Alvaro Hernández

Title

Alvaro Hernández

Description

Biographical Synopsis of Interviewee: Alvaro Hernández was born on September 21, 1928, in Julimes, Chihuahua, México; his father worked in agriculture and his mother was a teacher; he moved to Chihuahua, Chihuahua, where he went to school for a short time, but he returned to his hometown to help his father work in the fields; in 1943, when he was only fourteen years old, he came into the United States illegally; a few years later, in 1946, he became a bracero and worked primarily in the cotton fields of New Mexico and Texas.


Summary of Interview: Mr. Hernández briefly recalls his childhood and the financial difficulties he and his family endured; he moved from Julimes, Chihuahua, to Chihuahua, Chihuahua, where he went to school up to the sixth grade, but he left school in order to go back to his hometown of Julimes to help his father work in the fields; in 1943, when he was fourteen years old, he crossed into the United States illegally; he spent a few months working in the cotton fields of Mesquite, New Mexico, and soon returned home; in 1944, he crossed again to work with the same rancher, and the following year, he went back home; two years later, in 1946, he went through the hiring process to become a bracero; he recalls that one of the requirements for the braceros was to have calloused hands; as part of the process, he was medically examined, vaccinated, and deloused; his first contract took him to work in the cotton fields of Pecos, Texas; in 1947, a new working contract took him to Doña Ana where he stayed working until 1949; later that same year, he married and was able to bring his wife with him to the ranch in Doña Ana; he eventually learned how to work the cotton machines and was in charge of one of them; Mr. Hernández concludes that he is very proud to have worked with the bracero program.

Creator

Parra-Mantilla, Myrna
Hernández, Alvaro

Date

2003-02-05

Subject

Bracero

Rights

Institute of Oral History, The University of Texas at El Paso

Language

spa

title (Spanish)

Alvaro Hernández

creator (Spanish)

Hernández, Alvaro

Rights Holder

Institute of Oral History, The University of Texas at El Paso

Online Submission

No

Original Format

Digital, WAV, MP3

Duration

1:00:00

Transcription

Nombre del entrevistado: Álvaro Hernández
Fecha de la entrevista: 3 de febrero de 2003
Nombre del entrevistador: Myrna Parra Mantilla

El día de hoy es 5 de febrero de 2003, en la ciudad de El Paso, Texas. Entrevistando al señor Álvaro Hernández para el Departamento de Historia Oral de la Universidad de Texas en El Paso, Myrna Parra Mantilla.

MP: Buenas tardes señor Hernández.
AH: Buenas tardes.
MP: Antes que nada le quisiera agradecer el tiempo y la oportunidad que nos da de compartir con nosotros sus experiencias como bracero. Para empezar la entrevista quisiera que me dijera, ¿dónde y cuándo nació?
AH: Nací el 21 de septiembre de 1928, en Julimes, Chihuahua.
MP: Y, cuénteme acerca de su familia y de su pueblo natal, de sus papás, sus hermanos, ¿a qué se dedicaban sus papás?
AH: Bueno, mi madre fue maestra de escuela siempre. Mi padre fue agricultor y mis hermanas pues se casaron. Una de ellas tuvo profesión, fue mecanógrafa. Y los demás pos no, no tuvieron profesión, ni yo.
MP: Pero, ¿fue a la escuela?
AH: Sí, cursé hasta sexto año en la ciudad de Chihuahua.
MP: Entonces cuando usted estuvo muy joven, niño podemos decir, se mudaron a Chihuahua.
AH: Sí, nos mudamos a Chihuahua y a mí me pusieron a la escuela ahí en tercer año. Empecé la educación escolar en Chihuahua, los otros años anteriores los pasé ahí en el pueblo, en Julimes.
MP: Y ahora quiero que me platique acerca de su primer trabajo, ¿qué hizo?, ¿dónde?, ¿más o menos a qué edad?, más o menos.
AH: Bueno, yo traté de estudiar en la ciudad de Chihuahua, en la escuela normal que en ese tiempo existía en la ciudad, ya mi familia se había mudado otra vez a Julimes y yo estuve con una familia conocida los primeros tres meses de ese año. Pero no me fue posible seguir estudiando, entonces me puse a ayudarle a mi papá en la labor, en Julimes y pos era muy precaria la vida ahí, de extremas pobrezas, y decidí venirme a Ciudad Juárez a la edad de catorce años. Llegué a Ciudad Juárez y duré tres días en la ciudad. Conocí el cruce para El Paso. Y un día, otro muchacho y yo, se llama Francisco Uribe, decidimos ya cruzarnos para venir a trabajar aquí a Estados Unidos. Era el tiempo de la Segunda Guerra Mundial, o sea, en 1943. Y llegamos al puente de aquel tiempo, un puente sencillísimo, hasta la caseta donde estaba el de Inmigración y yo le hice la pregunta que dónde había las trocas que llevaban a piscar algodón a los muchachos de allí y él me contestó. Me acuerdo muy bien, no sé cómo se llamaba ese señor ya una persona grande de edad. Y me indicó la calle Sexta y la calle Santa Fe y nos dejó cruzar y cruzamos. Y en efecto, llegamos a la calle esa porque están enumeradas, llegamos a la calle Sexta y en efecto, había algunas trocas esperando gente para llevarlos a piscar algodón. Y nos tocó irnos con un señor de nombre Faustino Loya a Mesquite, Nuevo México. Él nos llevó y allí pasamos, allí piscamos ya lo que fue pues todo noviembre, diciembre, enero y hasta parte de febrero algodón, ese año. Y me regresé a mi pueblo y ya una vez que me supo agradable ganar dinero en dólares, que me rendía bastante, al siguiente año me volví a regresar, o sea, en 1944 crucé otra vez la frontera. En esa ocasión volví a caer con don Faustino Loya, ya sabía a dónde estaba el rancho. Volví a trabajar, desde las limpias del algodón que se dan por mayo, junio y trabajé todo ese año con él, hasta que salimos otra vez la pisca en 1945, en enero de 1945. Y ya volvimos a salir y en 1946 ya me contraté como bracero, no sé si será aceptable esos años de mojado. No, nunca tuve reporte ni nada, nunca me agarraron.
MP: ¿Nunca lo agarraron?
AH: ¡No! Nunca, pero había, siento que había mucha necesidad de empleos, o mejor dicho, de gente para trabajar en la labor. Y en 1946 ya me contraté como bracero, cruzamos, me tocó en Pecos, Texas, en Pecos, Texas y salimos lo que fue en tiempo de la pisca del algodón, porque es lo que hacíamos más bien. Entonces me regresé, el [19]46 en enero y el [19]47 me volví a contratar y esa vez caí con un señor que se llama, se llamó pues ya estaba, yo creo ya murió, pues hace muchos años, Neil Armstrong. Yo no sé si este señor fuera el papá del astronauta ese que pisó la luna, yo lo relacioné por el nombre y me acuerdo que tenía a su hijo que se llamaba Neil Armstrong. Y otro niño James, se llamaba el hermano de él, eran de otra esposa, no vivía ya con la mamá de ellos él, en el rancho, en Doña Ana, Nuevo México. Y pues, con él trabajé lo que fue el [19]47, [19]48 y [19]49. El [19]49 me caso y me llevo a mi esposa al mismo rancho de Doña Ana, ahí pasamos la luna de miel (risas) piscando algodón.
MP: Qué bonita luna de miel.
AH: Y a mí me interesaba mucho lo que era la maquinaria, aprender a manejar toda la maquinaria como tractores, caterpilas, me encantaba manejarlas, aprendí aquí en esta nación. Y si le he de ser franco, yo me enamoré de esta nación. Mucho trabajo, pude ayudar a mis padres, pos no los saqué de pobreza, ¿verdad?, pero, sí fui el pie para que ellos al tiempo me siguieran y ya se establecieran en Ciudad Juárez también, con todo y mis hermanos. Y después salí ya el [19]51, duré unos meses sin cruzar a Estados Unidos y luego me volví a contratar, ya esta vez se llamó el señor Charles Dearman, Charly Dearman, aquí en Canutillo, Texas. Y ahí trabajé con él todo el [19]50, el [19]51, ¡no!, el [19]50, el [19]52 y el [19]53 con esa persona.
MP: Y cuénteme acerca de cómo le hacía usted para contratarse como bracero, ¿a dónde iba?, ¿qué documentos le pedían?
AH: Bueno, bueno en esa ocasión estaba la contratación en la ciudad de Chihuahua, en la estación dónde era el tren. Le decían en ese tiempo El Trocadero no sé por qué, era el nombre que le decían. Y pues ahí salió en un periódico que se vendía en Chihuahua, se llamó, se llamaba El Heraldo y aún creo que se llama igual. Y el [19]46 que fue el primer año, ahí nos arrimamos y ahí nos contrataron, la Asociación de Agricultores creo de Estados Unidos, se llamaba esa asociación. Y de ahí nos traían en autobús hasta Ciudad Juárez y allí cruzábamos a pie el puente y nos recibían en un local que estaba allí en la misma Emigración junto al puente. Ya ahí nos hacían un examen médico La Emigración y nos echaban unos polvos en la cabeza y en todo el cuerpo, porque nos desnudaban para ver si no llevábamos enfermedades que pudieran contagiar a otras personas. El polvo en la cabeza era pa los piojos, para ver si teníamos piojos (risas) yo creo ahí se me cayó a mí el pelo. Y de ahí nos llevaban a veces en pick-ups, en carros. La vez que me fui a Pecos, nos llevaron en un tráiler, en un tráiler que íbamos nos llevaron a Pecos, un tráiler abierto como de ganado, pero muy limpio, muy limpio.
MP: Y entonces usted estando en Juárez, se fue a Chihuahua para ser contratado.
AH: ¡Sí!, sí.
MP: Y luego ya se lo trajeron otra vez para acá.
AH: Me trajeron para acá otra vez sí y la segunda vez se pasó lo mismo. No, la otra vez se abrió una oficina aquí en Ciudad Juárez, el [19]49 se abrió una oficina aquí en Ciudad Juárez para las contrataciones, ey.
MP: Y ahí en Chihuahua, ¿cómo era ahí El Trocadero?, ¿eran oficinas así como de Gobierno, o nada más era un galerón, o eran unas carpas?
AH: Recuerdo poco de ello, pero sí me acuerdo que estaba bien ordenado la oficina y había incluso personas de aquí de Estados Unidos escogiendo también la gente, a todos nos calaban así las manos a ver si las teníamos callosas.
MP: ¿Quería decir que si eran…?
AH: Que éramos jornaleros, que éramos agricultores. Era una de las pruebas que me acuerdo yo que nos poníamos así las manos y nos agarraban los callos. Y me acuerdo que sí rechazaban a algunos que eran, yo creo oficinistas o algo así que no traían esa marca. Y yo nunca fui rechazado, siempre las veces que me contraté salí apto para trabajar. Y había desorden pero fuera, porque había mucha gente ahí, ahí dormían, dormían en, pues en lo que podían y sí estaba un poquito incómodo y a veces se tardaban pos cuatro o cinco días para que les fueran tocando sus turnos, pero por lo demás estaba bien. El desorden consistía en que pos algunos jóvenes ahí, en ese tiempo jóvenes, pos yo creo se tomaban su botellita de, sus tragos de sotol o tequila, pero no que hubiera así desastres fuertes, pleitos, ¡no!, no, no había, al menos en lo que a mí me tocó ver.
MP: Y, ¿como cuánto tiempo se esperó usted desde el momento en que llegó a los exámenes y hasta que lo contrataron para que se viniera?, ¿pasaron muchos días?
AH: No, en mi caso, las tres veces que me contraté fueron, pues cinco días. Una vez duramos dos días aquí en El Paso en una parte que le decían Buena Vista, me parece.
MP: Río Vista.
AH: ¡Río Vista! Ahí duramos un día y medio. Ya estábamos examinados nada más listos para que patrones fueran por nosotros ahí, pero no se tardaba mucho tiempo, es que les urgía mucho la mano de obra aquí y ellos mismos se apuraban a ponernos a trabajar.
MP: Y, ¿les ponían algunas vacunas allá?
AH: Una vez nada más, una vez nada más nos vacunaron en el hombro y, ¡pero nada más una vez! Por cierto que no hizo, a mí no me hizo ningún efecto. Ya ve que a veces se hincha o algo así, a mí no me hizo ningún efecto y más bien era, pues fíjese que nos fumigaban en la ropa y todo esto, cuando pasamos, sí.
MP: Y dice que era el mismo procedimiento acá ya de este lado, en Estados Unidos, en El Paso, les volvían a hacer, los volvían a empolvar, los volvían a hacer mismo procedimiento.
AH: Sí, sí, aquí en El Paso sí, a mí una vez nada más me dieron, nomás en la cabeza me echaron un poquito de polvo nada más, pero sí nos desnudaban, los que traían hemorroides esos no los rechazaban.
MP: Y luego, ¿cómo le hacían si ya estaban acá de este lado?, ¿cómo le hacían a los que rechazaban?, ¿se iban a la buena de Dios?, o, ¿les pagaban el pasaje hasta su lugar?
AH: No, los rechazaban a Juárez. No sé ya en Juárez si les darían dinero para mandarlos a sus lugares de origen, pero yo no me di cuenta exactamente qué pasaba ya con ellos. Pero sí, casi no hubo, casi no hubo rechazo. Pero me tocó un caso donde sí tenía hemorroides el muchacho y pos no lo aceptaron. Sí nos checaban la vista, nos hacían pos algunas pruebas, algunas pruebas nos hacían, que no fuéramos infectados de algo. Pero a la edad que nos contratábamos nosotros al menos en mi caso, pos lo tomábamos como una diversión.
MP: ¿Qué edad tenía más o menos?
AH: Bueno yo aquí cumplí los catorce años, en octubre del [19]43, ya, ya para el [19]49 que fue, el [19]47, pos ya tenía yo diecisiete años y el [19]49 veinte, que fue cuando me casé.
MP: Ajá, pos estaba muy jovencito cuando se vino.
AH: Sí, muy joven.
MP: Y luego, ¿qué le dijo su familia cuando se vino acá de bracero?, ¿qué le dijeron?
AH: Bueno, cuando vine no me dijeron nada, cuando llegué, (risas) es que me vine a escondidas de mis papás, es que se me hacía tan difícil la vida allí. Yo creo que la diferencia, ¡la enorme diferencia!, de personas acomodadas en el mismo pueblo. Ya ve que siempre hay personas acomodadas, los que controlan toda la agricultura, los que controlan todo el negocito del pueblo. Pos yo me sentía muy mal, no tener lo que tenían aquellos niños, aquellos jovencitos de mi edad, sus caballos, sus bicicletas y esos detalles. Y eso me movió a venirme y como había oído a otras personas que ya había regresado que: “Taba muy bueno mi trabajo”. Incluso mi padre trabajó en el ferrocarril aquí en Estados Unidos, no sé en qué estado, pero trabajó buen tiempo y nos platicaba, me platicaba a mí que pos ganaban buen dinero, y no era muy pesado el trabajo, a pesar de que el ferrocarril siempre fue considerado como un trabajo pesado. Y eso a mí me llenó de emoción y eso me hizo venirme, pero sin permiso, como estaba muy jovencito yo sabía que no me iban a dejar, pedí prestado $15 pesos y con esos llegué a Juárez, (risas) eso la tuvo.
MP: Y luego, ¿qué dijeron ya cuando se dieron cuenta que usted estaba por estos rumbos?
AH: Pues mi mamá me iba a preparar una buena cueriza cuando llegara, pensaba que iba a llegar luego, pero con el primer, ¡no!, con el segundo pago que yo gané, porque modestia aparte pero, fui muy bueno para piscar algodón. Yo piscaba un promedio de quinientas libras diarias, el [19]43 nos pagaban a tres libras por $0.02 centavos.
MP: Muy poquito.
AH: Muy poquito y luego ya en el [19]46, ya nos aumentaron a $0.02 centavos por libra, $0.02 centavos por libra y en los tractores, en los barbechos o desvarando, nos pagaban a $0.40 centavos la hora. Y el [19]49 que fue cuando agarré yo la primer pisca ahora de algodón, piscadora ya máquina, pos me pagaban a $0.70 centavos la hora y trabajaba catorce, trece horas diarias.
MP: Entonces, el dinero que usted podía lo mandaba a sus papás.
AH: ¡Sí! Les mandaba una buena cantidad. Gracias a el primer dinero que recibió mi mamá de mí, se pudo graduar sus primeros lentes porque ya veía muy mal. Sí ayudé a mis papás bastante con lo que ganaba aquí.
MP: Y, ¿no tuvo algún problema de que el dinero que usted mandaba no les llegaba?
AH: Fíjese que no, todo les llegó. Nunca tuve ese problema, siempre llegó todo. Y pos yo duraba aquí tres meses e iba a darles la vuelta y llevaba también el efectivo, no todo el tiempo les mandaba cada tres meses. A veces ya cuando pensaba ir, juntaba y les dejaba alguna cantidad, pos para que salieran adelante de sus problemas.
MP: Y entonces, en ese tiempo que usted estuvo mandando dinero también, ¿no tuvo problemas con los rancheros de que no le pagaran?
AH: No.
MP: O, ¿les quedaban debiendo?
AH: No, nunca tuve yo un problema. Cada ocho días nos daban lo que piscábamos, cada ocho días, nunca tuvimos problemas, al menos con los patrones que yo estuve, nunca tuve ese problema, me tocaron muy buenas personas y siempre nos… y luego como llevábamos también las cuentas nosotros, así que siempre nos pagaban lo que piscábamos. El Neil Armstrong era un poquito renegado, ya era persona grande, pero muy cumplido en pagarnos. Yo estuve muy a gusto con ese señor y con el Charles Dearman también, muy a gusto estuve trabajando con ellos.
MP: Y entonces aquí ya en El Paso, llegaban los rancheros por ustedes o mandaban a los mayordomos por ustedes para que se fueran o, ¿cómo se iban?
AH: Fíjese que en una ocasión venía el ranchero, cuando nos llevaban en pick-ups venía el dueño y algún otro americano empleado de ellos, como el mayordomo ahí del rancho, venían dos en pick-ups, íbamos, nos llevaban a diez en cada una de las troquitas.
MP: Y, ¿ustedes escogían con quién se iban o dónde les tocaba?
AH: No, nos designaban personas ahí encargadas del control de los jóvenes, nos designaban: “Ustedes se van con él, van a… por ejemplo, esa vez a Doña Ana. Y ya nos íbamos, nos daban casa dónde dormir, con estufa porque hacíamos nuestra propia comida, camas, estufas y pos colchonetas para, como ya ve, las piscas se dan en tiempo de frío.
MP: Ah, y, ¿les daban equipo especial los rancheros para piscar? Porque las hierbitas de algodón pues tienen muchas espinas, ¿no?, y he oído que era de los trabajos más difíciles de hacer, casi nadie le gustaba por lo pesado y luego mal pagado.
AH: Bueno, mire. Había diferencia, por ejemplo, la gente que venía de Zacatecas que casi ni conocían el algodón, pues les iba mal porque eran malos para piscar. Incluso un cuñado mío, ¡no!, ¡malo!, ciento cincuenta libras, ¡ciento sesenta!, ¡todo el día agachado sentados! Y pos sacaba sus $3 dólares, $3.50 diarios y yo pos con quinientas, pos sacaba $10 dólares diarios, los triplicaba. Por eso en lo que a mí respecta, yo, a mí me iba muy, muy bien me iba. Y nomás sí cada, nosotros comprábamos nuestra propia, pos la herramienta era un costal de doce pies, un saco como de ese ancho así, de doce pies de largo y nos lo amarrábamos a la cintura, quedaba la boca colgando, ahí echábamos el algodón, caía en medio, se llenaba, lo sacudíamos y así nos íbamos, mueve y mueve las manos, todo el día.
MP: Muy pesado, ¿no?
AH: Pues yo veía gente grande, digo grande de treinta y cinco, treinta y ocho años, se le hacía muy pesado porque tenía problemas con su cintura, tenían que trabajar sentados. Incluso ya de grandes, ya de viejo yo, ahí en el barrio, llegó un señor que en el [19]44 estuvimos juntos, con don Faustino Loya aquí en Mesquite, Nuevo México. Y me conoció él, don Juan, dijo: “Yo te conozco”. Porque nos fuimos a vivir al mismo barrio. “Yo también lo conozco a usted, pero no me acuerdo dónde”. “Sí, fue en Mesquite con don Faustino Loya”. Yo me acuerdo de ese señor, pos se la pasaba sentado todo el día y no avanzaba gran cosa, pero lo que era la gente de Torreón, ¡no!, eran unos tremendos piscadores, a ellos les iba muy bien.
MP: Y entonces ustedes hacían sus grupitos, que la gente de Chihuahua, la gente de Zacatecas, o los de Durango.
AH: Fíjese que nosotros, yo después, como había gente del mismo pueblo, uno que se llamaba Oscar Jayarsi y pos algunos de mismo pueblo, pero sí nos juntábamos en el rancho, coincidíamos con el mismo patrón y hacíamos bolita y había de Michoacán, hacían sus bolitas también, de Zacatecas, ¿me entiende? Como que se identificaban entre ellos, nunca había dificultades, así ese celo que yo soy de acá, y que soy más que tú, porque desde… No, al menos en mi caso no me tocó ver diferencias de esos niveles.
MP: Ahorita que me contaba de la comida, ¿cómo le hacía para comprar la despensa?, Iban, los llevaban al pueblo o les llevaban ahí a ustedes las verduras, las frutas o, ¿cómo le hacían?
AH: En el caso del Mesquite, teníamos la tienda como a algunos doscientos metros, íbamos a pie en Doña Ana con el señor Armstrong, nos llevaba él en su pick-up los sábados. Ya en la tarde que nos pagaba, nos llevaba y, o le encargábamos las listas y el de la tienda surtía en cajas lo de cada uno. Pero así de fácil, nos daban muchas facilidades para eso.
MP: Y ahí donde se quedaba a dormir, dice que eran así como, eran como casas.
AH: ¡Eran casas! Eran casas de adobe, casas de adobe. Todavía no se conocía mucho el block, eran casas de adobe bien hechas, y dormitorios bien apropiados, bien acondicionados. Al menos en mi caso, fue muy tranquilo todo eso y pos estábamos muy a gusto sin problemas de vivienda, estufas de leña, pero había mucha leña, hacíamos tortillas de harina y cocinábamos sopas y papas y todo lo que había en la tienda.
MP: Y luego y ya cuando se iban al campo, tenían horarios así como, breaks pues, para ir al lonche o que tenían ahí tambos cerquitas para tomar agua.
AH: Sí, todo eso. Nos surtían de agua en tanques grandes, en la pisca de algodón pos el que quería comer, comía, el que no, no comía, ese era libre el tiempo. Por ejemplo, yo me levantaba a la seis de la mañana y los otros de mi pueblo también, porque es cuando tenía más humedad el algodón y obviamente tenía más peso. Lográbamos las dos primeras pesadas en las mañanas y nos aumentaba bastante el peso y en las tardes también, salvo que hubiera mucha agua, mucho rocío, el patrón ya te decía, dijo: “Está muy mojado y me lo regresan en el despepitador”. O sea en el gin, pero no había horario. Ya cuando trabajábamos de raya en las limpias en, en las limpias de algodón, entonces sí teníamos horario, trabajábamos diez horas diarias y nos pagaban a $0.40 centavos la hora.
MP: Ah, pues que bien. Y entonces cuando ustedes tenían estos descansos, bueno más bien, tenían un día de descanso a la semana o no tenía días de descanso.
AH: En la pisca de algodón, no había descanso, o podía uno descansar cuando uno quisiera, no había ningún problema. Yo varias a veces trabajé sábados y domingos, y el siguiente semana agarraba sábado y domingo. Pero no había un itinerario fijo para piscar el algodón. Podíamos retirarnos a la hora que quisiéramos nomás sí… ya cuando andábamos ya por raya, o sea por hora, pos sí, trabajábamos diez horas diarias con el azadón, limpiando el algodón, sacando el, pos la hierba que le hacía daño al algodón, en el desahije también, ahí sí contaba por horas.
MP: Y la primera vez que usted vino para acá, ¿qué era lo que esperaba usted de venir acá?, o sea, ¿cuáles eran sus expectativas?, ¿no? O sea que, si era tener ese trabajo, o tener otro trabajo o fue exactamente como usted se lo imaginó, o fue diferente.
AH: Mire, yo pude, tuve la capacidad de pesar las diferencias a como vivíamos en el pueblo. Aquí hay mucho trabajo, me daba la facilidad de ganar dinero. En ese tiempo para mí era bastante dinero $10 dólares diarios, estaba a $3.70 después subió a $4.20 y logré estar hasta que subió a $12.50 que duró mucho tiempo en esa paridad. Y mi expectativa era ganar dinero para comer bien, era mi sueño y cuando vi los tractores, me dio la idea de aprender a manejar tractores, de agricultura, ¿sí? Y me llené de ilusiones a ese respecto, de ser un tractorista, gracias lo logré, ya no tenía necesidad de esperar a que viniera la siembra y todo eso, sino que me quedaba trabajando porque sabía manejar tractores. Y aprendí a manejar tractores, carros, trocas, incluyendo un trailercito que había en el rancho. La lechería la Price’s estaba en ese tiempo por la calle Mesa, adelantito donde están los hospitales, este, Providencia, La Palma y todo eso, ahí estaba la lechería Price’s en ese tiempo. Y nos tocaba, a mí me tocó traer alfalfa desde Doña Ana a la lechería manejando una troca.
MP: Porque la lechería era del mismo ranchero.
AH: ¡No! La lechería compraba alfalfa para las vacas a varios rancheros y mi patrón era uno de los que les vendía, pero mi meta era arreglar la residencia, no sé por qué Dios nunca me permitió. Y nunca pude arreglar residencia en ese tiempo.
Había algunas dificultades que se presentaban ya casi para lograrlo y hasta el [19]55, ya que me dediqué a trabajar en México, ya no regresé para acá. Arreglé mi pasaporte local y con ese cruzaba a El Paso nada más pos ya trabajaba yo en México, hasta ahora que arreglé.
MP: Qué bueno. Y cuénteme acerca de los contratos, ¿cada cuándo usted tenía que renovar contrato o los contratos eran por cuánto tiempo?
AH: Eran por seis meses algunos de ellos, otros por cuatro.
MP: Y, ¿cuáles eran los de seis y cuáles eran los de cuatro?
AH: Mire, los de seis meses, casi por lo regular los de cuatro eran los que iban nada más a piscar algodón, porque es lo que duraba la zafra, así como le dicen más o menos en el algodón. Cuando la gente se contrataba, por ejemplo, para Colorado al betabel, que es el capeo del betabel, el contrato también era de cuatro meses, pero cuando la persona ya sabía trabajar en tractores, eran de seis meses, se vencía y se lo volvían a renovar al patrón para seguir trabajando en los tractores.
MP: O sea que no tenía que venir hasta acá.
AH: ¡No! Allá mismo, allí mismo se llevaban el papel original que todos llevamos y iban y lo renovaban, nos sacaban una fotografía y ahí nos daban otro contrato.
MP: Y de las veces que usted iba a visitar a su familia y luego que regresaba, ¿nunca tuvo problemas para pasar otra vez para acá?
AH: No, porque traía mi cruce, mi pasaporte de cruce todavía vigente. Lograba ir para cuando traía el pasaporte vigente.
MP: Y en los contratos, usted no se acuerda, bueno, porque algunas personas que ya hemos entrevistado nos han comentado esto, de que en los contratos había una cláusula de, como era tiempo de guerra, que al final de la guerra ya cuando se terminaba el programa, que iban a recibir beneficios como si fueran veteranos de guerra. ¿Sabe usted algo de eso?
AH: No, yo nunca oí una promesa de ese nivel, nunca lo oí. Yo incluso el [19]46, traté de darme de alta en el ejército, pero no me admitieron, estaba muy chavalo. Y les mentí, les dije que ya tenía dieciocho años y no me la creyeron. Y luego no le hice mucho la lucha. Pero no, yo nunca oí que hubiera ni una promesa de ese nivel que nos dijeran que íbamos a ser como veteranos. Sí trabajábamos duro en la guerra porque había escasez de gente, principalmente para las piscas de algodón, tapeo de betabel, sí había escasez. Y de ahí, pos de ahí surgió la mano de obra mexicana, ¿verdad? Y otras naciones también creo hubo braceros también, pero yo nunca me di cuenta. Oí pues, que nos fueran a hacer partícipes por haber trabajado en plena Segunda Guerra Mundial, no. Nunca oí una promesa de ese nivel que nos hicieran, que nos iban a tomar en cuenta pos para algún beneficio, ni siquiera sabíamos que nos estaban quitando dinero. Creo nos quitaban el diez por ciento de lo que ganábamos. Fíjese que ahora que fui a arreglar mi seguro, cuando llené, ahora que arreglé, llené mis datos y no, me preguntó la señorita de allá: “¿Tenía seguro antes?”. “No”, le dije, “no tuve”. “¿Nunca ha tenido?”. “Sí”. Dijo: “Aquí tiene el seguro”. Y me asignaron el mismo seguro de 1950, esa vez sí nos dio, pero a mí nunca me dieron lo que es la tarjetita, nunca la tuve, nomás se me asignó el seguro y me lo volvieron a asignar el mismo numero, ta como cien millones antes de… (risas)
MP: Y, ¿ahora sí ya le dieron la tarjeta?
AH: Tengo un papel, todavía no nos llega ni a mí ni a mi esposa. Es que apenas acabamos de arreglar y tengo un papel que me acredita ya para trabajar con ese seguro. Y ése es el que estoy dando ahorita ya para mi licencia de manejar y donde estoy trabajando.
MP: Y en cuanto a la guerra, una de las personas que entrevisté me dijo que había en Estados Unidos así como escasez de azúcar, pero que a ellos pues nunca les faltó azúcar, ¿no?, pero que sí fue general. Entonces a ustedes no les tocó algo así que se escaseara algún alimento o que les restringieran, no sé, energía eléctrica o algo.
AH: No, nunca. En el caso mío nunca hubo esa restricción de alimentos de ninguna clase, nunca lo resentimos pues nosotros, ni nos limitaron nada. Mandamos traer y todo venía, azúcar, sal, todo lo que necesitábamos para comer. No, no lo sufrimos pues nosotros eso, al menos en mi caso.
MP: Y usted nunca se dio cuenta de algún bracero, que pos llegó a trabajar, ¿no?, pero que no le gustó el trabajo y que mejor se fue o que huyó, ¿algo?
AH: Bueno, sí me di cuenta de unas personas, precisamente del estado de Michoacán. Duraron como quince días, fueron a Juárez y ya no regresaron pero nunca nos dimos cuenta por qué. El patrón pos era muy reservado, con uno no comentaban con nosotros nada. Y ya no regresaron quién sabe por qué, será porque eran malos para trabajar en el algodón, en las piscas y sí sacaban muy poquito y ya no regresaron pero nunca nos dimos cuenta por qué.
MP: Y ahorita que me decía del señor Armstrong, ¿cómo eran los rancheros con ustedes? Los rancheros y sus familias, ¿sí los trataban bien?
AH: Sí.
MP: ¿Tenían alguna especie de contacto con ellos?, alguna relación.
AH: Fíjese, sí y muy buena, el Charles Dearman y un sobrino de él a ese le decían Bobby, Bobby Dearman no sé cómo sería el nombre completo. A veces estábamos haciendo tortillas y entraban a comer ahí con nosotros los patrones, Neil Armostrong. Yo le hacía, todos los miércoles le hacía tortillas para cenar en su casa. Y todas las mañanas le ordeñaba yo dos vacas, porque en mi pueblo aprendí ese ejercicio y todas las mañanas le ordeñaba yo dos vacas y me daba mucha leche, me daba un galonzote, para mí sólo era mucho. Y amasaba la harina con pura leche, pos salían muy doraditas las tortillas y sí le llevaba yo seguido tortillas a él porque él me decía que le gustaba mucho comer frijoles con tortilla de harina. Y yo nunca entré a su casa, nunca tuve la oportunidad de entrar a su casa, pero la señora, o sea, la segunda esposa de él era muy tratable, se llamaba Loren, yo creo Lorena en español, creo yo.
MP: Yo creo.
AH: Y el señor también, un poco estricto el Neil pero sí era así, (risas) le voy a contar una anécdota de él.
MP: A ver.
AH: En una ocasión tenía mucha urgencia porque soltó un aire muy fuerte, como esos que se están soltando y acabábamos de echar con unas herramientas con motores arena porque la tierra era muy dura, muy fuerte. Y quería, él quería revolverle la arena y luego al barbechar se revolvía con la tierra sólida. Y ablandaba para que el algodón saliera más fácil. Y fui y nos levantó a dos tractoristas para agarrar las máquinas, ya habíamos trabajado toda la noche echando arena, pero empezó un aire (risas) y tenía miedo que el aire, pos moviera la arena porque sí la mueve, en fuerte sí la mueve. Y nos levantó temprano para irnos a echar con las rastras tapar la arena. Unas rastras de con los tractores discos, para irla tapando que no la fuera a volar toda el aire y no quiso andar un tractor, el del otro el muchacho, se enojó tanto, me da mucha risa porque le daba unas patadotas a las llantas y luego, ¿sabe qué?, ya ve que tiene unos gajos muy gruesos esos tractores, los mordía.
MP: Los mordió. (risas)
AH: Los mordía de coraje el señor, fue la única vez que me tocó ver esa escena de enojado, pero con el tractor, no con nosotros.
MP: No con ustedes, ¡ah bueno! Mientras sea con el tractor, pos qué bueno, ¿no?
AH: Sí, y luego luego, pero patadotas y el tipo le echaba unas maldiciones en inglés, yo no sé como se dirían en ese tiempo. Y me llamó mucho la atención que lo mordía con unas ganas, se fue agarrando la boca, se me hace que se lastimó los dientes, corajudo.
MP: Oiga y entonces este, ¿cómo le hacían para comunicarse?, ¿ustedes sabían más o menos inglés o ellos sabían español?
AH: No, ellos sabían español, sabía español. El Neil sabía buen español, buen español, y Charles Dearman también. Casi todos los rancheros en ese tiempo sabían español y era la forma de comunicarnos con ellos.
MP: Y luego cuando ustedes venían acá, a visitar a sus familia, ¿ustedes pagaban su pasaje ida y vuelta?, o, ¿los rancheros?
AH: Sí, no, nosotros pagábamos los pasajes. Yo, yo siempre pagué mis pasajes allá al pueblo y de regreso también.
MP: Y cuando, por ejemplo, que estaban trabajando con un ranchero, se acababa ahí el trabajo, ¿se podían ir con otro ranchero?, o sea, los rancheros tenían así como que acuerdos entre ellos en prestarse a las personas.
AH: Sí, sí, en una ocasión me tocó piscar en otro rancho casi mes y medio, a todo el equipo de Neil, con unos japoneses. Se le fue gente al japonés y tenía mucho algodón y las contrataciones no estaban funcionando en ese tiempo y le prestó la gente. Todos fuimos a piscar con él, poquito más de un mes piscamos con ese señor vecino de él.
MP: Qué raro, ¿no? Es la primera vez que oigo que un japonés, o sea, era ranchero.
AH: Sí, era ranchero, no me acuerdo como se llamaban. Ellos estaban en Hatch, Nuevo México, esos japoneses.
MP: Porque un señor que entrevisté ayer, me decía que él anduvo en Washington, Michigan, California y aquí en Texas y que por lo general los que eran mayordomos o los que andaban checando en los campos eran filipinos.
AH: Bueno, en este caso era japonés. Porque decía él: “Van con el japonés a piscar”. Todos dijimos que era japonés. Pero pues ya ve que se parecen por su semblante, los ojos principalmente, no sabemos si fueran filipinos o japoneses. Pero él dijo que era japonés, por eso se nos quedó la idea de que era un japonés.
MP: No, ese señor era así como que el capataz, que eran filipinos.
AH: Ah, los capataces sí, posiblemente sí.
MP: No, no rancheros, los rancheros o americanos o mexicanos.
AH: O mexicanos, este era japonés me acuerdo muy bien porque el señor, el patrón nos dijo: “Van a trabajar un mes con el japonés”. Y eran amigos, sí lo conocíamos a él porque a veces iba allá al rancho, ahí con él y fuimos a trabajar poquito más de un mes. Éramos como unos dieciocho piscadores todavía, que quedábamos ahí.
MP: Y, ¿cómo fue el trato con el japonés?
AH: Igual, nos pagaba igual que, nos pagaba cada sábado.
MP: ¿Sí se portaba bien con ustedes?
AH: Sí, muy bien. Sí, muy bien, no había ningún problema. Había veces que había recomendaciones, de… al sacar el capullo del algodón a veces se quedaba de cinco gajos, a veces se quedaba uno pegado, nomás desparramado, por la fibra se desparrama, se hacen largos y nos encargaba que no dejáramos ese tipo de algodón, que sacáramos bien el capullo de lo que es, pos la bellota le decimos aquí en el estado de Chihuahua, no sé cómo le dicen en otras partes, la bellota.
MP: Sí, la cascarita, ¿no?
AH: Sí, la cáscara. Y es muy dura la cáscara, tiene cinco picos con espina. Cuando mete uno la mano a la cáscara para sacar todo el capullo se pica uno mucho estos nervitos de aquí y duelen y luego con el mismo polvo se infectaban muchas veces, pero yo compraba tape y me los enredaba y no tenía problemas.
MP: Y luego, por ejemplo, cuando se llegaban a enfermar, ¿tenían servicio médico o el doctor iba allí con ustedes o a ustedes los llevaban al hospital?
AH: No, lo llevaban a uno. Yo el mismo, el, ¿qué año sería? El [19]46, acá en Chihuahua me quebré este brazo de aquí y duré como dos meses, tres meses para que me quitaran el yeso. Y cuando me regresé aquí a Estados Unidos venía con el brazo todavía así medio doblado y me quedaban unas puntadas y yo mismo me las quité, así en la cicatriz y se me infectó y se me hizo una costra toda la cicatriz. Y le dije: “Piscando algodón una rama me tocó así, me la levanté otra vez y pos se me sangró”. “No”, le dije al patrón y luego me llevó al [El] Paso, me trajo al [El] Paso, y me curaron luego luego. Me pusieron una venda y seguí trabajando, ya no no hubo problema.
MP: Qué bueno.
AH: Pero sí, sí nos atendían bien y sí teníamos seguro médico. Nos llevaban con los médicos, no sé cómo se llamaría en aquel tiempo el Seguro, o no sé qué, pero sí había asistencia médica cuando alguien se enfermaba.
MP: Y ahorita que me platicaba de que se casó y se trajo a su esposa también acá, había, o sea, los matrimonios se quedaban en una área especial, o estaban en un… o sea vivían aparte de los braceros o tenían, o, ¿cómo era?
AH: Bueno, yo a mi esposa me la traje aquí al rancho, pero en una de las ocasiones fue La Migra a echar un vistazo y se dio cuenta que allí estaba, entonces me aconsejó el patrón que mejor me la regresara a Juárez, que no fuera, pos que no la fueran a deportar. Y ese domingo, ese sábado la traje a Juárez y allí vivía una hermana mía. Ya ahí rentamos un departamentito en la misma donde vivía mi hermana, ahí un departamento ahí rentamos y ahí se quedaba ella. Cada ocho días iba yo, ahí con ella.
MP: Y entonces, ¿usted no se dio cuenta de algún caso de mujeres que se fueron de braceros?
AH: No, no, que hayan contratado mujeres como braceros no, no me di cuenta. Había muchas piscadoras mujeres, pero venían de otros estados de aquí mismo de la unión. Por ejemplo, de Oklahoma venían algunas familias a piscar algodones aquí, esas familias siguen las zafras de ciertas cosechas. Y ya unos terminábamos en Colorado, otros por ahí en California, pero mujeres mexicanas no, no me acuerdo yo que haigan, al menos no había contrataciones de mujeres, no, no había.
MP: Y en ese tiempo, ahorita que decía de La Migra, ¿cómo era La Migra?, ¿estaba muy estricta o más pasalona o cómo?, ¿cómo era?
AH: No, en los ranchos en donde yo estuve nunca iba, nunca iba La Emigración. Yo no me acuerdo, a excepción de una vez de un domingo que fueron ahí con el Neil Armstrong precisamente y… pero ya se fue, se fueron y el lunes me dijo: “Oye, ¿que es residente tu esposa?”. “No”, le dije. “Es mojada”. “No”, dijo, “mejor llévala, llévala mejor”. Y ya, me la traje a Juárez ese mismo día. Y, pero así que fuera, que anduviera muy insistente buscando, no me acuerdo. Ya al menos a mí nunca me molestaron, digo, que me hubieran parado por ser mexicano, ¿verdad? Y pos traía mi papel, pero no me acuerdo ni una vez que me haiga, ni siquiera alguien que platicara que iba La Migra a los ranchos a sacar a la gente que estaba de mojada, al menos en esta área no.
MP: Y, ¿a usted nunca le dio por irse más adentro de Estados Unidos?
AH: Fíjese que no, por varias razones. Había el comentario de lo fuerte, el frío, por entre Colorado, en Massachussets, en Cincinnati, en Washington State, o sea, acá al lado de Oregon. Un día me platicaron: “No, ni te vayas, ¡son unos frillazos tremendos!”, dijo. Y no, pos aquí estaba. Sí estaba fuerte el frío también, pero así como allá, no. Y no nunca me dio por irme para esos otros lados.
MP: Ah, pos está bien, aquí estaba cerca, ¿no?
AH: Sí y luego cerca de mi familia también.
MP: Qué bien, pues no sé si tenga algún otro comentario, algúna otra anécdota que quisiera compartir.
AH: Pues creo que ya le conté todo, pues por cada uno de anécdotas, ¿verdad? Pos son cantidades. En una ocasión andaba muy desvelado y me tocaba regar en la noche y fui a abrir las compuertas correspondientes a ciertas áreas que me daban un margen de tres horas sin problemas y me quedé dormido y llegó Neil Armstrong.
MP: Y, ¿qué le dijo él?
AH: No, me levantó, me dijo: “¡Álvaro! ¿Por qué estás dormido?”. Ya ve que tengo el agua, en tres, en tres áreas donde me daba como tres horas para cuando llegue, que los cambie. “¿Y si no despiertas?”. Le digo: “No”. Dijo: “No te duermas”, dijo, “si traes mucho sueño mejor dime para mandar a otro muchacho pero no quiero que te duermas”. Porque sí, es que si me quedo dormido después de tres horas el agua se rebasa al fondo y se aniega toda la siembra y puede perjudicar el fruto, pues lo que va a dar el agua, en este caso al algodón. Y pos sí tenía razón, no pagaba para dormir. (risas) Y fue el único anécdota así que tuve, pero no me trató mal, me consideró y me dijo: “Mejor si no, si traes mucho sueño, mejor te mando otro muchacho a ver que te supla de aquí en adelante”. “No, no, está bien ya, ya dormí buen rato”.
MP: Y, ¿no tuvo nunca la oportunidad de arreglar los papeles?, o sea, o que los rancheros le hayan ayudado, que lo hayan apoyado para que arreglara la ciudadanía.
AH: ¿Sabe qué? Más bien nunca, nunca pedí la oportunidad, no sé por qué cuando llegó la primer hija pude haber hecho lo posible porque naciera aquí. En ese tiempo nacía una persona aquí, inmediatamente podía uno arreglar, le daban la residencia casi automática. Y, ¡no!, no, no nació aquí, nació en Tijuana, fue precisamente el [19]51. Fue en un tiempo que me retiré de la bracereada y no, no fue posible, de nueve hijos, ni uno nació aquí.
MP: Y, ¿por qué se retiró de la bracereada un tiempo?
AH: Es que ya por ejemplo, yo el [19]55 ya sabía yo manejar todo tipo de muebles. Ya me dediqué a… traté de abrir, como no había arreglado, traté de abrirme paso en México. Y gracias a Dios, pos me fue muy bien en México todo lo que trabajé. Y incluso tuve mi empresita con tráilers allá y hice mi casa. Nacieron mis nueve hijos, todos profesionistas, a excepción de uno que es trailero, que fue el que me arregló aquí, él está trabajando aquí.
MP: Ah, fíjese.
AH: Y tengo otro que es maestro en una escuela aquí también y dos hijas también que viven aquí, así es.
MP: Qué bueno. Y entonces, ya para terminar, su comentario acerca de este Programa Bracero, ¿cuál es su comentario?, fue bueno, fue injusto o pudo haber sido mejor.
AH: Mire, para la gente de bien que no fuimos viciosos, fue muy bueno. Para el vicioso no, porque a las familias no les llegaba el dinero, nunca lo veían, o lo malgastaban en otras cosas que no era la familia. En mi caso, para mí fue una bendición, fue una bendición Estados Unidos y sigue siendo para mí una bendición, es una nación que yo me enamoré de ella por el exceso de trabajo y lo bien pagado, proporcionalmente obviamente. Y yo me enamoré de esta nación por eso. Y a mí siempre me ha gustado trabajar, aunque algunos dicen que el trabajo que yo hacía siempre ha sido trabajo de burro, bueno, pos ni modo, ya me tocaba. (risas)
MP: No pero, cualquier trabajo que se hace bien y dignamente pues es motivo de reconocerse, ¿no?
AH: Sí y francamente yo aprendí a trabajar en esta nación, trabajos que me abrieron el margen para hacerlo en México y hacerlo también bien, gracias a Dios, allá. Y hasta ahora ya que arreglamos la residencia pos ya, ando haciendo ahora la lucha por otro tráiler pa trabajar aquí.
MP: Qué bueno.
AH: Así es, señora.
MP: No, pues muchísimas gracias señor Hernández por el tiempo.
AH: No, pues de nada. Me hizo recordar mis tiempos de joven todavía, sí los tengo tan presentes que los recuerdo casi paso a paso desde que me vine por primera vez aquí.
MP: Pues las fechas las tiene todavía muy presentes.
AH: Sí.
MP: Y nombres.
AH: Y los nombres de los patrones me acuerdo perfectamente bien de ellos, no tuve muchos porque me gustaba, no me gustaba andar así, me gustaba allí, allí me estaba, como con el Neil trabajé cuatro años seguidos y con Charles Dearman trabajé tres y con Faustino Loya dos, también, sí.
MP: Bueno.
AH: Más delante si, ya que si nos daba permiso La Migración pronto para cruzar o nos llegue el pasaporte ya, le voy a tener uno de los pasaportes que tengo donde cruzábamos. No me va a conocer, pos ahí tenía mucho pelo todavía y tengo unas fotografías de nosotros todavía de esa edad.
MP: ¡Claro que sí! Pues en cuanto tenga esas fotografías y documentos sí, me habla para…
AH: Yo le hablo para que tenga una entrevista más completa, ¿verdad? Ya con esas pruebas.
MP: Bueno, pues muchísimas gracias.
AH: No, pos gracias a usted que vino y me hizo vivir un poquito mis años mozos. (risas)
MP: Qué bien, gracias.





Fin de la entrevista

Interviewer

Parra-Mantilla, Myrna

Interviewee

Hernández, Alvaro

Location

El Paso, Texas

File Name Identifier

Hernandez_ELP026

Citation

Parra-Mantilla, Myrna and Hernández, Alvaro, “Alvaro Hernández,” Bracero History Archive, accessed April 23, 2024, https://braceroarchive.org/items/show/33.