Ignacio Ochoa Perdomo

Title

Ignacio Ochoa Perdomo

Description

Biographical Synopsis of Interviewee: Ignacio Ochoa was born in 1923, at Petatlán, Guerrero, México; he was the first of six siblings, and his mother died when he was twelve years old; from an early age he worked cutting wood; at age fifteen, he moved to Mexico City, México; in 1943, he worked on a Mexican naval boat; he joined the bracero program in 1957, and worked in California and Washington; there he picked asparagus, avocadoes, grapes, green beans, lemons, peas, pumpkins, oranges, strawberries, and watermelon.


Summary of Interview: Mr. Ochoa recalls growing up in Petatlán, Guerrero, México, his mother dying when he was twelve years old, and working from an early age cutting wood; he states that he moved to Mexico City, México at the age of fifteen, and that he started working on a Mexican naval boat in 1943; he remembers joining the bracero program in 1957, and working in California and Washington; there he picked asparagus, avocadoes, grapes, green beans, lemons, peas, pumpkins, oranges, strawberries, and watermelon; additionally, he details what the hiring process in Empalme, Sonora, México was like, the contract he signed, and how he didn’t know what it said because it was in English; he describes what daily life was like in bracero camps, what housing they had, and the food they ate; furthermore, he discusses a time when the braceros went on strike over the quality of the food; he also explains the treatment they received from foremen, and how Mexican foremen were worst than American ones; moreover, he relates losing his house in the 1963 earthquake, why he returned to the United States to work as an undocumented laborer, and how he would like to have a visa to live in the U.S.

Creator

Domínguez, Violeta
Ochoa Perdomo, Ignacio

Date

2002-06-02

Subject

Bracero

Rights

Institute of Oral History, The University of Texas at El Paso

Language

spa

title (Spanish)

Ignacio Ochoa Perdomo

creator (Spanish)

Domínguez, Violeta

Rights Holder

Institute of Oral History, The University of Texas at El Paso

Online Submission

No

Original Format

Mini Disc

Duration

1:25:00

Bit Rate/Frequency

24 bit
96 k

Transcription

Nombre del entrevistado: Ignacio Ochoa Perdomo
Fecha de la entrevista: 2 de junio de 2002
Nombre del entrevistador: Violeta Domínguez

El día de hoy es 2 de junio del 2002. Ésta es una entrevista con el señor Ignacio Ochoa Perdomo, en la Ciudad de México.

VD: Señor Ignacio, le quiero preguntar nomás un poquito de sus antecedentes, ¿dónde nació usted?

IO: Petatlán, Guerrero.

VD: ¿A qué se dedicaban sus papás, señor Ignacio?

IO: A la arriería y al campo, de campesino.

VD: A la arriería. ¿Era arriero su papá?

IO: Arriero, sí, era arriero.

VD: Y también trabajaba en el campo.

IO: Por eso, sí.

VD: Y, ¿tenía tierras propias, o trabajaba de peón él?

IO: Una media parcela. Era poquita, media parcela. Serán una hectárea, yo creo. Ajá y, ¿luego?

VD: ¿Qué sembraba por allá?

IO: Ajonjolí y maíz.

VD: ¿Para vender?

IO: Esa es la siembra que se siembra ahí en estado de Guerrero, maíz y ajonjolí. Ahora ya nomás se siembra puro maíz porque el ajonjolí ya no lo compra el Gobierno porque creo mete aceite de otro lado.

VD: ¿Antes era para el aceite el ajonjolí?

OI: Era para el aceite y para el jabón, que era el ajonjolí el Aceite 123. Y el ajonjolí ahí iba con la compra de coco, el coco y el Aceite 123 dicen que lo hacen de coco y de ajonjolí, pero ya. Ésa era la vida de Guerrero, el ajonjolí, ahora ta muerto Guerrero porque ni el maíz compran, porque el Gobierno mejor le compra maíz a otros, a otros países y frijol, piña y plátano. Por eso este Gobierno que hemos tenido pa los que son priistas, si lo oyen, pues ése es lo que han sembrado y jueces corruptos. Yo opino que no nomás un juez me va a amparar, que todos los jueces a mayoría pa que todos sepan, porque un narcotraficante así no puede comprar a todos los jueces y a uno sí lo compra. Sí, ésas son mis ideas para que México suba un poco, este, se le quite esta corrupción del Gobierno priista, ey.

VD: Oiga, y entonces allá, pues en esos años que todavía se sembraba el ajonjolí, eso hacía su papá.

IO: Sí, mi papá.

VD: ¿Su mamá estaba en la casa?

IO: No, ella murió cuando yo tenía doce años.

VD: A usted quedó huérfano a los...

IO: Sí, por eso no fui a la escuela yo.

VD: ¿Desde qué edad ayudaba usted en las tareas del campo?

IO: De siete años a catorce años. De catorce años me salí de mi papá porque él se buscó una mujer, nos salimos yo y mis hermanos.

VD: ¿Cuántos hermanos tuvo?

IO: Seis conmigo.

VD: ¿Usted era de los más grandes?

IO: De los de en medio.

VD: De en medio.

IO: De aquí pa abajo fueron tres. Yo fui el tres, y de aquí pa abajo fueron tres.

VD: Y se fue usted, ¿con cuántos hermanos?

IO: ¿A dónde? Ah, no, pues nos fuimos con mi abuelita a trabajar en el campo, a cortar leña para vender. Eso era, de eso vive el campo, pero ahora pues ya no hay leña, no hay nada. Entonces yo me vine a la aventura pa México, pa Acapulco y a trabajar de albañil, de lo que sea.

VD: ¿A dónde se fue primero?, ¿a Acapulco?

IO: Aquí a México.

VD: ¿Aquí a México?

IO: Sí.

VD: ¿Como a qué edad se vino para acá, señor?

IO: De quince años.

VD: A los quince. O sea que estuvo con su abuelita sólo como un año.

IO: Como dos años porque nos salimos con mi papá de, como tenía como doce años, vivimos con la madrastra dos años y nos trataba mal y mejor nos fuimos con mi abuelita todos los hermanos porque ya mi hermana la grande ya [se] había casado. Y cuando murió mi amá ella ya se había casado. Y ahorita nomás quedo yo y mi otra hermana la más chiquilla que yo, todos ya murieron.

VD: ¿De qué falleció su mamá, señor Ignacio?

IO: No, pues como le dije a un médico: “Ni ustedes saben de qué murió”, pos en aquel tiempo de calentura, pos nomás de, pos ni se sabe.

VD: Se puso mala.

IO: Pues sí, mala, sería cáncer, sería etcétera, etcétera. Sería paludismo, porque mucha gente murió de paludismo, eso.

VD: Y entonces usted...

IO: Yo me salí de mi casa, trabajé en un manicomio de locos, particular.

VD: Aquí en el Distrito Federal.

IO: Aquí en el Distrito Federal, trabajé de...

VD: ¿Qué hacía en el manicomio?

IO: Pos de enfermero y de peluquero. No, de peluquero y matancero, pa matar los marranos del sanatorio y de ahí me salí. Me di de alta, me metí a un barco de guerra este, en el [19]43. En el [19]44 Cuando tiró Estados Unidos la bomba, yo estaba dentro del barco.

VD: ¿Era de la Marina de México?

IO: De la Marina de México.

VD: Y, ¿cómo lo aceptaron ahí, señor Ignacio?

IO: Pues ya tenía yo veinte años.

VD: ¿Nomás le pedían que fuera mayor de edad?

IO: Nomás, que pos sí, que fuera mayor de edad. No pedían acta ni nada, yo le dije que era huérfano, que mis padres no me registraron y todo. Y yo quería trabajar, pues ni modo de meterme de ratero, porque para ser ratero no piden papeles. (risas) Y para meterse uno acá, (risas) con esto no puedo pasar adelante.

VD: Entonces se metió usted a la Marina.

IO: Sí.

VD: Y estuvo de marino.

IO: Por eso, Estados Unidos le pidió marineros a México, porque México tenía un contrato con el Gobierno de Estados Unidos en una Guerra Mundial. Porque los japoneses le mataron muchos marineros a Estados Unidos con barcos con la Cruz Roja y en alta mar un barco que lleve la Cruz Roja se respeta. Ya Estados Unidos cuando sintió los cocolazos le mató muchos marineros acá en la Bahía de Guantánamo, creo. Entonces este, ya tábamos por ir y fue cuando Estados Unidos le tiró la bomba atómica a...

VD: En Japón.

IO: A Hiroshima, sí. Y fue cuando se rindió Japón y entonces ya no juimos, porque si Estados Unidos no le tira la bomba atómica, hubiera habido más muertos, porque no se quería rendir Japón ni los alemanes ni Rusia. Entonces con eso Estados Unidos le ganó hacer la bomba atómica a los alemanes, porque los alemanes ya la estaban también haciendo y le ganó Estados Unidos y ya fue cuando se rindieron y entonces yo me salí y me salí. Cuando me di de alta, me la dieron de enfermero y yo no eran enfermero, pero veía cómo inyectaba la doctora y con eso me enseñé yo solo.

VD: Y, ¿así lo dejaron?

IO: Así me dejaron, pos ahí el tarugo me puso: “¿En qué trabajaba usted, joven?”. “En un, de ayudante con una doctora en el botiquín”. Y ése me la dio de enfermero pa presentarme a La Fragata California, que era de guerra, con cañones y ametralladoras. Entonces, me presenté yo y nomás me encomendé a Diosito y la Virgen que no fuera a regar el tepate porque dije: “No, aquí me van meter al bote o me van a meter a dónde aquí”. Entonces y sí, di con bola, inyecté muy bien. Hasta el médico, mi médico lo inyectaba yo porque él no se dejaba inyectar de nadie. Cuando el doctor, cuando él no podía poner una inyección en la vena, yo, yo la ponía, yo me lo echaba, él, le ganaba. Ya el día que él me preguntó qué a dónde estudié, le digo: “Pues yo no estudié”, le dije, “pos yo nomás así”. “¿Cómo?, y, ¿cómo te la dieron de enfermero de sanidad?”. Le digo: “El del, de tal, ahí donde me contraté aquí en La Ciudadela, no, aquí en la Alameda”. Ahí estaba la Marina, iba yo pasando y vi marineros como yo, dije yo: “Voy a ir. yo también puedo”, y sí.

VD: ¿Qué estaba haciendo?, ¿a qué se dedicaba antes de eso?

IO: Por eso.

VD: ¿Estaba en el manicomio?

IO: Yo estaba en el manicomio trabajando en un sanatorio particular que se llama, o se llamaba el Floresta, allá en Tlalpa. Y ya me jui al barco y ya saliendo me vuelvo a meter ya otra vez de peluquero y carpintero y matancero y enfermero.

VD: ¿En dónde?, ¿en el manicomio?

IO: Ah, en el manicomio.

VD: A ese mismo regresó.

IO: A ese mismo. Una vez, un doctor quiso correrme y me, le dijo el dueño: “Mejor te vas tú, pa encontrar uno que supla a este”.

VD: Que hacía de todo.

IO: Pues sí.

VD: Oiga, y ahí fue donde aprendió el oficio de peluquero.

IO: De peluquero, pues se fue el peluquero, dije: “Ahora es cuando”. Con estos locos me voy a enseñar. Y que me manda llamar la doctora: “Oye, el peluquero chafa venga pa acá. Dicen que los enfermos andan mal”. Le digo: “Mire doctora, respete más al maestro”, le digo, “es que los locos quieren que venga el otro y por eso no se dejan”. “Ah, pues échatelos”. No, pues no sabía yo, hombre, dije: “Aquí es cuando hierbabuena, le voy a... Y cuando me metí de carpintero yo tampoco sabía, les dije que sí sabía y no sabía. Entonces el dueño me dijo: “Oyes tú, Ochoa, ven pa acá”, dice, “mira, en esta rendija cabe un güey”. Le digo: “Ahí pues”. “¿Tu en qué trabajabas?”. “De machetero, pero esto es muy distinto, pos aquél me dijo que era fácil, por eso”. “¿Quieres aprender?”. “Sí”. “Pos órale”. Y ya, ya aprendí a agarrar las máquinas y aquí uno de México, dice: “Aquí nos rasuramos las uñas y yo me trocé un dedo en la máquina”. Le digo: “En Acapulco cuando tiene uno un dedo más grande, nos lo trozamos”. “Ay, cabrón”, dice, “me ganaste”. “Pues sí”. Presumiéndome aquí, que aquí los maquinistas se rasuraban las uñas en los trompos y yo: “Nombre, en Acapulco cuando uno tiene un dedo más grande, también, mira”. Y el maestro: “Ya, órale, te fregó Acapulco”, dice. “Pues, ¿qué se están poniendo conmigo?”. (risas)

VD: Qué barbaridad.

IO: Sí.

VD: ¿Todos esos oficios los aprendió ahí en el manicomio?

IO: Entonces él… No, en el manicomio la doctora o el doctor Dian dijo que le preguntaran a todos los trabajadores en qué y en qué habían trabajado. Le digo: “Ay doctora, agárrese dos libretas”, le digo. “Yo”, le digo, “yo he trabajado de minero, también sé sacar el oro, sé sacar el mercurio”.

VD: ¿En dónde, ahí en Guerrero?

IO: Ahí en Guerrero. Sé cómo se saca el mercurio, líricamente, no como las compañías, ¿verdad?, pero al estilo ranchero. Y sé sacar el oro también del metal, sé sacar el mercurio del metal, ¿cómo lo sacamos? El oro se le echa mercurio onde uno anda moliendo a que haya piedra, a que haya tierra que dicen que tiene oro y el mercurio agarra el oro y después le exprime uno y ahí queda el oro y lo quema uno y ya queda amarillo. Y el mercurio, se hace un horno y se meten unos tubos que los hacen los que hacen las ollas y ya se les tapa bien y se le pone un tubito a cada tubo y esos tubitos entran a un tubo grueso, ese tubo grueso entra a una olla con agua, porque el mercurio se hace azogue, este, humo. Y entonces, al salir del humo de onde se está quemando aquella piedra, se va a la olla y ahí se va cuajando. Ya que tantea uno una media hora, saca uno toda la piedra, le vuelve a echar uno con un rastrillo y le tapa uno ahí con otra tapadera y le echa uno lodo. El chiste es que no se salga el humo, porque ése es el mercurio.

VD: Ándele.

IO: Al estilo ranchero, así.

VD: Y, ¿eso lo hizo allá en Guerrero?

IO: Todo, fui arriero, también toreé toros. En los jaripeos de dieciséis años me le paraba con un gabán a un toro enfrente, yo no le tenía miedo. Sí, a ver si mi novia me jalaba. Me jalaban madre, qué, ahí sí, ahí si no me querían, sí. sí.

VD: Y entonces, todos esos oficios…

IO: Sé amansar los toros pa que agarren la raya, para que agarren la raya, este, el arado, aunque sean valientes yo los sé amansar. Se amarra el toro y no se le da agua hasta el otro día. Le da uno sal con la mano, pero está amarrado, no hay peligro y ya el animal se va amansando con el que le está echando. Busca uno otro buey ya mansito y a ése le pone uno el yugo. Éste es el yugo y ahora sí, a jalar ramas, un palo, pa que se vaya enseñando a agarrar arado, todo eso yo sé. Soy comprador de ganado. Sé cómo pesan los kilos que pesa un animal, a según esté de grande. Porque no nomás cualquiera puede comprar ganado. Sí, compra ganado usted pero si no sabe los kilos que pesa, al traerlo aquí, aquí le compran el ganado. Yo traje ganado aquí.

VD: ¿A la ciudad?

IO: Aquí.

VD: Ándele, entonces a esto se dedicaba también.

IO: También a este...

VD: Pero esto ya fue de bracero, de lo del ganado.

IO: Sí, fue el...

VD: Ándele.

IO: Fue el...

VD: O sea que a ver...

IO: Fue el [19]23.

VD: Señor Ignacio, regresándonos un poquito, usted se fue al barco y regresó del barco y otra vez volvió al hospital psiquiátrico este.

IO: Psiquiátrico, Floresta, que está en Tlalpa, sí.

VD: Estuvo ahí...

IO: Tres años.

VD: Tres años más.

IO: Como cinco años estuve trabajando, de ahí me casé, me caso con una mujer aquí en la catedral y me la llevo a Guerrero y allá me separé con ella. Y me volví a llevar otra y otra vez, me dejé con ella, me llevé otra, bueno, son ocho mujeres las que llevo.

VD: Pero, ¿todas ésas fueron antes o después de que se fuera de bracero?

IO: Después.

VD: Después, o sea que entonces usted regresó al hospital y, ¿cuándo fue?

IO: De, ¿mande?

VD: ¿Cuándo fue que usted se enteró de que estaban contratando braceros?

IO: El [19]57.

VD: ¿Dónde se enteró?

IO: Aquí en México, aquí en La Ciudadela. Y de aquí me jui a Empalme, Sonora, porque aquí estaba bien apretada la gente de aquel lado. Entonces un amigo dice: “Quihúbole”, uno, “vámonos pa Empalme, Sonora, allá vamos a dar mordida y ya nos pasan de, con coyote”.

VD: Ándele.

IO: Porque ahí en Empalme, Sonora había coyotes que nos cobraban, pues ya no me acuerdo cuánto, ¿verdad? Porque entonces el, el dinero valía igual, pero era poquito lo que uno ganaba, pero alcanzaba más que ora que gana uno más, sí.

VD: Oiga, pero usted, ¿cómo se enteró? Cuando estaba aquí, ¿quién le dijo?, o, ¿cómo se enteró de que estaban contratando?

IO: Pues yo estaba aquí con, aquí estaba en México. La primera vez quise contratarme pero pues no tenía yo cartilla, nada, por eso yo me volví a regresar al sanatorio y de ahí me contraté en el barco de guerra para irme a un barco de guerra que se llama La Fragata California. Ahí había cien tripulantes, era cuando estaba llena y yo me fui de enfermero.

VD: Y luego regresó.

IO: Regresé y me vuelvo a meter ahí a, este, al hospital.

VD: Y ahí supo que estaban contratando.

IO: Y de ahí me regresé para darme de alta el [19]57. Me contraté en Empalme, Sonora.

VD: Entonces usted vino aquí y, ¿por qué se animó a irse de bracero?

IO: Oiga, pues, para trabajar, para ganar dinero. Pues aquí es poco, toda la envisión es igual, como el sueño americano que dicen ahorita.

VD: ¿Qué se imaginaba usted, que iba a ganar mucho más por allá?

IO: Pues por eso sí, ganaba uno más que aquí, pos aquí en ese tiempo, aquí el sueldo cuando yo me jui el [19]57, ¿cuánto valía el sueldo?, $8 pesos al día por ocho horas. Y yo me salí del sanatorio, yo ganaba $15 pesos porque yo era peluquero, era enfermero, era carpintero y les ayudaba a inyectar a los dotores en la noche, cuando me tocaba de guardia. Ah, las guardias las pagaban a $20 pesos.

VD: Y entonces de aquí, con ese conocido decidió irse a Empalme.

IO: A Empalme y allí pues yo iba sin contratado nada, iba pasando uno y le digo: “Oye, dame ese papel, no sirve que te vayan a dar otro”. Y este tarugo me lo da y se fue y me meto y, ¿qué cree?, que le dieron. Dice: “A ver, no que”. “Nombre, pa qué”, dice, “no, pues siempre le dieron otro”. Sí, así fue como pasé porque yo no estaba enlistado.

VD: ¿Ni pagó coyote allá?

IO: Nada, pues así le quité el papel a uno: “Oiga, que me des ése, te están hablando allá”. Un oaxaco, o sería guerrerense, sabe, eso no, no me fijé yo. En la guerra y en todo se vale.

VD: Y, ¿así pasó?

IO: Pos sí, me pasé con el papel y ya entonces ya le piden a uno su, le pedían a uno sus papeles, la ficha. Es como si, ta dando usted propaganda de ésta del PRD [Partido de la Revolución Democrática], ¿vedá? “Sí, ah, pásele, pásele”. Así ya a ver, como si...

VD: Se lo pedían ahí.

IO: Sí, me lo pedían y ya ellos se quedaban con la ficha y ya sus papeles aquí están, cómo se llama y todo ya apuntan y ya todo queda aquí, todo quedó en Empalme, Sonora por parte de Gobernación.

VD: Oiga y, ¿cuánto tiempo estuvo usted en Empalme antes de contratarse?, ¿cuántos días estuvo ahí?

IO: Pues ocho días y luego me...

VD: Y, ¿dónde vivía?, ¿dónde se dormía?

IO: Cobraban un peso todas las casas, un peso cobraban y esas casas tenían petates pa acostarse uno en el suelo. Como casi en Empalme nunca llueve, ey, nos cobraban un peso por la noche.

VD: Y, ¿qué comía, señor Ignacio?

IO: No, pos comía uno en Empalme, Sonora pidiéndose uno con el otro. Entonces yo como era peluquero, me puse debajo de un puente donde pasaba el tren: “A peso, a peso, muchachos”, y el que no tráiba, también. Y puse un rótulo: “Se inyecta gratuito”. Bueno, puse un rótulo: “Se ponen inyecciones”. Fui yo a la farmacia y le dije: “Yo sé inyectar, sé esto señores”. Mucha gente anda aquí con paludismo, con diarrea, con etcétera, etcétera, yo le voy a mandar aquí gente pa que le compre usted. Él le va a decir qué es lo que tiene y usted le va a recetar y yo nomás lo inyecto”.

VD: Lo va inyectar.

IO: “Me los echa para allá, yo no les cobro”. Bueno, si viene del otro lado, vienen ahí, ése sí me le cargo, y el otro que quiere pasar, no es nada, órale. Yo ayudé a mucha gente. “¿Cuánto traes tú?”. Y: “¿Cuánto es de esto?”. “Órale, vayan allá, acomplétense pa la ampolleta, yo no te cobro”, porque andaban jodidos, no podían pasar. Nomás todos nos arrimábamos aquí a ver si oíamos la lista. “Se va a pasar la lista de Guerrero, de Michoacán, del pueblo julano, escuchen sus nombres. Julano de tal”. Y pasaba por ahí, había soldados y todo pa dentro. Allá es onde ya quedaba uno sellado, este, ahí quedaban sus papeles. Ya salía uno para irse uno en ferrocarril a otro día. A otro día salía uno de Empalme, Sonora en el tren y nos daban ya de ahí pa delante de comer. Llegábamos a Mexicali, ya nos metían pa Caléxico en ayunas y es donde nos encueraban y nos, para ver si no íbamos malos de purgación, o esa almorroides, ándele. Nos quitaban todo y nos sacaban la radiografía del pulmón. Todo el que salía enfermo de gonorrea, de las almorroides y del pulmón, salía.

VD: Lo regresaban.

IO: Lo regresaban, esa gente pedía pa venirse hasta ahí. ¿Cómo se venía? El Gobierno no hacía caso ya de él. Todo eso sufrió el mexicano. Yo no, porque nunca salí enfermo, yo siempre pasé. Lo que me sobraba de dinero yo se los daba a los que andaban pidiendo, porque se venían. Y cómo hay gente coda que ni doña, ay, hijos de la chingada, soy ajeno yo de esa gente. Y pos sí, así estuvo.

VD: Desde allá en Empalme usted ayudaba a la gente.

IO: Sí, entonces...

VD: Y entonces, ahí cuando los pasaron los que le hicieron la revisión médica, ¿eran médicos de allá?

IO: Médicos de allá, hacía uno cola. Bien encuerado, al llegar le jalaban a uno su miembro, si salía gonorrea, esta pus, vas pa juera.

VD: Lo regresaban.

IO: Y se agachaba uno, sí, el que iba enfermo de las almorroides, no podía entrar. Y nos sacaban sangre, el que salía enfermo de la sangre, sí lo dejaban pasar y el que salía malo del pulmón, de gonorrea y de las almorroides, esos sí se regresaban. Si pasábamos unos mil, cuando menos regresaban cien, era una lástima ahí.

VD: Mucha gente se regresaba.

IO: Mucha gente sufrieron, tanto que gastaron pa ponerse a Empalme, Sonora a estar un mes y luego de allá regresarlos y el Gobierno de aquí ni siquiera darles el pasaje hasta donde él quisiera. Y todavía quererse agarrar el dinero que nos descontaban y el dinero que cobraban por nosotros. Yo se lo digo al Gobierno de aquí, que él cobraba $50 dólares por cuarenta y cinco días. Salía más de un dólar la hora que trabajábamos por, por él. Al día, nos alquilaba más de un dólar, pos qué bonito país tenemos. Ese PRI [Partido Revolucionario Institucional] corrupto que entonces Díaz Ordaz no quiso que siguiéramos allá. El [19]65:“Échenmelos todos pa acá”, porque él pedía aumento para él, sí. Eso allá que le dé cuentas al Creador si lo deja estar ahí onde está Dios. Se lo digo aquí y allá también.

VD: Oiga, señor Ignacio, y, ¿ustedes cómo sabían?, ¿se oía eso entre los braceros?

IO: No, mero fue, el bisboss [big boss]: “Muchachos, malas noticias”, porque nomás dejaron el campeón y el segundo campeón de cada troque. Cada troque se llevaba treinta personas, sea a la pisca de limón, de melón, de sandía, de naranja, de jitomate, de lechuga, de lo que sea, siempre había campeones. El que piscaba más recio, hasta entonces. Entonces el Gobierno americano habló con el Gobierno mexicano que iba a echar toda la gente el [19]64, pero todos los buenos los iba a dejar a ver si tenían un arreglo. Entonces México dio permiso, Díaz Ordaz, que nos quedáramos y esos días que íbamos a estar comiendo, si el Gobierno americano no se arreglaba con México, entonces no nos iban a cobrar la comida el americano. En los campos donde estábamos, no sé cuántos miles quedamos, ¿ya me entiende?, o millones o todo, eso sí. Entonces el 6 de enero del [19]65 salimos todos porque dijo el bisboss: “Muchachos malas noticias, van todos pa México mañana”. Fue el, el este, el 4 de enero, para lavar la ropa que uno tenía sucia y venirse. El 6 de enero pasé yo por Mexicali que fue cuando me ensellaron el contrato, nomás que el contrato lo perdí. Yo estaba, salí de Oquinar [Oxnard] de la pisca del limón, adelante de Santa Paula y Díaz Ordaz no quiso. Quiso aumento para él, no sé cuánto cobraría más de los $50 dólares que el Gobierno americano le pagaba por cada bracero que pasaba la frontera.

VD: Pero eso que cobraban $50 dólares, ¿a ustedes quién les decía en aquel entonces?, o, ¿se sabía entre los braceros?

IO: No, ahí fue donde dijo el bisboss.

VD: ¿Él fue el que les dijo?

IO: Él fue, ahí en Oquinar, si quiere el Gobierno que me lleve a Oquinar, ahí cuando salimos todos los braceros.

VD: Él les dijo.

IO: Él dijo: “Malas noticias, muchachos”. Yo taba contento, dije: “Ora sí me voy a hacer de dinero”. Porque había mucho limón, sí. Entonces sí, ahí fue donde… Pero eso se lo digo al Gobierno, se lo digo aquí y en China y en Washington o en Oquinar y todo. Por eso yo la, yo...

VD: Entonces, bueno...

IO: Yo la primera vez pues pasé a este, a Washington o a la Guala [Walla Walla] y me regresé y volví a pasar otra vez. El Gobierno volvió a cobrar otros cincuenta que me contrataron para la pisca [de] tomate en el campo aéreo que está por un lado de Sacramento, que es la capital de, de California, no es Los Ángeles, es Sacramento.

VD: Ahora es Los Ángeles.

IO: Entonces, ¿eh?

VD: Ahora es Los Ángeles, ¿no?

IO: No, es Sacramento la capital de Los Ángeles, es Sacramento. Y después me volví otra vez a contratar y me llevaron a Santa Paula y después me volvieron a contratar, me llevaron acá por San Diego, al campo Douglas, en Pala. Ándale, a la pisca de toda clase de sandía, ejote, jitomate, fresa, aguacate, calabaza, ejote, de todo eso. Ahí es donde yo iba a cumplir dieciocho meses, pero nomás cumplí mi contrato y me vine y me vuelvo a pasar otra vez y me vuelvo a contratar. Mi contrato, me contrataron a la pisca de fresa a Arroyo Hondo [Arroyo Grande]. Y me voy y cumplí mi contrato y me vuelvo a pasar otra vez, que fue cuando me contrataron a la pisca de naranja y limón, a ése, a Oquinar, que jue la última vez.

VD: Ya al último.

IO: Y una vez en esas salidas renové un contrato, me llevaron a Di Giorgio, pero entonces no nos gustó las hojas de bejuco, me salí, pero sí me dieron la mica porque yo ya había cumplido mi contrato. Podía uno otra vez recontratarse. Y el Gobierno mexicano no le gustaba eso porque entonces Estados Unidos nomás le daba un dólar por cada persona, por eso él decía: “Échemelos afuera”.

VD: A todos.

IO: A todos.

VD: Al terminar el contrato. Oiga, y a ver, entonces la primera vez, señor Ignacio, se fue a Washington.

IO: A Washington.

VD: ¿Qué le tocó allá?

IO: A Washington, Walla Walla, Washington.

VD: ¿Allá qué hacía?

IO: Pisca de chícharo.

VD: Chícharo. ¿Cuánto tiempo fue ese contrato?, ¿cuarenta y cinco días?

IO: Todos los contratos los hacían por cuarenta y cinco días.

VD: Y ése no lo renovó.

IO: Todos, ése fue el primero.

VD: Pero ése, se le acabó y se regresó.

IO: Mire, nomás una vez, nomás una vez renové que me, que no sé de qué contrato venía y ahí en Caléxico, ahí si quiere el muchacho, pos órale, a las sobas de bejuco, de uva. Las sobas de bejuco hay que quitarle la hoja y si tiene muchos racimos, trócele uno aquí, otro acá pa que queden pocos y la uva crezca porque si no, no crece. Y hacía mucho calor y nos venimos, que fue nomás una vez cuando me recontraté. Pero no, todos los contratos son, el Gobierno cobró $300 dólares por las veces que yo pasé, porque cobraba $50 dólares por cuarenta y cinco días y no podía estar otro día allá. El Gobierno echaba a uno pa juera, porque así jue el trato con el Gobierno de éste, sí.

VD: Oiga y, ¿allá en Washington dónde vivían, señor Ignacio?

IO: No, pues en las barracas, en los campos.

VD: ¿Cómo eran, se acuerda?

IO: Pos sí, son barracas que hacen bien y ahí se levanta uno a las cinco, a las cuatro de la mañana a desayunar porque los carros se paran onde llegan para llevarse todos los trabajadores a trabajar. A las seis sale uno a trabajar, llega uno a las siete, a las ocho al trabajo. Si hay brisas, espera uno que se mire para cortar lo que sea en el trabajo que sea y ya regresa uno pos a las cuatro otra vez, a las cinco llega uno al campo a comer.

VD: ¿En el comedor?

IO: En el comedor. La cena sí era muy buena, el sándwich que llevan a medio día a la una, a las doce del día, ay, unos sándwiches que con frijoles, otros con bologna, una carne que parece jamón pero es bologna. Entonces este, pos no sé de qué será ésa. Ya cuando uno llegaba acá a los campos, había campos que sí daban de comer bien, había campos malos, había campos que nos daban agua fresca, leche sí nos daban en la tarde y en la mañana huevos, en la mañana y en medio día tres, cuatro sándwiches, una naranja o una manzana, de fruta. Yo estuve en un campo que nos daban pura lengua del borrego y espinazo de puerco, nunca había carne para eso.

VD: Y, ¿no se quejaban ustedes?

IO: Pos sí, pero pos para, como uno va a la carrera y nomás eran cuarenta y cinco días, mientras una vez yo hice huelga haciéndomela de muy líder ahí, entonces sí.

VD: ¿En dónde fue eso, señor Ignacio?

IO: En el campo aéreo.

VD: En el tomate.

IO: En el tomate. Que queríamos que nos aumentaran el tomate y queríamos comida buena porque no nos daban pastel en la comida. Nomás la pura comida ahí cascarita y entonces llega el bisboss, llega el bisboss: “A ver muchachos, el que se quiera ir pa México, pa acá, una cola y el que quiera trabajar para acá”. Empiezan todos pa allá. “Y, ¿tú?”. “Pos yo también pa allá, pos yo soy el líder. Y estos cabrones rajados, hijos de la paja, estos ni sirven pal tomate, mucho menos pa la guerra, señor. Yo soy revolucionario, hijo de su paja”. “Pásale pues cabrón”, ya dijo. “Con estas gentes no se gana una guerra”, le dije, “yo soy, yo estuve en un barco de guerra para defender aquí a Estados Unidos cuando le tiraron la bomba atómica. Ya estábamos nosotros por salir”. “Ah, qué bueno”. “Ya fue y me avisó”, le digo. “No, si se ve que tú sí eres… estos cabrones, cuál, qué panzas verdes, ni qué Guanajuato”.

VD: ¿Usted los estaba organizando?

IO: Pues sí, pos hombre, es una comida de la chivata.

VD: Y sí, ellos, sí primero, sí estaban de acuerdo.

IO: Que sí, que sí. Entonces pues ya, entonces cuando vino el bisboss, estaba mate y mate gallinas la viejita, ahí.

VD: ¿Cuál viejita?

IO: Pues la que era cocinera ahí. Le digo: “Ahora sí”, le digo, “sí, aquí ahora sí va a haber pollo. Mire, ahora que vino usted, le tienen. (risas) No se vaya a ir mi gente”, le digo, “va a haber pollo”. No, conmigo no puede, pues hablo lo que es, sí, ¿está mal lo que hablo?

VD: No.

IO: Pues claro, pues claro, si hablo mal, deje tú está mal, pero dígame cómo voy a hablar, cabrón.

VD: No, no, no. Oiga, y entonces esa vez la huelga no funcionó y ya les…

IO: Terminamos.

VD: ¿Les mejoraron la comida o no?

IO: Sí, y nos aumentaron el tomate.

VD: Aunque no, aunque no.

IO: Por eso vieron pos sí, señor, estamos reparando porque por más que quiere uno matar, no sacamos ni lo que se gana por hora. Porque usted es mayordoma, entramos a piscar tomate, la caja es a tanto, la caja de lo que sea, el mayor toma dato. Trabajamos tres horas aquí en esta huerta, el más, el más flojo, ¿cuántas cajas hizo? Chingado, tiene que ganar él un peso la hora, si sí hizo cinco cajas y se trabajaron cinco horas, entonces la caja sale a peso, dólar, de lo que sea y si hizo diez en cinco horas, entonces la caja sale a $50, si hizo más, pues sale a $40, y ése es el más flojo. Porque no debe de ganar menos del dólar, como está al mínimo, a peso la hora en aquel tiempo, ahorita la pagan a $7 pesos la hora. Entonces ora sigue el campeón, si se hacía hasta, por eso él salía baleado, yo salía baleado, pues claro, entonces el campeón salía mucho. A mí, cuando estuve en Oquinar, me mandó la compañía una recompensa, no me acuerdo, ya el [19]65 a Paso de Arena. “Ahí está el correo, Nacho”, dice, “tienes ahí un cheque”. “¿Cómo?”. “Sí, de dólares”. “Ay”. Y ahí me decía: “Señor, usted por haber sido campeón de su troque, a todos lo campeones les estamos mandando su recompensa porque ustedes trabajaban lo de tres personas y ya la compañía pagar por tres personas al Gobierno mexicano, pos sale caro y a ustedes los estamos recompensando. Conteste si recibió este dinero, firme como firmó”. Y sí, y ahí ha de estar mi cheque. Se lo digo al Gobierno que vayamos a Oquinar a ver si la compañía esa no me mandó ese dinero, sí. Yo lo que digo, como dice mi prima, no le pongo de más, nomás lo que me cuenta. Vamos a ver, ahorita te voy a comentar.

VD: Pero a ver, yo le quiero preguntar otra cosa, señor Ignacio.

IO: A ver.

VD: Usted recuerda en aquellos contratos que tuvo, ¿cuáles eran las quejas más frecuentes de la gente?

IO: Pos las quejas de que, ¿en otro lado o de acá?

VD: Allá, cuando estaba usted por allá.

IO: De acá, de este lado pues que los coyotes iban con la lana como ahorita los mismos esos, fregaban al pobre.

VD: ¿A mucha gente la estafaban?

IO: A mucha gente la estafaron, a otros les cumplieron, a otros de aquel lado pues ése era. Cuando trabajábamos con un americano era mejor que con un mexicano, porque el mexicano en otro país no conoce a su sangre. Eso es lo que tenemos los mexicanos, somos los más trabajadores, pero necesitamos arriero, sí. No hay gente que nos gane a cualquier trabajo pero sí necesitamos un arriero, porque nosotros, si se va el mayordomo pa allá y yo quiero trabajar: “Órale güey barbero”, me tiran una pedrada. Tengo que estar parado, nomás lo vemos. “Órale cabrones, a echarle”, hasta se tira uno a matar, pero necesitamos un arriero, eso es lo que tiene el mexicano, sí. El extranjero no ayuda a su raza y el español sí, todos, todos y el mexicano no. Caer a trabajar en otro lado con un mexicano, comida mala. Eso va pa los mexicanos, pochos que están allá, sí y no nomás yo lo digo, varias personas. Si trabajábamos con un japonés, a como es, seriamente bien comiditos, con un americano, más bien, bien comido. Trabajábamos de las ocho a las doce pa salir al lonche, a las diez, ojo. “Fúmense un cigarro, diez minutos”. Bueno, el que quisiera, el que no, no. Al paso pues no, no es bueno matarse. Allá el americano trabaja al pasito, el negro y todo y nosotros con tal de que me quedara, yo me tiraba a matar y todo, todo, ése era allá. El americano trata bien a uno, el malo es el mexicano. Si ese reporte va pa allá, échese y vocéenlo por todos los condados. Dice Ignacio Ochoa: “Perdón, que ustedes, es lo peor de aquí”.

VD: Oiga y, ¿los mayordomos cómo?

IO: Los mayordomos son mexicanos, son igual, son puros... Cuando hay mayordomo gringo que sabe el español un poco, son más buenos que los mexicanos. El mexicano, bueno, hay buenos también, ¿vedá?, hay buenos, pa qué dice, pero la mayoría son malos, sí, porque tienen raza, sangre mexicana, sí. Hasta vergüenza da decir, bueno, eso ya va en política, sí. Decir que es uno mexicano, borrego me dijeron, ey. No, me dijeron un, un salvador[eño]: “Oiga, mexicano”. “¿Mande?”. “¿No se enoja porque hablo de los mexicanos?”. “Oye güey, fíjate qué cuerpo tengo, mira”. “No, no, tas bonito, tas bonito cabrón”. Pero yo no sabía lo que iba a hablar. “No, no, de otra cosa”. “Pos suénale”. “Yo soy de [El] Salvador, sí. Cuando vamos a sacar un gobernador, mire, hijo de tal por cual, no somos los mexicanos borregos, sombrerudos, huarachudos, nopaludos”. Le digo: “Ya párale, mano”. “Esos que votan por el PRI”, dice, “hijos de la chingada”. Como él sabía que no me iba a enojar, como me llevé mi placa, ya se la había, otro le había dicho: “Échale”. Ya entonces ya que echa, no pues: “¿Ahí traes tu placa?”. “Sí”. “Compañeros, mire, éste no es borrego”. “Entonces, ¿qué es?”, dijeron. “Ha de ser chivo”, dijo, porque yo estaba ahí. “Éste fue el hombre que le prendió carrera al PRI Gobierno y estas personas han matado muchos”, y es cierto. ¿Sabe cuántos muertos van ahorita?, 900 que ha matado el PRI Gobierno desde que empezó la lucha del Frente Cardenista.

VD: Eso fue ya cuando se fue, estuvo por allá después de bracero.

IO: No, ahora, ahora, esto es de aquí, estoy hablando de esto, no, de aquello, no. De aquello, no, los braceros por fin, ¿qué quiere que le hable?, ¿puro de allá?

VD: No, no, le preguntaba porque decía del salvadoreño. ¿Dónde se lo encontró a él?

IO: Ah, por eso, allá, allá dice: “Tan bonito que es México. ¿Cómo fue su Revolución? Tan bonita que no hay revolución como la de Pancho Villa, la de Vicente Guerrero. Primero mi patria, papá, porque sus paisanos me están chingando mi gente”.

VD: Y, ¿usted nunca tuvo algún accidente por allá?

IO: ¿Allá en Estados Unidos?

VD: Allá, sí, cuando estuvo por allá.

IO: No.

VD: ¿O que requiriera de atención médica?

IO: Sí, tuve, no, no, cuando fui yo de bracero contratado por el Gobierno no tuve accidente.

VD: ¿No?, ¿ni necesitó un médico?

IO: Ni necesitó. Y pagamos el seguro de allá y el de aquí. Este seguro pos no vale porque como es el chueco.

VD: Pero sí le descontaban de eso.

IO: Ora que jui, seguro, me descontaban aunque sea chueco.

VD: Claro, claro.

IO: Ta bien, ¿verdá?

VD: Sí, claro. Oiga y sus jornadas de trabajo, ¿como de cuántas horas eran, señor Ignacio?

IO: Pos eran de ocho o de diez. De, ése era las horas que trabajábamos los que íbamos contratados. Entrábamos a las, entrábamos a las ésas. Mira, es un animalito, mire allá va.

VD: Sí, no se apure.

IO: No se vaya a subir a su ése y le pueda picar, ya.

VD: Pero no pica.

IO: ¿No pica? Sí, a ver, ¿de qué?

VD: No, me decía de sus jornadas, ¿a qué hora entraban?

IO: Eran pues cuarenta horas diarias.

VD: A la semana.

IO: A la semana. Era lo menos que debíamos que sacar. De cuarenta pa arriba ahora sí, sí había, si se necesitaba echarle más, le echábamos.

VD: ¿Seis días a la semana? Descansaban un día.

IO: El domingo.

VD: Ándele. Oiga y, ¿qué hacía usted en sus días de descanso?

IO: Pues allí nos íbamos, si estaba algún pueblito cerquita, nos íbamos al cine, a pasear allá. Nos llevaba el mayordomo a comprar cosas, pero casi en todos los campos hay marqueta, ahí hay para exprimirle a uno su dinerito.

VD: Y en el pueblo, ¿no iba usted a las cantinas?

IO: No, iban las mujeres ahí a darle servicio a los hombres.

VD: Al campo mismo.

IO: Al campo. Está prohibido, pero pues una vez me dijeron: “Va a venir la carne”. “¿A dónde llegan”, ¿vedá? Pero se queda uno sin cenar, y yo fui pa ser el primero porque, oiga, cómo somos los hombres, yo no, yo no. Yo si miro que un hombre ya, no mamacita, no, no. Y, ¿cómo uno detrás de otro? Llegué yo, ahí estoy en la parda, ahí va la cola. Chingado ya son las ocho y no ha venido la carne. Cuando ya entré al carrito, fuera del campo, allá ta el campo y pa acá, acá nos vinieron, porque la Policía se las lleva a las mujeres esas.

VD: Y, ¿cuántas muchachas venían en el carro?

IO: Una. Entonces llega el pistolero de ella, el intérprete, porque ellas no saben hablar español. Buscan un mexicano, uno, dos, tres, éramos veinte.

VD: Estaban en una fila.

IO: En fila veinte. Se baja, ahí viene. “Muchachos, la otra [vez], el sábado entraron treinta, entraron treinta con ella a meterse los treinta”. Señorita, péreme, ahorita le voy a decir cómo hacen esas mujeres. “Y ahora son veinte, ella vino a este campo porque hay mucha gente”. Ella dijo: “Lo menos van a entrar unos ochenta o sesenta”. ¡Ay mamacita!, hijo de la... Y luego nosotros los mexicanos andamos con otra querida y a la chingada. Si no llenamos a la mujer ya andamos allá, ahí se me quitó lo pendejo. En una palabra, entonces, ajá y luego les cobra $5 pesos. “Yo sí los pago”, pues era el primero. Y otros: ”No, yo no, yo”, de a tres y no hubo nada, nomás me quedé sin cenar. Ya le digo: “Vamos pues a cenar”, uno que tenía taza. “Llévame a cenar a la marqueta ahí”, le digo. Porque quise carne pero no hubo. Que si le asegurábamos siquiera $35, nos cobraba ese $40. Si le asegurábamos $40, porque a ella no le convenía, a tres, ¿cuánto era?, $120 que se ganaba. Dije: “A mí me da $50 por la traída”. Entonces a ella le quedan $70 y la otra vez le quedaron $40. A mí me dio $50 porque nomás entraron treinta, por eso supe yo, sí. Por eso le digo que entonces llega, éste es el coche, ya se acuesta ella boca arriba y el hombre ahí va. Ya con un papel se está limpiando y todo y ahí va el otro. Hijos de la chingada, me dio un coraje, bueno, yo me jui pa ser el primero, si hubiera encontrado otro adelantito, chingue su madre, yo me regreso a cenar. Pero cómo hay gente que yo creo pues como se lo digo a usted, cabrones son chiveros, yo creo que anduvieron cuidando chivas. “Cabrones”, les digo. “Que la mujer de fulano quiere con un pinche pendejo mayordomo”. “Ah, son puros pendejos”, le digo, “por eso andan de habladores, yo ando piscando y al pan le quito lo más grande, pinche pendejo, síguele hablando, yo me chingo tanto éste y aquél”. “Bueno y ustedes, ¿por qué sacan tanto limón?”. Pos el limón de nosotros tiene más. “Pos por pendejos”. Pitaban el pito pa irse uno a comer, eran los últimos que se levantaban y yo en el primer pito, hijo de la chingada, voy cortando el limón de los palos. El más grande ya llegaba con la caja casi llena y luego otro, veía yo al compañero y: “Chinga tu madre, pinche flojo”. Sí, por eso, si ellos sacaban seis cajas y un de tres árboles u ocho, yo sacaba veinte, quince, sí. Yo me chingaba a todos los grandes, a los pendejos. Y tarugos pa piscar, yo primero piscaba todo lo de abajo hasta onde alcanzaba, ahora sí agarraba mi escalera y ¡pum!, ellos empezaban de arriba para abajo. Ya estaban aquí de alto y arriba de la escalera, yo no les decía nada, qué pendejos, pues claro que sí, hay que… Todo eso, señorita.

VD: Oiga…

IO: Entonces dije: “Hijo de la chingada, una mujer, ochenta hombres, ¿no se rozará, hombre?”. Yo creo que esa[s] mujeres [es]tán enfermas, no sé. Yo me metí con una mujer que después él [ella] se metió con mi compadre y mi compadre ya murió a manos de ella. Ay no, no, me fastidió, ey, me fastidió. Quería hotel. “Vamos a dormir, hombre”, sí no, no. Yo le digo: “Mi chava”, le digo, “yo ya tengo edad. Pues cuando estaba nuevo, pues sí, hasta de día hacía con mi mujer y de noche, pero ora pos unas dos veces a la quincena o cada ocho días, o dos veces por semana”. Y sí, pues mejor.

VD: Oiga, y ahí no había muchas...

IO: Por eso allá, a varios ahí en Empalme, Sonora venían enfermos. No sé si los, si los enfermaban ahí las de Empalme, Sonora o venían de allá, pero yo inyecté mucha gente de balde ahí en Empalme, Sonora. Le dije al de la farmacia, pues en mi peluquería, ahí en un puestecito, ahí con una gamadita y ahí los inyectaba nomás poníamos y ora parado tal y ya si era en la vena pues ahora sí, sí. Entonces, este, y ya yo los... “Sabe, maestro, que ando malo así y así de esto”. “Mira, sólo con diez millones te alivias, yo te puedo poner dos millones, tres, cuatro, cinco, pero no te alivias. Con diez millones es el tratamiento pa una gonorrea”. Porque yo en el barco curaba de esto, porque todos los marineros salen a los puertos puros de esos por allá y entonces había una medicina, maparcides(??) era peligrosa. Le dije a la doctora esa de la Marina y hasta dejó de ir, ya estuvo platicando, le dije que yo era un primerizo, dice: “No, sí he oído mentar, a ver cuénteme usted, señor, cómo”. Le digo: “Pues el maparcide(??) era pa gonorrea, pa chancros y todo que sí decían que era muy, muy bueno pero muy peligroso. Yo cuando inyectaba en el barco le dicía a los que iba a inyectar que no cenaran mucho, nomás unas dos tortillas porque en ayunas le iba a poner esa medicina para poderlos aliviar”. “Y, ¿eso salió de usted?”. “Sí”. Yo curé el paludismo, en lugar de suero yo le echaba inyecciones de aralen, ey y mi mismo médico agarró el estilo mío, ya él me decía: “Mi maestro”, sí, sí yo soy canijo.

VD: Y, ¿así curaba allá también en, a lo de...?

IO: Ahora, yo cuando me salí, yo me metí a la sierra haciéndomela de médico. En la sierra de Guerrero, nombre, yo no le tengo miedo a lo... Pero ya sabía. Pero cuando me metí al barco, no sabía ni poner una ampolleta.

VD: Ahí aprendió.

IO: Nomás v[e]ía yo que la doctora, yo era el que les alzaba el éste y le ponía el ése y ya la doctora: “Aprieta la mano”, le decía a usted y ya ella sacaba la jeringa y yo le hacía con algodón y ya encoje la mano y vete. Y cuando era intramuscular, pues yo le bajaba los calzones a las muchachas, a las mujeres. Así sus pantaletas pa que la doctora: “Y pásele a acostarse”. Y ya al enfermo también les [decía]: “Bájate el pantalón pa que te inyecte parado”. Yo sé inyectar parado o acostado, como quiera.

VD: Oiga, pero usted cuando se fue para allá estaba soltero, ¿verdad?, no estaba casado.

IO: Sí, no, no, estaba soltero.

VD: Se fue y estaba soltero.

IO: Y me dejaba con una mujer y me iba.

VD: Pero, por ejemplo, ¿usted nunca mandó dinero para acá?

IO: Sí, yo mandaba dinero, yo mandaba dinero.

VD: ¿A quién le mandaba?

IO: A mi familia, a mi tía, Dalia Ochoa, ella me lo alzaba. Ella me alzaba el dinero, todo.

VD: Y, ¿en qué usó ese dinero después?

IO: Ay, eso está duro, pues en casarme ocho veces.

VD: El del bracero.

IO: No, pues mi dinero, pues si no voy a tener dinero, pues yo mandé dinero y me puse a sembrar y me puse a comprar ganado y todo. Todo quebré todo, el temblor del [19]63 cuando mataron a Kennedy me tumbó la casa y todo, la tienda, el molino. Yo tenía molino, yo soy comerciante, sé todo, nomás que ahora no tengo dinero y la gente…

VD: Luego después de eso se volvió a ir para allá.

IO: Para acá, me vine aquí a Empalme, Sonora. No aquí a este a, Nezahualcóyotl y ahí puse la peluquería y ahí ya llevo veintitrés, treinta y dos años.

VD: Estando en la peluquería.

IO: Ey.

VD: Oiga, y yo le quería preguntar, ¿estando por allá usted extrañaba algo de México?

IO: Pues todo extraña uno.

VD: ¿Qué echaba de menos?

IO: Todo, pos usted no puede salir a pasear porque todos cargan carros buenos, puro americano. Sabe Dios de dónde sean, puro inglés. Usted no puede echar una quesadilla o lo que usted se le antoje, estilo allá, puros restauranes, puras comidas americanas. Pues claro, pues todo es, y ni salíamos, pues ahí estábamos en el campo, pues otro día. Lo único que hace el bracero, está en la casa que, ahí estar tomando. “Vete a traer una doce de cerveza”. Eso es lo que hace, eso es lo que hace el bracero y los que están ahorita, son raros los que salen. A poco pa ir a un cabaret, nombre, su rayita de campo se le va. ¿Cuántos braceros se gastaban todo el dinero, llegaban aquí jodidos? ¿Cuántos sí mandaban? ¿Cuántos no sufrieron que no alcanzaron a pasar?

VD: Oiga, y usted entonces casi no salía estando allá.

IO: Pues no, no. No, pues no sale uno, en cuarenta y cinco días, ¿qué va a salir pues uno?

VD: Y, ¿en su último contrato que fue más largo?

IO: No, fueron los mismos.

VD: ¿No visitó algunos otros lugares?

IO: Nomás los cuarenta y cinco días, no quiso Díaz Ordaz dar permiso que siguiéramos nosotros al mismo contrato, al mismo acuerdo que había tenido Estados Unidos con México. Él quería aumento para ellos, pa nosotros no. No sé cuánto pidiría Díaz Ordaz por cada bracero que quería el Gobierno que quedáramos. Eso sí no supe yo, no dijo el bissboss eso.

VD: Oiga y, ¿a usted nunca le dieron ganas de quedarse por allá después?

IO: Pues sí, pero pos...

VD: De desertar.

IO: No, no, desertar no. Pos todo con, con papeles.

VD: O quedarse a lo mejor ahí un rato después de su contrato.

IO: No, no, por eso, por eso. Después que me metí, ahora fue en el [19]99, ¿verdad? Sí.

VD: [Mil novecientos] ochenta y nueve.

IO: Ese [19]89 fue cuando me metí, que estuve en King City y en este, en este, Oregon, no, en este, Anaheim, ahí trabajé y allá en King City trabajé en la pisca de chile, de pepino, que es lo más trabajoso, es el trabajo más duro de pepino, pero ya entré mojado.

VD: Después.

IO: Sí.

VD: Oiga, y entonces, ¿fue en su último contrato en donde usted fue el campeón de la pisca?

IO: El último campeón. De treinta personas, claramente, de treinta. Cada troque llevaba treinta hombres y en cada camión había un campeón, segundo, tercero, todo, ¿vedá? No, digo que fui en ese condando de Oquinar el campeón.

VD: De su cuadrilla.

IO: De mi cuadrilla cada eso, así póngale, sí. Entonces que fue cuando ya no salí. Y los demás contratos pos en el campo aéreo fue la pisca [de] tomate, en Washington, Walla Walla, Washington, que jue la primera vez jue en el chícharo. También iba a piscar fresa porque había cerquita el campo. Cuando no íbamos al chícharo, íbamos ahí de noche, sí. Y luego en Santa Paula a la pisca de naranja, ey. Y luego acá, después de Washington, campo aéreo, Santa Paula y luego de Santa Paula renovamos para irnos a Di Giorgio a la soba de uva del bejuco y del desahije. Entonces nomás tuvimos veinte días y nos salimos porque ya nos podían dar la mica. Como ya habíamos cumplido el primer contrato, si le gustaba a uno, seguía, que al fin el americano nomás le daba un peso a México, ajá.

VD: Y de todos los trabajos que hizo, ¿cuál se le hizo más pesado?

IO: El aguacate y el espárrago.

VD: ¿Espárrago?

IO: Espárrago.

VD: ¿Por qué?

IO: Porque el espárrago se da en la pura tierra caliente y sale la ésa y ése es muy caro. Una vez nos dieron de comer espárrago porque estaba chueco, y chueco no se puede empacar creo, por eso nos dieron espárrago.

VD: Se los dieron a los braceros.

IO: A comer, sí, a comer como, como verdura, ajá.

VD: Oiga y, ¿qué fue lo que más le gustó de haber estado allá, señor Ignacio, de bracero?

IO: Pos es la forma que Estados Unidos y los mayordomos hacen lo que le dice el patrón y el trabajador tiene que hacer como se le diga, sí, allá así son. México por eso no puede tener un trabajo del Gobierno porque nadien trabaja, los mayordomos son una bola de alcahuetes, ellos ni se paran y sí, el Gobierno le está pagando mucho dinero, ellos meten a otro y aquél mete a otro y es un desastre. Y si no están cuidando a los trabajadores, el trabajador no hace nada porque eso fue lo que nos enseñaron nuestras autoridades, o nuestros abuelos.

VD: Y, ¿allá?

IO: Y allá no. Allá cada mayordomo dice: “Vas a hacer las cosas como te digo o te vas pa México, o te saco. Si eres americano vas pa juera. Aquí se hace lo que yo digo y no lo que yo digo, porque eso me dijeron y si no, me corren por culpa tuya”, así lo dicen. Yo en la pisca de limón me pararon una hora, porque me vio el mayordomo, dice: “Tú vas a ser bueno, nomás acomódate, mano. Me da lástima, tú eres mexicano y yo soy mexicano. Vienen con mucho trabajo, no me jumes, no me tomes, toma agua y orina, ahí va a estar una hora arriba del troque, luego vengo por ti, ¿que por culpa tuya me van a correr a mí?, comprende”. “Ta bien mayor”.

VD: Y, ¿por qué lo regañó, oiga?, ¿por que no estaba cortando bien el limón?

IO: No estaba cortando bien.

VD: ¡Ah!

IO: Fíjate el campeón, el limón, si está amarillo, debe estar amarillo todo, menos el culito de abajo. Si está el culito verde, déjalo ahí en la mata, no lo cortes, sólo que esté amarillo, sí, esté grande, o esté chico, dale. Y el verde debe, no debe de entrar a la argolla porque va con medida.

VD: Llevan un medidor.

IO: Un medidor. “Si no pasa a como esté grande, échalo”. Ya me entiende, nomás si pasa, no pase, no corte ni uno porque esos te los ponen en la caja y bien, y vas tú y el mayor te dice: “Corta bien, o te echo pa México o te siento”. Ahí ora, en el limón hay un tupito, y del tupito depende la ramita.

VD: La rama.

IO: Debe de trozar usted al ras del tupito y no llevarse el tupito. Si se lleva el tupito, también ahí te lo ponen, no, eso es duro, sí. Va uno, dos, ¿verdad? Ándele, que no le arranques el tupe, el tupito, lo troces bien no lo jales porque entonces se quita el tupo, menos. Aunque esté grande debe de ir bien cortado. Otra, a cada árbol le puedes dejar nomás dos limones. Tres, ya te regresan, porque el mayordomo te conoce el limón aquel que sí, no entra en la argolla. Por eso los campeones conocemos y rápido, y los tontos, pues ahí andan y andan y tontos pues, ¿vedá? No todos somos lo mismo, el campeón es igual que el mayordomo, él sabe el limón que no le vas a meter la argolla. Entonces ahora sí este, te regresa. “Ira, ese limón ta bueno y acá ta otro bueno”. Las matas que están así sobre el suelo tiene que agarrarla bien a ver si no queda un grande que no entre a la argolla. Debe de cortarlo, menos que entren no, por eso hartos se hacen bola, sí y nosotros los campeones, pues mucha...

VD: Sabían.

IO: Mucha inteligencia, y tantito robar al otro pendejo flojo. “Tú chíngale allá cabrón, porque te voy a ayudar porque... Pos sí.

VD: Así, así con mañas.

IO: Así, pos sí.

VD: Oiga, y...

IO: Al mayordomo le importaba poco, pos claro.

VD: Pues sí, era el...

IO: Sí, pues este pendejo no se va a acabar ni un palo. Siquiera así le ayuda, pues seguro, sí.

VD: Oiga y, ¿con sus compañeros nunca tuvo usted algún problema, alguna dificultad por allá?

IO: No, no, nunca. Nomás ése que me dijeron que cayó bocabajo, le digo: “Bájenle los calzones”, y se enojó y ya no me habló. Era de Técpan [de Galeana], era de Guerrero y ahí en Empalme, ahí en Empalme me quiso matar. Por un tantito me mata este, pero con otros. Taba, taba yo tomando y llega con otro ahí y ya iban de acuerdo y ya entonces dice: “Vamos pa la zona”, dijo el otro, “pos vamos a tomar el coche acá, un pesero así”. Ya también él se subió y los costeños nos dicen a nosotros los Calentanos.

VD: ¿Los Calentados?

IO: Calentanos.

VD: Calentanos.

IO: De Arcelia, Ciudad Altamirano, todo eso, Calentanos. “Quihubo calentano ¿qué?, se siente muy calentano”. Lo vi por el espejo y venía atrás en el coche, iba éste y él, ajá, y otro. “Pos yo en Guerrero y en tierras mexicanas o en tierras americanas, yo me llamo julano de tal y mi madre me dijo que tuvo un hombre, eso es todo”. Dice el otro: “Bueno, pos”, y ya ahí van de, “pues de una vez si quieren, pos como él diga. Aquí y en China les respondo”. Y ya se va pa allá, pa los soles donde una calle donde había casas y ya se baja y me bajo y se me echan encima los dos, ey. Y luego ahí va el chofer y luego yo saco una navijita y mételes un pa la chingada. “Ay”, dice, “éste trae navaja y me dio”. “Y, ¿cómo?”. Y corre el chofer allá al carro y al otro le doy una patada, aquí lo tumbé y: “Vete”, y me voy yo pa donde había ya casas. Llego yo ahí, pero ya fue en Empalme, Sonora. Pasa la Policía, no, pues mejor retirarse, dice: “Vámonos”. Ahí estaba una de las... Dice: “Oye, a ver”, la llamé y le di el dinero que traigo. Y ahí me llevan a la cárcel y como llevaba sangre yo de aquí, al otro día: ”Julano de tal, tanto de multa, julano de tal, tanto de multa, julano de tal hasta nuevo aviso”. Yo digo: “Bueno y ¿eso?”. Dice: “Es que algo te echaste en la sangre”. “Es que me salió sangre de la nariz”. Ya me vuelven a llamar: “Julano de tal, ¿esta sangre?”. Le digo: “Es que la policía que me trajo me recogió ahí frente al cabaret julano, hasta le di mi dinero”. “Sí, aquí ta dicho que le diste dinero a una muchacha que tú la has de haber conocido”. Pa la chingada, de que se los chingue la policía, mejor ni la conocía. Y sí me lo dio, fui otro día. Y ya entonces: “Y, ¿la sangre de la camisa?”. “Pues me sacaron pues de aquí, señor, la sangre no sé, pues nos cayimos a lo mejor a él le salió de la nariz”, le digo, “a mí no sé, ¿verdá? Pues a la mejor él, porque ni él ni yo teníamos armas, nomás fue así”. Y ya: “Bueno, tanto de multa”, ya en la tarde y ya. Le digo: “Anda, dile a un zapatero que venga a sacarme”, era mi vecino, ajá. A ése le conseguía yo mujeres. Un día me dijo: “Oyes, cómo tienes tú de suerte, ni las mujeres de cabaret los… y tú sí. ¿A que no te traes quince días primero uno?, ¿juega?”. “Apostamos”. “Apostamos”. “Y la última te la voy a regalar”, era una gorda.

VD: Qué barbaridad.

IO: Le digo: “Aquí, aquí me esperas tú ahorita”. Pero ya sabía él. “Ándale pues”, ya la, nomás así. Sí, y ya, fue la única vez, ¿vedá? Pero ya fue de este lado.

VD: Ya por allá ya no tuvo ningún problema.

IO: Allá no, allá no, en Santa Paula, no.

VD: ¿Ni en el campo?

IO: En el campo este, una vez en el, la cantina La Paloma, ahí en Santa Paula, se me cae una cerveza en el mostrador dije: “Ay no, aquí no, señora, se la pago”. “Ah, ustedes los mexicano se sienten”. “Le digo que se me cayó”, en el suelo, ¿vedá? “Se la pago”. Yo estaba bien y otro. Dice: “No”, y que agarra el teléfono, ajá. Ya le habló a la patrulla y agarró toda la pinche botella hija de su... todas ahí. Le digo: “Hija de la chingada”, le digo, “viene uno a hacer el gasto y usted, le estoy diciendo que se me cayó y se la pago”. “No, usted se siente muy macho, pero aquí estamos en América”. “Pues aquí y en América y en México soy macho, hija de tu chingada madre”.

VD: Qué barbaridad.

IO: Le chingué todas las botellas, taba: “Ay, ay ay”. Ah, pues ni me acuerdo de esta chingadera. Y entonces y aquél me sigue, le digo: “Quédate mano, porque oye, ahí viene la patrulla”. (ruido) Nomás que la patrulla estaba pasando por aquí, le dimos nosotros derecho al campo donde estaba, llega la patrulla y le dice [la señora]: “Pa allá corrieron”. Y se va la patrulla y ya cuando llegó la patrulla al campo, ya nosotros ya habíamos llegado y entraron a las barracas y yo estaba: “Grr, grr”. Estaba soleado. Dice: “Éste está hasta roncando”. Pinches pendejos, yo soy el que viene corneando.

VD: Y nunca lo agarraron.

IO: No, no me agarraron. Eso fue todo.

VD: Ni lo, nadie.

IO: No, ni nadie. Yo nomás rompí la botella a esta hija de tu chingada madre. “Te estoy pagando una, no la quisiste”. Y ya entonces sí se, se puso en orden esa mujer, ya no le decía nada. Era muy grosera la dueña del cabaret, dice: “Yo no sé”, dice, “Acapulco”, dice, “le pusiste rienda a la de La Paloma”. Y un día la jija de la chingada iba en coche, iba yo pa allá en la tarde, pa allá pa a pasear, dice: “Súbase joven”. Ah, voy, ya dice: “Oiga, a usted lo quiero conocer”. Ay hija de la chingada, le digo: “Si llegamos ayer aquí, usted es la de La Paloma”. “Sí, ahí lo esperamos”. “Sí, cómo no”, le digo: “yo aquí nomás va”. Y me la chingué, y ella con razón me quería conocer la cabrona.

VD: ¿Eso fue después del...?

IO: Sí, después del chingadazo, como a los diez días, sí, pues ya, yo ya no volví a tomar.

VD: Ya nunca regreso usted allá.

IO: Ya no fui, ya no fui a tomar, nomás esa vez sí. Y era mexicana la jija de la… No, ahí en Estados Unidos cuidado con los mexicanos, con las mexicanas. La americana es buena, el americano es bueno. Para mí, estimo mucho a los mexicanos, a los americanos y a las americanas, como un español, por un español tenemos patria, por el cura Hidalgo y esa sangre fue la que nos salvó. Aunque otro no sea nada de él, pero hay que reconocer, para mí, pa los zonzos esos cabrones no agradecen ni que su madre los haya traído al mundo.

VD: Y con los norteamericanos allá, ¿usted no tuvo ningún problema?

IO: No, no pues por eso digo, con ellos son buenos, nomás fue pura borrachera ahí con puro mexicano y la ésa de La Paloma en Santa Paula y ya cuando llegó, una vez me fui, ah, yo taba tomando y estaba esa, le decían la Águila Negra ahí en Santa Paula. Y ahí estaba tomando con otro y la enamoró aquél y le dio una cachetada. ¡Ah chingado!, y luego se me voltea. Está el cantinero, le dice: “¿Qué tomas mexicano?”. Le digo: “¿Yo?, yo tomo pura cerveza”. “¿Me disparas una?”. “Ah”, le digo “pero creo el que le pegaste te estaba disparando copas”, le digo. Y que me dice: “Es que aquí la mujer es la que enamora. Y él le dijo que sí se iba con él, por eso quieres tú dispararle, ¿te gusta ella?”. Le digo: “Pues sí, es una dama y en primer lugar, está bonita ¿no? Para mí todas la damas están bonitas, para mí, no sé pa otro”. Y ya la pasó y empezamos ahí: “¿Me llevas o te llevo?”. “¿Dónde estás?”. Dice: “Aquí mismo, yo tengo carro”. Sí, pues todas tienen carro, allá el que tiene un carro es como el que tiene aquí un gato, hijo de la chingada aquí como el que tiene un perro, pues allá un carro es barato y todos tienen, pues sí, hablo la verdad, ey. Y ya juimos, dice: “A mí me dicen la Águila Negra”. Ay mamacita, con lo que me ando, pos el Águila Negra es un corrido de uno de Guerrero que le decían la Águila Negra pues que, maloso pues como Lucio Cabaña.

VD: Y, ¿qué fue lo que no le gustó de allá, don?

IO: De Estados Unidos, todo.

VD: De su trabajo allá como bracero.

IO: No, todo está bien, sea trabajo de campo, o sea trabajo. La última vez que fui de mojado, me pasé de alambre este, arreglé un contrato, pasaporte y de allá me quedé con mi familia y me fui a trabajar cuatro meses. Dos meses no trabajé y dos meses trabajé. Le dije a mi hijo: “Vámonos ya ahorita pa no pedir limosna”, porque allá el que va, todos se cooperan. “Vamos a mandar a éste pa México ya”, le dan de comer y todo, entre todos. Pero si no encuentran trabajo, pues lo mandan pa México. “¿Cuánto das?”. “$10 dólares, $10, $15”. “Órale ¿De ónde eres?”. “Tal parte”. Aunque sea de otra parte, ¿no? “Vamos a mandar este hombre pa allá o esta mujer”, sí. A mí, de Estados Unidos, pues todo me gustó, qué bien por eso Estados Unidos, ¿qué más? Pues ya a tocantes de amor, pues no sé cómo sea la mujer aquella, las leyes, ¿me entiende?, pero de en tocante del trabajo y las autoridades, si uno le ofrece dinero al policía, el policía le echa. Si el juez, por haberle pegado yo a usted me echa dos meses, yo le dije al policía que no me llevara, le iba a dar $20 dólares o ve, o lo que sea. Entonces el policía después le dice al juez: “Échemele veinte días porque me ofreció dinero”. Y ya el juez pone lo que dice el policía. Allá la cosa es derecha, tanto.

VD: Y, ¿no le gustó como para haberse querido quedar a vivir por allá?

IO: Pos entonces, pos yo me dediqué a ir a trabajar, no anduve con amores, ¿vedá?, si yo hubiera tenido una novia o una amante como decimos aquí, quédate, pues me hubiera quedado, ¿verdá?

VD: ¿Sí le gustaba la vida allá?

IO: El trabajo es bueno, pos hay mucho trabajo portándose uno honradamente y onde quiera debe ser así, cumplir con su deber. No es necesario que le pongan a uno arriero.

VD: ¿Sí le alcanzaba con su salario de bracero?

IO: Pues sí, mire...

VD: ¿Sí ganaba más allá?

IO: No, sí, Estados Unidos ahorita pagan a $6 la hora, $7. Trabaja usted ocho horas, ¿cuánto gana?

VD: Casi $50, sí, ¿pero en aquel entonces?

IO: Ganábamos a peso y a $1.50 y entonces Estados Unidos cuando trabajábamos por hora, pos nos la pagaba más barata que a como estaba pues allí, en aquellos tiempos y que no la joda, que él sabe que lo ayudamos y que de ahí siquiera nos diera una recompensa.

VD: O sea, les pagaban menos de lo que le debería de dar.

IO: Mire, como ahorita el sueldo mínimo aquí son $42, entonces Estados Unidos nos pagaría $30, ¿verdad?, nos quedaba a deber $12 por hora y al fin que no sabíamos inglés y no había quién.

VD: Y, ¿usted se conocía su contrato?

IO: Eh, no.

VD: ¿Ya sabía leer en aquel entonces?

IO: No, no, no ahí todo en inglés y la chivata, ahí nomás le dan el contrato en Mexicali cuando uno sale, si uno terminó el contrato. Al entrar a Mexicali, ahí firma uno todo, en Caléxico. “Vete en ese camión al a pisca de lo que sea”, acá este, a la pisca yo voy, ahí me arrimo, sí, órale, a la pisca de lechuga, a lo que sea. Los rancheros se llevan a la gente y ahí queda uno apuntado en Mexicali lo que usted se llevó de gente...

VD: ¿A dónde?

IO: A Toluca, a donde sea, aquí los va a trai [traer], y si alguno se portó mal, aquí lo trae usted a entregar pa echarlo pa México por lo que se portara, no todo, pero sí gentes que se dedicaban, se emborrachaban y se les pasaba la hora, los embotaban y los echaban pa fuera. Sí, porque no era cosa de delito, eso era, por eso Estados Unidos pos sí me gustó en forma de trabajar, en forma que todo está legal. Ahí eso no es necesario que le pongan a uno, nosotros somos los mejores, pero necesitamos un arriero, sí, necesitamos un arriero. Y eso es lo que no me gusta de los mexicanos.

VD: Eso no le gusta de la forma de ser de los mexicanos. Y, ¿usted allá nunca se encontró con algún incidente racista cuando andaba por los pueblos?, ¿que no los dejaran entrar a algún restaurante o cantina?

IO: No, no, mire, las barracas, los campos, [es]tán juera del pueblo este, a un kilómetro, a dos kilómetros o a la orilla de las casas. Si para acá había pues íbamos a trabajar, ¿cómo iba a salir yo para acá que no sé nada? Ahí llega uno del trabajo a las cinco de la tarde, se mete uno a bañar pa quitarse uno toda la polvadera de lo que sea, ya saliendo al comedor, pues ya. Si al caso el día sábado, pal día domingo que alguien se fuera por allá, pero ahí no había y si había algún cabaret por ahí pos, ¿qué va a entrar un bracero si ahí puros de carro?, saber inglés y todo, pues nadie, nadie se salía.

VD: Nada más este lugar a donde usted iba.

IO: Ahí estábamos todos los braceros, sin nadie se salía. Cuando estuvimos acá en este, ahí en este, en el puerto ese cerquita de Tijuana, ¿cómo se llama éste? San Diego, ahí sí muchos salían a Tijuana, a Tijuana, ajá. Ahí muchos salían a Tijuana y ya llegaban, había carros de ahí. Es como a cincuenta kilómetros, llegaban en la madrugada y a chambear y todo se lo gastaban. Un señor se gastó todo, todo, le llegó una carta de su hija, la mordío un perro con rabia y le dijeron que estaba loca, estaba llorando, le digo: “Venga, párese, le quito el sombrero a ver”. Le echo yo $5 dólares. “Véngase a mi barraca. Muchachos, este señor borracho, ¿vedá?, se ha gastado todo el dinero. Sí, ahorita le llegó una carta que su hija está mala, olvídese que él se ha emborrachado, olvídese. Vamos a ayudarlo, yo puse $5 pesos, no digo que pongas $5, puedes poner $20, puedes poner un peso, $0.50 centavos, lo que salga de tu corazón. Órale, olvídese, se gastó lo de él, éste es problema de su familia y de eso para que se vaya, porque no tiene ni pa irse, ¿a qué se va? Se va a quedar aquí y eso va a México”, y sí. “Órale vamos a darle”. Como sé hablar, me entienden. “Buenas noches señores, buenas noches señores, ¿conoce a este señor?”. “Sí”. “Bueno, miren señores, yo soy el que estaba llorando. Este señor, hoy por él y mañana por nosotros. Yo puse $5 pesos”, le digo, “véngase, vamos a pedirle a nuestra gente, aquí habemos gente de buen corazón y aquí aunque sea usted de mal corazón, se le tiene que ablandar el corazón para darle. No porque yo dé $5 pesos, usted dele $50, un peso, compañero, adelante, si quiere darle $100, pues adelante”, le digo, “lo que sea, sí”. “Ay, cuando… “No, vete a la jodida, órale, que te vaya bien, aquí le encargo que te lleven”.

VD: Y, ¿se regresó a su casa?

IO: Sí, pues sí. Ya como le juntamos como unos $600 dólares en aquel tiempo.

VD: Mucho dinero.

IO: Con $600 dólares pues podría, pues quién sabe, con $50 dólares llegaba hasta Oaxaca.

VD: ¿De allá era el señor?

IO: De allá. Ya como de cuarenta y cinco años, de cincuenta.

VD: Oiga, señor Ignacio, pues ya después de muchos años que han pasado, en general, ¿qué recuerdos le quedan de haber estado allá como bracero?, ¿cómo se siente usted de haber sido bracero?

IO: No pos, pos me siento que trabajé en Estados Unidos y conocí mucha gente japonesa, filipinos, salvadoreños, pero no hay gente pal trabajo como el mexicano. Pero necesitamos arriero, eso es lo malo, sí. No digo que todos, pero en unos cien habemos gente de enérgicos, de agallas, yo, no me gustó que nadie me ganara en el trabajo del campo, ni en la peluquería, por eso yo pelo a rapo, sí.

VD: Y, ¿allá pelaba a los compañeros que estaban en el campo?

IO: En el campo a $0.50 centavos dólar, yo gané mucho dinero y todo. Y trabajaba y todo, yo ahorita opino que la persona que quiere ir a ver su familia, que el señor presidente Bush y si estas gentes quieren hacer eso, que el que haya perdido su mica, ni modo, ése no puede entrar, pero el que tenga la mica de Estados Unidos, pa que no gaste el Gobierno americano. Otra cosa, nomás que ordene en la Aduana: “Todo el que traiga la mica, señores denle pase”. Y no gasta ni un centavo. Eso opino yo, si esta persona, que eso le digan a Bush. Ignacio Ochoa Perdomo, eso, lo aconsejaría si nos va a dar visa, todo el que tenga y el que quiera ir. Yo puedo ir a pelar allá a un campo y piscar limón, me siento, no creo que sería el menos, ni sería campeón, pero el burro de mí no, cuando menos a cincuenta, a quince le gano. Me ganarán quince, pero a quince me los echo.

VD: ¿Qué edad tiene usted ahorita, señor Ignacio?

IO: Setenta y ocho años.

VD: Setenta y ocho.

IO: Setenta y ocho. Sí, pos nací en el [19]23, para etcétera, etcétera, sí.

VD: Oiga, pues...

IO: Sí, entonces, por eso, eso si pone eso, eso aconseje usted a esas gentes que los braceros estos estamos pidiendo visa.

VD: ¿A usted le convendría cruzar para allá?

IO: Pos sí, si dan visa. Yo aconsejo al señor Bush que nomás diga: “Todo el que tenga la mica tiene pase libre a ir a ver su familia y trabajar si se siente gallo”, porque sí de los que fuimos, yo respondo por mí. Pues al limón no me iban a ganar todos, de treinta hombres yo no iba a ser el último, yo le prometo a Bush que a quince le gano y que escoja uno, dos, tres, treinta, súbanse en el troco, deme mi tijera y mi bolsa, mi escalera, cabrón, seguro. Y ya en la noche a pelar, o el día domingo pelar y todo. Y pagar mi comida y todo, sí. Yo eso es lo que quiero, pero si de plano quiere dar, con eso no gasta ya ni un cinco.

VD: ¿A usted sí le gustaría regresar para allá?

IO: Pos sí, ir a Oquinar ahí, como ahí ya conozco. Puro limón hay ahí y a mí no me gusta estarme calentando como así, como eso. A mí me gusta luego jugar las escondidas, como el cuate este: “No que me guste esp, jijo de la chingada estar ahí, haciéndose pendejo”.

VD: Qué barbaridad. Oiga, pues muchas gracias, señor Ignacio.

IO: Ándele.

VD: Por su tiempo y sus recuerdos compartidos.

IO: Ándele, así, si va a mandar a las gentes dígale que yo, que opinen esas personas que dice usted de los braceros, que un bracero aconseja, él tendría mucha escuela, pero con esto ninguno se le pasa chueco. Porque usted estando en una oficina se le pueda meter alguien que no fue legalmente y nosotros no somos terroristas y con esta mica comprobamos que somos de las gentes que le dimos ayuda a Estados Unidos pa que su gente comprara su fruta, sus alimentos baratos en la, en tiempo de guerra. Y si no agradecen eso, pues entonces que me les saluden a las americanas.

VD: Gracias, señor Ignacio.

IO: Órale.




Fin de la entrevista


Interviewer

Domínguez, Violeta

Interviewee

Ochoa Perdomo, Ignacio

Location

Mexico City, México

File Name Identifier

Ochoa_Perdomo_MEX015

Citation

Domínguez, Violeta and Ochoa Perdomo, Ignacio, “Ignacio Ochoa Perdomo,” Bracero History Archive, accessed April 28, 2024, https://braceroarchive.org/es/items/show/125.