Jesús Hernández Medrano

Title

Jesús Hernández Medrano

Description

Biographical Synopsis of Interviewee: Jesús Hernández was born on August 28, 1920, in San Felipe, Guanajuato, México; he had eight siblings, and together they grew up with their parents on a farm; at a very young age, he began helping his father work the land and care for the animals; he never received any formal schooling; in 1944, he went to México, Distrito Federal, to begin the enrollment process for the bracero program; two years later, after his contract expired, he crossed into Texas illegally in order to work; in 1958, he was contracted again as a bracero, and he worked in California.


Summary of Interview: Mr. Hernandez briefly recounts his childhood and adolescence growing up on a farm; he would often help his father work the land and care for the animals; in 1944, he went to México, Distrito Federal, to begin the enrollment process for the bracero program; he describes the processing center and the various procedures he underwent there, including the medical exams and the train trip to Ciudad Juárez, Chihuahua, México; as a bracero, he picked cotton as well as a range of fruits and vegetables; he goes on to describe his daily routine, the living arrangements, what he did during his free time, the medical benefits, and the overall treatment he received; one of his employers even offered to arrange for him to stay in the United States permanently, but he refused; he instead returned to México, and shortly thereafter he was married; later in 1946, he entered the U.S. illegally through Texas, and he stayed for a year; in 1949, he again returned, but was caught by immigration officials and sent back to México; several years later in 1958, he went through the contracting center in Chihuahua, Chihuahua, México, and he worked in California; he was ultimately able to emigrate to the U.S. with his wife and children.

Creator

Acosta, Anais
Hernández Medrano, Jesús

Date

2005-07-28

Subject

Bracero

Contributor

Cristóbal Borges

Rights

Institute of Oral History, The University of Texas at El Paso

Language

spa

title (Spanish)

Jesús Hernández Medrano

creator (Spanish)

Acosta, Anais

contributor (Spanish)

Cristóbal A. Borges

Rights Holder

Institute of Oral History, The University of Texas at El Paso

Original Format

Mini Disc

Duration

1:40:12

Bit Rate/Frequency

24 bit
96 k

Transcription

Nombre del entrevistado: Jesús Hernández Medrano
Fecha de la entrevista: 28 de julio de 2005
Nombre del entrevistador: Anais Acosta

El día de hoy es 28 de julio del año 2005, nos encontramos aquí en Salinas, California con el señor Jesús Hernández Medrano.

JH: Sí.
AA: Señor Hernández, nos podría decir usted, ¿dónde y cuándo nació?
JH: Sí, nací en un rancho en San Felipe, Municipio de Valle de Santiago, Guanajuato.
AA: Y, ¿cuál es su fecha de nacimiento?
JH: Ocho, veintiocho del [19]20.
AA: ¿Cuántos años tiene usted?
JH: Ochenta y cinco, ya por este agosto que viene.
AA: Ah, qué bien. Hábleme un poco de ese lugar donde nació.
JH: Cuando nací.
AA: Sí.
JH: Cuando nací que yo me acuerde, nosotros nos criamos muy pobrecitos porque los hacendados eran muy malos con nuestros papás y a la escuela no fui. Fui a la escuela y los niños de otro rancho me querían pegar y yo no me dejé y la profesora me corrió porque le pegué a un niño. Y me corrió y ya no me dejo ir a la escuela y caminé hasta, hasta veintitrés años y no sabía leer, a la escuela no jui. Pero luego vine aquí a Estados Unidos y, y como en dos meses ya sabía leer.
AA: Qué bien, qué bien, y, ¿cómo es ese lugar Santiago, Guanajuato?
JH: Valle es un pueblo grande y el ranchito es, es como un, como vamos suponiendo como Chular y Salinas. El rancho de ahí, el rancho donde yo nací se llama San Felipe, Municipio de Valle Santiago, Guanajuato. Y, y hay como diez kilómetros a Valle de mi rancho, ahí nací. Ahí me crié hasta, como hasta los veintitrés, hasta veinticuatro años, de los veinticuatro me salí, me vine acá a Estados Unidos sin avisarle a mis padres yo me jui pa México.
AA: ¿No le avisó a sus papás?, ¿cómo se llamaban sus papás?
JH: Mis papás se llaman Librado Hernández, y mi mamá Francisca Medrano.
AA: ¿Dónde nacieron ellos?
JH: Ahí mismo.
AA: ¿A qué se dedicaban?
JH: Eran campesinos.
AA: ¿Su mamá también?
JH: Mi mamá era, se dedicaba al hogar, a tener muchos hijos.
AA: ¿Cuántos fueron ustedes de familia?
JH: Pues nosotros, yo conocí que éramos ocho, pero se le murieron muchos, por no, no había doctores en ese tiempo y por nada se morían, conocí tres niños. Uno se llamaba Lucas, otro Domingo y otro Salvador. Esos eran los chiquitos que yo, una hermana María, María Hernández y otra hermana Glafira, eran mayores que yo, y Gracia esos eran los mayores, y José era otro mayor que yo.
AA: ¿Dónde viven ahora sus hermanos?
JH: Ya se murieron. Gracia, Glafira y José y otro hermano más chiquito que yo, se murió también, diabético, sí, sí.
AA: Ya de grandes.
JH: Yo no tengo ninguna enfermedad de esa, no siento nada como de…
AA: Se ve muy bien
JH: Hago mucho ejercicio, todos los días.
AA: Eso es bueno.
JH: Tengo, tengo la forma, tengo como, como unos seis años que hago. En la noche despierto a las dos de la mañana o a las tres y me levanto a hacer ejercicio.
AA: Qué bien.
JH: Hago ejercicio y hago oración, se muchas oraciones, tengo mucha memoria.
AA: Qué bien, eso es bueno.
JH: Y hago ejercicio, todo el que puedo, por eso no tengo estómago porque, el ejercicio ese de, que hacer este ejercicio, ansina ire. A ver si no estorbo aquí. Junto mis pies aquí, pongo mi pie pa acá, mi sentadera, me pongo aquí hago esto ire, hago cincuenta en cada, hago trescientos o cuatrocientas veces.
AA: Qué bien, vamos a hablar un poquito de cuando usted fue a la escuela. Me dice que fue un ratito nada más.
JH: Ahí como unos, como una semana fui a la escuela.
AA: ¿Cuántos años tenía usted?
JH: Tenía ocho. Tenía ocho años, sí pues tenía ocho, y los niños de allá me querían pegar del otro rancho y yo no me dejé. Y un día me agarré con uno, me peleé con uno, pues es el que me quería agarrar del pescuezo, le mordí las manos, yo me ensañé como podía, y la señorita me corrió, fue y le habló al hacendado, porque el hacendado es el que les pagaba a ellas, se llamaba Jovita Martínez la señorita. Me mandó una, me mandó una carta, me mandó una nota al hacendado que ya no podía ir yo a la escuela, ya no fui. Mi papá podía pues ya, ella estaba muy, muy miedoso con los hacendados porque los, hasta les pegaban los hacendados, ellos sufrieron más que nosotros.
AA: ¿Qué les hacían los hacendados?
JH: Los encerraban en un cuarto y les pegaban con un chicote de cuero.
AA: ¿Por qué era eso?
JH: Porque el que daba lugar, el que daba tantito lugar, el que el hacendado no le gustaba, los tenía como, tenía como esclavos y como, como si fueran padres de ellos. Y nuestros padres ellos no podían hacer nada, porque si se les ponían los podían ver de un balazo, y decían: “Lo agarré robando”. Eran muy malos ellos. A la escuela no fui, y tenía muchas ganas de la escuela yo fíjese. Si yo hubiera ido a la escuela hubiera sido un hombre grande. Entonces cuando me vine pa Estados Unidos, aquí en Estados Unidos, de Yuba City fui a dar allá al Sacramento, y un muchacho de Michoacán, se llamaba Francisco Tapia Alcaraz, ése me enseñó a leer. Me enseñó a leer y como en un mes ya sabía yo leer. Y, y me enseñó a escribir poquito. Me enseñó a escribir poquito, y luego ya pues ya nos apartamos, porque de braceros no andamos juntos todo el tiempo. Otro, otro muchacho, José González, era de otro pueblo, se llama, Curimeo, no Parindicuaro, Parindicuaro y Curimeo son de Michoacán, están cerquitas, ése me enseñó a hacer los números.
AA: Oh, qué bien. Entonces cuando usted dejó la escuela, ¿qué hacía?, ¿trabajaba?
JH: Trabajaba.
AA: ¿Le ayudaba a su papá?
JH: Los hacendados nos llevaban a los niños a hacer trabajo ahí en la hacienda.
AA: ¿Qué clase de trabajo hacían?
JH: La hacienda tenía como unas trescientas cabras, y tenía como unos cuatrocientos puercos, ahí tenía potreros. Ya mí mandaron con el que cuidaba las cabras a cargar los chivitos que nacían todos los días. Y hasta el señor me pegaba allá fíjese, se llamaba Tomás Martínez, así que fui bien mártir yo.
AA: ¿Cuántos años tenía cuando empezó a trabajar ahí en la hacienda?
JH: Como unos nueve años o ocho.
AA: Pues era un niño.
JH: Un niño, así me crié, así me crié. Y luego ya después que ya crecí a diez o doce años, mi papá le gustaba mucho y me mandaba con los animales a trabajar al cerro, y luego vino una constitución de 1931, el señor Lázaro Cárdenas repartió los ejidos y salí yo en el censo general. Ya tenía doce años, que me dan una parcela, ¿cómo ve?
AA: ¿A usted?, ¡qué bien!
JH: Y ahí nos revivimos. Empezamos a revivir pues, ya los hacendados nos los quitaron de la esta, de la Constitución Agrícola. Y, y fui creciendo, fui creciendo yo...
AA: ¿Empezó a cosechar esa vez cuando le dieron la parcela?
JH: Sí. Empezamos a trabajar nuestras tierras con muchos trabajos y con animales pesados pa trabajar. Y conseguíamos cosas prestadas, maíz o dinero, pa trabajar. Salimos adelante, y un día de tantos, fíjese, yo una cosechita de trigo de mi parcela que me, que me hice de $80 pesos. Todos los días conseguía, todos los días los contaba porque nunca había traído. Ya tenía diecinueve años.
AA: Le gustó tener $80 pesos.
JH: Ya tenía veinticuatro años, tenía ya. Total que con ese dinero me fui pa México, de mi parcela, de mi milpa, no sé qué pensé y me fui a un pueblo que se llama Salamanca, y le dije a mi mamá que quería unos zapatos y ella: “Yo tengo $80 pesos”. Y mi mamá, mi mamá: “¿Cuánto valen los zapatos hijo?”. “Pues como unos $13 pesos”. Y me dio $15. Y cuando ya tenía más movimiento, con eso me fui pa México, y ya le, fui como un 9 de junio de 1944, y allá en un ratitito agarré el contrato.
AA: ¿Ya sabía usted del movimiento bracero?
JH: Un...
AA: ¿A eso fue?
JH: Un muchacho me dijo y me fui con él. Él fue el que me llevó, se llama Carmel Acosta. Y allá en México que encontré otro de mi rancho que se llamaba Ezequiel Quiroz, y ese me llevó al estadio.
AA: ¿Ahí en el estadio era donde se juntaban todos?
JH: Donde, donde nos contrataban, era el Estadio Azteca. Me dijo el muchacho: “¿Aquí andas?”. Le digo yo: “Sí”. Él ya tenía dos años en México, era mi rancho, se llamaba, se llama Ezequiel Quiroz, estaba ahí también.
AA: ¿En dónde vive?
JH: Ahí en San Felipe.
AA: Ah, qué bien.
JH: Y luego dice: “¿Aquí anda?”. Le dije: “Sí”. “¿Qué andas haciendo?”. “Pues vine a los braceros, ¿ya juites?”. Le dije: “No he ido”. “Vamos ahorita, ahí están pasando”. En el parque Azteca, señorita, habían como unas cuatro mil personas.
AA: ¡Tanto así!
JH: Había un gentío, pero gentío. Unos, unos ya taba arreglaos, otros andaban arreglando, y otros querían entrar y no querían. Y me dijo: “¿Ves aquel señor de allá de la puerta?”. Le dije yo: “Sí”. Dice: “Ese señor nos va a dejar pasar para Estados Unidos, ándate para la puerta del estadio”. Y que me voy. Toda la gente me gritaba, pues estaba la guerra en Alemania en ese tiempo y en Japón: “Te van a llevar a la guerra, te van a tragar los pescados en el mar”. Y luego miraba pa atrás, retespantado, y no sabía yo ni qué hacer. Me fui y el señor me dijo, era un americano: “¿Quieres ir a Estados Unidos?”. “Sí”. “Pásale”. Nada de trabajo me dio. En la pura entrada un muchacho, un joven como de unos dieciocho años o veinte, ése me tonó los nombres, cuántos años tenía y quién eran mis papás y si era casado o soltero. “Soltero”. Era soltero yo.
AA: ¿Cuántos años tenía usted?
JH: Ya veinticuatro, y, ya pues: “Pásale”. Nomás eso me dijo. Y ese día no me gritaron, fue un día viernes y el día sábado no hubo entrada, ni el domingo. Y ahí ni pa donde caminar fíjese y no sabía ni al pueblo allá, cuantí más en México, tan trabajoso.
AA: Sí, tan grande.
JH: Y me acostaba ahí en el pasto y había pero muchos piojos, se me pegaron.
AA: ¿En el pasto?, y, ¿qué hacían, una vez que le pedían su nombre y su edad?
JH: No, ahí, allí...
AA: ¿Qué tenía que hacer usted?
JH: Nomás decir el nombre.
AA: Y después, ¿qué tenía que hacer?
JH: Me mandaron allá a donde estaba toda la gente esperando los papeles que nos iban a dar para irnos a los exámenes pa pasar para Estados Unidos.
AA: Y, ¿cuántos días esperó?
JH: Mire, el día viernes entré, y no me gritaron, y el día que me gritan.
AA: ¿Qué le gritaron?
JH: “Jesús Hernández”. Y dije yo: “Medrano”. Y luego otro, otro muchacho dijo también: “Medrano”. Y yo pensé, éste me está haciendo desatinar, pero no. Entonces fuimos a onde ta el que daba, el que estaba repartiendo las formas, y le dije: “Yo quiero los papeles de Jesús Hernández”. “No”, dijo, “son míos”. Dije: “Y, ya no sirvió”, pensé yo. Y el señor nos miró a los dos: “Pérense aquí los dos, espérense”. Sí, ya que gritó todos los papeles, dijo: “Vénganse”, que nos lleva a una mesa, “aquí espérense, ahorita les van a decir de quién son”. Él no nos dijo nada. Que llega una señorita, pues era un gentío, andaban todos a la carrera y los que andaban haciendo las investigaciones. “¿Ustedes qué quieren?”. “Pues mire señorita, salimos aquí del mismo nombre y apellido con este muchacho”. Y luego lo que me decía: “Y, ¿cómo se llama usted?”. “Jesús Hernández Medrano”. “¿De qué parte es?”. “Del Valle Santiago, Guanajuato”. “Y, ¿cómo se llama su papá?”. “Librado Hernández”. “Usted”, dice, “¿cómo se llama usted?”, dice. “Jesús Hernández Medrano”, dijo el otro también de la misma edad casi fíjese. Dice: “¿De dónde eres tú?”. “De Azacán, Veracruz”. “¿Cómo se llama tu papá?”. “Clemente Hernández”. Vete, allá te van a gritar tus papeles, vete. Por lo pronto: “Y usted párese aquí”. ¿Cómo ve?
AA: ¿Era usted?
JH: Yo.
AA: Qué bien.
JH: Y luego luego, entramos al examen ese día lunes.
AA: ¿Qué examen, qué le hacían?
JH: No pos iban a ver si estábamos bien, teníamos los cuerpos bien pues. Que no tuviéramos enfermedades, que tuviéramos enfermedades en todo el cuerpo. Fuimos a los exámenes y no, no terminamos y el martes fuimos de vuelta allá, allá a donde estábamos y que nos dan los contratos.
AA: Y, cuando le estaban haciendo estos exámenes, ¿le pedían que supiera trabajar el campo?
JH: No, nomás nos decían que, nos decían ahí que, los que los traían en, los que trabajaban en el campo, eran de las mesas dónde habíamos pasado. Ahí nomás era el examen físico, pues que no estuviéramos enfermos, que no tuviéranos alguna enfermedad peligrosa como hernia, como otras enfermedades que tenga uno en el ano, otras enfermedades que en los ojos, o que tuviéramos algunas, algún, algunas bolas en el cuerpo. Salimos bien, yo salí bien, todos. El 24 de junio del [19]44 saqué yo el contrato. Tengo muy presente.
AA: ¿Por qué lo tiene tan presente?
JH: Porque ese día, era un día memorable que yo, iba a salir de mi país.
AA: Así es.
JH: Y, y mí número de mi contrato era 169,690.
AA: ¿Se acuerda de eso?
JH: Ya, ya habían, ya habían pasado mucha gente.
AA: Sí, pues todo eso.
JH: Y sí, que me traen aquí a Hollister. El día primero de, el día primero de julio, pasé Ciudad Juárez.
AA: ¿Por dónde se los traían?, ¿desde la ciudad?
JH: Desde México, de México, con el tren pasajero.
AA: ¿Cómo era ese viaje?
JH: Pos nos daban de comer en el viaje y íbanos, veníamos ahí muy silencitos, y andaban los inspectores de ahí de los americanos cuidándonos.
AA: ¿Ahí con ustedes?
JH: Ey. Nos trajieron y pasamos el día primero de julio. Y el día 4 de julio amanecí aquí en Hollister, era un pueblito en un campo que se llama San Benito, ¡qué memoria tengo!, ¿no?
AA: Sí, perfecto.
JH: Y luego salí éramos muchos ahí en el campo, como unos dos mil.
AA: ¿Tanto así?
JH: Casi como unos dos mil habíamos y no nos daban trabajo, y yo nomás duré dos días y al otro día que me salgo, a ver que hallaba, pues a andar. Del campo y caminé como una milla o dos y que me encuentro, que vi una gente trabajando y que voy sabiendo, yo no sabía bien todas las leyes para los braceros, jui y ya jui y pedí trabajo y que me dan.
AA: Usted cuando firmó ese contrato, ¿le dijeron en qué iba a trabajar?
JH: En el campo, en la agricultura.
AA: Y, ¿le dijeron cuánto le iban a pagar?
JH: Nomás nos dijeron que acá nos iban a decir todo lo que íbamos a hacer. Aquí ya andando aquí en Estados Unidos ahora sí nos iban a decir cuánto nos iban a pagar y cuánto íbamos a durar.
AA: ¿Por qué fue que usted decidió venir a trabajar a Estados Unidos?
JH: Pues yo decidí venir a Estados Unidos, y no sabía yo nada, era un inocente yo. Ya estaba regrande, pero era inocente, vivía en el cerro todo el tiempo con los animales, y mi papá era muy duro conmigo.
AA: ¿Por qué dice eso?
JH: Me pegó como más que unas dos mil cuereadas en la vida. Y lo quería yo mucho fíjese, pero hasta que, hasta le voy a platicar una historia que hasta ni me la va a creer. Yo ya tenía papeles arreglados aquí, venía y duraba aquí un año, algo así con la familia, pero yo iba siempre a verlos. Cuando tenía oportunidad me iba y hasta en mis brazos se murió el señor, ¿cómo ve?, tanto que lo quería. No me va a creer lo que le voy a decir, ganamos a $0.70 centavos la hora, y en el tiempo que estuvo aquí, le junté como $3,000 dólares.
AA: ¿Tanto así?
JH: Todo el dinero lo guardaba yo. Nunca gastaba un centavo que, que pues el vino no me interesaba, ni me gustaba tomar ni nada, ni fumar. Traba los cheques… Estuve con una compañía aquí cerquita, en un pueblo que se llama, Far Pool [Fallbrook] ahí en un lugarcito que se llama Las Deltas. Trabajábamos con una compañía y un día hasta un señor portugués fue y le habló al mayordomo, era el mayordomo, se llamaba Román, era filipino. Y empezaron a mentar mi nombre dice en inglés, y dijo un Lupe: “Te van correr”. “¿Por qué?”, dijo, “te andan mentando tu nombre el Joe y el filipino”. “Que me corran”. Porque ya estamos miedosos pues. Entonces me llamó el Román, se llamaba el filipino: “Ven acá Jesús”. Dije yo: “Sí”. “Sabes qué, el Joe me dice que tu cheques no han caído a la oficina, y que si estas mandando pa México, no te los van a cambiar allá”. Estaba yo tan ignorante señorita fíjese, que sacó el manojote de cheques. “No Román, aquí lo traigo ira”. Traiba como unos catorce cheques.
AA: ¿Ahí los traía con usted, en el pantalón?
JH: En el pantalón, estaban bien guardaditos, bien amarraditos, y luego dice el señor portugués le dio mucha admiración, dijo: “Hoy mismo lo llevas a que te los cambien en Far Ball [Fallbrook] y si no te los cambias, me los llevas pa, pa renovártelos”. Allá luego luego compré $400 dólares. Se los mandé a mi papá.
AA: Qué bien.
JH: ¿Cómo ve?, ¿cómo?, qué bonita vida tuve. Mire, aquí anduve en Estados Unidos yo ese tiempo, y nunca el gobierno me ha dicho nada, porque no le he dado lugar. Ora que, ora que salí de, que hice la plática pues de la ciudadanía, nunca me dijieron nada, salí limpiecito. Y hasta la fecha todavía estoy limpiecito.
AA: Sí, porque hace bien. Platíqueme un poco más cuando la primera vez que cruzó, que vino a trabajar.
JH: Mire, cuando estuve yo esa vez que salí a trabajar, que trabajé con ese señor, se llamaba Salvador Fortino, era portugués. Trabajé como cinco días, nos pagaban a $0.05, a $0.06 centavos los baldes de chabacano. Trabajé como cinco días y al sexto día, el señor no tenía trabajo. Dijo que nos esperáramos porque la huerta estaba muy verde y ese día que llega un representante de los braceros, que me llevan pero para Yuba City. Allá en Yuba City trabajaba hasta los domingos, ¿cómo ve?
AA: ¿Ahí qué hacía?
JH: Trabajábamos en el desahije del melón, ahí desahijando melón. Estuve trabajando...
AA: ¿Cómo es ese trabajo?
JH: ¿Mande?
AA: ¿Cómo desahijan el melón?
JH: El melón, en ese tiempo traibanos un azadón largo y había matitas de melón, de a dos juntas o de a tres y quitábamos una, quitábanos la hierba que estaba cerquita del melón también, porque no estaba el melón tan pegado, había una que otra. El mayordomo se llamaba Ramón Durón, y nos trajeron, nos trajeron en el melón, y cuando trajeron fue una temporada del melón y nos llevaban al durazno, a trabajar al durazno.
AA: ¿Ahí mismo en Yuba?
JH: Mucho durazno, ahí mismo en Yuba City. El patrón, el dueño del terreno, del campo se llama Jack Sullivan.
AA: Jack Sullivan.
JH: Era el dotor. Ahí estuve trabajando con él. No, pues hasta los domingos trabajamos, nos ocupaban. “El que quería ir a trabajar los domingos”. No, pues no nos obligaban.
AA: El que quería iba.
JH: Y así yo hasta sin almorzar me iba a trabajar, andaba terco pues con el dinero. Me gustaba el trabajo y me gusta todavía.
AA: ¿Cuánto dice que le pagaban?
JH: Setenta centavos la hora, trabajábamos diez horas pa $7 dólares. Pero nos daban $45 o $46, y los traiba bien guardados, no los cambiaba. Nos daban de comer ahí. Compraba una, una teja de jabón y con esa lavaba mi ropa. Fíjese señorita, le voy a platicar otra historia muy curiosa. El día… Tenía como tres, cuatro veces que mi papá no sabía on taba. Y el día que… Un día jue la representante de los braceros, que se llamaba María Baca, la señorita era española. Dijo que el que quisiera mandar un dinero pa México, que ella nos podía mandar los money orders. Yo no sabía nada de money orders, ni dinero de nada, lo traiba, traiba $87 dólares, y le dije: “Yo quiero mandar un dinero”. Y luego que lo saco, que se lo iba a dar a ella, estaba bien tapao. “No, no lo saque, espérese, haga una carta pa su papá”. Y nunca había escribido. Ya sabía leer, pero no había escribido, otro Lupe fue, otro Lupe fue el que me hizo la carta. Y luego que le dije que, le dijeron a mi papá que me perdonara, y me regañó. “¿Por qué no habías escrito?, como estarán de apurados ellos, tú nunca habías salido”.
AA: ¿Ya cuatro meses? Y, ¿estaban preocupados sus papás?
JH: Pues sí, pues yo creo, pues no sabían on taba y luego tanto que me pegaba y cuando yo era chiquito también era rebelde. Le decía a mi papá: “Tú no me quieres, yo no he de ser hijo tuyo y por eso no me… “Cállese la boca, que este… Dice: “Ahora que esté grande me voy a ir y no voy a volver”. “Lárguese ahorita”, me decía. Y esa vez que me vine le ha de haber dado mucho miedo. Ha de haber dicho este ya se jue, ya cumplió, no.
AA: Cumplió la palabra.
JH: Fíjese la experiencia que tenía, traía $87 dólares, le mandé $85, le di $2 dólares y mis centavitos a la señorita pa los gastos de la carta. No dejé ni centavos pa comprar un pan. No tenía experiencia, iba, iba a la cocina y ahí en la cocina nos daban jabón pa lavar la ropa y yo todavía traiba la ropa que traje de México.
AA: ¿Todavía la tiene ahora?
JH: No digo, la traiba ahí ese día. Me quitaba una camisa y la lavaba y los pantalones me los quitaba y los lavaba porque yo no quería andar entierrado, lavaba la ropa y la tendía y cuando se secaba me la ponía otra vez.
AA: ¿Sólo traía un cambio de…?
JH: Nomás traiba un cambio, pues me jui de la mil[pa] ahí de la parcela me jui pa México. Entonces, ese muchacho que me enseñó a leer, me regañó, me dijo: “Ira, a ti por eso te pegaban”, porque yo le platicaba que mi papá me pegaba. Dice: “Por eso te pegaba tu papá, porque eres muy tonto, le hubieras mandado unos $60 dólares y dejado tantito pal jabón o pa comerte un refresco”. Porque ahí nos daban de comer, y le decía yo: “Pues ya se me pasó”.
AA: Pero ya venía el otro cheque, ¿no?
JH: Ya venía el otro.
AA: ¿Cada cuándo les pagaban?
JH: Cada quince días.
AA: Cada quince días.
JH: Cada quince días nos pagaban y nos daban $45 o $47 dólares, o nos daban $48 los que trabajábamos los domingos. Bueno, estuve trabajando con ellos ahí tan bonito, en la siguiente que ya tenía dos cheques, me fui a cambiarlos a Yuba City, y se fue otro muchacho conmigo, y ése me quería llevar a las cantinas y yo no quise. “No, no, no, vete tú”.
AA: ¿Tenían que ir hasta otra ciudad?
JH: Hasta Marysville.
AA: ¿Ahí los cambiaban?
JH: Ahí los cambiábamos.
AA: ¿Les pedían alguna identificación para cambiar el cheque?
JH: Nada.
AA: ¿Sólo lo llevaban y les daban el dinero?
JH: Nos daban el dinero, taba muy, taba muy atrasado toda la materia pues de los, de la gente pues.
AA: De la seguridad.
JH: Entonces, dimos los… Cambié mis cheques y me eché el dinero y le dije al señor que me diera unos billetes de a $20 porque no quería traer tanto billete chiquito. Sí, me los dio. Fuimos al banco, fíjese ahí nos lo cambiaron. Y no dijeron nada. Entonces, ya como quiera hice el dinero y lo traiba bien guardado. El otro muchacho se fue a tomar y yo me fui al cine.
AA: Hizo bien.
JH: Cuando salí del cine me fui a comer a restaurán que se llama El Trompito, era de mexicanos ahí en Marysville. Y luego pedí un taxi, y estaba tan barato, el taxi nos cobraba $2 pesos hasta allá. Y el otro muchacho llegó tarde tomado y ya estaba muy acostado en mi cama.
AA: ¿Cómo era el lugar donde vivían?
JH: Era un campo, era un campo de braceros. Era un bonque grande y tenía cuartitos separados. Y había un baño, había dos baños. Y había tres, había este, había un lugar donde podíamos ir a escribir y un baño a donde íbamos a lavar la ropa. Estaba muy bien en ese campo, quizás usted sepa una historia, que un Juan mató como veinticinco personas ahí.
AA: ¿Veinticinco braceros?
JH: A los trabajadores.
AA: No, no conozco.
JH: Eran trabajadores, no eran braceros, eran trabajadores ya sin papeles de los que según ellos ya sabía ahí. En ese campo estuve yo fíjese. Los enterraba en el río, el río estaba cerquita como a unos, un cuarto de kilómetro de ahí.
AA: ¿Cómo se llama ese rancho donde estaba?
JH: El Sullivan Ranch.
AA: Y, ¿cuál es esa historia de que ese Juan mató a la gente?
JH: Pues yo ya no estaba ahí. Nomás ahí en ese campo estuve como hasta los, como hasta los diez años fue esa muerte de esos.
AA: Ya había pasado diez años.
JH: Ya había pasado mucho tiempo. Nosotros estuvimos ahí, el señor, toda la gente eran muy buenas gentes con nosotros. Los mayordomos y los pat[rones], el patrón, nunca lo mirábamos a él.
AA: ¿Nunca conoció al patrón?
JH: Sí lo conocí pero casi no iba. Lo conocí una vez que, que jue y lo miré y luego otra vez ocupaba yo un doctor y fui a Marysville, pero ya era mucho tiempo, que lo miro allá, y que le di, y lo saludé y lo miré muy, muy contento. Me dice: “¿Me conoces?”. Y yo ya podía hablar tantito inglés, porque yo también estuve yendo a la escuela una hora o dos horas a la escuela, y luego compré un curso en la North American School y aprendí tantito.
AA: Ah sí, ¡qué bien!, y, ¿a qué horas estudiaba?
JH: En la noche cuando llegaba de trabajar. O luego iba los lunes y los martes. Los lunes y los martes iba a la escuela una hora. Tenía mucha tensión, por eso mucha apuración. El señor dijo: “¿Me conoces?”. Le dije yo: “Sí”, le dije, “usted es el Jack Sullivan. Yo estuve en su rancho cuando era bracero”. Que se levanta y que me da la mano y que me agarra aquí de la mano ansina. “¿Quién era tu mayordomo?”. “Ramón Durón”. “Oh sí, Ramón Durón”. Y ahí le conocí de vuelta, ya lo había mirado pues era un, era un doctor, muy linda persona él era…
AA: ¿Él lo atendió?
JH: Me atendió esa vez. Estaba enfermó yo, y me enfermé de una enfermedad, ya no tenía papeles yo en ese tiempo que lo miré fíjese. Ire, yo le voy a decir que los doctores aquí en Estados Unidos son muy buenos, pero son muy inteligentes también, ¿sabe por qué?
AA: ¿Por qué?
JH: Porque ahorita los doctores a usted no le dicen que tienen, ni le dicen que está aliviado o que está componiéndolo, ¿sabe por qué? Porque se están aprovechando de la medical. Nada menos que acabo de dejar yo el doctor ahorita. En el [19]91 se me cerró éste ojo. No, no miraba yo nada, y, y vine aquí con el doctor que está aquí por la Pájaro, el doctor este, y, y éste me mandó con un especialista a Monterrey, y allá me operaron. Y aquel doctor dijo que ya no iba a mirar, que ése era todo. Es un especialista, el Fierro se llama el doctor. Yo, dijo que no le hace que ya no mire, pero yo me encomendé mucho a Dios. Cuando me tenían en la cama se me vino a la mente, y me acuerdo de un santito de Zacatecas muy, muy milagroso. Dije: “Que tú seas el que metes la mano que el doctor aquí nomás te esté mirando”. Pues me operó un 8 de marzo, duré todo marzo y todo. Todo abril y todo mayo y luego el 10 de junio que miro, ¿cómo ve? Yo no sabía que miraba. Nomás que no, quién sabe cómo me tapé el ojo y que miro la ventana. “Ay Diosito santo, ya miré”. Y ese doctor, pues ya, ya ni con él estaba, estaba con otro, y este otro me decía que tampoco no iba a mirar, pero que sí miro. Y este doctor me estaba dando medicinas, todavía me lo estoy poniendo, y otro doctor me dijo que, que ya no iba a mirar tampoco y sí miro. Hasta saqué mi licencia de manejar, ¿cómo ve?
AA: Ah no, pues entonces está muy bien.
JH: Por eso no uso los lentes, ahí los tengo los lentes, yo no los ocupo, ni pa leer, usted verá.
AA: Está muy bien, cuénteme un poco más cuando dejó de trabajar ese rancho.
JH: En Sullivan.
AA: Ajá, ¿qué hizo?
JH: Cuando, mire, estuvimos, se acabó la cosecha ahí del durazno, la uva, la ciruela, y la nuez. Como por un día 11 de octubre nos llevaron para el Tunel Lake este pueblito está cerquita de Oregon, pegadito a Oregon. Allá trabajamos en la papa. Nos pagaban a $0.05 centavos los sacos de papa.
AA: ¿Cómo se cosecha la papa?
JH: La papa iba con una máquina o con dos, con dos tablas en la tierra, y por un elevador echaban la papa juntita de dos surcos y luego la ponían en surquitos arriba del surco que había en medio, y va quedando parejito el montón de papas. Entonces nosotros nos ponían un cinto, nos poníamos un cinto de lona y tenía un palito aquí atravesado y aquí tenía un gancho y acá también nos ponían los doce sacos aquí, doce aquí. Eran livianitos los sacos, y aquí, este que tenía aquí, tenía dos ganchitos, nos atravesábamos y en un ratitito los llenábanos, hasta la mesa.
AA: ¿Cuánto pesaban?
JH: Siempre pesaban.
AA: ¿Sí?
JH: Pesaban como unas, como unas quince o veinte libras. Los echaban, los echábanos nosotros y íbamos echándole, nos dejaban un tramo, y al último pues eran veinticinco sacos los que apartábamos ahí, yo dejé quinientos sacos, ¿cómo ve?, todo el día corría.
AA: ¿Quinientos sacos sacó?
JH: Me ganaba como $25 dólares, como $20 dólares ganábanos.
AA: ¿Al día?
JH: Al día, y tan barato que nos pagaban aquí, se nos hacía un dineral. Bueno, hasta ni nos queríamos venir, pero nos trajeron, se acabó pues.
AA: ¿Cuánto duraba ese contrato?
JH: Ese tiempo nos… Ese trabajo nos duró desde como los primeros de octubre hasta el 20 de noviembre, hicimos muy buen dinero, trabajábamos bien. Luego, nos trajieron aquí al valle de San Joaquín al algodón. Aquí estuve con un señor ranchero muy lindo que se llamaba, se llama Frank Dinarrer era como italiano. Al algodón trabajaba tan bien, y me enseñé tan bonito el algodón, hacía cuatrocientos libras, el algodón, todos los días le pegaba duro.
AA: ¿Cómo cosechan el algodón?
JH: El algodón tenía, el algodón tenía una, tenía una bolsa casi como era, como de por aquí de la mesa para allá.
AA: Unos dos metros.
JH: Como dos metros y medio yo creo, grandota, como dos metros y así de ancha. Y la llenábanos y bien la apretábanos, cuando ya se llenaba la parábamos, quedaba parada derechita. Nos la cargábanos y la íbanos a pesar, pesábanos ochenta, o setenta libras.
AA: ¿Cada saco?
JH: Cada saco, cincuenta, sesenta, teníanos en todos los días temprano y hasta que nos llenábanos, íbanos hasta las cinco. Estando ahí nadie nos quitaba. Así es que cuando hacíamos cuatrocientas cincuenta o quinientas nos íbanos a la casa solitos voluntarios. Cargábamos nuestros sacos y nos íbanos, nos bañábanos, nos acostábanos allá.
AA: ¿A qué horas empezaban a trabajar?
JH: Empezábamos, bueno empezábamos a trabajar como a las seis nos daban el desayuno.
AA: ¿Ahí también les daban de comer?
JH: Tenían de comer. O como a las cinco y media empezaban, yo me levantaba bien temprano, era de los primeros que comía y luego luego agarraba mi saco. Nos íbamos a pie estaba cerquita. Así es que yo mi tarea eran cuatrocientas libras pa arriba todos los días. Pagaban a, nos pagan a $3 pesos el cien de libras.
AA: ¿A $0.03 centavos?
JH: A $0.03 centavos la libra.
AA: A $0.03 centavos la libra.
JH: Así es que yo me ganaba $18 o $15 dólares todos los días, andaba muy, muy apurado. Entonces de ahí nos quitaron y nos mandaron a un pueblito que se llama, que se llama Fowler(?) cerquita de Fresno, a algodón también, y ahí lo acabamos bien pronto fíjese, ya se andaba acabando. Nos prestaban, pues ellos, y de ahí nos mandaron para Farball este, allá pa Las Deltas, ahí estuvimos trabajando con una compañía como unos seis meses.
AA: ¿Ahí qué estaban haciendo?
JH: Trabajábamos en el desahije de la lechuga. Y trabajábamos con la limpia de la lechuga y limpiábamos coliflor.
AA: ¿Cómo hacen todo eso?
JH: Con un azadón largo. Andábamos trabajando limpiándolo y todos los días íbanos y trabajamos ahí hasta que se acabó, como seis meses duramos ahí. Y luego me mandaron a mí para Los Banos a trabajar a la compañía de La Maya. Y en la compañía de La Maya había días que ni nos llevaban. El mayordomo andaba extendiendo la gente, las con toda la compañía y a veces no llegaba y nos íbamos pal pueblo mejor.
AA: Y, ¿qué hacían en el pueblo?
JH: Pues íbamos a mirar nomás allá, en ratitos y luego íbamos a regar en la noche, nos dieron trabajo de noche a regar. Las legumbres pues, la lechuga y la cebolla y todo.
AA: ¿Cómo es ese trabajo del riego?
JH: El riego estaba un ditch hondo, así de hondo y echan a echar las pompas de agua, y le ponen los tapones de lona, le ponen unos tapones de lona y tenemos treinta y cinco pipas así grandotas y de a pulgada y los hacíamos caer. Y los jalábamos y las llenábanos de agua y se iba el agua por la raya, estaban así en el bordo así, estaba el bordo y el agua estaba como de aquí pa acá.
AA: Estaba lleno.
JH: Trabajábanos, trabajamos ahí y luego pues, como que un día nos dijieron que, que si no podíamos estar ahí, pues como que sobrábamos nosotros.
AA: ¿No había suficiente trabajo?
JH: No había suficiente trabajo. Entonces me fui a la, nos fuimos a La Asociación como unos diez.
AA: ¿Dónde era La Asociación?
JH: Ahí en Los Banos, y de Los Banos me mandaron a mi pa Yuba City al algodón otra vez con un señor que se llama John Sanders. ¡Y, qué bonito estuvo ahí con ése! Trabajábamos a nuestro puro gusto, ellos eran rebuenas gentes. Hacíamos muchas cajas de duraznos. Ése nos lo pagaba por contrato fíjese, las cajas.
AA: ¿Por contrato?, ¿cada cuánto les pagaban?
JH: Nos pagaban las cajas a, a $0.13 centavos, las cajas de esas grandes como de a treinta y cinco libras, nomás llenarlas. Las llenábamos y trabajábanos con él, trabajamos ahí hasta que se acabó todo, la nuez y todo.
AA: ¿También en la nuez estuvo?
JH: En la nuez, sí.
AA: ¿Cómo cosechan la nuez?
JH: La nuez, se cae y la juntábamos, y la que no caiba le pegábamos al palo con otro palo, con un marro y se caiban todo, estaba muy suavecita. La juntábamos nomás y la dejábanos ahí mismo los costales, los sacos.
AA: ¿En sacos la ponían?
JH: Sí. Entonces de ahí que se acabó nos llevaron pa Red Bluff, ahí en Red Bluff estuvimos con unos americanos tan lindas personas, eran tan buenas gentes, sí. Hasta nos llevaban comida a la casa.
AA: ¡Ah sí!, ¿cuántas personas estaban ahí en ese…?
JH: Estábamos como quince con él. El señor se llamaba George Westcall se llamaba el señor, el americano. Nos llevaban, nos llevaban envoltorios de carne, él tenía muchos tesonería, muchas, muchas potreros de ganado, nos llevaban pedazos así de carne, nos lo daban pa que nos lo comiéramos.
AA: ¿Ustedes tenían que cocinar ahí?
JH: Cocinábamos nosotros no había pues quien nos diera.
AA: ¿Cómo le hacían?
JH: Pues refacilito. Tenía el señor, tenía como unas cinco estufas donde hacíamos la comida y como pues no teníamos carro, y sabíamos hacer todo. Yo sé hacer muy bien comida.
AA: ¿Ustedes se cocinaban?
JH: Hacía yo tortillas de harina pa mí solito. Hacía tortillas de harina y hacía comida, hacía sopa o hacía arroz o luego a veces hacía este, como de esos botes de frijoles traibanos y nomás lo abríamos y los paseábamos, los comíanos. Ahí estuve con un señor hasta que de ahí me fui para México fíjese, de ese rancho.
AA: ¿Ya se le acabó su contrato?
JH: Se acabó el trabajo, y el señor ese me que[ría], el hijo del señor me quería arreglar el pasaporte a mí, fíjese, desde entonces. Tenía un potrero de ganao y tenía un potrero de puercos gordos. Él tenía cinco tesonerías, así, carnicerías en el pueblo. Me levanté ahí como a las tres de la mañana y me iba pal, pa donde tenía la pastura y les echaba catorce pacas de alfalfa a los toros gordos. Arriba, me subía arriba de ahí se los echaba con un bieldo pa abajo. Y a los puercos les tiraba nueve o diez sacos de cebada, ahí la tenía apilada, los tenía que traer en sacos. Y, pues él no me mandaba, yo iba ahí y le ayudaba, y el día que me daba el cheque, me daba un cheque de $15, de a $25 dólares extra.
AA: ¡Ah qué bien!
JH: Y un día, un día de tantos había un español ahí en el Red Bluff, que era zapatero. Y me llevó: “Súbete al carro, vente”. Y ya me fui. “Pues a dónde me irá a llevar”. Y yo no entendía inglés, ni el español, nomás me decía ven y juimos con el señor, y dijo el español, me miró y dice: “Oyes, ¿qué le das a este”, dijo, “¿qué te hace o qué?”. “¿Por qué?”. “Pues dice que, que si quieres arreglar él pasaporte que él te arregla”. Le dije: “No, dígale que no quero porque allá tengo mi papá en México”. Y ya le dijo él y no, me dice: “Que hasta a tu papá le arregla, ellos tienen la preferencia aquí y te puede arreglar ahorita”. Le dije: “No, no, no, dígale que yo no quiero el pasaporte”.
AA: ¿Por qué no quería pasaporte?
JH: Por ignorancia, porque él me hubiera arreglado ya desde entonces, ahí yo había quedado con él.
AA: ¿Sí le gustaba la vida aquí en Estados Unidos?
JH: Me gustaba mucho, nomás que uno no piensa.
AA: Extrañaba México.
JH: Pues no, no piensa uno, no está en su, no como decía, no tiene su mente completa pues. Bueno, ya me dejó, y el día que cumplí mi contrato nos fuimos a México, ya no quisieron renovar. Entonces, pues cuando fui pa allá, entonces yo tuve mucho cariño en Estados Unidos.
AA: ¿Cómo se regresaban?
JH: Pues me fui de contrabando pa Texas. Pasé el río y pasé pal otro lado, luego luego me dieron trabajo.
AA: ¿Por qué ciudad encontró?
JH: Por un pueblito que se llama Progreso, ahí entré por un lugar que se llama Las Flores, era de México y Progreso está de este lado. Trabajé con un señor ahí como unos cuatro meses.
AA: Entonces no regresó a México todavía.
JH: No, ya había venido de México, ya hasta me había casado ya en México, ya tenía mi esposa allá.
AA: Entonces después de trabajar con este señor que le quería arreglar papeles, ¿regresó a México un tiempo?
JH: Sí, sí regresé a México. Se me terminó el contrato, y me fui para México y allá estuve en México y luego me regresé el [19]47 regresé. No pues luego luego, [19]46 salí de aquí, [19]47 jui para Texas.
AA: Y, ¿en un año se casó?
JH: En menos de un año, cuando yo allá llegué, llegué muy reparadito, con mucha ropa y con muchas pues. Iba muy elegante y yo tenía cuatro, tres pares de zapatos nuevecitos, llevaba muchas chamarras de cuero, estaban bien baratas, bien bonitas. Llevaba un traje, un traje de esos trajes bien bonitos, costó $28 dólares ahí en Fresno y, pues eso si...
AA: ¿Qué más llevaba?
JH: Digo, digo llevaba como $700 dólares.
AA: ¡Tanto así!
JH: En ese tiempo. Y ahí tiene que, pues me casé y ya me seguí trabajando yo en mi, en mi parcela, yo la tenía todavía.
AA: ¿Cómo conoció a su esposa?
JH: ¿Mande?
AA: ¿Cómo conoció a su esposa?
JH: Pues mire, cuando yo me jui, cuando yo estaba aquí, ya tenía veintisiete años, y un día quién sabe como miré un libro que se llama Ciencias Naturales. Yo no me pensaba casar, no tenía yo la intención. Entonces vide yo un libro que se, miré, el librito que se llama Ciencias Naturales, ojalá y todos lo tuviéramos. Dice, dice ese librito ahí en la leyenda dice: “Si usted tiene un hijo o una hija mayor de edad aconséjele que se case, porque si no se casa va a llegar un día que va a oír el murmullo de los hijos invisibles que lo rodean”. Yo dejé el libro, y después ahí en el cine me acordé, ¿qué cosa será eso de los hijos invisibles? En la tarde que llego agarro el libro otra vez, ya sabía yo bien leer, dice: “Los hijos invisibles que rodean son aquellos que dicen que si llega a ser grande y no tiene hijos, y tiene un dinero”, dice, “si yo tuviera un hijo, le daba este dinero, o si tuviera una hija iba a platicar hasta su casa y hasta me daba de comer”. ¿Cómo ve? Dije: “Ahorita que me vaya me voa casar yo”. Y aquí estuve mucho tiempo de haberme casado. Estuve en un rancho, en un rancho de un señor que era, era de Sinaloa y tenía tres hijas, y una era de mi mera edad. Y me miraban que yo era muy inteligente y muy trabajador y ésta se interesó mucho en querer casarse conmigo, se llama Julia Márquez.
AA: ¿Se quería casar con usted? Y, ¿usted no quiso?
JH: No, un día, como verá, como empezamos, yo sentía pues que ella me miraba muy seguidito y con malicia, ¿verdad? Y ya yo tenía malicia también, y dije: “Le voy a decir a Julia que si se casa conmigo”. Y ya fui y tenía unos conejos ella ahí, que le voy a ayudar a los conejos a mirarlos. Estuvimos platicando y luego luego yo creo que también como que se me vino a la mente, pues yo ya estaba muy inteligente pues pa hablar. Ya te sabía leer y escribir. Que le digo: “Señorita perdone, perdone las malas palabras, perdone que interrumpa el camino de su vida, si carácter su buena persona, me simpatiza para que tengamos unas relaciones amorosas y llevarla al altar de blanco”. Que se pone bien colorada, y me dice: “¿Qué está pensando usted?”. Me dijo muy seria. “Estoy pensando proponerle matrimonio y ser feliz con usted, quererla toda la vida”. “¿Quién le enseñó a decir eso?”. (risas)
AA: ¿Ella no hablaba español?
JH: Sí hablaba español pues era mexicana, pues era de mexicanos… y dice: “¿Quién le enseñó a decir eso?”. “No pues yo saco de mi cabeza”. “No, no oiga, ¿usted fue a la escuela?”. Le dije: “No fui a la, fui a la… “¿Dónde aprendió eso?”, le daba mucha admiración y se empezó a reir. Le digo: “Difícil me caso contigo y, ¿qué vamos a hacer?”. “Pos, ¿como qué vamos a hacer?”. “Pues vivimos juntitos, a lo mejor semos felices”. Y dice: “¿Tú tienes mujer en México?”. Le dije: “No, no tengo”. Ahí en los controles dice que semos solteros. “Déjeme pensar”, dijo, “a ver que te resuelvo”. Y en eso que me voy de ahí, ¿cómo ve?, porque ya andaba ella muy inteligente, un día que me voy para La Asociación y que me encaminan pa allá, pa Yuba City.
AA: Y, ¿no se despidió de ella?
JH: No me despedí de ella, fíjese. Como quiera allí me hubiera haber casado con esa, si le he terqueado. Luego cuando estuve en Las Deltas, andaba en un, este un rancho que se llama el Standoor(??) cerquita y había como unos, quince o veinte familias de Texas. Y un día, por ahí pasaban por donde vivíamos nosotros y ora, iban tres muchachas muy, muy, muy simpáticas pues pa allá pa las tiendas pues, caminando. Estaba yo solito en unas, en unas en un banquito un banco de cemento que tenía ahí, y luego quién sabe cómo se me ocurrió, le dije, le dije: “Adiós esa del pantalón Levi’s”. Y que arrienda luego luego y que sueltan la risada. Pues ellos nos ignoraban como braceros, ¿vedá? Y, y luego arrendó y luego quién sabe qué dirían las otras, y que se para y que se van. Y que me llama: “Ven pa acá”. Pos yo muy miedoso fui, estaba retealzado yo. “Sí, sí buenas tardes seño, perdóneme lo que le dije”. No pero siempre ya sabía hablar. “Perdóneme lo que dije, si la ofendí o no”. “No”, dijo, “no me ofendiste, lo que me diste es mucha admiración, ¿cómo me lo escogistes a mí?”. “Pues porque usted me gusta”. Y luego luego le propuse matrimonio.
AA: ¿A ella también?
JH: Sí, y luego dice que sí se casaba conmigo. “Si me caso”, dijo, “nomás prométeme que no eres casado en México”. “No, no soy, soy soltero”. “Ta bien, ¿tienes dinero?”. “Sí, aquí traigo como $300 dólares”.
AA: Y, ¿le sacó el dinero ahí?
JH: No, le dije: “Aquí traigo $300”. “No”, dice, “déjalo, no, te pregunto, ¿tienes dinero pa casarnos?”. Ella estaba muy viva. “Sí, sí tengo dinero y si no lo conseguimos con el trabajo, ¿qué no?”. “Sí”, dijo, “usted tiene, también yo tengo”, dijo, “y a luego luego voy a trabajar también”.
AA: ¿En dónde trabajaba?
JH: En algodón trabajaba ella ahí con el Standoor(??).
AA: ¿También había mujeres que piscaban?
JH: Eran muy buenas, muy buenas pal algodón.
AA: Y, ¿a ellas también se las traían de braceros?
JH: Eran de México, eran de Texas. Ahí en Texas había mucho algodón. Y ahí tiene que, pues sí, en donde anduvimos noviando con ella y un día hubo un baile ahí en Standoor(??) y le dije: “Que va a haber baile ahí en Standoor(??)”. Dijo: “Sí va a haber, ¿me das permiso de ir a bailar contigo allá?”. Yo ni bailar sabía. Dice: “No”, dijo, “no vayas a ir”. “¿Por qué?”, dije, “tengo unos hermanos muy rebeldes y te van a pegar”. Dije: “Y, ya mejor no voy a andar con ella yo. Ya se me quitó de ella luego luego, ya no la volví a buscar. Pasaba y nunca le decía nada, y un día me dijo otra, pues ya me tenían confianza, dijo otra: “Oyes, te mandó saludar Estelita”, dice, “que la olvidates”. Le dije yo: “¿Cuál Estelita? Ni la conozco”. Sí, yo miré, yo te miré con ella un día ahí en la tienda. Porque cuando podía a la tienda me iba con ella pues, le compraba algo allá, un refresco, unas paletas y luego le dije: “No, no”. Dijo: “Sí, te mandó saludar dijo que, que te anda buscando”. Y yo me le perdía pues, me les escondía, y también con esa perdí la oportunidad fíjese de haber arreglao.
AA: Sí ya.
JH: Sí, pues como quiera, así me quedó y luego el señor, cuando vine sin papeles en el [19]49, me vine sin papeles, y pasé.
AA: Y, pero ahí ya venía casado.
JH: Ya venía casado yo.
AA: Y, ¿a su esposa la dejó allá?
JH: La dejé en México. La dejé prestada con mis papás. Entonces me vine y trabajé ahí en Delano, y me chocó La Migración, me agarró y me echó fuera pa Tijuana y que me vengo otra vez, ya sabía el camino. Que me vengo y fui a dar a Yuba City a onde estaba el ranchero.
AA: Y, ¿cómo cruzó desde Tijuana, otra vez?
JH: Pasé por un, por el desierto. Señorita, fíjese, pasé el desierto ya bola veces. Una vez me lo pasé solito, ¿cómo ve? Nomás...
AA: ¿Solito?
JH: Nomás llorar me hizo falta.
AA: Pero es muy peligroso.
JH: Peligroso, había víboras de a bola allá y luego fue en tiempo caliente y como el día, como el día 10 de Mayo, el día de las madres, me la pasé en algodones. El día 11 le entré como a las once de la mañana a las diez pa, pal desierto. Yo sabía el camino, fui a dar a Blythe, hay ciento sesenta millas de algodones a Blythe.
AA: ¿Caminando, en qué se iba?
JH: Toda la noche caminé por un arroyo que nomás, nomás llorar me hizo falta. Tenía tanto miedo, solito me vine. Porque no podía pasar, estaba muy dura La Migración ya. Pasé y me vine y llegué a Blythe, ya conocía todo. Y agarré el tren en Blythe y vine a dar a un pueblito que se llama Arcadia y de Arcadia vine a dar a Barstow. Ahí en Basto me bajé y entré por que iba pa Colton, pa allá y venían pa Bakersfield, ya conocía bien el camino. Ahí vengo en el tren y vine a dar a un pueblito que se llama, que se llama Clacksburg que está aquí cerquita de Tracy. Y de ahí que voy a Tracy y me fui en el tren y nomás me bajé a beber agua y que me voy a Tracy y que me bajo y que me voy en el bus para Sacramento, ya conocía yo bien el camino. Pues ahí tiene que entré y ya cuando ya el ranchero ya no tenía, ya no tenía mucho trabajo. Y ahí [es]tuve trabajando poquitos días con él, y en una de esas que me voy para otro pueblito que se llama, ¿cómo se llama este otro pueblito? Ahí esta cerquita de Colusa, ahí tenía otro patrón yo. Y, y ese ahí trabajé con él y luego me fui para Durham porque yo busqué los trabajos de contrato, pa hacer dinero. Y luego de ahí, de Durham me vine Lindsay, bien cerquita cerquita de Tulare, que me agarra La Migración ahí.
AA: Y, ¿cómo qué hacía La Migración?, ¿llegaba y les pedía algún tipo de papel?
JH: No, en cuanto miraba uno La Migración corría, luego luego sabían que no traibanos. Y esa vez llegó llegaron los emigrantes, estaba yo trabajando. Y me dicen: “Hi, hi”. Y, y se pasó, no me dijo nada. Y otro que venía atrás me investigó, me dijo que si era espalda mojada, y como yo ya hablaba poquito inglés, le dije: “Usted cree que yo soy espalda mojada”. “Oh no”. Que se va y que me deja. Dije: “Ya lo fregué”. En eso dije: “Ahorita van a regresar”, pensé yo. Ya se habían ido pa allá, pa adelante a ver los otros que me quito el bote. Andábamos trabajado la aceituna, baje de la escalera, y que me quito el bote de la aceituna y que lo dejo en el suelo y que empiezo a caminar, y como estaba el camino muy cerquita, me dice otro Migra: “Hey, hey, where’re you going?”. Y yo le dije: “Aquí voy a la huerta”. Y dice: “Oh no”, dijo, “véngase pa acá”. En eso que agacho, que corro. Que corren tras de mí los Emigrantes. Me entré en una huerta de naranja grandota los árboles, me brinqué, yo pa allá se brincaba un emigrante pa allá y me brincaba pal otro y se brincaban ellos también siguiéndome. Pero los largué, en un ratito los dejé. Yo corría, estaba bien liviano. Corrí y al salir la huerta de naranja había un potrero de ganado, que me brinco el alambre del ganado pero ansinita la cerquita de alambre, y dicen que tienen de esas cercas y yo no sentí nada. Me agarré y fui al brinco que me fui, que se vienen los becerrillos tras de mí, todos los toritos, iban como unos treinta tras de mí, así llevaban en medio, llegaban La Migración se quedó parada ahí y...
AA: Ya no siguieron ellos.
JH: Ya no me siguieron y ahí en la salida me espero La Migra, la policía del pueblo me esperó y: “Eh, no corras”. Y ya no corrí. “Ven pa acá”. Y que me voy pa on ta él. Y dice, dice: “¿Por qué corres?”. Me dijo en inglés, le dije: “Aquellos señores me vienen siguiendo, traen pistola”. “No te hacen nada”. Que luego que me pone las esposas en las manos, que me lleva pa allá, no me preguntó por papeles ni nada. Me llevó y me tenía allá, y luego pues que me dejaron. Le dijo uno: “Mire este, ya estaba yo amarrado ahí”. Le dijo: “Ahorita lo voy a arreglar y yo te enseño”. Porque ellos ya habían quedado, ellos, que me iban a investigar yo creo. No, no me dijieron nada y el policía estaba bailando así con sus que… Y no cuando llego el de la patrulla me subió, luego luego me soltó y me subió. Ese señor ese que me dio muchos, me fue muy mal.
AA: ¿Por qué?
JH: Cuando llegamos allá al Lindsay, nos pusieron en la corte, nos llevaban a la corte, nos tenían sentados todos juntitos me dice uno… Ah entonces y vino y me miró y luego vino otro emigrante, me dijo: “Tú párate”. Me dijo a mí y yo, yo me agachaba y todos los otros los mexicanos son muy lumbreros y yo. “Ándale, a ti te hablan, a ti te hablan”. Me decían y yo agachao. Pero yo ya sabía que a mí me hablaban. “Tú párate”. Porque La Migración toda habla español, y yo dije: “¿Yo?”. “Sí, pues entonces, ¿quién? Venga pa acá”. Me paré, y: “Venga pa acá”. Y que me vine y me dice en inglés: “¿Cuánto tiempo tienes aquí en el Lindsay?”. Le dije: “Como un mes”, le dije en español. Y luego dice: “¿Con quién trabajas?”. Decía en inglés. Yo le dije y todo: “Con José Asencio”. “¿Dónde vives?”. Entonces sí pues tuve que decirle: “Vivo en la Denver Court 440”. Y luego que me agarra aquí del cuello, como, como que la… Algo así, no, le dije yo: “¿Cómo se llama la calle?”. “Verá se llama Sweetbars”. Se llamaba la calle y como la calle es como cantina, ¿verdá? Él pensó que yo lo estaba vacilando. Que me agarra de aquí: “¿Dónde dices que vives?”. Le digo: “Aquí en la Sweetbar 414”. Y luego dice… Entonces llamó un policía que estaba ahí. “Ven pa acá”, ya le… antes no me pegó, y sí me quería pegar, me agarró de aquí con la mano empuñada, y luego dice: “Investígame este”. Y ya el policía llegó y me agarró de aquí. “Hi, hi, How are you?”. “Fine”. Y dice: “¿Tú has vivido otros años aquí en Lindsay?” Le dije: “No, never”. Y dice: “Sí, sí has vivido aquí”. “El año pasado te miraba en la Denver Court”. Ahí había vivido, fíjese.
AA: Y, ¿él se acordó de usted?
JH: Me conoció. “No”, le dije, “a de haber sido otro, yo no era”. “Okay”, me dejó. Fíjese, que tan mal me fue que me echaron allá a donde nos tenían encerrados, ¿verdad? Entonces un David Fernández dijo, él salió de ahí. “David ven”, se devolvió, ése era mayordomo también, era contratista, ahí había trabajado, él me conocía. “Dile a doña Floridia que me traiga mis cosas porque me van a echar pa México”. Dijo: “Sí”, dijo, ya que va y que le resulta que viene doña Floridia con mi mochila y un dinero que me debía el esposo de ella, era el contratista. Me dieron, me dio $80 dólares. Y luego me dice el señor, el emigrante, porque ya no traiba, ¿verdad?, ya, si ya me sabía, dice: “¿Cuánto dinero traes?”. Le digo: “Traigo poquito más de $1,000 dólares”. “¿Cuánto traes?”. “Poquito más de $1,000 dólares”. “A ver sácalos aquí, ponlos aquí en la mesa, pronto”. Que los saco, traiba unos pantalones de estos de caquis amarillos, tenían unas secretas aquí, y traía puros billetes de $100 bien amarraditos con una hebra de hilo, no se me notaba. Los conté y luego sacó una caja de cigarros. “Ten un cigarro”. Y le dije: “No, yo no fumo”. “¿De cuales fumas tú?”. Enojao pues el emigrante le dije: “De ningunos”. “¿Dónde ganaste este dinero?”. “Pues en Yuba City y en, en Cambell y este otro, este otro Arbaco [Arbuckle]”. Y ya le dije después donde había trabajado. “Aquí traigo un recibo de los cheques onde me pagaban ahí en, en Arbaco”. Pues aquí un cheque me dan $500 dólares, fíjese. Trabajamos por contrato, lo agarró y me lo dio pa tras, y dijo: “Está bien”, dijo, “deja aquí el dinero, no lo agarres”. “Ta bueno”. Traiba como $1,080 dólares. Y ya no me lo dieron. Nos llevaron pa El centro allá en California y yo iba mucho muy apurado porque no traiba el dinero y luego ya que me echan en el avión pa Guadalajara, ¿cómo ves?
AA: Y, ¿no le entregaron su dinero?
JH: Ahí...
AA: ¿En Guadalajara?
JH: Guadalajara me lo dieron, un cheque del pacífico, con $1,000, con $1,080 dólares y me dieron un $0.50 centavos sólo. Como quera me dieron el dinero, no me pasó nada.
AA: Pues qué bueno.
JH: Sí, y como quiera me dijo.
AA: Entonces los deportaban en avión en ese entonces.
JH: Pues nos echaron a nosotros en avión, me dijo el, nos dijo el emigrante que me dijo a mí, me la leyó bien que si dentro de cinco años venía me iban a apresar cinco, dos años o hasta cinco años me podían dar y que si no venía estaba bien, y no vine.
AA: En cinco años.
JH: En cinco años, me puse a trabajar en mi parcela y anduve trabajando allá muy bien y tenía muchas ganas de venir y en eso me agarró una enfermedad a mí allá. Una fiebre de malta. Andaba con doctores pa allá y pa acá, y anduve y no me podía aliviar y luego un doctor de Morelia me la quitó.
AA: ¿Ya tenía familia usted?
JH: Ya teníamos, ya teníamos como, íbamos a tener cuatro hijos ya. Y luego que me vio el doctor que me la quitó que me voy de, pa Ciudad Juárez. Allá taban las contrataciones del [19]58, y en el [19]58 que, que fue cuando me dieron esta mica que traigo, que paso para, de este lado de bracero y ya. Pues ya me vine.
AA: ¿Cómo eran las contrataciones ahí en Ciudad Juárez?
JH: En Ciudad, en Chihuahua nos contratamos. Nos, nos pasamos y pasamos los exámenes y nos llevaron ya por cuenta de la compañía pa Ciudad Juárez.
AA: ¿Qué clase de exámenes les hacían?
JH: Pues nomás que no estuviéramos enfermos, que tuviéramos enfermedades, que no tuviéranos...
AA: ¿Hubo alguna vez que los rociaran con algún tipo de polvo?
JH: Hubo un tiempo.
AA: ¿Cómo era eso?
JH: El que tenía piojos, lo ponían el polvo en la cabeza y en el cuerpo. Aquí en Mexicali era eso. Ahí en México no, ni en Ciudad Juárez, y a mí nunca me pusieron eso tampoco. Pues ahí tiene que, ya como fuera ya no vine de ilegal, ya vine de bracero y el señor ahí con el que estuve, el señor ese me daba los papeles en el [19]51 pa arreglar y no quise, fíjese. La volví a cerrar otra vez. En el [19]60 aquí estuve en Vernalis, aquí cerquita de este pueblito, ¿cómo se llama este… Bueno, el pueblito se llama Westley queda cerquita de Tracy, de Vernalis.
AA: ¿Ahí qué estuvo haciendo?
JH: Ahí trabajábamos en el tomate y en el desahije pues del tomate. Y llegamos pronto ahí, duramos como unos cuatro meses y ahí estuve trabajando y de ahí cuando, cuando ya nos salimos de trabajar ya pues ahí arreglé, fui a ver al patrón que aunque ya tra..., que el que me daba los papeles, y luego luego que me los da, ¿cómo ve?
AA: Qué bien.
JH: En menos, en menos de seis meses arreglé mi pasaporte en México, cuando arreglé mi pasaporte hice toda la investigación de cuánto había yo andado aquí y onde había durado tanto tiempo. Y luego entré a mediados yo, como en el condado de Fresno, como más de un año. Me dieron dos, me dieron dos formas, una pa La Migración porque me había echado fuera y me habían reportado y la otra me la dieron para ver si no tenía antecedentes malos aquí en el condado de Fresno. Y me dijo la señorita, la secretaria del cónsul que así que me llegan las cartas, que no las fuera a abrir, se las llevara al cónsul. Pues menos de un mes que me llegan, las cartas de La Migración y del Fresno, de la policía de Fresno y pues voy y que me dejan pasar, no tenía nada que ver yo, estaba sanito.
AA: Ah, qué bueno.
JH: Salí y arreglé mi pasaporte y ya que me arrié con el ranchero y duré como otros cuatro años, desde el [19]62 hasta el [19]65.
AA: Y cuando estaba trabajando así en los ranchos, ¿no llegaban autoridades mexicanas?
JH: Si llegaban...
AA: A ver como los estaban tratando, a ver si no los explotaban.
JH: No, no hacían, ellos no hacían caso de ver a uno de los que entrábanos ilegal dice, ¿verdá?
AA: O los que entraron cuando estaba de bracero.
JH: No sí, sí iban inspectores. Iban gente a buscarnos pero como que no les interesaba. Iban y platicaban con uno un ratito, y: “¿Cómo están?”. “Bien”. “¿En qué trabajan?”. “Y en esto”. “Y, ¿cuánto les pagaban?”. “Pues tanto”. Y nomás eso.
AA: ¿Hubo alguna vez algún problema con los patrones?
JH: Conmigo mire, conmigo sí, sí hubo una vez un problema, mire, había un señor que nos maltrataba mucho, el mayordomo.
AA: ¿Dónde era eso?
JH: Era de Texas, aquí fue en aquí en este en Vernalis. Entonces un día la gente quiso parar de trabajar y ya la gente estaba, los braceros ya taban muy aluzados, no se dejaban. Entonces el Tony nos corrió, “Súbanse al troque vámonos”. Nos llevo pal campo.
AA: ¿Tony se llamaba?
JH: Antonio, era texano. Nos llevó pal campo y nos llevó allá, y luego luego el señor, pues el que me manejaba el campo, prontito nos mandó trabajar otra vez. Nomás como media hora y nos trajo. Trabajamos y en un ratitito que nos cambian de mayo

Interviewer

Acosta, Anais

Interviewee

Hernández Medrano, Jesús

Location

Salinas, California

File Name Identifier

Hernandez_Medrano_SALC001

Citation

Acosta, Anais and Hernández Medrano, Jesús, “Jesús Hernández Medrano,” Bracero History Archive, accessed April 27, 2024, https://braceroarchive.org/es/items/show/150.