pos este, sí. Y ya el otro día, no pos ya todos ahí con su taco de pollo, de caldo, de carnes y toda la cosa. Sí nos valía este señor, pero como le digo, no en todas partes porque nosotros pos porque, gracias a este señor, pero comprendo que es… No toda la gente y eran miles de gentes en ese tiempo.
VD: Claro.
CF: Eran miles y unos de un lado y otros de otro, no…
VD: Muchos campos.
CF: Sí, muchos campos a donde perecían de todas maneras. Tanto de trabajo, porque hay veces que nada más le sacaban a uno a trabajar, casi casi que nomás para abonar la comida.
VD: Y no les quedaba nada.
CF: Y ya no nos quedaba nada. Entonces protestaba la gente y pos, ¿qué hacía?, nada. Iban al cónsul, pero el cónsul pos como por decir el cónsul, pos…
VD: Nunca les hizo caso.
CF: Era la misma, porque él estaba… Si usted quiere, comía uno de ellos. Así es de que, no, pos no. Y nosotros lo que nos valía este señor.
VD: Con él.
CF: Sí, ése nos ayudó de mucho, en mucho y me daba cierta cantidad cuando se iban, después yo era el que dirigía a los cincuenta que íbamos pa allá. “Y se va, se lleva tantos fulanos”. Ya me daba la lista. “Sí”, dice, “y al que le falte dinero, le da a uno cierta cantidad. Al que le falte dinero”, dice, “déle dinero pa que llegue”. Hasta eso que se portó bien este señor.
VD: ¿Ustedes le tenían que pagar a él?
CF: No, era para sus pasajes. Él reunía el dinero para arreglar con lo del autobús y él pagaba el autobús y ya era para el, puros gastos.
VD: ¿A ustedes no les pedían nada?
CF: No, a nosotros no nos pedían ni quinto y a mí como le digo, a mí me ayudaba de cierta forma que me decía: “No, no me de para el boleto”. Y últimamente este, pues nos hicimos de compadres y cada año, no, lleva a todos mis hijos en la Navidad y en la Noche Buena, nombre un, bastos para todo.
VD: ¿Todavía vive él?
CF: No, ya no. Vive su hermano que también anduvo allá conmigo, pero ya está grande, ya tiene noventa y tantos años. Y este, me invitaba, dice: “Se vienen pa la Noche Buena”. “Sí”, pero era tan abasto que tenía tupida así de puros costales de esos grandotes, así de pura surto, de una cosa y ahí de otra, y ya me decía: “Usted”, dice. Ya ponía cada costal un fulano, para que pase la gente. “¡Agárrala mano, órale!”. Se trae unos costales, no, sí era bastante. Y ya de su hermano me decía, dice: “¿Alcanzó merienda?”. “No, pos ya mi familia me vio, lleva lo suyo”. “Véngase”. Nombre, me traía un costal de esos que ahora se usan lleno de pura fruta, le digo que se pudría a veces. Pero sí, sí, y hacía sus grandes fiestas ahí…
VD: Y los invitaba…
CF: Sí, sus nacimientos. Ponía sus animalitos, ponía borregos, un becerrito, pero vivo, por decirlo, sincero, ¿no? Lo hacía muy bien ahí y cada año, cada año, dice: “No me vaya a quedar mal”. “No”, le digo. Y siempre que me… Ahora ya después ya no, ya ni me invitaba al trabajo, sino que me decía, ya me decía: “Cuándo, ¿cuándo viene?”. “A ver, el día que me diga”. “Pos tal día”. Pero ya nomás por ir a, porque tenía muchas amistades para irse allá a las fiestas o a donde lo invitaban porque ya era una cosa, pero olvídese, no…
VD: O sea que él a ustedes les ayudó mucho allá entonces.
CF: Sí, allá y aquí.
VD: Bueno y después aquí, oiga señor Cirino, y usted se acuerda allá, pues en los diferentes campos que estuvo, ¿cuáles eran las quejas más frecuentes que había?, ¿de qué se quejaba la gente?
CF: Pos como le digo de que había muy mala atención. Por decirlo, este, en el primero en el trabajo que no les daban el trabajo suficiente para ganarse un centavo, ¿no? Porque había veces que nomás sacaba la gente una hora, dos horas. Nomás para que le abonaran la comida y ya eso era todo. Hasta mañana, si hay trabajo y si no, pos hay que aguantarse. Había lugares a donde llegaba uno a las seis de la mañana y a las ocho y media: “Vámonos”, porque ya no había trabajo. En primera, por el clima, porque hacía bastante calor y en seguida porque no había trabajo ya que a veces ni el, ni los alimentos abonábamos.
VD: No le salía nada.
CF: No le salía nada, nada, nada. Ni con qué, ni con cómo moverse. Había ya, al último de los meses que era como por diciembre, ya había bastante trabajo pero ya estaba toda la gente agotada, ya no podía trabajar. Por todas formas y pos como le digo, en la que le daban que querían dar vida, le daba, el que no… No, no, era una cosa pero espantosa porque trataban mal a la gente y dice: “Al fin”, dice, “tantos que se van y tantos que vienen, ni hacen falta”, dice.
VD: ¿Sentían que tenían gente de sobra?
CF: Sí, de sobra. Y pues uno, pos qué quería que dijera. Nada, nada, porque nomás respondía uno tantito y dice: “A ver, ven para acá”. Y ya arreglaban de la patada.
VD: Y los corrían.
CF: Sí, era cosas, pero olvídese. Había veces que de veras que sí daban, no sé, uno mismo sentía lastimado, o lástima, o no sé, pero desgraciadamente pos uno va todo a todo, hasta morirse ahí. Ya si le toca, pos ya qué remedio.
VD: Y la comida, también me decía que…
CF: Sí también la comida y ahí la comida, bueno, aquí en los primeros… Ahí sí atendían más o menos un poco regular, pero pues también les fallaba, ¿no? Porque ahí no, no digamos este, que dieran bastante comida. Ahí nomás arreglando lo que… Ahí la comida de por sí, la comida es muy ligera allá, este, al ratito ya tiene uno hambre de vuelta.
VD: ¿No les era suficiente?
CF: No. Y así aunque quiera, nomás. Pos ya no hay, ya no puede uno repentirse. Ahí en esa cocina entraba uno al comedor y veía uno que: “No gritar”, porque toda la gente callada. Ahí si le hace falta este, pos café o leche o agua, tiene uno que levantar el envase o el paquete de pan. Nomás lo levantaba uno y ya los cocineros ya sabían qué es lo que iba a necesitar. Entonces pos ya, pos por esa parte pos sí, pero había gente que la iban a sacar a uno y ya había gente que se emborrachaban los sábados o los domingos… Como acostumbra aquí la gente que al día luego no quiere ir a trabajar o no va. No, y ahí no, ahí todo mundo a trabajar. Que amaneció enfermo, que esto que el otro. La misma Policía lo iba a sacar.
VD: Otra vez.
CF: Sí, lo iba sacar. “Tú, ¿dónde trabajas?”. “Pos tal parte”. “Ándale, súbete”. Ya lo llevaba al plan de trabajo. “¿Por qué no viniste?”. “No, pos tábamos esperando”. “Órale, a trabajar”. Pero no, ahí no, que en la calle que lo vean en la semana la patrulla que: “Tú, ¿dónde trabajas?”. “No, que no fui porque… “Súbete”, y: “Órale”.
VD: Ah, ¿se los llevaban?
CF: Sí, se los llevaban pero a trabajar a donde pertenecían.
VD: ¿No podían entonces, si se sentían mal, quedarse un día?
CF: No, no podían o no tenían que salir de su casa, en una palabra. Pero si salía tantito a la calle, no, olvídese. La misma patrulla: “Súbete y ándale”, lo llevaban al trabajo. Pero pos había veces que, pos digamos era el bien para uno, ¿no? Pero pos muchas veces hasta eso que la patrulla no se comportaba mal con nosotros.
VD: Nada más se los llevaba…
CF: Sí, nada más los iba a entregar a su compañía del trabajo, y ahí les diera el trabajo. Pero no se portaba mal, al contrario, lo cuidaban a uno a veces. Sí hay veces que por decir en las pulquerías o en las cantinas, ya ve que una cantina mexicana, un gritadero de gente adentro y el aparato que retumbaba y no, y la policía nomás andaba pa allá y pa acá a la puerta y pa allá y pa acá. Porque ahí sí, porque como dicen, el mexicano broncudo ya empieza y es pleitos y ya pos ya este, se apaciguaba. Lo que no tienen los americanos, porque los americanos entran en una cantina todos pacíficos, platicando así en la mesa. Tienen unos aparatitos así como, como tocadiscos, si quiere oír alguna melodía, le echa su veinte, su diez, que ya ni me acuerdo. Si está tocando música usted la estaba oyendo, usted también tiene el suyo. Y platicando, echándose una copa si quiere, pero nada de que grite pa allá y grite pa allá y que… No, muy tranquilos esos, todos son así. Pero nomás va con el mexicano (risas) olvídese de las cosas, es muy terrible. Y ya digo, pos hay partes que nos tocaba partes buenas y partes malas. De todo había, el que más o menos, nosotros nos controlábamos por este señor. Pero pos vaya usted a saber de la mayor parte de gente, sufrían tanto que nosotros nos, no se imagina…
VD: Y los lugares donde vivían, señor Cirino, las barracas o los lugares donde dormían, ¿cómo estaban?
CF: Pues eran unas casas de campaña de lona, así nomás con su puertita también en la misma lona y eran para cuatro personas, ahí vivían cuatro. Y enseguida otros cuatro y así, se llevan a un campo grande a donde se acoplaban seiscientos fulanos ahí.
VD: Y, ¿eran lugares cómodos?
CF: Pos sí, más o menos, porque no tenía uno, por ejemplo, pos otra cosa qué hacer más estar un ratito adentro y luego en el tiempo de calor pos salía uno ahí porque calienta mucho todo eso. Ya se salía uno debajo del árbol o salía uno a cualquier pueblito que había cerca. “Vamos a darnos un… “Pos vamos”. Pero ya los días domingos, no, los días domingos la gente, nomás como dice el dicho, viéndose uno al otro.
VD: ¿El domingo era el único día que descansaban?
CF: El domingo.
VD: Y, ¿qué hacía usted?, ¿qué acostumbraba hacer?
CF: No, pos nada, nos íbamos como ahorita salieron estos, nos íbamos a dar la vuelta, que vamos al cine, eso es todo.
VD: ¿A ver películas mexicanas?
CF: Sí, mexicanas, puras mexicanas. Allá donde, me acuerdo de Miguel Aceves Mejía, que entonces lo vimos en persona. No me acuerdo con quién otro y: “Pos que va a venir fulano”. “Pos vamos, nos vamos”. Y ahí estamos los domingos únicamente para eso dejábamos el lugar. Ya llegamos, pos eran domingos porque daban de comer en los comedores, le descontaban a uno $0.75 centavos. Bueno: “Que ora no vamos a comer en el comedor”. “Bueno”. Se reportaba uno el día sábado: “No voy a comer mañana”. Ya uno iba a la marqueta, que se nombran allá, que son tiendas aquí. Ya compraba uno lo que uno quería, carne o enlatada, casi más carne. Y ya compraba uno una cazuela y ya se iban por allá bajo de los árboles, nos juntábamos tres, cuatro. “Ahora vamos a comer a nuestro modo”. Ya nos íbamos por allá, nos llevábamos ahí unas dos, tres cervezas cada uno. Y ya ahí estábamos pasando el rato, todo el medio día. Había veces que nos juntábamos con unos, que les decían alambres.
VD: ¿De los que se habían ido sin papeles?
CF: Sin papeles. Pero esos tenían su alojamiento en otros lados, ¿no? Nomás que de la misma corporación se juntaba uno y ya este, ya nos hacíamos amigos y ya nos decían: “Los espero tal día”. Nos invitaba a su casita y ya este, estábamos ahí un rato con él y ya mandaban traer unas cervezas, nos las tomábamos, pasábamos un rato jugando ahí, estábamos ahí, ya en la tarde nos veníamos y fue cuando decidí (estornudo) ¡salud!
VD: Gracias.
CF: Cuando salió, que decía el mayordomo. Andaba la, este, la Policía así sobre de ellos, La Migración. Andaba y decían y se pasa como el dicho que dice que una vez llega La Inmigración y le dice al fulano: “Oh, papers, papers”, le decía que le diera los papeles. Y ya los otros se habían ido a esconder por ahí a los árboles, dice: “Papers”. “Te hablan Pepe”, dice, “ya te vieron”, dice. (risas) “Ya te vieron, vente, vente”. (risas) ¡Hijo!, pos lo entregó.
VD: Y, ¿se lo llevaron?
CF: Sí, se lo llevaron. Dice: “Ah, otro más”. “Pepe, pos ya te vieron”, él decía que le pedían los papeles, dice: “Pepe, Pepe ya te vieron”, dice, “vente más”. Ya el otro pos tenía que venirse, ¿no?, ya lo agarraron. Y ya empieza, el inmigrante le dice dándole entender que le decía: “Oh, ¿no más?”, que si ya no había más y ya el otro le dice: “Tomás, ya te vieron”, le dice, “vente”.
VD: ¡NO! (risas)
CF: Y ese es el relajo que… Y así pasaba con ellos, pero no por eso los agarraban. Por ejemplo, un día cualquiera de la semana, a la siguiente semana ya estaban allá de vuelta.
VD: ¿Se volvían a meter?
CF: Se volvían a meter. No, ya tanta delicadeza tocante a la mentira, ya sabían el camino, pos ya. No, tenían ahí sus ahorros allá, tenían su casita donde se quedaban, sus cosas. No, a los ocho días ya estaban ahí, ya andaban ahí. “Ya regresastes”. “Sí”, dice. No, Sí, había veces que sí legalmente unos ahorraban mucho. Porque yo conocí a un fulano que le decía: “Hombre, ve a la marqueta y cómprate algo de comida”. “No”, dice, “si hago un paquetito de pan Bimbo”. Y le da una mordida de pan y una naranja da otra mordida y esos son sus alimentos, eso comían nada más.
VD: Ah caray.
CF: Sí, pero como dice el dicho, pero para hacer centavos. Pero, sí a veces nos juntábamos unos con los otros, dice: “Y, ¿el mayordomo?”. Y a nosotros también que nos, no nos quitaban, con que anduvieran trabajando ahí. Pero había veces que luego decían: “No”, dice, “que te pueden reportar para que venga La Migra por ti”. Pos sí lo hacían, pero pos a gente inhumana, pos, ¿qué le quitaba con que anduviera ahí trabajando? Pero sí había, hay de todo, ¿no? Entre uno mismo hay de todo. Unos no pueden ver, otros no pueden ver y así es la cosa. Pero, ¿ya qué se le va a hacer a la vida? Ni modo, se sufre en todos sus casos.
VD: Oiga señor Cirino y en las ocasiones que ustedes salían hacia los pueblos que estaban cerca o que tenían contacto con otros trabajadores de allá, con gente de allá, ¿cómo los trataban?, ¿cómo trataban a los braceros allá?, las tiendas, los restaurantes…
CF: Pues no, no, los que nos trataban, que eran malos, eran los únicos,mayordomos, pero…
VD: ¿La gente de allá?
CF: Pero los de allá, uno que otro decían que, pues con palabras, ¿no? Qué es lo hacíamos allá, que nomás les íbamos a quitar el trabajo.
VD: Ah, ¿sí le llegaron a decir a usted?
CF: Sí, sí, llegaron a decirle. Pero pos uno como iba uno reglamentado, autorizado, que digan lo que digan. Pero sí, sí protestaron esas gentes porque decían que el trabajo era de ellos, no de nosotros.
VD: Y, ¿se lo decían?, como diríamos los mexicanos nacidos allá o norteamericanos.
CF: Sí, no.
VD: ¿Mexicanos de allá?
CF: Los mexicanos.
VD: ¿Con ellos nunca tuvo alguna dificultad, en una…?
CF: No, hasta eso que ninguno, con ninguno de ellos no tuve ningún problema. Nomás como le digo, nos trataban mal y no, era una cosa que nos íbamos a veces que como digo, los domingos nos íbamos a donde estábamos en Los Ángeles o ahí en estas partes que le acabo de nombrar, este, ahí cerca de Santa Ana o nos íbamos, nos íbamos, íbamos a este, a Los Ángeles. “Pos vamos”. Ahí queda cerquita la playa esta, ¿cómo se llama? Long Beach y nos íbamos allá, pagábamos $2 pesos porque en la tarde nos salvara porque daba uno la vuelta por allá de a tiro vaya uno a saber dónde llueva. Pero durábamos creo una hora para regresar. Ya nos bajábamos, pasábamos ahí, ya vamos a comer y comíamos por ahí mismo y ya nos regresábamos en la tarde. Es que cuando estuvimos aquí la primer vez compramos una, entre cuatro, cinco compramos una carcachita que nos costó $30 dólares.
VD: Ah, ¿sí?
CF: Sí.
VD: Y, ¿la tenían ahí en el rancho?
CF: Sí, ahí estaba ahí con nosotros y era para los sábados y los domingos. Pero parecía matraca, traía trac trac. Y ahí andaba, ahí andaba. “Vámonos ahora”. “¿A dónde vamos?” “No, pos a tal parte”. “Sí, vamos”. Y ahí nos íbamos.
VD: ¿Qué le hicieron al final a ese coche?
CF: No, olvídese. Cuando llegan los dueños. “Ya nos vamos a ir”. “Sí, ya”. “Y, ¿ahora la…?”. “No, pos ya, a ver qué le vamos a hacer”. No, un día antes, como allá, quién sabe ora. Anteriormente pos no, no llegaban, no llevaban al… Pos un coche o lo que fuera, a un taller pa que lo arreglaran, lo modificaran, no. Ahí lo que hacían era pues ir a algún, a alguna parte ya fuera del pueblito, ahí unos barrancos, ahí nomás lo echaron pa abajo.
VD: ¡Ay! (risas)
CF: Sí, ahí, así lo hicimos nosotros, llegamos ahí con él, lo paramos ahí en la orilla y nomás lo aventamos. Y ahí se quedó los $30 pesos. Sí, pos hasta eso que ahí no acostumbraba que: “Vamos a llevarlo al taller. Lo voy a vender”. ¿Quién te compra eso?
VD: Nada, ya lo fueron desechar.
CF: Sí, ahí es costumbre, quién sabe ora si ya este, ya junten todo eso. Pero anteriormente no, por donde quiera había tiradero, deshuesadero de eso, pero nadien los toca. Y esas cosas que pasa unos ratos así de, bueno. En las fronteras, y cuidado porque en las fronteras ya le veían para acá, es un delito. Qué barbaridad, más rateros que, olvídese.
VD: Para cuando regresaban con sus cosas.
CF: Sí, y deje de las cosas, lo que se interesa es los dólares. No, yo compraba un cheque de banco y este, me lo guardaba muy bien y el que quería traer dinero, pos ya era cosa de él. Una vez venía con nosotros un señor de Xochimilco, porque ahí me conocen muchos y venía ese señor y ya este, se echó la cartera en la bolsa y luego encima el pañuelo. Y en eso de que viene el tren y amontonadero de gente, tanto como va, como viene. Aventadero de velices y todo y ya este… Pos aquel señor nomás aventó el veliz, se subió y queriendo acomodar sus cosas, busca la cartera y ya no la tenía.
VD: Se la quitaron.
CF: Se la quitaron creo con $500 pesos y quién sabe cuántos dólares traía.
VD: Lo que traía de regreso.
CF: Y venía el señor, pero, bueno no quería ni comer. “Ándele véngase a comer”. Bueno, lo que había en el camino. “Ándele”. No traía ganas de comer. “Le vendo esto, le vendo el otro”, lo que le había quedado. “No”, le digo, “no”. Hasta le presté para que llevara algo para su casa. “Y después les voy pagando, ¿no?”. Pero es una cosa tan triste, hijo de la fregada, pero horrible, horrible.
VD: Tanto trabajo.
CF: Y uno pagaba sus impuestos en la aduana cuando traía uno su equipaje, sus velices y todo. Llegaba uno a la aduana y pagaba los intereses. Checaban la cosa esa, ¿verdad?, de venida. Llegando a Puerto Peñasco, ahí había un retén que había puros soldados y ahí este: “A ver”, veían los velices. “Ábranle”. “No, pos mire, yo ya pagué mis derechos”. “Usted ábrale”. “Pero mire, yo pagué mis derechos, está checado ya”. “Le estoy diciendo que abra”. Y a fuerza lo hacían que abriera, rompiera el sello. Y lo que les gustaba, se quedaban con ellos. Y uno, ¿qué hacía?
VD: Puros abusos.
CF: Pero así son todavía, creo hasta la fecha. Una vez traía un radiecito bonito, por aquí así con reloj y creo, este, no sé que combinación tenía, bonito. Se lo compré al ése que le acabo de decir, del que… Era de contrabando, que se iba de alambre. Y vio el radiecito, dice: “¿Trae la factura?”. Pos allá cuál factura, nomás un recibito y eso pues si lo compré en la casa, sino me lo vendió aquél. “No, no traigo”. “No, no pasa”, dice, “no pasa de aquí de Puerto Peñasco”. “Pero ándale”, le digo, “pos es una cosa de uso”, le digo, “¿pos cómo?”. Y: “Pos ya le digo que no pasa”. Me cobraban más de lo que me había costado. Híjole, me dio tanto berrinche. Estábamos así, nos bajamos, estábamos junto a la vía y dice: “Pos no, no pasa”. “Bueno, ni modo”, le digo. “¿Qué quiere que haga?”. Agarro los radiecitos y me arrimo al río y lo azoto en el río y le digo: “Ahí se lo dejo”. “Pero, ¿por qué?”. “Porque es mío”.
VD: Ándele.
CF: Dio la media vuelta y se fue. (risas) Híjole, pero no, ahí son terribles. Entonces era nomás unas cuantas casitas ahí en Puerto Peñasco quién sabe ahora. Creo ya creció, pero era… No, ahí había puros soldados ahí. “Pero ya viene laqueado, ya viene cerrado. Pagué mis impuestos, aquí están, mire”. “No, no estoy preguntando, te estoy diciendo que me abra eso”. Hijo de… Pero serios esos fulanos y todavía en Guadalajara todavía había, pero ya uno que otro. Pero ahí es lo más duro en Puerto Peñasco. Ay, hijo de… Es un desierto ahí que nomás hay unas cuantas casetas pero había puros soldados ahí y pos ya ni modo, ¿qué hacía uno? Y todo lo que nos gustaba: “Esto no pasa”. Pero no era tanto eso porque les gustaba. Y llega uno que decía: “Nada, nada, nada”. Es una cosa que…
VD: No qué, pues sí, los abusos de regreso de allá.
CF: No, es lo peor del…
VD: Oiga señor Cirino, yo le quería preguntar, si bueno, de la primera vez que usted se fue para allá, este, ¿qué fue lo que le animó?, ¿que no tenía usted trabajo?, o, ¿qué fue lo que le animó a irse para allá?
CF: Pues legalmente, primera no tenía trabajo yo aquí y no sé en qué condiciones estaba yo, porque como de buenas, como de buena suerte, pos me encontré este señor, ¿no? Que si no, pos me hubiera seguido mendigando, como por decirlo, ¿no? Pero pos me lo encontré, claro que pos yo tuve que estar sufriendo todavía otros cuantos días mientras me enrolaba con eso, pero al final de cuentas yo sí este, pues ya me fui como un poco desesperado porque digo, aquí no podía solventar mi problema y digo, pues a ver si por allá, o allá. Pos uno va a todo, ¿no?, porque tan puede uno ir y regresar, como no puede regresar porque hay mucha gente que se fue y no regresó. Todavía hay amigos que en esa época se fueron y ya no regresaron, ya no regresaron. Uno que otro por ahí vino, uno de por ahí de Xochimilco. Y este, nomás encontraron la señora, porque la señora tenía su negocito en el mercado y ya le pregunté: “Oiga”, le digo, “y, ¿José?”. Dice: “No, pues ya se fue pal otro lado, ya se jue definitivamente para allá”. “Y, ¿qué?, ¿qué pasó o qué?, ¿aquí ya la dejó?”. “Sí. Vino un día”, dice, “y me dijo que si me quería ir a vivir para allá y yo definitivamente le dije que no. Se despidió y ahí nos vemos”. Jamás lo volvió a ver y como esos hay muchos. Yo conozco muchos de Michoacán, sé hasta su dirección pero pos de esas cosas que pos vaya a saber, vivan o están por allá. Casi la mayor parte regresó y ya se estableció allá, en una palabra. Porque hay mucha gente, miles y miles que pos en esa época, pos tan allá todavía.
VD: ¿Lo animaba a usted más la necesidad de trabajo?
CF: Sí, del trabajo únicamente. Yo ya lo que ve, me venga en la vida, ¿no?
VD: ¿Sabía usted algo de los braceros que ya se habían ido?, ¿nada?, ¿ni tenía amigos, parientes?
CF: No, nada, nada. Nadie, nadie de mi familia había ido. Nadie, ni conocidos ni nada, no, nadie.
VD: Y su esposa, ¿qué le decía, señor Cirino?
CF: Pos nada, nada. Si ella estaba decidida a lo que yo dijera. Ya le platicaba y pos ya qué hacía y aquí con todos los chamacos. Es lo que más me preocupó, ¿ve?, porque yo cuando estuve allá, como le vuelvo a decir, hay mucha gente que se quedó allá; se casó y allá se quedó. Yo no pensé en eso, pensé únicamente por mi esposa y mis hijos. Eran ya como cinco, seis de familia y claro que ella sufría aquí, ¿no? Y cuando ya pude trabajar, pues ya no le digo que no sufría, pero ya no como anteriormente. Pero pues no, no intenté nada o me fui, digamos con esa intención de querer y bueno, ya que aquí este, no puede sobresalir un poquito adelante, pos a ver si por allá. Pero pues no digo me fue mal, digo, porque pos nos mejoramos en, pos en ciertas formas, ¿no? Ya de esas cosas que muchas veces uno reflexiona ya últimamente cuando ya el tiempo pasó. Pero pos esas cosas que uno que va a decir: “Esto va a ser todo el tiempo, esto no me va a faltar”. Y no, no, no, de eso no piensa cuando está en esos momentos, pero de todo se va en la vida, ¿no? Que quisiera uno que dijera uno: “Bueno, pos ya ahorita la hice, ya con esto”. Pero no, pos es difícil, difícil la vida. Y yo pues qué hacía en este sentido, ya. No me fui desesperado, pero sí me fui con muchas ganas de salir del ambiente, es lo único que yo decía. De lo demás, pos digo, pos si, si hubiera pensado como muchas veces tanta gente que le vuelvo a decir, pos ahí quedó ya, jamás volvieron.
VD: Claro, dejó aquí. Y de alguna forma lo que usted ganaba allá y le mandaba a su esposa, ¿les alcanzaba bien?
CF: Sí, gracias a Dios que yo calculaba, digo, más o menos este, con cuánto la hacía aquí. Y ya digo lo mío, pos allá digamos, lo guardaba y lo tenía cuando yo venía. Digo, ya, como le vuelvo a decir, yo compraba un cheque de banco en caso dado y ya venía más seguro, ¿no? Y ya este, pos ahí traía mis centavillos. Hay veces que, uno muchas veces uno es caritativo, muchas veces pues este, no piensa en lo malo. Hay veces que luego dice el dicho que nomás le ven a uno algo y ya dicen: “Pos, ¿cómo te va?, o, ¿qué estas haciendo?”. O ya le agarra uno el lado más débil para decir: “A ver qué le puedo sacar”. Y así pasaba, porque anteriormente ya cuando me visitaba una gente, me visitaba otra. Cuando vino un familiar y bueno, de todo hay. Sí, no tanto por saber, no es. Hasta por prestar lo mío yo entré a la cárcel, fíjese. Por cobrar lo mío, ¿me entiende? Entonces decía que, pos que les prestara uno, como pos dadivoso, pos uno como ha sufrido allá dice: “Pos bueno”. Pues sí, yo entré a la cárcel por cobrar.
VD: ¿Del mismo dinero que se había traído de allá? O sea que se hacía unos ahorritos y aquí se los traía.
CF: Sí.
VD: ¿Alguna vez logró comprar algo con eso, señor Cirino?
CF: Pues no, nada más por ejemplo…
VD: O que le durara un tiempo.
CF: Pos sí, cositas de, digamos para la casa, pero de ahí no. Había veces que ya este, trataba de comprar aquí, comprar allá y luego ya empezaban con que no, que iban a quitar. No, que aquí van a abrir una calle, no, había que o últimamente, el que fraccionaba aquí, el dueño del terreno me decía: “Le vendo eso”. Porque vivía en esa casa, dice: “Voy a vender”. Le digo: “¿Cuánto quiere por él?”. Entonces quería creo $6,000 pesos de aquel, en aquel tiempo. Pero: “Bueno, los voy a juntar”. Dice: “Sí”. Y ya que fuimos a ver ese señor que fraccionaba, nomás que se nos hiciera el traslado porque ya lo del terreno no se debía nada. Ya era nomás para que hiciera el traslado a mi favor y ya. “No”, dice, “que este terreno ya no vale más, ya no vale menos, ya tiene otro precio”. El departamento me asignó que ya no debe de estar ese precio. El departamento todavía no sabía si estaba fraccionado o no. Pero es lo que es, como le vuelvo a decir, lo que trataba de estafar a la gente. No, pues ya no lleva otro quinto más y en ese tiempo ni quién le dijera o pedirle: “Préstame $100 pesos”, o lo que fuera a ser. Clarito me decían: “Tú, ¿con qué me pagas?”.
VD: Y ya no lo pudo comprar.
CF: Y ya no se pudo. Ya no se pudo hacer la esa cosa. Si aquí, de aquí en adelante recién de que me vine, un compañero de trabajo me dijo: “Te vendo la mitad del terreno”. “¿Cuánto quieres por él?”. “Aquí el terreno es de quinientos y fracción de metros, te vendo la mitad”. “Sí, ¿cuánto quieres por él?”. “Dame $500 pesos”. Pero $500 pesos, ¿cuándo los iba a juntar? No había, no había. Aquí adelantito a dos calles también había vendido mi terreno a $12 pesos el metro. Y: “¿Cuánto me va a costar?”. “Pos tanto”. Eran como $12,000 pesos. “Bueno, pos de acuerdo”. Pero andaban con el, la cosa esta que iban a pasar uno acá y ahí le digo: “No, pos al rato me la van a quitar”. Y ya como digo, se pasaba el tiempo, gastaba el dinero y ni terreno ni dinero.
VD: Pues ya no pudo nada.
CF: Y así me pasaba desgraciadamente. Y así me pasé toda la vida hasta que últimamente pues ya no fue de allá, fue directamente de aquí de lo que trabajaba, pues ya ahorraba unos centavos y ya donde vivo yo ahorita, este, pagaba renta. Somos siete personas ahí, entonces de esas siete este, el dueño, más bien el heredero, o el albacea o no sé, porque la verdad, ora ya murió y quedaba su apoderado. Entonces él se intentó vender y ya les manda avisar a todos que iba a vender: “Bueno, ¿cuánto va a querer?”. “Pos tanto”. “Bueno”. Ya consultaron con el dueño y ya dijeron: “Bueno”. Pos este, ya nos entrevistamos con él y que nos lo vendiera, pero pos… Ya nos valimos de un licenciado que nos recomendaron, sí muy buena gente el señor. Y este, se empeñó en arreglar la cosa. Pedimos un crédito al Banco Rural, no, al CONAPO y ya nos hizo su préstamo el banco y le pagamos al dueño y ya quedaron las escrituras hipotecadas con el banco, pero era para veinte años. Pero ya hubo juntas entre nosotros: “No”, este, “vamos a hacer una cosa. Vamos a ahorrar todos lo más que se pueda y entre menos tiempo duremos pagando eso, es mucho mejor y sirve de que pues no nos cobran interés y todo eso”. “Bueno, pos adelante”. Creo en un par de años terminamos de pagar eso. Sí, hasta eso que pronto, entonces ya de ahí para acá pues ya ora en lo que andamos llevando, pos tratando de investigar nomás que pues desgraciadamente hay veces que las cosas le salen a uno mal. Me valí de un fulano que me iba a arreglar los papeles para una escritura individual y pues me dijo que sí, me dijo que esto, que del otro, que él arreglaba a poco, en poco tiempo y que con poco dinero y bueno. Pos le di una cierta cantidad al fulano ese. Ahorita ando con una demanda con él.
VD: Ah, qué caray.
CF: Sí, y pues así es el problema de la vida, ¿no? Pero ya gracias a Dios que…
VD: Como sea se hizo ahí de su casita.
CF: Sí, hombre, ya gracias a Dios que hoy, aunque sea chiquita pero ahí.
VD: Ahí está.
CF: Ahí está todavía. Y pues, a ver qué resulta con ese señor. Pero ya digo, yo duré como, ahí onde vivo duré como unos veinticinco, treinta años pagando renta.
VD: No, mucho tiempo.
CF: Sí.
VD: Mucho tiempo.
CF: Si ya salió esa oportunidad, bueno, pos adelante. Y hasta la fecha, ya le digo, andamos arreglando eso pero con eso de que no, no se puede, y me he presentado en las campañas de aquí de la delegación, pero pues creo cada año las hay, no me acuerdo. Pero pues, este, unos tienen más propiedad y otros tienen menos y pues que necesitaban, este, pos una cierta cantidad de metros para poder escriturar individualmente. Pero menos, no, ahorita ando tramando, porque hay un módulo donde solucionan eso, a ver si es posible, si no, pos qué vamos a hacer.
VD: Ya no…
CF: Ya no se puede más, sí, esa es la cosa.
VD: Oiga, señor Cirino y usted me decía que ya nunca, pos nunca le dio ganas de volver a ir para allá después de su último contrato. ¿Por qué ya no regresó para allá, si de todas formas había contrataciones?
CF: Sí, me dijeron como que ya no hay, como que ya me olvidé de eso, como que ya no le tomé interés. Me decían…
VD: ¿Se encontró otro trabajo aquí y ya no…?
CF: Pos fíjese que últimamente ya me dediqué a la construcción y yo hacía trabajos por mi cuenta a veces. No, a veces ya últimamente ya hacía trabajos por mi cuenta. Entonces yo teniendo, digamos ya esos trabajos por mi cuenta, pos ya más o menos me la llevaba bien y ya me olvidé de eso, me olvidé de todo eso.
VD: Ya no, no le dieron ganas de regresar, ¿no?
CF: Ya ni, como que ni pensaba yo para allá. Y no había, sino hay unos de aquí de Xochimilco que todavía siguieron yendo después, hasta el [19]60, no sé hasta cuándo fueron ellos y todavía siguieron yendo, pero…
VD: Y usted ya no siguió.
CF: En primera, enseguida, ellos, hubo muy poca comunicación con ellos. Yo no supe si ellos iban yendo todavía o no. Ya lo supe últimamente ahora que nos entrevistamos por estas juntas que ha habido. Pero pos como que no les interesa porque pues ya hay veces que les aviso. Como el día del plantón ahí en San Lázaro, les avisé y fue la única vez que fueron porque ya jamás… Y tan esperanzados yo les aviso, le digo: “Bueno, pos si no te interesa…
VD: Claro.
CF: Es cosa de ellos.
VD: Y tampoco, pues estando allá ya me decía que también en su último contrato se quiso regresar y ya no…
CF: Sí, ya voluntariamente, ya.
VD: Y después sin papeles, ¿nunca pensó en irse para allá?
CF: No, no, nunca, nunca intenté. Casi no hubo, según supe los sufrimientos que tenía uno que vive de, por decirlo, de mojado, de alambre que le nombraban.
VD: Sí.
CF: No, le digo por esto… Entonces este, fui una vez y me llevó un señor que vive por allá por Cuautepec y ya este dice: “Vamos”, dice, “yo lo llevo”. Y ahí vamos y sí pasé, pero ahí como pasa uno en vez, y luego otra y luego otra. Y luego le preguntaron unos, llené una forma y ya le preguntaron que cuántas veces había ido ahí a la embajada. “Pos no, no había venido”. “Ah bueno”. Porque hay muchos requisitos de que dicen que hasta porque no tiene uno cuenta en el banco, propiedades o esto o el otro, cuánto dinero tiene, bueno. No los, no los allenaba esos requisitos, ya dice: “Pos no”.
VD: No se la dieron.
CF: No, este, no me dieron nada. Dice: “Ahora vamos a ir, vamos a dejar a pasar unos dos, tres meses y vamos de vuelta”. Y ahí vamos de vuelta. Sí, saqué de vuelta el pasaporte y ahí vamos y ya este, pos ya lo mismo, me hicieron las preguntas, pero ya llevaba la escritura de mi casa como referencia. Bueno, pues ya preguntaron: “¿Cuántas veces ha venido?”. “No, no he venido”. Yo ya había ido una vez, ¿no? Pero yo digo, por eso le digo que allá son muy legales, no como aquí que hace una mentira y se la valen a uno y ya allá no. Entonces allá este, ahí pusieron la forma que no había ido. “Bueno, está bien”. Entonces ya pasé, me revisó mis papeles el de la ventanilla, el americano. “Ah”, dice, “estos papeles sí, muy bien”. No me dijo nada, ya me dieron mi salida y salí para donde estaba toda la gente. Yo ya estaba en los grupos a donde iban a recibir su visa. Ya estaba muy tranquilo, digo: “Ay, hasta que se me hizo ya”, y ahí estoy. Cuando sale el policía y ya pos oye, son muy altos y abusados. “¿Usted es fulano de tal?”. “Sí”. Dice: “Le hablan allá dentro”. Y ya estuvo la cosa, quién sabe qué será. Y ahí voy, ya me dice el americano: “Oh, no venir usted aquí, ¿cuántas veces?”. Pero como ya había puesto yo ahí que no, digo este: “No, no, yo no”. “Ah, ¿no ha venido alguna otra vez?”. “No, no he venido”. Yo ya había dicho que no, porque estaba ahí en el papel. Movió la cabeza y saca, da el jalón y saca el pasaporte que se le había quedado la primer vez, porque ahí los detienen, ahí están, lo saca, dice: “Y, ¿éste quién es?”. Pos, ¿ya qué le decía? “Pos sí”, le digo. Dice: “Mire”, dice, “por haber mentido”, dice, “no va”. Así de claro me dijo. “Por haber mentido”, dice, “no va”.
VD: No se la dieron entonces.
CF: Hijo, estaba yo que me lleva… Por eso creo y sí entiendo que son muy legales, que son muy legales. Si a mí de esas idas para acá me llegó un, creo un cheque de $0.20 centavos dólar. Porque allá no quedan a deber ni un quinto. No, son muy legales, por eso digo que tienen muy buenas leyes esos fulanos. Si un día cuando digo que ese mayordomo me quería mucho, que le gustaba el wine, que le nombran. En el tren bien briago, nosotros veníamos atrás, pero allá vuelan los trenes, ¿no? Pos nomás se ven que van así, no conoce ni a quién. Pero se pasó el alto el deste, el mayordomo y al ratito a media cuadra y ya está, lo llamó en la moto. Ya le empieza a decir, como siempre el mexicano siempre sale a condu… Y uno mismo tiene la culpa de que los influyentes se vuelvan corruptos. Porque uno luego luego dice: “Bueno, pos ahí te doy pal refresco”, y ya sale la cosa y así pasa con uno. Él como era mexicano y era el… “Ahí le paso pal refresco”. “Con eso que me acabas de haber dicho, te la voy a levantar”. Así dice, así derecho lo oímos, pos si estaba oyendo. Dice: “Porque a mí me paga el Gobierno pa que trabaje y por haberme dicho, ofrecerme esto… ¡pácatelas!
VD: La multa.
CF: La multa. Sí, por eso yo digo que son de veras legales esos fulanos. Y tantas cosas que hijo de la fregada, lo que no hay aquí en México, aquí lo que vale es el dinero.
VD: ¿Ese tipo de cosas le gustó de allá, le pareció…?
CF: Sí, me gustó mucho.
VD: Y, ¿qué más le gustó de por allá, señor, de la vida de allá?
CF: Pos todo. Todo muy ordenado, todo muy este… Si hasta una colilla de cigarro las andan juntando, nombre, qué barbaridad yo creo, ves tú las calles así barridas, pero ni modo, nací en México. Pero allá son mucho muy, tienen otro tratamiento, como que llevan otra vida, como que… No, no, no, es una cosa tan bonita que todo hay mucho respeto y ahí no es que uno que vaya caminando y que a media calle, no llega a la esquina cuando ya se atravesó. No, ahí tiene que llegar a la esquina para que atraviese, que haiga semáforo o no haiga, pero ahí tiene que atravesar en la esquina. Otra, por ejemplo, había carreteras que en los campos, la agricultura está todo sin árboles, sin nada, pero hay semáforos para darle un crucero, hay semáforos, que no hay ni quien, ni casa, ni nada, pero si hay semáforos el conductor tiene que pararse, aunque no venga nadie, pero si hay alto, tiene que pararse. Aunque ve pa todos lados, no hay nadie ni quien, pues tiene que pararse. Por eso digo yo que hay un respeto mucho mayor. Aquí, está con el alto y se pasa. Y sí me gustan muchas, muchas formas de, fórmulas de su vida, de cómo se tratan y son muy tratables estos, todos, pero…
VD: Y, ¿no se le antojó nunca irse para allá con su familia a radicar allá?
CF: Nunca intenté.
VD: ¿No?
CF: Nunca.
VD: ¿A pesar de que sí le había gustado?
CF: Sí, pero no, nunca intenté.
VD: Y, ¿qué fue lo que no le gustó de allá?
CF: Pos todo me gustó. Todo me gustó. Lo que no me gustó el trato que le hacen a uno, eso es lo malo, que no me gustó. En realidad tuve muchos problemas con esos señores, los mismos mexicanos se sienten pues muy grandes allá, ¿no? Quieren quedar bien con sus patrones y con uno, pues siendo de sus paisanos por decirlo, pos quedan mal con uno. Pues uno va a sufrir de todo a todo, de todo a todo y ya qué va uno a hacer. Ya, pues llega uno, con el tiempo de que… Pero no, nunca intenté, nunca como usted me dice, nunca intenté a irme para allá. Ya últimamente intenté cuando ya digo, ya se me fue el tiempo.
VD: ¿Qué tenía intención de irse a trabajar un tiempo por allá y ya no se pudo?
CF: No, ya no pude, ya no se pudo, ya no se pudo. Y ahora tengo dos nietos aquí, son hijos de ésta.
VD: ¿Están allá?
CF: Están allá. Y yo, creo una o dos ocasiones le dije a Baldomero, le dije, se localizaban por allá pero pos ellas como que tienen miedo de presentarse, que en Los Ángeles que dicen que se reúne toda la gente que es para agarrarla y echarla para acá, pero no es cierto, ¿o sí? Yo creo que no.
VD: Pues a veces hacen así esas redadas. Lo que pasa es que pues a veces las hacen en lugares así de diversiones o lugares donde se juntan muchos mexicanos. A veces hacen redadas los de La Migración.
CF: Sí, pero este, a donde hace sus juntas él, pues es muy independiente, ¿no? Yo me doy idea, no tengo idea, pero pues no, no ha habido ninguna solución de todo eso. Quién sabe qué vengan a parar los muchachos. Y este, ya está en trámite de unos papeles de una de ellas, pero pos ya tiene dos años y…
VD: Es que se lleva, mucho, mucho tiempo esos trámites.
CF: Mucho tiempo, quién sabe. Pero así es la cosa, no crea. Sí, en todo me gusta mucho, sí, por decirlo así. Nada más que ahí sí hay que trabajar, ahí no hay que decir que hasta, por ejemplo, el día de la Independencia también lo trabajan.
VD: ¿Ustedes trabajaban también?
CF: Sí, ahí no se piensa que fiestas y que santos y que la madre y que el padre. No, no, ahí todo mundo trabaja. Ahí no hay de cosas que descanso, que Semana Santa, se trabaja. No, ahí, y todo mundo trabaja, pero todo mundo está bien. Cualquiera, el más humilde tiene sus centavitos en el banco porque lo obligan también, porque es una obligación de tener sus ahorros en el banco. Claro que pos ahí nadien sufre y no es como pos aquí, usted ve una huerta de fruta y se le antoja. “Voy a comerme una, voy a cortar”, allá no. En las huertas que no están ni bardeadas ni nada y pasa uno del camino, ve los árboles cayéndose de frutas y pos no le dicen a uno nada, pero luego luego lo cataloga la gente. Pero ahí nadie le toma nada y enseguida terminan la huerta, por tal está la tienda donde compran todo su equipo. Naranja o este, manzana, todo eso, viendo que nomás salgo de la tienda y ahí está la huerta, pero no, eso no se vale. Siempre hay mucho respeto y entonces pos no. Si anteriormente le daba eso, entraba uno a las casas de ropa o a donde uno entrara, se medía uno una camisa, un pantalón o cualquier ropa, salía la gente. Pero ya últimamente ya seleccionaban, había vigilancia porque estaba acostumbrada la gente. Nomás se vestía y salía vestido. No, eso se ve muy mal y por eso libran a la gente, para que ahí le escojan y se miren. Nomás sale a la puerta y ya ahí paga y ya sale, pero no, mucha gente nomás se vestía y salía, ahí nos vemos. Y ya uno le toman a mal todo eso y esa gente no. Mucho respeto, mucha educación de todo. Pos hay de todo y no deja de no ver.
VD: Y usted señor Cirino, ya como pues, una última reflexión. Después de muchos años que estuvo por allá, en general los recuerdos que le quedan, ¿son positivos?, ¿cómo se siente de haber estado allá?
CF: Pos ilegalmente sí me sentí bien. Hasta la fecha me sentí, bueno, pos conocí algunas partes de allá y digo, pos no, no estoy arrepentido. Al contrario, me dio mucho gusto estar por allá. Pero nunca pensé, como lo dije, en radicarme allá, nunca lo pensé. Casi si legalmente lo hubiera pensado sí me hubiera ido, pero pos ya no se pudo, ya no se pudo ya.
VD: Se quedó por acá.
CF: Sí, ya pos ora menos.
VD: Y, ¿en qué trabajó cuando regresó, señor Cirino?
CF: Le digo que ya después me metí a la construcción.
VD: Ah, sí. Empezó a hacer sus trabajos por su cuenta.
CF: Primero anduve en las compañías y luego ya salí de las compañías, ya agarré trabajos por mi cuenta, ya trabajé por mi cuenta. Ya hacía cualquier contrato o verbalmente, este, pos ya ahí me la llevaba, terminaba el trabajo y pues quedaba bien. Ya dice: “Vas a hacer un trabajo con un amigo, de una amistad, de un hijo”, de lo que fuera. Ya este, pos así me iba abriendo el paso, ¿no?
VD: Se fue consiguiendo sus trabajos.
CF: Sí, así me fue, me fui, y a veces que agarraba trabajitos grandecillos.
VD: Y hasta hoy ya que se hizo de su casa y de…
CF: Pos gracias a Dios que pos ahí ya, aunque sea ahí chiquita, pero pos ya digo, ya no paso yo de ahí.
VD: Tiene su lugar.
CF: Sí, pos gracias a Dios que ya estamos bien, más tranquilos, pues digo, ya. En primera, ya nomás mi esposa y yo. Ya todos están casados, ya no, ya no tengo grande problema de que diga: “Tengo que trabajar”. No, ya no. Ya como les he dicho a mis hijos: “El día que no tenga para algo o que necesite, no es una obligación”, le digo, pero es un deber que: «¡Échenle!».” Sí, eso es lo que les he dicho. No, está bien y siempre como le digo, llegan los hijos a las hijas ya con un, llevan una cosa y llevan otra y luego pos ya dice: “Tenga, aunque sea para el pasaje si quieres irte a algún lado”. Y así me la voy llevando ahorita.
VD: Tranquilamente.
CF: Y así, gracias a Dios. Ya este, ya no nos queda otra. A ver qué, qué Dios dice.
VD: Pues señor Cirino, pues tantos recuerdos…
CF: Sí, sí.
VD: De aquellos años, pues yo le agradezco muchísimo que los haya compartido conmigo.
CF: Sí, hasta eso que…
VD: Su tiempo además, le agradezco mucho.
CF: No, al contrario, al contrario.
VD: Muchas gracias que me recibió aquí en su casa, con todos sus recuerdos de aquellos años y demás.
CF: No, pos hubo muchos, muchas cosas que, buenas y malas, como le digo, pasa sus ratos que dice uno: “Pos mejor no hubiera venido”, y pos, “¿cómo me tratas en esta forma?, y en esta otra”. Y pues no sufrimos por tocante, no sufrimos mucho por tocante a este señor, porque a mí me recomendaba, dice: “Cualquier anomalía que haiga aquí tocante a la compañía, hábleme luego luego”, dice, “y yo voy a Gobernación”, dice, “y para el día siguiente ya tiene la respuesta”.
VD: Y, ¿así fue señor?
CF: Y así era, porque ya en el campo ya con toda la gente. “Yo lo que quisiera saber quién es aquél que reportó tal parte y a tal parte”. Quién sabe quién sería. (risas) Pero sí pasaban las cosas, ¿no?, pos ya ni modo. Y pues le doy gracias a este señor que pos sí abogó mucho por nosotros y juntó mucha gente, mucha gente y venía de Morelos, de todo el estado de México, todo eso aquí.
VD: Y se los llevaba para allá.
CF: Sí, del Distrito [Federal]. No, del Distrito conozco a mucha gente, nada más que pues ya la excusa del tiempo, ya no sé ni dónde está, ni donde, si vive o no vive. Ahí en Milpalta conozco varios también, son como unos cinco, seis, o sea…
VD: ¿Con los que se hizo amistad por allá?
CF: San Gregorio, San Mateo, Milpalta este, Topilejo, no, no, todo eso. Yo conozco muchas cosas, ahora, vemos para otros lados, Toluca. Nada menos el, tiene como quince días, fui a visitar un señor aquí de Santiago Tequesquitengo. Tenía desde el, desde el [19]52 que no lo veía. (risas)
VD: Mire nada más.
CF: Sí.
VD: ¿Se reconocieron?
CF: Sí, pues ya no muy bien, pero ya ve con el simple: “¿Tú eres fulano?”. “Pos sí, y, ¿tú?”. “También”. Sí, así pasa. Y ya digo, hace tiempo del [19]52, cincuenta, cincuenta años, hijo… Parece que fueron ayer.
VD: Cualquier cantidad de años.
CF: Parece que fueron ayer, pero híjole, ¿cómo es posible? Y así pasó. Sí tengo un paisano, sí es paisano mío que desde que me vine para acá, antes, ya él se vino para México; él se había venido para acá y yo después me vine, [19]48. Pues desde entonces tenía sesenta y cuatro años que no lo veía. Y iba yo para allá pa mi tierra y preguntaba por: “Oyes, fulano de tal”. “No, no sé”. Hasta que di con el hermano y ya le digo: “Oyes, ¿tu hermano?”. “Está en México”. “Hijo, dame la dirección”. “No”, dice, “no la sé”, dice, “solamente yendo”. Dice: “Ya no me acuerdo”. “Bueno, pos consíguemela otra vez”. Y ya: “¿Qué pasó con la dirección?”. Dice: “No, no la tengo”, dice, “pero tengo el número de teléfono”. “Ah, pos échamelo”. Y ya me lo dio y fue cuando llegué y le hablé y pos ya me dice: “Pos, ¿quién habla?”. “Fulano de tal”. Hijo de la fregada y ya nos dijimos unas pocas palabras. Dice: “¿Cuándo vienes?”. Le digo: “Voy pa tal día”. Pos así, abrió la puerta y no lo conocía yo, él tampoco.
VD: Pues desde tantos años.
CF: Nomás por el simple hecho que le había dicho que iba a ir. Pero no, no nos conocíamos, qué barbaridad. Nos conocimos chavos, así, ya le digo. Él andaba de novio con una hermana de mi esposa. Pero ya hasta la señora, la que iba a ser su esposa ya murió. Y este, y hasta la fecha dice: “Si viviera tu cuñada”, dice, “yo sí la iba a visitar”, dice, “porque, no por ningún interés ya”, dice, “pero porque me cayó muy bien”, dice. No, pos desgraciadamente ya murió. Pero ya le digo, desde ese tiempo, [19]64, hijo, le digo. Qué tiempos que parece que…
VD: Y cómo pasa el tiempo.
CF: Qué barbaridad. ¿Cómo es posible?, todo ese tiempo haya tenido de no vernos y todavía, por decir, que estamos como dice el dicho, vivitos. (risas)
VD: Y pueden compartir. Pues mire, así como ahorita tantos años y todos los recuerdos que me compartió. Señor Cirino, pues muchísimas gracias.
CF: No, no, al contrario, al contrario.
Fin de la entrevista.
Interviewer
Domínguez, Violeta
Interviewee
Flores Pérez, Cirino
Location
Mexico City, México
File Name Identifier
Flores_Perez_MEX008
Citation
Domínguez, Violeta and Flores Pérez, Cirino, “Cirino Flores Pérez,” Bracero History Archive, accessed November 25, 2024, https://braceroarchive.org/es/items/show/117.