José Hernández Romero
Title
José Hernández Romero
Description
Biographical Synopsis of Interviewee: José Hernández was born on November 10, 1929, in Jalisco, México; he was the youngest of five children; his father died when he was nine years old, and he began working on a farm shortly thereafter; ironically, when he was twenty years old, he enrolled in the bracero program as a kind of dare; as a bracero he worked throughout California, picking beets, cotton, lettuce, and tomatoes; eventually, he became a supervisor and later a barber for the braceros; he ultimately emigrated to the United States and continued to work in the farming industry.
Summary of Interview: Mr. Hernández briefly recalls his childhood and adolescence; he began working on a farm when he was nine years old, and by the time he was sixteen, half of what the farm yielded was his to keep; later when he was twenty years old, a friend of his dared him to enlist in the bracero program, and he did; he went through the contracting center in Guadalajara, Jalisco, México; from there was transported by bus to Mexicali, Baja California, where he was medically examined and deloused; he was then taken to El Centro, California, and finally to Salinas, California, to work in the beet fields; when his contracts ended, he returned to México, and he went through the contracting process all over again; he went through contracting centers in Irapuato, Guanajuato, and Empalme, Sonora, México; as a bracero he worked throughout California, picking beets, cotton, lettuce, and tomatoes; eventually, he became a supervisor and later a barber for the braceros; in 1960, he returned to México to work the land he had purchased with the money he gained working as a bracero; later, with the help of his previous employer, he was able to emigrate to the United States where he continued working in the farming industry; he worked for eight years as a head foreman before returning to the fields.
Summary of Interview: Mr. Hernández briefly recalls his childhood and adolescence; he began working on a farm when he was nine years old, and by the time he was sixteen, half of what the farm yielded was his to keep; later when he was twenty years old, a friend of his dared him to enlist in the bracero program, and he did; he went through the contracting center in Guadalajara, Jalisco, México; from there was transported by bus to Mexicali, Baja California, where he was medically examined and deloused; he was then taken to El Centro, California, and finally to Salinas, California, to work in the beet fields; when his contracts ended, he returned to México, and he went through the contracting process all over again; he went through contracting centers in Irapuato, Guanajuato, and Empalme, Sonora, México; as a bracero he worked throughout California, picking beets, cotton, lettuce, and tomatoes; eventually, he became a supervisor and later a barber for the braceros; in 1960, he returned to México to work the land he had purchased with the money he gained working as a bracero; later, with the help of his previous employer, he was able to emigrate to the United States where he continued working in the farming industry; he worked for eight years as a head foreman before returning to the fields.
Creator
Velásquez, Steve
Hernández Romero, José
Date
2005-07-28
Subject
Bracero
Contributor
Cristóbal Borges
Rights
Institute of Oral History, The University of Texas at El Paso
Language
spa
title (Spanish)
José Hernández Romero
creator (Spanish)
Velásquez, Steve
contributor (Spanish)
Cristóbal A. Borges
Rights Holder
Institute of Oral History, The University of Texas at El Paso
Original Format
Mini Disc
Duration
1:07:42
Bit Rate/Frequency
24 bit
96 k
96 k
Transcription
Nombre de entrevistado: José Hernández Romero
Fecha de la entrevista: 28 de julio de 2005
Nombre del entrevistador: Steve Velasquez
This is July 28th, 2005, Bracero Oral History Project, California, National Steinbeck Center with José Hernández Romero, interviewed by Steve Velasquez, Smithsonian Institution.
SV: Señor Romero Hernández, dígame, ¿dónde y cuándo nació usted?
JH: Mire, yo nací en un rancho que se llama Los Laureles.
SV: Okay.
JH: Delegación de Pegueros, Jalisco, Municipio Tepatitlán.
SV: Los Laureles, okay.
JH: Mi fecha de nacimiento, ¿no?
SV: Sí.
JH: El día 10 de noviembre del 1929.
SV: Okay. Y hábleme de su mamá, de su papá, sus hermanos.
JH: Mi padre fue, ¿primeramente mi padre o mi madre?
SV: Primero su madre.
JH: Okay. Mi mamá se llamaba Julia Romero y mi padre se llamaba Agapito Hernández. Los dos ya no existen.
SV: Y, ¿ellos también eran del mismo pueblo?
JH: Del mismo pueblo, sí, del mismo pueblo los dos.
SV: Y, ¿qué hicieron ellos?
JH: Ellos eran campesinos, trabajaban la tierra. Mi mamá su casa, señora de hogar.
SV: Y, ¿tienes hermanos, hermanas?
JH: Tuve tres hermanas mujeres, las mayores y un hermano mayor que yo diez años y yo fui el más chico de la familia, fuimos nomás cinco.
SV: ¿Fuiste a la escuela?
JH: Yo no tuve ninguna escuela, señor, porque mi padre murió cuando yo tenía nueve años y yo tuve que mantener a mi mamá. Además vivimos en una provincia muy lejana al pueblo que, todos los hijos de los trabajadores vivimos en haciendas o granja. Sabe lo que es granja, ¿verdad?
SV: Sí.
JH: Okay. Entonces ahí van a estudiar los hijos de los ricos al pueblo, pero de los pobres no, de los rancheros trabajadores no. No tuve yo escuela, yo de lo poquito que sé, mis compañeros de braceros fueron los que me enseñaron a mí el abecedario y aquí a juntar una que otra letra para comunicarme yo con mi mamá.
SV: ¿Empezó a trabajar a los nueve años?
JH: A los nueve años.
SV: ¿Qué hiciste?
JH: Yo trabajaba en la granja, en la hacienda moliendo maíz, mazorca en un molino, con una yunta de bueyes todo el día a vuelta y vuelta, me uncían mis bueyes porque no podía echar el palo a los cuernos de los bueyes, yo estaba niño. Pero nomás me uncían mis bueyes y yo todo el día andaba con aquellos bueyes a vuelta y vuelta y molía aproximadamente cuatro litros de maíz por día en mazorca para las vacas, para los puercos, para lo de hacienda. Y así me tuvieron mis patrones hasta que tuve dieciséis años. Cuando tuve yo dieciséis años, agarré yo una yunta de bueyes y me puse a trabajar la tierra yo de por mí. Cuatro años, siendo yo todavía trabajador de la hacienda, porque la mitad de lo que yo producía iba a ser pa la hacienda y la mitad iba a ser para mí y mi madre. Seguía siendo yo un trabajador, pero ya poquito adulto, dieciséis años. Y trabajé hasta que tenía veinte años.
SV: ¿Haciendo eso?
JH: Haciendo eso, sí, el campo.
SV: Y a los veinte años…
JH: Cuando yo tenía veinte años, un amigo mío, cierto, él ya había venido dos veces a Estados Unidos. Vivíamos cerquitas de casa uno de otro, muy amigos, poquito mayor él que yo. Y en una ocasión, en un río, estando delante de las muchachas de Los Laureles, que una era mi novia, yo ya era de veinte años, dice Pedro: “José nunca va a ir a Estados Unidos porque le llora la mamá y le llora a la novia”. Delante de mis muchachas que nos estaban dando de comer, debajo de un sabino, una sombra. “No Pedro, ¿pos yo con qué voy al norte?, pos le digo, “con qué voy al norte? No seas ingrato”. “Pa que sepas que no te animas, yo te voy a regalar el pasaje, lo de los gastos, nomás pa que sepas que no te animas”. “Mira Pedro, no me lo regales, préstamelo”. Y entonces me dijo: “¿Cuánto quieres?”. “Tú ya has ido, yo no he ido, tú debes saber más que yo”. Y me dice: “Con $300 pesos tienes, pero ahí te van $400”. Sí, se me fue la sangre poquito hasta casi casi hasta los pies, porque pos yo tenía mi yunta pa trabajar, ya para sembrar. Y luego no tenía el permiso mi mamá tampoco y luego aquel dineral se me hacía mucho para mí. Yo cuándo había agarrado yo $400 pesos, señor, pos no $50 pesos en mis manos, qué esperanzas, no. Pos de allí me devuelvo para mi casa y subo a mi casa y le digo a mi mamá: “Amá, sabe que me voy a Estados Unidos”. Y: “¿Cómo que te vas a ir a Estados Unidos? ¿Cómo te vas a ir? ¿Tú con qué te vas a Estados Unidos?”. “Mire madre… Dice: “¿Qué robaste, mi hijo? ¿Qué pasó?”, me dijo asustada ella. Asustada mi madre: “¿Qué pasó contigo mijo,?”. “No, es que Pedro me avergonzó delante de las muchachas de Los Laureles y de mi novia, que ahí estaba mi novia y me dijo que no me animaba a ir a Estados Unidos porque yo le lloraba a usted y también a mi novia. Y me regaló el dinero para irme a Estados Unidos”. Y ese año había contrataciones en San Pedro, Tlaquepaque, único año.
SV: ¿San Pedro, Tlaquepaque?
JH: Tlaquepaque, pegado a Guadalajara. Ya ahora está en Guadalajara, ya ahora es Guadalajara, ¿verdad?
SV: Sí.
JH: Y en Tepatitlán había un señor que metía unas listas de braceros así a contrataciones y cobraba $100 pesos. Me vengo yo del rancho a Tepatitlán y estoy con don Jesús Reyes y le digo: “Sabe que yo quiero ir a Estados Unidos”. “Está bien, muchacho”, dice, “pero tienes que pagar $100 pesos. Mañana voy a meter una lista a las nueve de la mañana si quieres pa alistarte”. “Sí, aquí están los $100 pesos”. Ya le pagué mis $100 pesos y pa otro día a las nueve de la mañana, fuimos la primer lista que hablaron así a contrataciones pa dentro de las oficinas de contrataciones. Y me tocó a mí llegar este, venir en un camión de esos camiones internacionales, largotes por esta carretera de Sinaloa y de Sonora, que era pura terracería, pura piedra de ríos, zum, zum, así venía uno, ¿verdad? Bueno, como quiera que sea, llegué a Mexicali. Llegamos a la frontera y luego luego a un cuarto grandote que nos metieron como a cien y onde nos fumigaron con una manguera, un polvo y luego: “Báñense”. Nos bañamos, ya nos quitamos aquel polvo de esto y entonces ahora sí: “Váyanse, vayan haciendo cola para las oficinas de donde estaban las señoritas escribiendo”. Ya nosotros ya, ya vestidos, ¿verdad?, con nuestra ropa cochina pos pa que es cierto. Y salíamos de ahí, entonces aquí había un representante de los braceros que se llamaba Benigno López, que estaba en un edificio de la Main, el edificio más viejo que hay por la Main, antes era el más viejo de todos. Está en la esquina de Main y Alisal. Ése era el representante que iba a buscar su gente para Salinas, California a El Centro, California. Y ya estábamos en el campo de recepción en El Centro, California y entonces dice: “Bueno, yo necesito tanta gente, tantos trabajadores, pero tienen que conocer de lechuga, de desahije, de limpias, cómo se corta la lechuga”. Y entonces venía un primo mío que ya había estado aquí en Salinas y yo no. “Mira José, la lechuga se desahija de doce pulgadas a catorce y se desahija en esta forma y se pisca en esta otra”. Entonces no había empaque en el, pa sacar del field. Se cortaba con una banda y se echaba a los troques y los troques traían al empaque, a la lechuga, ¿verdad? Y entonces pues todo este, me preguntó el señor López y dije: “No, pos yo sé de lechuga, cómo no”. “¿Sí? Okay. Pásate pa allá”. “Ta bien”. Allí venimos a Salinas y yo contento porque venía a Estados Unidos.
SV: Con un primo.
JH: Sí, sí, con mi primo, sí, con el que ya había venido. Entonces nos tocó aquí entre medio de Castroville y Salinas, hay un camino que se llama Cooper, algo así. Allí cargaban betabel y allí estaba el campo de la compañía Homer Siffer. Y en ese campo nos tocó y como trabajé pa la compañía Homer Siffer, qué sería, unos seis meses yo creo por ahí. Y luego me pasaron a una compañía que se llamaba Henen Company también de empaque de lechuga, pero en máquina, arriba de una máquina. Y con este señor, Henen Company, fue una persona, no agraviando, pero una persona para mí era americano, pero sabía poquito español. Entonces, siempre que me ocupaba él ir trabajar a otro lado, a veces a limpiar la yarda de su casa o algo así, me decía que si quería. “Sí, señor Henen cómo no, yo voy”. Iba yo a ayudarle a su casa, me pagaba. Pero se acabó mi contrato de dieciocho meses y voy para afuera, voy para México, me echaron para afuera. Pero luego luego me contraté enseguidita en Irapuato, Guanajuato a otro contrato. Y viene dieciocho meses y me toca al algodón en el Valle Imperial, ahí vivía en El Centro yo. Y el señor Henen cuando supo que yo, bueno, no supo, yo le hablé, ellos ya estaban en el valle también para trabajo allá, ¿verdad?, y le hablo: “Señor Henen aquí estoy en el campo de gobierno, aquí en La Asociación de El Centro. Y pos ya me van a, yo creo a mandar para México, porque ya se me va a acabar mi contrato de algodón”. Y me dice: “Allí espérame, allí espérame. A la entrada de allí del campo, allí espérame”. “Okay”. Llegó el señor Henen y habló con la señorita grande de allí del corralón que era La Perla. Así le decían, La Perla. Y ya habló con La Perla y le dijo: “Sabes que este hombre no me lo mandes para México. Este hombre yo lo necesito”. Y fueron otros dieciocho meses con el Henen otra vez. Pues de tercera vez, tercer contrato, me echaron para México, me contraté y entré tercera vez en Mexicali en 1954.
SV: ¿[Mil novecientos] cincuenta y cuatro?
JH: Sí. Y me tocó a Gilroy, aquí a la pisca de tomate. Y en la pisca del tomate también era muy corto el contrato y le hablo de vuelta al Henen y ahí va por mí. No iba por mí, sino que fue con López, señor López y él se entendía también con esa parte todavía y entonces ya dijo: “El día que te entreguen, directamente yo quiero que te trasladen aquí al campo de la Henen Company”. “Okay”. Nomás que vine otra vez de vuelta con la Henen por tercera vez. Allí se acabó los tres contratos de dieciocho meses con el Henen y el [19]59, no, como el [19]57 o el [19]58, caí a Santa Paula a Breeze Lemons(??) y hice una corrida de limón en Santa Paula y de allí me pasaron a Santa Paula Citrus, que es la de naranja. Y se acabaron otros dieciocho meses y me gané una tarjeta de esas de fines de cada vez que se terminaba un contrato de dieciocho meses le daban a uno mica o le daban una tarjeta donde había sido un trabajador que había terminado todo su tiempo de que tenía de permiso del Gobierno Mexicano y del Gobierno Americano. Y: “Va para México”. Y entonces ya los otros me tocaron en Empalme, Sonora, al calor a veces y a veces al frío, depende. A dormir sobre la arena en el campo, así, ay Dios mío. Pero uno joven le vale sorbete, está bien, está bonito, por ir a Estados Unidos que le hace que duerma en el arenal este. Y entonces me tocó ese quinto contrato con la Pruchurch(??) en 1959.
SV: [Mil novecientos] cincuenta y nueve.
JH: Sí, en 1959 llegamos una cuadrilla de braceros oaxaquitas. La mayor parte no sabía ni español. Y dos que conocíamos de lechuga de Salinas, porque ya habíamos pasado nuestros muchos años por aquí en este valle. Y nos hicieron pusher, mayordomos chafas, pequeños, pero ya no fuimos al desahije de agachados, ni al corte de lechuga. Ya fuimos a mandar a aquellas personas que no sabían de lechuga y no, pues yo, pues me di mucho yo creo a valer con la compañía, señor. Sabían que yo sabía el trabajo y cuando había cajas que teníamos que presentar para el Gobierno, para el Army o para pedidos muy grandes de Red Bush(??) de caja grande de la compañía, me mandaban a mí al field con la camioneta. Y echaba yo ocho, diez cajas u ocho, siete cajas y las cortaba yo donde yo quería del field. No vaya a creer que aquí en la orilla, no, no, donde yo quería que estuviera. La bola las empacaba, bien empacaditas las subía a la troca, me las traía a la oficina y a exhibición de demostración de aquellos compradores, ¿verdad? Y entonces pues yo me ganaba mis horas extras. Y luego en el campo no pagaba yo renta, no pagaba comida tampoco. Tenía dos horas extras, me hice peluquero de braceros.
SV: ¿Como en la foto? (risas)
JH: Sí, sí. (risas) Y fui peluquero allí. No pagaba yo ni luz, siquiera nada.
SV: Y los otros, ¿sí?
JH: Sí. Entonces la compañía lo que querían era tenerme ocupado. No había trabajo de repente mucho en el field, me mandaban a afilar azadones, afilar cuchillos de apio, a limpiar la yarda alrededor del shop. El caso era que yo estuviera ocupado continuamente. Y pos oiga, pos yo todo eso era puro extra de lo que yo venía del field, del trabajo del field. Y pos yo decía: “Híjola, ¿cómo estoy haciendo yo dinero aquí en la Pruchurch esta”. Y, ¿qué le dijera? De ser yo, cierto, creado en la hacienda, de donde yo me críe y no nomás ella, no nomás eso, dos aparte haciendas juntas que había, fueron mías a través de la Pruchurch. Fueron mías a través de los años. Pagué mis dos ranchos, puse instalaciones de agua de tres arroyos que estaban, colindaban con lo mío. Hice buenos bordos grandes, hice bordos empedrados en pisos y paredes y metí filtros buenos, porque yo sabía cómo hacerlo y puse riego de aspersión en mi tierra. Y fui yo a enseñar a mi gente cómo se trabajaba el riego de aspersión. Pues sí, pero mi gente eran puros familiares, puros sobrinos y cuñados y no le tuvieron nada de fe al trabajo de riego que yo les estaba proponiendo hacer y pos no se pudo. Aquellos sobrinos ya se crecieron y se vinieron también a Estados Unidos. Me dejaron nomás los dos cuñados viejos que estaban allí, pos allá ni podían, estaban medianos los ingratos y luego a los que estaban aquí les mandaban dólares, pos ya pa qué sembraban ni cuál nada, ¿verdad? Y entonces me puse yo a sembrar alfalfa.
SV: ¿En México?
JH: En México, sí.
SV: ¿Eso era en [19]59, [19]60, por ahí?
JH: Por ahí, por ahí, sí. Eso ya fue después del [19]60. Yo ya estaba emigrado, ya me había emigrado a la Blue Church. La Blue Church cuando me acabó mi contrato de dieciocho meses me dijo: “José, ¿qué no te gustaría arreglar?” El Supervisor German McKenzie. “Pos sí, pero pos yo como arregló, no tengo yo aquí ni quién me ayude aquí ni nada. No tengo ningún familiar ni nada”. “No, José, la compañía quiere mandarte a México para que arregles tu migración, si es que tú quieres y no te va a costar nada. Te vamos a dar las cartas, te vamos a dar lo de tus gastos, todo lo que necesites. Ni siquiera vas a ir por tu pasaporte mexicano”. Entonces se sacaba en México, no en Guadalajara. “Entonces te vamos a dar pa que no vayas a México a sacar tu pasaporte mexicano. Te vamos a dar para que mandes traer tu pasaporte”. Llego a Guadalajara a Relaciones Exteriores: “Yo necesito un pasaporte”. “Nomás llena este y lo otro y te lo van a traer, te lo van a mandar”. Me lo mandaron de México, arreglé y ahí vengo. Mi trabajo lo tenía yo de molega, de mayordomo. Mayordomo pequeño, pero no andaba yo tan duro en el trabajo. Y pues señor, les trabajé como ocho años de mayordomo. A los tres, cuatro años, no, como a los cinco años de estar con la Pruchurch me pasaron al apio con un compañero que era mi crew foreman grande, de mi misma cuadrilla, José Rojas, José M. Rojas de aquí de Salinas. Y él me enseñó completamente al apio. Trabajamos dos, sería dos o tres años en el apio juntos y en el tercer año, me falla él y se va del field, paró y me deja a mí el paquete del apio. Señor, eran ochenta hombres los que traíamos, empacamos unos bancos, ¿verdad? Como que le decíamos burras, ¿verdad?, unas mesas así, ahí poníamos el apio y los empacadores atrás de la burra y los cortadores adelante y pushaban el banco y así, ¿verdad? Ay Dios mío, y me dejaron a mí de manejador del apio, o sea de mayordomo crew foreman del apio. Pero señor, yo no sabía leer, nomás ya me habían enseñado poquito los números y eso. Y en total de que pos yo cómo voy a decir que no, pos yo voy a darle hasta donde se pueda. Ya les pedí yo una persona que me dieran para que contestara el radio y recibiera las órdenes y me las diera apuntadas las órdenes. Pero tenía yo unos trabajadores, señor, que me apreciaban yo creo, que trabajaban conmigo y me decían: “Maestro”. Yo era maestro porque yo era peluquero. Ellos ni sabían nombre. “Maestro, no te fijes”. Personas que yo creo sabían hasta, hacían pasar bachillerato y eran trabajadores de aquí de conmigo. “Nosotros te vamos a ayudar, maestro. Tú nomás danos las órdenes apuntadas y tú nomás fíjate en el cajerío que estás produciendo de un número y de otro y de otro y de otro, que no se te pasen los pedidos”. A veces pedidos grandes de un número, a veces pedidos grandes de otro número. Y: “Hagan esto, hagan este movimiento para aventajar el pedido grande”. Y así a veces en caja de cartón, a veces de madera, de dos docenas, dos y media, de tres docenas, de corazón y todo. Y cuando terminé yo el apio, me dice German McKenzie: “Maestro, maestro, sabes que tú vas a ser crew foreman. Vas agarrar cuadrilla de lechuga ahorita de pronto y después vas a seguir con el apio”. Y le digo yo: “No, German, no”. “¿Por qué?”. “Porque yo no sé leer ni sé hacer cuentas, mucho menos contestar el radio yo en inglés, no”. “Oye, maestro, pero tú estás en la oficina. Selectamente, todos tus pedidos, todo tú terminaste el apio. ¿Por qué no vas a poder?”. “No, McKenzie, no. Yo nomás estaba fijándome a mis pedidos y eso y la producción, pero los que estaban manejando mis cuentas y eso eran mis trabajadores”. Y el que me daba las cuentas era el Silvio Bacete de arriba del radio, pero ni siquiera se bajaba abajo a decirme esto. Así era la orden de la compañía de que no se bajara él a darme órdenes acá abajo. Él me daba: “Su esto es tanto, necesita esto y esto”, y así.
SV: Para ser foreman y…
JH: Sí, y, ¿ya puedo continuar?
SV: Sí.
JH: Bueno, pues entonces ya que le dije a mi supervisor que yo no podía seguir de mayordomo, le digo yo que si me dejaba trabajar como empacador de lechuga o cortador de lechuga en mi cuadrilla y me dice: “Maestro, ¿cómo vas a trabajar tú en tu cuadrilla? Tú eras mayordomo”. “Qué le hace, yo sé trabajar, yo sé trabajar aunque me pongas de lo que puede hacer en la cuadrilla. Yo no quiero ser más mayordomo, yo, yo no puedo. Mi inteligencia no es para seguir yo de mayordomo. Mi inteligencia es para ser un trabajador de surco y es todo”. Y entonces me voy al surco. Agarro con mi cuadrilla, con la que yo trabajaba de en la lechuga y me voy a cortar lechuga, a empacar y engrapar y en lo que hubiera. Y allí trabajé hasta el 1987. El 12 de octubre del 1987 les digo yo: “Este burro ya no les sirve porque está muy cansado”, le digo a la oficina, “ya no puedo continuar yo para aquí, no. Yo voy a irme a México a… Tenía yo una mediana bolita por aquí de una hernia, en el trabajo y me dice: “Mira, te vamos a dar todo lo que tienes tú guardado aquí en la compañía”. Me quitaban un 5% de mi cheque para guardármelo y allí ganaba intereses, equis cosa. Y luego teníamos el 20%, $0.20 centavos por hora de lo que había trabajado y todo estaba alzado allí, ¿verdad? “Y si te vas a ir a México, te vamos a dar para que te atiendas tú allá tu enfermedad que tienes y todas las oportunidades para que te vayas”. No me dijeron, pero así era, yo lo sabía. “Pero no vuelvas”. Y entonces pues sí me fui a México, me mandaron como unos $14,000 dólares por ahí. Y pues empecé yo a trabajar allá en México. Pues no empecé, sino que seguí yo allá trabajando allá en México, muy bien en lo económico, ¿verdad? Y de ahí casi duré como nueve, casi diez años en México. Y nosotros no teníamos familia, mi esposa y yo no teníamos familia. Y luego que nos llega una niñita que le regalan a mi esposa de adopción y no, hombre, pues ahí vamos luego luego al hospital donde estaba la pequeña. Y pues la agarramos, nuestra niña. Y agarramos licenciado para arreglarle los papeles de adopción y no: “Pues tienes que esperar dos meses a ver si resultan los papases de ella”. Nos pasamos los dos meses por mandado del Gobierno y nunca resultaron los papases de aquella niña. Entonces de dos meses para adelante, empezaba a progresar los papeles de mi niña a nuestro nombre de nosotros. Contentos nosotros porque íbamos a ser papás, ¿verdad? Y en total de que mi niña estudió, comenzó a estudiar ella de dos años y medio en el kínder en México porque nomás con nosotros quería estar, nomás con nosotros. No quería más compañerismo de con ella, ni otra gente, nomás nosotros. Se pasaba mi señora a un cuarto. “Y, ¿mami?”. “Allá está en el cuarto, mija. Allá está”. “Dile que venga o déjame ir con ella”. “Sí, vete”. En total de que llegamos este, cuando tenía siete años, todavía no ajustaba siete años cuando ya había cruzado tercer año mi hija de kínder en Tepatitlán. Ya sabía hacer cuentas, ya sabía las tablas, ya sabía multiplicar, sabía restar, sumar, hasta poco dividir, esta niña. Y pues yo a esa niña, yo vine de México a hacerle solicitud a San José. Me dijeron en San José: “¿Usted es emigrado?”. “Sí”. “¿No es ciudadano?”. “No”. “Uh, pues le va a tocar unos diez, doce años a su niña para que arregle”. “Bueno, pos si ya no vivo yo, de todos modos esto no se borra. Ella va a ser muchachita ya adulta y va a ver que así se puede mover ella”. Bueno, llenaron mi solicitud y la fregada y la mando yo a El Paso y a los tres meses, señor, que me llega una carta de migración, o el consulado. “Guarde usted sus papeles, de México necesitamos estos papeles, estos otros, estos otros. Téngalos, usted no nos los mande hasta que no se los mándemos pedir”. A los tres meses, estaba mi niña cruzando la frontera en El Paso, Texas, en vez de diez a doce años, a los nueve meses estaba cruzando la frontera mi hija en El Paso, Texas. Y luego llegamos a La Migración y me dice el emigrante: “¿Usted va a firmar por la niña?”. “No, pos si no es que ella sabe mejor que ni yo firmar, señor”. Y le pregunta a ella: “¿Sabes firmar?”. “Sí, sí”. Y le da la pluma, y le da su nombre, Julisa Hernández Rodríguez. “Váyanse al Seguro Social y sáquenme su seguro social a esta niña, aquí está luego luego pegado. Sáquenle su seguro social a esta niña. Si van para México, bueno, si para donde vayan, para donde vivan, ya el Seguro Social de la niña ya está arreglado”. “Está bien, nos vamos ahí”. No, pues luego luego nos atendieron, nos regresamos a Tepatitlán y de ahí seguió estudiando mi hija hasta terminar tercer año, teniendo seis años a siete. Caímos a Salinas, California como a paseo y nos dicen los familiares: “Y, ¿por qué no se quedan, compadre?”. “No, pues nomás veníamos a traer la niña que supiera, conociera Salinas y era todo”. “No, hombre, compadre, mira que esto y que el otro”. “Bueno, pues órale pues, pues nos vamos a quedar en Salinas”. Y luego pues mi niña estaba chiquita, pos cómo va a terminar esto y entrar a cuarto año mi hija sin saber inglés. Estábamos aquí en Salinas, señor. Entra mi hija a la escuela, a la Alisal. Y al año mi hija ya la oía yo hablando una que otra palabra en inglés con sus compañeritas, ¿verdad? “¡Ay caray!”, le digo a mi señora, “oyes, mija, esta niña… Y luego su estudio, que la metieron a cuarto año, señor, mi hija de siete años a cuarto año. Y dije: “¿Por qué no la dejan en tercer año?”. “No, pos trae tercer año terminado. Esta niña tiene que entrar a cuarto año”. “¡Ay caray! Bueno, ni modo”. Y entonces pos así se fue con un año adelante y adelante. Ahorita tiene dieciséis años cumplidos y nomás le falta un año de high school. Ya en este año comienza en agosto, termina el doce de high school. Y cartas de universidades de una parte y de otra para mi muchachita, ¿verdad? Y le digo yo: “Mija, ¿quieres seguir en la universidad, tú también?”. “Sí, papi, sí”. “Mira mija, tus padres no están muy competentes para estos estudios tan altos así”. “No, papi, yo en la computadora sé todo lo que pasa y yo voy a seguir en la universidad, de un modo y de otro, pero yo voy a poder ir a la universidad”. “Okay, mija”. Y nos quedamos de vuelta en Salinas, señor, pues ya a descansar. Pero ahora estamos en un programa de que somos abuelos, somos grandpas en una escuela que esta aquí por el parque Closter(??). Mi señora trabaja de, cuatro horas cada uno, de las ocho a las doce y yo de las doce a las cuatro con dieciocho, diecinueve, veintiuno, lo más que tenemos de niños, ¿verdad? Pero yo trabajaba todo el tiempo. Nunca he tenido yo un ayudante y ellos están a veces hasta dos o tres en el mismo salón. Y yo en mi clase nomás yo y mi maestra, nomás y pos ahí estoy. De todos modos no hay ni quién nos interrumpa ni nada. Ahí estoy yo con mis niños. Nos tienen esas cuatro horas, yo creo pa que no estemos en la casa, porque pos ni sueldo tenemos, pos nos pagan $2.65 la hora. Pero pa donde van los niños, pa ya voy yo. Y unas fiestotas que tenemos allá en Aptos, California cada año en octubre y regalos y todo de los señores grandes de Monterrey, ¿verdad? Que yo creo son los que pagan ese programa, ¿verdad? Entonces estoy yo feliz, soy yo feliz con mis crías, con mis niños y ya llevo casi yo creo, cinco años cumplidos voy pa seis años. Y, ¿qué le dijera? Tocante a los accidentes de trabajo y esa cosa, no para mí, no, yo no, gracias a Dios, pero cuando los braceros, los que se mataron.
(entrevista interrumpida)
JH: En total de que mi niña, mi muchachita ahora es una adulta ya. Es de dieciséis a diecisiete años, pero está una mujerona, flaca la ingrata, delgadita pero alta. ¡Alta, grandota! Y, ¿pos qué le dijera ahora? Yo quisiera que ella fuera chiquilla todavía, porque pos ya anda por allí queriendo ser novia y pos ni modo de oponerme, no, ¿verdad? Pero ay, cómo fue a crecer mi hija tan pronto. Mi hija ya queriendo ser novia. Y le digo yo: “Mija, ¿que no querías seguir estudiando?”. “Sí, papi, sí”. “Pero mija, tú vas a trabajar ya para tener dos trabajos de estar condescendiendo con el novio y también tu estudio y tu computadora, tu todo esto. Te vas a destantear”. “No papi, no me destanteo”. Parece que su novio trabaja para algo de computadora, está estudiando algo de computadora. Total de que pues, ¿qué hace uno? Ni modo, ni modo. Pos me hago el ánimo, porque digo: “Bueno, pues nosotros ya estamos mayores y ya no le vamos a durar mucho a esta niña, a esta muchachita”. De modo que pos si ella quiere seguir estudiando, pues puede hacerlo y anoche me estuve con ella: “Mija, si llegas tú a enamorarte mija, olvídate, porque el estudio no va a continuar”. “No papi, no, voy a seguir estudiando”. “Okay”. Y allí estoy y ahí estoy ahora pues no con problemas, porque pues mi muchachita pues es muy junta conmigo y muy precavida para todo, ¿verdad? Pero pues ya quiere ser novia mi muchachita. Y tocante a estos acccidentes de Chualar y esa cosa y también de cuando los que se quemaron en el troque del Shere England, de una compañía de bordes que había aquí en Salinas también. Otros compañeros filipinos, trabajadores de la Blue Church que se mataron, supimos que se mató en Esperanza Road. Y otros en King City al frente del rancho de la Blue Church también, regadores que se los llevaba el tren también. Y entonces yo cuando eso de los braceros, yo presencié eso, señor. No nos daban más de un caminito y los de la Mayer andaban en este lado y nosotros de aquel lado haciendo el apio. La Mayer era una compañía de apio, el cual se le acabó la cuadrilla y nosotros seguimos el trabajo de la Mayer. Nosotros hicimos el trabajo de la Mayer y terminamos el trabajo de la Mayer del apio. Pero su cuadrilla, la Mayer este, pues yo miré cuando les pegó el tren. Estábamos de a tiro cerquitas. Y entonces cuando hubo una misa el año pasado nos preguntaron que si había alguien que hubiera presenciado porque hubo hijos, hijas, nietos de braceros, pero no las personas que, de los que fallecieron, ¿verdad? Y ya preguntaron que si no había alguna persona que hubiera visto ese accidente. Que si estábamos viendo en mi casa, ahí donde estaba. Ya les digo yo: “Saben que yo presencié esto, pero no es aquí, es cien metros más retirado, allí donde está la esquina, donde está aquel caminito ahí. Allá andaban los de la Mayer de este lado del camino y nosotros de aquel lado. Cuando ellos subieron al camión y se fueron así a la casa, o qué sé yo, cuando se vino el tren y se los llevó. Y pos nosotros miramos todo el regadero de cuerpos y de carne que quedó por toda la vía. Y el tren se paró enseguidita de Chualar. Y pues una cosa muy dolorosa para nosotros, pero que yo la presencié y hubo hasta un corrido y también me quedaron unos tres, cuatro versos de aquel corrido de los braceros, ¿verdad? Y ya me dijeron: “Oiga, pues a usted queremos entrevistarlo”. Y entonces también viene una persona conmigo, pero nomás se trató del accidente de braceros. Nomás fue todo lo que reporté, aquí han reportado mucho. Yo casi desde crucé la frontera he estado reportando. Pero creo yo que ya no tengo que entretenerlo más. Lo más importante yo creo que ya estuvo. Y ahorita sigo ocupado, pero pos ya no es trabajo para mí. Yo estoy descansando desde hace aproximadamente doce a trece años. Ya tengo setenta y seis años y agarré mi pensión del seguro de sesenta y dos, entonces ya tengo mis añitos yo descansando, gracias a Dios. Pero yo creo lo merecía, porque fui lechuguero muchos años y apiero y quién sabe cuantas cosas de trabajo.
SV: Dígame algo de su mamá cuando se fue la primer vez. ¿Ella quería que viniera a los Estados Unidos o no quería?
JH: No, no. Mire, cuando yo fui a los Estados Unidos, cuando vine la primera vez a Estados Unidos, yo duré diecinueve meses para volver pa atrás. Me dio un mes más de los dieciocho meses, porque no se acababa el trabajo todavía y nos arreglaron por dieciocho meses. Cuando yo fui para atrás a mi casa, mi madre, una mujer, una señora, yo fui el más chico de la familia, pues ella ya era mujer mayor, ¿verdad? Pero cuando yo me vine de allá y yo era un pobrecito, señor, que no tenía yo en mi casa nada, nomás de mi madre y una sobrinita que ella la crió sobrina, nieta de ella, que ahora está aquí en San Gerardo. Ella vive aquí en San Gerardo. Entonces yo, pos cuando yo volví para atrás, me tenía mi mamá como unos $25,000 pesos prestados a la gente con un rédito que se cobraba entonces el dos por ciento por mes y mi mamá lo prestaba con el uno. “Qué bueno, mamá”. Nomás que le sobraba quién prestar dinero a personas conocidas, personas seguras, personas que ella conocía. “Te vamos a pagar, Julieta, te vamos a pagar. Porque a su debido tiempo, porque nos vas a prestar dinero con muy poco rédito”. “Está bien, pos sí dice mi hijo que no preste con mucho rédito el dinero, está bien”. Cuando yo fui para atrás, señor, en la hacienda de que yo me crié, murió un hijo del hacendado y también ya había muerto el hacendado con el que me ayudó a mí primeramente, murió un hijo. Y me vendieron una fracción de quince hectáreas de terreno, quince mil metros cuadrados. Y exclusivamente donde yo vivía, en unas casitas de piedrita y de zacate con unas lapiditas así mire, señor, sí, zacate del campo. Así era nuestra vida de nosotros los rancheros y entonces me compré quince hectáreas y las pagué. Mi mamá tenía dinero para pagar las quince hectáreas. Le pagaron todo, sí yo llevé también centavitos y en total de que pagué las quince hectáreas y le di su casa a mi madre, ya de adobe y de sus techos ya de ladrillo pegados con mezcla, ya, ya no de zacate, y sus dos cuartos grandes como ahora este. Y luego una trojita, una de guardar maíz, porque pos yo ya iba ser ranchero. Su cocina de ella, bien hechecita, todo lo que haga en su cocina, todo bien hecho, bonito. Y le hago un pozo atrás de su casa para que regara sus yerbas, porque ella iba hasta un arroyo a traer con un cántaro como cuando yo estaba allá, pos dos botes de agua con un palo aquí, iba yo hasta el arroyo para traer el agua pa sus yerbas de mi mamá y el gasto de la casa. Pero le hago un tanque atrás de la casa y ya tenía agua para todo, casi la mayor parte de las secas en ese lugar, atrasito de su casa, a cinco metros de retirado de su casa. Y a todas horas iba mata de diciembre. “Yerbas, y ponga yerbas de las que usted quiera. Aquí hay agua ya”. Y hice la casa de un hermano, del único hermano que yo tenía, también le hice su casita. Humildita, chica, pero ya de adobe también ya, cerquita de la casa de mi mamá y: “Mamá, pues me voy a ir de vuelta a Estados Unidos”. Cuando yo vine a Estados Unidos por segunda vez, fueron otros dieciocho meses, cuando vine para atrás ya un señor, señor Barbarito Gutiérrez, que Dios tenga en el cielo, ya murió también. Había comprado las dos haciendas. La hacienda del Comal estaba, la mitad era de los González y la otra de la mitad de los Aceves. Y entonces don Barbarito compró las dos partes y yo empecé a mandarle dinero a don Barbarito de aquí prestado, porque el compró a crédito aquellos terrenos. Un señor muy campista, la hacía de, tanto de doctor para gente como para animales. Él era muy liviano, muy buena persona, muy trabajadora, muy bien, que nos ayudaba a todos y yo empecé a: “José, pos mándame unos dólares. Estoy aquí medio mal”. “Ahí le va don Barbarito. ¿Cuánto quiere?”. “Pues tanto”. Le mandaba y le mandaba y volvía a pedirme y ahí le voy con don Barbarito este. Pues ya no teníamos nomás de una persona que estarle prestando. Cuando voy para atrás, me dice: “José, oye, yo no tengo con qué pagarte el dinero. Pero tengo el terreno ahí de lo que sobra del potrero Buena Vista. Sobran diecisiete hectáreas más. Ya no te las voy a dar a $1,000 pesos, como lo pidieron los Aceves, pero te lo voy a dar a $1,500 que ahorita ya en este tiempo no es caro”. “Ta bien, don Barbarito. Se las compro y se las pago”, pos me las debía. Me escrituró y ahí están tus escrituras. Señor, cuando me vengo otra vez devuelta y como hasta al segundo, tercer, cuarto contrato voy para atrás y sigo yo a don Barbarito, sigue pidiéndome dinero, pidiéndome dinero, siempre casi todo el año, todo el tiempo que yo estaba aquí. Y cuando iba para atrás, lo tenía yo bien drogado y me dice: “José, te voy a vender el potrero del plan, que es lo más valioso de la hacienda del Comal”. Era un plan de, eran como cuatro, como unas dieciséis hectáreas, parejo como esta mesa, parejito. “Ay, don Barbarito, pero no, pues mi madre, mi mamá ya no quiere que me endrogue yo”. “Pero qué te endrogas, pos si ya…
JH: Ya iba allí y él hablaba con mi mamá: “Doña Julia, mire, yo no tengo con qué pagarle a José, pero yo quiero que se quede él con lo mejor de la hacienda del Comal. Y lo mejor es este plan y le voy a echar cuarenta y cuatro hectáreas de terreno y ya potrero cerrado”. Y pos ya me dice mi mamá: “Pos hijo, pos hay tú sabrás”. Pos que le compro. “Bueno, don barbarito y, ¿los trabajadores para que trabajen la tierra?”. “Yo te los voy a dejar y ya…
(entrevista interrumpida)
JH: “Ellos necesitan. Tú nomás vas a responder para cuando des la vuelta me pagues lo que ellos me deben y si no, me pagan ellos. Pero cuando hay cosecha, pues ellos me pagan todo”. “Pos está bien que el trato comprando el Comal”. Ya se me hicieron en quince, diecisiete, treinta y dos y cuarenta y cuatro, pos ya eran casi ochenta hectáreas y me vengo de vuelta. Cuando voy de vuelta para atrás, sobraban setenta y cinco hectáreas de la segunda hacienda, de la otra hacienda. Y cincuenta y… Cabezas de ganado, entre ganado pinto de negro de leche… “Te voy a vender todo, José, a puerta cerrada. Todo lo que tiene la hacienda del Comal, los caballos, los burros. Te voy a dar en $200,000 pesos todo lo que tiene la hacienda del Comal con todo y ganado, burros, equipo de trabajo y todo el equipo de trabajo te lo voy a dar en $200,000”. “Ay, Dios mío, no, Barbarito, no, esto es mucho para mí. Es demasiado para mí”. Y ya fui aquí a las trojes aquí a la casa grade de aquí de los Trojas y José me va a pagar. Yo le voy a dar $5,000 para que me pague en todo y hasta tres años no me va a pagar nomás me va a pagar el medio por ciento. Y: “Ay, señor, pos, ¿qué trato?”. No supe en lo que metí yo, porque yo perdí hasta el pelo, me preocupaba yo cuánto por aquellos, que hacer de $25,000 pesos cada… Y entonces valía el dólar, primero era a $8.50, ya cuando eso, ya valía ya $12.50. Y pos yo me preocupaba mucho.
(entrevista interrumpida problemas de audio)
SV: So, sus recuerdos de hacer trabajos como bracero, ¿son positivos o negativos?
JH: No, es cierto todo, todo completamente, yo no sé mentir. Yo soy tan sincero que me gusta decir lo cierto, lo que dicen en una parte y lo que dicen en otra. Y no vaya a creer que fui un santo tampoco, pa qué voy a decir que fui un santo. Yo también me gustaba ir al baile, me gustaba tener una amistad de repente por ahí cuando era yo más joven este, y siempre la tuve. Pero guardaba mi distancia siempre y cuidaba lo que yo ganaba. Entonces mis trabajos fueron Santa Paula, California, fueron el Valle Imperial, Yuma, Arizona, Blythe, California, Parker, Arizona. En el valle de San Joaquín hay pisca de melones en Los Baños, pisca de lechuga en Farbol(??), en Mendota, en Giuron(??), la mayor parte en Giuron(??), temporaditas, dos meses al año. Cuando se acababa aquí la lechuga y cuando nos íbamos un mes y nosotros veníamos de Arizona otra vez de vuelta y otro mes por cinco semanas de vuelta y vamos otra vez a Salinas. Pero todo fue trabajando y yo feliz porque para mí el trabajo, yo creo que era para mí un deleite. Nomás que me cansé y se me acabó las fuerzas y yo creo, el 12 de octubre de 1987 yo le dije a la compañía: “¿Saben qué?, hasta aquí nomás”.
SV: Pues gracias entonces, ya terminamos.
JH: Gracias a usted por estarse entreteniendo con un viejo que de plano no le cuenta nomás de lo cierto, pero pues puras cosas antiguas.
SV: Pero importantes, muchas gracias.
JH: Yo creo que sí importante, porque fue importante para mí que sufrí. Bueno pues me da gusto conocerlo y…
Fin de la entrevista
Fecha de la entrevista: 28 de julio de 2005
Nombre del entrevistador: Steve Velasquez
This is July 28th, 2005, Bracero Oral History Project, California, National Steinbeck Center with José Hernández Romero, interviewed by Steve Velasquez, Smithsonian Institution.
SV: Señor Romero Hernández, dígame, ¿dónde y cuándo nació usted?
JH: Mire, yo nací en un rancho que se llama Los Laureles.
SV: Okay.
JH: Delegación de Pegueros, Jalisco, Municipio Tepatitlán.
SV: Los Laureles, okay.
JH: Mi fecha de nacimiento, ¿no?
SV: Sí.
JH: El día 10 de noviembre del 1929.
SV: Okay. Y hábleme de su mamá, de su papá, sus hermanos.
JH: Mi padre fue, ¿primeramente mi padre o mi madre?
SV: Primero su madre.
JH: Okay. Mi mamá se llamaba Julia Romero y mi padre se llamaba Agapito Hernández. Los dos ya no existen.
SV: Y, ¿ellos también eran del mismo pueblo?
JH: Del mismo pueblo, sí, del mismo pueblo los dos.
SV: Y, ¿qué hicieron ellos?
JH: Ellos eran campesinos, trabajaban la tierra. Mi mamá su casa, señora de hogar.
SV: Y, ¿tienes hermanos, hermanas?
JH: Tuve tres hermanas mujeres, las mayores y un hermano mayor que yo diez años y yo fui el más chico de la familia, fuimos nomás cinco.
SV: ¿Fuiste a la escuela?
JH: Yo no tuve ninguna escuela, señor, porque mi padre murió cuando yo tenía nueve años y yo tuve que mantener a mi mamá. Además vivimos en una provincia muy lejana al pueblo que, todos los hijos de los trabajadores vivimos en haciendas o granja. Sabe lo que es granja, ¿verdad?
SV: Sí.
JH: Okay. Entonces ahí van a estudiar los hijos de los ricos al pueblo, pero de los pobres no, de los rancheros trabajadores no. No tuve yo escuela, yo de lo poquito que sé, mis compañeros de braceros fueron los que me enseñaron a mí el abecedario y aquí a juntar una que otra letra para comunicarme yo con mi mamá.
SV: ¿Empezó a trabajar a los nueve años?
JH: A los nueve años.
SV: ¿Qué hiciste?
JH: Yo trabajaba en la granja, en la hacienda moliendo maíz, mazorca en un molino, con una yunta de bueyes todo el día a vuelta y vuelta, me uncían mis bueyes porque no podía echar el palo a los cuernos de los bueyes, yo estaba niño. Pero nomás me uncían mis bueyes y yo todo el día andaba con aquellos bueyes a vuelta y vuelta y molía aproximadamente cuatro litros de maíz por día en mazorca para las vacas, para los puercos, para lo de hacienda. Y así me tuvieron mis patrones hasta que tuve dieciséis años. Cuando tuve yo dieciséis años, agarré yo una yunta de bueyes y me puse a trabajar la tierra yo de por mí. Cuatro años, siendo yo todavía trabajador de la hacienda, porque la mitad de lo que yo producía iba a ser pa la hacienda y la mitad iba a ser para mí y mi madre. Seguía siendo yo un trabajador, pero ya poquito adulto, dieciséis años. Y trabajé hasta que tenía veinte años.
SV: ¿Haciendo eso?
JH: Haciendo eso, sí, el campo.
SV: Y a los veinte años…
JH: Cuando yo tenía veinte años, un amigo mío, cierto, él ya había venido dos veces a Estados Unidos. Vivíamos cerquitas de casa uno de otro, muy amigos, poquito mayor él que yo. Y en una ocasión, en un río, estando delante de las muchachas de Los Laureles, que una era mi novia, yo ya era de veinte años, dice Pedro: “José nunca va a ir a Estados Unidos porque le llora la mamá y le llora a la novia”. Delante de mis muchachas que nos estaban dando de comer, debajo de un sabino, una sombra. “No Pedro, ¿pos yo con qué voy al norte?, pos le digo, “con qué voy al norte? No seas ingrato”. “Pa que sepas que no te animas, yo te voy a regalar el pasaje, lo de los gastos, nomás pa que sepas que no te animas”. “Mira Pedro, no me lo regales, préstamelo”. Y entonces me dijo: “¿Cuánto quieres?”. “Tú ya has ido, yo no he ido, tú debes saber más que yo”. Y me dice: “Con $300 pesos tienes, pero ahí te van $400”. Sí, se me fue la sangre poquito hasta casi casi hasta los pies, porque pos yo tenía mi yunta pa trabajar, ya para sembrar. Y luego no tenía el permiso mi mamá tampoco y luego aquel dineral se me hacía mucho para mí. Yo cuándo había agarrado yo $400 pesos, señor, pos no $50 pesos en mis manos, qué esperanzas, no. Pos de allí me devuelvo para mi casa y subo a mi casa y le digo a mi mamá: “Amá, sabe que me voy a Estados Unidos”. Y: “¿Cómo que te vas a ir a Estados Unidos? ¿Cómo te vas a ir? ¿Tú con qué te vas a Estados Unidos?”. “Mire madre… Dice: “¿Qué robaste, mi hijo? ¿Qué pasó?”, me dijo asustada ella. Asustada mi madre: “¿Qué pasó contigo mijo,?”. “No, es que Pedro me avergonzó delante de las muchachas de Los Laureles y de mi novia, que ahí estaba mi novia y me dijo que no me animaba a ir a Estados Unidos porque yo le lloraba a usted y también a mi novia. Y me regaló el dinero para irme a Estados Unidos”. Y ese año había contrataciones en San Pedro, Tlaquepaque, único año.
SV: ¿San Pedro, Tlaquepaque?
JH: Tlaquepaque, pegado a Guadalajara. Ya ahora está en Guadalajara, ya ahora es Guadalajara, ¿verdad?
SV: Sí.
JH: Y en Tepatitlán había un señor que metía unas listas de braceros así a contrataciones y cobraba $100 pesos. Me vengo yo del rancho a Tepatitlán y estoy con don Jesús Reyes y le digo: “Sabe que yo quiero ir a Estados Unidos”. “Está bien, muchacho”, dice, “pero tienes que pagar $100 pesos. Mañana voy a meter una lista a las nueve de la mañana si quieres pa alistarte”. “Sí, aquí están los $100 pesos”. Ya le pagué mis $100 pesos y pa otro día a las nueve de la mañana, fuimos la primer lista que hablaron así a contrataciones pa dentro de las oficinas de contrataciones. Y me tocó a mí llegar este, venir en un camión de esos camiones internacionales, largotes por esta carretera de Sinaloa y de Sonora, que era pura terracería, pura piedra de ríos, zum, zum, así venía uno, ¿verdad? Bueno, como quiera que sea, llegué a Mexicali. Llegamos a la frontera y luego luego a un cuarto grandote que nos metieron como a cien y onde nos fumigaron con una manguera, un polvo y luego: “Báñense”. Nos bañamos, ya nos quitamos aquel polvo de esto y entonces ahora sí: “Váyanse, vayan haciendo cola para las oficinas de donde estaban las señoritas escribiendo”. Ya nosotros ya, ya vestidos, ¿verdad?, con nuestra ropa cochina pos pa que es cierto. Y salíamos de ahí, entonces aquí había un representante de los braceros que se llamaba Benigno López, que estaba en un edificio de la Main, el edificio más viejo que hay por la Main, antes era el más viejo de todos. Está en la esquina de Main y Alisal. Ése era el representante que iba a buscar su gente para Salinas, California a El Centro, California. Y ya estábamos en el campo de recepción en El Centro, California y entonces dice: “Bueno, yo necesito tanta gente, tantos trabajadores, pero tienen que conocer de lechuga, de desahije, de limpias, cómo se corta la lechuga”. Y entonces venía un primo mío que ya había estado aquí en Salinas y yo no. “Mira José, la lechuga se desahija de doce pulgadas a catorce y se desahija en esta forma y se pisca en esta otra”. Entonces no había empaque en el, pa sacar del field. Se cortaba con una banda y se echaba a los troques y los troques traían al empaque, a la lechuga, ¿verdad? Y entonces pues todo este, me preguntó el señor López y dije: “No, pos yo sé de lechuga, cómo no”. “¿Sí? Okay. Pásate pa allá”. “Ta bien”. Allí venimos a Salinas y yo contento porque venía a Estados Unidos.
SV: Con un primo.
JH: Sí, sí, con mi primo, sí, con el que ya había venido. Entonces nos tocó aquí entre medio de Castroville y Salinas, hay un camino que se llama Cooper, algo así. Allí cargaban betabel y allí estaba el campo de la compañía Homer Siffer. Y en ese campo nos tocó y como trabajé pa la compañía Homer Siffer, qué sería, unos seis meses yo creo por ahí. Y luego me pasaron a una compañía que se llamaba Henen Company también de empaque de lechuga, pero en máquina, arriba de una máquina. Y con este señor, Henen Company, fue una persona, no agraviando, pero una persona para mí era americano, pero sabía poquito español. Entonces, siempre que me ocupaba él ir trabajar a otro lado, a veces a limpiar la yarda de su casa o algo así, me decía que si quería. “Sí, señor Henen cómo no, yo voy”. Iba yo a ayudarle a su casa, me pagaba. Pero se acabó mi contrato de dieciocho meses y voy para afuera, voy para México, me echaron para afuera. Pero luego luego me contraté enseguidita en Irapuato, Guanajuato a otro contrato. Y viene dieciocho meses y me toca al algodón en el Valle Imperial, ahí vivía en El Centro yo. Y el señor Henen cuando supo que yo, bueno, no supo, yo le hablé, ellos ya estaban en el valle también para trabajo allá, ¿verdad?, y le hablo: “Señor Henen aquí estoy en el campo de gobierno, aquí en La Asociación de El Centro. Y pos ya me van a, yo creo a mandar para México, porque ya se me va a acabar mi contrato de algodón”. Y me dice: “Allí espérame, allí espérame. A la entrada de allí del campo, allí espérame”. “Okay”. Llegó el señor Henen y habló con la señorita grande de allí del corralón que era La Perla. Así le decían, La Perla. Y ya habló con La Perla y le dijo: “Sabes que este hombre no me lo mandes para México. Este hombre yo lo necesito”. Y fueron otros dieciocho meses con el Henen otra vez. Pues de tercera vez, tercer contrato, me echaron para México, me contraté y entré tercera vez en Mexicali en 1954.
SV: ¿[Mil novecientos] cincuenta y cuatro?
JH: Sí. Y me tocó a Gilroy, aquí a la pisca de tomate. Y en la pisca del tomate también era muy corto el contrato y le hablo de vuelta al Henen y ahí va por mí. No iba por mí, sino que fue con López, señor López y él se entendía también con esa parte todavía y entonces ya dijo: “El día que te entreguen, directamente yo quiero que te trasladen aquí al campo de la Henen Company”. “Okay”. Nomás que vine otra vez de vuelta con la Henen por tercera vez. Allí se acabó los tres contratos de dieciocho meses con el Henen y el [19]59, no, como el [19]57 o el [19]58, caí a Santa Paula a Breeze Lemons(??) y hice una corrida de limón en Santa Paula y de allí me pasaron a Santa Paula Citrus, que es la de naranja. Y se acabaron otros dieciocho meses y me gané una tarjeta de esas de fines de cada vez que se terminaba un contrato de dieciocho meses le daban a uno mica o le daban una tarjeta donde había sido un trabajador que había terminado todo su tiempo de que tenía de permiso del Gobierno Mexicano y del Gobierno Americano. Y: “Va para México”. Y entonces ya los otros me tocaron en Empalme, Sonora, al calor a veces y a veces al frío, depende. A dormir sobre la arena en el campo, así, ay Dios mío. Pero uno joven le vale sorbete, está bien, está bonito, por ir a Estados Unidos que le hace que duerma en el arenal este. Y entonces me tocó ese quinto contrato con la Pruchurch(??) en 1959.
SV: [Mil novecientos] cincuenta y nueve.
JH: Sí, en 1959 llegamos una cuadrilla de braceros oaxaquitas. La mayor parte no sabía ni español. Y dos que conocíamos de lechuga de Salinas, porque ya habíamos pasado nuestros muchos años por aquí en este valle. Y nos hicieron pusher, mayordomos chafas, pequeños, pero ya no fuimos al desahije de agachados, ni al corte de lechuga. Ya fuimos a mandar a aquellas personas que no sabían de lechuga y no, pues yo, pues me di mucho yo creo a valer con la compañía, señor. Sabían que yo sabía el trabajo y cuando había cajas que teníamos que presentar para el Gobierno, para el Army o para pedidos muy grandes de Red Bush(??) de caja grande de la compañía, me mandaban a mí al field con la camioneta. Y echaba yo ocho, diez cajas u ocho, siete cajas y las cortaba yo donde yo quería del field. No vaya a creer que aquí en la orilla, no, no, donde yo quería que estuviera. La bola las empacaba, bien empacaditas las subía a la troca, me las traía a la oficina y a exhibición de demostración de aquellos compradores, ¿verdad? Y entonces pues yo me ganaba mis horas extras. Y luego en el campo no pagaba yo renta, no pagaba comida tampoco. Tenía dos horas extras, me hice peluquero de braceros.
SV: ¿Como en la foto? (risas)
JH: Sí, sí. (risas) Y fui peluquero allí. No pagaba yo ni luz, siquiera nada.
SV: Y los otros, ¿sí?
JH: Sí. Entonces la compañía lo que querían era tenerme ocupado. No había trabajo de repente mucho en el field, me mandaban a afilar azadones, afilar cuchillos de apio, a limpiar la yarda alrededor del shop. El caso era que yo estuviera ocupado continuamente. Y pos oiga, pos yo todo eso era puro extra de lo que yo venía del field, del trabajo del field. Y pos yo decía: “Híjola, ¿cómo estoy haciendo yo dinero aquí en la Pruchurch esta”. Y, ¿qué le dijera? De ser yo, cierto, creado en la hacienda, de donde yo me críe y no nomás ella, no nomás eso, dos aparte haciendas juntas que había, fueron mías a través de la Pruchurch. Fueron mías a través de los años. Pagué mis dos ranchos, puse instalaciones de agua de tres arroyos que estaban, colindaban con lo mío. Hice buenos bordos grandes, hice bordos empedrados en pisos y paredes y metí filtros buenos, porque yo sabía cómo hacerlo y puse riego de aspersión en mi tierra. Y fui yo a enseñar a mi gente cómo se trabajaba el riego de aspersión. Pues sí, pero mi gente eran puros familiares, puros sobrinos y cuñados y no le tuvieron nada de fe al trabajo de riego que yo les estaba proponiendo hacer y pos no se pudo. Aquellos sobrinos ya se crecieron y se vinieron también a Estados Unidos. Me dejaron nomás los dos cuñados viejos que estaban allí, pos allá ni podían, estaban medianos los ingratos y luego a los que estaban aquí les mandaban dólares, pos ya pa qué sembraban ni cuál nada, ¿verdad? Y entonces me puse yo a sembrar alfalfa.
SV: ¿En México?
JH: En México, sí.
SV: ¿Eso era en [19]59, [19]60, por ahí?
JH: Por ahí, por ahí, sí. Eso ya fue después del [19]60. Yo ya estaba emigrado, ya me había emigrado a la Blue Church. La Blue Church cuando me acabó mi contrato de dieciocho meses me dijo: “José, ¿qué no te gustaría arreglar?” El Supervisor German McKenzie. “Pos sí, pero pos yo como arregló, no tengo yo aquí ni quién me ayude aquí ni nada. No tengo ningún familiar ni nada”. “No, José, la compañía quiere mandarte a México para que arregles tu migración, si es que tú quieres y no te va a costar nada. Te vamos a dar las cartas, te vamos a dar lo de tus gastos, todo lo que necesites. Ni siquiera vas a ir por tu pasaporte mexicano”. Entonces se sacaba en México, no en Guadalajara. “Entonces te vamos a dar pa que no vayas a México a sacar tu pasaporte mexicano. Te vamos a dar para que mandes traer tu pasaporte”. Llego a Guadalajara a Relaciones Exteriores: “Yo necesito un pasaporte”. “Nomás llena este y lo otro y te lo van a traer, te lo van a mandar”. Me lo mandaron de México, arreglé y ahí vengo. Mi trabajo lo tenía yo de molega, de mayordomo. Mayordomo pequeño, pero no andaba yo tan duro en el trabajo. Y pues señor, les trabajé como ocho años de mayordomo. A los tres, cuatro años, no, como a los cinco años de estar con la Pruchurch me pasaron al apio con un compañero que era mi crew foreman grande, de mi misma cuadrilla, José Rojas, José M. Rojas de aquí de Salinas. Y él me enseñó completamente al apio. Trabajamos dos, sería dos o tres años en el apio juntos y en el tercer año, me falla él y se va del field, paró y me deja a mí el paquete del apio. Señor, eran ochenta hombres los que traíamos, empacamos unos bancos, ¿verdad? Como que le decíamos burras, ¿verdad?, unas mesas así, ahí poníamos el apio y los empacadores atrás de la burra y los cortadores adelante y pushaban el banco y así, ¿verdad? Ay Dios mío, y me dejaron a mí de manejador del apio, o sea de mayordomo crew foreman del apio. Pero señor, yo no sabía leer, nomás ya me habían enseñado poquito los números y eso. Y en total de que pos yo cómo voy a decir que no, pos yo voy a darle hasta donde se pueda. Ya les pedí yo una persona que me dieran para que contestara el radio y recibiera las órdenes y me las diera apuntadas las órdenes. Pero tenía yo unos trabajadores, señor, que me apreciaban yo creo, que trabajaban conmigo y me decían: “Maestro”. Yo era maestro porque yo era peluquero. Ellos ni sabían nombre. “Maestro, no te fijes”. Personas que yo creo sabían hasta, hacían pasar bachillerato y eran trabajadores de aquí de conmigo. “Nosotros te vamos a ayudar, maestro. Tú nomás danos las órdenes apuntadas y tú nomás fíjate en el cajerío que estás produciendo de un número y de otro y de otro y de otro, que no se te pasen los pedidos”. A veces pedidos grandes de un número, a veces pedidos grandes de otro número. Y: “Hagan esto, hagan este movimiento para aventajar el pedido grande”. Y así a veces en caja de cartón, a veces de madera, de dos docenas, dos y media, de tres docenas, de corazón y todo. Y cuando terminé yo el apio, me dice German McKenzie: “Maestro, maestro, sabes que tú vas a ser crew foreman. Vas agarrar cuadrilla de lechuga ahorita de pronto y después vas a seguir con el apio”. Y le digo yo: “No, German, no”. “¿Por qué?”. “Porque yo no sé leer ni sé hacer cuentas, mucho menos contestar el radio yo en inglés, no”. “Oye, maestro, pero tú estás en la oficina. Selectamente, todos tus pedidos, todo tú terminaste el apio. ¿Por qué no vas a poder?”. “No, McKenzie, no. Yo nomás estaba fijándome a mis pedidos y eso y la producción, pero los que estaban manejando mis cuentas y eso eran mis trabajadores”. Y el que me daba las cuentas era el Silvio Bacete de arriba del radio, pero ni siquiera se bajaba abajo a decirme esto. Así era la orden de la compañía de que no se bajara él a darme órdenes acá abajo. Él me daba: “Su esto es tanto, necesita esto y esto”, y así.
SV: Para ser foreman y…
JH: Sí, y, ¿ya puedo continuar?
SV: Sí.
JH: Bueno, pues entonces ya que le dije a mi supervisor que yo no podía seguir de mayordomo, le digo yo que si me dejaba trabajar como empacador de lechuga o cortador de lechuga en mi cuadrilla y me dice: “Maestro, ¿cómo vas a trabajar tú en tu cuadrilla? Tú eras mayordomo”. “Qué le hace, yo sé trabajar, yo sé trabajar aunque me pongas de lo que puede hacer en la cuadrilla. Yo no quiero ser más mayordomo, yo, yo no puedo. Mi inteligencia no es para seguir yo de mayordomo. Mi inteligencia es para ser un trabajador de surco y es todo”. Y entonces me voy al surco. Agarro con mi cuadrilla, con la que yo trabajaba de en la lechuga y me voy a cortar lechuga, a empacar y engrapar y en lo que hubiera. Y allí trabajé hasta el 1987. El 12 de octubre del 1987 les digo yo: “Este burro ya no les sirve porque está muy cansado”, le digo a la oficina, “ya no puedo continuar yo para aquí, no. Yo voy a irme a México a… Tenía yo una mediana bolita por aquí de una hernia, en el trabajo y me dice: “Mira, te vamos a dar todo lo que tienes tú guardado aquí en la compañía”. Me quitaban un 5% de mi cheque para guardármelo y allí ganaba intereses, equis cosa. Y luego teníamos el 20%, $0.20 centavos por hora de lo que había trabajado y todo estaba alzado allí, ¿verdad? “Y si te vas a ir a México, te vamos a dar para que te atiendas tú allá tu enfermedad que tienes y todas las oportunidades para que te vayas”. No me dijeron, pero así era, yo lo sabía. “Pero no vuelvas”. Y entonces pues sí me fui a México, me mandaron como unos $14,000 dólares por ahí. Y pues empecé yo a trabajar allá en México. Pues no empecé, sino que seguí yo allá trabajando allá en México, muy bien en lo económico, ¿verdad? Y de ahí casi duré como nueve, casi diez años en México. Y nosotros no teníamos familia, mi esposa y yo no teníamos familia. Y luego que nos llega una niñita que le regalan a mi esposa de adopción y no, hombre, pues ahí vamos luego luego al hospital donde estaba la pequeña. Y pues la agarramos, nuestra niña. Y agarramos licenciado para arreglarle los papeles de adopción y no: “Pues tienes que esperar dos meses a ver si resultan los papases de ella”. Nos pasamos los dos meses por mandado del Gobierno y nunca resultaron los papases de aquella niña. Entonces de dos meses para adelante, empezaba a progresar los papeles de mi niña a nuestro nombre de nosotros. Contentos nosotros porque íbamos a ser papás, ¿verdad? Y en total de que mi niña estudió, comenzó a estudiar ella de dos años y medio en el kínder en México porque nomás con nosotros quería estar, nomás con nosotros. No quería más compañerismo de con ella, ni otra gente, nomás nosotros. Se pasaba mi señora a un cuarto. “Y, ¿mami?”. “Allá está en el cuarto, mija. Allá está”. “Dile que venga o déjame ir con ella”. “Sí, vete”. En total de que llegamos este, cuando tenía siete años, todavía no ajustaba siete años cuando ya había cruzado tercer año mi hija de kínder en Tepatitlán. Ya sabía hacer cuentas, ya sabía las tablas, ya sabía multiplicar, sabía restar, sumar, hasta poco dividir, esta niña. Y pues yo a esa niña, yo vine de México a hacerle solicitud a San José. Me dijeron en San José: “¿Usted es emigrado?”. “Sí”. “¿No es ciudadano?”. “No”. “Uh, pues le va a tocar unos diez, doce años a su niña para que arregle”. “Bueno, pos si ya no vivo yo, de todos modos esto no se borra. Ella va a ser muchachita ya adulta y va a ver que así se puede mover ella”. Bueno, llenaron mi solicitud y la fregada y la mando yo a El Paso y a los tres meses, señor, que me llega una carta de migración, o el consulado. “Guarde usted sus papeles, de México necesitamos estos papeles, estos otros, estos otros. Téngalos, usted no nos los mande hasta que no se los mándemos pedir”. A los tres meses, estaba mi niña cruzando la frontera en El Paso, Texas, en vez de diez a doce años, a los nueve meses estaba cruzando la frontera mi hija en El Paso, Texas. Y luego llegamos a La Migración y me dice el emigrante: “¿Usted va a firmar por la niña?”. “No, pos si no es que ella sabe mejor que ni yo firmar, señor”. Y le pregunta a ella: “¿Sabes firmar?”. “Sí, sí”. Y le da la pluma, y le da su nombre, Julisa Hernández Rodríguez. “Váyanse al Seguro Social y sáquenme su seguro social a esta niña, aquí está luego luego pegado. Sáquenle su seguro social a esta niña. Si van para México, bueno, si para donde vayan, para donde vivan, ya el Seguro Social de la niña ya está arreglado”. “Está bien, nos vamos ahí”. No, pues luego luego nos atendieron, nos regresamos a Tepatitlán y de ahí seguió estudiando mi hija hasta terminar tercer año, teniendo seis años a siete. Caímos a Salinas, California como a paseo y nos dicen los familiares: “Y, ¿por qué no se quedan, compadre?”. “No, pues nomás veníamos a traer la niña que supiera, conociera Salinas y era todo”. “No, hombre, compadre, mira que esto y que el otro”. “Bueno, pues órale pues, pues nos vamos a quedar en Salinas”. Y luego pues mi niña estaba chiquita, pos cómo va a terminar esto y entrar a cuarto año mi hija sin saber inglés. Estábamos aquí en Salinas, señor. Entra mi hija a la escuela, a la Alisal. Y al año mi hija ya la oía yo hablando una que otra palabra en inglés con sus compañeritas, ¿verdad? “¡Ay caray!”, le digo a mi señora, “oyes, mija, esta niña… Y luego su estudio, que la metieron a cuarto año, señor, mi hija de siete años a cuarto año. Y dije: “¿Por qué no la dejan en tercer año?”. “No, pos trae tercer año terminado. Esta niña tiene que entrar a cuarto año”. “¡Ay caray! Bueno, ni modo”. Y entonces pos así se fue con un año adelante y adelante. Ahorita tiene dieciséis años cumplidos y nomás le falta un año de high school. Ya en este año comienza en agosto, termina el doce de high school. Y cartas de universidades de una parte y de otra para mi muchachita, ¿verdad? Y le digo yo: “Mija, ¿quieres seguir en la universidad, tú también?”. “Sí, papi, sí”. “Mira mija, tus padres no están muy competentes para estos estudios tan altos así”. “No, papi, yo en la computadora sé todo lo que pasa y yo voy a seguir en la universidad, de un modo y de otro, pero yo voy a poder ir a la universidad”. “Okay, mija”. Y nos quedamos de vuelta en Salinas, señor, pues ya a descansar. Pero ahora estamos en un programa de que somos abuelos, somos grandpas en una escuela que esta aquí por el parque Closter(??). Mi señora trabaja de, cuatro horas cada uno, de las ocho a las doce y yo de las doce a las cuatro con dieciocho, diecinueve, veintiuno, lo más que tenemos de niños, ¿verdad? Pero yo trabajaba todo el tiempo. Nunca he tenido yo un ayudante y ellos están a veces hasta dos o tres en el mismo salón. Y yo en mi clase nomás yo y mi maestra, nomás y pos ahí estoy. De todos modos no hay ni quién nos interrumpa ni nada. Ahí estoy yo con mis niños. Nos tienen esas cuatro horas, yo creo pa que no estemos en la casa, porque pos ni sueldo tenemos, pos nos pagan $2.65 la hora. Pero pa donde van los niños, pa ya voy yo. Y unas fiestotas que tenemos allá en Aptos, California cada año en octubre y regalos y todo de los señores grandes de Monterrey, ¿verdad? Que yo creo son los que pagan ese programa, ¿verdad? Entonces estoy yo feliz, soy yo feliz con mis crías, con mis niños y ya llevo casi yo creo, cinco años cumplidos voy pa seis años. Y, ¿qué le dijera? Tocante a los accidentes de trabajo y esa cosa, no para mí, no, yo no, gracias a Dios, pero cuando los braceros, los que se mataron.
(entrevista interrumpida)
JH: En total de que mi niña, mi muchachita ahora es una adulta ya. Es de dieciséis a diecisiete años, pero está una mujerona, flaca la ingrata, delgadita pero alta. ¡Alta, grandota! Y, ¿pos qué le dijera ahora? Yo quisiera que ella fuera chiquilla todavía, porque pos ya anda por allí queriendo ser novia y pos ni modo de oponerme, no, ¿verdad? Pero ay, cómo fue a crecer mi hija tan pronto. Mi hija ya queriendo ser novia. Y le digo yo: “Mija, ¿que no querías seguir estudiando?”. “Sí, papi, sí”. “Pero mija, tú vas a trabajar ya para tener dos trabajos de estar condescendiendo con el novio y también tu estudio y tu computadora, tu todo esto. Te vas a destantear”. “No papi, no me destanteo”. Parece que su novio trabaja para algo de computadora, está estudiando algo de computadora. Total de que pues, ¿qué hace uno? Ni modo, ni modo. Pos me hago el ánimo, porque digo: “Bueno, pues nosotros ya estamos mayores y ya no le vamos a durar mucho a esta niña, a esta muchachita”. De modo que pos si ella quiere seguir estudiando, pues puede hacerlo y anoche me estuve con ella: “Mija, si llegas tú a enamorarte mija, olvídate, porque el estudio no va a continuar”. “No papi, no, voy a seguir estudiando”. “Okay”. Y allí estoy y ahí estoy ahora pues no con problemas, porque pues mi muchachita pues es muy junta conmigo y muy precavida para todo, ¿verdad? Pero pues ya quiere ser novia mi muchachita. Y tocante a estos acccidentes de Chualar y esa cosa y también de cuando los que se quemaron en el troque del Shere England, de una compañía de bordes que había aquí en Salinas también. Otros compañeros filipinos, trabajadores de la Blue Church que se mataron, supimos que se mató en Esperanza Road. Y otros en King City al frente del rancho de la Blue Church también, regadores que se los llevaba el tren también. Y entonces yo cuando eso de los braceros, yo presencié eso, señor. No nos daban más de un caminito y los de la Mayer andaban en este lado y nosotros de aquel lado haciendo el apio. La Mayer era una compañía de apio, el cual se le acabó la cuadrilla y nosotros seguimos el trabajo de la Mayer. Nosotros hicimos el trabajo de la Mayer y terminamos el trabajo de la Mayer del apio. Pero su cuadrilla, la Mayer este, pues yo miré cuando les pegó el tren. Estábamos de a tiro cerquitas. Y entonces cuando hubo una misa el año pasado nos preguntaron que si había alguien que hubiera presenciado porque hubo hijos, hijas, nietos de braceros, pero no las personas que, de los que fallecieron, ¿verdad? Y ya preguntaron que si no había alguna persona que hubiera visto ese accidente. Que si estábamos viendo en mi casa, ahí donde estaba. Ya les digo yo: “Saben que yo presencié esto, pero no es aquí, es cien metros más retirado, allí donde está la esquina, donde está aquel caminito ahí. Allá andaban los de la Mayer de este lado del camino y nosotros de aquel lado. Cuando ellos subieron al camión y se fueron así a la casa, o qué sé yo, cuando se vino el tren y se los llevó. Y pos nosotros miramos todo el regadero de cuerpos y de carne que quedó por toda la vía. Y el tren se paró enseguidita de Chualar. Y pues una cosa muy dolorosa para nosotros, pero que yo la presencié y hubo hasta un corrido y también me quedaron unos tres, cuatro versos de aquel corrido de los braceros, ¿verdad? Y ya me dijeron: “Oiga, pues a usted queremos entrevistarlo”. Y entonces también viene una persona conmigo, pero nomás se trató del accidente de braceros. Nomás fue todo lo que reporté, aquí han reportado mucho. Yo casi desde crucé la frontera he estado reportando. Pero creo yo que ya no tengo que entretenerlo más. Lo más importante yo creo que ya estuvo. Y ahorita sigo ocupado, pero pos ya no es trabajo para mí. Yo estoy descansando desde hace aproximadamente doce a trece años. Ya tengo setenta y seis años y agarré mi pensión del seguro de sesenta y dos, entonces ya tengo mis añitos yo descansando, gracias a Dios. Pero yo creo lo merecía, porque fui lechuguero muchos años y apiero y quién sabe cuantas cosas de trabajo.
SV: Dígame algo de su mamá cuando se fue la primer vez. ¿Ella quería que viniera a los Estados Unidos o no quería?
JH: No, no. Mire, cuando yo fui a los Estados Unidos, cuando vine la primera vez a Estados Unidos, yo duré diecinueve meses para volver pa atrás. Me dio un mes más de los dieciocho meses, porque no se acababa el trabajo todavía y nos arreglaron por dieciocho meses. Cuando yo fui para atrás a mi casa, mi madre, una mujer, una señora, yo fui el más chico de la familia, pues ella ya era mujer mayor, ¿verdad? Pero cuando yo me vine de allá y yo era un pobrecito, señor, que no tenía yo en mi casa nada, nomás de mi madre y una sobrinita que ella la crió sobrina, nieta de ella, que ahora está aquí en San Gerardo. Ella vive aquí en San Gerardo. Entonces yo, pos cuando yo volví para atrás, me tenía mi mamá como unos $25,000 pesos prestados a la gente con un rédito que se cobraba entonces el dos por ciento por mes y mi mamá lo prestaba con el uno. “Qué bueno, mamá”. Nomás que le sobraba quién prestar dinero a personas conocidas, personas seguras, personas que ella conocía. “Te vamos a pagar, Julieta, te vamos a pagar. Porque a su debido tiempo, porque nos vas a prestar dinero con muy poco rédito”. “Está bien, pos sí dice mi hijo que no preste con mucho rédito el dinero, está bien”. Cuando yo fui para atrás, señor, en la hacienda de que yo me crié, murió un hijo del hacendado y también ya había muerto el hacendado con el que me ayudó a mí primeramente, murió un hijo. Y me vendieron una fracción de quince hectáreas de terreno, quince mil metros cuadrados. Y exclusivamente donde yo vivía, en unas casitas de piedrita y de zacate con unas lapiditas así mire, señor, sí, zacate del campo. Así era nuestra vida de nosotros los rancheros y entonces me compré quince hectáreas y las pagué. Mi mamá tenía dinero para pagar las quince hectáreas. Le pagaron todo, sí yo llevé también centavitos y en total de que pagué las quince hectáreas y le di su casa a mi madre, ya de adobe y de sus techos ya de ladrillo pegados con mezcla, ya, ya no de zacate, y sus dos cuartos grandes como ahora este. Y luego una trojita, una de guardar maíz, porque pos yo ya iba ser ranchero. Su cocina de ella, bien hechecita, todo lo que haga en su cocina, todo bien hecho, bonito. Y le hago un pozo atrás de su casa para que regara sus yerbas, porque ella iba hasta un arroyo a traer con un cántaro como cuando yo estaba allá, pos dos botes de agua con un palo aquí, iba yo hasta el arroyo para traer el agua pa sus yerbas de mi mamá y el gasto de la casa. Pero le hago un tanque atrás de la casa y ya tenía agua para todo, casi la mayor parte de las secas en ese lugar, atrasito de su casa, a cinco metros de retirado de su casa. Y a todas horas iba mata de diciembre. “Yerbas, y ponga yerbas de las que usted quiera. Aquí hay agua ya”. Y hice la casa de un hermano, del único hermano que yo tenía, también le hice su casita. Humildita, chica, pero ya de adobe también ya, cerquita de la casa de mi mamá y: “Mamá, pues me voy a ir de vuelta a Estados Unidos”. Cuando yo vine a Estados Unidos por segunda vez, fueron otros dieciocho meses, cuando vine para atrás ya un señor, señor Barbarito Gutiérrez, que Dios tenga en el cielo, ya murió también. Había comprado las dos haciendas. La hacienda del Comal estaba, la mitad era de los González y la otra de la mitad de los Aceves. Y entonces don Barbarito compró las dos partes y yo empecé a mandarle dinero a don Barbarito de aquí prestado, porque el compró a crédito aquellos terrenos. Un señor muy campista, la hacía de, tanto de doctor para gente como para animales. Él era muy liviano, muy buena persona, muy trabajadora, muy bien, que nos ayudaba a todos y yo empecé a: “José, pos mándame unos dólares. Estoy aquí medio mal”. “Ahí le va don Barbarito. ¿Cuánto quiere?”. “Pues tanto”. Le mandaba y le mandaba y volvía a pedirme y ahí le voy con don Barbarito este. Pues ya no teníamos nomás de una persona que estarle prestando. Cuando voy para atrás, me dice: “José, oye, yo no tengo con qué pagarte el dinero. Pero tengo el terreno ahí de lo que sobra del potrero Buena Vista. Sobran diecisiete hectáreas más. Ya no te las voy a dar a $1,000 pesos, como lo pidieron los Aceves, pero te lo voy a dar a $1,500 que ahorita ya en este tiempo no es caro”. “Ta bien, don Barbarito. Se las compro y se las pago”, pos me las debía. Me escrituró y ahí están tus escrituras. Señor, cuando me vengo otra vez devuelta y como hasta al segundo, tercer, cuarto contrato voy para atrás y sigo yo a don Barbarito, sigue pidiéndome dinero, pidiéndome dinero, siempre casi todo el año, todo el tiempo que yo estaba aquí. Y cuando iba para atrás, lo tenía yo bien drogado y me dice: “José, te voy a vender el potrero del plan, que es lo más valioso de la hacienda del Comal”. Era un plan de, eran como cuatro, como unas dieciséis hectáreas, parejo como esta mesa, parejito. “Ay, don Barbarito, pero no, pues mi madre, mi mamá ya no quiere que me endrogue yo”. “Pero qué te endrogas, pos si ya…
JH: Ya iba allí y él hablaba con mi mamá: “Doña Julia, mire, yo no tengo con qué pagarle a José, pero yo quiero que se quede él con lo mejor de la hacienda del Comal. Y lo mejor es este plan y le voy a echar cuarenta y cuatro hectáreas de terreno y ya potrero cerrado”. Y pos ya me dice mi mamá: “Pos hijo, pos hay tú sabrás”. Pos que le compro. “Bueno, don barbarito y, ¿los trabajadores para que trabajen la tierra?”. “Yo te los voy a dejar y ya…
(entrevista interrumpida)
JH: “Ellos necesitan. Tú nomás vas a responder para cuando des la vuelta me pagues lo que ellos me deben y si no, me pagan ellos. Pero cuando hay cosecha, pues ellos me pagan todo”. “Pos está bien que el trato comprando el Comal”. Ya se me hicieron en quince, diecisiete, treinta y dos y cuarenta y cuatro, pos ya eran casi ochenta hectáreas y me vengo de vuelta. Cuando voy de vuelta para atrás, sobraban setenta y cinco hectáreas de la segunda hacienda, de la otra hacienda. Y cincuenta y… Cabezas de ganado, entre ganado pinto de negro de leche… “Te voy a vender todo, José, a puerta cerrada. Todo lo que tiene la hacienda del Comal, los caballos, los burros. Te voy a dar en $200,000 pesos todo lo que tiene la hacienda del Comal con todo y ganado, burros, equipo de trabajo y todo el equipo de trabajo te lo voy a dar en $200,000”. “Ay, Dios mío, no, Barbarito, no, esto es mucho para mí. Es demasiado para mí”. Y ya fui aquí a las trojes aquí a la casa grade de aquí de los Trojas y José me va a pagar. Yo le voy a dar $5,000 para que me pague en todo y hasta tres años no me va a pagar nomás me va a pagar el medio por ciento. Y: “Ay, señor, pos, ¿qué trato?”. No supe en lo que metí yo, porque yo perdí hasta el pelo, me preocupaba yo cuánto por aquellos, que hacer de $25,000 pesos cada… Y entonces valía el dólar, primero era a $8.50, ya cuando eso, ya valía ya $12.50. Y pos yo me preocupaba mucho.
(entrevista interrumpida problemas de audio)
SV: So, sus recuerdos de hacer trabajos como bracero, ¿son positivos o negativos?
JH: No, es cierto todo, todo completamente, yo no sé mentir. Yo soy tan sincero que me gusta decir lo cierto, lo que dicen en una parte y lo que dicen en otra. Y no vaya a creer que fui un santo tampoco, pa qué voy a decir que fui un santo. Yo también me gustaba ir al baile, me gustaba tener una amistad de repente por ahí cuando era yo más joven este, y siempre la tuve. Pero guardaba mi distancia siempre y cuidaba lo que yo ganaba. Entonces mis trabajos fueron Santa Paula, California, fueron el Valle Imperial, Yuma, Arizona, Blythe, California, Parker, Arizona. En el valle de San Joaquín hay pisca de melones en Los Baños, pisca de lechuga en Farbol(??), en Mendota, en Giuron(??), la mayor parte en Giuron(??), temporaditas, dos meses al año. Cuando se acababa aquí la lechuga y cuando nos íbamos un mes y nosotros veníamos de Arizona otra vez de vuelta y otro mes por cinco semanas de vuelta y vamos otra vez a Salinas. Pero todo fue trabajando y yo feliz porque para mí el trabajo, yo creo que era para mí un deleite. Nomás que me cansé y se me acabó las fuerzas y yo creo, el 12 de octubre de 1987 yo le dije a la compañía: “¿Saben qué?, hasta aquí nomás”.
SV: Pues gracias entonces, ya terminamos.
JH: Gracias a usted por estarse entreteniendo con un viejo que de plano no le cuenta nomás de lo cierto, pero pues puras cosas antiguas.
SV: Pero importantes, muchas gracias.
JH: Yo creo que sí importante, porque fue importante para mí que sufrí. Bueno pues me da gusto conocerlo y…
Fin de la entrevista
Interviewer
Velásquez, Steve
Interviewee
Hernández Romero, José
Location
Salinas, California
File Name Identifier
Hernandez_Romero_SALC010
Citation
Velásquez, Steve and Hernández Romero, José, “José Hernández Romero,” Bracero History Archive, accessed November 21, 2024, https://braceroarchive.org/items/show/157.